La religión cósmica: El mensaje olvidado de Einstein (Parte I) (página 4)
Enviado por JOSE ANTONIO BONILLA CASTILLO
Nada de esto implica en desconocer el Cristo Cósmico, Aquel que se encarnó en la antigua Palestina, pero jamás podremos llegar cerca de Él si no preparamos detalladamente el camino interno, capaz de conducirnos a su Divina Presencia "Este es el camino" (Isaías 30:21) y el combustible necesario para recorrerlo se llama Amor. Estas son dos enseñanzas centrales en la doctrina que el Maestro Divino divulgó.
Desde el punto de vista terreno, la crucifixión del Cristo fue impulsada por el temor que su radiante y carismática personalidad pudiese ofuscar y eventualmente derribar con sus prédicas diferentes al alto sacerdocio judaico. Ellos procuraban matarlo, como aparece textualmente en los Evangelios; muerto, aniquilado su Yo humano, su alma iría para el otro mundo y así su figura dejaría de ser peligrosa. Desde el punto de vista místico, cuando Jesús "entregó el espíritu" (Mateo 27:50) y con él aparentemente la vida, estaba ilustrando una escena capital en la "pieza teatral" antes mencionada. En ella, se estaba mostrando, para los que podían entender, una alegoría: aniquilado el cuerpo y exhalada el alma, no estaba todo perdido. De las cenizas, algo era capaz de resucitar: la Personalidad-alma.
Otros asuntos fundamentales contenidos en las enseñanzas del Maestro Divino que necesitan mayor profundización son: el Amor y una comprensión más profunda de sus significados; el proceso a través del cual puede evolucionar la Personalidad y el complejo asunto referido a la necesidad de sacrificio. Ellos serán abordados en los tres próximos capítulos.
PERCEPCIÓN MÍSTICA DEL HOMBRE: ¿DE ONDE VENIMOS? ¿PARA DONDE VAMOS?
En un Capítulo anterior se habló de cuenta vital, también denominada balance cósmico, concepto que significa el conjunto de tendencias y situaciones ambientales con las cuales nacemos, en parte positivas, en parte negativas. Por ejemplo, un niño nace en un cantegril, una villa miseria, una callampa, otra en un palacio; una sorda, aquella muda; otra con gran habilidad musical; una en un hogar materialista, otra en un medio familiar impregnado de espiritualidad y así sucesivamente. Las grandes preguntas que surgen son: ¿por qué esto acontece? ¿No sería más justo que todos naciésemos en las mismas condiciones, con iguales oportunidades y con idénticos atributos? ¿O realmente la justicia no existe y todo se procesa al azar o tal vez por decisión de seres inescrutables?
En aquella oportunidad no era posible profundizar más en este asunto y este tipo de preguntas quedó pendiente. Aun así, hubo una conclusión muy importante, que será una base muy firme para futuros análisis: todos los problemas, barreras, dificultades, obstáculos y bloqueos que pretenden apartarnos de nuestros objetivos superiores, son apenas ejercicios para perfeccionar el aprendizaje de las lecciones necesarias para ser diplomado en la carrera denominada Vida y no castigos de un dios cruel, injusto y vengativo.
Ahora hagamos el vínculo que interesa, desde un punto de vista práctico: si a pesar de que una cierta persona-tal vez usted – haya hecho todo lo que le fue posible, de acuerdo con su grado de comprensión para resolver un cierto problema – afectivo, económico o de otra naturaleza – y éste continúa sin solución, es porque está enfrentando un ejercicio más demorado, una lección más profunda, una enseñanza más difícil.
O sea, usted se está purificando, a través del cambio de sus sentimientos, sus pensamientos y sus actitudes. Pero tal vez era mucho el negativismo acumulado; probablemente sus canales internos estaban muy bloqueados por residuos; seguramente su cuenta vital estaba con un saldo negativo muy pronunciado. Es claro, usted podrá decir: "esto no es posible, durante toda mi vida he actuado bien, he ayudado a los otros, no he deseado el mal para nadie. ¿Cómo podré haber depositado tanta ruindad en mi corazón?"
