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De Jesús. Al filo de la navaja. Adrenlinomania Parte I (página 5)

Enviado por Norberto Villegas


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Nuevamente la adrenalina volvía a fluir en su interior, no lo podía evitar, era un vicio y Él un vicioso. Como el alacrán, era su naturaleza.

No se trató más el asunto, se levantaron.

Recibió las llaves del Mustang. Al pasar por el cuarto de televisión una noticia transmitida por el noticiario de la noche, llamó su atención, El Fangio había sido emboscado en la carretera de Tres Marías a las Lagunas de Zempoala, un solo disparo había entrado por el cristal de la aleta izquierda, el único lugar, la única pieza que no había sido blindada. El Smith había sido asesinado al salir del Hotel Del Sol en Guadalajara, Jalisco, lo estaban esperando en el estacionamiento. El Steve no alcanzó a poner los dos píes en tierra ya que al bajar de un Jet X-10 de veinticinco plazas en el aeropuerto de Culiacán, Sinaloa, todo fue poner el píe izquierdo en el asfalto cuando se escucharon varias ráfagas de ametralladora AK-45 que desde una limusina vomitó su mortal descarga y lo dejó tendido, aún con el píe derecho sobre la escalerilla.

Había trascurrido un año y un día desde que solicitaron sus respectivas bajas de la Policía Judicial, todo sucedió a menos de veinticuatro horas de que perdieran su protección como ex-judiciales.

De Jesús quedó estático, sin pronunciar palabra, se despidió del Capitán Macedo y se retiró a la recámara que tenía asignada. Caminó lentamente, miles de recuerdos acudieron a su memoria, emociones y más emociones. Meditó más no se entristeció, sabía que así tendría que pasar, así estaba escrito, así sucedió.

Se recostó, con la mirada fija viendo las vigas de madera y los ladrillos que conformaban el techo de la habitación, el abanico daba vueltas lentamente, una, dos, tres y así hasta veinte vueltas y de nuevo otra y otra y otra vez. Así pasó la noche. Siendo las cinco con cuarenta y cuatro minutos tomó el despertador que siempre lo acompañaba y evito que la alarma funcionara, era un juego personal y que casi siempre lo ganaba sin que eso representara que no durmiera bien o no descansara o no conciliara en reparador sueño.

Tomó su maleta, apagó la lámpara del buró y con la mente llena de recuerdos recorrió todas y cada una de las aventuras en las que se embarcó aquel cuarteto tan singular como heterogéneo. Siempre corriendo al filo de la navaja, buscando emociones en un raro concepto de deportes extremos, de uno o de otro lado de la delgada línea imaginaria de lo moral ya que para ellos nunca existió lo legal o lo ilegal, todo dependía del lado en que estés. Para ellos lo legal era todo lo que alimentaba su vicio, la Adrenalinomanía.

Y con ese apretar de encías y tragar saliva tomó las llaves del Mustang y se encaminó al taller de Gilberto, compadre de Macedo.

Mecánicamente verificó niveles de fluidos; refrigerante, agua para limpiar parabrisas, aceite de motor, aceite de la transmisión, aceite de la dirección. Con el talón de sus mocasines italianos golpeó las cuatro llantas tratando de acertar con el simple sonido sí es que estaban infladas adecuadamente. Se dirigió a abrir la cajuela pero desistió al recordar la recomendación de Macedo en el sentido de abstenerse de abrirla lo cual no era motivo de duda o desconfianza ya que así se trataban las encomiendas. Solamente le había pedido el traslado del Mustang. No hubo preguntas, no hubo aclaraciones, es más, ni siquiera trataron lo relativo al arreglo económico. De Jesús sabía que al consultar el saldo de su cuenta bancaria, que por supuesto no era Él el titular sino que la manejaba con una alias que solamente unos cuantos sabían, tan pocos que los dedos de la mano sobrarían para contarlos y más ahora que se había enterado que sus "Amigos" destilaban emociones en otro nivel.

Se quitó la chamarra y la lanzó despreocupadamente al asiento trasero, al incomodo asiento trasero ya que recordó el viaje de la Capital a Cuautla, un viaje relativamente corto pero que se le había hecho eterno ya que por atención cedió el asiento delantero a la prometida de uno de sus hermanos mismo que se encargó de conducir y Él junto con el propietario de aquel Mustang 68, por cierto igual al que fue la estrella en la película "Un Hombre y una Mujer". A pesar de que recorrieron los asientos hasta donde se lo permitieron los mecanismos de ajuste, no fue una exageración el hecho de que literalmente se rascaban el mentón con las rodillas. Recordó el capitulo de la autobiografía de Lee Iacoca, aquel magnate de las plantas armadoras Ford y Chrysler en Estados Unidos y que mencionaba que el Mustang fue diseñado bajo el concepto de un auto deportivo, de ahí lo alargado del su cofre y el acortamiento de la cajuela, era un auto deportivo-familiar.

  • Pues si, familiar pero para una familia de cuando mucho de cuatro miembros; papá, mamá y dos hijos pero pequeños, de menos de diez años.

El Mustang atrás es muy incomodo.

Se caló sus Ray-Van, se mezo el pelo y se ajustó la gorra azul con logotipo de Sony.

El rugir de los 350 caballos de potencia del motor V-8 lo relajó. Abandonó lentamente el taller, hizo un gesto de despedida a Gilberto. Rodó con precaución por las típicas calles empedradas de Santa Bárbara de Almoloya y ya en las afueras del pueblo se detuvo en la única gasolinera local. Ahí solicito le llenaran el tanque de la gasolina a pesar de que el respectivo marcador indicaba que estaba "Lleno". El despachador se encargó de limpiar el parabrisas así como el medallón trasero. El taque sólo admitió escasamente dos litros de combustible. De Jesús trató de pagar pero el dependiente le indicó que ya estaba cubierto el importe por el Capitán Macedo, que no era necesario pagar más, eso era un servicio y atención para el Capitán, el que por cierto era propietario de esa y de otras muchas Estaciones de Servicio en el área. De cualquier manera le extendió una generosa propina misma que rechazó ya que no le era permitido aceptarla por indicaciones directas del Capitán.

Se hizo a la carretera y recordó la ruta que le había trazado Macedo. Tomó rumbo a Tlaxcala, Apizaco, Chignahuapan, Huauchinango. En el tramo de Tétela de Ocampo a Zacatlán la carretera sinuosa en extremo le trajo a la memoria la ocasión en que posterior a una "Acción" en la Agencia de Jaguar en Santa Fe en la que se hicieron de dos Jaguares, auto deportivo y bastante veloz sobretodo en caminos sinuosos además seguro ya que está diseñado para que su centro de gravedad, al tomar cualquier curva a cualquier velocidad, quedara a diez centímetros debajo de la superficie de rodamiento lo que lo hacía imposible de que sufriera una volcadura. Una vez que tomaron "Prestados" los Jaguares incursionaron a través de un moderno túnel que es el acceso a exclusivo fraccionamiento reservado para personas que estuvieran en condiciones de adquirir mínimo un departamento en obra negra por la módica cantidad de un millón de dólares. Nunca se explicó el por qué estando en México, tasaban los precios en moneda extranjera precisamente en Dólares Americanos. Y ni que decir del costo de las residencias reservadas para clientes asiduos a las tiendas de la Avenida Presidente Mazarick, ser atendidos al grado de poder cerrar la tienda y ser el único cliente por horas enteras sin importar el día del año en que se le antojara "Ir de Shoping" o de compras para los cuates, seleccionar prendas exclusivas desde luego "De Marca" y o tomarse la molestia de preguntar por os precios y seleccionar al azar una de la docena de tarjetas de crédito Platino y estampar su firma en el "Boucher" sin tomarse la molestia de ver siquiera a cuánto ascendía el valor de su compra. Y esto podría suceder tanto en México, como en París o en Dusseldorf, o en Milan o en Nueva York, perdón, New York.

