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Semiomática = Semiótica + físico-matemática (página 3)

Enviado por Ibar Anderson


Partes: 1, 2, 3

Así: la Pendiente (m) será el signo (s), el valor del incremento de la ordenada (?y) será la connotación (c) y el valor del incremento de la abscisa (?x) será la denotación (d). Por lo que nos queda la razón incremental del signo equivalente al cociente (división) de la connotación por la denotación, tal como se expresa a continuación:

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Lo cual mide cuantas unidades crece la connotación por cada unidad de crecimiento de la denotación.

Vinculando la expresión de Hjelmslev al conjunto de los Números Reales y el contenido de Hjelmslev al conjunto de los Números Imaginarios, más adelante aclararemos que encontrar la relación entre la expresión y el contenido de Hjelmslev es el equivalente matemático de encontrar un Número Complejo.

Así, si un Número Complejo (que designaremos con la letra «C») esta compuesto de una parte real o Número Real (que designaremos con la letra «R») mas una parte imaginaria o Número Imaginario (que designaremos con la letra «I»). Según notación matemática: C (R,I); encontrar a «C» es encontrar el valor numérico o unidad cuantificable del «signo».

Existen muchas razones para argumentar que esto corresponde a los procedimientos seguidos por el campo de las ciencias físicas, como ejemplo podemos citar la unidad establecida a partir del denominado «Principio de Pascal» del físico francés Blaise Pascal (1623-1662) que se escribe:

1 (Pascal) = 1 (Newton) / (metro)

Del mismo modo podemos establecer las relaciones con esta fórmula física, anticipando lo que se desarrollará mas adelante, donde:

1 (Signo) = 1 (Connotación) / (Denotación)

Queda pendiente establecer cuales serán las unidades de «signo», de «connotación» y de «denotación».

Ahora bien, si debemos determinar las unidades de denotación (lo-útil) y connotación (lo-bello), para luego determinar la unidad de signo (semiológico), deberemos remitirnos momentáneamente a la historia para encontrar su definición.

En los objetos que el hombre primitivo creaba, la la-utilidad y la-belleza se encontraban premodernamente «unificadas»; lo que se diferencia claramente de los productos burgueses modernos porque la-utilidad y la-belleza se encuentran «fragmentadas».

Si bien la problemática sobre si lo «bello-funcionalista» de un objeto viene dado por su adecuación a un fin fue planteado por Sócrates en la influyente obra filosófica platónica conocida como Hipias mayor o de lo bello (390-385 A. de C.). Con el hiperfuncionalismo socrático sería: lo-bello = lo-útil. Pero sería a partir de Kant que la separación entre lo-bello y lo-útil cobro importancia.

Por lo que en honor al hiperfuncionalismo socrático, y como se suele hacer en Ciencias Físicas al utilizar los apellidos de los físicos importantes para definir la unidades -ejemplo: 1 (Newton) en honor a Isaac Newton-; podemos definir a la unidad de denotación (lo-útil) como: 1 (Sócrates).

Pasaremos a continuación a buscar la unidad de connotación (lo-bello) la cual será un tanto más difícil de determinar, razón por la cual nos remitimos a la estética como rama de la filosofía.

Si la antigua modalidad greco-romana que unificaba lo-bello con lo-útil, había llegado con ligeras variantes hasta la Edad Media, cuando todavía se tenían puesto los ojos en la unificación de la antigüedad clásica, entre lo-bello y lo-útil. Lo «bello» (kalos en griego, o pulchrum para los antiguos romanos) estaría dado en la kalokagathía griega descripta por Marta Zátonyi en Arte y creación. Los caminos de la estética (2007). Donde lo-bello era un valor que coincidía con lo-bueno, y en el medioevo decir que los objetos de diseño premodernos eran bellos-y-buenos (decorum-y-honestum o bonum) era igual a decir que eran bellos-y-útiles (aptum-y-utile). Sometiéndose lo-bello a lo-bueno y a lo-útil, como corolario o conclusión de la «unificación» premoderna entre utilidad y belleza que hace que tales objetos de diseño sean bellos y buenos (en el sentido de útiles) simultáneamente, conformando una añoranza del Antiguo Orden perdido con la «fragmentación» moderna cartesiano-kantiana que devendría luego, según Simón Marchán Fiz en La estética en la cultura moderna (1987).

