- Resumen
- Introducción
- Los "días de agosto" y la transformación del espacio público
- Dichtermut, o las debilidades políticas de la juventud
- Los "días de agosto" como presupuesto histórico-hermenéutico
- Conclusiones
- Bibliografía
Resumen
El único trabajo sistemático de Walter Benjamin dedicado a la poesía de Hölderlin fue compuesto en el invierno de 1914/1915 durante la Prime- ra Guerra Mundial. La experiencia política del movimiento juvenil, su amistad con el poeta Friedrich Heinle, y la primera gran edición de las obras completas de Hölderlin (1913) fueron influencias decisivas para la concepción del ensayo. Sin embargo, las implicancias político-ideológicas de este escrito no pueden ser totalmente comprendidas, si no atendemos también al significado que tuvo para los alemanes el descubrimiento de un nuevo sentimiento de ciudadanía surgido al calor del fervor patrió- tico: la experiencia de los "días de agosto".
Palabras clave
Walter Benjamin, Friedrich Hölderlin, Norbert von Hellingrath, Stefan George, crítica literaria, Alemania, Berlin-1914, Primera Guerra Mundial, nacionalismo, Berlín-Jugendbewegung-política, ideología, recepción Hölderlin, siglo XX, Modernidad, Masas, Pueblo, nacionalsocialismo, romanticismo, poesía, filosofía, religión, fascismo.
El ensayo Zwei Gedichte von Friedrich Hölderlin1 es el primer trabajo sistemático de crítica literaria elaborado por Walter Benjamin. Rara avis dentro de su producción, el escrito fue elaborado durante el invierno de los años 1914 y 1915, cuando el crítico todavía era un estudiante de 25 años. Su interés por Hölderlin había surgido luego de ser publicada la primera gran edición de las obras del poeta, a cargo de Norbert von Hellingrath (1913). Al igual que otros intelectuales del periodo como Stefan George, Rainer María Rilke, Klaus Mann, o Martin Heidegger, Benjamin llegará hasta el poeta gracias a la edición de Hellingrath, quien perderá la vida en la batalla de Verdún en 1917. Junto al influjo del editor, es posible reconocer en este texto iniciático el impacto de la muerte de su amigo Friedrich Heinle, quien será hallado muerto junto a su novia el 8 de agosto de 1914, una semana después de iniciada la Primera Guerra Mundial. Poco después del fallecimiento de Heinle, el único libro de poesía que el crítico llegaría a editar -los "Sonetos"- llevaría una dedicatoria de homenaje a su amigo muerto. Los cuerpos de Heinle y su novia habían sido hallados en la casa estudiantil (Heim) donde tenían lugar las reuniones políticas en las que solían tomar parte como miembros de la "asociación de estudiantes libres" (Freistudentenbund) (Kohlenbach, 1997: 138). Los dos amigos se habían conocido durante el semestre de invierno de 1912/13 en la universidad de Friburgo. Ya en Berlín, juntos mantendrán entre 1913 y 1914 una intensa actividad política organizando debates y reuniones, además de colaborar activamente en las revistas del movimiento juvenil (Jugendbewegung). Esas actividades se verán sin embargo súbitamente interrumpidas por el estallido de la guerra (Palmier, 2009: 170-176).
Con todos estos antecedentes, teniendo también en cuenta su escepticismo temprano frente a la guerra, así como la fama crítica póstuma de Benjamin, la elección del poeta como asunto de interés constituye a todas luces un gesto poco menos que desconcertante: en pleno 1914, el joven estudiante elegía como tema a Hölderlin -el heraldo de la "Alemania secreta" (Hellingrath)-, en el instante preciso de su canonización cultural dentro del panteón nacionalista.
El trabajo apareció por primera vez en 1955 en la edición de los Schriften preparada por Theodor Adorno. Los estudios dedicados al escrito de Benjamin son numerosos. De especial utilidad han sido los trabajos de Alexander Honold, "Der Tod des Dichters. Walter Benjamins Hölderlin-Deutung und der Erste Weltkrieg", en Jahrbuch der Deutschen Schiller-Gesellschaft, vol. XLII, 1998, pp. 328-357; así como también el estudio de Margarete Kohlenbach: "Heinles Verklärung. Walter Benjamins esoterischer Sub- jektivismus in Zwei Gedichte von Friedrich Hölderlin", en Wechsel der Orte. Studien zum Wandel des literarischen Geschichtsbewußtseins. Festschrift für Anke Bennhold-Thomsen. Irmela von der Lühe y Anita Runge (eds.), Göttingen: Wallstein Verlag, 1997, pp. 138-157. También en Alemania Peter-And- ré Alt ha dedicado al tema otros dos artículos: "Das Problem der inneren Form. Zur Hölderlin Rezepti- on Benjamins und Adornos", publicado en el Deutsche Vierteljahrsschrift 61, 1987, pp. 531-562; y luego "Hölderlins Vermittlungen. Der Ubergang des Subjekts in die Form", en el Germanisch-Romanische Monatsschrift, n.° 38, 1988, pp. 120-139. En los Estados Unidos, su editor Michael W. Jennings publicó "Benjamin as a Reader of Holderlin: The Origins of Benjamin"s Theory of Literary Criticism" en The Ger- man Quarterly, vol. 56, n.° 4 (noviembre, 1983), pp. 544-562. Ver también Beatrice Hanssen: "Dich- termut" and "Blodigkeit": Two Poems by Holderlin Interpreted by Walter Benjamin, MLN, vol. 112, n.° 5, Comparative Literature Issue (diciembre, 1997), pp. 786-816. Pese a algunas menciones puntuales, ninguno de estos estudios ha prestado una atención sistemática al contexto de los "días de agosto", las intervenciones políticas del primer Benjamin, o la problemática del Heim estudiantil como trasfondo hermenéutico. Ver Bibliografía para otras referencias críticas.
