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Teoría del Estado – Unidad 2 – El hombre: Su naturaleza social (página 3)


Partes: 1, 2, 3

a) Mecanicistas: ve la comunidad política y luego al Estado como el producto de un acuerdo voluntario, una relación libre y pactada, obra de la decisión de cada individuo de integrarse a una sociedad mediante un contrato celebrado entre todos. Ven al estado como un mecanismo, encontrando estas teorías adeptos dentro de posturas liberales. Esta concepción prevaleció durante la Revolución Francesa

Esta posición está ligada a la creación artificial del Estado por parte del hombre, de modo que ha existido una libertad contractual y una comunidad instituida por ese medio. El mecanicismo es racionalista, afirmando que la comunidad política es consecuencia lógica del pensamiento humano, determinando la razón cual es la manera más conveniente de organizarse.

Entre los precursores primitivos se encuentran los sofistas griegos, para quienes el Estado es un artificio fundado por la fuerza. En Roma los pensadores Lucrecio, Epicuro y Cicerón sostuvieron posturas semejantes.

Hobbes – autor de Leviatán afirma que el orden social está construido por un acuerdo para salvar el miedo a la muerte violenta, explicando que existía en un origen un estado de beligerancia perpetuo que conduzco a los hombres, en busca de paz y protección, a asociarse y renunciando a sus derechos sobre las cosas. Su doctrina intentaba legitimar la monarquía absoluta ya que, como consecuencia de ese pacto, se producía una delegación irrevocable del poder en el soberano para mantener ese contrato original.

Locke asocia el estado de naturaleza con un estado de libertad donde rige el derecho natural. Sin embargo sostiene que la sociedad natural se encuentra llena de miedos y peligros por cuya causa, y en uso de esa libertad, los individuos crean el Estado, para la "mutua preservación de la propiedad", y delegan en el soberano los derechos a la defensa y la seguridad. Fiel al racionalismo y al liberalismo, sostiene que el Estado debe garantizar la vida, la libertad y la propiedad privada. La idea de pacto está contenida en las expresiones que "nadie puede tener poder sobre mí si yo no se lo he dado previamente".

Rousseau dice que el estado de naturaleza es la más verdadera y justa forma de vida, en cuya situación el hombre es noble y bueno. Pero, en un momento histórico, no puede superar individualmente los obstáculos por cuya causa se une a otros para vencer esas resistencias. Esa suma de fuerzas para la protección de los bienes y las personas se obtiene mediante un pacto: cada uno cede sus derechos en el soberano, creando una "voluntad general", pero de la que al mismo tiempo participa reservándose el derecho de disolver o revocar ese pacto en cualquier momento, recuperando su libertad original.

John Rawls, pensador contemporáneo, remoza la doctrina del pacto pero introduce un nuevo elemento o presupuesto fundacional que es la justicia: la condición original del pacto es obtener justicia, pero la justicia como equidad. Respecto al estado de naturaleza, que para otros autores representaba una forma previa, es suprimido por Rawls quien afirma que "antes del pacto no hay sociedad". Mediante el pacto se conviene un estado de libertad t las condiciones de igualdad y desigualdad que regirán en la sociedad establecida por este medio. Los pactantes aceptan las desigualdades a cambio de asegurarse el beneficio del progreso personal de los que tengan más.

b) Organicistas: ven al Estado como un fenómeno espontáneo, de natural integración y crecimiento.

Al no existir libre voluntad como condición orgánica, no existe elección. Estiman que el estado es un ente orgánico.

El organicismo tiende a ampliar el panorama propuesto por el mecanicismo más individualista y racionalista de seres aislados contratando por oportunidad y conveniencia un sistema de protección y seguridad. Su finalidad ha sido intentar derrumbar esa creencia, pretendiendo demostrar que existe una condición más espontánea y propia de una naturaleza social previa a la voluntad de asociarse.

Sin embargo esta posición ha dado lugar a interpretaciones que derivaron en sistemas totalitarios. Fundamentalmente se distinguen dos posiciones:

La concepción orgánica histórica que ha visto al Estado como un organismo viviente. Se destacan entre sus exponentes a Platón, con su descripción del Estado constituido por órganos vivientes (filósofos, guerreros y artesanos), y la de San Pablo, aunque ambas distan de ser doctrinas organicistas por la ausencia de una fundamentación metodológica, siendo más bien formas ideales para representar la unidad de la comunidad política.

