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La hermandad de los profetas – por Jorge Ahon Andari


Partes: 1, 2, 3, 4, 5

  1. El regreso y algo más
  2. El camino abierto
  3. Las ideas
  4. La ley del retorno
  5. Palabras finales

CAPITULO I

El regreso y algo más

Allí estaba el valle de Tulum, esperándolo con su enorme panorama de cielo abierto, de cielo abierto al infinito del universo. Cualquier lugar de la tierra le sirve a quien quiera ascender por el cielo de ese lugar hacia el infinito del universo. Jotanoa volvía a su valle de Tulum, trayendo la ausencia de Albanoa y la presencia de Eben Alb en su interior… ¡La tristeza de una ausencia ocupada por la presencia de Eben Alb!… Y era Eben Alb quien parecía cabalgar en la alegría del regreso, murmurando la canción de su amanecer espiritual:

Ya estoy de vuelta

sin haber partido.

De los días

que a millares he vivido

se destaca la silueta

de un hombre peregrino

que ha podido con los años

acercarme

a los sueños de su vida

donde reina la belleza,

donde gime la tristeza

donde ríe la esperanza,

donde todo está de vuelta sin haber partido.

Jotanoa,

en su débil estructura

me ha soñado y he nacido….

Mientras el Valle de Tulum iba al encuentro del sol, Jotanoa venía al encuentro de su valle, del que se había alejado por sentirse invadido por la soledad interior. Hoy volvía acompañado de quien estaba cantando la canción del regreso, presintiendo que la soledad interior se iría poblando con el universo de Eben Alb…

Jotanoa me ha soñado

y he nacido…

He nacido

porque el sueño

me dio vida…

Ya no era como en aquellos días. Acostumbrase a que en lo invisible de su naturaleza espiritual alguien de nombre Eben Alb lo estuviera esperando, no era como en los días de Albanoa porque lo que Albanoa hizo fue conducirlo hasta donde hoy se encuentra, es decir, al comienzo de su viaje hacia el interior de su alma.

Además, iba a ser distinto, pues los acontecimientos futuros, las aventuras que lo aguardaban iban a tener la importancia de la enseñanza íntima en tibieza confidencial de su interior, donde Eben Alb se las arreglaría para vencer los hábitos de la superstición materialista.

El mundo de afuera sería el gran interrogante que Jotanoa tendría que ofrecérselo a Eben Alb, para que Eben Alb se lo devolviera comprensible y maduro en ideas y pensamientos, y terminara siendo el escenario de los ideales de su vida y donde, si fuera posible, vivir la misión de su existencia terrena, siempre que tuviera alguna misión que llevar a cabo. A medida que pasara el tiempo se le haría a Jotanoa necesario, casi imprescindible, lograr la unidad con su Eben Alb, para que todo lo vivido fuera compartido. Quería sentirse inseparable a pesar de los momentos en que Eben Alb se comportaba de una manera extraña y desconcertante.

Poco a poco, Jotanoa debió admitir que la inteligencia de Eben Alb estaba hecha para desconcertar, para desorientar, para hacer lo que hiciera falta en la tarea de alterar el orden material y físico de un cerebro atiborrado de datos, de datos venidos del exterior. No era porque los datos fueran falsos o de poco valor, sino porque tales datos los haría pasar por el filtro de la interpretación íntima, o sea que nada de lo amontonado en los recovecos de la mente objetiva sería admitido si antes no era revisado por Eben Alb.

Esto tenía que convertirse en hábito, en costumbre, para que nazca la cultura de la comprensión interna o mística…

Jotanoa se dio cuenta de la idea relacionada con el hábito de la comprensión interna después que la misma fuera dicha y repetida muchas veces por Eben Alb. Al comienzo la dijo como algo sin importancia, sin la intención de que sea escuchada. La repetición permitió que la idea quedara establecida en la mente y cuando quedó establecida en la mente y cuando quedó establecida, recién Jotanoa le prestó la atención debida. Al hacerlo, no hizo otra cosa que usar la contemplación como paso previo para que se produjera la meditación.

– Aleluya! -, se dijo Jotanoa al descubrir la importancia de la contemplación como medio de fijar la atención sobre algo que más tarde, luego de la meditación, le daría el conocimiento necesario o la respuesta esperada. Lo importante de este hallazgo se convirtió en la clave para comprender el método usado por quienes en el pasado descubrieron algunas leyes fundamentales de la naturaleza, y esto lo consiguieron sin recurrir a ningún tipo de laboratorio físico. El asombro fue creciendo en Jotanoa cuando se dio cuenta de que el método utilizado por aquellos genios del pasado lo usaban en su propio laboratorio Psíquico, en su cámara interior, donde la energía universal expresa la esencia de los fenómenos que luego serían descubiertos en el laboratorio exterior del mundo físico y terrenal.

Siguiendo este proceso se demostraba aquello que dice "así como es arriba es abajo". Además, era algo que venía a sustentar lo que Jotanoa deseaba…

– ¡El hábito de la comprensión interna! -. Esa fue la idea expresada por Eben Alb. La repitió como si le agradara hacerlo. Luego le agregaba algo más y la decía usando otras palabras, esperando o provocando la reacción de Jotanoa.

