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La religión de Dios (página 4)

Enviado por jesus gonzalez garcia


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Una civilización en continuo progreso:

En estos párrafos se halla implícita una perspectiva que representa la característica más desafiante de la exposición de Bahá'u'lláh sobre la función de la Manifestación de Dios. La Revelación Divina, declara Él, es la fuerza motriz de la civilización. Cuando tiene lugar esa Revelación, su efecto transformador sobre las mentes y las almas de los que responden a ella es reproducido en la nueva sociedad que va tomando forma paulatinamente en torno a esa experiencia. Aparece un nuevo foco de lealtad que puede lograr el compromiso de pueblos de muy diversas culturas; la música y las artes utilizan símbolos que transmiten unas aspiraciones mucho más ricas y maduras; una nueva y radical definición de los conceptos de lo correcto y lo erróneo hace posible la formulación de nuevos códigos de leyes civiles y de conducta; se crean nuevas instituciones con el propósito de dar expresión a los impulsos de responsabilidad moral que anteriormente eran ignorados o desconocidos: "Estaba en el mundo y el mundo fue hecho por él . A medida que la nueva cultura evoluciona hacia una civilización, asimila los logros e ideas de épocas pasadas en una multitud de nuevas combinaciones. Las características de antiguas culturas que no pueden ser incorporadas se atrofian o son adoptadas por elementos marginales de la población. La Palabra de Dios crea nuevas posibilidades tanto en la conciencia individual como en las relaciones humanas.

Toda palabra que emana de la boca de Dios está dotada de tal potencia que puede infundir nueva vida en cada estructura humana. Todas las maravillosas obras que contempláis en este mundo han sido manifestadas mediante la acción de Su suprema y exaltada Voluntad, Su maravilloso e inflexible Propósito. En cuanto es pronunciada esta resplandeciente palabra, sus energías animadoras, agitándose dentro de todas las cosas creadas, dan nacimiento a los medios e instrumentos con los que tales artes pueden producirse y perfeccionarse. En los días venideros, veréis por cierto cosas de las que jamás habéis oído. Cada letra que procede de la boca de Dios es verdaderamente una letra madre y cada palabra pronunciada por Aquel que es la Fuente de la Revelación Divina es una palabra madre. La sucesión de Revelaciones Divinas, afirma el Báb, es "un proceso que no ha tenido principio ni tendrá fin." Aunque la misión de cada una de las Manifestaciones está limitada en el tiempo y en las funciones que realiza, es una parte integral de un desarrollo continuo y progresivo del poder y la voluntad de Dios:

Contempla con tu vista interior la cadena de Revelaciones sucesivas que ha vinculado a la Manifestación de Adán con la del Báb. Atestiguo ante Dios que cada una de estas Manifestaciones ha sido enviada por la acción de la Voluntad y Propósito Divinos, que cada una ha sido portadora de un mensaje determinado, que a cada una le ha sido confiado un Libro divinamente revelado. La medida de la Revelación con la que cada una de ellas ha sido identificada había sido preordenada con precisión.

Finalmente, a medida que una civilización en continua evolución agota sus fuentes espirituales, empieza un proceso de desintegración, al igual que ocurre en el mundo de los fenómenos. Volviendo otra vez a las analogías que ofrece la naturaleza, Bahá'u'lláh compara esta pausa en el desarrollo de la civilización con la llegada del invierno. Disminuye tanto la vitalidad moral como la cohesión social. Los desafíos, que se hubieran superado en etapas anteriores o se hubieran convertido en oportunidades para la investigación y el éxito, se convierten en barreras insuperables. La religión pierde su relevancia y la inquietud renovadora va interrumpiéndose progresivamente, haciendo cada vez más profundas las divisiones sociales. La incertidumbre sobre el significado y valor de la vida genera cada vez más ansiedad y confusión. Refiriéndose a esta condición de nuestra propia época, Bahá'u'lláh dice:

Percibimos perfectamente cómo toda la raza humana está rodeada de grandes e incalculables aflicciones. La vemos languidecer en su lecho de enfermo, severamente atribulada y desilusionada. Los que están embriagados de orgullo se han interpuesto entre ella y el divino e infalible Médico. Atestiguad cómo han envuelto a todos los hombres, incluidos ellos mismos, en la red de sus artificios. No pueden descubrir la causa de la enfermedad, ni tampoco poseen conocimiento alguno del remedio. Han concebido que lo recto es torcido y han imaginado que su amigo es un enemigo.

Cuando cada uno de los impulsos divinos se ha cumplido, el proceso se repite. Una nueva Manifestación de Dios aparece con una medida más plena de la inspiración divina para la siguiente etapa del despertar y del proceso civilizador de la humanidad:

Considera la hora en que la suprema Manifestación de Dios se revela a los hombres. Hasta la llegada de esa hora, el Antiguo Ser, que permanece todavía desconocido a los hombres y no ha dado aún expresión a la Palabra de Dios es, Él Mismo, el Omnisciente en un mundo en el que no hay ningún hombre que Le haya conocido. Él en verdad es el Creador sin una creación. Éste es de hecho el Día del que se ha escrito: "¿De quién será el Reino en este Día?" ¡Y no se encuentra a nadie dispuesto a contestar!

Hasta que una parte de la humanidad comienza a responder a la nueva Revelación y un nuevo paradigma espiritual y social empieza a tomar forma, la gente subsiste espiritual y moralmente con los últimos vestigios de los dones divinos anteriores. Las tareas rutinarias de la sociedad pueden seguir haciéndose o no; las leyes se pueden obedecer o incumplir; las tentativas políticas y sociales pueden funcionar o fracasar; pero las raíces de la fe -sin las cuales ninguna sociedad puede durar indefinidamente- se han secado. En el "fin del tiempo", el "fin del mundo", los que están despiertos espiritualmente comienzan a volverse de nuevo hacia la Fuente creativa. No importa cuán torpe o molesto pueda ser el proceso, no importa lo poco elegantes o desafortunadas que sean algunas de las opciones consideradas, tal búsqueda es una respuesta instintiva a la constatación de que se ha abierto un inmenso abismo en la vida ordenada de la humanidad. Los efectos de la nueva Revelación, dice Bahá'u'lláh, son universales y no limitados a la vida y enseñanzas de la Manifestación de Dios, que es el eje central de la Revelación. Aunque no se comprendan, estos efectos impregnan cada vez más los asuntos humanos, revelando las contradicciones existentes en las creencias populares y en la sociedad, e intensificando la búsqueda de una mayor comprensión.

La sucesión de las Manifestaciones es un hecho consustancial a la creación, declara Bahá'u'lláh, y continuará durante toda la vida del mundo: "Dios ha enviado a sus Mensajeros para que sucedan a Moisés y Jesús y continuará haciéndolo hasta 'el fin que no tiene fin.

El Día de Dios:

¿Cuál es, según Bahá'u'lláh, la meta de la evolución de la conciencia humana? En la perspectiva de la eternidad, el propósito de esta evolución es que Dios viera, cada vez con más nitidez, el reflejo de Sus perfecciones en el espejo de Su creación y que, en palabras de Bahá'u'lláh: cada hombre pueda atestiguar en sí mismo, por sí mismo y en la posición de la Manifestación de su Señor, que verdaderamente no hay otro Dios salvo Él y que cada hombre pueda alcanzar así su camino hacia la cumbre de las realidades, hasta que nadie contemple cosa alguna, cualquiera que sea, sin ver en ella a Dios.