La expresión ars en el medioevo, traduce el concepto griego de tékhne al latín, y conserva el significado original del «hacer con conocimiento», propio del intelecto práctico del «saber hacer» que operaba en el oficio del constructor de objetos; conservando la «unificación» premoderna entre belleza y utilidad en su arte-mecánico. Pensemos, como ejemplo, que el corpus-proyectual de Leonardo Da Vinci (1452-1519), quizás el creador -artista de la-belleza y diseñador de la-utilidad de máquinas premodernas- más completo hasta donde lo demuestran los registros históricos, según consideraciones efectuadas por los letrados humanistas: era un artifex que trabajaba en las artes-mecánicas (con minúscula. Un arte, en sentido mucho más basto de lo que hoy conocemos restringidamente por bellas artes); donde se conjugaba el arte-puro (Gioconda) como máxima expresión de la «belleza», con su arte-aplicado (croquis de ballestas) como máxima expresión de la «utilidad». Totalmente distanciado de las artes-Liberales (con mayúscula. Que era un arte «letrado») como el pensar, las letras y la poesía del siglo XIV.

Ya cuando estaba terminándose la Edad Media, se inicia un proceso de «fragmentación» moderna a mediados del siglo XV, en el Renacimiento, que tendió a separar «mente» y «cuerpo» y nos recuerda como momento culminante a la escisión cartesiana del siglo XVII.

El cambio se anunciaría con la fragmentación moderno-kantiana, episodio que culminaría con la segregación de la-belleza, en la época del Siglo de la Luces, arrojándonos un arte-aplicado u arte-mecánico (representativo de la «belleza-adherente» y artificial) alienado o separado del arte-puro (representativo de la «belleza-libre-artificial»). Abriendo un juego dialéctico decimonónico, entre lo estético y lo ético, entre lo-bello-adherente y lo-útil.

En definitiva: el juicio-del-gusto-aplicado kantiano sobre la belleza-adherente del arte-aplicado habrá de recaer en las formas (atendiendo un fin esteticista). La utilidad si habrá de recaer en un fin (funcionalista).

Kant en su Crítica del juicio (1790), en cuanto disciplina filosófica, llevó a cabo una labor de mediación entre la facultad de «conocer» (razón pura) y la facultad de «desear» (razón práctica), que lo habían tenido preocupado años antes con su Crítica de la Razón pura (1781) y su Crítica de la Razón práctica (1788) respectivamente. Entonces se desarrolla la estética kantiana, entre la pureza y la impureza de los juicios del gusto, entre la belleza-pura (trascendental) y la belleza-adherente (empírica).

Kant explica que si la belleza-pura presente en el arte-puro (requeriría de juicios-puros), la belleza-adherente presente en la artes-aplicadas (requerirá de juicios-impuros). Se han generado dicotomías que atraviesan nuestra modernidad, donde la belleza-pura se aplica metafóricamente a las artes y se inscribe en la conquista por éstas de su autonomía desde finales del siglo ilustrado. Por otro lado sostiene Simón Marchán Fiz, que a las bellezas-adherentes se les ha confiado el cometido ingrato de justificar la actividad en las sociedades industriales. Y de aquí la caracterización del Diseño Industrial académico como un arte-aplicado con una belleza-adherente alienada de su utilidad (para usar una definición marxista). Efectivamente por épocas de la Revolución Industrial inglesa de fines del Siglo XVIII, con el surgimiento de la epistemología moderna de la industrialización y la aparición de la disciplina proyectual del Diseño Industrial como carrera, los conceptos de arte-puro y arte-aplicado del arte-mecánico -presentes en Leonardo Da Vinci– se fragmentaban filosóficamente con Immanuel Kant en 1790.

