Llamó uno a uno a sus colaboradores y presentó a De Jesús como su representante personal. De los seis, un cocinero, un galopito, dos meseros, un garrotero y un ayudante ninguno dio muestras de sentimiento alguno, no hubo siquiera un mohín de aceptación o de rechazo, así eran ellos. Acataron la presentación no como una orden sino más bien como una adecuada elección del Capitán.
Nunca hablaron de horarios, ni de responsabilidades, ni mucho menos de sueldo.
Cada cual cumplía en la medida que se requería a si mismo y siempre acudían a completar su cometido como grupo, como equipo. Las utilidades eran repartidas por partes iguales y todos contentos. Claro que después de las consabidas recompensas el monto a repartir no era ni con mucho algo que causara envidias pero el efecto terapéutico compensaba y con mucho las dificultades a las que cotidianamente se enfrentaban.
Así trabajaron casi medio año, celebraron el quince de septiembre y la Noche Buena, inclusive atendieron un "Servicio a Domicilio" ya que al onomástico del Director del Reclusorio fueron requeridos para atender a dos docenas de invitados. Aquello resultó un autentico banquete resultando comprometidos para atender el próximo ágape sin que llegara a fijarse fecha.
Durante un tiempo se rotaron dos puestos ya que un mesero y el mismo cocinero cumplieron su deuda y alcanzaron su liberación adelantada aunque en ambos casos no tardarían en reincidir. A su regreso tendrían asegurado su participación en la organización del restaurante y no necesariamente en la misma actividad. Hubo quien comentó que se encontraban más a gusto adentro que afuera y que sólo se habían tomado unas vacaciones.
Pero no siempre fue "Miel sobre hojuelas" ya que cierta noche al hacer el inventario de enseres resultó la falta de un cuchillo filetero.
Esa noche nadie durmió y fue en la diaria lista matinal que De Jesús reportó la falta del utensilio que en manos equivocadas se transformaría de herramienta de trabajo en arma letal. Hubo una revisión en todos los dormitorios sin que se encontrara el filetero no así con cantidades increíbles de Marihuana, teléfonos celulares, así como otros materiales y sustancias no permitidas, aunque de esto estaban más que enteradas todas las autoridades internas.
Dicho y echo, el filetero apareció al tercer día con la peculiaridad de haber sido encontrado atravesando el pecho del Jefe del Sector más problemático del Reclusorio. La concesión del restaurante fue suspendida por tiempo indefinido y el Capitán Macedo tuvo que hacer uso de todos sus contactos y mover todas sus influencias para reabrir su restaurante siendo motivo de un auténtico "Reventón" al que asistieron únicamente los Custodios y el personal administrativo del Reclusorio.
Claro que en el Reclusorio Norte las condiciones no eran distintas a las que se podría encontrar en cualquier otro ya fuera en el área metropolitana o en el interior del país, por ejemplo la población carcelaria rebasa la capacidad del penal: en áreas para seis reclusos conviven hasta veinticinco. El deterioro de las instalaciones es patente y tensa la convivencia cotidiana.
Entre los barrotes de sofocantes y atestadas celdas, con gestos de sorpresa, molestia o indiferencia, cientos de internos observan el paso de integrantes del Órgano de Visita y de la Comisión de Derechos Humanos que recorren la prisión.
Esas inspecciones comprenden la enfermería, cocina, módulos de seguridad, los dormitorios y los anexos, áreas de ruinosas regaderas, de visita, de ingreso, Centro de Observación y Clasificación (COC) y los talleres.
Algunos ven con recelo a los funcionarios y éstos también se asombran ante el ingenio de los reos para acomodarse en sitios construidos para albergar a seis personas.
Los internos de los Reclusorios los convierten en las cárceles más pobladas, incluso por encima de las prisiones en el lejano oriente.
En la enfermería se refleja esta situación, pues a las dieciocho camas para enfermos, el personal ha tenido que sumar otras siete para atender a los pacientes, cinco de ellos con viruela y uno con escarlatina.
En el gimnasio, hasta la mitad de la población están dedicados al físico constructivismo, box, lucha libre, o sólo ejercitarse, se organizan para usar las instalaciones en distintos horarios ya que a cualquier hora está saturado.
También deben compartir espacios hechos para menos de la mitad de los que hay; así, en varios dormitorios, la situación es difícil y tensa. El dormitorio cuatro donde fue asignado De Jesús tiene novecientos noventa y nueve reos, pero en el dos, la situación no es mejor, aunque tenga setecientos ochenta.
Las celdas tienen seis camarotes. Fuera de una, en el pasillo, algunos hombres cocinan, otros planchan o lavan la ropa en cubetas.
Uno lo hace en cuclillas y mientras frota sus calcetines, refiere que vive con otros once presos, pero eso no es nada si se considera que han estado hasta veinticinco.
Los observadores de la CDH toman nota de las quejas y del estado de esta prisión, donde impera la descompostura de lámparas, regaderas y lavabos; hay filtraciones de agua y algunos sanitarios están tapados aunque saben que sus famosas recomendaciones van a servir para dos cosas y aunque tengan grandes planes para darle adecuado mantenimiento siempre se encontraran con un alto grado de corrupción y las autoridades internas, los principales corruptos aunque no los únicos hacen planes para reparar las luminarias, por lo menos las del túnel entre la prisión y juzgados y eso por miedo y precaución de ellos mismos en los traslados de los citados a los juzgados.
Los albañiles reconstruían el área de visita del dormitorio ocho, pues amenazaba con desplomarse. El nueve es el de mejor apariencia; sus habitantes, acusados de secuestro, tienen una mejor calidad de vida por su situación económica. La limpieza, pintura y maderas que recubren sus celdas no se compara con otras, donde cobijas o cualquier viejo trapo es colocado sobre los barrotes para crear intimidad y contener el frío nocturno.
"Se tienen muchos planes, pero hacen falta recursos".
Señala el visitador de la CDH quien camina por pasillos, escucha a los internos e incluso trepa hasta una de las torres para conocer la seguridad y recursos existentes.
Un verdadero tianguis en el patio central, con puestos de antojitos, fritangas, dulces y peluquerías al aire libre, así como las cabañas hechas con cobijas que se alquilan para que internos y visitas pasen un rato, a solas y hasta un espacio donde supuestamente hacen oración un grupo de "Arrepentidos" que han encontrado en Jesús, su refugio y salvación.
Su retiro ha sido solicitado por la CDH, pero aún falta por analizar cómo serán sustituidas, aunque ya hay planes para retirarlas y ordenar todo este comercio o lo que es lo mismo ya sea adentro o afuera las autoridades se encargan de controlar el ambulantaje y llega el momento en que no se puede distinguir sí es que paseas por el llamado Centro Histórico o en los patios de una prisión ya que de "Rehabilitación" solo tienen el nombre.
Aquella temporada aunque no muy larga fue toda una experiencia y que fue suspendida por la inesperada orden de libertad justo al año de haber caído en la celada que, según Él mismo, lo prepararon sus propios compañeros. Después de esa amarga experiencia no confió ni en su sombra. Recordaba a menudo lo que le decía su mamá; "El que se quema con leche, hasta al jocoque le sopla".
Tal como fue internado, una noche que llovía copiosamente fue sacado de su celda, le vendaron los ojos y en esta ocasión no le ataron ni esposaron las manos, ni le quitaron sus tenis. Inclusive lo taparon con una Manga y una capucha por lo que apenas se mojó los píes. Sin embargo, lo hicieron caminar por espacio de casi una hora. Al principio trató de ubicarse pero a la cuarta escalera y la octava vuelta a la derecha o a la izquierda, ¿o sería la décima?,
perdió toda noción de la orientación y de ubicación. Además le colocaron un par de audífonos a un volumen que si bien los decibles no llegaban a lastimar sus tímpanos, no le permitían escuchar algo diferente a lo que bien pudo ser el monótono ruido emitido por un conjunto de instrumentos de percusión que pudieron haberse originado en el mismo corazón del África.
Sin darse cuenta del momento, se percató que lo habían soltado de los brazos, primero uno y después el otro, ya no lo obligaban a caminar, ya no lo guiaban. Quedó quieto, no se movía, no avanzaba, no caminaba, sólo parpadeaba con los ojos cerrados, ni siquiera escuchaba el chasquido del caer de las gotas de lluvia, aunque si sentía las golpear levemente sobre la Manga. Se atrevió a intentar tocar algo con sus manos, levantó ambos brazos y dio un giro de media vuelta tocando sólo el vacío, bueno le era imposible actuar al tacto para distinguir solo aire. Se aventuró y tomó el riesgo de quitarse la venda de los ojos, tardó unos segundos en auto-ajustar sus pupilas a la intensidad de la luz nocturna.