Para comprender las motivaciones de esta decisión, dirijamos en principio nuestra atención a los textos elegidos por Benjamin: los dos escritos de Hölderlin, Dichtermut ("Ánimo de poeta") y Blödigkeit ("Timidez"), son en realidad dos versiones del mismo poema centrados en la problemática del entusiasmo lírico.2 La elección de este corpus no es casual. Tal como lo atestiguan otros ensayos publicados durante esa misma época, el interés de Benjamin por dicha problemática se halla fuertemente ligada a su reflexión sobre el concepto de "juventud"; una divisa político-cultural ampliamente profesada en el mundo estudiantil. El ensayo sobre Hölderlin puede ser visto así como un intento de fundamentación sistemático de dicho concepto mediante un intrincado análisis "poético-metafísico". Al igual que la mayor parte de los escritos pertenecientes a la primera etapa de su producción intelectual, el ensayo se caracteriza por un alto grado de abstracción conceptual y sus escasas, o prácticamente nulas, referencias históricas. Por otro lado, pese a su aparente carácter sistemático, la densa argumentación de Benjamin no deja de yuxtaponer una serie de reflexiones heterogéneas más de una vez contradictorias entre sí. Sin embargo, lejos se halla el texto de Benjamin de permanecer ajeno a los dilemas de la coyuntura política de su tiempo: a partir de las mencionadas coordenadas (Hölderlin, el entusiasmo poético, la juventud como ideal político), puede ser entrevista con nitidez la constelación ideológica sobre la cual Benjamin se proponía intervenir. Dicha coyuntura se hallaba por lo demás en buena medida ya anticipada por sus artículos publicados en el mundo de la política juvenil. De hecho, su ensayo sobre Hölderlin puede ser comprendido como un intento de crítica y propuesta alternativa frente a los impasses de la "asociación libre de estudiantes" tras el estallido de la guerra.
Se trata así en primer lugar de tomar parte en las disputas urgidas en torno al sentido y las implicancias ideológicas del concepto de "juventud". Una discusión por lo demás cada vez más enrarecida a partir de la radicalización de los discursos nacionalistas luego del comienzo de la guerra. Benjamin creerá vislumbrar de este modo, tanto en la figura de Hölderlin como en la problemática del entusiasmo lírico (el "valor del poeta"), una oportunidad para intervenir en el contexto de un nuevo y arrollador fervor nacionalista, despertado en las masas tras la entrada de Alemania en la contienda.
Desde una perspectiva histórico-biográfica, su interés por el poeta romántico difícilmente podía estar exento de estas implicancias políticas. Durante los primeros días de la guerra, Benjamin se hallaba en Berlín, uno de los grandes epicentros de las manifestaciones populares que por toda Alemania celebraban la resurrección del sentimiento patriótico. Con pocas excepciones, la crítica ha sido fiel al testimonio del ensayista, presentado retrospec- tivamente en su "Crónica de Berlín" (1932). Según dicho relato, Benjamin habría incluso esperado dos días decidido a alistarse voluntariamente ante las puertas de la Kavallerie- Kaserne, para adoptar luego una posición escéptica tras conocer la noticia de la muerte de Heinle.3 Solo un año más tarde llegaría la ruptura definitiva con su maestro Wyneken, a raíz de su toma de partido entusiasta a favor de la contienda. Sin embargo, pese a estos testimonios autobiográficos, su reacción inmediata ante la guerra en el verano del ´14 se halla aún a oscuras. Al menos en el periodo de entusiasmo inicial ante la guerra, el carácter revulsivo de los acontecimientos sociales que en ese verano sacudían la ciudad difícilmente haya podido escapar a su atención crítica. ¿Cuál pudo haber sido su posición ante aquellas demostraciones eufóricas de solidaridad y entusiasmo nacionalista? La elección de Hölderlin como tema de reflexión puede ofrecernos algunas pistas interesantes al respecto. Si bien nunca fue publicado en vida de su autor, el escrito fue elaborado en el invierno de 1914/1915, cuando ya el conflicto comenzaba a adquirir su carácter más amargo; por lo que bien pudo haber surgido como un balance crítico de los "días de agosto". Pero aun así, si a esa altura Benjamin ya había adoptado una actitud manifiestamente anti-bélica ¿cuál era la necesidad intelectual de reclamar, como medio de intervención pública, a uno de los tótems del canon literario nacionalista, cuando la guerra y la propaganda cultural pro-germana aún se hallaban en plena ebullición?
