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Aspectos Biológicos y Productivos de la Pubertad de la Hembra Bovina (página 2)


Partes: 1, 2, 3, 4

    1. Nutrición y Manejo
  1. EXTRÍNSECOS

La reproducción de los rumiantes, componente esencial de la producción, solo permite explotar menos de las dos terceras partes de su potencial, constituyendo las deficiencias nutricionales su principal causa (Topps, 1977).

El retraso de la pubertad en ganado es el efecto fundamental que produce la subalimentación (Topps, 1977, Patterson, et al, 1992), mientras que un plano nutricional alto la acelera (Busbrik, et al, 1995, Radcliff, et al, 1997). Este efecto se había demostrado por Sorensen et al., (1959), quienes en un estudio con novillas lecheras alimentadas en grupos con 140, 100 y 60% de los requerimientos de Morrison, observaron que el primer celo se presentó a los 8,5; 11,3; 16,3 meses de edad y 261, 261, 243 Kg. de P.V. respectivamente(figura 1). Perón y Tarrero (1982) en novillas Holstein x Cebú alimentadas con dos dietas una normal y otra por debajo de las necesidades encontraron una diferencia de 4,7 meses en las edades al primer celo.

Se ha demostrado que la restricción de alimentos provoca disminución en la expresión del gen de la leptina y en los niveles de leptina circulante, así como de Factor de Crecimiento similar a la e insulina (IGF-I), de insulina y de LH lo cual da bases para considerar a la leptina como la hormona que indica el estatus energético al eje reproductivo central en ganado bovino (Amstalden, et al. 2000).

Figura 1.Influencia de la velocidad de crecimiento sobre la edad de la pubertad en novillas Holstein (Sorensen et al., 1959).

Por otra parte, hay que tener en cuenta que no sólo el nivel cuantitativo de la alimentación influye sobre la reproducción sino que igualmente, existen componentes específicos en ella que producen alteraciones importantes. Hafez y Jainudeen (1974) consideran las deficiencias de vitaminas (A, E) y minerales (P, Mg) como causantes de pubertad retardada, disfunción ovárica, ciclos irregulares y anestro. Asimismo, en nuestro país existen publicaciones donde se informan de desbalances en las concentraciones séricas de b -caroteno, macro y microelementos en diferentes estados patológicos de la hembra bovina, entre los cuales se encuentra el anestro en novillas (González y Pedroso, 1979; González et al., 1981 a, b, c).

De modo, que la acción desfavorable que poseen las deficiencias nutricionales relacionadas con la reproducción, es un hecho bien reconocido en la actualidad (Schillo., 1992, Bagley, 1993). Sin embargo, esto no quiere decir, que como la sobrealimentación acelera el crecimiento, la ganancia de peso adelanta la actividad cíclica de los animales debe pensarse que la misma sea beneficiosa. Referente a esto hay que enfatizar el concepto de Lamond relativo al "peso diana".

Este autor consideró que cada vaca tiene un peso óptimo para lograr una concepción exitosa, por debajo de este peso la capacidad reproductiva disminuye, y por encima, el animal tiende a ser infértil. En tal sentido, caso todos los trabajos realizados coinciden en que el crecimiento excesivo se traduce con posterioridad en una mayor dificultad para concebir y en un acortamiento de la vida productiva del animal, el engorde excesivo obstruye el desarrollo folicular por infiltración de grasa y puede impedir, si el óvulo es fecundado, que no llegue al útero (Bagley 1993).

Otra idea interesante es la surgida del trabajo de Hale (1975) conocida como "corolario del concepto de Lamond", en el cual se expresa: si una vaca cesa su actividad sexual debido a una subalimentación, ella no recuperará dicha actividad, en tanto no alcance un peso superior al peso en el cual dejó de ciclar. Imakawa et al., (1983) induce el anestro en novillas alimentándolas con un 50% de los requerimientos energéticos en un período de tiempo de 6.2 meses, deteniéndose la ciclicidad cuando los animales perdieron 70.8 Kg. de P.V. como promedio; y fue posible reanudar la actividad sexual en 1.6 meses, proporcionando a las novillas una ración que les permitiera una ganancia diaria de 1.4 Kg., lo cual a quedado establecido como metodología para provocar anestro en novillas (Schoppee et al, 1996).

¿Qué mecanismos tiene la hipoalimentación para producir estas alteraciones reproductivas?

Suzuki et al., (1982), subalimentaron novillas y encontraron un acortamiento de la duración del celo (4.8 h vs 20.2h), disminución de la libido, reducción del intervalo celo – ovulación (2.0 h vs 14.1h) y disminución de las concentraciones de progesterona en los dos primeros ciclos experimentales. La depresión de los niveles periféricos de progesterona ha sido confirmada en otras investigaciones (Donaldson et al., 1970; Gombe y Hansel al., 1978; Kinder et al., 1982; Alonso et al., 1984, 1985), aunque Spitzer et al., (1978) no observaron esa relación, no obstante haber detectado que los animales con dietas hipoenergéticas tuvieron el ovario (con CL) un tamaño 57% más pequeño que las dietas adecuadas. La disminución del tamaño y peso (Gombe y Hansel, 1973) y la secreción (in vitro) de progesterona del cuerpo lúteo (Kinder et al., 1982) también fue señalada. Análogamente, las raciones deficientes en lípidos o colesterol conducen a un menoscabo de la producción de progesterona (Thatcher et al., 1996).

La ingestión deficitaria de nutrientes tiene un efecto pronunciado sobre las concentraciones de gonadotropinas. Según Rombauts et al., (1961), diversos trabajos sugieren no sólo una disminución en la síntesis de estas hormonas a nivel hipofisario sino también una modificación de su liberación. Sin embargo, en novillas Beal et al., (1978) midieron cantidades significativas de LH en hipófisis, al parecer constituyentes de un pool de fácil y mayor liberación al exponer la glándula al GnRH (Beal et al., 1978; Fitzgerald, 1984; Spicer et al., 1984), comparadas con grupos que recibieron una mejor alimentación. Igualmente, en la actualidad, otra característica endocrina del bajo consumo de nutrientes es la presencia de una reducción importante de las frecuencias de pulsos de LH (Kinder et al., 1982 a; Imakawa et al., 1983; Lindsay et al., 1984; Imakawa et al., 1984, 1985), las cuales son responsables en parte del anestro en novillas inducido por la subalimentación (Imakawa et al., 1984). También se han indicado cambios en los niveles de FSH, prolactina y estradiol (Rone, 1984)

De modo, que la subalimentación puede actuar directamente a nivel ovárico o hipofisario, produciendo alteraciones que conducen a un pobre desarrollo folicular, deficiente producción de hormonas esteroides, las cuales no pueden promover el celo.

El mecanismo exacto de estos cambios, aún no están esclarecidos. Es posible que la hipoalimentación (dependiendo si es crónica o aguda, si es energética o proteica, etc.) produzca un aumento en la sensibilidad al mecanismo de retroalimentación negativo de los estrógenos, lo que a su vez implica una disminución en la liberación hipotalámica de GnRH con el consiguiente cuadro de baja frecuencia en la secreción pulsátil de gonadotropinas y la falta de estimulación ovárica. En este sentido Schillo (1992) propuso que metabolitos combustibles oxidables como la glucosa y los ácidos grasos no esterificados y/u hormonas metabólicas reflejando el estado nutricional influyen en la actividad de las neuronas que controlan la liberación de GnRH.

Manejo: Este es otro aspecto importante a tener en cuenta, cuando se trabajan animales en desarrollo. Según Web (1972), un buen manejo es necesario desde el nacimiento hasta el momento del primer parto. De acuerdo a este autor hay tres áreas principales en disciplinas de manejo.

  1. Mantenimiento de un óptimo desempeño reproductivo
  2. Control de enfermedades y parásitos
  3. Mantenimiento de un elevado nivel nutritivo

Factores tales como el medio donde se deben desarrollar las novillas, el traslado frecuente, suministro de agua, carga por ha de los pastos, frecuencia de baños acaricidas, etc. Son muy influyentes en la aparición de una pubertad temprana.

