Fiestas y tradiciones culturales populares del Estado Falcón – Venezuela (página 2)
Enviado por José Millet
Cuando las fiestas se ajustan a patrones ceñidos a las reglas de determinados grupos sociales se convierten en rituales, que deben ser ejecutados ajustados a tales normas suyas, como ocurre en un matrimonio; y cuando se ajustan a los cánones de una institución civil adoptan el carácter de una solemnidad, de cosa seria que se repite casi mecánicamente sin márgenes a la creatividad y la posibilidad de innovación, que la aparta así de esta connotación lúdrica antes referida con el objetivo de llamar la atención acerca de los conceptos de fiestas, juego y de otras manifestaciones conexas. Este último caso puede ser ilustrado cabalmente con las fiestas religiosas que tienen lugar en las naciones pertenecientes al Occidente judeo-cristiano, con predominio de las impuestas por la tradición religiosa de la Iglesia católica, que en sus celebraciones exige apegarse de modo absoluto y total a las formalidades y a la reglamentación estricta del canon establecido por la institución y por su cuerpo de sacerdotes que lo hacen cumplir estrictamente. Para este caso, preferimos hablar de festividades religiosas, marcadas por la solemnidad y el "enseriamiento" de los actos, distante y opuesto a la actitud de entrega a la diversión y al entretenimiento que tienen para mí los actos que forman parte de las fiestas en su sentido originario.
Trabajos de investigación y antecedentes de este Cuaderno de Avances
Oportuno es recordar que nuestro equipo de estudio hizo una revisión documental minuciosa en bibliotecas y archivos locales, así como una la investigación de campo rigurosa para elaborar un estudio comparativo entre dos comunidades emblemáticas de la cultura regional: el barrio coriano La Guinea y la comunidad rural Macuquita. En este estudio fue decisiva la participación de dos personas sin cuya intervención hubiese sido imposible haber podido llevar a buen término aquella meta que se concretó en la restitución del nombre original del referido asentamiento urbano y su declaración como Patrimonio Cultural e histórico del Municipio Miranda al que pertenece. No sólo los nombres de Mario Aular y de Luis Cazorla, sino el reconocimiento a su autoría quedaron claramente establecidos en el libro La Guinea, barrio afrocaribeño de Coro. En aquella obra, publicada por INCUDEF en 2007, fruto de aquella labor de estudio de importancia pionera, tuvimos el primer acercamiento a fiestas y tradiciones culturales de nuestro pueblo que ahora incluimos en el presente Cuaderno de Avances del Atlas, como determinadas costumbres funerarias y las de la bajada del ángel, la del Niño Jesús, la de San Benito, la de San Antonio y, naturalmente, la relacionada con la fiesta mayor del tambor coriano, representado magníficamente por Olga Camacho y su agrupación La Camachera. Bajo aquel impulso inicial, Cazorla terminó por descubrirse como lo que es: un magnífico investigador, que se ha aplicado desde entonces a sistematizar todo la información acumulada durante muchos años de estudio y a escribir para darla a conocer en forma de libros, entre los que cabe mencionar aquí su Calendario de fiestas populares tradicionales del Estado Falcón, por cuyo empleo aparece entre los autores de la presente obra, con toda propiedad y justicia.
El presente Cuaderno de Avances del Atlas ofrece un repertorio de los acontecimientos, de gran importancia para la cultura de un colectivo, que denominados fiestas, cuya acepción más general se refiere a espacios en que la gente se reúne para compartir en una atmósfera donde predomina la alegría, el entretenimiento y las actividades meramente recreativas en que se comparten música, comidas, bebidas e incluso puede bailarse informalmente y con total relajación, situación muy propicia para la improvisación, la risa, el chiste, las mascaradas y el juego. Aparentemente, según lo observamos en el día a día y particularmente los fines de semana del venezolano, se trata de hacer que los hechos que nos rodean nos hagan permanecer felices y contentos, tanto en lo corporal como en la esfera de las emociones y del espíritu. Parecería que en esta dirección se encuentra el camino de ese estado que llamamos convencionalmente la felicidad. Mas, existe un fondo que debe ser tomado en cuenta si queremos acercarnos al verdadero sentido de lo que es la realidad, en la que hay que tomar en cuenta los opuestos, donde todo no puede ser placer sin fronteras. Remite a la unidad de la vida, con sus extremos opuestos, del nacimiento y la muerte, genialmente vistos en la intuición de Nietzche en su obra El origen de la tragedia. En aquellas fiestas ancestrales predominaba la orgía y la absoluta liberación de las fuerzas creadoras de la criatura humana denominadas simbolizadas en Baco, de ahí su calificativo de fiestas báquicas, de las cuales surgieron diversas artes como las dramáticas, mientras que algunos pueblos construyeron otras tradiciones en que reafirman su identidad e unidad indisoluble, como lo observé repetidas veces en Galicia con su reafirmación del fondo ancestral celtíbero mediante la celebración del día de San Juan, realizada cada año el 24 de junio y pueden ser observadas en nuestra región caribeña en los famosos carnavales de Rio de Janeiro, Trinidad Tobago o Santiago de Cuba.
En consecuencia, las fiestas remiten a espacios en que se aclama el nacimiento de un niño, el rito de echarle agua si no tiene a mano un cura sino un cura de sabana o alguna persona de prestigio comunitario, su circuncisión en el caso de ser judío, su bautizo en la iglesia si es cristiano, su cumpleaños y los denominados "ritos de pasos" con que el grupo al que alguien pertenece marca momentos de gran simbolismo, como la entrada en la edad de la fecundidad—en términos locales las populares fiestas de quince años, por ejemplo. A veces estos eventos iniciáticos tienden a ser consagrados socialmente o institucionalmente, como cuando estas uniones sexuales consensuales con que consumamos la unión que garantiza la continuidad de la especie humana adquieren el carácter de matrimonios realizados en el seno de una comunidad o en presencia de una institución religiosa, como puede ser una iglesia o simplemente la comunidad de hermanos con que comparte ideas, creencias y principios sujetos a una ética religiosa, como es el caso de las religiones protestantes o aquellas de otra base étnica, como las de las religiones afrocaribeñas. A menudo no tomamos en cuenta las ceremonias mortuorias que tienen lugar en nuestras sociedades locales caribeñas de base africana, como las que ocurren en algunas islas del Caribe donde las honras fúnebres constituyen verdaderos festivales con predominio del juego, los cuentos orales, la música, danzas y bailes colectivos con que sus miembros despiden el alma del fallecido, lo llevan al cementerio y luego conmemoran su regreso al seno de su comunidad mediante banquetes fúnebres en que se come y brinda colectivamente. Estas celebraciones las hemos observado en República Dominicana, Cuba, así como sus reminiscencias permanecen vivas en comunidades rurales de la Sierra Coriana y con rasgos propios en las que tienen lugar en comunidades de fuerte base afro, como La Macuquita, ubicada en su pie de monte.