La otra posición es un movimiento que, en reacción al racionalismo, postura una concepción organicista, debiendo citarse a Comte y Spencer, éste último como continuador de Darwin. Herbert

Spencer traza un paralelismo entre los organismos individuales y las sociedades donde, según él, se asemejan, ya que comienzan por pequeños agregados y aumentan de masa, las estructuras se vuelven más complejas, creando una interdependencia gradual y de esencial vinculación, dando como resultado que la vida de una sociedad es independiente de las unidades que las componen y más perdurables que éstas.

Justificación del Estado

En este punto se intenta justificar las consecuencias que genera para quienes se encuentren bajo la órbita del aparato de dominación del Estado. En síntesis, se trata de explicar y justificar la apropiación y el ejercicio del poder. Las explicaciones suministran diversas teorías, clasificadas por George Jellinek en: Doctrinas religiosas: Para las doctrinas religiosas, el poder proviene de Dios y el Estado encuentra justificación en la voluntad de un demiurgo, ya que los actos humanos son ajenos a esa decisión divina. Estas doctrinas a su vez son variadas:

o Para las precristianas el origen divino está asignado directamente al gobernante como las teocracias orientales.

o Para las doctrinas cristianas, hay dos vertientes: la del derecho divino que afirma que Dios elige al gobernante y la del derecho divino natural donde se considera que el poder deriva de Dios pero llega al gobernante a través del pueblo, tal como explica Francisco Suárez. Las encíclicas papales adhieren a esa última posición.

Doctrinas de la fuerza: describe el fenómeno que siempre van a existir dos grupos sociales aunque no justifican correctamente el uso del poder. Afirman que existen gobernantes que tienen superiores coeficientes intelectuales o mejores destrezas físicas que los lleva a ocupar cargos de dirigentes. En realidad no justifican el poder sino que explican su naturaleza, encontrándose entre sus representantes a Spengler, Nietzche, Carlyle y Mosca.

Doctrinas jurídicas: Jellinek clasifica a estas doctrinas en:

o Patriarcal: aspira justificar la monarquía, ya que explica las razones del poder a través del derecho sucesorio y el de la familia. Se hereda el poder y el liderazgo familiarmente, del mismo modo que ha sucedido en la monarquía absoluta.

o Patrimonial: identifica la posesión sobre la tierra con el detentador del poder. El territorio del Estado y el poder ejercido sobre el mismo es la justificación, siendo el ejemplo típico el feudalismo.

o Contractual: según esta doctrina el Estado tiene su origen en una relación de contrato, siendo esa relación jurídica la que justifica la existencia del Estado, ya que a través de la misma los derechos y obligaciones han sido aceptados mediante el consentimiento recíproco de un pacto social. Los tres autores más representativos son Hobbes, Locke y Rousseau.

Doctrinas ético-finalistas: Opinan que el Estado es un medio de realización de la persona. Es el lugar en que el individuo puede alcanzar su plenitud. Así Aristóteles expresaba en "La Política" que solamente en la polis el hombre podía alcanzar su plenitud a través de las relaciones políticas. Igualmente Santo Tomás consideraba la realización espiritual del hombre a través del Estado cuyo fin fundamental era el sumo bien.

Doctrinas Psico-sociológicas: Parten de considerar que existe una tendencia natural a la relación, un instinto gregario, al que Freud denomina "instinto de horda con un líder" que motiva al individuo a formar el grupo y crear un Estado. Bertrand Rusell señala que la "cohesión social que empezó con la leltad hacia un grupo, reforzada por el miedo a los enemigos, fue transformándose mediante procesos en parte naturales en parte deliberadas hasta llegar a las aglomeraciones que conocemos como naciones".

Doctrinas negativas: el anarquismo. Niega la posibilidad que el Estado pueda justificarse ya que consideran que el poder no debe existir, niegan su necesidad y argumentan que su misión solamente es oprimir y crear desigualdades. Existen muchos pensadores adheridos, entre los que pueden mencionarse a Lao-Tsé en China, Antístenes y Diógenes – fundadores de la escuela Cínica – en Grecia y, en la época moderna, León Tolstoi y Pedro Kropotkin.

