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La hermandad de los profetas – por Jorge Ahon Andari (página 2)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

– Esta Hermandad del Alma vivió muchos años en la tierra pero lo hizo a través de muchas vidas individuales, teniendo siempre cada uno el mismo nombre. Algunas llegaron a vivir tiempos terrenales de novecientos años, de mil y de miles de años, pero siempre esta Hermandad del Alma, durante cada período terrestre, era como ya dijimos la Hermandad de los Profetas. Si terminó siendo la de los Profetas fue porque ellos sabían lo que a cada uno le tocaba hacer cuando en el futuro se encontraran de nuevo.

– De esa manera ellos pretendieron asegurar la línea ascendente de una civilización que no fue comprendida ni asimilada cuando dejaron de volver.

La cualidad maravillosa de la conciencia extendida de Eben Alb le permitió a Jotanoa conocer algunos momentos importantes de la vida de aquella Hermandad… No sólo conocer sino actualizar un procedimiento parecido, creando ahora mismo una Hermandad del Alma que esté integrada por quienes quieran adherirse a este proyecto, cuyos detalles irán apareciendo a lo largo de lo escrito en estas páginas, y cuya razón estaría en el agotamiento de los medios objetivos, en la incapacidad del hombre externo de solucionar los problemas muy agravados que padece la humanidad. Si hasta ahora se ha ensayado todo lo aportado por los Hijos de los Hombres, quedaría la única reserva en manos de quienes se animen a descubrir a Dios en su interior y se ganen el privilegio de ser los Hijos de Dios. Ellos serían los nuevos integrantes de una renovada Hermandad del Alma.

Para Eben Alb comenzó hace varios años la aventura de las ideas, con las que según él despejaría el camino que lo ha de llevar a formar parte de la Hermandad del Alma, siendo éste el medio de asegurar la misión que el futuro se ha de llevar a cabo. El mejor terreno para sembrar y cosechar ideas ha sido Jotanoa, por eso lo anima a vivir incidentes, de los que obtiene la comprensión y las ideas necesarias.

De acuerdo con las condiciones establecidas por el proyecto, la humanidad dejaría de depender de individuos que sólo les interesa el poder por el poder mismo, sin tener en cuenta la degradación paulatina de la vida terrestre.

Si bien parece que existe una hermandad tenebrosa que se organiza según sus propios intereses, también la Hermandad del Alma puede organizarse en bien de sus propios intereses, que son los intereses del Alma de la humanidad. ¡Lo que es de todos en el imperio del Alma debe ser de todos en el imperio terrestre!

Si cada uno de nosotros se acostumbrara a sentir que su Alguien del Alma tiene una conciencia interior capaz de abarcar los tiempos y los espacios infinitos, abarcarlos en cualidad, no en cantidad, se daría cuenta de que puede hacer de su vida un proyecto actual para desarrollarlo en el futuro, siempre que se dedique a eliminar los obstáculos que le prohiban integrar la Hermandad del Alma. Así habría vivido la Hermandad de los profetas, Haciéndose cada uno profeta de sí mismo, sabiendo lo que tenía que hacer en el porvenir.

La norma de vida con que se regían aquellos seres nos explica el misterio de las profecías, pues si alguien se compromete a realizar en el futuro lo que ahora decide hacer, cuando lo haga habrá cumplido con la profecía. Esto nos ayuda a considerar imprescindible la ley del Retorno, que no es otra cosa que el regreso a la vida para cumplir con lo que quedó pendiente en el pasado.

La pregunta se hace necesaria: ¿Cómo hicieron ellos para reconocerse en el porvenir?…

La costumbre de vivir en relación íntima con el ser interno fue el medio eficaz con que la intuición los guiara y los inspirara. Además, les debe haber sido fácil ganarse la autorización de lo que deseaban hacer si previamente había que merecerlo, y merecerlo suponía el premio a cómo se conducían entre sus semejantes, aplicando, por supuesto, lo que la esencia del Alma les aconsejaba aplicar… Y no era otra cosa que tener el ánimo dispuesto en actitud de ayuda, sugiriendo y mejorando el nivel de vida de los desprotegidos y haciendo que la bondad presidiera todos los actos de su condición humana.

A partir del momento en que sintieron la libertad de actuar, el primer paso consistió en bautizar a su Alguien del Alma con un nombre, con el nombre que les serviría para identificar al mismo Alguien del Alma a lo largo de los cientos y cientos de años que viviría en diferentes cuerpos en el plano terrenal.

La comparación aumenta la claridad de la noción que estamos exponiendo. Así como hay una ceremonia para imponer el nombre a una criatura, también ellos llevaron a cabo una ceremonia para bautizar con el nombre elegido a su Alguien del Alma, quedando de esta manera constituida la Hermandad del Alma, la que durante cada vida terrestre iba a desarrollar sus actividades como la Hermandad de los Profetas.

Jotanoa quería abandonar poco a poco la costumbre de sentirse encerrado entre los extremos de nacimiento y muerte. Si bien la mayoría de los seres humanos vive arreglando sus cosas de acuerdo con semejantes límites, él no deseaba una existencia condenada por lo efímero, una existencia disminuida y abrumada por la angustia de lo fugaz. Por eso buscaba la manera de llegar a saber y a sentir que la vida tiene a su favor el esfuerzo permanente de vivir, sin que la muerte sea el impedimento a su continuidad.

Sería más o menos fácil aceptarlo si aprendiéramos a sentir lo que uno es, si viviéramos sintiéndonos alma viviente en vez de cuerpo perecedero. De sentirnos Alma viviente a la aceptación del Dios Activo que habita dentro de cada ser humano se puede llegar con cierta naturalidad. Sentirse habitado por un Dios que nos ofrece el privilegio de activar y manifestar su poder es algo que va más allá de toda limitación humana. Si la limitación humana, pensaba Jotanoa, actuaba de obstáculo, entonces le quedaba la eliminación de semejante obstáculo, y si él pretendía eliminarlo era porque necesitaba demostrarse a sí mismo el crecimiento de una sabiduría comunicada por su Dios interno.

Era una mañana como cualquiera otra mañana.

Para hacerla distinta había que vivirla de manera distinta, por eso salieron al encuentro de algo que la hiciera diferente. Sólo hacía falta darle vida a la confianza para que esa mañana transcurriera enriquecida y pasara a ser uno de los días que pudiera recordarse con agrado, que pudiera quedar en la memoria como el testimonio de lo que anhelaba Jotanoa, o sea, pasar por alguna experiencia que le diera el argumento de afianzar la creencia en su alma viviente.

Cuando Eben Alb le hablaba no lo hacía con la voz sonora de la vocalización sino cuando uno se habla a sí mismo y se escucha a sí mismo, preguntándose y respondiéndose. Para que esta forma de dialogo no cayera en los errores comunes de obligar a que la respuesta sea según lo que uno quiere escuchar, Jotanoa debió aprender, después de muchos fracasos, que lo sugerido o lo aconsejado por Eben Alb era distinto a lo esperado. Aunque el método de entender fue puliéndose poco a poco sin haber obtenido la perfección, sin embargo, el resultado dejaba con cada intento el beneficio de un mejor entendimiento. En bien de tal entendimiento a Jotanoa no le quedó otra alternativa que aceptar la facilidad con que cometía los errores por el afán del beneficio propio y porque, casi siempre, la vanidad eliminaba la influencia de la humildad. Aprendió que la vanidad, es decir, esa actitud de creerse y no sólo creerse sino sentirse superior a todo, era el obstáculo mayor que le impedía la comunicación fluida, franca y amigable con Eben Alb.

Por supuesto que Eben Alb iba a facilitarle los medios para vencer a la vanidad y a su corte de servidores, haciéndola inofensiva, reduciéndola a una existencia intranscendente.

…………………………………………..

La mañana que Jotanoa la quería distinta fue convirtiéndose luego en un día diferente, durante el cual vivió la sensación interior de un renacimiento. Fue el comienzo de un ascenso hacia la obtención de aquellas ideas que lo acercarían al misterio del alma viviente de la humanidad. Si él ya se había considerado Alma viviente, empeñado en la búsqueda de un justificativo para su vida, de una misión que le diera valor a su existencia; si él casi se había convencido de que era un alma viviente tras semejante búsqueda, este convencimiento lo estaba conduciendo a participar del Alma viviente de la humanidad. Si él ya se había considerado alma viviente, empeñado en la búsqueda de un justificativo para su vida, de una misión que le diera valor a su existencia; si él casi se había convencido de que era un alma viviente tras semejante búsqueda, este convencimiento lo estaba conduciendo a participar del alma viviente de la humanidad.

El convencimiento, con el que se entretenía por la novedad de haberlo descubierto y que al principio era inofensivo, fue transfomándose hasta alcanzar cierto grado de obsesión le dio a Eben Alb la oportunidad de expandir su conciencia y de hacer que Jotanoa experimentara dicha expansión.

¿Cómo es que Jotanoa le permitió a Eben Alb extender su conciencia? En realidad, la conciencia de Eben Alb permanece siempre extendida por medio de la función subjetiva como algo inseparable de su naturaleza espiritual, o sea, que Eben Alb vive en contacto permanente con el universo, sin que Jotanoa deba saberlo… Pero cuando Jotanoa comenzó la búsqueda de su ser interno y cuando pudo vislumbrar o presentir la existencia de quien se dio a sí mismo el nombre de Eben Alb para facilitar la comunicación entre ambos, fue entonces cuando Jotanoa se dio cuenta de la conciencia extendida de su ser interno, de cuya consciencia empieza a sentirse parte y a sentir cómo se extiende cada vez que una pregunta o alguna inquietud llega al imperio invisible de esa conciencia extendida.