Pues en ese ambiente se permitieron visitar diez residencias cuidadosamente seleccionadas con lo que lograron un botín exclusivamente en Bonos de la Federación y Acciones al Portador irrastreables y a la vez de dudosa procedencia por lo que estaban seguros que no serían denunciado. Todo por un monto cercano a los cien millones de dólares (Otra vez Dólares) prepararon su retiro, que no fue fuga por Cuajimalpa tomando la carretera libre México-Toluca, al llegar a la Caseta de Peaje de Contadero continuaron por la libre y pasando por la Marquesa se internaron al estacionamiento del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares, volvieron a salir a la carretera y tomaron rumbo ala Ciudad de México y se internarían al Valle de las Monjas donde habían camuflado una camioneta Van Explorer. Saldrían de nuevo rumbo a Toluca, tomarían la carretera de cuota a Guadalajara y llegarían solo a la Hacienda de Cantalagua donde participarían en el anual torneo de golf organizado por el Pentágono de Tiro de Guardias Presidenciales por lo que podrían ser atestiguado por cuando menos de un medio centenar de oficiales de ese cuerpo militar. Esa era su coartada. Bueno, ese era el plan urdido en la mente de De Jesús pero al llegar a las "Eses" que anteceden a la famosa curva "Cola de Pato" el auto que iba adelante y que era conducido por El Fangio, desde luego que no tuvo problemas pero el segundo Jaguar que conducía precisamente De Jesús al entrar a la segunda de tres curvas seguidas, las llantas delanteras invadieron la zona de grava en la imaginaria que separa los sentidos de tránsito. Fueron tres trompos los que dio el automóvil sin control alguno. El jaguar estaba garantizado que no se volteaba pero nada acerca de trompos. El automóvil se acercaba en instantes se alejaba para inmediatamente acercarse. Fueron eternos cuatro o cinco segundos durante los cuales toda clase de pensamientos y recuerdos acudieron en tropel a la memoria de De Jesús y seguramente de su compañero El Steve. Todo lo bueno y lo malo, lo grato y lo no tanto, sus viajes de descanso, sus incursiones a los Centros de Rehabilitación Social. Todo en menos de cinco segundos. Todos esos recuerdos hicieron que aflojara su píe derecho, el del acelerador, entonces el Jaguar aminoró la velocidad.

Cuando llegó a Huauchinango no eran aún las nueve de la mañana y decidió almorzar en el restaurante a la orilla de la carretera, "La Cabaña", después de Necaxa y antes de llegar a Tulancingo.

Ahí con el olor a humo le acudían remembranzas de aquellos paseos-excursiones familiares que en el aguantador Buick "Escarabajo", precursor de los "Vochos" recorrían en busca de auténticas aventuras. Ese auto es fue fiel hasta el mismo deshuesadero, siempre pintado de dos colores que entre más contrastantes, más polémico. Cuando no amarillo y rojo, verde y gris, o rojo y azul, o crema con verde o alguna otra combinación casi imposible ya que siempre aprovechaban los sobrantes de pintura que quedaban en el taller mecánico automotriz que su padre tenía montado por los rumbos de los panteones en los tiempos en que todo negocio y sobretodo los talleres tenían que alquilar mínimo un local donde todos los vehículos quedaban encerrados y no como tiempo después que les dio por agarrara a las calles como talleres y además todos pagaban sus impuestos y todos los locales deberían de contar con instalaciones sanitarias adecuadas para los trabajadores e inclusive se les exigía que contaran con regadera y agua caliente, adelantito de Tacuba, enfrentito de la Gasolinera "Ruiz", por cierto propiedad de un amigo de la infancia de su padre, Mecánico altamente reconocido en el medio aunque no necesariamente por su habilidad para localizar las fallas en los motores que en ese entonces con su carburador, su distribuidor, sus bujías, sus platinos, su bobina, su condensador y uno que otro chunche no tan complicado como ahora con su computadora, sus inyectores y no sé cuantos otros adelantos que han hecho mucho más complicados los arreglos y que su padre se refería a esos adelantos como; " Los culpables de que ya no hubiera mecánicos, solo Cambia-Piezas". Pero en realidad la fama y reconocimiento le llegaba por el ingenio en aquellas citas o frases de su invención; "Resérvese su opinión, no la pido", (¡Sopas!), O "Lo difícil lo arreglo inmediatamente, lo imposible, me tardo un poquito" (¡Zas!) O aquel "Somos mecánicos, no Santos. No hacemos milagros" (¡Moles!).

Pues como curiosamente al maestro pintor, "El Pincelín", siempre le sobraba ya medio litro, ya un poquito más, pues terminaba cubriendo al Buick.

En uno de esos viajes sin rumbo fijo o sin ruta establecida casualmente dieron con "La Cabaña". La primera reacción al entrar al tendajón fue la de salirse y continuar en su viaje que habían trazado sobre la marcha con destino final en Papantla, Veracruz, pero el hambre pudo más y en escasamente quince minutos ya estaban más que acostumbrados al ambiente saboreando un suculento almuerzo consistente en quesadillas de; hongos, flor de calabaza o chicharrón, pero lo que los hizo volver en cuantas ocasiones podían fueron los frijoles negros refritos y con chorizo asado en crocantes perdigones que traían a la memoria de sus glándulas salivales un sabor que nunca olvidaría.

Fue ahí que se detuvo y donde empezó a despertar sospechas a un para de policías de caminos y no por otra cosa sino que por la presencia del Mustang. Estuvieron sentados tomándose sendas Coca-Colas, eso si, sin quitarse las gafas oscuras. En realidad lo primero que observaron fue los Ray-Van de De Jesús el que casi terminaba de almorzar. Pidió la cuenta con el geto clásico de los mexicanos que parecen escribir en el aire para solicitar la cuenta. Dejó generosa propina y al salir se dirigió a un lavadero junto a un tonel lleno con agua de lluvia, ahí se medio lavó las manos y ocupó el último trago del agua mineral que pidió como digestivo y se enjuagó la boca. Cuando se encaminó en el patio que hacía las veces de estacionamiento, el ruido que generaban sus pisadas sobre la gravilla suelta interrumpieron de súbito al escuchar;

  • Bonito carro, mi amigo.

Eran los dos policías de caminos que estaban uno a cada lado del Mustang. Sólo asintió haciendo un gesto de afirmación al, bajar la cabeza en varias ocasiones.

  • ¿Correrá más que mi patrulla?

  • No sé, lo dudo.

  • Pues que le parece sí nos jugamos una carrerita de aquí a la entrada de Tulancingo.

  • ¿ Y qué le vamos a poner?

  • Algo que duela.

  • Conque no sea un pellizco.

  • No, para nada, algo que duela más.

  • ¿Cómo qué?

  • Como que si te gano, tu pierdes tu Mustang.

  • ¿Y sí gano?

  • Te dijo ir y todos contentos.

  • ¿Y sí no acepto?

  • Es que ya aceptaste, sino voy a pensar que está muy caliente.

  • Para nada. Te propongo que sí yo gano me llevo tus lentes.

  • ¿Mis lentes?

  • Y los de tu compañero.

  • ¿Qué te pasa? Y cuándo nos los regresas.

  • Pues sí es que tú ganas ahí estarás esperando al Mustang y en el asiento de atrás estarán sus lentes, pero sí gano, me sigo.

Estuvieron discutiendo por casi dos horas y esa era la estrategia de De Jesús. Esperaba que empezaran a correr a eso de las tres de la tarde cuando el sol se ubica ligeramente arriba de los cuarenta y cinco grados que sumados a las pendientes de la carretera que conocía y bastante bien, fueran lo suficiente para deslumbrar, pero sobretodo al conductor.

Los dos patrulleros se alejaron un tanto para discutir los términos de las condiciones para y establecer un plan para no permitir que De Jesús los rebasara.

Ese momento lo aprovechó precisamente para hábilmente romper la varilla del sostén de la visera o artificio aquel que como una papeleta ayuda a evitar deslumbramientos al conductor y su acompañante por las luces de los vehículos que circulaban en sentido contrario o por el mismo sol.

  • ¡Sale! Arrancamos. Va la palabra

  • Vienen los Ray-Van

  • Órale, ahí están.

  • ¿Qué pasó? Quedamos que son los dos.

  • Bueno.

De inmediato se acomodó en su asiento, abrochó el cinturón de seguridad, giro la llave del encendido y el motor rugió. Ya con el embrague a fondo movió la palanca de velocidades colocándola en la posición de la segunda velocidad, oprimió a fondo el pedal del acelerador y soltó rápido aunque con suavidad el pedal del embrague, las llantas traseras giraron sin avanzar expeliendo las matatenas del suelo, una nube de polvo y el humo del neumático nubló completamente la visión de los patrulleros que a todas luces transpiraban su condición de novatos las que mostraban con sus poses, uniformes hechos a la medida y por supuesto de fino casimir, impresionante "Rolex", bien cuidadas manos con recién manicure, agradable olor a loción de marca y por lo mismo cara, un buen corte de pelo y sobretodo el color bronceado de su bien afeitado rostro. El porte y maneras no dejaban dudas que provenían de un estrato socio-económico alto y que eran patrulleros por pura vanidad.

