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La religión de Dios (página 5)

Enviado por jesus gonzalez garcia


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En el mundo actual nos encontramos con personas deseosas del bien público, personas entregadas, según su capacidad, a proteger a los oprimidos, socorrer a los pobres y apoyar con entusiasmo la paz y el bienestar universales. Son personas que, si bien son perfectas en este sentido, resultan imperfectas si están desprovistas del conocimiento y del amor de Dios. El médico Galeno, en su comentario al tratado de Platón sobre el arte de gobernar168 afirma que los principios fundamentales de la religión ejercen gran influencia sobre la civilización. Arguye que "la multitud no puede seguir el hilo argumental de las explicaciones filosóficas; y que por esta razón, necesita de símbolos que anuncien las recompensas y los castigos del otro mundo. La prueba de la verdad de esta afirmación -asegura- es que hoy vemos a unas gentes llamadas cristianas, que creen en las recompensas y los castigos. Y esta secta manifiesta obras hermosas, como las que realiza un verdadero filósofo. Vemos claramente que no sienten temor hacia la muerte, que no esperan ni desean nada de la multitud, salvo justicia y equidad, por lo que merecen ser considerados verdaderos filósofos". Pues bien, repara en cuál no sería el grado de sinceridad, celo, espiritualidad, amistad, y las buenas obras de un creyente en Cristo como para que Galeno, el médico filósofo, que no era cristiano, rindiese tributo a su refinamiento moral y virtudes describiéndolo como auténtico filósofo. Esas virtudes y esa moral no se consiguieron sólo exhibiendo obras buenas. Si la virtud se redujera a una cuestión de hacer y recibir el bien ¿por qué no habríamos de alabar la lámpara encendida aquí presente, cuya iluminación resulta indudablemente beneficiosa? Gracias a su calor y a su luz el sol permite que todos los seres de la tierra se multipliquen, crezcan y se desarrollen. ¿Existe favor mayor que éste? Sin embargo, como ese bien no proviene de la benevolencia, amor y conocimiento de Dios, es imperfecto. Cuando, por el contrario, una persona tiende un vaso de agua hacia otra persona, ésta se siente agradecida y así lo hace saber. Algún irreflexivo podría alegar: "Este sol que otorga luz al mundo, esta diáfana y suprema generosidad, debe ser adorado y alabado. ¿Por qué no habríamos de dar gracias al sol por su generosidad cuando quedamos agradecidos con quien realiza un simple acto de cortesía?" Más si somos honestos en nuestra indagación de la verdad, vemos que el acto insignificante de cortesía se debe a sentimientos conscientes y reales, y por ende dignos de alabanza. En contraste, la luz y el calor del sol no se deben a sentimientos ni a conciencia alguna, por lo que no son dignos de elogio o alabanza, ni son acreedores de nuestra gratitud y agradecimiento. De igual manera, cuando alguien realiza una obra buena, aunque ésta sea digna de elogio en cuanto tal, resulta imperfecta si no se funda en el amor y en el conocimiento de Dios. Ahondando más, si reflexionas con justicia, observarás que las buenas obras de quienes ignoran a Dios también se deben fundamentalmente a las enseñanzas divinas. Vale decir que los Profetas del pasado son responsables de que hoy se realicen esas mismas obras. Ellos fueron quienes explicaron la belleza de obrar el bien, quienes expusieron sus consecuencias gloriosas. Con la difusión sucesiva y repetida de enseñanzas tales, los hombres tornaron sus corazones hacia las virtudes. Sintiendo que eran hermosas y que eran motivo de alegría y felicidad, las siguieron. Por consiguiente, tales actos también provienen de las enseñanzas de Dios. Pero para comprender este asunto no ha menester de controversia, ni de discusión, sino de justicia. Alabado sea Dios, pues tú has estado en Persia y has visto como los persas, gracias a las santificadas brisas de Bahá'u'lláh, son ahora benevolentes para con la humanidad. En tiempos pasados, atormentaban al extranjero con que se cruzasen; llenos de la enemistad, el odio y la malevolencia más acérrimos llegaban al extremo de arrojarle inmundicias. Quemaban los libros del Evangelio y la Torah, y si sus manos se contaminaban al tocarlos, se las lavaban. Actualmente, en sus reuniones y asambleas la gran mayoría de esos persas recitan y entonan dignamente el contenido de estos dos Libros, comentan e interpretan sus enseñanzas. Muestran hospitalidad hacia sus enemigos. Tratan a los lobos sanguinarios con delicadeza, como a las gacelas que moran en las planicies del amor de Dios. Tú has observado sus costumbres y hábitos, y has oído acerca de las costumbres de los persas de otros tiempos. Tamaña transformación de la moral, semejante mejoramiento de la conducta y de la palabra ¿son acaso posibles si no es mediante el amor a Dios? No, por Dios. Si con la ayuda de la ciencia y el conocimiento tratásemos de inculcar esa moral y esas costumbres, en verdad, se necesitaría un millar de años, y aun así no se difundirían entre el común de las gentes. Hoy en día, gracias al amor a Dios, dicho anhelo ha sido alcanzado con la mayor facilidad. ¡Estad. prevenidos, OH poseedores de inteligencia!

El convenio de DIOS

El convenio de DIOS: Es el contrato espiritual que vincula a Dios y la humanidad. La Fe Bahá'í reconoce dos convenios: primero, el convenio mayor, entre Dios, representado por la Manifestación de Dios por una parte, y humanidad en la otra, en el cual Dios promete continuar enviando la guía a la humanidad, mientras la humanidad, por su parte, promete obedecer y seguir estas enseñanzas cuando ellas vienen. Parte de este convenio mayor es la obligación que cada Manifestación de Dios tiene de indicar a sus seguidores, la avenida y aceptación de la siguiente Manifestación. Segundo, el convenio menor, que obliga a los individuos Bahá'ís a aceptar la jefatura de los designados sucesores de Bahá'u'lláh y las instituciones administrativas de la Fe. La firmeza en el convenio es una de las principales virtudes religiosas Bahá'ís y no incluye sólo aceptación de la legitimidad de la institución Bahá'í sino mucho más generales actitudes de lealtad y compromiso sincero con la Fe Bahá'í y la comunidad Bahá'í. Desafiar la autoridad del centro de la Fe Bahá'í es la ofensa espiritual más seria que un Bahá'í puede cometer. Es llamado rompimiento del Convenio y se considera que es una enfermedad espiritual y se castiga con la expulsión de la comunidad. Por Amor de DIOS a la humanidad, Dios hizo un pacto, una alianza con Abraham, prometiéndole que nunca dejaría de Mandar profetas, Educadores Divinos a la humanidad. De las tres esposas de Abraham, Sara, Agar y cetura descendieron tres líneas distintas de mensajeros de DIOS, de Isaac, el hijo de Sara, descendieron: Moisés y Jesucristo, de Ismael, el hijo de Agar, descendieron: Muhammad y El Báb y de su esposa cetura, descendió: Bahá ´ u ´ u lláh. Este fue el pacto perpetuo, el gran convenio que DIOS hizo con Abraham, prometiéndole que por su linaje descendieran grandes Reveladores. El propósito de DIOS al crear al hombre ha sido y siempre será el de capacitarlo para que pueda reconocer a su creador y alcance su presencia. Todos los libros sagrados y las más importantes escrituras divinamente reveladas dan testimonio inequívoco de este más excelente objetivo, de esta meta suprema. (Bahá ´ u ´ lláh). El aspecto más distintivo de la comunidad mundial bahá'í es su unidad. A diferencia de prácticamente todos los movimientos sociales y religiosos importantes, la Fe Bahá'í ha resistido la división en facciones y sectas. Esta unidad esencial ha sido conseguida en gran parte debido a que en las escrituras Bahá'ís se han hecho detalladas provisiones sobre su interpretación, sucesión y liderazgo. Los Bahá'ís creen que Bahá'u'lláh estableció un nuevo Convenio entre Dios y la humanidad acorde con la madurez actual de la raza humana. La evidencia más tangible de este Convenio es la forma de sucesión en el liderazgo delineada por Bahá'u'lláh, un sistema que es único en la historia religiosa y que asegura la protección de la unidad de la comunidad bahá'í. Antes de su fallecimiento, Bahá'u'lláh escribió su voluntad y testamento y nombró a su hijo mayor, 'Abdu'l- Bahá (1844-1921), como lider de la Fe Bahá'í. Los escritos de 'Abdu'l-Bahá también son reconocidos como fuente autorizada de las enseñanzas. Hacia el final de su vida realizó diversos viajes por Europa y Norteamérica para proclamar el mensaje de Bahá'u'lláh; en dichos viajes pronunció innumerables conferencias en universidades, iglesias, sinagogas, colegios, centros culturales y reuniones de gentes de alto rango. Sus declaraciones atrajeron la atención de muchas personas sobresalientes, como Khalil Gibrán. 