Si estos hechos fuesen correctos y correspondiesen a toda la verdad, parecería – por lo menos en un primer análisis – que la injusticia lo hubiera transformado en una víctima propiciatoria; precisamente, muchas personas gustan de creer en esta suposición, de modo a tener una coartada para sus fracasos. Pero si esto fuera realmente la verdad, se quebraría un cimiento básico en el Universo: la existencia de la Justicia Divina. Siendo así, el mundo se transformaría en un tremendo calderón, en un indomable remolino, en un caleidoscopio absurdo, donde la ética, la espiritualidad, los buenos sentimientos y el propio Amor carecerían de sentido.
Estamos pues en una encrucijada fundamental, donde los recursos del análisis racional y de la metodología científica parecen proporcionarnos poca ayuda. En este contexto es que entra en juego "la Sabiduría Eterna".(o "Religión Cósmica") Si ella es el tronco común del más elevado, más espiritualizado y más profundo conocimiento humano; si ella es la quintaesencia que surge de la armonización de los mayores Iluminados con la Conciencia Divina; si ella es la Luz que muestra al hombre el conjunto de las leyes cósmicas; si ella es el supremo cáliz de la comprensión; si ella nos permite aproximarnos de la Verdad Absoluta, que es el propio Dios, entonces la "Religión Cósmica" será capaz de dar una respuesta satisfactoria a tan importante asunto.
En resumen: la Sabiduría Eterna nos permitirá comprender como es que la Justicia Divina puede existir en toda su plenitud, y por otro lado parezca a los ojos físicos y a la mente racional haber sido sustituida por la injusticia; ella explicará porqué una persona bondadosa puede sufrir serios problemas en esta vida y porque un ser cruel y explotador pueda estar bien de vida, por lo menos aparentemente; ella explicará porqué una persona puede haber hecho un gran esfuerzo interior cambiando su vida en forma positiva y aún sus objetivos no se han concretado. (Quien sabe no es esta su situación actual).
Verdaderamente, la Sabiduría Eterna da una respuesta para todas estas dudas y todas estas preguntas. La respuesta es simple: los seres humanos estamos sujetos a una extensísima serie de experiencias vitales a través de vidas sucesivas, hasta el momento en que, purificándonos totalmente por medio de la evolución de nuestra personalidad-alma, esto no sea más necesario. En ese momento alcanzaremos la plenitud máxima como seres humanos, transformándonos en verdaderos Maestros.
En una palabra: la comprensión del misterio de la Justicia Divina solo es posible a través de la doctrina de la reencarnación, la que será analizada detalladamente en la segunda parte de esta Monografía. Ahora es necesario considerar brevemente un asunto muy amplio y profundo: ¿de dónde venimos y para dónde vamos?
La Sabiduría Antigua nos habla de que el Universo es eterno; aun así se le puede atribuir un principio y un fin. En el lenguaje común esto es contradictorio y hasta absurdo, pero, en realidad, se trata de una gran verdad; tal vez no sea muy difícil explicar su significado más profundo.
De la misma manera que el hombre se compone de una parte visible y de otra invisible, también esto ocurre con el Universo, de modo que él aparece cíclicamente en la forma de "Manvántara" (en sánscrito, significa los períodos de actividad del Universo, en los cuales manifiesta su grandiosa magnificencia en forma física) y de "Pralaya" (en sánscrito, significa los períodos en los cuales el Universo se encuentra en reposo, como si fuese un vapor invisible a los sentidos).
Los períodos de tiempo que estos ciclos envuelven son fantásticos, midiéndose en miles de millones de años, de modo que el actual Manvántara implica en una extensión de tiempo terrenamente incomprensible. No es por lo tanto recomendable abordar en este momento un análisis más amplio de los ciclos de vida universales, pero por lo menos ahora tenemos condiciones de explicar con bastante simplicidad la aparente contradicción mencionada anteriormente.