Se trata por lo demás de una cuestión omnipresente a lo largo de la obra de Hölderlin. Para una bibliografía actualizada sobre el tema, ver el libro de Martin Vöhler ´Danken möchte" ich, aber wofür?´. Zur Tradition und Komposition von Hölderlins Hymnik. München: 1997. Para una visión histórico-literaria más amplia sobre la cuestión: Fantoni, Francesca, Deutsche Dithyramben. Geschichte einer Gattung im 18. und 19. Jahrhundert. Wurzburg: Könighausen & Neumann, 2009. De importancia son también los artículos de Ulrich Gaier "´Heilige Begeisterung´. Vom Sinn des Hym- nischen um 1800", en Hölderlin-Jahrbuch 32 (2000-2001), pp. 12-34; y Vöhler, Hölderlins Longin- Rezeption, en Hölderlin-Jahrbuch 28 (1992-1993), pp. 152-172.
"Era en este café donde nosotros, durante los primeros días de agosto, nos sentábamos juntos y celebrábamos una votación para elegir entre los cuarteles militares, que en ese momento estaban recibiendo un aluvión de voluntarios. La elección vino a recaer en el cuartel de caballería, situado en la calle Bellealliance, y allí me incorporé yo unos días después. Ni una chispa de ánimo guerrero
Una respuesta a estos interrogantes puede ser hallada tanto en su últimas intervenciones políticas antes de la guerra (documentada, por ejemplo, en el discurso "La vida de los estudiantes"), como así también en el clima político-social de los "días de agosto". Ambas perspectivas –texto y contexto (Pocock, 1981: 959-980)– ofrecen, a nuestro juicio, un punto de partida insoslayable para la interpretación benjaminiana de Hölderlin. De manera tal que, antes de abordar en detalle su análisis, se hace necesario obtener una visión pormenorizada del contexto cultural y político dentro del cual fuera originalmente concebido dicho ensayo. Nos proponemos así (i) trazar un recorrido por las alternativas políticas y biográficas del joven Benjamin durante sus primeros años de estudiante (1912-1914), (ii) describir el contexto social de los primeros meses de la guerra, y (iii) ofrecer una caracterización del es- tatuto literario e ideológico de la figura de Hölderlin en los círculos intelectuales de la época (1900-1914). Una vez realizada esta tarea, abordaremos la interpretación benjaminiana para dar cuenta de sus presupuestos político-ideológicos.
La "comunidad libre de estudiantes" y las disputas ideológicas en torno al concepto de "juventud"
En principio, el fondo histórico del ensayo de Benjamin es la Alemania guillermina y las instituciones represivas del Segundo Imperio; un país sumido en las viejas tradiciones aristocráticas y la veneración solemne del káiser. Tanto el activismo como las primeras intervenciones periodísticas de Benjamin se proponían impugnar los convencionalismos autoritarios de las instituciones imperiales dominantes en el plano de la vida cotidiana.
en mi corazón, desde luego, pero me lo tenía bien callado porque se trataba únicamente de que, puesto que era inevitable el reclutamiento, me tocara un destino junto a mis amigos [ ] Aquello solo duró dos días. El día 8 sucedió algo que hizo que durante bastante tiempo pasaran a segundo plano la ciudad y la guerra" (Benjamin, 1995a: 37). Dada la fecha tardía de este recuerdo (1932), no es exagerado suponer cierto tono de apología retrospectiva. Nota aclaratoria: con excepción del ensayo que nos ocupa, los otros escritos de Benjamin serán citados en su traducción al español. En
el caso de los textos de Benjamin no traducidos, utilizaremos una versión propia remitiendo al texto en idioma original en las notas a pie.
En el ámbito educativo, estas se caracterizaban por la brutalidad del cuerpo docente, así como por una marcada disciplina militar propia del estilo prusiano, que los estudiantes debían obedecer estrictamente.4 Al mismo tiempo, frente a este anquilosamiento político-institucional, el industrialismo, la democratización de las costumbres, la prensa y el consumo de masas se imponían de modo cada vez más notorio sobre las formas de vida tradicionales. A raíz de estos cambios, surgieron un conjunto de corrientes de inspiración romántico-nacionalista con vagas tendencias anti-capitalistas, basadas fundamentalmente en el culto de la juventud como forma de vida superadora frente a las convenciones del mundo burgués. El espíritu del Jugendbewegung se hallaba paradigmáticamente condensado en revistas como Der Anfang, Die Aktion, o Der Aufbruch. En dichas publicaciones el término "juventud" ya no connotaba inexperiencia o inmadurez, sino más bien una declaración de independencia respecto del mundo adulto (Laqueur, 1978: 70-120).