Estaba solo, la desconfianza lo hizo ponerse en cuclillas, dirigió la vista todo alrededor y no descubrió nada. Estaba solo, completamente solo.
La circunstancial luz de un relámpago, iluminó el entorno y por un instante vislumbró la silueta de un automóvil que en ese momento que inició el discontinuo centelleo de sus luces intermitentes, como indicándole que ahí estaba, que ahí lo esperaba.
Instintivamente metió las manos en los bolsillos del pantalón y en uno de ellos palpo un objeto con la textura de billetes doblados por la mitad. Efectivamente, eran cinco billetes de cien pesos. Se encamino hacía el automóvil. En realidad era un taxi aunque no de los que están pintados do los colores oficiales sino que más parecía un auto particular con el taxímetro discretamente oculto bajo el tablero.
Buenas noches Señor.
Er, eh, buenas noches.
¿Adónde lo llevo?
No sé.
No se preocupe, yo si sé.
No hubo más diálogo, el vehículo arrancó y se encaminó por oscuras calles. Extrañamente no desconfió ni tuvo temor alguno, ni siquiera apareció el menor indicio de desconfianza hacia el conductor. La lluvia cesó y con ello el golpeteo de las gotas al deshacerse en el toldo, en cambio la radio dejaba escuchar suaves melodías en una de las versiones más gustada en su recuerdo, era música de Jazz, música contemporánea ejecutada en tan sólo cuatro instrumentos; piano, bajo, batería y sax, los reconocía perfectamente. Los acordes formaban un ritmo entre Blues y Swing, melancolía alegre o alegre melancolía. Sonrió y casi no se percató cuando el automóvil detuvo la marcha.
Y llegamos Señor.
¿Ya llegamos?¿Adónde?
No sé, pero ya llegamos.
¿Cuánto te debo?
Nada, ya está pagado.
¿Pagado?
Bajó del taxi al tiempo que se despedía dando las gracias y deseando "Buenas Noches".
Igualmente Señor.
El auto retomó su recorrido y desapareció tras la bruma que la lluvia dejaba en esa madrugada.
Inició a caminar, a tan sólo veinte metros viró a la derecha. Reconoció la Avenida de los Insurgentes. Caminó a la esquina y apareció la gran mole del Puente de Nonoalco. ¡Estaba en la esquina del edificio de su Penthouse!. Dirigió la mirada hacía arriba y se extrañó de que la ventana de su cuarto de azotea dejaba que adentro la luz se encontraba encendida. Subió sigilosamente la escalera. A cada paso su frecuencia cardiaca se aceleraba más y más. Se detuvo antes de entrar y entonces la puerta se abatió lentamente dejando escapar un quejumbroso rechinar de sus bisagras oxidadas. Se adentró un paso y ahí estaban con una cerveza en la mano izquierda, El Smith, el Steve y El Fangio.
¡Bienvenido!
¡Trío de . . . ¡
Shhht, ¡Salud!
Saludos cordiales.
Sin mayores comentarios libaron dos, tres, cuatro cervezas. Nadie preguntó nada callados únicamente sonreían de vez en cuando. No hacía falta más, se entendían y bastante bien.
Fue Él mismo quien inició a narrar su aventura. Nadie se lo pidió, nadie lo interrumpió. La voz marcaba altibajos de acuerdo a la emoción que el recuerdo le imprimía a su memoria.
Susurraba, murmuraba, alzaba la voz y en ocasiones hablaba para si mismo. Tardó no menos de cuatro horas, durante las cuales consumieron algo así como seis cafeteras y tres paquetes de Marlboro.
Ya casi para amanecer detuvo su monólogo, arqueó las cejas, se quedo mirándolos y sonrió;
Bueno, basta de plática, acompáñenme.
Y salió de su cuarto de azotea, su Penthouse, bajó las escaleras y le pidió las llaves del auto al El Fangio, mismo que las entregó sin atreverse a preguntar. Era un Sentra color champagne que aunque equipado, de velocidades estándar, ventanas eléctricas y con aire acondicionado era bastante modesto en comparación a los automóviles que acostumbraban manejar.
¡Órale! ¿Ya te volviste pobre?
Sonrieron los cuatro
Pst, hay que ser discretos, hay que pasar desapercibidos ya ves que el más jodido carga con un Sentra, aunque no como este que tiene el motor modificado y le he sacado jugo a cuatrocientos cincuenta caballos.
¿Cierto?
Tan cierto como que sí le metes el fierro, dejas atrás a cualquier patrulla, no te van a ver ni el polvo, ni alcanzarán a oler su smog.
A ti no te verán ni el polvo pero lo que es a mi, es capaz de que en dos cuadras me alcanza, ya ves que no me gusta correr.
Pues porque no quieres ya que sí te animas en menos de una cuadra lo levantas hasta ciento cincuenta kilómetros por hora,
Los cuatro rieron pero ni así.
De Jesús alteró su estilo de manejar y casi parsimoniosamente condujo el potente automóvil primero por al calle de Nonoalco ahora Ricardo Flores Magón hasta el Paseo de la Reforma, tomó el Eje Uno Norte, Avenida del Trabajo, Eduardo Molina, pasó frente al antiguo Palacio de Lecumberri donde a pesar de haber cambiado su fin ya que ahora era el Archivo de la Nación. Trajo a su memoria los años que pasó "Desaparecido" su hermano mayor apresado durante los acontecimientos del 68, episodio aquel en el que no tenia nada en absoluto que ver ya que aquel dos de octubre regresaba de trabajar. Laboraba como dibujante para una modesta compañía constructora que tenía sus oficinas unos cuantos metros al sur de lo que en menos de una año sería uno de los hoteles más elegantes del Paseo de la Reforma y por lo tanto el sitio de moda para cuanto acontecimiento social se presentara ya fuera boda, ceremonia de XV aniversario, graduación, congreso o convención. En esa época su hermano sostenía sus estudios universitarios colaborando con una actividad acorde con la carrera que había seleccionado y de la cual era un verdadero apasionado, la ingeniería civil. El gerente de la compañía le permitía haber modificado su horario tanto de entrada como de salida aunque quedaba sin hora para comer con el fin de cumplir con un horario corrido y que contaba con tan sólo quince minutos para trasladarse al aula, lo que realizaba caminando atravesando precisamente el Paseo de la Reforma.
Por medio de un radio de transistores que su compañero Roque Belsagui había llevado al despacho, estuvieron enterándose durante todo el día del desarrollo de los acontecimientos y por supuesto de la convocatoria a un mitin que se desarrollaría en la Plaza de las Tres Culturas razón por la que previendo algún problema mayor, el director de la escuela decretó unilateralmente la suspensión de actividades, motivo por el cual se encaminó de regreso a su casa que se ubicaba en una colonia colindante con la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco. Como era su costumbre se aprestó a abordar un transporte público, servicio que brillaba por su ausencia. Percibió algo raro en el ambiente y decidió iniciar el relativamente corto viaje por sus propios medios, es decir, caminando. En la medida que se aproximaba a su casa, la tensión comunitaria fue creciendo, empezó a distinguir tanquetas estacionadas como predadores al asecho al tiempo que personas, la mayoría alrededor de los veinte años, con melena larga, camisa de cuello enorme, desde luego pantalón de mezclilla, algunos con collares o gargantillas de piedras de fantasía o de huesos o su imitación. La mayoría con morral ya fuera colgando de un hombro o a la espalda. Algunos con morrales bordados al más puro estilo "Yaqui" y algunos con grecas tipo filigrana de Mitla. Era la época de los Hipies, del "Amor y Paz" de la protesta por el autoritarismo y no sólo en México sino que fue el fenómeno mundial del 68.
Sintió y escuchó el vuelo de varios helicópteros y aya casi oscuro el destello de varias explosiones y que posteriormente varios testigos identificaron como "Bengalas" lanzadas precisamente desde uno de los helicópteros.
Llegó a su memoria la algarabía de las celebraciones del dos de agosto, fecha en que la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles celebraba año con año y con espectacular verbena una fiesta con la que se confirmaba y con creces el espíritu fiestero del mexicano que bien podría tener una casa casi en ruinas al grado de que cada temporada de lluvias se derrumbaba cuando menos una docena de las vetustas vecindades lo cual no obstaba para que ese día, literalmente echara la casa por la ventana y se gastara hasta lo que no tenía sin importar que el día tres fuera de los primeros pignorantes en su también anual peregrinar al socorrido Monte de Piedad que la mayoría lo identificaba haciendo alarde de buen humor aunque negro al fin humor, como"Ir a darle un susto a Don Pedro" Por haber sido fundada esa institución por Don Pedro Romero de Terreros en tiempos de la Colonia.
