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La hermandad de los profetas – por Jorge Ahon Andari (página 3)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

– ¿Quieres bailar?

-¡Bailemos! – aceptó él.

Y entre los que bailaban se confundieron. Ella quiso mostrarse audaz y le rodeó el cuello con un brazo. Jotanoa se dejó hacer y se dejaron mecer por la música, pero ella no pudo disimular un temblor en todo el cuerpo, un temblor desconocido, de incertidumbre y de rabia. No quería caer en los recuerdos que Jotanoa intentaba reavivar.

– Estás nerviosa – dijo él -. ¿Qué te ocurre?

– Nada… un poco de frío tal vez.

– No, parece que tienes miedo, aunque no sé a qué.

Ella no contestó. No podía. Además, no quería porque él tenía razón. Volvieron a la mesa. Ella se revistió de un silencio defensivo. La situación se volvía tensa. Así lo entendió él y giró la conversación hacia otro tema, con la intención de mejorar los ánimos.

– Hoy he conocido un lugar hermoso – comenzó a decir Jotanoa -. Cada vez que uno se aleja de la ciudad se encuentra con algo distinto y se arrepiente de no haber frecuentado sitios como el que hoy pude apreciar, en donde el tiempo se desliza sin apuro.

Aunque nada indique la presencia de las flores, el aire siempre se halla perfumado. Hoy parecía un día de primavera anticipada. Me encontré con un río cuyas aguas me hicieron pensar en lo que a nosotros nos sucede cuando nos apura el deseo de viajar, viajar y viajar…y unos árboles, en fin, he vuelto tonificado a la vez que…

La herida fue abierta. Un llanto involuntario se oyó muy bajo. Jotanoa vio lo que estaba sucediendo y con rapidez, sin perder la calma, la tomó de un brazo y la llevó a confundirse entre los que bailaban. Ella se dejó llevar y se dejó abrazar, sosteniéndose en el abrazo de él. Jotanoa, apenado, le preguntó:

-¿Dije algo que te causara daño?

-¡Conseguiste lo que querías!

– Pero, ¿qué hice?

-¡Era lo que querías y lo lograste! ¿Esa es la clase de conquista que te gusta lograr?…¡Vaya, que manera tan simple de hacerlo!… ¡Eres…oh, ese maldito paisaje!…

-¡No entiendo nada! – dijo él, desorientado -. ¡Perdóname si he cometido alguna estupidez!… No quise ofender, ni tuve la intención de hacerlo… Soy un pobre recipiente humano que carga recuerdos como tú…. Otra cosa no soy…Me afligen los sufrimientos como los tuyos, tal vez menos…

¡Es posible que la torpeza de tener dolores escondidos sólo sirve para despertar los dolores que duermen en los demás!…

Ella apoyó la frente en el hombro de Jotanoa, un poco aliviada por lo que terminaba de oír. Parecían ahora dos criaturas unidas por algo invisible. Entre ambos estaba por nacer un idilio, no el idilio de la carne, sino el idilio de la amistad, el que podría llegar al otro.

Cuando estuvieron de vuelta, sentados ya, él se bebió de un trago el líquido de su copa.

– Me apena lo que hice – confesó.

– Tal vez sea verdad lo que dijiste…¡Que la torpeza de tener dolores escondidos sólo sirve para despertar los que duermen en los demás!…

– ¿Puedo conocer los tuyos?

La muchacha lo miró detenidamente y lo vio ahora, después de lo sucedido, en todo su aspecto de hombre. Inclinó por un instante la cabeza, juntó las manos sobre la mesa y le dijo con cierto alivio en la voz:

– Sí, te diré por qué estoy aquí… Me siento avergonzada por lo que hice o dejé que me hicieran. Llevo una mancha como vulgarmente se dice, una mancha que mi conciencia se encarga de mantenerla.

No sé si esa mancha me acusa porque abandoné a mis padres o porque soy una mujer que ha huido por tener un hijo de meses….

Involuntariamente recordó algo:

– La madre ilegal es una playa sin su noche y el mar. Recuerdo que estas palabras se convirtieron en otras sin saber cómo:

Canta, oh tristeza, por fin,

tu alegría de morir…

– Después de haber huido me encuentro en este momento frente a un hombre que, sin saberlo, describió un paisaje de y árboles, que ese paisaje se parece a otro que fue escenario de lo que me ocurrió. Allí fue donde el engaño me dejó atontada y luego señalada con el mote de liviana. Si fui liviana, fue porque la promesa me llenó de ilusiones, sin darme cuenta de la habilidad con que la mentira me doblegó. Más tarde, la vergüenza me alejó del hogar de mis padres. Una historia común y una aventura vulgar, ¿no es cierto?

Jotanoa sintió en ese momento que dentro de él despertaba otro hombre. Era el despertar del héroe que todos llevamos dentro y que luego de realizar el acto de heroísmo vuelve a dormirse en algún rincón de la naturaleza desconocida del ser humano. Arrastrado por la ceguera del heroísmo no vaciló en decirle:

– Si hay algo que debe ser castigado es la estupidez de llevar una vida así. Te acuso sin lástima por vivir en este ambiente, teniendo un hijo tan pequeño…Contaminar aquel idilio, por infame que haya sido, con este sucio contacto, donde estos caballeros que ves aquí devoran sus propias miserias, no merece perdón.

La cara de Jotanoa se había transformado. Quien lo haya visto hubiera creído ver una antorcha de profeta bíblico a punto de quemar las inmundicias de la vida. La muchacha, ante los gestos de su compañero, se sintió en el colmo de la sumisión y de la vergüenza, pero también bajo un extraño amparo.

– Estos son los hombres – dijo – que pagan para masturbarse en la mujer con la que se acuestan. Se masturban porque gozan consigo mismo, sin importarles el goce de la pareja…

Jotanoa se interrumpió agitado por el esfuerzo de la indignación. La joven lo miraba cada vez más asombrada pero también más protegida.

-¿Qué puedo hacer? – preguntó en tono de ruego.

-¡Huir, huir de aquí lo más pronto posible!

-¿Cómo, cómo hacerlo si me siento atada a mi propia desgracia y esta desgracia me tiene atada a los que me amenazan?…

– ¡Tomando un tren y volviendo a la casa de tus padres! – dijo él, desoyendo la causa invocada por ella.

– Lo dices con tanta sencillez como si fuera fácil hacerlo. Estoy segura que nos están observando. Tú serás el más perjudicado.

– No seas cobarde. Vale más enfrentar cualquier aventura que permanecer aquí. Permanecer aquí es ensuciar la inocencia de tu hijo y eso significa ensuciar el nacimiento de una vida. La vida no te da derecho ni permiso para que la inocencia de esa vida mame en las huellas que dejan en tus senos las caricias de esos caballeros…¡Te ayudo a salir de aquí si me ayudas con tu decisión!

La joven vibraba bajo el impacto de esta exaltación, a la vez que su corazón se afiebraba ante la presión de quien se ofrecía para hacerlo.

– No podría soportar el dolor de enfrentar a mis padres.

– Ellos son tus padres. En ellos hay más seguridad de perdón que en otra parte.

La joven vacilaba en su decisión y temía por Jotanoa, si los que manejaban el negocio se enteraban de lo que estaba haciendo.

– No te preocupes – le dijo él -. Por ahora debemos fingir que estamos en el juego que ellos propician.

Les haremos creer que hemos concertado una cita como lo hacen las demás parejas. ¿Me harás caso en todo lo que haga falta?

-¡Sí! – contestó ella en voz baja, sorprendida de haberlo hecho, ya que vacilaba entre el miedo y la desesperación.

– Así está bien. No temas que casi nunca sucede lo que mayor miedo nos causa.

La joven sonrió aliviada. Su corazón, aturdido hasta ese momento, retomó un ritmo de seguridad, contagiado por el de él. En la emoción que comenzaba a sentir nació, de repente, el cariño por agradecer, sin saber cómo expresarlo. Solo atinó a decirle:

– Hay un hijo que no sabe ni sabrá quien es el hombre que se preocupa por él. ¿Lo quieres conocer?

– Quizás, no te aseguro.

-¿Siempre eres así? – preguntó ella, sintiéndolo escurridizo.

Siempre – contestó él, inmovilizando la mirada en la distancia interior de su Alma. – Sí, siempre vivo así, con el ánimo atento en lo que sucede a mi alrededor. De lo que sucede a mi lado o más allá de mi lado, trato de rescatar lo que puedo introducir dentro de mi para sentirlo y comprenderlo internamente. Ser así es llevar encima una especie de mansedumbre que me da la ventaja de la comprensión.

Aunque se sufra por el sufrimiento ajeno, la comprensión del sufrimiento me trae el alivio de algo mejor. Es la manera que tengo de lograr una comodidad interior, donde puedo descansar de lo que me sucede con mis semejantes. He aceptado lo mejor de mi mismo y actúo con lo mejor de mi mismo. Mañana sabré que habré superado y qué cosas habré mejorado.

-¿Por qué vienes a estos lugares?

– A conocer lo que quiero comprender…

-¿ Y las mujeres que conoces aquí?

– No las rechazo ni las conquisto.

– ¿Qué pensarán de ti?

– No me interesa. Sólo sé una cosa: Ellas jamás me trataron como a los demás. Hasta se ofrecieron para quererme. No pude aceptar porque no tengo pasta de cafiso.

– A muchas habrás ofendido con tu comportamiento.