Quedaron maldiciendo el no haber tomado la delantera al arranque y pidieron preciosos segundos mientras el polvo y el huno se disipaban. Parecía increíble pero a pesar del tráfico y de lo estrecho de la carretera, ya que sólo contaba con dos carriles, De Jesús les tomó casi un kilómetro de ventaja la que se fue reduciendo paulatinamente lo cual no le preocupó en demasía ya que su rápido plan estratégico funcionaba como en los viejos tiempos. Confiaba en su buena memoria y cual video virtual proyectó en su mente el paisaje y la traza asfáltica. Estimó que a su derecha sobre una escarpada ladera debería aparecer una cabaña que le recordaba algún "Chalet" suizo que en cierta ocasión llamó poderosamente su atención en su paso por los Alpes. Después de esa cabaña a escasos doscientos metros debería empezar el trazo de tres curvas, empezarían a la izquierda, después la intermedia a la derecha y para rematar a nuevamente a la izquierda. Precisamente en la curva intermedia se extendía una explanada que como accidente geológico se asentaba una buena porción de terreno arenoso, todo esto estaba enclavado en una zona boscosa a considerable altura sobre el nivel del mar y bastante retirado de cualquier costa, río o laguna y con un material que hacía recordar las dunas propias de las zonas costeras o bien de dunas desérticas.

Se caló los lentes oscuros, bajó un poco la visera de su gorra azul con logo de Sony, soltó un poco el acelerador y casi permitió que lo alcanzase la patrulla de caminos que afanosamente era conducido con la intención de rebasarlo.

Tomó la primer curva y lo propio hizo la patrulla, en ese momento los dos patrulleros instintivamente levantaron la mano derecha con la intención de abatir el parasol y su mano se fue en blanco, sólo agarraron aire. Las maldiciones no se hicieron esperar y en ese corto lapso de tiempo recorrieron el abecedario de la "A" a la "Zeta" y no dejaron de maldecir, menos cuando se dieron cuenta que el resplandor solar les pegaba de lleno y de frente causándoles un deslumbramiento parecido al que se genera en una toma fotográfica con flash. Tardía fue su reacción al percatarse de que deberían tomar curva a la derecha y en menos que lo pensaron ya estaban invadiendo el estrato de arena que los hizo frenar en menos de diez metros y eso a pesar de que se desplazaban a no menos de ciento cincuenta kilómetros por hora. Los neumáticos se fueron hundiendo hasta rebasar casi la tercera parte de su diámetro hasta quedar brutalmente detenido que de no haber sido por el buen tino de abrocharse los cinturones de seguridad hubieran salido disparados por el parabrisa varios metros hacía adelante.

La primera reacción fue la dar marcha atrás pero en primera el motor dejó de funcionar y en segunda lo hundido de las llantas y la fricción que producía la arena en la parte inferior del vehículo hubieran hecho infructuoso cualquier intento de tratar de moverlo lo cual comprobaron con la maniobra que fue necesario efectuar para retirar la patrulla que por medio de una grúa "Comander" hubo necesidad de utilizar. Las risas y las burlas de sus compañeros hicieron peor mella que en si el incidente aunque este retiro tuvo que esperar su riguroso turno.

En ese momento, De Jesús ya se encontraba alejado casi medio kilómetro y unos cincuenta metros por encima de aquella tan fatídica curva. Se detuvo en la cota y volteó a ver a sus perseguidores y los saludó con gesto militar.

Sólo le respondió el conductor de la patrulla.

  • ¡Repórtalo! Lo agarran en la entrada a Tulancingo.

  • Para nada. Le di mi palabra.

Ahí dejó de tocar su ceja con en índice y dijo más para sus adentros que para su compañero;

  • Ni hablar, eres bien abusado, me chamaqueaste. ¡Suerte!

De Jesús tomó el volante y ya más calmado tomo el derrotero trazado en el plan de Macedo.

Al llegara Pachuca recordó el fraccionamiento donde hacía algunos años su hermano mayor colaboró en la construcción de casi mil casas aunque eso de colaborar se redujo simplemente a señalarles los defectos que encontró cuando llegó y que tenían casi la mitad según un arquitecto de cuyo nombre ni apellido recordaba, ya tenía listas para entregar.

Su hermano se había distinguido por ser un apasionado de la calidad y con ojo clínico, como resultado de su amplia experiencia en labores tanto de diseño como de construcción, detectó en menos de una semana ciento veintidós defectos o anomalías en la construcción y eso sin contar las que sistemáticamente se repetían de os que muchos se derivaban desde el mismo diseño, también notó ciertos malos manejos en la asignación de sub-contratos y de servicios, es decir, el encargado de la impermeabilización de las azoteas, casualmente era el primo del ingeniero residente y los acarreos de desperdicios y de tabique estaban asignados a una flotilla de camiones propiedad, también casualmente, de un hermano del mismo ingeniero. Ambos proveedores siempre tenían sus pagos puntualmente aunque otros proveedores y destajistas apenas sacaban para cubrir la raya de su personal.

Todo esto fue reportado directamente al Consejo Administrativo de la Empresa Constructora mediante a transmisión de un correo electrónico o e-mail. Su hermano le comentó que le había enviado también copia de ese reporte a al mismo ingeniero residente sin que hubiera reacción alguna o al menos no inmediata y fue cuando el Director General o simplemente el Dueño de la Empresa voló especialmente a verificar la veracidad de tan alarmante reporte lo que al percatarse de la fidelidad del mismo originó una junta emergente con todo el personal Técnico-Administrativo de la obra y cada uno de ellos fue recibiendo en su turno una fuerte reprimenda. Despidió ahí mismo a tres elementos incondicionales del equipo de trabajo del residente y este obtuvo un ultimátum. Casualmente ese día su hermano había sido llamado a las oficinas de la Constructora y que se ubicaban en la Ciudad de México para asesorar la elaboración de una oferta para la construcción de un campo de golf y la casa club en lo que sería el Country Club y que se desarrollaría en el Municipio de Huixquilucan en el Estado de México. Tardó un par de días en retornar a sus actividades en la obra de Pachuca y al regresar encontró que su habitación estaba desalojada, sin muebles y atiborrada de materiales y accesorios para la construcción. La camioneta Pick-Up que tenía asignada no estaba en su lugar de estacionamiento, los teléfonos desconectados y la energía eléctrica interrumpida.

Esperó en la puerta de la calle a que pasara un auto de alquiler lo cual no era muy factible, sin embargo, con toda la paciencia y sin ninguna prisa ya que presintió algo, vio pasar los minutos impasiblemente. Se traslado al lugar de la obra donde se encontró una actitud hostil de parte de todo el personal llegando a negarle la respuesta en el saludo. Ni siquiera entró a las oficinas ya que le salió al paso el ingeniero residente indicándole que debería presentarse inmediatamente en las oficinas de la Ciudad de México, lo cual no le causó extrañeza ya que lo primero que se le vino a la cabeza fue una posible revisión de la oferta elaborada. Pidió lo llevaran de vuelta a la Central Camionera, servicio o favor que le fue negado pretextando no haber vehículos disponibles.

  • Bien, entonces dame de Caja Chica para los gastos de traslado.

  • Lo siento, no me ha llegado la remesa.

  • Ni modo.

Dio media vuelta y cargando su maleta inició la tarea de caminar en busca de un taxi, lo cual sucedió a casi diez cuadras de distancia.

Cuando llegó a las oficinas de la Ciudad de México se encontró que el mismo Director General lo estaba esperando y en junta personal le reprochó el no atender la obra y mostrar poco interés en aprender a manejar una obra de ese tamaño.

  • Supongo que nunca en su vida ha manejado obras de esta magnitud.

  • Tiene razón ingeniero, no he manejado obras de esta magnitud, tiene razón, he manejado obras cincuenta veces más grandes y en cuanto a aprender de "Estos"nunca va a suceder ya que no tengo que aprenderles a no ser malos diseños, mala construcción, mala supervisión y eso si, muchas pero muchas movidas chuecas.

De su portafolio había sacado una copia del e-mail que le había enviado y casi se lo aventó sobre la mesa de la Sala de Juntas.

  • ¡Yo no acostumbro hacer estas cochinadas!

Se dio la vuelta y casi en la puerta se volteó y le dijo con una sarcástica sonrisa;

  • ¡Renuncio!.

Salió y nunca regresó ni quiso saber algo de aquella tan precaria empresa y su personal tan enano falto de criterio, de experiencia y de ética.

De Jesús pensó para sus adentros; sí sería posible que aún pudiera encontrarse esa Constructora ya que en ese tiempo el desarrollo de conjuntos habitacionales estaba en boga y en particular en el Estado de Hidalgo que casualmente, era el lugar de nacimiento del actual presidente de la República.

