La revolución en el Valle de Chicama (Trujillo – Perú) (página 2)
La Hacienda Casa Grande, la hacienda azucarera que a lo largo del siglo XIX agrupó una concentración de tierras nunca antes vista en el valle de Chicama y en la costa del Perú, llegando a competir mano a mano en la producción mundial de azúcar con los emporios de Hawái y Cuba, es sumamente interesante e ilustrativa en lo que al desarrollo tecnológico se refiere, así como también retrata el lado oscuro del capitalismo. El espacio que comprendió su primer núcleo lo constituye la Hacienda Oyague, la cual fue propiedad de Domingo José de Oyague en 1750 durante la época colonial; luego dichas tierras con el advenimiento de la República pasan a propiedad de los Bracamonte y Pinillos, terratenientes liberteños quienes en 1830 fundan La Hacienda Casa Grande. Es necesario remarcar que hasta ese momento, la capacidad de producción de las haciendas azucareras era muy limitada, por cuanto no se contaba con maquinaria industrial para su siembra y procesamiento, ni tampoco interés en adquirirlo, llevando esta situación al cultivo de caña para autoconsumo y en un brevísimo número para exportación. La forma tradicional de procesamiento de caña, el trapiche, seguía siendo un eje impulsado por bueyes, así como las vías de comunicación entre los diferentes cañaverales eran prácticamente nulas o inexistentes, motivo por el cual mucho de la cosecha se perdía y no se podía procesar.
Casa Grande es uno de los distritos de la Provincia de Ascope, ubicado en el Departamento de La Libertad, perteneciente a la Región La Libertad, Perú. Ubicado en la región norte del valle de Chicama, en la localidad de Casa Grande, a una altitud de 158 metros sobre el nivel del mar, en la latitud sur: 7º 41' y longitud oeste: 79º 11'.
Actualmente Casa Grande, como distrito, limita por el norte y noreste con la Provincia de Pacasmayo y Contumazá (Cajamarca), por el este y sureste con el distrito de Ascope, por el sur y sur oeste con los distritos de Chicama y Chocope, y por el oeste y sur oeste con los distritos de Paiján y Rázuri.
Los límites anteriormente mencionados corresponden a Casa Grande en su demarcación política, el cual difiere con el de la empresa en sí, cuyos límites al norte son con Ascope, San José Alto y cerro San Antonio; al sur, con los territorios eriazos de Chiquitoy, Magdalena Cao y Los Molinos; al este, con las estribaciones de los cerros de Chicama, Sausal y Casa Quemada; y al oeste, con el cerro Yugo, Cerro Azul, Comunidad de Paiján y terrenos de Salamanca.
Casa Grande como emporio industrial azucarero, cuenta actualmente con una extensión de 29 384 hectáreas, ubicada en los distritos de Chocope, Chicama, Ascope, Paiján y Magdalena de Cao, Provincia de Ascope Departamento de la Libertad. Distribuidos de la siguiente manera: el 83,11% del área total está destinada para el cultivo de la caña de azúcar y el 16,89% en otros tales como Olivos cultivo frutícola, área construida, división ganadera, bosques, etc.,
Fundada la ciudad de Trujillo en el siglo XVI, se procedió al reparto de solares pre urbanos, chacras y encomiendas de indios a los conquistadores. Al conquistador español Diego de Mora le correspondió los valles de Chimo y Chicama y puerto de Huanchaco. Esto se produjo en marzo de 1535.Diego de Mora arribó al Valle de Chicama, ese mismo año, y no bien lo hizo instaló el primer trapiche de moler caña, así como en cultivarla en su hacienda denominada Trapiche de Chicama, de 133 fanegadas de extensión (medida variable de tierra cultivable según la región entre 0.5 a 0.7 hectáreas), trabajadas por 29 negros esclavos que producían 1.200 arrobas anuales de azúcar.
Una de las principales preocupaciones de los primeros alcaldes trujillanos fue el establecimiento de puertos para el fondeo de navíos procedentes de Panamá así como para el envío de los frutos y productos de la tierra. La ciudad de Trujillo del Perú tenía que estar comunicada comercialmente, por vía marítima, con centro América y posteriormente con el importante puerto de Guayaquil.
Tres fueron los puertos establecidos en Trujillo y su jurisdicción. En el valle de Chicama el puerto de Malabrigo, distante de la ciudad catorce leguas; en el valle de Virú el puerto de Guañape, apartado de la ciudad diez leguas; y en el centro el puerto de Huanchaco, el más frecuentado por las embarcaciones debido a que la población indígena existente favorecía las labores de embarque y desembarque y a que distaba solamente dos leguas de la ciudad.
La población indígena que se estableció en Huanchaco procedió del importante pueblo de San Salvador de Mansiche, inmediato a Trujillo. Mansiche se fundó durante las reducciones de indios de 1566 – 1567, ordenadas por el virrey Toledo. Debió existir en ese lugar una población formada por las familias de los últimos señores chimús tras el abandono de Chan Chan.
El desarrollo y éxito de la antigua economía trujillana se debió en gran parte a la existencia del puerto de Huanchaco. Durante el siglo XVI al XVII fue una de las principales puertas de salida de la producción triguera más grande de América establecida primordialmente en el valle de Chicama. Posteriormente en los siglos XVII y XIX la producción de azúcar siguió los mismos rumbos marítimos.
A partir de 1870, la industrialización de la empresa azucarera triunfa, siendo en el valle de Chicama la fuerza utilizada principalmente la hidráulica seguida del vapor para las maquinarias, reemplazando a los obsoletos trapiches tirados por bueyes.
En 1876 la hacienda Sausal de Albrecht produce 15 000 quintales de azúcar por año. Este incremento en la producción de caña conllevó a un incremento del consumo de la misma, motivo por el que Albrecht comienza a adquirir las tierras adyacentes a Casa Grande integrando ingenios con zonas de cultivo en un área industrializada, y en aquellas localidades en las cuales no se podía hacer esto lo que se acostumbraba era adquirir las cosechas de haciendas vecinas que no dispusiesen de ingenios para su procesamiento, al igual que Augusto Cabada, propietario de las haciendas Lache y Santa Ana, firmando ellos un contrato en 1871 en el que se estipulaba que Albrecht se comprometía a procesar en Casa Grande la caña producida en las tierras de Cabada debiendo recibir cada parte el 50% de la producción. Cuando Cabada adquiere su propia maquinaria, denuncia el contrato y es litigado zanjando el conflicto, la Corte Suprema de Lima a favor de Luis Albrecht el 24 de diciembre de 1877.
En 1877 utilizando máquinas a vapor importadas de Filadelfia, la hacienda Facalá -hoy anexo Casa Grande- de los hermanos Pflücker en Chicama elaboraba 50 000 quintales por año.
El proceso de concentración de tierras en esta zona coge ímpetu entre 1885 – 1890 debido a la incapacidad de muchos propietarios de sobrevivir el desastre producido por la Guerra del Pacifico. Juan Gildemeister (1823 – 1898), nacido en Bremen, Alemania, funda en la ciudad de Lima la firma "Gildemeister", dedicada al comercio. Luego en 1887, no obstante con el terremoto de 1866 y la guerra del Pacífico le causaron graves pérdidas que le obligaron a vender sus almacenes de nitratos en Tarapacá. Gildemeister adquiere la hacienda Casa Grande. Posteriormente compra otras haciendas como Lache, Sausal, Jagüey, Vizcaíno, Gasñape y El Molino; y funda la Sociedad Agrícola Casa Grande Limitada. Sociedad que convirtió en uno de los primeros ingenios azucareros del mundo.
JUAN GILDEMESISTER (JOHANN GILDEMEISTER EVERS)[10].
La Sociedad Agrícola Casa Grande Limitada es el resultado de las compras por parte del alemán Juan Gildemeister (Johann Gildemeister Evers o Johann Gildemaister Evers), con capital alemán es que comienza adquirir haciendas en el valle de Chicama a partir del año 1890; quien finales de su vida, Alemania lo designa como Cónsul en el Perú. La Compañía Grace (capital norteamericano) adquiere la hacienda Cartavio en 1882, pero no la explota hasta 1891 cuando forma la "Cartavio Sugar Co.". Luego un nuevo ciclo de concentración ocurre después de 1902 con la baja drástica del precio de azúcar en el mercado mundial. El tercer y último ciclo de concentración tiene lugar durante y después de la primera guerra mundial. Notablemente en 1927 Casa grande compra la propiedad de Víctor Larco (Ex Tulupe y entonces Roma y demás tierras). A principios del siglo había sido el magnate azucarero más poderoso del valle. Esta compra le da a Casa Grande una posición incontestable de dominación, con aproximadamente 13 460 fanegadas de tierra en comparación a las 2 206 fanegadas de Cartavio.
En 1915, el gobierno de Benavides le entregó a los Gildemeister la concesión del puerto de Malabrigo para la salida e ingreso de los productos de la referida hacienda al puerto y más tarde abrieron un bazar para vender sus propias mercaderías.
En 1927, la familia Gildemeister adquirió la Hacienda Roma y en 1937 la Hacienda Laredo, ambas de la familia Larco. Casa Grande estaba por encima de la Hacienda Cartavio de la W. R. Grace and Company y en un tiempo fue el primer ingenio azucarero del mundo.