Jotanoa y Eben Alb ya estaban donde querían estar esa mañana. Durante el día anterior habían sentido la necesidad de alejarse de donde el ruido es el compañero inseparable de los habitantes de una ciudad.

El silencio parecía recobrar la mansedumbre de los sonidos naturales a medida que avanzaban hacia el sitio elegido.

El sol y la brisa eran las alas con que el día recién nacido volaba desde el amanecer hasta el ocaso.

El sol estaba enrojeciendo la línea del horizonte cuando Jotanoa, después de haberse sentado en una pequeña meseta de la montaña, sintió en su interior la voz de Eben Alb que le decía, al parecer, inspirado por el despertar de la naturaleza:

– Jugar con la alegría de la vida y jugar con la inocencia de un niño para que el niño te haga sentir su inocencia es casi lo mismo. Es casi lo mismo, nunca igual. En el niño, la emoción es soberana sin la ayuda de la razón. En el hombre, la razón es soberana sin la ayuda de la emoción. Lo que al hombre le falta le sobra al niño, por eso es casi lo mismo pero nunca igual. Jamás una emoción sostenida por la razón se ha de equivocar, como tampoco se ha de equivocar la razón si la emoción la alimenta con su calor. Cuando ambas siguen caminos separados, las dos se equivocan. Los caminos separados vienen desde el fondo de la historia. Desde el comienzo de los acontecimientos humanos, la razón y la emoción han cometido los mismos errores, porque separados, no pudieron solucionar ni siquiera los más simples problemas que aún sufre y soporta la humanidad.

-¡Decídete – continuó diciéndole – a vivir en la gracia con que vive la inocencia de un niño y tendrás a tu alcance la sabiduría, siempre que la razón vaya de la mano de la emoción!…Con esa misma gracia, con esa misma inocencia debes jugar con las ideas para descubrir cuáles pueden llegar a ser las más poderosas en la tarea de convencer, de convencer como te convence la inocencia de un niño cuando juegas con él…

¡Los problemas más dolorosos que aguanta la humanidad, son los que deben encararse con la emoción pura de la devoción, con la emoción pura de la inocencia! ¡Jugar con ellos hasta que ellos te digan la solución, te digan las ideas que ayuden a convencer!…Jugaremos, Jotanoa, jugaremos a unir los caminos separados, jugaremos con cada emoción para que cada emoción nos entregue las ideas de mayor influencia y nos conduzca por el camino que nos lleve al alma de la humanidad…¡No en vano hemos elegido el árbol de la vida que tiene sus raíces en el corazón y en el corazón sabemos que habita la magia del amor!

Eso fue lo que Jotanoa oyó como el comienzo de un día diferente. Era el comienzo de una aventura puesto que de una aventura tenía mucho. Es posible que se convierta en la aventura de un desafío, de un desafío expresado ya en los párrafos de la Hermandad del Alma y de los Profetas.

Delante de sí había un terreno desconocido, donde el misterio del hombre mantenía el secreto de la creación, donde el imperio invisible de Eben Alb tenía regiones vírgenes, jamás exploradas, nunca colonizadas…¡Eran las regiones de un presente ilimitado donde Eben Alb podía abarcarlo con su conciencia cósmica!… Si Jotanoa le hacía una pregunta, la conciencia de Eben Alb se ubicaba en la respuesta de su conciencia cósmica, la que podría estar en el futuro según el presente de Jotanoa.

Jotanoa podría decir que la respuesta le vino del futuro, aunque, en realidad, le vino del presente extendido de Eben Alb.

Habiendo creado el clima interior apropiado, sin que faltara el ingrediente de la inocencia, comenzaron a jugar con la verdad de la alegría y con la seriedad de la pena y los dolores. Jugaron con la emoción de la ternura para que de la emoción de la ternura surgieran las ideas más poderosas. Hicieron lo mismo con la emoción de un acto de justicia para que de él naciera la idea de equidad que mayor fuerza persuasiva tuviera. Jugaron con la emoción de la tolerancia para obtener la influencia necesaria en la acción de unir los extremos de la intolerancia. Jugaron con la emoción de la bondad para que la bondad les diera la idea de afianzar la hermandad definitiva. Jugaron con la tristeza hasta verla convertida en alegría. Jugaron con el dolor hasta verlo desaparecer en el regazo de la salud. Jugaron con el Alma aprisionada en la celda de la negación hasta verla liberada en la íntima extensión del universo. Jugaron con la emoción de encontrar lo mejor de sí mismo hasta sentir la idea de dar lo mejor de sí mismo…

¡Cuando terminaron de jugar con las emociones se encontraron con que habían escrito las páginas de este libro!

La mañana de ese día seguía siendo diferente a las anteriores vividas por Jotanoa, quien ahora estaba oyendo y sintiendo el mejor instante de inspiración, el mejor momento de iluminación de Eben Alb. En la presencia invisible de Eben Alb se notaba algo incontenible como si la oportunidad de hacerse oír estuviera respaldada por el genio de la luz.

Jotanoa miraba el Valle de Tulum allá abajo y luego cerraba los ojos para contemplarlo con la sensación interna del Alma, de su alma viviente. Cuando Jotanoa cerró los ojos, se vio de inmediato extendido en la conciencia de Eben Alb. Luego sobrevino la dilatación de los sentidos espirituales para percibir con ellos lo que no se puede percibir con los otros. Tanto Eben Alb como Jotanoa ya no eran ellos. Ninguno de los dos se podía identificar como una individualidad porque la habían perdido en la extensión de la conciencia cósmica. Sólo quedaban los sentidos del Alma para darse cuenta de lo que sucedía en el universo, en especial, en el universo del Valle de Tulum… Y el Valle de Tulum era ahora una misma realidad uniéndose al alma viviente de Jotanoa. Cuando Jotanoa se preguntó cómo habría sido el comienzo de todo lo que estaba viendo, esa misma realidad pareció retroceder al pasado de su creación.

El Valle se hizo anterior al Valle, iniciándose una danza de puntos luminosos o más bien, partículas luminosas, tal vez idénticas a las bautizadas con el nombre de electrones, pero electrones libres, obedeciendo solamente a leyes de atracción y repulsión según sus cualidades positivas o negativas.

Cada punto luminoso se movía en busca de su pareja, formándose un nuevo punto luminoso. Seguir la trayectoria de un electrón era imposible, pero lo que dejó de ser imposible fue que las sucesivas uniones llegaron al límite o más bien, a la línea divisoria de los dos universos, o sea, que las partículas se estaban acercando a la densidad necesaria para convertirse en materia, y según la experiencia de Jotanoa, en la creación del Valle de Tulum… Ahí, delante de sus ojos, de percepción psíquica, de mirada espiritual, estaba lo que había sido un número infinito de partículas, moviéndose en pos de su pareja para llegar al nivel de su sustancia con que el mundo aparece ante sus ojos, el tacto, el gusto, el olfato y los oídos del ser humano…¿Habré asistido, se preguntó Jotanoa, al nacimiento de la materia cuando cada partícula de energía, al encontrarse con su pareja, se aproxima a la densidad de la materia y, por supuesto, a la creación de todas las manifestaciones del mundo terrenal?…

Lo que Eben Alb le dijo fue algo que lo dejó satisfecho porque mejoró la comprensión de lo que acababa de experimentar.

– Haber nacido – comenzó a decirle Eben Alb – en este rincón de América, llamado Valle de Tulum, puede no tener importancia en comparación con la inmensidad infinita del universo, pero para tu Alguien del Alma, es decir, para quien te está hablando desde tu interior, es de fundamental importancia, es casi primordial por la oportunidad de haber alcanzado este grado de comunicación contigo. Tiene tanto valor que podemos alcanzar la espiritualidad del mismo Valle, llegando a vivir en cada color de su ambiente, en cada sonido de su atmósfera, en cada gota de rocío, en cada canto de ave, en cada sueño de vida…Me estás conociendo en el momento propicio de extender o proyectar nuestra conciencia hasta abarcar la conciencia cósmica, lo que significa que el paisaje nos puede asimilar, nos puede incorporar con todos los pensamientos del ideal que nos ilumine para dejarlos aquí, palpitando en el pulso o ritmo de su naturaleza.

-¡Jotanoa, escúchame y oirás la voz del Valle, siénteme y sentirás la vida del valle, víveme y vivirás la vida del Valle! ¡Allá afuera, más allá de tu tacto, hasta donde llega la mirada de tus ojos físicos, existe un Valle de Tulum!

De tus sentidos terrenales hacia afuera se hace visible a tus ojos el valle de Tulum…¡De tus sentidos físicos hacia dentro existe otro Valle de Tulum, quizás el verdadero, tal vez el verdadero, el de la verdad mayor, el que nos permitirá comprender al de afuera, ese de afuera que terminas de verlo en su danza de electrones libres…

Eben Alb parecía mecerse en el blando silencio de la invisibilidad. Se hizo profunda la paz interior. La calma adquirió vitalidad en la voz que le seguía llegando con la misma claridad anterior.

– El Tulum de afuera, ese que está junto a tu piel y que se agranda en su círculo montañoso, ese se desvanece en la ilusión de tus ojos cuando tus ojos dejan de verlo, cuando dejan de mirarlo, pero aquí dentro, en la zona de mi esencia universal queda grabada una suma de frecuencias o partículas organizadas de energía equivalentes a la imagen venida del Tulum de afuera.

Jotanoa no supo cómo sucedió. Fue algo parecido a lo ocurrido con Albanoa cuando lo dejaba al borde mismo de la eternidad de su Alma viviente. Además, si estaba sucediendo algo parecido, no era porque se repitiera sin algún propósito. Algo pretendía aparecer o madurar en la repetición. Por último, la repetición acentuaba el clima de la comprensión interna y ayudaba a establecer el hábito de la misma.

