Apuntes sobre la teoría de la epistemología de las ciencias jurídicas (página 2)
Enviado por Dr. Luis Alberto Navarrete Obando
Entre los trabajos dispersos en que por aquel entonces expusimos al público nuestras ideas, bajo unos u otros aspectos, sólo citaré el Manifiesto del Partido Comunista, redactado por Engels y por mí, y un Discursos sobre el librecambio, que yo publiqué, refiere Friedrich Engels. Los puntos decisivos de nuestra concepción fueron expuestos por vez primera, científicamente, aunque sólo en forma polémica, en la obra "Miseria de la Filosofía", etc., publicada por mí -cita Karl Marx– en 1847 y dirigida contra Proudhon.
- Citas de Engels sobre el Materialismo Histórico.
Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Marx nunca afirmó más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta -las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema de dogmas- ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que, a través de toda la muchedumbre infinita de casualidades (es decir, de cosas y acaecimientos cuya trabazón interna es tan remota o tan difícil de probar, que podemos considerarla como inexistente, no hacer caso de ella), acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico. De otro modo, aplicar la teoría a una época histórica cualquiera sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado.
Somos nosotros mismos quienes hacemos nuestra historia, pero la hacemos, en primer lugar con arreglo a premisas y condiciones muy concretas. Entre ellas, son las económicas las que deciden en última instancia. Pero también desempeñan su papel, aunque no sea decisivo, las condiciones políticas, y hasta la tradición, que merodea como un duende en las cabezas de los hombres. También el Estado prusiano ha nacido y se ha desarrollado por causas históricas, que son, en última instancia, causas económicas. Pero apenas podrá afirmarse, sin incurrir en pedantería, que de los muchos pequeños Estados del Norte de Alemania fuese precisamente Brandeburgo, por imperio de la necesidad económica, y no por la intervención de otros factores (y principalmente su complicación, mediante la posesión de Prusia, en los asuntos de Polonia, y a través de esto, en las relaciones políticas internacionales, que fueron también decisivas en la formación de la potencia dinástica austríaca), el destinado a convertirse en la gran potencia en que tomaron cuerpo las diferencias económicas, lingüísticas, y desde la Reforma también las religiosas, entre el Norte y el Sur. Es difícil que se consiga explicar económicamente, sin caer en el ridículo, la existencia de cada pequeño Estado alemán del pasado y del presente o los orígenes de las permutaciones de consonantes en el alto alemán, que convierten en una línea de ruptura que corre a lo largo de Alemania la muralla geográfica formada por las montañas que se extienden de los Sudetes al Tauno.
En segundo lugar, la historia se hace de tal modo, que el resultado final siempre deriva de los conflictos entre muchas voluntades individuales, cada una de las cuales, a su vez, es lo que es por efecto de una multitud de condiciones especiales de vida; son, pues, innumerables fuerzas que se entrecruzan las unas con las otras, un grupo infinito de paralelogramos de fuerzas, de las que surge una resultante -el acontecimiento histórico-, que a su vez, puede considerarse producto de una fuerza única, que, como un todo, actúa sin conciencia y sin voluntad. Pues lo que uno quiere tropieza con la resistencia que le opone otro, y lo que resulta de todo ello es algo que nadie ha querido. De este modo, hasta aquí toda la historia ha discurrido a modo de un proceso natural y sometida también, sustancialmente, a las mismas leyes dinámicas. Pero del hecho de que las distintas voluntades individuales -cada una de las cuales apatece aquello a que le impulsa su constitución física y una serie de circunstancias externas, que son, en última instancia, circunstancias económicas (o las suyas propias personales o las generales de la sociedad)- no alcancen lo que desean, sino que se fundan todas en una media total, en una resultante común, no debe inferirse que estas voluntades sean iguales. Por el contrario, todas contribuyen a la resultante y se hallan, por tanto, incluidas en ella.
Además, me permito rogarle -expresa Engels– que estudie usted esta teoría en las fuentes originales y no en obras de segunda mano; es, verdaderamente, mucho más fácil. Marx apenas ha escrito nada en que esta teoría no desempeñe su papel. Especialmente, "El 18 Brumario de Luis Bonaparte" es un magnífico ejemplo de aplicación de ella. También en "El Capital" se encuentran muchas referencias. En segundo término, me permito remitirle también a mis obras. La subversión de la ciencia por el señor E. Dühring y Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, en las que se contiene, a mi modo de ver, la exposición más detallada que existe del Materialismo Histórico.
El que los discípulos hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo, refiere Engels. Frente a los adversarios, teníamos que subrayar este principio cardinal que se negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión para dar la debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las acciones y reacciones. Pero, tan pronto como se trataba de exponer una época histórica y, por tanto, de aplicar prácticamente el principio, cambiaba la cosa, y ya no había posibilidad de error. Desgraciadamente, ocurre con harta frecuencia que se cree haber entendido totalmente y que se puede manejar sin más una nueva teoría por el mero hecho de haberse asimilado, y no siempre exactamente, sus tesis fundamentales. De este reproche no se hallan exentos muchos de los nuevos «marxistas» y así se explican muchas de las cosas peregrinas que han aportado…
Friedrich Engels, Carta a Joseph Bloch (1890)
Materialismo Histórico Moderno.
Fuera del campo del Marxismo, el Materialismo Histórico es la hipótesis de que los rasgos definitorios de las sociedades humanas y la evolución histórica de las mismas han estado determinada o fuertemente condicionada ante todo por factores materiales. Debido al intento de establecer las ideas del materialismo histórico de modo independiente a la versión marxista del mismo, se han acuñado términos nuevos como: "materialismo cultural", "funcionalismo ecológico", "determinismo geográfico", "determinismo económico", y otros, que pueden ser considerados como concepciones materiales de la Historia. Diversos autores académicos como Jared Diamond o Marvin Harris han tratado en detalle la evolución histórica de extensas áreas geográficas, y tratado de explicar rasgos definitorios de la sociedad a partir de factores materiales, señalando que este tipo de factores son los preponderantes cuando se trata de entender la evolución de las sociedades y las civilizaciones.