– Tal vez, pero muchas se conmovieron cuando les dije lo que pienso de ellas, comparado con el de los que vienen aquí.

-¿Me lo dirás?

– Si, ¿por qué no?…Nunca supe si tuve o tengo razón. Cada vez que les dije lo que pensaba de ellas, nada me contestaron, sólo me miraron como si en ese momento se descubrieran a través de lo que les decía…

Y lo que Jotanoa le confesó tenía mucho de reacción ante lo que no terminaba de comprender. Aquel ambiente nocturno escondía, según él, una faceta del ser humano alimentada por la ambición de algunos y por la perversión de otros y entre estos dos extremos se hallaban las víctimas de siempre, estas mujeres que habrían logrado separar el sexo en dos funciones, usándolo por un lado como medio equivocado de vida y por el otro, reservándolo para la intimidad de su pareja. Jotanoa se preguntaba si ellas lo dominaban al venderlo, si lo despreciaban al negociarlo, si lo inutilizaban al dejarlo impuro en el deseo comercial de quienes lo compran. Si los que lo compran adquieren algo sin valor, algo despreciado, entonces no obtienen nada de ellas, ni siquiera el mínimo deseo femenino, sólo se quedan con la perversión que ellos mismos quieren saciar, que ellos mismos quieren satisfacer. De ahí que Jotanoa creía que estos hombres usaban a la mujer para masturbarse.

– ¿Te sorprende? – dijo él -. Mayor sorpresa habrá en el futuro. Siempre el porvenir nos ofrece buenas cosas o nos tienta con ilusiones dudosas. Te aseguro que amanecerá de nuevo el día que sepas afrontar la naturalidad de tu aventura. Tu error no ha sido un error, ha sido un cambio de rumbo. Tal vez el error se haya originado en la falta de comprensión de aquello que mostraba señales de cambio.

– Si alguien me hubiera hablado de un hombre que piensa como tú, es casi seguro que no le hubiera creído.

– Alégrate, entonces, de saber que hayan seres humanos con el quijote del amor volteando molinos de incredulidad. Te ofrezco, por lo tanto, el quijote de mi ayuda.

– Me ofreces algo que no sabré merecerlo…

– Olvídate del ofrecimiento – le aconsejó Jotanoa -. Por ahora nos interesa que no digas nada a nadie, ni a tus compañeras… En primer lugar, averiguas lo del pasaje, luego me lo dices. Después esperamos el día propicio y en un santiamén te alejas de este infierno de locos.

– Mañana lo averiguaré – dijo ella.

– Pues mañana nos veremos en la estación.

– Me has convencido y haré lo que quieras. Lo haré aunque no pueda ser útil con el agradecimiento que mereces…¿Con qué puedo agradecerte sin que te manche lo poco que pueda darte?

– ¿Mancharme? – dijo él -.¿Qué sabes de mi vida? Te equivocas porque la emoción del agradecimiento no contiene impureza ni puede manchar.

-¡Qué bien te las arregla para cambiarle el rostro a lo desagradable!…

– Lo desagradable no pertenece a la esencia de las cosas.

Disfrazamos lo esencial con lo desagradable que nos toca soportar…¿Por qué no juzgamos según la esencia y no según lo externo para así equivocarnos en menor grado?

– Es muy sencilla tu explicación. Lo difícil es la experiencia. Para llegar a lo que dices te debe haber costado mucho sufrimiento callado y en secreto.

– Lo importante – le dijo Jotanoa – es presentir si el sufrimiento nos puede conducir a la paz y si esta paz nos ha de ser útil.

– Hasta tienes la habilidad de desorientar cuando alguien te descubre algo que quieres ocultar. No puedes evitar la sinceridad. Por ser sincero no puedes disimular que la vida te ha herido varias veces.

Después de todo, me agrada que en tan poco tiempo me hayas contagiado la franqueza. Te lo agradezco. Imitando se aprende con rapidez.

Jotanoa no contestó. Era evidente su deseo de sellar con el silencio el rumbo de conversación. Fue, entonces, cuando los dos se quedaron como espectadores de un mundo que ya no era de ellos. Se miraron y comprendieron que debían seguir juntos hasta la hora del amanecer, cuando comienza el desfile de las parejas.

Recién ahora se dieron cuenta de que estaban solos, ya que sus compañeros habían buscado la intimidad de otros rincones.

Ella lo miró con ternura en los ojos, con cierta expresión de tibieza en las mejillas, con la ingenua picardía de amarlo sin el trámite brutal de la compraventa. Estaba sintiendo el cariño entibiado por el desinterés, porque quería de aquella vida tolerante y bella el calor necesario para hacer perdurable lo que estaba sucediendo. Los dos se conmovieron al mismo tiempo. Los pensamientos se extendieron, se dilataron para comunicarse, pero no podía ser. Era imposible. Y ahora más imposible que nunca porque ella caería en la duda al recordar, cuando pase el tiempo, que él al fin de cuentas, hizo lo que hacen los demás aunque haya habido honestidad. Era necesario, entonces, salvar la vocación del acto desinteresado. Era preferible no tocar lo que ya estaba concluido, ¡no suceda que en el contacto despierte intenciones de mala influencia!…En una época de la humanidad en que las amistades tienen el precio de los favores obligados, era necesario que quedara en pie la misión del desinterés.

Un resplandor de tristeza pasó por los ojos de ella cuando Jotanoa le dijo:

– Mañana, cuando estés en tu provincia, es posible que me recuerdes como algo de dudosa existencia.

Tal vez mi rostro y esta amistad queden alejados de tu vida diaria. Puede ocurrir que cuando te preguntes cómo es que estás en tu ambiente natal, te acuerdes de mi, pero luego la imagen se irá como algo irreal, irreal como la aventura de esta noche, tan imprevista. Esto que estamos viviendo ahora lo encontraremos hecho un recuerdo mañana, tal vez con vida propia para dejarnos vivir sin él. Los recuerdos se alimentan de sí mismo sin la vida terrenal de los autores. Ellos no necesitan de nosotros, viven porque han logrado perdurar, alejados de lo efímero. Nosotros nos quedamos con lo efímero mientras ellos han alcanzado la región de la eternidad. Me refiero a los recuerdos que han logrado capacidad para perdurar. Nosotros, a pesar de insistir en lo efímero, también nos haremos un recuerdo de la tierra. Seremos el recuerdo que vive de sí mismo porque habremos sumado la esencia de lo terrenal a la esencia de lo universal.

La joven no entendió todo lo que él le dijo pero el Alma femenina de la intuición le hizo sentir que algo hermoso, tal vez inefable, había penetrado en su naturaleza.

– Aunque no he comprendido todo lo que me has dicho – confesó ella -, me ha llegado una tristeza que no es tuya ni mía, una tristeza ajena que ruega, que pide algo parecido a lo que me has dado esta noche.

– La hora del amanecer tiene la culpa. Seguramente está amaneciendo allá afuera. Lo mismo me sucede cuando atardece…. Debe ser porque somos incapaces de vivir en un mundo que lo quisiéramos hacer de nuevo…¿Será por eso que es inevitable la tristeza porque las horas que se van como las horas que vienen no anuncian lo que anhelamos? Cuando atardece, una parte de mi ser huye con mis sueños al país de otros sueños, dejándome la otra parte, la que hace de mi boca un hueco de amargura. Cuando amanece siento lo mismo…La vida diaria se divide en dos para poder subsistir…

A Jotanoa lo invadió el significado de lo que estaba diciendo, pero el artificio de aquello que lo rodeaba le hizo bajar la cabeza, refugiando su ánimo en la terquedad de su esperanza. Para salir de sí mismo le dijo:

– ¿Vives lejos de aquí?

– No, a pocas cuadras.

-¿Te molesta que vayamos caminando?

– No, siempre lo hago cuando… – no quiso terminar la frase.

– Creo que ya es hora – agregó él – porque las parejas se van…

– Busco el abrigo y nos vamos.

Del camarín regresó con un tapado sencillo, tipo gabán. Salieron. La mesa quedó desierta…

Caminaron en silencio. Con delicado disimulo ella se tomó del brazo de él.

Una leve sonrisa, mientras la miraba, asomó en los labios de Jotanoa. Ella dulcificó el rostro con una mímica de ternura, que expresaba timidez y anhelos de refugio…Con gestos, con el lenguaje de los gestos conversaron de todos los impulsos y emociones. A través del contacto de los brazos sintieron el rumor de la sangre golpeando las paredes de la piel…¡Y nada más!

Llegaron.

– Aquí vivo – señaló ella.

Un momento de turbación. Un momento triste y grato, lucha indecisa del querer, inquietud y ansiedad a punto de caer en la intimidad. El pudor renacido en el rostro de ella como algo olvidado que regresa en pos de cariño, pero sólo un beso en la mejilla de él fue el único encanto en estos dos seres que después de algunas horas no volverían a verse jamás.

……………………………………………..

Una lágrima, cayendo de la ventanilla del tren encontró la mano abierta de Jotanoa. El joven la miró y la dejó encerrada en su puño hasta diluirla en la humedad de la piel. Otra cosa que recibía de ella. Una lágrima que al caer no llegó al suelo

Después, una mano como la de él pero más pequeña, quedó enarbolada fuera de la ventanilla como símbolo de la separación.

Después, los señaleros de las vías que se quedaban y el tren, dejando su espalda de rieles hasta desaparecer en el horizonte…¡Hasta siempre, muchacha!

