La materialización de las relaciones de poder a traves del edificio escolar
Enviado por Darío Yancán
- Introducción
- De los elementos en juego
- De la combinatoria de elementos
- Del programa Duhalde
- Epilogo
- Bibliografía
"El poder no se posee, el poder funciona. El poder no es una propiedad, no es una cosa, no se toma, no se conquista, sino que es una estrategia. No es unívoco, no siempre es igual ni se ejerce siempre de la misma manera, ni tiene una continuidad, sino que es la condensación de redes estratégicas complejas. El poder no esta localizado, sino que es un efecto de conjunto que penetra todas las manifestaciones sociales, y que genera las sociedades disciplinarias: sociedades modernas a partir del siglo XVIII."
Michel Foucault.
Continuamente escuchamos hablar de globalización, de uniformización, hasta de homogeneización; y de hecho la interdependencia de los mercados, la rapidez, cada día más acelerada de los medios de transporte, la inmediatez de las comunicaciones, la velocidad de la información y también en el ámbito cultural, la omnipresencia de las mismas imágenes, hábitos y razones – verdades, la llamada de atención sobre el alza de la temperatura de la tierra o la capa de ozono, nos pueden dar la impresión de que el planeta se ha vuelto nuestro punto de referencia en común.
Esta planetarización puede, según los ámbitos que afecte y la opinión de los observadores, parecer como algo bueno, un mal menor o un horror, pero es, de todos modos, un hecho. Estamos ante una cuestión de facto.
En este contexto, hablar de relaciones de poder dentro de un núcleo social implica la determinación e identificación de los actores y del rol que los mismos desempeñan dentro del conjunto general.
Cada actor constituido desde si como una individualidad genera su espacio, lo demarca, lo custodia. Vemos multiplicarse las reivindicaciones de identidad local con formas y a escalas muy diferentes entre unas y otras o bien los idiomas regionales recobran su importancia como estrategia de resistencia a la disolución que plantea la homologación de hábitos y costumbres.
La permanente búsqueda de mantenimiento de los espacios identitarios implican frecuente impactos en la sociedad que se dan cuando una subjetividad/interés avanza en detrimento de otros.
La lucha social por detentación de espacios dentro de la primacía social se da de manera permanente, hablemos de los conceptos como los dados por Thomas Hobbes que define a: "la instancia política como una forma pacífica de continuar el estado de guerra", o como la definición de León Trosky del concepto de REVOLUCIÓN PERMANENTE.
A partir de la década del '90 y con el llamado "fin de la historia" y su consiguiente muerte de las ideologías, el proyecto de sociedad y de futuro ha salido del campo de la discusión pública fundamentalmente por considerarse que NO HAY OPCIÓN. El devenir de los hechos y el retraimiento de la acción social a la cotidiana lucha por la mera supervivencia, dejó grandes campos del pensamiento en el olvido, un astuto y bien articulado campo del olvido.
Se perdió de vista que la REALIDAD no es más que sólo un esquema construible donde cada actor pugna por la supremacía sobre los otros, y se patetizó la lógica pragmática de lo inmediato, el hoy y ahora. Perdimos de vista que las instituciones son sólo una creación social a su medida y necesidad para actuar como delegada de la voluntad pública, y que las mismas son transitorias en tanto, dicha voluntad necesite de ellas.
Pero cuando las instituciones y el Estado son instrumento del poder prevaleciente, estas dejan de ser necesarias y se vuelven útiles para la construcción de REALIDAD NO DESEADO SINO POLÍTICAMENTE CORRECTA.
Sufrimos la mayor pérdida de todas, la convicción en nuestra capacidad de incidir en el rumbo que toma el porvenir, se nos desterró LA MIRADA PROSPECTIVA.
Estimados ciudadanos, la REALIDAD no es más que una construcción ideológica.
Una construcción ideológica que se basa en definidos aparatos de acción, normas, reglas y políticas.
Así encontramos a la Escuela/Educación cooptada como uno más de los Aparatos Ideológicos del Estado que son empleados para formar consenso y base social. Vemos a la Escuela/Educación con formas que responden al modelo social que se quiere determinar. Formas tanto edilicias como de pensamientos.
Recorreremos, a partir de ahora, los planos y premisas proyectuales que determinan los edificios, la construcción, la construcción de la subjetividad a través de la posibilidad de moverse en espacios afines al tipo de relación social que se pretende reproducir desde el poder instaurado.
PRIMERA PARTE :
De los elementos en juego.
EL PARADIGMA SOCIAL
Los devenires de las sociedades, han ido gestionando con el paso del tiempo, un derrotero de transformaciones de formas sociales donde finalmente lo que estuvo en cuestión es como las formas de poder establecían su relación con el individuo y su cuerpo. Así cada modelo de sociedad realizó sus estrategias de dominación a través de instrumentos/conceptos para reproducirse y la vez reproducir su status quo.