'Abdu'l-Bahá, a su vez, nombró a su nieto mayor, Shoghi Effendi (1896-1957), el "Guardián de la Fe" y su sucesor. Él guió a la comunidad bahá'í desde 1921 hasta 1957. Con el fallecimiento de Shoghi Effendi, la línea de guías hereditarios finalizó. En 1963, siguiendo instrucciones escritas de Bahá'u'lláh, 'Abdu'l-Bahá y Shoghi Effendi, se celebró una convención internacional en el Centro Mundial bahá'í en Haifa para elegir la primera Casa Universal de Justicia. Elegida cada cinco años por los miembros de las Asambleas Espirituales Nacionales, la Casa Universal de Justicia dirige los asuntos espirituales y administrativos de la comunidad mundial bahá'í. Dotada por Bahá'u'lláh con autoridad para legislar sobre los asuntos no mencionados en las escrituras Bahá'ís, la Casa Universal de Justicia es la institución que mantiene unificada y flexible a la comunidad, capaz de responder a las necesidades y condiciones de un mundo siempre cambiante. El Convenio Mayor (también llamado "el Convenio Eterno") concierne a la promesa por parte de Dios, dado a través de una de las Manifestaciones de Dios que Él no dejará a la humanidad sin guía y enviará por consiguiente una próxima Manifestación de Dios. La parte de la humanidad en el acuerdo es que obedecerá la ley de Dios tal como es dispensada por la presente Manifestación y reconocerá y obedecerá a la próxima Manifestación cuando ella llegue. Este convenio se resume más sucintamente por el Báb en el Bayán Persa: El Señor del universo jamás ha designado a un profeta ni ha enviado un Libro sin haber establecido su convenio con todos los hombres, apelando su aceptación de la próxima Revelación y del Libro siguiente; pues las efusiones de su bondad son incesantes e ilimitadas." (Bayán Persa 6:16; SWB 87)'Abdu'l-Bahá describe la sucesión de los convenios establecidos por las sucesivas manifestaciones sucesivas: "Su Santidad Abraham… hizo un convenio referente a Su Santidad Moisés y dio las buenas nuevas de Su venida. Su Santidad Moisés hizo a un convenio acerca del Prometido, es decir Su Santidad Cristo, y anunció las felices nuevas de Su Manifestación al mundo. Su Santidad Cristo hizo un convenio acerca del Paráclito y dio la noticia de Su venida. Su Santidad el Profeta que Muhammad hizo un convenio en relación a Su Santidad el Báb y el Báb era el prometido de Muhammad, para quien Muhammad dio la noticias de Su venida. El Báb hizo un Convenio acerca de la Belleza Bendita Bahá'u'lláh y dio las felices nuevas de la venida de la Belleza Bendita quien era el prometido por Su Santidad el Báb. Bahá'u'lláh hizo un convenio acerca de un prometido que se pondrá de manifiesto no antes de mil años, (después de mil o miles de años, depuse de Su Revelación). Bahá'u'lláh demanda ser el realizador del convenio establecido por todos los profetas del pasado acerca de un gran día en el futuro cuando todas las promesas de Dios serán cumplidas. "La Revelación que desde tiempo inmemorial ha sido aclamada como el Propósito y Promesa de todos los profetas de Dios y como el más caro deseo de sus mensajeros, ha sido ahora manifestada a los hombres por virtud de la penetrante Voluntad del Todopoderoso y de su irresistible mandato. El advenimiento de tal Revelación ha sido anunciado en todas las Sagradas Escrituras." La parte de la humanidad del arreglo convenían desde el punto de vista de las enseñanzas bahá'ís puede resumirse mejor en la frase de apertura del Kitáb-i-Aqdas: "El primer deber prescrito por Dios a Sus siervos es el reconocimiento de Aquel que es la Aurora de Su Revelación y la Fuente de Sus leyes, Quien representa a la Deidad tanto en el Reino de Su Causa como en el mundo de la creación. El que haya cumplido este deber ha logrado todo bien; y el que esté privado de él se ha extraviado, aunque fuese autor de toda obra justa. Incumbe a todo el que alcance esta muy sublime estación, esta cumbre de trascendente gloria, observar cada uno de los preceptos de Aquel que es el Deseo del mundo. Estos dos deberes son inseparables. Ninguno es aceptable sin el otro. Así lo ha decretado Quien es la Fuente de inspiración divina." Bahá'u'lláh. Bahá'u'lláh mantuvo la continuación del convenio mayor en el futuro declarando que a su debido tiempo otra Manifestación de Dios se levantaría pero que esto no ocurriría durante por lo menos unos mil años: "Quienquiera que sostenga la pretensión de ser una Revelación directa de Dios, antes de la expiración de un lapso de mil años, tal hombre es, con seguridad, un impostor mentiroso." El Convenio Menor: El Convenio Menor se refiere al acuerdo entre una Manifestación de Dios y sus seguidores con respecto a la continuación de la autoridad en su religión. Aunque se considera haber existido precedentes de esto en las religiones anteriores. Shoghi Effendi afirma que ninguna religión anterior tiene el asunto de la sucesión como importante ni el nombramiento del sucesor ha sido claro. El hecho de que la sucesión de la autoridad y las instituciones centrales de la Fe de Bahá'í se haya establecido por documentos escritos para que ellos no pudieran cuestionarse después se enfatiza por Shoghi Effendi como un "rasgo distintivo de la religión de Bahá'u'lláh". El convenio menor fue ampliado por 'Abdu'l-Bahá en su 'Voluntad y Testamento' ; por el nombramiento de Shoghi Effendi como Guardián de la Fe de Bahá'í. En este documento, 'Abdu'l-Bahá también afirma la autoridad de la Casa Universal de Justicia, confirmando así como la otra institución en que la dirección se ha conferido por los procesos del Convenio Bahá'í. Shoghi Effendi escribe del 'Voluntad y Testamento' es el resultado de la "mística unión" entre Bahá'u'lláh y 'Abdu'l-Bahá. "Las energías creadoras liberadas por la Ley de Bahá'u'lláh al penetrar y desarrollarse en la mente de 'Abdu'l-Bahá, dieron lugar por su propio impacto y estrecha acción mutua, al nacimiento de un Instrumento que puede considerarse como la Carta Magna del Nuevo orden Mundial…" Además de las funciones para la dirección de la comunidad bahá'í, conferidos a 'Abdu'l-Bahá y Shoghi Effendi, el Convenio confiere en 'Abdu'l-Bahá y Shoghi Effendi la posición de ser los únicos intérpretes autorizados de la escritura bahá'í. En el Kitáb-i-Aqdas, Bahá'u'lláh establece: "Remitid lo que no entendáis del Libro" a 'Abdu'l-Bahá (KA 174). De la misma forma 'Abdu'l-Bahá declara que Shoghi Effendi es "el expositor de las palabras de Dios" También se deriva la autoridad de la Casa Universal de Justicia de la evolución del convenio. Lo siguiente es tomado de su Constitución: "La procedencia, la autoridad, los deberes, la esfera de acción de la Casa Universal de Justicia derivan todas de la Palabra revelada de Bahá'u'lláh la que, junto con las interpretaciones y exposiciones del Centro del Convenio y del Guardián de la Causa -quien, después de 'Abdu'l-Bahá, es la única autoridad en la interpretación de las Escrituras Bahá'ís- constituyen los términos de referencia obligatorios de la Casa Universal de Justicia y son el lecho de roca de sus cimientos. La autoridad de estos Textos es absoluta e inmutable hasta el momento en que Dios Todopoderoso revele Su nueva Manifestación, a Quien pertenecerá toda autoridad y poder" El propósito del Convenio: El propósito del convenio se explica en varios pasajes de las escrituras bahá'ís. Siendo que el propósito de la religión es afirmar el establecimiento de la unidad y concordia entre la humanidad. Bahá'u'lláh advierte, en su 'Libro del Convenio': ¡OH siervos! Que los medios para lograr el orden no se conviertan en motivo de confusión, y que el instrumento de la unión no dé ocasión para la discordia." El convenio establecido en este libro fue específicamente para anticipar tal desarrollo. 'Abdu'l-Bahá confirma que el propósito central del convenio fue impedir cisma y disensión: "Ya que grandes diferencias y divergencias de creencia sectaria se habían levantado a lo largo del pasado, cada hombre con una nueva idea atribuyéndola a Dios, Bahá'u'lláh deseó que no hubiese cimiento o razón para la discordia entre los Bahá'ís. Por consiguiente, con Su propia pluma Él escribió el Libro de Su Convenio, dirigiéndose a todas las gentes del mundo, diciendo, "verdaderamente, yo he señalado a Uno Quien es el Centro de Mi Convenio. Todos deben obedecerlo; todos deben volverse a Él; Él es el Expositor de Mi Libro, y Él está informado de Mi propósito. Todos deben volverse a Él. Todo lo que Él dice es correcto, pues, verdaderamente, Él conoce los textos de Mi Libro. Como Él, nadie conoce Mi Libro." El propósito de esta declaración es que nunca debe haber discordia ni divergencia entre los Bahá'ís sino que ellos siempre deben estar unidos y deben estar de acuerdo." La misión específica de Bahá'u'lláh se relaciona con la unidad mundial. El papel del convenio como el garante de la unidad de la comunidad bahá'í se une indisolublemente con la meta de unidad mundial: "Es evidente que el eje de la unidad del mundo de humanidad es el poder del Convenio y nada más." Shoghi Effendi también se refiere al convenio como el medio para dirigir y controlar el poder espiritual liberado por la venida de Bahá'u'lláh: "Para dirigir y canalizar estas fuerzas" y "para garantizar su operación armoniosa y continua después de Su ascensión." Él se refiere a su propósito para "perpetuar la influencia de esa Fe, asegurar su integridad, protegerla del cisma, y estimular su expansión mundial…" El Poder del Convenio: Puesto que es el punto focal de unidad tanto para la comunidad de bahá'í como finalmente para el mundo y también es el cauce para el energías espirituales liberadas por Bahá'u'lláh, el Convenio se describe en las escrituras bahá'ís como dotado de poder. De hecho se ve como la fuerza motivadora detrás