Escasamente a unos treinta metros antes de llegar a su casa en la Privada de José Martí, avizoró como cuando menos seis granaderos se ocupaban de tundir con soberana golpiza a indefenso muchacho de escasos dieciséis años que se cubría la cara y se retorcía para todos lados tratando de esquivar la avalancha de patadas y coces que no puntapiés, le dejaban caer aquella horda de goriloides.
¡Ya déjenlo!
Se atrevió a gritarles y sin que transcurrieran a lo sumo cinco segundos aquel sexteto de energúmenos se volvió contra Él y de tres culatazos fue derribado. Ya inconsciente fue lanzado en calidad de fardo a la batea de una camioneta que apareció como por arte de magia cual sí estuviera al asecho, esperando otra victima ya que no era el único.
Algún vecino que observaba desde la azotea de su casa reconoció a su hermano y cruzando varias casas por las azoteas que se comunicaban entre si por haber sido unas construcciones hechas en serie para trabajadores ferrocarrileros, fue a avisarles a los familiares sobre lo que había pasado.
Inmediatamente salieron en pos del vehículo al cual no encontraron ni su rastro. Se trasladaron a la Delegación que quedaba cercas de su domicilio, a otras delegaciones, a la Cruz Roja, a la Verde y nada. Alguien les comentó que se los estaban llevando al Campo Militar Número Uno y nadie les dio raspón de su paradero. Temieron lo peor y así siguieron por espacio de dos años, tiempo que resultó un continuo peregrinar inclusive a Reclusorios del Valle de México así como los del interior. Indagaron acerca de la ubicación de casas de Seguridad y a cuanto lugar se rumoraba pudieran estar los desaparecidos de aquella aciaga noche.
Un poco después de dos años, sonó el timbre de la puerta de la calle, serían casi las once de la noche. De Jesús merendaba un aromático jarro con café de grano y veía las noticias del canal dos donde un tal Martínez Carpinteiro leía con cierta monotonía las noticias, su mamá doblaba unas camisetas. De Jesús se levantó y se aprestó a responder al llamado del timbre un tanto cuanto extrañado por la hora. Abrió la puerta y apareció un extraño rostro demacrado, medio calvo, con barba desarreglada, descuidada y larga y casi blanca, el escaso pelo también enmarañado y casi totalmente cano, los ojos irritados, lagañosos, a todas luces escaso de dentadura por el aspecto de sus labios y escasamente cubierto con rasgados y mugrientos harapos.
Pensó en un mendigo y casi le cierra la puerta cuando sintió que una mano se oponía a que la escasa luz interior dejara la calle a oscuras.
Reconoció entonces a su hermano y saltó afuera de la casa y lo detuvo en la calle.
Fue adecuado ya que de haber entrado, la impresión que hubiera causado a su madre combinada con la diabetes que ya en ese entonces que aunque no declarada pero si latente, hubiera hecho crisis y desatado una probable fatal reacción.
Hubo de prepararla y a su hermano quitarle un poco de su demacrado aspecto para que el reencuentro sucediera sin mayores consecuencias.
Su hermano nunca fue el mismo.
Ya está en verde. ¿Por qué no avanzamos?
¿Eh? ¡Ah! Si, si.
Estas dormido.
Liberó el pedal del freno y poco a poco aceleró, tomó la Calzada de Zaragoza y viro en otra avenida por donde arribó a la Central de Abastos. Ahí se surtió con una abundante y fresca despensa. Comestibles que más tarde transformaría en la pequeña estufa de su cuarto de azotea y que pondría en práctica lo que aprendió en el restaurante del Capitán Macedo.
A partir de esa ocasión evitó a toda costa volver a pasar frente al palacio de Lecumberri ya que su hermano en uno de esos esporádicos ratos de lucidez le refería de su paso por tan nefasto sitio.
Ya de regreso a su refugio, sus "Amigos" le comentaron a grandes rasgos sus ocupaciones en los pasados dos años. Aprovechando las influencias que sus padres gozaban y explotaban por su posicionamiento en el ámbito de la política se infiltraron en la misma Policía Judicial y mientras se colaban a un puesto estratégico, se adiestraron en el uso de sofisticados aparatos e instrumentos que representaban el equipo cotidiano en servicios de inteligencia que lo mismo investigaba a personajes propios como extraños. Ahí fue donde se metieron y donde El Steve el más diestro en el uso de sofisticado "Softwear" computacional logró acceder a los "Súper Secretos" archivos con las fichas de la mayoría de los delincuentes, sobretodo las de los reincidentes. En una de sus maratónicas sesiones nocturnas tuvo a su alcance el archivo con todo el historial de un tal "De Jesús". Sin miramientos ni el menor remordimiento apretó la tecla de "Borrar" y nuevamente De Jesús, se encontraba tan limpio como al momento de nacer, todo antecedente registrado en la Secretaría de Previsión y Vialidad, o como ellos mismos la identificaban; "Secretaria de Perversión y Brutalidad", desapareció de cualquier archivo. A la vez El Fangio se encargó de desaparecer el archivo en papel al ser nombrado Encargado del Archivo muerto.
Claro que junto al expediente de De Jesús, desaparecieron otros noventa y nueve lo que les costó a cada fichado cien mil dólares con la garantía que también desaparecerían todo indicio o testigo en papel o archivo electrónico.
Aquel servicio se vendió "Como pan caliente" limitándose únicamente a los cien expedientes que se encontraban en la misma caja en la que estaba lo correspondiente a su amigo.
Pero el trabajo, sea cual fuere, no estaba en los planes de El Fangio, El Smith o El Steve, de modo que ya casi se cumplía un año de que los tres habían renunciado. Para ser exactos, faltaba un mes para que llegara el primer aniversario de su liberación.
El último día del mes de julio, De Jesús casualmente conectó su celular para reponer la batería de desde medio día anterior agotó por completo. Quiso el destino que olvidara su aparato de lo cual se dio cuenta hasta que abordó el ADO en la Central Camionera TAPO con rumbo a Puebla. Su destino era un pueblito cercano y colindante con Cholula.
Acudía a una invitación del Capitán Macedo.
Le pidió lo acompañara a celebrar la presentación en sociedad de su hija menor.
¿Su hija menor? ¿Pues cuántas o cuántos tiene?.
Pensó; "Tanto tiempo que pasamos juntos y no se nada de Él y Él no sabe nada de mi. En fin ya tendremos tiempo para conocernos".
El autobús fue dirigido por la Calzada General Ignacio Zaragoza y enfiló a la autopista. Por cierto aburrida a más no poder, como la calificaba su padre desde su propia inauguración y que siempre había de haber criticado a los ingenieros y comentaba sin empachos y a pesar de que uno de sus hijos, hermano mayor de De Jesús ejercía precisamente como ingeniero civil y además se había especializado en la construcción de carreteras y en particular de puentes. Su critica se centraba en que, "Es una carretera muy aburrida, subes, subes, y subes hasta Río Frío y de ahí hasta Puebla, bajas, bajas y najas, por eso también tuvieron que poner tambos con agua a cada rato para enfriar los motores ya que se forzaban mucho"
Su pasatiempo favorito cuando transitaba por ese camino era llevar la cuenta de los vehículos averiados y estacionados en la cota en espera de que un Ángel Verde o que alguien le diera un aventón al depósito de agua más cercano. Fue en uno de tantos viajes que planeaba regularmente cada mes con el fin de visitar a su sobrino que radicaba en la Ciudad e Puebla desde su temprana juventud, pues a tanto ver autos en la orilla de la carretera se le ocurrió quitarle el asiento trasero a su Buick modelo 48 y acondicionar un pequeño estante donde ordeno herramientas, las refacciones que consideraba podrían requerirse en una emergencia y desde luego su bata blanca ¿Blanca?, ¿Cómo se le ocurrió una bata blanca para un mecánico automotriz. – Bueno, decía, el tenis era el llamado "Deporte Blanco" y ahora usan de todos colores. ¿Por qué no voy a usar una bata blanca en un trabajo en el que se supone no dura ni "lo que la alegría al triste" tal y como decía su esposa que por otro lado era la encargada de mantener a la vez la albura de ese tan singular atuendo.
No bien De Jesús se había acomodado en el asiento 12 ventanilla izquierda, buscó en las bolsas de su chamarra su toca cintas portátil o "Radiocasete portátil" como lo identificaban los chamacos entre quince y veinte años. No lo encontró, se paró y rebuscó dentro de la maleta con su equipaje, tampoco lo encontró y además se dio cuenta de que había olvidado su celular y lo, peor, los binoculares que por costumbre llevaba consigo sin importar su destino.