En el año 1945, el germano administrador de la hacienda, Hans Moll, inició una serie de mejoras en beneficio de la clase trabajadora. Empezó a ampliar el casco urbano y construyó viviendas de material noble para los empleados y brindar de este modo, comodidades al servidor. Implantó la famosa fiesta de la Zafra, que se celebró durante tres días. Renovó la avenida principal (Avenida Tren) e introdujo a los tráileres como alternativa al uso de los ferrocarriles (1967). Asimismo, impulsó la capacitación de las amas de casa creando la "Casa Modelo" o Centro de capacitación Femenina, lugar al que acudían las esposas e hijas de los trabajadores para aprender costura, cocina, repostería, etc. No pudo continuar con estas reformar sociales, pues le sorprendió la intervención del General Juan Velasco Alvarado.
Juan Gildemeister con su Casa Grande, junto a otros terratenientes de origen extranjero, fueron conocidos en el argot popular del norte como los "Barones del azúcar". El espíritu emprendedor de estos hacendados, la utilización intensiva de fertilizantes y pesticidas, la fuerza económica de sus capitales y la mecanización de sus haciendas, les permitieron la maximización de beneficios y la conquista de las tierras agrícolas del Valle de Chicama que provocó la desaparición de los medianos hacendados trujillanos.
Los movimientos huelguísticos en la hacienda azucarera Casa Grande
A pesar de que los paros por reclamaciones salariales y mejor trato que protagonizaban los trabajadores campesinos no tenían éxito terminando fatalmente por fuerza de balas y atropellos que realizaban los soldados del cuartel de Caballería N° 05, instalado en Chocope, a solicitud de los Gildemeister (1910) y por disposición del gobierno de tuno, Presidente Augusto B. Legía Salcedo, se instala dicho cuartel en el distrito de Chocope, anexo a Casa Grande. Oscar Raimundo Benavides Larrea, presidente provisional del Perú (1914 – 1915), y la participación de Agustín Haya de la Torre, en aquel entonces Director de Economía, perteneciente al Ministerio de Hacienda y amigo personal de Benavides hace uso indebido del Ejercito de Caballería de Chocope para ir a Cajamarca y atrapar a los peones campesinos que habían escapado de los abusos de los Gildemeister, hacendado de Casa Grande.
Hondos sentimientos de odio y protesta, se iban creando cada vez más en la conciencia de esos explotados contra sus explotadores. Persistía inexorable el maltrato personal, en el sistema opresivo sistema de trabajo en el campo por el prologad o tiempo de trabajo de 2 días en una tare de 50 centavos de salario y el injusto jornal de trabajo de 30 centavos por una jornada de 12 horas, los mantenía sumidos en miserables condiciones de vida; es más en caso de no terminar la tarea del día, quedaba pendiente esa diferencia para el día siguiente, que se sumaba a la nueva tarea del día siguiente, si es que deseaban que se les pague s jornal, del día anterior y del nuevo. El espíritu emprendedor de estos hacendados, la utilización intensiva de fertilizantes y pesticidas, la fuerza económica de sus capitales y la mecanización de sus haciendas, les permitieron la maximización de beneficios y la conquista de las tierras agrícolas del Valle de Chicama que provocó la desaparición de los medianos hacendados trujillanos. Posteriormente en 1915, el gobierno de Benavides le entregó a los Gildemeister la concesión del puerto de Malabrigo para la salida e ingreso de los productos de la referida hacienda al puerto y más tarde abrieron un bazar para vender sus propias mercaderías. Si bien la hacienda terminó siendo expropiada durante el régimen dictatorial del general Velasco Alvarado en 1968, lo cierto es que durante su vigencia se convirtió en el primer ingenio azucarero del mundo, por encima de Hawai y otros, y forma parte de nuestra historia económica nacional[11]
-EL SOCIALISMO REVOLUCIONARIO-, INFLUENCIA EN LAS MASAS TRABAJADORAS. PARTICIPACIÓN DE MANUEL "BÚFALO" BARRETO RISCO.
Me dice don Celso Díaz, que: "Hay que recordar que por ese tiempo el espíritu de la Revolución Rusa, que era de índole Socialista Marxista, de extrema izquierda trascendió a todos los países del mundo, donde el Perú no era ajeno a estas circunstancias; llevando las nuevas de su doctrina socialista como una esperanza de liberación y salvación para el proletariado mundial, y que después de la muerte de José Carlos Mariátegui La Chira, cambia su ideología socialista a Comunista en II Internacional Comunista". La nueva corriente ideológica revolucionaria, venida de Rusia en el tiempo cuando las clases trabajadoras se debatían en la miseria, causó un gran despertar de su conciencia, siendo esto una de las causas que influyeron profundamente para que se produjeran más tarde los grandes movimientos de masas trabajadoras en procura de mejoras económicas y sociales como nunca lo hicieron antes.
En el curso de esta época de tragedias y de inquietudes sociales en que se debatían los obreros del Valle de Chicama, los trabajadores de la hacienda Cartavio, venciendo temores y prejuicios, lograron organizarse en una Institución Obrera, con el nombre de "Sociedad Obrera de Auxilios Mutuos y Caja de Ahorros". En el fondo, la verdad era que esta institución fachada, como el primer organismo sindical, camuflado, que se había formado por obreros, braseros y empleados, con fines de protección, auxilio y defensa mutua.
A diferencia de los demás centro de trabajo del Valle de Chicama, donde los trabajadores estaban desorganizados todavía, los obreros de esta hacienda n sólo habían logrado imponer su Institución Obrera, mediante la cual podían marchar unidos y así triunfar en sus reclamaciones, sino habían conseguido mejoras económicas y sociales inclusive la jornada de las 8 horas para los talleres. De esta manera los trabajadores de Cartavio marchaban a la vanguardia de la clase trabajadora del Valle de Chicama, siendo también los precursores del movimiento sindical organizado en los Centros de trabajo de las haciendas azucareras.
En el año de 1920 la Hacienda Casa Grande, fue sacudida por un movimiento huelguístico de vastas proporciones promovido por obreros de talleres secundados por trabajadores de la fábrica y del campo. Los móviles eran los de siempre, en estos casos, presentar un pliego de reclamaciones pidiendo aumento de salarios, mejores condiciones de vida, la jornada de las 8 horas de trabajo para todas las secciones de trabajo de la Negociación. Dirigía este movimiento un "Comité Obrero", con organización sindical, formado por un grupo de obreros jóvenes, inquietos, aunque bisoños en estas luchas, pero llenos de fe y confianza en el triunfo. Participó por primera vez como miembro integrante de este Comité, el joven obrero quien contaba con 17 años y laboraba en Roma, Manuel Arévalo Risco, apodado "Búfalo", quien además de no tener nunca una relación de integrante en ningún partido político, pero si su sentimiento era socialista, revolucionario, abrazaba el marxismo; sin embargo, el APRA, en el levantamiento que hace Víctor Raúl Haya De La Torre, lo usa para sus intereses partidarios, muriendo en la toma del cuartel "O"Dónova"; su función principal en el "Comité Obrero" era la de desempeñar servicios de enlace y correspondencia del Comité en la lucha. En mérito a estas acciones, él debió cumplir la difícil misión de entregar a la Gerencia el Pliego de Reclamos elaborado por el Comité Obrero en nombre de todos los trabajadores de la hacienda. Además, por su edad y su actitud juvenil, quien colaboraba en los movimientos huelguísticos, dirigiendo en fogosas e incitantes arengas a las multitudes trabajadoras, que le escuchaban con entusiasmo.
Manuel Barreto, siendo de origen humilde, escasa instrucción, fue así, sin embargo, era un ambicioso de saber cada día más, tenía el don de la fácil palabra, era elocuente, para expresarse en buena forma; obrero, pero estudioso, decíamos inquieto, amante del saber y de la justicia social.
Primera llegada.?
Informado el gobierno del movimiento obrero en el Valle de Chicama, envió un funcionario de la Dirección de Trabajo, como Delegado del Gobierno, con poderes para intervenir y solucionar "equitativamente" el conflicto obrero de la Provincia de Trujillo, en particular del Valle de Chicama. Aquel personaje resultó ser Agustín Haya De La Torre, hermano del entonces estudiante de la Universidad Mayor de San Marcos, Víctor Raúl.
Me comenta el Sr. Celso Alva, que: "Tan pronto como llegó a este lugar el señor Haya De La Torre, entró en funciones demostrando desde el principio, carácter y firmeza inquebrantables en sus disposiciones para cumplir con la misión que el gobierno le había confiado. Lo primero que hizo fue decretar la libertad de todos los obreros dirigentes, presos en los calabozos de las haciendas, y los perseguidos por la causa obrera" -enfatiza el Sr. Celso Alva, con mucha tristeza-.
Luego visitó los centros de trabajo en huelga, informándose personalmente de las condiciones en que se encontraban los trabajadores huelguistas. Al mismo tiempo visitó el campamento levantado en las pampas de Chicama, donde constató la triste situación de los centenares de braseros y obreros que se encontraban allí, donde también había mujeres con sus hijos, compartiendo con sus maridos la misma tragedia. Allí se lo escuchó por primera vez al Sr. Haya De La Torre, a quien lo llamaban sus amigos de Trujillo como "Cucho Haya". Hombre joven, de tez blanca, alto, delgado, de buena presencia, sencillo de vestir y moderado al hablar -resume don Celso Alva-; quien dirigiéndose a los trabajadores obreros sitiados en el campamento de la pampa Chicama, hablándoles con voz emocionada y enérgica, de la misión que el gobierno le había encomendado, su firme propósito de hacer que la ley se cumpla sin distinciones, prometiéndoles que las reclamaciones que eran el objeto de la huelgas de trabajadores, no serían defraudadas por los hacendados, ni entidad interesada en burlar el derecho de los trabajadores.