También a esta categoría de celebraciones festivas pertenecen los banquetes y los simposium, así como otras de carácter menos "civilizado", como las famosas fiestas campestres, que tienen lugar a cielo libre con absoluto predominio de actividades de competencia y de juegos tradicionales, muchos de ellos en procesos de desaparición. Asimismo, puede referirse a un conjunto de actividades con que se exalta u honra un hecho o a alguien con alta significación para un grupo humano, sea éste reducido numérica o territorialmente o, por el contrario, del mayor número y extensión espacial físicamente hablando, como es el caso de una nación como Venezuela, donde se celebra la fundación de un pueblo o el encuentro de pueblos y culturas que hoy se celebra aquí como el Día de la Resistencia Indígena, en sustitución de la la racista "Día de la Raza", fiesta con que antes se conmemoraba el supuesto "descubrimiento de América", atribuido al intrépido navegante Cristóbal Colón, realmente aquel aventurero e inescrupuloso jefe de la empresa de conquista capitalista de nuestro continente que se inició con su desembarco el 12 de octubre de 1492, en la isla Guhananí, frente a las costas sureñas del oriente cubano. A partir de la colonización de nuestro continente, se impuso a nuestros pueblos originarios que lograron sobrevivir al exterminio, la cultura judeo-cristiana y, como consecuencia a mediano y largo plazo hasta el presente, el enfoque impuesto por la visión dominante de los Imperios de la Europa occidental cristiana, apostólica, romana o protestante– en el que quedaron insertas luego las sociedades criollas y nacionales del continente americano– las refiere al concepto suyo de lo sagrado, referido a la Santísima Trinidad, de Jesuscristo, la Virgen María, los ángeles y acontecimientos notables de la vida del Hijo de Dios y de los santos. Al adoptar este punto de vista, estamos entonces obligados a referirnos a las fiestas fijas o que se celebran cada año durante una fecha fija y las fiestas movibles, cuya pauta temporal depende de cuándo caiga la Pascua florida; en este sentido, hay fiestas universales que se realizan en las naciones cuya religión oficial es la católica, la musulmana o la judía, nacionales, regionales y étnicas, como ocurre con las celebraciones de los pueblos errónea y discriminatoriamente denominados "indígenas", por ejemplo. En cuanto a este último tipo de fiestas, en nuestra región falconiana tenemos algunas de relieve especial, como la que se realiza en diciembre de cada año en el Puerto de La Vela de Coro, derivada de las Fiesta de los Locos que tiene su origen en el cristianismo medieval derivado de las fiestas Saturnales romanas y realizadas como ésta en el último mes del año. Todavía se mantiene el gran regocijo popular que se desborda en los barrios y en paseos de pequeños grupos de personas que se atavían con vestuarios fastuosos y existen también debilitados trazos de aquellas representaciones que se daban a nivel de la vida parroquial en que se recordaba la huida de la Sagrada Familia a Egipto, el sacrificio cruento de los Niños Inocentes y la Burra de Balaam, por la cual esta celebración recibió el sobrenombre de fiesta de los asnos, en la que elegían dignatarios tales como el Papa de los tontos y el Cardenal de los idiotas, por lo cual fueron suspendidas en países de tradición liberal como la ilustrada Francia, donde tuvo que intervenir su parlamento ante el fracaso de las prohibiciones eclesiásticas.
Contrario a lo afirmado por nosotros en nuestras primeras obras publicadas sobre el carnaval caribeño en la década de los ochenta, la fiesta no es sólo una solemnidad, religiosa o no, con que se conmemora un acontecimiento o una personalidad culturalmente importante, sino un evento de mayor alcance que puede relacionarse incluso con la producción material, como tiene lugar palmariamente en el caso de la tradición amerindia Las Turas. Estamos en presencia de un conjunto de acciones, ritos y ceremonias relacionados con la siembra, la cosecha y el procesamiento del maíz, del cual nació el Hombre, según este pensamiento mítico afortunadamente vivo en nuestra región falconiana. Desde el inicio mismo de la elaboración de nuestro Atlas, hemos insistido en el hecho de que. en la cultura, son más importantes los procesos de creación, mantenimiento y transmisión de símbolos que los productos finales a que estos procesos dan lugar, de ahí que hayamos montado más de 150 de estos procesos en forma de diagramas montados con fotos para demostrarlo, entre los que están los incluidos en este cuaderno acerca del proceso de ritos de propiciación y de elaboración del maíz para obtener la chicha, bebida que se consume a manera del cuerpo y la sangre del maíz, en sustitución de la de Dios, en acto similar al de la consustanciación consagrada por Jesús mediante la Eucaristía, luego de la famosa cena pascual en que anuncia su muerte por la traición de uno de sus doce Apóstoles.
En conclusión, las fiestas tienen lugar en todos los ámbitos de la vida social y no exclusivamente en la esfera religiosa, como puede desprenderse de este esquema eclesiástico. Y, en consecuencia, aquí ofrecemos una selección de las diferentes singularidades en que esta diversidad de celebraciones se ha expresado a lo largo del tiempo y se muestran hoy, públicamente, en diversas localidades de nuestra región con su sello característico. El presente Cuaderno de Avances del Atlas, no obstante, arrastra una limitación fruto de que la mayoría de las festividades que se registran en los libros y en las publicaciones periódicas consultados para su elaboración son aquellas con que la Iglesia católica, como instrumento de dominio ideológico y clasista, ha pautado como las solemnidades predominantes o en la exaltación de la memoria de un santo, habiéndolas convertido en las famosas "fiestas patronales", de carácter, pues, eclesiástico. Para desvirtuar este error metodológico, estamos en el deber de recordar que la primera acepción de la palabra fiesta es la de diversión o entretenimiento no sujeto a norma o regla de esta última índole, y, justamente, así queda ratificada en el primer significado dado por el Diccionario de la Real Academia de la lengua española (DRAE), al referirlas a las solemnidades nacionales con las que una sociedad rinde tributo a determinados acontecimientos o personalidades consideradas por la gente como históricas o de alta significación social. ¿Quién puede negar que el día de la independencia nacional del yugo del Imperio español y el del nacimiento de El Libertador Simón Bolívar no son motivos para desatar la alegría, levantar las copas y bailar colectivamente, reforzando el sentimiento de la unidad nacional? Las fiestas patrias son eventos inscriptos en el núcleo de la conciencia del pueblo como dignos de la mayor exaltación y pertenecen a la cultura con toda propiedad y profundidad de este concepto. Pese a que la consideramos como el esfuerzo mayor por proporcionarnos una visión de conjunto de la cultura popular venezolana, lamentablemente, ninguna de estas fiestas civiles están registradas en el Atlas de tradiciones venezolanas, de la Fundación Bigot ni en la cantidad y fundamentación cualificada que exige el rigor de las ciencias sociales y humanísticas—lo que es aun más grave– en los recientes Catálogo cultural venezolano del Instituto del Patrimonio Cultural del Ministerio de la Cultura que, de haberlas incluido, las hubieses declarado patrimonio de la nación, como lo son sin lugar a dudas, con su consiguiente tratamiento sujeto a la ley que las protege y regula para que se consoliden los valores de que son portadoras.
Ofrecemos aquí el registro tanto de aquellas fiestas que permanecen sembradas en lo más profundo del inconsciente colectivo –o sea, las más tradicionales– y de aquellas otras que se hayan extendido en la sociedad al punto de de ser identificadas como las de mayor aceptación social actualmente, o sea, las calificadas de populares. Nos hemos esforzado en presentar, al menos, un conjunto de las incluidas en la tipología de fiestas terrenales, seglares o civiles y de las de pauta religiosa. A la manera de fichas preliminares procesamos y presentamos la información obtenida de algunos de libros, de publicaciones periódicas y mediante entrevistas realizadas en investigaciones de campo en que las hemos observado, hayan tenido lugar aquéllas en sus propias comunidades o fuera de ellas. Estamos conscientes de que han quedado fuera muchas otras que, con igual derecho, estamos obligados a registrar e incorporar en ulteriores publicaciones. Quedamos en deuda con miembros de comunidades y grupos portadores de tradiciones culturales, quienes nos han ofrecido sus testimonios e, incluso, también escritos de puño y letra como los incluidos en Las Turas por portadores de San Pedro y de Mapararí, lo que multiplica el valor de este cuaderno. Estas fuentes primarias han sido reforzadas con la información extraída de los 12 catálogos correspondientes a igual cantidad de municipios del Estado Falcón, los cuales nos han sido, amablemente, facilitados por el Instituto de Patrimonio Cultural y que están basados en entrevistas realizadas a numerosas personas de la región, por lo que podemos afirmar que nuestra publicación está firmemente anclada en este tipo de fuentes. Su fichaje y redacción las realizaron Pedro Eduardo Concepción y Enna Zavala, quienes aparecen pues como autores principales del presente Cuaderno; yo los revisé e hice algunas anotaciones que publiqué originalmente en la web, mientras que, inicialmente, la corrección de estilo corrió a cargo del escritor Gregorio Menéndez.