En el contexto de la historia de la civilización, el objetivo de la sucesión de las Manifestaciones divinas ha sido preparar la conciencia humana para la unificación de la humanidad como una sola especie, más aún, como un único organismo capaz de asumir la responsabilidad de su futuro colectivo: "Aquel que es vuestro Señor, el Todo Misericordioso", dice Bahá'u'lláh, "atesora en Su corazón el deseo de ver a toda la raza humana como una sola alma y un solo cuerpo." Hasta que la humanidad no haya aceptado su unidad orgánica no podrá ni siquiera afrontar sus desafíos inmediatos, mucho menos aquellos que le aguardan en el futuro: "El bienestar de la humanidad", reitera Bahá'u'lláh, "su paz y seguridad son inalcanzables a menos y hasta que su unidad sea firmemente establecida." Sólo una sociedad mundial unificada puede proporcionar a sus hijos el sentido de seguridad interior implícito en una de las oraciones de Bahá'u'lláh a Dios: "Cualquier deber que Tú hayas prescrito a Tus siervos de ensalzar al máximo Tu majestad y gloria es sólo una muestra de Tu gracia hacia ellos, a fin de que les sea posible ascender a la posición conferida a su propio ser interior, la posición del conocimiento de sí mismos.

Paradójicamente sólo consiguiendo la verdadera unidad puede la humanidad cultivar plenamente su diversidad e individualidad. Esta es la meta a la que han servido las misiones de todas las Manifestaciones de Dios conocidas en la historia, el Día de "un solo rebaño y un solo pastor. Su consecución, afirma Bahá'u'lláh, es la etapa de la civilización a la que se aproxima la humanidad. Una de las analogías más sugerentes, que se encuentra en los escritos no sólo de Bahá'u'lláh sino también con anterioridad en los del Báb, es la comparación entre la evolución de la raza humana y la vida del ser humano individual. La humanidad ha pasado por etapas en su desarrollo colectivo que recuerdan los períodos de la infancia y la adolescencia en el proceso de maduración de sus miembros individuales. Estamos experimentando ahora los comienzos de nuestra madurez colectiva, dotada con nuevas capacidades y oportunidades de las que apenas si tenemos la más mínima conciencia. Desde esta perspectiva, no es difícil comprender la primacía dada en las enseñanzas de Bahá'u'lláh al principio de la unidad. La unidad de la humanidad es el tema central de la era que ahora comienza, la norma con la que deben ser probadas todas las propuestas para el progreso de la humanidad. Hay sólo una raza humana, insiste Bahá'u'lláh; las nociones heredadas de que un grupo étnico o racial es de algún modo superior al resto de la humanidad no tienen fundamento. De igual manera, ya que todos los Mensajeros de Dios han servido como agentes de la única Voluntad Divina, Sus revelaciones son un legado colectivo a toda la raza humana; cada persona de la Tierra es heredera legítima de la totalidad de esa tradición espiritual. La insistencia en los prejuicios de cualquier tipo no sólo está dañando los intereses de la humanidad, sino que también es una violación de la Voluntad de Dios para esta época:

¡OH pueblos y razas contendientes de la Tierra! Dirigid vuestros rostros hacia la unidad y dejad que el fulgor de su luz brille sobre vosotros. Reuníos y, por amor a Dios, decidíos a extirpar todo lo que sea fuente de discordia entre vosotros. No puede haber duda alguna de que los pueblos del mundo, de cualquier raza o religión, derivan su inspiración de una única Fuente celestial y son los súbditos de un solo Dios. La diferencia entre las ordenanzas a las que están sometidos debe ser atribuida a los requisitos y exigencias variables de la época en la que fueron reveladas. Todas ellas, excepto unas pocas que son producto de la perversidad humana, fueron ordenadas por Dios y son el reflejo de Su Voluntad y Propósito. Levantaos y, armados con el poder de la fe, despedazad los dioses de vuestras vanas imaginaciones, los sembradores de disensión entre vosotros.

El tema de la unidad está presente en todos los escritos de Bahá'u'lláh: "El tabernáculo de la unidad ha sido levantado; no os miréis unos a otros como extraños." "Asociaos con los seguidores de todas las religiones en un espíritu de amistad y fraternidad." "Sois los frutos de un solo árbol y las hojas de una misma rama."

El proceso a través del cual la humanidad ha alcanzado su mayoría de edad se ha producido dentro de la evolución de la organización social. Comenzando con la unidad familiar y sus diferentes ramificaciones, la raza humana ha desarrollado con distintos grados de éxito sociedades basadas en el clan, la tribu, la ciudad-estado y más recientemente la nación. Con esta progresiva ampliación y complejidad del entorno social, el potencial humano ha encontrado a la vez un estímulo y un terreno para su desarrollo. Y este desarrollo ha provocado constantemente, a su vez, nuevas modificaciones en la estructura social. La mayoría de edad de la humanidad debe traer consigo, por tanto, una transformación total del orden social. La nueva sociedad debe ser capaz de abrazar a toda la diversidad de la raza humana y de beneficiarse de la amplia variedad de talentos y visiones que son el fruto de miles de años de experiencia cultural:

Este es el Día en el que los más excelentes favores de Dios han sido derramados sobre los hombres, el Día en el que Su poderosísima gracia ha sido infundida en todas las cosas creadas. Incumbe a todos los pueblos del mundo reconciliar sus diferencias y morar en perfecta unidad y paz bajo la sombra del Árbol de Su cuidado y amorosa bondad. Pronto el orden actual será enrollado y uno nuevo desplegado en su lugar. Ciertamente, vuestro Señor dice la verdad y es el Conocedor de cosas no vistas.

El principal instrumento para la transformación de la sociedad y el logro de la unidad mundial, asegura Bahá'u'lláh, es el establecimiento de la justicia en los asuntos humanos. Este tema tiene un lugar central en Sus enseñanzas:

La luz de los hombres es la Justicia. No la extingáis con los vientos contrarios de la opresión y la tiranía. El propósito de la justicia es la aparición de la unidad entre los hombres. El océano de la sabiduría divina fluyó dentro de esta exaltada palabra, en tanto que los libros del mundo no pueden contener su significado íntimo.

En Sus escritos posteriores, Bahá'u'lláh desarrolló las implicaciones de este principio para la edad de la madurez de la humanidad. Él afirma que "las mujeres y los hombres han sido y serán siempre iguales a los ojos de Dios," y el progreso de la civilización exige que la sociedad organice sus asuntos de manera que se refleje plenamente este hecho. Los recursos de la Tierra son propiedad de toda la humanidad y no de un determinado pueblo. Las diferentes contribuciones al bienestar económico común merecen y deben recibir diferentes medidas de recompensa y reconocimiento, pero los extremos de riqueza y pobreza que afligen a la mayoría de las naciones de la Tierra, sin considerar las filosofías socioeconómicas que profesen, deben ser abolidos

Citas de los escritos baháis sobre la religión:

Aquellos que poseen riqueza y están investidos con autoridad y poder deben mostrar el más profundo respeto por la religión. En verdad, la religión es una luz radiante y una fortaleza inexpugnable para la protección y el bienestar de los pueblos del mundo, porque el temor de Dios impulsa al hombre a sujetarse a lo que es bueno y a evitar todo mal. Si se oscureciera la lámpara de la religión, sobrevendría el caos y la confusión, y las luces de la imparcialidad y la justicia, de la tranquilidad y la paz cesarían de brillar. De ello será testigo todo hombre de verdadero entendimiento. Tablas de Bahá'u'lláh reveladas después del Kitáb-i-Aqdas, pág144. Hemos ordenado a toda la humanidad establecer la Paz Menor, el más seguro de todos los medios para la protección de la humanidad. Los soberanos del mundo, de común acuerdo, deberían aferrarse a ella, pues éste es el supremo instrumento que puede garantizar la seguridad y bienestar de todos los pueblos y naciones. Verdaderamente, ellos son las manifestaciones del poder de Dios y las auroras de su autoridad. Imploramos al Todopoderoso que munífica mente les asista en aquello que conduzca al bienestar de sus súbditos. Una explicación completa referente a este tema ha sido anteriormente escrita por la Pluma de Gloria; bienaventurados los que actúan conforme a ella. Tablas de Bahá'u'lláh reveladas después del Kitáb-i-Aqdas, págs. 144-145. El propósito de la religión, como ha sido revelado desde el cielo de la Santa Voluntad de Dios, es el de establecer la unidad y concordia entre los pueblos del mundo; no hagáis de ella causa de lucha y discordia. La religión de Dios y su divina ley son los más potentes instrumentos, y el más seguro de todos los medios, para el amanecer de la luz de la unidad entre los hombres. El progreso del mundo, el desarrollo de las naciones, la tranquilidad de los pueblos y la paz de todos los que moran en la tierra se hallan entre los principios y ordenanzas de Dios. La religión otorga al hombre el más preciado de los dones, ofrece la copa de la prosperidad, imparte vida eterna y derrama beneficios imperecederos a la humanidad. Corresponde a los jefes y gobernantes del mundo, y en particular a los Fideicomisarios de la Casa de Justicia de Dios, esforzarse al máximo de su poder para salvaguardar su posición, promover sus intereses y exaltar su Estado ante los ojos del mundo. De igual modo, es de su incumbencia informarse de las condiciones de los súbditos y familiarizarlos con los asuntos y actividades de las diversas comunidades en sus dominios. Exhortamos a las manifestaciones del poder de Dios -los soberanos y gobernantes de la tierra- a levantarse y hacer todo lo que esté en su poder para que quizá puedan erradicar la discordia en este mundo e iluminarlo con la luz de la concordia. Tablas de Bahá'u'lláh reveladas después del Kitáb-i-Aqdas, págs. 149-150. Nuestra esperanza es que los jefes religiosos del mundo y sus gobernantes se levanten unidos para reformar esta edad y rehabilitar su destino. Que tomen consejo juntos después de haber meditado sobre sus necesidades y, a través de deliberación ferviente y plena, administren, a un mundo enfermo y penosamente afligido, el remedio que requiere. El Gran Ser dice: El cielo de la sabiduría divina está iluminado con las dos luminarias de la consulta y la compasión. En todos los asuntos tomad consejo juntos, por cuanto la consulta es la lámpara de guía que alumbra el camino y es la que confiere entendimiento. Tablas de Bahá'u'lláh reveladas después del Kitáb-i-Aqdas, pág. 196. Tomad consejo junto y ocupaos sólo de lo que beneficie a la humanidad y mejore su condición… Considerad al mundo como al cuerpo humano que, aunque creado sano y perfecto, ha sufrido, por diversas causas, graves trastornos y enfermedades. Ni un solo día logró alivio; más aún, su dolencia se hizo más severa, puesto que cayó en manos de médicos ignorantes que dieron rienda suelta a sus deseos personales y erraron gravemente. Y si alguna vez, por el cuidado de un médico hábil, un miembro de aquel cuerpo sanaba, el resto quedaba enfermo como antes. Así lo informaba el Omnisciente, el Sapientísimo… Lo que el Señor ha ordenado como el supremo remedio y el más poderoso instrumento para la curación del mundo entero es la unión de todos sus pueblos en una Causa universal, en una Fe común. Esto no puede lograrse sino por el poder de un Médico inspirado, hábil y todopoderoso. Esto, ciertamente, es la verdad y todo lo demás no es sino error… Considerad estos días en que la Antigua Belleza, Aquel que es el Nombre Más Grande, ha sido enviado a regenerar y unificar a la humanidad. Contemplad cómo, desenvainadas sus espadas, ellos se alzaron contra Él y cometieron aquello que hizo estremecer al Espíritu Fiel. Y cuando les dijimos: "He aquí, el Reformador del Mundo ha venido", ellos respondieron: "Él ciertamente es uno de los promotores del desorden". Extractos de la Tabla a la reina Victoria, La Meta de un Nuevo Orden Mundial, pág. 20; El Desenvolvimiento de la Civilización Mundial, pág. 4.

¡Alabado sea Dios por haber llegado hasta Mí!… Has venido a ver a un prisionero y un desterrado… Nosotros sólo deseamos el bien del mundo y la felicidad de las naciones; sin embargo, nos consideran causantes de sedición y de rivalidades, merecedoras de la prisión y del destierro… Que todas las naciones tengan una fe común y todos los hombres sean hermanos; que se fortalezcan los lazos de afecto y unidad entre los hijos de los hombres; que desaparezca la diversidad de religiones y se anulen las diferencias de raza. ¿Qué mal hay en esto?… Pero esto se cumplirá, esas luchas sin objeto, esas guerras desastrosas desaparecerán y la "Paz Más Grande" reinará… Ustedes, en Europa, ¿no necesitan también de esto? ¿No fue esto mismo lo que anunció Cristo?… Sin embargo, vemos a vuestros reyes y gobernantes disipando sus tesoros más en medios de destrucción de la raza humana que en aquello que proporcionaría felicidad a la humanidad… Estas luchas, este derramamiento de sangre y esta discordia cesarán y todos los hombres serán como miembros de una sola familia… Que ningún hombre se gloríe de que ama a su patria; que más bien se gloríe de que ama a sus semejantes…" Bahá'u'lláh y la Nueva Era, pág. 57. "El propósito fundamental que anima a la Fe de Dios y Su Religión", declara Bahá'u'lláh, "es salvaguardar los intereses y promover la unidad de la raza humana, y de estimular el espíritu de amor y compañerismo entre los hombres. No permitáis que llegue a ser fuente de disensiones y discordia, de odio y enemistad. Este es el recto Sendero, el cimiento fijo e inamovible. Cualquier cosa que se edifique sobre estos cimientos, jamás podrá ser socavada su firmeza por los cambios y azares del mundo, ni tampoco será minada su estructura por la revolución de incontables centurias." Las escuelas deben primero entrenar a los niños en los principios de la religión para que la Promesa y la Amenaza, registrada en el Libro de Dios, pueda prevenirlos de las cosas prohibidas y adornarlos con el manto de los mandamientos, pero esto en tal medida que no perjudique a los niños resultando en fanatismo ignorante e intolerancia. (Casa Universal de Justicia, El Modelo de Vida Baha'i) El propósito fundamental que anima a la Fe de Dios y su Religión es proteger los intereses de la raza humana, promover su unidad y estimular el espíritu de amor y fraternidad entre los hombres. (Casa Universal de Justicia, El Modelo de Vida Baha'i) En verdad, la principal razón para las perversidades que ahora campan en la sociedad es la falta de espiritualidad. La civilización materialista de nuestra época ha absorbido de tal manera la energía y el interés de la humanidad, que la gente en general ya no siente la necesidad de elevarse por encima de las fuerzas y condiciones de su existencia material diaria. No existe una demanda suficiente de cosas que podríamos llamar espirituales para diferenciarlas de las necesidades y requerimientos de nuestra existencia física. Por tanto, la crisis universal que afecta a la humanidad es esencialmente espiritual en sus causas. El espíritu de la era, tomado en su conjunto, es irreligioso. El punto de vista que el ser humano tiene de la vida es demasiado crudo y materialista como para permitirle elevarse a los más altos reinos del espíritu. Es esta condición tan tristemente mórbida en la que ha caído la sociedad la que la religión busca mejorar y transformar. Pues la esencia de la fe religiosa es ese sentimiento místico que une al ser humano con Dios. Por medio de la meditación y la oración puede lograrse y mantenerse este estado de comunión espiritual. Y ésta es la razón por la que Bahá'u'lláh ha recalcado tanto la importancia de la adoración. No es suficiente que un creyente simplemente acepte y observe las Enseñanzas. Además, debería cultivar el sentido de espiritualidad, que puede lograr principalmente por medio de la oración. La Fe Bahá'í, como todas las demás religiones divinas, es por tanto fundamentalmente mística en su carácter. Su principal meta es el desarrollo del individuo y de la sociedad por medio de la adquisición de virtudes y poderes espirituales. Es el alma del ser humano la primera que hay que alimentar. Y la oración es la que mejor puede proveer este alimento espiritual. Las leyes e instituciones, tal y como las considerara Bahá'u'lláh, pueden llegar a ser realmente efectivas sólo cuando nuestra vida espiritual interior se haya perfeccionado y transformado. De otra forma la religión degeneraría en una mera organización y se convertiría en algo muerto.