Actualmente (Bagley, 1993) el sistema de producción de novillas de reemplazo para lograr partos a los dos años de edad requiere un plan de manejo integral animal forraje y debe comenzar en la fase de producción vaca ternero y en este sentido además propone tener en cuenta:

  1. Raza
  2. Peso al destete
  3. Técnica de manejo pre y post destete (antihelminticos, anabólicos, probióticos y ionoforos)
  4. Nutrición
  5. Época de monta
  1. Climáticos
  2. Temperatura: Dale et al. (1959) comprobaron que las altas temperaturas influyen en el inicio de la pubertad. Estudiando novillas de diferentes razas observaron, que a temperatura constante de 26.66°C la pubertad aparecía a los 13.3 meses de edad, mientras que mantenidas a 10°C esta aparecía a los 10 meses.

    Otro efecto lo refiere (Tucker, 1982), de que las temperaturas elevadas disminuyen la duración e intensidad del celo y si se mantienen por encima de 28°C (especialmente si el estrés es prolongado) conduce a una reducción del índice de crecimiento de los bóvidos (Johnson y Ragsdale, 1959; Mendel et al., 1971).

    El retardo de la pubertad a altas temperaturas se relaciona con un bajo consumo de alimento y un retraso del crecimiento en esas condiciones, lo que posiblemente esté vinculado a la elevación de la tasa de corticoides en sangre que se presenta en el estrés de calor (Gwazdauskas, 1985; Faure et al., 2004) y a la disminución de la secreción de hormonas tiroideas.

    Fotoperíodo: Contrario a los equinos, ovinos y caprinos, la vaca es considerada como una especie que tiene reproducción no estacionaria. Sin embargo, ciertos aportes científicos llaman a la reflexión sobre este punto de vista.

    Pumm y Kush (1934) y Salisbury (1946) estudiaron el influjo de la estación sobre la edad de parto en novillas primíparas, observando, este último, en el Estado de Iowa, que en el mes de mayo el parto se logró aproximadamente con 25 meses de edad, mientras que en septiembre fue de aproximadamente 29 meses. Ellos concluyeron, que sobre todo, en las zonas más alejadas del ecuador la influencia del mayor número de horas diurnas propio de la primavera y el verano, tiende a disminuir la edad de concepción de las novillas.

    Se han publicado muchos trabajos donde aparece una relación entre la edad de la pubertad y la época en que nacen las terneras (Hansen et al., 1983; Kanwanja, 1984). Fauconneau y Gauthier (1984) trabajando en el trópico con hembras criollas prepúberes, informaron que la adición de 4 horas de luz diaria incrementaba en un 37.5% el número de animales que ciclaban, en relación a un grupo que sólo recibió luz natural. Estas observaciones fueron confirmadas por Kamwanja (1984), al notar que el aporte en una suplementación de luz a un grupo de novillas adelantaba la pubertad en 27 días.

    Que el fotoperíodo afecta las edades de aparición de la pubertad y la actividad ovárica en novillas Brahman puras y cruzadas ha sido confirmado por Mezzadra, et al, (1993). Más directamente se ha comprobado que mayor cantidad de luz diaria adelanta la edad de aparición de la pubertad (Ringuet, et al, 1994).

    Aunque, Sergent et al, (1984) no encontraron alteraciones significativas en las variables del pico preovulatorio de LH, ni en los niveles plasmáticos de progesterona en novillas con mayor tiempo de exposición a la luz solar, sí parece ser que el fotoperíodo puede modificar la edad de la pubertad modulando la secreción pulsátil de LH (Louw et al., 1983) o la secreción de prolactina y velocidad de crecimiento (Tucker, 1982; Schillo et al., 1983a). De tal manera que el manejo del fotoperiodo puede ser usado para incrementar el crecimiento en novillas y maximizar la adquisición de tejido graso incluyendo parénquima mamario. (Dahl and Petitclerc, 2003)

    Ciclo lunar, Roy et al., (1980) publicaron por primera vez haber encontrado una conexión entre la edad de aparición de la pubertad en novillas y las fases de la luna. Posteriormente (Roy et al., 1985a) publicaron otro trabajo relacionado con hembras cruzadas bajo luz continua, donde de 10 novillas, el 50 porciento presentaron celo 3 a 4 días antes de la luna llena (p < 0.01); destacando además la existencia de una alta correlación (r = 0.83) entre la edad del primer celo de las hijas respecto a la edad del primer celo de la madre y la siguiente luna nueva. Sin embargo, Greer (1984) trabajando 556 novillas de carne observó que la distribución de los primeros celos fue uniforme a lo largo del ciclo lunar. Este es un tema novedoso que como se ve, para su esclarecimiento se necesitan futuras investigaciones.

    En general, al igual que Thatcher et al., (1986), pensamos que cuando se estudian variables ambientales como es el clima en relación con la fisiología de los animales, debe tenerse en cuenta que con ellas se entrelazan un conjunto de factores como son: temperatura, humedad, radiaciones, nutrición, manejo, etc. por lo cual, establecer relaciones de causas efectos no resultan fáciles si no se realizan experimentos muy bien controlados.

    Los factores sociales también pueden modificar el comienzo de la maduración sexual en los animales. Thibaut y Levasseur (1974) refirieron que en ovinos la presencia del sexo opuesto adelanta la pubertad y contrariamente, la presencia del mismo sexo la retrasa.

    En el bovino se sabe que exhibir el toro a una vaca en celo produce aumento de la motilidad uterina y adelanta el momento de la ovulación (Vandermark y Hays, 1953). Sin embargo no se ha observado una influencia positiva de la presencia del macho en la edad de aparición de la pubertad en novillas (Wehrman, et al, 1996)

    Por su lado, Mc Donald (1975) planteó que las hembras de todas las especies pubescen más temprano que los machos, siendo del orden de 2 a 4 meses en el vacuno. La causa de esta diferencia sexual no está clara, pero probablemente resida en los centros superiores del SNC.

    Hawk et al (1954) estudiaron la influencia de las diarreas y de la consanguinidad sobre el momento de la aparición del estro en la raza Holstein, encontrando que producían un retraso de la pubertad por su acción frenadora del crecimiento, por lo cual Salisbury y Vandermark (1961) consideraron que todo factor que interfiriera en el desarrollo orgánico, alteraba la edad de aparición de los primeros ciclos estrales.

    Swift et al., (1983; 1984) dan cuenta de la inducción de anestro en novillas de carne por una anaplasmosis provocada experimentalmente. Cuyo cuadro se caracterizó (aparte de la fiebre y la anemia) por una disfunción ovárica con disminución de la producción de progesterona y estradiol, tal vez por un aporte deficiente de oxígeno para la síntesis de esteroides.

    Esta última información es valiosa, ya que pudiera explicar en parte algunos casos de anestrías vinculados a los brotes de hemosporidosis en nuestro país. Incluso pudiera ser también que los animales portadores (sanos) de los parásitos sufran daños crónicos en sus órganos reproductivos y como consecuencias aparezcan disturbios de la fertilidad o el celo, similares a los encontrados (abortos) en la vaca gestante (Muñoz y Cisse, 1983).

  3. Sociales, sexo, enfermedad
  4. Actividad ovárica y conducta sexual

El feto femenino de la vaca a los 110 días de gestación tiene 2,7 x 106 ovocitos, los cuales se reducen a 68 000 al momento del nacimiento (Thibaut y Levasseur, 1974). Desde el nacimiento hasta los 3 meses de edad se produce un desarrollo de estos aumentando considerablemente el número de folículos antrales (Erickson, 1986; Goff et al., 1984) y este permanece constante hasta el inicio de la pubertad (Forrest et al., 1984). De modo, que las terneras al nacer poseen una cantidad fija de folículos, que pasan con el tiempo un proceso de desarrollo, atresia y desaparición; constituyendo la pubertad el momento donde comienza una intensa actividad ovárica, a partir de donde se hace viable la liberación y fertilización del óvulo.