No le sería difícil averiguar sí es que continuaba en operaciones y en particular sí es que aquel ingeniero residente cuyo nombre había olvidado a pesar de que aquel incidente había tenido lugar varios años atrás. Mantenía buenas relaciones y magníficos contactos con elementos de la judicial y en particular de comandante para arriba.

Maquinó rápidamente que no estaría mal dejarle un recuerdito permanente en reciprocidad al mal trato que le hizo pasar a su hermano.

Pensó;

  • Total, ni se va a enterar por donde le va a llegar, ni quién le va allegar.

Estimó y estaba segurísimo que Él solo se bastaba para dejarlo en calidad de vegetal sin llegar a la muerte. Era especialista. Sabía cómo.

Efectivamente no pasó más de una hora y ya estaba enterado de pelos y señales para dar con el paradero del tan poco agraciado, por no decir, arquitecto.

Ni siquiera se enteró por dónde le llegó el acertado golpe que lo noqueó y lo mantuvo en ese estado hasta volver en si, atado de píes y manos colgado de una pasteca sobre un tonel lleno de agua insalubre que apestaba a rayos y que fue zambullido en varias ocasiones a intervalos calculados a la perfección sólo para causarle daño cerebral debido a la falta de oxígeno pero sin llegar a detener la frecuencia cardiaca o provocarle un par respiratorio.

Cada ocasión que lo sacó a respirar y después que tosía echando bocanadas de agua, De Jesús se encargó de recordarle en episodios la relación con su hermano. No tuvo empacho en mencionar nombres ya que sabía que terminado el tratamiento, seguiría recordando pero sería incapaz de emitir sonido alguno, es más ni siquiera sería capaz de mover un dedo y eso de píes o de manos, si acaso sólo tendría movimiento de los párpados porque su mirada también quedaría fija. Y así podría sobrevivir por varios años a no ser que alguien se compadeciera y lo ayudara inoculando alguna sustancia en el catéter por medio del cual recibía alimentación.

De Jesús tuvo paciencia de volver a colocarlo al volante de su camioneta, prepárale un "accidente" que lo hizo caer al Río Tula, esperar a que se hundiera, percatarse de la urgencia, detener el Mustang, bajar rápidamente, lanzarse al río con afán de salvara a aquel desconocido, sacarlo de la cabina, arrastrarlo nadando hasta la orilla, aplicar sus conocimientos en primeros auxilios, casi resucitarlo, correr a la Mustang, guiarlo a toda velocidad hasta la estación de gasolina más cercana, solicitar vía telefónica el auxilio de paramédicos, regresar al lugar de los hechos y esperar, aparentando impaciencia la llegada de la ambulancia y de la patrulla de caminos.

Grade fue su sorpresa cuando se percató que la patrulla que arribaba era conducida por el mismo policía con el que había competido el día anterior.

  • Que pequeño es el mundo oficial.

  • Vaya que si es pequeño.

Le tomaron su declaración ahí mismo lo cual reportaron vía radio y posterior a consulta con su superior no tuvieron objeción en dejar que siguiera su camino pensando que en un tris hasta se verían en la penosa necesidad de felicitarlo públicamente y de otorgarle un reconocimiento por su acto valeroso que le había salvado la vida a un compatriota. Con suerte hasta el Presidente Municipal o hasta el mismo Gobernador le entregaría Medalla y Diploma por su acción.

Se quedaron mascullando su rabia viendo como De Jesús patinaba las llantas traseras salpicando de gravilla la patrulla de caminos.

  • ¡Arréstalo! Pídele cuando menos nuestros Ray-Van

  • Para nada, le di mi palabra.

Este era uno de los momentos en que sonreía internamente y a pesar de su confinamiento dejaba volar su imaginación y acudían a su mente los escenarios en los que habían tenido lugar esos momentos.

Aún veía, lo que le desternillaba de risa, el rostro de los dos patrulleros al percatarse que era Él a quien deberían dar trato de héroe. Lo que imaginó fue también la cara cuando quedaron materialmente atascados en la curva aquella y que decir de la cara del arquitecto al ir recordando la jugarreta que le había sembrado la que dio por concluida una vez que regresó a su memoria la trastada que le hizo a su hermano.

Todo valía la pena por lo que pasó.

Iba cómodamente sentado en el asiento ergonómicamente diseñado, el cinturón de seguridad le cruzaba en diagonal el pectoral y le abrazaba la cintura, la ventanilla izquierda con cristal abatido totalmente, la radio sintonizada en su estación favorita, la que transmitía Jazz, el viento que se colaba mesaba su cabellera no muy larga y se protegía de los embates eólicos con sus Ray-Van.

El viaje transcurrió sin contratiempos hasta Palmillas en el entronque con la autopista México-Querétaro. Ahí recordó los almuerzos en el Parador de San Pedro, las quesadillas recién elaboradas, la barbacoa, aunque no "De Hoyo", ni tan sabrosa como aquella que a la orilla de la carretera Irapuato-León saboreó aquella mañana después de haber pasado a "Ira" a dejar la participación del quince aniversario de su hermana próximo a celebrarse en un par de meses y que había acompañado a su papá y a su mamá y que con el pretexto de encontrarse cerca relativamente del Santuario de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, (¡Uf, que nombre tan largo!), Se encaminaron rumbo a ese pueblo ya que su mamá, católica que rayaba en el fanatismo, era ferviente devota de la virgen venerada en ese Santuario y que daba el nombre al mismo así como al pueblo en si. O tal vez era lo contrario, era uno de esos enigmas como el de la gallina y el huevo.

La barbacoa y esos recuerdos llevaron a su memoria la fe que mostraba y demostraba su mamá. Fe que en cierta ocasión la llevó a salvar la distancia entre la estación de Lagos de Moreno y San Juan de los Lagos, ¡Caminando! Una distancia de casi setenta kilómetros y que realzaba su hazaña en una sola jornada, caminando al principio hasta diez kilómetros en la primera hora siendo que el último kilómetro necesito de poco más de hora y media para recorrerlo y no precisamente porque estuviera cansada ni mucho menos sino que tuvo que esperar, animar y en ocasiones halar o empujar a su esposo que desde casi la mitad del camino empezó a mostrar un cuadro verdaderamente lastimoso, con los ojos sumidos, grandes ojeras, arrastrando los píes al andar, sudoraciones excesivas, síntomas de deshidratación y claras muestras de alucinajes. Pero lo hicieron, bueno la intención primera de su padre fue la de sólo acompañarla a que abordara en "El Rápido del Norte", dejarla acomodada en el vagón de 1ª y despedirse, pero estando acomodada en su asiento se animó y la acompañó a la estación de Lagos de Moreno y de ahí pensó en regresar o esperarla ahí.

Después al verla iniciar la camioneta pensó que tal vez sólo se dirigía a la estación del autobús y la acompañó sin mediar palabra alguna y así en unos cuantos minutos llegaron a los límites del pueblo y así siguió y siguió hasta que se le atravesó aquel ato de burros y posteriormente tuvo que lanzarle piedras al rebaño de chivas y chivos que amenazaban con hacer perder el equilibrio a su esposa y aún más cuando tuvo que hacerle un quite a cuerpo limpio a su esposa de un enorme burel que cual ferrocarril la embestía por el lado derecha. Claro que todo esto sólo sucedía en su imaginación y el astado no era otra cosa que los faros de encendidos de una camioneta que circulaba correctamente por su carril y que había confundido con la demoníaca mirada de un burel.

Una vez satisfecha la fe de su madre hubieron de transcurrir dos noches y tres días durante los cuales su padre se la pasó en total reposo, durmiendo y casi sin ingerir alimento alguno.

En cambio su madre se la pasó en varios viajes a la farmacia en donde se hizo de linimentos que aliviaron y en mucho lo hinchado de los píes de su esposo así como las heridas que representaban la pérdida de las uñas de los dos pulgares las que al crecer de nuevo resultaron con una tonalidad completamente negra, apariencia que mantuvieron hasta su paso al siguiente nivel.

  • ¡Eso es fe! Cuanto diera por tener una pizca de esa fe. Creo que sería capaz de mover montañas como alguna vez escuché, recuerdo en una de las homilías cuando mi papá me llevaba a eso de la Adoración Nocturna.

Saboreó literalmente hasta la médula de la ración de barbacoa que había ordenado y ahí recordó de nuevo a su padre.

  • Anda De Jesús, levántate que se nos hace tarde para misa de nueve, ya ves que el Señor Cura Miguelito es bien puntual y no quiero que nos toque hasta atrás porque casi no veo nada.

  • ¿Y sus lentes?

  • Pues si os llevo pero como tu decías; "Se me hace que ya se les acabó el aumento".

  • Mmm, ya voy Pa.