Tal es así que Kant disocia el pulchrum del aptum o la belleza-libre (flores, paisajes) del arte-puro de la belleza-adherente o anexa (esculturas, edificios arquitectónicos, obras de ingeniería como locomotoras o puentes, objetos de diseño industrial como sillas o mesas u afiches/carteles de diseño gráfico o en comunicación visual) del arte-aplicado; que son juzgados por juicios estéticos puros, formales o genuinos y por juicios estéticos aplicados, empíricos o materiales, respectivamente; siendo este juicio sobre las formas capturadas por el juicio del gusto-puro (la denominada: «finalidad sin fin» o un juicio no basado en el «fin» de las formas cuando uno observa una forma natural como una flor y no en una forma artificial como un edificio, una silla o un cartel publicitario).

Y esto es lo que más nos interesa desde el punto de vista del Diseño Industrial creada a partir de la Revolución Industrial inglesa, como disciplina moderna que absorbe esta filosofía; dado que el concepto de belleza-pura (propia del arte-puro) fue alejado, separado o alienado de las artes-mecánicas (o artes-aplicadas o artes-utilitarias). Es por ello que a las artes-aplicadas, en la cual el Diseño Industrial hecha sus raíces, se las considerarían de aquí en más como predominantemente «utilitarias» y de una «belleza-aplicada» kantiana o belleza-adherente en los objetos de diseño modernos.

Por aquellos tiempos de la Revolución Industrial inglesa de fines del S. XVIII y principios del S. XIX, el «arte mecánico» como representativo de «lo-útil» o valor-de-uso-funcional según Jordi Llovet ya estaba distanciado del «arte estético» como representativo de «lo-bello» o valor-de-uso-estético según el mismo autor. Aunque lo más apropiado sería denominar al valor-de-uso-estético como valor-de-cambio-signo; donde el valor-de-uso-estético se ha transformado en el valor-de-cambio mas el valor-de-signo (capitalista-estético-simbólico-socioeconómico).

El valor-de-uso-estético (excedencia estética) para Jordi Llovet, también es denominado valor-de-signo según Jean Baudrillard; pues el valor-de-signo (simbólico) se transformará en un «valor añadido» al valor-de-uso-funcional (o una «plusvalía» estética para usar un término marxista).

Por otro lado, el valor-de-uso-funcional se encuentra separado o alienado del valor-de-cambio-signo (como valor-de-cambio + el valor-de-signo). Al valor-de-cambio (capitalista) se le ha sumado el valor-de-signo (simbólico) dando como resultado un valor-de-cambio-signo que define la cultura del usuario de los objetos tecnológicos, junto con su nivel económico (todo lo cual podemos simplificarlo de status socio-económico).

La modernidad fragmentaría, alienaría (para usar otro término marxista) dialécticamente lo-útil (o valor-de-uso-funcionalista) respecto de lo-bello (o valor-de-cambio-signo: esteticista-simbólico-socioeconómico), en épocas de la Revolución Industrial inglesa de aproximadamente 1760-1830. Los avances filosóficos en el campo de la estética que Kant desarrollo en 1790, son útiles para definir la unidad de connotación (lo-bello-adherente o bello-anexo) para lo que utilizaremos la unidad definida como: 1(Kant).

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Así queda definida la unidad de signo-semiótico en honor a Charles Sanders Peirce, por haber sido semiólogo y físico (y como buen físico, buen matemático) y como en este trabajo se busca unir la matemática con la estética (rama de la filosofía) y la semiología; se considera que Peirce (más que el gran semiólogo Ferdinand de Saussure) se merecería el honor de unidad de signo como: 1 (Peirce). Ahora bien, si tomamos la razón incremental del signo, antes definida, obtenemos:

Y si reemplazamos por las unidades correspondientes que hemos definido con anterioridad obtenemos que, como se describe a continuación: 1 (Peirce) = 1 (Kant ) / (Sócrates).

