Uno de los ejemplos más fehacientes de estas expresiones de poder que algunos hombres ejercen, lo es, sin dudas, el hostigamiento o acoso sexual; el que podemos definir como cualquier conducta física o verbal con connotaciones sexuales dirigidas hacia una persona en contra de su voluntad. El acoso sexual puede ser realizado por una persona que ocupa una posición, laboral o en cualquier otro ámbito, de mayor jerarquía que la víctima del acoso, por ejemplo la típica relación jefe – subordinada; puede darse además, entre personas que ocupan una misma posición, por ejemplo compañeros y compañeras de trabajo.
Según López, F.(1994, p-129) el acoso sexual es un concepto menos definido que los abusos sexuales y la violación. Plantea que podría definirse como cualquier forma de presión a otra persona con el fin de imponerle relaciones sexuales que no desea. Estas presiones pueden ser de tipo económico, laboral o social.
Cubre una amplia gama de presiones, demandas, exigencias y agresiones sexuales no deseadas que se expresan en las relaciones entre los géneros. Por regla general quien hostiga es el hombre, siendo la mujer la víctima más frecuente del acoso sexual, según Silva, R. y Martínez, L. (1998, p-148), refiriendo a Renick (1980).
En cualquier caso, debemos considerar que se trata de una forma de presión sexual no deseada, y en último término eso es lo que lo diferencia de otras situaciones, en los que los juegos de seducción adquieren un sentido totalmente justificado.
La forma más conocida de acoso sexual es la que se da dentro del lugar de trabajo, sirviéndose el patrón, jefe, encargado o compañero, de las relaciones de poder que tiene sobre las trabajadoras.
En sus manifestaciones más sutiles el acoso sexual incluye piropos, guiñadas, insinuaciones sexuales y la repetición deliberada de comentarios no requeridos. Pero estas formas de asedio suelen ser sustituidas por expresiones más directas y más violentas de agresión sexual según aumente el grado de poder del hombre sobre la mujer.
En estos casos, la víctima puede estar expuesta a frases de cariño no deseadas, pellizcos, roces corporales no solicitados, invitaciones insistentes a salidas que no desea, gestos obscenos, ofensas verbales de naturaleza sexual, así como: besos, abrazos y apretones forzados. En los casos más extremos pueden aparecer las formas agravadas de violencia, que vienen unidas a los intentos de violación sexual.
El concepto de acoso fue acuñado por el movimiento feminista norteamericano en los años setenta. El término surgió a partir de un análisis llevado a cabo por un grupo de mujeres universitarias sobre su experiencia laboral, formulándose como una conducta intrusiva o indeseada de los hombres en la vida de las mujeres.
No se concebía entonces que dicha conducta fuera necesariamente de naturaleza sexual. Más bien se trataba de un conjunto de prácticas y actitudes que infantilizaban a las mujeres en el trabajo, obstaculizaban su integración o negaban su valor como profesionales.
El tema adquirió, en los años ochenta, una enorme resonancia en los medios de comunicación, fundamentalmente en EE.UU., a raíz de una serie de juicios que conmovieron, por sus connotaciones políticas, sexuales y sociales, a la opinión pública.
Al mismo tiempo se llevaba a cabo una importante labor de investigación sobre el acoso sexual, centrada básicamente en los aspectos psicosociales del fenómeno, intentando identificar el alcance del problema social, así como cuantificar los costos sociales, tanto para las víctimas del acoso, como para las empresas donde éstas trabajaban.
En el mundo anglosajón, se multiplicaron los estudios tanto de carácter teórico como empírico sobre el acoso sexual en los centros de trabajo y en los espacios universitarios. Dos factores influyeron, como mínimo, en este nuevo interés por el acoso sexual:
– El primero fue la entrada de las mujeres en el mercado del trabajo, en los años ’70, a una escala sin precedentes, dando lugar a dos respuestas algo contradictorias. Por un lado fue tomada a mal y percibida como una amenaza. Si bien la resistencia a su presencia algunas veces adoptaba la forma de una discriminación sexual, es decir, asignación de trabajos con bajos salarios y sin promoción, en otros casos se explotaba la presencia de mujeres.