No hacía falta otra llamada ya que en un dos por tres estaría vestido y bien peinado, con los zapatos bien "boleados", mismos que había preparado la noche del sábado cuando regresaban bien bañados después de cumplir con el rito sabatino de terminar labores semanales en el taller automotriz, con un revitalizánte baño en el "Vapor" de los Baños Colón ubicado a tan solo media cuadra del mercado "El Piojito" donde anteriormente estuvo el Rastro de Tacuba con cuyo patrocinio, en sus años mozos, su padre formó parte como "Centro" de la quinta "Rastros" y que resultara campeón de la Liga Obrera del Distrito Federal allá por los años treinta.

Bueno, resulta saludable aclarar que la rapidez en estar listo en un santiamén, más veloz que el más veloz recluta, no era precisamente debida a su devoción o interés religioso sino que más bien porque sabía que al terminar la famosa misa de nueva y que en particular la destinaban como motivante para que asintieran pura y meramente hombres sin que esto representase que no pudieran asistir las mujeres y que duraba exactamente una hora, hora que pasaba desapercibida ya que realmente aquel sacerdote tenía carisma aparte de amenizar el rito de la misa. En fin que saliendo de "su" misa de nueve inmediatamente se dirigían a almorzar al puesto del compadre Vega en el interior del Mercado de Tacuba y famoso por ofrecer autentica barbacoa de borrego que Él mismo se encargaba de darle un toque mucho muy personal que lo distinguía de todas las demás.

Entre plática y plática y chascarrillos empezaban a devorar que no comer, taco tras taco acompañado con sus respectivos platos de barro de aromático y picoso consomé sin faltar la suculenta salsa de chile pasilla que sin picar demasiado afirmaba el sabor de aquel verdadero manjar.

A la hora de hacer corte de caja con el compadre Vega habría de pagar hasta kilo tres cuartos de barbacoa, un kilogramo de tortilla, dos consomés y dos Coca-Colas de las familiares. La salsa era cortesía del compadre así como los dos primeros tacos y desde luego que la sal y las ramitas de pápalo y los rabanitos, la cebolla y el cilantro picado que también estaba incluido en el precio de la misma barbacoa.

De ahí empezarían a caminar rumbo al Deportivo Plan Sexenal, que distaba unos tres o cuatro kilómetros, al llegar se dirigían invariablemente ya fuera a observar algún partido, siempre de aficionados, de basketbol o de béisbol, entre emociones una que otra opinión que los convertía en "Entrenadores de Grada" pasaban dos y hasta tres horas.

El termino de los partidos coincidía con la de emprender el regreso a su casa, ubicada casi al final de una calzada que partía desde el mismo centro de la ciudad y que propiamente era un eje del área metropolitana.

El trayecto era cumplido caminando ya así desempeñaban dos objetivos, uno el terminar de digerir el "Ligero" almuerzo y dos abrir apetito para llegar en punto a la cita dominical familiar para la comida en la que su madre ponía especial énfasis en su elaboración, siendo auténticos banquetes que terminaban casi al inicio de la transmisión de la corrida de toros desde la Monumental Plaza México y que eran transmitidos en blanco y negro y narrados por Paco Malgesto y Carlos Albert, cronistas que hicieron época por su estilo.

Ya sentados en aquella cómoda sala tapizada en tela floreada y forrada con plástico transparente que tantos años duró, bueno esto último hasta que el "Oso" perro de finísimo pedigrí ya que su raza era "Corriente cruzado con de la Calle", tuvo a bien descansar sobre aquel mueble después de haberse revolcado en aceite usado de motor que derramó en el taller automotriz que estaba al fondo de la casa.

Uno a uno sus hermanos iban retirándose a descansar o a preparara sus actividades del inicio de semana que por lo general para ellos era asistir a clases, para su padre el volver a reparar motores, frenos, cajas de velocidades, suspensiones, diferenciales, etc., y para su madre el retorno a la rutina de las agotadoras actividades como ama de casa..

Liquidó la cuenta de la orden de barbacoa y antes de salir de esa área comercial, revisó el nivel de llenado del tanque de combustible, el V-8 si que quemaba gasolina como para ser necesario ser socio de PEMEX, pidió que revisaran la presión de inflado de las llantas, los niveles de aceite y los niveles de agua tanto la de enfriamiento como la del depósito para los limpiadores del parabrisas. Pagó con dos billetes de doscientos pesos dejando excelente propina y retomó carretera.

Antes de entrara San Juan del Río tomó la desviación a Tequisquiapan. A su izquierda la zona industrial y a la derecha los viñedos de la familia Polanco que iniciara con "solo" diez millones de cepas directamente importadas desde la región de Cognac en Francia y que después de seis años iniciaron a cosechar vides de muy alta calidad y que procesadas lanzaron al mercado una excelente línea de vino de mesa que competían ampliamente con vinos y licores en el ámbito mundial.

Al llegar propiamente a Tequisquiapan no resistió la tentación de pasar a saludar al Señor Quiroz amistad de la familia desde tiempos inmemoriales y que tenía fama que trascendía a lo largo y lo ancho del país merced a los exquisitos quesos que elaboraba mediante recetas y procesos heredados por cuatro generaciones y guardados en el más estricto celo en la mente de cada cabeza de generación ya que no estaba escrito o documentado en ninguna parte.

Tanta era su fama que en no pocas ocasiones recibió autenticas embajadas de empresas trasnacionales a fin de adquirir a cualquier precio los secretos de la elaboración de sus productos los que siempre recibieron la misma respuesta; "Lo Siento pero no entra en mis planes vender los secretos familiares, gracias, ¿De cuál van a llevar?". Y si que se llevaban fuertes cantidades de quesos al grado que en varias ocasiones acababan con la producción de varias semanas. Estos productos iban a parar directamente a los laboratorios de esas empresas pero ni las más refinadas técnicas fueron capaces de descubrir los secretos del Señor Quiróz.

Entró cuidadosamente a la zona urbana y rodó lentamente por las calles empedradas y angostas extasiándose con las fachadas y balcones de las casas típicas de esa población. Las forjas en acero siempre atrajeron su atención sobretodo el complemento que lograban con los macetones con geranios, malvones y crisantemos de muy variados colores enmarcados siempre en un perpetuo follaje verde propiciando una aparente primavera a lo largo de todo el año.

Prácticamente a cada metro avanzado surgían innegables postales y de la entrada al pueblo a la casa del Señor Quiroz tardó casi una hora en efectuar el recorrido siendo que la distancia era tan sólo de siete cuadras.

La vibración que generaba el rodar neumático sobre el añejo empedrado le causaban una extraña sensación parecida al correr de adrenalina solo que esta ocasión emanaba de afuera para adentro.

Fue recibido efusivamente por el mismo Señor Quiroz quien y como en otras ocasiones le refirió la historia familiar e insistió en recorrer las artesanales instalaciones donde se elaboraban los famosos queso. No ocultó ningún secreto a no ser las fórmulas iniciales.

El matrimonio Quiróz había sido bendecido con tres hijas, Gaby, Sussy y Cuquita, muy guapas y simpáticas, pero ningún hijo, en alguna o9casión cruzó por la mente del Señor Quiroz la posibilidad de que cualquiera de sus hijas formara pareja con De Jesús, pero no sucedió así en la mente del interfecto ya que siempre las trató con sentimientos fraternos.

  • Mira De Jesús, algún día tendrás el secreto completo.

  • Gracias Señor Quiróz. No sé sí es que merezco tal distinción.

  • ¡Por supuesto que la mereces!. Pero eso será cuando me muera. Así debe de ser.

  • Pues espero desconocer esos secretos por muchos pero muchos años.

Rieron y prosiguieron con su visita.

A cada paso le era ofrecida una muestra de algún queso en elaboración o bien ya listo para su empaquetado, embarque y entrega en alguna cadena de tiendas de servicio o bien en un remoto lugar en el ombligo del diablo donde estuviera la más modesta tiendita. No importaba qué tan grande o tan pequeño fuera el pedido, las indicaciones directas y expresas del Señor Quiroz eran que se les atendiera con la misma actitud de servicio.

Ya en el expendio, continuaron con su plática al momento que iban vaciando las viandas con muestras de tal o cual queso; de Hebra, Manchego, Gouda, Cabráles, Fresco, Panela, Crema, Doble Crema, Cottage y para coronar ese fabuloso desfile de sabores le ofreció un buen trozo;

  • Del especial. Has de saber que este es mi favorito y lo hago personalmente para mí y solo para mí.

  • Debe ser muy especial.

  • Tan especial que hoy lo comparto contigo.