-¡ Costumbre o cultura de la comprensión mística!-. La misma idea dicha con otras voces.

A Jotanoa le llamó la atención la palabra "mistica"

-¿Por qué "mistica"?-, preguntó..

La respuesta no le iba a llegar como en la época de Albanoa. La encontraría establecida en su mente cuando menos la esperara, la descubriría palpitando, sintiéndola vivir después de haber madurado, como suele madurar en el silencio la presencia de la vida.

– Si he nacido de tu sueño,

de tu sueño voy creciendo.

Voy creciendo

como crece en la semilla

el momento de ser árbol.

LA FIGURA ENCLENQUE

Algunos pensamientos aparecen en la mente sin que nada ni nadie los haya invitado. Son visitantes que se presentan porque encuentran el ambiente adecuado a su existencia, o mejor dicho, se pasean por un ambiente de tolerancia, donde no son rechazados ni perseguidos. Como ellos viven de su propia energía, aparecen y desaparecen sin avisar cuando llegan ni se despiden cuando se van… Hay ocasiones en que insisten en permanecer o se toman mayor tiempo que el acostumbrado en quedarse. Entonces, lo mejor es invitarlos a que se relacionen con los acontecimientos de nuestra vida, invitarlos a que nos acompañen y nos ayuden con sus experiencias. Poco a poco comienzan a ingresar al mundo de nuestros anhelos y a la intimidad de nuestras aspiraciones. A veces los anima la falta de algo y tratan de crecer, de aumentar el caudal de sus ideas, buscan agrandarse porque han nacido con la levadura del crecimiento. Quieren llegar a ser los fundamentos de normas de vida y leyes de conducta, desean existir en las teorías de importantes descubrimientos. Una de las mayores aspiraciones sería la de darles vida a los movimientos revolucionarios basados en la justicia de los cambios, sin la acostumbrada violencia de las rebeliones, pero aún sueñan con la suprema conquista de ser el pensamiento de esa comprensión que se deslice en el alma de cada ser humano como un bálsamo de paz y de sabiduría, de paz en la convivencia y de sabiduría en la equidad de cualquier exigencia.

En la mayoría de los casos no sabemos de dónde vienen, si del mundo terrenal de la humanidad o del mundo espiritual de la misma humanidad, sin embargo, pueden venir del archivo de la memoria del alma individual, allí donde han quedado algunas lecciones bien aprendidas y los testimonios de aventuras extraordinarias que no tuvieron tiempo de madurar en ideas magistrales. De tales aventuras nos llega la urgencia de sus ruegos, en los que piden no dejarlos incompletos, inmaduros, por eso la insistencia en permanecer en la mente hasta que nos demos cuenta de lo que ellos necesitan. No piden nada específico, sólo desean ser admitidos a la espera de algún suceso que les dé la oportunidad de asimilarlo y crecer… Algunos pensamientos sufren la soledad de su vida detenida, postergada porque les incomoda a la gente de conducta deshonesta, sin embargo, a la misma, a la misma gente le sirven de consuelo en los momentos de angustia y de sufrimientos indeseables.

A Jotanoa lo impresionó la vida solitaria que llevaba uno de estos pensamientos. Era más bien una idea raquítica, debilitada por la falta de identidad, por ser una cosa desconocida hasta para ella misma.

Lo exacto sería decir que era la esencia que podría llegar a ser una idea si la llevamos por el camino de su propia creación. Lo que es esencia puede ser lo que uno quiere que sea. No es nada específico, solamente será si la impulsamos hacia la creación en que queremos que se convierta… De nuevo aparece la importancia de la responsabilidad, pues de nosotros depende si la esencia la hemos de utilizar en una idea, en un pensamiento, en una conducta o en algo superior que beneficie a su país. Comenzará a vivir cuando la experiencia la anime con el aliento de nuestro propósito o intención…

Volvía Jotanoa a su hogar una noche de verano. Venía de la calle y como suele suceder, amargado, pues nunca falta el motivo que nos amarga el regreso al hogar. Sabemos que de la calle vuelve uno saturado de impresiones desagradables porque nuestro semejante humano se encarga de envenenar las horas que deberían ser como la paz de la luz en medio de la oscuridad… Pero no es así, debido a que algunos pensamientos solitarios insisten en que se los tenga en cuenta y porque quienes los llevan encima los rechazan por intrusos, por indeseables. De semejante conflicto nacen las horas envenenadas que esparcen su influencia en muchas direcciones.

Pues bien, a Jotanoa lo alcanzó el aire envenenado de los pensamientos ajenos y llegó a su hogar creyendo encontrar alivio, pero el alivio no vino y los nervios seguían tensos, emitiendo agudas notas discordantes. Habíamos dicho que era una noche de verano y en el Valle de Tulum son a menudo calurosas, lo que hace que la gente duerma o descanse fuera de las habitaciones.

