La religión cósmica: El mensaje olvidado de Einstein (Parte I)
Enviado por JOSE ANTONIO BONILLA CASTILLO
- Prólogo
- Introducción
- ¿Dónde está la verdad espiritual?
- La sabiduría antigua ¿Puede ayudarnos?
- ¿De dónde venimos? ¿Para dónde vamos?
- Bibliografia consultada
Está llegando el momento en el planeta Tierra, de la emergencia de un impulso cósmico que nos hará comprender, cada vez más profundamente, que es posible cambiar esta sociedad alienada, opresora y consumista, transformándola en otra mejor, más digna, más humana y… !Más feliz!, o sea La Gran Utopía (Bonilla,2).
Para llegar a aquella, precisamos recorrer el camino glorioso que nos conduce a la Revolución Integral de las Conciencias (Bonilla, 3). Y ese camino está empedrado por el Desarrollo Espiritual Auténtico, que es la temática de este texto, a través de la Religión Cósmica, el mensaje olvidado de Einstein
Como especie humana, no podemos esperar más. La sociedad moderna se derrumba ahogada en su propio egoísmo. En la segunda década del Siglo XXI, debemos comprender –definitivamente- el contenido esencial de aquel mensaje. Es simple: el único contacto auténtico con El Creador y con el Cristo Cósmico, es nuestro Ser Interior, nuestro Cristo Interno, nuestra Presencia Divina,
Eso es la esencia de la Religión Cósmica. La semilla fue colocada en suelo fértil hace 2000 años, atravesó un largo y duro invierno, y ahora está pronta para germinar. Pero esa semilla precisa de agua y nutrientes para que su germinación ocurra y ellos sólo pueden ser proporcionados por el único ser al cual El Creador le dio libre arbitrio: nosotros.
A través de este texto invitamos a todos, a transformarnos en Seres Humanos de Verdad y aplicando el nuevo secreto, comenzar a construir La Gran Utopía en el mundo físico.
Que el Ser Supremo, que sobrevuela todas las religiones, creencias y doctrinas humanas, nos bendiga desde lo Alto, ahora y siempre.
El título de esta monografía.: "La Religión Cósmica", Einstein (1), corresponde a esa expresión, acuñada por el mayor científico de todos los tiempos, Albert Einstein, en su libro "Como veo el mundo", escrito en Zúrich en 1953.
Este concepto, nos intrigó durante mucho tiempo, visto que fue poco analizado después, nada en comparación al suceso obtenido por la Teoría de la Relatividad y sus otras contribuciones para la Física subatómica, que fueron muy importantes, porque cambiaron radicalmente la concepción del mundo y por las cuales fue reverenciado. Es verdad que los trabajos científicos de Einstein son de una genialidad no superada, Sin embargo, según nuestra forma de ver las cosas, si bien ellos permitieron avances científicos y tecnológicos increíbles, resta el hecho de que su idea acerca de la Religión Cósmica, nos parece ser aún más importante,
En efecto, si bien los conocimientos científicos y tecnológicos pueden ser útiles para el progreso material de la Humanidad, ellos son ambiguos, pues son apenas instrumentos. El problema está en su uso. Por ejemplo, un instrumento, digamos un cuchillo, puede ser muy útil para cortar la carne, pero también puede ser mal usado si es utilizado para matar una persona.
El hecho real es que el concepto de Religión Cósmica de Einstein, no fue profundizado, quedando mascarado por su brillante esplendor científico. Ahora es necesario rescatar toda la grandeza allí encerrada.
En este texto, estamos recuperando aquella expresión de Einstein y poco a poco, percibiremos que su importancia es mayor que la suma de todos los conocimientos científicos que el gran maestro enseñó.
En efecto, la idea de Religión Cósmica nos da la clave para la creación de un mundo mejor, de una nueva sociedad, que llamamos de la Gran Utopía en un libro de nuestra autoría (Bonilla, 2).
" Sobre esa Religión Cósmica, Einstein (1), nos dice
("Podemos alcanzar la religión en su grado más elevado, raramente accesible en su pureza total. Doy a esto, el nombre de Religiosidad Cósmica y no puedo hablar de ella con facilidad, porque se trata de una noción muy nueva"
("Algunos ejemplos de ella aparecen en los Salmos de David o en algunos Profetas En grado bien más elevado, el budismo organiza los datos del Cosmos, que los maravillosos textos de Schopenhauer nos enseñan a descifrar Ella no tiene dogmas, ni Dios concebido a la imagen del Hombre"
("Por lo tanto, ninguna Iglesia enseña la Religión Cósmica También tengo la impresión de que los herejes de todos los tiempos se nutrían con esa forma superior de Religión".