También manifestó el Sr. Haya De La Torre -agrega el Sr. Celso Alva-, su complacencia por la buena forma cómo lo habían recibido los trabajadores en todas partes donde había visitado, que la indiferencia de los hacendados hacia su persona no le importaba, porque él había venido justicia a los trabajadores y no a regatear atenciones de los capitalistas -enfatizaba el Sr. Celso Alva, con coraje-. Agrega mi compañero de charlas largas y cadentes, que: "Fueron tan gratas sus palabras y sus promesas para la causa por el cual luchaban; todos quedamos encantados de haberlo conocido, con más fe y más esperanza en el triunfo de los derechos por el cual habían tomado la actitud de las huelgas y las demás cosas que sucedieron".
Me sigue manifestando don Celso Alva, que: "Después de haberse enterado personalmente de todo el problema en el mismo campo de los hechos, decretó la formación del Tribunal Arbitral", aquel organismo que, conforme a la ley de aquel entonces se encargaría de ventilar las reclamaciones planteadas por los trabajadores de las haciendas del Valle de Chicama. Formado por representantes del Trabajo (Funcionarios Públicos del Estado), del Capital (hacendados) y del Gobierno, que lógicamente la integraba el Sr. Haya De La Torre; entró en funciones después de algunos días de deliberaciones entre los representantes de los obreros y de los hacendados; luego de entrar en funciones, deliberar, emitiera su fallo que era único e inapelable.
En su parte considerativa del Fallo, el Tribunal Arbitral contempló con justicia las reclamaciones planteadas por los Sindicatos Obreros de todas las haciendas, aprobando la mayor parte de los puntos presentados en los respectivos pliegos de cada Sindicato y fallando categóricamente. Hay que preguntarse si el Tribunal Arbitral también estaba integrado por los hacendados, por qué se aprobaría en mayoría las reclamaciones obreras?; la respuesta es tan clara como el agua, los representantes del capital (hacendados) no querían llevarse mal con el Gobierno de turno.
El pliego que fuera aprobado y puesto en vigencia inmediatamente, correspondió al del Sindicato de Obreros de la hacienda de Roma, no olvidemos que fue en esta hacienda donde se constituyó la primera Institución Sindical, con fachada de "Mutual de Obreros (Sociedad Obrera)". En este caso el Fallo fue el siguiente, entre otros puntos: El aumento de sueldos y salarios con el 80 por ciento: implantación de la jornada de 8 horas en todos los campos de trabajo de la haciendo; estamos hablando de 1921 y el al APRA se conforma recién en el Perú en 1930; entonces que no vengan a decir que es el APRA el gestor de la conquista de las 8 horas de trabajo peruanas, como se suele aludir, con tan magnitud de mentira más grande que el universo mismo; reposición inmediata de los obreros, braseros y empleados, que fueran despedidos por causa de la huelga; más pago por tonelada métricas yo no la medida sería en arrobas (20@), cargada a los carreros, y su respectivo control por parte de un personero de la Sociedad Obrera; reconocimiento de la Sociedad Obrera, con sede en cada hacienda; almuerzo saneado para macheteros, carreros y linieros, servido en lugar de trabajo; supresión de trabajo para niños; supresión de las contratas de los peones, de los enganchadores y perseguidores de braseros que se ausentan por no trabajar en la hacienda; prohibición absoluta del castigo corporal de los braseros en el trabajo y pena para los infractores; indemnización obligatoria por accidentes de trabajo, abolición de los castigos a los braseros presos; supresión de los calabozos y del uso dela "barra grilletes"; reconocimiento por parte de las haciendas de las Juntas Directivas como legítimas representantes de los trabajadores; estabilidad de los dirigentes sindicales en sus puestos de trabajo; instalación de escuelas para los niños; pago doble del sueldo para los que trabajen los días domingos; indemnización por muerte en accidentes de trabajo; supresión del gobernador y sus guardianes, estableciéndose como única autoridad a la Guardia Civil. Notando su agotamiento del Sr. Celso Alva, le manifesté que continuaríamos otro día que esté más descansado, quien con sorpresa me expresa "que acaso no tienes interés en saber todo lo que aconteció en estos años de abuso físico y social?"; sin saber que responderle, lo único que atiné a decirle era lo notaba cansado y eso me preocupaba mucho; respondiéndome amablemente me dijo, no te preocupes hijo, entiendo que tú también debes estar cansado; y agregándome me dijo -permíteme que te cuente lo último, no se me vaya a olvidar para el otro día, agregando que el Tribunal Arbitral dispuso el regreso a Roma de los trabajadores aislados en las pampas de Chicama, así como el pago de los 40 días de huelga y el reintegro del 33% a los sueldos y salarios de los trabajadores de la Negociación, finalizando me dijo, ves lo que te ibas a perder y si me olvidaba, ya no lo hubieras contado en el libro del que me hablas, ah!, y escríbelo bien, conforme te estoy contando–.
A efectos de que el Laudo Arbitral entrase en vigencia y se cumpliesen sus disposiciones conforme a la letra, fue necesario la continua intervención del Delegado Gubernamental, esto es, del Sr. Agustín Haya De La Torre, porque los recalcitrantes hacendados, terratenientes, no quedaron conformes con el fallo arbitral; por eso trataban de eludir su cumplimiento, provocando las continuas protestas y quejas de los trabajadores. Agrega el Sr. Celso Alva que: "En la hacienda de Roma, no hubieron dificultades, allí se cumplieron todas las disposiciones que el fallo arbitral dictaminó, para dicha hacienda, a manera de ejemplo el Sr. Alva, me comenta que en una oportunidad ocurrió una rara coincidencia, que para entonces ya se encontraba presente el propietario de la hacienda, don Víctor Larco Herrera, quien con su presencia autorizó y refrendó al Gerente para que cumpla con la Ley y lo acordado en el Fallo Arbitral.
Un día en que seguían nuestras conversaciones con el Sr. Celso Alva, este me comenta que: "Poco tiempo de haberse ido el Sr. Agustín Haya De La Torre, de regreso a la capital, cuando la situación de los trabajadores en las haciendas empeoró a causa de la empecinada intransigencia patronal, que se manifestaba por una actitud contraria al cumplimiento de la ley, como fruto de un resentimiento guardado para usarlo después, porque ellos no podían transigir con el nuevo orden de cosas que el Fallo Arbitral les había impuesto".
Me dejó entender el Sr. Celso Alva que, sistemáticamente empezaron a desarrollar -los hacendados- un plan que, en la práctica, era nada menos de un descarado modo de burlar la ley. Las Sociedades Obreras resultaron ser como un quiste en la nuca de los hacendados; bajo de ninguna forma quisieron permitir la existencia libre de estos cuerpos representativos de los trabajadores dentro de sus fundos. Por eso, a todos los que eran dirigentes obreros o braseros, se les hostilizaba cambiándoles de ocupación inferior a las que tenían antes, o convenían con este trato o se marchaban despedidos. Los braseros empezaron a parar de vez en cuando en protesta por el aumento de las tareas hecho intencionalmente para más de 8 horas diarias, o a veces estos no terminaban la tarea del día, y al día siguiente tenían una tarea más que se sumaba a la dejada en el día anterior; y por último, se tergiversaba el sentido de la ley en todos los puntos en donde este era favorable a los trabajadores. De esta manera iban sembrando el caos en todos los centros de trabajo (haciendas), los mismos hacendados a través de sus empleados que cumplían la consigna con fines de culpar todo esto a los obreros más tarde.
Sin embargo, el gran movimiento sindical realizado solidariamente por toda la clase trabajadora del valle de Chicama y de Laredo, dejó un precedente aleccionador, digno de tomarse en cuenta para futuras acciones. La fuerza de la unión masiva formada por los trabajadores organizados sindicalmente, quedó demostrada por primera vez en la historia, con el triunfo que ya se había obtenido, El claro sentido de conciencia de clase que se había formado antes de la lucha y se mantuvo en plena lucha, fue la fuerza que sustentó constante e indesmayable la unidad entre la clase trabajadora hasta vencer la gran jornada reinvindicacionista; aclarando que no sólo participaron los trabajadores de las haciendas del valle de Chicama, sino también de Laredo, Salaverry y Trujillo.
Sucede entonces que, en tanto los trabajadores de todas las haciendas se debatían infructuosamente contra la intransigencia patronal, los presidentes de las sociedades obreras del Valle de Chicama en unión con dirigentes obreros de Trujillo, Salaverry y la hacienda Laredo, todos ellos con poderes autorizados por las respectivas instituciones que representaban, organizaron y materializarlo la idea, la de conformar la Central Obrera, denominada "Sindicato Regional de Trabajo", con sede en la ciudad de Trujillo, conformándose la junta directiva que la dirigió don Jorge Puertas, ya fallecido; apoyados indesmayablemente por Manuel Barreto Risco.
La formación de esta poderosa entidad obrera, y la declaración de principios revolucionarios de sus Estatutos, concitó la simpatía de las instituciones obreras de todo el país y del extranjero.
Segunda llegada.?
Informado nuevamente el gobierno del conflicto obrero de Roma, -comenta don Celso Alva- creado por el cierre de la fábrica, vino otra vez el Sr. Agustín Haya De La Torre, con la misión de dar pronta solución al nuevo problema social, creado y organizado por los hacendados. Ni bien llegó a Trujillo pasó de frente a la hacienda de Roma para informarse de lo que estaba pasando en las haciendas del valle de Chicama; fue acompañado por algunos miembros del "Sindicato Regional del Trabajo", además contaba con la presencia del obrero Manuel Barreto, en quien confiaba mucha por sus conocimientos dirigenciales; sin embargo, Barreto no compartía esa confianza con el Sr. Haya De La Torre, pues desconfiaba mucho de él, por el simple hecho de saber que era hermano de Víctor Raúl Haya De La Torre, de quien tenía unas afirmaciones sobre este.
