Si dejas que, en una relación con otra persona, cada uno se preocupe de Sí mismo: de lo que Uno mismo es, hace y tiene; de lo que Uno mismo quiere, pide, obtiene; de lo que Uno mismo busca, crea, experimenta… todas las relaciones servirán magníficamente a este propósito, y a quienes participen en ellas.
Deja que, en la relación con otra persona, cada uno se preocupe, no del otro, sino sólo y únicamente de Sí mismo.
Parece una enseñanza extraña, ya que os han dicho que en la forma más elevada de relación uno se preocupa únicamente del otro. Pero Yo te digo esto: es el hecho de centrarte en el otro – de obsesionarte con el otro – lo que hace que las relaciones fracasen.
¿Qué es el otro? ¿Qué hace? ¿Qué tiene? ¿Qué dice, quiere o pide? ¿Qué piensa, espera o planea?
El Maestro entiende que no importa lo que el otro sea haga, tenga, diga, quiera o pida. No importa lo que el otro piense, espere o planee. Sólo importa lo que tú hagas en relación con ello.
La persona que más ama es la persona que está más centrada en Sí misma.
Esa es una enseñanza radical…
No si la observas con atención. Si no te amas a ti mismo, no puedes amar a otro. Mucha gente comete el error de tratar de amarse a Sí mismo a través de amar a otro. Por supuesto, no se dan cuenta de lo que hacen. No se trata de un esfuerzo consciente, sino de algo que se da en la mente, a un nivel muy profundo, en lo que llamáis el subconsciente. Piensan: "Si puedo amar a otros, ellos me amarán a mí. Entonces seré alguien digno de ser amado, y, por lo tanto, Yo me amaré a mí mismo".
El reverso de esto es que muchas persona se odian a sí mismas porque piensan que no hay nadie que las quiera. Se trata de una enfermedad; es el verdadero "mal de amores", pues lo cierto es que sí hay otras personas que les quieren, pero no importa. No importa cuánta gente manifieste su amor hacia ellos; nunca es suficiente.
En primer lugar, no creen en ti. Piensan que tratas de manipularles, que tratas de sacar algo de ellos. (¿Cómo podrías quererlos por lo que realmente son? No. Debe haber un error. ¡Seguro que quieres algo! Entonces ¿qué es lo que quieres?)
Se cruzan de brazos, tratando de comprender cómo alguien puede realmente quererles. Así, no te creen, y emprenden una campaña para hacer que se lo demuestres. Tienes que demostrarles que les quieres. Y, para hacerlo, pueden pedirte que empieces a cambiar tu conducta.
En segundo lugar, si finalmente aceptan que pueden creer que les quieres, inmediatamente empiezan a preocuparse acerca de cuánto tiempo lograrán mantener tu amor. Así, con el fin de conservarlo, empiezan a cambiar su conducta.
De este modo, dos personas se pierden a sí mismas – literalmente – en la relación. Inician la relación esperando encontrarse a sí mismas, y, en lugar de ello, se pierden a sí mismas.
Esta pérdida de Uno mismo en una relación es lo que provoca la mayor parte de la amargura en estas parejas.
Dos personas se unen para compartir su vida, esperando que el todo será más que la suma de las partes, y se encuentran con que es menos. Se sienten menos que cuando estaban solos. Menos capaces, menos hábiles, menos apasionantes, menos atractivos, menos alegres, menos contentos…
Y ello es así porque son menos. Han renunciado a la mayor parte de lo que son con el fin de tener – y conservar – la relación.
Las relaciones nunca han tenido por qué ser así. Pero así es como las han experimentado la mayoría de las personas que conoces.
¿Por qué? ¿Por qué?
Porque la gente ha perdido el contacto (si es que alguna vez lo tuvo) con el propósito de las relaciones.
Cuando has dejado de ver a los otros como almas sagradas en un viaje sagrado, no puedes ver el propósito, la razón, que se oculta tras toda relación.
El alma ha venido al cuerpo, y el cuerpo ha venido a la vida, con el propósito de evolucionar. Estáis en evolución; estáis en devenir. Y utilizáis vuestras relaciones con cualquier cosa para decidir aquello que queréis devenir.
Esa es la tarea que habéis venido a realizar aquí. Esa es la alegría de crearse a Sí mismo. O de conocerse a Sí mismo. O de llegar a ser, conscientemente, lo que uno quiere ser. Eso es lo que significa ser consciente de Uno mismo.
Habéis traído a vuestro Yo al mundo relativo para poder disponer de las herramientas con las que conocer y experimentar Quienes Realmente Sois. Y sois quienes os creáis en relación con todo lo demás.
Vuestras relaciones personales constituyen el elemento más importante en este proceso. Por lo tanto, vuestras relaciones personales son "tierra santa". Prácticamente no tienen nada que ver con el otro, pero, puesto que implican a otro, tienen todo que ver con el otro.
8 de noviembre
Esta es la divina dicotomía. Este es el círculo perfecto. Así, no constituye una enseñanza tan radical afirmar: "Bienaventurados los que se centran en Sí mismos, porque ellos conocerán a Dios". Puede que no sea un mal objetivo en tu vida conocer la parte más elevada de Ti mismo, y permanecer centrado en ella.
Tu primera relación, pues, debe ser contigo mismo. Debes aprender primero a honrarte, cuidarte y amarte a Ti mismo.
Debes verte primero a Ti mismo como estimable para poder ver al otro como tal. Debes verte primero a Ti mismo como bienaventurado para poder ver al otro como tal. Debes verte primero a Ti mismo como santo para poder reconocer la santidad en el otro.
Si colocas el carro delante del caballo – como muchas religiones te piden que hagas -, y reconoces al otro como santo antes de reconocerte a ti mismo como tal, un día te resentirás de ello. Si hay algo que ninguno de vosotros puede tolerar es que alguien sea más santo que uno. Sin embargo, vuestras religiones os enseñan a considerar a los otros más santos que vosotros. Y eso es lo que hacéis, aunque sólo durante algún tiempo: luego los crucificáis.
Habéis crucificado (de una manera u otra) a todos mis Maestros, no sólo a Uno. Y lo habéis hecho no porque fueran más santos que vosotros, sino porque creíais que lo eran.
Todos mis Maestros han traído el mismo mensaje. No "yo soy más santo que tú", sino "tú eres tan santo como yo".
Este es el mensaje que no habéis sido capaces de escuchar; esta es la verdad que no habéis sido capaces de aceptar. Y esta es la razón por la que nunca os enamoráis realmente, auténticamente, de otra persona. Porque nunca os habéis enamorado realmente, auténticamente, de Vosotros mismos.
Así, deja que te diga algo: céntrate ahora y siempre en Ti mismo. Preocúpate de observar lo que tú eres, haces y tienes en un momento dado, y no cómo les va a los demás.
No debes buscar tu salvación en la acción del otro, sino en tu re-acción.
Así lo haré; pero, de alguna manera, eso suena como si no debiéramos preocuparnos de lo que los otros nos hacen en la relación con nosotros. Pueden hacer cualquier cosa, y, mientras conservemos nuestro equilibrio, nos mantengamos centrados en Nosotros mismos y todas esas cosas, nada nos afectará. Pero lo que hacen los demás si nos afecta. A veces, sus actos sí nos hacen daño. Y cuando el dolor aparece en las relaciones con otra persona es cuando yo no sé qué hacer. Está muy bien decir: "manténte al margen; haz que no te afecte en absoluto", pero eso resulta más fácil de decir que de hacer. A mí me hacen daño las palabras y las acciones de las personas con quienes tengo relaciones.
Llegará el día en que no te lo harán. Y será el día en que realices – y actualices – el auténtico significado de las relaciones con los demás; su auténtica razón.
Sí reaccionas del modo en que lo haces, es porque has olvidado esto. Pero eso está bien. Forma parte del proceso de crecimiento; forma parte de la evolución. Es la Obra del Alma la que construyes en la relación con los demás; se trata de un grandioso conocimiento, de un grandioso recuerdo. Hasta que recuerdes eso – y recuerdes también cómo utilizar la relación como una herramienta en la creación de Ti mismo -, debes trabajar en el nivel en el que estás. El nivel del conocimiento, el nivel de la voluntad, el nivel de la remembranza.