El lejano rumor del tren, traído en ráfagas de viento, parecía el eco de una sugestión que decía:

¡Canta, oh tristeza, por fin

tu alegría de morir!

CAPITULO III

Las ideas

Quien se ha dedicado a comprender el mundo externo desde el punto de vista del ser interno, le sucede lo que a Jotanoa le estaba sucediendo sin que él se diera cuenta.

Debido a que no se puede aceptar en su totalidad la información que nos viene de afuera, donde se originan, precisamente, las ilusiones y las distorsiones que sufren los sentidos que sufren los sentidos físicos, por tal razón se vuelve imprescindible la intervención de nuestro Alguien del Alma, al que también hemos llamado nuestra silueta llena de Alma y que, además, estamos conociendo con el nombre de Eben Alb.

Jotanoa, por haberse dado cuenta a tiempo, había caído en la trampa tendida por una ley que acecha en la naturaleza humana. Era una trampa en beneficio propio que le hizo sufrir la prueba de ser la víctima por haberla descubierto, por haberla descubierto actuando en todos los ambientes donde las ambiciones, la vanidad, los celos y el afán de figurar le preparan el ambiente a semejante ley.

Se la podría considerar como una cualidad negativa que interviene en reemplazo de la cualidad positiva.

¡El que descubre algo lo tiene que experimentar! ¡La experiencia le ofrece el argumento con que ha de explicar y comprender lo que ha descubierto!…Y donde mayor fuerza adquiere es donde mayor efecto provoca, y donde mayor efecto provoca es allí donde la pureza de un ideal ha creado el polo de atracción alrededor del cual se reúnen aquellos seres humanos que han visto en el ideal una norma de vida.

A medida que va afianzándose la manera de convivir en el ambiente generado por el ideal, en lo oscuro de la naturaleza de las mismas personas comienza a gestarse la acción de aquella ley, hasta que alguien del grupo se convierte en el individuo que ha de actuar en representación de la referida ley.

La historia de la humanidad lo tiene incorporado a los grandes movimientos de la evolución de la inteligencia. Es el personaje que se desliza como una sombra detrás de la luz, es el personaje que después de las rebeliones o de las revoluciones incontenibles, cuando todo parece encauzarse hacia la obtención de los beneficios, cuando nada parece amenazar los frutos ganados, surge este personaje cuya existencia repetida lo ha bautizado con el nombre de Judas.

¡La amenaza siempre estuvo en la debilidad de los medios para lograr el triunfo aparente de lo ideal, lo que significa que los medios sólo justifican la existencia de la ley de Judas pero no la intención del ideal concebido en su pureza original!.

Ya es un símbolo infaltable, más bien permanente. Es de carne y hueso como cada uno de nosotros. Su misión es hacer que se fortalezca lo que no está asegurado. Es el remezón que pone a prueba la debilidad de quienes sostienen la integridad del ideal. En cada uno de nosotros vive adormecido a la espera del momento de su intervención. Se presenta para desempeñar un papel difícil de comprender, difícil porque aprovecha la deficiencia de nuestra comprensión exterior, difícil porque creemos más en el hombre externo que en el hombre interno, porque le entregamos mayor poder a lo negativo que a lo positivo, permitiendo que lo efímero avance sobre lo perdurable…

Ya pasó por este mundo un Maestro que pretendió enseñar con el Amor al semejante su doctrina de la mansedumbre. El sufrió la consecuencia de esta cualidad humana, de esta condición de la naturaleza.

La padeció por haberla descubierto, sabiendo que en cualquier momento uno de sus discípulos se haría cargo del papel que pondría en evidencia la debilidad de la defensa interior, de cuya debilidad saldría la misión de Judas.

En un club, en una empresa cualquiera, en un gobierno de aquí o de otro lugar, en cada grupo de hombres reunidos con fines políticos, económicos, religiosos, etc, hace su aparición para cumplir con el trabajo que nos hace decir: ¡siempre tiene que haber un Judas! Con esta expresión se confirma lo que siempre ha sucedido y que siempre ha de ocurrir. Aceptamos el hecho sin alcanzar a penetrar en su causa, la que se halla en la facilidad de encontrar errores donde no los hay, de emitir el juicio apresurado sin tener en cuenta la consecuencia, de perjudicar con el chisme o la calumnia sin motivo cierto… En el afán de encontrar errores, en la tendencia de emitir el juicio apresurado, en el hábito de decir el chisme cuando nada lo justifica, en lo superfluo de nuestras opiniones, que son los síntomas de la debilidad interior, ahí comienza la acción de nuestro personaje infaltable.

Siempre nos veremos ante dos elementos como mínimo que tienden a producir un resultado por la atracción de sus condiciones opuestas.

Cuando nos damos cuenta de que la unidad se divide en sus dos causas, una activa y la otra pasiva, la razón nos ayuda en comprender que aquello que es activo es porque tiene ante si una condición pasiva y que de ambas nacerá la manifestación respectiva, pero también la razón nos ayuda a comprender que lo pasivo no ocupar el lugar de lo activo. Cuando esto último sucede quedará listo el escenario, donde el personaje tendrá la oportunidad de desempeñar el papel de judas.

Jotanoa, después de encarar la aventura de alejarse del mundo de afuera para conocer el de adentro y después de valorar la importancia de uno y del otro, decidió quedarse con el de adentro, donde descubrió la personalidad de Eben Alb. Se quedó con su Alguien del Alma porque era el que le hacía durar más tiempo la esperanza de encontrar la razón de vivir. Además, era allí donde se podían descubrir los elementos de la eternidad, donde se podían cultivar los sueños y los ideales y la confianza de verlos allá afuera, de verlos realizados en el mundo de la fe materialista… ¡Y fue en el ámbito de la fe materialista donde pudo comprobar el comportamiento erróneo del ser externo, del hombre sin estatura espiritual, el que incurría en la tentación de usar los métodos del personaje descubierto, quien lo hizo pasar por la prueba y el sufrimiento de soportarla!.. Cuando la comprensión interna hizo que Jotanoa se diera cuenta de que estaba al final de una etapa y al comienzo de otra, le nació el impulso de lo que quedó expresado en los dos libros anteriores.

Decir durante una reunión que cada uno de los que estaban allí, cómodamente sentados, tenía dentro de sí a un Judas adormecido, era algo que iba a provocar una situación que ninguno pudo imaginar en ese momento…

Ocurrió durante una de las charlas que Jotanoa solía dar ante un número de personas que periódicamente se reunían con la intención de estudiar y comprender el comportamiento del ser interno en relación con el ser externo. Las charlas no eran preparadas con anticipación sino que surgían en el momento y según la necesidad de comprensión de cada uno o de todo el grupo, y que cada uno, por integrar la unidad del conjunto, tenía la misión de formular una pregunta en la que aparecía implícito el tema a tratar. A partir de la pregunta o de cualquier otra inquietud, Jotanoa comenzaba la charla del día de reunión. La otra manera quedaba a cargo de la intuición de Jotanoa, dejando a su ser interno en libertad de elegir lo que en ese momento fuera conveniente. Si de él surgía el tema era porque todos necesitaban mejorar la comprensión interna, de cuya comprensión dependía el éxito en la vida de cada uno.

Fue debido a la sugerencia del ser interno al iniciar la charla que Jotanoa afrontó el tema. La idea de utilizar a Judas, aceptándolo como una ley que se manifiesta en la naturaleza humana y que actúa con la misión de probar y comprobar la fortaleza interior en relación con el ideal que congrega y aglutina, la idea, repito, de usar a Judas ante sus compañeros lo hizo vacilar. Fue por el temor a ofender que vaciló, pero cuando a cada uno del grupo lo consideró hecho de dos partes, una externa y la otra interna, su decisión se afirmó, pues la ofensa podía herir al hombre externo y fortalecer al hombre interno, quedando así compensado el impacto. Además, se dio cuenta de que por este medio le daba mayor importancia al ser interno, que era al que en realidad anhelaban desarrollar.

Cuando les dijo que cada uno de los reunidos allí podía asumir el papel de Judas con el fin de poner a prueba la unidad y la confianza, y que era una ley en estado pasivo que haría su aparición activa cuando la cualidad negativa creciera y madurara hasta alcanzar la talla de Judas, no bien lo dijo se produjo una actitud de sorpresa y asombro por lo imprevisto de la cuestión. Para suavizar el impacto agregó que sería un privilegio para quien fuera tentado siempre que se diera cuenta de lo que estaba naciendo en su naturaleza.

Si se daba cuenta, le quedaba entonces la mejor tarea, la de limpiar su mente para restablecer la confianza interior en el ideal que los congregaba.

La primer sorpresa fue cuando una de las personas que escuchaba la charla pidió permiso para retirarse por sentirse indispuesta. Esa persona, a las pocas semanas, perjudicó los medios de subsistencia con que se atendían las necesidades del edificio y demás obligaciones.

La segunda sorpresa la padeció el propio Jotanoa por haber manifestado lo que dijo, y que debió servir de alerta para alejar las consecuencias de la amenaza que comienza cuando la falta de confianza debilita la defensa del ideal. Otra persona, por error de una interpretación, hizo las veces de Judas para presentar una acusación por algo inexistente, por una situación mal interpretada. Se dio la ironía de denunciar a quien les descubriera la ley en prevención del daño que podía sobrevenir.