En esta ocasión, sin saberlo, se vio rodeado y sumergido en la esencia de las cosas. Lo acompañaba una sonrisa impersonal. Era la sonrisa de Eben Alb. También su voz lo acompañaba, la que le decía, sugiriéndole que se dejara llevar por lo que estaba experimentando, que no se preguntara ni quisiera averiguar lo que le estaba sucediendo, que eso lo dejara para cuando su modo de pensar estuviera en condiciones maduras de comprender. Otra sensación lo acompañaba, la de estar en todos los lugares, sin saber si estaba dentro de sí mismo o se hallaba diluido más allá de su cuerpo en la extensión del universo… Y algo más sucedió. Una voluntad de suaves decisiones pero de poderosa influencia le hizo saber que tenía a su favor la magia de lograr lo que anhelara, siempre que lo hiciera por amor a lo que quería y con amor. A merced de esa íntima voluntad se sintió amar y amó la presencia de algo inefable que lo percibió como un perfume. Tampoco supo de dónde le llegó el perfume ni por qué lo estaba envolviendo, pero al sentir su presencia, al sentir su densidad casi visible, el perfume giró sobre sí mismo en un torbellino de chispas y se hizo una flor y luego vio cómo la flor volvía a convertirse en perfume y cómo el perfume, nuevamente, se transformaba en la flor.

Cuando pasó el momento de la impresión dejada por lo que terminaba de ocurrirle, escuchó una pregunta cargada de significación, formulada por Eben Alb:

– ¿En qué te agradaría convertir el perfume de esa flor?…

– ¡En un pensamiento – le contestó, sin vacilar.

– ¿En qué pensamiento?

– ¡En el pensamiento de la justicia!

-¿ Sabrías convertir ese pensamiento en la emoción de la justicia?

-¡Sí, creo que sí, lo creo porque he sentido lo que le sucede a mi ánimo cuando no he podido comprender el uso de la justicia para justificar un acto de injusticia!

-¿Podrías hacer una imagen que sea equivalente a la emoción de la justicia?

Jotanoa no le contestó, guardó silencio porque no estaba seguro de poder hacerlo. Quiso manifestar la impotencia ante la dificultad de hacer algo tan importante, pero Eben Alb lo ayudó a aceptar la momentánea dificultad que por ahora se debía a la falta de práctica. Para que no perdiera la esperanza le dijo:

– La dificultad de convertir una emoción en imagen es común a mucha gente porque nunca ningún sistema de enseñanza le dio la importancia que merece como punto de partida de lo que nosotros hemos llamado el Hábito de la comprensión interna o cultura de la comprensión mística. Este mismo hábito te ayudará a lograr lo que aún no has logrado.

Hubo una pausa, un instante durante el cual Jotanoa se entretuvo mirando una caravana de hormigas con su carga a cuestas.

Mientras se distraía, observándolas, oyó el grito de aves de rapiña. Cuando localizó la zona del cielo de donde provenían los chillidos, vio el vuelo de un pájaro, llamado cernícalo, que era perseguido por otro de mayor tamaño. Sobre el cielo azul, el que perseguía se acercaba velozmente al que lanzaba gritos de víctima a punto de caer vencida, pero la habilidad o la reacción de la defensa propia hizo que el cernícalo se diera vuelta con las garras hacia arriba y hacia quien lo perseguía. En esta posición de vuelo invertido se produjo el choque. Hubo un remolino de bultos en el aire, del que volaron algunas plumas y del que ambos salieron en direcciones distintas, al parecer ilesos, pues cada uno se alejó gritando en su lenguaje de aves de rapiña. En la zona del choque aéreo quedaron las plumas descendiendo lentamente en la calma del aire.

La distracción le permitió a Jotanoa ubicarse en el punto apropiado de observación para ver desde la distancia lo que no podía ver por estar demasiado cerca. La distracción, en este caso, significaba dejar en manos de Eben Alb el material descubierto y obtenido durante los sucesos recientes. Eben Alb, sin la presión exterior de Jotanoa, pudo acercarse a la región más profunda de su imperio, donde tiene su asiento el Dios de cada ser viviente, para que la sabiduría de ese Dios le ordenara los datos que hacían falta, los que llegarían a beneficiar las inquietudes y aspiraciones de Jotanoa.

Era el verdadero momento de la meditación, el momento de la espera, sabiendo que lo que se ha pedido habrá de tener la respuesta adecuada. Jotanoa no sabía lo que le esperaba por haber provocado la reacción del misterio de su divinidad; por haber asumido la actitud de no poder soportar los sufrimientos de sus semejantes y por haber querido una solución que no ofendiera al poder de quienes manejan el destino de la humanidad… Tampoco quería acusar a ninguna institución humana por no haber cumplido con lo prometido desde hace milenios. Si bien todo lo utilizado en procura de lograr lo prometido había fracasado, Jotanoa anhelaba que las cosas sucedieran a partir de ahora como si algo paralelo a lo establecido iniciara la tarea de realizar lo que fuera tantas veces prometido. Quería que la naturaleza desinteresada de la tierra lo ayudara a encontrar las ideas que tuvieran el poder de convencer.

Era el mes de setiembre. El mes de setiembre en el hemisferio sur equivale al mes de marzo del hemisferio norte. Desde muchos siglos, tal vez desde siempre, el año de la naturaleza comienza el 21 de marzo en el medio mundo norte de la tierra, fecha del año solar del planeta. Parece que siempre la importancia de las cosas está en relación con la cantidad de poder que el hombre ejerce sobre los hombres y su medio ambiente.

Si el año solar empieza cuando la naturaleza deja el invierno para renacer con la primavera, entonces debería haber otro año solar a partir del mes de setiembre en el hemisferio sur. Al parecer, todavía el hemisferio sur no tiene el suficiente poder como para que aparezcan hombres que le den importancia a lo relacionado con su medio ambiente. Aunque no tengamos ese poder, nos haremos la ilusión de que el 21 de septiembre comienza en el hemisferio sur el año nuevo de la naturaleza con su despertar primaveral.

Por último, tampoco se dieron cuenta de que la tierra estaba dividida en dos hemisferios para que al hombre nunca le faltara nada, es decir, que lo que durante una época no se produce en un hemisferio, se produce en el otro.

Tanto Jotanoa como Eben Alb ya tenían el material suficiente como para ir descubriendo la serie de ideas de aplicación futura. Para que las ideas fluyeran libremente, Jotanoa había eliminado de su egoísmo la noción de propiedad, o sea, el derecho a ser dueño de algo, sintiéndose más bien el instrumento de comunicación de las mismas. Quien mayor derecho tendría sería Eben Alb, pero hasta el mismo Eben Alb se había excluido, dando a entender que él también era un medio, el medio espiritual de darle a Jotanoa lo que había visto en su contacto con lo que era superior a él. Si de alguna obra exclusiva se lo puede hacer dueño a Eben Alb, era la de haber sido el autor de la interpretación de las imágenes que encontrara en su imperio invisible.

Siendo las imágenes el único lenguaje de manifestación, era necesario que Eben Alb efectuara la traducción. Las palabras oídas por Jotanoa habían pasado por el proceso de la interpretación señalada, luego quedaba la etapa más difícil, la de la comprensión, pero como Jotanoa estaba creando el hábito de la comprensión interna, esto último le serviría para eliminar poco a poco las distorsiones y las interferencias.

CAPITULO II

El camino abierto

Jotanoa no iba a lograr dominar la impaciencia. Lo impacientaba la demora en llegar a lo que quería obtener, a lo que deseaba conocer. Cuando exageraba el deseo, éste se convertía en ansiedad, debido a que su imaginación era muy rica en crear ilusiones y sueños a partir de la mínima promesa hecha por Eben Alb. La interpretación de lo que le prometía Eben Alb. La interpretación de lo que le prometía Eben Alb era la fuente en la que se alimentaba la imaginación, y su imaginación adquiría el rango de mago, capaz de trasmutar en oro cualquier desperdicio de la mente, y esto no hacía otra cosa que obstaculizar la función de la intuición, impidiéndole llegar al tramo final de la interpretación correcta.

Si bien esto le sucedía a Eben Alb, apenándose cada vez que su mensaje no era atendido correctamente, a la mayoría le ocurre lo mismo en situaciones parecidas. Lo más grave tiene lugar cuando queremos obligar a la intuición a que nos diga y nos guíe según nuestra conveniencia exterior, cuya conveniencia padece la influencia del egoísmo de nuestra ambición. Cuando la obligamos a que nos diga sí, porque eso es lo que queremos o cuando queremos que nos diga no, porque nos conviene que sea así, cometemos el error en la interpretación influye de tal manera en la imaginación que está nos entrega un cuadro tan fuera de lugar que sólo nos espera el fracaso y la desilusión.

Sin embargo, con el tiempo podríamos adaptarnos y poco a poco mejorar la interpretación como para comprender que la intuición no se equivoca nunca, que ella se abre camino a través de lo que le ofrecemos. Si la esperamos con la mala interpretación, ella sigue usando un método similar al de la óptica para enviar las imágenes o los mensajes desde su plano psíquico a nuestro plano físico, es decir, el mensaje que pasa del plano espiritual al plano material lo hace a través de un punto, y al hacerlo así aparecería invertido, quedando a cargo de la interpretación el destino final de lo que nos quiso decir la intuición. Cuando nos encaprichamos en recibir la guía de la intuición según la conveniencia de nuestra vanidad o de nuestro orgullo o de nuestra ambición, la intuición hace lo que debe hacer y no deja de aconsejar, sólo que lo hace según la manifestación invertida de una ley similar a la de la óptica. Cuando la interpretación interesada dice sí, es porque la intuición ha emitido el no…. Si la humildad fuera la que nos pusiera en contacto con la intuición, no habría nada invertido, pues el proceso llegaría a buen fin, de la misma manera en que la imagen invertida en los ojos aparece en la posición correcta en la interpretación del cerebro.