Así, hay una serie de cosas que puedes hacer cuando reaccionas con dolor ante lo que la otra persona es, dice o hace. La primera es admitir con franqueza lo que sientes exactamente, tanto a ti mismo como a la otra persona. Muchos de vosotros tenéis miedo de hacer esto, pues pensáis que vais a "quedar mal". En alguna parte, en lo más profundo de vosotros, os dais cuenta de que probablemente es ridículo que "penséis así". Probablemente resulta mezquino; sois "mejores que eso". Pero no es culpa vuestra: seguís pensando así.
Sólo hay una cosa que puedes hacer al respecto. Debes honrar tus sentimientos, puesto que honrar tus sentimientos significa honrarte a Ti mismo. Y debes amar a tu prójimo como a ti mismo. ¿Cómo puedes aspirar a entender y honrar los sentimientos de otra persona si no puedes honrar los que albergas en tu interior?
La primera pregunta en cualquier proceso de interacción con otra persona es: ¿Quién Soy, y Quién Quiero Ser, en relación con ello?
A menudo no recordáis Quiénes Sois, y no sabéis Quiénes Queréis Ser, hasta que probáis algunos modos de ser. He aquí por qué resulta tan importante honrar vuestros sentimientos más auténticos.
Si vuestro primer sentimiento es negativo, el hecho de tener dicho sentimiento a menudo es suficiente para desecharlo. Es cuando estáis coléricos, estáis molestos, estáis disgustados, estáis furiosos, tenéis el sentimiento de querer "hacer daño", cuando podéis rechazar estos sentimientos primarios en tanto "no forman parte de Quienes Queréis Ser".
El Maestro es aquel que ha vivido las suficientes de tales experiencias como para saber por adelantado cuál es su elección definitiva. No necesita "probar" nada. Ya ha llevado antes esa ropa, y sabe que no le sienta bien; no es "la suya". Y, puesto que la vida de un Maestro está dedicada a la realización constante del Yo tal como uno mismo sabe que es, nunca albergará esos sentimientos "que no le sientan bien".
He aquí por que los Maestros se muestran imperturbables frente a lo que los demás llamarían calamidades. Un Maestro bendice la calamidad, pues sabe que a partir de la semilla del desastre (y de toda experiencia) crece el Yo. Y el segundo objetivo de la vida de un Maestro es crecer siempre, ya que, una vez se ha realizado plenamente a Sí mismo, no tiene otra cosa que hacer excepto ser más que eso.
Es en esta etapa cuando uno pasa de la obra del alma a la obra de Dios, pues eso es lo que me corresponde a Mí.
Supondré, a efectos de nuestro análisis, que de momento estás en la obra del alma. Estás todavía tratando de realizar (de hacer "real") Quien Realmente Eres. La vida (Yo) te dará abundantes oportunidades para crearlo (recuerda que la vida no es un proceso de descubrimiento, sino un proceso de creación).
Puedes crear a Quién Realmente Eres una y otra vez. En realidad, lo estás haciendo; cada día. Sin embargo, actualmente no siempre responderás de la misma manera. Frente a una experiencia externa idéntica, puede que un día decidas ser paciente, amable y cariñoso en relación a ella; y otro día puede que decidas enfadarte, ser desagradable y estar triste.
El Maestro es aquel que siempre responde de la misma manera; y esa manera es siempre la opción más elevada.
En esto, el Maestro es inmediatamente previsible; por el contrario, el discípulo es totalmente imprevisible. Se puede afirmar si alguien se halla en camino de ser Maestro simplemente observando con qué grado de previsibilidad escoge la opción más elevada en respuesta o como reacción a una determinada situación.
Por supuesto, eso plantea una pregunta: ¿cuál es la opción más elevada?
Se trata de una pregunta sobre la que han girado las filosofías y las teologías del hombre desde el principio de los tiempos. Si la pregunta te interesa realmente, es que estás ya en camino de ser Maestro, ya que lo cierto es que a la mayoría de las personas les interesa otra pregunta totalmente distinta.. No cuál es la opción más elevada, sino cuál es la opción más beneficiosa; o bien cómo puedo reducir mis pérdidas al mínimo.
Cuando se vive la vida desde el punto de vista del control de las pérdidas y la optimización de los beneficios, se pierde el auténtico beneficio de la vida. Se pierde la oportunidad. Se pierde la posibilidad. Y ello porque una vida vivida de ese modo es una vida vivida con temor; y esa vida afirma una mentira sobre vosotros.
Puesto que no sois temor, sois amor. El amor que no necesita protección no puede perderse. Pero nunca lo sabréis por propia experiencia si seguís respondiendo a la segunda pregunta, y no a la primera; ya que sólo una persona que piensa que hay algo que ganar o que perder responde a la segunda pregunta; y sólo una persona que contempla la vida de un modo distinto, que se ve a Sí misma como un ser superior, que entiende que lo importante no es ganar o perder, sino únicamente amar o dejar de amar, sólo esa persona responde a la primera.
quien responde a la segunda: "yo soy mi cuerpo";, Quien responde a la primera pregunta afirma "yo soy mi alma".
Quién tenga oídos para oír, que oiga; pues te aseguro que en el momento crítico de toda relación humana, sólo hay una pregunta:
Ninguna otra pregunta es importante; ninguna otra pregunta es significativa; ninguna otra pregunta tiene la menor importancia para vuestra alma.
Topamos aquí con un punto de muy delicada interpretación, ya que este principio de la acción basada en el amor ha sido muy mal interpretado, y esta mala interpretación ha dado origen a resentimientos y enfados, lo cual, a su vez, ha hecho que muchos se apartaran del camino.
Durante siglos, os han enseñado que la acción basada en el amor se deriva de la decisión de ser, hacer y tener cualquier cosa que produzca el mayor bien a otro.
Pero deja que te diga algo: la opción más elevada es la que te produce el mayor bien a ti mismo.
Al igual que toda verdad espiritual profunda, esta afirmación se presta inmediatamente a una mala interpretación. El misterio se aclara un poco en el momento en que uno decide cuál es el mayor "bien" que puede hacerse a sí mismo. Y cuando se ha tomado la opción absolutamente más elevada, el misterio desaparece, el círculo se completa, y el mayor bien para uno mismo se convierte en el mayor bien para el otro.
Puede que se necesiten varias vidas para entender esto, e incluso varias más para ponerlo en práctica, ya que esta verdad gira en torno a otra aún mayor: lo que te haces a Ti mismo, se lo haces al otro; lo que haces al otro, te lo haces a Ti mismo.
Y ello, porque tú y el otro sois uno.
Y ello, porque…
…no hay nada más que tú.
Todos los Maestros que han transitado por vuestro planeta lo han enseñado ("en verdad, en verdad, os digo que lo que hacéis a uno de mis hermanos más pequeños, me lo hacéis a Mí"). Sin embargo, para la mayoría de las personas se ha quedado simplemente en una gran verdad esotérica con escasa aplicación práctica. En realidad se trata de la verdad "esotérica" con mayor aplicación práctica de todos los tiempos.
En las relaciones con los demás es importante recordar esta verdad; sin ella, dichas relaciones resultarán más difíciles.
Volvamos a las aplicaciones prácticas de este saber, y dejemos, por el momento, su aspecto puramente espiritual y esotérico.
Muy a menudo, con la anterior interpretación, la gente – con buena intención y, en muchos casos, auténtico sentimiento religioso – hacía lo que consideraba que sería lo mejor para la otra persona. Lamentablemente, todo esto hacía que en muchos casos (en la mayoría de los casos) se continuara abusando del otro; que continuaran los malos tratos y las disfunciones en las relaciones.
Finalmente, la persona que trataba de "hacer lo correcto" para con el otro – perdonar en seguida, mostrar compasión, hacer continuamente la vista gorda ante determinados problemas y comportamientos – se convertía en una persona resentida, colérica y desconfiada, incluso ante Dios, pues ¿cómo puede un Dios justo pedir ese sufrimiento, esa tristeza y ese sacrificio interminables, aunque sea en nombre del amor?
La respuesta es que Dios no pide eso. Dios pide únicamente que te incluyas a ti mismo entre aquellos a quienes amas.
Pero Dios aún va más lejos. Dios propone – y aconseja – que te incluyas el primero.
Y lo hago con plena consciencia de que algunos de vosotros llamarán a esto blasfemia, y, en consecuencia, no lo considerarán Mi palabra, y que otros harán algo que quizás sea peor: aceptar que es mi palabra, y mal interpretarla o distorsionarla para sus propios fines, para justificar actos impíos.
Te lo aseguro: ponerte a ti mismo en primer lugar, en su más elevado sentido, nunca lleva a realizar un acto impío.
