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El carisma de Eva Perón

Enviado por Maria Chevallier


Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Fundamentos psicológicos, sociológicos, y científicos de este trabajo
  4. La historia de Evita. La formación de su carisma
  5. El peronismo dentro de la historia argentina
  6. Evita seduce al pueblo argentino
  7. Conclusión
  8. Bibliografía

Resumen

La carismática relación de Perón y Evita con los sectores de la clase trabajadora fue un importante factor en la política argentina. El objetivo de este trabajo es examinar un aspecto de la situación: el carisma de Evita.

ABSTRACT:

The charismatic relation of Peron and Evita with the sectors of worker

class, was an important factor in the argentine s politic. The objective ofthis paper is examínate one aspect offthe cuestion: the Evita' s charisma.

Introducción

María Eva Duarte de Perón (Junín o Los Toldos, Buenos Aires,n. 1 7 de mayo de 1919 – Buenos Aires, 26 de julio de 1952), también conocida como Eva Perón o Evita, fue una de los personajes más importantes de la historia de Argentina, y también una de las figuras más populares y conocidas en la historia universal.

Peron y Evita partieron en dos la historia de Argentina. Y no se puede comprender la Argentina sin prestarle atención al impacto que ellos tuvieron, su influencia, y su legado.

Sin embargo, lo que nos interesa destacar aquí es el carisma que tenía Evita, la seducción invencible que ella ejercía sobre el pueblo argentino -sobre, especialmente- sus descamisados-. Y cómo, a través de los años, este enamoramiento de gran pueblo de Argentina (acompañado por un odio de otra parte) no ha mermado, sino que se mantiene, como crece el culto a la figura de Evita, los monumentos a Evita, las imágenes de Evita en las casas de familia en Argentina, y los libros y publicaciones sobre este personaje trascendental.

Generación tras generación el amor hacia Evita -tan fuerte como un amor platónico, tan fuerte como solo un verdadero líder carismático lo puede desatar- se mantiene.

Nosotros en este trabajo nos detendremos en este único aspecto: ¿A qué se debe ese carisma de Evita? ¿En qué se fundamenta ese amor idolátrico que muchísimos argentinos le siguen teniendo, aún muchos años después de su muerte? ¿Cómo construyó esta mujer, quien también era actriz de profesión y que poseía un don natural para el histrionismo, esta seducción, este liderazgo, esta devoción hacia ella de parte de las grandes masas?

Fundamentos psicológicos, sociológicos, y científicos de este trabajo

La preocupación fundamental que guía este trabajo es entender los mecanismos y patrones que le permitieron a Evita construir este liderazgo, y tener, justamente, "carisma".

Para ello, utilizaremos a los conceptos más vanguardistas y renovadores de la psicología y de la ciencia política para comprenderlo bien. Se vuelve, obligada, sin embargo, la referencia al sociólogo Max Weber que entendió a la dominación carismática, como una de las tres formas de autoridad, siendo la dominación tradicional y la dominación legal las otras dos.

Además, es interesante considerar la tesis del politólogo argentino Ernesto Laclau, quien, en su libro La Razón Populista, toma la transgresora idea de defender el tan denostado populismo

Laclau -basado en el postestructuralismo y la teoría lacaniana- aporta una nueva dimensión al análisis de la lucha hegemónica y de la formación de las identidades sociales, que es fundamental para comprender los triunfos y fracasos de los movimientos populares, y avanza un paso más en el proyecto político de una democracia radical, populista.

Si hay una demanda social frustrada alrededor de la salud, o del transporte, o de la seguridad, entre todas estas demandas frustradas empieza a formarse un cierto parentesco, que yo llamo "una relación de equivalencia". Y, en cierto momento, todas esas equivalencias que de otra manera serían sumamente difusas, tienen que cristalizar alrededor de ciertos símbolos que las unifiquen. Ahí, el nombre del líder puede ser aquello que las unifica.

En el populismo hay una serie de demandas heterogéneas que cristalizan alrededor de ciertos símbolos. Y esos símbolos, con mucha frecuencia, son el nombre de un líder.

En América Latina, explica Laclau, el liberalismo fue la forma política de organización de los estados nacionales como estados oligárquicos de base clientelística. Y su capacidad de absorción de las demandas democráticas de las masas fue limitada. Cuando esas demandas emergen en forma populista en los años 20, 30, 40, adoptan formas esencialmente antiliberales.

¿Qué genera ese carisma? Que el vínculo entre el líder y las masas se aleje de los cánones de la supuesta racionalidad para entrar en un terreno mítico y pasional en el que el pueblo sigue, en una suerte de danza hipnótica, todos los caprichos de aquella figura.

Claro que estas demandas insatisfechas no alcanzan lazos solidarios por generación espontánea sino que para que eso suceda es necesaria la aparición de un liderazgo que permita el agrupamiento y Laclau reconoce que en la relación con ese liderazgo existe, por supuesto, una dimensión afectiva, sólo que la supuesta irracionalidad que conlleva ese vínculo es constitutiva de la acción política.

