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Mi Manifiesto (Cuento)

Enviado por carlos magana


    Mi Manifiesto – Monografias.com

    Mi Manifiesto

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    Pot ser

    6 de julio de 2018, sábado, luna mora. España no juega los mundiales de Rusia. En su lugar, Iberia, luciendo camiseta negra, símbolo de la absorción y comunión de todo un conjunto de pueblos: colores, ideas y valores bajo una misma especie de agujero negro como la noche más negra sin más adornos que el contorno de toda la península ibérica grabado en blanco en un brazo representando el enfoque único en el bienestar del ciudadano, que no desea más Estado que el estrictamente necesario para ofrecer las condiciones básicas en las que empresas y emprendedores crezcan y las familias puedan trabajar, alimentar y educar a los suyos, y vivir en paz. 

    Iberia, digo, está jugando la final del mundial de Rusia contra la mismísima Brasil, repitiendo la final de aquel inolvidable verano de 2014 donde se impuso España, en la que sería su última aparición con este nombre.

    Vaya noche de fiesta para celebrar además la última de las fusiones, la más esperada, entre el sector 1-A, correspondiente a Gallaecia1 y los sectores 1-B y 1-C, es decir, gran parte de la Lusitania1, y de la antigua Tarraconensis1. Una fusión preciosa entre lo que habían sido hasta ahora Galicia, Portugal, Asturias y Cantabria.

    Ello implicaba definitivamente el triunfo del sentido común de unos pocos, apoyados por la inmensa mayoría de los ciudadanos de España y Portugal (89% y del 87% respectivamente) y, por fin, de las 17 comunidades autónomas, más Portugal, se pasaba a 5 únicas entidades, que llamaré Entes a partir de ahora, (aunque cómo se les llame carece de importancia), mediante pactos de FUSION entre ellas que, desde el punto de vista de la Administración de los impuestos y los servicios básicos (Sanidad, Pensiones, Servicios Sociales y Empleo), habían logrado  desde abril de 2015 y hasta este momento unos ahorros de más de 150.000 millones de euros.

    La administración tras esta última fusión2, se reducía ya en un 75%, y hasta ahora, la eficiencia en la gestión había arrojado unos datos muy alentadores.

    Por ejemplo más del 70% de los "necesarios" desempleados públicos, (personas  cuya aportación de valor al ciudadano era nula y cuyos puestos de trabajo había que amortizar), había conseguido un nuevo empleo lejos de las ubres del Estado/Autonomías/Ayuntamientos/Empresas Públicas, etc.

    El resto probablemente, tendría que reciclarse. Y es que, no todo el que cree que vale para la política, consigue trabajo en la vida privada, sobre todo aquellas personas que desde que tienen uso de razón, mediante el adoctrinamiento sectario, o por voluntad propia, se han convertido en profesionales de la misma, sin experiencia previa alguna en gestión de empresas, sin siquiera saber lo que es un presupuesto, ni cómo se lee, y sin por supuesto, tener algo básico grabado a fuego en el cerebro: Que los dineros recaudados a los ciudadanos son sagrados y que no se puede meter la mano en la caja ni que sea para pillar un céntimo de euro. ¿Era tan dificil aprender eso?. Todas las familias lo saben, y lo sufren cada día. ¿Por qué ellos no?

    En junio de 2018, hacía tan solo un mes, el paro se había reducido ya al 7%, muy por debajo de las tasas medias de la UE. La competitividad empresarial nos situaba como el segundo exportador europeo tras Alemania. Habíamos entendido de verdad el significado del turismo como negocio de servicios, el de las energías renovables, el de la I+D, el de la construcción, tan importante para mover a otros muchos sectores, semejante a su motor de arranque.

    Imprimimos toda nuestra pasión en conseguir ser el país con los mejores servicios del mundo sin excepción, tanto en la gestión como en la diversidad y el trato exquisito al cliente. Se consiguió, por ejemplo, este mismo año un incremento del gasto medio por turista superando por primera vez a Francia e Italia.

    Costó casi una revolución pero no había otra salida: 1 millón de familias (de los casi 6 millones de parados) sin ningún tipo de recurso económico para vivir dignamente por falta de trabajo y de prestaciones en la primavera de 2015, era el colmo, algo insostenible.