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La letra inicial «P» de la palabra «Peirce» del alfabeto romano que aquí simbolizamos para la unidad de medición «Peirce» (signo-peirceano) tiene como equivalente griego a «pi» ( del griego p?). Por otro lado, la letra inicial «K» de la palabra «Kant» del alfabeto romano que aquí simbolizamos para la unidad de medición «Kant» (lo bello-anexo) tiene como equivalente griego a «kappa» (del griego ??ppa). Finalmente, la letra inicial «S» de la palabra «Sócrates» del alfabeto romano que aquí simbolizamos para la unidad de medición «Sócrates» (lo útil) tiene como equivalente griego a «sigmma» (del griego s??µa). Por lo que:

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Si pi = ?, kappa = ? y sigma = S. La fórmula superior puede ser escrita en símbolos abreviados así:

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El hecho de seleccionar el aporte de Louis Trolle Hjelmslev a la semiología para trabajar en la construcción de la hipótesis corresponde a quien colaboró con Hans Jorgen Uldall en el desarrollo de la glosemática, dedicada al estudio de los glosarios con un enfoque científico similar al del cálculo matemático. La meta de la lingüística, para la glosemática, es desarrollar un «álgebra» (o sistema nocional) con la cual todos los posibles sistemas lingüísticos puedan ser expresados. Hjelmslev también introdujo la connotación como elemento no lingüístico de su «cálculo» del lenguaje. Existen suficientes elementos (J. Samaja, L. T. Hjelmslev, H. J. Uldall) para suponer que vamos en el camino correcto hacia el modelo matemático.

La fórmula de medición del signo-semiológico, cuya unidad propuesta ha sido 1 (?) o 1 (Signo-semiológico) o 1 (Peirce), tal como lo hemos propuesto posee la ventaja de que también se corresponde con los modelos físicos-matemáticos; y por analogía-abducción peirceana-samajaniana (cuestión que no detallaremos aquí) diremos que usando la analogía de la unidades derivadas de la física cinemática:

Velocidad = Espacio / Tiempo Ecuación (A)

Podemos establecer las correspondencias desde la cinemática (campo de la física) con el signo semiológico, del siguiente modo:

Signo-peirceano = Connotación-kantiana / Denotación-socrática Ecuación (B)

Del mismo modo, haciendo el correspondiente despeje en la ecuación (A), obtenemos:

Espacio = velocidad * tiempo Ecuación (1)

e = v * t Ecuación (1) en símbolos

Ejemplo: si aplicamos la ecuación (1) a un caso donde la velocidad (v) sea hipotéticamente de 2 (metros/segundos) y el tiempo (t) sea 4 (segundos), obtenemos un espacio (e) de 8 (metros) = 2 (metros/segundos) * 4 (segundos). El espacio (en metros) está representado por el área de color rojo.

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Encontramos evidencia histórica que confirma esta relación físico-matemática en el denominado «Principio de Arquímedes» del matemático griego Arquímedes (287-212 A. de C.) que describe el empuje (E) como el peso específico (?) –simbolizado por rho (?) del alfabeto griego- del líquido desalojado, multiplicado por el volumen (V) de dicho líquido desalojado:

E = ? * V Ecuación (3) en símbolos

Esto es importante en el sentido que nos aproxima a los modelos de la dinámica del físico británico Isaac Newton (1642-1727) donde la fuerza (F) es igual a la masa (m) multiplicada por la aceleración (a); que para los cálculos del peso se corresponde con la aceleración de la gravedad terrestre que es de 9,8 (metros/segundos²), esta ecuación fundamental de la mecánica (una de las mas importantes de toda la historia de las ciencias físicas) se expresa como:

Fuerza = masa * aceleración Ecuación (4)

F = m * a Ecuación (4) en símbolos

Ejemplo: si aplicamos la ecuación (4) a un caso donde la masa (m) sea hipotéticamente de 3 (kilogramos) y la aceleración (a) sea la de la gravedad terrestre 9,8 (metros/segundos²), obtenemos una Fuerza (F) de 29,4 (Newtons) = 3 (kilogramos) * 9.8 (metros/segundos²). La fuerza (en Newtons) está representada por el área de color verde.