En este punto cabe agregar un punto muy interesante vinculado al "quiénes" son el pueblo pues Laclau hace mucho énfasis en el rol de determinados significantes como podrían ser "la nación", "los poderosos", "las clases dominantes", "la gente", etc.

Ese neopopulismo exalta la aparición de la figura de un caudillo capaz de cristalizar las demandas populares insatisfechas y unificarlas en una causa común.

Esa figura se presenta como superadora de las fallas y omisiones de las instituciones.

Ernesto Laclau considera que, cuando un sistema político atraviesa una crisis que afecta las viejas formas y estructuras, cuando aparece disperso o desmembrado como la Argentina a comienzos de este siglo, sólo el populismo es capaz de construir nuevamente una unidad, articulando las demandas diferentes que estallan por todas partes y volviéndolas equivalentes, es decir, aptas para sumarse en un mismo campo.

Por eso, el populismo no tiene un contenido definido de antemano, sino que depende de las reivindicaciones que se articulen en esa nueva unidad.

Al hacerlo se traza una frontera que divide a la sociedad en dos partes; una de ellas, el pueblo, es un componente parcial, que aspira a ser concebido como la única totalidad legítima.

Cuanto más demandas diferentes sean integradas, más amplio será el campo enemigo, hasta tal punto que el discurso populista gira en torno de un significante vacío.

El servicial ejemplo de un grupo que pide una mejora en el transporte transcurriría antes del advenimiento del líder populista; con ese grupo, también en ese momento anterior, coexistiría otro que pide un sistema de salas de primeros auxilios y un tercero que reclama mejoras en las escuelas elementales.

Todos tienen objetivos diferentes, pero el líder populista puede convertir esas demandas en una cadena de equivalencias que se enfrenten, por ejemplo, con los responsables de una injusta distribución del gasto público.

En ese momento se traza una línea de separación y se funda un sujeto popular.

Ahora bien, pero ¿Qué es lo que hace al carisma del líder? ¿Qué tiene de especial? Si tomamos como cierto la hipótesis de Laclau acerca de las "demandas insatisfechas" que cristalizan en la formación de un líder nuevo, ¿dónde está el componente afectivo, irracional, emotivo, que permite unificar las demandas en un símbolo nuevo?

En este caso, para bucear las razones psicológicas del carisma, también utilizaremos los conceptos de Martín Ross quien, en su libro El Mapa de la Autoestima, propone un enfoque muy usado hoy en los talleres de liderazgo, coaching, etc. y también en la ciencia política para el estudio del carisma.

Según Martín Ross todos tenemos un "Mapa de la Autoestima" personal que es un registro interno que nos indica cuáles son "las hazañas" y cuáles son "las anti-hazañas".

Cuando alcanzamos "las hazañas" (que pueden ser éxito, belleza, honores, poder, etc.) podemos sentir orgullo personal -ego-, y aumentar también nuestro prestigio social. Al contrario, cuando llegamos a las anti-hazañas, sentimos dolor en nuestra Autoestima que se ve afectada -y puede llegar a caer si es frágil- y también perjudica nuestro prestigio social, a tal punto que si tenemos grandes anti-hazañas la gente puede huirnos, despreciarnos, discriminarnos, y rechazarnos.

El "Mapa de la Autoestima Personal", es influido y forjado por el "Mapa de la Autoestima Personal" que nos inculcaron nuestros padres y maestros en nuestra infancia y adolescencia, y coexiste con un "Mapa de la Autoestima Social" que viene a ser más uniforme, y que representa los valores más importantes de una sociedad, en un momento dado.

Por ejemplo: si hoy en nuestros días el "Mapa de la Autoestima Social" determina que la hazaña del éxito económico sea una de las más importantes -una de las que más prestigio social puede causar-, en otro momento de la historia, en otra sociedad, lo pudo ser tal vez el honor o la valentía.

Ahora bien: según Martín Ross, para entender al líder carismático -así como también la seducción y el amor romántico- es importante bucear en las diferencias entre "la envidia" y "la admiración".

Tanto la envidia como la admiración son sentimientos que se desencadenan ante la contemplación de "las hazañas" ajenas. Sin embargo, mientras que el envidioso sufre al ver la hazaña ajena y siente necesidad de subestimarla y quitarle brillo para dejar de sufrir, el admirador -en cambio– disfruta de la hazaña ajena, y, para aumentar su satisfacción, tiende a sobre-estimarla y engrandecerla.