Por tanto, los creyentes, en especial los jóvenes, deberían comprender cabalmente la necesidad de la oración. Pues la oración es absolutamente indispensable para su desarrollo espiritual interior, y éste, como ya se ha afirmado, es el verdadero fundamento y propósito de la Religión de Dios (Casa Universal de Justicia, Juventud).

 

La necesidad de un Educador Divino

La necesidad de un Educador Divino •DIOS se dirige a Baháulláh como Su Manifestación Divina •La necesidad de seguir las enseñanzas de las manifestaciones Divinas La necesidad de un Educador Divino: Cuando reflexionamos acerca de la existencia, vemos que los reinos mineral, vegetal, animal y humano requieren un educador. La tierra inculta se convierte en una selva donde crecen las malezas; pero si se encuentra un agricultor que la cultive, produce cosechas con que alimentar a las criaturas vivientes. Por tanto, es evidente que el suelo requiere la labranza del agricultor. Fíjate en los árboles: si no tienen quien los cultive no llegan a fructificar, y sin fruto resultan inútiles. En cambio, si reciben el cuidado de un jardinero, los árboles antes estériles dan frutos. Gracias al cultivo, los abonos y los injertos, los árboles que sólo entregaban frutos amargos los entregan dulces. Estos son argumentos racionales. Hoy día los pueblos del mundo necesitan argumentos basados en la razón. Sucede lo mismo con respecto a los animales. Observa el modo como el animal se vuelve dócil cuando se le amaestra. Así también con el hombre: si no recibe educación se vuelve bestial. Es más, si permanece bajo el dominio de la naturaleza, llega a ser inferior al animal, mientras que si es educado, se convierte en un ángel. La mayor parte de los animales no devoran a los de su propia especie; pero los hombres del Sudán, en África Central, se matan y devoran entre sí. Ahora bien, observa que es la educación la que hace que Oriente y Occidente estén bajo la autoridad del hombre; la que produce industrias maravillosas; la que difunde las gloriosas ciencias y artes; la que hace que se manifiesten nuevos descubrimientos e instituciones. Si no existiera un educador, no habría humanidad, civilización o comodidades. Un hombre abandonado en un yermo donde no llegara a conocer a ninguno de sus semejantes, se convertiría a no dudarlo en una simple bestia. Resulta evidente, pues, que hace falta un educador. Ahora bien, la educación es de tres clases: material, humana y espiritual. La educación material se ocupa del progreso y desarrollo del cuerpo (mediante el alimento, comodidad y tranquilidad materiales). Tal educación es común a hombres y animales. La educación humana comporta civilización y progreso, o lo que es lo mismo, administración, obras benéficas, comercio, artes y oficios, ciencias, grandes inventos, descubrimientos e instituciones especiales, actividades todas propias del hombre y que lo distinguen del animal. La educación divina es la que procede del Reino de Dios. Se trata de la verdadera educación y consiste en la adquisición de las perfecciones divinas. En efecto, en ese estado el hombre se convierte en el centro de las bendiciones divinas, en la manifestación de las palabras "hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". Necesitamos un educador que sea al mismo tiempo educador en los dominios material, humano y espiritual, cuya autoridad sea eficaz en todas las condiciones. En este sentido, si alguien adujese "yo poseo comprensión e inteligencia perfectas; no necesito tal educador", negaría lo que es claro y evidente. Sería como si un niño dijera "no me hace falta la educación; voy a actuar de acuerdo con mi entendimiento e inteligencia y así obtendré las perfecciones de la existencia"; o como si un ciego afirmase "yo no necesito los ojos pues hay ciegos que viven sin problemas". A tenor de lo dicho, resulta evidente que el hombre necesita un educador que sea incuestionable e indudablemente perfecto en todo respecto, un educador que se distinga por sobre todos los hombres. De no ser así, si fuese como el resto de la humanidad, no sería su educador. Ello resulta tanto más cierto si se tiene en cuenta que el educador lo es en lo material, humano y espiritual. Es decir, el educador debe enseñar a los hombres a conformar un orden social, a organizar y conducir los asuntos materiales de modo y manera que la solidaridad y la ayuda mutua tomen cuerpo, y los asuntos materiales sean organizados en previsión de cualquier eventualidad. Análogamente, el educador ha de serlo en lo humano, en otras palabras, debe educar la inteligencia y el pensamiento de modo tal que alcancen un desarrollo completo, para que así la ciencia y el conocimiento se ensanchen, y la realidad de las cosas, los misterios de los seres y las propiedades de la existencia lleguen a ser descubiertos; para que día a día la educación, los inventos y las instituciones mejoren, haciendo posible que partiendo de las cosas perceptibles puedan extraerse conclusiones intelectuales. Además, el educador, debe impartir la educación espiritual, para que la inteligencia y la comprensión lleguen a penetrar en el mundo metafísico, y beneficiarse mediante la brisa santificadora del Espíritu Santo y establecer relación con el Concurso Supremo. Debe educar de tal manera la realidad humana que ésta se convierta en el centro de la aparición divina, en grado tal que los atributos y nombres de Dios resplandezcan en el espejo de la realidad del hombre, cumpliéndose así el santo versículo "hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". Es evidente que el poder humano no alcanza a cumplir una misión tan elevada, y que la razón por sí sola no podrá asumir una responsabilidad tan pesada. ¿Cómo es posible que una persona completamente sola, sin ayuda ni respaldo alguno, establezca los cimientos de tan noble construcción? Para acometer esa tarea se requiere alguien que dependa de la ayuda del poder espiritual y divino. Una sola Alma Santa confiere vida al mundo de la humanidad, muda el aspecto del globo terrestre, hace que progrese la inteligencia, establece los criterios de la vida nueva, establece nuevos cimientos, organiza el mundo, reúne a las naciones y religiones bajo la sombra de un mismo estandarte, libera al hombre del mundo de las imperfecciones y vicios para inspirarlo con el deseo y la necesidad de las perfecciones naturales y adquiridas. A decir verdad, nada que no sea un poder divino podría realizar tamaña empresa. Deberíamos sopesar lo dicho con justicia, pues tal es la función de la justicia. ¡Sin ayuda ni concurso ajeno, una sola Alma Santa puede promover una Causa que los gobiernos y pueblos del mundo se hayan visto incapaces de difundir valiéndose de todas sus fuerzas y ejércitos! ¿Hay acaso poder humano capaz de conseguir esto? ¡No, en el nombre de Dios! Por ejemplo, Cristo, solo y desasistido, enarboló el estandarte de la paz y la equidad, hazaña ésta que los gobiernos victoriosos, con todas sus huestes, no habrían logrado realizar. Piensa en el destino de tantos y tan diferentes imperios y pueblos: el Imperio Romano, Francia, Alemania, Rusia, Inglaterra, todos ellos fueron congregados bajo un mismo pabellón. Es decir, la aparición de Cristo produjo una unión tal entre esta diversidad de naciones como para que, bajo su influjo, algunas llegasen a sacrificar sus vidas y posesiones en aras de las otras. Después de la era de Constantino, responsable de la exaltación del cristianismo, surgieron divisiones en el seno de la cristiandad. Me explico, si bien Cristo unió a estas naciones, poco después de cierto tiempo, los gobiernos se convirtieron en fuente de discordias. Dicho de otra manera, Cristo sostuvo una Causa que los reyes todos de la Tierra no lograron establecer: unió las distintas religiones, cambió las costumbres ancestrales. Considera cuán grandes eran las diferencias que existían entre los romanos, griegos, sirios, egipcios, fenicios, israelitas y otros pueblos de Europa. Cristo eliminó tales diferencias transformándose en causa de amor entre los citados pueblos. Si bien pasado algún tiempo, los gobiernos destruyeron la unión así lograda, la obra de Cristo fue llevada a término. Por consiguiente, el Educador Universal debe serlo al mismo tiempo en lo material, humano y espiritual, y debe poseer un poder sobrenatural para ocupar la posición del maestro divino. Si no manifestase ese poder santificado, no podría educar; pues si fuese imperfecto ¿cómo habría de conferir una educación perfecta? Si fuese ignorante ¿cómo podría conferir sabiduría a los demás? Si fuese injusto ¿cómo podría conseguir que otros se volvieran justos? Si fuese mundano ¿cómo habría de hacer para que los demás se volvieran celestiales? Reflexionemos entonces con imparcialidad: ¿han estado dotadas o no han estado dotadas las Manifestaciones Divinas de los citados requisitos? Si no hubieran poseído tales requisitos, no habrían sido verdaderos Educadores. Por tanto, ha de ser nuestra la tarea de demostrar a los reflexivos, mediante argumentos racionales, la condición profética de Moisés, de Cristo y de las demás Manifestaciones Divinas. Las pruebas que aportamos no se basan en argumentos tradicionales, sino en argumentos racionales. Ya se ha demostrado con argumentos racionales que el mundo de la existencia precisa extremadamente de un educador, y que su educación debe llevarse a cabo por medio del poder divino. No existe duda de que este poder sagrado es la revelación, y que el mundo ha de ser educado por medio de ese poder, un poder que se encuentra muy por encima del poder humano. (Contestaciones a unas preguntas, Abdul´ l Bahá). DIOS se dirige a Baháulláh como Su Manifestación Divina: "Aquél que es Tu Recuerdo y quien ha apareado en el manto de tu muy pura y augusta Belleza" y para Quien DIOS "levantó el velo de gloria y descubrió el semblante de la Belleza", Aquél a Quien Él designa como "Mi Belleza". "La Manifestación de Tu belleza y el Revelador de Tus signos". "Aquél Quien es Tu Belleza ha sido establecido sobre el Trono de Tu Causa". "El Sol de Tu Belleza". Te hemos escogido para que seas nuestra poderosísima Trompeta cuyo toque ha de señalar la resurrección de toda la humanidad. Y cuando ocurrió Tu promesa y se hubo cumplido el tiempo fijado, Aquel que es el Poseedor de todos los Nombres y Atributos fue hecho manifiesto a los hombres. Tu ser. Tu Luz. Tu Lámpara. Aquél que habla en tu Nombre. Aquél que es el Soberano Supremo. Aquél que es el Revelador de los NOMBRES DE dios. La Manifestación de Tus nombres. El Portador de Tu nombre más sublime y exaltado. El Manantial de Tu inspiración. El Depositario de Tu sabiduría. El Río que es en verdad la vida. El Árbol de Tu unicidad. Tu Prueba infalible para todos los hombres. El Sol que brilla en el cielo de Tu voluntad. Aquél a Quien has escogido por Tu mandato. Aquél que es Tu exaltado y Supremo Recuerdo. El Lugar del Amanecer de Tu inspiración y de Tu revelación. El Lugar del Amanecer de Tus muy resplandecientes signos. El Sol de Tu creación. El Sol de Tu gloria. El Sol de Tu justicia. El Sol de Tu palabra. El sol de la luz de Tu unidad. La Aurora de Tu Esencia. La Aurora de Tu Causa. La Aurora de Tus títulos más excelentes. La Aurora de Tu poder. La Aurora de las luces de Tu rostro. La imagen del Más Misericordioso. Aquél… mediante Quien DIOS ha separado a los piadosos de los impíos. (Baháulláh (La Gloria de DIOS). Baháulláh es "El Organizador del planeta entero" y "La fuente de la Más Grande Justicia."(Shoghi Effendi, bisnieto de Baháulláh).