En efecto, el Universo es eterno si lo consideramos en su totalidad física y extra-física; ya él puede ser considerado como teniendo un principio y un fin si fuese encarado apenas como un "Manvántara", o sea el Universo manifestado físicamente. Aún en este caso su duración es extremadamente larga y tanto la ciencia como el misticismo consideran que ya han pasado varios miles de millones de años desde que comenzó la condensación de la materia y pasarán otros tantos, antes que ésta acabe desintegrándose totalmente. Simplificando, estamos más o menos en la mitad de un Gran Ciclo Cósmico (Manvántara).
Dentro de este marco referencial general es necesario situar el hombre. La propia ciencia reconoce que hubo en el Universo y en especial en la Tierra un gradual enfriamiento que fue transformando los gases sutiles de la nebulosa original en gases más pesados, en agua y finalmente en formas sólidas, tales como rocas y depósitos minerales, hasta alcanzar un punto en cual comenzó a desarrollarse la materia orgánica y finalmente la vida, primero vegetal, después animal y como coronación a todo, apareció el reino humano.
La aparición del hombre sobre la faz de la Tierra es un tremendo misterio, sobre todo para la ciencia, que le atribuye apenas el carácter de último eslabón de la cadena de especies en evolución; seríamos así el animal más desarrollado que existe. Sin embargo, las cosmogonías antiguas con base en la Sabiduría Eterna tenían otra visión del asunto, por la cual el hombre era reconocido como un ser especial, parecido físicamente a los animales pero con una naturaleza interior completamente diferente, o sea compartiendo ciertas características con los animales, él era de otro reino en su configuración interna, extra-física.
Según esta interpretación, el ser humano tiene como base su naturaleza interna, espiritual, intangible, siendo su cuerpo físico apenas una vestimenta especial, como el traje de amianto que protege a los bomberos de las llamas. O sea, seres de naturaleza espiritual, los hombres, necesitaron encarnar para aprender a lidiar con la materia física como parte del Plan Divino. En un cierto planeta – la Tierra – las condiciones materiales son lentamente preparadas para que en ella pueda aparecer y desarrollarse la vida orgánica; después de muchísimos millones de años la evolución fisiológica lleva los seres unicelulares originales a transformarse en pluricelulares, primero vegetales y después animales, hasta culminar en los mamíferos.
Es importante subrayar aquí que esta evolución no aconteció aleatoriamente, como algunos integrantes de la ciencia moderna pretenden convencernos de una forma totalmente ingenua. Ella fue organizada y ejecutada por la Inteligencia Divina, expresada a través de Seres radiantes, emanaciones de la Conciencia Divina. En lenguaje cabalístico, estos Seres constituyen el llamado Árbol Sefirotal, integrado por diez Sefiras. La grandiosidad y magnificencia del significado de este Árbol, también llamado Árbol de la Vida, así como de cada Sefirot individual no puede ser analizado aquí, pero el lector interesado puede recurrir – entre otros autores – a Hodson (13).
Cada Sefirot está dirigido por un Ser espiritual elevadísimo, un Arcángel, a cuyo comando existen infinidad de seres extra-físicos a través de los cuales se procesó aquella condensación de la materia y hoy día se procesa la construcción de las formas. Ningún cuerpo físico, sea de una bacteria o de un hombre se desarrolla espontáneamente: hay seres que tienen como función realizar este trabajo y lo hacen, impregnados de amor.
Volviendo al hombre, entonces, él estuvo en condiciones de encarnarse físicamente cuando los Conductores del proceso evolutivo llegaron a un punto en que seres altamente desarrollados en cuanto a aspectos fundamentales, como es el caso del sistema nervioso, estaban perfectamente adaptados al medio ambiente terreno. Muchas historias son contadas en las tradiciones esotéricas, acerca de estos acontecimientos, inclusive de seres humanos espirituales que se negaban a encarnar debido a la precariedad de los organismos físicos a disposición.
El hecho es que una vez acontecida la encarnación física del hombre, el fuego espiritual que lo ligaba al reino de la Luz se apagó, (aunque siempre quedó encendida una brasa escondida, en su corazón: el Cristo Interno). Aquel debió así comenzar una nueva vida desde cero y ahora solo contando con los recursos que le podían proporcionar sus cinco sentidos físicos y una mente racional incipiente. Esta es exactamente la visión que tenemos hoy día del hombre primitivo, apenas ligeramente superior a los animales en inteligencia y comprensión.