Las presentes notas más que una presentación formal a la serie Cuadernos del Atlas constituyen la reiteración del hecho de que nuestra obra marcó un antes y un después en lo que respecta a los estudios etnográficos y de la sociología de la cultura en Venezuela. La verdadera presentación la harán las comunidades, en cuya historia y tradición culturales todas estas publicaciones se sustentan, una vez sus miembros se mantengan despiertos siempre y se dediquen a elaborarlos desde su perspectiva original y su óptica popular. Lo abrimos con el Cuaderno dedicado a Las Turas, porque en más de un aspecto se trata de la manifestación de lo más simbólico de cuanto ha permanecido vivo de la vida espiritual de nuestros pueblos originarios en nuestra región: aquí están sus voces, las de quienes han mantenido y transmitido tanto sus contenidos como sus expresiones características, de generación en generación hasta el presente. De su puño y letra tomamos su explicación e interpretación de este fenómeno de la espiritualidad que deberá ser tomado más seriamente en cuenta. Esas voces se unen a las nuestras, en calidad de estudiosos del hombre y de sus creaciones, como un llamado a que deberemos trabajar juntos de aquí en adelante para alcanzar los objetivos y las metas que nos hemos propuesto. Este cuaderno no es sin no un medio más con que queremos llamar la atención del destinatario al que van dirigidos nuestros esfuerzos: las comunidades y, dentro de ellas, los docentes que sabrán identificar y llevar a la conciencia de sus educandos los valores de alto contenido movilizador y belleza creados por ellas, mantenidas y fortalecidas cada vez más gracias a este modesto esfuerzo de formación y exaltación de su espiritualidad.
Lic. José Millet,
Jefe del CISC
Al recién finado Capataz de Las Turas Hipólito Casiano Castillo, de la comunidad
agrícola San Pedro de Mapararí y, en su nombre, al de todos los
creadores de tradiciones festivas, ancestrales y populares,
de nuestra región falconiana.
FIESTA: FECHA:
Ancestral-amerindia Variada, generalmente: 23 y 24 de septiembre.
24 de junio o cualquier otra fecha que se solicite un
"son de turas"
LUGAR:
Municipios Federación y Unión del Estado Falcón.
Las Turas es una tradición precolombina mágico-religiosa, que es practicada por los descendientes del pueblo Ayamán, según estos mismo reconocen. Con ella se solicita a la naturaleza buenas cosechas y se le agradece por las ya recogidas. El territorio del pueblo ayamán estaba conformado por las tierras que ahora ocupan los Municipios Federación y Unión, de la sierra falconiana y por el cerro de Moroturo y Siquisique, en el Municipio Urdaneta, región norte del Estado Lara. La voz tura es la mazorca de maíz en espiga, a la que están saliendo los granos. Tura es también la flauta que acompaña al rito y está hecha de carrizo. La Tura Macho tiene tres orificios y la Tura hembra dos orificios.
Las Turas se celebra en diferentes ocasiones. Puede ser cuando un agricultor hace una promesa y la paga con un son o danza de turas en su conuco, plantación o en su "patio"; o en las fechas establecidas en cada pueblo o comunidad turera. "Patio" llaman los tureros el sitio específico donde regularmente se monta el altar alrededor del cual "bailan" los sones de Turas. El altar consiste en una rústica construcción, de unos tres metros de alto, donde se entrecruzan ramas de plátano, palma, flores y varas de caña de azúcar. Al centro de este altar una o más cruces, a veces vestidas con coloridos papeles, otras veces desnudas; de madera o metal, pero siempre rodeadas de las ofrendas a los santos, espíritus y a la Madre Naturaleza y que consiste en frutos de las cosechas, como tomates, naranjas, yucas, granos, aguacates, piñas, parchas y otras. También cesterías y taparas en diferentes formas. Por supuesto no falta la "chicha", que es preparación exclusiva de la Reina y las bebidas espirituosas con las que se rocían las gargantas y el altar; generalmente, cocuy de penca.
Las Turas se presenta en dos formas: Tura grande y Tura pequeña. La Tura grande es de carácter privado y se celebra en lugares secretos por los descendientes ayamanes. La Tura pequeña, de carácter público, se celebra durante toda la noche, en los "patios de turas".
Las Turas presentan una jerarquía conformada de la siguiente manera: El Capataz, El Mayordomo o Shamán, La Reina, los tureros, cacheros y danzantes. Cada quien tiene una labor específica dentro del ritual. La Reina, por ejemplo, es la encargada de preparar la chicha y/o la mazamorra de maíz, así como el hervido o sancocho; ayuda en la construcción del altar, enciende las velas que alumbran la cruz del altar, brinda ante el árbol de la basura y lava los utensilios empleados en el rituaL. El Capataz, quien junto a la Reina es elegido por los espíritus de la naturaleza, entre otras funciones coordina la dirección de la danza; ya sea en sentido de las agujas del reloj, ya sea en contra; dirige las plegarias a los espíritus y a los santos, entre son y son. Los tureros, (generalmente son hombres, a excepción de Las Turas de Los Cañitos, en el Municipio Unión, donde también "turean" mujeres) que danzan alrededor del altar, en un sentido y en otro y que ejecutan las turas, los cachos, las maracas y las taparas; y finalmente las danzantes por fuera, generalmente mujeres, aunque también lo hacen unos pocos hombres, quienes agarradas (os) por la cintura marcan acompasadamente tres pasos hacia delante y tres hacia atrás, dándole vueltas al altar. Algunos tureros nos informan que los tres pasos hacia delante significan "que las cosechas sean abundantes" y los tres hacia atrás "la solicitud o pedido por una lluvia copiosa".
José de Los Santos Castillo y Ángel Colina, tureros de San Pedro de Mapararí, nos dicen que los instrumentos que se usan en el rito de Las Turas son: Turas macho, de tres agujeros y Turas hembra, de dos y que son flautas hechas de carrizo. Los Cachos, que son el frontal o frente del venado, o matacán, se dividen en: Cacho grande, que agujereado apropiadamente, da un sonido grave. El Cacho mediano, hace el dúo al grande y el Cacho pequeño, "que representa el son que se está tocando". Las maracas, con pequeños agujeros en la tapara, rellenas con capachos y pedacitos de zinc y las taparas, a las que se sopla por un agujero y dan su sonido particular
Según José de Los Santos Castillo, Las Turas constan de siete (7) sones: La Paloma, que significa respeto y agradecimiento a los espíritus de la naturaleza y a los ancestros. El Gonzalito: En este son, el ave llama a los animales de caza a las aguas vivas, para que se manifiesten como espíritus. El Sapito: Son que representa a la lluvia y a los ojos de agua viva. El Cucurucú: Son que representa a los difuntos. La Guacharaca: Representa este son a la montaña y a los cazadores. El Son de El Venado: Este son es para agradecer la comida del día de la fiesta donde se den sones de Turas y por último el Son de La Hormiga: que es para pasarla bien, convivir, que no haya pelea ni disgustos en las noches que se dancen sones de Turas.