El período de crisis puede durar el tiempo que haga falta para que desaparezca aquel que representara el papel de Judas. Al parecer, siempre sucede lo mismo. Quien ha sido designado por esa ley, realiza su misión y cuando ha cumplido la tarea de sacudir los cimientos de unidad, desaparece, se esfuma y no vuelve jamás.

Ha hecho lo que debía hacer por encargo ajeno y se retira después de haber demostrado la debilidad, la indiferencia, la falta de fe, de los que creían en el ideal que los reunía, de cuyo ideal recibían el beneficio de la paz interior.

Así ha sido siempre y así lo será en el futuro. Los que quedan después del remezón se dedican a recomponer el ambiente y a recrear la fe y la confianza en lo que no debieron descuidar. Para que no ocurra otra vez se hacen la promesa de vigilar con mayor cuidado. De nada servirá si la vigilancia no está en el interior.

Jotanoa aceptó la situación porque vislumbraba el comienzo de la nueva etapa y porque advirtió el error de la acusación sin fundamento válido… Y buscó consuelo en el apoyo de su comprensión interna, la que le dio una respuesta convincente según la cual él, Jotanoa, debía desconfiar del ser externo y confiar en el ser interno de cualquier persona, sea ésta del nivel social más bajo o de cualquier otro nivel, incluidos los condenados por la justicia. Aunque no era fácil aceptarlo así, tan de repente, se dio el tiempo suficiente para asimilar y llegar a creer en aquello que, como esencia incontaminada del Alma, mantiene su pureza en relación con el cuerpo que cae en la degradación más despreciable. Esto significa que el daño sufrido había sido provocado por el ser externo de quien asumiera el rol de Judas y que, a pesar de todo, le quedaba confiar en el ser interno….

Durante muchas jornadas se repitió estas palabras de consuelo, se las repitió tantas veces hasta que fueron aceptadas por el hábito de su comprensión interna, con lo que pudo hacer desaparecer cualquier vestigio de resentimiento.

…………………………………………………..

Lo que vislumbrara como comienzo de una nueva etapa, ya estaba con él, pues lo que terminaba de vivir no era otra cosa que la aventura de una idea, la que al igual que un imán, fue atrayendo pequeñas partículas de vida callejera, párrafos de sucesos internacionales y todo aquello que pudiera adherirse a la idea fundamental de Judas. Así nació el testimonio que Jotanoa relató y que lo transcribimos en las próximas páginas.

LAS AVENTURAS

Las ideas vienen viviendo sus aventuras en el silencio de la meditación. Jotanoa las presentía allí donde Eben Alb las podía liberar, por eso anhelaba que dejaran el silencio de la meditación para que ingresaran a la mente de aquellos que quieran aceptar como guía en todas sus decisiones. Casi al mismo tiempo que Jotanoa rogaba por alcanzar este objetivo, Eben Alb lo impulsaba a relatar algunas experiencias y provocar así el afloramiento de las ideas, para permitir que las ideas escondidas en el silencio de la meditación fueran ubicándose en los lugares adecuados de la narración.

Para que se diera cuenta de lo que podía hacer Eben Alb, le dijo que durante lo que estuviera relatando, él aprovecharía los intervalos propicios para insertar las ideas que por su contenido serían la mejor garantía para el uso de la Ley del Retorno, que más adelante la daría a conocer. Animándolo, le dijo:

– Deja que fluyan los juegos infantiles de las emociones para que las tragedias y los dramas tengan la sonrisa de la bondad y el gesto de la comprensión… ¡Déjame ensuciarme en las pasiones de la vida diaria para sacar de ellas la esencia incontaminada de los sufrimientos y el sueño permanente de los bienes del Alma!

La presencia invisible de Eben Alb se notaba cómodamente instalada en la ternura de la esperanza que emanaba de su invisibilidad.

– No bien comiences el relato – le dijo por último – sentirás el camino abierto de la inspiración.

A los pocos días, Jotanoa dejó que el relato se deslizara por la pendiente de la imaginación. Lo acompañaría la acción de un poder que se oculta para sorprender.

PRIMER AVENTURA

Si me preguntaran cómo lo definiría, diría que era un hombre que vivió obsesionado por una pregunta.

Se la decía en voz baja, casi en un murmullo, cuando la descubría en la conducta de la gente. Era su manera de reaccionar, que le servía de desahogo ante la impotencia de intervenir con una solución. Vivió padeciendo una especie de locura pasiva, de obsesión inofensiva por influencia de la pregunta. Si bien fue la persona que a nadie le hizo daño porque su pasividad le dio el ambiente donde retozaba la justicia de lo que soñaba, él nunca se enteró que a su lado se educaba un discípulo que haría de la doctrina pacífica de su pregunta una revolución activa, es decir, que su locura pasiva se transformaría en locura activa. Tampoco llegaría a saber que se ganaría el pedestal de maestro en la mente de su discípulo.

Esta criatura humana que hemos descripto sin datos personales, cuando veía a un semejante suyo que azotaba sin piedad a un caballo servicial, la pregunta estallaba como un relámpago en su conciencia.

Si más tarde sorprendía a otro de su especie que arrastraba, tirado de un alambre, a un perro, cerrando los ojos se hacía la misma pregunta:

– ¿Es esto la vida?

Sin en otra ocasión se topaba con un harapiento que respiraba y emanaba olores de mugre vieja, que pasaba a su lado con ademanes de pordiosero, la misma pregunta gemía en su interior como si fuera el amén de un rezo:

– ¿Es esto la vida?

Como son numerosas las veces que se la dijo ante tantas maneras de castigar a víctimas inocentes, incapaces de defensa, no haremos el detalle de otras, sólo diremos que nada escapaba a su vigilante atención, haciéndose cada vez más sensible al sufrimiento ajeno.

No tenía de su Alma nada más que el resplandor confuso de una idea de hermandad, sin embargo, ayudado por esta idea confusa perdonaba la torpeza de los hombres, creyendo que los seres humanos eran la consecuencia de torpezas mayores. Al final de sus días, lo único que atinó a decir fue la misma pregunta, pregunta que en ese instante se hizo enorme por la cantidad de años que lo acompaño como una sombra fiel e inseparable. Lo inolvidable fue que sonrió cuando en su interior le pareció escuchar a modo de despedida su conocida pregunta:

¿Es esto la vida?

Después de cerrar los ojos para dormir en posición de tumba, le hallaron entre sus manos una sarta de papeles garabateados. Era algo parecido a una memoria, la que tenía por título la misma pregunta. Nadie la leyó y fue abandonada como un objeto sin valor entre los viejos trastos que en un altillo se amontonaban, donde fue de mucha utilidad para las ratas, pues en ella realizaron una larga ejercitación dentaria.

Cuando el cortejo de su fúnebre paseo lo depositó en el hueco que él no eligió, sucedió algo extraño. Fue entonces que se supo de la influencia de sus ideas, de sus ideas que tomaban cuerpo y se materializaban en la voluntad de un hombre, que tal vez fuera un amigo intranscendente, alguien que sólo estuvo a su lado alimentándose de lo que él decía a modo de reflexiones cuando estallaba en su mente la pregunta.

Nadie imaginó que su doctrina, hecha poco a poco con retazos de ideas que le daban marco a la pregunta, pudiera haber formado la poderosa mente de un discípulo que ahora se decía ser y estar orgulloso de serlo. Así fue que un desconocido personaje, de aspecto sereno por fuera y volcánico por dentro, de cuerpo robusto, vestimenta elegante, de ojos de acero y mirada de fuego, acompañado de un raro ejemplar pordiosero, esperaron junto a la tumba del recién sepultado. Esperaron hasta que la comitiva de conocidos y deudos se alejara.

Cuando está se hubo apartado con intención de abandonar el cementerio, ocurrió lo siguiente: Los dos hombres, el hombre elegante y el hombre pordiosero, se arrodillaron con severa naturalidad, sin importarles las sorpresa del grupo que se alejaba. Se pusieron de rodillas como si lo hicieran en pleno desierto, donde nadie vive para ser testigo de algo o alguien. El hombre de corpulenta estructura humana lustró con la manga de su saco un trozo de mármol blanco y lo colocó frente al cajón mortuorio. Las negras palabras escritas decían: "A LA MEMORIA DE TU PREGUNTA". Debajo de éstas, se leía lo que fuera angustioso interrogante del que ahora yacía muerto: ¿ES ESTO LA VIDA?.

Luego de acomodar el mármol, le dijo al muerto que ahora lo elevaba al rango de maestro:

– No sé rezar – comenzó a decirle – , no sé qué cosas deben decirse ante los restos de una persona que ha alimentado el crecimiento de un ideal en el discípulo que ahora soy. Si no sé rezar, poco me importa padecer de semejante ignorancia. Lo que salga de mí tendrá el mismo valor o mayor valor que cualquier oración memorizada. Te he traído la pregunta que tantas veces te hiciste. La interrogación aquella, la tengo en carne y hueso aquí, a mi lado. Es un trofeo que he rescatado para ti.

– Dicen – continuó diciendo – que el Alma llora la pérdida del cuerpo, pero eso es mentira. Quien está obligado a llorar es el cuerpo que pierde a su Alma, sin embargo, ninguno de los dos llora. Sólo lloramos nosotros, los vivos, que no podemos ver la separación como algo parecido a dos hojas en el aire de vientos distintos. No hay duda que somos el desperdicio de viejas supersticiones…¡Qué poco hemos conquistado para dejar una herencia de alivio a los que siempre han padecido!.. Los anhelos que alguna vez tuvieron la fuerza para mantener los fundamentos eternos de la vida se han dormido en su lecho de cenizas, sumados a otros despojos milenarios, sin que de ellos haya quedado ni el recoldo para reavivarlos.