("Yo afirmo con todo vigor que la Religión Cósmica es el más poderoso y más generoso objetivo de la pesquisa científica"
("El espíritu científico, fuertemente armado con su método, no existe sin la Religión Cósmica. Ella se distingue de las creencias de las multitudes ingenuas que consideran Dios un Ser de quien esperan benignidad y del cual temen el castigo"
(La religiosidad del sabio consiste en extasiarse frente a la armonía de las Leyes de la Naturaleza, revelando una Inteligencia tan Superior, que todos los pensamientos humanos y todo su ingenio, no pueden desvendar delante de ella, a no ser su nada irrisorio".
En momentos en que la sociedad humana se debate penosamente con el cambio climático, la contaminación ambiental, el terrorismo (especialmente económico), el consumismo exacerbado, las drogas, la injusticia y la explotación, las palabras de Einstein deben ser analizadas con mucha seriedad.
El hecho es que podemos hacer maravillas con la materia física, pero ¿dónde la Humanidad habrá perdido su corazón?
Creemos realmente que la contribución de Einstein al ofrecernos el concepto de Religión Cósmica, merece una atención bien mayor a la que fue dada hasta ahora y especialmente, su profundización debe ser hecha hasta agotar todos los recursos disponibles.
Después de haber realizado estudios exhaustivos y meditaciones profundas, tenemos el gran placer de presentar nuestras reflexiones sobre el asunto, que tal vez sean chocantes para los religiosos más dogmáticos, inspiradoras para las personas de cabeza abierta y quien sabe no llevarán a repensar a muchos materialistas su visión sobre los misterios espirituales, sobre todo llevando en cuenta que la fuente de donde ellos emanan son del científico más reverenciado, Albert Einstein y no de tiendas religiosas,
Nuestra esperanza es que cada vez más y más personas comiencen a comprender que un impulso cósmico, está en marcha y que él será capaz, si lo encarnamos en nuestro corazón, de conducirnos a la Gran Utopía, o sea: la Nueva Sociedad que casi todos soñamos: más justa, más digna, más humana, más culta, más amorosa y más feliz!
Einstein abrió el camino para la comprensión de la Religión Cósmica. Sin embargo, él se expresó en forma muy sintética sobre ella. Llegó el tiempo (sesenta años después), de expandir aquel concepto y eso es lo que haremos a continuación, abordando temas cruciales para las personas que no se conforman con respuestas estandarizadas acerca del significado y el sentido de la vida humana, por ejemplo : ¿quién somos?, ¿de dónde venimos?, ¿para dónde vamos?
Einstein nos ofreció una luz, que fue desconsiderada en el medio científico. Ya pasamos de la hora en que aquella brasa debe renacer y se transforme en un fuego que ilumine nuestros corazones. Por nuestra parte, modestamente tentamos expandir la llama a través de este texto. No podemos atribuir más cosas a Einstein que las contenidas en este Prólogo. Ahora la Responsabilidad es totalmente del autor.
El lector dirá si fuimos bien sucedidos en este emprendimiento.
La palabra "espiritualidad" es confundida frecuentemente con religión. Sin embargo, ella tiene un significado diferente, Einstein (1), como vimos, la llama de "religiosidad cósmica". También es conocida como "misticismo", "sabiduría eterna" etc.
En este texto la denominaremos tanto de Espiritualidad Auténtica, como de Religión Cósmica, cuyo significado es, en resumen: la procura de cada persona para establecer contacto con las "Altas Energías".
Pero ¿qué significan "Altas Energías"? No precisamos recurrir a la meditación, la intuición o a otros niveles de conciencia. Utilicemos apenas la mente, lo racional.
En efecto, que sepamos, nadie vio una lapicera, un televisor, un avión, una bomba atómica, aparecer espontáneamente. Absolutamente en todos los casos, esos y todos los objetos conocidos, fueron creados por una inteligencia, específicamente la inteligencia humana. Además, la creación física, tangible, visible de cualquier objeto, fue precedida por una idea, y hasta ahora por lo menos, ninguno de los Premios Nobel de la Ciencia probó la naturaleza material de esas ideas. Pero sabemos, sin lugar a tudas, que ellas existen, porque las percibimos en nuestras propias mentes (y corazones) y las vemos manifestadas en el mundo físico.
La Ciencia nos enseña que todo en el Universo es materia o energía. Las ideas, no siendo materia, deberán ser energías (A menos que un nuevo Einstein nos demuestre algo diferente).
Ahora bien: un computador, una nave espacial, una fábrica automatizada son, sin duda, creaciones extremadamente complejas, lo que comprueba una inteligencia bien desarrollada en la especie humana.
Sin embargo, si aquellos productos son una demostración admirable de inteligencia ¿lo qué decir de la maravillosa "máquina" que es el ser humano, incluyendo los "circuitos" para expresar aquella inteligencia? ¿lo qué decir de una humilde hoja de hierba, poseedora del laboratorio más completo que los científicos pueden imaginar?