Ante todo y en primer lugar, es necesario reconocer un paso histórico y decisivo en las formas sociales a partir del final del siglo XVIII, que es el paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control.
La sociedad disciplinaria es la sociedad en la cual el dominio social se construye a través de una red ramificada de dispositivos o de aparatos que producen y registran costumbres, hábitos y prácticas productivas. Poner a la sociedad a trabajar y asegurar la obediencia al poder y a sus mecanismos de integración y/o de exclusión, se hace por medio de instituciones disciplinarias -la prisión, la fábrica, el asilo, el hospital, la universidad, el colegio, etcétera- que estructuran el terreno social y ofrecen una lógica propia a la "razón" de la disciplina.
Existe una relación analógica entre los diferentes espacios de encierro –familia, escuela, fábrica, cárcel, hospital, manicomio, asilo, cuartel…– del siglo XIX y primeros del XX. La analogía o la identificación, no se encuentra evidentemente en los objetivos de cada institución sino en la estructura de poder, en la forma del sistema de poder. En ese sentido, la forma-fábrica sería el paradigma que corresponde a este modelo social 뤩sciplinario뺠
LA COMUNIDAD ORGANIZADA en torno al trabajo productivo, de acuerdo con la ley del valor (la mensura es en tiempo de trabajo individual productivo), garantizándose la cohesión social por medio de la espesa red de coerciones disciplinarias que despliegan instituciones normativas como las antes citadas.
El poder disciplinario gobierna, en efecto, estructurando los parámetros y los límites del pensamiento y de la práctica, sancionando y/o prescribiendo los componentes desviados y/o anormales.
Por el contrario, debe comprenderse la sociedad de control como la sociedad que se desarrolla en el extremo fin de la modernidad y opera sobre lo posmoderno, en donde los mecanismos de dominio se vuelven siempre más "democráticos", siempre más inmanentes al campo social, difusos en el cerebro y los cuerpos de los ciudadanos.
Los comportamientos de integración y de exclusión social propios al poder son, de este modo, cada vez más interiorizados en los propios sujetos. El poder se ejerce ahora por máquinas que organizan directamente los cerebros (por sistemas de comunicación, de redes de información, etcétera) y los cuerpos (por sistemas de ventajas sociales, de actividades encuadradas, etcétera) hacia un estado de alienación autónoma, partiendo del sentido de la vida y del deseo de creatividad.
La sociedad del control podría así ser caracterizada por una intensificación y una generalización de los aparatos normalizantes de la disciplinariedad que animan interiormente nuestras prácticas comunes y cotidianas; pero, al contrario de la disciplina, este control se extiende mucho más allá de las estructuras de las instituciones sociales, por la vía de redes flexibles, modulables y fluctuantes.
En general, la sociedad de control se caracterizaría por el ejercicio difuso del poder, que, a diferencia de la sociedad disciplinaria, se extiende a todo el territorio y ya no pasa prioritariamente por instituciones normativas y autoritarias que actúan 른ternamente렳obre la voluntad individual, sino que consiste más bien en una red flexible que constituye a los ciudadanos y los implica en sus estrategias globales, movilizándolos a través de las respectivas tácticas locales.
Para que el sistema funcione 뤥sde dentro렳e requiere que la movilización general no se produzca de forma impositiva desde un Centro o torre de control, sino que el sujeto movilizado debe convertirse desde su cuadrícula correspondiente en colaborador activo (llegado el caso, en delator), en microcentro o centro subsidiario, en estación repetidora y amplificadora del ruido informativo y del 뤩scurso de verdad묠para lo cual necesita una libertad de movimientos, una autonomía, que el esquema disciplinario no permite con facilidad.
Desde ese momento, la autonomía se convierte en un dato –en un 밲errequisito ontológico묠como dice Toni Negri–, en una condición previa para las estrategias de control.
El toyotismo en la fábrica, los círculos de calidad, el salario según mérito, la oposición y la competencia entre iguales, la promoción y la dineromanía, en fin, la sustitución del concepto de fábrica por el de empresa, el neocorporativismo (봯dos somos un equipo멬 la 뤥scentralización련y consiguiente proliferación de centros subsidiarios), son algunos de los hitos bien estudiados de este profundo cambio a escala productiva.
Del mismo modo, se está dando un proceso paralelo en otros ámbitos antes considerados 뮯 productivos련ocio, cultura, política, distribución, consumo…) y cuya distinción de la esfera productiva es cada vez más difícil de realizar, hasta el punto que va resultando vergonzante el entregarse a cualquier actividad explícitamente ociosa en momentos o lugares no previstos para ello: ningún ámbito se libra de esta cultura trabajista, y actividades que hasta hace no mucho eran cosa de vagabundos y desocupados (escritura, ocio artístico, curiosidad investigadora, actividad política, estudios) hoy se las legitima y recubre de insoportable seriedad considerándolas 봲abajo뮠
De esa forma la sociedad se convierte en integralmente productiva, a toda hora y en todo momento, sin excepción, igual al fichar en la oficina por la mañana que al consumir la dosis televisiva nocturna.