de todas las fuerzas positivas que trabajan en el mundo: "El poder del Convenio es como el calor del sol, que vivifica y promueve el desarrollo de todas las cosas creadas sobre la tierra. La luz del Convenio, en forma similar, es la educadora de las mentes, los espíritus, los corazones y las almas de los hombres." La Firmeza en el Convenio: Siendo la institución del convenio un componente tan central y vital de la Fe Bahá'í, la firmeza en el convenio es considerada en los textos Bahá'í como una de las virtudes religiosas principales. En su sentido más general, esto significa ejemplificar las leyes y enseñanzas de la Fe de Bahá'í: "Debéis comportaros en tal forma que os permita destacar, marcada y brillantemente como el sol, entre otras almas. Si alguno de vosotros llegara a entrar a una ciudad, deberá convertirse en el centro de atracción, por razones de sinceridad, su integridad y su devoción, su honestidad y fidelidad, su veracidad y su benevolencia hacia todas las gentes del mundo…Hasta que no alcancéis esta posición, no podréis decir que habéis sido fieles al Convenio y Testamento de Dios. Pues Él, mediante irrefutables Textos, ha establecido con todos nosotros un Convenio obligatorio, que nos exige actuar de acuerdo con sus sagradas instrucciones y consejos." En un sentido más específico, la firmeza en el convenio se refiere a la convicción interna del bahá'í individual de que la guía del centro de la Fe Bahá'í (sea esta la de 'Abdu'l-Bahá o Shoghi Effendi en el pasado o de la Casa Universal de Justicia en la actualidad) representa la voluntad de Dios: "Cualquier cosa que ellos decidan es de Dios." Shoghi Effendi relaciona el éxito y progreso de la Fe Bahá'í a esto: "Ni la administración, ni el trabajo general de enseñanza de la Causa , progresarán, ni se podrá lograr nada, a menos que los creyentes sean verdaderamente bahá'ís firmes, profunda y espiritualmente convencidos…Pero una vez que un bahá'í tiene la convicción profunda de la autoridad de Dios, investida en el Profeta, conferida al Maestro y por Él a los Guardianes, la que fluye a través de las Asambleas y crea un orden basado en la obediencia, una vez que un bahá'í tiene eso, nada lo puede hacer vacilar." (Shoghi Effendi, EEB, pág. 121)

La libre investigación de la verdad

La libre investigación de la verdad •Unidad entre religión y ciencia •Los prejuicios de religión, de raza o secta, destruyen el fundamento de la humanidad •Entrevista de Edward G. Con Baháulláh en 1890 La libre investigación de la verdad: Si se deja de utilizar la capacidad de razonamiento y, en su lugar se opta por aceptar ciertas opiniones e ideas sin hacerse preguntas, por prejuicios, o seguir ciegamente las tradiciones, se puede caer fácilmente en el fanatismo, volviéndose intolerante hacia aquellos que no comparten lo de uno. La búsqueda personal independiente de la verdad es una responsabilidad moral de cada ser humano que le permite al individuo ver por sus propios ojos y entender por su propia alma. En la fe bahái como ejemplo a este principio, se invita a que cada creyente por cada libro bahai que se lea, se lean diez que no lo sean, esto es a mi entender, solo, un ejemplo de lo libre que tenemos que ser a la hora de adquirir conocimiento, tenemos que estar abiertos a toda información, estudio, idea, etc. a si no guardaremos prejuicios, etc. Abdul- Bahá dice: Siendo una, la verdad no puede ser dividida y las diferencias que parecen existir entre las naciones no son sino el resultado de su apego al prejuicio. Los hombres estarían unidos si solo investigaran la verdad. El hecho de que imaginemos que nosotros tenemos la razón y todos los demás estén equivocados es el mayor de todos los obstáculos en el camino hacia la unidad, y la unidad es necesaria para llegar a la verdad, pues la verdad es una. El verdadero buscador nada persigue sino el objeto de su búsqueda, y el amante no tiene deseo alguno salvo la unión con su amada, no alcanzara el buscador su meta a menos que todo lo sacrifique. Es decir, tiene que reducir a nada todo lo visto, oído o entendido para poder a si entrar al reino del espíritu, que es la ciudad de DIOS. Es necesario el esfuerzo, si hemos de buscarlo, necesario es el fervor, si hemos de gustar la miel de la reunión con El; y si probásemos de esta copa, desecharíamos el mundo. Cuando un niño nace de una familia cristiana, él es automáticamente un cristiano, cuando los padres son musulmanes, los niños serán musulmanes; si son hindúes, los hijos serán hindúes. ¿Por qué? Porque la mayoría de la gente continúa imitando a sus antepasados, y ciertamente si esta ciega imitación continúa, la gente nunca podrá unirse. Todos pelean sobre sus imitaciones. Todos dicen que ellos son los que conocen la verdad y que los otros están errados. La gente muy rara vez se detiene a pensar que si hubiera nacido dentro de una familia diferente, con diferentes creencias, habría pensado en forma muy diferente de lo que ahora cree ser el único camino a la verdad. Bahá'u'lláh nos enseña que la Verdad es Una. Si la gente del mundo dejara de imitar a sus padres y buscara la verdad por ella misma, llegarían todos a una sola conclusión y se unirían. Las distintas clases de gentes son como niños que viven en casas diferentes y miran al sol bajo vidrios de colores. Así como el color de los vidrios difiere, según la casa por la que se mire, así un niño al mirar al sol a través de un vidrio verde, creerá que el sol es verde, mientras que aquel que mire al sol a través de un vidrio de color rojo creerá naturalmente que el sol es rojo; y otro que mire al sol, a través de un vidrio azul creerá que el sol es azul. Estos niños pueden discutir el color del sol, cada uno creyendo que lo que ve es el color verdadero. Pero si ellos dejasen de ver a través de sus diferentes vidrios de colores, y salieran afuera, entonces todos verían el verdadero color del sol y dejarían de discutir. Bahá'u'lláh está haciendo un llamado a los hijos del hombre para que salgan de sus casas; las casas que han heredado ellos de sus antepasados, y dejen de mirar al sol a través de distintos vidrios de colores, porque el sol al que miramos es el mismo sol, y una vez que nos quitemos el lente de colores de nuestros ojos, entonces veremos al sol en su verdadero color. Dios espera que nosotros pensemos en lo que creemos en vez de seguir ciegamente nuestras creencias solamente por el hecho de que nuestros antepasados han creído de esa manera durante muchas generaciones. Si es que buscamos la verdad por nosotros mismos, veremos que la verdad es única, y que nos puede unir y hacernos olvidar las diferencias que hayan existido en el pasado. 'Abdu'l-Bahá dice: ". . Las religiones divinas de las Manifestaciones de Dios son realmente una sola aunque difieren en nombre y nomenclatura. El hombre debe amar la luz sin importarle en qué día ella aparezca. Debe amar la rosa sin importarle en que tierra crezca. Debe buscar la verdad, sin importarle de que fuente provenga. Sentir apego a la linterna no es amar la luz, sentir apego a la tierra no es propio, pero disfrutar de la rosa que crece en la tierra eso sí vale la pena. Sentir devoción hacia un árbol es infructuoso pero participar de sus frutos es beneficioso. Los frutos deliciosos de donde quiera que ellos provengan o de donde se los haya recogido deben ser apreciados. La palabra de la verdad, no importa la lengua que la pronuncie, debe ser escuchada. Las verdades absolutas, no importa el libro en que se hallen escritas, deben ser aceptadas. Si es que amparamos el prejuicio este será la causa de depravación e ignorancia. La contienda entre religiones, entre naciones y razas se debe al malentendido. Si investigamos las religiones y descubrimos sus principios básicos, veremos que todas encierran no varios, sino un solo fundamento y que todas se hallar de acuerdo. Por este medio todos las religiones del mundo entero llegarán a comprenderse y alcanzarán la unidad y la reconciliación. . ." En otro lugar 'Abdu'l-Bahá dice: "¡Ay! la humanidad está totalmente sumergida en imitaciones y en falsedades; sin embargo, la verdad de la religión divina siempre ha permanecido igual. Supersticiones han oscurecido la realidad fundamental, el mundo se halla en tinieblas y la luz de la religión no se hace aparente. Esta oscuridad conduce a crear diferencias y desacuerdos; se hallan por miles los dogmas y los ritos; por lo tanto el desacuerdo se ha levantado entre los sistemas religiosos a pesar de que la religión tiene por objeto la unificación de la humanidad. La verdadera religión es la fuente de amor y acuerdo entre los hombres, la causa principal del desarrollo de cualidades elevadas; pero la gente está acostumbrada a lo falso y a las imitaciones, y descuida la realidad que unifica; así son despojados y privados de la luz de la religión. Siguen las supersticiones heredadas de sus padres y antepasados. Esto ha prevalecido hasta tal grado que han opacado la luz celestial de la verdad divina y se sumergen en la oscuridad de la imitación y de las imaginaciones. Lo que fue el motivo de la vida ha sido causa de la muerte; lo que debería ser una evidencia de sabiduría, se convierte en una prueba de ignorancia; aquello que fue factor en la sublimidad de la naturaleza humana