ONTOLOGÍA Y EPISTEMOLOGÍA.- REALISMO E IDEALISMO.- SUJETO Y OBJETO.-
Los planteamientos epistemológicos están dados en función del análisis de la experiencia en términos de sujeto y objeto (S/O). La fertilidad de este análisis, aparte de su significación pragmática, es indiscutible, puesto que desde sus coordenadas se organizan los métodos de la fisiología y de la psicología de la percepción. Sólo que tanto la fisiología, como la psicología de la percepción, siendo ciencias cerradas, presuponen ya dados (en la experiencia adulta definida en un determinado nivel cultural) los objetos que ellas mismas tratan de reconstruir: ese árbol, o la Luna. Mientras que la problemática filosófica, en cambio, se refiere al tipo de realidad que pueda corresponder a los objetos dados mismos. Y estos objetos no se circunscriben, en modo alguno, a aquellos contenidos que constituyen el campo de la Fisiología y de la Psicología, puesto que entre los objetos hay que hacer figurar, cada vez en mayor número, a los «objetos» introducidos por las ciencias modernas. Por consiguiente, la problemática «epistemológica» ha de considerarse envolviendo a la teoría de la ciencia. Y esto se deduce simplemente del hecho de que las ciencias mismas (sobre todo, la ciencia moderna, a través de los nuevos aparatos, desde el microscopio electrónico hasta el radiotelescopio) contribuyen masivamente a los procesos de constitución de los objetos del mundo y de su estructura. Dicho de otro modo: el «mundo» no puede considerarse como una realidad «perfecta» que estuviese dada previamente a la constitución de las ciencias, una realidad que hubiera ya estado presente, en lo fundamental, al conocimiento de los hombres del Paleolítico o de la Edad de Hierro. Por el contrario, el mundo heredado, en las diversas culturas, visto desde la ciencia del presente, es un mundo «infecto», no terminado. Las ciencias, aun partiendo necesariamente de los lineamientos «arcaicos» del mundo, contribuirán decisivamente a desarrollarlo y, desde luego, a ampliarlo (el «enjambre» O del Centauro, a 21.500 años luz; la «pequeña nube de Magallanes» y el «enjambre» NGC362, a 50.000 años luz del Sol; las nebulosas de la constelación del Boyero, a más de 200 millones años luz,…).
Ahora bien: damos también por supuesto que la disyuntiva filosófica, y el dilema consecutivo, entre el realismo y el idealismo dependen del análisis de la experiencia en términos de sujeto y de objeto. Pues la experiencia, así analizada, comporta, por un lado, la organización apotética [183] (borrar todos) y discreta de los objetos constitutivos del mundo (árboles, Luna,…) y, desde luego, de los otros sujetos, sobre todo animales; y, por otro lado, la necesidad (postulada contra cualquier pretensión «mágica» de acción a distancia [375]) de un contacto (de naturaleza electromagnética o de cualquier otro tipo) de los objetos apotéticos en el sujeto corpóreo, por tanto, la necesidad de que los objetos del mundo afecten a los órganos de los sentidos. (El «empirismo», desde esta perspectiva, se nos impone como una exigencia ontológico-causal, antes que como una premisa epistemológica). De donde la distinción entre un objeto-en-el-sujeto (objeto intencional, objeto de conocimiento, re-presentación) y un objeto-fuera-del-sujeto (objeto real, objeto conocido, presencia absoluta de la cosa).
Esto supuesto, podemos afirmar que solamente disponemos de dos esquemas primarios utilizables para dar cuenta de la conexión entre las afecciones (sensaciones) del sujeto y los objetos apotéticos que les correspondan: el esquema que considera a las sensaciones (al sujeto) -a los objetos intencionales, si se quiere- como determinados (con-formados) por objetos preexistentes (esquema encarnado en la metáfora óptica del espejo: el ojo refleja los objetos exteriores, según Aristóteles, y el entendimiento es el ojo del alma) o bien el esquema que considera a los objetos apotéticos como determinados (con-formados) por las sensaciones (esquema encarnado en la metáfora óptica de la proyección del fuego del ojo, que recorta la sombra de sus formas interiores en el exterior, usada por pitagóricos y platónicos). El primer esquema es el núcleo del realismo (con sus variantes: espejo plano, cóncavo, quebrado…); el segundo es el núcleo del idealismo (con sus variantes: idealismo material, idealismo subjetivo, idealismo trascendental). El idealismo, por ello, está muy cerca del acosmismo y aun del nihilismo (de hecho, la palabra «nihilismo» fue acuñada por Hamilton para «diagnosticar» el empirismo escéptico de Hume).
Estos dos esquemas, antes que respuestas, son el principio de sendas preguntas, prácticamente insolubles. El realismo, en efecto, equivale a un desdoblamiento del mundo (objeto conocido/objeto de conocimiento) y, por tanto, al planteamiento del problema de la trascendencia del conocimiento del mundo exterior: «¿cómo puedo pasar de mis sensaciones (inmanentes a mi subjetividad corpórea) al mundo apotético trascendente, que permanece fuera de mi?» Berkeley, mediante una reducción geométrica de la cuestión (en términos de puntos y líneas), formulaba con toda su fuerza el problema de la trascendencia en §2 de su Ensayo sobre una teoría nueva de la visión de este modo: «Todo el mundo conviene, creo yo, que la distancia no puede ser vista por sí misma y directamente. La distancia, en efecto, siendo una línea dirigida derechamente al ojo, tan solo proyecta un punto en el fondo del mismo». Pero el idealismo, por su parte, aun cuando orilla el problema de la trascendencia, propio del realismo (al identificar el objeto intencional con el objeto conocido, desde Fichte a Husserl), lo hace abriendo otro problema que puede considerarse como sustitutivo del «problema» de la trascendencia, a saber, el problema de la hipóstasis o «constitución del objeto» respecto del sujeto: «¿cómo puedo segregar del sujeto los objetos construidos y proyectados por las facultades cognoscitivas?» Pues sólo tras un proceso de hipostatización del objeto (que lo «emancipe» del sujeto que lo proyecta) cabría dar cuenta de la independencia que los objetos muestran respecto de la subjetividad proyectante (los objetos se me imponen, incluso como dados fuera de mí, en un período «precámbrico», es decir, anterior a la existencia de toda subjetividad orgánica proyectante). Ahora bien, son las ciencias las que «constituyen» y «proyectan» objetos tales (nebulosas transgalácticas, estados ultramicroscópicos, rocas precámbricas,…) que piden una emancipación e hipóstasis mucho más enérgica de la que se necesita para dar cuenta de la percepción ordinaria precientífica de nuestro entorno actual. Puestas así las cosas cabe afirmar que los intentos de «superar» el realismo y el idealismo, manteniéndose en el mismo marco binario [S/O] de análisis que determina estas dos opciones, sólo pueden tener lugar a título de variantes de una «síntesis por yuxtaposición» del realismo y del idealismo. Pero la síntesis de los dos miembros del dilema no lo desborda: la «síntesis del dilema» queda aprisionada por sus tenazas. La síntesis, por lo demás, suele acogerse a la forma de una codeterminación de sujeto y objeto, bien sea según el patrón de los escolásticos medievales (ex obiecto et subiecti paritur notitia) bien sea según el patrón de los gestaltistas de nuestro siglo («la distinción entre el yo y el mundo exterior es un hecho de organización del campo total»), bien sea de cualquier otro modo.