El anarquismo es una doctrina política que se opone a cualquier clase de jerarquía, tanto si se ha consolidado por la tradición o el consenso como si se ha impuesto de forma coactiva. Los anarquistas creen que el mayor logro de la humanidad es la libertad del individuo para poder expresarse y actuar sin que se lo impida ninguna forma de poder, sea terrena o sobrenatural, por lo que es básico abatir todo tipo de gobierno, luchar contra toda religión o secta organizada, en cuanto que éstas representan el desprecio por la autonomía de los hombres y la esclavitud económica. Combatir al Estado como entidad que reprime la auténtica libertad económica y personal de todos los ciudadanos se convierte en una necesidad inmediata y la desaparición del Estado se considera un objetivo revolucionario a corto plazo.

La doctrina anarquista impone para su acción una sola limitación: la prohibición de causar perjuicio a otros seres humanos, y de esta limitación nace otro presupuesto ideológico básico: si cualquier humano intenta hacer daño a otros, todos los individuos bienintencionados tienen derecho a organizarse contra él.

Concepción antropológica del Estado

Los estudios más profundos de la antropología (ciencia que trata de los aspectos biológicos y sociales del hombre) política sobre el Estado fueron realizados en la primera época de esta ciencia, cuando se ocupaba casi exclusivamente de los pueblos primitivos, ágrafos (incapaz de escribir o no sabe hacerlo) o con organizaciones muy rudimentarias. Estas investigaciones arrojaron luz sobre aspectos relacionados con la conformación política de una sociedad que ayudan a resolver temas relacionados con el origen y la justificación del Estado.

Tipos históricos de Estado

En distintos estudios antropológicos se han considerado los tres elementos mínimos necesarios para la constitución de un Estado, señaladas por Balandier, siendo éstas:

1. demarcación o unidad territorial,

2. la distinción entre gobernantes y gobernados y,

3. el monopolio colectivamente consentido de la fuerza.

Desde esta referencia pueden hablarse de tres grandes grupos: el estado antiguo, el medieval y el moderno.

El estado antiguo: No todos tenían las mismas características, por cuya causa se consideran los elementos comunes, aunque es dable remarcar que esas organizaciones desconocían presupuestos actuales como derechos humanos, participación política entre otros.

La influencia más importante para la concepción moderna ha sido la concepción religiosa del Estado judío, la práctica democrática de Grecia y las instituciones jurídicas de Roma.

El estado medieval: Luego de la conquista de Roma por los bárbaros comienzan una serie de cambios históricos que se prolongan los mil años que dura la Edad Media, donde se pueden distinguir tres etapas:

o Los reinos germánicos.

o La estructura feudal.

o La estructura estamental.

En los dos primeros se advierte un poder fragmentado, con múltiples centros de autoridad, el territorio equivale al señorío, la influencia de la Iglesia Católica resulta determinante, el poder real reducido a una discreta potestad legislativa y la soberanía estaba confundida con la propiedad.

En la estructura estamental declina el poder de los señores feudales por el surgimiento de las ciudades (burgos), el nacimiento de un nuevo poder originado en el agrupamiento de esos burgueses en corporaciones que crean la estructura política estamental y la modificación de la economía primitiva por una comercial y dineraria.

El estado moderno: También pueden distinguirse etapas para un mejor análisis:

o La primera surge como consecuencia de la lucha entre el poder temporal y el poder de la Iglesia con la prevalencia del absolutismo monárquico.

o La segunda surge con el constitucionalismo y la difusión de las ideas liberales, que conducen a la reducción de las funciones del poder y la protección de los derechos individuales y los demás presupuestos que dan origen al denominado Estado de Derecho.

o Como reacción al liberalismo surge el Estado Totalitario, donde los fines de esa organización prevalecen sobre el individuo, se aumenta y centraliza el poder, se instaura un régimen de partido único y se establece una ideología oficial obligatoria.

o Los estados actuales se proclaman, en general, democráticos y se identifican con la doctrina del Estado de Derecho sobre la base de la libertad, los derechos humanos, la ecología entre otros valores a los cuales adhieren y se obligan mediante pactos, protocolos y declaraciones internacionales, tendiendo asimismo a unificar mercados mediante convenios y uniones como el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), La Unión Europea, entre otros.