se ha convertido en degradación. Por lo tanto, la esfera del religionario se ha ido cerrando y oscureciendo gradualmente y el círculo del materialismo se ha ido ensanchando y avanzando; porque el religionario se ha adherido a la imitación y lo espurio, descuidando y descartando la santidad y la sagrada realidad de la religión. Es cuando el sol se pone que los murciélagos empiezan a volar. Ellos aparecen porque son criaturas de la oscuridad. Cuando la luz de la religión se oscurece, los materialistas aparecen. Ellos son los murciélagos de la noche Es en la declinación de la religión cuando ellos se vuelven más activos; buscan la sombra cuando el mundo se halla a oscuras y las nubes se han esparcido sobre él. "Su Santidad Bahá'u'lláh se ha levantado por el horizonte oriental. Como la gloria del sol, ha venido al mundo. Ha implantado la realidad de la religión divina, ha disipado la oscuridad de las imitaciones, ha sentado las bases de nuevas enseñanzas y ha resucitado al mundo. "La primera enseñanza de Bahá'u'lláh es la investigación de la realidad. El hombre debe buscar la realidad por sí mismo, desechando las Imitaciones y las adherencias a meros formulismos hereditarios. Como las naciones del mundo se hallan tan apegadas a las imitaciones llamándolas verdades, y corno tales son variadas, las diferencias en el credo han producido las contiendas y las guerras. Mientras estas imitaciones continúen, la unidad del mundo es Imposible. Por lo tanto, debemos investigar la realidad para que, mediante su luz, las nubes y la oscuridad puedan disiparse. La realidad es una sola, no admite multiplicidad o división. Si las naciones del mundo investigaran la realidad, se pondrían de acuerdo y llegarían a unirse. Mucha gente ha buscado la realidad a través de las enseñanzas y de la guía de Bahá'u'lláh. Han llegado a unirse y ahora viven de acuerdo, amándose unos a otros; entre ellos no hay ya la más pequeña traza de enemistad o desunión". Unidad entre religión y ciencia: La Religión debe de estar de acuerdo con la ciencia y la razón Una fuente importante de conflictos y desunión en el mundo actual. Es que hay una oposición básica entre ciencia y religión, que la verdad científica contradice la religión en algunos puntos y que debemos escoger entre ser una persona religiosa y seguir a DIOS o ser un científico y seguir los dictados de la razón. Los baháis dan importancia a la unidad fundamental entre ciencia y religión, puesto que la verdad o la realidad es una sola, no es posible que algo sea falso desde el punto de vista científico y verdadero desde el punto de vista religioso. Siempre debe de haber acuerdo entre la verdadera religión y la ciencia. Bahá u lláh afirmo que la inteligencia y la capacidad de razonamiento del hombre son un don de DIOS. La ciencia es el fruto de nuestro uso sistemático de estos poderes otorgados por la Divinidad. Las verdades de la ciencia son, por tanto, verdades descubiertas. Las verdades de la religión profética son verdades reveladas, es decir, verdades que DIOS nos ha mostrado sin que hayamos tenido que descubridlas por nosotros mismos. DIOS es el mismo y único Autor tanto de la revelación como el Creador de la realidad que la ciencia investiga, a si pues no puede haber contradicción entre ambos. Tanto la Religión como la ciencia son indispensables para el pleno progreso y bienestar del hombre pues mientras la Religión nos sirve para nuestro progreso y bienestar espiritual, la ciencia se encarga de nuestro bienestar material, y el ser humano es tanto materia como espíritu. Si el hombre trata de vivir solo con la religión, caería inmediatamente en la ciénaga de la superstición, mientras que si solo quisiera vivir con la ciencia tampoco podrá realizar progreso, pues caería en el desesperante pantano del materialismo. Todas las religiones anteriores al Báb y Bahá u lláh, han descendido a prácticas supersticiosas, que dando en discordancia, desacuerdo, tanto con los verdaderos principios de las enseñanzas que ellas representan como con los descubrimientos científicos de la época. La Religión debe de liberarse de supersticiones, tradiciones y dogmas no comprensibles puestas solo por el hombre y debe manifestar su conformidad con la ciencia, entonces la humanidad se unirá en el poder del Amor A DIOS. Terminándose a sin con las guerras, discordias, desavenencias, contiendas etc. Pues habrá una gran fuerza unificadora y purificadora. Podemos pensar que la ciencia es como un ala, y la religión es como la otra; un pájaro necesita dos alas para volar, una sola le sería inútil. Cualquier religión que contradiga a la ciencia o se oponga a ella, es sólo ignorancia, pues la ignorancia es lo opuesto al conocimiento. La religión que sólo consiste en ritos y ceremonias basadas en el prejuicio, no es la verdad. Esforcémonos con ahínco para que seamos los instrumentos de la unificación de la religión y la ciencia. 'Alí, el yerno de Mu¥ammad, dijo: "Aquello que está en conformidad con la ciencia está también en conformidad con la religión." Todo lo que la inteligencia del ser humano no pueda comprender, la religión no debería aceptarlo. La religión y la ciencia marchan de la mano, y cualquier religión contraria a la ciencia no es la verdad. Los prejuicios de religión, de raza o secta, destruyen el fundamento de la humanidad: Todo lo que divide al mundo -el odio, la guerra y el derramamiento de sangre– tiene su origen en uno u otro de estos prejuicios. El mundo entero debe ser considerado como un único país, todas las naciones como una sola nación, todos los seres humanos como pertenecientes a una sola raza. Las religiones, las razas y naciones son tan sólo divisiones hechas por el ser humano, y necesarias sólo a su mente; ante Dios no existen persas, ni árabes, ni franceses, ni ingleses; Dios es Dios para todos, y para Él toda la creación es una. Debemos obedecer a Dios y esforzarnos por seguirle, abandonando todos nuestros prejuicios y haciendo realidad la paz sobre la tierra. Entrevista de Edward G. Con Baháulláh en 1890: El distinguido orientalista, el extinto Edward G. Browne, profesor de la Universidad de Cambridge, visitó a Bahá'u'lláh en Bahjí en el año 1890 y escribió sus impresiones como sigue: … mi guía se detuvo por un momento mientras yo me quitaba los zapatos. Entonces, con un rápido movimiento de la mano, retiró la cortina; cuando yo hube pasado la puso nuevamente en su sitio, y me encontré en una gran habitación, a lo largo de cuyo extremo superior había un diván bajo, mientras que en la pared frente a la puerta estaban colocadas dos o tres sillas. Aunque yo tenía una vaga idea del lugar adonde iba y a Quién había de contemplar (pues no me había sido proporcionada ninguna información precisa), pasaron unos segundos antes de que, estremecido de asombro y reverente temor, tuviera conciencia de que la habitación no estaba vacía. En el ángulo donde el diván se apoyaba en la pared distinguí una extraordinaria y venerable figura, coronada con un tocado de fieltro, parecido a los llamados "taj" por los derviches, pero diferente en la hechura y mucho más altos, y en la base del cual estaba arrollado un pequeño turbante. El rostro de Aquel a Quien contemplé nunca lo podré olvidar, y, no obstante, no puedo describirlo. Esos ojos penetrantes parecían leer en mi propia alma; en Su amplia frente había poder y autoridad, mientras que las profundas líneas de Su ceño y Su faz denotaban una edad que parecía negar el negro azabache de Su cabello y Su barba, que descendía exuberante casi hasta la cintura. ¡No necesitaba preguntar en presencia de Quién me encontraba al inclinarme ante Aquel Que es objeto de una devoción y un amor que los reyes podrían envidiar y por los cuales los emperadores suspiran en vano! Una voz digna y suave me pidió que me sentara, y continuó: "¡Alabado sea Dios porque has llegado hasta Mí!… Has venido a ver a un prisionero y un desterrado… Nosotros sólo deseamos el bien del mundo y la felicidad de las naciones; sin embargo, nos consideran causantes de sedición y de rivalidades, merecedores de la prisión y del destierro… Que todas las naciones tengan una fe común y todos los hombres sean hermanos; que se fortalezcan los lazos de afecto y unidad entre los hijos de los hombres; que desaparezca la diversidad de religiones y se anulen las diferencias de raza. ¿Qué mal hay en esto?… Pero esto se cumplirá; esas luchas sin objeto, esas guerras desastrosas desaparecerán y la "Más Grande Paz" reinará… Ustedes, en Europa, ¿no necesitan también de esto? ¿No fue esto mismo lo que anunció Cristo?… Sin embargo, vemos a vuestros reyes y gobernantes disipando sus tesoros más en medios de destrucción de la raza humana que en aquello que proporcionaría felicidad a la humanidad… Estas luchas, este derramamiento de sangre y esta discordia cesarán y todos los hombres serán como miembros de una sola familia… Que ningún hombre se gloríe de que ama a su patria; que más bien se gloríe de que ama a sus semejantes…" Éstas son, más o menos, las palabras que puedo recordar y que, además de muchas otras, yo escuché de labios de Baháulláh. Que aquellos que las lean consideren por sí mismos si tales doctrinas merecen muerte y prisión, y si el mundo más probablemente gane o pierda por su difusión.