Hay muchas cosas – siguió diciendo – que han perdido importancia para mi. Me queda por amar el resto. Deseo que haya muerto la parte sin importancia que pretenda sobrevivir y que mañana o ahora mismo renazca la parte que la quiero convertida en heredera de la cuantiosa fortuna que la humanidad me reserva. Mi vida ha perdido el equilibrio de la indiferencia, sintiéndome transformado en la acción que tu pregunta ha iniciado. Habiendo dejado la inmovilidad de la decisión, me queda por delante la acción de una aventura que, por fin, hará pedazos los ídolos de la veneración inútil.

La veneración tendrá su hogar en mi naturaleza renovada, sin importarme el final de mi vida. Cuando llegue el momento en que no pueda dar más y me sienta un miserable desgastado, entonces, me abriré la frente de un balazo.

Este hombre que está a mi lado será el secretario de una organización que cumplirá la misión de dar, dar y dar hasta el exterminio de los que nunca dieron nada.

– Mi locura parecerá un crimen – continuó – pero el crimen dejará de serlo cuando los años digan la justificación. Este ser humano, que está a mi lado, lo encontré hace unos días escarbando entre los desperdicios de un tacho de basura. Semejante verdad no será disimulada ni borrada por el olvido convencional. Quien ahora está junto a mí, cuyo único nombre social es el de pordiosero, se alimenta como los perros, yendo y viniendo en busca de comida que descubre entre los residuos. Yo lo sorprendí, seleccionándola. Fue el regalo de cumpleaños que esa noche me lo diera la vida por cumplir un año más… Tu estabas enfermo. Mucho frío iba y venía, llevado y traído por una brisa de hielo. Caminaba yo distraído, mirando vidrieras, cuando me pareció oír el ruido característico que hacen los perros cuando escarban en cajones y tachos de basura. Me di vuelta y vi el moderno espectáculo. Quien ahora se halla a mi lado era el que, inclinado y hundido hasta la cintura, hacía el ruido tan parecido al que hacen los perros cuando revuelven los desperdicios.

– La justicia en la mente de algunos hombres – siguió diciendo – suele convertirse en fragua de odio que arroja fuego con la intención de quemar y calcinar. Pues mi conciencia de la justicia era una cosa parecida, repartiendo fuego para quemar lo deshonesto que nos cubre.

Al mismo tiempo que esto ocurría ante mis ojos, a lo lejos se oía los gritos de los verdugos de siempre, los que utilizan escenarios callejeros con el fin de prometer la abundancia del bienestar. Desde el entarimado de una tribuna llegaban las palabras del orador de turno que decía:

– ¡Ciudadanos!.. ¡ Hijos de esta tierra generosa, la verdad que estamos difundiendo nos enorgullece por ser el más claro estandarte de la justicia!… ¡Esta noche, el bien que nos convoca nos abre el camino por el que ha de transitar nuestra conducta pública!..

– El pordiosero, de cabeza en el tacho de basura, encontraba un envoltorio y lo rompía para encontrar "nuestra conducta pública"… El orador continuaba diciendo: "¡Aquí estamos para cumplir con el mandato de la historia, la que nos ha elegido para cobijar a quienes quieran acompañarnos a materializar los dones de la riqueza"!.. Mientras allá vociferaba el orador, del tacho de basura salía una mano enarbolando un trozo de pan y un montón de cáscaras de fiambre, "materializando los dones de la riqueza"…

El exaltado hombre público parecía golpearse el pecho. Había dejado de hablar para comenzar a gritar. Menos mal que el viento se llevaba sus alaridos, pero una ráfaga trajo con mucha claridad su exaltación final que decía: "¡Tengan presente que somos la consigna de la patria y el Amor!"… El tacho de basura se inclinó tanto que rodaron por el suelo algunos desperdicios, mientras el orador terminaba gritando la consigna que el viento la enmudeció en la distancia.

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Los dos hombres no se fueron de inmediato. Aún de rodillas y apoyados en los talones permanecieron largo rato, abarcando con la mente el escenario en el que luego actuarían… Mientras tanto, las sombras del ocaso venían apagando los destellos de la tarde que se demoraban en la copa de los árboles.

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Aquel que quedó sepultado y que creara una filosofía a partir de la pregunta que hemos repetido tantas veces, solamente había llegado a hilvanar una idea tras otra hasta formar una teoría que sería experimentada por n individuo que la asimilara a su manera, habiéndola sumado a los resentimientos y fracasos de su vida. Lo que tenía de mansedumbre para comprender al ser humano, sin que en ningún párrafo apareciera la incitación a la violencia, se había unido a los deseos de justicia de un hombre que había pasado por la escasez de medios, por la ausencia de cariño y por la miseria de un ambiente que lo tuvo sumido en el desprecio. Si el primero vivió en un estado inocente de locura pasiva, el segundo, transformado en discípulo por decisión propia, iba a vivir en un estado de locura activa.

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Según los testimonios repetidos de la historia del hombre, se destaca la capacidad que tenemos de generar los medios equivocados que dejan una suma tal de víctimas que no justifican lo que se ha obtenido o ganado….¿Cuántas veces se ha repetido lo que a continuación dejaremos narrado como una variante de los mismos propósitos que en el pasado han cometido los errores de justificar los medios para tantos fines dudosos?

Ya estaba instalado con su estrategia el discípulo del muerto aquel para iniciar la aventura de una idea…

Y la comenzó desde un lugar del mundo y bajo la vigilancia de una organización perfecta. Desde allí cubrió la faz de la tierra con los estragos de la delincuencia. Lo hizo como si jugara a ganar en el deporte de matar con la mayor rapidez posible. Aquel robusto y elegante hombre del cementerio, convertido en rebelde del planeta, acrecentó su aventura con sutiles presiones que hacían estallar los mil demonios de la violencia. Su locura se movía con una locura planificada, ordenada, frente a la poderosa comunidad de la infamia legalizada. El conocía que la infamia tenía un generoso punto débil, el que habría de darle frutos insospechados. Este talón de Aquiles era la debilidad por el dinero y él lo utilizaría, usándolo de soborno.

La humanidad empezó a vivir espantada. Los medios de defensa y de ataque que se oponían eran reducidos a la desorientación, pues el genio calculador y previsor de aquel jefe cambiaba la táctica a cada momento.

– Ningún obstáculo debe quedar en pie – solía decirle a su gente -. Los títeres de las organizaciones e instituciones que especulan con la sumisión de los indefensos tienen que desaparecer. Si fuera posible prenderle fuego a la tierra para redimir los ideales del bien, lo haremos sin vacilar. Aunque tengamos que destruir todo lo que existe, lo haremos a cuenta de un futuro limpio y honrado.

No dejaremos que subsista la paternidad milenaria del egoísmo, el que reduciremos al mínimo valor, casi nulo. Los que pidan el perdón que lo consigan a cambio de ríos de sangre, pues es lo único que puede compensar por el sufrimiento soportado… La justicia tendrá que cumplir su tarea purgatoria aunque deba avanzar con pasos de tragedia.

Así aleccionaba a quienes hizo legionarios de su misión y discípulos de sus lecciones. El robo y el producto robado llegaba a sumas exorbitantes. Los legionarios de semejante rebelde, desempeñando el papel de malhechores, habían perfeccionado la estrategia del delito, a tal punto que una mente superior parecía dirigir y proyectar la serie de robos. Se pensaba que el genio que organizaba debía pertenecer a una inteligencia diabólica por un lado y divina por el otro, ya que el origen de su aventura nació de un ideal de justicia sin violencia para terminar en una de extrema violencia.

En cada ocasión que caía uno de sus discípulos, el mismo caído recurría a una bomba para destruirse con el fin de no dejar huellas a la pesquisa. Eran suicidas al servicio de un fanatismo inculcado por el maestro, que les había enseñado el valor de la vida, de una vida que era necesario perderla o recuperarla en bien de la organización.

Si alguien moría en plena lucha callejera, uno de sus compañeros lo convertía en mil pedazos, lo pulverizaba con explosivos de mano. Era la consigna ante el camarada muerto en la refriega: No dejar rastros al adversario.

La organización se hacía cada vez más poderosa porque manejaba el dinero robado con mucha habilidad. En todos los países del mundo, los discípulos de aquel maestro se habían infiltrado para sobornar y comprar voluntades que se dejaban vender. Los que se dejaron vender porque nada valían y porque eran basuras hambrientas de dinero y de posiciones, fueron fichados y colocados en una lista que sería utilizada en una próxima redada, en cuya ocasión tendrían que ofrecer sus vidas como meros acusados sin remedio.