Presente el Sr. Haya De La Torre, en el lugar, pudo constatar la afligida condición en que se encontraban los trabajadores que habían quedado sin trabajo, unos presentes, otros ausentes, perseguidos. Interesado en hablar con los dirigentes obreros, ordenó cesen las persecuciones y se presenten todos los damnificados para escuchar sus reclamos; poco tiempo fue suficiente para que los trabajadores agraviados se presenten, incluso los dirigentes sindicales no se habían presentado, estaban ocultos, esperando la oportunidad para conversar con el Sr. Agustín Haya De La Torre; quien siempre estuvo a su lado fue Manuel Barreto, a pedido del Sr. Haya De La Torre; esto que incomodaba a los dirigentes, pese a haber realizado comisiones que nadie se había atrevido a realizar..
Portándose como siempre, franco, amigo de los obreros, el Sr. Agustín Haya De La Torre escucho las quejas de los trabajadores, punto por punto y también el clamor general de los trabajadores del campo, que estaban sufriendo aún maltratos de parte de los mayordomos en el trabajo.
Enterado ampliamente del problema obrero de la hacienda de Roma, regresó a Trujillo y citó a una reunión tripartita de representantes, de Casa Grande, de Roma y de Sausal. En esta reunión presidida por él mismo, se trató, discutió y acordó lo siguiente: -que muy claramente lo recuerda el Sr. Celso Alva y me lo comenta con orgullo-; Casa Grande recibiría a todo los trabajadores de la fábrica y de los tallares sin considerar "excedentes", percibiendo los mismos sueldos y salarios que ganaban en la hacienda de Roma pero sin residencia en Casa Grande, debiendo darles movilidad ida y vuelta todos los días útiles de la semana. Reconocimiento por parte de Casa Grande de la "Sociedad Obrera" de Roma y su personería como representantes de los trabajadores. Firmado el acuerdo por las 3 partes (representantes de los trabajadores de las 3 haciendas en conflicto en aquel momento, representantes de las haciendas en conflicto, y representantes de la Dirección de Trabajo). Firmado el acuerdo por las 3 partes, debía entrar en vigencia en seguido, mejor dicho, que los trabajadores deberían reincorporarse de inmediato al trabajo y por parte de los hacendados cumplir con lo dispuesto por el Sr. Haya De La Torre, y acordado en dicha reunión.
Pero sucedió que el primer día que entramos a trabajar a Casa Grande -me refiere don Celso Alva- que, el Gerente dio la ingrata sorpresa al negarse a recibir a los 3 miembros de la Junta Directiva de la "Sociedad Obrera" de la hacienda de Roma; desconociendo de esa manera el acuerdo firmado por la reunión tripartita. Ante esta dificultad presentada por Casa Grande, viajó Manuel Barreto a reportar al "Sindicato Regional de Trabajo", exponiéndoles el problema suscitado; pero el mencionado Sindicato no logró nada. Preocupado el Sr. Agustín Haya De La Torre por las dificultades puestas por Casa Grande, intervino haciendo uso de su autoridad y expidió un decreto conminatorio contra el Gerente de la hacienda Casa Grande, obligándolo así a cumplir con el acuerdo de aceptar a todos los trabajadores despedidos que pertenecía a la hacienda de Roma. Mediante esta enérgica actitud del representante del Gobierno, Casa Grande aceptó a todos los obreros sin distinción alguna, solucionado así el conflicto ocasionado por el cierre de la fábrica y talleres de la fábrica.
Solicitado por los trabajadores de las otras haciendas, el Sr. Agustín Haya De La Torre visitó todos los centros de trabajo de las otras haciendas, donde habló con ellos y se percató a la vez que cómo eran en esas haciendas se estaba haciendo escarnio de la ley dada por el Tribunal Arbitral, al no cumplirse los puntos que favorecían a los trabajadores. En vista del estado de intranquilidad y desorden causados por culpa de los dueños de esas haciendas o representantes de las mismas, dictó recomendaciones terminantes para que se cumpla la ley, pero sucedió que en esta vez encontró fuerte resistencia y oposición de parte de los hacendados, por eso sus disposiciones no eran acatadas por éstos.
Convencido de que la intransigencia y la incomprensión patronal eran las causas del temperamento caótico imperante en estas haciendas, Haya De La Torre consideró necesario regresar a Lima para dar un informe de su misión cumplida y quizá para decirle al Gobierno quienes eran los culpables de lo que estaba ocurriendo en los centros de trabajo de las haciendas del valle de Chicama.
Ante mi pregunta que le formulé al Sr. Celso Alva, respecto a lo que pasó con Manuel Barrero, si llegaron a conversar finalmente con el Sr. Agustín Haya De La Torre, sobre toda esta problemática, con franca tristeza me manifestó que ni siquiera se despidieron, pues Manuel Barreto abrazaba las ideas de la revolución rusa, y que había visto en su actuar que el Sr. Haya De La Torre era Socialdemócrata, pensamiento ideológico que no abrazaba en esos momentos.
A fines del siglo XIX, las empresas agrícolas ya tenían estructuradas eficiente y técnicamente sus negociaciones en los aspectos agrícolas e industriales, habían introducido modernas maquinarias para el cultivo de la tierra y mejores ingenios para la producción de azúcar y alcohol, lo cual significaba prosperidad económica. En cambio, las condiciones generales de los braseros, de los explotados que con su trabajo amasaban riqueza, no habían mejorado en nada; los obreros seguían ganando sueldos de hambre, sometidos a trabajos más opresivos por las voluminosas tareas que les obligaban a hacer, soportando maltratos físicos adaptados como recurso necesario para su mejor explotación de sus energías.
Ante el acrecentamiento de sus plantaciones de cañaverales que eran bastante extensos, los hacendados confrontaban la necesidad de mayor número de braseros para cubrir con eficiencia las labores campestres, Para satisfacer esta urgente necesidad de mano de obra, buscan la solución de problema en un plan que consistía en traer peones asiáticos, considerados más baratos que el brasero peruano. Era costumbre, en el pasado, que las empresas agrícolas e industriales procuraron siempre pagar bajos salarios, y explotar al trabajador sin más miramientos que la "explotación del hombre por el hombre; por algo se decía en nuestro país estaba catalogado como el país que pagaba los más bajos salarios del mundo. Así fue como, el correr del tiempo, se viera que extraños contingentes de súbditos chinos campesinos, procedentes de la gran China Imperial, desembarcaron en las playas del norte para entrar a trabajar en los campos de caña de algunas haciendas azucareras del valle de Chicama como peones, en las mismas condiciones que el peón peruano.
Existe el antecedente, según antiguas versiones, que datan de los años 1850 y 1874 que dicen que en esas épocas fueron traídos al Perú más de 80,000 chinos coolies[12]para que trabajaran en labores del campo; llegados a nuestro país, fueron destinados para las haciendas algodoneras, arroceras, las islas guaneras y empresas agrícolas azucareras de los departamentos de Lima y La Libertad. Se dice que todos esos parias asiáticos, fueron sometidos al sistema de esclavo asalariado y tratados a latigazos en el trabajo. Vivían concentrados y vigilados en galpones o cobertizos, los cuales contaban con "atalayas" (torres para visualizar y dar aviso) ubicadas en sus esquinas donde se apostaban espías para evitar la huida de algún peón chino. Sin embargo, habían algunos chinos que desempeñaban el trabajo de capataces, en el campo, estos eran considerados, porque habían sido bautizados (no lo eran cuando fueron traídos de su país) con el apellido del patrón, por eso habían muchos de ellos que llevaban el apellido de "Orbegoso", "Bracamonte", "Pinillos", Goicochea", "Albrecht"; señores estos de la antigua aristocracia terrateniente del valle de Chicama, como en otras partes del país donde fueron llevados estos.
Se ha dicho que hasta las postrimerías del siglo XIX, las condiciones de los trabajadores del campo de las haciendas azucareras no habían mejorado de ninguna manera. Fatalmente, la verdad era que esos tiempos y mucho después, el proletariado campesino, seguía siendo maltratado en cualquiera de las haciendas donde prestaban sus servicios. Porque cada una de esas haciendas era un fundo, donde se practicaban métodos opresivos, vejatorios, humillantes excentos de justicia con los humildes trabajadores del campo. Para los déspotas terratenientes, un trabajador indígena, no tenía derechos que defender y su vida no valía nada, salvo para explotarlos como bestias de carga hasta su total agotamiento.
"Versiones de antiguos trabajadores del valle de Chicama, pueden dar fe de lo que te menciono y que aún viven -me decía el Sr. Celso Alva- refieren que los chinos como peones en las haciendas azucareras, fue muy desdichada, fueron tratados en forma ignominiosa, como seres inferiores y sometidos como esclavos. Se les obligaba a trabajar todos los días por un ridículo salario, y cuando faltaban al trabajo los encerraban en los calabozos y los azotaban como animales, porque consideraban que estos actos eran "faltas graves". Algunas veces, estos infelices parias se fugaban en busca de libertad, internándose por los montes aledaños a las haciendas. Pero cuando ocurría esto, pronto salían en su persecución, fornidos negros "expertos seguidores de prófugos", que se encargaban de "cazarlos" y traerlos a la hacienda con los brazos amarrados, descalzos y hambrientos; ya en 1910 cuando se instala el Cuartel de Caballería N° 5 en el distrito de Chocope, colindante con la hacienda Casagrande, reemplararon estas funciones de los negros cazadores, los soldados de caballería, llegando incluso -en su tiempo- hasta Namora y Matara (departamento de Cajamarca), para detenerlos y amarrados y a pie los conducían a los peones campesinos que se habían escapado de las haciendas del valle de Chicama"; en este momento de la conversación que sosteníamos con el señor Celso, le mencioné que esos actos los conocía por algunos familiares que habían trabajado como peones u obreros en la hacienda de Casa Grande; algunos familiares, indirectos, que eran de Namora y en otros casos chinos oriundos de la China.