La admiración, entonces, viene a ser una energía emocional con la capacidad de nublar la percepción de la realidad, porque el admirador, para disfrutar su sentimiento, tiende a "sobre-valorar" la hazaña de su admirado, y puede causar, frecuentemente, amores platónicos, ídolos y héroes. La admiración es común al ser humano, y de ello lo documentan los distintos pueblos y civilizaciones, que siempre tuvieron ídolos, héroes y dioses. Y, cuando por determinadas circunstancias históricas, la admiración hacia una persona se da de forma colectiva, entonces los admiradores se potencian a sí mismos, y este movimiento de admiración colectiva hacia el líder da ocasión al carisma.

Cuando el "Mapa de la Autoestima Social" de un determinado momento histórico resulta muy agresivo con sectores importantes de la población, los condene a la zona de las anti-hazañas, de la vergüenza, de la discriminación, del oprobio, es posible que la "Actitud Política" se desate de manera generalizada, fuerte, construyendo nuevos valores, un nuevo "Mapa de la Autoestima" donde estos sectores sean más valorados.

En general las masas tienen envidia hacia quienes son importantes, poderosos, y a quienes tienen las hazañas, y con la envidia hay odio, bronca, y deseo de menospreciarlos. Por eso, es difícil que se formen líderes, generalmente los hombres disfrutan ver fracasar a otros hombres, y sufren al verlos crecer. Sin embargo, en determinadas circunstancias, utilizando ciertas habilidades, algunos hombres pueden generar admiración, y con ella idolatría masiva, y eso se da, muchas veces, cuando se hace necesario un cambio en los valores del "Mapa de la Autoestima Social", para darle ocasión a otro "Mapa de la Autoestima Social". Entonces la admiración y apoyo al líder es una Actitud Política generalizada, y se desata con fanatismo. Y los mensajes del líder carismático pueden tener más llegada en la medida en que critica, defenestra, y le quita valor y honor social a las personas que las grandes masas envidian, y desean menospreciar.

Aunque sería muy complejo resumir las distintas aristas de la postura de Ross -enfocada sobre todo en la seducción y al estudio de la propia personalidad de cada uno-, lo importante es que le aporta al análisis más racional freudiano propuesto por Laclau , una exploración más psicológica, orientada a la comprensión de los fundamentos psicológicos del carisma, es decir a sus bases puramente "irracionales".

Con estas bases científicas, nos adentraremos en el estudio del carisma de Evita.

La historia de Evita. La formación de su carisma

María Eva Duarte de Perón – que en este trabajo llamamos "Evita" porque de esa manera la llaman sus seguidores, que sostienen su carisma- nació en Los Toldos, Junín, el 26 de Julio de 1952.

Sus orígenes fueron humildes, y migró a Buenos Aires a los quince años, donde se dedicó a la actuación, alcanzando renombre en teatro, radio teatro, y el cine.

Vemos en este interés por el teatro, un interés de Evita por cultivar la expresión de los sentimientos, y por la relación con el público. Sin lugar a dudas su esfuerzo por la representación artística, y este tipo de ejercicios, le servirían luego para conocer, medir, y utilizar sus emociones en lo que serían sus discursos políticos, diferenciándose, así, de los discursos acartonados e intelectuales de los políticos de su época.

Evita migró a Buenos Aires a los quince años y se dedicó a la actuación, alcanzando renombre en el teatro, el radioteatro y el cine. En 1943 fue una de las fundadoras de la Asociación Radial Argentina (ARA).

En la actuación, representaba novelas radiales, de gran audiencia en el pueblo, y ella aprendió la importancia de los sentimientos para generar interés en las multitudes. Palabras como "corazón" y "alma" se repetirían, posteriormente, en los discursos de Evita, como si ella, durante su tiempo de actuación, hubiera aprendido la importancia de los sentimientos, para generar interés.

Pero… vayamos a su temprana infancia, donde, siguiendo a Martín Ross, se habría formado el "Mapa de la Autoestima Personal" de Evita, con el ejemplo de sus padres y de otras figuras de autoridad.

Juan Duarte, fue el padre de Evita. Tenía "hazañas" que, según el Mapa de la Autoestima Social de la época, le garantizaban prestigio social, respeto y orgullo: era un estanciero -es decir que tenía riquezas y pertenecía a la clase alta- y, además, era un importante político conservador de Chivilcoy, una ciudad cercana a "Los Tordos", el pueblo natal de Evita. Con estas hazañas, Juan Duarte, entonces, era una persona respetada, sobre todo en aquella época era muy importante "la clase social", pertenecer a la "clase social" era la hazaña que daba orgullo y prestigio social y Juan Duarte, el padre de Evita, la tenía.

Juan Duarte mantenía dos familias, una "legítima" en Chivilcoy con su esposa legal Adela D´Huart y sus seis hijos y otra "ilegítima", en Los Toldos, con Juana Ibarguren, la madre de Evita. Se trataba de una costumbre generalizada en el campo, para los hombres de clase alta, que entonces era frecuente en algunas zonas rurales del país.

Juana Ibaguren, la madre de Evita y de la familia clandestina de Juan Duarte, tenía una "anti-hazaña" muy trascendente para los valores de aquella época: integrar la baja clase social.