Si esto no fuera así, aún nos queda la interpretación según el fenómeno de la dualidad, en que intervienen los aspectos opuestos de toda manifestación. El blanco y el negro, el frío y el calor, lo masculino y lo femenino, lo duro y lo blando, lo seco y lo húmedo…

Cuando la intuición nos envía el blanco, interpretamos el negro, cuando nos dice frío, interpretamos calor, etc…, pero en este caso como en el anterior el problema aparece en el tramo final y no en el origen de la intuición, o sea que hay algo en nuestra mente que no deja pasar el mensaje intuitivo con nitidez.

Ahora nos queda averiguar en que zona del tramo final se produce la errónea interpretación.

Por el organismo humano se extiende una red de conductores de energía electronerviosa, la que conduce señales de información hacia el lugar donde hace falta que llegue. Siguiendo el principio de la dualidad, utilizando en todo circuito eléctrico, en el ser humano encontramos los dos conductores principales de energía electronerviosa. Ellos son el sistema del gran simpático y el espinal. Entre ambos sistemas vienen y van los impulsos… En este caso, nos interesa lo que la intuición nos envía desde su lugar de emisión, y lo que se recibe en el lugar de la recepción.

La intuición es una de las funciones de nuestra silueta llena de alma, es decir, de nuestro cuerpo psíquico que cuando es requerida su ayuda, ella colabora. Su naturaleza espiritual la obliga a utilizar una energía de alta frecuencia, la que tiene que ser transformada en una energía de baja frecuencia o la equivalente a la que puede recibir nuestro sistema físico.

Cuando los extremos de emisión y de recepción se hallan muy separados, porque uno emite muy alto y el otro recibe muy bajo, la adaptación de frecuencias se hace imposible, lo que significa que la comunicación se vuelve imposible entre la silueta llena de alma y el cuerpo físico. De ahí surge la necesidad de unir los extremos y esto se logra limpiando la mente de suciedades, de residuos supersticiosos, que han venido acumulándose a lo largo de las edades. Los residuos actúan como distracciones, alterando el mensaje, cambiándolo en el tramo final.

A Jotanoa le pasaba algo similar y su preocupación lo llevaba a ensayar métodos que pudieran mejorar la calidad de la comunicación con Eben Alb. Nunca dejó Eben Alb de estimularlo con expresiones como las siguientes:

– Aquello que perturba las comunicaciones entre los hombres se parece mucho a lo que perturba nuestra comunicación. Si la intolerancia y la vanidad conducen a separar, haciendo imposible el entendimiento, entre tu y mi silueta llena de Alma sucede lo mismo. No puedes comunicarte conmigo si tu ánimo se halla alterado y perturbado por las pasiones vulgares y por los caprichos inútiles y groseros. Cuando consigues limpiar la visión de la mente, limpiándola de lo que la hace agresiva, debido a las pasiones señaladas, entonces se vuelve posible el acercamiento a mi región espiritual.

A esto súmale la purga de supersticiones sin valor alguno y lograrás elevar la frecuencia electronerviosa de tu sistema de comprensión.

Eben Alb se interrumpió como si de pronto se diera cuenta de que la oportunidad había llegado para sorprender a Jotanoa con lo que le dijo:

– Tu pequeñez humana alberga la chispa con que puedes encender una antorcha que ilumine el horizonte de una solución mundial, siempre que nos pongamos de acuerdo en lo que cada uno tiene que hacer según la naturaleza nos ha dotado de funciones psíquicas por mi lado y de funciones físicas por tu lado. Por el lado de mis atributos psíquicos existe la función de mi consciencia que puede abarcar hasta límites insospechados. Dentro de tales límites están las respuestas a tus preguntas y las soluciones a tus anhelos, pero primero que nada debes usar el lenguaje de la visualización para expresar las preguntas y anhelos, pues esta manera de expresión me permite encontrar dentro de mi conciencia extendida lo que quieras como respuesta y lo que deseas como guía para tus anhelos más elevados. Un ejemplo te ayudará a comprender lo que te digo. Imagina que mi conciencia es un terreno en el que viven animales y crecen muchas plantas.

Ampliando el ejemplo puedo agregar que en ese terreno caben todas las manifestaciones del universo… Si quieres averiguar algo que te interese, será necesario que lo pidas como primera medida y cuando lo hayas hecho, entonces yo sabré dónde hallarlo. Si deseas que una de tus aspiraciones sea el ideal que anime tu vida, también podré sugerirte el modo de alcanzarlo, es decir, la pregunta me ubica en la respuesta, y lo que anhelas me ubica en la manera de lograrlo…

– Jotanoa – le dijo, luego de una pausa -, cada ser humano lleva dentro de sí el mundo maravilloso de la creación y el de las leyes que lo crearon, sólo que esas leyes tienen su propio ámbito de armonía superior. Para llegar a él tienes ahora el camino abierto…

Semejante anuncio, exaltado en términos demasiado bellos, hizo su efecto en la humildad de Jotanoa, sintiéndose reducido a una diminuta expresión de vida… Se sacudía la cabeza como quien le parece escuchar algo imposible de realizar, algo imposible de aceptar. No obstante, Eben Alb siguió construyendo lo imposible según la humildad de Jotanoa:

A partir de los próximos días – le dijo – aparecerán los sucesos, aunque vulgares y comunes, que pondrán a prueba la reacción de tus emociones, ya que es casi imprescindible que tu sensibilidad tenga la oportunidad de inclinarse hacia el lado conveniente, hacia donde quede liberada la voluntad de una

consciencia de amor, cuya divinidad estará reservándote el poder de actuar y vivir según la bondad de tu ideal desinteresado… No creas que estoy exagerando, tampoco temas que haya desconfianza en lo que espero de ti. El comienzo del rumbo definido que ha tomado tu existencia tiene su origen en tu reacción de niño cuando aquel pájaro te inició en la emoción del arrepentimiento, del niño aquel que sufría mientras palpitaba en su mano el corazón asustado del ave que terminaba de herir…

– Ahora – continuó diciéndole – cierra los ojos y deja de mirar hacia afuera. Mírate a ti mismo moviéndote hacia aquí, hacia donde yo te espero con el cariño que ha de convertirte en Alma viviente, en silueta llena de Alma, cuya liviandad agradable te hará usar la mirada de los ojos psíquicos…¡Con los ojos cerrados de tu mirada física, abre ahora los ojos de tu mirada psíquica y mira hacia donde quieras mirar!…¿Qué ves?.. ¡Lo que veas, míralo sin que haya distancia, o sea, míralo como si te miraras a ti mismo!.. ¿Qué ves?… ¿Te sientes hecho de lo que ves?…

-¡Sí… – repitió – ¡Veo y me veo!…¡Siento y me siento!… ¡Allá y aquí, todos los lugares se hacen uno en mi y yo parezco la tierra! ¡Gira y giro sin movernos!… ¡La tierra y yo somos el altar donde se ha de sacrificar lo que queda de vida!..

¡Del sol y de los mundos estelares llueven lágrimas de lástima por el destino que nos espera!.. ¡Yo y la tierra, vemos que millones de ojos enceguecidos no pueden ver porque les preocupa el saco sin fondo de sus ambiciones! ¡En los bolsillos enormes se halla encerrada la bondad de la tierra! ¡La vida se hiere a sí misma en aquellos que se desangran sin la hermandad de la humanidad!… Pero…¿Por qué estoy viendo lo que no quiero ver? ¿Por qué estoy sintiendo lo que no quiero sentir?.. ¡Yo no soy esa historia definitiva de los residuos, yo no soy la basura que se hunde en ese pozo de la historia caduca!…¡Yo soy…vida en la vida de la tierra! ¡Yo soy… amor en el futuro de la tierra!…¡Yo soy…!

El lugar donde estaba Jotanoa se llenó de luz cuando dijo ¡Yo soy!… y cuando abrió los ojos estaba solo con la brisa meciendo el sueño de la noche. Todo el valle se meció y dijo también: ¡Yo soy ! y en las sombras recién nacidas titilaron las chispas azules de una luz extraña. El silencio las acompañaba…

Eben Alb se había refugiado en lo más hondo de su imperio invisible. Jotanoa y el sueño del Valle se dejaron iluminar por las chispas azules de aquella luz extraña, mientras Eben Alb regresaba de su imperio para decirle:

– Jotanoa, Jotanoa,

si he nacido

de tu sueño de encontrarme,

yo vendré, te lo aseguro,

convertido en otro sueño

a ofrecerte

el adiós a tus pesares.

Ya muy cerca

del adiós a tus pesares,

te unirás al cariño

de quien ama y espera

el momento

decisivo del encuentro.

Te abriré el camino

del encuentro

cuando el Valle de Tulum

nos reciba en su refugio

de belleza milenaria.

EL VIEJO Y LAS ESTRELLAS

Era la misma calle de la niñez de Jotanoa. Allí, a pocos metros estaban las mismas moreras, más crecidas pero las mismas. El sendero ahuecado por el paso de la gente. Las rejas oscuras, como siempre apuntando al cielo… Los que no estaban eran ellos, los jóvenes cazadores, que hoy la vida los había dispersado. No estaban allí aunque seguían habitando en la memoria de Jotanoa. Jotanoa no encontró a sus compañeros de aventura, allí, bajo las moreras, pero los halló tan vivos o más vivos en el imperio invisible de Eben Alb, donde tendrán su residencia eterna como criaturas de un mundo equivalente al mundo de afuera, según el concepto de su silueta llena de Alma.