Y esto sólo se refiere al planeta Tierra. ¿Y lo que decir del Universo? El Universo ya conocido por la Ciencia actual es abrumador: ¡en nuestra Vía Láctea hay unos 200.000 millones de estrellas y ella es apenas una entre 140.000 millones de galaxias!
¿De dónde surge esa perfección admirable que ya dura miles de millones de años? Apenas un ejemplo bien micro: ¿cómo nuestra Tierra gira y rota con precisión asombrosa durante larguísimos millones de años?
Un simple raciocinio, el más elemental posible, sin utilizar lógicas más complejas, apenas la lógica formal, nos dice que sería necesaria una Inteligencia (de altísimo nivel) operando por detrás de las manifestaciones perceptibles por nuestros sentidos (auxiliado por todas las extensiones microscópicas y telescópicas disponibles). Esa Inteligencia Superior necesariamente debe operar con Altas (y Altísimas) Energías, cuyas frecuencias vibratorias deben extrapolar largamente las conocidas por la Ciencia (rayos cósmicos, cuyo nivel vibratorio es ¡1025 veces por segundo!).
¿Dónde hay espacio para el azar en esta grandiosidad? Nos parece evidente que si él operase como mecanismo fundamental, para solo hablar de la Tierra, esta ya habría colapsado y la materia viva, despedazada.
Entonces, la expresión Altas Energías podría ser traducida como Ser Supremo, Creador, Campo Cuántico o Dios (según el lenguaje de las religiones). Las palabras son apenas formas muy pálidas de designar ese Ser. Él es misterio puro para la mente racional, que acaba negándolo, pero en su lugar deja un agujero insondable que no ha podido ser rellenado con los nuevos conocimientos científicos. Hace cien años el mayor científico que la Humanidad ha conocido, Einstein (1) dijo: "Dios no juega dados".
Admitamos, aunque sea provisoriamente, que ese Ser Supremo existe. ¿Cuáles sus características? Si la mente racional no puede penetrar ese misterio ¿tenemos alguna forma de hacerlo? Aquí es que entra en juego la Espiritualidad Auténtica o Religión Cósmica, que es el tema de nuestro texto. ¿Y cómo acercarnos a ella?
Hay dos formas complementarias. La primera es procurar las enseñanzas de los Maestros Espirituales y de los sabios que desde lejanas épocas consiguieron elevarse a niveles de conciencia más altos, donde sintieron el perfume de las Altas Energías y comenzaron a comprender los misterios del Hombre y del Universo. La segunda, es, a partir de esa primera comprensión, zambullir en nuestro interior, hasta contactar con nuestro Ser Crístico, que "habla" el mismo lenguaje que El Creador. Pero esto no puede ser explicado en palabras, que responden al lenguaje normalmente utilizado, apropiado para el uso de la mente racional, lineal y regido apenas por la lógica formal.
El raciocinio anterior es bastante simple y puede ser comprendido por cualquier persona. Básicamente dos líneas de pensamiento se oponen a él, uno totalmente (materialismo) y otro parcialmente (religiosidad dogmática y no "cósmica" como proponía Einstein, 1). Veamos cada una de ellas por separado.
Materialismo.
Los materialistas niegan lo espiritual, al Creador y todo lo demás que se oponga al dominio mental y material, porque serían conceptos subjetivos, tal vez válidos individualmente, pero no colectivamente, por lo que serían inaptos para crear una nueva sociedad mejor, más justa, más digna, más humana y más feliz, o sea la Gran Utopía",( Ver Bonilla,2).
En primer lugar, se debe reconocer que la mente racional y los pensamientos que de ella emanan son extremadamente valiosos para el crecimiento de la sociedad humana. ¿Pero ellos son suficientes para tanto? Además ¿quién pesó, fotografió, radiografió, o vio en un microscopio o en un telescopio un pensamiento o un sentimiento? Ellos no parecen ser materia de ningún tipo; ciertamente serán, pues una energía, de naturaleza invisible, pero real.
Las diferentes tendencias del pensamiento humano deben ser entendidas dentro de los contextos específicos donde ocurrieron. En particular, el desarrollo de la Ciencia (moderna) tiene menos de 400 años, siendo que en la época prevalecía pesadamente, una única forma de ver el mundo: aquella expuesta por los dogmas de una Iglesia todopoderosa, apoyada en una institución represiva llamada nada menos que "Santa" Inquisición, la que llevó a la hoguera, ¡más de tres millones de personas! Eran los famosos "herejes".
En ese marco referencial, la Ciencia se fue alejando cada vez más de la idea del Ser Supremo (a pesar de que los creadores del método científico como Descartes y Bacon, así como el mayor genio científico de las primeras épocas, Newton, eran místicos). De este modo, el papel de Dios pasó a ser el de "Gran Relojero" primero y después fue dado a entender que Él se habría jubilado, una vez que dejó el reloj del mundo en funcionamiento pleno. Es claro que en esta interpretación, Él ya no jugaba ningún papel significativo en la evolución humana. Por lo tanto fue suprimido.