Un ejemplo de descentralización del poder sobre la subjetividad, es la protesta que se sitúa en la típica exigencia al poder de 뭦aacute;s información련릩excl;queremos saber!멬 tener 봯dos los datos렰ara poder opinar o criticar o denunciar… cuando acaso sería más oportuno hacer un esfuerzo por estar desinformados y deseducados.
Lanzar una posible línea de fuga que nos desconecte del entubamiento audiovisual y poder así, protegidos del ruido ensordecedor que provoca la saturación informativa, vivir de un modo más auténtico que permita conocer los discursos ocultados, los 볡beres sometidos렮o calificados o descalificados que fluyen por debajo del totalizador (y movilizador) discurso de verdad.
En segundo lugar, el trabajo de Foucault nos permite reconocer la naturaleza biopolítica de este nuevo paradigma del poder.
El biopoder es una forma de poder que rige y reglamenta la vida social por dentro, persiguiéndola, interpretándola, asimilándola y reformulándola. El poder no puede obtener un dominio efectivo sobre la vida entera de la población más que convirtiéndose en una función integrante y vital que todo individuo adopta y aviva de manera totalmente voluntaria. Como dice Foucault, "la vida se ha convertido ahora en un objeto de poder".
La más alta función de este poder es la de investir la vida de parte a parte y, su primera tarea, administrarla.
El biopoder se refiere a una situación en la cual lo que está directamente en juego en el poder es la producción y la reproducción de la vida misma.
Estos dos elementos se enlazan entre sí en el sentido de que sólo la sociedad de control está en condiciones de adoptar el contexto biopolítico como su terreno exclusivo de referencia.
En el paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control, un nuevo paradigma de poder se realiza, el cual es definido por las tecnologías, al reconocer a la sociedad como el terreno del biopoder. En la sociedad disciplinaria, los efectos de las tecnologías biopolíticas eran aún parciales, en el sentido de que la ejecución de las normas se hacía según una lógica relativamente cerrada, geométrica y cuantitativa.
La disciplinariedad fijaba a los individuos en el marco de las instituciones, pero no conseguía consumirlos/consumarlos enteramente al ritmo de las prácticas y de la socialización productivas; no alcanzaba hasta el punto de penetrar por entero las conciencias y los cuerpos de los individuos, hasta el punto de tratarlos y organizarlos en la totalidad de sus actividades.
Ante esta falencia entra en juego el biopoder, que es llevado a su máxima expresión en la actualidad, bajo dos formas fundamentales:
el cuerpo máquina y
el cuerpo especie.
El cuerpo máquina, cuerpo individual, considerado como fuente de fuerza de trabajo, es a lo que me he referido antes con el poder disciplinario, que se ejerce sobre el cuerpo individual y sobre el cuerpo como máquina, cuerpo que hay que educar aprovechando al máximo sus potencialidades.
Pero al lado de este cuerpo máquina, hay un cuerpo especie, que es el cuerpo como objeto de estudio (estudios sobre natalidad, mortalidad,…), el cuerpo no como máquina rentable, sino el cuerpo como cuerpo viviente. Los mecanismos de la vida (natalidad, procreación, muerte, salud…), llegan a hacerse objeto de cálculos y previsiones.
Entonces aparece algo nuevo, la biopolítica.
De lo que se trata es de regular la vida, un adiestramiento en la obediencia sin tener que recurrir a la exclusión o a la tortura. El cuerpo ya no es un resto (del alma), sino que es positivado desde la medicina en general o desde la sexología.
Estamos ante uno de los fenómenos fundamentales del S. XIX, y que se prolonga y llega a su culminación a fines del siglo XX, que es que el poder se hace cargo de la vida, es una estatalización de lo biológico. Pero no es que el biopoder cancele el derecho de muerte, sino que lo modifica, es un poder de hacer vivir (regular la vida) y de dejar morir.
En la sociedad disciplinaria, así, la relación entre el poder y el individuo era todavía una relación estática: la invasión disciplinaria del poder "contrapesaba" la resistencia del individuo.
Por el contrario, cuando el poder se hace totalmente biopolítico, el conjunto del cuerpo social es apresado por la máquina del poder y desarrollado en su virtualidad.
Se expresa así como un control que invade las profundidades de las consciencias y de los cuerpos de la población y que se extiende, al mismo tiempo, a través de la integralidad de las relaciones sociales.