Aconsejado por el calor, Jotanoa tendió su catre en el patio, bajo un cielo que parecía descender de la mano de su belleza. Tendido cuan largo era se dejó adormecer por la posición adoptada. Se hizo el propósito de alejar de su ánimo la influencia que lo tenía inquieto. Miraba en un sentido, luego en otro, esperando que la distracción lo ayudara pero nada sucedió. Por ahí cantaba un grillo, por allá lejos un coro de ranas y sapos hacían lo mismo, por el aire que lo rodeaba pasaba el sonido de la calma nocturna. Las sombras se movían, se movían y parecían trapos de niebla oscura. Se movían y danzaban y Jotanoa se unió al movimiento de las sombras. Cuando lo hizo, no supo si se quedó dormido o pasó al estado subjetivo de los sentidos espirituales. Jotanoa ya no estaba en ningún sitio aunque le quedaba la sensación o impresión de estar en el espacio de su propia vida interior.

En ese espacio interior vio una silla o algo parecido. Como la silla estaba vacía, le llamó la atención y fijó la mirada en ella. No bien lo hizo apareció él sentado en esa silla, o sea, que él mismo se estaba viendo sentado allí, a la vez que ambos se veían enfrentados, pero el que se hallaba sentado tenía el aspecto de un magistrado o la apariencia de un maestro o de un juez. Se notaba la actitud de impartir una enseñanza o le preocupaba el deseo de comunicar algo importante como si el tiempo de Jotanoa se estuviera agotando. El silencio era un silencio alejado de toda manifestación terrena. La atención de Jotanoa hizo que el otro Jotanoa levantara un brazo y señalara hacia un rincón de ese recinto, donde apareció una figura delgada, apenas visible. Parecía que debido a su propia debilidad se ondulaba como una niebla. La mirada de sus ojos estaba en una lejanía imposible de percibir, de cuya lejanía parecía alimentarse para sobrevivir. Al parecer, era en lo único que se apoyaba para seguir siendo una presencia casi esfumada.

-¡Ven, ven! – le dijo el Jotanoa de la silla -. ¡No temas!.. ven, acércate que aún te queda un resto de vida… Aunque hayas olvidado tu nombre, yo te lo recordaré… ¡Es que tan olvidada te han tenido que no quieres moverte por miedo a desaparecer!…

Si deseo preguntar tu nombre es para que puedas ubicarte en la posibilidad de recordarlo… Además, quiero hablar contigo para que mientras escuchas lo que te diga, abandones la debilidad que te amenaza con la muerte… No temas y dime tu nombre. ¿Te acuerdas de él?

La figura enclenque le respondió con un movimiento de su rostro. Le dio a entender que no sabía qué era ni quién era.

– Tú eres el amor – le dijo. –

– ¡No, no, no! – exclamó la figura, asustada por el nombre que se le venía encima -. ¡No, no soy eso que dices!… ¡Te has equivocado!…

– No niegues tu propia esencia, puesto que eres el amor, o si prefieres, eres la idea del amor aunque hayas vivido en el rincón de la indiferencia…¡Deja que la experiencia te haga vivir lo que eres!..

-¡No….no….no!- gritó de nuevo, mientras una lágrima tras otra caían salpicando el piso.

-¡Estoy viendo lo que eres!- le dijo el Jotanoa de la silla -. Detrás de esa niebla, que puedes llamar la niebla del olvido, estoy viendo lo que eres…¡Ven, acércate y te diré lo que puedes hacer para disipar el olvido que te envuelve!… Si ahora eres algo indefinido que en cualquier momento puede desvanecerse,

aprovecha esta oportunidad para recuperar el propósito de tu esencia, diciéndome dónde has vivido y cómo es que has llegado a tal grado de raquitismo. Hablar te servirá de tónico.

Después de vacilar unos segundos, la figura enclenque le confesó:

– Allí, en aquel rincón. Allí he vivido siempre. Nunca pude abandonar ese lugar para saber quién era. Además, no supe encontrar el camino, y como nadie me tuvo en cuenta, creía que era una cosa inútil. Desde ese rincón donde me consumía sin hacer nada, veía pasar siluetas, sombras y figuras que luego aprendí a distinguir y a conocer. Todas ellas me consideraban un deshecho caduco y envejecido por el deslumbramiento que ellas manifestaban. Se acercaban a mi rincón para averiguar si yo había muerto, pero al comprobar lo contrario se preguntaban de dónde sacaba tanta energía para sobrevivir. Ni yo misma sabía.

Jotanoa, él de la silla tenía razón. La figura enclenque se animaba poco a poco a medida que hablaba y se confesaba inocente del encierro que padecía. La voz aumentaba de tono y los ojos comenzaban a mirar sin tenerlos fijos en la lejanía. La figura enclenque se vigorizaba con el despertar de su propia esencia, con el movimiento de su propia esencia. Cuando Jotanoa la invitó a reanudar el relato ya tenía mejor aspecto y mayor vivacidad.

– Una de las figuras – continuó diciendo – era la más importante. Parecía la reina de una sociedad de esclavos. Cuando averigüé su nombre me di cuenta por la reacción de mi propia naturaleza que era una cosa opuesta a lo que soy. El esplendor de su ropa encandilaba, y el aspecto general impresionaba por el lujo que ostentaba, nada más que por eso, pues detrás de tanto esplendor estaba el vacío, el abismo de la nada, en donde ella misma caería deshecha si una grieta en su ropa apareciera…

– ¿Quién es la reina de esa sociedad de esclavos? – fue la pregunta que interrumpió el relato.