Para agravar la situación, la religión predominante, abandonando ya hace bastante tiempo, a través de varios Concilios, la esencia de las enseñanzas del Maestro Jesús, adoptó un concubinato inadmisible con el poder temporal. Así, entre otras cosas, decretó que los habitantes de Indo América no tenían alma (por lo tanto eran como animales, para los cuales no valía ninguna ley).
Es en ese contexto represivo que Marx escribe su famosa frase: "la religión es el opio de los pueblos". A partir de ahí se identifica religión con El Creador y por lo tanto, este es eliminado como figura tenebrosa que militaba del lado de los explotadores.
El siglo XIX ve nacer así una nueva línea de pensadores, preocupados sobre todo por la justicia social (Marx, Engels, Proudhon, Bakunin) y en el siglo XX otros (Kropotkin, Lenin etc). Confundiendo religión con el Ser Supremo, que sobrevuela todas ellas, antiguas y modernas, los grandes movimientos sociales del siglo XX, especialmente la Revolución Rusa (1917) quedaron impregnados de materialismo, a pesar de la religiosidad que era muy fuerte, sobre todo en los campesinos rusos.
Hoy, ya entrado el Siglo XXI, debemos comprender que materialismo y espiritualismo, si bien pueden ser considerados como opuestos, ellos son complementarios: uno prevalece en la vida física, en otro en la vida interior.
Invitamos pues a los luchadores sociales de todas las tendencias, a que reexaminen este punto, pues precisamos de todas las potencialidades humanas para enfrentar el desafío final: la creación de la Gran Utopía: una sociedad mejor, más justa, más digna, más humana y más feliz (Ver Bonilla, 2)
Religiosidad dogmática
En este caso, el problema es totalmente diferente, pues la Espiritualidad y el Ser Supremo (llamado de Dios, con nombres diferentes por cada una de ellas: Jehová, Ra, Brahma, Ahura-Mazda, El Señor, Alá, etc.) son unánimemente reconocidos.
Pero, simultáneamente, se proclama una única versión verdadera de ese Dios omnipotente, lo cual ha llevado a innumerables guerras "santas", como las famosas Cruzadas.
La gran objeción que tenemos a esta manera de pensar es que para entender las "Sagradas Escrituras" (de cualquier religión) precisamos de intermediarios: los sacerdotes (sean curas, rabinos, pastores, etc.).
Lamentablemente, en general, estas "Sagradas Escrituras" son interpretadas, no en función de los mensajes originales del respectivo Avatar, especialmente el Maestro Jesús. La evolución real de la mayoría de las religiones marca otra dirección: expandirse, crecer y dominar a las otras, queriendo colocar en la cabeza de las personas la idea de que existe una única religión verdadera.
En el caso de la religión prevaleciente en Occidente, la llamada cristiana, aún dentro de las diferentes tendencias, sectas o corrientes, varias de ellas se auto proclaman como el espejo auténtico de la verdad (especialmente aquellas que, en realidad, son empresas comerciales, transvertidas de religiosidad).
¡Como si la verdad se pudiera enseñar! ¡La verdad se vive! (o no se vive). Ella es una experiencia interna, no una repetición de papagayos de lo que algún ilustrado sacerdote dice ser la verdad.
En resumen, el siglo XXI, nos presenta un desafío crucial: se trata de no pasar para otros (sacerdotes o filósofos materialistas) nuestra obligación de tentar responder las grandes interrogaciones de la vida humana. Claro que no es fácil, porque nuestro camino está lleno de malezas (consumismo, comodismo, egoísmo) y el tiempo es muy escaso para dialogar con nosotros mismos y para leer los libros que aquellas figuras luminosas, sabios y nuestros espirituales, nos han legado.
Despreciar la espiritualidad auténtica porque fue reemplazada por una espiritualidad falsa (pseudo espiritualidad) es un error muy profundo, del cual precisamos salir inmediatamente. En efecto, debemos colocar en juego todas las potencialidades humanas, constituidas por lo material y mental sí (principio auto-afirmativo) pero también por lo afectivo y la espiritual (principio integrativo). Esto es lo que nos propone la visión holística (Ver Bonilla, 2).
Lo "posible" y lo "utópico"
En la vorágine de elementos que nos hunden en la globalización tal como es actualmente entendida, óyese a los defensores interesados (y a algunos incautos), que han perdido la noción de "conjunto" en beneficio de la "parte" (la de ellos), decir que debemos trabajar en función de "lo posible" y descartar las "utopías". A pesar de su aparente racionalidad, esto significa rendirse al nuevo dogma.