Dentro de este tema, es importante recordar el concepto del Estado de Derecho con el que se identifican las organizaciones modernas: El Estado de Derecho es una fórmula relativamente reciente en el Derecho Constitucional, con la que se quiere significar que la organización política de la vida social, el Estado, debe estar sujeta a procedimientos regulados por ley. El concepto de Estado de Derecho culmina una larga evolución histórica cuyos inicios se pueden situar en los orígenes mismos del Estado constitucional. Es el resultado final de la suma de una serie de elementos que han surgido en un proceso de lucha y que han supuesto la ampliación de su base material. Tres momentos fundamentales se pueden distinguir en su formulación hasta alcanzar el sentido que tiene en la actualidad.

En el primer momento se luchó para que el Estado, personificado en el monarca y en las instituciones en que se fundamenta (burocracia, ejército y aristocracia), se sometiera en el ejercicio del poder a formas jurídicas bien establecidas, reglas generales, dadas con el consentimiento de la representación de la sociedad (en el Parlamento), discutidas y públicas. En esta primera acepción supuso ya el reconocimiento de los derechos fundamentales de los ciudadanos: libertad civil, igualdad jurídica, independencia del poder judicial y garantía de la propiedad. En un segundo momento, el Estado de Derecho implicó también la extensión del control judicial a la actividad administrativa. A finales del siglo XIX se produjo un fuerte debate en torno a esta cuestión, que cristalizó con el desarrollo de la administración contencioso-administrativa, encaminada a romper la impunidad del Estado ante sus propias acciones. El tercer momento se inició después de la I Guerra Mundial. El concepto de Estado de Derecho pasó a incluir la legitimación democrática del poder del Estado, que también tiene que estar sometido a norma jurídica.

Por tanto, el Estado de Derecho supone el reconocimiento de los derechos personales (imperio de la ley), la responsabilidad del Estado y la legitimación democrática del mismo.

Antecedentes Históricos del Estado

El origen del Estado. En las sociedades matriarcales, anteriores a la aparición de la familia monogámica y de la propiedad privada, el poder social se distribuía de forma escalonada a partir de los consejos de ancianos y de las estructuras tribales. Las relaciones entre los miembros de la sociedad eran de tipo personal y la cohesión del grupo se basaba en prácticas religiosas y ritos sociales de tipo tradicional.

El surgimiento de la agricultura y la consiguiente distribución de la tierra entre los miembros de la sociedad favoreció la aparición de la propiedad privada, de los derechos hereditarios y, por consiguiente, de la familia patriarcal, en la que la descendencia debía asegurarse mediante un sólido vínculo matrimonial de carácter monogámico (la mujer sólo podía tener un marido). Los primeros Estados, en Egipto, Mesopotamia, China, la India, Mesoamérica, los Andes, etc., surgieron, por una parte, como una delegación del poder social en una estructura política capaz de asegurar el derecho de propiedad frente a competidores internos (ladrones) o externos (invasores) y, por otra, como una organización destinada a hacer posible la realización de los trabajos colectivos (construcción de canales, presas, acequias, etc.) necesarios para el conjunto de la comunidad.

Estos primeros Estados se caracterizaron por ejercer un poder absoluto y teocrático, en el que los monarcas se identificaban con la divinidad. Por consiguiente, el poder se justificaba por su naturaleza divina, y eran las creencias religiosas de los súbditos las que lo sustentaban.

La primera experiencia política importante en el mundo occidental se realizó en Grecia hacia el siglo V a.C. La unidad política griega era la polis, o ciudad-Estado, cuyo gobierno en ocasiones fue democrático; los habitantes que conseguían la condición de ciudadanos -de la que estaban excluidos los esclavosparticipaban en las instituciones políticas. Esta democracia directa tuvo su más genuina expresión en Atenas.

Para los filósofos griegos, el núcleo del concepto de Estado se hallaba representado por la idea de poder y sumisión. Platón, en sus obras La república y Las leyes, expuso que la soberanía política debía someterse a la ley y que sólo un Estado en el que la ley fuera el soberano absoluto, por encima de los gobernantes, podría hacer felices y virtuosos a todos los ciudadanos. Platón esbozó el modelo de una ciudad-Estado ideal, en el que la ley ejercía una función educadora tanto de los ciudadanos como del Estado. Aristóteles distinguió varias formas de gobierno y de constitución, y admitió límites al ejercicio del poder mediante el derecho y la justicia.