Las Turas/ Eduardo Concepción
CRÓNICA
Muchos podrían ser los motivos para visitar esa gran región del sur del Estado Falcón, en sus municipios Federación (capital Churuguara) y Unión (capital Santa Cruz de Bucaral), limítrofes con el Municipio Urdaneta de la parte norte del Estado Lara. Uno de esos motivos significaría adentrarse en territorio de los descendientes de los aborígenes "Ayamanes", para ver y vivir una experiencia mágico-religiosa única en el mundo: Las Turas.
Las Turas es la ceremonia mediante la cual el pueblo Ayamán agradece a los santos, a los espíritus y a la Madre Naturaleza, por las buenas cosechas recogidas y por recoger. Esta ceremonia es llevada a cabo por "Los Tureros", especie de cofradía con una sencilla jerarquía que comanda "El Capataz" y a quien le sigue "La Reina" y a ésta los Tureros: músicos-danzantes; y que termina con las "danzantes" o bailadoras.
Intentaré narrar entonces la experiencia vivida en "La Duquesa", pequeña finca cercana al caserío Los Cañitos, a 20 minutos, más o menos, de Santa Cruz de Bucaral; en plena sierra falconiana. Llegamos, Oscar Lázaro y yo, Eduardo Concepción; promotores del Centro de Investigaciones Socioculturales del Instituto de Cultura del Estado Falcón, a dicha finca el día 23 de septiembre de 2006, víspera del día de la Virgen de Las Mercedes. Esa fecha, el 24, es el "Día de Las Turas" y es, como muchas otras, una imposición de la iglesia católica que derivó en el sincretismo cultural, de celebrar Las Turas ese día. A poco más de las 2 p.m. ya estaba armado "El Altar": enramada de unos tres metros de alto, formada con ramas de palmas y plátano, además de varas gigantes de caña de azúcar. Tres cruces forradas de papel colorido en el centro geométrico del altar y a sus pies, un busto de Juana Vásquez, mítica Reina de Las Turas desde 1932 hasta 2002, cuando fallece (de 130 años de edad, según sostiene su familia), y pasa desde entonces el reinado a su hija: Críspula Vásquez.
Rodean también el altar las ofrendas traídas por los lugareños que consistían en los más lindos frutos de sus conucos: tomates, caraotas (llamadas por aquí "piras"), ajo-porro, cebollín, limones, maíz, yucas, papas, cambur, plátanos, lechosas, parchas, aguacates, naranjas, piñas. También productos como la "Chicha de maíz", preparación exclusiva de La Reina, no pudiendo faltar las bebidas espirituosas, como el "Cocuy de Penca", de altísima calidad. Además, variados trabajos de cestería y envases de tapara de diferentes formas y tamaños.
Comenzó el Capataz invocando a las más variadas figuras del santoral católico, así como a los espíritus que acompañan a la Madre Naturaleza. Rociando el Altar con cocuy y ron, comenzó a danzar, y con él los Tureros, al ritmo de "turas macho" de tres agujeros y "hembra" de dos ejecutadas por ellos mismos ("turas" se llama también a esas flautas hechas de carrizo); y los "cachos": hechos con el frontal de la cabeza de venado o "matacán", al tiempo que con la otra mano sacudían rítmicamente una maraca. El son consiste en danzar alrededor del altar en una dirección, para recorrerla luego en dirección contraria a la señal o grito del capataz, jefe indiscutido del baile; mientras La Reina, impertérrita y en una esquina del altar, observaba en posición de firme a los danzantes, dar vuelta tras vuelta al mismo. Al mismo tiempo, tureras danzan abrazando por la cintura a quien se coloque a su derecha y a su izquierda, marcando tres pasos adelante y tres atrás, imitando voces de diversos animales.
Largo rato después, el Capataz detiene el baile. Oraciones, rezos, invocaciones y vivas a los santos, a los espíritus y a la Madre Naturaleza anteceden a un pequeño y merecido descanso, para dejar asentarse el polvo y refrescarse merecidamente la garganta.
Así, entre "sones de Turas" y descansos, continuó la mágica ceremonia toda la madrugada hasta las 6 de la mañana. A esa hora, al mando del Capataz José "Cheo" Caldera, y de la Reina, Críspula Vásquez; comienzan los presentes a desarmar el altar. Luego, en procesión, nos dirigimos a llevar parte de las ofrendas al "árbol de la basura" o "basurero", que no es tal, sólo así llamado; donde se depositan los frutos y que en el caso de "La Duquesa" es un "higuerón", árbol impresionante por su belleza y tamaño, de más de 70 años de edad. Allí, nuevamente oraciones, rezos, vivas e invocaciones a santos, espíritus y a la Madre Naturaleza; velas encendidas, tabacos y agradecimiento por las buenas cosechas y por la lluvia regeneradora.
Volvemos alegres y con una inmensa paz en el corazón. Sentimos la presencia avasallante de la naturaleza en la majestuosidad del Higuerón, en los verdes y extensos campos y en las increíblemente bellas montañas de la Sierra de Falcón. Pero también sentimos esa paz incrustada en el alma por la comunión con la naturaleza de estos compatriotas que no la contaminan, que la respetan y que interactúan con ella, obteniendo sus más variados frutos. Así son Las Turas…
Las Turas en Venezuela: su verdadero y profundo sentido ancestral / Jose Millet
Lamento que se sigan arrollando tradiciones ancestrales que nos remiten al pasado más remoto de la Humanidad por dos impulsos cada uno de los cuales más dañino: por un lado, debido a la ignorancia y, por el otro, a la ligereza al tratar asuntos de extremo cuidado relacionados con la sensibilidad de un pueblo. Por lo primero, se han asumido afirmaciones que todos repiten sin la más elemental pausa en la serena reflexión y a la comprobación de lo que la mayoría de la gente afirma mecánicamente. La primera de ellas es la que vemos en obras recientes de respetables organismos oficiales como los encomiables catálogos del IPC, al afirmar que Las Turas son o consisten en un baile o en un ritual. En el caso de Las Turas, que nos ocupa, estamos en presencia de fragmentos de un todo que no deja ver su fondo, los cuales, en efecto, están dotados de movimientos y de una dinámica que nos remiten a procesos simbólicos o a sistemas culturales lamentablemente desaparecidos o en vías de ocaso, de los que tenemos la suerte de contar en nuestro país con firmes exponentes, tanto humanos como espirituales, que nos permiten presumir su fortaleza y trascendencia en muchos y complejos sentidos. La segunda es referirla a los instrumentos musicales de los que se valen los tureros o miembros de estas comunidades para "interpretar" la música conque se acompañan los movimientos colectivos danzados que, en ocasiones, son ejecutados en parte de sus festividades: algunos distinguidos investigadores, como nuestro coterráneo Luis Arturo Domínguez, se lo atribuye a las flautas de carrizo o de bambú y otros, a la de maíz.
¿Qué son Las Turas realmente? Todo, menos un baile y mucho menos un rito: en todo caso y, en primerísimo lugar, es la evidencia de un discurso simbólico, algo fragmentado, aunque uno de los más ricos, complejos y diversos de cuantos forman parte del mosaico de culturas originales que existían aquí y que se pusieron en contacto e intercambiaron entre sí en nuestras tierras "americanas", mucho antes de la invasión del conquistador europeo que terminó por dominar a los pueblos nativos que las habitaban a su llegada. En segundo término, las turas son parte visible del resultado del proceso acarreado por la colonización foránea que, querámoslo o no admitir, trajo el etnocidio y el genocidio de los aborígenes, pero a su vez la transculturación que hoy podemos apreciar en infinitos ámbitos de nuestra sociedad y cultura.