Por lo tanto, si te has sorprendido a ti mismo cometiendo un acto impío como resultado de haber hecho lo que es mejor para ti, la confusión radica no en haberte puesto a ti mismo en primer lugar, sino en no haber entendido bien qué es lo mejor para ti.
Por supuesto, determinar qué es lo mejor para ti requerirá que determines también que es lo que pretendes hacer. Se trata de un paso importante, que mucha gente ignora. ¿Cuál es tu "plan"? ¿Cuál es tu propósito en la vida? Sin responder previamente a esta pregunta, la cuestión de qué es lo "mejor" para ti en unas circunstancias dadas seguirá siendo un misterio.
Desde un punto de vista practico – prescindiendo de nuevo de lo esotérico -, si buscas que es lo mejor para ti en aquellas situaciones en las que eres maltratado, como mínimo lograrás que cese el mal trato. Y eso será bueno para ti y para la persona que te maltrata, ya que también la persona que maltrata es maltratada en tanto se le permite continuar con su mal trato.
Ello no favorece, sino que perjudica, a la persona que maltrata; ya que, si ve que se acepta su mal trato, ¿qué habrá aprendido? Pero si ve que su mal trato deja de ser aceptado ¿no se le habrá permitido descubrir algo?
Por lo tanto, tratar a los demás con amor no significa necesariamente permitirles que hagan lo que quieran.
Los padres lo aprenden muy pronto con respecto a sus hijos. Pero los adultos no lo aprenden con la misma rapidez con respecto a los otros adultos. Ni las naciones con respecto a las otras naciones.
No se debe permitir que proliferen los déspotas, sino que hay que poner fin a su despotismo. El amor hacia Uno mismo, y el amor hacia el déspota lo exigen así.
Esta es la respuesta a tu pregunta: "Si el amor es todo lo que hay, ¿cómo podría el hombre justificar nunca la guerra?"
A veces el hombre debe ir a la guerra para realizar la más grandiosa afirmación de quién es realmente: aquel que abomina la guerra.
Algunas veces debes renunciar a Quien Realmente Eres con el fin de ser Quien Realmente Eres.
Hay Maestros que lo han enseñado así: no puedes tenerlo todo hasta que no estás dispuesto a renunciar a todo.
De este modo, para poder "tenerte" a ti mismo como un hombre de paz, puede que tengas que renunciar a la idea de ti mismo como un hombre que nunca va a la guerra. La Historia a requerido de los hombres decisiones de este tipo.9 de noviembre II
Lo mismo vale para la mayoría de los individuos y la mayoría de las relaciones personales. Más de una vez, la vida puede requerir que demuestres Quien Eres manifestando un aspecto de Quien No Eres.
Esto no resulta tan difícil de entender si has vivido unos cuántos años; pero para la juventud idealista puede parecer el colmo de la contradicción. En un examen más maduro se aproxima más a la dicotomía divina.
Ello no significa, en el contexto de las relaciones humanas, que si te hacen daño tú tengas que hacer daño "a cambio" (ni tampoco en el contexto de las relaciones entre naciones). Significa sencillamente que permitir al otro que continuamente te haga daño puede que no sea el mejor acto de amor por tu parte; ni hacia ti mismo ni hacia el otro.
Esto debería acabar con determinadas teorías pacifistas según las cuales el amor más elevado impide cualquier respuesta enérgica a lo que uno considera malo.
Una vez más, el discurso adquiere un cariz esotérico, puesto que ningún análisis serio de tal información puede ignorar la palabra "malo", y los juicios de valor que invita a formular. En realidad, no hay nada malo; únicamente fenómenos y experiencias objetivos. Sin embargo, vuestro propio objetivo en la vida requiere que seleccionéis, de entre la creciente serie de interminables fenómenos, unos cuantos dispersos a los que llamáis malos; ya que, si no lo hicierais, no podríais llamaros a vosotros mismos buenos, ni a ninguna otra cosa, y – por lo tanto – no podríais conoceros, o crearos, a Vosotros mismos.
Por eso a lo que llamáis malo os definís a vosotros mismos; y por eso a lo que llamáis bueno.
El mayor mal consistiría, pues, en no declarar malo nada en absoluto.
En esta vida, existís en el mundo de lo relativo, donde una cosa puede existir únicamente en relación con otra. Esta es al mismo tiempo la función y el objetivo de la relación: proporcionar un ámbito de experiencia en el que podáis encontraros a vosotros mismos, definiros a vosotros mismos y – si lo decidís – recrear constantemente Quienes Sois.
Decidir ser como Dios no significa que decidas ser un mártir. Y, desde luego, no significa que decidas ser una víctima.
Una de las maneras de llegar a ser un Maestro – una vez eliminada toda posibilidad de dolor, perjuicio o daño – podría consistir muy bien en reconocer el dolor, el perjuicio o el daño como parte de tu experiencia, y decidir Quien Eres en relación con ello.
Sí, es cierto que lo que los demás piensen, digan o hagan a veces te hará daño; hasta que deje de hacértelo. Con ello conseguirás más rápidamente una total honradez, si estas dispuesto a afirmar, reconocer y declarar exactamente lo que piensas acerca de cualquier cosa. Di tu verdad, con amabilidad pero completa. Vive tu verdad, gentilmente pero de modo pleno y consecuente. Cambia tu verdad, con facilidad y con rapidez, cuando tu experiencia te aporte una nueva luz.
Nadie en su sano juicio – y Dios menos que nadie – te diría, cuando experimentas dolor en una relación: "aléjate de ella, haz que no signifique nada". Si estás experimentando dolor, es demasiado tarde para hacer que no signifique nada. Tu tarea en este momento consiste en decidir que significa, y manifestarlo; puesto que, al hacerlo así, eliges y te haces Aquel que Pretendes Ser.
Así, no tengo que ser una sufrida esposa o un despreciado marido, o la víctima de mis relaciones, para que estas sean santas, o para hacerme grato a los ojos de Dios…
¡Santo Cielo! ¡Pues claro que no!
Y no tengo que aguantar agresiones a mi dignidad, asaltos a mi orgullo, perjuicios a mi psique ni heridas a mi corazón para poder decir que "doy lo mejor de mí" en una relación, o que "cumplí con mi deber" o "con mi obligación" a los ojos de Dios y de los hombres…
Ni por un momento.
Entonces, te ruego que me digas: ¿qué promesas debo hacer en una relación?, ¿qué acuerdos debo cumplir? ¿Qué obligaciones comporta una relación? ¿Qué pautas debo buscar?
La respuesta a esto es la respuesta que no puedes oír, puesto que te deja sin ninguna pauta y vuelve nulo y sin efecto cualquier acuerdo en el momento mismo de tomarlo. La respuesta es: no tienes ninguna obligación. Ni respecto a las relaciones, ni respecto a nada en la vida.
¿Ninguna obligación?
Ninguna obligación. Ni tampoco ninguna restricción o limitación, ninguna pauta ni ninguna regla. Ni estás obligado por ninguna circunstancia ni situación, ni por ningún código de leyes. Ni eres merecedor de castigo por ninguna ofensa, ni eres capaz de cometerla, puesto que no hay nada "ofensivo" a los ojos de Dios.
Ya he oído esto antes, esa especie de religión de "no hay ninguna regla". Eso es la anarquía espiritual. No veo cómo podría funcionar.
No hay ningún camino que no pueda funcionar si estas dedicado a la tarea de crear tu Yo. Si, por el contrario, te imaginas que estás dedicado a la tarea de tratar de ser lo que algún otro quiere que seas, la ausencia de reglas o pautas pondrá ciertamente las cosas más difíciles.
Pero la mente pensante se ve obligada a preguntar: "Si Dios quiere que Yo sea de una determinada manera, ¿por qué no me creó desde el primer momento de esa manera? ¿Por qué esta lucha por mi parte para "superar" quien soy con el fin de convertirme en lo que Dios quiere que sea? Esto es lo que exige saber la mente meticulosa; y con razón, pues se trata de una pregunta oportuna.
Los teóricos de la religión os harían creer que Yo os he creado como alguien que es menos que Quien Yo Soy para que podáis tener la oportunidad de llegar a ser como Quien Yo Soy, superando todas las desventajas, y – añadiría Yo – superando todas las tendencias naturales que se supone que os he dado.
Entre estas supuestas tendencias naturales está la tendencia al pecado. Se os ha enseñado que habéis nacido en pecado, que moriréis en pecado, y que el pecado es vuestra naturaleza.