A sólo unos pasos de la hilera de moreras ocurrió el primer encuentro en relación con el camino abierto que le señalara Eben Alb.

Tal vez haya sido el cielo del Valle de Tulum el que le inspirara la ocurrencia después de haber conocido a un hombre que vivía ya los últimos años de su vejez. El viejo y las Estrellas, fueron las palabras con que bautizara al personaje. Era un hombre extraño, extraño en mantener su soledad de animal castigado. Además, vivía en su tiempo, sin importarle si había mañana o futuro.

Su pensamiento se había quedado en el pasado, quizás en el verdadero pasado de una riqueza emocional alegre, un tanto feliz, sin el sobresalto de las necesidades extremas.

Se hicieron casi amigos. Algunas veces hablaron de cosas cotidianas, sin que estas permitieran llegar a la intimidad. El viejo parecía estar detrás de un fogón antiguo, desde donde lo miraba con ojos alejados del presente. Jotanoa, de este lado, se esforzaba por acercarse a lo que aquel hombre pensaba, a lo que sentía, pero nunca fue posible.

………………………………………………………….

Nosotros, los seres humanos, tenemos aventuras extrañas, tan extrañas que parecen increíbles, como si el genio de la fantasía fuera el autor de lo que tanto nos asombra. Jotanoa tuvo una de ella y la tuvo en la misma zona donde en otra época desempeñaba el papel de cazador.

Eben Alb le había dicho que lo sucedido con el viejo y las Estrellas estaba ocupando un lugar en la memoria del Alma, debido al mérito de estar produciendo una serie de ideas de calidad indeleble por su capacidad de perdurar, y no solo de

perdurar, sino de ingresar al horizonte mental del futuro para que el hombre las incorpore a sus leyes de novivencia humana. Además, según las palabras de Eben Alb, eran ideas que por su carácter universal pasarían a ser propiedad de todos, quedando las mismas a disposición de quienes quieran utilizarlas. Sólo que para adueñarse de ellas tendrían que llegar a la conciencia de la mente cósmica, donde les será fácil armonizarse o sintonizarse con la idea o las ideas que les sean de mayor interés. Es similar a como se sintoniza la onda o la frecuencia de una emisora que trasmite su programa.

………………………………………………………………

Hacía mucho tiempo que no lo veía. Tal vez las estrellas que en la tierra buscaba las haya encontrado en el cielo del Alma, o quizás el Alma le haya abierto el cielo al final de su larga vida. Cuando Jotanoa lo conoció era viejo ya y ambulaba como un solitario, sin importarle la existencia que estaba viviendo. En invierno o en verano, con lluvia o con viento, con sol o nublado, jamás dejó de pasar por aquí, con los ojos puestos en la fatiga de sus pies y nunca alzados al cielo donde brillan y están las estrellas como faros de la duda o la esperanza. Este viejo nada sabía de astros lejanos. Aquí en la tierra parecía vislumbrar el refugio del ansiado final. Con la frente inclinada, se dejaba llevar por el hábito de sus pies que , sin darse cuenta, los arrastraba o los dejaba que anduvieran solos.

Jotanoa se preguntaba si habría una causa para su andar encorvado, ya que nunca lo vio con la frente en alto… Tal vez los días de su lejana juventud, insoportables hoy, eran los que le impedían alzar los ojos, o quizás los sueños de su niñez, o la adolescencia de su esperanza, eran los que regresaban y jugaban en su corazón como duendes de la inocencia… Por eso, quizás, sus ojos no miraban más allá de sí… ¡Pobre viejo, no creía en los hombres! ¡Se había condenado a no creer en ellos por no sufrir nuevos desengaños!

……………………………………………………

¡Cuanto daño le hizo a Jotanoa encontrarlo, cierto día, tirado en el suelo, con la ropa llena de polvo y el sombrero caído a su lado!… La cabeza descubierta y su larga cabellera gris unida a su barba desgreñada, los párpados cerrados fuertemente como si expresaran el deseo de no ver más la vida, la boca endurecida en un gesto de asco y desprecio. Así, sin que nada ni nadie lo acompañara, Jotanoa se vio ante la presencia de un Cristo caído en brazos del único amor que lo recibía, el amor de la tierra, a la vez que sintió la efervescencia de una tremenda y sorda rebelión, quemándole sus entrañas, mientras algo inaudito pretendía borrarle la razón, diciéndole que hiciera volar en mil pedazos a la tierra, que la triturara con su deseo irracional de justicia.

Por un instante, él fue la tierra que volaba en pedazos por voluntad de una incontenible fuerza de reparación, pero le sucedió lo imprevisto durante el rapto alocado de su rabia. No sabe cómo ocurrió, solo recuerda que la superficie del suelo que él y el viejo ocupaban se volvió mansa y blanda, acogedora y tierna, queriendo acuna la ternura de un gran sueño de esperanza a pesar de la enorme estupidez del suicidio colectivo. La blandura del suelo, la mansedumbre de la superficie que ambos estaban ocupando era la propiedad terrenal, adquirida por el derecho de estar viviendo… ¡Cada uno era el dueño de un espacio de vida y de tierra!…¡La idea estalló en la mente de Jotanoa, apagando el fuego de su rebelión destructora!…

Jotanoa se acercó como quien se acerca a un despojo inocente, indefenso y profanado. Lo sacudió con delicadeza, por temor a molestarlo. Despertó y lo miró extraviado. En su mirada había una súplica imposible de comprender. Un desconocido que pasó cerca de ellos, enarbolando la indiferencia de la estupidez, dijo:

– No tiene nada. Está borracho. Ya se le pasará.

A pesar de semejante diagnóstico, Jotanoa le preguntó, pero antes de terminar la pregunta el viejo se defendió, diciéndole:

– No, no estoy borracho…

No quería decir la verdad, pero tampoco quería mentir. No le quedó más remedio que decir lo que dijo… Que sintió mareo… Que había trabajado sin… que no había comido desde… que pasaba las horas limpiando y dándole de comer a unos caballos de raza… que allí en el hipódromo…

– Son de carrera, ¿sabe?, pura sangre… No, no le crea…Casi nunca tomo vino. Cómo lo voy a tomar si no tengo para…

Inclinó la cabeza para ocultar la vergüenza. Cuando Jotanoa lo ayudó a ponerse de pie, sosteniéndolo, le preguntó:

-¿Pa donde queda el norte…Estoy desorientado, sabe?..

Le indicó la dirección diaria de sus pasos y se alejó, agradeciéndole y rogándole le creyera que no estaba borracho, que no había bebido…

-¡Pobre viejo!- murmuró Jotanoa y hundió las manos en los huecos de su ropa, en esos huecos de trapo que llaman bolsillos. No tenía ni siquiera una mísera moneda que tanto le hubiera servido para aliviar la situación del viejo. Olas de sangre sintió agitarse en su pecho. Se estremeció de impotencia, apretando los labios, mientras cerraba los puños de sus manos vacías….¡Hambre!, rugió una voz sorda y sin eco donde nadie la oía… Quería ayudar y no podía…¿De qué sirve la intención – se preguntaba – cuando nada la acompaña?

¿De qué sirve la intención – se preguntaba – cuando nada la acompaña? ¿De qué sirve…iba a continuar, haciéndose otras preguntas inútiles y no pudo. La voz ronca y áspera le nubló la vista, le cerró la garganta y le hizo doler la suerte de no tener nada para el viejo aquel… ¡Tffuuu!…, chasqueó su lengua, desahogando la rabia en un escupitajo.

Jotanoa se alejó vencido por la duda. La desconfianza en lo que haría sin tener los medios le entristeció la esperanza de la bondad.

………………………………………………..

Hacía tiempo que no lo veía. Lo recordaba encorvado. La espalda en arco le hacía descender, casi hasta las rodillas, las puntas del grotesco saco ajeno que vestía. La última vez que lo encontró, le dejó una imagen imborrable en su mente y un mensaje indeleble que fue madurando en ideas a lo largo de muchos años. Los años, lo mismo que un árbol, le dieron siempre la madurez de nuevos frutos, de nuevas ideas….

…………………………………………………..

Fue a medianoche cuando apareció. Sí, cuando apareció, porque emergió del fondo oscuro de la calle por la que venía. El silencio estaba en las sombras, la quietud reposaba entre los árboles, la calle desierta, la misma calle, todo, todo alejado de los ruidos y las estridencias, todo lleno de paz, paz de medianoche en el alivio de los sufrimientos….

El primer ruido que llegó a los oídos de Jotanoa fue el monótono arrastrar de los pies del viejo y luego su aparición. El mismo de siempre, con su silueta de arco viviente, de joroba andariega y como siempre con la mirada puesta en el suelo.

Lentamente, mirando por donde caminaba en busca de puchos de cigarrillos, llevado por la anciana paciencia de sus trancos, se fue alejando en el tronco de una acacia…Pero esta vez la suerte había cambiado. Su bolsillo no estaba vacío. Los huecos de su ropa guardaban un poco de esa siniestra sonrisa del dinero, tan útil para cuántas cosas, tan dañino para cuantas otras. Un grito de júbilo retozó en su pecho. Hundió las manos en los bolsillos y comprobó lo que tenía. Su aleluya del Alma le dijo que había suficiente para desquitarse…Mientras se entretenía con la emoción del desquite, el viejo se había alejado casi una cuadra.