No casualmente, uno de los principales defensores del concepto de Jugendkultur era Gustav Wyneken, el primer maestro de Benjamin. Según aquel, los jóvenes no "debían crecer a la fuerza, sino ser verdaderamente jóvenes"; ser reconocidos a partir de su propio modo de vida. Wyneken era el fundador del "círculos de amigos" de la "comunidad escolar libre" (Freieschulgemeinde). De tendencia originalmente socialdemócrata, dicho grupo se propo- nía superar el mercantilismo de la época mediante una nueva unidad estético-espiritual, tomando como punto de partida un ideario heterogéneo, donde se mezclaban el romanticismo de la Lebensphilosophie (Schopenhauer, Nietzsche) con el idealismo filosófico de Kant y Hegel. Existía al mismo tiempo una influencia ideológica del círculo de Stefan George en el tipo de organización espiritual propugnado por Wyneken: concebido a partir de un ideal de humanidad con tendencias elitistas y aristocratizantes, entre sus características se hallaban el culto al liderazgo, el heroísmo, y la admiración por la forma (Gestalt) como modo de organización colectivo (Honold, 1998: 334). Como alumno suyo en la "escuela provincial" de Turingia (Landerziehungsheim), Benjamin tomaría contacto con las ideas de Wyneken, llegando este último a influir fuertemente en su posterior activismo político. Si bien al joven estudiante le eran ajenas las discusiones prácticas en torno a la reforma estudiantil, el modelo del pedagogo, basado en la idea de una "comunidad del reconocimiento" (Gemeinschaft von Erkennenden), tuvo una influencia decisiva en otros escritos benjaminianos inmediatamente anteriores al ensayo sobre Hölderlin ("La reforma escolar: un movimiento cultural". Benjamin, 1995: 47-52). Como integrante de este modelo de sociabilidad estudiantil basado en una intensa actividad cultural, Benjamin pondrá en marcha a su vez diversas "comunidades de estudiantes libres", primero en Friburgo y luego en Berlín; colaborando frecuentemente mediante artículos e intervenciones en la revista Der Anfang editada por Wyneken. Puestas en marcha entre 1913 y 1914, las actividades del "Freistudentesbund" consistían en jornadas de discusión y lecturas de discursos. También es conocida la iniciativa de Benjamin destinada a fundar una "sala de discursos" (Sprechsaal): se trataba de un lugar de reuniones y conferencias en el que participaron intelectuales como Martin Buber, Kart Breisig y Ludwig Klages, siendo también muchas de las piezas de Wedekind allí puestas en escena. La finalidad de dicha sala consistía en recrear otro ideal de sociabilidad en el seno del espacio público y cotidiano; un espacio comunitario (Heim) sustraído a la alienación de la ciudad, basado en el tipo peculiar de reciprocidad producido por el discurso literario: "una velada literaria estudiantil viene a representar una velada en la que el espíritu comunitario de los estudiantes se sitúa codo con codo con el arte, lo que hace que se transforme [ ] la relación entre el autor y el público" ("Veladas estudiantiles de literatura", Benjamin, 1995: 107-112). El entusiasmo (Begeisterung), el valor (Mut), y el culto a la conversación eran parte de este canon libertario: "La historia es la lucha entre los entusiastas y los indolentes, los hombres del futuro y los del pasado, los libres y los sometidos" (Benjamin, 1991: 60).5 Por lo que, desde la singular perspectiva de la época, Benjamin veía en el modelo de sociabilidad elitista y estetizante del grupo de George la posibilidad de recrear un ideal comunitario de juventud, sustraído a la superficialidad mercantilista y la profesionalización burguesa.
Muchos autores de la época (Heinrich Mann, Leonhard Frank) dedicarán sus novelas al relato de estas condiciones, siendo allí narradas más de una vez en el asesinato de un maestro por parte de uno de los alumnos. En los teatros, con su crítica a la educación, la familia y el filisteísmo burgués, la obra del expresionista Franz Wedekind despertaba escándalo dentro de la buena sociedad (Palmier, 2009: 177). En su crónica berlinesa, Benjamin recordará con lujo de detalles las costumbres autoritarias de la época (Benjamin, 1995a: 35-36).