Es en este momento que nace la Personalidad en la historia humana; ella tiene un espejo en el cual mirarse, el Alma, el Ser Crístico que vive en el corazón del hombre, pero él no lo sabe, preocupado que esté en sobrevivir en aquel caos que es el mundo exterior. Este esfuerzo le demanda largos milenios (aún estamos – en gran parte – en esta fase); de vez en cuando, la Divinidad envía un Mensajero para que a través de su antorcha la Luz se propague en un pueblo determinado.
Mas tarde, algunos hombres consiguieron comprender la naturaleza de la Senda a recorrer y comenzaron a hacerlo; los más inspirados y más esforzados alcanzaron gradualmente la Conciencia Cósmica, apareciendo al mundo como Iluminados. Esta es la Historia de los Avatares, hasta que un Principio Cósmico, el Cristo, se encarna para promover – entre otras cosas – un importantísimo impulso en la evolución humana.
Esta rápida revisión nos muestra de dónde venimos. Está escrito en la propia Biblia: "Yo dije: Vosotros sois dioses, todos vosotros hijos del Altísimo, pero como hombres moriréis" (Salmos 82:6). Aquí aparece hasta literalmente la doble condición humana: somos dioses (espiritualmente) y por lo tanto creados antes que se manifestase nada en la Tierra, pero a su vez somos dotados de un cuerpo material sujeto a la extinción física. En el medio de estos dos polos o vértices, se desarrolla lentamente el tercero: la Personalidad en evolución. El Maestro Divino habla claramente de la naturaleza esencial del hombre: "Vosotros sois la sal de la tierra; vosotros sois la luz del mundo" (Juan 5:14-14). Es claro que no se refería al cuerpo perecible.
Digamos entonces que el hombre encarnado surgió en la Tierra hace un millón de años, completamente polarizado: en un extremo, la naturaleza animal, en el otro, su naturaleza divina. En el medio, como diamante bruto, la Personalidad, sometida a dos atracciones opuestas. Este doble juego de atracciones acaba siendo comprendido por la mente humana como el Bien y el Mal, como Dios y el Diablo, como la Virtud y el Pecado, así como de otras maneras.
Aquí entramos en un campo muy difícil de abordar, porque el lenguaje es lineal y no acepta referencias aparentemente contradictorias. Elegimos la forma siguiente para tentar dilucidar el asunto relativo al Mal, al Diablo y al pecado. Expliquémonos: la letra mayúscula es usada para indicar cosas reales; la minúscula, cosas aparentes. Por ejemplo si Dios es Todo-poderoso, Omnisapiente y Perfecto, siendo por su propia Naturaleza, el Bien y la Virtud, y además, siendo Él Todo lo que realmente existe, no puede tener un rival (el Diablo), ni puede desintegrar su Naturaleza, creando el Mal y el Pecado. Él es la Unidad, es la Gran Realidad, es el Uno Único.
Con todo, es bien posible que a pesar de que este raciocinio parezca completamente verdadero, nos encontremos con el hecho irrefutable y cotidiano de que la ruindad, el egoísmo, la malignidad existen. ¿Cómo explicarlos pues? Véase que no negamos la existencia del "mal", del "diablo", del "pecado", etc. ¿Qué significa esto entonces? Que el hombre, colocado entre la luz y la sombra, precisa clasificar los acontecimientos que él percibe en una y otra categoría y ahí es que crea conceptos en pares de opuestos, tales como "bien" y "mal".
Esto le resulta muy útil en su proceso de desarrollo y evolución, pues en la medida que él escoge el camino del "bien", su senda se lucifica, progresando rápidamente; y en la medida que escoge la del "mal" su crecimiento espiritual se paraliza, ocurriendo una atrofia. Pero el "bien" y el "mal" son productos de la mente humana, que como tales adquieren consistencia propia, visible y tangible a partir de acontecimientos específicos. En las altas esferas – mientras tanto – solo existe el Bien, la Luz, el Amor.