Por nuestra parte reconocemos, desde luego, la necesidad de volver una y otra vez al análisis de la experiencia dentro del marco binario [S/O], pero constatamos también la necesidad de desbordar dialécticamente el dilema en el cual el marco binario nos encierra. A este efecto hemos propuesto un marco para el análisis de la experiencia tal en el que el análisis binario, sin ser ignorado, pueda constituirse «reabsorbido», a saber, un marco que sustituya las relaciones binarias por otras relaciones n-arias del tipo [Si/Sj/Oi/Oj/Sk/Ok/Oq/Sp]. Desde la perspectiva de este nuevo marco de análisis cabría decir que, evitando todo tipo de realismo adecuacionista, podemos alcanzar las posiciones propias de una concepción hiperrealista de las relaciones entre el «ser» y el «conocer» (un hiperrealismo cuyo primer embrión acaso se encuentra en la metafísica eleática). El hiperrealismo, por lo demás, acoge ampliamente «el lado activo del idealismo» del que habló Marx en sus tesis sobre Feuerbach. [88, 301-302] {TCC 859-863 / ? TCC 854-874, 898-912 / ? CC 382-402}.
TEORÍA DE LA CIENCIA.- DOCTRINA DE LAS CATEGORÍAS.- TEORÍA DE LOS TODOS Y LAS PARTES.-
La teoría de la ciencia y, desde luego, la teoría del cierre categorial considera a la Idea de Categoría como una Idea imprescindible para llevar adelante el análisis filosófico de la Idea de Ciencia. La Idea de Ciencia envuelve la Idea de Categoría y ésta se conforma a su vez a través de la Idea de Ciencia. Tal es, al menos, la tesis principal de la teoría del cierre categorial.
Pero la idea de categoría envuelve a su vez la idea de todo (o de totalidad). Las categorías son totalidades. Esta conexión se advierte claramente a través de la conexión entre la categorización y la clasificación (que, a su vez, constituye uno de los modi sciendi [222] generales de las ciencias positivas). Las clasificaciones implican desarrollos de todos en partes y recíprocamente: el «sistema periódico de los elementos» -contenido central de la Química clásica- es una clasificación y, por ello mismo, una totalización en forma de sistema; también son totalidades las constituidas por cada elemento químico (en función de sus partes: electrones, nucleones, &c.); otro tanto hay que decir de las totalizaciones asociadas a lo que por antonomasia se llama «sistemática» en Biología. Los «reinos», los tipos, las clases, los géneros, las especies y, desde luego, los individuos son totalizaciones (sistemáticas o sistáticas) [49]. Por lo demás, la tradición aristotélica (y, por supuesto, alguna otra tradición diferente) conoció las múltiples intersecciones que las ideas de todo y parte tienen con la teoría de la ciencia y con la doctrina de las categorías. A fin de cuentas, las categorías aristotélicas fueron interpretadas como géneros supremos y los géneros son totalidades (kaq´ o7loç); si bien es cierto que en la tradición latina la sustitución de «todo» por «universal» contribuyó a desvirtuar el marco holótico en el que están dibujados los géneros supremos o categorías. (Sin embargo, Santo Tomás I, 77, a.1 ad 3 habla del totum universale, es decir, del universal como un todo que está presente en sus diversas partes, según toda su esencia y virtud, «como animal en caballo y hombre».) Sin duda, la clave del asunto hay que ponerla en la orientación «formalista» que inspira el tratamiento de los universales, no ya como totalidades, sin más, sino como totalidades distributivas, en el contexto silogístico del principio dictum de omni, al modo de Porfirio: «el género es un todo, el individuo es una parte, y la especie es a su vez todo y parte».
Sin embargo, hay circunstancias objetivas que podrían ser invocadas para explicar la tendencia a desentenderse de las ideas de todo y parte en el momento de tratar las cuestiones gnoseológicas que se suscitan en torno a las categorías. Estas circunstancias tienen que ver (sin contar con el desprestigio que la Idea de «todo» experimentó a consecuencia del tratamiento que de ella hizo el holismo cuasi místico -el de J.C. Smuts-, un holismo afín a la ideología del totalitarismo político) con la multivocidad de los términos todo y parte y con las paradojas y aun contradicciones que estas ideas llevan aparejadas desde el escepticismo griego. Paradojas que suelen ser despachadas por procedimientos ad hoc (como es el caso de la paradoja de Russell referida a los conjuntos autoinclusivos y resuelta mediante el postulado de prohibirlos); o bien, la oscuridad de los principios holóticos ligados al «axioma de desigualdad» -el todo es mayor que la parte- desmentido por los conjuntos transfinitos cantorianos y aun por el llamado «principio de supersumatividad» -el todo es más que la suma de las partes- que condujo a concepciones místicas de la totalidad como Idea «jorísmica» (la idea de Gestalt de Ehrenfels y otros). Se comprende que pueda tomar cuerpo, en muchas ocasiones, la tendencia a «prescindir» de las ideas de todo y parte retirándolas, si fuese posible, como ideas oscuras y pretenciosas, de los escenarios que buscan la claridad y la realidad (K. Popper habló ya de la conveniencia de olvidarse del todo para atenerse a una suerte de «pensamiento fragmentario», en una dirección que habría de ser recuperada años más tarde por el llamado «pensamiento débil» -la renuncia madura a los «grandes relatos» sobre el todo– del postmodernismo). Pero una cosa es desear eliminar críticamente las Ideas de todo y parte y sus contaminaciones místicas del horizonte de las ciencias positivas y también del horizonte de la teoría de la ciencia, y otra cosa es poder eliminarlas. Ocurre en la Idea de todo como con la Idea de verdad o con la Idea de existencia: en vano se pretendería llevar adelante un análisis gnoseológico prescindiendo de la idea de verdad, o de la idea de existencia. Otro tanto hay que decir de la Idea de todo. Pues esta idea es imprescindible en teoría de la ciencia, por la sencilla razón de que ella está presente, casi de modo ubicuo y, además, esencial (no meramente ocasional u oblicuo) en las más diversas ciencias y no hay una sola ciencia que no lleve embebidas, en sus procedimientos, las ideas holóticas: en Matemáticas (conceptos como «conjuntos», «clase», «elemento», «retícula», &c.); en las ciencias físico-químicas («el principio de Lavoisier y, en general, los «principios de conservación»); en las ciencias biológicas, sociales y culturales (ideas como las de organismo, estructura o sistema).