Incluso una de vuestras religiones enseña que no podéis hacer nada al respecto. Vuestras acciones resultan irrelevantes y sin sentido. Es una arrogancia pensar que, debido a alguna acción vuestra, podéis "ir al cielo" Sólo hay un modo de alcanzar el cielo (la salvación), y no es a través de vuestra iniciativa, sino por la gracia concedida por Dios a través de la aceptación de Su Hijo como intermediario suyo.
Una vez hecho esto, estáis "salvados". Y mientras no se haga, nada de lo que podáis hacer – ni la vida que viváis, ni las decisiones que toméis, ni ninguna iniciativa de vuestra voluntad esforzándose por mejorar o por ser honestos – tiene ningún efecto ni ejerce ninguna influencia. Sois incapaces de haceros honestos, puesto que sois intrínsecamente deshonestos. Fuisteis creados así.
¿Por qué? Solo Dios lo sabe. Quizás cometió un error. Quizás no le salió bien. Es posible que quisiera poder rehacerlo todo de nuevo. Pero ahí está. Que le vamos a hacer…
Te estás burlando de mí…
No. Vosotros os burláis de Mí. Decís que Yo, Dios creé seres intrínsecamente imperfectos, y luego les pedí que fueran perfectos bajo la amenaza de condenarles.
Decís también que, en algún momento tras varios miles de años de experiencia del mundo, Me aplaqué, y decís que a partir de entonces ya no teníais necesariamente que ser buenos, sino que simplemente habíais de sentiros malos cuando no estabais siendo buenos, y aceptar como vuestro salvador al Único Ser que siempre podía ser perfecto, satisfaciendo de este modo mi hambre de perfección. Decís que Mi Hijo – al que llamáis el Único Perfecto – os ha salvado de vuestra propia imperfección, la imperfección que Yo os di.
En otras palabras, el Hijo de Dios os ha salvado de lo que hizo su Padre.
Así es como vosotros – muchos de vosotros – decís que Yo lo he establecido.
Entonces, ¿quién se burla de quién?
Es la segunda vez en este libro que parece que lances un ataque frontal al fundamentalismo cristiano. Estoy sorprendido.
Tú has elegido la palabra "ataque". Yo simplemente he abordado la cuestión. Y la cuestión, por cierto, no es el "fundamentalismo cristiano", como tu dices. Es la naturaleza de Dios, y de la relación de Dios con el hombre.
La cuestión ha surgido porque estábamos tratando del asunto de las obligaciones; en las relaciones y en la propia vida.
No puedes creer en una relación libre de obligaciones si no aceptas quién y qué eres realmente. A una vida de completa libertad tú la llamas "anarquía espiritual". Yo la llamo la gran promesa de Dios.
Sólo en el contexto de esta promesa puede completarse el magnífico plan de Dios.
No tienes ninguna obligación en tus relaciones. Tienes únicamente oportunidades.
Las oportunidades, no las obligaciones, constituyen la piedra angular de la religión, las bases de toda espiritualidad. Si lo ves al revés, entonces no lo entiendes.
La relación – vuestras relaciones con todas las cosas – se creó como una herramienta perfecta para el trabajo del alma. He ahí por qué todas las relaciones humanas son "tierra santa". He ahí por qué toda relación personal es sagrada.
En esto muchas iglesias tienen razón. El matrimonio es un sacramento. Pero no debido a sus obligaciones sagradas, sino más bien porque constituye una oportunidad inigualable.
En el contexto de las relaciones, no hagas nada porque lo percibas como una obligación. Hagas lo que hagas, hazlo con la percepción de la gloriosa oportunidad que las relaciones te proporcionan para decidir, y ser, Quien Realmente Eres.
Escuche esto y, sin embargo, una y otra vez en mis relaciones me he dado por vencido cuando las cosas se han puesto difíciles. El resultado es que he tenido un rosario de relaciones, mientras que cuando era un chiquillo pensaba que tendría sólo una. Parece que no sepa qué es mantener una relación. ¿Crees que alguna vez aprenderé? ¿Qué he de hacer para que eso suceda?
Haces que parezca que mantener una relación significa que esta ha sido un éxito. Procura no confundir la duración con el trabajo bien hecho. Recuerda que tu tarea en este planeta no consiste en ver cuánto tiempo puedes mantener una relación, sino en decidir, y experimentar, Quién Eres Realmente.
Esto no es un argumento a favor de las relaciones de corta duración; pero tampoco hay necesidad de que sean de larga duración.
Sin embargo, aunque no hay tal necesidad, se pueden decir muchas cosas de ellas: las relaciones de larga duración proporcionan notables oportunidades para el crecimiento mutuo, la expresión mutua y la mutua satisfacción; y ahí radica su propia recompensa.
¡Lo sé, lo sé! Quiero decir, que siempre lo he sospechado. Entonces, ¿cómo puedo conseguirlo?
En primer lugar, debes estar seguro de que inicias la relación por los motivos correctos. (utilizo la palabra "correctos" como un término relativo; serían "correctos" en relación al objetivo – más amplio – que tengas en tu vida.)
Como ya he señalado antes, la mayoría de la gente inicia las relaciones por los motivos "equivocados": poner fin a su soledad, llenar un vacío, conseguir amor o tener a alguien a quien amar; y estos son los mejores motivos. Otros lo hacen para tranquilizar su ego, acabar con sus depresiones, mejorar su vida sexual, recuperarse de una relación anterior, o – lo creas o no – para aliviar su aburrimiento.
Ninguno de estos motivos funcionará, y a menos que con el tiempo tenga lugar algún cambio dramático, la relación no saldrá bien.
Yo no he iniciado mis relaciones por ninguno de esos motivos.
Permíteme dudarlo. No creo que sepas por qué has iniciado tus relaciones. No creo que pensaras en ello. No creo que iniciaras tus relaciones con un propósito consciente. Creo que las iniciaste porque te "enamoraste".
Eso es exacto.
Y no creo que te pararas a examinar por qué estabas "enamorado". ¿A qué respondías? ¿Qué necesidad, o conjunto de necesidades, satisfacías?
Para la mayoría de la gente, el amor responde a la satisfacción de una necesidad.
Cada uno sabe lo que necesita. Tú necesitas una cosa; el otro necesita otra. Y cada uno ve en el otro una posibilidad de satisfacer esa necesidad. De modo que se establece un intercambio tácito. Yo te doy lo que tengo si tú me das lo que tienes.
Se trata de una transacción. Pero no decís la verdad al respecto. No decís:"¡Cuánto intercambio contigo!", sino: "¡Cuánto te quiero!", y luego viene el desengaño.
Ya habías señalado eso antes.
Sí, y tú has hecho eso antes; y no una, sino varias veces.
A veces parece que este libro se mueva en círculo, tocando los mismos puntos una y otra vez.
En cierto modo, como la vida misma.
¡Touché!
El método aquí es que tú formulas unas preguntas, y Yo simplemente las contesto. Si formulas la misma pregunta de tres modos diferentes, me veo obligado a seguir respondiendo a ella.
Quizás es que tengo la esperanza de que salgas con una respuesta distinta. Creo que exageras cuando te pregunto acerca de las relaciones. ¿Qué tiene de malo enamorarse perdidamente sin haber pensado en ello?
Nada. Enamórate de tantas personas como quieras, si ese es tu deseo. Pero si vas ha establecer con ellas unas relaciones para toda la vida, tal vez quieras pensar un poco en eso.
Por otra parte, si disfrutas pasando de unas relaciones a otras – o, lo que es peor, manteniéndolas porque crees que"tienes que hacerlo" y, por tanto, viviendo una vida de callada desesperación -, si disfrutas repitiendo estas pautas de tu pasado, sigue haciendo lo que has hecho hasta ahora.
¡De acuerdo, de acuerdo! Mensaje recibido. Chico, eres implacable, ¿sabes?
Ese es el problema de la verdad. La verdad es implacable. No te dejará tranquilo. Se acercará sigilosamente a ti en cualquier parte, mostrándote lo que realmente es. Puede llegar a ser fastidiosa.
De acuerdo. Entonces, quiero encontrar las herramientas para lograr una relación duradera; y dices que iniciar la relación con un objetivo consciente es una de ellas.
Sí. Debes estar seguro de que tú y tu pareja estáis de acuerdo con el objetivo.
Si ambos estáis de acuerdo a un nivel consciente de que el objetivo de vuestra relación consiste en crear una oportunidad, no una obligación; una oportunidad de crecimiento, de autoexpresión plena, de elevar vuestras vidas a su más alto potencial, de subsanar cualquier falso pensamiento o idea que hayáis tenido de vosotros mismos, y de la unión final con Dios a través de la comunión de vuestras dos almas; si asumes este compromiso, en lugar de los compromisos que has asumido hasta ahora, la relación se habrá iniciado con muy buen pie, habrá tenido un muy buen principio.