Al darse cuenta en le interior de la casa, a la postre ubicada en la parte posterior de las accesorias donde se expendía n los "Productos Quiroz", se armó un autentico alboroto ya que el compartir "su" no era algo que estuviera registrado en la memoria ni de la abuela de la Señora Quiroz.

Al darse cuenta de quién se trataba salieron a saludar y muy efusivamente a De Jesús y solamente lo abrazó una a una, pero inmediatamente lo bombardearon literalmente con preguntas casi al mismo tiempo de modo que llegó el omento en que una escuchaba la contestación a la pregunta de otra persona, las otras dos comentaban la respuesta anterior, resultando en un mitin dado que hablaban y todas escuchaban al mismo tiempo. Sólo el Señor Quiroz permanecía cómodamente sentado en su sillón favorito de mimbre degustando un buen trozo de "El Especial" acompañado con una rebanada de pan integral y una generosa copa de vino tinto procedente de los viñedos del Señor Polanco, cosecha del ochenta y etiquetado; "Especial para mí amigo Quiroz".

Tal como se desató la explosión de preguntas, se acabó y en un santiamén volvieron a quedar solos el Señor Quiroz y De Jesús. Voltearon a verse, soltaron la carcajada y terminaron de saborear la exquisita combinación.

  • ¿Te quedas?¿Cuántos días?

  • Sí por mí fuera, me quedaría hasta después de la Feria del Vino y el Queso, pero . . .

  • Nada de peros.

  • Es que tengo que terminar una encomienda, Señor Quiroz y Usted sabe que mis compromisos los cumplo.

  • Eso lo sé, que ni qué. Entonces terminas y regresas. Que sea un compromiso. Tenemos que ir a San Joaquín quiero volver a oír cómo pulsas la Jarana.

  • ¿Aún se acuerda?

  • ¿Cómo quieres que lo olvide, sí en mi vida ha vuelto a escuchar esa catarata de Huapango, real y genuino Huapango.

  • Si, es muy bonito.

  • El Huapango como toda la música y en realidad cualquier manifestación de arte o sientes, no necesitas entenderlo simple y sencillamente, lo sientes.

  • Le prometo Señor Quiroz que en cuanto cumpla con mí encomienda regreso y nos vamos a San Joaquín y quien quite y encuentro una pareja y le entro al Concurso de Danza.

  • Te repito; ¡Que sea un compromiso!.

  • De bigote.

Los dos se pasaron el dedo índice por debajo de la nariz como limpiando el labio superior y soltaron la carcajada ya que ninguno de los dos acostumbraba usar bigote.

  • No soy bueno para eso de las despedidas, así que le pido me despida de su esposa y de sus hijas y por favor les dice que no me olviden y que me inviten a las bodas que sin importar dónde me encuentre, me descuelgo ala o las bodas.

No hacía falta que el Señor Quiroz trasmitiera el mensaje ya que Gaby, Sussy y Cuquita estaban tras la puerta sin hacer el menor ruido y tragándose todas t cada una de sus lagrimas sin atreverse a trasponer la puerta y abrazar a De Jesús ya que estaban concientes que lo estimaban tanto lo querían tanto, lo amaban tanto que no lo dejarían marcharse. Así que sólo se conformaron con escuchar el primer acelerón de su auto y después un ronroneo que se fue abatiendo poco a poco hasta que sólo escucharon el silencio del dolor del alejamiento del amigo, del ser querido.

De Jesús aspiro fuertemente, retuvo el aire lo que su capacidad pulmonar se lo permitió, exhaló lentamente recordando sus catas de Yoga, soltó un largo suspiro y llegó al entronque con la carretera. Viró a la derecha y mantuvo una velocidad baja mientras cruzaba la zona urbana. Vio a lo lejos la señal universal de Cruce de vía de Ferrocarril al que legó lentamente desacelerando hasta lograr un alto total unos cuantos metros antes de las paralelas platinadas. Volteó a la derecha, a la izquierda.

El resplandor del sol en el horizonte lo deslumbró un tanto cuanto, cerró sus ojos, ajustó la cachucha azul con logo de Sony, oprimió a fondo el pedal del embrague, accionó la palanca de velocidades colocándola en la primer posición y oprimió lentamente el acelerador al tiempo que liberaba el pedal del embrague. El Mustang empezó a tomar velocidad dejando una incipiente estela de polvo y con ella muchos gratos recuerdos de su paso por tan bella localidad.

El sol poniente le molestaba un poco así que ajustó la visera, bajó el cristal de la ventana lateral, estiró la mano derecha y encendió la radio y durante cinco minutos jugó con el botón de sintonización automática hasta que captó una estación en la banda de amplitud modulada. Era una frecuencia emitida desde Monterrey que enlazaba a radioescuchas locales con sus familiares radicados en el vecino país del norte.

A cual más aprovechaba para enviar saludos a su esposa y a sus hijos, mismos que invariablemente interrumpían su conversación unidos a coro en sollozos. El aparente silencio respetuoso de parte del locutor en cabina y que la hacía de enlace tornaba el momento más dramático.

Al segundo contacto, De Jesús recordó su estancia en el país del norte.

Había sido una aventura más durante su juventud. Sucede que al terminar su educación media, se propuso emprender un viaje que de acuerdo a su plan original buscaría hacerlo "De Aventón" siempre dirigiéndose al norte. En una mochila acomodó escasamente una muda de ropa y a pesar deque la Ciudad de México prevalecía un magnifico ambiente respecto a las condiciones climatológicas se afanó en equiparse con su mejor y más confortable chamarra y que por cierto era el regalo de su padre por haber concluido ese ciclo escolar.

Dudó entre tenis y botas de excursión, actividad o pasatiempo este último que practicaba a menudo y siempre solo, finalmente se inclinó por las botas, decisión afortunada como lo comprobó semanas después.

Propiamente el único pasaje que desembolsó fue el de su domicilio, en ese entonces por el rumbo de "Los Panteones" entre el pueblo de Tacuba y el Coso Taurino "El Toreo" que estaba prácticamente cruzando la calle límite del Panteón Sanctorum y a un paso propiamente de aquel Palenque legal en realidad, en todo el país ya que los demás francamente eran instalados clandestinamente aunque desde luego con pleno conocimiento de funcionarios "Chiquitos" y "Grandotes" pasando por los de en medio ya que el pastel alcanzaba, y muy bien para todo el raterío burocrático.

Una vez que el autobús arribó al "Los Indios Verdes" se plantó propiamente en lo que es la continuación de la Carretera Panamericana posterior al cruce de la Ciudad de México y al que se convierte en una de las avenidas más largas y bellas en todo el mundo y que con el nombre de Avenida de los Insurgentes marca el eje norte-sur y en conjunto con el "Paseo de la Reforma" divide a la ciudad en cuatro cuartos.

Tras un par de intentos aprovechó que un trailero estacionó su vehículo a fin de revisar la presión de inflado de los neumáticos por cierto con un extraño e ingenioso sistema que consistía en golpear con una especie de macana similar a las ilustradas en Códices Aztecas y que venía a ser la única arma con la que se equipaban los "Caballeros Águila" o "Caballeros Leopardo" y así armados eran capaces de dar pelea hasta contra ocho enemigos simultáneamente y salir victoriosos.

Pues con esta madera bien torneada golpean los neumáticos uno a uno y de acuerdo con el sonido que produce el eco, pueden dictaminar sin más que la presión de inflado es adecuada o no.

De Jesús entabló conversación a partir de su curiosidad. Siendo que ese proceso verificativo duró casi diez minutos. El conductor le preguntó cuál era su destino.

  • Con todo respeto, creo que la pregunta es en sentido inverso ya que yo voy para el norte hasta donde pueda llegar.

  • Ah, pos mira, yo voy a San Luis Potosí, así que sí te animas, te llevo.

  • ¡Sale!

  • Espérate, sólo hay una condición.

  • ¿Y cual es esa condición?

  • Que te vayas platicando todo el camino ya que mientras me platiques nunca me dormiré.

  • ¿Nada más?

  • Nada más.

  • ¡Sale!

  • Pos, vámonos.

Los dotes naturales de conversar, permitieron a De Jesús explayarse en sus relatos que poco a poco fue extrayendo de su memoria a la vez que recordaba algún pasaje o capitulo, leído de alguno de los tantos volúmenes que en sus manos habían caído y cual si fuese un engarce de cuentos, historias y anécdotas propias y ajenas que bien pudieron ser imaginadas en ese momento, se recreó en una vorágine que cual "Las Mil y Una Noche" mantuvo entretenido y a la vez despierto al trailero que ávido de escuchar más y más en su afán de alargar el viaje, bajó al mínimo la velocidad al grado que sin exagerar bien pudo De Jesús bajar y adelantar la parsimoniosa marcha del auto motor.