Ahora bien: la mayor anti-hazaña que tendría su madre y, sobre todo, Evita era la de ser la clandestina, ajena al matrimonio legal, algo que en aquella época era una anti-hazaña muy importante.

En aquella época la ley argentina establecía una serie de calificaciones infames para las personas si sus padres no habían contraído matrimonio legal, genéricamente llamados «hijos ilegítimos». Una de esas calificaciones era la de «hijo adulterino», circunstancia que se hacía constar en la partida de nacimiento de los niños.

Ese era el caso de Evita, quien en 1945 logró que se destruyera su partida de nacimiento original, para eliminar de allí la frase injuriosa de "hija adulterina" que ella tenía.

Para darnos una idea del desprecio que caía sobre Evita por ser "hija adulterina" y hacia su madre, es importante el episodio del velorio de su padre Juan Duarte. Cuando Juan Duarte murió, la familia de Evita viajó a Chivilcoy, pero la familia legítima les prohibió la entrada, todo en medio de un gran escándalo.

Gracias a la mediación de un hermano político del padre, quien era por entonces intendente de Chivilcoy, (y a pesar de que no pudieron entrar), pudieron acompañar el cortejo hasta el cementerio y asistir al entierro.

Todo ello habrá impacto fuertemente en la personalidad de la entonces niña Evita: ella era la familia clandestina de Duarte, portadora de las "anti-hazañas" de la baja clase social y de no ser de un matrimonio legal, y con esas anti-hazañas ella era profundamente despreciada… mientras que la otra familia, portadora de las hazañas, era la que tenía el prestigio social y la aceptación. Para comprender el impacto que pudo haber tenido ello en la niña Evita hay que retrotraerse culturalmente a otra época, una época más hipócrita, más cerrada, más clasista, y más snob, donde, siguiendo a Martín Ross, habría un "Mapa de la Autoestima Social" que harían de estas cuestiones anti-hazañas muy profundas, capaz de merecerle a quien las tiene un gran desprecio y descrédito de parte de aquellos otros que, con arrogancia, se encuentran en las otras zonas del Mapa de la Autoestima, ubicados encima de las hazañas, del orgullo, y del prestigio social… y que, desde allí, intentan humillar y discriminar.

No podemos indagar en cómo habrá sido el día a día de Evita y cómo se habrá sentido por ese desprecio, vergüenza, discriminación, e infamia de ser la parte "escondida" de la familia. Sin embargo, en su libro "La razón de mi vida", ella tal vez da una idea:

"Para explicar mi vida de hoy, es decir lo que hago, de acuerdo con lo que mi alma siente, tuve que ir a buscar, en mis primeros años, los primeros sentimientos… He hallado en mi corazón, un sentimiento fundamental que domina desde allí, en forma total, mi espíritu y mi vida: ese sentimiento es mi indignación frente a la injusticia. Desde que yo me acuerdo cada injusticia me hace doler el alma como si me clavase algo en ella. De cada edad guardo el recuerdo de alguna injusticia que me sublevó desgarrándome íntimamente" (Evita. La razón de mi vida).

Más tarde, la familia se mudaría a Junin, y Evita ingresó en tercer grado en la Escuela Nº 1. Sus compañeras y maestras, la recordarían por sus vocaciones artísticas: a Evita le encantaba recitar poemas, y soñaba entonces con irse a la Capital Federal, y triunfar, brillando con una carrera como actriz.

A Evita le encantaba representar actuaciones delante de sus compañeros, y, sobre todo, declamar poesía. Desde entonces, su ejercicio predilecto era la representación de los sentimientos mediante la palabra hablada.

Eva Duarte era una adolescente cuando llegó a Buenos Aires el 3 de enero de 1935 con quince años. Durante los siguientes años Eva transitará un camino de escaseces y humillaciones, viviendo en pensiones baratas, y actuando intermitentemente para las distintas compañías de teatro.

Sin embargo, a fuerza de talento y esfuerzo, pudo lograr un nombre y éxito dentro de su profesión artística: entre el radioteatro y las películas, finalmente logró una situación económica estable y cómoda. De este modo, en 1942 pudo abandonar las pensiones y comprarse su propio departamento, frente a los estudios de Radio Belgrano, ubicado en el exclusivo barrio de Recoleta.

Cabe destacar, sin embargo, siempre situándonos en el particular "Mapa de la Autoestima Social" de aquella época (muy distinto al actual), que entonces ser actriz radial no era una profesión aceptada para las mujeres. En aquel momento, y, sobre todo para los grupos más conservadores, ser actriz también era un anti-hazaña. Por eso, a pesar de que había triunfado y sus sueños se estaban cumpliendo, todavía contaba entonces con el desprecio y el rechazo de las personas de clase alta, más rescatadas, más atadas a sus costumbres, y que veían en la vida de Evita una vergüenza.