La imagen más completa de este mundo es ofrecida en una perspectiva financiera. Desde este punto de vista, podemos distinguir un horizonte de valores y una máquina de distribución, un mecanismo de acumulación y un medio de comunicación, un poder y un lenguaje. No existe "vida bruta" ni punto de vista exterior, nada, que pueda ser colocado en el exterior de un campo controlado por el dinero: nada escapa al dinero. Producción y reproducción son revestidas de hábitos financieros y, de hecho, sobre la escena del mundo, cada figura biopolítica se presenta adornada de sus oropeles monetarios.
Cuanto más se profundiza el análisis, más se descubre, a niveles crecientes de intensidad, las ensambladuras comunicantes de relaciones interactivas. El desarrollo de las redes de comunicación posee un vínculo orgánico con la aparición del nuevo orden mundial: se trata, en otros términos, del efecto y de la causa, del producto y del productor.
La comunicación no sólo expresa sino también organiza el movimiento de mundialización. Organiza multiplicando y estructurando las interconexiones por medio de redes; expresa y controla el sentido y la dirección del imaginario que recorre estas conexiones comunicantes. En otros términos, el imaginario es guiado y canalizado en el marco de la máquina comunicatriz.
Eso que las teorías del poder de la modernidad han estado forzadas a considerar como transcendente, es decir, exterior a las relaciones productivas y sociales, es aquí formado en el interior, es decir, inmanente a estas mismas relaciones.
La síntesis política del espacio social es fijado en el espacio de la comunicación.
Es por esta razón que las industrias de la comunicación han tomado una posición tan central: no sólo organizan la producción a una nueva escala e imponen una nueva estructura apropiada al espacio mundial, sino que convierten también su justificación inmanente. El poder organiza en tanto que productor; organizador; habla y se expresa en tanto que autoridad.
El lenguaje, en tanto que comunicador, produce mercancías y crea, además, subjetividades que pone en relación y que jerarquiza. Las industrias de comunicación integran el imaginario y lo simbólico en la estructura de lo biopolítico, no sólo poniéndolos al servicio del poder, sino integrándolos realmente y de hecho en su propio funcionamiento.
EL PODER
La obediencia y el mando son dos fenómenos que han estado presentes en el desarrollo de la humanidad y hasta en los animales. Lo cierto es que, si comprendiéramos el poder, comprenderíamos mucho lo inmensamente bello que existe en los actos de los individuos y lo inmensamente diabólico que esconden sus acciones.
El juego del poder se concretiza en las grandes acciones y también en las pequeñas, donde se encuentra la verdadera intención que encierra la lucha por el poder.
No estoy diciendo que la lucha por el poder sea dañina; lo criticable es cuando el poder se convierte en un medio para obtener beneficios para unos pocos. El poder, entonces, siendo el objeto de estudio de la política, constituye una categoría fundamental para entender las relaciones entre los individuos y entre las naciones, y nos revelará fenómenos de autoridad sutiles y complejos que permean los procesos sociales.
El análisis de los procesos sociales permite observar que siempre y, en muchos casos, de forma inconsciente, los individuos se encuentran en situación de mandar o de obedecer, o de ambas cosas a la vez. Muchas veces estas relaciones de dominio o sumisión son muy difíciles de visualizar. No es conveniente considerarlas por separado: las relaciones de poder son producto de ambas.
El término poder, bajo la concepción que se entenderá en este trabajo, debe interpretarse como un conjunto de relaciones entre las personas, no el poder que ejerce el hombre sobre la naturaleza o sobre los animales.
En las acciones de la Naturaleza, no se encuentra, sino porque ese comportamiento proporciona alimento y defensa contra los depredadores, porque espacia la población y evita el hacinamiento y porque tiene un valor de adaptación. La agresión es una estrategia de supervivencia que ha evolucionado para servir a la vida.
La geometría más observada de una jerarquía de dominación, tanto en las grandes corporaciones como en los grupos humanos es una relación donde, el gerente delega en los gerentes medios, éstos en los jefes de divisiones y así sucesivamente.
Igual sucede con los animales: hay unos que mandan, y otros que obedecen, que están más abajo y que no tiene a quien mandar. Es muy raro observar que un macho comience siendo un alfa, sino que debe ganarse el ascenso a través de la conducta de dominación. Los animales y los humanos que forman parte de una jerarquía lineal deben saber dominar a los que están abajo y someterse a los que están arriba.
En ellos coexisten dos fuerzas opuestas: la tendencia a la dominación y la tendencia a la sumisión.
Las relaciones de poder pueden desencadenar los procesos siguientes: sumisión, identificación, interiorización y oposición.
Sumisión
La disposición a someterse, a acatar las órdenes de otros sin ofrecer resistencia puede estar motivada por varios factores. Podría deberse a un cansancio y resignación, producto de la experiencia del individuo de derrotas pasadas, a la desconfianza en los dirigentes y en las organizaciones.