¿Quién esta escribiendo el Futuro? PREÁMBULO El 28 de mayo de 1992, la Cámara de Diputados de Brasil se reunía en sesión especial para conmemorar el centenario de la muerte de Bahá'u'lláh, cuya influencia se perfila hoy día como un rasgo cada vez más familiar del panorama social e intelectual del mundo. Su mensaje de unidad había tocado una fibra sensible de los legisladores brasileños. En el curso de la sesión, oradores representativos de la totalidad de los partidos de la Cámara rindieron homenaje a un conjunto de escrituras que uno de los diputados describió como "la obra religiosa más colosal jamás escrita por la pluma de un solo Hombre", y a una concepción del futuro de nuestro planeta que, "traspasando fronteras materiales", en palabras de otro diputado, "se abría a la humanidad entera, prescindiendo de diferencias de nacionalidad, raza, límites o credo"'. El homenaje resultaba tanto más asombroso cuanto que, en su tierra natal, la obra de Bahá'u'lláh sigue siendo objeto de agrias condenas por parte de los clérigos musulmanes que gobiernan Irán. Sus predecesores habían sido responsables del destierro y encarcelamiento de Bahá'u'lláh a mediados del siglo diecinueve, e igualmente de la masacre de miles de personas que compartieron sus ideales en pro de la transformación de la sociedad y de la vida humana. Incluso mientras se desarrollaba la sesión de Brasilia, la negativa a rechazar creencias que han merecido elogios de la mayor parte del mundo se cobraba en los 300.000 bahá'ís que viven en Irán su tributo de persecuciones, privaciones y, en demasiados casos, encarcelamientos y muertes. Una oposición semejante caracterizó las actitudes de varios regímenes totalitarios del pasado siglo. Cabe preguntarse, pues, ¿cuál es la esencia del conjunto de pensamientos que ha suscitado reacciones tan marcadamente divergentes? I El mensaje principal que ofrece Bahá'u'lláh expone la naturaleza fundamentalmente espiritual de la realidad, así como de las leyes que gobiernan su operación. No sólo ve a la persona como ser espiritual o "alma racional", sino que también insiste en que la empresa entera que denominamos "civilización" es en sí misma un proceso espiritual, proceso en el que la conciencia y el corazón del hombre han creado medios cada vez más complejos y eficaces de expresar sus inherentes capacidades morales e intelectuales. Al rechazar los dogmas reinantes del materialismo, Bahá'u'lláh propugna una interpretación opuesta de los procesos históricos. La humanidad, punta de lanza de la conciencia evolutiva, atraviesa etapas análogas a los períodos de infancia, niñez y adolescencia, propios de la vida individual. La travesía nos ha traído hasta el umbral de la tan esperada mayoría de edad de una raza humana unificada. Las guerras, la explotación y los prejuicios que han jalonado las etapas inmaduras del proceso no deberían ser causa de desesperación, sino un estímulo para asumir las responsabilidades de la madurez colectiva. Dirigiéndose a los líderes políticos y religiosos de su propio tiempo, Bahá'u'lláh manifestó que estaban despertándose en los pueblos de la tierra nuevas capacidades cuyo poder incalculable desbordaba la imaginación de su tiempo, capacidades que pronto habrían de transformar la vida material del planeta. Era esencial -decía- convertir tales avances materiales en cauces para el desarrollo moral y social. Si los conflictos nacionalistas y sectarios impedían que esto ocurriese, entonces el progreso material produciría, además de beneficios, también males inimaginables. Algunos de los avisos de Bahá'u'lláh despiertan ecos sombríos en la actualidad: "Cosas extrañas y asombrosas existen en la tierra", prevenía; "estas cosas son capaces de cambiar la totalidad de la atmósfera de la tierra y su contaminación podría resultar letal". II La principal tarea espiritual de todas las personas -afirma Bahá'u'lláh-, cualquiera que sea su nación, religión u origen étnico, consiste en sentar los cimientos de una sociedad global que refleje la unidad de la naturaleza humana. La unificación de los habitantes de la tierra no es una visión utópica ni tampoco cuestión de mera elección. Constituye la etapa siguiente e inevitable del proceso de evolución social, una etapa hacia la cual nos empuja toda la experiencia del pasado y del presente. Hasta que esta tarea no sea afrontada y alcance el debido reconocimiento, ninguno de los males que afligen a nuestro planeta encontrará solución, puesto que todos los problemas esenciales de esta época en la que hemos entrado son globales y universales, no particulares o regionales. Los numerosos pasajes donde Bahá'u'lláh aborda la llegada de la humanidad a su madurez están empapados de referencias a la luz, usada como metáfora descriptiva del poder transformador de la unidad: "Tan poderosa es la luz de la unidad", afirma, "que puede iluminar la tierra entera". Tal aseveración sitúa la historia contemporánea en una perspectiva netamente distinta de la que predomina en este final del siglo veinte. Nos insta a que identifiquemos -dentro del sufrimiento y descalabro que atestiguamos en la actualidad- la operación de fuerzas que están emancipando la conciencia humana en preparación de una etapa nueva de su evolución. Nos emplaza a reexaminar cuanto ha sucedido en los últimos cien años y el efecto que estos cambios han tenido sobre el conjunto heterogéneo de pueblos, razas, naciones y comunidades que los han experimentado. Si, como Bahá'u'lláh afirma, "el bienestar de la humanidad, su paz y seguridad serán inalcanzables hasta que su unidad esté firmemente establecida", es comprensible por qué los bahá'ís tienen al siglo xx a pesar de todos sus desastres, por "el siglo de la luz". Pues estos cien años han presenciado una transformación tanto del modo en que los habitantes de la tierra han comenzado a planear su futuro colectivo, como de la manera en que se miran unos a otros. Ambos cambios se caracterizan por el proceso de unificación. Conmociones más allá del control de las instituciones de la época forzaron a los dirigentes mundiales a iniciar la puesta en marcha de nuevos sistemas de organización global que hubieran sido impensables a comienzos del presente siglo. Al mismo tiempo, tenía lugar una rápida erosión de hábitos y actitudes que han dividido a los pueblos durante un sinfín de siglos de conflictos y que tenían visos de perdurar durante las épocas venideras. A mediados de este siglo, ambos acontecimientos dieron lugar a un hito cuyo significado histórico sólo las generaciones futuras podrán apreciar debidamente. Tras las secuelas estremecedoras de la II Guerra Mundial, numerosos dirigentes con gran visión de futuro hallaron que por fin era posible, mediante la organización de Naciones Unidas, comenzar a consolidar los cimientos del orden mundial. Soñado hacía tiempo por los pensadores progresistas, el nuevo sistema de convenciones internacionales y organismos vinculados disponía ahora de los poderes esenciales que le habían sido trágicamente negados a la difunta Sociedad de Naciones. Conforme avanzaba el siglo, y de forma paulatina, fue curtiéndose la musculatura inicial del sistema de mantenimiento de la paz internacional, hasta demostrar de forma persuasiva lo que puede lograrse. En el mundo se producía entonces una expansión constante de las instituciones democráticas de gobierno. Aunque los efectos prácticos resulten todavía decepcionantes, ello en modo alguno desdice el cambio histórico e irreversible de orientación que se ha verificado en la organización de los asuntos humanos. Y tal como sucediera con el orden mundial, otro tanto cabe decir de los derechos de los pueblos del mundo. La divulgación de las penalidades espantosas que afligieron a las víctimas de la perversidad humana durante la guerra dio lugar a una consternación mundial, que sólo puede calificarse de hondo sentimiento de vergüenza. De este trauma surgió una nueva categoría de compromiso moral, institucionalizado formalmente mediante las labores de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas y los organismos relacionados, hecho que hubiera sido inconcebible para los gobernantes decimonónicos a quienes Bahá'u'lláh se había dirigido sobre este particular. Reforzado con esta legitimidad, todo un conjunto creciente de organizaciones no gubernamentales se ha propuesto garantizar que la Declaración de Derechos Humanos afiance los criterios normativos internacionales y sea implantada de modo acorde. También tuvo lugar un proceso paralelo en la vida económica. Durante la primera mitad del siglo, como consecuencia de los estragos causados por la gran depresión, muchos gobiernos adoptaron medidas legislativas para la creación de programas de bienestar social y sistemas de control financiero, fondos de reserva y regulaciones de comercio destinados a proteger a la sociedad de la recurrencia de tal devastación. El período que siguió a la II Guerra Mundial trajo consigo el establecimiento de instituciones cuyo campo de operaciones es global: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Acuerdo General sobre Comercio y Tarifas, y una red de organismos de desarrollo dedicados a racionalizar y promover la prosperidad material del planeta. Al cumplirse el siglo, sean cuales sean las intenciones y por más que la presente gama de instrumental sea burda, las masas de la humanidad han podido comprobar que el uso de la riqueza del planeta admite reorganizarse en lo fundamental, en respuesta a concepciones enteramente novedosas de lo que son las necesidades. El efecto de estos cambios se vio enormemente potenciado por la educación imparable de las masas. Aparte de la disposición de los gobiernos, nacionales y locales, de asignar recursos muy superiores a este campo y la capacidad de la sociedad de movilizar y formar ejércitos de maestros profesionalmente cualificados, dos avances del siglo veinte destacan por su particular influencia a nivel internacional. El primero fue la serie de planes de desarrollo centrados en las necesidades educativas, los cuales contaron con la financiación masiva de entidades como el Banco Mundial, organismos gubernamentales, grandes fundaciones y varias ramas del sistema de Naciones Unidas. El segundo fue la explosión de la tecnología de la información, que ha convertido a todos los habitantes de la tierra en beneficiarios potenciales del conjunto del saber del género humano. Este proceso de reorganización estructural a escala planetaria ha contado con los ánimos y refuerzos que le facilitaba un profundo cambio de conciencia. De forma brusca, poblaciones enteras se encontraron forzadas a asumir, a cara descubierta, los costes de inveterados hábitos mentales generadores de conflictos, debiendo hacer frente a una censura mundial que condenaba lo que antes se reputaba como prácticas y actitudes aceptables. El resultado fue el de estimular un cambio revolucionario en la forma como las personas se veían unas a otras. Por ejemplo, a lo largo de la historia, la experiencia venía a demostrar -y la doctrina religiosa así parecía confirmarlo- que las mujeres eran esencialmente y por naturaleza inferiores a los hombres.