La vida misma de Evita jaqueaba al "Mapa de la Autoestima Social" de aquella época en Argentina, fuertemente machista, y eso le merecía discriminación y rechazo. Esto demuestra en Evita la presencia fuerte de lo que Martín Ross llama "Actitud Política", ella se rebelaba contra un "Mapa de la Autoestima Social" fuertemente machista, que veía como anti-hazañas sus actos, e intentaba vivir sus sueños.

Marquemos que entonces había valores fuertemente machistas, que veían con desconfianza la vida de una actriz.

La mujer no podía sino quedarse en las paredes de la casa: no podía triunfar, y mucho menos ser actriz, propio de una "cualquiera".

Podrían citarse numerosos testimonios del sometimiento y la postergación femeninas. Uno, muy elocuente, es el de la poetisa argentina Alfonsina Storni quien en un verso publicado en 1920 describe a una mujer encinta, arrodillada frente a un crucifijo:

"En los ojos la carga de una enorme tristeza.

En el seno la carga del nido por nacer

Al pié del blanco Cristo que está sangrando reza:

¡Señor, el hijo mío que no nazca mujer!"

La lengua de Argentina revela con nitidez el culto de la potencia sexual, característico del machismo. Quien se enamora en la Argentina es un "reblandecido" un flojo. Por el contrario el hombre auténtico es un duro, que goza del sexo pero no es capaz de confesar su amor, a riesgo de ser considerado un "gil" como dicen las letras de los tangos.

Pero Evita tal vez no tendría problema en posicionarse como una "rebelde" frente al Mapa de la Autoestima Social de su época.

Entra dentro de lo que Martín Ross llama personalidad del "distinto crónico" o del "rebelde"… lugar al que, muchas veces, se llega por frustración para alcanzar las "hazañas comunes" del Mapa de la Autoestima.

En aquellos momentos las hazañas comunes para una mujer eran ser "de clase alta", nacer en un matrimonio "bien establecido", y practicar una conducta moralmente aceptable. Ella… ¡nunca iba a ser aceptada! Es que ella, al ser considera "hija adulterina" según si libreta de nacimiento, aunque lo intentase, con semejante anti-hazaña, nunca iba a poder ganar respeto social siguiendo el camino que seguían todas las muchachas y mujeres de ciudad. Entonces posicionarse en rebeldía con El Mapa de la Autoestima Social de su época, cultivar la llamada "Actitud Política" en desprecio de este, desafiando sus valores, era su mejor manera de plantarse con orgullo, y de ser una persona respetada. Así que el sueño de ser actriz, y triunfar en la radio, era el horizonte de ella, era la manera de estar más feliz, de realizarse, y no tenía problema en desafiar el Mapa de la Autoestima Social de la época con rebeldía, sabiendo del desprecio que tenían por ella las clases altas, las personas conservadoras, los machistas, y los que, en general, tenían "las hazañas" principales de aquel momento.

En los primeros días de 1944, Eva conoció a Juan Perón. En esa época la Argentina atravesaba un momento crucial de transformaciones económicas, sociales y políticas.

El peronismo dentro de la historia argentina

Argentina, en el centenario, había consolidado el éxito del llamado modelo agro-exportador, colocando al país entre las diez economías más importantes del mundo.

Este éxito había atraído importantes masas inmigratorias, siendo que, en 1910, de una demografía compuesta por seis millones de habitantes, un millón eran italianos, y ochocientos mil eran españoles. Según el preámbulo de la Constitución de 1853, los derechos constitucionales son también "para todos los hombres del mundo", y Argentina – que era una de las diez naciones del mundo, con índices educativos y de analfabetismo inusualmente progresistas- era un país de fronteras abiertas.

Estas oleadas inmigratorias masivas configuraban un choque que generaba desconfianza de parte de los locales.

Además, tenían un número importante los denominados "cabecitas negras", que eran despreciados simultáneamente por la inmigración europea y por las clases altas criollas.

Este último grupo estaba originado en una migración masiva desde el interior del país y países limítrofes a las ciudades, especialmente al Gran Buenos Aires; eran llamados "morochos", "grasas" y "cabecitas negras" por las clases medias y altas, y también por los propios trabajadores industriales "viejos", descendientes de la inmigración europea.

Fundamentalmente observamos cierto rechazo y desconfianza hacia las oleadas inmigrantes masivas, de quienes entonces integraban las clases altas.

Como ejemplo de este rechazo a los inmigrantes -que conformaban una gran parte de la población-, podemos citar la novela de Eugenio Cambaceres "En la Sangre", publicada en 1887.

En el libro "En la Sangre", se relata la historia de Genaro Piazza, un hijo de inmigrantes italianos que, después de la muerte de su padre, decide utilizar el dinero de la herencia para pagar sus estudios secundarios y "elevar" su nivel de vida, adquiriendo elementos propios de la clase alta aristocrática.