La organización política de Roma fue inicialmente similar a la griega; la civitas -ciudadera el centro de un territorio reducido y todos los ciudadanos participaban en el gobierno de la misma. Con la expansión del imperio y de las leyes generales promulgadas por Roma, se respetaron las leyes particulares de los diferentes pueblos sometidos. Marco Tullo Cicerón, orador y filósofo romano, expuso que la justicia es un principio natural y tiene la misión de limitar el ejercicio del poder.

Los arquetipos políticos griegos y las ideas directrices de Cicerón ejercieron una influencia decisiva en san Agustín y en todos los seguidores de su doctrina. Para san Agustín, el Estado está constituido por una comunidad de hombres unida por la igualdad de derechos y la comunidad de intereses: no puede existir Estado alguno sin justicia. Sólo la iglesia, modelo de la ciudad celeste, puede orientar la acción del Estado hacia la paz y la justicia.

En el Medioevo surgió como elemento nuevo la teoría de que el poder emanaba del conjunto de la comunidad y, por tanto, el rey o el emperador debían ser elegidos o aceptados como tales por sus súbditos para que su soberanía fuese legítima. Este enfoque, según el cual el poder terrenal era autónomo con respecto al orden divino, dio lugar al nacimiento de la doctrina de un "pacto" que debía convenirse entre el soberano y los súbditos, en el que se establecían las condiciones del ejercicio del poder y las obligaciones mutuas, con la finalidad de conseguir el bien común. La ley humana, reflejo de la ley divina, debía apoyarse en la razón. Santo Tomás de Aquino reflejó esta concepción sobre el poder en su obra Summa theologica.

El desarrollo del Estado moderno. La concepción antropocéntrica del mundo que adoptaron los renacentistas trajo consigo la secularización de la política. Nicolás Maquiavelo, en su obra El príncipe, abogó por un Estado secular fuerte, capaz de hacer frente al poder temporal del papado. Según Maquiavelo, el Estado tiene su propia razón que lo guía: la razón de Estado, independiente de la religión y de la moral. El Estado renacentista se caracterizó por las siguientes notas: existencia de un poder independiente –con un ejército, una hacienda y una burocracia a su servicio-, superación de la atomización política medieval, base territorial amplia y separación entre el Estado y la sociedad.

En el siglo XVI, Jean Bodin añadió a la idea de independencia del poder político la noción de soberanía: el Estado es soberano y no ha de reconocer en el orden temporal ninguna autoridad superior, lo cual le conferirá una consistencia jurídica. A este contenido racional, aportado por el Renacimiento, se debe la aparición del Estado moderno, que se distingue por estar constituido por una población amplia que normalmente reúne características nacionales, asentada en un territorio definido y regida por un poder soberano.

Desde el siglo XVI, el Estado ha conocido las siguientes configuraciones: Estado autoritario, Estado absoluto, Estado liberal, Estado socialista o comunista, Estado fascista y Estado democrático.

La primera fase del Estado moderno se caracterizó por el reforzamiento del poder real, aunque sus medios de acción política se vieron limitados aún por la privatización de los cargos públicos. El ejemplo más conocido de Estado autoritario fue el imperio hispánico de Felipe II. En el proceso de secularización y racionalización del poder, el absolutismo (siglos XVII y XVIII) supuso la definitiva desvinculación del Estado con respecto a los poderes del imperio y el papado, por una parte, y de la nobleza y las corporaciones urbanas, por otra. La soberanía, capacidad de crear el derecho y de imponer la obediencia a las leyes, quedó concentrada en el Estado, identificado con el monarca absoluto. Luis XIV de Francia fue el máximo exponente del absolutismo monárquico.

El ascenso económico de la burguesía planteó en la segunda mitad del siglo XVIII la necesidad de encontrar fórmulas políticas que recogieran sus planteamientos sobre la configuración de la sociedad y el Estado: participación, igualdad jurídica, libertades individuales y derecho de propiedad. Nuevas teorías políticas contribuyeron a conformar la ideología de la burguesía revolucionaria. Thomas Hobbes, defensor aún del Estado absolutista, introdujo el individualismo radical en el pensamiento político y estableció las bases teóricas del concepto moderno del contrato social, que posteriormente sería desarrollado por Jean-Jacques Rousseau. John Locke expuso el carácter natural del derecho a la vida y a la propiedad y defendió una división de poderes orientada a combatir el centralismo absolutista. El barón de Montesquieu definió la configuración clásica de esta división de poderes en ejecutivo, legislativo y judicial.