Ahora bien, defendemos la tesis de la inviabilidad científica de una teoría holótica «formal» (general) o, en nuestros términos, la inviabilidad de un tratamiento categorial de los todos y las partes como si la idea de totalidad, en general, fuese una categoría (tal como la consideró Kant). Porque de la consideración de las categorías como totalidades, no se sigue que «todas las totalidades», ni menos aún, la Idea de totalidad, constituyan una categoría. Sin embargo, esta conclusión crítica no la llevamos hasta el extremo de un escepticismo «en materia de teoría holótica». Antes bien, nos parece imprescindible -dada la presencia ubicua de las ideas de todo y parte en la «vida de las ciencias»- establecer una doctrina que, aunque no sea científica, sistematice sin embargo los modos principales de las ideas de todo y parte que tienen que ver con las categorías (en cuyo ámbito suponemos se desenvuelven las ciencias positivas); una doctrina que despeje las confusiones a que daría lugar la ausencia de cualquier sistematización y que establezca los límites que puedan mediar entre totalidades categorizadas (en las ciencias) y las totalidades no cartegorizables, así como con las realidades no categoriales (pero tampoco holóticas) -suponiendo que existan-.
CATEGORÍAS.- CONCEPTOS.- IDEAS.-
La Idea de Categoría (en el sentido en que se utiliza en la teoría del cierre categorial) tiene que ver principalmente con las totalidades atributivas (y, a través de éstas, con las totalidades distributivas) [163]. Una categoría, a efectos gnoseológicos, es una totalidad atributiva en la que ha sido posible concatenar, por cierres operatorios, unas partes con otras en círculos de radio más o menos amplio, intercomunicados entre sí. Las categorías no son, según esto, meros recursos taxonómicos; tienen una dimensión arquitectónica. [164-167]
Las categorías constituyen una ejecución del principio platónico de la symploké (aun cuando este principio no implique, de por sí, el principio de las categorías), según el cual «no todo está vinculado con todo». Las categorías son los círculos tejidos por los términos y proposiciones, vinculados conceptualmente (y, en el mejor caso, científicamente) [217]; lo que no quiere decir que las categorías sean círculos o esferas independientes, «megáricas».
Las Ideas atraviesan varias categorías, o todas ellas: son «trascendentales»; sin embargo, las Ideas no dan pie para una construcción científica estricta, y su estudio corresponde a la filosofía (que, por tanto, no es una ciencia, sin que esto signifique que sea una construcción gratuita, arbitraria o irracional).
Las ciencias, en cambio, se mantienen en los diferentes recintos categoriales y constituyen el mejor criterio para determinar una lista, si no una tabla, de categorías («tantas categorías como ciencias» en lugar de «tantas ciencias como categorías»).
Concepto se utiliza aquí en correlación con Idea. Nos referimos a los «conceptos objetivos», no a los «conceptos subjetivos» (entendidos por los escolásticos como resultados del primer acto de la mente).
Concepto (objetivo) es la determinación (delimitada frente a otras) de cualquier contenido (término, relación, operación) dado principalmente en un proceso de cierre categorial:
«concepto de triángulo» – término«concepto de homotecia» – relación«concepto de adicción» – operación
Los conceptos objetivos se mantienen en el ámbito de una categoría. Las ideas se forman principalmente sobre conceptos de categorías diferentes. Las ciencias positivas utilizan conceptos; las Ideas constituyen el campo de la filosofía. Según esto, las Ideas (objetivas) son una determinación resultante de la confluencia de diversos conceptos que se conforman en el terreno de las categorías (matemáticas, biológicas, &c.) o de las tecnologías (políticas, industriales, &c.), como puedan serlo las Ideas de Causa, Libertad, Estructura, Materia, Categoría, Razón, Ciencia, Hombre, &c.
El análisis de las Ideas, orientado a establecer un sistema entre las mismas, desborda los métodos de las ciencias particulares y constituye el objetivo positivo de la filosofía. La Idea de Libertad, por ejemplo, no se reduce al terreno de la política, del derecho, de la sociología, de la moral o de la psicología; también está presente en la estadística o en la mecánica («grados de libertad»), en la física o en la etología: cada una de estas disciplinas puede ofrecer conceptos categoriales precisos de libertad, pero la confrontación de todos estos conceptos, desde la perspectiva de la Idea de Libertad, rebasa obviamente cada una de estas disciplinas y su consideración corresponde a la filosofía. [3, 5]
Categorías del hacer.- Categorías del ser.-
Si nos atenemos al punto de vista holótico, según el cual las categorías son totalizaciones sistemáticas [162] resultantes de operaciones de totalización [154-156, 160], podemos encontrar un criterio para establecer órdenes de categorías según que las categorías resultantes tengan que ver, ya sea con totalidades efectivas (segregadas estructuralmente de las operaciones genéticas) ya sea con las operaciones de totalización (que acaso sólo son, al menos en muchos casos, meramente intencionales). Más aún, si mantenemos la tesis de que toda totalidad categorizada es siempre el resultado de una totalización, podríamos dibujar la posibilidad de órdenes de categorías que, sin embargo, estuviesen entre sí vinculadas por las conexiones que median entre las operaciones y sus resultados.
Desde este punto de vista cabría agrupar las categorías (atendiendo al grado de «segregación» de las operaciones que ellas hayan alcanzado) en dos grandes órdenes fundamentales. Ordenes que no representarán necesariamente tanto la distancia (o aislamiento) entre supuestos conjuntos o sistemas de categorías que estuviesen «mutuamente vueltos de espaldas», cuanto la inconmensurabilidad esencial entre conjuntos de sistemas de categorías que, sin embargo, resultan ser concurrentes (existencialmente) en la constitución del mundo real de los fenómenos.