A lo largo del texto, Genaro trata de que no se lo desprecie por ser un inmigrante, "inferior" a los criollos según el autor del libro. Sin embargo, logra todo lo que tiene gracias a la mentira, a la trampa y a la estafa.

Otro ejemplo del sentimiento de la época es la novela "La Bolsa" (1890) del autor Julian Martel, que también tiene contenidos antisemitas.

La generación del 80 veía al inmigrante con cierto desprecio y temor. Este sentimiento poco optimista se debía a una política indiscriminada sobre el fenómeno de la inmigración durante la administración de Julio A. Roca (1880-1886) y de Miguel Juárez Celman (1886-1890). En este período llegan italianos y españoles, luego en menor grado franceses, alemanes e ingleses. La mayoría de estos "gringos" se asentó en las grandes ciudades como Buenos Aires y Rosario, dando origen, con el tiempo, a la clase media y al proletariado urbano, reforzado este último por las inmigraciones de los países limítrofes: esta inmigración, más despreciada (si cabe) que la europa por la arrogante y temerosa clase alta, parecía condenada a realizar el trabajo sucio, el trabajo que nadie quería realizar, y sin ningún derecho.

Esta oleada inmigratoria creó enormes dificultades en Buenos Aires, pues la ciudad no estaba preparada para recibirlos, lo que dio lugar a la formación de los conventillos, verdaderos hacinamientos que provocaban las epidemias como la fiebre amarilla y el cólera.

La generación del 80, entonces, construye un discurso, de desprecio hacia el inmigrante y hacia "las cabecitas negras". Una imagen estereotipada del inmigrante con una fuerte carga negativa que los caracterizaba por su brutalidad, avaricia y miseria. Esta visión pesimista originó un sentimiento de xenofobia contra los inmigrantes, que coincide con el pensamiento de Cambaceres, y que se expresaba en los diarios de la época, para luego desparramarse en espiral, hacia el resto de la sociedad. El clasismo tradicionalista se daba en el día a día de los argentinos: se despreciaba a los de distinta clase social -y mucho más si querían progresar-, y ese desprecio y esa altivez era parte corriente de las relaciones cotidianas de cada persona.

Una clase alta de entonces se autoproclamaba "patricia" -se había inventado títulos nobiliarios, que se consideraba noble- intentaba cerrarse sobre sí misma, y mirar con desprecio a todos aquellos outsiders que no la integraban. Este discurso dominante decía que esta clase alta era la autora del éxito de la Argentina en el mundo, en el centenario, y los inmigrantes eran avariciosos, trepadores, faltos de escrúpulos, y culpables de un futuro sombrío del país. La clase alta se había apropiado del Martín Fierro, siendo ellos los gauchos, y los inmigrantes, los "cocoliches", los "grasas" y "los gringos".

La ideología clasista decía que lo importante era "pertenecer" a la clase social, más allá de las riquezas porque, si viniendo de cuna humilde, lograbas triunfar, entonces eras tildado de avaricioso, trepador, ambicioso. Esta ideología clasista, este sistema de valores, se esparcía desde los centros urbanos hacia todos los sectores, inclusive a las mismas clases trabajadores.

Así es como tenemos un "Mapa de la Autoestima Social" (usando la tesis de Martín Ross), impuesto con aquel discurso de la generación del 80 de desprecio y temor a los inmigrantes, y donde "la hazaña" más importante era pertenecer a esas clases altas criollas y "supuestamente" patricias que conformaban la dirigencia del país, representaban todo lo bueno, todo lo puro, todo lo perfecto, que estaba amenazado por los inmigrantes y por los trabajadores.

Arturo Jauretche, en su obra titulada " el medio pelo de la sociedad argentina (apuntes para una sociología nacional)" (1966), describe muy bien este Mapa de la Autoestima Social que, en tiempos de la generación del 80, era aún mucho más intenso que cuando lo visualizó Jauretche.

Tomando estos apuntes de Jauretche, se puede ver en las clases medias una propensión a identificarse con esta supuesta "aristocracia patricia". Es que pertenecer a este círculo era "la hazaña", y estar afuera "la anti-hazaña", pero pronto las distintas familias de clase media pudieron renegar de sus orígenes, y embellecerlos para que entren en este "Mapa de la Autoestima Social", y todos pudieron hablar de los imaginarias estancias perdidas de sus bisabuelos, y de sus imaginarios títulos nobiliarios.

Entre este conjunto de familias antiguas de Argentina que componían la clase alta, y aquellas otras que, sin serlo, se desvivían por parecerlo, a través de una mitología que se trasmitía de padres a hijos, se solidificaba este "Mapa de la Autoestima Social" que repartía en diferentes graduaciones el prestigio social hacia los que tenían la supuesta "sangre azul", y la vergüenza, el desprecio y la discriminación… hacia aquellos que, por tener las anti-hazañas, no encajaban: los inmigrantes, los cocoliche, los grasas, los cabecitas negras. Estos últimos representaban la parte mala de la historia, los enemigos del país, los ambiciosos, trepadores, y embaucadores como el Gennaro Piazza de Cambaceres…. un discurso que se potenciaba a sí mismo porque repetirlo era importante para "pertenecer", aumentando el desprecio a las masas obreras.