– ¿Quieres que te diga su nombre, o más bien su cualidad o el papel que desempeñaba?… Decir su nombre y lo que hacía sería darle la importancia que no tiene, además, mi propia esencia me aconseja no decirlo… ¡Dejémosla donde ella me dejó olvidada, pues ella pertenece a la hermandad del Reino Externo!…

-¡Entonces, tú – le dijo el Jotanoa de la silla – perteneces a la hermandad del Reino Interno, pues en ese reino tu esencia te hará vivir el significado de la bondad, pues allí también aprenderás a sentir el valor de la amistad!

Cuando tu esencia esté por alcanzar la razón final de la existencia, habrás aprendido a vivir con la emoción de la piedad, de la tolerancia. Será como ir ascendiendo por etapas, siendo cada etapa la oportunidad de aprender con cualidades como la tolerancia, la caridad, etc. La suma de cualidades te acercará al misterio de tu propia esencia, pues a mayores cualidades mayor profundidad habrá en la emoción del amor.

Jotanoa, el que estaba sentado en la silla, por un instante dejó de hablar, sonriéndole con alivio a la figura que había dejado de ser enclenque para convertirse en compañera de él. Luego, retomó el hilo de lo que le venía diciendo:

– Lo más importante para ti será, además, que recibirás la ayuda de quien nos ha permitido esta entrevista, de quien se ha desafiado a sí mismo en el sentido de provocar las aventuras que le han de servir para comunicarse con su Alguien del Alma, es decir, para comunicarse conmigo…¡Apóyalo con tu esencia, que él hará crecer tu personalidad y la mía, en especial, apóyalo en los momentos en que deba sufrir los daños de la incomprensión! ¡Alíviale la soledad en la que se refugiará por defender los ideales de nuestra existencia interior!… Su vida, desde su niñez, tiene espacios de los que no recuerda nada como si no los hubiera vivido. Esos espacios muestran el abandono de un camino para seguir por el otro, en la dirección que lo está trayendo a nuestro reino interior. El peligro ha quedado atrás porque el camino que él abandonara era la opción que le quedaba al hombre externo, era el camino que de haberlo seguido se hubiese acogido a los sufrimientos de la superstición materialista… y el encuentro conmigo se hubiera retardado, hubiera quedado suspendido hasta una fecha imprecisa del futuro… ¡Ayúdalo con tu esencia de amor para que el amor lo espere al final de su vida!…

La figura que ahora lucía resplandeciente, miró en la dirección del Jotanoa tendido en el catre y le sonrió, mientras el otro, él de la silla, continuó diciendo:

– No pasarán muchos días en que ha de comenzar su aventura de obtener ideas, pero también con sus propias ideas hará los relatos de algunas aventuras o narraciones de acontecimientos basados todos en sucesos protagonizados por el ser humano… Después nos veremos involucrados en un proyecto que él justificará como el único, como la última oportunidad de salvar lo que parece hundirse poco a poco.

Será un compromiso de los tres, de tu esencia que habrá alcanzado la madurez del amor, de Jotanoa que hará la presentación y de mi presencia invisible que lo inspirará y lo guiará por el terreno de la imaginación…

Cuando el personaje de la silla dejó de hablar, la que había sido una figura enclenque era ahora una silueta definida y luminosa que latía con luz propia, semejando una galaxia de estrellas. Cada latido pulsaba una estrella color azul, otro latido encendía una estrella color violeta, otro lo hacía con el color naranja. Cuando la energía de tantos latidos se hubo normalizado, la silueta adquirió los colores permanentes de su vida, el violeta y el naranja. El color de vida viniendo del sol…¡Era una silueta llena del color con un contorno color naranja!

Jotanoa, el del catre, al abrir los ojos creyó que estaba amaneciendo, pero donde estaba amaneciendo era en su interior. Allí persistían las imágenes de un Jotanoa, el de la silla, que no era otro que Eben Alb y la de la figura enclenque, fortalecida por la oportunidad de expresar lo que su esencia le aconsejaba…

Las noches en el Valle de Tulum tienen la magia de las estrellas en un cielo casi cerca de las manos. El silencio de las estrellas se une al rumor que sube de este valle y en algún punto de su atmósfera parece estallar en luciérnagas de vida. Eben Alb y Jotanoa también eran cielo y tierra y en el espacio que los separaba estallaban luciérnagas de vida, que iluminaban el viaje presentido hacia el futuro. Allí en el futuro parecían también estallar las luciérnagas de vida de un ideal supremo.

¡Valle de Tulum, Valle de vida con altibajos de penas y alegrías, de sueños y amargos despertares, de sueños y amables despertares, de sueños que llegan al ámbito de las posibilidades y de sueños que quedan desvanecidos en lo imposible!..