Bueno espero que pasen una película aceptable. Pensó.
Su deseo le falló y mejor optó por aprovechara la facilidad que tenía desde su infancia de dormir bajo cualquier condición o circunstancia y que inclusive lo podía hacer hasta parado. Su reloj biológico funcionó con precisión cronométrica y al casi entrar en la Central Camionera ubicada en las mediaciones del Estadio de Fútbol Cuauhtemoc, despertó.
Como era temprano y faltarían unas cuatro horas para que diera inicio la ceremonia, planeó contratar los servicios de un taxi y dirigirse primeramente a Plaza Ángelopolis a fin de adquirir algún presente propio para la hija del Capitán Macedo. Estuvo observando varias opciones por espacio de casi una hora y media, se cansó de practicar el agotador "Paso de Compras". No tenía el menor indicio de ser capaz de tomar una decisión adecuada hasta que se topó casualmente con un par de damas, una adolescente a todas luces y la que confirmó segundos después, su consecuente madre. Las abordó muy cortésmente y con todo el tacto al que habilidad y experiencia le dictó.
Disculpen. Creo que Ustedes me pueden ayudar.
¿?
Miren, tengo el firme propósito de comprar un regalo, pero ni idea de qué, ya que mis gustos son, creo, muy diferentes a los de una quinceañera y sucede que un amigo muy querido me ha invitado a festejar a su hija y no sé qué regalarle.
¿Cuándo es la fiesta?
Hoy mismo.
¿Y dónde?
Cerca de aquí pero no en Puebla. En un lugar que se llama . . . (buscó el papel donde había hecho anotaciones de fecha, lugar y nombre de la quinceañera) . . . Santa Bárbara de Almoloya el día de hoy.
¿Y no será de casualidad Olivia?
Si. Olivia Macedo ¿La conoces?
Claro que la conocemos, ella es compañera de mi hija en el Grupo de Boy Scouts.
Vaya, que coincidencia. Pues ahora si que lo compre será adecuado ¿Qué crees que le guste?.
Dirigiéndose a la jovencita que sin propiamente contestar se dirigió inmediatamente a la Sección de Música y ahí seleccionó un álbum con tres discos compactos en el que se encontraban grabadas la antología del Grupo Músico-Vocal del momento.
¡Este! Ya verás que le va a encantar
¿Segura?
¡Segura! No pensarás comprarle un osito de peluche o un libro, o una caja de chocolates, ni mucho menos ropa, eso es muy naco ¿Ves? A no ser que quieras regalarle un Celular y entonces si que te acompaño a escogerlo porque yo sé cuáles son sus gustos.
No, no, espera, espera, creo que los discos son el regalo adecuado.
Ahora estaba seguro que su regalo sería adecuado. Se dirigió a la Caja y pagó su compra pidiéndole a la dependiente lo envolviese para regalo, petición que cumplió con presteza y habilidad y lo mejor, sin cargo. Volteó y dirigió la vista cual periscopio abarcando con la visual toda la tienda y no encontró a sus auxiliares.
No les agradecí y ni siquiera les pregunté sus nombres, ni me presenté ¡Qué bárbaro!
Salió de la tienda y el aroma a café recién elaborado lo guió hasta un stand de "Café de Veracruz". Ni lo pensó dos veces y casi como un acto reflejo incondicionado pidió, de píe en el mostrador.
Un "Expreso Doble" por favor.
Enseguida Señor, nosotros se lo llevamos a su mesa. Aquí tiene su "Ticket" y ahí paga.
Primero pagó y después se dirigió a buscar una mesa en el no muy concurrido local.
Será por la hora, se dijo para si mismo.
Y mientras esperaba no pudo evitar que sus glándulas salivales generaran fluido en exceso ya que el recuerdo de su estancia en Coatepec le trajo a la memoria su adicción por tan estimulante infusión.
Optó por mejor caminar en lugar de estar sentado pensando que era posible que el azar le permitiría que se volviera a encontrar con el par de damas que tanto lo habían auxiliado.
Vaso en mano, viendo aparadores y entre sorbo y sorbo adquirió una que otra chuchería.
Recordó las frituras a las que era afecto el Capitán Macedo y adquirió tres paquetes.
Ya estando en tiempo, se dirigió a las afueras de Sanborn"s y solicitó el servicio de un taxi de sitio que formaban base, aunque aparentemente no autorizada en pleno estacionamiento del complejo comercial. Le dio las indicaciones pertinentes para que lo condujera al Templo de Santa Bárbara donde tendría verificativo la consabida ceremonia con la que cumpliría con las apariencias sociales ante medio pueblo ya que al otro medio pueblo lo satisfarían con el
convivió que duraría al menos todo el fin de semana y durante el cual desfilarían en el estrado improvisado al menos una docena de conjuntos musicales que se encargarían de amenizar la reunión.
Solicitó al conductor lo dejara en el templo ya que aunque tenía tiempo de sobra, no consideró adecuado el llegar directamente a la casa del Capitán Macedo además que no tenía ni idea de su ubicación lo cual no hubiera sido impedimento para llegar ya que por tratarse de una persona ampliamente conocida, reconocida y estimada por casi todo el pueblo, cualquier persona le hubiera dado razón del domicilio en caso de que así inquiriera. Por cierto que en otro lado del "Casi" estaban nada menos y nada más que el Jefe de la Policía y el mismísimo Presidente Municipal. El primero desconfiado de hasta su propia sombra, lo recelaba por la fama que arrastraba e"El Tal Macedo" como se refería al Capitán y el segundo o dejaba ocultar su envidia y a la vez temor mezclado con odio gratuito que le despertaba desde tiempos remotos casi perdidos en los recuerdos de la infancia.
Todos estos sentimientos llegaron a frustrar un casi compadrazgo pues sucede que Atanasio, o sea el Presidente Municipal, "Tacho" de toda la vida para Macedo había conocido a la que sería su esposa al tiempo en que los tres coincidieron en lo que propiamente fue el primer empleo para los tres. Adriana siempre mostró una desmedida confianza hacía Macedo, confianza que siempre fue correspondida y acompañada de un alto grado de respeto en ambos sentidos.
Adriana y Macedo en varias ocasiones fueron destacados para misiones en otras ciudades, viajes durante los que se llegaron a presentar ocasiones de convivencia un poco más allá de lo normal entre compañeros de trabajo, siendo que en muchas ocasiones llegaron a estar hospedados en habitaciones contiguas, a compartir sesiones de trabajo en cualquiera de las dos habitaciones, incluso Macedo llegó a descansar en la cama de la habitación de Adriana mientras esta tomaba un baño en preparación a cumplir con compromisos que su condición requería. Más nunca se presentó la ocasión de siquiera una insinuación, el compañerismo era algo más que eso, era simple y sencillamente; respeto.
Sin embargo "Tacho" fue el que la trajo en otro plan, bueno la verdad es que la atracción fue mutua y en poco tiempo llegaron a tratarse iniciaron un relativo tormentoso noviazgo.
Adriana le confiaba todas su cuitas a Macedo y llegó a tenerlo como su confidente al grado que fue el primero, después de ella por supuesto, en enterarse de su condición de embarazo. A los pocos días se convirtió en un real y literal paño de lagrimas ya que entre sollozos y lamentos la negativa, en primera de reconocer la paternidad del producto de su debilidad que no de su amor y en segunda de tratar de esquivar, pretextando su situación familiar, a asumir la responsabilidad tal como lo marcaban las buenas, que no muy cristianas, costumbres de contraer matrimonio a fin de evitar habladurías, rechazo y prejuicios esencialmente dirigidos hacía ella.