Este tipo de racismo – del cual insigne escritor Cambaceres, es un buen exponente- desconfiaba de la apertura democrática que se dio con el fin del fraude, la llegada del voto universal, y se consolidó con el gobierno de Yrigoyen. No podemos olvidar que los niveles de educación masiva de aquella Argentina rica y pujante eran insualmente altos en el mundo, y, entonces, las grandes masas tenían adecuada formación, y crecientes intereses políticos, reclamando su propio lugar en la historia.

Yrigoyen representaban a los sectores bajos y medios de la sociedad que desde principio de siglo se oponían a la conducción política que ejercían las llamadas familias aristocráticas. Por ello, representaba también a los sectores que tenían la anti-hazaña de no pertenecer a la elite de familias aristocráticas. Los sectores conservadores, de forma despectiva, se referían a Yrigoyen como "la chusma radical", marcando con esa palabra "chusma" la importancia que tenía en aquel momento el pertenecer a la despectiva y arrogante alta clase social. Dentro de "la chusma" cabían los inmigrantes europeos recién llegados y los de tierra adentro porque las familias de la clase alta se sentían portadoras de sangre azul, y representativas de la Argentina.

Así es como este nacionalismo anti-inmigratorio, racista, encuentra puntos de simpatía con el fascismo de Mussolini, y se consolida en el golpe de Uriburu, del cual participa Juan Perón (más tarde se arrepentiría) como militar de rango que lo era.

Es que Perón, para ser invitado por Uriburu a participar del golpe, gozaba de cierto prestigio social dentro de aquellos ambientes, que caracterizarían luego a lo que les alcanzaban los papelitos para no ser mirados con desprecio por la imaginaria "oligarquía". No pertenecía él a las masas que en aquellos círculos se describían como "la chusma", por tener la anti-hazaña de ser "cabecitas negras" o "grasas".

En paralelo a todo esto, corrientes ideológicas provenientes del marxismo, del socialismo, y de la doctrina social de la iglesia, empezaban a empujar la idea, en el mundo, de que las masas postergadas de trabajadores industriales merecían derechos sociales.

Sin embargo, a pesar de estas tendencias, los gobiernos de Uriburu y de los de la "década infame", se negaban a procesar estas demandas legítimas de la población, en aras de la ampliación de derechos.

Por ello: allí se verificaba un quiebre, una imposibilidad del sistema, que daba ocasión a lo que Laclau llama "demandas insatisfechas"… que van tensando el sistema, posibilitando el surgimiento del populismo.

Más tarde, en el gobierno de Farrel, surge el peronismo, con un hábil Perón que tejía alianzas con el sindicalismo, y le daba protagonismo a un sector social que hasta entonces había sido intencionalmente relegado: el de las masas proletarias.

Inútil fue intentar desplazarlo del poder que iba ganando, porque sus sindicatos aliados -y las masas proletarias que estos representaban- valoraban los derechos sociales nuevos, y el 17 de Octubre iban a pedir su retorno, impidiendo de forma definitiva que lo puedan desterrar de la historia.

En resumen, en este marco, aparece Perón, como un integrante de la clase dirigente de entonces, que tiene el olfato político para reconocer la importancia creciente de las masas trabajadoras, y la astucia para tejer una importante alianza con los sindicatos.

Evita seduce al pueblo argentino

Eva, con 24 años, conoció a Perón, viudo desde 1938, el 22 de enero de 1944 en un acto realizado en el estadio Luna Park por la Secretaría de Trabajo y Previsión con el fin de condecorar a las actrices que más fondos habían recaudado en la colecta de solidaridad con las víctimas del terremoto que asoló la ciudad de San Juan (Caucete). Las actrices que resultaron primeras fueron Niní Marshall y Libertad Lamarque.21

En febrero Perón y Eva ya estaban viviendo juntos, en el departamento de esta última de la calle Posadas. Cabe destacar que el mismo Perón fue criticado por su ambiente, al enamorarse de una mujer que tenía conductas que, según el Mapa de la Autoestima Social machista de la época, eran anti-hazañas. No podía una mujer en aquel momento dedicarse a ser actriz de teatro, era tildada de ser prostituta por ello. Perón enfrentó cierto desprecio de su círculo por estar con Evita, y luego, los enemigos del peronismo, habrían de señalar para siempre estas transgresiones de Evita, tildándola de prostituta.