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Entonces, si continuamos con la misma línea de pensamiento (analogía) y correspondientemente efectuamos el despeje de la ecuación (B), obtenemos:

Connotación-kantiana = signo-peirceano * denotación-socrática Ecuación (2)

Obsérvese la analogía estructural de estas dos fórmulas anteriormente descriptas – Arquímedes (3) y Newton (4) – y compárese con la fórmula propuesta como ecuación fundamental de la semiología – fórmula (2) – : la connotación-kantiana (kappa-mayúscula: ?) es igual al signo-peirceano (pi-mayúscula: ?) multiplicado por la denotación-socrática (sigma-mayúscula: S).

? = ? * S Ecuación (2) en símbolos

Hemos establecido una relación de analogías-samajanianas entre las ecuaciones-físicas (1), (3) y (4) con la ecuación-semiológica (2) que vienen a confirmar la hipótesis de análisis con la que se procederá en la investigación de campo para la construcción de los indicadores.

Ahora vamos a pasar a las utilidades directas que tiene esta discusión y vamos a plantear un ejemplo de cómo sería la aplicación de la medición matemática-semiológica: si aplicamos la ecuación (2) propuesta. Para lo cual vamos a suponer momentáneamente que el signo-peirceano (?) sea hipotéticamente de 4 (pi) y que la denotación-socrática (S) sea 5 (sigma); mas adelante diremos como hacemos para obtener estos valores supuestos de 4 (pi) y 5 (sigma). Obtenemos una Connotación-kantiana (?) de 20 (Kants) = 4 (Peirces) * 5 (Socrates). La connotación (en Kants) está representada por el área de color azul.

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Ahora bien, si el área azul representa la connotación-kantiana (lo-bello-anexo); la denotación-socrática (lo-útil) esta expresada en el EJE «X» (eje-abscisa), en tanto el signo-peirceano esta expresado en el EJE «Y» (eje-ordenada). Sabemos, en este ejemplo con valores hipotéticos (que hemos inventado solo a los efectos explicativos) que debemos haber obtenido una puntuación con valor 20 (Kants) de la técnica de encuesta en nuestra medición de «lo-bello-anexo» (luego diremos como se hace o efectúa dicha acción de medición). Del mismo modo que hemos obtenido una puntuación de 5 (Sócrates) en la medición de «lo-útil», utilizando la misma técnica de encuesta. Relevando la encuesta, según las respuestas obtenidas, una grilla que nos arroja la puntuación utilizada para confeccionar la gráfica.

Desarrollo de los indicadores que responden a la hipótesis

Explica Jordi Llovet, siguiendo a Baudrillard en Crítica de la economía política del signo (1974), la diferencia y la dialéctica «valor-de-uso» / «valor-de-signo». Usando esos términos en este sentido: el «valor-de-uso» de un objeto equivaldría a su valor-funcional y el «valor-de-signo» (a veces denominado por Baudrillard como «valor-de-cambio-signo») sería de significación (connotador de status socio-económico, definidor de buen gusto, etc.) de un orden distinto (2º orden según Barthes) del «valor-de-uso» (1º orden según Barthes). Esto no significa que el 2º orden es menos funcional que el 1º.

Al «valor-de-signo» también lo podemos denominar «valor-estético», lo que Jordi Llovet denomina una plusvalía estética o un valor añadido al «valor-de-uso». La «esteticidad», sostiene el autor usando a Immanuel Kant en Crítica del Juicio (1790), es una excedencia del «valor-de-uso». Lo que ha venido a conformar una dialéctica funcionalidad / esteticidad. Podemos asegurar que la «belleza-adherente-kantiana» (subjetiva) de los objetos estaba acompañada de la «utilidad» que habría de recaer en un fin (objetivo); por lo cual es difícil encontrar objetos de «utilidad» que estén desprovistos de una dimensión estética, así anexa Jordi Llovet que la «funcionalidad» no ha venido a sustituir a la «esteticidad» (esto quiere decir que aunque funcionales, los objetos no dejan de ser estéticos).

Gillo Dorfles sostiene que: "(…), para Kant, en el gran sector de la pintura entran también con todo derecho las artes decorativas, los muebles y la ornamentación: elementos en los que prevalece el concepto del fin al que deben servir, o sea, lo que hoy llamamos funcionalidad)" (20).