Esas personas, muchas veces liderando diversos campos de la actividad humana, incluso política y/o académica, se volvieron de repente – tal vez como consecuencia de la caída del muro de Berlín – exageradamente pragmáticas, dejando de lado las enseñanzas que la Historia humana nos proporciona. Tal vez, el propio Marx, concentrándose exageradamente en el "Homo economicus" y olvidándose del "Homo homus", preparó esas mentes para sus actuales estado de petrificación.
Es importante, en este momento, conceptuar la palabra utopía. Se trata, según el diccionario, de aquello que es imposible, considerando el "sentido común" de las personas. Pero si agregáramos a aquella definición un pequeño detalle, tal vez se abra un nuevo mundo de comprensión. En efecto, podríamos conceptuar utopía como "aquello que es imposible… en un determinado contexto"
Así, en la época de Leonardo da Vinci era una utopía volar (por falta de conocimientos científicos); en la época de las dictaduras latinoamericanas era una utopía pensar en el restablecimiento de la democracia y elecciones libres; en el siglo XVI era utopía pensar en la existencia de América y hace 50 años era utopía pensar en viajes a la Luna.
Tal vez uno de los primeros utópicos de la especie humana fue un agricultor primitivo, hace muchos millares de años. En esa época los cultivos se hacían a partir de semillas colocadas en agujeros hechos en la tierra, con las manos, lo que ciertamente daría origen a uñas quebradas, sangramiento e infecciones. Era, sin duda, un proceso penoso; pero era "lo posible". Eso fue verdad hasta que un individuo, digamos Juan, uno entre millones, tuvo la idea utópica de construir alguna cosa como una azada de piedra.
Comunicado este "descubrimiento" a sus colegas, seguramente ellos lo habrán clasificado como "loco" (pues la palabra utópico, bien más sofisticada, apareció mucho después). Sin embargo aquel genio desconocido, Juan, persistió en su idea, y a partir de allí comenzaron a ser creadas diferentes herramientas agrícolas, hasta llegar a las actuales.
Es interesante subrayar que todos los objetos creados por el hombre, sin excepción, comenzaron como utopías, antes de transformarse en realidades concretas, tales como: peines, lámparas incandescentes, lapiceras, zapatos, transistores, autos, computadores o rayos láser. En efecto, todos esos productos – antes de su creación física – fueron ideas utópicas en la cabeza de algunos "trastornados". Solo después, ellos consiguieron transformarlas en realidades manifiestas.
O sea: utopía no es otra cosa que una prefiguración de la realidad tangible. Esto significa, ni más ni menos, que precisamos convivir con las dos, porque ellas no son otra cosa que dos aspectos de la misma esencia. Por un lado, a un cierto nivel (superficial) ellos se oponen; a otro nivel (profundo) ellos se complementan.
En efecto, el cartesianismo – molde de nuestra cultura occidental – nos condujo a una senda unilateral: la del mundo manifiesto, o sea, "lo real" sería apenas aquello que podemos percibir a través de nuestra percepción sensorial. Y hoy en día, ese "real" está sepultado por una avalancha irresistible de productos tangibles y consumo exacerbado, a los que su apología acaba mostrándolos como lo único válido. Así, el reino de lo intangible (donde vive lo más selecto del pensamiento y del sentimiento humano), pasa a ser desacreditado como un sueño inconsecuente (una verdadera "utopía").
Históricamente, el ser humano ha sido explorado por los grupos de poder, de las más diferentes formas posibles, gracias al uso de la fuerza. En la sociedad "global", tan cara al neoliberalismo, la acción es mucho más sutil. ¿En efecto, para que utilizar la represión, con su costo y sus secuelas, si es posible manipular "científicamente" al ser humano?
Como sabemos, el ser humano es muy maleable. Por lo tanto, el sistema le ofrece anestésicos que lo gratifican, y le hacen pensar que es un integrante autónomo de la sociedad, que actúa con inteligencia, que es moderno, que pasa una vida "mejor", que comprando se alcanza la "felicidad", etc. Un resumen compacto de esto es él jingle: "¡Todo va mejor con Coca-Cola!".
La ilusión de autonomía es, talvez, la nueva y más potente arma del dogma globalizador. Es realmente un arma poderosísima, tal vez mayor que la propia bomba atómica. El imperio soviético, por ignorarla se disolvió, sin derramar una sola gota de sangre, a pesar de su inmenso poder militar. Veamos un ejemplo para clarificar mejor lo que queremos decir.
Imaginemos dos círculos concéntricos: uno, el exterior es el mayor, ocupando 90% de la superficie; el menor está en el centro de la figura, ocupando apenas el restante 10%. Este, el menor, representa el valor real de la autonomía humana; ya el primero, el mayor simboliza las decisiones tomadas por el sistema. Por ejemplo, una persona de la clase media, debe tener auto, por el simple motivo de que si no lo posee, será considerado como un troglodita o un alienígena.