¡Valle de Tulum, ¿será verdad lo que Eben Alb le había dicho a Jotanoa? ¿Será verdad que en su silueta llena de alma queda sobreviviendo un Valle idéntico al que vemos allá afuera de nosotros?…

Eso dijo. Pero también dijo que no todos son capaces de recrear en nuestro interior ese mundo de afuera de masa y gravedad. Que para hacerlo hacía falta haber despertado el genio de la consciencia superior del alma, al que se le haría fácil la tarea de reproducir con partículas universales de energía aquello que con amor hayamos visualizado en los momentos de contemplación.

Jotanoa se afanaba en relacionar los puntos importantes de su no muy lejana experiencia junto al mar. De tales afanes nacían preguntas que al fin eran afirmaciones, entre las que se destacaba la interpretación dada por Albanoa, en el primer libro, cuando decía que la contemplación ponía orden en lo que era equivalente al caos de la creación, haciendo que lo disperso se uniera en figuras al caos de la creación, haciendo que lo disperso se uniera en figuras y formas, en estructuras de energía, que luego por algún poder de cohesión llegaban a la densidad de lo visible y de lo material… ¡Y que la meditación tenía el propósito de dejar en manos del genio interior del alma lo que se había visualizado durante la contemplación!…

Mucho de lo vivido con Albanoa desfilaba por su mente, aumentando el deseo de ahondar en el contenido dejado por aquella relación. Eben Alb, mientras tanto, parecía asistir en silencio y sin intervenir a lo que Jotanoa se esforzaba por descubrir. Sólo la sonrisa de siempre la presentía esbozada en los labios de Eben Alb. Era la sonrisa de aprobación, animándolo a seguir. Para ayudarlo, le dijo:

– Así como tenemos una superficie ocupada por el cuerpo físico, también nuestro cuerpo psíquico, nuestra silueta llena de alma, tiene una superficie equivalente a una circunferencia.

achicarse, dependiendo de la energía usada por la mente y su consciencia. Así como la energía de la luz aumenta su potencial si aumentamos la tensión, de la misma manera podemos aumentar la superficie de nuestra silueta llena de alma si aumentamos su aura circular por medio de la energía generada por las emociones de calidad superior.

Esa superficie se ha de volver un centro de poderosa radiación si me ayudas a llenarla con tu buena manera de vivir, pues…

…En tu camino hacia el dolor ajeno

encontrarás

la hermandad del tuyo,

pero también,

en tu camino hacia el amor ajeno

encontrarás

la hermandad del tuyo…

Eben Alb, después de la pausa acostumbrada, hizo una especie de introducción para justificar lo que había encontrado en la zona profunda del alma y que lo había sorprendido por el enorme significado.

– Allí, delante de nosotros, están los días que han de ser como páginas de la tierra.

En ellas han de quedar párrafos de algún drama, de alguna tragedia o simplemente la huella de una comedia. La existencia de los días se viste de cosas maravillosas. Cuando sale el sol es un día de sol y es suficiente que sea luminoso para que los seres humanos y todo lo demás se muestren como objetos que tienen un día de sol. Los ojos miran con el color del día y el día nos acepta con el color de la luz. Si la jornada amanece nublada, todo tiene un manto de colores apagados. Sentimos que el día está nublado, sentimos que le falta un poco o mucho de luz, notamos que las nubes le hacen sombra a nuestro mundo de sensaciones. En fin, el día está nublado y es distinto al otro. Lo maravilloso de todo esto es que los días de la semana se han convertido en cosas vivas, capaces de hacernos hablar o enmudecer, tienen el poder de hacer que perdonemos, tienen la fuerza de provocar esperanzas, de hacer que un anhelo se mejore a medida que pasan las horas, son capaces de hacer que nuestro corazón sienta angustia, alegría o pena.

– Ellos, con su luz, con su sombra o penumbra, se adueñan de nuestro corazón y el corazón vive con luz, con sombra y penumbra… Cuando algo nos sucede, algo le sucede al día que está transcurriendo. Nos hemos unido a ellos como ellos se han unido a nosotros. Somos inseparables.

– A veces, somos el eco de un día, otras veces, el día es un eco de nosotros. Hay momentos en que tenemos deseos profundos de que el día no pase o de que el día pase y se vaya pronto. Ellos nos quieren o nos desprecian por lo que hacemos. Nosotros los queremos o los despreciamos por las cosas que nos suceden y que relacionamos con ellos… Ahí están los sucesos conocidos, las aventuras que jamás se narraron, los hechos anónimos, impulsados por el heroísmo superior del alma y todo lo que el silencio del tiempo esconde. Ahí están, registrados en una semana que ni siquiera sabemos a qué año pertenece. En un día lejanísimo han quedado tristezas y alegrías que se parecen a las actuales. En la memoria invisible de los días está el hueco dejado por la epidemia de la injusticia, está el vacío que el bien aún no ha llenado. Quien lo reemplaza tiene el poder del hábito de hacer lo opuesto.

Recuerda lo que nos dijo Albanoa en relación con el vacío que se produce cuando no lo llenamos con algún acto de bondad. Si ahora lo tenemos en cuenta, se hará fácil ahondar en la comprensión de lo que sucede cuando dejamos pasar la oportunidad de evitar dicho vacío… En alguna zona de la memoria del Alma quedan los espacios que no fueron llenados con el bien, quedan como testigos de las ocasiones que no aprovechamos.