Los datos ofrecidos por varios autores demuestran que los ovarios de las novillas evidencian actividad folicular mucho antes de alcanzar el primer ciclo estral. Morrow (1969) en la raza Holstein, durante la prepubertad detectó folículos palpables de 0.5 a 2 cm. de diámetro en la mayoría de los animales estudiados y en el 74% la primera ovulación se acompañó de celo silente.

Con el advenimiento de la técnica ecográfica se ha podido determinar la dinámica del desarrollo folicular en animales pre y peripúberes (Calderón, et al, 1993; Bergfeld, et al, 1994 y Adams y Brogliatti, 1996) comprobándose que la composición de las ondas foliculares son similares a las presentadas en los animales adultos difiriendo solo en su magnitud y no en su esencia, los mecanismos que controlan el fenómeno de emergencia de ondas selección del folículo dominante y regresión folicular están presentes desde muy temprano comenzando desde los dos meses de vida en la ternera ( figura 2) .

Dofourt (1975) refiere que aproximadamente el 80% de las novillas Friesan ovularon antes de alcanzar la pubertad sin mostrar signos estrales, y el 33% presentaron su primer ciclo estral con una duración menor de 10 días. Por otro lado, Rutter (1984) observó que sólo el 48.3% de los animales por él estudiados formaron cuerpos lúteos al llegar a su primer ciclo sexual.

En otro estudio (Morrow et al., 1976) donde se evaluaron las características de 245 ciclos estrales en novillas peripúberes se encontró, que los signos iniciales de celo aparecieron a los 9.3 meses de edad, mientras que el primer cuerpo lúteo fue detectado un mes mas tarde. Además, la ocurrencia de celo silente, no típico y típico fue del 7.25 y 68% respectivamente y sólo en el 61% de dichos ciclos aparecieron cuerpos lúteos normales. González Stagnaro (1993) en su revisión del tema refiere que los celos no acompañados de función luteal adecuada conocidos como no puberales constituyen un evento frecuente, señalando que hasta el 62.8% de ganado mestizo manifiestan dicho fenómeno desde 98 días antes de la pubertad.

Los procesos que tienen lugar en el entorno de la pubertad son variados y se notifica que la primera ovulación no se acompaña del celo típico, lo que se considera sea debido a la necesidad de una concentración pequeña de progesterona previo al mismo, que sensibilice el SNC a la acción de los estrógenos para permitir las manifestaciones síquicas del estro (Mc Donald, 1975), la magnitud de este fenómeno llega a que el 25% de las novillas poseen función luteal transitoria antes de los 10 meses de edad, encontrando que un 4% fue gestado a los 5 meses de edad y considerando que tal precocidad es un evento fisiológico que resulta de diferentes tiempos de maduración del efecto inhibitorio que tiene el estradiol sobre el eje Hipotálamo Hipófisis y de la capacidad del ovario de segregar estrógenos en respuesta a las gonadotropinas (Wehrsman, et al, 1996).

Figura 2. Diámetro medio del folículo dominante en terneras pre púberes entre las 2 y las 56 semanas de edad (n = 10 en cada edad. Tomado de Murphy y Pescador, 1996).

  1. Regulación Endocrina de la Pubertad
  2. El estudio de los perfiles de gonadotropinas (LH, FSH, PRL) y los esteroides gonadales, tanto en el macho como en la hembra, muestran que éstos se secretan de manera episódica; es decir, de tipo pulsátil dando lugar al concepto de "La regulación endocrina por frecuencia modulada" (Thibier, 1981).

    El paso de un estado fisiológico a otro (pubertad, reproducción estacional, post-partum, etc.) se revela tributario de una modulación de la frecuencia de estos episodios de corta duración y amplitud moderada, en particular de la hormona LH.

    Incluso, la progesterona, considerada una hormona con comportamiento estable en correspondencia con la fase reproductiva en que se analice, posee también un patrón de secreción pulsátil (Walters et al., 1984; Procknor et al., 1986).

    La conducta pulsátil de la liberación de LH es evidente desde el primer mes de vida de las novillas, cuyos episodios aumentan su frecuencia con la edad (Schams et al., 1981). La llagada de la pubertad está asociada a un brusco incremento de la frecuencia de dichos pulsos, el cual se considera un prerrequisito para el inicio de la actividad sexual (Ryan y Foster, 1980). Esta liberación de gonadotropinas está modulada por los centros superiores en el hipotálamo, por lo cual se piensa que la regulación de la pubertad tiene un origen central (Generador de Pulsos de GnRH), donde el eje hipotálamo – hipófisis – ovario juega un papel fundamental; aunque, aún no está bien esclarecido (Apter, 1997).

    1. Concentraciones de hormonas en sangre
    2. En un estudio (Nakada, et al; 2000) donde se registraron los cambios hormonales del nacimiento a la pubertad en novillas se observaron cambios en ciclos de 7 a 8 días en la concentración de FSH desde los 10 días a los 9 meses de edad. Las variaciones de las hormonas reproductivas evidenciaron la existencia de tres momentos críticos, el primero fue del nacimiento a los 7 días donde fueron observados los mayores niveles de hormonas esteroideas los que fueron paulatinamente declinando a la vez que aumentaron los niveles de las gonadotropinas, el segundo momento fue a las cuatro semanas donde hubo un incremento en los valores de LH, estradiol, testosterona e inhibina y el tercero 5 semanas antes de la primera ovulación donde hubo incrementos en las concentraciones de estradiol seguido por aumentos de la LH.º

      1. Hormona luteinizante (LH)
      2. La LH es una glucoproteína que tiene un peso molecular de 30 000 daltons. Es producida y liberada por la adenohipófisis bajo el influjo de la GnRH proveniente del hipotálamo.

        Entre sus funciones en la hembra se encuentran: estimular la secreción de estrógenos en el folículo, provocar la ovulación y la formación del cuerpo lúteo, así como activar la producción de progesterona (Niswender et al., 1974). Dichas funciones probablemente se logren mediante la acción intermediaria del Ampc (teoría del segundo mensajero), como puntualizaron Niswender et al., (1972) o quizás alterando el metabolismo de los fosfolípidos en la membrana plasmática de las células lúteas (Smith, 1986).

        El feto bovino contiene en su sangre concentraciones de LH medibles. A los 90 días de gestación estas concentraciones son de 3.0 ng/mL, y luego descienden paulatinamente a 1.28, 0.85 y 0.45 ng/mL los días 180, 260 de gestación y séptimo día postnatal respectivamente (Oxender et al., 1971ª.Los niveles de esta hormona se van incrementando gradualmente con la edad, ganando en magnitud y frecuencia; ya a los siete meses su cantidad es mayor, que 2 ng y mas tarde que 4.1 ng por mL, para alcanzar la máxima concentración en el umbral del primer ciclo estral (González-Padilla, 1975a; Johnsson y Obst, 1978; Mc Leod, et al., 1984).

        Al llegar a la pubertad, las novillas pueden tener en su primer pico preovulatorio de LH con magnitudes máximas que oscilan entre 11 a 52 ng/mL (González-Padilla et al., 1975a); pudiendo llegar hasta 193.7 ng/mL cuando se les suministran cantidades de 2 m g de GnRH en forma de pulsos (Mc Leod et al., 1985).

        Mucho antes del primer estro los niveles periféricos de progesterona pueden ser menores a 0.1 ng/mL de suero sanguíneo (González.Padilla et al., 1975a) o fluctuar entre 0.68 a 0.82 ng/mL (Shotton et al., 1978). La característica fundamental que tiene el perfil de la concentración de progesterona durante el período prepuberal es que aparecen los primeros picos previos al primer ciclo estral.

        En este momento, se producen cambios en las concentraciones de la hormona, que están muy relacionados con los signos del celo, los picos de LH y la edad de la pubertad. Por ejemplo, González-Padilla et al., (1975a), informaron que existían dos picos de LH, uno primario y otro que ocurre simultáneo con la pubertad; y a la vez observaron, la presencia de dos elevaciones de progesterona. La primera sucedía previa al pico primario de LH y la segunda ocurría entre ambos picos. Estos autores concluyeron enfatizando que la progesterona debía tener una función clave en el inicio de la maduración sexual.