Esta actitud de resignación no va acompañada de la aceptación pasiva por parte de la persona; más bien, indica un estado de impotencia frente al poder, sin llegar a tener ninguna identificación con la autoridad y está a la espera de que existan las condiciones mínimas para revelarse contra ella. Acata la autoridad mientras no puede hacerle frente; sabe, por experiencia, que no puede actuar si no existe el apoyo para su causa, pues sin este apoyo está nuevamente condenado al fracaso.
Si la situación lo obliga a ser sumiso, debe saber moverse con mucha rapidez y astucia entre los dédalos del poder.
Identidad
En este caso, el individuo deja de ser el mismo y se transforma en una persona idéntica a las demás y actúa tal como los poderosos esperan que lo haga. Es tal su identificación con los otros que resulta muy difícil distinguirlos entre sí. Al despojarse de su personalidad, se convierte en un autómata más y para compensar la pérdida de la personalidad, el individuo se conforma con su situación.
Este proceso de automatización convierte al individuo en un ser inseguro y desamparado; de aquí que él busque la protección y esté dispuesto a someterse (incluso muy entusiastamente y con orgullo) a aquellas autoridades que le ofrecen seguridad y protección. Se somete al poderoso y, al mismo tiempo, se actúa como él; a pesar que acepta el poder de los otros, no internaliza sus valores y las normas involucradas. En opinión de Erich Fromm, fue este proceso de identificación de la clase media con el poder alemán que caracterizó el núcleo del movimiento nazi.
Interiorización
A través de este proceso, llamado también proceso de socialización, el individuo hace suyos los principales valores del sistema dominante, se apropia de ciertas características que refleja el sistema de poder y se operan ciertos cambios en la conducta del individuo que tienden a ser más o menos permanentes. Estas características pueden ser denominadas como: valores, motivos sociales, actitudes, creencias, etc.
Los grupos que poseen recursos y, por tanto, poder, suelen imponer a la sociedad su sistema de ideas, el sistema de ideas de los que carecen de recursos es un sistema impuesto.
Como el yo del individuo se encuentra debilitado, la persona es incapaz de darse cuenta de su inseguridad y de reconocer que los pensamientos y las emociones no son realmente de ella, sino que han sido recibidos desde afuera, interiorizados a través de instrumentos especializados en crear en los individuos el conformismo, la apatía, el temor y la aceptación pasiva del poder establecido.
En muchos casos, los individuos llegan hasta admirar y servir a su opresor; admiración y servilismo que son productos de su temor hacia el poderoso.
Existe una red bien organizada de instituciones, difundidas en la sociedad, encargadas del proceso de alienación de las personas. Instituciones como la iglesia, el estado, la familia, la escuela, partidos políticos, los sindicatos y gremios, las empresas son algunos de los mecanismos especializados en este proceso de socialización del conformismo. El individuo se convierte en un autómata: piensa, siente y quiere de acuerdo a lo que los demás piensan, sienten y quieren.
De esta manera, el individuo cree que existe una relación de armonía con los poderosos, colabora con ellos y está dispuesto a defender los intereses de los que tienen el poder, porque cree que son sus propios intereses los que están en juego. Pierde, así, sus últimos vestigios de personalidad.
Oposición
Es una reacción de rechazo a la autoridad, de inconformidad con el poder. No consideraré esta acción de rechazo a la sumisión como propia de un delincuente, como en muchos casos se hace, para tipificar conductas desviadas y justificar ciertas acciones represivas por parte del sistema de poder. Más bien, la considero como una forma de rebeldía ante una situación abusiva del ejercicio del poder.
Más que una conducta desviada, la tipifico como una conducta normal que permite al individuo luchar para dignificar su existencia y lograr su verdadera libertad, con la conquista de la identidad que le ha sido despojada.
El que se revela contra el sistema de poder asfixiante es un quebrantador de las tablas de valores dominantes y es, también, un creador de nuevos valores que promueven la existencia de EL HOMBRE NUEVO.
Conoce de los riesgos y que lo novedoso y el cambio siempre generan oposición; pero, los quebrantadores de valores son creadores, duros y no desean nada gratis. Sólo los mediocres prefieren las cosas fáciles y gratis y se opondrán a todo aquello que indique cambio
EL ESTADO
La estatidad se podría resumir como el conjunto de atributos que definen el surgimiento de una instancia de organización del poder y de ejercicio de la administración pública (el Estado Nacional).
Esta definición supone que el Estado adquiera tres propiedades:
1) La capacidad de externalizar su poder.
2) La capacidad de institucionalizar su autoridad.
3) La capacidad de diferenciar el control.