Jotanoa quería darle todo lo que su bolsillo tenía en un acto de reparación y se lanzó tras de él…¡pero he aquí lo que jamás pudo él haber imaginado! ¡El viejo apuró los pasos creyendo que Jotanoa lo perseguía!…Miraba hacia atrás porque ya lo había visto y aceleraba la marcha, poniendo en ella la poca fuerza que su edad le daba. A la vez, Jotanoa redobló la suya y de nuevo la ironía se burló de su corazón.

Durante esta persecución insólita, increíble, creada por el genio de la fantasía, desfilaron por su mente los mismos insultos. De nuevo las inútiles protestas le dejaron la boca y los labios resecos. Como en la ocasión anterior, los testimonios de la incomprensión y el dolor humano, abandonados a la orfandad de su suerte.

Durante el sufrimiento insoportable de esta aventura, Jotanoa sintió que ambos, tanto el viejo como él, eran los perseguidos. Otra ironía de los sucesos. Cada uno era él perseguido por lo que los demás le hizo a cada uno. Al viejo lo perseguía la desconfianza que ya era un hábito de su incredulidad. A Jotanoa lo perseguía lo que los seres humanos le habían hecho al viejo, porque el viejo veía en Jotanoa lo que le habían hecho a él.

Mientras en el cielo rutilaban las estrellas, mostrándoles a los hombres la armonía de sus leyes, aquí en la tierra, en una calle anónima del universo, la hermandad de las estrellas sufría el desamparo de la incomprensión. Mientras en un escenario de armonía, la belleza nos daba un ejemplo de bondad, aquí, en una calle desconocida del universo, un hombre perseguía a otro hombre para darle algo de la hermandad perdida, porque la creía definitivamente perdida por la incredulidad de la desconfianza…

¡Aquí, un hombre, viejo ya, encallecido por la vida y acostumbrado a las negaciones no podía creer en la intención de Jotanoa!

Decidido a terminar de una vez con el sufrimiento de esta infame ironía, Jotanoa apresuró la marcha.

Cuando estuvo cerca, Jotanoa lo llamó. No respondió. Corrió hasta darle alcance. Entonces, le gritó:

-¡Abuelo, por favor, espere un momento!

Tampoco respondió. Jotanoa repitió con lástima en la voz:

-¡ Viejito ! ¿Por qué huye?…

Fue tal la intensidad del ruego que hasta el aire pareció detenerse bajo el peso de la amenaza, aparece la influencia de la calma, llegando con ella la paz de un ambiente reparador!… ¡Algo cambió en el alma de la calle, transformando la agresividad en mansedumbre! De nuevo, como al principio, la idea estalló en la mente de Jotanoa, apagando el fuego de la rebelión destructora.

Ahí estaba el viejo, detenido ahora en el Alma de la calle por la idea de Jotanoa. Ahí estaba, quieto, temblando. Volvió el rostro y lo miró con fijeza, queriendo averiguar en el semblante de Jotanoa la intención de su conducta. Respiraba agitado. Sus sienes tenían brillos de humedad.

Sus mejillas embarbadas sostenían gotas de sudor, Jotanoa alargó la mano para entregarle lo que traía para él, pero el viejo retrocedió, cubriéndose la cara para defenderse. Creyó que el brazo de Jotanoa se alargaba para golpearlo. Con la mirada fija en el puño tendido le llegó la voz sofocada por la pena.

-¡Viejito, no se asuste!…¡Tome esto! ¡Era lo que quería darle!…¡No tenga miedo, por favor, que ya es demasiado!…

El viejo parpadeó y vio el relumbrón metálico. Lo miró con cierta estupidez, pero detrás de la estupidez se ocultaba la actitud de quien padece la esclavitud y ve la libertad y el alivio del lado opuesto de la escasez.

El aire se condensó en la voz del viejo:

-¡Perdone m"hijo! – respondió avergonzado -. ¡Disculpe, yo creí…!

-¡No importa, abuelo!- interrumpió Jotanoa – ¡No importa! ¡Ninguno de los dos tiene la culpa!…¡Tome, recíbame esto!…¡Le hará falta, lamento no tener más!…

El viejo tendió la mano y recibió el premio a lo que había sido una insólita persecución…Hasta para recibir ayuda debe sufrir el delito de ser pobre.

Mútuamente se agradecieron, se dieron las gracias porque los dos se habían ayudado esa noche.

Luego, se separaron, pero ambos, como si la ternura de un impulso intuitivo los guiara, se dieron vuelta al mismo tiempo y salió de cada uno el saludo apenado por un lado y el avergonzado por el otro.

-¡Buena suerte, abuelo!

-¡Adiós, m"hijo!

El adiós del viejo sonó como un verdadero adiós, ya que esta sería la última vez que lo viera. Desde entonces, algo sucedió porque dejó de verlo.

Jotanoa regresó cabizbajo, dándole puntapiés a las piedras sueltas de la calle. A medida que fue acompasándose al andar de los pasos, sintió en su interior la presencia de Eben Alb y estalló de nuevo la idea que le hizo pensar en la superficie que cada ser humano ocupa por el derecho de propiedad que la vida le concede. Recordó la sensación de calma y mansedumbre que el suelo les comunicó en ese momento, y el recuerdo dio lugar a un nuevo pensamiento. Jotanoa se estremeció cuando se dijo que el derecho de propiedad que la vida nos concede por ocupar un espacio se extiende al derecho de ser dueños temporarios de lo que la tierra produce. Pero aún no se detuvo la influencia Eben Alb, pues en la mente de Jotanoa se abrió paso la justificación de esa idea general, oyéndose decir que la naturaleza manifiesta su abundancia en todos los niveles sin exigir cobro alguno, sin reclamar salario por su mano de obra, ¡mano de obra gratis! En las horas en que el hombre no interviene.

El equivalente de esa mano de obra gratis le corresponde a quienes tienen el derecho de propiedad concedido por el espacio que ocupan durante la vida terrenal.

Eben Alb puede detener la euforia de los pensamientos de Jotanoa cuando el entusiasmo los puede exagerar. Antes de que esto sucediera, Eben Alb intervino desde su sitio de observador imparcial:

-¡Cuidado, Jotanoa! – le dijo -. ¡Nada de solemnidad ni mucha seriedad!…Las ideas deben jugar a decir la verdad. Jugando con la verdad se desmoronan los muros de la incredulidad, se ablanda la coraza de la desconfianza. Jugando, jugando, las palabras llevan las ideas y dejan su contenido entre las preocupaciones y ansiedades de la mente. Allí hacen su nido de paciencia y esperan, esperan ser útiles cuando se agoten los hábitos y se debiliten las tradiciones…

Jotanoa escuchó la prevención, aceptó el consejo y cambió para que en el ambiente interior jugaran las ideas a decir la verdad…No quiso insistir en el tema hasta que mejorara la comprensión del mismo.

Llegó a su hogar pasada la medianoche. Acostado ya, con la imagen del abuelo esfumándose en las sombras de la noche, se preguntó:

– Esto de la superficie ocupada por cada ser humano, adjudicándose el derecho a participar de la mano de obra de la naturaleza, ¿se debe a que he comenzado a transitar por el camino abierto hacia las aventuras y acontecimientos que vienen llegando del futuro?

Cuando cerró los ojos para dormirse, la sonrisa de Eben Alb se bosquejaba en la sensación de estar viéndola.

En muchas ocasiones el ambiente nos ayuda a refugiarnos en nuestra intimidad. Son momentos adecuados para llegar hasta nuestra silueta llena de Alma y confesarle las preocupaciones que nos afligen, donde también confiamos en el consejo o la sugerencia que nos ha de guiar por el camino de una vida más o menos feliz y próspera.

El momento del día tenía lo que le hacía falta a Eben Alb para que Jotanoa se uniera a él. La luz esfumándose en la penumbra azul de la tarde, el aire moviéndose según el ir y venir de la brisa, el lejano rumor de ruidos que poco a poco iban entrando en el silencio y en la quietud bendecida por cielo casi violeta del atardecer, era lo que Eben Alb necesitaba. Jotanoa se introdujo en este momento adecuado, sintiéndose al alcance de Eben Alb. La misma sonrisa de siempre lo esperaba para que supiera que el contacto quedaba establecido.

– Elige – le dijo – la emoción y la idea principal que hayan nacido del encuentro con el viejo.

Jotanoa titubeó un instante. Quería elegir la emoción de mayor fuerza emotiva y la idea de mayor sabiduría. Hecha la elección, se la dijo, usando las siguientes palabras:

-¡La alegría de la justicia jugando a la equidad!…¡Y la bondad de la naturaleza repartiendo lo hecho por su mano de obra a cada ser humano, según el espacio ocupado por la vida su cuerpo!

Algunos minutos pasaron sin que nada ocurriera, aunque algo se estaba gestando allí dentro, donde Eben Alb parecía estar preparando el escenario y donde estaba ensayando el alcance del campo de acción de su conciencia psíquica por medio de la meditación. Luego, como si emergiera de todos los puntos cardinales de la vida terrena, le llegó su voz:

– La humanidad, a pesar de las diferencias entre los individuos, tiene una sola silueta llena de Alma, una sola entidad psíquica. La suelen llamar el inconsciente colectivo, donde conviven dolores y alegrías, donde sueñan promesas y esperanzas, donde gime el desengaño y donde se harta la paciencia de los mansos, de donde surge la potencia incontenible de las rebeliones cuando la injusticia y el sufrimiento colman la medida humana de la mansedumbre. Es aquí donde espera el infinito de la esperanza con la mirada puesta en el amanecer prometido por un amor cada día postergado, postergado por la estrategia del egoísmo que deja para mañana lo que viene prometiendo desde siempre.