Pero de la noche a la mañana -visto desde una perspectiva histórica-, esta percepción dominante se estaba batiendo en retirada en todas partes. Aunque muy largo y penoso sea el proceso de dar pleno sentido a la afirmación de Bahá'u'lláh de que el hombre y la mujer son en todos los sentidos iguales, es evidente que el apoyo intelectual y moral del punto de vista opuesto se desintegra. Otra fijación en la autoconciencia de la humanidad a lo largo de los pasados milenios fue la celebración de las distinciones étnicas, las cuales cristalizaron en los siglos recientes en varias fantasías racistas. Con una celeridad pasmosa, si se atiende a la perspectiva histórica, el siglo veinte ha visto cómo la unidad de la raza humana se establecía como principio rector del orden internacional. Hoy día, los conflictos étnicos que continúan asolando numerosas partes del mundo ya no se ven como rasgos naturales de las relaciones entre pueblos diversos, sino como aberraciones arbitrarias que deben ser sometidas a un control internacional efectivo. Durante la prolongada infancia de la humanidad también se aceptaba, sin discusión, con la plena concurrencia de la religión organizada, que la pobreza constituía un rasgo permanente e inevitable del orden social. Sin embargo, ahora, tal mentalidad, cuya aceptación ha perfilado las prioridades de todos los sistemas económicos que el mundo haya conocido, es objeto del rechazo universal. Al menos en teoría, en todas partes se reconoce a los gobiernos como garantes esencialmente responsables de asegurar el bienestar de todos los miembros de la sociedad. Especialmente significativa -debido a su íntima relación con las raíces de la motivación humana- fue la merma del poder ejercido por los prejuicios religiosos. Prefigurado ya en el "Parlamento de las Religiones", que tanto interés suscitó a finales del siglo diecinueve, el proceso de diálogo y colaboración interreligioso reforzó los efectos del secularismo, al socavar los muros otrora inconquistables de la autoridad clerical. A la vista de la transformación que han experimentado las concepciones religiosas de antaño, incluso el brote actual de reacción fundamentalista admite ser visto, retrospectivamente, como poco más que las acciones de una retaguardia desesperada frente a la disolución inevitable del control sectario. En palabras de Bahá'u'lláh, "no hay ninguna duda de que los pueblos del mundo, cualquiera que sea su raza o religión, derivan su inspiración de una sola Fuente celestial, y son los súbditos de un solo Dios". Durante estos críticos decenios, también la conciencia humana ha experimentado cambios fundamentales en su modo de comprender el universo físico. La primera mitad del siglo vio cómo las nuevas teorías de la relatividad y de la mecánica cuántica -ambas íntimamente relacionadas con la naturaleza y operación de la luz- revolucionaban el campo de la física y alteraban el curso entero del desarrollo científico. Se hizo evidente que la física clásica sólo podía explicar los fenómenos dentro de un marco limitado. De repente, se abría una nueva puerta al estudio tanto de los corpúsculos más diminutos del universo como de sus grandes sistemas cosmológicos, un cambio cuyos efectos trascendieron los dominios de la física para sacudir los cimientos mismos de la cosmovisión que había dominado el pensamiento científico durante siglos. Era el definitivo adiós a las imágenes de un mundo mecánico accionado como un reloj, y a la supuesta separación entre el observador y lo observado, entre mente y materia. Con el telón de fondo que ofrecen los fecundos estudios así concebidos, la ciencia teórica ahora comienza a explorar la posibilidad de que la inteligencia y la voluntad sean inherentes a la naturaleza y operación del universo. A raíz de estos cambios conceptuales, la humanidad ha ingresado en una era en que la interacción entre las ciencias físicas -la física, la química y la biología, acompañadas de la incipiente ecología– ha abierto posibilidades asombrosas para el realce de la vida. Diáfanos e impresionantes son los beneficios cosechados en áreas de vital interés como la agricultura y la medicina, o los que se derivan del aprovechamiento de las nuevas fuentes de energía. Al mismo tiempo, el nuevo campo que abre la ciencia de los materiales comienza a proporcionar una plétora de recursos especializados desconocidos a principios de siglo: plásticos, fibras ópticas, fibras de carbono. Los avances de la ciencia y tecnología tuvieron efectos recíprocos. Los granos de arena -el elemento material más humilde y de apariencia más insignificante-, metamorfoseados en láminas de sílice y en cristal óptico depurado, han posibilitado la creación de redes de comunicación mundial. Ello, junto con el desarrollo de sistemas de satélites cada vez más sofisticados, ha comenzado a facilitar el acceso de las personas de todo el mundo, sin distinción, al conocimiento acumulado por la raza humana entera. Es evidente que los decenios que tenemos por delante asistirán a la integración de las tecnologías de la informática, teléfono y televisión en un solo sistema unificado de comunicación e información, cuyos dispositivos estarán disponibles a gran escala y bajo precio. Resulta difícil exagerar el impacto psicológico y social que tendrá el reemplazo previsto de la caterva de sistemas monetarios existentes -para muchos, el último bastión del orgullo nacional- por una sola divisa mundial, la cual funcionará en su mayor parte mediante impulsos electrónicos. Ciertamente, el efecto unificador de la revolución del siglo veinte en ninguna parte resulta tan palmario como en las repercusiones de los cambios que han tenido lugar en la vida científica y tecnológica. Al nivel más elemental, la raza humana está dotada ahora de los medios requeridos para realizar las metas visionarias evocadas por una conciencia en constante maduración. Visto con mayor hondura, esta potenciación está ahora virtualmente al alcance de todos los habitantes de la tierra, sin distinción de raza, cultura o nación. "Una nueva vida", vio proféticamente Bahá'u'lláh, "se agita, en esta época, dentro de todos los pueblos de la tierra; y, no obstante, nadie ha descubierto su causa o percibido SU motivo". Hoy día, un siglo después de que estas palabras fueran escritas, las repercusiones de lo que ha acontecido desde entonces empiezan a ser evidentes para todas las conciencias reflexivas. III Apreciar la transformación llevada a cabo durante el período histórico que ahora concluye no significa negar la oscuridad acompañante que marca, con agudo contraste, semejantes logros: el exterminio deliberado de millones de seres humanos desamparados, la invención y uso de nuevas armas de destrucción capaces de aniquilar poblaciones enteras, el surgimiento de ideologías que sofocaron la vida espiritual e intelectual de naciones enteras, el daño causado al entorno físico del planeta a una escala masiva que acaso requiera siglos restañar, y el mal incalculablemente mayor causado a generaciones de niños a los que se ha llevado a creer que la violencia, la indecencia y el egoísmo son triunfos de la libertad personal. Éstas son tan sólo las lacras más obvias de un catálogo de males, sin parangón en la historia, y cuyas lecciones legara nuestra era para educación de las escarmentadas generaciones que nos sigan. Sin embargo, la oscuridad no es un fenómeno dotado de existencia propia, y mucho menos de autonomía; no extingue la luz ni la aminora, sino que subraya esas zonas donde la luz no alcanza a iluminar debidamente. Así será juzgada sin duda la civilización del siglo veinte por los historiadores de una época más madura y desapasionada. La ferocidad de la naturaleza animal, que campeó desbocada durante esos años críticos y que, a veces, pareció amenazar la supervivencia misma de la sociedad, no consiguió impedir el desarrollo constante de las potencialidades creativas que poseía y posee la conciencia humana. Al contrario. Conforme el siglo avanzaba, era cada vez mayor el número de personas que cobraba conciencia de cuán huecas eran las lealtades y cuán sin fundamento los temores que las atenazaban pocos años atrás. "Incomparable es este Día", insiste Bahá'u'lláh, "pues es como el ojo para las épocas y siglos pasados, y como una luz para la oscuridad de los tiempos". Desde esta perspectiva, la cuestión no es la de la oscuridad que frenó y oscureció el progreso logrado en los cien años extraordinarios que ahora terminan, sino, antes bien, la de cuánto sufrimiento y ruina habrá todavía de experimentar nuestra raza hasta que aceptemos de corazón la naturaleza espiritual que hace de nosotros un solo pueblo, y cobremos fuerzas para planear nuestro futuro a la luz de las lecciones aprendidas con tanto dolor. IV La idea de la futura civilización que se perfila en los escritos de Bahá'u'lláh cuestiona buena parte de lo que hoy se impone en nuestro mundo como normativo e inalterable. Los grandes avances realizados durante el siglo de la luz han abierto la puerta a una nueva clase de mundo. Si la evolución social e intelectual