Macedo inclusive le propuso que en todo caso él mismo tomaría la responsabilidad de darle nombre y por supuesto apellido a aquel ser que probablemente nacería en unos ocho meses. Afortunadamente para todos "La Sangre No llegó al Río" y finalmente Anastasio accedió de buena gana y plenamente convencido a contraer nupcias por las leyes civiles ya que Adriana había estado casada por lo civil y lo religioso en uno de esos enlaces problemáticos que por cierto nunca llegó a consumarse pues sucede que ambas ceremonias tuvieron efecto el mismo día secamente con una hora de diferencia. No bien hubo de haber terminado la ceremonia religiosa, se llevó al cabo la del civil y en cuanto terminó, el contrayente, por cierto de nombre Alejandro, fue atraído por una comparsa de unos ochos "Amigos" y compañeros de oficina que empezaron a brindar de manera desmedida y fue a un compás de ocho por uno, es decir, cada uno de sus "Amigos" brindaba con una copa con Alejandro y él respondía con ocho, una por cada uno de ellos. Desde luego que a ese ritmo, a duras penas alcanzó la segunda vuelta. En un momento dado hizo mutis, algunos, los que aún razonaban llegaron a pensar que iría a vomitar ya que además de haber brindado con tequila, lo había hecho casi en ayunas con las consabidas consecuencias. Era tal el jolgorio que armó aquel grupo que ni siquiera llegaron a darse cuenta de que en realidad en su intoxicación etílica se había topado con un automóvil con las llaves puestas en el "Switch" lo que se tornó en una irresponsable invitación a aventurarse a conducir y con ello a jugarles una broma al escandaloso grupo. Para esto, Adriana trinaba de enojo que casi rayaba en ira y aunque cumplía con el protocolo social de saludar y recibir toda clase de felicitaciones no veía la hora en que su ahora flamante esposo la acompañara a complementarla con esa atención hacía sus invitados.
No transcurrieron ni veinte minutos cuando todos sin excepción, dirigieron su atención a la ambulancia a la que antecedía una Patrulla de Caminos, ambas con la torreta y la sirena encendida y que pasaron frente al atrio del templo donde habían transcurrido las ceremonias.
Por la mente de Adriana cruzó toda clase de pensamientos, desgraciadamente todos negativos. En menos de cinco minutos el ruido agudo de las sirenas empezó a crecer. Primero pasó la ambulancia y enseguida la patrulla misma que frenó bruscamente frente al desconcertado grupo que permanecía a la expectativa. Bajaron dos agentes con sus clásicos uniformes de Policía de Caminos, sus Ray-Van, en el cinto su reglamentaria escuadra calibre 38, radio-receptor portátil, unas relucientes y cromadas esposas, se ajustaron sus respectivos Kepis y se dirigieron a la escalinata donde estaba Adriana. No recibió noticia alguna, no fue necesario, se desvaneció por completo, no se enteró en ese momento ni en los siguientes ocho días, durante los que permaneció sino en estado de como sí en una condición catatónica.
Fue aquel un episodio nada agradable que tardaría mucho tiempo en resarcir los daños grabados en su mente.
Fue en suerte que coincidieran ella y De Jesús y
en poco tiempo los recuerdos fueron guardados que no olvidados muy profundamente.
Ahora con "Tacho" solo tuvo a cabo la lectura de la chauvinista Epístola de Melchor Ocampo misma que fuera de época permanecía como costumbre por casi siglo y medio.
En realidad el matrimonio Adriana-Anastasio fue un continuo subir y bajar, cuesta arriba con muchos problemas y cuesta abajo a velocidad inversamente proporcional al tiempo en que ocurría.
Casi un año y en una de esas debacles por enésima vez Adriana se refugio en el hombro de Macedo, el que con toda la paciencia del mundo escuchó penas y sin sabores.
Precisamente una de las cualidades era ser un magnifico "oidor".
Después de tres horas y no menos de diez tazas de café, "Jugo de Paraguas" de Sanborn"s y totalmente calmada le agradeció a De Jesús "Sus Consejos" (¿?), Le plantó un beso en la mejilla, revisó a su bebé que dormía plácidamente en su silla portátil, se despidió y se dirigió al "Tocador" de damas a aliñarse un poco, retocó los labios, limpió el rimel que casi desapareció en la sesión de lagrimas, recogió el pelo haciéndose hábilmente una "Cola de Caballo", maquilló tanto sus mejillas como su enrojecida nariz y con una sonrisa nuevamente se despidió con otro beso, de nuevo en la mejilla.
No bien Macedo había reiniciado sus tareas pendientes y un tanto cuanto retrasadas por la inesperadas cita que tuvo con Adriana, cuando sonó el timbre de la extensión telefónica que acostumbraba colocar en la credenza atrás de su sillón de manera que cuando contestaba alguna llamada se daba la oportunidad de admirar la parte sur de la ciudad desde el séptimo piso del edificio en el que estaban las oficinas de la dependencia en la que prestaba sus servicios.
Macedo, Buenas tardes.
Soy yo de nuevo.
Sonó la voz de Adriana.
Quiero que me lleves a un lugar decente.
¿?
Sólo pasamos a dejar a "Tachito" con mi mamá-
¿?
Voy para allá, llevo mi auto.
¿?
En quince minutos, Adriana era anunciada por la extensión de Macedo. Bajó por las escaleras. Ella ya lo esperaba en la entrada del edificio donde nuevamente veía interrumpidas sus tareas.
Espero no lo note mi jefe.
Se dijo para si mismo poniéndose su saco y acomodándose el nudo de la corbata que por cierto había sido el regalo de cumpleaños que precisamente Adriana le entregara en una reunión de amigos en su casa por el rumbo de La Herradura en el Estado de México, reunión en la que se esforzó por complacer a Macedo desde la clase de botanas y entremeses hasta en el vino que en esa ocasión ofreció.
Ella la esperaba con la portezuela derecha abierta, "Tachito" en su silla debidamente asegurado en el asiento posterior. Ella condujo y en veinte minutos llegaron a la casa de la mamá de Adriana, a quien Macedo conocía perfectamente y que de siempre había habido una reciproca simpatía entre ambos. Tomó a su hijo, una pañalera y sin apagar el motor dijo;
Tu manejas, no me tardo.
Efectivamente no tardó
¿Qué pasó?
Nada, sólo me preguntó que sí pasaba algo malo
¿Y?
Le dije que no, que necesitaba hacer algo contigo.
¿Así, así?
Así, así.
¿Y qué te dijo?
Nada, que se le hacía algo raro.
¿Y tu que le contestaste?
¡Hay mamá! No seas mal pensada.
No, no soy mal pensada. Conozco a Macedo desde hace muchos años.
No me tardo.
¿Nada más?
Nada más. Ahora llévame a un lugar decente.
Pues vamos . . .a un templo.
No seas chistoso, sólo te pido que no me lleves a un motel o a un hotel de paso.
(Glup)
Arrancó y por varias cuadras trató de encarar y resolver la situación que se presentaba, la que pensó y planeó rápidamente dar una adecuada solución sin llegar a la decepción.
Inició un aunque corto si algo penoso peregrinar de hotel en hotel solicitando habitación, la que en vista de carecer de reservación y de equipaje y además de conducir un automóvil con placas locales, generaba algo bastante de desconfianza al grado de habérsele negado el servicio solicitado una, dos y hasta tres veces.
Contra su costumbre y haciendo a un lado su ética personal, recurrió al consabido soborno y por fin le fue asignada una habitación en un "Lugar Decente", en un hotel ubicado discretamente en una de las calles de la Colonia Nápoles, a tan solo escasas cinco cuadras de la casa donde habían dejado encargado a "Tachito", es decir, la casa de la mamá de Adriana.
Fue por espacio de casi dos horas durante las cuales Adriana dio rienda suelta a los sentimientos reprimidos por tanto tiempo. Él trató y cumplió con creces la expectativa. No hubo remordimientos pero tampoco obligaciones, ni compromisos, ni promesas, ni posibilidades, ni perspectivas. Ella asumió su papel y ni siquiera pensó en exigirle a Macedo el cumplimiento como posible amante.
Todo fue dentro del más simple y sencillo de un amor generado por su amistad y más que otra cosa por el profundo agradecimiento que ella le ofrecía no como pago sino como una sincera muestra de sus sentimientos. Cada uno estaba bien ubicado en su condición personal.
Posterior a ese fogoso encuentro, todo continuó aparentemente sin cambio alguno o al menos nadie noto alteración o modificación alguna en su trato tanto con ellos o para con su círculo de amistades.
La reacción de Macedo fue sin sobresaltos, planes o esperanzas infundadas, sin embargo, en Adriana se mantuvo viva la flama de la inquietud y al mes exactamente, furtivamente le hizo llegar un mensaje, que aunque simple, descollaba entre la súplica y la desesperación;
"Paso por ti después de la comida, te necesito"
En esa ocasión ella condujo, tomó la iniciativa para asegurar una reservación en un discreto motel enclavado en las entradas de la ciudad y por lo tanto de un cierto ambiente familiar. A pesar de su aparente afán de discreción no se abstuvo de registrarse como; "Señor y Señora Macedo"
Nuevamente el fogoso preámbulo tuvo un intermedio. Ya despojados de sus vestimentas. Bajo la tenue luz de discretas lámparas y en esa ocasión hasta un apropiado fondo musical que acallaba el ruido propio de una vía de las llamadas de alta velocidad.
Estoy embarazada.