Los dos órdenes fundamentales de categorías que cabe determinar los denominaremos, valiéndonos del par de ideas que, en lengua española, se expresan por los verbos hacer y ser. Mencionamos la lengua española precisamente porque, en ella, hacer, aunque deriva del facere latino, incluye también el significado del agere (tanto decimos «hacer una casa» como «hacer una ley»; una «faena» es, a la vez, un trabajo de campo y una «maniobra» taurina y, por extensión, política). Desde otros puntos de vista podría considerarse este proceso como una pérdida de acuidad semántica (comparable a la que borró las diferencias entre el vel y el aut latinos en un único «o»); pero también puede interpretarse este proceso como una «ganancia en abstracción» o, sencillamente, como la recuperación de un concepto genérico (hacer, en el sentido de la praxis humana) que hubiera sido «fracturado» por motivos ideológicos (por ejemplo, por la división en clases que opone los trabajadores manuales –laboratores, en el ámbito de la idea del facere– a los «hombres libres» –oratores, políticos, en el ámbito del agere-). Por otro lado, el facere latino corresponde a la poiesis aristotélica, una «fuerza natural» que habría de ser moderada y canalizada por la virtud de la techné (que los latinos tradujeron por «arte»); el agere latino corresponde a la praxis aristotélica, una «fuerza natural» que también habría de ser moderada y canalizada por una virtud, la phronesis (que los latinos tradujeron por prudentia). Ahora bien: mientras que en román paladino el hacer incorporó las funciones del agere, el lenguaje propiamente académico (pero ampliamente difundido por la tradición de Cieszkowski, Marx, el pragmatismo de James, Gramsci, &c.) ha incorporado a la jurisdicción del término praxis las funciones del facere.
Tanto el «Reino del hacer» como el «Reino del ser» contiene «unidades» que, al menos aparentemente, se comportan de maneras que tienen mucho que ver con las categorías. Por ejemplo, las doctrinas de las virtudes (o de los hábitos), propuestas por Platón, Aristóteles, Espinosa o Kant, se desarrollan por medio de listas o tablas en las cuales se representan «sistemas» de virtudes o de hábitos relativamente independientes (aunque los estoicos negasen este punto) susceptibles de ser poseídos, en diverso grado, por los sujetos humanos (quien tiene hábitos o virtudes artísticas o tecnológicas, acaso carece de hábitos o virtudes políticas o prudenciales); independencia que no excluye su concatenación en la vida personal y social. No constituye, por tanto, «cuanto a la cosa», ninguna novedad el que hablemos de un «orden de categorías del hacer», contraponiéndolo a un «orden de categorías del ser». En todo caso, la distinción entre estos dos órdenes de categorías (de conjuntos de categorías sistemáticas) puede ponerse en estrecha correspondencia con otras distinciones. En la tradición escolástica, con la distinción entre un Entendimiento práctico y un Entendimiento especulativo; en la tradición kantiana, con la distinción entre las categorías de la Naturaleza y las categorías de la Libertad. Esta distinción se reproduce en la distinción que Kant propone en su Antropología entre una «antropología fisiológica» (que investiga «lo que la Naturaleza hace del hombre») y una «antropología en sentido pragmático» (que investiga lo que el hombre mismo, como ser que obra libremente «hace o puede hacer por sí mismo»: «obrar libremente» puede interpretarse como un modo de referirse a la praxis, en cuanto conducta codeterminada por otras conductas, conductas normadas). [233-238, 258]
Desde el punto de vista gnoseológico, la distinción entre las categorías del ser y las categorías de la hacer se corresponde con la distinción entre totalidades a-operatorias y ß-operatorias, distinción que hay que poner en correspondencia con la distinción gnoseológica entre las ciencias naturales (entendidas a veces, desde Abenhazam hasta Marx, como «ciencias comunes a todos los pueblos») y las ciencias humanas o culturales (entendidas a veces, desde Abenhazam hasta Pike, como «ciencias propias de cada pueblo», como folklore, en el sentido de Thoms) [225-232]. {TCC 596-599}.
CONEXIÓN ENTRE EL ORDEN DE CATEGORÍAS DEL HACERY EL ORDEN DE CATEGORÍAS DEL SER
He aquí las tesis que, desde el materialismo filosófico, mantenemos en relación con la cuestión de la conexión entre el orden de las categorías del hacer y el orden de las categorías del ser.
(1) Ambos órdenes de categorías son distintos, y las diferencias pueden declararse de muy diferentes maneras. Subrayaremos el diferente «comportamiento» de estos órdenes de categorías ante las «categorías teleológicas»: mientras que las categorías del hacer están intrínsecamente asociadas con las categorías teleológicas en sentido estricto (proléptico), en cambio las categorías del ser se segregan de todo tipo de prólepsis y de teleología proléptica. [120]
(2) El orden de las categorías del hacer comprende diversas categorías sistemáticas, y conjuntos de categorías sistemáticas, tales como «categorías tecnológicas» (arquitectónicas, musicales), «categorías políticas», «categorías económicas», &c.
(3) Las categorías del hacer y, en particular, las categorías tecnológicas, constituyen la génesis de cualquier otro sistema o conjunto de categorías. Esta es la versión, desde la doctrina de las categorías, del principio del verum est factum (el concepto de ley natural, por ejemplo, procedería de la política o de la moral). No hay, según esto, categorías del Ser (o de la Naturaleza) que puedan considerarse constituidas al margen de la praxis humana, sin que esto quiera decir que se reduzcan a ella.
(4) Supuesta la constitución de estructuras categoriales objetivas (categorías del ser) admitimos que ellas pueden alcanzar un grado de rigor mayor que el accesible a las categorías del hacer que conducen a ellas.
(5) El mejor criterio que, supuesto lo anterior, podríamos utilizar para delimitar las categorías del ser (es decir, el radio de sus círculos respectivos), será el que se funda en el análisis de los caminos que conducen desde las categorías del hacer hasta las categorías del ser, a saber: el análisis de los procesos de constitución de las ciencias mismas. No disponemos de ningún criterio objetivo para determinar las categorías del ser, en función de las categorías de la praxis, que pueda utilizarse con independencia de la consideración de la realidad de las mismas ciencias. No por ello sostenemos que la «deducción del conjunto de las categorías ontológicas» es asunto científico; en realidad, no hay tal deducción, ni tal sistema de categorías. Decimos sólo que el único criterio que conocemos para establecer un conjunto (o rapsodia) de categorías ontológicas (distintas de las categorías de la praxis) son los «círculos ontológicos» recortados por las propias ciencias, interpretadas filosóficamente.