Tales espacios se convierten en deudas a pagar en el futuro cuando una mejor comprensión nos ayude a realizar el acto de reparación. Si al hombre como individuo le sucede esto, a la humanidad le ocurre lo mismo. En la memoria del alma de la humanidad también se hallan los espacios vacíos, los que permanecen desde épocas remotas en actitud de espera. Donde la espera se hace impostergable es en el hombre, porque en el hombre está la causa de lo que ha sucedido y le sucede a la humanidad, siendo él quien puede llenar el vacío que oportunamente debió ser ocupado por el bien.

– ¿En qué tramo – continuó diciendo Eben Alb -, o mejor dicho, en qué momentos ha fallado la intención de utilizar la comprensión y realizar el acto de reparación?.. No creo que haga falta enumerar lo que hasta ahora no ha tenido solución. Sabemos que la prédica del amor ha quedado inutilizada en la ambición del egoísmo. Es evidente que todo lo relacionado con la hermandad, la justicia, la tolerancia ha tenido el mismo fin. El tiempo de la esperanza se ha agotado en la incredulidad, en la duda, en el desprecio. Hasta las promesas han envejecido, agotando el tiempo del hombre externo…

– El uso exagerado – siguió diciendo Eben Alb – de los sentidos físicos ha disminuido la influencia interior, debido a que en algún instante de la historia se ha roto la continuidad de la evolución interna que parecía venir unida al progreso exterior del hombre….o quizás haya sido cuando el poder del mundo físico fue dominando poco a poco al hombre interno, alejándolo del hombre externo.

– Jotanoa, ¿qué nos puede suceder si intentáramos la unión de ambos hombres, si creáramos el ámbito propicio para que el hombre externo se acerque al hombre interno?… ¿Que daño nos puede causar si convenciéramos a la razón para que se haga inseparable de la emoción?… También haríamos lo mismo con la emoción, haciendo que la emoción se olvide de sí misma y se acuerde de sus semejantes humanos, ayudándola a sentir que el amor está la aventura de aumentar la influencia de habernos descubierto.

– Si bien la emoción – dijo Eben Alb – no sabe razonar, algo similar le sucede a la razón puesto que no sabe sentir. De ahí que cuando la razón distribuye lo que tiene que distribuir lo hace mal porque la emoción está ausente. Cuando la emoción quiere distribuir lo que tiene que distribuir lo hace mal porque está ausente la razón y porque se deja llevar por la simpatía hacia unos y por la antipatía hacia otros. La emoción acentúa las diferencias cuando aparecen los grupos enfrentados por doctrinas y costumbres.. La razón y la emoción, separadas, no sirven, son inútiles, son dañinas, porque han creado y siguen creando antagonismos que ambicionan el dominio de una sobre la otra… Eso no ha servido nunca y menos ahora que el tiempo las ha debilitado.

Aun le quedaba a Jotanoa la sorpresa de oír en la voz de Eben Alb lo que era la ley del regreso o la ley del retorno. Eben Alb había asistido a su propio pasado para darse cuenta de esta norma que rige la continuidad de la vida y que retiene en la memoria del Alma los espacios vacíos que hay que llenar cuando en el futuro aparezca la oportunidad de hacerlo… Con esta ley de Regreso estaba Eben Alb ensayando la elaboración de un plan que estuviera de acuerdo con los anhelos de Jotanoa y con los espacios vacíos que él pudiera llenar con los actos de su vida terrenal. Según lo diera a entender en forma velada, Eben Alb estaba viendo o presintiendo, por medio de su consciencia extendida, los acontecimientos que desde el futuro venían al encuentro de Jotanoa, acontecimientos que tendrían la virtud de hacer en él las ideas que necesitaba y que le serían imprescindibles para justificar el uso de la ley del regreso. Para que él pudiera usar esta ley le quedaba la obligación de pagar con su conducta la deuda de los espacios vacíos, contraía en el pasado. De ahí que los sucesos futuros le darían a Jotanoa la oportunidad de cumplir con los reclamos que la memoria del alma le hacía llegar. Para ello nada mejor que el escenario de los hechos diarios, donde los seres de su especie lo obligarían a manifestar la bondad de su compresión, de su tolerancia, de su humildad, etc.

Eben Alb tenía en su memoria el material suficiente como para provocar la reacción emotiva de Jotanoa. En muchas ocasiones aprovechó el ruido del follaje, amortiguándose en el silencio, o, alejándose en la brisa, para hacerlo sentir la expansión de la consciencia y experimentar una manera de sentirse expandido. El canto de un pájaro, oculto en la sombra profunda de los árboles, le daba la ocasión para que Jotanoa se diera cuenta de que en lo íntimo de su naturaleza humana podía encontrar la armonía con que la vida esconde o guarda el amor. Si el murmullo del agua llegaba a los oídos de Jotanoa, Eben Alb lo hacía soñar con el viaje de una gota de agua que viniendo del mar hasta llegar a la montaña, regresa con el río a su fuente de origen, dándole el argumento para que comprenda el viaje del alma que luego de su paso por la tierra, regresa al alma universal con la ofrenda de las experiencias vividas.