Sin embargo, eso no garantiza el éxito.
Si quieres garantías en la vida, entonces no quieres la vida. Quieres ensayar un guión que ya haya sido escrito.
Por su propia naturaleza, la vida no puede tener garantías; de ser así, todo su propósito se vería frustrado.
Esta bien de acuerdo. Supongamos que he iniciado mi relación con este "muy buen principio". ¿Cómo puedo mantenerla?
Sabiendo y entendiendo que vendrán pruebas y momentos difíciles.
No trates de evitarlos. Dales la bienvenida. Agradécelos. Considéralos como unos magníficos dones de Dios; oportunidades gloriosas de hacer lo que has venido a hacer en la relación, y en la vida.
En esos momentos, esfuérzate en no ver a tu pareja como el enemigo, como la oposición.
En realidad, procura no ver a nadie, ni a nada, como el enemigo, o como el problema. Cultiva la técnica de contemplar todos los problemas como oportunidades; oportunidades de…
Lo sé, lo sé: "de ser, y decidir, Quien Realmente Eres".
¡Exacto! ¡Veo que lo vas entendiendo!
Sin embargo, todo eso me sugiere una vida bastante aburrida.
Entonces es que tienes la mira muy baja. Ensancha tu horizonte. Aumenta la profundidad de tu visión. Trata de ver más en ti de lo que crees que se puede ver. Trata también de ver más en tu pareja.
Nunca perjudicará en nada a tus relaciones – ni a nadie – el hecho de que veas en los otros más de lo que ellos te muestran, puesto que hay más. Mucho más. Es únicamente su miedo lo que le impide mostrártelo. Si los demás notan que tú ves más en ellos, no temerán mostrarte lo que tú, evidentemente, ya veías.
Las personas tienden a cumplir las expectativas que los demás tenemos acerca de ellas.
Algo parecido. No me gusta usar aquí la palabra "expectativas". Las expectativas arruinan la relación. Digamos que las personas tienden a ver en sí mismas lo que los demás vemos en ellas. Cuando más grandiosa sea nuestra visión, más grandiosa será su voluntad de manifestar la parte de ellos que nosotros les hemos mostrado.
¿No es así como funcionan todas las relaciones auténticamente dichosas? ¿No forma esto parte del proceso de curación, el proceso por el cual permitimos a las personas "desprenderse" de cualquier falso pensamiento que hayan tenido acerca de sí mismas?
¿No es esto acaso lo que Yo estoy haciendo aquí, en este libro, contigo?
Sí.
Pues esa es la obra de Dios. La obra del alma consiste en darse cuenta de quién es ella misma. La obra de Dios consiste en que todos los demás se den cuenta de quiénes son.
Y lo hacemos en la medida en que vemos a los otros como Quienes Son, en la medida en que les recordamos Quiénes Son.
Podéis hacerlo de dos maneras: recordándoles Quienes Son (lo que resulta muy difícil, puesto que no os creerán), y recordando Quiénes Sois Vosotros (mucho más fácil, puesto que no necesitáis que ellos os crean; basta que lo creáis vosotros); al manifestar esto último constantemente, al final recordáis a los demás Quienes Son, pues se ven a sí mismos en vosotros.
Muchos Maestros han sido enviados a la Tierra para manifestar la Verdad Eterna. Otros, como Juan el Bautista, han venido en calidad de mensajeros, describiendo la Verdad con vivos colores, hablando de Dios con inconfundible claridad.
Estos mensajeros tan especiales han sido dotados de extraordinaria perspicacia y de un poder muy especial para ver y acoger la Verdad Eterna, además de la capacidad de comunicar conceptos complejos de manera que las masas puedan entenderlos.
Tú eres uno de esos mensajeros.
¿Yo?
Sí. ¿Lo crees?
¡Es algo tan difícil de aceptar! Quiero decir, que todos queremos ser especiales…
… todos sois especiales…
Y aquí interviene el ego – al menos a mí me sucede -, y trata de hacernos sentir de algún modo "elegidos" para una tarea extraordinaria. Constantemente tengo que luchar contra este ego, y tratar de depurar una y otra vez cada uno de mis pensamientos, palabras y obras, procurando mantener con ello mi crecimiento personal. De modo que resulta muy difícil oír lo que dices, puesto que soy consciente de que ello afecta a mi ego, y he pasado toda mi vida luchando contra él.
9 noviembre II
Sé que lo has hecho.
Y a veces con no demasiado éxito.
Lamento tener que estar de acuerdo en eso.
Sin embargo, siempre que has acudido a Dios, has dejado a tu ego de lado. Más de una noche has rogado y suplicado claridad e implorado inspiración al cielo, y no para poder enriquecerte o verte colmado de honores, sino desde la profunda pureza de la simple ansia de conocimiento.
Sí.
Y me has prometido, una y otra vez, que te obligarías a ti mismo a conocer, que pasarías el resto de tu vida – todos los momentos de lucidez – compartiendo la Verdad Eterna con los demás… no por la necesidad de gloria, sino debido al profundo deseo de tu corazón de poner fin al dolor y al sufrimiento de los demás; de llevarles el júbilo y la alegría, de ayudarles y sanarles; de despertar de nuevo en ellos el sentimiento de unión con Dios que tu siempre has experimentado.
Sí, es cierto.
De modo que te he elegido para que seas Mi mensajero. A ti, y a muchos otros. Por ahora, en el futuro más inmediato, el mundo requerirá muchas trompetas para que la llamada suene con potencia. El mundo necesitará muchas voces para declarar la palabra de la verdad y la reconciliación a tantos millones. El mundo necesitará muchos corazones unidos en la obra del alma y preparados para realizar la obra de Dios.
¿Puedes afirmar honradamente que no eres consciente de ello?
No.
¿Puedes negar honradamente que es por eso por lo que has venido?
No.
¿Estás dispuesto, pues, a decidir y declarar por medio de este libro tu propia Verdad Eterna, y a anunciar con claridad la gloria de la Mía?
¿Debo incluir estos últimos cambios en el libro?
No debes hacer nada. Recuerda que en nuestras relaciones no tienes ninguna obligación. Sólo oportunidades. ¿Acaso no es esta la oportunidad que habías estado esperando toda tu vida? ¿Acaso no te has consagrado a esta misión – y a la preparación necesaria para realizarla – desde los primeros momentos de tu juventud?
Sí.
___________________________________________________
Entonces, no hagas lo que estés obligado a hacer, sino lo que tengas oportunidad de hacer.
En cuanto a poner todo esto en nuestro libro, ¿por qué no ibas a hacerlo? ¿Crees acaso que quiero que seas un mensajero en secreto?
No, supongo que no.
Se necesita mucho valor para declararse uno mismo un hombre de Dios. ¿Entiendes que el mundo te aceptará más fácilmente como cualquier otra cosa antes que como un hombre de Dios, un auténtico mensajero? Cada uno de mis mensajeros ha sido humillado. Lejos de alcanzar la gloria, no han alcanzado sino la congoja en su corazón.
¿Estas dispuesto? ¿Aceptará tu corazón la congoja de proclamar la verdad sobre Mí? ¿Estas dispuesto a aguantar la burla de los demás seres humanos? ¿Estas preparado para renunciar a la gloria en la Tierra a cambio de plena realización de la mayor gloria del alma?
De repente, Dios, haces que todo esto parezca bastante difícil.
¿Quieres que lo tomemos a broma?
Bueno, podríamos quitarle un poco de hierro.
¡Eh, que Yo soy partidario de quitar hierro a las cosas! ¿Por qué no terminamos este capítulo con un chiste?
¡Buena idea! ¿Sabes alguno?
No; pero tú sí. Explica aquel de la niña que esta dibujando un retrato…
¡Ah, sí, ese! De acuerdo. Allá va: una madre entra un día en la cocina, y encuentra a su hija pequeña sentada a la mesa, rodeada de lápices de colores, profundamente concentrada en un retrato que está dibujando. "Hija, ¿qué estás dibujando con tanto interés?", pregunta la madre. "Es un retrato de Dios, mamá", responde la niña con ojos brillantes. "¡Oh, cariño, que encantador! – dice la madre, tratando de ser útil -; pero, ¿sabes?, nadie sabe realmente como es Dios."
"Bueno – protesta la pequeña -, ¡pero déjame terminarlo…!"