Continua expresándome don Celso Alva que: "Una vez, estando ya en la hacienda, se cometía con ellos lo increíble, pues los despojaban de sus escazas vestiduras y expuestos a la vista pública, donde se los castigaban a latigazos, con tanta crueldad que quedaban exánimes tendidos en el suelo. Después de este acto criminal, los bañaban con agua fría y los encerraban en os calabozos con grilletes de hierro en los pies y sujetos a una barra larga también de hierro. Varios días duraba el inhumano encierro, hasta que los sacaban en "libertad", pero siempre con grilletes y cadenas en los pies; mas, este infamante castigo se prolongaba por tiempo indefinido. Mientras tanto, estos pobres hombres condenados a vivir así, con sus tobillos desollados y sangrantes por el roce de los grilletes atados a sus pies, la mayoría de ellos enfermaban hasta morir en el más completo abandono, culminando toda su amarga tragedia, con su cadáver enterrado en cualquiera de las huecas incaicas. Hay otras versiones que he escuchado -asevera el Sr. Celso Alva-, aseguran que hubo haciendas donde se llegó a usar la horca sólo para los chinos que cometían robo u otros delitos punibles".
Comentaba estas narraciones del Sr. Celso Alva, con algunos familiares directos que han trabajado para la hacienda de Casa Grande, incluso hasta después que esta fuera transformada como Cooperativa azucarera, y ya jubilados con una pensión ridícula; quienes corroboraron estos pasajes expuestos por el Sr. Alva, incluso, agregan algunos de ellos, que no solamente habían traído chinos sino también japoneses, como el caso con consuegro de un tío ya fallecido, de nombre Julián Nemotto; pero con la Reforma agraria llegó la libertad para todos los trabajadores azucareros, con distante diferencia no sólo en el trato sino también en la parte remunerativa, ya habíamos adquirido el Seguro Social y una Pensión para nuestra vejez, me comentó un tío, ya fallecido, hermano de mi señora madre.
Enganche[13]de peones campesinos de la sierra
TRATO ESCLAVIZANTE DEL PEÓN SERRANO. SU HUIDA EN BUSCA DE LIBERTAD
Decepcionados los hacendados azucareros del peón chino, de no poder contar con él como instrumento de trabajo eficiente para fortuna con la explotación de su endeble persona terminando desechándolo por inapto. Después procuran el trabajador serrano y dirigen sus miras a la sierra, específicamente a los distritos de Namora, Matara y Jesús, ubicados en el departamento de Cajamarca, con la esperanza de encontrarlo allí mejor y barato; para conseguirlo, recurren al oprobioso sistema del "enganche". Me explica el Sr. Celso Alva que: "Este sistema de contratar gente, en condiciones semi comprados para el trabajo asalariado, data de tiempos lejanos, modalidad algo cruel pero eficiente, puesta en práctica en muchas de las minas en el Perú, allí se creó el "enganchador" ".
Para conseguir la traída de hombres de la sierra, aptos para el trabajo en los campos de plantaciones de caña de azúcar de las haciendas, se establecen las contratas de peones, organismos de índole comercial protegidos y amparados por las empresas agrícolas para la función de proveer brazos, para las labores en sus campos. Dichos contratos crean sus propios "enganchadores" y son prácticamente agencias de comercio humano, porque se ocupan de contratar gente trabajadora de la sierra, quien ya tienen experiencia en la agricultura, mas no en el sembrío de caña de azúcar; traerla semicomprada a la costa y entregarla a la hacienda respectivamente para su explotación como peones de campo; labor muy diferente a la que realizaban en su tierra, la sierra.
El contratista tenía preponderancia sobre el brasero que le concede el hacendado, a la vez le permite instalar tiendas de comercio y de abastecimientos para comerciar con los peones de su contrata, a quienes endeudas en sus tiendas, llamados "bazares" por la gente del pueblo, las deudas se hacían a través de sistema de créditos o "fiados", con precios sumamente inflados, de esta manera les esquilma[14]sus escasos salarios que ganaban; donde el contratista ganaba una comisión del 15 al 20 por ciento de la suma de tareas quincenales del peón; él es el único intercesor entre el hacendado y el brasero o peón campesino, este nunca tiene contrato con el patrón o hacendado.
El peón serrano no bajaba a la costa a buscar trabajo, sea por timidez o negligencia, nunca lo intentaba, la duda y el temor lo desanimaban; el complejo de inferioridad frente al rico hacendado al igual que frente al gamonal[15]en la sierra, lo tenían moralmente rebajado. Por eso, el peón campesino llamaba "mi patrón" al hacendado, al administrador de la hacienda y al contratista; humilde y reverente, postrábase, en ocasiones ante cualquiera de ellos para saludarlo, juntando las manos en son de súplica. En etas condiciones morales venían los campesinos de la sierra, traídos por los enganchadores para trabajar en las haciendas como braseros asalariados; siendo además, analfabeto, ignorantes de sus derechos, resultaban fáciles instrumentos para someterlos y explotarlos como se quería en el trabajo.
Para conquistar al huraño indígena como brasero para las labores agrícolas de las haciendas azucareras, tenían que recurrir a promisorios contratos, tratados allí mismo en su tierra, en su pueblo. Para esto el contratista mandaba al enganchador, hombre preparado para estos trabajos, con capacidades de convencimiento, que iban a la sierra donde visitaba los pueblos que él conocía, de preferencia. En estos lugares, visitaba intencionalmente las comunidades indígenas donde encontraba, sin duda los hombres que él iba a buscar.
Me refiere el Sr. Celso Alva que: "Como la hacienda Casa Grande colindaba con Cajamarca, los enganchadores iban a Namora, Matara y Jesús, de preferencia, ya otros distritos a buscar peones campesinos; de allí que en Casa Grande se tiene muchas costumbres de esos pueblos".
Sigamos con los enganchadores, quienes conocían el tiempo de la cosechas en esos lugares, viajaban seguros de encontrar campesinos entonces desocupados, posiblemente en condiciones de viajar a la costa. Una vez allí en el lugar visitado, contando con la ayuda de algunas autoridades locales, comprometidas para e caso mediante una paga, emprendía su difícil trabajo de enganchar a los indígenas que vendrían con él para trabajar como peones en las haciendas del valle de Chicama. Ejecutaba su trabajo de "enganche" por medio de atrayentes promesas de ganar buena remuneración por su trabajo, vivienda gratis, adelantos de dinero en efectivo (que después descontaría con su trabajo); y, otros beneficios que convencían al campesino y lo animaban a engancharse como brasero para trabajar en alguna de las haciendas del valle de Chicama, según de donde procedía el "enganchador",
El contrato de enganche de los campesinos que se comprometían para venir a la costa para trabajar en las haciendas azucareras del valle de Chicama, se efectuaba mediante la firma de un documento legalizado por la autoridad del pueblo, en este caso el Gobernador, para trabajar en las haciendas azucareras del valle de Chicama; como quiera que los campesinos contratados o dígase mejor "enganchados", eran analfabetos, punto número uno; las autoridades estaban comprados para todo tipo de acciones, punto número dos; verbalmente les ofrecían el oro y el moro, como se dice vulgarmente, ya explicado en párrafo anterior, punto número tres; y, como no sabían leer y contaban con la presencia del Gobernador, tenían la seguridad que todo andaba bien, y procedía a firmar y a colocar su huella digital en el contrato, punto número cuatro; con esto se cerraba el acto ilegal del contrato en beneficio de los enganchadores, asimismo, para el bienestar de los señores hacendados, con lo cual, los campesinos firmaban personalmente su esclavitud en las haciendas azucareras.
Por aquellos años, estaba en vigencia la ley que autorizaba apresar y encarcelar a una persona por deudas de dinero, al amparo de dicha ley, el contratista podía hacer arrestar y encarcelar a cualquier peón de su contrata que por desgracia incurría en la falta de negarse a pagar su deuda, lo cual sólo podía hacerlo a través de su pago quincenal del perón. Por esta esta causa se podía ver siempre a peones encarcelados, presos en los calabozos de las haciendas, a muchos de estos hombres que cometían el "delito" de sólo eludir el pago de su deuda, yéndose a trabajar a otro lugar. Porque además el campesino, según el documento que había firmado el día del enganchamiento (contrata), él había perdido el derecho a su defensa personal, lo que también constaba en el documento de contrata (enganche); y al ser apresado su libertad dependía de la voluntad del contratista o del hacendado, ellos y nadie m{as podían ponerlo en libertad.
Manejado y tratado como un ser ignorante e indigno de buen trato, el peón serrano estaba considerado como propiedad del contratista (enganchador), sin libertad de elegir o disponer de condiciones en favor de su mejoría personal, porque si alguna vez se le ocurría reclamar en este sentido, era acusado del "delito de Rebeldía" contra su patrón contratista, lo cual le costaba prisión en los calabozos de la hacienda. También si se le ocurría pasarse a otra hacienda donde ingenuamente creía que iba a estar mejor, su contratista lo hacía traer a la fuerza, lo cual se ejecutaba por media de la Policía Rural de la Comisaría de Chocope, distrito aledaño a la hacienda Casa Grande y anexos de esta. Sin embargo, algunas veces bastaban los servicios policiales de la hacienda desempeñados "fielmente" por un individuo titulado "Gobernador" y sus guardianes que capitaneaba. Estos serviles o esbirros[16]eran los instrumentos de fuerza pagados y usados por algunos hacendados, generalmente los extranjeros, para cuidar sus intereses y también para apresar, torturar o humillar a indefensos trabajadores que caín en desgracia cuando eran víctimas de alguna mala o errada acusación.