Tampoco las turas son la manifestación de agradecimiento y bendición de las cosechas anuales obtenidas por los tureros que son, en su mayoría, ciertamente campesinos o cultivadores, pero algo más que simples labriegos. Del mismo modo se toma la parte por el todo cuando se identifica la palabra tura con maíz, porque con ello seguimos manejándonos en la pura exterioridad del fenómeno, que es mucho más profundo y abarcador. Las turas engloban todo el espacio cósmicamente concebido e imaginable, en el que están en primer plano los seres vivos: el hombre, las plantas y los animales, y, asimismo, con igual o mayor peso determinante a las fuerzas y principios fecundantes propios de la Naturaleza, invisibles, que posibilitan la vida de esos mismos seres, su creación y reproducción encima de este planeta que denominamos Tierra. No es a la Madre Tierra sólo a la que se le rinde reconocimiento en ellas, sino a los principios que hacen posible su fertilidad y que, en su seno, se continúe la existencia, sea la humana o la de otras criaturas. No es incorrecto decir que se venera la cosecha, con el impulso propiciatorio adicional de que sean colocados todos los elementos necesarios para que el Dador nos vuelva a conceder igual merecimiento en especies comestibles y en bienestar espiritual.
La comunidad turera de San Pedro de Mapararí
Las entrevistas que le hiciéramos, a partir del año 2006, a Ángel Colina y José Castillo, dos de los directivos principales de Las Turas, perteneciente a la comunidad San Pedro de Mapararí, nos han proporcionado una valiosa información que transcribimos a continuación, acompañada de algunos comentarios.
El 5 de enero de 2004, se legaliza la Fundación que lleva el nombre de José Cecilio Salas, fallecido en 1977, y considerado uno de los capataces que mantuvo durante largo tiempo esta tradición indígena, que ellos asocian a las comunidades étnicas de origen ayamán. Al final, al pie de página, colocaremos la relación de sus miembros fundadores, aportada en las entrevistas y que ha sido avalada por varios miembros de la propia comunidad durante algunas de nuestras numerosas visitas a San Pedro*.
Cuando les preguntamos quiénes fueron los primeros capataces, nombraron al mencionado Cecilio Salas, fallecido en 1977 y a Rodolfo Garcés, su actual capataz, e identificaron como sus reinas más antiguas a Engracia de Yugurí, fallecida a los 78 años, y a Marcelina Antequera, quien aún ejerce esta función.
En cuanto a la "composición organológica" o conjunto de instrumentos musicales empleados, resulta de mucho interés la relación de los instrumentos que identifican como los propios de Las Turas, a los que se asocian los siguientes nombres de quienes los ejecutan:
-Flauta Tura Macho: Hipólito Casiano Castillo
-Flauta Tura Hembra: Rodolfo Garcés
-Cacho Mayor: Rafael Molleda
-Cacho Menor: Martín Garcés
-Cacho Mediano: Ángel Colina
-Cacho Pequeño: Simón Castillo, Enrique Castillo
-Maracas: José Castillo, Yovanny Colina
Las turas es vista por el común del venezolano como un "baile", en tanto se producen numerosos movimientos coreográficos realizados al compás característico de los instrumentos musicales que acompañan a estas celebraciones. A continuación figuran los nombres de los danzantes de esta comunidad: Laudelina Castillo de Garcés, Elicia Castillo, Paula Garcés, Lourdes Antequera, Flora Robertis, Carla Antequera, Morelis Antequera, Emérita Colina, Elita Mora, Dominga Garcés y Adelaida Mora
Calendario de las celebraciones tureras
Al año, pautan dos fechas para la realización de Las Turas: la primera, el 29 de junio, por motivo de la celebración católica de San Pedro y ocasión en que precisamente esta comunidad se ha esforzado por hacerse de un espacio de encuentro entre las comunidades de los Estados Falcón, Lara y Portuguesa; donde se ha mantenido viva esta raíz aborigen venezolana. A este espacio lo denominan Día de la Fraternidad Turera, por cuanto se caracteriza como un compartir entre hermanos, ideas y experiencias dirigidas al fortalecimiento de estas tradiciones. La segunda, el 23 y 24 de septiembre, fiesta de la Virgen de las Mercedes". Nos llamó la atención que se agregue una tercera fecha, el 07 de Abril, como "Día del aborigen Ayamán". En ésta comunidad resulta significativa la voluntad de un porcentaje elevado de sus miembros de reivindicar su raíz ancestral, definiendo claramente que esta comunidad proviene de los grupos étnicos ayamanes.
Comunidad Turera
Las Turas es una festividad agrícola en que se invocan las fuerzas reproductoras de la naturaleza para que propicien que la tierra sea fertilizada: que acepte la semilla en su seno mediante una cópula. Esta intervención garantiza la siembra. Se produce en el período de equinoccio de primavera, en marzo, cuando las condiciones climatológicas son favorables a la actividad agrícola y durante el equinoccio de otoño, en el mes de septiembre. ¿A quién se le rinde culto? ¿A esas fuerzas propiciatorias de la fertilidad y a la propia tierra? Al todo: a las fuerzas que se apropian de los miembros de la comunidad humana, a los animales y plantas, permitiendo que se conviertan en un sujeto colectivo, sin olvidarse de los espíritus ancestrales ni de los muertos; representados respectivamente por las flautas de carrizo, maracas y los cachos de venado.
Estas celebraciones coinciden con las épocas demarcadas por el cambio de las estaciones: en mayo, cuando la primavera rompe con el período de las lluvias, la unión de la pareja formada por el Capataz y La Reina de Las Turas, significa la cópula que derrama el semen que alentará a la tierra a recibir en su seno la semilla. Este "matrimonio espiritual" tiene el simbolismo del cielo eterno de la regeneración de la naturaleza, no regido por las leyes de los hombres.
La segunda época evoca la muerte: la naturaleza del verdor, de la fronda, la caída de las hojas y el anuncio del frío, o si, de la humedad. Los frutos cosechados deberán ser almacenados para conservarlos y usarlos en caso de que sobrevenga una temporada inclemente. Aun cuando en Venezuela no exista la sucesión indicada de las estaciones, igual el ciclo de las lluvias pone la pauta. Salvo condiciones climáticas no habituales, los ciclos lluvioso y secos pueden tomarse como regulares, y por tanto, referentes bastante seguros.
En los eventos realizados durante esta celebración se manifiesta todo un simbolismo. La marcha india de los tureros atraviesa los campos donde viven y se dirige directamente a la fuente de agua: exactamente al ojo de agua, de donde nace la vida. Se atraviesa la poza y se adentra en el fondo de una cueva donde viven los espíritus, justo en "el nacimiento". Se les reconoce así como indispensables dadores de dones esenciales, por cuanto si no existiesen o no dejaran que de su seno fluyese el líquido vital, ¿podríamos hablar acaso de agricultura?
La siguiente estación permite la comunicación con los espíritus que moran en la corteza terrestre. Activadas las mencionadas entidades acuáticas, se procederá a "despertar" a la madre tierra, empleando los procedimientos acostumbrados de las turas: ensalmes, invocaciones y cantos, acompañados de sones de flautas de carrizo y de cachos. La convocatoria a los poderes ocultos, también alcanza a los insomnes gigantes que descansan, de pie, encima de la superficie sólida: el círculo de los tureros se desplaza alrededor de un árbol acompañado de su música y de los característicos movimientos corporales. Es la función exacta de las flautas: avisar al oído de las plantas, mediante el estremecimiento de su sonido, que debe activarse su capacidad reproductiva, el flujo de la savia, su ascenso a los gajos y fronda.