Títulos de Baháulláh: algunos de entre unos 63.

El Misericordioso. El Más Compasivo. El Perdonador. El Gran Dador. El Horizonte de la Revelación. El Más Antiguo Nombre. El Más Grande Nombre. El Más Grande Misterio. La Más Exaltada pluma. La Más Exaltada Palabra. El Educador de todos los seres. El Secreto manifiesto y oculto. El Mejor Informado. La pluma de la Revelación. La Voz Divina. La Lengua del Antiguo de los Días. El Vivificador del mundo. El Amado del mundo. El Divino Árbol del Loto. La Paloma Mística. El objeto de la adoración del mundo. El Tabernáculo de la Inmortalidad. La Más Grande Luz. La Más Grande Ley. El Que Ayuda en el peligro. La Bendita Belleza…( todos estos títulos describen Su propio misterio, Su ternura, Su belleza y lo que significa su nombre , Baháullá : La Gloria de DIOS. La Bendita Belleza sufrió durante 40 años destierros y encarcelaciones, para poder darnos el Mensaje de DIOS. ¿Qué mayor amor que éste: amor a DIOS y amor a nosotros, a toda la humanidad. La Antigua Belleza ha consentido ser encadenado para que la humanidad sea liberada de su cautiverio, y ha aceptado ser prisionero de esta poderosa fortaleza para que todo el mundo logre la verdadera libertad. Ha bebido hasta los pozos de la copa del dolor, para que todos los pueblos de la tierra alcancen felicidad perdurable y sean colmados de alegría. (Baháulláh). El primer deber prescrito por Dios a Sus siervos es el reconocimiento de Aquel que es la Aurora de Su Revelación y la Fuente de Sus leyes, Quien representa a la Deidad tanto en el Reino de Su Causa como en el mundo de la creación. El que haya cumplido este deber ha logrado todo bien; y el que esté privado de él se ha extraviado, aunque fuese autor de toda obra justa. Incumbe a Todo el que alcance esta muy sublime estación, esta cumbre de trascendente gloria, observar cada uno de los preceptos de Aquel que es el Deseo del mundo. Estos dos deberes son inseparables. Ninguno es aceptable sin el otro. Así lo ha decretado Quien es la Fuente de inspiración divina. Aquellos a quienes DIOS ha dotado de perspicacia reconocerán fácilmente que los preceptos establecidos por Dios constituyen el medio supremo para el mantenimiento del orden en el mundo y la seguridad de sus pueblos. Quien se aparta de ellos se cuenta entre los seres malignos y necios. En verdad, os hemos ordenado rechazar los dictados de vuestras malas pasiones y deseos corruptos, y no transgredir los límites que ha fijado la Pluma del Altísimo, pues son éstos el hálito de vida para todas las cosas creadas. Los mares de la sabiduría divina y la divina expresión se han agitado por el soplo de la brisa del Todo misericordioso: ¡apresuraos y bebed a plenitud, hombres de entendimiento! Quienes han violado el Convenio de Dios quebrantando Sus mandamientos, y se han vuelto atrás, ésos han cometido un lamentable error a los ojos de Dios, el Poseedor, el Altísimo. ¡Pueblos del mundo! Tened por cierto que Mis mandamientos son las lámparas de Mi amorosa providencia entre Mis siervos y las llaves de Mi misericordia para con Mis criaturas. Así ha sido enviado desde el cielo de la Voluntad de vuestro Señor, el Señor de la Revelación. Si algún hombre probara la dulzura de las palabras que han querido proferir los labios del Todo misericordioso, aunque poseyera los tesoros de la tierra, renunciaría a todos y a cada uno de ellos para poder vindicar la verdad de siquiera uno solo de Sus mandamientos, los cuales brillan sobre la Aurora de Su generoso cuidado y ternura. Di: De Mis leyes se desprende el fragante aroma de Mi vestidura, y con su ayuda serán plantados sobre las cumbres más altas los estandartes de la Victoria. La Lengua de Mi poder, desde el cielo de Mi omnipotente gloria, ha dirigido a Mi creación estas palabras: "Observa Mis mandamientos por amor a Mi belleza". Feliz el amante que ha percibido la divina fragancia de su bienamado en estas palabras, impregnadas del perfume de una gracia que ninguna lengua puede describir. ¡Por mi vida! Quien haya bebido el vino selecto de la equidad de manos de Mi generoso favor, circulará alrededor de Mis mandamientos que brillan sobre la Aurora de Mi creación. No penséis que os hemos revelado un mero código de leyes. Antes bien, hemos roto el sello del Vino selecto con los dedos de la fuerza y del poder. De ello da testimonio lo que ha sido revelado por la Pluma de la Revelación. ¡Meditad sobre esto, hombres de discernimiento! (Pasajes de los escritos de Baháulláh). Es realmente sabio aquel a quien el mundo y todo lo que en él existe no ha impedido reconocer la Luz de este Día, quien no ha permitido que la vana palabrería de los hombres lo desvíe del sendero de la rectitud. Es realmente como un muerto, aquel que en el maravilloso amanecer de esta Revelación no ha sido revivido por su brisa conmovedora. Es en verdad un cautivo aquel que no ha reconocido al Supremo Redentor, pero que ha aceptado que su alma este trabada, afligida y desamparada en las cadenas de sus deseos. (Baháulláh). …mi guía se detuvo por un momento mientras yo me quitaba los zapatos. Entonces; con un rápido movimiento de la mano, retiró la cortina, cuando yo hube pasado, la puso nuevamente en su sitio; y me encontré en una gran habitación, a lo largo de cuyo lado de fondo había un diván bajo, mientras que en la pared frente a la puerta estaban colocadas dos o tres sillas. Aunque yo tenía una vaga idea del lugar adonde iba y a Quién había de contemplar (pues no me había sido proporcionada ninguna información precisa), pasaron unos segundos antes de que, estremecido de asombro y reverente temor, tuviera conciencia de que la habitación no estaba vacía. En el ángulo donde el diván se apoyaba en la pared, distinguí una extraordinaria y venerable figura, coronada con un tocado de fieltro, parecido a los llamados táj por los derviches, pero diferente en la hechura y mucho más alto, y en cuya base estaba arrollado un pequeño turbante. El rostro de Aquel a Quien contemplé nunca lo podré olvidar y, no obstante, no puedo describirlo. Esos ojos penetrantes parecían leer en mi propia alma; en Su amplia frente había poder y autoridad, mientras que las profundas arrugas de Su ceño y Su faz denotaban una edad que parecía negar el negro azabache de Su cabello y Su barba que descendía exuberante casi hasta la cintura. ¡No necesitaba preguntar en presencia de Quién me encontraba al inclinarme ante Aquel Que es objeto de una devoción y un amor que los reyes podrían envidiar y no por los cuales los emperadores suspiran en vano! Una voz digna y suave me pidió que me sentara y continuó: "¡Alabado sea DIOS por haber llegado hasta Mí!