Los Estados contemporáneos. La revolución francesa tuvo como consecuencia la creación de un nuevo marco político adaptado a las transformaciones económicas que estaba experimentando la sociedad con el desarrollo del capitalismo. Para garantizar las libertades individuales, la igualdad legal y el derecho de propiedad, se limitaron las prerrogativas reales y se sometió la actuación estatal al imperio de la ley. Con el precedente de las constituciones Estadounidense y francesa, pronto empezaron a surgir en los países europeos y americanos textos constitucionales en los que se consagraba el fraccionamiento del poder como garantía efectiva de los derechos del individuo. La misión principal del Estado liberal radicaba en la protección de las libertades individuales y en el mantenimiento de un orden jurídico que permitiese el libre juego de las fuerzas sociales y económicas. Para cumplir esta misión, el Estado se valía de los medios legales que establecía la constitución.

El crecimiento del proletariado industrial y los conflictos imperialistas entre las potencias europeas favorecieron el deterioro y el descrédito de los regímenes liberales desde finales del siglo XIX. El socialismo utópico y, después, el anarquismo y el marxismo negaron la legitimidad del Estado liberal y propusieron nuevos modelos de sociedad en los que el hombre pudiera desarrollar plenamente sus capacidades.

Realizó el anarquismo una crítica directa contra el Estado, por considerarlo un instrumento de opresión de los individuos. Los anarquistas mantenían que todo poder era innecesario y nocivo, y propugnaban la sustitución de las relaciones de dominio establecidas a través de las instituciones estatales por una colaboración libre entre individuos y colectividades. Representantes destacados de las distintas corrientes anarquistas fueron Max Stirner, Pierre-Joseph Proudhon, Mijaíl Bakunin y Piotr Kropotkin.

Para Karl Marx, Friedrich Engels y los marxistas posteriores, la igualdad jurídica y las declaraciones formales de libertades en los Estados liberales encubrían una desigualdad económica y una situación de explotación de unas clases sociales por otras. El Estado capitalista era el medio de opresión de la burguesía sobre el proletariado y las demás clases populares. Según la teoría del materialismo histórico, el propio desarrollo del capitalismo y el crecimiento del proletariado desembocarían en la destrucción del Estado burgués y en su sustitución por un Estado transitorio, la dictadura del proletariado, que finalmente se extinguiría para dar paso a la sociedad sin clases. La revolución rusa, y posteriormente la china, la cubana y otras, trataron de llevar a la práctica el Estado socialista o comunista de la dictadura proletaria en sus diferentes interpretaciones.

En la primera mitad del siglo XX, la crítica al Estado liberal se desarrolló también a partir de las ideologías fascistas, basadas en una concepción radical del nacionalismo. Tanto el fascismo italiano como el nacionalsocialismo alemán defendieron los intereses de la nación sobre la libertad de los individuos. El Estado, encarnación del espíritu nacional debía concentrar todas las energías individuales con el fin de conseguir sus objetivos últimos y trascendentales. Históricamente, el fascismo constituyo una reacción contra el auge del movimiento obrero y el comunismo internacional después de la revolución rusa, y una justificación ideológica del imperialismo para dos Estados que habían quedado al margen del reparto del mundo por parte del resto de las potencias occidentales.

Después de la segunda guerra mundial, dos sistemas políticos y económicos se disputaron el poder sobre el planeta. En el bloque socialista, disuelto entre 1989 y 1991, los Estados mantuvieron sus características totalitarias, basadas en el poder absoluto de un partido único considerado intérprete de los intereses de la clase trabajadora. En el bloque occidental, el Estado liberal se consolidó mediante la adopción, iniciada desde principios de siglo, de diversos principios democráticos y sociales: sufragio universal (antes era censitario, dicho de un sufragio, de un voto, etc.: Limitados a las personas incluidas en un censo restringido, s decir, sólo para las clases ricas), voto femenino, desarrollo de los servicios públicos y sociales (Estado del bienestar), intervención estatal en la economía, etc. Por otra parte, la tradicional división de poderes se mantuvo formalmente, pero el reforzamiento del poder ejecutivo se generalizó en casi todos los países. A fines de la década de 1990, la globalización llevó a los Estados nacionales a integrarse en mercados comunes e instituciones de gobierno supranacionales.

 

 

Autor:

Dr. Guillermo Hassel

Partes: 1, 2, 3
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