se da en respuesta efectiva a una inteligencia moral inherente a la existencia, gran parte de la teoría que orienta los enfoques contemporáneos sobre la toma de decisiones se encuentra fatalmente viciada. Si la conciencia humana posee una naturaleza esencialmente espiritual -según ha sido siempre la intuición de la gran mayoría de las personas comunes-, sus necesidades de desarrollo no pueden entenderse ni servirse mediante una interpretación de la realidad que insiste dogmáticamente en sentido opuesto. Ningún aspecto de la civilización contemporánea queda más frontalmente cuestionado por la concepción de futuro que expresa Bahá'u'lláh que el culto reinante al individualismo, hoy extendido a la mayor parte del mundo. Sustentada culturalmente, a la par por las ideologías políticas, por el elitismo académico y por la sociedad de consumo, la "búsqueda de la felicidad" ha originado un sentido agresivo y casi ilimitado de derecho personal. Las consecuencias morales han sido corrosivas por igual para el individuo y para la sociedad, y arrolladoras si se mide en enfermedades, drogadicción y otros azotes demasiado presentes al final de siglo. La tarea de liberar a la humanidad de un error tan fundamental y extendido requerirá que se pongan en cuestión algunos de los supuestos más arraigados que sobre el bien y el mal acogió el siglo veinte. ¿Cuáles son algunos de estos supuestos no examinados? El más obvio es la convicción de que la unidad es un ideal distante, casi inalcanzable, que habrá de afrontarse sólo después de que se haya resuelto, no se sabe bien cómo, una miríada de conflictos políticos, necesidades materiales e injusticias. Empero, el caso -afirma Bahá'u'lláh- es el inverso. La enfermedad primaria que aflige a la sociedad y que genera los males que la mutilan -asegura- es la desunión de una raza humana que se distingue por su capacidad de colaboración y cuyo progreso, hasta la fecha, ha dependido de la medida en que en diferentes etapas y diversas sociedades se ha plasmado una acción unificada. Aferrarse a la noción de que el conflicto constituye un rasgo intrínseco de la naturaleza humana, en vez de un complejo de hábitos y actitudes adquiridos, equivale a imponer al nuevo siglo un error que, más que ningún otro factor aislado, ha condicionado trágicamente el pasado de la humanidad. "Considerad el mundo", aconsejaba Bahá'u'lláh a los dirigentes electivos, "como al cuerpo humano que, aunque al ser creado es completo y perfecto, por varias causas ha sido afligido por graves desórdenes y enfermedades". Íntimamente relacionado con la cuestión de la unidad, hay un segundo reto moral que el siglo que ahora se agota ha planteado con una urgencia cada vez mayor. A los ojos de Dios, reitera Bahá'u'lláh, la justicia es la "más amada de todas las cosas". Faculta a la persona para que vea la realidad a través de sus propios ojos, en vez de por los de su vecino, y dota a la toma colectiva de decisiones de la única clase de autoridad que puede garantizar la unidad de pensamiento y acción. Por muy gratificante que sea el sistema de orden internacional que surgió de las experiencias desgarradoras del siglo veinte, la perduración de su influencia dependerá de que se acepte el principio moral implícito en él. Si el conjunto de la humanidad es uno e indivisible, entonces la autoridad que ejercen las instituciones de gobierno representa, en esencia, un fideicomiso. Cada persona individual llega al mundo bajo la responsabilidad del conjunto, y es este rasgo de la existencia humana lo que constituye el cimiento real de los derechos sociales, económicos y culturales que la Carta de Naciones Unidas y los documentos relacionados articulan. La justicia y la unidad ejercen un efecto recíproco. "El propósito de la justicia", escribió Bahá'u'lláh, "es el de la aparición de la unidad entre los hombres. El océano de la sabiduría divina se eleva dentro de esta exaltada palabra, en tanto que los libros del mundo no pueden contener su significado interior". Conforme la sociedad se compromete -por más que de forma vacilante y temerosa- con estos y otros principios morales relacionados, el papel más significativo que se ofrece al individuo es el del servicio. Una de las paradojas de la vida humana consiste en que el desarrollo de la personalidad tiene lugar primariamente a través del compromiso en empresas más amplias en las que el yo -aunque sea temporalmente- se olvida. En una época que ofrece a las gentes de toda condición la oportunidad de participar efectivamente en la configuración del propio orden social, el ideal del servicio a los demás asume un significado enteramente nuevo. Exaltar metas tales como las ganancias y la reafirmación del yo como el propósito de la vida, es promover principalmente el lado animal de la naturaleza humana. Y tampoco pueden los mensajes simplistas de salvación personal dar respuesta a los anhelos de generaciones que han podido comprobar, con honda certidumbre, que la verdadera realización compete tanto a este mundo como al venidero. "Preocupaos fervientemente por las necesidades de la época en que vivís", aconsejaba Bahá'u'lláh "y centrad vuestras deliberaciones en sus exigencias y requisitos". Tal perspectiva conlleva profundas repercusiones para la conducción de los asuntos humanos. Es obvio, por ejemplo, que, cualesquiera que sean las aportaciones del pasado, cuanto más perdure el estado-nación como influencia dominante en la determinación de la suerte de la humanidad, tanto más se relegará la consecución de la paz mundial, y tanto mayor será el sufrimiento infligido sobre la población de la tierra. En la vida económica de la humanidad, no importa cuán grande sea la bonanza producida por la globalización, es evidente que este proceso también acarrea concentraciones sin parangón de poder autocrático que habrán de someterse al control democrático internacional, si no se quiere que generen pobreza y desesperación para millones de seres humanos. De igual modo, los cambios históricos en la tecnología de la información y comunicación, que comportan medios tan potentes para el avance y promoción del desarrollo social y del refuerzo de la conciencia global en común, pueden, con igual fuerza, desviar y embrutecer impulsos que son vitales para el servicio de este mismo proceso. V Lo que Bahá'u'lláh plantea es una nueva relación entre Dios y la humanidad que esté en armonía con la madurez incipiente de la raza. La Realidad última que ha creado y sostiene el universo permanecerá para siempre más allá del alcance de la mente humana. La relación consciente de la humanidad con ella, en la medida en que se ha establecido, ha sido el resultado de la influencia de los Fundadores de las grandes religiones: Moisés, Zoroastro, Buda, Jesús, Muhammad y figuras anteriores cuyos nombres, en su mayor parte, han caído en el olvido. Al responder a estos impulsos de lo divino, los pueblos de la tierra han desarrollado progresivamente capacidades espirituales, intelectuales y morales empeñadas en civilizar el carácter de la persona. Este proceso acumulativo y milenario ha llegado ahora a una de esas etapas características de las encrucijadas decisivas del proceso evolutivo, en las que surgen de repente posibilidades nunca antes alcanzadas: "Éste es el Día", afirma Bahá'u'lláh "en que los favores más excelentes de Dios se han derramado sobre los hombres, el día en que Su poderosísima gracia ha sido infundida en todas las cosas creadas". Vista a través de los ojos de Bahá'u'lláh, la historia de las tribus, pueblos y naciones ha llegado efectivamente a su conclusión. Lo que presenciamos ahora es el comienzo de la historia de la humanidad, la historia de una raza humana consciente de su propia unicidad. Para esta hora decisiva en el curso de la civilización, sus escritos aportan una definición de la naturaleza y proceso de la civilización, así como un orden de prioridades. Su objetivo es el de invitarnos a retornar a una conciencia y responsabilidad espirituales. No hay nada en los escritos de Bahá'u'lláh que abone la ilusión de que los cambios previstos serán efectuados llanamente. Antes al contrario. Tal como los acontecimientos del siglo veinte han demostrado ya, las pautas de hábitos y actitudes arraigadas durante milenios no se abandonan de forma espontánea, ni en respuesta simplemente a la educación o actuación legislativa. Antes bien, en la vida del individuo o de la sociedad, los cambios profundos normalmente ocurren en respuesta a los sufrimientos intensos y a dificultades insostenibles que no dejan otra salida. Precisamente es el sufrimiento de prueba tan grande -avisa Bahá'u'lláh- lo que se necesita para fundir a los diversos pueblos de la tierra en un solo pueblo. La concepción espiritual y materialista de la naturaleza de la realidad son irreconciliables entre sí y desembocan en direcciones opuestas. Al abrirse el nuevo siglo, el curso marcado por la segunda de estas dos visiones opuestas ha llevado a una humanidad desamparada a rebasar el punto límite en el que podía alimentarse una ilusión de racionalidad, ya no se diga de bienestar humano. Con cada día que pasa, se multiplican las muestras de que por doquier grandes masas de personas están llegando a esta misma conclusión. A pesar de la opinión muy extendida en sentido contrario, la raza humana no es una tabla rasa sobre la que árbitros privilegiados de los asuntos humanos puedan inscribir libremente sus propios deseos. Las fuentes del espíritu manan desde donde es su voluntad, según su voluntad. No van a seguir siendo indefinidamente sofocadas por los detritus de la sociedad contemporánea. Ya no hace falta visión profética para apreciar que los años iniciales del nuevo siglo presenciarán la liberación de energías y aspiraciones infinitamente más potentes que las rutinas, falsedades y adicciones que durante tanto tiempo han bloqueado su expresión. Por muy grande que sea la agitación, el período al que se dirige la humanidad va a ofrecer a toda persona, a toda institución y a toda comunidad de la tierra oportunidades sin precedentes de participar en la configuración del futuro del planeta. "Pronto", es la promesa segura de Bahá'u'lláh, "el orden actual será enrollado, y otro nuevo desplegado en su lugar"