En sus memorias berlinesas, Benjamin rememora el ideal del Heim estudiantil en los siguientes términos:
en ninguna época posterior de mi vida Berlín ha sido tan pujante como en aquella época, pues nosotros mismos estábamos convencidos de poder mantenerla intacta con el objetivo de mejorar sus escuelas, acabar con la inhumanidad de los padres [ ], y abrir las puertas a las palabras de Hölderlin o George. (Benjamin, 1995a: 34)
Notablemente, frente a los patriarcas de la envejecida generación anterior, Hölderlin y George aparecen como los principales representantes literarios del Heim estudiantil. No se trata de la única referencia: el libro de sonetos preparado por Benjamin en honor a Heinle, así como también las citas de Hölderlin y George utilizadas como epígrafes en sus poemas y ensayos, evidencian también la influencia de este último autor en el joven estudiante.
Pero el programa de Benjamin (compartido con amigos como Simon Guttmann y el mencionado Heinle) no tardará en entrar en conflicto con otras corrientes políticas. Por un lado, frente al radicalismo político de Siegfried Bernfeld y su revista Die Aktion, pero también contra el romanticismo naiv y chauvinista de los "Wandervogel". Tras las jornadas de discusión ce- lebradas en Breslau en 1913 (en las que Wyneken también tomará parte) las diferencias entre las tendencias extremistas del movimiento se acentuarán cada vez más: oponiéndose a la idea de formar un "partido de la juventud" ("Partei der Jugend"), Benjamin defenderá la idea de un movimiento donde sus individuos puedan conservar su propia autonomía e independencia. La Sprechsaal de Berlín se convertiría muy pronto en un campo de batalla. Desde la perspectiva de Benjamin, el concepto de juventud debía ser preservado a toda costa de cualquier intento de positivización político que fuera externo a su propia lógica y esencia:
Ser joven no significa estar al servicio del espíritu, sino más bien estar a su espera. Vislumbrarlo en todos los hombres y en ideas firmes. Eso es lo más importante: no debemos ad- herir a una determinada idea puntual; también la idea de cultura juvenil debe revestir para nosotros aquel sentido epifánico, que atrae aún al más lejano espíritu hacia el rayo de luz. Pero para muchos también será Wyneken y el salón de discursos un "movimiento", al que han adherido; sin poder ver ya el espíritu donde el aún aparece como más puro y abstracto.6
Ver el final del ensayo dedicado a Gerhart Hauptmann, Gedanken über Gerhart Hauptmanns Festspiel: "Die Geschichte ist der Kampf zwischen den Begeisterten und den Trägen, den Zukünftigen und den Vergangenen, den Freien und Unfreien" (Benjamin, 1991: 60).
"Jung sein heißt nicht so sehr dem Geist dienen, als ihn erwarten. Ihn in jedem Menschen und im fernsten Gedanken zu erblicken. Das ist das Wichtige: wir dürfen uns nicht auf einen bestimmten Gedanken festlegen, auch der Gedanke der Jugendkultur soll eben für uns nur die Erleuchtung sein, die noch den fernsten Geist in den Lichtschein zieht. Aber für viele wird eben auch Wynecken, auch der
Mediante esta pretensión proto-mesiánica, Benjamin intentará mantener a salvo el ideal de "juventud" frente a sus posibles "deformaciones" partidarias o ideológicas. El concepto de juventud benjaminiano aspiraba entonces a realizarse como expresión de una totalidad comunitaria, a partir de una ciencia capaz de sortear la visión particularista y fragmentada de la profesionalización académica: "es un error desarrollar exigencias en el individuo cuando a éste le resulta imposible realizar el espíritu de su comunidad, y esto es, sin duda, lo único verdaderamente admirable y digno de aprecio" (Benjamin, 1995: 120).
Ninguna de estas expectativas permanecerá a salvo sin embargo tras el estallido de la con- tienda. Trastornado por la nueva realidad bélica, el antiguo Heim dejará de ser ya lo que era.7 Ya el tono agrio y decepcionado del discurso "La vida de los estudiantes", leído en una reunión estudiantil del 4 de mayo de 1914, anticipaba el sentimiento de desengaño: "El estudiante actual no se encuentra de ninguna manera allí donde viene a ventilarse la victoria espiritual de la nación, donde se combate por el arte nuevo, ni a al lado de sus escritores y poetas, ni siquiera cerca de las fuentes de la vida religiosa" (Benjamin, 1995: 126).
Podemos ver entonces el ensayo dedicado a Hölderlin como un intento de reunificación de las dimensiones escindidas en este diagnóstico. En la figura cuasi-religiosa del poeta Benjamin hallará un emblema del espíritu de la juventud capaz de expresar tanto "la victoria espiritual de la nación" como las necesidades del "arte nuevo", a la manera de George. ¿Pero cuál era el tipo de "victoria" más acorde al "espíritu de la nación" en 1914? Como ya ha sido referido, no existe una posición extensamente documentada de Benjamin al respecto. Pero sí podemos remitirnos a la situación social y política de Alemania durante los primeros meses de la guerra. A ello nos abocaremos en los siguientes dos apartados.