        Por otra parte, Shotton et al., (1978) indicaron en novillas de la raza Friesian la presencia de un ciclo prepuberal de progesterona, similar en concentración y duración a los de una fase lútea normal. Ellos también encontraron picos de progesterona hasta 5.5 ng/mL por encima de los niveles básales, 2 a 8 días antes de la ocurrencia del primer celo. Además, dichos autores correlacionaron la edad de la pubertad con los niveles básales de progesterona (r = 0.541).

        Parece existir una concordancia entre los diferentes autores, respecto a las variaciones de las concentraciones de progesterona que tienen lugar alrededor de la edad de la pubertad, ya que estos resultados han sido confirmados por otros trabajos (Suzuki y Sato, 1980, Schillo et al., 1983a).

        Los ovarios de las novillas prepúberes son susceptibles de ser estimulados por gonadotropinas exógenas y responder con una asombrosa producción de progesterona y formación de cuerpos lúteos (CL). Así, Spilman et al. (1973), en terneras de 2 a 5 meses de edad, inyectadas con PMSG y LH cuantificaron valores de progesterona de casi 100 ng/mL a los 8-10 días postratamiento y se obtuvieron como promedio 36 Cls por animal. Se halló también una alta correlación entre los niveles de progesterona y el número de Cls (r = 0.76). Esa capacidad funcional de CL de ternera ya se había señalado previamente (Spilman et al., 1972).

        Están bien establecidos los valores periféricos de progesterona durante el ciclo estral de las novillas. En general, son inferiores a 1 ng/mL durante la fase folicular pueden alcanzar durante la fase diestral promedios de 2.3 a 5.2 ng/mL dependiendo de la época del año (Solano et al., 1983), e incluso, ser superiores a 10 ng/mL (Schillo et al., 1983a).

      3. Progesterona

        El líquido folicular de folículos ováricos colectados de novillas con 3.6 y 9 meses de edad contiene cantidades pequeñas, pero apreciables de estradiol, las cuales no difieren entre dichas edades (Forrest et al., 1984).

        En suero, las concentraciones (pg/mL) en novillas pueden oscilar entre 5 a 20 (González-Padilla et al., 1975a; Suzuki y Sato, 1989) o de 3.99 a 13.60 (Radchenkov et al., 1984) e incluso de 1 a 9 (Glencross, 1984; Moseley et al., 1984). El estradiol circula en muy bajas concentraciones, por lo cual, su determinación no resulta muy fácil; siendo posible que éstas diferencias de magnitudes, como regla, respondan a diferencias metodológicas.

        En el estudio de González-Padilla et al., (1975a) no se encontró asociación entre los niveles de estradiol (E2) y los picos de LH, quizás debido a la frecuencia del muestreo, pero se observó una ligera correlación con el nivel de GnRH (r = 0.16) durante el período prepuberal. Sin embargo, Glencross (1984) indicó que el E2 variaba aleatoriamente entre 1 a 4 pg/mL durante la prepubertad y que existían tres picos de esta hormona: uno de 6 pg/mL que ocurría ocho días antes del primer celo, otro (9 pg/mL) el día de inicio de la pubertad y el tercero (4 pg/mL) cuatro días después del celo.

        Este autor concluyó destacando que precisamente a los 8 días antes de la pubertad disminuye la sensibilidad del eje hipotálamo – hipófisis a la retroalimentación negativa del E2 dando lugar a la liberación de gonadotropinas y por tanto la aparición del primer celo.

        Si durante el estadio prepuberal como hemos dicho, se mantiene una concentración pobre o una frecuencia disminuida de gonadotropinas, se pudiera pensar que esto se debe a un contenido deficiente en estas hormonas a nivel hipofisario o que su liberación se encuentra perturbada; motivo por el cual no podrían reflejarse a nivel periférico. Veremos que esto no es así.

      4. Estradiol
      5. Testosterona

      No disponemos de información acerca de los niveles de testosterona en relación a la pubertad; pero se sabe que el ovario de la vaca es la mayor fuente de producción de los andrógenos hallados en sangre periférica (Mori, 1975; Kanchev et al., 1976).

      Las concentraciones de testosterona (pg/mL) durante el celo en las novillas son de 40, siendo de 1809 siete días y 78 un día antes del mismo. En muchos trabajos se informa una asociación entre los niveles de testosterona y el aumento del estro (Shemesh y Hansel, 1974; Kanchev et al., 1976; Nessan y King, 1981; Sekizawa et al., 1982); aunque se considera que el patrón de la concentración de andrógenos a lo largo del ciclo sexual es impredecible dada su variabilidad (Spitcer y Echternkamp, 1986).

      El peso de la hipófisis de ternera en el momento del nacimiento es de 0.69g y a partir de este instante se incrementa en relación directa con la edad hasta los 9 meses, estabilizándose entonces para alcanzar un peso de 1.8g a los 12 meses (Desjardins y Hafs, 1969). Ese peso responde fundamentalmente al de la adenohipófisis.

      El contenido de LH en la hipófisis fetal varia marcadamente, siendo de 0. 323, 0.474 y 0.535 µg/mg a los 90, 180 y 260 días de la gestación respectivamente, no teniendo relación con las concentraciones en suero (Oxender et al., 1971 b). Al nacimiento es de 2,4 µg/mg, aumentando hasta los 3 meses (9.1) y luego varia acentuadamente desde 10.4 a los 7 meses hasta 4.8 µg a los 12 meses (Desjardins y Hafs, 1968, figura3). Estos últimos investigadores hallaron también que el contenido de FSH fue mayor al mes de nacimiento (2.68 µg/mg) para luego declinar y permanecer relativamente constante hasta los 12 meses. Ellos observaron que el animal adulto tenia menos niveles de LH hipofisaria que el prepuber (figura3) y que su disminución estaba asociada a la pubertad. En la vaca, a los 5, 10, 20 y 30 días postparto se han encontrado valores de 0.383, 0.445, 0.682 y 1.1 µg/mL respectivamente (Moss et al., 1985).

      Figura 3.Contenido hipofisario de LH en la hembra bovina Oxender et al, (1971) y Desjardins y Hafes, (1968).

      Estos datos indican que por lo menos a partir de los 3 meses de edad en las novillas, no se puede tomar como argumento la deficiencias de LH hipofisaria como causa de la inactividad sexual presente en este periodo de la vida, aunque si es lógica en los primeros días del postparto, donde aparece un restablecimiento gradual.

      Respecto a la posibilidad de una falta de respuesta de la hipófisis a los estímulos de los factores hipotalámicos en el curso de la prepubertad, como explicación de la inactividad señalada anteriormente, carece de fundamento. Desde las 24 a 30 h de edad, los terneros de ambos sexos responden a la estimulación exógena de GnRH (Symons, 1976), con valores de LH sérica de 0.5 antes y 9.6 ng/mL a los 30 min. posteriores a la inyección . Como se ve la respuesta lograda a esa edad resulta pobre, lo cual responde posiblemente a la presencia de refractoriedad como pensó este autor. En el presente está bien establecido que la hipófisis de los animales prepúberes son sensibles a la acción de la GnRH (Skagg et al., 1986).

      Otras hipótesis como las deficiencias de receptores a GnRH o las alteraciones en el número, o la Kd de los sitios de unión de dichos receptores, tampoco parecen justificarse (Leung et al, 1986).

      Queda por pensar, según sugieren Mc Leod et al. (1984) que la baja frecuencia de los episodios de LH, en novillas prepúberes sea motivada por una inactividad hipotalámica, lo cual resulta lógico al observar que el suministro exógeno de GnRH induce el aumento de los pulsos de la hormona, por lo tanto debe existir una pulsación endógena deficiente de este factor hipotalámico. En tal caso hay que analizar los factores que modulan la secreción de las gonadotropinas y los factores liberadores; el mecanismos de retroalimentación.