Los países tambaleaban en sus poderes. La descomposición cundía con ilimitada velocidad. La moral era devorada por la inmoralidad. Aquellos que se echaban en brazos de la traición, denunciando y mintiendo, también eran individuos señalados, considerados inútiles y como tales, condenados a la futura eliminación. De esta manera, se estaban acumulando los nombres de los seres humanos que más tarde habrían de ser destruídos . En la tierra quedaban muy pocos honrados y la cifra era pavorosamente pequeña. Se esperaba que en los niveles populares no ocurriera lo mismo…

El jefe de esta pandilla de endemoniados se preguntaba algo intranquilo: ¿Quienes y cuántos serán los pocos honrados, los pocos que habrán de salvarse?, pero de inmediato se convencía que no era necesario interesarse en esta cuestión porque la máquina de sus afanes estaba en marcha y no era prudente semejante distracción. Cuando llegue la hora de la selección habrá de tener firme la razón y más firme aún la voluntad. Tal vez muchos puedan salvarse, admitiendo que la causa que los llevara a la venta de sus voluntades haya sido por influencia de la necesidad, quedándoles la esencia que les permita recuperar lo que hubieren perdido con la conducta deshonesta.

La hora se avecinaba. Faltaban pocas naciones para que llegara el momento de dar a conocer el plan elaborado. La infiltración de sus delincuentes salvadores se producía de manera superior a la prevista. Cedían con mas facilidad que la calculada. Casi todos los poderes de la humanidad estaban comprados. No quedaba resorte social, económico o político que no fuera dominado por estos aventureros de la delincuencia mundial.

La fortaleza de semejante organización aumentaba día a día, también la del dinero, pues la suma calculada estaba llegando al valor de la tierra en su totalidad.

Significaba, entonces, que solamente un hombre, a corto plazo, iba a realizar la compra del planeta. Ese día se haría propietario de la tierra, usando los medios legales, porque los genios de la filosofía económica habían abarcado con el concepto de compra – venta a todos los bienes terrenales, incluídos los seres humanos, por lo tanto, lo que él iba a concretar era lo que el dinero le permitía adquirir. Además, su gran misión se había reservado el cumplimiento de un ideal con que soñaba sorprender a la humanidad. Su ideal era tan obsesivo como secreto, y tan ciego que no vacilaba en demoler y en destruir los obstáculos. Para él eran nada más que obstáculos, aunque fueran vidas y más vidas.

Si bien el triunfo de la labor preliminar era evidente, algo parecido al miedo, a ese miedo que nace de estar frente a la obra enorme a punto de convertirse en realidad. Tamaña aventura adquiría contornos superiores a la voluntad de un hombre solo. Una chispa de ansiedad intentó decirle que vigilara con cautela, que extremara los medios de control para evitar errores. El poderoso ser humano estaba presintiendo la existencia de lo que latía oculto en la naturaleza de su semejante. Presentía que la razón de los acontecimientos escondía la reacción de una razón opuesta, le parecía que una grieta se abría hacia el punto débil de su conquista material, de su ambición física, puramente terrenal.

El presentimiento, que por momentos lo distraía, se afanaba en mostrarle la imagen de un símbolo milenario, el mito sin rostro, el misterio de una superstición, el pensamiento que juega con el imprevisto deseo del interés propio, manejado por una bien disimulada traición. Sorprendido de pensar en esto, agitó la cabeza para desprenderse de tales fantasmas… Recuperó la calma y alejó la desconfianza. Ahora que estaba todo en sus manos, la culminación de su lucha no tardaría en llegar…

Y llegó el día esperado. El rincón desconocido del mundo se llenó de tantos delegados como naciones tiene la tierra. La primera etapa llegaba a su fin. Era necesario comenzar la segunda que consistía en tomar posesión de la tierra.

Un salón enorme congregó a los delegados. La gravedad del instante se respiraba como si fuera el aliento de algo supremo. El acto que en sí mismo tenía una tibieza soberana, escondía una intención solapada, en donde parecía flotar el destino de la humanidad. Detrás de la mirada de cada delegado, la travesura de algún pensamiento jugaba a soñar con los deseos personales. Nadie podía adivinar lo que su vecino pensaba porque cada uno se entretenía con el suyo, pero la obra realizada alejaba al duende travieso del egoísmo. Los beneficios que a corto plazo recibirían los habitantes del planeta imponían el respeto de la fidelidad.

Los millones de seres que componen el género humano dependían ahora de esa reunión. El porvenir de algo nunca visto estaba a punto de comenzar. El dueño del mundo, situado en el sitio de su mando, borró de su mente el pasado reciente para abrir el acto que los reunía:

– Una hora – emocionado, empezó a decir – como la que estamos viendo no ha transcurrido en ningún momento de la historia. Adueñarse de la tierra por los medios legales, creados por el hombre, es una hazaña sin antecedentes. Nuestros corazones, aturdidos por la sangre ajena derramada, desean latir con el fervor de la justicia. Ignoro si podremos limpiar nuestro pasado con las acciones que en este presente impulsaremos hacia el futuro, pero de una cosa debemos estar seguros: ¡La justicia reinará aunque la hayamos conseguido al precio inaudito de lo que rogamos sea sepultado en el olvido!… Es difícil mantener la serenidad porque la visión que no llega del porvenir es superior a los que nos pueda decir nuestras facultades sensitivas. Nos damos cuenta de que ahora somos los dueños del planeta, que lo podemos dirigir hacia la destrucción, pero nuestra misión nos aconseja que es el momento de hacer realidad los viejos sueños de la humanidad. Hacia tales sueños enfilaremos nuestra revolución, con la que pretendemos inaugurar la era de paz que tanto necesita esta castigada tierra.

Nos queda por delante lo que la justicia y la equidad nos puedan traer. Es hora, entonces, de empezar la tarea.

La tarea la iniciaron los delegados cuando rindieron cuenta de la situación del mundo. Las declaraciones de cada uno fueron las previstas hasta que llegó el momento de la mas importante, es decir, la compra de la tierra y la eliminación de aquellos que vendieron su voluntad a un precio que demostraba la necesidad de terminar con sus vidas y evitar así la contaminación futura.

Un delegado, cuando el turno le permitió hablar, dijo:

– Nuestra organización ha copado los poderes del mundo. Estamos en condiciones de adueñarnos de lo que es vida y trabajo. La explotación de los recursos del planeta depende de nuestra dirección. Hace falta una simple condición de contrato para formalizar la propiedad que de hecho tenemos.

Otro delegado expuso lo siguiente:

– Si nada queda más allá de nuestro alcance, lo correcto sería prepararnos para el próximo paso y determinarlo ahora. Para no despertar sospechas fijemos el día en que todos al mismo tiempo firmaremos los documentos de posesión, lo que significa que debemos estar de acuerdo con la fecha próxima, señalada en esta reunión, en que cumpliremos la tarea de adueñarnos del planeta en representación de nuestro jefe.

Al día siguiente nos hallaremos en condiciones de resolver el problema de la eliminación de quienes, según se ha dicho, no sirven para integrar la nueva sociedad

Otro delegado argumentó así:

– ¿No sería posible postergar la eliminación aconsejada tratar de dar un plazo adecuado con la esperanza de comprobar enmiendas?… Tal vez, con el adoctrinamiento se logre que la regeneración se produzca.

En vista de lo planteado, otro delegado se animó a proponer:

– Que pase a la próxima reunión este problema. Nos conviene, en primer lugar, llevar a cabo la tarea de asegurarnos todos los bienes, luego, pasado el tiempo, el que podemos fijar aquí, nos veremos en este lugar donde trataremos la eliminación de los fichados como sobrantes.

Un delegado más se pronunció así:

– ¿Qué opina nuestro jefe?

A lo que el jefe respondió:

– Estoy de acuerdo con lo último que se dijo, pero si existe discrepancia lo resolveremos por mayoría de opiniones.

Luego de dar su acuerdo y durante unos segundos más, el amo de aquellos delegados vio en su mente un cuadro que se iluminaba con la aparición de un personaje de sonrisa burlona que recibía un bocado de comida de manos de alguien, del que solamente se veía el brazo.

El fondo del cuadro lo llenaba el sufrimiento y la burla, el dolor y el desprecio, la ilusión y el desengaño. Después vio algo más, pero esta vez en su propia condición humana como si se mirara a sí mismo y se viera dividido en dos, en una parte el bocado de comida y en la otra la sonrisa burlona, de un lado la luz y del otro la oscuridad. Luego se sintió saliendo de la oscuridad, vestido con harapos de luz, con hilachas luminosas que despedían chispas azules como las estrellas. El cuadro se desvaneció cuando uno de los delegados dio por terminada la reunión al decir:

– Según parece, todos estamos de acuerdo con postergar la eliminación…

En efecto, todos lo estaban. Se llegó luego a estar de acuerdo con que el primer día lunes del mes siguiente, los delegados, en representación de su jefe y maestro, tomarán posesión legal del planeta, pagando por él lo que el hábito de comprar y vender había establecido. Una vez concluída esta obligación, cada uno viajará para celebrar la próxima reunión, la que se llevará a cabo el último domingo del mismo mes.

Y así sucedió. El dinero se burlaba del derecho de patria, se burlaba de la tradición de soberanía. Lo que el hombre había creado para comodidad de sus ambiciones servía ahora para enajenar lo que siempre se creyó que era el derecho inviolable de los pueblos, es decir, el derecho de vivir en lo suyo y de lo suyo.

Los que se adueñaron de todo, doblegando voluntades, abrieron el camino con tanta facilidad que nadie dejó de ceder al maleficio abrumador del dinero…. y el planeta quedó en manos de un solo hombre como jefe de una organización mundial.

Este único hombre quedó en situación de disponer de la tierra a su albedrío. Los hilos que manejaron las decisiones del amo rebelde dependieron siempre del secretario que había aceptado el cargo ante los despojos del muerto, después de haber pasado por el calvario de pordiosero. La férrea administración del ex- pordiosero había dado sus frutos con exactitud prodigiosa.