Ahora, mientras se dejaba inundar por el significado de la ley del regreso, sintió Jotanoa que la mansedumbre y el silencio del valle se acercaban a la soledad de su corazón y lo acariciaban con el bienestar de la esperanza. Era la suave presión de una ternura de amor que lo abrigaba desde el porvenir de sus días. El esfuerzo que hacía para definir lo que aún era indefinible, sólo le alcanzaba para presentir en lo invisible lo que él tenía que hacer. En su pecho se agolpaba lo indefinible de aquello, llevándolo a decir lo que se le ocurriera a modo de desahogo.

Su confidente obligado era Eben Alb, quien cada día se hacía el mejor amigo de Jotanoa. Mientras el valle se disponía a pasar la noche, Jotanoa le confesaba a Eben Alb:

– Se ha hecho de noche, Eben Alb. La tarde se ha dormido en el Valle de Tulum. El cielo color violeta viene ascendiendo del lado de donde asoma el sol cada mañana. La quietud se adueña del aire que respiramos y lo que fuera viento durante el día se está convirtiendo en brisa que más se parece al roce de una tibia caricia.

– Una estrella nos vigila en el horizonte. La atmósfera del valle la mueve en un vaivén de cuna celestial. Allá lejos, en los espacios oscuros del cielo se presiente lo que hemos de encontrar en el futuro. No hay luna, por eso la noche es más oscura, pero igual nos llega la luz que las tinieblas no pueden ensombrecer.

– Eben Alb, la tristeza me habla en su lenguaje de impotencia por la dificultad física que no me deja ir más allá del cielo de nuestro Valle de Tulum. Lo que me ayuda es el sonido de la palabra Tulum. Cuando con íntimo placer me digo Tulum…Tulum…Tulum, se aliviana mi cuerpo y me aliviano, quedándose sin peso para ser el valle y su cielo de estrellas. Liviano como una estrofa musical, me siento el cielo y las estrellas que lo miran y lo miro, que lo aman y lo amo, que lo viven y lo vivo, sin que nada me separe de su esencia…

– ¡Tulum!- le ruego en voz baja. – ¡Tulum, abrígame en tu contenido de tanta vida y alivia mis alas de sueño para volar en la ternura de tu amor por nosotros!

– Eben Alb, cierro los ojos y me acerco a la región de tu imperio invisible para darme cuenta de la extensión sin límite de tu conciencia… ¡Y eso me consuela!… Tú conoces mejor que nadie los secretos de vida y amor que viven en la eternidad de nuestro valle. A veces, sin esfuerzo, me siento esfumado en tu conciencia, me siento en cada punto del valle al mismo tiempo. Tu conciencia extendida se convierte, entonces, en promesa madura, donde esperan las ideas, las ideas, las ideas que han emplumado las alas del sueño…¡Oh, las ideas, qué débiles eran cuando nacieron! ¡Eran tan débiles!… parecía imposible que llegaran a vivir la edad del vuelo propio. A pesar de los peligros, han sobrevivido y hoy tienen alas para surcar el cielo de tu conciencia sin fronteras….

Cuando Jotanoa terminó de decir lo que era una confesión dirigida a Eben Alb, creyó que algo sucedería para que las dudas y la incertidumbre dejaran de interferir en lo que deseaba hacer y empezar en forma definitiva, sin las vacilaciones que aparecían imprevistamente. Lo que hizo Eben Alb fue mostrarle un camino y la dirección en que debía transitarlo.

Era un camino amplio y desierto, con un horizonte lejano de un azul desvanecido por la distancia. Lo único era la dirección, señalando el rumbo que debía tomar.

La dirección había sido prevista de manera provisoria a partir de su aventura de niño cuando debajo de la morera derribó aquel pájaro. Su reacción ante el pájaro herido, el arrepentimiento que sufriera como la decisión posterior de eliminar de su vida la cacería de animales, habían determinado el posible rumbo que ahora se lo estaba señalando Eben Alb. Cuando se preguntó porqué era una ruta desierta, Eben Alb le dijo:

– La tendrás que llenar con lo que vayas viviendo. Nada de extraordinario hallarás, lo extraordinario ha de ocurrir cuando tus emociones ante los sucesos sean la causa de una comprensión interna, de la que nacerán las ideas y los pensamientos de una misión que se irá haciendo comprensible a medida que avances por ese camino de experiencia exterior y de comprensión interna. Nada de afuera dejará de ingresar al sendero de la comprensión mística.

LA HERMANDAD DE LOS PROFETAS

¿Cómo era el cielo de aquella época? ¿Se veían las mismas estrellas que ahora vemos en la esfera celeste? ¿Cómo era la tierra con sus árboles, animales, ríos y montañas? ¿Qué flores había que hoy ya no existen? ¿Era el rocío de aquella época el verdadero maná que embellecía y alimentaba a la vida? ¿Se soñaba lo mismo que hoy o los obstáculos para soñar eran menores? ¿Tenía la fe el prodigio natural de materializar los anhelos del sueño?