Una silla sirve a un fin (sentarse), una casa también sirve a varios fines (dar cobijo, resguardo y abrigo climático a sus habitantes, seguridad y descanso entre otras funciones). Esto interesa tanto al diseñador industrial como al arquitecto; y si bien la «esteticidad» esta adaptada a la «funcionalidad» por las definiciones de la estética kantiana, no quedan dudas de que los objetos deben:

"(…) cumplir, además de una función práctico-utilitaria, una función estética" (21).

Traspasado al campo de los objetos industriales, Emil Taboada y Roberto Napoli sostienen que cuando el hombre construye su propio objeto, lo personaliza incorporándole determinados signos o características formales que, respondiendo a un cierto código establecido por su propio grupo social, en cierto modo lo definen en sus gustos, apetencias, jerarquía, etcétera.

Cuando analizamos objetos sin ningún valor económico (anteriores al capitalismo) decimos que el «valor-estético» también puede denominarse «valor-de-signo». Pero aparece una diferencia sutil e importante cuando no hablamos de objetos, sino de productos industriales creados bajo la esfera del capitalismo; pues aquí al «valor-estético» lo denominaremos «valor-de-cambio-signo» para definir que en al «valor-signo» (estético) se le suma el «valor-cambio» (económico); conformando una unidad estético-económica que define el buen gusto de los productos costosos (como fue el estilo de diseño denominado de la gute-forme alemana, una versión estética del capitalismo-elitista-alemán, que en norteamérica se denominó good-design).

Recapitulando, habíamos dicho que la función semiótica Hjelmslevniana se establece entre la forma del contenido y la forma de la expresión y que ello –matemáticamente- se podía expresar como:

Forma-contenido = f (forma-expresión)

Y = f (x)

De la combinación hjelmslevniana-bartheana, donde el sistema denotado se convierte en expresión (o significante) en Barthes y el sistema connotado se convierte en contenido (o significado) en Barthes.

Contenido = significado = connotado = y

Expresión = significante = dennotado = x

Por y = f (x), entonces:

Connotación = f (denotación)

Que se lee matemáticamente: la connotación es función de la denotación.

Baudrillard en El sistema de los objetos (1968) aplicó los conceptos surgidos de la lingüística de Ferdinand de Saussure a las teorías económicas y políticas de Karl Marx, analizando el «valor-de-cambio» y el «valor-de-uso» como significado y significante. También Abraham Moles en Los objetos (1971), siguiendo a Baudrillard, explica la existencia de dos aspectos distintos: el mensaje «semántico» (denotativo o funcional) y el mensaje «estético» (connotativo o simbólico), distinción citada en forma muy amplia por la lingüística a través de la oposición entre estructuras «denotativas» y estructuras «connotativas». En otras palabras, A. Moles, parafraseando a Baudrillard, nos dice que los objetos están para ser leídos.

Podemos simplificar diciendo que:

Estructura denotativa = significar algo objetivamente (uso-funcional), «valor-de-uso» según Marx = 1º Orden de significación según Barthes = Mensaje «semántico» según Moles. = «Significante» según Saussure = «Expresión» según Hjelmslev.

Estructura connotativa = sugerir otra significación expresión estética subjetiva (uso-estético-simbólico o valor-estético), «valor-de-cambio» según Marx = 2º Orden de significación según Barthes = Mensaje «estético» según Moles = «Significado» según Saussure = «Contenido» según Hjelmslev.

Es necesario dejar bien claro que la estructura denotativa y connotativa están presentes en menor o mayor grado en todos los diseño (de mejor a peor calidad, grado de resolución, etc.) y es un objetivo de este trabajo poder desentrañarlos (medirlos).