La capacidad de externalizar su poder requiere, obtener el reconocimiento como unidad soberana dentro de un sistema de relaciones interestatales. Para esto, es necesario que tenga la capacidad institucional de reclamar para sí, exitosamente, el monopolio de la fuerza en un territorio delimitado y lo que es más importante aún, que tenga una política de comunicación para que el resto de los Estado lo respete. Para lograr la consolidación territorial es necesario determinar cuales son sus fronteras, estas serán hasta donde llegue su sistema de poder.
En este esquema, el monopolio de la fuerza, sólo representa el aspecto violento, la última instancia y por lo tanto su parte más importante. Sin embargo, al igual que la fuerza, la capacidad de formar una imagen, y comunicarla, tendrá un rol fundamental en este proceso. Es necesario que el estado sea capaz de "mostrar" en el exterior que es capaz de resolver sus conflictos internos. Es un elemento simbólico de tipo "propagandístico" que consiste en difundir la idea que dentro de un territorio existe una suerte de unidad.
La capacidad de institucionalizar la autoridad implica imponer una estructura de relaciones de poder que garantice su monopolio sobre los medios organizados de coerción.
La idea central de este punto es la necesidad de crear una burocracia estatal.
El Estado necesita institucionalizar la autoridad para generar, y que sean respetadas, las reglas de juego. A la vez, esto implica la existencia de un sistema que por medio de las instituciones logre evitar posibles crisis de legitimidad y que permita que el liderazgo no se desgaste constantemente. La existencia de reglas de juego implica que una demanda deba recorrer un gran camino hasta constituirse en algo de carácter nacional.
Los medios de comunicación sirven para informar las reglas y por lo tanto reducen los costos de la imposición de éstas. Sin embargo, esta no es toda la relación.
Los medios de comunicación no solo informan reglas preestablecidas sino que también crean reglas de juego nuevas que repercuten en la misma burocracia estatal.
La capacidad de diferenciar su control se lleva a cabo "…a través de la creación de un conjunto funcionalmente diferenciado de instituciones públicas con reconocida legitimidad para extraer establemente recursos de la sociedad civil, con cierto grado de profesionalización de sus funcionarios y cierta medida de control centralizado sobre sus variadas actividades".
La idea en este atributo es que se van definiendo instituciones, estableciendo sus límites, que permiten materializar la dominación y extraer recursos de la sociedad civil. Es la diferenciación funcional de las agencias burocráticas del Estado.
Esto es un poder capaz de influir en las acciones de los otros y crear acontecimientos reales a través de los medios de producción y transmisión de las formas simbólicas (como el lenguaje, los idearios y la ideología).
Para que el Estado logre controlar esta esfera, es necesario quitarles dicho atributos a instituciones que lo han ejercido históricamente como las instituciones religiosas, las instituciones educativas y las instituciones mediáticas.
El principal método que utilizó el Estado para controlar los medios de comunicación fue el de quitárselo, en la medida que pudo, a las instituciones que antes lo ostentaban (como la Iglesia y la Escuela). El estado fue comprobando como a mayor manipulación de los medios de comunicación y educación obtenía más velozmente una identidad colectiva.
La capacidad de internalizar una identidad colectiva probó ser uno de los métodos más eficientes para garantizar la dominación a tal punto que se convirtió en uno de los principales objetivos de algunos gobiernos, para implementar con un menor costo sus políticas.
En la Argentina, a lo largo de los dos primeros gobiernos peronistas (1946-1955) se produce en el sistema educativo argentino lo que algunos teóricos, han denominado "politización" de los contenidos escolares. Entendiendo este fenómeno como la introducción y enseñanza obligatoria en los distintos niveles del sistema, sobre todo a partir de 1949, de contenidos de corte político-partidario.
La gran fuerza que otorga el control ideológico, producto de esta internalización de una identidad colectiva, radica en el hecho que permite ejercer el poder desde su punto más sutil. Una instancia donde quien es manipulado ni siquiera reconoce la existencia de dicha dominación.
LA AUTORIDAD
La autoridad per se no es dañina, el tema en cuestión son sus facetas y la forma de ejercerla.
Pretender eliminarla, sería una tarea inútil e imposible, es inherente a la condición humana. En el estudio de las relaciones de poder en las organizaciones, habrá que considerar que la autoridad presenta distinta naturaleza de acuerdo con la intención de quien la ejerza.
Existen personas que usan su poder para sus propios intereses, para destruir, para dañar.
Hay otras, en cambio, que emplean su poder para la consecución de una causa común. De igual manera, existen dos formas de obediencia:
la servil y la libre.
Por eso, es muy importante determinar la naturaleza de la obediencia.
Todos los sistemas sociales, y particularmente el nuestro, funcionan a través de un red de reciprocidades de obediencia común. En todos ellos existe una marca diferencial de poder que caracteriza toda la red de relaciones y es, precisamente, el fenómeno de la obediencia que nos develará todo un conjunto de fenómenos que operan tras la conducta humana.