… Has venido a ver a un prisionero y un desterrado… Nosotros sólo deseamos el bien del mundo y la felicidad de las naciones; sin embargo, nos consideran causantes de sedición y de rivalidades, merecedores de la prisión y del destierro…Que todas las naciones tengan una fe común y todos los hombres sean hermanos; que se fortalezcan los lazos de afecto y unidad entre los hijos de los hombres; que desaparezca la diversidad de religiones y se anulen las diferencias de raza. ¿Qué mal hay en esto?… pero esto se cumplirá, estas luchas sin objeto, estas guerras desastrosas desaparecerán y la "Paz Más Grande" reinará… Vosotros en Europa, ¿no necesitáis también esto? ¿No fue esto mismo lo que anunció Cristo?… Sin embargo, vemos a vuestros reyes y gobernantes disipando sus tesoros más en medios de destrucción de la raza humana que en aquello que proporcionaría felicidad a la humanidad… Estas luchas, este derramamiento de sangre y esta discordia cesarán y todos los hombres serán como miembros de una sola familia… Que ningún hombre se gloríe de que ama a su patria; que más bien se gloríe de que ama a sus semejantes…" Éstas son, más o menos, las palabras que puedo recordar y que, además de muchas otras, yo escuché de labios de Bahá u lláh. Que aquellos que las lean consideren por sí mismos si tales doctrinas merecen muerte y prisión, y si el mundo más probablemente gane o pierda por su difusión. (Entrevista, visita realizada por Edgard Granville Browne miembro del Pembroke collage, cambridge, y eminente orientalista en años futuros. A Baháulláh en la primavera de 1890 en Akká (Haifa, Israel). El mensaje central que Bahá'u'lláh ofrece en este Día a la humanidad es el de la unidad y la justicia. Dos citas a menudo empleadas por los bahá'ís lo resumen: "Lo más amado de todo ante Mi vista es la justicia'. "La Tierra es un solo país, y la humanidad sus ciudadanos'. También afirmó: "El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad, son inalcanzables a menos que su unidad sea firmemente establecida'.(unidad en diversidad). Esta es la recomendación de Dios, el divino y omnisciente Médico, para nuestro desfalleciente mundo. Pronto el viejo orden será enrollado y uno nuevo será desplegado en su lugar. (Baháulláh (La Gloria de DIOS. "¡OH Señor! Haz que se manifiesten en tus países almas humildes y sumisas con sus rostros iluminados por los rayos de guía, desprendidas del mundo, que alaben tu Nombre, proclamen tu alabanza y difundan la fragancia de tu santidad entre la humanidad." "¡OH Dios, mi Dios! Ayuda a tus siervos leales a tener corazones afectuosos y sensibles. Asísteles para que difundan, entre todas las naciones de la tierra, la luz de guía que proviene del concurso de lo Alto."(Baháulláh). •La necesidad de seguir las enseñanzas de las manifestaciones Divinas: PREGUNTA: ¿Qué necesidad tienen de las enseñanzas divinas quienes, considerándose independientes de ellas, destacan por sus obras bondadosas y por su benevolencia hacia todos? Me refiero a personas poseedoras de una conducta digna de alabanza, movidas por el amor y la amabilidad hacia todas las criaturas, animadas por su preocupación para con los pobres y por sus esfuerzos en aras de la paz universal. ¿Cuál es la condición de dichas personas? RESPUESTA: Has de saber que tales obras, tales esfuerzos y tales palabras son dignos de alabanza y aprobación, y que constituyen la gloria de la humanidad. Así y todo esas obras, por sí solas, no son suficientes; son un cuerpo de gran encanto, pero carente de espíritu. No, la causa de la vida perdurable, del honor eterno, de la iluminación universal, de la salvación y prosperidad verdaderas, es ante todo el conocimiento de Dios. Sabido es que el conocimiento de Dios trasciende todo conocimiento y que es la mayor gloria del mundo humano. Pues del conocimiento de la realidad de las cosas se deriva el beneficio material gracias al cual progresa la civilización. Pero el conocimiento de Dios es la causa del progreso y la atracción espirituales; por su intermedio se consiguen la percepción de la verdad, la exaltación de la humanidad, la civilización divina, la rectitud moral y la iluminación. En segundo lugar, viene el amor a Dios, cuya luz brilla en la lámpara de los corazones de quienes conocen a Dios. Sus brillantes rayos iluminan el horizonte y otorgan al hombre la vida del Reino. En verdad, el fruto de la existencia humana, es el amor a Dios, por cuanto ese amor es el espíritu de vida y la gracia eterna. Si el amor a Dios no existiera, el mundo contingente se hallaría en tinieblas; si el amor a Dios no existiera, los corazones de los hombres estarían muertos y privados de las sensaciones propias del existir; si el amor a Dios no existiera, la luz de la unidad no iluminaría a la humanidad; si el amor a Dios no existiera, el Este y el Oeste no se abrazarían entre sí como dos amantes; si el amor a Dios no existiera, la división y la desunión no se transformarían en fraternidad; si el amor a Dios no existiera, la indiferencia no desembocaría en el cariño; si el amor a Dios no existiera, el extraño no se convertiría en amigo. El amor en el mundo humano ha brillado por el amor a Dios y ha aparecido por la bondad y la gracia divinas. Es evidente que la realidad de la humanidad es diversa, que las opiniones varían y que los sentimientos difieren; como evidente es que tal diferencia de opiniones, pensamientos, inteligencia y sentires entre las razas humanas surgen de una necesidad esencial. Las diferencias de las criaturas en los planos del ser constituyen uno de los requisitos de la existencia (la cual se despliega en una infinidad de formas). Por tanto, precisamos de un poder universal que domine los sentimientos, las opiniones y los pensamientos de todos, un poder gracias al cual estas divisiones no trasciendan, un poder que dé amparo a todos los hombres bajo el pabellón de la unidad. Es claro y evidente que el mayor poder del reino humano es el amor a Dios. El amor a Dios reúne a la diversidad de los pueblos bajo la sombra de la tienda del afecto. Confiere a familias y naciones, otrora antagonistas y hostiles, el amor y la unidad más grandes. Observa como después de Cristo, mediante el poder del amor a Dios, cuántas naciones, razas, familias y tribus se cobijaron a la sombra de la Palabra de Dios. Las divisiones y diferencias de un millar de años se desvanecieron del todo. Las nociones de raza y patria desaparecieron por completo. La unión de almas y seres se consumó, y todos se convirtieron en cristianos verdaderos y espirituales. La Bendita Belleza sufrió durante 40 años destierros y encarcelaciones, para poder darnos el Mensaje de DIOS. ¿Qué mayor amor que éste: amor a DIOS y amor a nosotros, a toda la humanidad. La Antigua Belleza ha consentido ser encadenado para que la humanidad sea liberada de su cautiverio, y ha aceptado ser prisionero de esta poderosa fortaleza para que todo el mundo logre la verdadera libertad. Ha bebido hasta los pozos de la copa del dolor, para