Estallido de la guerra:
Los "días de agosto" y la transformación del espacio público
En contraste con cualquier sentimiento de odio o revanchismo derivados de un supuesto "filisteísmo burgués", recientes estudios historiográficos han subrayado el sentimiento de euforia y entusiasmo generalizado que recorría las calles de Berlín apenas declarada la gue- rra, el 2 de agosto de 1914. A primera vista, nada más lejano del Heim estudiantil que los "días de agosto". Por primera vez desde la guerra franco-prusiana de 1870, reaparecía un sentimiento espontáneo de nacionalismo dentro de la población general. En el seno de las gigantescas concentraciones populares reunidas espontáneamente en el caluroso verano de 1914, las diferencias de clase, credo, o religión parecían de pronto desdibujarse; mientras la imagen de un nuevo Volk eufórico y voluntarista surgía como una nueva identidad colectiva única e indivisible. La causa alemana evocaba la ilusión de una nueva política y de un nuevo comienzo. Durante la primera semana de la guerra las manifestaciones públicas arreciaron en Berlín: todos los días se congregaban multitudes de 300.000 personas declarando su voluntad de defender al Reich, cantando himnos marciales, y prometiendo devoción a la patria. Para la historiografía de la época no existen dudas al respecto: los "días de agosto" fueron un hito decisivo para la historia política alemana, un breve momento en el cual fueron acuñados mitos y símbolos de una nueva comunidad política, ubicados en el límite entre la historia y la ficción, a los que las próximas generaciones de alemanes no dejarían de volver a lo largo de la primera mitad del siglo (Fritzsche, 2006: 32-33).
Sprechsaal, eine Bewegung" sein, sie werden sich festgelegt haben, und den Geist nicht mehr sehen können, wo er noch reiner, abstrakter erscheint". Carta a Carla Seligson, 15 de septiembre de 1913. Citada por Palmier, 2009: 174.
Su amigo Gumpert recordará: "Nunca volví a pisar nuestro Heim de nuevo [ ]. Nuestras aspira- ciones habían quedado sin sentido. [ ] Uno tras otro dio su vida por una causa que no era la suya". Citado por Honold, 1998: 336 ("Ich habe unser Heim ni wieder betreten […] Es war zerstort. Unsere Sehnsucht war sinnlos geworden […] Einer nach dem andern gab sein Leben für eine Sache, die nicht seine war").
Contrariamente a lo muchas veces asumido, los historiadores también han coincidido en que nunca hubo una simple identidad alemana a la espera de redescubrir un "ser nacional" supuestamente oculto. Hasta el estallido de la guerra, "Alemania" había representado algo muy distinto para bávaros, sajones, y prusianos; así como para trabajadores, granjeros, y maestros. Los críticos sociales lamentaban constantemente la falta de fiestas populares como el 4 de julio o el aniversario de la Bastilla. En contraste con este sentimiento de pertenencia disperso e inconcluso, las manifestaciones de 1914 abarcaron todo el país, irrumpiendo por igual en el Múnich bávaro y en el Berlín prusiano (Fritzsche, 2006: 42). Esa nueva participación masiva era a su vez producto de una serie de transformaciones socioeconómicas que ahora comenzaban a dejar ver sus primeras manifestaciones políticas. El desarrollo del capitalismo y el progreso tecnológico, con sus hábitos de consumo y vida cotidiana repentinamente generalizados, había comenzado a socavar sensiblemente las antiguas identidades. Los "días de agosto" fueron la culminación de este proceso: la gestación de una identidad nacional producida desde abajo (Fritzsche, 2006: 39).
O al menos, eso era lo que muchos testigos y observadores en la prensa creían estar presenciando: las escenas tumultuosas de las manifestaciones públicas eran difundidas amplia- mente por parte de la prensa y aparecían proyectadas a los pocos días en los cinematógrafos, despertando la atracción cada vez mayor del público hacia el estado de conmoción pública instalado de pronto en las calles. A pesar de que algunas de estas manifestaciones terminaran en peleas y disturbios, los diarios no hacían más que reproducir una impresión a esa altura generalizada: una explosión espontánea de entusiasmo a favor de la causa alemana se había apropiado de una población repentinamente alerta y movilizada. Como el resto de sus conciudadanos, Benjamin podía leer todos los días cómo la prensa retrataba los pasos de las nuevas aglomeraciones populares, en cuyo seno la "nación" aparecía de pronto como una colectividad más abarcativa, cada vez más indiferente al antiguo orden jerárquico. A partir de este nuevo panorama, y a pesar de las divisiones feroces que surgirían durante la contienda, todas las facciones políticas comenzarían a reconocer al pueblo alemán -"das Volk"- como verdadera fuente de legitimación política.