Es un bonito chiste. ¿Sabes qué es lo más bonito? ¡Que la niña no tenía ninguna duda de que sabía exactamente cómo dibujarme!
Cierto.
Ahora te explicaré Yo a ti una historia, y con ella podremos dar por terminado este capítulo.
De acuerdo.
Había una vez un hombre que un buen día se dio cuenta de que estaba dedicando una serie de horas cada semana a escribir un libro. Día tras día, corría a coger su lápiz y su cuaderno – a veces en mitad de la noche – para plasmar cada nueva inspiración. Finalmente, alguien le pregunto qué tenía entre manos.
"¡Oh, bueno! – respondió -, estoy poniendo por escrito una larga conversación que estoy manteniendo con Dios."
"¡Qué encantador! – le respondió su amigo, con indulgencia -; pero, ¿sabes?, nadie sabe realmente con certeza lo que diría Dios."
"Bueno – sonrió el hombre – ¡pero déjame terminarlo…!"
9
Puedes pensar que todo este asunto de "ser Quien Realmente Eres" es fácil, pero es el mayor reto con el que te enfrentarás en toda tu vida. En realidad, puede que nunca lo consigas. Muy poca gente lo logra. Y no en una sola vida; ni en muchas.
Entonces, ¿para qué intentarlo? ¿Para qué complicarse la vida? ¿Qué falta hace? ¿Por qué no vivir sencillamente la vida como si fuera lo que, en cualquier caso, aparentemente es: un simple ejercicio sin sentido que no conduce a ningún lugar en particular; un juego que no puedes perder juegues como juegues; un proceso que, al final, lleva al mismo resultado para todo el mundo? Dices que no hay infierno, que no hay castigo, que no hay modo de perder; entonces, ¿para qué demonios esforzarse en ganar? ¿Qué incentivo hay, puesto que resulta tan difícil ir adonde dices que tratamos de ir? ¿Por qué no tomamos tranquilamente nuestro tiempo y descansar de todo eso de la esencia de Dios y de "ser Quién Realmente Eres"?
¡Vaya! Estamos frustrados, ¿no?…
Bueno. Estoy cansado de intentarlo, intentarlo e intentarlo, sólo para que ahora vengas y me digas qué difícil va a ser todo, y que, en cualquier caso, sólo uno entre un millón lo consigue.
Sí, sé que lo estás. Déjame ver si puedo ayudarte. En primer lugar, me gustaría señalar que ya te has tomado "tranquilamente tu tiempo" respecto a este asunto. ¿Crees que este es tu primer intento?
No tengo ni idea.
¿No te parece como si ya hubieras estado aquí antes?
De vez en cuando.
Bueno, pues has estado. Muchas veces.
¿Cuántas?
Muchas
¿Se supone que eso va a estimularme?
Se supone que va a inspirarte.
¿Cómo?
En primer lugar, hace que alejes de ti la preocupación. Aporta el elemento de "no poder fracasar" del que antes hablabas. Te asegura que el propósito es que no fracases; que tendrás tantas oportunidades como quieras y necesites. Puedes volver una vez, y otra, y otra. Si das el siguiente paso, si evolucionas al siguiente nivel, será porque quieres, no porque tengas que hacerlo.
¡No tienes que hacer nada! Si disfrutas de la vida a este nivel, si sientes que para ti es el nivel mayor, ¡puedes tener esta experiencia una vez y otra vez! ¡En realidad, la haz tenido una y otra vez, precisamente por esta razón! Tú amas el drama. Amas el dolor. Amas el "no saber", el misterio, el suspenso. ¡Amas todo eso! !Y por ello es por lo que estas aquí!
¿Te burlas de mí?
¿Me burlaría de ti en un asunto como este?
No lo sé. No sé de qué se burla Dios.
No de esto. Esto es algo demasiado cercano a la Verdad; demasiado cercano al Conocimiento Último. Nunca me burlo de "cómo es". Demasiadas personas han elucubrado acerca de ello. Yo no estoy aquí para provocarte más confusión, sino para ayudarte a tener las cosas más claras.
¡Y tan claras! ¿Me estás diciendo que estoy aquí porque quiero estar?
Por supuesto.
¿Porque he decidido estar?
Sí.
¿Y he tomado esta opción muchas veces?
Muchas.
¿Cuántas?
Volvemos al asunto. ¿Quieres un cálculo exacto?
Dame sólo una cantidad aproximada. ¿Hablamos de puñados o de docenas?
De centenares.
¿Centenares? ¿He vivido centenares de vidas?
Sí.
¿Y esto es todo lo que he conseguido?
En realidad, has avanzado bastante.
¿Ah, sí?
Totalmente. ¡Vaya! En realidad, en vidas anteriores has matado a gente.
¿Y qué tiene eso de malo? Tú mismo has dicho que a veces la guerra es necesaria para acabar con el mal.
Vamos a tener que aclarar esta afirmación, pues veo que puede utilizarse mal – como tú estas haciendo ahora – para tratar de defender toda clase de argumentos o de racionalizar toda clase de locuras.
Según los más altos valores que he observado que los humanos han ideado, nunca se puede justificar el asesinato como medio de expresar cólera, manifestar hostilidad, "deshacer entuertos" o castigar a un infractor. La afirmación de que a veces la guerra es necesaria para acabar con el mal sigue siendo cierta, puesto que vosotros lo habéis establecido así. Vosotros habéis determinado, en la creación del Yo, que el respeto de toda vida humana es, y debe ser, el valor principal y más elevado. Me complace vuestra decisión, ya que Yo no he creado la vida para que sea destruida.
Es el respeto por la vida lo que hace que a veces la guerra resulte necesaria, ya que es precisamente a través de la guerra contra el mal más inmediato, a través de la defensa frente a la amenaza más inmediata a otra vida, como afirmáis Quienes Sois Realmente en relación con ello.
Desde el punto de vista de la más alta ley moral, tenéis el derecho – en realidad, la obligación – de detener la agresión a cualquier persona, o a vosotros mismos.
Esto no significa que el asesinato como castigo resulte apropiado, ni tampoco como desquite, ni como medio de resolver mezquinas diferencias.
En tu pasado, has matado en duelos por el cariño de una mujer, y lo has hecho para defender tu honor, cuando precisamente era el honor lo que perdías al hacerlo. Es absurdo utilizar la fuerza de la muerte como resolución de disputas. Todavía hoy, muchos humanos utilizan la fuerza – la fuerza del asesinato – para resolver disputas ridículas.
Rayando en la hipocresía, algunos humanos incluso matan en nombre de Dios; y esa es la mayor blasfemia, pues ello no se aviene con Quienes Sois.
¡Ah, entonces el asesinato sí tiene algo de malo… !
Volvamos a ello. Nada tiene nada de "malo". "Malo", "equivocado", "incorrecto", son términos relativos, que indican lo opuesto a lo que llamáis "bueno" o "correcto".
Pero ¿qué es lo "correcto"? ¿Se puede ser realmente objetivo en estas cuestiones? ¿O bien "correcto" e "incorrecto" son simplemente descripciones con las que ocultáis los acontecimientos o las circunstancias, y que surgen de vuestras decisiones respecto a ellos?
Y, dime, ¿qué es lo que constituye la base de vuestras decisiones?
¿Vuestra propia experiencia? No. En la mayoría de los casos, habéis decidido aceptar la decisión de algún otro. Alguien que llegó antes que vosotros, y se supone que sabía más. Muy pocas de vuestras decisiones cotidianas respecto a lo que resulta "correcto" o "incorrecto" las habéis tomado vosotros mismos, basándoos en vuestro propio entendimiento.
Esto resulta especialmente cierto en asuntos importantes. En realidad, cuanto más importante sea el asunto, menos probable es que escuchéis a vuestra propia experiencia y más dispuestos estaréis a hacer vuestras las decisiones de otros.
Ello explica por qué prácticamente habéis renunciado al control total de determinadas áreas de vuestra vida y de determinadas cuestiones que surgen en el seno de la experiencia humana.
A menudo, dichas áreas y cuestiones incluyen los temas más vitales para vuestra alma: la naturaleza de Dios; la naturaleza de la auténtica moralidad; la cuestión de la realidad última; las cuestiones de la vida y la muerte en torno a la guerra, la medicina, el aborto o la eutanasia; el fondo de la cuestión de los valores, estructuras y juicios personales. Os habéis desentendido de la mayoría de estos temas, adjudicándoselos a otros. No queréis tomar vuestras propias decisiones al respecto.