    3. Eje hipotálamo – hipófisis
    4. Mecanismo de retroalimentación (feedback)

La regulación de la secreción de hormonas depende de varios mecanismos. La liberación de una hormona en particular puede tener más de un mecanismos de control, donde la hipófisis ocupa un lugar central, ya que puede recibir influencias tanto por vía hipotalámica como por los receptores periféricos.

Un concepto útil en la modulación de la secreción hormonal es la idea de la retroacción (feedback o servomecanismo), por lo cual el efecto provocado por una hormona tiende a aumentar o anular la ulterior secreción de la misma. La situación más sencilla es la establecida entre dos variables (hormonas), según Rasmussen (1974): Si A = f (B) y B = f (A), existe una relación de retroacción entre las dos. Si la concentración o el efecto de A aumenta cuando aumenta B, la retroacción es positiva, mientras que si A disminuya cuando B aumenta, la retroacción es negativa.

De acuerdo entre quienes se establezca la relación en los órganos del eje SNC – glándula efectora el mecanismo feedback se clasifica en:

  • Largo, que es la relación entre órgano efector periférico y eje hipotálamo – hipófisis.
  • Corto, se enmarca de hipófisis a hipotálamo
  • Ultracorto, dentro del hipotálamo o la hipófisis

Estas ideas fueron tomadas de Botella (1982) y Piva et al (1983).

Tabla 2. Tipo de control de la secreción endocrina

1

HUMORAL

1.1

Concentración de metabolitos

1.2

Concentración de otra hormona

1.2.1

Circuito largo

1.2.2

Circuito corto

1.2.3

Circuito ultracorto

2

NERVIOSO

2.1

Conexión nerviosa periférica

2.2

Conexión hipotalámica (hipófisis)

3

GENETICO

Según Gorbman y Bern (1962) con ligera modificación

Con respecto a la pubertad, todo parece indicar que el servomecanismo juega un papel fundamental para su desencadenamiento.

Desde épocas tempranas Kallas (1929) demostró que si se castraba a una compañera de ratas hembras parabióticas sexualmente inmaduras, la otra experimentaba maduración sexual precoz. Presumiblemente la castración producía un aumento de la producción de gonadotropinas, con estimulación de las gónadas en la rata intacta. Luego Byrnes y Meyer (1951) comprobaron que si se inyectaba dosis muy pequeñas de estradiol al animal castrado, sexualmente inmaduro, parabiótico hembra podía evitarse la pubertad precoz en su compañera intacta.

Se ha confirmado bien que la castración induce un incremento significativo de gonadotropinas en sangre (Anderson et al., 1985). Lo cual refleja que las gónadas ejercen una marcada inhibición sobre la liberación de dicha hormona. Entre los esteroides ováricos, los estrógenos son los más potentes inhibidores (Weick y Noh, 1984).

De acuerdo a Staigmiller et al (1979) ninguno de los modelos de animales experimentales hasta ahora poseen su mecanismo de retroacción positivo al estradiol desarrollado al momento del nacimiento. Esa sensibilidad del eje hipotálamo – hipofisario se desarrolla a partir de los 3 a 5 meses de edad (Staigmiller et al, 1979; Schillo et al, 1983b). Sin embargo, el control de retroacción negativa ejercido por el estradiol existe durante todo ese tiempo, siendo en el momento de la pubertad cuando disminuye (Schillo et al, 1982; Day et al, 1984). Glencross (1984) comprobó en novillas, que una disminución de la sensibilidad a la acción negativa del E2 se lograba ocho días antes del primer ciclo estral mientras que Day, et al (1987) planteó que esta disminución ocurrió 50 días antes de la pubertad.

¿Qué mecanismo es el que desencadena el inicio de la pubertad?

Los terneros responden con un acentuado desarrollo folicular y ovulación a la estimulación con gonadotropinas exógenas (Onuma et al, 1970; Seidel et al, 1971) a pesar de que Spitcer y Echternkamp (1986) aclaran que en el bovino no se conoce el tiempo en que se obtiene un completo desarrollo de las enzimas esteroidogénicas, ni de los receptores a gonadotropinas en el folículo ovárico. Además la hipófisis de las terneras es sensible a la acción gonadotrópica y responden al feedblack positivo del estradiol exceptuando la etapa neonatal temprana (Evans, et al, 1992, 1994), por lo tanto la hipótesis más aceptada es que la pubertad comienza cuando decrece la sensibilidad a la retroacción negativa del estradiol (Enomoto y Minowada, 1997).

Quedaría por saber qué es lo que conlleva a esa modificación, para lo cual habría que tener en cuenta la alimentación, fotoperíodo, ciclo lunar, etc. Todo indica que el estado metabólico del animal es muy importante así como el fotoperíodo en los animales estacionarios. En la actualidad el mecanismo intrínseco que conduce a ese proceso está vinculado con interacciones de estructuras neuronales y células gliales de la línea astrocítica las cuales afectan la función neuronal vía un mecanismo de señalización célula a célula que involucra a factores de crecimiento y sus receptores entre los cuales se han identificado al EGF (Factor de crecimiento epidérmico), al TGFa (Factor de crecimiento transformante) y al NDF (Factor de diferenciación neuras) los que son producidos en los astrocitos hipotalámicos estimulando la liberación de GnRH a través de un intermediario glial como es la Prostaglandina E2 que activa directamente las neuronas secretoras de GnRH (Ojeda, et al, 1997, Ma y Ojeda, 1997). Otras evidencias indican que la leptina juega un papel fundamental en este mecanismo, así hay evidencias que la misma estimula a los gonadotrofos no solo en los periodos puberales y de madurez sino en el juvenil antes de la pubertad haciendo pensar que modula la sensibilidad de los gonadotrofos hasta la aparición del estímulo de la GnRH y pudiera ser el factor que genera la aparición de la pubertad (Tezuka, et al. 2002).

En este sentido además se ha planteado la asociación existente entre la leptina y la secreción tanto de GnRH como de LH (Zieba, et al. 2004). Sin embargo estos mismos autores notificaron que la administración crónica de leptina no indujo la pubertad ni alteró el patrón endocrino en novillas alrededor del inicio del tiempo esperado de la pubertad (Maciel, et al. 2004). Aunque si dejaron aclarado que el tratamiento con leptina en novillas prepúberes en estado de ayuno evitó la disminución de la frecuencia de pulsos de LH y modificó la respuesta de la LH mediada por GnRH (Maciel, et al. 2004).

Así podríamos hipotetizar que el inicio de la pubertad transcurriría de la siguiente forma: Disminución de la sensibilidad del eje hipotálamo – hipófisis a la retroacción negativa del estradiol,(figura 4), determinado por señales que provienen del estado metabólico del animal probablemente a través de la leptina, aumento de la frecuencia pulsátil de GnRH y de LH con el consiguiente desarrollo folicular, producción de estrógenos, aparición del primer celo, descarga preovulatoria de LH y ovulación. Apareciendo de esta forma la actividad cíclica que caracteriza la etapa reproductiva.

 

 

-130 días

-60 días

-40 días

-20 días

Primera Ovulación

Receptores de E2

(Hipotálamo e Hipófisis)

 

Variable

Retroacción del E2

sobre la secreción de LH

Secreción Pulsátil

de LH

Secreción de E2 y

peso uterino

Figura 4. Modelo del control endocrino de la pubertad en novillas según Kinder et al. (1987).

Aspectos Productivos

Pubertad retardada.

La mayoría de las novillas tienen potencial suficiente para alcanzar la pubertad y cubrirse satisfactoriamente al año de edad, si se le proveen una nutrición y manejos adecuados. El costo para hacer esto puede variar grandemente entre razas y entre tipos dentro de una misma raza. Las novillas con capacidad la pubertad a edades tempranas alcanzan tales propósitos a menor costo que aquellas con edad tardía a la pubertad (Patterson, et al, 1992).