Esa es la decisión del sistema. Pero – y aquí está la apretada de tuerca fundamental – cada individuo tiene una cuota de libertad (algo de autonomía, ejemplificada en 10%), o sea, se abre una especie de ventana – que el sistema soviético dejó cerrada – para que las personas no se asfixien en un mundo de imposiciones.
En efecto, durante semanas y meses, el individuo que se está preparando para comprar un auto, utiliza todas sus energías en consultar anuncios en los diarios, vendedores y amigos, informándose acerca de las virtudes y de los defectos relacionados con marcas, tipos, modelos, colores, precios y planes de financiamiento. Esto es tan agotador que cuando la persona acaba el proceso de compra, suspira doblemente satisfecho: porque tiene en su poder el ansiado producto y porque ejerció "plenamente" su autonomía humana.
Sin embargo, no se percibe que – en realidad – el comprador apenas dio el último paso de algo que ya estaba decidido por el sistema; este deja lo micro al individuo y mantiene el control de lo macro. No interesa al sistema global si el ciudadano compró un Mercedes Benz, un Renault o un Gol; lo importante es que él compró un auto y al hacerlo, entró en la categoría de ciudadano "normal". Pero ¿que normalidad es esa, cuando otros piensan por nosotros?
Pero, ¿porque este hecho – en general – no es percibido ni discutido, incluso en las mejores Universidades? Simplemente porque todos – de izquierda, de derecha, de centro o apolíticos – fuimos educados en Occidente según el enfoque cartesiano, el cual aplicado a la actual coyuntura mundial actual, solo tiene una vía por donde transitar: crecer en términos tangibles, o sea desarrollar cada vez más productos concretos, perceptibles por nuestros órganos sensoriales, y después aplicar un lavaje cerebral encima de las personas, para que ellos sean deseados, comprados y consumidos a lo largo de un ciclo interminable..
Este análisis nos lleva a un punto crucial: precisamos – tal vez antes que cualquier otra cosa – repensar nuestra forma de ver el mundo, o sea, nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Ya hace 200 años Stuart Mill dijo: "Ninguna mejoría en la suerte de la Humanidad será posible hasta que ocurra un gran cambio en su modo de pensar." Más recientemente, Stulman, asesor del Instituto Mundial confirma: "A pesar de los avances obtenidos, de ahora en adelante, no podemos hacer nada significativo, hasta que pensemos de forma diferente"
La nueva forma de ver el mundo se llama enfoque holístico (ver Bonilla,2), el cual permite completar la visión cartesiana, centrada apenas en lo tangible y lo manifiesto, con los aspectos intangibles y subyacentes, que forman parte del ser humano y del Universo. En ese contexto, realidad es el aspecto visible de un conjunto mayor, cuyo resto – oculto a las miradas superficiales – está impregnado de posibilidades infinitas, que por no haberse manifestado aún, pueden ser llamadas de utópicas (o mejor: realidades potenciales)
O sea, la Realidad se compone de dos partes. Por un lado la realidad manifiesta, tangible y observable, que es lo único importante para el cartesianismo y cuya exacerbación nos ha llevado a la actual globalización "caníbal". Por otro lado, está la contrapartida de aquella: la realidad potencial que siempre estuvo, está y estará esperando que el ser humano la utilice para resolver sus problemas, cada vez más complejos y más desanimadores.
El enfoque holístico lleva en cuenta ambas realidades, cada una en su nivel propio de acción. Por lo tanto, cualquier asunto relacionado con la problemática social, económica, tecnológica, educativa o cultural del ser humano, implicará en el equilibrio entre las dos realidades o principios básicos del Universo. De este modo, la realidad manifiesta hoy teñida por el mercado global, el desempleo, la corrupción, el consumismo, el hambre, el desperdicio y la destrucción ambiental (entre otros males), podrá ser transformada en una nueva realidad (actualmente potencial).
Esta realidad potencial o Utopía podrá ser desarrollada, a pesar de los profetas del determinismo, que una vez más nos pretenden dogmatizar, haciéndonos creer que solo hoy un camino único; definitivo… y ¡feliz! Es claro que ese es el camino que les proporciona grandes beneficios, que acabamos pagando, al pasar por ese carísimo peaje.
El gran instrumento a ser creado es ni más ni menos, que la elaboración de una nueva utopía, a través de los recursos que están disponibles en el seno de la realidad potencial.
La Humanidad siempre fue a procurar este recipiente escondido cuando lo necesitó: él fue abierto por el Maestro hace 2000 años, legándonos sus elevadísimos mensajes. Cuando ellos – a través de largos siglos – fueron deformados por el poder dogmático, la Humanidad retornó a aquellas fuentes, privilegiando la razón en lugar de los dogmas vacíos, a través del método científico.