Macedo arqueó las cejas, la atrajo hacía si, la acarició tiernamente y la besó en las mejillas, en las orejas, en el cuello y finalmente fundieron sus labios. Ya no hablaron, sólo se comunicaron con su inconsciente.
Después de casi una hora, agotados y transpirando sus sentimientos, empezó a delinear el perfil de Adriana, su frente, su entrecejo, su nariz, sus labios, su mentón, su cuello, una, dos y hasta tres veces.
¿Es mío o . . . mía?
No sé pero lo deseo con todo mi corazón
Macedo sonrió.
¿Cómo se lo vas a decir a Tacho?
No se lo diré. Hace un mes cuando me dejaste en casa de mí mamá, le llamé y le dije dónde estaba, que pasara por mi. Fuimos a cenar, regresamos a casa, Tachito ya estaba dormido desde que salimos de la casa de mi mamá lo había preparado con su pijama, el mameluco que le regalaste, ¿te acuerdas?, Así que sólo lo acosté en su cuna y no fue difícil aprovechar la reacción acelerante del vino tinto de la cena. Él se quedó dormido y no supo sí es que llegamos al clímax. Ayer le he dado la noticia.
¿Y cómo lo tomó?
Creo que normal. En realidad fue inexpresivo, aunque creo que se fue a emborrachar saliendo de la oficina.
Bueno, siempre ha sido así recuerda que hizo lo miso cuando nació Tachito.
Aja
¿Y que piensas hacer?
Seguir hasta que nazca desde luego. No le diré nada más.
Bien, espero se parezca a ti
Nuevamente la besó.
Regresó a su oficina en taxi y por el esto de la jornada ya o pudo concentrarse.
Pasó el tiempo y Adriana "Dio a Luz" a una bebita a quien pensó en llamar Andrea pero desistió para evitar problemas con su esposo y finalmente se inclinó por llamarla Laura. En sus planes planeaba convencer a su esposo a fin de que aceptase a Macedo como padrino de su hija. Anastasio no aceptó, no lo rechazó, una vez más su actitud inexpresiva salió a relucir y la propuesta de Adriana quedó en eso. Aunque sus planes se vieron truncados por una repentina orden que partió del mismo Despacho de la Defensa Nacional. Esa noche poco antes de abandonar su oficina llegó una comisión de dos soldados, los que le entregaron en propia mano, un sobre. Sólo esperaron a que se enterara del contenido y sin más ni más, si que hubiera pasado un solo minuto, fue escoltado un vehículo militar para ser trasladado al Cuartel General dela 39ª Zona Militar donde abordaron un helicóptero que se elevó con rumbo desconocido, cuando menos para Él.
De su ausencia, solamente su asistente se enteró aunque no del todo ya que solamente vio como lo escoltaban dos militares con uniformes camuflados.
En realidad fue comisionado a la Sierra de Guerrero donde por sus actividades, por las indicaciones, por las ordenes recibidas y por la falta de facilidades, se mantuvo incomunicado por casi un año. Las posibilidades de apadrinara a la hija de Adriana y muy posiblemente de Él, se vino abajo. Ella se resignó y calladamente aceptó la opción propuesta de su esposo con aparente beneplácito.
Después de su actuación en la Sierra de Guerrero, sus responsabilidades crecieron hasta su desviación ética y ya estando recluido evitó toda comunicación. Cuando regresó a Santa Bárbara de Almoloya, la hija de Adriana cumplía con los trámites necesarios para ingresar a la Educación Secundaria.
Para ese entonces Macedo ya era abuelo por parte de su hija mayor.
Grande fue la sorpresa de Adriana cuando conoció a la nieta de Macedo al notar el real parecido físico a la misma edad para con su hija, incluso consultó el primer álbum fotográfico de Laura.
Pequeño gran detalle que no pasó desapercibido para su esposo quien a partir de ese descubrimiento inició una actitud sino de rechazo si de algo bastante de indiferencia y hasta desfogó propiamente su despego de las dos mujeres de su familia siendo notorio el aislamiento y refugio para con su hijo.
Macedo al ser liberado lo primero que hizo fue ir a visitar a Adriana la que se encontraba solo en su casa. Sus hijos habían acudido a un campamento auspiciado y organizado por la Sección del Grupo 306 de Scouts de México y "Tacho" atendía sus funciones como Edil del Ayuntamiento de Santa Bárbara de Almoloya, o al menos esa era la versión oficial que le daba a sus escapadas a la Ciudad de Puebla de los Ángeles.
El reencuentro se mantuvo en una amena charla que iba de lo intrascendente a los gratos recuerdos pasados. Ella estaba consciente del gusto por el café de grano y tal vez fue por eso que siempre mantenía una discreta ración del mejor grano que podía conseguir en la Ciudad de Puebla a donde asistía en las forzadas reuniones de políticos que después de la primer hora las esposas ya habían planeado salir de compras a los limitados lugares donde podían ejercer el gusto de firmar las tarjetas de crédito que les eran proporcionadas y sostenidas por sus respectivos esposos y en su caso la primer escala obligada era ordenara al chofer que la llevara a un discreto y antiguo local donde aparte de saborear un capuchino pedía una bolsa de un kilogramo del mejor café de Coatepec. Entre sorbo y sorbo hacía remembranza de los momentos que pasó junto a Macedo en los Portales de Veracruz o en el Malecón de Mazatlán o en la Zona Centro de Villahermosa o en el Recreativo de Ciudad Madero y en tantos otros lugares a los que fueron asignados a tareas en común en representación de la Dependencia en la que prestaban sus servicios.
En un momento dado trasladaron su platica a la sala. El sofá casi recargaba al ventanal que a la vez daba a un pequeño jardín el tapiz coordinaba con la textura del cortinaje. La escena estaba discretamente iluminada con dos lámparas de moderno diseño.
Él sentado en el sofá no veía la puerta de entrada a su izquierda. Ella presentó con cierta satisfacción el mismo servicio de porcelana que fue el regalo de bodas de Macedo, aunque Él no lo recordaba. Tomó dos sorbos de la mágica infusión, depositó la pequeña taza sobre el platito que estaba sobre la mesa de centro, por cierto que era el único mueble que conservaba desde los tiempos en que se reunían a departir y que aún dejaba ver en una orilla de la cubierta de cristal ahumado una despostillada que fue originada por el movimiento involuntario de la mano del mismo Macedo y que pegara con el dedo anular, precisamente con su añillo de graduación afortunadamente en esa ocasión sólo el cristal sufrió ese casi imperceptible daño. Tuvo que sentarse casi en la orilla y a la vez alargar el brazo ya que estaba, relativamente, bastante retirado con tanto espacio que perfectamente había suficiente espacio para que pasara una persona.. Puso la rodilla sobre la alfombra, largó la mano solicitando cortésmente la suya a Adriana, Ella aceptó. Él la tomó delicadamente y casi emulando un paso de valet la hizo rodear la mesa de centro. La atrajo hacía Él al tiempo que se hacía hacia atrás. Adriana quedó arrodillada, Él le acarició ambas mejillas como hacía tanto tiempo lo deseaba y sólo en su imaginación pudo realizarlo una y mil veces, la atrajo al tiempo que él mismo enderezaba su espalda llegando a quedar erguido, sus labios quedaron a una distancia de aliento, Ella cerro los ojos en señal de aceptación. Ambos contuvieron el aliento y en discreto pero apasionado ósculo transcurrieron unos instantes que se transformaron en una eternidad de placer retraído por tanto tiempo.
En eso se escuchó un ruido, el clásico ruido del movimiento de los barriles que la introducción de la llave genera al ir acomodando a cada uno de ellos en su lugar para permitir dar vuelta al cilindro de la cerradura de la puerta de entrada.
Efectivamente la puerta era funcionada desde afuera, los goznes perfectamente lubricados no emitieron sonido alguno. Era Atanasio que regresaba inesperadamente, su junta se había pospuesto en vista que el grupo de los legisladores de su partido retrasaron su llegada hasta el siguiente día.
Al abrir la puerta reaccionó impávido, se quedó estático y con voz que inició casi inaudible llevó su potencia de su voz al máximo al tiempo que Adriana se levantaba;
¡Quihubo Macedo! ¿Qué haces?
¿?
¡No abuses!
La reacción fue de Adriana, se levantó y en vez de saludar a su esposo se dirigió a un espejo que enmarcado con motivos purepechas en cobre repujado colgaba en la pared sobre una discreta mesita donde colocaban la correspondencia diaria, con su índice derecho se irritó el ojo del mismo lado el que reaccionó de inmediato el derrame no se hizo esperar tornándose en un impresionante fondo todo rojo al que lubricaba copiosamente un auténtico torrente de secreción de la glándula lagrimal.