Sin lugar a dudas, Benjamin no tuvo otra opción que atestiguar el surgimiento inesperado de una nueva realidad política a todas luces inapelable: en su Berlín natal, salían a la calle miles de personas (en su mayoría estudiantes, empleados, comerciantes) en un estado de exaltación constante, reunidos muchas veces bajo el monumento de Bismarck frente al Reichstag. Aunque de un modo imprevisto para él mismo, no era difícil reconocer allí, como una especie de epifanía urbana, aquella juventud entusiasta y comprometida que él mismo había invocado en sus propios escritos: muchachos fervorosos y expectantes que realizaban discursos improvisados y cantaban canciones incesantemente. ¿No era esta la utopía del Heim estudiantil haciéndose realidad a la vista de todos para tomar posesión del espacio público? Difícilmente Benjamin pudo haberse sustraído a esta expectativa. Sin embargo, estos jóvenes no se identificaban ya con la utopía libertaria de los "estudiantes libres", sino que encontraban su horizonte de per- tenencia en el sentimiento nacionalista despertado por la guerra. La disputa por el espíritu de la juventud que se había venido realizando entre distintos grupos estudiantiles comenzaba inclinarse a favor de sus tendencias más conservadoras. Los grupos de la "joven Alemania", los "Wanderwogel" y otros clubes juvenil-estudiantiles aparecían allí como nunca antes de pleno cuerpo presente. Con sus uniformes distintivos, banderas, y estandartes musicales se congregaban alrededor de las estatuas de Bismarck, Federico el Grande, y Guillermo I, entonando canciones patrióticas y encabezando numerosos desfiles hasta el palacio del káiser (Verhey, 2000: 105-107). Pero, al mismo tiempo, el clima de caos en las calles se extendía cada vez más: ahorristas haciendo largas colas en los bancos, los precios de los comestibles disparándose en los almacenes, y multitudes cambiando papel moneda por metálico o haciendo acopio de alimentos. Por otra parte, en el otro extremo del arco ideológico, los grupos socialdemócratas convocaban a sus propias manifestaciones contra la guerra y recorrían los lugares de reunión nacionalistas para "des-sacralizarlos". Los encuentros entre ambos grupos provocaban la Sängerkrieg (guerra de canciones); un enfrentamiento en el que los versos de La Marsellesa interrumpían la Guardia sobre el Rin o viceversa. Obtenemos así un cuadro de situación más complejo: ciudadanos preocupados por su supervivencia diaria, curiosos atentos a los acontecimientos, y manifestantes a favor o en contra de la contienda se entremezclaban constantemente, evidenciándose así hasta qué punto la parafernalia de derecha se hallaba aún lejos de dominar completamente la escena (Verhey, 2000: 152).
Este cuadro de fervor nacionalista y revuelta urbana significaba al mismo tiempo un corte radical con las tradiciones patrióticas del pasado. En comparación con ellas, las celebraciones oficiales del Káiser constituían una suerte de patriotismo artificial, anacrónicamente ligado a la dinastía, más que a acontecimientos protagonizados por la gente común. Todavía adheridos a un rígido estilo decimonónico, el pueblo tenía en los actos públicos un rol menor frente a la realeza, los notables del Imperio y el protocolo de la corte. Aquello que se escenificaba en dichos eventos era más la fidelidad de los príncipes alemanes hacia el emperador de Alemania, ante la cual los lazos de pertenencia que unían al pueblo con la nación apenas poseían un estatuto lejano y abstracto (Smith, 2007: 50-55). Este ceremonial jerárquico era parte de la rígida concepción del espacio público imperante en la Alemania guillermina: las calles eran objeto de cuidadoso control, en los desfiles militares y visitas reales la policía ponía un fuerte bloqueo de las avenidas principales, obligando a los transeúntes a un largo rodeo para atravesar la ciudad. Según el comisario en jefe de Berlín (Traugott von Hagow), no existía un derecho público sobre las calles; estas eran para el tránsito o para el káiser y sus desfiles. Pero durante los "días de agosto", las multitudes no respondían a la coreografía marcial proyectada inicialmente por el régimen y la policía comenzaba a ponerse nerviosa, llegando incluso a dispersar a la multitud como "chusma", del mismo modo en que solía hacerlo con las manifestaciones socialistas (Ely, 1998: 46). El propio káiser parecía molesto frente a esa nueva multitud, llegando incluso a pedir que se dispersaran ("ir a sus iglesias, arrodillarse ante Dios, e implorar su ayuda para nuestro valeroso ejército"; Fritzche, 2006: 236). En este nuevo contexto, pese a no ser cuestionada, la figura del káiser comenzaba a verse esmerilada por otros héroes y símbolos: Bismarck, pero también, por qué no, Hölderlin, el "poeta de la juventud", cuyas obras ya se hallaban disponibles para un público amplio en accesibles ediciones (Honold, 1998: 338).8
Estos disturbios tenían por lo demás varios precedentes históricos: ya en 1909 el caos de la multitud producido a partir de un aterrizaje de zepelín en Münich sacó de quicio a la policía prusiana y llevó al cuestionamiento de los "festivales populares" no oficiales. Mucho antes de los "días de agosto",
Por lo que, dado el estado de alteración social imperante en 1914, parece por lo menos difícil suponer que Benjamin no haya podido observar la ruptura incontestable que las manifestaciones de agosto estaban produciendo en el tradicional decoro civil, típico del Berlín de principios de siglo. Más allá de algunos rituales exagerados, eran las masas las que entraban por primera vez definitivamente en escena como actores de la historia. El mero hecho del cambio de perspectiva, pasando de espectador a los lados del desfile por el de quienes participaban del desfile en tanto protagonistas, representaba un acto de audacia excepcional e inaudita. ¿Y no era este el mismo tipo de "coraje" (Mut) que Benjamin venía reclamándole a la juventud en los artículos previos a 1914?