Se ha reportado la existencia de una regresión entre edad a la pubertad con peso al primer parto, producción de leche a la primera lactancia así como con el porciento de grasa en la leche, de lo cual se desprende que el retraso de la pubertad conduce a una disminución de la eficiencia productiva en la industria pecuaria. Las diferencias de edad a la pubertad en diferentes regiones geográficas dependen del sistema de manejo, disponibilidad y calidad del forraje, así como de la adaptación del tipo racial a las condiciones ambientales específicas. La edad a la pubertad adquiere un valor productivo cuando las novillas se gestan para parir a los dos años y los sistemas de explotación imponen épocas reproductivas limitadas, de modo que se postula que las novillas tienen que alcanzar la pubertad a los quince meses al menos con vistas a lograr el primer parto a los veinticuatro meses, sin embargo alrededor de un 35% no logra este objetivo por retraso puberal.

El anestro en novillas en nuestro país se corresponde con una maduración sexual tardía o pubertad retardada. La causa fundamental de esta situación reside en una inadecuada alimentación y un manejo deficiente durante la etapa de desarrollo somático de los animales. Los datos obtenidos respecto a la edad y el peso con los cuales llegan las novillas a incorporarse a los servicios de IA y al primer parto lo demuestran.

Hay empresas que incorporan a las hembras con 18 meses de edad y 336 Kg. de PV, lo que es reflejo de una ganancia en peso por animal de 0.62 Kg. / d. En el Libro de Metodología de Balance Alimentario para el Ganado Vacuno en Cuba (1975) se indicó que en nuestro país se debe seguir como criterio para gestar nuestras novillas lecheras un peso aproximado de 230 Kg. y 18 meses de edad. Zamora et al (1985) manejando bien los pastos y la carga/ha consiguió la primera inseminación en novillas a una edad (16.5 – 17.7 meses) y peso (367 – 376 Kg.) deseables. Estas edades y pesos es posible lograrlos siempre que la ganancia diaria de peso sea igual o superior a 0.5 Kg. (Metodología b.a., 1975, Santos y Pereiros, 1982; Zamora et al., 185; Zamora y González, 1986).

Inducción de la pubertad.

Corrección dietética

La influencia del ambiente sobre la secuencia de eventos que conducen a la pubertad está dictada, principalmente, por el estado nutricional y los efectos vinculados con la tasa de crecimiento y el desarrollo. Un buen plano nutricional no solo tiene consecuencias con una pubertad a edad temprana sino que influye el crecimiento y desarrollo mamario en novillas lecheras (Niezen, et al, 1996).

Así en nuestro país se han realizado muchos ensayos en este sentido, haciéndose corrección en el nivel energético (Simón y Hernández, 1977; Tarrero y Perón, 1983; Alonso et al., 1985) proteico (Pérez y Ramírez, 1986; Zamora y González, 1986) y vitamino – mineral (Perón et al, 1976; Contreras et al, 1986; González et al, 1986) obteniéndose en todos los casos un saldo positivo en el porcentaje de animales que entran en la pubertad o se gestan o logran el parto a una edad temprana.

El plano energético de la ración parece tener una influencia grande y más rápida que el proteico en la inducción de la ciclicidad estral (Lam, 1986), encontrándose una correlación inversa entre la edad de pubertad y la ingestión energética (Barash, et al, 1994).

En países con clima tropical existen dos estaciones en el año caracterizadas fundamentalmente por la cantidad de precipitaciones. Hay que tener en cuenta que la estación de sequía en este medio, constituye la época más crítica desde el punto de vista de la disponibilidad de alimentos y es en este momento donde más se justifica la suplementación si no se dispone de un buen pasto y su tecnología de cultivo. Se ha demostrado que el suministro de una dieta elevada en concentrados permite un destete temprano y provoca un incremento en la frecuencia de los pulsos de LH (Gasser, Grum et al. 2006), acelera de la maduración ovárica (Gasser, Burke et al. 2006) y que esto se logra por disminución del feedback negativo que ejerce el estradiol sobre la LH (Gasser, Bridges et al. 2006).

Por otra parte, hay algunos antibióticos que ejercen una profunda influencia en el metabolismo ruminal como es el caso de la Monensina y otros como la Ivermectina que son capaces de provocar un adelanto de la pubertad (Purvis y Whitier, 1996). La Monensina produce un cambio en la relación molar de AGV en el rumen sin alterar la concentración total. Ella aumenta el porciento molar de propionato a expensas de acetato y butirato. Este ionóforo influye en la reproducción dando un estado nutritivo más favorable, disminuyendo los requerimientos del animal (Mason y Randel, 1983) y produciendo cambios acentuados en el sistema endocrino (Randel et al, 1981 y Hardin y Randel, 1983a) lo que provoca una disminución de 21 días en la aparición de la pubertad (Lalman, et al, 1993). En el caso de la Ivermectina solo se sabe que este efecto es independiente de su acción antiparasitaria ya que no se observó que esto haya sido producto de un aumento en la ganancia de peso (Larsen, et al, 1995).

Por otra parte el empleo de anabólicos no esteroideos como la STH no han mostrado que adelanten la edad de la pubertad (Hall, et al, 1994), aunque si la aplicación de anticuerpos contra el factor liberador de dicha hormona retrasa la pubertad en novillas (Schoppee, et al, 1996) probablemente por modificación de la sensibilidad al efecto inhibitorio que tiene el E2 sobre el eje hipotálamo hipófisis (Schoppee, et al, 1995).

Melatonina

La melatonina es el prototipo de una familia de compuestos biológicamente activos, los metoxindoles, producidos por la glándula pineal de los mamíferos, y considerada como un transductor neuroendocrino (Wurtman, 1983). Así se le ha prestado una gran atención por su posible función moduladora del inicio de la pubertad (Yellon et al., 1985; Stanisiewski et al., 1986). En roedores la pinealectomía avanza la pubertad (Rolkin, 1971), observándose lo contrario en oveja (Kennaway et al., 1985). En este último trabajo se concluyó que en ovinos, la pineal juega un papel clave como mediador de la señal hormonal que controla la pubertad.

En esta especie ha sido posible la inducción de la actividad reproductiva con el suministro oral o parenteral de melatonina (Roche et al., 1984; Hanrahan et al., 1985; Márquez et al., 1985). Similares resultados se indicaron en cabras (Contestabile et al., 1985).

Según Thibaut y Lovasseur (1974), se ha postulado que la secreción de la pineal puede modular la sensibilidad de los receptores esteroideos a nivel del cerebro.

En cuanto al vacuno se informó que el empleo de suero antipineal reportaba buenos resultados en la inducción del celo en novillas anéstricas (Portal et al., 1978 a, b), aunque otros resultados fueron menos prometedores (Portal et al., 1978c).

Similar a otros mamíferos, la pineal bovina posee un patrón de actividad diurna, siendo la secreción de melatonina mayor durante la oscuridad (Hedlund et al., 1977; Martín et al., 1983). La melatonina puede causar supresión de la secreción de LH en vacas castradas (Rhodes et al., 1979); aunque no altera los niveles basales, ni la secreción de progesterona in vitro inducida por la LH (Battista y Condon, 1986). Además, la pineal bovina contiene una variedad de péptidos implicados en el proceso productivo, tales como un tripéptido antigonadotrópico (Orts et al., 1980), arginina – vasopresina (Pavel, 1971) y GnRH (White et al., 1974).

Stanisiewski et al., (1986), estudiando terneros pinealectomizados en relación con la luz, la concentración de PRL y testosterona, concluyeron que la pineal estaba involucrada en el inicio de la pubertad en los toros. Se ha demostrado que a más horas luz más temprana es la aparición de la pubertad posiblemente a través de cambios en la foliculogénesis, secreción de LH y mayor tasa de crecimiento, estos efectos pueden estar mediados por la retina y la glándula pineal (Hansen, 1985).

Hormona liberadora de gonadotropinas (GnRH)

El factor liberador de gonadotropinas (LH-RH/FSF-RH, LH-RH,LRF. GnRH) es un decapéptido de PM = 1182 daltons, biosintetizado y liberado por el hipotálamo y conducido por el sistema porta hasta la adenohipófisis, donde produce la descarga de FSH y LH.