Sin embargo, el sentido de la conversación cambiaba totalmente a la hora de detener la marcha para cumplir con los más elementales satisfactores. Por cierto que en cada lugar que se detuvieron siempre lo hicieron en modestos restaurantes a la orilla de la carretera con poca vista pero excelentes sabores y aunque siempre contó con el patrocinio del entusiasmado trailero, resultaban económicos en exceso.

El dichoso traslado requirió de casi tres días, tiempo durante el cual no se presentó ningún momento de silencio ni cuando de improviso y al salir de una cerrada curva se encontraron con un deslizamiento de tierra que en ese momento se iniciaba y dejaba inutilizado el carril donde transitaban y que de no haber sido primeramente por designio superior y por la pericia al volante y por último porque en ese momento el carril en sentido contrario estaba libre, la suerte del conductor y la De Jesús hubiera sido distinta y entonces el material para este escrito hubiera visto reducida a unas cuantas cuartillas.

La última parada antes de llegar a San Luis Potosí no fue precisamente para cenar ya que una hora antes de llegar a su destino, habían cumplido con el rito que representaba el llegar a algún paradero y saludar a todo mundo empezando invariablemente con la cocinera y dueña de cuanto lugar se deleitaron con la especialidad local.

Claro que esta ceremonia requirió del doble de tiempo debido a que De Jesús era presentado a cada uno de los conocidos del trailero lo que en otras palabras, eran todos los comensales y ni que decir de meseros y cocineras.

Al llegar a San Luis Potosí detuvo su trailer, apagó todas las luces, se apeó e invitó a De Jesús a hacer lo mismo, mostrándole un increíble espectáculo de luminosidad de la Bóveda Celeste. Espectáculo que quedaría gravado por siempre en la memoria de De Jesús en el apartado de los momentos gratos.

El éxtasis se prolongó por casi treinta minutos hasta que materialmente De Jesús sintió cierto adormecimiento en el cuello.

  • Bien muchacho, estoy seguro que lo que acabas de ver y has devorado con la mirada no lo verás en ningún otro lugar, pero ya es hora de descansar. Saca tu hamaca y mañana llegaremos a San Luis.

  • Gracias, gracias por el espectáculo, espero poder dormir.

  • Creo que por hoy estuvo bien de plática. Nos vemos mañana.

No esperó contestación y se encaminó a su cabina a reponer ánimos para la siguiente jornada.

Temprano, antes de los primeros rayos matutinos De Jesús fue despertado por el trailero quien estirando el brazo le entregó un termo y a la vez que le encomendaba lo rellenara de café bien cargado dándole un billete de cien pesos, De Jesús tomó ambos y con hábil movimiento dejó la hamaca dirigiéndose al restaurante que distaba casi un kilómetro. La dependiente reconoció el recipiente y no hubo necesidad de indicación alguna. Ella sabía y de sobra los gustos del propietario de aquel singular termo.

La sorpresa de De Jesús al regresar donde se suponía estaría estacionado el trailer fue enorme ya que sólo encontró su mochila y un papel con un breve, muy breve mensaje;

"¡Suerte!"

No se atrevió a revisar sus lacónicas pertenencias ya que estaba plenamente seguro que no faltaría nada. Quedó pasmado por cuando menos cónico minutos, sin reaccionar, sin entender, sin saber que hacer, rememoró la ocasión aquella que le tocó a Él y fue victima de un asalto a mano armado en una de las calles de la colonia Polanco ahí donde posteriormente supo que nadie se ha salvado de ser asaltado y en esa estadística se incluye a personas, negocios y vehículos, ese día tuvo necesidad de retirar una fuerte suma de dinero el que tenia que trasladar a su oficina y que sería la nómina de esa quincena que se juntaba con aguinaldo, saliendo del banco presintió algo no muy bueno pero estimó que en una cuadra que era la distancia que separaba el banco de su oficina no podría suceder algo y, . . . sucedió, fue asaltado por dos mozalbetes que lo encañonaron con sendas pistolas, a todas luces se les notaba que eran unos ladronzuelos y por lo tanto los más peligrosos ya que su nerviosismo los dejaba en una alta posibilidad de que accionaran el gatillo de sus armas con lamentables consecuencias, evaluó las posibilidades y aceptó la situación. Recordando ese no tan grato acontecimiento quedó pasmado hasta que el claxon de una camioneta de tres toneladas lo volvió a la verdad.

  • ¡Hey! ¿Tú eres De Jesús?

  • Er, si, si claro.

  • Sube, voy a Laredo, te encargaron conmigo. Sube ya es hora de partir.

En principio no comprendía pero su agilidad mental regresó y aceptó de inmediato las circunstancias.

La camioneta tomó carretera y lo primero que escuchó fue una advertencia,

  • Mira De Jesús, siempre acostumbro a conducir solo, completamente solo, escuchando mí música, así que mejor te pones a ver el paisaje ¿De acuerdo?

  • Por supuesto.

Después de casi tres días de hablar, hablar y hablar, bien le sentaría un descanso de manera que se prestó a gozar el viaje.

Y todo resultó placentero, hasta cierto grado, más específicamente después de la primera, la segunda y la tercera vuelta del mismo disco compacto que interpretaban "Los Tigres del Norte". A la tercera vez que escuchó las mismas interpretaciones, que no canciones ni melodías ya que tenían cierto estilo de concebir la música y más aún el combinarlo con la letra y aunado esto a la tesitura de canto del que supuestamente era la principal y que daba la impresión de que era la primera y única voz, un tanto cuanto "Asopranada" con tintes de cierta "Gangozidad" y que sosteniendo el mismo tono desde el principio hasta el final de la pieza en turno y combinado con el volumen del potente equipo con el estaba dotado la camioneta daba como resultado un altísimo nivel en decibeles que alcanzaban una escala que ciertamente llegaba a lastimar el tímpano.

Y no fue la cuarta ocasión que tuvo que soportar lo que casi llegaba a ser un tormento, sino que fueron diez, once o doce. Perdió la cuenta de las repeticiones. Afortunadamente el sembrado de un retén en la carretera obligó a una forzada pausa.

Un soldado raso empuñando lo que sería seguramente una moderna ametralladora y escoltando a un oficial con insignia de dos barras, ambos plantados al centro del carril de circulación donde permanecieron sin inmutarse ni siquiera porque la camioneta frenó a escasos cinco centímetros de sus rodillas. Seguramente y de acuerdo con la experiencia de los chóferes, camuflados y a cierta distancia estarían cuando menos un pelotón o sea uno diez soldados esperando hacer cumplir las indicaciones de su comandante. Así que a querer o no se vio obligado a frenar.

  • Buenos días. Disculpen que los moleste, pero es que se nos agotó la gasolina y queremos ver sí es que nos pueden pasar unos cuantos litros, sólo para llegar a la próxima gasolinera.

  • Buenos días Teniente, no hay problema sólo que no tenemos ni bote ni manguera para ordeñar el tanque.

  • Por eso ni se preocupen, aquí el soldado tiene ambos y Él mismo se encargará de sacar la gasolina.

  • Pos, adelante.

El chofer, quien había apagado el reproductor de discos, se bajó de la camioneta y se dispuso a quitar el tapón del tanque de la gasolina. El soldado hábilmente efectuó la operación de extraer el preciado combustible y el Teniente insistió en pagar el favor por lo que ante la negativa a recibir el importe correspondiente por parte del chofer de la camioneta, optó por dejar cinco monedas de a peso, siendo que el litro de gasolina en ese entonces era de sólo ochenta centavos.

  • ¡Uf! Que susto ¿Verdad?

  • ¿Susto? Traigo un nido en la garganta

  • Igual yo. Con esos cuates no sabes a lo que te atienes, así que lo mejor es detenerse no sea que te vayan a soltar un plomazo y de que te pegan, te pegan.

  • ¡Uf!

  • Fíjate que hace como tres años se me metió la idea de hacer una "Ultima Cena" para regalársela a mi mamá, pero mi idea era totalmente diferente a cuanta hubiera visto en cualquier representación así que me di a la tarea de buscar y buscar, pensar y pensar hasta que se eme ocurrió hacerla en una madera de caoba, la mesa sería una placa de acero inoxidable, los apóstoles y Jesús, tu tocayo, serían láminas en forma triangular en latón, sus cabecitas en cobre y las auras serían rondanas planas recortadas y entonces para representar al tal Judas que se me ocurre ponerlo como una bala.

  • ¿Una Bala? Que ondas las tuyas.

  • Pues si que fueron ondas, sucede que para conseguir la dichosa bala me di a la tarea de buscarla en los tianguis hasta que la encontré en el que se pone allá en el Distrito Federal en la Lagunilla.