"¡Que decida otro! ¡Yo estoy de acuerdo! – exclamáis -. ¡Que sea otro quien me diga qué es lo correcto y qué lo incorrecto!"
Por cierto: he ahí por qué las religiones humanas son tan populares. Apenas importa de qué sistema de creencias se trate, mientras sea firme, consistente, claro en cuanto a qué espera de sus seguidores, y rígido. Dadas esas características, se puede encontrar gente que crea en casi todo. Se pueden atribuir – y se han atribuido – a Dios las conductas y creencias más extrañas. Es el camino de Dios, dicen. La palabra de Dios.
Y habrá quienes lo aceptarán. Con mucho gusto. Porque elimina la necesidad de pensar.
Ahora bien: pensemos en el asesinato. ¿Puede haber una razón justificable para matar a alguien? Piensa en ello. Encontrarás que no necesitas que ninguna autoridad externa te dé la pauta, que ninguna fuente superior te proporcione las respuestas. Si piensas en ello, si observas lo que sientes al respecto, las respuestas te resultarán evidentes, y actuarás de acuerdo con ellas. A esto se le llama actuar según la propia autoridad.
Es cuando actúas según la autoridad de los demás es cuando vienen los problemas. ¿Deben los Estados y naciones utilizar el asesinato para lograr sus objetivos políticos? ¿Deben las religiones utilizar el asesinato para hacer cumplir sus imperativos teológicos? ¿Deben las sociedades utilizar el asesinato como respuesta ante aquellos que violan los códigos de conducta?
¿Constituye el asesinato un remedio político apropiado, un instrumento de convencimiento espiritual, un modo de resolver los problemas de la sociedad?
Ahora bien: ¿puedes matar en el caso de que alguien trate de matarte a ti? Matarías para defender la vida de alguien a quien amas? ¿O la de alguien a quien ni siquiera conozcas?
¿Constituye el asesinato una forma apropiada de defensa frente a aquellos que, de no impedírselo de algún modo, matarían?
¿Hay alguna diferencia entre matar y asesinar a sangre fría?
El Estado quiere que creáis que el asesinato resulta perfectamente defendible cuando responde a una necesidad puramente política. En realidad, el Estado necesita que lo creáis para poder existir como entidad de poder.
Las religiones quieren que creáis que el asesinato resulta perfectamente defendible para extender y mantener el conocimiento de, y la adhesión a, su verdad particular. En realidad, las religiones requieren que lo creáis para poder existir como entidad de poder.
La sociedad quiere que creáis que el asesinato resulta perfectamente defendible para castigar a aquellos que cometen determinados delitos (que han ido cambiando a lo largo del tiempo). En realidad, la sociedad depende de que lo creáis para poder existir como entidad de poder.
¿Crees que estas posturas son correctas? ¿Crees lo que otros afirman al respecto? ¿Qué tienes Tú que decir?
No hay nada "correcto > o "incorrecto" en estas cuestiones.
Pero vuestras decisiones al respecto configuran un retrato de Quiénes Sois.
En realidad, las decisiones de vuestros Estados y naciones han configurado ya tales retratos.
A través de sus decisiones, vuestras religiones han dejado unas huellas duraderas e imborrables. También vuestras sociedades, mediante sus decisiones, han creado sus propios autorretratos.
¿Os complacen tales retratos? ¿Son esas las huellas que queréis dejar? ¿Representan esos retratos Quienes Sois?
Ten cuidado con estas preguntas: pueden requerir que pienses.
Pensar es difícil. Hacer juicios de valor es difícil. Te coloca en una situación de pura creación, puesto que muchas veces tendrás que decir: "no lo sé; simplemente, no lo sé". Sin embargo, tendrás que decidir. Y, por lo tanto, tendrás que elegir. Tendrás que elegir una opción arbitraria.
Esta opción – una decisión que no proviene de ningún conocimiento personal previo – se denomina creación pura. Y el individuo es consciente, profundamente consciente, de que mediante la toma de tales decisiones se crea el Yo.
La mayoría de vosotros no estáis interesados en esta importante tarea. La mayoría de vosotros preferís dejarla para los demás. Y la mayoría de vosotros no sois auto-creadores, sino criaturas de la costumbre, criaturas de otros creadores.
Entonces, cuando los otros os han dicho lo que debéis sentir, y esto va directamente en contra de lo que vosotros sentís, experimentáis un profundo conflicto interior. Algo dentro de vosotros os dice que lo que otros os han dicho no coincide con Quienes Sois. ¿A dónde acudir, pues? ¿Qué hacer?
A los primeros que acudís es a vuestros religiosos, a las personas que situáis en primer lugar. Acudís a vuestros curas, rabinos, ministros, y pastores, y éstos os dicen que dejéis de escucharos a vosotros mismos. Los peores de entre ellos tratarán de ahuyentar en vosotros lo que intuitivamente sabéis.
Os hablarán del diablo, de Satanás, de todos los demonios y espíritus del mal, del infierno y de la condenación, y de cualquier cosa espantosa que ellos crean que os hará ver que todo lo que intuitivamente pensáis y sentís está equivocado, y que el único lugar en el que hallaréis consuelo es su pensamiento, su idea, su teología, sus definiciones de lo correcto y lo equivocado, y su concepto de Quienes Sois.
Lo más seductor del asunto es que todo lo que tenéis que hacer para lograr su aprobación instantánea es aceptarlo. Aceptadlo, y obtendréis su aprobación al momento. Algunos incluso cantarán, chillarán y bailarán, agitando los brazos y exclamando: ¡Aleluya!
Es difícil resistirse a esas manifestaciones de aprobación, de regocijo porque habéis visto la luz; ¡porque habéis sido salvados!
Pero tal aprobación y tales demostraciones rara vez se acompañan de una decisión interna. Tales celebraciones rara vez se ven acompañadas de la decisión de seguir una verdad personal. En realidad, sucede todo lo contrario. No sólo es posible que los demás no lo celebren, sino que realmente te pongan en ridículo. ¿Piensas por ti mismo? ¿Decides por ti mismo? ¿Aplicas tus propios criterios, tus propias opiniones, tus propios valores? ¿Quién te crees que eres?
Y en realidad, esa es precisamente la pregunta a la que respondes.
Pero la tarea debe realizarse de un modo mucho más solitario; sin recompensas, sin aprobaciones, quizás incluso sin que nadie tenga noticia.
De modo que tu pregunta era muy buena. ¿Para qué seguir? ¿Para qué siquiera ponerse en camino? ¿Qué se gana emprendiendo en este viaje? ¿Qué incentivo hay? ¿Qué razón hay?
La razón es ridículamente simple:
NO SE PUEDE HACER OTRA COSA.
¿Qué significa eso?
Significa que es el único juego al que puedes jugar. No hay otra cosa que hacer. En realidad, no puedes hacer otra cosa. Vas a seguir haciendo lo que haces durante el resto de tu vida, tal como has estado haciendo desde tu nacimiento. La única cuestión es sí lo harás consciente o inconscientemente.
Fíjate: no puedes dejar de emprender este viaje. Lo emprendiste antes de nacer. Tu nacimiento fue simplemente una señal de que el viaje ha empezado.
De modo que la pregunta no es: ¿para qué ponerse en camino? Ya te has puesto en camino. Lo hiciste con el primer latido de tu corazón. La pregunta es: ¿quiero recorrer este camino conscientemente, o inconscientemente? ¿Con conocimiento o sin él? ¿Cómo causa de mi experiencia, o como efecto de ella?
La mayor parte de tu vida has vivido como efecto de tus experiencias. Ahora, te invito a que seas la causa de ellas. Eso es lo que se conoce como vida consciente. Es lo que se denomina caminar con consciencia.
Ahora bien: muchos de vosotros han recorrido bastante distancia, como ya he dicho. Tú no has avanzado poco. De modo que no debes pensar que, después de todas esas vidas, "sólo" has llegado hasta aquí. Algunos de vosotros sois criaturas muy evolucionadas, con un sentido del Yo muy certero. Sabéis Quiénes Sois, y sabéis quiénes os gustaría llegar a ser.
Además, sabéis incluso el modo de pasar de lo uno a lo otro.
Esto constituye una gran señal; una indicación segura.
¿De qué?
Del hecho de que os faltan ya muy pocas vidas.
¿Eso es bueno?
Lo es para ti en este momento. Y ello es así porque tu dices que es así. No hace mucho tiempo todo lo que querías hacer era permanecer aquí; ahora todo lo que quieres hacer es irte. Esto es una muy buena señal.