Estamos "programados" para creer y para hacer lo que se dice, para aceptar sin análisis y cuestionamiento sus "verdades". Las instituciones, que conforman lo que Foucault denominó "un sistema de micropoderes," tienen la función de congelar las conciencias de los individuos a través de procesos subliminares de condicionamientos, que inhiben la actividad creadora del individuo y lo hacen renunciar a su deseo de libertad, ejerciendo un control internalizado, el cual es, en muchos casos, la forma más represiva de control.
La función de la educación está muy bien condensada en la frase que Gabriel García Márquez cita en su famosa obra Vivir para contarla:
"Desde muy niño tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela".
LA INSTITUCION
En el proceso de construcción de la cultura, las sociedades van fijando ciertas pautas que suscriben comportamientos más o menos estables. A estos conjuntos organizados de modos de actuar e ideas asociadas a ellos, que sobrevive a los individuos, la sociología denomina Instituciones.
Dentro de las Instituciones pueden distinguirse dos niveles o formas de analizar una misma realidad:
La Institución como una constelación o complejos de normas y principios que regulan, por medio de la ley y otros mecanismos de control social, la acción y las relaciones sociales.
La Institución como organizaciones y colectividades como por ejemplo la escuela, la familia, la comunidad religiosa.
Desde estas dos perspectivas, se habla de la Institución escolar como colectividad organizada que persigue ciertos fines y como conjunto de normas que regulan la actividad educativa.
Con el surgimiento de las ciencias humanas en la matriz de la sociedad disciplinaria, la criminología, la psicología, la psiquiatría, la medicina y la pedagogía logran status científico a partir de mecanismos de poder, fundamentalmente desde la técnica del examen y la medición del individuo.
Estas ciencias se caracterizan por dar cuenta de un sujeto individual conformado de acuerdo a mecanismo de poder y de saber, en virtud de ellos se lo construye dócil, domesticado, castrado; en suma un sujeto normal.
Estas técnicas conforman entonces verdaderas tecnologías de subjetivación.
Son de importancia los análisis de casos institucionales; la modernidad que colocó a las instituciones como principio organizativo fundamental de la sociedad, sentó las bases al mismo tiempo para la vigilancia continua de los sujetos albergados en ellas.
El siglo XIX, y también la sociedad actual, produjeron el despliegue de una vasta red de instituciones de sujeción y control. Todas isomórficas al célebre modelo del panóptico: en una institución panóptica el poder se ejerce a través de la mirada de guardiacárceles, maestros, capataces y demás funcionarios políticos.
Este ejercicio del poder da nacimiento a un cierto tipo de saber respecto de los sujetos vigilados (presos, alumnos, obreros, locos, enfermos, etc.) que se registra cuidadosamente en archivos y documentos. Este saber de poca gloria que recoge la pequeña historia de vida de los individuos encerrados no es un saber inocente sino que realimenta y hace más sutil el ejercicio del poder disciplinario.
Ahora bien, este saber es la base material a partir de la cual surgen algunas ciencias humanas. La psiquiatría, la psicología, la criminología, la medicina, la pedagogía nacen entonces de la vigilancia, el control y la corrección institucional.
Uno de los elementos más criticados a las instituciones es precisamente cómo la vida institucional elimina la singularidad. La falta de intimidad y privacidad pone en crisis la propia identidad de los sujetos.
La apropiación del espacio pasa más por la posibilidad de reconocerse en un lugar determinado que por lograr confort. En los edificios en los cuales abundan signos y códigos de empleo de otro patrón social, destinados a la internación de quienes provienen de hogares muy pobres no pueden identificarse.
Ahora bien, Gilles Deleuze nos recuerda la crisis de las instituciones de encierro: "弥m>Todas las instituciones sufren reconversiones, reformas y caducidades por parte de los gobiernos para mitigar los efectos metamórficos de la sociedad y, en el fondo, todo el mundo es consciente que son reflejo de realidades que han perdido su papel central, que languidecen, e incluso que algunas de ellas son claras candidatas a extinguirse."
Algo semejante ocurre con los partidos políticos, con la familia, con la fábrica y otras parecidas, que, inmersas en una crisis profunda, tienen ahora un carácter provisional, indefinido, casi técnico, lejos de su papel rector, central, de antaño. La escuela, vive también en crisis y discusión permanente sobre su función (aunque no sobre su existencia) y, aunque su fin no se vislumbra a corto plazo, sufre constantes 벥formas렰ara adecuarse a las nuevas circunstancias (en la escuela, la evaluación continua en vez de los exámenes, la estructura curricular optativa en la Universidad, que sustituye a las viejas titulaciones homogéneas, etc).
No obstante, estas mutaciones que se suceden en la forma de ejercitarse el dominio en absoluto implican la desaparición de todo el arsenal de recursos de la sociedad disciplinaria.