Más tarde, las utópicas palabras Libertad, Igualdad y Fraternidad resonaron en un mundo de pesada explotación. Hoy, en el amanecer del Tercer Milenio, en un mundo donde la exploración directa se conserva, aunque ahora superpuesta por una fina trama de manipulación y anestesia general, es necesario volver a ese depósito eterno.
En definitiva y sin perder la noción de realidad manifiesta (como lo hicieron, entre otros, los héroes de Chicago luchando por las ocho horas de trabajo; Mandela y Luther King contra el racismo, Gandhi contra la violencia; la resistencia francesa contra el nazismo, etc., etc.) precisamos levantar nuevas banderas a las que podemos llamas de "realismo utópico", o quien sabe "utopía realista") ¿Y cuál sería la nueva Utopía? Precisamente, la construcción de una nueva sociedad, a partir de nuestra riqueza interior.
Sin embargo, existen problemas para desarrollar esta idea (como otras, favorables al ser humano). Como ejemplo culminante de estas dificultades, tenemos el caso de Jesús que, con lenguaje místico, vino a proponer la creación de un nuevo mundo a partir de la identificación del "Reino de los Cielos", que Él dijo estar dentro de cada uno de nosotros. Bien sabemos cuál fue su final: murió crucificado.
Hoy, dos mil años después, el panorama no es muy diferente, apenas la metodología de resistencia usada es más sutil. Sin embargo, el camino sigue siendo el mismo. Quizás, en lugar de la metáfora "Reino de los cielos" debamos usar la expresión: Riqueza o potencialidad interior del ser humano.
Mead (4) dice: "Es instructivo notar que todo esfuerzo hecho para llevar los hombres a pensar, haciéndolos más auto-conscientes, tuvo que enfrentar resistencia, bajo la forma de queja, desprecio y resentimiento. La resistencia a un nuevo ímpetu es, invariablemente, generada por la devoción a algo que en la época era renovador"… "Los pioneros de este mundo son siempre considerados herejes, porque son personas que procuran libertarse de la inercia del sistema existente"… "El amante de la sabiduría es, así, un hereje natural para el ortodoxo del momento, y sus concepciones deben, "naturalmente", ser tenidas por los amantes de las "cosas como parecen ser", como nocivas a sus convicciones más arraigadas"
El discurso de Mead muestra una faceta del ser humano (poco evolucionado como tal, a pesar de que pueda poseer varios diplomas, hasta el de Pos-Doctor) que lo acompaña desde tiempos lejanos. Se trata de la resistencia a ideas nuevas, a cualquier demostración de innovación en la manera de pensar, sentir y actuar. Por otro lado, la innovación tecnológica es muy procurada. ¿Por qué? Simplemente porque ella ayuda a ganar más y más dinero y la palabra "dinero" es la palabra de pase, el sueño de la forma de pensar que prevalece.
Giordano Bruno (y muchos otros) fueron quemados en la hoguera; Sócrates bebió la cicuta; millares han sido torturados y muertos en las mazmorras; Gandhi fue asesinado; Jesús, crucificado.
Hoy no son necesarios esos métodos para el sistema imperante; hay vías más sutiles. No es necesario usar la violencia física, pues se dispone de un vasto arsenal psicológico. ¿Cuantas personas, incluso profesores universitarios, no hablan lo que piensan por miedo de ser segregados, estigmatizados, perjudicados o despedidos?
En este Siglo (XXI), en este Milenio (III) y en esta Era (de Acuario) que iniciamos recientemente, debemos abrir todas las compuertas racionales, afectivas e intuitivas para incursionar en todos los temas (sin exclusiones ni tabúes) que sean necesarios para una mayor comprensión de nuestra condición de seres humanos. Esto se denomina enfoque transdisciplinario, que incluye Ciencia, Tecnología, Arte y Espiritualidad (Auténtica). Es aquí que vuelve a emerger la Religión Cósmica que será expuesta en los próximos capítulos.
De este modo, la Religión Cósmica se nos presenta como "el camino", del cual nos habló el Maestro Jesús El Cristo hace dos mil años. Es imprescindible comprender lo que El dijo: "Yo rogaré al Padre y Él os dará otro Consolador (Paracleto) para que permanezca con vosotros para siempre" (Juan 14:16)
Esta misteriosa frase significa que una de las misiones que Jesús El Cristo vino a cumplir en la Tierra fue divulgar para todos, que dentro de nosotros hay un Consolador, un Salvador, un Ser capaz de redimirnos. Esto ya era sabido por la Sabiduría Antigua, pero este conocimiento estaba encerrado en los Templos de los Grandes Iniciados. En aquel momento esa Gran Verdad fue liberada para todas las personas.
Pero en los dos mil años que se pasaron, pocos la comprendieron. La gran mayoría prefirió negar el Creador o seguir como papagayos las "verdades" que les enseñaban los sacerdotes (de las mas variadas religiones, sectas o grupos "espiritualistas").