Lo que Eben Alb puede percibir por medio del radar de su conciencia es lo que le falta a nuestra civilización, siente que la ausencia actual es añoranza por aquello que ha dejado de acompañarnos. Es el recuerdo de algo que no tiene el ambiente apropiado para renacer, para vivir de nuevo con la enorme experiencia de un pensamiento que había logrado ubicarse como puente entre lo invisible y lo visible.

Si la época lejanísima la midiéramos según el concepto de cantidad, nos costaría ubicarla en el tiempo, pero si la midiéramos según el concepto de cualidad, podría estar al alcance inmediato de nuestra conciencia.

Con esta cualidad se unificarían todos los acontecimientos y los tendríamos donde nuestra conciencia estuviera, dándose cuenta del suceso que eligiéramos contemplar.

¿Cuántos eran los que luego llegarían a integrar la Hermandad de los Profetas?… Los que aparecían desdibujados en la leyenda y en los símbolos fueron pocos, pocos en número pero suficientes, aunque más que el número suficiente fue la idea fundamental que reunió a quienes dijeron llamarse los Hijos de Dios y que por tal privilegio se diferenciaron de los Hijos de los Hombres. La noble ascendencia que hizo Hijos de Dios no era ninguna nobleza de cualidad terrenal o corporal sino que era el título obtenido por haber descubierto a Dios como habitante de su Alma. Era el Dios interno que no lo encontraron afuera sino en la divinidad del Alma, donde cada uno se sintió Hijo del hallazgo individual. Aquellos que no tuvieron la experiencia de sentir y conocer a Dios en su interior fueron los que recibieron el nombre de Hijos de los Hombre.

Se vuelve claro y evidente que los Hijos de Dios formaran un grupo para reunirse como una verdadera Hermandad del Alma. De ahí en adelante quedaba abierto el camino para saber qué hacían con el Dios que habían descubierto en su interior, y qué hacían para que semejante aventura no se desvaneciera en la muerte de cada uno.

Parecía natural que esta aventura quedara archivada en la memoria del Alma para que fuera utilizada en el futuro, ya que el Alma por ser inmortal, no perdería lo que se hubiera incorporado a su memoria. Así nació la Hermandad de los Profetas, que utilizó una ley, la Ley del Retorno. Eben Alb se la resumió a Jotanoa en pocas palabras con la intención, tal vez de que naciera en él la inquietud por utilizar la Ley del Retorno:

– Del tiempo aquel – le dijo – a la época actual, la humanidad se ha regido por quienes han usado la Ley del Retorno en los momentos de mayor peligro para los ideales de la evolución del Alma humana… ¿Qué requisitos fueron los necesarios para que ellos pudieran hacer uso de la mencionada ley?… ¡En el alma, como esencia de la armonía universal, descubrieron la idea maravillosa que usándola la convertirían en la contraparte terrenal, con la que vivirían madurándola!… Esta esencia no podía quedar en el Alma como la teoría de una idea, puesto que así de nada serviría. Debían buscar los medios de darle vida y los mejores medios estaban en los distintos modos o maneras de convivir con el ser humano y demás criaturas del mundo terrenal.

Les dio resultado porque la intención de experimentarla nacía en su ser interno, quien los impulsaba a usarla cuando la ocasión se presentaba.

Si se vivía en la intolerancia, la experiencia le permitía ubicarse en la contraparte, o sea, en lo opuesto a la intolerancia, naciendo así lo que luego se le daría el nombre de tolerancia. Por este medio, la idea obtenía un rasgo, una característica, habiéndose logrado que aquella esencia del alma se materializara en la tolerancia.

– Después que la esencia de la armonía hubo experimentado en el mundo lo que era la tolerancia, llegaría a corto plazo la nueva ocasión de aplicarla, por ejemplo, ante un acto de injusticia. Por el mismo proceso anterior se lograría la noción de justicia. Así sucedió con las demás oportunidades de aplicación de aquella esencia del Alma, la que con el tiempo fue sumando cualidades positivas, que enriquecieron una conducta en la que sobresalían acciones en beneficio de otras personas ajenas al grupo.

– La Hermandad de los Profetas se reunía a cielo abierto y lo hacía cuando la necesidad interior lo aconsejaba. Todo era incontaminado. La pureza de lo pequeño era como la pureza de lo enorme. Por el aire viajaban los sonidos puros de los primeros pensamientos. Las ideas tenían tanta libertad de vuelo que el mínimo impulso en la mente las hacía volar sin ningún obstáculo…

Si tuviéramos que hacer una comparación con la época actual, diríamos que en el tiempo de La Hermandad de los Profetas no habían interferencias de ruidos, de ruidos ajenos a la naturaleza. Los sonidos de la naturaleza cuidaban la fidelidad de las ideas.

– La Hermandad de los Profetas era a la vez la Hermandad del Alma, o sea, que además de conocerse en el plano terrenal también se conocieron en el ámbito espiritual y por conocerse en ese ámbito tuvieron la sabia ocurrencia de bautizar al ser interno con un nombre, con un nombre elegido por cada uno para poder identificarse en el futuro cuando la vida los reuniera en una nueva hermandad.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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