Los cachos de venado, apartan la voz de lo opuesto, del polo negativo a la vida, de la muerte. En un recordatorio con la puesta del juego de los contrarios que conviven en un mismo plano, escenario y tiempo. En definitiva, es lo que motoriza la existencia al recordar lo que acontece permanentemente. Se invocan también con ellos al reino animal: No hay nada de macabro en los sones alusivos a aves conocidas en sones donde interviene esa calavera astada. Creo que adicionalmente debe indagarse en el llamado a una arista de agresividad representado por los pájaros invocados, a la lidia, y caracteriza a estos inquietos y bulliciosos animales.
El mencionado simbolismo remite a un sistema de círculos concéntricos que parte de la fuente hídrica-el enigmático ojo de agua-, se traslada a la parte sólida contigua a la poza y la cueva, donde moran otros espíritus arbóreos y de la fauna, hasta desplazarse a un destino final: el de los seres humanos. Pero, que no se nos escape la definición del espacio inicial, como aquel sin fronteras entre los estados de la materia, sino entrelazándose, interponiéndose e interactuando, lo que mora en el agua, la tierra y el aire.
¿Qué aporta? ¿Cuál es la función y el sentido del traslado de los tureros, desde el espacio en que se produce o tiene lugar el encuentro de esos tres importantes elementos a otro espacio, en este caso habitado por otros seres humanos? Integrarlos en el "todo" de la naturaleza para que puedan funcionar en él como se quiere, a fin de alcanzar todas las metas propuestas, tanto a las fuerzas de la naturaleza convocadas, como las otras que puedan aportar otras criaturas del reino, en donde viven, fluyen o interactúan otros espíritus, por ejemplo, los de sus ancestros. De ahí que lleven la relación detallada de cuanto aconteció en el pasado, y lo traigan al presente como para rendirles pleitesía.
También en el interior de la organización humana acuden y fluyen diferentes tipos de energía, dado por muchos elementos y eventos que allí tienen lugar. Disponen de los frutos de la cosecha y los procesan para distribuirlos en determinados momento de la fiesta. Sólo al saber que el dominio del fuego los sitúa por encima de otras especies de su propio reino. Este último elemento nos permite adelantar algunas ideas que permitirán darle la ubicación aproximada y función que este postrer espacio tiene.
El movimiento del sistema de círculos concéntricos se detiene en un espacio abierto, en el patio o "Patio de Las Turas", restrictivamente hablando. Nuevamente estamos en presencia de otro espacio sagrado: en su centro una cruz, con los diversos sentidos que ella tiene, en su relación con el corte de los espacios y su asociación con la muerte, alrededor de ella, los frutos de la cosecha, obtenidos normalmente en el conuco local. Entre los frutos mostrados destaca el maíz, en este caso la planta-dios que se ha sacrificado- para que su cuerpo y su espíritu sean compartidos por cada uno de los tureros. El acto de consumo en colectivo cerrado y unido, el tótem del que nacimos, es sólo un episodio de ese movimiento rítmico y acompasado, y nos esforzamos por aprender.
La cruz como referente de la religión judeo-cristiana, nada tiene que ver con los grupos y comunidades étnicas que poblaron nuestro continente y se mantuvieron en el mundo antes de la existencia de Cristo. Pero su ubicación en el "patio turero" es una clara remisión al carácter social al que hemos arribado en esta tercera "estación". No se trata de un espacio más, de los existentes en estos vastos ámbitos rurales, sino de uno marcado por un tipo de organización social específica: la humana.
* La "Fundación Cultural José Cecilio Salas" tuvo como fundadores a los siguientes tureros: Ángel Custodio Colina, José de Los Santos Castillo, Nelson Antonio Matute, Carlita Coromoto Antequera, Lisandro Rafael Antequera, Eddie Santos Páez, Rafael Ramón Rivero, Rafael Simón Chirino, María Lourdes Antequera, Marcelina del Carmen Antequera, Morelis del Carmen Antequera, Rafael José Molleda, Cecilio Antonio Castillo, Alida María Chirino, Martín Ramón Garcés, Salvador Vásquez, Dominga Ramona Garcés, Aureliana del Carmen Hernández, Carmen Lucía Acosta, Emérita Colina de Martínez, Adelaida del Carmen Mora, Elita Ramona Mora, Gloria Josefina Rivero, Clan Antonio Rivero, Paulita Chirino, Flora Robertiz, José Luis Garcés, Yolanda Antequera..
Nota del editor: Las tradiciones culturales frecuentemente son enfocadas como folklore y, en tal condición de expresiones separadas y distantes de la cultura oficial dominante, desprovistas de sistemas de pensamiento, concepción del mundo y altura de abstracción. En esa ridícula disminución a que nos tienen acostumbrados y educados las ciencias sociales y humanísticas burguesas, se nos escapa la vida imaginativa de los pueblos que las crearon, sus ideas y filosofías. Afortunadamente, muchos de estos valores han sido conservados en la tradición oral, como es el caso de los pueblos mayas con su Popul Vuh y, en el caso de la tradición ancestral turera, con fragmentos de su pensamiento en forma de mitos o de relatos imaginarios en que aquella carga de pensamientos nos ha sido legada de generación en generación.
Ofrecemos los recolectados por el joven venezolano Ender Rodríguez en sus investigaciones de campo realizadas en la parroquia Mapararí, donde vivió durante dos años. En ellos se nos revela la pacífica comunidad existente entre las sociedades humanas y las de los animales y las plantas, la cual se resalta en el conjunto de ofrendan mediante el arte de la danza y la música, además de las de naturaleza material, que se les hace a Pachamama, a éstos y la Naturaleza en su conjunto.
Mito de las Turas
"El arte de las turas viene de otra época, de un lugar que sólo conocen los indios. Los Pire, viejos indígenas de esta tierra…estaban una vez en un patio reunidos danzando diariamente como para ir a cazar y comunicarse con los animales, las plantas y los buenos espíritus; hacían movimientos que parecían el movimiento de la vida. De unos instrumentos hechos con semillas, taparas y cachos de venado sacaban sonidos que imitaban el canto de los pájaros, los vientos, los truenos y la lluvia.
En ese momento de la danza, se acercó la Virgen María con el niño en brazos, escapando de los que querrían matar a las criaturas nacidas en esas tierras y al ver una ronda de personas en un patio a lo lejos, se aproximó y se escondió entre los hombres y mujeres mientras que pasaban los guardias perseguidores. La virgen metió al niño entre su pecho y se tapó con las manos mientras veía como se acercaban también los guardias hasta llegar casi al frente de ella y devolverse confundiéndola con los danzantes. Ella se fijó en el rito que hacían y dijo:
¡Qué tura mala esta que bailan aquí!
Entonces, el niño miró a su madre y dijo:
¡Qué tura buena, bonita y sagrada porque me salvó de la muerte!
Después de cuatrocientos años, los tureros siguieron danzando en el Cerro Colorado y en muchos pueblos más. De ahí en adelante, se siguió bailando en San Pedro de la Sierra de Falcón y en todo el territorio Ayamán para agradecer las bondades de la tierra, de las montañas y de los espíritus protectores que santifican todos los campos y todas las aldeas".
Fuente: Casiano Castillo, Turero de San Pedro
Recopilación y redacción: Ender I. Rodríguez M.