que todos los pueblos de la tierra alcancen felicidad perdurable y sean colmados de alegría. (Baháulláh). El primer deber prescrito por Dios a Sus siervos es el reconocimiento de Aquel que es la Aurora de Su Revelación y la Fuente de Sus leyes, Quien representa a la Deidad tanto en el Reino de Su Causa como en el mundo de la creación. El que haya cumplido este deber ha logrado todo bien; y el que esté privado de él se ha extraviado, aunque fuese autor de toda obra justa. Incumbe a Todo el que alcance esta muy sublime estación, esta cumbre de trascendente gloria, observar cada uno de los preceptos de Aquel que es el Deseo del mundo. Estos dos deberes son inseparables. Ninguno es aceptable sin el otro. Así lo ha decretado Quien es la Fuente de inspiración divina. Aquellos a quienes DIOS ha dotado de perspicacia reconocerán fácilmente que los preceptos establecidos por Dios constituyen el medio supremo para el mantenimiento del orden en el mundo y la seguridad de sus pueblos. Quien se aparta de ellos se cuenta entre los seres malignos y necios. En verdad, os hemos ordenado rechazar los dictados de vuestras malas pasiones y deseos corruptos, y no transgredir los límites que ha fijado la Pluma del Altísimo, pues son éstos el hálito de vida para todas las cosas creadas. Los mares de la sabiduría divina y la divina expresión se han agitado por el soplo de la brisa del Todo misericordioso: ¡apresuraos y bebed a plenitud, hombres de entendimiento! Quienes han violado el Convenio de Dios quebrantando Sus mandamientos, y se han vuelto atrás, ésos han cometido un lamentable error a los ojos de Dios, el Poseedor, el Altísimo. ¡Pueblos del mundo! Tened por cierto que Mis mandamientos son las lámparas de Mi amorosa providencia entre Mis siervos y las llaves de Mi misericordia para con Mis criaturas. Así ha sido enviado desde el cielo de la Voluntad de vuestro Señor, el Señor de la Revelación. Si algún hombre probara la dulzura de las palabras que han querido proferir los labios del Todo misericordioso, aunque poseyera los tesoros de la tierra, renunciaría a todos y a cada uno de ellos para poder vindicar la verdad de siquiera uno solo de Sus mandamientos, los cuales brillan sobre la Aurora de Su generoso cuidado y ternura. Di: De Mis leyes se desprende el fragante aroma de Mi vestidura, y con su ayuda serán plantados sobre las cumbres más altas los estandartes de la Victoria. La Lengua de Mi poder, desde el cielo de Mi omnipotente gloria, ha dirigido a Mi creación estas palabras: "Observa Mis mandamientos por amor a Mi belleza". Feliz el amante que ha percibido la divina fragancia de su bienamado en estas palabras, impregnadas del perfume de una gracia que ninguna lengua puede describir. ¡Por mi vida! Quien haya bebido el vino selecto de la equidad de manos de Mi generoso favor, circulará alrededor de Mis mandamientos que brillan sobre la Aurora de Mi creación. No penséis que os hemos revelado un mero código de leyes. Antes bien, hemos roto el sello del Vino selecto con los dedos de la fuerza y del poder. De ello da testimonio lo que ha sido revelado por la Pluma de la Revelación. ¡Meditad sobre esto, hombres de discernimiento! (Pasajes de los escritos de Baháulláh). Es realmente sabio aquel a quien el mundo y todo lo que en él existe no ha impedido reconocer la Luz de este Día, quien no ha permitido que la vana palabrería de los hombres lo desvíe del sendero de la rectitud. Es realmente como un muerto, aquel que en el maravilloso amanecer de esta Revelación no ha sido revivido por su brisa conmovedora. Es en verdad un cautivo aquel que no ha reconocido al Supremo Redentor, pero que ha aceptado que su alma este trabada, afligida y desamparada en las cadenas de sus deseos. (Baháulláh). …mi guía se detuvo por un momento mientras yo me quitaba los zapatos. Entonces; con un rápido movimiento de la mano, retiró la cortina, cuando yo hube pasado, la puso nuevamente en su sitio; y me encontré en una gran habitación, a lo largo de cuyo lado de fondo había un diván bajo, mientras que en la pared frente a la puerta estaban colocadas dos o tres sillas. Aunque yo tenía una vaga idea del lugar adonde iba y a Quién había de contemplar (pues no me había sido proporcionada ninguna información precisa), pasaron unos segundos antes de que, estremecido de asombro y reverente temor, tuviera conciencia de que la habitación no estaba vacía. En el ángulo donde el diván se apoyaba en la pared, distinguí una extraordinaria y venerable figura, coronada con un tocado de fieltro, parecido a los llamados táj por los derviches, pero diferente en la hechura y mucho más alto, y en cuya base estaba arrollado un pequeño turbante. El rostro de Aquel a Quien contemplé nunca lo podré olvidar y, no obstante, no puedo describirlo. Esos ojos penetrantes parecían leer en mi propia alma; en Su amplia frente había poder y autoridad, mientras que las profundas arrugas de Su ceño y Su faz denotaban una edad que parecía negar el negro azabache de Su cabello y Su barba que descendía exuberante casi hasta la cintura. ¡No necesitaba preguntar en presencia de Quién me encontraba al inclinarme ante Aquel Que es objeto de una devoción y un amor que los reyes podrían envidiar y no por los cuales los emperadores suspiran en vano! Una voz digna y suave me pidió que me sentara y continuó: "¡Alabado sea DIOS por haber llegado hasta Mí!… Has venido a ver a un prisionero y un desterrado… Nosotros sólo deseamos el bien del mundo y la felicidad de las naciones; sin embargo, nos consideran causantes de sedición y de rivalidades, merecedores de la prisión y del destierro…Que todas las naciones tengan una fe común y todos los hombres sean hermanos; que se fortalezcan los lazos de afecto y unidad entre los hijos de los hombres; que desaparezca la diversidad de religiones y se anulen las diferencias de raza. ¿Qué mal hay en esto?… pero esto se cumplirá, estas luchas sin objeto, estas guerras desastrosas desaparecerán y la "Paz Más Grande" reinará… Vosotros en Europa, ¿no necesitáis también esto? ¿No fue esto mismo lo que anunció Cristo?… Sin embargo, vemos a vuestros reyes y gobernantes disipando sus tesoros más en medios de destrucción de la raza humana que en aquello que proporcionaría felicidad a la humanidad… Estas luchas, este derramamiento de sangre y esta discordia cesarán y todos los hombres serán como miembros de una sola familia… Que ningún hombre se gloríe de que ama a su patria; que más bien se gloríe de que ama a sus semejantes…" Éstas son, más o menos, las palabras que puedo recordar y que, además de muchas otras, yo escuché de labios de Bahá u lláh. Que aquellos que las lean consideren por sí mismos si tales doctrinas merecen muerte y prisión, y si el mundo más probablemente gane o pierda por su difusión. (Entrevista, visita realizada por Edgard Granville Browne miembro del Pembroke collage, cambridge, y eminente orientalista en años futuros. A Baháulláh en la primavera de 1890 en Akká (Haifa, Israel). El mensaje central que Bahá'u'lláh ofrece en este Día a la humanidad es el de la unidad y la justicia. Dos citas a menudo empleadas por los bahá'ís lo resumen: "Lo más amado de todo ante Mi vista es la justicia'. "La Tierra es un solo país, y la humanidad sus ciudadanos'. También afirmó: "El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad, son inalcanzables a menos que su unidad sea firmemente establecida'.