El aislamiento de la GnRH se logró simultáneo e independiente en porcino (Schally et al., 1971) y ovino (Amoss et al., 1971). Determinándose rápidamente su estructura (Matsue et al., 1971a) y síntesis (Matsuo et al., 1971); Burgus et al., 1972).

En general, después de la administración de GnRH la respuesta de la LH es superior a la de FSH (Barnes et al., 1980 Bolt, 1981), y en ocasiones dependiendo de la frecuencia y magnitud de los pulsos de GnRH suministrados (no se han observado cambios en las concentraciones periféricas de FSH (Clarke et al., 1984a; Clarke y Cummins, 1985a; Rieger y Rawlings, 1985).

La GnRH posee una vida media muy breve, varía entre 4 y 7 min. (Redding et al., 1972; Nott et al, 1973) lo cual motiva que la respuesta hipofisaria medida por los niveles de LH no dura, comúnmente, más de seis horas (Mollin et al., 1975; Barnes et al., 1980; González-Menció et al., 1980; Faure et al, 1986a).

Esto se ha tratado de solventar inyectando la GnRH con un medio que la libere lentamente, como son las cápsulas de gelatina o de Metilcelulosa (Vincent, 1983; Trzel, 1983), o administrándola en inyecciones repetidas (Mayer et al., 1978) o en forma de infusiones (Chakraborty et al., 1974; Skagg et al., 1986).

Los efectos que se desean obtener con el empleo de GnRH dependen de muchos factores: dosis (Braun et al., 1985; Rodway y Swift, 1985) y tipos de agonistas aplicados (Braun et al., 1985; McMillan et al., 1985), forma y vías de administración; sexo (Zolman et al., 1973) y estado reproductivo del animal (Caonvoy, 1973; Dun et al., 1985), nivel de esteroides endógenos (Convoy, 1973, 1973; Zaied et al., 1980; Growder et al., 1983; Braun, 1985); existencia y tipo de pool de LH en hipófisis (Madej et al., 1980; Azzani et al., 1983), así como de un estado refractario de la glándula (Rippel et al., 1974; Mayar et al., 1978), lo cual se debe en parte a la poca capacidad de los receptores de las células adenohipofisarias de unir la GnRH después de haberse expuesto a un tratamiento crónico (Mayer et al., 1978; Lofated et al., 1981).

La GnRH se ha utilizado para sincronizar la ovulación (Fernández, 1979) y mejorar el índice de gestación o realizar la IA a un tiempo fijo (Goldbeck, 1976; Spitzer, 1982). También se emplea para eliminar los quistes foliculares del ovario con buenos resultados (Bierschwal et al., 1974; Nesler et al., 1978).

Respecto a la inducción de ciclicidad en animales sexualmente inactivos, Conveu (1973) fue el primero en sugerir que la GnRH podía utilizarse para adelantar la pubertad y el ciclo estral después del parto. Sin embargo, un gran número de resultados no apoyan tal sugerencia, cuando se emplea la GnRH sola para inducir la pubertad en bovino (Gil et al., 1981a; McLeod et al., 1985 Skagg et al., 1986: Larson, et al, 1993). Sin embargo el empleo de anticuerpos antiGnRH provoca un retardo marcado de la pubertad en dependencia de la forma de aplicación (Wattemann y Castree, 1994, Prendiville, et al, 1995)

La falta de estimulación ovárica y la aparición de fases lúteas anormales ha sido común después del tratamiento con GnRH (Rippel et al., 1974a; James et al., 1975; Mawhinney y Roche, 1980; Ball y Lamming, 1983; Dobson, 1983). Aunque algunos investigadores informan haber promovido actividad ovárica con dicho tratamiento (Secane y Bravo, 1986).

Se admite que un prerequisito para lograr funcionalidad del ovario con el uso del GnRH, es la existencia de folículos desarrollados en el momento del tratamiento, cuyo tamaño no debe ser menor a 10 mm de diámetro (Garverick et al., 1980; Zaied et al., 1980).

En la actualidad, para lograr la promoción de crecimiento folicular, ovulación y desarrollo normal del cuerpo lúteo, existen dos enfoques con el empleo de la GnRH.

a) Suministrar esta hormona de forma pulsátil, tratando de imitar el patrón de secreción fisiológico (Glencress, 1985; Verstermans y Walton, 1985).

b) Realizar un pretratamiento con otras hormonas. El más usual ha sido la progesterona, con muy buenos resultados (Legan et al., 1985; Hunter et al., 1986); también se utilizó la PMSG, (Nellin et al., 1975).

Gonadotropina del suero de yegua gestante o Gonadotropina coriónica equina (PMSG, eCG, PMS, Prolan A).

La PMSG es una gonadotropina extrahipofisaria, descubierta por Cole y Hart (1930). Pertenece a las glicoproteína, con peso molecular de 68000 – 75000 daltons. Es producida por las copas endometriales (endometrial cups) de la yegua gestante. Aparece en la circulación materna el día 40, alcanza el máximo entre los 60 y 80 y desciende a los 120 días de gestación (Allen y Morr, 1972).

Dado su gran contenido de ácido siálico tiene una vida media larga (50 – 120h), siendo medible en sangre hasta 10 días después de su administración (Schams et al., 1978).

Posee tanto actividad FSH como LH, con predominio de la primera, cuyo cociente varía de acuerdo al tipo de raza y días de gestación (González Menció et al., 1978). Su mecanismo de acción se ejecuta a través del AMPc (Gosling et al., 1979); promoviendo la formación de cuerpos lúteos secundarios y producción de progesterona en la yegua. Para Marina y Machado (1976), la PMSG actúa sobre los dos componentes del desarrollo folicular (masa celular y % de antrum), secreción y multiplicación de las células de la granulosa y sobre toda la población de folículos; aunque parece que la PMSG no es capaz de recuperar los folículos atrésicos (Dott et al., 1979).

La PMSG funciona con un inductor de la liberación de LH (Pelletier y Thimonier, 1975). Por inducir crecimiento folicular, liberación de LH y superovulación ha sido utilizada intensivamente en la especie ovina (Thimonier y Cognie, 1971) y bovina (Mauleon et al., 1970; Bellows y Short, 1972). Después de la interrupción de un tratamiento con progesterona la PMSG produce un pico de LH similar al obtenido espontáneamente (Pelletier y Thimonier, 1969); aunque dicho pico coincide con el inicio del celo, lo cual es contrario al ciclo normal, donde el pico ocurre 8 h más tarde (Schams y Butz, 1972). La liberación de LH responde a la rápida producción de estradiol causando por el desarrollo folicular (Schams et al., 1978; Wetterman et al., 1982).

La PMSG ha sido la hormona más ampliamente empleada en nuestro país para la inducción del celo en novillas (Vichot et al., 1976; Alba y Revuelta, 1981; Gil et al., 1981a Alcalá et al., 1983; Faure et al., 1983; Roque, 1984; Martínez y Alcalá, 1986) y vacas (Rysanek y Alba, 1975; Cruz et al., 1983; Gil, 1984; Jiménez et al., 1986). Todos los resultados han sido promisorios, lográndose hasta un 63% más de animales gestados con una sola aplicación (2000 UI) de PMSG (Gil, 1984), sin embargo la reducción (1/4) de esta dosis combinada a 50 mg de progesterona previamente condujo a la obtención del 30% de eficiencia en el tratamiento (Faure et al., 1983).

El tratamiento con PMSG sola o asociada a HCG en animales prepúberes produce aumento de la actividad ovárica y superovulación (Debirian y Baker, 1975; Schurrbush et al., 1980; Paterson y Lindsay, 1981; Davis y Johnstone, 1985); pero lograr que los animales tratados continúen ciclando no resulta fácil. Estos animales hacen fase lútea por más de 20 días con valores de P4 superiores a 85 ng/mL (Spilman et al., 1973; Bonavera et al., 1986), quizás debido a la ausencia del factor luteolítico (Spilman et al., 1973). Esto pone en evidencia que le inicio del proceso reproductivo tiene una edad límite.