No hace mucho tiempo matabas las cosas: insectos, plantas, árboles, animales, personas; ahora no puedes matar sin saber exactamente lo que estás haciendo, y por qué. Y esto es una muy buena señal.
No hace mucho tiempo vivías la vida como si pensaras que no tiene objetivo alguno. Ahora sabes que no tiene ningún objetivo, salvo el que tú le des. Y esto es una muy buena señal.
No hace mucho tiempo aspirabas a ser rico y famoso. Ahora aspiras a ser, sencilla y maravillosamente, Tú mismo.
Y no hace mucho tiempo Me temías. Ahora Me amas, lo suficiente como para considerarme tu igual.
Y todo esto es una muy, muy buena señal.
Bueno, ¡cielos…! Haces que me sienta bien.
Tienes que sentirte bien. ¡Nadie que utilice la palabra "cielos" en una frase puede sentirse mal!
¡Realmente tienes sentido del humor!, ¿sabes?…
¡Yo inventé el humor!
Sí, ya me lo habías dicho. De acuerdo. Entonces, la razón para continuar es que no puedes hacer otra cosa. Esto es lo que está pasando ahora.
Exactamente.
Entonces, ¿puedo preguntarte si, al menos, será un poco más fácil?
¡Ah, mi querido amigo! Ni siquiera puedo decirte si es mucho más fácil para ti ahora que hace tres vidas.
Pero sí… será más fácil. Cuanto más recuerdes, más podrás experimentar y más sabrás, por decirlo así. Y cuanto más sepas, más recordarás. Se trata de un círculo. De modo que sí: cada vez es más fácil, cada vez es mejor; incluso cada vez produce mayor alegría.
Pero recuerda: ninguna de esas vidas ha sido en vano. Quiero decir, que las has amado todas. ¡Cada minuto pasado! ¡Ah! ¡Es delicioso eso que llaman vida! ¡Es una experiencia de "rechupete"!, ¿no?
Bueno, sí, supongo…
¿Supones? ¿Podía haberla hecho mejor? ¿Acaso no os permite experimentarlo todo: las lagrimas, la alegría, el dolor, el regocijo, la exaltación, la depresión, la victoria, la derrota, el empate…? ¿Qué más puede haber?
Quizás un poco menos de dolor.
Menos dolor sin más sabiduría frustraría vuestro propósito; no os permitiría experimentar la alegría infinita, que es lo Que Yo Soy.
Sé paciente. Estás ganando en sabiduría. Y tus alegrías cada vez resultan más asequibles sin dolor. También eso es una muy buena señal.
Estas aprendiendo a (recordando cómo) amar sin dolor; a dejarte llevar sin dolor; a crear sin dolor; incluso a llorar sin dolor. Sí, incluso puedes experimentar tu dolor sin dolor, si sabes lo que significa.
Creo que lo hago. Incluso disfruto más de los dramas de mi propia vida. Puedo distanciarme y verlos tal como son. E incluso reír.
Exacto. ¿Y no llamarías a eso crecimiento?
Supongo que sí.
Entonces, sigue creciendo, hijo Mío. Sigue haciéndote. Y sigue decidiendo lo que quieres llegar a ser en la siguiente – y superior – versión de Ti mismo. Sigue trabajando por ello. ¡Continua! Lo que tenemos entre manos, tú y Yo, es la obra de Dios. ¡Continua, pues!
10
Te amo. ¿Lo sabes?
Lo sé. Y Yo te amo a ti.9 de noviembre III
11
Me gustaría volver a mi lista de preguntas. ¡Hay tantos detalles que quisiera añadir a cada una de ellas! Podríamos escribir un libro entero sólo sobre las relaciones, lo sé. Pero entonces nunca pasaríamos a mis otras preguntas.
Habrá otros momentos y otros lugares. Incluso otros libros. Yo estoy contigo. Sigamos, pues. Ya volveremos sobre ello si tenemos tiempo.
De acuerdo. Entonces, mi siguiente pregunta era: ¿Por qué parece que nunca en mi vida puedo conseguir el dinero suficiente? ¿Estoy destinado a estar siempre sin un duro y haciendo equilibrios? ¿Qué es lo que me impide realizar mi pleno potencial en lo que respecta al dinero?
Esta circunstancia no sólo se manifiesta en tu caso, sino en el de muchísimas personas.
Todo el mundo me dice que es un problema de autoestima; de falta de autoestima. He tenido a una docena de maestros "nueva era" diciéndome que esta carencia de todo siempre es consecuencia de una falta de autoestima.
Resulta una simplificación muy conveniente. En este caso, tus maestros están equivocados. Tú no padeces una falta de autoestima. En realidad, el mayor obstáculo de tu vida ha sido el control de tu ego. ¡Incluso se podría decir que tienes demasiada autoestima!
Bueno, de nuevo me siento turbado y disgustado, pero tienes razón.
Sigues diciendo que te sientes turbado y disgustado cada vez que te digo simplemente la verdad sobre ti. La turbación es la respuesta de una persona que todavía tiene un ego preocupado por cómo lo ven los demás. Invítate a ti mismo a ir más allá. Prueba una nueva respuesta. Prueba la risa.
De acuerdo.
Tu problema no es la autoestima. Has sido dotado de ella en abundancia. Como la mayor parte de la gente. Todos vosotros pensáis muy bien vosotros mismos; como debe ser. De modo que, para la gran mayoría de la gente, el problema no es la autoestima.
¿Cuál es, entonces?
El problema consiste en no entender los principios de la abundancia; unido, normalmente, a un juicio bastante equivocado acerca de lo que es "bueno" y lo que es "malo".
Permíteme que te ponga un ejemplo.
No faltaría más.
Tienes la idea de que el dinero es malo. Tienes también la idea de que Dios es bueno. ¡Jesús! Por lo tanto, en tu sistema de pensamiento Dios y el dinero no son compatibles.
Bueno, en cierto sentido supongo que es exacto. Así es como pienso.
Esto pone las cosas muy interesantes; puesto que, en consecuencia, hace que te resulte difícil aceptar dinero a cambio de algo bueno.
Quiero decir que, si consideras que algo es muy "bueno", su valor en términos de dinero es menor para ti. Así, cuanto "mejor" es algo (es decir, cuanto más merece la pena), menos dinero vale.
No eres el único que piensa así. Toda tu sociedad lo cree. Por eso los maestros ganan una miseria, y los artistas del porno una fortuna. Vuestros dirigentes ganan tan poco en comparación con las figuras del deporte, que consideran que tienen que robar para compensar la diferencia. Vuestros curas y rabinos viven a base de pan y agua, mientras llenáis de dinero a los artistas.
Piensa en ello. Todo aquello a lo que le dais un valor intrínseco os empeñáis en que se debe poder obtener por poco dinero. El investigador científico solitario que busca un remedio para el SIDA tiene que mendigar el dinero, mientras que la mujer que escribe un libro sobre las cien nuevas maneras de practicar el sexo, edita casetes y crea seminarios de fin de semana sobre la materia… gana una fortuna.
Sois muy propensos a esta idea de "el mundo al revés", y ello es consecuencia de un pensamiento equivocado.
El pensamiento equivocado es vuestra idea del dinero. Lo amáis, y sin embargo decís que es la raíz de todo mal. Lo adoráis, y no obstante lo llamáis "el vil metal". Decís que una persona es "asquerosamente rica". Y si alguien se hace rico haciendo cosas "buenas", inmediatamente os resulta sospechoso. Decís que es "injusto".
Así un medico haría mejor no ganando demasiado dinero, o haría mejor aprendiendo a ser discreto al respecto. ¡Y no digamos un ministro! Realmente hará mejor en no ganar montones de dinero, o es seguro que tendrá problemas.
Como puedes ver, según vuestro modo de pensar, la persona que elige la más alta vocación debe ser la peor pagada…
Hummm…
Sí, "hummm" es correcto. Debes pensar en ello, pues es un pensamiento equivocado.
Creía que no había nada que fuera equivocado o correcto.
No lo hay. Sólo hay lo que te sirve, y lo que no te sirve. Los términos "correcto" o "equivocado" son relativos, y siempre que los utilizo lo hago en ese sentido. En este caso, en relación a lo que te sirve – en relación a lo que dices que quieres -, tus pensamientos sobre el dinero son pensamientos equivocados.
Recuerda que los pensamientos son creadores. De modo que, si piensas que el dinero es malo, y sin embargo piensas que tu eres bueno… en fin, el conflicto es evidente.
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