El amo rebelde, el revolucionario implacable, habló por primera vez al mundo, dando a conocer la decisión de realizar la obra magna de distribuir la abundancia de la tierra según el antojo sagrado de las palabras justicia y hermandad… Y el mundo supo que la tierra iba a ser de sus habitantes. Lo que hasta ahora había sido la posesión teórica y emocional de los habitantes pasaba a ser la posesión práctica y racional.

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Cuando el ser humano se ha comprometido con las acciones violentas de su revolución, le queda en su mente la necesidad de realizar la compensación lo más pronto posible como acto de pago por lo que hizo.

En la mente parece quedar la actitud acusadora de una moral desconocida que condena la forma de destruir, aunque después se pretenda reconstruir a pedido del arrepentimiento… Sin embargo, cuando se está a punto de llevar a cabo el acto reivindicatorio para calmar la actitud acusadora de aquella moral desconocida, cuando se quiere justificar el error de los medios utilizados, apresurando la entrega de los beneficios, cuando ha llegado el momento de la ansiada compensación, también llega el otro momento, el momento esperado por alguien que ha nacido de la travesura de un deseo. Viene él a encender la chispa de la tentación y a inaugurar su reinado de personaje milenario, insuperable hasta hoy, siempre victorioso ante una defensa interior carcomida por el miedo. En realidad, el ideal que pusiera en marcha a la revolución trae el virus de su agotamiento porque poco y nada de lo perdurable en el hombre ha intervenido en la efímera conquista.

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La nueva reunión tuvo lugar en la fecha anunciada y en la fecha anunciada, el último domingo de aquel mes, se produjo la acción más secreta que pueda conocerse como tal. El misterio tendió su manto de conjeturas.

Sólo se supo que allí no había sucedido nada, absolutamente nada… Pero aquel secretario, cierto día, lo encontraron enloquecido y moribundo en un sitio del planeta, en un punto que era la parte opuesta al lugar donde se realizó la última reunión… ¿Qué sucedió allí?… Dicen que el secretario, entre el delirio y la lucidez, murmuró una serie de palabras que los testigos oyeron sin comprender lo que le dijo:

– ¿Es esto la vida?… ¿Dónde estás, maestro, por qué vino el engaño, por qué la traición?… ¿Qué ocurrió, por qué estoy aquí, lejos del sitio de tu caída?…¿Por qué estoy donde no quiero estar, quién me trajo?… Mi pobre consciencia, mi loca y fiel consciencia que no quiso venderse… El muerto aquel, allá en el cementerio… arrodillados los dos y los árboles como dedos gigantes acusando al cielo y tú, desafiando al mundo, matando a miles para asegurar el tiempo de la justicia… ¿De qué sirvió eliminar a tantos cuando todo ha resultado inútil?… ¡Los sueños, oh los sueños, que se atreven a vivir en la realidad… prefieren volver a su antigua condición de sueños porque allí está su existencia!… ¿O será que los sueños se mueren en cada etapa de lo efímero?… Maestro, ¿por qué lo diste todo con tu muerte?… ¡Me duele la visión de tu muerte que fue la cena final con que ahora se alimentan los… los infames… los de siempre…

Los testigos no comprendieron nada, solo dijeron que era un loco y que su confesión era el delirio de un hombre a un paso de la muerte.

De los delegados, tampoco se supo nada, pero la tierra sigue en manos de quienes continúan desafiando a la historia de la inteligencia, provocando al genio de la paciencia, dando la espalda a los que por ser habitantes de un solo planeta les pertenece su parcela de vida.

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La comprensión crea el compromiso de realizar lo que se ha comprendido. Si la comprensión ha nacido de la sabiduría del Alma, mayor compromiso se adquiere. La inteligencia, en algún instante de la evolución llegó al ámbito de la sabiduría del Alma, donde la responsabilidad es el condimento obligado de las decisiones… Y si no ha sucedido, tendrá que suceder ya que la sabiduría del Alma compromete al hombre en todo lo que comprende… Y si le da la espalda a lo que ha comprendido, esa actitud habrá de repetir los dolores de la historia, repitiéndose la historia de los dolores.

Eben Alb es hijo del oriente. Viene de un escenario primitivo en el que se han vivido aventuras del pensamiento que han dejado huellas profundas en la mente de la humanidad. Poco a poco, Eben Alb ha ido introduciendo su pasado en el presente de Jotanoa.

Entre las muchas cosas guardadas en la memoria de Eben Alb nunca quedó registrado lo que el hombre llama muerte. Para él es algo ajeno a su existencia porque la muerte pertenece a las etapas de lo fugaz, de lo transitorio. Quienes viven haciendo de la muerte el final de sus vidas los asiste la razón de creer en lo fugaz, ya que lo fugaz pertenece al destino de la materia. Nada ni nadie puede rebatir o rechazar la creencia en lo fugaz, ya que lo fugaz pertenece al destino de la materia. Nada ni nadie puede rebatir o rechazar la creencia en lo fugaz porque está basada en la experiencia de una de las dos consciencias, en la de la consciencia objetiva, la que ayuda a encontrar los argumentos de la creencia en lo efímero. ¡Es la verdad de un aspecto de la vida terrenal!

Eben Alb resumió en pocas palabras lo que la incomprensión divide a los hombres:

– Entre los extremos que se rechazan sin nada que los acerque, alguna razón conciliatoria debe haber, al menos, para que cada uno siga el camino elegido sin atacarse mutuamente.

Para evitar nuevas desuniones, ¿no es más fácil suponer que quienes tienen en cuenta en mayor grado a la consciencia física, sean los creadores, o mejor dicho, los fundadores de la filosofía materialista, puesto que esa consciencia les da y les sigue dando el argumento relacionado con el destino material del cuerpo, destino que lo lleva a desaparecer junto con su consciencia objetiva?… Por otra parte, ¿no es fácil, también, suponer que quienes se dan cuenta de que poseen una consciencia cósmica en su aspecto psíquico, pueden haber elaborado una doctrina que no es materialista, que ha sido inspirada por una consciencia psíquica y que por su relación con lo perdurable, con lo eterno de la vida, desconoce la existencia de la muerte? ¿No es mejor aceptar que ambos tienen razón porque cada uno ha basado su doctrina en la consciencia respectiva?

Luego de una pausa continuó:

Quienes han adoptado la creencia en la silueta llena de Alma, no deberían planificar sus vidas de acuerdo con el fantasma de la muerte. Si bien la tradición ha calado hondo en la manera de pensar, poco a poco deberíamos comprender que no tiene sentido admitir la eternidad de la vida en relación con el límite impuesto por la muerte, ya que todo límite se convierte en obstáculo para el ser interno, y lo que es obstáculo para el ser interno se vuelve dañino para el individuo y lo que es dañino en el individuo se manifiesta en timidez, en agresividad, en angustia, en ansiedad, en hastío, en fin, en lo que contribuye a quitarle sabor a la vida… Si la vida es el sendero interminable de la eternidad, lo que le da validez a la eternidad es, precisamente, la continuidad de la vida, sin que tenga que intervenir ningún obstáculo en su libre manifestación.

En forma paulatina, Jotanoa comprendió la eternidad de la vida, expresada en Eben Alb. Se hizo el hábito de pensar que Eben Alb era, en realidad, la personalidad del Alma que viene andando desde la eternidad del pasado hacia la eternidad del futuro y que él, Jotanoa, era la oportunidad presente en la que Eben Alb estaba viviendo su ahora. En algún instante del pasado, Eben Alb se ha incorporado al sendero de la vida, creando con su ingreso la causa principal de las vidas que tendría que vivir en el plano terrenal. Los incidentes ocurridos, durante cualquier período, pueden estar indicando la causa que los originara en el pasado.

Eben Alb le fue mostrando muchos pasajes de su vida pasada, en pantallazos de difícil interpretación.

Jotanoa los retenía con la esperanza de poder comprenderlos cuando alguna situación de la vida presente le diera la clave. Aún no sabía si estos pasajes aislados eran hechos importantes que el debía relacionarlos entre sí, aunque quedaran entre ellos algunos espacios vacíos.

Tampoco sabía si estos pantallazos tendrían algún valor físico o psíquico, o si ellos contenían experiencias de aplicación terrenal, o si los debía tener como referencia psíquica para comprender el grado de evolución alcanzado… Entre los que se destacaban, por no haberlos olvidado o porque siempre parecían estar presentes, estaban los muy primitivos, aquellos cercanos a los primeros momentos de la consciencia objetiva, esa consciencia que empezó a poner al ser humano en contacto con el mundo que lo rodeaba, un mundo que por primera vez aparecía separado de él, es decir, que él se estaba dando cuenta de sí mismo y de lo que estaba mas allá de sí mismo. En realidad, algo estaba ocurriendo en su mente como para sentirse alejado de la naturaleza, como para dejar de pertenecer a la unidad del paisaje y comenzar la temible experiencia, la peligrosa aventura de abandonar la unidad del mundo tanto animal como vegetal y dejar que el egoísmo por las necesidades de la vida se convierta en el egoísmo de las ambiciones personales… y permitir que la propiedad común a todos los seres de la creación se convierta en propiedad personal, en propiedad privada… y dejar que lo obtenido en luchas ocasionales por el instinto de vida se convierta en la obsesión de ganar y someter.