-La humanidad y el hombre – siguió diciendo – son idénticos en sus virtudes y defectos. La raza humana, en su totalidad, está hecha de los mismos tres mundos de cada ser humano, es decir, el objetivo y material relacionado con el ámbito externo, el subjetivo o silueta llena de Alma relacionado con el archivo de una memoria que se encarga del equilibrio entre el pasado y el presente, y el cósmico donde manifiesta su divinidad el Dios de todas las religiones…En la divinidad del Alma, que nos da vida, puede Dios volverse activo cuando la devoción de tu deseo le haya trasmitido al Dios pasivo de la humanidad la idea y la emoción que hayas elegido ahora…Por lo tanto, con la alegría de la justicia jugando a la equidad y con la bondad de la naturaleza entregando lo que ha hecho y hace, haremos lo mismo que tu cuando quieres venir hasta donde yo tengo la costumbre de esperarte y donde nos espera el Dios de nuestra comprensión individual…Pero quien ahora nos espera es el Dios Pasivo en el Alma de la humanidad…¡ven, que en la extensión de mi conciencia tiene cabida la emoción y la idea que has elegido!…

Jotanoa ya sabía que no tenía que hacer preguntas durante la intervención de Eben Alb, ni averiguar nada si alguna duda surgía. Lo apropiado era dejarse ir tras la presencia invisible de Eben Alb, pero Eben Alb se dio cuenta que Jotanoa le iba a pedir mayor explicación en relación con el Dios pasivo, tema que ya fuera tratado por Albanoa en el libro primero.

Anticipándose, le dijo:

– Lo que Albanoa nos explicó estaba contenido en pocas palabras. Era algo muy sintetizado, muy resumido. Todo lo que se diga será poco ya que la magnitud del tema es casi infinito, y quien lo habrá de ampliar cada vez que se deje impresionar por el mismo será el hombre. Siempre será el hombre la referencia inamovible, el punto absoluto a partir del cual nos descubriremos cada día más. El único individuo de la creación que ha llegado a la capacidad de contener en su naturaleza a Dios es el hombre, dándole el nombre que tiene por inspiración de su propia divinidad que venía madurando y evolucionando desde el momento en que se dio cuenta de sí mismo en relación con lo que lo rodeaba. Cuando se dijo a sí mismo que él era él, sintiendo que no era lo que tenía a su alrededor, lo impulsó la decisión de llegar a saber lo que era esa presencia superior, que lo hacía diferente en inteligencia y en sabiduría…O sea que en su naturaleza humana despertó una divinidad individual a la que le puso el nombre de Dios, pero a esto se sumó el libre albedrío, la voluntad, la voluntad de decidir y la responsabilidad por cada cosa que decidiera hacer… Cuando el hombre en su búsqueda interior comprende que la emoción de sentir a Dios en la divinidad de su semejante, entonces, se da cuenta de la posibilidad de trasmitir de un Dios individual a otro Dios individual.

En esta forma de trasmitir intervienen los dos extremos, el de emisión y el de recepción. El Dios Activo emite el mensaje y el Dios Pasivo lo recibe, y cuando el Dios Pasivo lo recibe se convierte de inmediato en el Dios Activo que interpreta el mensaje y lo lleva a cabo. Si el ejemplo lo llevamos al plano universal, nos encontramos con el Dios Activo en el hombre cuando desea transmitir y con el Dios Pasivo del Cósmico o de la humanidad cuando recibe…Por eso decimos que en el hombre hay un Dios Activo que nos ayuda en el bien y nos abandona cuando perjudicamos a nuestro semejante, despojándolo de la mínima justicia. Cada vez que el hombre se comprometa con la emoción que lo lleve a actuar en beneficio de los demás seres, su Dios Activo le ha de transferir al Dios Pasivo de la humanidad la emoción de dicho bien, y el Dios Pasivo hará que la misión encomendada se cumpla allí donde haga falta.

Si este privilegio – siguió diciendo Eben Alb – no ha sido utilizado en los momentos cruciales de la humanidad, o a propósito ha sido ignorado, la responsabilidad de lo sucedido recae exclusivamente en el hombre, y en lo sucesivo no recurre a su divinidad interior para consultar la forma de solucionar los problemas que se han de agravar por la por la acumulación de los errores, entonces quedaría la última oportunidad, en la que podrán participar quienes estén de acuerdo y sientan en su interior el impulso intuitivo de aceptar la Ley del Retorno.

– Te digo algo más: Ni los árboles ni los animales han despertado en su naturaleza a ningún ser divino, porque tanto los árboles como los animales no necesitan, por ahora, de una consciencia que les permita darse cuenta de la divinidad que en ellos vive adormecida. Si los árboles, a modo de ejemplo, lograran una conciencia que los haga conscientes de sí mismo, entonces, los árboles despertarían en ellos al Dios Activo del Reino Vegetal, se harían como los hombres, responsables de sus acciones porque habrían adquirido el libre Albedrío y quedarían sometidos a la ley de causa y efecto por cada decisión consciente que tomaran.

Pasaron algunos minutos en silencio…Cuando Eben Alb le dijo:

-¡Vamos, que lo que has elegido ya está en nosotros! – tanto Jotanoa como Eben Alb se unieron en una sola entidad espiritual, sintiéndose en una extensión sin límites, sin límites hasta para moverse. La luz en la que se veían inmersos parecía estar en un estado previo al nacimiento de algo, como si esperara que el pensamiento de la creación la hiciera luminosa. Jotanoa comprendió que ambos se convertían en ideas de vida en un cielo de puntos azules. Alguien diría: en un cielo de electrones libres, moviéndose en la dirección del esquema visualizado por el pensamiento….

La idea y la emoción que los impulsaba adquirían vida en cada punto de luz, y cada punto de luz se movía con la intención de actuar según la alegría de la justicia jugando a la equidad y según la bondad de la naturaleza que le deja a cada ser humano lo hecho por su mano de obra….El Alma de la humanidad había adquirido el aspecto de un altar donde comenzaba a oficiarse el ritual del amor por la justicia.

Jotanoa – le dijo por último Eben Alb -, lo que has pensado sin mucho convencimiento es verdad. Me refiero a elegir el futuro, y se lo puede elegir cuando la persona ya no le debe nada a la vida pasada ni a la presente. No es ninguna novedad que se pueda elegir dónde vivir y qué hacer en este plano terrenal. También se llega al privilegio de hacerlo desde el plano cósmico cuando ninguna deuda obstaculiza la elección de nacer donde uno quiera y hacer lo que anhela como misión en beneficio de la humanidad, y en especial de la humanidad postergada por la tradición de la injusticia. Ahora mismo estamos a punto de lograr la adhesión de otras siluetas llenas de Alma, que estarían dispuestas a realizar lo que hasta hoy no se ha realizado…¡La maternidad de la luz, o mejor dicho, el lado materno de la luz recibirá o está recibiendo ya el germen de la emoción de muchas ideas, para que esa emoción le dé nacimiento al mandato cósmico de gobernar por medio de quienes quieran adherirse al llamado que en las páginas finales se dejará oír!…

Lo que Eben Alb le había dicho en relación con el camino abierto que tenía por delante, no significaba una ruta por la que transitan vehículos y otros medios de transporte. Se refería al sendero que conduce al reino interior del Alma, allí donde el crecimiento de la comprensión permite la aproximación a una verdad, con la que podemos apreciar y beneficiar al mundo exterior. ¡Crecer desde adentro!

Entonces, lo que Jotanoa tenía que hacer era introducir por ese camino el material que obtuviera de las experiencias vividas junto a su semejante, y con ese material recogido, construir las nuevas ideas, ideas que tengan la capacidad y la sabiduría de alimentar las soluciones demoradas. ¡El camino de la comprensión interna!… O sea, por cada paso que diera en el mundo de la experiencia exterior, podía dar otro paso hacia el mundo interior, siempre que se dejara educar por la bondad del Alma.

Nadie sabe lo que ha de ocurrir mañana. Ignora si lo acecha el sufrimiento o lo espera el bienestar. Lo que sí puede es vivir protegido por la coraza de la comprensión mística, porque ella sabe lo que nos espera por estar viviendo en la consciencia extendida de su ser interno…Jotanoa ignoraba la aventura que lo esperaba allí en el futuro, pero Eben Alb lo sabía.

Si bien él lo sabía, le era imposible decirle la clase de aventura, el medio ambiente en el que iba a desarrollarse y las personas que iban a intervenir. Además, si tuviera la oportunidad de decírselo, Jotanoa le hubiera expresado su incredulidad y la imposibilidad de que sucediera.

JOTANOA Y LA MADRE ILEGAL

En un lugar del país estaban sucediendo cosas que con el paso del tiempo iban a relacionarse con Jotanoa. Si en los días de aquellos sucesos hubiéramos podido ubicarnos en un punto de la consciencia extendida de Eben Alb, es decir, en una posición que nos permitiera ver el futuro, habríamos visto a un hombre llamado Jotanoa interviniendo en la vida de una mujer que venía de aquel lugar del país.

En ese lugar del país, como en muchos lugares, los paisajes tienen los mismos componentes. Es el escenario donde el ser humano se abre camino hacia el porvenir con lo vivido diariamente, es decir, lo que hoy le sucede le está indicando lo que debe hacer mañana o más allá de mañana, sin tener en cuenta lo imprevisto.