Así en la medición de la denotación deberíamos analizar el grado de cumplimiento o incumplimiento de las medidas antropométricas requeridas por los valores estadísticos (media, desviación típica, etc.). Pues, sobre la antropometría, Pablo Tedeschi hace una referencia al áureo principio cartesiano de la separación de las variables de análisis; y sostiene que el factor antropométrico resulta de la utilización de un sector de otra ciencia que es la ergonomía, por lo que a todo problema de diseño se le debería anteponer la realización de una investigación antropométrico-estadística sobre la población al cual el objeto proyectado está destinado (para verificar si cumple o no los parámetros estadísticos requeridos). Las herramientas que proveen la estadística, sumada a la anatomía y fisiología como a los comportamientos étnicos-culturales son muy útiles para descifrar la morfología y funcionamientos de los objetos/productos y verificar su grado de adaptabilidad y/o cumplimiento de la funcionalidad denotativa requerida.

En el tratamiento teórico usual, la denotación es definida por su literalidad mientras que la connotación consiste en el valor simbólico. Que la denotación sea literal significa que se basa en un estrato material y físico (el dibujo o foto). La connotación es más abstracta, no está pegada al significante, aunque deberá medirse materialmente (del mismo modo que la denotación).

Si se entiende que la denotación posee un significado cristalizado, fosilizado, como el incluido en los diccionarios, se verá a la connotación como teniendo, en cambio, un significado más socializado, más ligado a los códigos, y a la subconsciencia del hablante. De esta manera, se llega fácilmente a la conclusión que la denotación es más informativa (objetiva) mientras que la connotación es más valorativa (subjetiva).

La pura denotación podría ser entendida como precisión informativa (técnica, funcional, operativa). Y la connotación, por su lado, podría ser vista como ampliación comunicativa, ya que enriquece el lenguaje (estilos de diseño: Luis XIV, Art Decó, Art Nouveau, Funcionalismo, etc.), dado que a las denotaciones ya consabidas se agregan connotaciones vitales.

Si establecemos un parámetro de medición de la connotación de elementos formales que agregan una falsa connotación (como lo hizo el arte aplicado en algún momento de la historia) sobre la función de los objetos debe medirse negativamente en comparación con los elementos simbólicos que hacen a una mejor comprensión de la verdadera utilidad (función para la cual fue hecho) del producto (los cuales deben medirse positivamente, cuando se realiza con el menor número de elementos o recursos formales, de color, texturas u otros detalles).

Un aspecto fundamental para medir ello sería si el aerodinamismo es funcional o no-funcional (solo en el caso especial de los automóviles con el «styling»), como explica Tedeschi.

Además de los factores socio-culturales y económicos.

Si para Kant en Crítica del Juicio (1993): "el juicio de gusto no es un juicio de conocimiento, un juicio lógico, sino estético, o sea un juicio cuyo motivo determinante sólo puede ser subjetivo" (22). Lo que aquí se busca es medir lo estético en base a algún tipo de juicio de conocimiento (lógico).

Elementos a ser cuantificables en la connotación de la belleza-anexa-kantiana del objeto/producto

Recordar que la utilidad técnica (valor-de-uso) se encuentra estrechamente relacionado con la adecuada apariencia formal (valor-de-signo-estético), medible por la mínima presencia de elementos decorativos anexos (simbólicos). ¿Cuántos son los elementos decorativos anexos sin justificación racional? (muchos / intermedio / pocos / ninguno).

Si el producto (automóvil, por ejemplo) requiere aerodinamismo-funcional se debe observar si hay aplicación simulada de metales preciosos, uso de formas atrevidas injustificadas tipo «styling» (estilismo, cosmética), empleo de siluetas de falso-aerodinamismo o la utilización de símbolos heráldicos, aplicación desmedida de ornamentos y agregados superfluos, enmascaramiento y simulación por vía de un simbolismo que supere el nivel de las características reales del producto. La pregunta que cabe es: ¿están correctamente aplicados la forma, textura, colores de las partes del objeto/producto en relación con la utilidad funcional del mismo?

-¿El objeto/producto realza lo funcional con formas verdaderas o lo esconde a partir de la estética de las formas falsas? (formas falsas / intermedio / formas verdaderas / no se sabe).

-¿Esta adecuadamente usado el color? (si / intermedio / no / no se sabe).

-¿Están adecuadamente aplicadas las texturas? (si / intermedio / no / no se sabe).