Mito de las turas II
"Hace muchísimos años, los indios antiguos inventaron la danza de las turas, danza del maíz, de la vida misma. Tocaban y bailaban, estos ancianos sabios, sacando sonidos a partir de piedras huecas, inventando y descubriendo música secreta y mágica. Cuando llegó Cristóbal Colón a estas tierras, los indígenas tenían su propia fe y su propia religión. Colón para doblegar y dominar a los aborígenes, sacó una flauta y la tocó, y así fue atrayendo a las tribus hacia sus propios intereses en esas tierras. A los indios les pareció muy curiosa la flauta y el sonido que este hombre hacía salir de ella. Entonces, los ancianos inventaron sus propias flautas de carrizo y lograron sacar sonidos que parecían ser cantos de pájaros, música de la naturaleza y les hicieron dos y tres huecos a las flautas para llamarlas tura hembra y macho. Una vez, quedó atrapado un venado en una horqueta por sus cachos y nadie pudo sacarle. Al tiempo de morir el animal y quedar su carama ya seca, colgando de la horqueta, el viento rozaba y hacía sonar al cacho como si el espíritu de la madre naturaleza hiciera música sagrada y cantara para enseñar a los indios algo más sobre las turas. De ahí en adelante, el sonido del cacho sellado en unas partes con cera de abeja, representaba el sonido del viento y del trueno. Igualmente, las taparas al secarse y ser golpeadas con algo, parecían crear otro sonido como el golpe que hacía el agua al caer a la tierra en tiempo de lluvias. Los indígenas con semillas de capacho rellenaron las taparas e hicieron maracas y al juntar todos los instrumentos, las turas se convertían en música salida del espíritu de los dioses y se danzada para agradecer todos los beneficios de las buenas cosechas, del agua de lluvia y de la vida abundante para los pueblos ayamanes".
Fuente: Ángel Colina, Turero de San Pedro.
Recopilación y redacción: Ender I. Rodríguez M.
Nota del editor: La siguiente es una reseña escrita por los miembros de la comunidad de San Pedro, ubicada en la parroquia Mapararí del Municipio Federación. La hicieron con absoluta libertad en su territorio para ser incluida en el Atlas Etnográfico del Estado Falcón que lleva adelante nuestro Centro de Investigaciones Socioculturales del Instituto de Cultura del Estado Falcón, Venezuela. La publicamos textualmente, sin apenas hacerle ninguna corrección o cambio.
Lic. José Millet
Coro, 09.05.2008
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San Pedro de Mapararí cuenta su historia
Por los autores, tureros de esta comunidad
RESEÑA HISTÓRICA DEL PRIMER EVENTO DE LA FRATERNIDAD TURERA EN SAN PEDRO DE MAPARARÍ.
"En el 1.992 surge una idea del profesor José Chirinos de hacer un encuentro de tureros en nuestra comunidad turera. Este primer encuentro se inició el 28, 29 y 30 días de San Pedro y San Pablo, donde asistieron tureros de El Tigre, El Jusal, La Duquesa, San Tacnus, el Río Mapararí.
En este evento se integraron para que se realizara José Chirinos, como principal, Carmen Olivet, Samuel Bermúdez, Roselina Leal, Ender Rodríguez y esposa Flora Robertis, Simón Castillo, Ángel Colina y Tarcisio Gauna.
De este evento salió la donación del patio cedido por Servando Cordero, ganadero, dueño de la hacienda La Garza. Desde allí hasta la actualidad nos hemos independizado, y de allí arranca la base fundamental de La Casa de los Tureros; esta casa lleva el nombre de Casa de las Turas "José Cecilio Salas". También salen de este encuentro los beneficios que los tureros no tenían, por ejemplo, la ayuda para los viejitos tureros, construcción de la casa de los tureros, mejoras del patio de turas, y otros".
RESEÑA HISTÓRICA DE LA DANZANTE MAYOR Y SUS CAPATACES
"Audelina Castillo de Garcés, hija de José Cecilio Salas y su mamá María Dionisia Castillo. Con una edad ya de 90 años. Se destacó como danzante en las turas desde muy niña. A los 12 años andaba en los patios de tura con su mamá. Audelina fue y es danzante mayor por ser la hija mayor de Cecilio Salas. Al frente de las turas tiene un aproximado de 78 años como danzante, animadora y ser capataz".
RESEÑA HISTÓRICA DE ELICIA DEL ROSARIO CASTILLO
Elicia, hija de José Cecilio Salas, su mamá María Dionisia Castillo. Elicia tiene 68 años, empezó a andar en los patios de turas a los 10 años, tiene 58 años al frente de las turas.
Como danzante en su historia cuenta que cuando la Virgen María andaba huyendo de los fariseos que mataban a los niños, una vez los encontró y ella vio que estaban tocando las turas; y para esconderse de ellos se metió en medio de los tureros, llegaron los fariseos y dijeron: vámonos, estos son unos locos. No la vieron y la virgen bendijo en ese momento las turas. VERSIÓN DE ELISIA GARCES.
HISTORIA Y RESEÑA DE PAULA GARCÉS
"Paula, hija de José Cecilio Salas, su mamá Pastora Garcés. Tiene una edad aproximada de 72 años. En las turas empieza a los 10 años y tiene danzando al frente de las turas 62 años.
Paula nos cuenta que en todos los patios de turas se mantenía una cadena de plantas medicinales, animales guindados en el palacio: un cachicamo, el primer animal de las turas, aguardiente o guarapo, fuente de caña, chicha, fuente de carne de venado, marrano é monte, mazamorra y muchos jugos. El respeto sobre todo. La orden era del capataz y el mayordomo".
VERSIÓN DE PAULA GARCÉS
RESEÑA HISTÓRICA DE ANGEL COLINA
En Las Turas
"Yo, Angel C. Colina Castillo, nací un 16 de junio del año 1959. Fui promovido en las turas en a los 9 años de edad. Bautizado en el año 73 en el patio de El Jagüey en los terrenos del Capataz mayor José Cecilio Salas…como Tureros Mayores Rodolfo Garcés, Hipólito Caciano Castillo. De allá hasta la actualidad me he venido destacando en las turas como tocador de todos los instrumentos de las turas…como fundador del primer grupo de tureritos, entre ellos está ahorita el turero José Castillo, Juvenal Castillo, Gregorio Hernández, Alexio Mora, Jesús Mora, Erico Marrufo, entre otros. Instructor de la Resistencia Indígena Ayamán, fundador de la Fundación José Cecilio Salas".
SAN PEDRO, 06 04 08.
PEQUEÑA RESEÑA HISTÓRICA NARRADA POR TARCISIO A. GAUNA
"Tarcisio A. Gauna, 58 años de edad, natural y residenciado en este duro caserío, fue habitado por primera vez por los señores Cecilio Salas y José Salas, siendo éste último el primero en llegar a asentarse en un fundo que le puso San Lorenzo; historia que conozco por versión del señor Cecilio Salas en el año 1976, ya fallecido.
También me contó sobre las turas y me dijo que estando muy pequeño se hizo turero en el patio de Monche Morles y Sixto Morillo, ubicado en un sector de nombre El Zulia. Hizo un patio en el nacimiento, al cual le puso el nombre de San Pedrito, del cual era devoto. Habiendo sido bautizado como Capataz de Las Turas por Sixto y Monche en los años 90 de 1800.
Belarmino Vásquez lo invita para que lo toque unos sones de tura en Mapararí, para pagar una promesa a la Virgen de Las Mercedes, quedando de acuerdo en tocarle todos los 24 de Septiembre.
Una vez fallecido toma el mando como Capataz él, su hijo Rodolfo Garcés como Sub-capataz Casiano Castillo los cuales se mantienen.
Las Turas es un ritual que se toca para rendir tributo a los espíritus benditos para que llueva y se den las cosechas, y promesas a petición de quien se haya comprometido. Se hacían juegos dentro del baile, la gallina, el zorro, el venado, matrimonios, el perro, el cazador, y otros.
Del 21 al 29 de Mayo se celebra al Día de Santa Rita, se le toca Las Turas. Dicha virgen la trajo Juana Carrasco, proveniente de La Peñita.