¿Y entonces quien es este Consolador, Redentor, Salvador? Es la Presencia Divina, el Ser Crístico, que vive en el fondo de nuestros corazones. Él es el Único y verdadero contacto que tenemos con el Creador.
El papel de la Religión Cósmica es profundizar estos conceptos y este texto tiene esta finalidad. La Religión Cósmica es la Religión de la Libertad, de la Responsabilidad, de la Sabiduría.
CAPÍTULO 1:
¿Dónde está la verdad espiritual?
CONCEPTOS INTRODUCTORIOS
Diversas filosofías y en particular las diferentes religiones, subdivididas en gran cantidad de modalidades, versiones o sectas, proclaman ser las propietarias de "la verdad". Por lo menos las filosofías pretenden mostrar las razones, los motivos, en fin la justificación capaz de conducir a la conclusión obtenida, denominada de "verdad". Esto implica en un punto a favor y otro en contra: por un lado, se dispone de una estructura racional que puede ser analizada debidamente por nuestro intelecto, a través de la cual podemos acabar aceptando o rechazando la supuesta verdad; por otro, se reconoce la razón como el instrumento supremo, dejando de lado otros recursos de los que el ser humano pueda disponer.
Ya en el caso de las religiones, la situación es más complicada. En efecto, toda religión de nivel superior, está basada en las revelaciones de algún o algunos seres extraordinarios que trajeron mensajes de las dimensiones más altas. A través de un acto de iluminación, a través del contacto con la Conciencia Cósmica, a través de un proceso de armonización con el Ser Supremo, hombres de elevada evolución espiritual (Moisés, Buda, Zoroastro, Jesús) consiguieron traer para el mundo de los hombres, fragmentos de la Sabiduría Espiritual, o sea lo que podemos llamar de "verdades".
Con todo, cada una de estas "verdades" por lo menos en la forma difundida públicamente, fue expresada en un lenguaje específico, en una forma particular, en una época determinada y para una comunidad humana bien definida. O sea, existía un ajuste entre lo que era dicho, para quien era dicho, cuando era dicho y donde era dicho. Por este motivo, si leemos literalmente lo que han expresado aquellos elevados seres se percibirá, en varios casos, notables discrepancias entre ellos. ¿Donde estará, entonces, la "verdad"?
Sin embargo, suponiendo que Jesús volviera hoy en cuerpo físico a la Tierra, ¿Cómo sería que Él nos hablaría? ¿Repetiría su forma de hablar de hace 2000 años o hablaría en forma moderna? Todo indica que Él lo haría de la manera más comprensible para nosotros, o sea en un lenguaje actualizado. Esto nos lleva a un punto muy importante: la forma en que las revelaciones son divulgadas al público es absolutamente secundaria; en efecto, algo de aquellas debe ser transmitido necesariamente a las grandes masas y para eso se elige la forma más simple, representada por la descripción de ciertos acontecimientos, lo cual es presentado bajo la forma literal.
Esta descripción literal de acontecimientos puede verse con harta frecuencia en la Biblia, por ejemplo, como en el caso de las bodas de Canaán (Juan 2:1-12), donde el Cristo transforma el agua en vino; considerado literalmente esto apenas significaría que el Maestro era un proficiente mago. Naturalmente que magos han existido muchos en la larga historia humana y no se trataría de una Escritura Sagrada si no hiciera referencia a cosas mucho más profundas; por otro lado el último versículo de los Evangelios de San Juan dice: "Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aún en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir".
Si eran tantas esas cosas, ¿por qué en un Evangelio que no llega a cuarenta páginas, se desperdician doce versículos en contar una historia que aparentemente no se conecta – por lo menos literalmente – con la misión del Redentor? Y esto se repite largamente en este y los otros Evangelios, así como en el resto de la Biblia: docenas de historias que no aparentan tener ningún contenido sustancial. Parece claro que por ahí no vamos a llegar a ninguna "verdad".
Con todo, existen otras posibilidades. Aún hoy, casi 2000 años después, inmensas masas humanas están encharcadas en un materialismo feroz, con su espiritualidad completamente obnubilada por un grosero sensualismo y con su afectividad totalmente embotada. ¡Imaginemos lo que acontecía en aquellas épocas! Es importante recordar que en las religiones antiguas (incluyendo el cristianismo en los primeros siglos de nuestra Era) existían dos círculos: el externo, formado por las grandes masas incultas (capaces de adorar seres con cabeza de animal) y el interno, formado por los buscadores de "la verdad" (para los cuales el animal era apenas un símbolo; por ejemplo el perro representa la lealtad, como el cordero de los cristianos representa pureza).
En los Evangelios se percibe claramente esta situación. "Entonces, acercándose los discípulos le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del Reino de los Cielos: más a ellos no les es dado" (Mateo 13:10-11).
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