No obstante cabe mencionar que un Artista -y Evita lo era- se pone por encima de las convenciones sociales, de los valores tradicionales, y construye su prestigio desde un lugar distinto. Evita había logrado ser una mujer respetada pese a todo porque ella había logrado su éxito profesional, y un lugar en la radio. O sea: a través de la carrera de Artista ella siguió una trayectoria que le permitió posicionarse en cierto lugar del Mapa de la Autoestima donde ella, a pesar de ser rechazada por machistas y conservadores, tenía hazañas de peso igualmente, como haber triunfado en la ciudad, ser famosa, ser reconocida por su trabajo.

En Perón, Evita seguramente vio una persona de hazañas muy parecidas a las de su padre: un político, proveniente de una clase social superior, prestigioso e inteligente. No nos cabe duda que sintió admiración hacia él instantánea.

A ella Perón no le pareció alguien de "su raza", un "descamisado", un "grasita", del "pueblo" (como la familia "clandestina" y adúltera de su padre, que ella integraba) sino superior, (como su padre).

Tiempo después, en "Mi Mensaje", Evita escribiría:

"En mí, no tiene importancia ni tiene valor todo lo que yo siento de amor y de cariño por mi pueblo, porque yo vine del pueblo, yo sufrí con el pueblo. En cambio, el amor de Perón por los descamisados vale infinitamente más, porque dada su condición de coronel, el camino más fácil de su vida era el de la oligarquía y sus privilegios. En cambio se decidió por el pueblo, contra toda probabilidad, venciendo las resistencias de muchos compañeros y abrazó nuestra causa definitivamente. " (Evita)

Eva comenzó abiertamente su carrera política acompañando a Perón, como su esposa, en la campaña electoral con vistas a las elecciones presidenciales del 24 de febrero de 1946.

La participación de Eva en la campaña de Perón fue una novedad en la historia política argentina. En aquel momento las mujeres carecían de derechos políticos y las esposas de los candidatos tenían una presencia pública muy restringida y básicamente apolítica. Pero con la participación definitiva de Evita, aparece el peronismo en toda su dimensión a jugar en la historia de Argentina.

Evita daba órdenes a Ministros para conseguir lo que quería y cuando lo quería, y manejaba la Fundación Eva Perón, y lideraba la rama femenina del partido peronista con mano de hierro.

La presencia de Evita permitió que Perón no tuviera que compartir su liderazgo con otro hombre, o usar el Ministerio de Trabajo contra él, como Perón lo había hecho con Farrel. Evita fue "líder carismático" en sentido puro, porque su autoridad no se sostenía de lo legal ni de lo tradicional.

Han intentado reducir su carisma, al hecho de que repartía dineros públicos y hacía obras, y a otros beneficios para las clases trabajadoras. Y, sin lugar a dudas, su decisión de volcar la ayuda del estado y de la Fundación Eva Perón a favor de los más humildes, desposeídos, ancianos, niños y mujeres le granjeó el respeto de los pueblos.

Sin embargo, a nuestro entender, siguiendo algunos lineamientos de Martín Ross sobre la personalidad del líder carismático, lo más importante, para desatar verdadera admiración y fanatismo, es que encarnó en ella misma una propuesta de cambio del "Mapa de la Autoestima Social" de aquella época (fuertemente despectivo hacia los trabajadores, los "cabecitas negras", los "grasitas", los inmigrantes, y que enaltecía como hazaña principal el pertenecer a la "verdadera aristocracia criolla"), por un nuevo "Mapa de la Autoestima Social" donde estos grupos antes marginados y despreciados, pasaban a tener más orgullo por sí mismos, y a merecer más respeto social.

Estas masas de descamisados pasaban a tener derechos ahora, a tener beneficios, a mejorar en su situación, y -sobre todo- a ser más respetados. Y tenían una ídola, una ídola a quien idolatrar, a quien considerar por encima de todos los otros políticos, porque -cuanto más valiosa era ella- más importancia tenían ellos, y más honroso era su rol.

La admiración hacia Evita de partes de millones de argentinos hizo de ella un mito, una leyenda: hablamos de una idealización que la puso por encima de todo, y que le dio así también poder. Max Weber sostiene que el carisma consiste en facultades extraordinarias que tiene el líder carismático, y se distingue porque los seguidores le atribuyen al líder condiciones y poderes superiores a otros dirigentes.

En su libro "Economía y Sociedad", Max Weber sostiene que el carisma es "la cualidad que pasa por extraordinaria (condicionada mágicamente en su origen, lo mismo si se trata de profetas que de héroes o de hechiceros, jefes de cacería o caudillos militares) de una personalidad por cuya virtud se considera en posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas – o por lo menos específicamente extra cotidianas o no asequibles a cualquier otro-, o como enviados de dios, o como ejemplar, y en consecuencia, como jefe, caudillo, o líder"

Y eso es lo que había construido Evita: sus seguidores disfrutaban admirarla, y para admirarla todavía más, la idealizaban, y veían en ella cualidades extraordinarias.

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