(unidad en diversidad). Esta es la recomendación de Dios, el divino y omnisciente Médico, para nuestro desfalleciente mundo. Pronto el viejo orden será enrollado y uno nuevo será desplegado en su lugar. (Baháulláh (La Gloria de DIOS. "¡OH Señor! Haz que se manifiesten en tus países almas humildes y sumisas con sus rostros iluminados por los rayos de guía, desprendidas del mundo, que alaben tu Nombre, proclamen tu alabanza y difundan la fragancia de tu santidad entre la humanidad." "¡OH Dios, mi Dios! Ayuda a tus siervos leales a tener corazones afectuosos y sensibles. Asísteles para que difundan, entre todas las naciones de la tierra, la luz de guía que proviene del concurso de lo Alto."(Baháulláh). •La necesidad de seguir las enseñanzas de las manifestaciones Divinas: PREGUNTA: ¿Qué necesidad tienen de las enseñanzas divinas quienes, considerándose independientes de ellas, destacan por sus obras bondadosas y por su benevolencia hacia todos? Me refiero a personas poseedoras de una conducta digna de alabanza, movidas por el amor y la amabilidad hacia todas las criaturas, animadas por su preocupación para con los pobres y por sus esfuerzos en aras de la paz universal. ¿Cuál es la condición de dichas personas? RESPUESTA: Has de saber que tales obras, tales esfuerzos y tales palabras son dignos de alabanza y aprobación, y que constituyen la gloria de la humanidad. Así y todo esas obras, por sí solas, no son suficientes; son un cuerpo de gran encanto, pero carente de espíritu. No, la causa de la vida perdurable, del honor eterno, de la iluminación universal, de la salvación y prosperidad verdaderas, es ante todo el conocimiento de Dios. Sabido es que el conocimiento de Dios trasciende todo conocimiento y que es la mayor gloria del mundo humano. Pues del conocimiento de la realidad de las cosas se deriva el beneficio material gracias al cual progresa la civilización. Pero el conocimiento de Dios es la causa del progreso y la atracción espirituales; por su intermedio se consiguen la percepción de la verdad, la exaltación de la humanidad, la civilización divina, la rectitud moral y la iluminación. En segundo lugar, viene el amor a Dios, cuya luz brilla en la lámpara de los corazones de quienes conocen a Dios. Sus brillantes rayos iluminan el horizonte y otorgan al hombre la vida del Reino. En verdad, el fruto de la existencia humana, es el amor a Dios, por cuanto ese amor es el espíritu de vida y la gracia eterna. Si el amor a Dios no existiera, el mundo contingente se hallaría en tinieblas; si el amor a Dios no existiera, los corazones de los hombres estarían muertos y privados de las sensaciones propias del existir; si el amor a Dios no existiera, la luz de la unidad no iluminaría a la humanidad; si el amor a Dios no existiera, el Este y el Oeste no se abrazarían entre sí como dos amantes; si el amor a Dios no existiera, la división y la desunión no se transformarían en fraternidad; si el amor a Dios no existiera, la indiferencia no desembocaría en el cariño; si el amor a Dios no existiera, el extraño no se convertiría en amigo. El amor en el mundo humano ha brillado por el amor a Dios y ha aparecido por la bondad y la gracia divinas. Es evidente que la realidad de la humanidad es diversa, que las opiniones varían y que los sentimientos difieren; como evidente es que tal diferencia de opiniones, pensamientos, inteligencia y sentires entre las razas humanas surgen de una necesidad esencial. Las diferencias de las criaturas en los planos del ser constituyen uno de los requisitos de la existencia (la cual se despliega en una infinidad de formas). Por tanto, precisamos de un poder universal que domine los sentimientos, las opiniones y los pensamientos de todos, un poder gracias al cual estas divisiones no trasciendan, un poder que dé amparo a todos los hombres bajo el pabellón de la unidad. Es claro y evidente que el mayor poder del reino humano es el amor a Dios. El amor a Dios reúne a la diversidad de los pueblos bajo la sombra de la tienda del afecto. Confiere a familias y naciones, otrora antagonistas y hostiles, el amor y la unidad más grandes. Observa como después de Cristo, mediante el poder del amor a Dios, cuántas naciones, razas, familias y tribus se cobijaron a la sombra de la Palabra de Dios. Las divisiones y diferencias de un millar de años se desvanecieron del todo. Las nociones de raza y patria desaparecieron por completo. La unión de almas y seres se consumó, y todos se convirtieron en cristianos verdaderos y espirituales. La tercera virtud de la humanidad es la benevolencia, que sirve de fundamento a las buenas obras. Algunos filósofos consideran que la intención es superior a la acción, ya que la benevolencia, siendo luz absoluta, se halla purificada y santificada de las impurezas del egoísmo, de la enemistad, y del engaño. Ahora bien, entra dentro de lo posible que un hombre realice una obra que en apariencia sea justa, pero que en realidad esté motivada por la codicia. Por ejemplo, un carnicero cría una oveja y la protege. Semejante conducta por parte del carnicero se rige por fines de lucro, el resultado de cuyos esmeros es el sacrificio de la pobre oveja. ¡Cuántas buenas obras obedecen a la codicia! Mas la benevolencia está santificada de tales impurezas. Brevemente, si al conocimiento de Dios se suma el amor a Dios, la atracción, el éxtasis y la buena voluntad, la obra justa resulta entonces cabal y perfecta. De lo contrario, de no estar asentada en el conocimiento de Dios así como en el amor a Dios y en una intención sincera, aun la obra buena y loable se torna imperfecta. Por ejemplo, el ser humano debe reunir todas las perfecciones para que pueda decirse perfecto. La vista es sumamente apreciada y estimada, mas debe contar con la asistencia del oído; el oído es muy apreciado, mas debe contar con el poder de la palabra; el poder de la palabra es muy grato, mas debe contar con el poder de la razón, y así sucesivamente. Lo mismo ocurre con los otros poderes, órganos y miembros del hombre. Cuando se da una conjunción de todos esos poderes, sentidos, órganos y miembros, el hombre es perfecto.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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