Conclusión, reflexión

Conclusión- Reflexión: No hay tantas religiones, como tales. Las religiones tienen sus fundadores, con sus libros sagrados, su calendario, sus mártires, profecías, su convenio… Para los Baháis hay 9 religiones: Sabeanismo, se desconoce, su Profeta, Enoch?. Hinduista: Khrisna. Zoroastriana: Zoroastro. Budista: Buda. Judía: Moisés. Cristiana: Jesucristo. Musulmana: Mahoma. Babi: EL Báb, Bahái: Baháulláh. Una cosa es La religión en su estado mas puro, para eso hay que remitirse a las fuentes, que serian los libros sagrados de cada religión, y otra cosa muy distinta son los seguidores de una religión, que interpretar esta a su antojo, limitaciones, prejuicios, necesidades… creando entre ellos multitud de sectas, que ellos llaman religiones, y que todos tienen en común al mismo profeta y al mismo libro sagrado y que no admiten o interpretar mal las profecías, que dejan paso a una nueva manifestación Divina, y en el caso del clero son los primeros en negar a la nueva manifestación Divina, por el poder que ellos tienen, ejercen sobre la religión, como ya ocurrió con la primera avenida de Jesucristo, que fue el clero judío, en condenarlo a la muerte, en la segunda venida de Jesucristo, según profecía de Daniel.Dn8:13/14). Y Cristo (Mt.24:3/4y5), ver explicación en la monografía: 7mil millones de personas y un solo DIOS, revelándose progresivamente. En comunidad de religión. Es el clero musulmán el que destierra y condena a 40 años de prisión a Baháulláh (La Gloria de DIOS). Y unos cuantos años antes el clero musulmán fusila, condena a la muerte, al Báb, Manifestación Divina que anuncia claramente y Reconoce a Baháullah, como El prometido de todas las Religiones que viene a cerrar el ciclo Adámico. Además, El rey de Persia, Násri'd-Din Sháh, había matado veinte mil bahá'ís, mártires que con absoluto desprendimiento y completa disposición ofrendaron alegremente sus vidas por su fe. Los judíos no aceptan a Cristo, pero los cristianos si aceptan a Moisés. Los cristianos no aceptan a Mahoma, pero si los musulmanes aceptan a Cristo, los musulmanes no aceptan a Baháulláh, pero Si los baháis, seguidores de Baháulláh, aceptamos a El Báb, Mahoma y a Cristo, a Moisés, a Buda, a Zoroastro, a Khrisna. Baháulláh advierte que quien considere cualquier manifestación superior una a otra, esta en un error y no es bahái, pues todas estas manifestaciones Divinas provienen todas de un mismo y único Dios, y obedecen todas a un mismo plan Divino. Y Todas estas manifestaciones están unidas y ninguna se contradice y cada una deja paso a la venida de la siguiente, Baháulláh, advierte que no antes de mil años, aproximadamente después de su declaración 1863, no vendrá otra nueva manifestación, Fundador de otra religión, dentro de la Revelación progresiva de Dios. Si las manifestaciones Divinas están unidas y ninguna se contradice, ¿Qué clase de seguidores de una religión somos? ¿Qué creyentes en DIOS somos? Si no aceptamos la voluntad de DIOS, por medio de sus mensajeros Divinos. Trabajo realizado por Jesús Rafael González García. Miembro de la comunidad internacional bahái, Fe Bahái. Como una aportación, para compartir con todos, estos conocimientos que he podido adquirir , gracias a DIOS, y que ofrezco humildemente, con la esperanza de que este trabajo sobre la religión les sirvan para entender mejor la voluntad de Dios que nos hace llegar a toda la humanidad por medio de sus Mensajeros Divinos, de Su Revelación progresiva, Divina, Y podamos ser verdaderos creyentes y seguidores del Único DIOS, y atenernos a sus mandatos, pues el primer deber establecido por Dios a sus siervos, según su ultima Manifestación Divina, Baháulláh, es: CLV. El primer deber prescrito por Dios a sus siervos es el reconocimiento de Aquel quien es la Aurora de su Revelación y la Fuente de sus leyes, quien representa a la Deidad tanto en el Reino de su Causa como en el mundo de la creación. Quienquiera cumpla este deber ha logrado todo el bien; y quienquiera esté privado de él, se ha extraviado, aunque sea autor de todo hecho justo. Incumbe a cada uno que alcanza esta muy sublime posición, esta cima de trascendente gloria, observar toda ordenanza de Aquel quien es el Deseo del mundo. Estos deberes gemelos son inseparables. Ninguno es aceptable sin el otro. Así ha sido decretado por Aquel quien es la Fuente de inspiración divina. Aquellos a quienes Dios ha dotado con perspicacia reconocerán fácilmente que los preceptos dictados por Dios constituyen los más altos medios para el mantenimiento del orden en el mundo y la seguridad de sus pueblos. Aquel que se aparta de ellos, es contado entre los abyectos y necios. Nosotros, en verdad, os hemos ordenado rechazar los dictados de vuestras malas pasiones y deseos corruptos, y no transgredir los límites que ha fijado la Pluma del Altísimo, porque éstos son el hálito de vida para todas las cosas creadas. Los mares de sabiduría divina y de divina prolación se han agitado por el soplo de la brisa del Todo Misericordioso. Apresuraos y bebed cuanto podáis, ¡OH hombres de entendimiento! Aquellos que han violado el Convenio de Dios al quebrantar sus mandamientos, y se han vuelto atrás sobre sus talones, ésos han errado lastimosamente a la vista de Dios, el que Todo lo Posee, el Altísimo. ¡OH vosotros pueblos del mundo! Sabed, ciertamente, que mis mandamientos son las lámparas de mi amorosa providencia entre mis siervos, y las llaves de mi misericordia para mis criaturas. Así ha sido enviado desde el cielo de la Voluntad de vuestro Señor, el Señor de la Revelación. Si algún hombre gustara la dulzura de las palabras que han querido proferir los labios del Todo Misericordioso, aunque estuvieran en su poder los tesoros de la tierra, renunciaría a todos y a cada uno de ellos para poder vindicar la verdad de siquiera uno sólo de sus mandamientos, los cuales brillan sobre la Aurora de su generoso cuidado y amorosa bondad. Di: De mis leyes puede aspirarse el dulce aroma de mi vestidura, y con su ayuda los estandartes de la Victoria serán plantados sobre las más altas cumbres. La Lengua de mi poder, desde el cielo de mi omnipotente gloria, ha dirigido a mi creación estas palabras: "Observa mis mandamientos, por amor a mi belleza". Feliz el amante que de estas palabras ha inhalado la divina fragancia de su Bienamado, saturadas con el perfume de una gracia que ninguna lengua puede describir. ¡Por mi vida! Aquel que ha tomado el vino escogido de la equidad de manos de mí generoso favor, circulará alrededor de mis mandamientos, que brillan sobre la Aurora de mi creación. No penséis que os hemos revelado un mero código de leyes. No, más bien, hemos roto el sello del Vino escogido con los dedos de la fuerza y del poder. Esto lo atestigua aquello que ha revelado la Pluma de la Revelación. ¡Meditad sobre esto, OH hombres de perspicacia!… Cada vez que mis leyes aparecen como el sol en el cielo de mi prolación, deben ser fielmente obedecidas por todos, aunque mi decreto sea tal que haga henderse el cielo de toda religión. Él hace lo que le place. Él elige; y nadie puede objetar su elección. Todo lo que Él, el Bienamado, ordena, eso mismo es, ciertamente, amado. Esto, Aquel quien es el Señor de toda la creación me lo atestigua. Quienquiera que haya inhalado la dulce fragancia del Todo Misericordioso, y haya reconocido la fuente de estas palabras, dará la bienvenida con sus propios ojos a las saetas del enemigo, para poder establecer entre los hombres la verdad de las leyes de Dios. Bienaventurado aquel que se haya vuelto hacia ello y haya comprendido el significado de su decisivo decreto. (Baha'u'llah, Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh) Jesus19-9[arroba]hotmail.com http://www.irunbahai.com/ http://www.bci.org/bahaimexico/bahai.html http://www.bic-un.bahai.org/espanol/i-s.htm

Autor:

Jesús Rafael Gonzalez Garcia

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