Con el transcurso del tiempo las condiciones opresivas que sufrían los trabajadores campesinos traídos de la sierra por los enganchadores, como lo dijéramos párrafos anteriores, con falsas promesas de ganar dinero y bienestar en las haciendas azucareras, al fin tornábanse insostenibles para ellos, de tal manera que habían muchos que no podían subsistir bajo las mezquinas condiciones que les imponía el salario de hambre que ganaban. La obligada jornada de trabajo de 12 horas diarias por 30 a 50 centavos que percibían, el descuento de su paga quincenal que el contratista les hacía por los créditos en su bodega y por los adelantos que recibió del enganchador al contratarlo (engancharlo); resumían un conjunto de factores desesperantes en su conciencia de esos hombres que les hacían imposible sentirse con voluntad para seguir trabajando en la hacienda. Por todo eso, ocurría que después de haber trabajado un tiempo en tales condiciones, por fin se daban cuenta que habían sido víctimas del vil engaño por el enganchador, en el momento de contratarlos en su propia tierra, su pueblo; entonces determinaban liberarse de esa vida de esclavitud fugándose resueltamente a su tierra, a su pueblo, a la sierra, su amada tierra de donde los trajeron.
Como todos los casos de huida de los braseros, eran hechos necesariamente en forma oculta, es entonces que sólo podían realizarlos los hombres, peones campesinos, trabajadores, que no tenían familia a su cargo, condición esta que le favorecía para llevar a cabo sus intentos de liberarse: Pero los que si tenían familia, esos estaban condenados a seguir en la hacienda sobrellevando una miserable y hambreante vida, por tiempo indefinido, quizás hasta su muerte. Ellos pues, seguirían trabajando en las mismas condiciones opresivas de siempre en el campo, con sus mujeres e hijos, aunque fueran niños todavía. Muchos de esos hombres, sacrificados en el trabajo y mal alimentados, llegaban a enfermarse con tuberculosis pulmonar, entonces, sin ninguna consideración eran despedidos del trabajo y allí quedaban; no les proporcionaban ningún tipo de auxilio para su curación. Quedando vacantes, sin ganar un centavo, ni siquiera la "ración"; esos pobres hombres vagaban por las calles, pidiendo ayuda económica al público para volverse a su tierra. Otros de ellos que reclamaban a la hacienda, apenas les daban una "propina" de 20 Soles para que viajen a Trujillo y una recomendación para que sean atendidos en el Hospital de esa ciudad; pero lamentablemente pasado el tiempo morían con su enfermedad; y la familia que estaba aún en la hacienda era obligada a desocupar la casa en la que vivían.
En la hacienda de Roma, en el transcurso de 1910 a 1920, a diferencia de las otras haciendas, regalaban a algunas de las víctimas de esa enfermedad que padecía, por ejemplo muchos en Casa Grande, y "como humana recompensa, decía, por los servicios prestados a la hacienda de Roma", un caballo viejo de aquellos que habían sido separados del servicio, 30 Soles de plata y dos frascos de "solución Pantanberg" (medicamento francés indicado para esa enfermedad, la tuberculosis pulmonar, pero que no curaba a nadie) para que con todo esto viaje a la sierra, al lugar de donde los trajeron; también, después del transcurso de un penoso tiempo y sufrimiento moriría con la terrible enfermedad.
Empero, la huida de cualquiera de los peones, que estaban como vendidos al contratista, significaba realmente el fin de su desventurada suerte que tuvieron en la hacienda, porque ellos no quedarían a salvo de ser perseguidos, hasta encontrados y entregados a su contrata; es aquí donde entra a funcionar las actividades del Ejército de Caballería N° 5, instalado en el distrito de Chocope a solicitud de Juan Gildemeister ante el Gobierno de ese entonces (1910); quienes en grupo de 15 soldados a caballo, guiados por un capital del Cuartel, iban en busca de los peones que habían huido, al cabo de 6 a 7 día, llegaban, principalmente a los distritos de Namora y Matara, ubicados en el departamento de Cajamarca, al encontrarlos les daban la orden de aprehensión, los ataban de las manos y cada soldado traía a rastras, caminando descalzos, hambrientos y sedientos; llegados a su destino de Casa Grande, los depositaban en los calabozos de la hacienda, y así como los hacían a los chinos coolies, les colocaban grilletes de fierro, atados a una barra paralela también del mismo metal. Después de varios días los soltaban, pero con grilletes y cadenas, y trabajaban en esas condiciones inhumanas.
Así eran tratados los trabajadores del campo, los viles explotados en las haciendas azucareras del Valle de Chicama, durante las últimas décadas del siglo XIX hasta el año de 1920, aún. Vale decir en verdad un trato de "esclavos asalariados", que sufrían en el trabajo con jornadas injustas por salarios también injustos.
De ese trato esclavizante que los subyugaba, los peones campesinos de la sierra no sabían ni podían defenderse sino sólo huyendo a su pueblo para estar libres de alguna manera, por así decirlo. Sin embargo, para felicidad de esta clase trabajadora los crueles sistemas de enganche y persecución de prófugos fueron abolidos en el año de 1921, por las reclamaciones sindicales que habían realizado los trabajadores de las haciendas de Roma, Sausal, Casa Grande y Cartavio, por medio de la "Sociedad Obrera" y la intermediación del Sr. Agustín Haya De La Torre.
Inicios del siglo XX, mayor explotación del hombre de campo (trabajador campesino)
Carlos Marx, en su obra "El Capital", nos explica sobre el valor de la fuerza de trabajo, quien nos explica, que el aumento del valor no proviene del dinero; aunque esta sirve de medio de compra o de pago, no hace sino darle valor a las mercancías que compra o paga. Si queda, no aumenta; es preciso, por consiguiente, que el cambio de valor proviene de la mercancía pagada y vendida después más cara.
La mudanza de valor no puede efectuarse en la compra ni en la venta, en ambos casos, sólo hay, según nuestra hipótesis[17]cambio de valores equivalente. No queda sino una suposición posible: la mudanza proviene del uso de la mercancía después de su compra y antes de su reventa: se trata de una alteración en el valor cambiable. Para obtener aumento del valor cambiable, sería preciso que el capitalista tuviese la fortuna de descubrir en la circulación una mercancía que poseyera la virtud especial de ser, por su empleo, fuente de valor cambiable, hasta el punto de que el hecho de usarla, de consumirla, equivaliera a crear valor.
El cambio significa que los cambistas propietarios de las mercancías cambiadas obran con libertad e iguales derechos. Así, la fuerza de trabajo sólo puede venderla el propio dueño -trabajador-; éste, jurídicamente, debe gozar de los mismos derechos que el dueño del dinero con quien trata -hacendado-; debe poder disponer de su persona y vender su fuerza de trabajo por tiempo determinado, de modo que, transcurrido ese tiempo, recobre plena posesión de ella. Si la vendiese para siempre, se haría esclavo, y de mercader se convertiría en mercancía.
La fuerza de trabajo, como cualquier mercancía, posee un valor determinado por el tiempo de trabajo necesario para la producción.
Como la fuerza de trabajo es facultad del individuo viviente, éste debe conservarse para que subsista aquélla. El individuo necesita ciertos medios de subsistencia. La fuerza de trabajo tiene el valor de los medios de subsistencia que pone en acción, para que pueda seguir el día siguiente de idénticas condiciones de energía vital.
Los dueños de la fuerza de trabajo son mortales; para encontrarlos en el mercado siempre, como exige la transformación constante del dinero en capital, es importante preceptuar que se reproduzcan en proporción, más o menos, igual a la que la fuerza de trabajo que el descaste y la muerte sustraen.
El precio de la fuerza de trabajo bajo al mínimo cuando se reduce el valor de las subsistencias, las cuales no podrían disminuirse sin peligrar la vida de los trabajadores. Estos, en este caso, no hacen sino vegetar. Ahora bien, como el valor de la fuerza de trabajo está basado en las condiciones de una vida normal, su precio es inferior a su valor.
En los comienzos del siglo XX, los métodos de trato y explotación del trabajador campesino en las haciendas azucareras subsistían y continuaban siendo usados como leyes feudales inalterables traídas del siglo pasado. En el curso de ese tiempo, las contratas de peones existían invariables: sus mismos negocios, el mismo tratamiento de peones y el mismo sistema de "enganche" como único método para traer trabajadores de la sierra.
El carácter de sistema colonial de la agricultura en la costa del Perú, que no conseguía liberarse de asta tara, que proviene en gran parte del sistema esclavista. El latifundista (hacendado, terrateniente) costeño no ha reclamado nunca, para fecundar sus tierras, hombres sino brazos. Por esto cuando le faltaron los esclavos negros, que inicialmente tenían, les buscó un sucedáneo en los Coolies chinos, pero como estos no les rindieron como los patrones deseaban, procedieron al enganche con el campesino serrano.
El régimen social bajo el cual vivían los trabajadores campesinos en las haciendas era deprimente, degradante. Habitaban en viviendas incómodas, antihigiénicas, sin dotación de agua, desagüe ni luz, verdaderos tugurios insalubres, donde dormían en el suelo en promiscuidad, expuestos a conseguir toda clase enfermedades, como así sucedía. Contribuía a empeorar su triste situación, su incontrolada inclinación al uso y abuso de la coca y del alcohol, vicios tolerados con inconfesables propósitos, pues hubo casos en que obsequiaban un poco de coco y ron a cada peón como un aumento bondadoso a su ración diaria.