Los favores sexuales y el sometimiento al comportamiento sexualmente ofensivo eran considerados como condiciones de empleo, que abarcan desde la contratación, la conservación del propio trabajo, hasta el cambio a otro trabajo, o la promoción. El mensaje de dicho trato era relativamente más claro: las mujeres eran objetos sexuales en primer lugar, y, en segundo, trabajadores valiosos.
– El segundo factor que influyó en el repentino interés de los investigadores por el acoso sexual, fueron las resoluciones legales iniciadas en los Estados Unidos, que reconocían que el acoso era un tipo específico de conducta prohibida, y no una violación de otra obligación legal más general, las que animaron a los investigadores a centrar sus esfuerzos en la identificación del alcance del problema del acoso sexual en el trabajo.
Más recientemente, los esfuerzos que han guiado las aproximaciones al problema del acoso, se han decantado por su definición y por la evaluación del mismo.
Pernas B. y otros (2000), realizaron una investigación, que publicaron bajo el título "La dignidad quebrada. Las raíces del acoso sexual en el trabajo", los resultados más importantes, demuestran que la visión cambia según el puesto que se ocupe en las organizaciones. Cambia la relación entre la identidad sexual y laboral, la percepción de la propia valía y la capacidad de reacción ante el entorno. Además de presentarse, socialmente, una relación con el trabajo distinta cuando se ocupan puestos tradicionalmente feminizados, donde la expectativa social sobre la mujer afecte el puesto y a la tarea, o puestos que siempre se habían reservado para hombres, llenos de rituales que determinan los comportamientos.
Igualmente la posición de poder, autoridad que se deriva del cargo no es vista de forma similar cuando el que ocupa el puesto es un hombre o una mujer. La jerarquía es natural en el hombre, la ejerce con equidad o con abuso. En las mujeres todavía es extraña, y al contrastar con el sexo puede parecer siempre abusiva o exagerada.
En el libro "El hostigamiento sexual de las trabajadoras en sus centros de empleo"; sus autoras, las puertorriqueñas Lourdes Martínez y Ruth Silva Bonilla, reflejan una investigación realizada al respecto en el que se trazaron como objetivos: examinar cómo registran las mujeres, trabajadoras asalariadas en este caso, la existencia de un vasto conjunto de prácticas de asedio sexual a que son sometidas en su centro de trabajo, basadas en estudios anteriores que documentan la existencia de estas prácticas de hostigamiento sexual en los centros de empleo, como los de Alvarado (1982) y Muñoz (1984).
Las metas más específicas que se propusieron fueron: identificar los niveles de vulnerabilidad al hostigamiento sexual de las trabajadoras en las diferentes jerarquías de empleo y salario y el nivel de capacitación de las empleadas de esa vulnerabilidad diferente; identificar la magnitud de los efectos del hostigamiento sexual en las vertientes psicológica y económica de las trabajadoras, así como los efectos que producen en las estructuras de las relaciones sociales de las mujeres en sus centros de empleo y fuera de éste, con énfasis sobre la forma en que las trabajadoras conceptualizan dichos elementos, y examinar el nivel de conocimiento de las trabajadoras en los diversos contextos de empleo acerca de las leyes que imponen sanciones al hostigamiento sexual.
Consideraron esta investigación como una tarea científicamente urgente, argumentando que a través del discurso dominante estas prácticas de asedio quedan excluidas de hacer su entrada a nuestra conciencia cotidiana en forma de denuncia, dado que las mismas no suelen ser conceptualizadas como prácticas de violencia, de subordinación y atropello.
Señalan que, aunque idealmente, para el estudio del ámbito laboral, es necesario centrarse en un espacio separado, éste no tiene nada de puro, sino que las formas son solidarias con las que existen en el conjunto social y sus prejuicios tienen raíces similares aunque manifestaciones propias.
También expresan que el trabajo, precisamente porque se entiende desde la revolución industrial, se ha formado sobre la dicotomía público – privado y se ha intentado distinguir entre su racionalidad y la presunta eficacia de otros órdenes sociales.
El tiempo es medido en el trabajo antes que en otros espacios, para ser convertido en valor económico; el cuerpo es disciplinado en el trabajo, las máquinas y los trabajadores armonizados; tiempo, valor y dinero forman una alianza que no existe en la familia, ni teóricamente en el resto de la vida social, aunque la sociedad de consumo haya desbaratado esta diferencia.