Sin embargo, es necesario, para comprender mejor las cosas, saber que existen lo que se llama los Sefiras Inversos o Negativos. En la medida que los Sefiras Positivos actúan condensando el Espíritu y transformándolo en materia hasta llegar al último Sefirot (el séptimo o el décimo, según se consideren o no los tres primeros) denominado Malkut, aquella materia, originalmente sutil va haciéndose cada vez más densa. En la proporción que esto ocurre, se va forjando una resistencia que es máxima en Malkut, el Reino de lo manifestado. Esta resistencia es procesada a través de os Sefiras Inversos, pero tanto estos como los Positivos están encuadrados dentro del Plan Divino.
El hombre, no percibiendo la naturaleza de este Plan y estando acostumbrado a moverse entre luces y sombras, proclama la existencia de dos Principios (el Bien y el Mal), donde hay un solo (el Bien). Pero como él dispone de libre albedrío acaba creando el mal (así como el diablo, el pecado y las otras ruindades). Muchas veces esto es hecho por ignorancia, pero otras (veces) es realizado intencionadamente por seres humanos de elevada inteligencia, los Magos Negros. El precio que pagan por este abuso del libre albedrío es altísimo: retroceso en su evolución espiritual, lo que implica que en próximas encarnaciones tendrán que aprender durísimas lecciones, resarciendo a todos aquellos que perjudicaron y explotaron en la presente vida.
De una cosa debemos tener absoluta certeza: el Ser Supremo es inexpugnable; Lucifer es apenas un ángel "caído", a servicio del Señor para burilar la personalidad-alma de la Humanidad, nunca su enemigo y opositor.
En la mitad del camino entre ¿de dónde venimos? y ¿para dónde vamos?, está el presente; en él gozamos de libre albedrío. Es importante pues evaluar la naturaleza de éste. Realmente, el libre albedrío es un instrumento vital para nuestra evolución; ejerciéndolo, podemos separar lo cierto de lo errado, el "bien" del "mal", la "virtud" del "pecado", etc. Es a través del uso continuo de esta poderosa herramienta que podremos tallar la piedra bruta de la Personalidad. De esta manera, el libre albedrío se presenta como el gran recurso a disposición del aprendiz, del discípulo. Con todo, en la medida que nos acercamos a la Maestría, aquel instrumento va perdiendo gradualmente su utilidad, pues solo existe el Bien, la armonización con el Ser Supremo.
Esto nos lleva al ¿para dónde vamos? Como vimos, el libre albedrío, indispensable en las fases iniciales de nuestro desarrollo espiritual, comienza a perder su importancia a medida que comenzamos a transitar etapas más avanzadas del mismo.
Paralelamente, la armonización con el Plan Divino empieza a tomar preponderancia dentro de nosotros; eso significa que nuestra Personalidad, aunque todavía presa en los lazos materiales, siente claramente el perfume que emana del Ser Crístico y anhela cada vez con más intensidad una fusión con Él, lo que místicamente se conoce como "casamiento alquímico". En este proceso, la personalidad-alma percibe en todo su esplendor su verdadera Misión: ser un vehículo, un canal por donde la Energía Divina pueda descender en la Tierra "Vosotros sois dioses", Salmos 82:6.
En efecto, la Energía Divina comparable a la electricidad generada en una usina hidroeléctrica, tiene un altísimo voltaje que aplicado directamente sobre una persona la fulminaría. Son por lo tanto, necesarios transformadores que reduzcan sus frecuencias vibratorias; algunos de ellos existen en los mundos espirituales, pero es tarea del hombre, refinar su cuerpo, su mente y su corazón para actuar como un transformador capaz de derramar aquellas sublimes energías en forma aprovechable por sus congéneres.
La llegada del Cristo tiene un papel fundamental en este asunto. Como ya vimos, la materia se fue condensando gradualmente hasta convertirse en roca sólida. Después de un cierto tiempo, ya no era necesario el impulso divino para que esta condensación ocurriese también a nivel del corazón y la mente humana; simplemente por aplicación de un principio que la Física llama de inercia, el mundo y los hombres – por decirlo metafóricamente – respiraban materia por todos sus poros.