Empero, hay que decirlo bien claro que los culpables de esta tragedia o injusticia social, sufrida por lo humildes trabajadores del campo, aquellos hombres que con su trabajo esclavizado amasaban la riqueza de los hacendados, terratenientes, todopoderoso, dueños incluso de las decisiones gubernamentales, aquellos propietarios capitalistas de aquellas empresas agrícolas azucareras. Porque si bien es cierto que aquellos ricachones contribuyeron para el infame sistema explotación de estos hombres, trayéndolos desde la sierra para entregarlos a las haciendas y lucrar un ínfimo porcentaje de sus humildes salarios que ganaban; los hacendados por su parte, los oprimían en el rudo trabajo diario esclavizado, succionándoles implacablemente sus energías hasta su total agotamiento físico, con permisión de los Gobiernos de turno, con conocimiento de las altas autoridades del Estado y nadie hacía nada, hasta que ellos mismos sacaron cara en defensa de sus derechos, sea cual haya sido la ideología que abrazaban sus dirigentes, como el caso de Manuel Barreto Risco, apodado "El Búfalo", quien se inclinó por el marxismo, y además quien fuera utilizado por Víctor Raúl Haya De La Torre, en la Revolución de Trujillo en 1935, al intentar tomar el cuartel O"donova, encontrando la muerte ese día, en tanto que el Sr. Víctor Raúl, dirigía las acciones escondido en una casona de Trujillo, y que además su hermano Agustín Haya De La Torre, tenía pleno conocimiento de ello y no lo mandó arrestar, pese al cargo importante que tenía este último en Trujillo, por disposición del Gobierno del Presidente Oscar Benavides, muy amigo de este último.
El analfabetismo, que es el mal social que hasta en la actualidad afecta fatalmente a la clase pobre, al proletariado del país, también influyó, en aquellos años que aconteció la Revolución Campesina del valle de Chicama, para que el trabajador campesino de ese tiempo, viviera en estado retrógrado, ignorante, desestimando sus condiciones económicas y sociales que lo tenían a un bajo nivel de vida. De manera que tanto el vicio como la ignorancia eran la causa de que la indiferencia y la timidez dominaran el ánimo de estos hombres y lo hiciera vivir convenidos con su suerte, esperando que algún día el patrón hacendado espontáneamente les reconociera los derechos que ellos aún no sabían defender. En tales circunstancias, nadie había podido haber intentado organizar un movimiento obrero con propósitos reinvindicacionistas que no hubiese ido a u doloroso fracaso, porque las masas trabajadores del campo, carecían todavía de emoción social y conciencia de clase.
La jornada de 12 horas regía por esos tiempos en todos los centros azucareros del valle de Chicama. Así se trabajaba en el campo, en la fábrica y en los talleres. La jornada de las 8 horas de trabajo, se consigue gracias a las luchas sindicales de los trabajadores campesinos de Roma, Casa Grande y Sausal, antes de ello no se había intentado conseguir en ningún centro de trabajo; de manera que los trabajadores del campo trabajaban y producían más, por un salario de 30 á 50 centavos por 12 horas de trabajo diarios. Para que se cumpla que esta clase trabajadora cumpla las 12 horas trabajando en el campo y como un refinamiento de métodos de mayor explotación del hombre por el hombre, los insaciables hacendados establecieron el "sistema de formación" obligatoria para los peones. De manera que, tenían que presentarse todos los días a las 3 de la madrugada, para que el administrador del campo, los contase y los distribuyera a los diferentes lugares donde debían trabajar.
Después de un largo día de dura labor, para acabar la pesada tarea, ni no habían dejado el día anterior que se acumulaba, cuando el sol se ponía y las sombras de la noche empezaban a caer, esta sufrida gente que había bregado sin probar ningún alimento más un poco de coca que masticaba por costumbre traída de su tierra, de su pueblo, pero con el dolor en los lomos, trataba de regresar a la hacienda. Pero sucedía que esta nunca les proporcionaba ningún medio de movilidad para su regreso, teniendo que hacerlo ellos de cualquier manera, llegando a sus casas a las 8 ó 9 de la noche.
Nuevos movimientos de los trabajadores campesinos
Cinco muertos y cerca de treinta heridos dejaron la violenta represión de la policía y tropas del ejército en la hacienda Casa Grande, propiedad de la empresa Gildemeister, en el departamento de La Libertad, al reprimir una huelga de trabajadores. Fue la tarde del 8 de septiembre de 1959.
Han pasado cincuenta años de ese fatídico acontecimiento y el sacrificio heroico del proletariado cañero debe ser recordado ubicándolo en el contexto histórico en el que tuvo lugar y examinando las consecuencias sociales y políticas que de él se derivaron.
La huelga general se inició el 1º de setiembre de ese año después que la asamblea de trabajadores casagrandinos desconociera el acta de arreglo que la dirigencia sindical había firmado, horas antes, en Trujillo, en el local de la Prefectura Departamental.
En efecto, el Secretario General del sindicato, Migdonio Esquerre Castillo junto con Leonidas Cruzado, Presidente de la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros del Perú, asesorados por el abogado Alfredo Vásquez Siccha, llegaron a suscribir un acuerdo con los representantes de la Empresa: Enrique Dávila y Arístides Zaldivar.
Eran las once de la noche del 31 de agosto cuando el acta fue firmada teniendo como garantes a Álvaro Acuña Chopitea, Prefecto y Humberto Riva Quevedo, Sub Director Regional de Trabajo.
Pero, horas después, en el local sindical, la asamblea de trabajadores al tomar conocimiento de los acuerdos consideró que éstos no recogían sus reclamos básicos y acordó, esa madrugada del 1º de setiembre, decretar la huelga general y no sólo un paro de 24 horas.
Durante las tratativas del pliego de reclamos, la empresa había intentado quebrar la huelga y dividir al sindicato, para esto, convenció con dádivas a determinados servidores haciéndoles firmar acuerdos privados por encima de la representación sindical.
Este hecho provocador fue rechazado por los trabajadores, quienes en defensa de su herramienta de lucha, exigieron se rescinda el contrato de trabajo a los rompe huelga, entre los que estaban: Justo Rodríguez, César Vargas, Manuel Durand y Manuel Potosí.
La empresa adoptó una posición inflexible, intransigente rechazando la petición de trabajadores manteniendo en sus puestos a los "amarillos" y presionando para que se trabaje en las secciones establo y almacén, entre otras, solicitando a las autoridades las garantías necesarias.
El Prefecto Álvaro Acuña Chopitea, en coordinación con el Ministro de Gobierno y Policía (hoy, Ministerio del Interior), Carlos Carrillo Smit, dispuso el traslado hacia Casa Grande de numerosos y bien pertrechados contingentes policiales y militares procedentes de Trujillo, Chocope y Talambo. La idea era "imponer el orden" a como diera lugar.
Fue así como al octavo día de huelga las fuerzas represivas actuaron a "sangre y fuego" dejando una secuela de muerte, sangre y dolor. Ante estos trágicos hechos, la dirigencia sindical azucarera, presionada por la dirección aprista departamental y nacional (algunos sindicalistas de Casagrande militaban en el APRA), levantó la huelga, después que Casagrande se vio obligada a "aceptar la renuncia" de Dávila y Vargas, dos de los trabajadores cuestionados.
El pueblo de Trujillo, en histórico Cabildo Abierto realizado en la plaza de armas, frente al palacio Municipal, en el que hicieron uso de la palabra De la Puente Uceda, Carranza Piedra, Fernández Gasco y otros ciudadanos, se solidarizó con los obreros de Casagrande exigiendo justicia y se acordó declarar duelo en Trujillo, izándose la bandera a media asta.
En aquella época gobernaba el país el Presidente Manuel Prado Ugarteche, apoyado por el partido aprista dentro del régimen denominado de la convivencia instaurado el 28 de julio de 1956. Uno de los Vice Presidentes de la República era Carlos Moreyra y Paz Soldán y como Primer Ministro estaba Pedro Beltrán Espantoso. Estos dos personajes eran conspicuos miembros de la Sociedad Nacional Agraria, gremio empresarial que en esa época representaba a los terratenientes y oligarcas peruanos, mejor dicho, a "los dueños del Perú" como fueran calificados por Carlos Malpica S.S.
Lógico era que el gobierno de la convivencia presidido por Manuel Prado, apoyara y defendiera a los Gildemeister que eran los más grandes terratenientes del país y los mayores productores en el Perú de azúcar y arroz, "propietarios", además, de un puerto marítimo como Malabrigo y una vía férrea privada.
Cuando dos días después de la masacre, el 10 de septiembre de 1959, decenas de miles de trabajador marcharon al panteón de Casagrande para sepultar a sus hermanos caídos, se escucharon discursos ante los féretros: unos, pidiendo serenidad y calma a los trabajadores para salvaguardar la democracia que, según decían, estaba en peligro, como los pronunciados por Migdonio Esquerre, a nombre del sindicato; Leonidas Cruzado, por la Federación Azucarera; Santiago Tamariz, de la CTP; Teodoro Zavaleta, Alcalde Provincial de Trujillo, y Garrido Malaver en representación del APRA.
Otras intervenciones como la de Baltazar Senador, Secretario General de la Unión Sindical de la Libertad, y, especialmente, la sentida y vibrante alocución de Luís de la Puente Uceda, en representación de la juventud aprista, exigieron enjuiciamiento y sanción para los responsables de la masacre. De la Puente reclamó una reforma agraria efectiva con entrega de tierras a los campesinos y emplazó a los dirigentes de su partido para que deslinden con el gobierno reaccionario y oligárquico de Manuel Prado Ugarteche. Terminó exclamando: ¡Reforma agraria o muerte! De la Puente fue sometido a disciplina por la dirigencia aprista, con trámite de expulsión, ese mismo día se convocó a la IV Convención Nacional del Partido Aprista Peruano la que debía realizarse del 10 al 12 de octubre de ese año.