Con estas reflexiones pudieron explicar que la entrada masiva de las mujeres en el mercado del trabajo no es un acontecimiento neutral, sino que arrastra múltiples transformaciones. Afecta, evidentemente, a la igualdad de géneros de forma muy profunda, al consagrar la independencia económica de la mujer; afecta a la organización del trabajo y al resto de la vida social, obliga a replantear la distribución del tiempo social y de los recursos sociales; introduce el sexo en el trabajo, o al menos así lo parece, puesto que la cultura patriarcal atribuye el "orden sexual" a las mujeres. Esto no es cierto, una forma de sexualidad, la masculina, ha imperado en las formas y manifestaciones del cuerpo en el mundo del trabajo; lo interesante sería reflexionar a cerca de por qué la llegada masiva de las mujeres al trabajo, se manifiesta en forma de problemas como el acoso sexual.
Algunas organizaciones laborales, según datos recogidos por algunos sindicatos de gran reconocimiento a escala internacional, en 1987 brindaron la información de que alrededor de un 84% de las mujeres trabajadoras de algunas empresas habían sufrido algún tipo de acoso sexual, datos que dan una idea de las verdaderas dimensiones que alcanza este hecho.
Otras investigaciones nos muestran las consecuencias del acoso sexual para la persona que ha sido objeto del mismo: del orden laboral, ocasionando el abandono o cambio de trabajo, absentismo laboral, baja productividad, dificultad en el desempeño del trabajo, y la creación de un ambiente tenso y hostil que puede afectar la salud de la persona, etc.; del orden social ya que en muchas ocasiones se tiende a culpabilizar a la victima con la consiguiente pérdida de estima y rechazo hacia ella; del orden personal, disminuyendo la autoestima de la persona, provocando situaciones de presión, stress, tensión nerviosa, irritabilidad, ansiedad, las cuales pueden dar lugar a un estado de depresión y otros problemas médicos tales como jaquecas, trastornos cutáneos y problemas digestivos; además de falta de interés en su trabajo con manifestaciones físicas.
Una arista importante a tomar en cuenta en el acoso sexual es la legal, ya que éste forma parte de un una serie de conductas que violan normas y leyes establecidas, aunque la sociedad en su quehacer diario condiciona, a través de la educación sexista, la existencia y perpetuidad de conductas violentas, además de que los mecanismos legales existentes son insuficientes.
El Código Penal Cubano en el artículo 303, luego de las modificaciones realizadas en 1997, establece que: "se sanciona con privación de libertad de tres meses a un año o una multa de cien a trescientas cuotas, a quien acose a otro con requerimientos sexuales". Este delito se incluyó dentro de la sección quinta referente al Ultraje Sexual, del Capítulo y Título correspondientes a Delitos contra el normal desarrollo de las relaciones sexuales.
Consideramos como un gran logro que se incluyera el acoso sexual de manera explícita en nuestra Legislación, pero valoramos que resulta necesario explicar en la misma, de forma sintética, qué vamos a entender por acoso sexual, teniendo en cuenta que la aplicación de la ley pasa por la subjetividad de las personas, mucho más con un tema tan discutido aún en las ciencias sociales.
Aproximación al estudio del acoso sexual en Cuba.
En Cuba, la violación, el abuso sexual de menores, la violencia doméstica o familiar y otras formas de violencia sexual, han tenido sus manifestaciones, pero no en el orden del resto de los países de América Latina. Nuestra sociedad no se caracteriza en su generalidad por el maltrato, sin embargo en el mundo privado de la familia, todavía superviven estas manifestaciones, aunque de forma general la comunidad rechaza tales conductas.
La sociedad cubana se basa en los principios de la igualdad y la no-discriminación, los cuales están incorporados a todas las leyes y políticas del país desde el Triunfo de la Revolución en el año 1959; no obstante, existen manifestaciones de violencia en nuestro entorno, que aún no han sido superadas, ya que los cambios en la conciencia social son mucho más lentos. Por lo que todavía persisten en la conciencia social e individual de hombres y mujeres en nuestro país, viejas concepciones sexistas que obstaculizan en la práctica el pleno ejercicio de la igualdad entre ambos sexos.