Creo que no ha salido, todavía la siento.
Dijo Adriana al tiempo que continuaba irritándose el ojo con su propio índice.
Macedo pausadamente haciendo acopio de autocontrol he hilvanando perfectamente el cómplice diálogo al cual tomó inmediatamente el sentido de pretexto de la mentira salvadora y le comentó;
Creo que ya es la sensación.
Pues será mejor que me revise el oculista. Espero que aún me pueda atender sino lo localizo en su casa.
Creo que será lo mejor.
Atanasio volteaba hacía uno y hacía otro entre incrédulo e indeciso.
Todo sucedió con la velocidad de la improvisación y la reacción a la que estaba acostumbrado Macedo desde sus tiempos que pasó en la Sierra y posteriormente cuando cumplió su deuda en el Reclusorio. Esta reacción evitó el menor asomo de enojo de Atanasio y más aún cuando Adriana se le acercó y de frente le mostró el irritadísimo órgano ocular. Casi sin despedirse y dejándolo sentado salieron a toda prisa, puso el motor en marcha mientras Adriana ocupaba el asiento delantero derecho y se colocaba el cinturón de seguridad.
Alcanzó a voltear hacía Macedo, sacó el brazo derecho y con el pulgar hacía arriba y a manera de despedida le guiñó el ojo irritado.
Macedo sonrió levemente y apenas levanto la mano en señal de despedida.
El auto se alejó a toda prisa mientras se quedaba parado en el vano de la puerta principal. Tomo la perilla, la jaló y el "Clic" del cerrojo lo hizo reaccionar.
Aparentemente estaba calmado pero el torrente de adrenalina en su interior ya descargaba neuronas y músculos generando junto con la emoción, lacticina que aporreaba por dentro a todas sus coyunturas aunque no sentía dolor alguno solo esa rara, extraña y deliciosa sensación que adormecían todas sus articulaciones.
Como era jueves, recordó que los viejos conocidos se reunían en El Cadete, afamada cantina por sus botanas y sobretodo por las tortas que preparaba con singular originalidad ocupando un lugar preponderante la de huevo con chorizo.
Ahí en ese humeante ambiente pasaban, en ocasiones toda la noche al grado que cuando salían, después de un rápido regaderazo, se presentaban los que así eran requeridos en su oficina. Era auténticamente su refugio donde desfogaban todas las tensiones que se acumulaban de viernes a jueves. Eso era algo así como un ritual que un selecto grupo de compañeros realizaba semana con semana.
Cuando Macedo llegó a El Cadete ahí estaban en una mesa que ya casi tenían como propiedad, tres de sus amigos esperando al cuarto para continuar que no empezar otra de sus interminables sesiones de dominó. Ahí estaba Armando "El Pirisguiris", Roberto "Bien Peinado" y Ernesto "Pocas Pulgas".
Sin siquiera saludar tomó el vaso jaibolero que lleno de cubitos de hielo, le ofreció Roberto.
Don Andrés sírvase por favor.
Más de medio vaso de Bacardí Blanco y un chorrito de agua mineral y casi de un trago y sin respirar lo apuró, se sentó y se quedó viendo fijamente a Roberto. Hizo una expiración casi violenta con lo que descargó toda la emoción acumulada.
¿Qué le pasa Don Andrés?
Nada, nada. Hagamos el cuatro.
Refiriéndose a que con Él se completaban dos parejas y con ello lo suficiente para iniciar su partida de dominó por parejas. Ernesto hizo "La Sopa", es decir, revolvió las fichas y cada uno de ellos tomo siete, cada cual las acomodó según su propia costumbre y cantó el consabido;
¡Sale la "Mula" mayor!
Pues entonces sales tu.
Terciaron los tres al tiempo que soltaban sonora carcajada.
Efectivamente, le tocó en suerte la Mula de seises por lo tanto . . . Salió.
Dirigiéndose al cantinero llamó su atención con un vozarrón herencia de sus años en la milicia.
¡Finito! Una especial.
¡Sale especial de huevo con chorizo para Don Andrés!
El levantar la voz para "Ordenar por favor" que no "Pedir por favor" su consabida botana fue normal pero la dosis que se auto-despachó salió un poco, harto, bastante de su costumbre ya que sí algo le admiraban era precisamente el control con que actuaba sobre si mismo con los excesos alcohólicos sin asegurar lo mismo para el tabaco, "Taquitos de Cáncer" como Él les denominaba. Todo esto no pasó desapercibido para los demás pero sobretodo para Roberto y a pesar de su asombro no se atrevió a hacer comentario alguno, bueno no hasta que salieron de "El Cadete" y se encaminaron al automóvil, de Macedo.
Lo desconozco, Don Andrés
Macedo volteó a verlo y lo hizo por la parte superior de sus lentes y sin inmutarse le dijo:
Mejor no vayas a donde no te llaman.
Órale, no es para que se enoje.
Continuaron su corto camino, callados hasta que, sin mencionar nombres, lo cual no era necesario empezó a narrarle su aventura. Lo hizo con la misma frialdad que hubiera leído en voz alta una noticia del periódico, sin emoción, sin alterarse, sin altas, sin bajas, sólo una pronunciación invariable. Roberto se quedó de una pieza destilando mucha más adrenalina que Bacardí en el vaso jaibolero de Macedo el que al terminar se volteó y le dijo;
Roberto, de esto, nada a nadie. Te lo comento por dos cosas; te tengo confianza y porque sé que esto aquí queda.
Con la confianza Don Andrés.
No se habló más del incidente y ahí quedó todo.
Aunque de esto, De Jesús no recordaba ni como llego a enterarse.
Se encontraba de píe frente a la "Cruz Atrial" tallada en piedra basáltica cuando se inicio al tiempo el repicar a vuelo de todas las campanas de los dos atalayas que flanqueaban la fachada del antiquísimo templo. Sonidos graves se mezclaban con los agudos armoniosamente e invadían el ambiente impregnándolo de una real sensación de alegría que emanaba de la ceremonia por realizarse y que era un fiel reflejo del sentir de casi todo el pueblo, pariente, amigos, vecino y conocidos de la quinceañera.
Macedo aún en su indiferente ideología sintió correr la emoción de ese momento que aunque breve, se alargó por algo así como treinta minutos.
Vio aparecer con la gallardía propia no de un soldado sino de un orgulloso padre, ayudando a bajar la escalinata a su hija. Llevaba y lucía el porte no de su paso por la milicia sino del orgullo que se genera de uno mismo por ser recompensado con sus vástagos, su prole, sus tesoros, su bendición del cielo, el producto del amor para con su esposa, amor lleno de lealtad recíprocamente correspondida.
La ceremonia fue observada atentamente por De Jesús, anotando mentalmente los movimientos que se presentaban a ritmo, tiempo y compás que marcaba una persona, que posteriormente se enteró era denominado "Ceremoniero". Y no tan sólo apunto los movimientos sino que también observó, vestimentas, ritos y cánticos que emanaban de la parte trasera superior del templo.
Todo quedó gratamente grabado en su mente.
La ceremonia llegó a su fin y paciente esperó la oportunidad de presentar sus respetos tanto a la hija del Capitán Macedo como al mismo Capitán que acompañado de su esposa atendía, se puede considerar que a todo el pueblo que aunque no muy grande, si rebasaban el millar.
¡Invitaste a todo el mundo!
Yo no los invité. Aquí no es necesario invitarlos, se invitan solitos.
Ja, ja, ja, soltaron la carcajada al tiempo que se daban un abrazo que hay quien jura haber oído el tronar de sus costillas.
La sola retirada del atrio requirió de casi una hora, al que cada grupo de invitados una vez cumplida la atención para con la familia representada en ese momento por el trío principal motivo del ceremonial, y desde luego entregando su presente a la festejada, se retiraba y encaminaba a los jardines de la Finca de la
familia Macedo.
No terminaba ese tradicional protocolo cuando las familias que atravesaban el arco de globos y flores que enmarcaban la entrada cuando familias enteras se levantaban de la mesa donde habían degustado ya fueran; barbacoa, carnitas o mole, acompañados desde luego con arroz rojo, lo que gustaran lo que según y de acuerdo a su costumbre se comían todo lo que podían pero no sacaban ni siquiera un taco.
Cuando De Jesús llegó por fin a la enésima mesa, fue recibido inmediatamente con una "Corona" a medio congelar lo que acorde con la elevada temperatura del día fue el recibimiento adecuado.