La primera formación de niños tureritos fue por el señor Ángel Colina. Hizo un grupo con los niños José Gregorio, Danny Antequera, Darwin Gauna, José Garcés, Pedro Antequera, Miguel Leal y otros, como Reina Audelina Garcés, esta formación se mantiene.
Las Reinas de Las Turas: la primera Pragedes Chirinos (Siglo XVIII), la segunda Ingracia de Yugurí (Siglo XIX), la tercera y hasta el presente Graciela Antequera".
RESEÑA HISTÓRICA DE LAS TURAS.
"Una de las vivencias donde se observa de manera concreta nuestra cultura prehispánica es el ritual aborigen o Danza de Las Turas (Danza del Maíz y de Vida), de carácter folclórico en homenaje a los dioses de la cosecha y en honor al santo San Pedro, celebrado dos días, 29 y 30 de Junio de cada año en la comunidad de San Pedro, Parroquia Mapararí, Municipio Autónomo Federación.
Con la flauta de carrizo inventada por los indios Ayamanes y mantenida hasta la actualidad, con ellas imitamos el canto de los pájaros, con los cachos de venado cubiertos con cera negra de vallude o de arigua; representa el sonido de los vientos y los truenos. Los trocones o tapara con semillas de capacho y maracas; representan las lluvias. Al juntar símbolos las turas originan el sonido de los espíritus de la naturaleza para darles gracias y bendiciones a los pueblos indígenas ayamanes".
RESEÑA HISTÓRICA DE LA FUNDACIÓN JOSÉ CECILIO SALAS
"La Fundación fue fundada en 1.997, y se registró en el año 2004 bajo el Nro. 37, folios 186 al 189. Esta fundación lleva el nombre de José Cecilio Salas. Este protagonista fue el descendiente, el primer Capataz en la década de los años 30 hasta el año 1976.
José Cecilio Salas fue el fundador de San Pedro, fue quien por primera vez llegó a estas montañas vírgenes, acompañado de un tío de nombre Maximiliano Salas, trayendo con él la estampa del Santo San Pedro y sus instrumentos de las turas. El nombre de San Pedro fue por el santo, regalo que le hizo el padre Rivero en Churuguara".
RESEÑA HISTÓRICA DE LOS FUNDADORES DE LA FUNDACIÓN JOSÉ CECILIO SALAS
"En el año 97, yo, Ángel Colina me propuse fundar esta fundación dándole el nombre de José Cecilio Salas, por ser el fundador padre de todos los tureros, abuelo de los descendientes.
El propósito de esta fundación fue para defendernos un poco de los "manipulistas" y así defenderlos un poco, reclamando nuestros derechos, ya que nuestras costumbres y tradiciones ayamanes hemos mantenido 500 y tantos años atrás, sin desmayar.
En la fundación y al frente están Ángel Colina Castillo, como Coordinador General (7.498.174), José de los Santos Castillo, como Coordinador de Eventos (13.269.051), Flora Robertis como Secretaria de Finanzas (3.097.667), Paulita Chirinos, como Coordinadora de Proyectos (18.480.025), José Luis Garcés, como Secretario (18.605.103) y Yolanda Antequera, como Asesor (14.733.141)".
RESEÑA HISTÓRICA DEL CAPATAZ RODOLFO GARCÉS
"En el año 77 tomó el mando como Capataz el señor Rodolfo Garcés. Tiene un tiempo limitado en Las Turas, de una edad comprendida de 73 años al frente de esta tradición indígena. Cuenta con 86 años de edad, como capataz o al frente de los tureros tiene 32 años. Rodolfo Garcés como capataz se encarga del respeto en el patio de las ceremonias y sahumerio de hojas de la montaña, llevar las plantas medicinales, llevar las reliquias en el patio, entre otros".
RESEÑA DE HIPÓLITO CASIANO CASTILLO
"Hipólito Casiano Castillo lleva en las turas un tiempo al frente de esta tradición, desde muy niño. Cuenta que ellos hacían turitas de tártago o de hojas de lechosa. Esa fue su inspiración en las turas y fueron amaestrados por los piaches de Monche Morles.
Castillo cuenta ahorita con 80 años. Tiene en las turas como turero Mayor y Chamán 71 años. Su comienzo fue aproximadamente a los 9 o 10 años. Es hijo de José Cecilio Salas y María Narcisa Castillo".
Nota del editor: En el poblado de Mapararí se ha conservado la tradición turera, según lo ha estudiado el joven investigador Ender Rodríguez, quien nos precedió en la realización de este importante trabajo investigativo y lo hizo durante el tiempo prolongado que vivió allí. Llama la atención que los fragmentos principales del pensamiento mítico rescatado por él los haya obtenido enla comunidad rural de San pedro, y no precisamente en la de Mapararía. Pero a continuación ofrecemos el texto aportado por su segundo capataz Nasser Navarro."
Las Turas que yo profeso
Las que me ponen en movimiento bajo un solo patrón: el amor a la cultura autóctona.
Las que me confiaron mis padres ayamanes, cuando apenas era un niño, por medio de una mata de caña que me llevó volando desde las calles de mi pueblo, hasta el mágico templo donde me aguardaban mis antepasados con piel de siglos y manos de Manaure.
Las que me vierten amorosamente en los brazos de la magia llamada hermandad.
Las que me convierten en un animal cautivo, que espera el conjuro de sus deseos libertarios.
Las que en cósmicos destellos de sudor humano, me trasmutan de barro a maíz
Las que por danzar nadie me paga, primero, porque no son mías. Segundo, porque nadie detenta tanta riqueza que pueda comprarlas.
Las que danzo con autorización de mi pureza espiritual y de mi abolengo montaraz.
Las que me iluminan el camino del bien, a través de giros rituales y cadencia totémica.
Las que sin plumas ni guayucos, me cubren con el más hermoso atuendo de la pureza ancestral.
Las que me hacen colgar en el altar sagrado, mi más grande ofrenda: el amor a la vida; para luego, en devolución equilibrante, cubrirme de gloria y de más vida.
Las que año tras año me convierten en duende guardián de sus mimetizados enemigos.
Las que sincréticamente me regalaron una madre llamada Mercedes y una cruz llamada Perdón.
Las que me hacen ver como un ser sobredimensionado por aquellos que, tal vez, no han descubiertos sus alas.
Las que frugalmente me mantienen de la ambrosiaza mazamorra de maíz.
Las que con paciencia tántrica nos van llevando lentamente al son de la unidad que finalmente danzaremos todos, desprovistos de mundanas ambiciones.
Las que sirven de vehículo etéreo al padre lluvia, para que en un húmedo beso y penetración telúrica, preñe a la madre tierra de esperanza y fertilidad.
Las que todos los 23 de septiembre convierten a mi humilde pueblo en el ánfora cultural de la humanidad.
Las que nos recuerdan que millones y millones de abejas no pueden estar equivocadas. (recuérdese su organización laboral y solidaria, así como la posición de su colmena en relación al Padre Sol).
Las que sonríen en blancos persogos, como presagios que después de la muerte en el surco, renacerán para perpetuarse como promesa eterna en el altar de la vida.
Las que no quiero ver morir traspasadas por el cuchillo cruel de los traficantes de oportunidades usureras.
Las que se deslastran al pie del árbol de la vida y prometen regresar inmaculadas, para continuar el maravilloso cuento de la totalidad inmortal.
Las Turas que yo profeso, son las que me están avisando, que es preferible volver al árbol del que una vez bajamos como micos, a profanar el arca prístina de la divinidad aborigen.
Nasser Navarro
Mapararí.
Fiesta de San Benito
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