Cuando Eben Alb, en un tono humilde que le aquietaba el ánimo, le pedía a Jotanoa que le diera la espalda al mundo terrenal para ingresar al imperio invisible del Alma, era con el fin de hacerle ver los pasajes mencionados.

Sin previa advertencia, le mostraba una criatura humana de aspecto primitivo, escondida detrás de una enorme roca junto al mar, esperando que algo le trajera la marea. Las olas barrían la playa y cuando se retiraban, dejaban en la arena algo que le servía de alimento, pues no bien quedaba la playa sin olas, esta criatura primitiva corría y lo recogía y se alejaba hacia la espesura del bosque. Luego volvía y repetía la operación y de nuevo se alejaba, pero esta vez no regresaba. A Jotanoa le quedaba la impresión de que el alimento se lo llevaba a alguien, como si fuera algo recién descubierto que lo incorporaba a los que consumían diariamente. En otro pantallazo aparecía también un hombre, de aspecto atlético, que avanzaba con una lanza en la mano por un sendero angosto, de no más de metro y medio. A ambos lados de este sendero se elevaban enormes árboles según el tamaño de los troncos. No venía ni distraído ni atento, sólo caminaba por el hábito de hacerlo, cuando de pronto algo se movió en un árbol delante de él con la intención de atacarlo. Era una especie de pantera, encaramada en una rama al acecho de quien pasara por el lugar. Cuando el animal se arrojó, él no hizo otra cosa que afirmar la lanza en el suelo y dirigió la punta hacia la bestia que se le venía encima. La serenidad con que lo hizo daba la impresión de haberlo hecho con frecuencia.

Otro cuadro, siempre de un ambiente primitivo, mostraba a un ser humano de aspecto parecido al anterior en medio de una pradera.

El espacio verde se veía rodeado de árboles. Estaba de pie, mirando en distintas direcciones, con un niño montado en una de sus caderas. Lo tenía sujeto con un brazo. Parecía buscar o esperar a alguien…

Otro pasaje de un mismo escenario primitivo le había mostrado algo más, en el que aparecía un jovencito maltratado por los mayores. Se lo castigaba porque no quería ser como ellos. Era desobediente a las normas de la tribu porque tenía en su carácter tal individualidad que se sentía capaz de crear y mostrar cosas en beneficio de su gente, pero como tales cosas alteraban las costumbres, y como el joven insistía en la capacidad de su inteligencia, no le quedó otra salida que alejarse d donde no lo aceptaban como era. Se fue sin avisar a nadie, más bien huyendo, lo que era un acto de osadía. Debido a que abandonar el lugar donde se residía era considerado un delito a las normas de esa primitiva sociedad, el joven lo hizo con la intención de no volver. Al parecer, era el impulso de su naturaleza lo que estaba modelando un carácter solitario, a la vez que una capacidad original. En lo sucesivo, esta tendencia lo alejaría de quienes no lo comprendieran ni lo admitieran por la habilidad de innovar y de mejorar los medios de vida de sus semejantes.

Como si fuera algo ligado con ese incidente, otro pasaje lo muestra viviendo en la ladera de una montaña, en la que aprovecha un hueco en la misma para convertirlo en caverna y en hogar, donde ha de vivir acompañado de una pareja. De nuevo aflora el ingenio de su inteligencia en la forma como lo hizo la defensa de su cueva, resguardándola del ataque de los animales. Otro rasgo de su vida de solitario. Enterró varios troncos de diferentes alturas a la entrada de la caverna. El espacio entre uno y otro estaba calculado según el tamaño del animal mas pequeño que pudiera entrar a la zona y atacarlo. La parte de arriba de un tronco alineado con otro, lo ahuecó para asegurar una lanza de madera bien afilada. Con otros troncos hizo lo mismo, quedando toda la entrada erizada de estacas paralelas al suelo y apuntando hacia afuera. A casi todas las fijó definitivamente, dejando unas pocas, que las colocaba diariamente cuando anochecía y las sacaba en la mañana cuando abandonaba el hogar por razones de trabajo y de comida…

Se advierte en este pasaje la presencia de seres de su especie que, enterados de la habilidad de su inteligencia, lo invitan a integrar un grupo, ofreciéndole la jefatura del mismo, pero no la acepta. Sin embargo, les promete la ayuda necesaria siempre que le respeten la vida solitaria que lleva. Otro rasgo de su carácter original.

La idea que se fortalece en la energía de la sinceridad, busca la experiencia para demostrar y demostrarse que puede ser útil y que puede materializarse en la aventura o en la narración de la aventura, haciéndole el personaje y acompañando a los personajes.

Durante mucho tiempo quedaron en su mente los pasajes que le mostrara Eben Alb, inquietándolo con el ansia de comprenderlos. Parecían sumarse a la inteligencia mística que realizaba en relación con el despertar de una inteligencia que superaba a la de los animales, en especial, con el instante de la Gran Decisión que generó los efectos que no terminan de manifestarse.

En algún rincón desconocido de la imaginación se estaban ordenando las ideas que Jotanoa deseaba expresar… A ellas se unían otras por afinidad, por simpatía, las que parecían enriquecer y madurar el momento de nacer.

Los últimos pasajes y el hallazgo intuitivo de la Hermandad del Alma, de la Hermandad de los profetas, de la ley del Retorno, de los Hijos de Dios y de los Hijos del Hombre, tuvieron la influencia decisiva para formularse la siguiente pregunta, que más que pregunta era la afirmación de lo que pudo suceder:

– ¿Fue allí donde comienza la criatura humana a ser el Hijo del Hombre para luego prolongarse en una descendencia de la que habrían de surgir los Hijos de Dios, estos últimos por haber descubierto en su interior el misterio de una divinidad?

Otra pregunta se desprende de esta:

-¿Serán aquellos Hijos de los Hombres los que fundaron una civilización sanguinaria que parecía y parece empeñada en lograr la destrucción de sí misma y en lograr la extinción que a corto plazo ha de suceder si no intervienen los Hijos de Dios a través de la Hermandad del Alma?

Dos preguntas que quedaron adheridas al silencio de la meditación, de cuyo silencio irán saliendo los relatos, en los que intervendrá Eben Alb para que la luz de la sabiduría ilumine las ideas que Jotanoa quiera usar en la Segunda Aventura.

SEGUNDA AVENTURA

Nadie supo jamás de donde vino. Su aspecto de hombre pequeño, de hombrecillo de barba blanca, caminando por una ciudad moderna, dio la impresión de estar frente a un personaje simpático y misterioso. No usaba lentes, pero llevaba un bastón, con el que agregaba un golpe más a los que hacían los tacos de sus zapatos.

Se detuvo frente a un edificio que para él se perdía de vista en el cielo. Leyó las palabras en la fachada del enorme recinto y se dijo:

– ¡Sí, aquí es!…

Subió los escalones de acceso. Con la mano puesta en una rodilla cada vez que alcanzaba un peldaño y con la otra afirmada en el bastón, el hombrecito subió los escalones de esa tremenda montaña de cemento.

-¡Uuufff!…- exclamó cuando llegó al final -. ¡Qué hombres tan raros son éstos!.. Construyen peldaños cuando la enfermedad del siglo lo prohibe.

Se dirigió a la entrada. Allí vio a un hombre, rígido como un tronco de pino. Lo miró, esperando que lo viera, pero el hombre rígido permaneció sin bajar la vista hacia el pequeño viejito.

Como aquel no quiso bajar la mirada, no le quedo otra alternativa que decirle:

– ¡Oiga, señor quiero hablar con el Secretario General de las Naciones Unidas!

El hombre rígido ni siquiera movió las pestañas. Siguió petrificado como un tronco de pino. Entonces, el hombrecito traspuso la puerta de entrada y se encontró en n enorme salón con pasillos que se dirigían en mil direcciones.

– ¿Cual debo tomar? – se preguntó. Como nadie le contestó, ya que nadie había allí, decidió tomar el que más cerca de él estaba. Se internó por el pasillo a pasos lentos, lentos como el corazón de su paciencia. Los tres golpes se oían bajo sus pies y allá lejos, en el eco. El bastón hacía tack y cada zapato hacía lo mismo. Tack, el bastón, tack, tack, los tacos de los zapatos… Por fin encontró una puerta. Ningún letrero indicaba algo. Tomó la manija y la hizo girar. La puerta no se movió. Tenía la llave puesta. Siguió caminando. Tack… tack, tack… Oyó unos pasos. Montado en estos vio a un hombre muy serio. Le dijo:

-¡Oiga, señor, quiero hablar con el Secretario General de las Naciones Unidas!

El hombre arrugó la frente sin decirle nada.

-¡Que genio! – exclamó el viejito – ¡Aquí nadie responde pero todos hablan!…

¡Si todos hablan y nadie da una respuesta, no sé como se entienden!

Siguió andando, pero esta vez entre la multitud. Llegó a un sitio donde estaba sentado un señor que tenia un cartelito. Se acercó, le tocó el brazo y le dijo:

– ¡Oiga, señor, quiero hablar con el Secretario General de las Naciones Unidas!

– Que desea?

– Quiero hablar con el Secretario General.

-¡Hable, que lo escucho! – respondió el hombre del cartelito.

-¿Usted es ?

-¡Sí, yo soy!…

– Es largo lo que tengo que contarle. Vengo de un lugar del mundo que ustedes no conocen, ni siquiera en el mapa.

El Secretario fijó los ojos en el hombrecito y le dijo:

– Todos los lugares del mundo figuran en el mapa.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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