Era un sitio por donde las aguas las aguas de un río pasaban lentas. Las riberas estaban pobladas de sombras agradables, y las sombras agradables como el abrigo de los árboles escondían la tibieza del romance. Dos criaturas estaban junto al río. Desde la penumbra del follaje miraban en silencio el viaje de las aguas…

Tomados de la mano, cerraban los ojos para presentir el porvenir que la ilusión les mostraba. El río, según estos dos seres, discurría de la misma manera, pero las aguas conocían el destino de su cuesta abajo. Por la pendiente del terreno se deslizaba el río al encuentro de su hermano mayor, el mar. A ellos, con la ilusión no les alcanzaba para asegurar el rumbo de sus vidas. Se miraban con los párpados entornados, dejando que en los ojos brillara la ternura que el idilio les prometía. Los dos cuerpos estaban viviendo el idilio de la inocencia ancestral, porque no bien se rozaban las mejillas, en el lugar del roce asomaba la tibieza del deseo. Cada caricia parecía tomar del aire el aroma de la naturaleza para apurar el trámite del amor. El idilio estaba a punto de estallar…El sol miró por última vez y se ocultó. Del suelo comenzó a levantarse la ansiada sombra de la noche. Sin el sol, la humedad se detuvo a ras de la tierra y las brisas soltaron las voces del arrullo para que nada le faltara al idilio de la carne. Las palabras sonaban temblorosas, agobiadas…

-¡Tengo miedo…! – murmuraba ella.

-¡En mis brazos se alejará!..- aseguraba él.

-¡Me asusta lo desconocido…! gemía ella.

-¡Seré tu ayuda cuando me conozcas!..

-¡El miedo no me deja!…

-¡Déjame acariciarte para que se aleje!..- concluyó, dominando los temores de ella.

-¡……!

Se durmieron las palabras en la inocente ternura de la entrega. El silencio prolongó el sueño de la quietud. Dos pájaros, acurrucados al abrigo del árbol, dejaron oír un tierno cosquilleo de trinos. La sombra del árbol se meció en la brisa y la vida recogió la flor que el idilio le entregara.

…………………………………………………………………….

El tren rodaba indiferente a su carga de pasajeros. Las ventanillas eran trozos de cielo para el descanso de los pensamientos, de las penas y de los sueños. Siempre se mira por las ventanillas, haciendo descansar lo de adentro. El campo rumiaba sereno el verdor de los pastos. El sol seguía obsequiando la misma bondad de siempre. Se ondulaba la pampa y detrás de la ondulación aparecía la línea monótona del horizonte.

El tren mermó la marcha. Quería descansar a rueda lenta. El paisaje cambió y se hizo cercano con el follaje de los árboles. Un río estaba cerca. Los árboles nunca lo dejan que ande solo, porque donde hay un río o un arroyo siempre hay dos riberas de sombra que lo acompañan. El tren cruzó sobre el río y desde una ventanilla salió el grito ahogado de una pasajera. El río y sus árboles despertaron en su memoria el recuerdo de algo que volvía con el paisaje.

La cabeza, junto a la ventanilla, después de haber dejado escapar el grito, se inclinó avergonzada. Aquel río y sus árboles fueron para ella algo parecido a otro río y sus árboles.

Un pasajero, de tantos que la miraron, con discreta sorpresa pareció preguntarle con un gesto sin palabras, asomado a los ojos:

-¿De dónde vienes, muchacha?

Y la joven damita, también con un gesto en la mirada, pudo responderle:

– ¡De donde la vergüenza me condena!

Aquel hombre, ocasional intruso, insistió con otro gesto:

-¿Hacia dónde vas, muchacha?

La única contestación en el idioma de los ojos fue decirle:

-¡Hacia donde la vergüenza me perdone!…

El tren apuró la marcha. Los pasajeros volvieron a su estado de somnolencia. El ritmo del viaje se introdujo en el corazón de la joven mujer. La cadencia monótona fue adueñándose de la joven, mientras la resignación la hizo entrar a la zona de los recuerdos. Los recuerdos volvían con la madurez a cuesta, hablándole de lo que estaba ocurriendo.

Con una voz, que era su íntima voz, se decía y se oía decir:

Cuando amanece, la playa queda desolada y el mar, retirado, se aleja bufando su algarabía y su aleluya de conquista. El mar turbulento abandona lo que no merece llevarse y lo que no merece llevarse es la luz de una semilla que avanza como un reproche hacia el verdor de la tierra…¡Adiós, hombre, no eres dueño de nada! ¡Mañana volverás a buscar en la playa la embriaguez de la nueva víctima y lo harás cuando las sombras te ayuden a tender las redes de la promesa…¡ La madre ilegal es una playa sin su noche y el mar!…

El tren parecía convertir su monótono ajetreo en estas últimas palabras, las que adquirían el ritmo de un mutuo acompañamiento:

-¡La madre ilegal es una playa sin su noche y el mar!

El tren entero, con sus saltos y crujidos, con sus pasajeros y vaivenes, entonaba lo que la joven se decía en su interior:

-¡La madre ilegal es una playa sin su noche y el mar!

Luego, algo cambió en el ánimo de la joven, cambiando también las palabras del párrafo anterior, las que llegaron a decirle:

-¡Canta, oh tristeza, por fin

tu alegría de morir!

La joven no se dio cuenta del cambio, pero al sentirse cómoda con el significado que le traía se dejó arrullar por la nueva versión:

-¡ Canta, oh tristeza, por fin

tu alegría de morir!

Y reinó el sueño durante toda la noche.

…………………………………………………….

La ciudad desconocida, a la que llegó en busca de refugio y de trabajo, la absorbió por completo, alejándose del alcance de esta narración.

Pasaron los meses, trayendo madurez a quienes la esperaban y caducidad a quienes no la esperaban.

…………………………………………………….

Cierta noche, una de tantas, tres jóvenes, con ansias de hurgar en los secretos de la vida nocturna, llegaron a un lugar donde los hombres adquieren el privilegio de cambiar casi por completo.

Era un salón de tamaño suficiente para el desahogo de las pasiones, donde el placer y el deleite se sacan el disfraz de la decencia. El hombre deja de ser hombre para dar paso al felino sexual que no logra saciarse en la víctima de turno.

Los tres jóvenes tomaron asiento. Uno de ellos era Jotanoa. El humo denso de mil bocanadas por minuto reproducía el infierno de niebla caliente y venenosa. Del seno mismo del humo de tantos cigarrillos apareció el mozo.

Saludó, limpió maquinalmente la mesa y ofreció los brebajes conocidos. Cada uno pidió su bebida mientras los ojos recorrían el panorama en busca de la mejor presa disponible.

Cada uno eligió y después de que la danza los juntara, la mesa lo reunió para toda la noche. Jotanoa no deseaba compañera y se mantuvo solo en un extremo de la mesa. Ese mundo, al que estaba asistiendo, lo observaba desde dos posiciones. Allí, a su alrededor, se movían criaturas semejantes a él. Por repugnante que fuera la manera de actuar y de vivir, él quería comprender en su interior ese lado oscuro de la existencia sin despreciar nada, pues esos hombres y mujeres eran los hermanos de una hermandad del Alma incontaminada. Jotanoa no estaba de acuerdo con el método de negociar una noche de placer. Su naturaleza sexual buscaba otros medios, en los que no figuraba la mujer como material de compra.

Los amigos de Jotanoa le insinuaron que no se quedara solo, que invitara a una compañera. Con la actitud de quien quiere complacer una parte del pedido admitió a una joven, que resultó ser la tercera amiga de las dos que se encontraban con los amigos de él.

La mesa se agrandó. La recién llegada se sentó junto a él. Jotanoa la invitó con el ofrecimiento de una bebida y se entabló una conversación forzada.

No tardó en darse cuenta de algunos gestos de timidez, cosa extraña en donde la habilidad en el arte de atraer es el anzuelo natural del negocio.

Lo que conversaron fue entre los dos solamente, puesto que la mesa los había unido en un extremo, mientras en el otro quedaron sus amigos realizando las proezas de las conquista innecesaria.

– Soy – le dijo Jotanoa – un poco torpe para estas cosas y algo estúpido con las mujeres que trabajan aquí.

– He venido porque me has invitado – dijo ella.

– Sí, lo sé. Sólo para pasar el momento charlando. No me agrada la frialdad de las intenciones de los que vienen a estos lugares.

Prefiero que la atracción tenga algo de cariño, que la conquista vaya acompañada de cierta ternura, por eso me desagrada lo directo del deseo como si el deseo no mereciera el estímulo de la emoción.

La joven lo miró sin saber cómo juzgarlo, sorprendida de encontrarse con este raro ejemplar humano, fuera de serie. Jotanoa, sin poder ocultar la incomodidad provocada por sus palabras y queriendo atenuar su efecto, le dijo:

– Si no te agrado me voy…

– No, no es eso lo que quiero. No deseo ahuyentarte. Lo que si quiero que entiendas es que podemos pasar la noche sin la supuesta conquista. Si estás dispuesta a pasar conmigo algunas horas según la estupidez de mi carácter, te pido me acompañes. Sin no te gusta lo que te ofrezco, entonces, elige lo que te convenga.

No quedaron dudas de que Jotanoa resultaba una perla, aunque no muy sana, entre tanto barro de sucias pasiones. La joven no quería conmoverse. Sólo atinó a decirle para salir del paso:

– En realidad, no hay muchos como tú.

– Y tú, según parece, estás aprendiendo a vivir de esto.

Una leve coloración de vergüenza apareció en las mejillas de ella.

– Si – dijo, esforzándose en responder -, no hace mucho tiempo que estoy…haciendo esta vida.

– Eres muy joven y no demuestras mucha experiencia.

Algo se crispó en ella. Tal vez los músculos del corazón quisieron alejar cualquier entrada emotiva. Siguió esforzándose en responder:

– Hace poco que me dedico a esto…

Tragó saliva y cambió el tono de la voz:

– ¿Por qué preguntas por algo que no quiero responder? ¡Ya es tarde para volver atrás! ¡Si estoy aquí ha de ser por algún motivo!…

Hubo un momento de silencio incómodo. Para salir de él, ella lo invitó:

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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