(6) Cada ciencia cerrada corresponderá, por tanto, a una categoría sistemática, es decir, a un sistema de categorías.
(7) Tantas categorías ontológicas reconoceremos, según esto, cuantas ciencias cerradas podamos admitir tras el análisis crítico-gnoseológico.
Categorías ontológicas.- Categorías gnoseológicas.-
Consideramos como auténticas categorías ontológicas precisamente aquellas que puedan considerarse delimitadas por las propias unidades científicas. Las ciencias positivas constituidas son, según esto, nuestro «hilo conductor», un hilo que no nos lleva, desde luego, a un sistema o tabla de categorías, sino, más bien, a una rapsodia de las mismas. Una rapsodia en la que figurarán pongamos por caso, las «categorías lógicas», las «categorías matemáticas», las «categorías mecánicas», las «categorías químicas», las «categorías biológicas», las «categorías etológicas», las «categorías antropológicas», las «categorías lingüísticas», &c. En el conjunto o rapsodia global de categorías habrá que distinguir diferentes subconjuntos según criterios capaces de englobar a ciertas categorías, dejando fuera a otras; de este modo, podremos acaso poner a un lado las categorías lógicas y las matemáticas, englobándolas bajo el rótulo de «categorías formales» (propiamente son órdenes o subórdenes de categorías) y a otro lado las categorías físicas, químicas, biológicas, &c., englobándolas bajo el rótulo de «categorías materiales». El «principio» será siempre el mismo: tantas categorías como ciencias; tantos tipos de categorías como tipos de ciencias podamos establecer. En este sentido, las categorías ontológicas se corresponden con las categorías gnoseológicas y recíprocamente. {TCC 602 / ? TCC 603-608, 618-646} (borrar todos los anteriores).-
Cajamarca, septiembre del 2007
Escuela
A mis maestros de toda la vida…
Es tarde. Ya se han ido todos y he quedado sola. Me espera un largo fin de semana. Hace frío, llueve y es posible que me ponga melancólica. Pero esta noche, cuando las sombras han invadido cada sector de mi estructura, cuando ha quedado flotando en el aire el eco de las conversaciones y los gritos de una semana intensa… quiero bajar al corazón de mi misma, para recorrerme y revisar mi pasado y mi presente.
Pienso en mis orígenes, en la construcción que me permitió convertirme en una entidad real, en una presencia familiar en la comunidad. No voy a entrar en los detalles de los planos, los movimientos de tierra, la acumulación de materiales, el laborioso trabajo de los constructores y los obreros. Fue un estreno glorioso encontrarme con las paredes nuevas, los pisos brillosos, los techos seguros, los fundamentos sólidos, las aberturas aceitadas, el mobiliario reluciente…
Me resulta difícil ver en las paredes de hoy los muros de entonces: estas paredes descascaradas, manchadas, escritas, mil veces pintadas -son todavía sólidas pero necesitan cada vez más de cimientos confiables. Es cierto que en algunos sectores- comprobados ciertos riesgos hubo que rellenar grietas, agregar columnas, construir encadenados… pero en el corazón de la tierra, en un fondo oscuro y húmedo, resiste el corazón del hierro y el cemento. Las paredes protectoras no pueden arreglarse por sí mismas; no lo pudieron nunca… y menos en estos tiempos de movimientos frecuentes.
Levanto la vista. Allá está el techo: nadie discute su necesidad, porque es realmente lo que protege y cubre… Pero nada es para siempre… y es el que más ha sufrido cambios y transformaciones: no pudo aguantar tantas modificaciones producidas. ¿A cuántos especialistas tuvieron que llamar a lo largo de todos estos años para resolver su estado crítico?
Cuando aparecí en el horizonte de la ciudad era una de las construcciones más sólidas y mi fortaleza se imponía en un paisaje de casas bajas y de construcciones sencillas. A mi alrededor el escenario fue cambiando y las casitas de entonces se transformaron en las suntuosas casas de hoy, los terrenos baldíos se convirtieron en imponentes edificios de departamentos y la tranquilidad de las calles, en el infierno de la gran ciudad.
Ustedes pensarán que estoy hablando de las cosas materiales. En parte sí, en parte no. Una escuela es mucho más que una construcción. Es una de esos significantes que remiten a un significado material y a "otra cosa"… La casa es la casa, el estadio es el estadio, el banco es el banco, la cárcel es la cárcel, pero la Escuela, es algo más: "la escuela festeja años", "la escuela está en crisis", "la escuela se está renovando"…
Todas estas frases reflejan mucho más que lo material. Cuando me observo a mi misma y miro los pisos, los techos,… ¿Sucede lo mismo con las Iglesias, los Tribunales, las Empresas? ¿Los lugares remiten a realidades que los contienen y los desbordan? ¿Sus usuarios utilizan la denominación para designar de manera indistinta a lo material y a lo institucional?
Los cimientos, las paredes y los techos… estoy pensando además en otras cosas; en quienes diariamente me habitan, en los que comprometen por años su existencia y su labor profesional, en los educandos a quienes acompaño en sus crecimientos. Y pienso también en los quehaceres, que imaginariamente ubico en mi estructura: allá en el techo, los conocimientos; aquí, en mis paredes, los contenidos procedimentales; y abajo, en los cimientos, las actitudes y los valores.
Soy la escuela. La escuela de hoy y de siempre. La escuela material que refleja la otra escuela. Una estructura exterior que permite reconocer los secretos de mi cara oculta. La noche se ha tornado más fría. Tengo ganas de volver al interior de mí misma. Recorro los rincones de este cuerpo… y veo en las aulas, en los patios, en las amplias galerías, en los huecos de las ventanas, las historias más dispares. Las de ayer, las de hoy, las de siempre… ¡Cuántos esfuerzos para llevar adelante lo imposible! ¡Qué mezquinas y lejanas las recompensas! Casi no duermo, pero ciertas noches me sobresaltan algunos sueños. Hoy es una de esas noches.