Diez años después, el 24 de junio de 1969, el gobierno Militar presidido por el General Juan Velasco Alvarado, expropió la hacienda Casagrande, dentro de las disposiciones de la Ley de Reforma Agraria, promulgada en esa fecha, convirtiéndose en una Cooperativa Agraria de Producción.
El 12 de octubre de 1959, un mes después de la masacre de Casagrande, en la IV Convención Nacional del Partido Aprista Peruano, realizada en Lima, Luís Felipe de la Puente Uceda y un importante núcleo de jóvenes dirigentes presentaron una histórica moción de crítica a la línea política de la convivencia sostenida por la dirección del partido. El documento no fue discutido democráticamente por el plenario y De la Puente y sus compañeros fueron expulsados del APRA.
Ese día surgió en el Perú una nueva corriente política que poco tiempo después se denominó Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y que en 1965 tuvo gravitante actuación en una de las experiencias revolucionarias guerrilleras. Pero esa es otra historia que bien vale sea tratada y expuesta en otra oportunidad.
La reforma agraria. La propiedad y concentración de las tierras en la actualidad
El campesinado del resto del país consideró que era una injusticia que la reforma agraria se diera sólo en la zona donde el campesinado había luchado con las armas en la mano. En varias zonas del país se produjo la toma de tierras de las haciendas. El gobierno de los patrones, el "demócrata" Belaúnde, contestó con masacres, sin embargo, a pesar de ellas, continuaron la toma de tierras. Los militares pensaron que con esa política se iba a incendiar el campo peruano y decidieron extender a todo el país la pacificación que se había practicado en la zona cálida del Cusco. Para eso hicieron un golpe de Estado y dieron la Ley de Reforma Agraria a nivel nacional.
A pesar de los errores cometidos a finales de su gobierno, es importante reconocer que los cambios promovidos por el "Velasquismo" abrieron el camino para un proceso de transformación de la sociedad peruana, el cual continúa en nuestros días. La influencia de Velasco sigue siendo debatida y los resultados de sus reformas son tanto celebrados como atacados por los peruanos de hoy.
Velasco lideró el "Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas de Perú" desde 1968 a 1975 cuando fue intoxicado por sus enemigos y derrocado. Su gobierno promovió importantes reformas que tuvieron un éxito admirable hasta 1973, las que convirtieron a Perú en un país de vanguardia en el continente.
El "Chino" Velasco, como todos lo llamaban, fue un indígena mestizo nacido en Piura, en el norte de Perú. Creció en la pobreza material y fue uno de 11 hijos de una modesta familia. Gracias a su esfuerzo y capacidad personal, logró una impresionante carrera militar, ascendiendo de soldado raso hasta graduarse en el primero puesto de su clase, en la Escuela Militar de Chorrillos. Fue agregado militar en París y Washington, DC. y fue nombrado Comandante General del Ejército de Perú.
Es de anotar que durante el primer gobierno del presidente Fernando Belaúnde (1963 ? 1968), se promovió una reforma agraria que fue rechazada por el congreso nacional, controlado por la oligarquía peruana a través del APRA y los partidos de derecha como el Odriismo. Paralelamente, se descubrieron contratos secretos que habían entregado los yacimientos de petróleo a corporaciones de EEUU. Estos hechos alimentaron el caos político que alentó la acción golpista militar de Velasco.
Las inversiones extranjeras fueron reguladas estrictamente, mientras que se crearon monopolios estatales que prohibieron la actividad privada en las industrias más estratégicas. Toda la producción agraria, especialmente las azucareras, minera, pesquera, petrolera, eléctrica y las comunicaciones pertenecían a los peruanos y las divisas eran reinvertidas dentro del país. El estado peruano se convirtió en el principal inversionista en Perú.
Velasco alentó el desarrollo de la industria nacional peruana mediante la limitación de importaciones de manufacturas, y la inversión del estado en la modernización de ese sector. Perú producía entonces carros, electro?domésticos, buques, autobuses, maquinarias, muebles, medicinas y armamento que abastecían el mercado nacional y permitían la exportación.
La Reforma Agraria permitió que por primera vez -desde la invasión hispana- los agricultores peruanos tuvieran acceso a la propiedad de tierras. Los latifundios y haciendas que habían sido creadas mayormente con robos y saqueos coloniales, fueron reemplazados por cooperativas agrarias, donde está incluida la Hacienda Casa Grande. También comunidades campesinas y propiedades individuales de pequeños productores. La reforma tenía el objetivo de promover el desarrollo técnico y agropecuario, la industrialización del campo, la disminución de importaciones de alimentos y el crecimiento de la economía rural para beneficio de su población. Lamentablemente, los posteriores gobiernos destruyeron ese excelente proyecto nacional, culpando injustamente a la reforma misma de las consecuencias de la negligencia estatal.
No se ha dado desde entonces, una reforma que promueva la agricultura peruana. A pesar de que Perú solo tiene un 2% de tierras arables, existen suficientes terrenos disponibles para la expansión de la frontera rural. En la actualidad, en vez de promover la producción de alimentos para el mercado interno, se prefiere incentivar la agro?exportación.
En 1968, el General Juan Velasco Alvarado asumió el control del gobierno mediante golpe de Estado y, al año siguiente, se promulgaba la Ley de Reforma Agraria, que desposeía a sus antiguos dueños no solo Casa Grande sino también Laredo y Roma.
El 24 de junio de 1969, salió la ley de reforma agraria que, en homenaje a Túpac Amaru, prometió a los campesinos, "el patrón no comerá más de tu pobreza". Así la Hacienda Casa Grande de los Gildemeister fue entregada a los trabajadores para su administración, implantándose el Cooperativismo, dando origen entonces a la Cooperativa Casa Grande Ltda.
Con la Reforma Agraria del gobierno militar en los años 70, Casa Grande pasó a manos de sus trabajadores asociados en Cooperativas y Sociedades Agrícolas de Interés Social.
A partir de 1970, los trabajadores casagrandinos vivieron una época de bonanza económica gracias a los buenos índices de producción. Se distribuyeron buenos excedentes económicos, se construyeron 1,468 viviendas de material noble, escuelas con 87 aulas, 8 jardines de infancia, 2 clubs cooperativos, 2 piscinas públicas, 1 granja para la crianza de cerdos, 3 plazas de armas, 1 planta de micro algas, etc. La bonanza fue tal, que el Gobierno Revolucionario le pidió a la empresa el pago adelantado de los impuestos por unos años no precisados.
Es en la década de los 80, donde se producen líos internos entre trabajadores pertenecientes tanto al partido aprista como a los de la izquierda peruana, periodo que produjo una serie de tomas de poder sucesivos por ambas facciones, lo que produjo un descuido de la producción, la cual se agravó debido a los aluviones de 1993 que arrasaron con sembríos de caña, carreteras, instalaciones eléctricas, bombas hidráulicas, etc.; precipitando a una aguda crisis económica. Pero esta no sucede por casualidad, sino por la intervención imperialista yanqui, cual principio es "divide y reinarás"; es así que las cooperativas en el Perú y en particular la de Casa Grande en el Valle de Chicama, pierden poder de dirección, consecuentemente de producción; ya que el objetivo principal de los EE. UU., era no permitir continuar en el Gobierno a Juan Velasco, consecuentemente, se produce el golpe de estado de Francisco Morales Bermúdez (1975), ex ministro de Economía del Gobierno de Juan Velasco y nieto de don Remigio Morales Bermúdez, también presidente del Perú entre 1890 a 1894, con la finalidad de regresar al sistema imperialista de los EE.UU.. En estos temas económicos hay mucha madeja que otorvillar, siempre los Estados Unidos intervino en las economías Latinoamericanas, a excepción de Cuba, que nunca se dejó pisar el poncho después de la valerosísima revolución de fines de año de 1959. Hoy intenta amistarse a través de tratados, pero esto tiene un fondo político económico, del cual Cuba, ya se ha percatado de las intenciones de invasores gringos.
Al transcurrir el tiempo y viendo la debacle de la hacienda Casa Grande, en octubre del 2005, el Grupo Gloria compra las acciones de la empresa Roncesvalles, el mayor accionista particular en ese momento y meses después, el 25 de enero del 2006 con la compra de las acciones del Estado (31%) se convierte en el accionista mayoritario al poseer el 57.09 % de acciones de la azucarera.
En Junta General de Accionistas de fecha 31 de marzo del 2008, se acordó modificar la razón social de Empresa Agroindustrial Casa Grande S.A.A, a Casa Grande S.A.A.
DE LA EMPRESA CASA GRANDE A LA EMPRESA GLORIA.
Vale recordar que la empresa Casa Grande albergaba hasta antes del ingreso de los accionistas del Grupo Gloria en el año 2006, (como referimos previamente, este grupo empresarial dirigido por los hermanos Rodríguez son dueños del 57% de las acciones, estando las demás distribuidas entre los jubilados accionistas fundadores, trabajadores accionistas y particulares) a una población laboral que superaba los cinco mil trabajadores. Actualmente la masa trabajadora se ha reducido drásticamente (hasta en un poco más del 50%) debido a los despidos programados por los accionistas mayoritarios o a las invitaciones a jubilarse anticipadamente, actitudes que han generado un malestar social y que actualmente se manifiesta por medio de paros laborales circunscritos y cerrados.
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