La PMSG se utiliza también en la sincronización del celo en animales cíclicos (Wagner et al., 1973; Roche, 1975) y en el diagnóstico de gestación por pruebas inmunológicas (Zemjanis, 1974).

El empleo práctico de la PMSG se ve afectado por diversos factores: se consideró fundamental la característica del lote (Betteridge y Mitchell, 1974) no confirmándose posteriormente (Schams et al., 1978; Newcomb et al., 1979); las proporciones de FSH y LH que contenga la hormona (Steward et al., 1976; González Mencio et al., 1978), siendo probablemente el más importante la población de folículos antrales presente en los animales tratados (Saumande, 1978).

Aunque, dando el largo período de vida media que posee la PMSG, merece particular atención la capacidad que tenga la hormona de inducir desensibilización y pérdidas de receptores en las células efectoras (Gosling et al., 1979).

Un aspecto a tener en cual usar PMSG es la formación de anticuerpos que se produce con inyecciones repetidas, creando así una refractoriedad ovárica (Willer et al., 1953); aunque no fue observada por Schams et al., (1978).

La PMSG constituye una hormona muy útil en la práctica veterinaria. Los resultados en cuanto a superovulación mejoran con el uso de PGF2 y la neutralización de la hormona con anticuerpos. Asimismo, para la inducción del estro, el pretratamiento con progesterona permite disminuir la dosis de PMSG y los resultados son más favorables (Faure, et al, 1996).

Hormonas esteroides

La vida reproductiva está directamente gobernada por las hormonas gonadales, tanto en el macho como en la hembra. En el caso de esta última se sabe que el ovario no produce solamente dos hormonas (estrógenos y progesterona) como durante muchos años se creyó; sino que en la actualidad se ha comprobado que el ovario produce 5 tipos diferentes de hormonas: 3 esteroides (gestágenos, andrógenos, y estrógenos) y 2 peptídicas (oxcitocina y relaxina) (Fields, 1984).

Químicamente las hormonas esteroides derivan de un precursor común, teniendo varias fuentes para su biosíntesis como son: ovario, testículos, glándula adrenal, unidad feto placentaria y algunos tejidos efectores (Botella, 1982). En la sangre circulan libre (biológicamente activos) o unidos a proteínas y su tasa de depuración metabólica (MCR) ha tenido poca atención, no obstante ser importante. Durante el anestro se señaló que la MCR se encuentra elevada para la progesterona (Bodford et al., 1972), y los resultados en novillas ovariectomizadas que recibieron diferentes dosis de la hormona, también surgieren lo mismo (Alonso et al., 1986 a).

Que los animales posean un patrón de liberación de FSH y LH cíclico (hipotálamo cíclico) o tónico (hipotálamo tónico) depende de si el SNC recibe el influyo de las hormonas esteroides durante el período de diferenciación (Thibault y Levasseur, 1974). Esto se ha explicado como la pérdida de la sensibilidad del cerebro a la retroalimentación positiva de los estrógenos, cuando se expone a la acción de los esteroides, lo cual conduce al comportamiento sexual masculino (Clarine y Searenuz, 1978). Tal es el principio de las vacas androgenizadas utilizadas como celadoras (Kiser et al., 1977; Hackert y Lin, 1985).

Para ejecutar sus acciones las hormonas esteroides necesitan de la proteína transportadora y un receptor citosólico en la célula efectora (Botella, 1982); aunque algunas funciones se promueven sin receptores (Siiteri y Febres, 1983).

Los esteroides penetran en la célula por difusión pasiva ( Jenesen, 1979) y se unen al receptor en el citoplasma (Clark, et al., 1977), esta unión induce cambios estructurales al receptor, lo que provoca que el complejo pase al núcleo por un proceso de translocación (Clark et al., 1977; Kaltonbach y Dunn, 1980). La translocación depende en parte de las variaciones en los niveles periféricos de la hormona y de la presencia del receptor (Mainwaring, 1979). Se señala que tal proceso depende de la temperatura al inducir un cambio del receptor a una forma activa que le permite unirse a la cromatina (Jensen, 1979).

Ya en el núcleo el complejo esteroide – receptor promueve la síntesis de RNA-m específicos, los cuales pasan al citoplasma e inducen la síntesis de proteína (Clark et al., 1977; Jensen, 1979; las cuales son responsables de estimular las actividades biológicas en las células (Niswender et al., 1974).

Estrógenos

La definición de estrógenos no es una definición química, sino biológica. Son derivados alcohólicos e hidrocarburos aromáticos (naturales o artificiales) capaces de promover el celo o decamación vaginal de la rata y cambios proliferativos en el tracto genital de las hembras de todos los vertebrados (Botella, 1982). El 17-beta-estradiol es el estrógeno natural más potente.

En la hembra las principales funciones de los estrógenos se ejercen en los procesos reproductivos. Ellos son necesarios para la expresión del estro (Irvin et al., 1978; Cook et al., 1985). A nivel uterino inducen el desarrollo del tejido endometrial (Henricks y Mayer, 1977; Dorrington, 1979) y la metaplasia del tejido vaginal; estimulando la síntesis de proteína y RNA. La gran hiperemia en los órganos reproductivos parece mediana por la acción de las PGs y no por receptores (Siiteri y Febres, 1983).

La infusión intrauterina de estradiol y PGE-2 en novillas poseen un efecto luteotrópico en la gestación temprana (Reynolds et al., 1983). Los estrógenos potencian el efecto de la oxcitocina y las PGs durante el parto y la implantación (Baird, 1972; Kaltenbach y Dunn, 1980).

El estradiol parece ser un regulador importante de la secreción infrafolicular de progesterona (Fortune y Hansel, 1979), a la vez que promueve la síntesis de receptores a esta última en los órganos efectores (Siiteri y Febres, 1983).

También los estrógenos a dosis bajas producen liberación de gonadotropinas y a dosis altas las inhiben. Se ha comprobado que pueden provocar descargas de LH (Faure et al., 1986) y FSH (Reeves et al., 1974; Peters, 1984). En muchos casos se ha observado un efecto bifásico.

El mecanismo por el cual los estrógenos producen este efecto no está bien aclarado. En bovino existen receptores a estas hormonas a nivel hipotalámico e hipofisario (Kahwanago et al., 1969; Clarke et al., 1984).

Quizás actúen en este sentido aumentando la liberación de GnRH, del hipotálamo (Clarke y Cummins, 1985b) o la concentración de receptores de GnRH en la hipófisis (Schoenemann, 1985), o funcionen como una hormona liberadora (Wildt et al., 1981). Bajo estas acciones es que el estradiol es el responsable del pico preovulatorio de LH.

Con respecto a la aplicación de los estrógenos, Melampy et al., (1957) indujeron el celo de la vaca con una dosis < 0,25 mg de benzoato de estradiol (BE2) y Ray (1965) concluyó que la dosis mínima para lograr conducta receptiva era de 0,3 mg. Así, Nancarrow y Radford (1976) con el empleo de 0.5 mg de BE2 provocaron un 100% de presentación de celo en las vacas, lo cual ha sido confirmado por nosotros (Faure et al., 1982, Faure,1987) en novillas con el uso de 2; 1 y 0.5 mg , aunque los resultados de la tasa de gestación al primer servicio fueron pobres. Para solucionar estos inconvenientes se ha intentado el uso combinado con progestágenos. González-Padilla et al., (1975b) con una formulación de 17B-E2 unido a la progesterona, pudieron estimular en un 75% la aparición de la pubertad en novillas. Similares resultados se obtuvieron con el implante de progesterona y valerato de estradiol (González-Padilla et al., 1975c; Burfening, 1979); aunque parece que la edad (menor de 13 meses) es un factor limitante en la inducción de la pubertad (Burfening, 1979; Spitzer, 1982) y pasada esa edad el pero es el más influyente en los resultados.

Nosotros hemos demostrado, en novillas anéstricas, que la inyección de Cloprostenol en la submucosa vulvar en el momento de la inseminación mejora significativamente los resultados obtenidos con un esquema de inducción del estro con P4 y E2. (Tabla 3)

Partes: 1, 2, 3, 4
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