Con el fin último de contribuir al conocimiento del acoso sexual en Cuba, (una de las situaciones de violencia menos conocidas en nuestro país y de las que a penas se comienza a hacer referencia), así como a la sensibilización y toma de conciencia de la población para su necesaria eliminación, y educación de ambos sexos sobre la base de la equidad en la diferencia, nos propusimos realizar una investigación exploratoria y descriptiva con el objetivo de determinar las principales manifestaciones de acoso sexual en la vida pública y laboral de un grupo de trabajadoras del Turismo, por ser un sector complejo, con gran competitividad y donde la mayoría de los que tienen el poder administrativo son hombres; aunque éste puede manifestarse en todas las esferas laborales.
La investigación fue realizada en el Municipio Plaza de la Revolución, en la Ciudad de La Habana, por conocer las complejidades que encierra como toda capital, y tomando en cuenta que este municipio posee gran cantidad de instalaciones turísticas
La muestra fue seleccionada a través del muestreo no probabilístico, muestra espontánea. Quedó integrada por 50 mujeres, cuyas edades oscilan entre los diecisiete y los cincuenta y cinco años, (edad laborable para las mujeres en Cuba). Para la recogida de información se utilizaron 3 cuestionarios cerrados, una técnica proyectiva y una entrevista semiestructurada.
¿Qué encontramos en la investigación?
El 96% de la muestra ha sido victima de acoso sexual.
Se ha manifestado sin distinción de edad, aunque con un predominio entre mujeres jóvenes; el sector laboral predominante es el turismo con 19 de las situaciones de acoso, y de estado civil soltera o casada indistintamente. Sucede, además, a cualquier hora y en disímiles lugares sin distinción, aunque existen algunos como los parques, paradas de ómnibus, etc., que tienen preferencia por los victimarios.
El acoso sexual público resulta predominante con el 96% de las mujeres, a pesar de ser menos estudiados por los investigadores del tema. Entre las situaciones que con mayor frecuencia han vivido destacan insinuaciones y/o propuestas referentes a la sexualidad, al cuerpo y a mantener relaciones sexuales en contra de la voluntad, que es considerado como acoso sexual de intensidad leve, aunque es importante considerar las intensidades moderada y grave, a partir de las consecuencias que trae para la victima la realización de esto hechos.
Las victimas han recibido esta manifestación de acoso sexual fundamentalmente por desconocidos, aunque parejas anteriores y personas conocidas han importunado a las mismas con bastante frecuencia, siendo de indiscutible valor para nuestra investigación que 4 personas hayan vivido situaciones de acoso sexual por parte de un familiar, teniendo en cuenta la repercusión que para la afectividad, autovaloración, etc., tienen estas situaciones para quien las vive sobre todo si ocurre en etapas tempranas de la vida como la adolescencia.
El acoso sexual laboral se manifiesta con elevada frecuencia (50%), determinando que un número considerable de mujeres ha sido victima de acoso sexual público y acoso sexual laboral, este dato pudiera apuntar a la gran vulnerabilidad de las mujeres para ser víctimas de violencia y a la carencia de poder social que les ha trasmitido la educación sexista por la que aún atraviesa la sociedad cubana.
Un resultado interesante es que el 36% de los victimarios son personas con mayor jerarquía que la víctima y un 20% compañeros de trabajo, lo que denota abuso de poder por el género y por el cargo, colocando a las mujeres en una situación de inseguridad al ser en su centro laboral un objeto de placer sexual y no un trabajador más. lo que denota que en los centros de trabajo de estas mujeres existe un ambiente de trabajo poco favorable para el desempeño de sus funciones.
Constatamos que el acoso sexual implica situaciones que resultan desagradables para las mujeres que lo reciben, provocando en muchos casos malestar, ira y fundamentalmente reacciones de miedo, lo que nos lleva a comprender en la práctica cuales son las consecuencias que para la victima tienen este tipo de situaciones.
Resulta curioso que un 90% de la muestra (45 mujeres) no tiene conciencia de haber sido víctima de acoso sexual. Ocurre que su concepto de acoso sexual es poco preciso, e incluso en algunos casos las personas no saben de qué se trata.