Este nuevo sentimiento público de ciudadanía era en rigor de verdad el emergente de una serie de transformaciones urbanas y sociales surgidas en Berlín a partir del Segundo Imperio. Tal como lo indican los cronistas de la época, Berlín era una ciudad en constante transformación. Entre 1871 y 1914 la faz de la ciudad se redefiniría completamente para convertirse en una urbe comercial y democrática, dejando de ser así en pocos años una tradicional capital de provincias para convertirse en la tercera ciudad más grande del mundo. Gracias a estos nuevos hábitos urbanos, los estandartes comunes de "nación" y "pueblo" comenzaban a ser términos cada vez menos ajenos, más familiares entre sí. La irrupción de la prensa, los espectáculos deportivos, los teatros, salas de cine y cafés, así como los nuevos medios de transporte (trenes, autobuses) habían contribuido a diluir fuertemente las diferencias económico-sociales preexistentes. Un paseo por el zoológico, aún descripto en 1934 con tono refractario por Benjamin, permite entrever también el modo en que los procesos de homologación social impactaban en la vida de la ciudad:
Nunca la música se había desnaturalizado tanto y había perdido hasta ese punto su pudor como en aquellas orquestas de hojalata que se dedicaban a entretener al aluvión de personas que meneaban rítmicamente vicios entre las fonduchas del zoo. Actualmente puedo al fin reconocer el poder de estas aglomeraciones. [ ] Allí se encontraban también algunos ancianos elevando la seriedad de la vida por entre los chismes de las mujeres y los gritos de los niños hasta el grado más elevado: el periódico. (Benjamin, 1995a: 40-42)
Esta mirada no es casual. Ella es un fiel testimonio del modo en que tanto los modernistas como los conservadores alemanes procesaban los cambios introducidos por la modernización capitalista durante el periodo de pre-guerra. Aunque ambas tendencias coincidían en muchas de sus consecuencias negativas (inestabilidad, estandarización, etc.), su modo de interactuar con dichas realidades podía llegar a diferir notablemente (Fritzsche, 2008: 180- 181). La efervescencia política del Jugendbewegung era sin duda uno de los emergentes de esta nueva sociabilidad. Así por ejemplo, sin prescindir de esta actitud elitista, los miembros del Heim también participaban activamente en la vida bohemia de cafés, debates intelectuales y activismo estudiantil surgidos con los cambios en la vida de la ciudad.9
para la prensa popular el Día del Zepelín había aparecido como una competencia entre dos clases de nacionalismo: el oficial, representado por el káiser y la corte, y el popular, la versión de la calle, lleno de vitalidad y arrebatos variopintos. Se pedía así a las masas que mantuvieran "la compostura y la dignidad" hasta en "la cumbre del entusiasmo". Según un editorial del Morgenpost, los berlineses tenían que demostrar madurez política para ser merecedores del poder electoral que ya tenían otros distritos rurales de Prusia (Fritzsche, 2008: 222-226). Para un análisis detallado del vínculo entre moderniza- ción tecnológica, nacionalismo y entusiasmo bélico, ver Fritzsche, 2008: 222-232.
Sobre la bohemia estudiantil en Berlín y las transformaciones urbanas del periodo, ver Benjamin,
En este contexto, las tensiones intelectuales del primer Benjamin pueden ser vistas como un emergente intelectual de un proceso político-cultural más amplio. Tal como lo demuestra su propia experiencia política, ya desde antes de la guerra los distintos valores e ideologías en pugna alrededor del concepto de "juventud" se hallaban acompañando activamente este proceso de redefinición librado en torno a las nuevas identidades sociales. Y en este sentido, los símbolos culturales de esa juventud no dejaban de ser una parte central de aquella discusión política. O como diría más tarde Benjamin: "el "lenguaje de la juventud" era inevitable- mente el punto central de nuestra organización" (Benjamin, 1995a: 34).
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