Mis pesadillas son terribles y curiosas. Me veo a mi misma como una construcción y tengo miedo de proyectar allí lo que me sucede como institución de la sociedad. Contemplo una película de escenas fugaces y sucesivas, con implacables saltos en el tiempo… y observo un proceso paulatino y devastador sobre la escuela: un deterioro progresivo, implacable, inhumano. De pronto veo que se caen los techos a pedazos, un viento huracanado arrebata las chapas, se agrietan las lozas, una lluvia intensa perfora los cielorrasos. En medio del sueño, levanto mi mirada temerosa y veo un cielo impecable, lejano, perfecto y una escuela totalmente desprotegida. El sueño va y viene: primero aparecen, silenciosas, algunas grietas, pequeñas fisuras… y luego van cayendo los históricos ladrillos en un caos destructivo…
Sobreviene una furiosa implosión o el juego de topadoras alocadas destruyendo todos los muros… Al final algo -terremoto seguramente- remueve, con sonido de película, los cimientos y deja al desnudo los grandes abismos… Parece curioso, pero nada hace prever el desenlace: los controles en orden, las planillas correctas, los registros perfectos… y hasta las previsiones de los constructores que en sus diseños me habían…
Los conocimientos (como el techo) son el paraguas protector y la razón de ser de la escuela… pero tienen una difícil tarea: proteger (hacia abajo) y afrontar (hacia arriba) todas las inclemencias del tiempo; no le podemos pedir una fortaleza y una eternidad para la que no fueron preparados; Los contenidos procedimentales exhiben una consistencia que se afianza con los años y sobre su estructura – sólida o endeble – descansa el techo. A veces se desdibujan y parecen ocultarse, como si no existieran… pero las paredes que cumplen la función de delimitar y contener, también deben brindar protección, sino, ¿qué sería de la escuela? En los cimientos moran los contenidos actitudinales: es lo que originalmente me dio origen deberían seguir allí -en la oscuridad y el silencio- dando consistencia al resto.
¿Cómo comprobarlo en el fragor de la lucha diaria y del bombardeo de problemas? Sin su acerada presencia es fácil que la pared se agriete y que los techos se desplomen. Sobran experiencias al respecto. Los hábitos y las actitudes están allí abriendo las puertas, marcando el camino, tramando las condiciones de posibilidad de todo… porque sin ellas no hay forma de construir. Esa ha sido la razón de ser de mi histórica presencia. Los hierros firmes y eternos que encadenan mi estructura en las bases, se proyectan en forma de columnas en las paredes y terminan en las vigas del techo. Hay una red (oculta) que me recorre y enlaza todo… pero yo no podría sostenerme sin los cimientos. Las actitudes claramente definidas y consolidadas se proyectan en contenidos procedimentales y se cierran en la apertura hacia los siempre dinámicos contenidos conceptuales.
El universo de los valores recorre y sostiene desde la base; los muros del saber hacer (y transferir) otorgan las estructuras, y la vastedad del conocimiento (cambiante pero sistemático, variado pero organizado, expansivo pero nucleado en torno a grandes ejes, alternante pero capaz de soportar cualquier crítica) permite constituirme definitivamente en escuela.
Entonces, despierto enloquecida, me levanto de mi letargo y voy apresurada a mirarme: toco las paredes, observo la quietud y la firmeza del piso, la aparente seguridad del techo… y respiro tranquila. Todo ha sido un sueño. Pero el sobresalto llega siempre a la mañana siguiente. Recorro la estructura material, acerco mis oídos al imperceptible murmullo de los rincones, y observo que hay otra escuela, un espejo en el que necesariamente me reflejo, otra realidad en la que yo misma estoy padeciendo mi demolición.
El proceso destructivo sigue los mismos pasos: primero me roban los conocimientos: los cambios tormentosos van desnaturalizando su presencia y terminan por hacerlos volar; las sustituciones son pasajeras e inservibles: un techo lejano e infinito se alza sobre la escuela, definitivamente desprotegida.
Luego van perdiendo valor los contenidos procedimentales, los van carcomiendo la repetición y el aburrimiento y los desploman la inutilidad y la falta de imaginación. Finalmente se produce el perjuicio mayor: se deshacen las actitudes y los valores. Un estadillo y miles de acciones me van quitando lo poco que me queda, la única, definitiva posibilidad de reiniciar el proceso de re-construcción… Y como escuela, siento que quedo vacía.
Y una escuela vacía, hueca, vieja, fría no tiene ningún atractivo. A menos que me vuelvan obligatoria, me disfracen de superficiales intereses o me sostengan con otras intenciones, manifiestas u ocultas Tal vez solamente se trate de un sueño, de una pesadilla de fin de semana o de noche de lluvia.
¡Ayúdenme a despertar por favor, ayúdenme a conocer la realidad o regálenme otro sueño: la posibilidad de llegar a ser la que era… y para siempre!
No. No estoy soñando. Una escuela nunca duerme. Hay sobresaltos y sufrimientos que uno quisiera que no fueran reales, pero a Ustedes no puedo engañarlos. Creo que mis estructuras se han ido debilitando y que muchos se han aprovechado de mi fragilidad.
Pero soplan vientos de conciencia crítica y de entusiasmos renovados, se deja oír el murmullo de un mundo que se va y de una civilización que nace, florecen caminos abiertos y nuevos heroísmos urdidos en la trama de esfuerzos cotidianos. Siento que la presencia de tantos educadores preocupados por mis padecimientos es mi mejor remedio. Y que la esperanza se instala en cada uno de ustedes para recrearme para siempre.
Luis Ernesto((
Cajamarca, Ciudad del Cumbe, Cajamarca la Hermosa,
Diciembre, mes de viento, calor y frío; y de mucha alegría y jolgorio matinal; 2006.