Verificar la presencia de «buen diseño» (good-design), Gute-Forme o «Ulmer Stil» (de austeridad estética racionalista) en la existencia de significados estético-simbólicos de pureza y racionalismo funcionalista (un uso-abuso de la geometría abstracta justificada solo por la estética purista-racionalista-funcionalista). ¿Existen exceso de abstracción geométrica o estilimos no justificados funcionalmente? (excesos / intermedio / ningún exceso / no se sabe).

Con respecto al factor socio-económico es caro? (muy costoso / razonablemente costoso / barato / no se sabe).

Elementos a ser cuantificables en la denotación de la utilidad socrática sobre el objeto/producto

¿Es cómodo en el uso o ergonómico? (si / termino medio / no).

Su rendimiento funcional: ¿hace adecuadamente el trabajo previsto? (mucho / intermedio / poco).

¿Existe peligrosidad (mecánica o de otro tipo) en el uso? (si / no)

¿Es fácil su mantenimiento? (fácil / termino medio / difícil).

¿Cuánto tiempo dura el producto (vida útil)? (durable / medianamente durable / no durable).

¿Cuál es el grado de innovación tecnológica en cuanto a los materiales utilizados y los procesos de fabricación implicados? (totalmente innovador / medianamente innovador / no innovador).

¿La calidad de los materiales, su fabricación y su funcionalidad, garantizan el buen uso)? (si / no tanto / no)

¿Cumple con las medidas antropométricas requeridas por los valores estadísticos usuales? (si / no).

Presentación de la Matriz de Datos Samajaniana

La misma se presenta pero no se discutirá en este trabajo su utilización, eso quedará para otro ensayo.

ACLARACION: Asimismo queda sujeta a revisiones posteriores, mejoras o perfeccionamiento que se le pueda efectuar.

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Referencias bibliográficas

(1) http://www.monografias.com/trabajos14/semiotica/semiotica.shtml

(2) Herbert Read. Arte e Industria. Ediciones infinito. Buenos Aires. Primera edición en español. 1961. (pp. 53).

(3) Ferdinand de Saussure: fue un lingüista suizo, que nació en Ginebra en 1857. Luego de haber estudiado y dictado clases en varios lugares de Europa, regresó a su ciudad natal en 1889, donde creó una cátedra de Lingüística en la Universidad. Dos de sus alumnos, en colaboración con A. Redlinger, reunieron los apuntes de las clases de De saussure y publicaron el Curso de Lingüística General, en 1916, tres años después de su muerte. Lo fundamental de ese trabajo es que expone las ideas originales de De Saussure con respecto a la dimensión social de los lenguajes: "Se puede concebir una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social…La llamaremos semiología (del griego semeion, signo)".

(4) Charles Sanders Peirce: nació en 1839 en Massachussets, Estados Unidos. A partir de su formación e interés en lógica, física, matemática y psicología, descubrió la lógica simbólica. Lo que buscaba no era una tarea sencilla: encontrar la universalidad de pensamiento que permitiera entender la totalidad del mundo. Recién en 1931 –varios años después de su muerte, ocurrida en 1914- comenzaron a publicarse sus obras.

(5) Roland Barthes: fue un semiólogo y ensayista francés que nació en Cherburgo en 1915. Fue profesor en diversos liceos europeos e incluso en Egipto. Allí conoció al lingüista Algirdas Greimas, quien lo inició en las teorías de De Sausurre. Barthes publicó diversos artículos en revistas, que dieron origen a sus libros. Los temas fundamentales en su obra son el mito y la significación en relación con los sistemas culturales. Barthes falleció en 1980.

(6) Tedeschi, Pablo. La génesis de las formas y el Diseño Industrial. Editorial EUDEBA. Buenos Aires. 1962. (pp. 5).

(7) Heler, Mario, Nociones. Filosofía y lógica, Ed. LEA, Buenos Aires, 1978. (pp. 39).

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Autor:

Ibar Anderson

Diseñador Industrial

Magíster en Estética y Teoría del Arte.

Facultad de Bellas Artes. Universidad Nacional de La Plata.

Argentina. 2009.

Partes: 1, 2, 3
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