Sin desmandarse degustó propiamente de todo hasta que no pudo más. El Capitán Macedo distrajo un poco la atención que le requerían sus invitados y desde luego los no invitados y se le acercó y lo invitó a recorrer las mesas y de esa forma presentarle algunos comensales. En eso estaban cuando le llamó la atención una dama que llegaba escoltada por una patrulla.
Ven quiero que conozcas a unas personas.
Lo que quieras, tú eres el Mayordomo de esta fiesta.
Se encaminaron a la entrada y cuál no sería su sorpresa que la dama que bajaba en ese momento de un lujoso automóvil era nada menos que la misma que le había ayudado a seleccionar el regalo en el Centro Comercial Ángelopolis.
Doña Raquel sea usted bienvenida pero dígame, ¿dónde esta su hijita y su esposo?
Hay Don Andrés mi hijita aún esta en sus actividades con los Scouts y mi marido en una de tantas audiencias o correteando a los delincuentes, vaya usted a saber.
Ja, ja, ja.
Mire, quiero presentarle a un buen amigo.
En eso volteó a ver al presentado y se percató de quién se trataba.
¡Qué chiquito es el mundo!, ¿Verdad?
Ni que lo diga
Ah, pero es que ya se conocen
Si, he tenido la oportunidad y la suerte de conocer a la Señora y a su encantadora hijita y te juro que nunca a sido tan oportuno un encuentro tan fortuito.
Me dejan en las mismas. Pero pasen, pasen por favor y te pido te encargues de que sea bien atendida.
Dalo por hecho.
Macedo siguió con las atenciones propias de un anfitrión.
De Jesús quedo pensativo y rápidamente evaluó las posibles consecuencias de proseguir con una relación con la esposa del mismo Jefe de la Policía.
Me da gusto tener la oportunidad de agradecerle las atenciones que tuvo para conmigo y le ruego las haga extensivas a su simpática hija.
Nada tiene que agradecer, lo que hicimos lo hicimos con mucho gusto.
Se encaminaron a una mesa desocupada parcialmente y ahí afortunadamente se topó con personas conocidas de la Esposa del Jefe de la Policía.
Creo que me busca Macedo, voy a ver qué es lo que se le ofrece.
No me diga que me va a dejar solita, espero que regrese pronto.
Ese pronto no si vio llegar, buscó un lugar bastante apartado de esa mesa y no la volvió a ver.
Creo que es mejor esto que meterme en problemas y más en la casa de Macedo. No me vaya a resultar que mí nieta se parezca a la hija del Jefe de la Policía.
Se dijo para si mismo.
Al que no se le escapó fue al mismo Macedo que le envió un mensajero con la encomienda de hacerle saber cuál era la habitación que le había preparado y asignado además que en Santa Bárbara de Almoloya no había hoteles y también le mandó un recado escrito;
Te conozco y se que no eres sacatón, sin embargo, lo que acabas de hacer es lo adecuado.
Tras el relevo de no menos de una docena de conjuntos musicales, la capacidad de captación de ritmos de moda, fue colmatada y De Jesús optó por retirarse a descansar. No bien depositó su humanidad sobre la mullida cama se hundió en el más profundo sueño del que despertó ya bien entrada la mañana. Después de un reconfortante baño, salió dispuesto a buscar un lugar dónde desayunar lo que no fue necesario ya que en la puerta lo esperaba un emisario del Capitán Macedo con la encomienda de escoltarlo y guiarlo hasta donde ya se servía un suculento almuerzo mismo que se encadenó con otra comilona que a la vez se confundió con la cena y así hasta por tres, cuatro y cinco días.
Desde luego que todo esto acompañado por diversos licores, cervezas y desde luego refrescos y aguas frescas de sabores naturales y elaborados con frutas de la región.
Todo concluyó con una verbena nocturna en la que como acto culminante se quemó por espacio de varios minutos fuegos artificiales que estallaban en las alturas como queriendo bañar a los asistentes con una lluvia de pequeños cometas de multicolores brillos.
Por fin De Jesús y el Capitán Macedo tuvieron un tiempo para platicar a solas y fue en la espaciosa sala de la casa en la que tras un tablero de ajedrez se dieron tiempo para meditar y platicar largo y tendido.
Has de saber De Jesús que el este ajedrez sólo lo juego en ocasiones mucho muy especiales ya que fue un regalo de mi padre el que a la vez lo obtuvo como regalo de su padre, o sea mi abuelo.
Pues me parece que son unas piezas magnificas ¿Qué material es?
Está tallado en puntas de cuerno de toro de bureles sacrificados en la Monumental de Madrid, España y sucede que para simplemente recabar el material para iniciar la talla hubieron de pasar casi diez temporadas de aquellos tiempos en las que tenían lugar cuando menos cien corridas por temporada y hasta que tuvieron el material completo y del mismo color, o sea en dos tonos, iniciaron el trabajo artesanal que fue realizado por manos vascas y requirió de otros tres años.
Muy interesante.
El tablero lo mandaron hacer con un ebanista tan hábil como famoso pero para esto se pidió acá.
¿Acá?
Si, en Guadalajara y fue encomendado a José Parra, artesano autodidacta que entre otras cosas fue el encargado de tallar las sillas-trono que utilizaron los tres Papas que han pisado tierras mexicanas.
¿Pero entonces?
Ah, ya sé adónde vas. Sucede que el primer dueño de esta joyita fue Don José Barcenas De la Reguera, Gran Maestro de ajedrez y Campeón Mundial hace muchos años, avecindado en Barcelona de donde un día emprendió una gira en el ámbito latino para realizar lo que se conoce como "Simultaneas". Cuando llegó a la Ciudad de México invitado por el "University Club" se generó tal expectación que se realizaron eliminatorias en todos los clubes de ajedrez no tan sólo de la ciudad sino de todo el país, a lo largo y a lo ancho. Tras varios encuentros que duraron varias semanas y en la modalidad de todos contra todos, mi abuelo tuvo la habilidad suficiente como para representar al mismo Distrito Federal. La primera simultanea fue jugada por Don José Barcenas De la Reguera, a quien por cierto siempre se le tenía que referir con todo su nombre completo, jugó contra treinta adversarios, ganó veintisiete, empató dos y perdió una sola partida. Mi abuelo le ganó. No conforme Don José Barcenas De la Reguera retó a mi abuelo a dos de tres y entonces ganó el primero, perdió el segundo y el tercero mi abuelo le ofreció el empate, lo que fue interpretado por muchos como un gesto de cortesía ya que pudo haber ganado en cinco movimientos pero desistió de llegar a tal humillación para con el Gran Maestro. Una salva de aplausos rompió el silencio que por casi cinco horas había reinado en el auditorio en el que se había convertido el salón principal del "University Club" ahí en el Paseo de la Reforma a unos pasos de la calle de General Prim. Déjame decirte que sí bien los aplausos duraron casi diez minutos, sus ecos aún resuenan en la memoria del propio club, incluso todavía conservan la mesa con el tablero y las piezas en el lugar que tenían cuando mi abuelo largó la mano, gesto que se interpreta como una invitación que ofrece el empate. Esa mesa tiene dos placas con los nombres de los contendientes y que por cierto no me ha sido posible comprar y hasta he pensado en robármela aunque así no podría lucirla ni mucho menos presumirla a todas mis amistades.
La partida ya no continuó, ambos tomaron su copa cogñaquera y calentando el licor con la palma de su mano esperaron a que tomara la temperatura idónea y tras un sorbo de café de grano, escasearon hasta el fondo sus copas sin dejar escapar siquiera el menor indicio de bouquet.
Ya era hora de retirarse cuando Macedo cambió el tema de la charla.
Mira De Jesús, necesito un servicio muy personal y muy delicado que por lo mismo no me atrevería a solicitárselo a nadie más.
¿Está caliente?
Arde
No se hable más. ¿De qué se trata?
En el taller de mi compadre Gilberto está un Mustang, necesito que llegue en dos días a Matehuala que ahí descanse en el Hotel Valles, le das las llaves al Botones para que acomode el automóvil y que por la mañana te regreses.
¿Ya tiene la ruta?
Si, te vas a Chignahuapan, Huauchinango, Tulancingo, Pachuca, Palmillas, San Juan del Río, Tequisquiapan, Bernal, Cadereyta, Dolores, Guanajuato, Santa maría del Río, San Luis Potosí y de ahí ya te puedes ir directo a Matehuala.
De Jesús ya se sentía apretando a fondo el pedal del acelerador, con el cinturón de seguridad abrochado, tomando una curva a la derecha, a la izquierda y salir disparado a no menos de ciento ochenta kilómetros por hora a tomar la siguiente recta, soltar el acelerador, tomar la palanca de con mango deportivo y hacer el cambio de velocidad y preparar la siguiente tanda de curvas.
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