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Por Dr. Luis Alberto Navarrete Obando; Abogado; Doctor en "Filosofía y Humanidades", por la Universidad "La Salle", Barcelona-España; Doctor en "Educación, Cultura y Desarrollo Social para América Latina y El Caribe", por la Universidad de La Habana-Cuba; Magister en "Ciencias de la Educación Superior e Investigación Universitaria", por la Universidad de La Habana – Cuba; Consultor Permanente de la UNESCO-ONU en Temas de Educación, Cultura y Desarrollo Social para América Latina y El Caribe; Escritor, Ensayista y Poeta; Miembro Numerario de la "Sociedad Latinoamericana Iusfilosófica"; Miembro Numerario de la "Sociedad de Leyes del Perú"; Condecorado como "Doctor Honoris Causa" por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) – México D.F.; incorporado como "Doctor Honoris Causa" por la Federación Nacional de Abogados de México; incorporado como "Honorarium Member" por la Federal Association of Lawyers of Los Angeles (EE.UU.); Catedrático Principal en la Escuela de Post Grado de la Universidad Nacional de Cajamarca; Colaborador Ad Honorem del Área de Investigaciones de la Universidad Nacional de Cajamarca; Catedrático invitado de la Escuela de Post Grado de la Universidad Nacional de Trujillo; Condecorado como "Doctor Honoris Causa" por la Universidad Nacional de Trujillo (La Libertad-Perú); Catedrático de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Privada "Antonio Guillermo Urrelo" (Cajamarca-Perú); Catedrático de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Privada "San Pedro" (Cajamarca-Perú); el autor del presente trabajo de investigación se desempeña en el dictado de las materias académicas de "Epistemología de las Ciencias Jurídicas" [el autor del presente trabajo es creador de esta materia jurídica, reconocido por la "Scuola della destra dell'università di Milano" (Milán-Italia)], "Filosofía del Derecho", "Sociología Jurídica", "Antropología Jurídica", "Deontología Jurídica y Práctica Forense", "Investigación Científica", e "Investigación Jurídica" en las Universidades antes mencionadas; colaborador de las Revistas Virtuales http://[email protected], http://www.monografias.com, http://www.derechoycambiosocial.com, http://www.derechoypolí[email protected]; y otras; colaborador en la elaboración del "Diccionario Histórico Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de México" y en el "Anuario de la Suprema Corte de Justicia de la Nación" de dicho país; colaborador en el "Anuario" (Revista anual) de la Universidad Nacional Autónoma de México D.F. (UNAM-México); colaborador en la Revista Anual de la Universidad de Milán (Italia); colaborador en la Revista de edición mensual de la Universidad de Barcelona (España); colaborador en la Revista de edición mensual de la Universidad de Madrid (España); colaborador en diferentes Diarios y Revistas especializadas en su país (Perú); Director de la "FUNDACIÓN PARA EL DESARROLLO Y BIENESTAR FAMILIAR" – FUNDEBIF, http://www.fundebif.blogspot.com; Gerente General del ESTUDIO JURÍDICO CONTABLE: NAVARRETE & OBANDO – ASESORES, CONSULTORES & ANALISTAS, http://www.navarreteabogados.org.com.pe, [email protected], [email protected].
Nota.- El autor del presente trabajo es Columnista periodístico: "Derecho y Sociedad", de los Diarios "La República", http://www.larepublica.com.pe; "El Comercio", http://www.elcomercio.com.pe; Diario Oficial "El Peruano", http://www.elperuano.com.pe, (lima); "La Industria", http://www.laindustria.com.pe (Trujillo); Diario Oficial de Cajamarca, "Panorama Cajamarquino", de circulación Regional (Cajamarca), http://[email protected].
® Derechos reservados de Autor, registrado en INDECOPI; "Derecho y Sociedad", Código de marca registrada LANO-CPP-1420-P.
El presente trabajo iniciado en el mes de septiembre del 2007; con las conferencias realizadas en las diferentes Universidades del mundo, donde el autor es invitado para exponer, ha de seguir enriqueciendo su contenido; pues, el presente trabajo de investigación, ha sido aprobado "Scuola della destra dell'università di Milano" (Escuela de Derecho de la Universidad de Milano) – Milán-Italia; y gracias al apoyo académico del Dr. Paccini, Director de Dicha Escuela.
Autor:
Dr. Luis Alberto Navarrete Obando(
Recorte periodístico que realizara el periodista Lic. Jaime Abanto Padilla, sobre el Autor en Enero del 2008
[1] SICHEZ RECAUNSÉS, Luis: “Estudios de Filosofía del Derecho”. Uteha-México. 1946. Ed. Fondo de Cultura. Pág. 37.
[2] ORTEGA Y GASSET, J.: “Prólogo a una Historia de la Filosofía”. Barcelona-España. 1962. Ed. MARCIAL S.I.R.L. Pág. 47.
[3] MARX, Karl: “Filosofía de las Ciencias”. Bs. As. 1973. Ed. CIEDLA. Pág. 73.
[4] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto: “Apuntes de Filosofía, Sociología y Antropología Jurídica”. Cajamarca. 2003. Ed. Centro de Investigaciones de la Universidad Nacional de Cajamarca. pp. 42-58.
[5] Ob. Cit. pp. 63-70.
[6] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto: “Interpretación Filosófica a la Teología de la Liberación del Padre Gutiérrez: Una interpretación Epistemológica”. Trujillo. 1083. Tesis Doctoral. Ed. Studium. Pág. 33.
[7] BUMGE, Mario: “La Ciencia y el Método Científico”. Lima. 1987. Ed. UMSM. pp. 107-112.
[8] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto: “Apuntes de Filosofía, Sociología y Antropología Jurídica”. Ob. Cit. pp. 72-97.
[9] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto: “Interpretación Filosófica a la Teología de la Liberación del Padre Gutiérrez: Una interpretación Epistemológica”. Ob. Cit. Pág. 33.
[10] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto: “Apuntes de Filosofía, Sociología y Antropología Jurídica”. Ob. Cit. pp. 103-117.
[11] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto: “Apuntes de Filosofía, Sociología y Antropología Jurídica”. Ob. Cit. pp. 124-141.
[12] AFTALIÓN, Enrique y VILANOVA, José: “Introducción al Derecho”. Bs. As. 1992. Ed. ADELEDO-PERROT. Pág. 17.
[13] LACLAU, Martín: “Las Bases Filosóficas de la Ciencia Jurídica”. Bs. As. 1993. Anuario de Filosofía Jurídica y Social. T. XII. Ed. ABELEDO-PERROT. Pág. 15.
[14] NAVARRETE OBANDO, Luis Alberto: “Apuntes de Filosofía, Sociología y Antropología Jurídica”. Ob. Cit. Pág. 93.
[15] WITKER Velázquez, Jorge y LARIOS Velasco, Rogelio: “Metodología Jurídica”. México D.F. 2002. Segunda Edición. Ed. Mc. Graw Hill. Pág. 93.
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