No existe crítica con respecto a esta situación por parte de ellas mismas, planteando que éstas las enfrentan mayormente las mujeres, lo que nos hace enfatizar en la necesidad de aumentar el caudal de conocimientos con respecto a situaciones de violencia, para que no sean vividas por la mujer como algo normal, natural, que tiene que ser así porque siempre les han sucedido a las mujeres.
También la opinión de las mujeres con respecto al hombre cubano, (bastante agresivo, rebelde, piropeador y enamoradizo, algo tosco y violento; pero por sobre todas las cosas machista) justifica la práctica de la violencia, en algunos casos, en las relaciones entre hombres y mujeres.
Otra idea importante que puede dar la medida de la magnitud del problema es que para la mayoría de la muestra, las mujeres son las responsables de que ocurran estas situaciones puesto que las provocan con su forma de vestir, etc., además de que consideran que el hombre tiene impulsos sexuales imposibles de contener, demostrándose la falta de conciencia de género existente entre las mujeres de la muestra y la urgencia de realizar un trabajo al respecto.
A partir de los resultados pudimos constatar que existen manifestaciones de acoso sexual en el sector turístico del municipio Plaza de la Revolución, en la capital cubana, con gran frecuencia y varios niveles de intensidad e incluso se detectaron víctimas que han vivido situaciones de acoso en los tres niveles (leve, moderado y grave). La mayoría de la muestra ha sido víctima de acoso sexual público y un poco más de la mitad de éstas de acoso sexual laboral, lo que implica que un gran porciento de la muestra está muy expuesto a estas situaciones de violencia, poniéndose de manifiesto que muchos hombres se creen con el derecho de invadir la intimidad de las mujeres obligándolas a asumir y aceptar actos en contra de su voluntad, respaldados en una construcción jerarquizada de los géneros en el ámbito social.
Las consecuencias que para la víctima tiene vivir estas situaciones son sobre todo de orden emocional y laboral entre las que se presentan: el miedo, malestar físico, despidos laborales y empeoramiento de la situación laboral; añadiendo a esto que los efectos en muchos casos no son sólo de inmediato sino que pueden prolongarse de por vida.
Las personas que con mayor frecuencia acosan sexualmente son los desconocidos en el público y los jefes en el centro laboral, aunque otras personas con menor frecuencia han jugado el rol de victimarios, como los amigos, vecinos y compañeros de trabajo.
Aunque no se planteó dentro de los objetivos de la investigación, pudimos conocer que estas personas han realizado las conductas de acoso fundamentalmente a mujeres jóvenes, no importa el estado civil y en el caso del público no importa el lugar aunque algunos parques, el malecón habanero, entre otros, son los más propicios; en el caso del laboral se ha presentado con mayor frecuencia cuando las personas laboraban ya en el sector del turismo.
Las mujeres que han vivido estas situaciones de acoso en muy pocos casos se consideran víctimas de este tipo de violencia lo que puede estar dado por el poco conocimiento que poseen sobre el tema, además que la familiaridad acrítica manifiesta con respecto al acoso sexual, no les ha permitido crear nuevos esquemas referenciales para adaptarse a los cambios que, en cuanto al género, ha introducido la Revolución en nuestro país.
La gran mayoría de este grupo, acusa a las mujeres que son víctimas de acoso sexual de provocadoras de esta situación, y justifica a los hombres porque tienen impulsos sexuales que no pueden contener, lo que da la medida de que las mujeres en muchos casos no tienen claridad en las valoraciones que realizan sobre determinadas situaciones, por basarlas en mitos culturalmente establecidos desde la sociedad patriarcal que determinan una valoración incompleta y rígida, además de auto discriminación en este caso, ya que las mujeres se muestran más machistas que los hombres.
Tomando en cuenta la gravedad del problema, las consecuencias que ocasiona en las víctimas y que por ser un tema poco abordado no ha revelado aún a nuestra ciencia sus verdaderas magnitudes y consecuencias sociales, consideramos necesario incrementar las acciones tanto desde el punto de vista teórico como práctico, para desde nuestro rol como profesionales activos en la transformación cotidiana de la realidad social, contribuir a la continua reducción de las desigualdades existentes entre hombres y mujeres hasta alcanzar una sociedad totalmente equitativa en las relaciones entre ambos sexos.
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Autora:
Karelín López
Lic. en Psicología.
Profesora. Facultad de Psicología.
Universidad de La Habana.
Cuba. 2005.
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