Sin embargo, el Plan Divino marcaba un punto en el cual la pequeña lumbre guardada en el ser humano, debía ser reavivada y mostrarse al mundo; esto significa que la Personalidad, tanto tiempo distraída en la atracción de la materia, debería comenzar a sentir la nostalgia de su naturaleza verdadera: el Ser Crístico. Los Avatares habían llegado y preparado el camino, pero era necesaria ahora una figura mayor, un Principio Cósmico, que viniendo del seno de la Jerarquía Celestial pudiese mudar el curso de los acontecimientos, cambiando su dirección, o sea transformando la curva descendente (de la espiritualidad a la materia) en curva ascendente (de la materia a la espiritualidad).
Esta fue – entre otras – una de las grandes Misiones del Cristo: a través de su Presencia en la Tierra iniciar una nueva era donde la Ley Suprema es el Amor. Es claro que aquel efecto inercial se mantuvo por algún tiempo después de cesado el efecto que impulsaba aquel descenso; tanto es verdad que el chapoteo en el pantano de la materia hasta se agudizó después de la venida del Cristo, y en los tiempos actuales resurge con fuerza bajo las poderosos alas del consumismo. Pero estos son estertores de algo que está interiormente muerto, aunque su cáscara pueda sobrevivir por algún tiempo aún.
Ya estamos en la segunda década del Tercer Milenio y es aquí donde el verdadero impulso del Cristo (que es un verdadero impulso cósmico) va a tocar profundamente el corazón humano, electrizando la personalidad-alma y arrancándola de las futilidades en las cuales hay se desgasta. Este choque magnético llevará a las personas a una intensa procura de su Cristo Interno, de modo que este sirva de modelo para la personalidad-alma, la cual podrá así evolucionar en un tiempo reducido más de lo que ya ha conseguido a través de innúmeras encarnaciones.
Es exactamente este el punto para dónde vamos.
1) EINSTEIN A. Como vejo o mundo. Rio de Janeiro: Nova Fronteira, 1981.
2) BONILLA J.A. El Cambio de Verdad: La Gran Utopía se transforma en Realidad. Montevideo: Nordan, 2006, 254 p.
3) BONILLA, J.A. LA Revolución que Falta: la Revolución Integral de las Conciencias. Montevideo: Nordan , 2007, 274 p.
4) MEAD G.R.S Algumas Reflexões Místicas. Curitiba: Biblioteca Rosacruz. 1982, 314 p.
5) CHALLAYE F, As Grandes Religioes. San Pablo.IBRASA.1981, 287 p.
6). SCHURÉ,E. Los Grandes Iniciados. México, Mexicanos Unidos,1982, 644 p.
7) MASPERO M. Historie ancienne des peuples d·Orient. Paris, 1895.
8) SÖDERBLOM N. Manuel d"Histoire dês Religions. Paris: Leroux. 1925.
9) RENAN E. Histoire du peuple de Israel. Paris, 1887.
10). LEWIS H. S. A Vida Mística de Jesus. Rio de Janeiro: Renes. 1979, 253 p.
11). LEWIS A. As Doutrinas Secretas de Jesus. Rio de Janeiro: Renes. 1975, 203 p.
12). BAILEY A. Iniciação humana e solar. Rio de Janeiro: Fundação Cultural Avatar. 1985, 215 p.
13). HODSON G. O Reino dos Deuses. San Pablo: Pensamento. (Sin fecha), 199 p.
DEDICATORIA
Dedicamos esta monografía y la siguiente, a todas las personas – hombres y, mujeres, ricos y pobres, jóvenes o adultos, blancos o negros, doctores o analfabetos – en cuyo corazón y en cuya alma reverberan gotas de Luz, átomos de las Altas Energías Cósmicas, vislumbres de la Verdadera Realidad.
Autor:
Prof. José Antonio Bonilla Castillo
(Universidad de la República, Uruguay; Universidad Nacional de Tucumán, República Argentina , Universidad Federal de Minas Gerais, Brasil)
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