  • Si lo conozco.

  • Pues ni me acuerdo cuánto me costó pero no debe de haber sido mucho, la compre y la dejé en el cenicero de la camioneta y ahí se me olvidó hasta que una vez yendo para Acapulco, en Tierra Colorada que se me atraviesa un reten.

  • ¿Y?

  • Yo confiadote me bajo y aprovecho a estirar las piernas, revisaron la cabina, la plataforma, el motor y hasta los tanques de la gasolina y la llanta de refacción y claro que no encontraron nada y que me dan luz verde, me subo y un soldado bien acomedido me ayuda a cerrar la puerta de mi lado, en eso que me dice;

  • Haber, haber, bájese. ¡Mí comandante aquí encontré parque!

  • ¿Dónde?

  • Aquí.

  • Metiendo hábilmente los dedos índice y medio de la mano derecha en el cenicero, saca la maldita bala que había aparecido al frenar.

  • Haber muchachito, bájese y vaya diciéndonos dónde esta el parque porque de todos modos lo vamos a encontrar y para eso te vamos a deshacer tu camioneta en menos de diez minutos y se la van a llevar en pedacitos y tu te vas derechito a la sombra.

  • ¡Sopas!

  • ¿Y tu que hiciste?

  • Primero se me hicieron yo-yo los calcetines y que me acuerdo para que quería esa bala.

  • ¿Y?

  • Ahí me tienes dándole una increíble explicación al famoso Comandante, un chamaco baboso igual que yo y hasta creo que de mí misma edad.

  • ¿Y te lo creyó?

  • Gracias al Cielo y alas bendiciones de mí madrecita, me lo creyó y me dejaron seguir sin deshacer la camioneta que sí no todavía la estaría pagando ya sólo era el chofer.

  • ¡De la que te salvaste!

  • No pos si, sí no"más lo cuento y hasta empiezo a sudar y los bellos se me hacen chinitos, mira.

Alargó la mano y volteó la palma hacía arriba para mostrarle el sudor y los bellos del antebrazo erizados.

Prosiguieron el viaje y por varios kilómetros no volvieron a cruzar palabra alguna y aún más el chofer ni siquiera se acordó de encender el toca cintas lo que no incomodó para nada a De Jesús.

Después e cuarenta y cinco minutos se toparon con otro reten.

  • Buenas Tardes.

  • Buenas tardes,

  • ¿De dónde vienen?

  • De la Ciudad de México.

  • ¿Adónde van?

  • A Laredo.

  • ¿Traes la Guía?

  • Si, por supuesto. De Jesús, pásame ese sobre.

  • ¿Este?

  • Si, ese. Haber aquí están todos los papeles.

En eso uno de los soldados interrumpió;

  • ¡Mí Comandante!

  • ¡Dígame!

Contestó con el tono golpeado, típico entre los militares

  • Pos, aquí hay algo sospechoso.

  • ¿Sospechoso?

  • Pos, eso dije.

  • Bueno, bueno ¿Y qué es lo sospechoso?

  • Pos esta camionetota para esta cajita.

  • ¿Cajita?

  • Si mí comandante, mire venga a verlo.

  • ¡Bájate!

Dirigiéndose al chofer y encaminándose a la parte posterior del vehículo y casi arrebatándole los papeles que conformaban el legajo de gestiones de la dichosa "Guía".

Al ver la carga que transportaban casi desorbitó los ojos y retrocedió dos pasos.

  • ¡Ah jijo! ¿Traes material radioactivo?

  • Si señor.

  • ¿Y por qué no me dijiste?.

  • Pos porque Usted no me preguntó.

  • Toma, toma tus papeles y sigue, pero aprisita ¡Muévete!

  • Como diga mi teniente

Tocándose la ceja con el índice de la mano derecha a manera de saludo militar, se despidió el chofer y el Teniente sólo extendió el brazo como signo de despedida. Así lo dejó el Teniente que se alejaba a grandes pasos más rápido que el mismo miedo.

  • ¡Órale! ¿Y por qué el miedo? Si sólo es una capsulita metida en un botecito como de litro de aceite.

  • ¿De verás es radioactiva?

  • Aja, pero para nada que es peligrosa, está pero requete bien empacada.

  • ¿Y no es peligroso?

  • Para nada, yo tengo quince años llevándolas y trayéndolas y mírame todavía estoy completito y más "Firmes" que esos soldaditos que salieron como "Busca Píes".

  • Ja, ja, ja.

  • Esto merece una desviación.

  • ¿Desviación?

  • Si, eso dije. Te voy a enseñar las maravillas con que la naturaleza y el Hacedor nos ha obsequiado para deleite de la pupila.

No tardaron más de una hora después de abandonar la Carretera Panamericana a cuatro kilómetros de Tamasopo, rumbo a la estación de ferrocarril El Cafetal, y luego de aquí se caminaron por quince minutos. Ahí formado por la roca natural, se ve un puente que rodea una poza con abundante vegetación. Se encuentran también cascadas y una cueva con formaciones de estalagmitas y estalactitas. Sin previo aviso se encontraron con un espectáculo maravilloso que dejó a De Jesús literalmente con la boca abierta.

  • ¿Qué es esto?

  • Son las cascadas de la Puente de Dios

  • ¡Vaya que si que merecen ese nombre! Son grandísimas, estupendas, magnificas.

  • Párale, párale De Jesús que no vas a acabar. Lo mismo me pasó a mi. ¿No te dan ganas de llorar ante estos chorrotes de agua?

  • La verdad es que si.

  • Pues la primera vez que la vi me pasó lo mismo y la verdad es que no me aguanté y lo bueno es que tenía la cara salpicada con el rocío y pos como que no se me notaban los lagrimones. Y la verda es que no importa cuántas veces las vea siento lo mismo. Francamente pienso que el que las hizo sabía mucho de todo. Bueno pos llénate la pupila de todo esto que nos vamos y mañana temprano verás otra maravillita de estas con las que el Señor nos ha premiado a sus hijos predilectos.

  • ¿Otra cascada?

  • Aja

  • ¿Más bonita que esta?

  • Pos cuando menos igual o más dicho, pos son algo así como que algo un poquito diferentes y como que no hay manera de decir sí es que una es más bonita que la otra, son algo así, como quien dice; ¿Cuál de tus hijos es más guapo?

  • Bueno eso no lo sé ya que no tengo ninguno.

  • Pos ya lo entenderás cuando los tengas. Pero te la voy a poner más fácil; Haber, sí te preguntaran que en vista que para salvarte tendrás que cortarte un dedo, ¿Cuál escogerías?

  • No, eso si que está cañón.

  • Verda que no puedes decir cuál es el dedo que más quieres o cuál es el que te sirve más. Cada uno en su lugar sirve para algo.

  • Eso que ni que.

  • Pues así son las cascadas, cada una en su lugar y no puedes decir cuál es más bonita por grande o pequeña que sea. ¿No crees?

  • Definitivamente tienes toda la razón.

Volvieron a tomar camino y fue en esa ocasión que De Jesús encendió el toca cintas y se dispuso a escuchar por enésima vez la misma grabación de "Los Tigres del Norte".

Pernoctaron al, salir a la carretera principal en el primer paradero que se encontraron, cenando un buen trozo de cecina de Yecapixtla acompañado con tortillas de maíz azul recién hechas y un os frijolitos de la olla que invitaban con el sólo olor a dar cuenta de ellos hasta ver el fondo limpio del plato de barro en el que les sirvieron.

En realidad, De Jesús no se imaginaba el espectáculo que le deparaba el nuevo día.

Como a cuarenta kilómetros al oeste de Ciudad Valles. Tomaron la carretera setenta y en el kilómetro veintitrés se desviaron hacia la izquierda hasta el ejido el Tanchachín. De aquí se realizaron un recorrido en lancha de alrededor de dos horas hasta la Cascada del Tamul, que con sus ciento cinco metros de altura es la más grande de San Luis Potosí. Se encuentra también una cañada entre dos altas paredes rocosas con jardines colgantes formados por helechos y palmas. Se puede pasear en lancha y practicar el descenso en "Rapel", en paredes de hasta de setenta metros de altura, y también practicar la pesca deportiva. Hay lugares para acampar y zonas para ciclismo de montaña. En los alrededores se localizan la Cueva del Agua, ideal para realizar clavados, y La Ciénega, donde se puede practicar la caza y la pesca. Lo único malo en esta ocasión es que no contaban con tiempo para gozar de todas estas bellezas.

Como colofón de su visita se dieron un refrescante chapuzón y mientras se sedaban dieron cuenta de las tortas que se habían hecho preparar en el parador donde cenaron la noche anterior.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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