ESCUELA PÚBLICA:
La "escuela" emergió en los siglos XV y XVI sobre la base de las instituciones medievales y es a partir de los siglos XVIII y XIX que comienza a ser objetivado el vínculo entre la educación de los pueblos y la sociedad en su conjunto.
Los procesos de transmisión de saberes a los que estamos acostumbrados tienen lugar en instituciones, y es por ello que muchas de sus propiedades se revelan como naturales y ahistóricas. Interpretamos que las características de la escuela (gratuita, obligatoria, y laica) no escapan a dicho fenómeno institucional.
Permanentemente se ha buscado circunscribir su especificidad, partiendo de conceptos tales como: "la escuela es escuela del saber y de los conocimientos", o también secularizar la producción, distribución y apropiación de éstos "…definiéndose a sí misma como espacio público, dando a los saberes y conocimientos universalidad, criticidad, comunicabilidad y, como tal, tiene significación social".
Así la "enseñanza" entendida como práctica social, logra desmitificar los procesos de transmisión y distribución de los saberes y conocimientos alienándola de los "templos del saber" y despojándola de la búsqueda de "esencias".
Paralelamente al intento de esclarecimiento de sus áreas específicas, la escuela pública adolece de "una pérdida de significación social que tiene que ver con una crisis de lo público como criterio de legitimación social de la circulación de saberes" vislumbrado a través de tres puntos críticos que invisten a la educación de nuestros días:
la crisis de lo público en los saberes,
la crisis de lo histórico en la enseñanza y
la crisis de lo lúdico en el aprendizaje.
Con respecto a la primera, "…mientras la escuela siga pensándose como lugar de contención y comedero y no como ámbito para captar esencias o construir representaciones objetivas de la realidad, se desfasará de su significación social. Porque el saber es hoy la simulación virtual de la realidad y quien conoce es un sujeto ampliado para imaginar posibles".
La escuela es el lugar donde los saberes se hacen públicos, y es por ello que es también en ella donde se sintomatiza la crisis. La llamada resignificación social de la escuela y los contenidos pasa por la vigencia de lo público, refiriéndose a saberes que sean orientados para todos sin restricciones ni jerarquías, y sin expoliaciones de saberes previos.
La crisis de lo histórico en la enseñanza nos recuerda que la escuela es una práctica social concebida como uniformadora (universalidad sin restricciones) pero también homogeneizadora (universalidad que supone despojo de saberes previos).
Una de las maneras de atender a esta problemática es denunciando que la escuela perdió su significación social porque la enseñanza se normalizó, y puede recuperar su significación cuando logra dialectizar la normalización del saber con las innovaciones.
Debemos pensar la institución escolar como una vigencia de lo público: como espacio social del conocimiento, como vigencia de lo histórico: en la práctica social de la enseñanza y como vigencia de lo lúdico: en el tiempo de aprendizaje.
Entiendo que educar en el sentido pleno de la palabra, implica dos operaciones que, aunque distintas, se entrelazan en una simbiosis que apunta a lo que queda del sueño moderno, es decir, una sociedad que progresa linealmente al tercer estadio de la humanidad, el "positivo".
Un primer objetivo es el "instrumental", que en líneas generales intenta que los educandos se hagan acreedores de conocimientos considerados como útiles y válidos.
Un segundo objetivo es el de formar un "sujeto" civil, social, moralizado, adaptado, y capaz de desenvolverse humanamente en las complejas redes sociales.
Las hipótesis de Freud muestran que lo que está en el corazón de la tendencia a la violencia, revela la discordia siempre activa en el interior del ser hablante, o sea su división irreductible producto del hecho de su sumisión al lenguaje, lo que no se logra sin hacerle sufrir al sujeto una pérdida que es de donde se origina la violencia.
La civilización debe poner todo lo que tiene para limitar la agresividad y el odio y para reducirlas con la ayuda de reacciones psíquicas de orden ético.
EL INDIVIDUO Y LOS LUGARES
"Las colectividades [坠como los individuos tienen necesidad simultáneamente de pensar la identidad y la relación y, para hacerlo, de simbolizar los constituyentes de la identidad compartida (para el conjunto del grupo), de la identidad particular (de tal grupo o de tal individuo con respecto a los otros) y la identidad singular (del individuo o grupo en tanto que no son semejantes respecto a los otros)". [坠"Este recorrido es "cultural" esencialmente puesto que, pasando por los signos más visibles, más establecidos, más reconocidos del orden social, delinean simultáneamente el lugar, por eso mismo definido como lugar común"
Partiendo de la afirmación es que "en las sociedades occidentales, por lo menos, el individuo se cree un mundo. Cree interpretar para y por si mismo las informaciones que se le entregan". Plantea la producción de una "individualización de los procedimientos" donde las historias individuales influyen directamente en la historia colectiva, frente a una fluctuación de los puntos de referencia de la identidad colectiva.
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