    Sobre todo mientras los políticos seguían apoltronados en el poder, sin hacer absolutamente nada, entre otras razones porque, o no tenían ni idea de cómo hacerlo, o porque realmente su poder, excepto para aparentar, estaba vacío de contenido, de instrumentos y capacidades de control monetario o de endeudamiento, aunque eso sí, habían logrado mantener una encomiable habilidad para recaudar impuestos, un mimo exarcebado para multar sin ningún criterio y una tremenda imaginación para seguir generando nuevas tasas indiscriminadamente tanto a empresas como a familias. Pero esto debía acabarse y se acabó.

    Algunos hombres preclaros llegados de la política activa los menos, de las universidades, de las empresas, del mundo de la ciencia y de la cultura, en su mayoría ingenieros, que son los que se supone que se las ingenian mejor, pero también escritores, biólogos, físicos, hombres hechos así mismos, pero con una característica esencial: Su pasión por servir al país, su contrastada trayectoria de éxitos en sus quehaceres privados y su capacidad de gestión de los recursos ajenos, sin interés alguno en meter la mano en la caja, (bajo pena de corte de ambas manos, a cargo eso sí, de la seguridad social), se pusieron manos a la obra.

    Aquellos, junto a expertos en áreas tan diversas como el deporte, el coaching, las ciencias del mar o el periodismo, consiguieron decir por fin las cosas claras, lograron hacernos perder el miedo al verdadero cambio, pese a los augurios de ciertos personajes hoy olvidados, y autores cuyas tesis daban por sentado que las cosas no cambiarían jamás, que el poder de unos pocos sobre la mayoria ha ocurrido siempre, que la historia nos muestra que en todo momento de lo que se trata es de que unos pocos vivan a costa del trabajo, las penurias y el pago de  impuestos de una inmensa mayoría, concediéndonos de vez en cuando alguna pretensión nímia en nombre de una pretendida libertad para acallar sus verdaderos motivos: mantenerse en el poder pase lo que pase, cueste lo que cueste, caiga quien caiga.

    Sin embargo apelando a los grandes maestros, Kant, Hobbes, Locke, Rousseau, César, Churchill, y tantos otros, demostraron la capacidad del hombre para cambiar su destino y el de sus pueblos, y ¡vaya si lo consiguieron!.

    Probablemente, de la única manera en que podía hacerse: con una revolución, brevísima, pero revolución al fin (sin muertos, solo 6 suicidios de políticos ya encausados o a punto de estarlo) y sobre todo con palabras sencillas, comprensibles para todo el mundo.

    Los ciudadanos por fin confiamos en textos y arengas como algunas que conservo, sacadas de twiter y del resto de redes sociales y que pululaban por internet desde hacía ya 10 años. Se consiguió el cambio desde dentro, ¿les suena?, aprovechando los modos legales de actuación que nos dimos el 86% de los españoles al aprobar nuestra Constitución allá por el 78.

    A estas personas se les dieron poderes absolutos aunque limitados en el tiempo y formaron un Consejo de Servidores Expertos, (CES) al servicio de la coalición mayoritaria que gobernaba en cada momento.

    La idea básica era aplicar los mismos conceptos que funcionaban en el mercado, porque éramos una economía de mercado; Y esos mismos síntomas de inoperancia, inefectividad, falta de recursos, despilfarro, ineficiencia, descontrol, incapacidad para competir en entornos abiertos y globales, equivocación total en las prioridades y desenfoque en el diagnóstico de la situación a reparar, el mercado los resolvía entre otras cosas con cierres de empresas, despidos masivos, búsqueda de capital si es que se convencía alguien de que el proyecto seguía siendo viable, y también con FUSIONES y adquisiciones, para conseguir el tamaño necesario, la masa crítica mínima para competir con éxito en un mundo global.

    Estos hombres preclaros, se centraron en el concepto de FUSION y sobre todo pusieron el foco en la parte de los presupuestos correspondiente al gasto. Analizaron con lupa cada partida de gasto, todas ellas, de todas las administraciones de todo el país, una por una, euro a euro.

    El concepto de FUSION, fue elegido como paso previo y necesario en la contención del gasto y para mejorar la competitividad. Ello se traduciría en mejores prestaciones y servicios al ciudadano, rebajando fuertemente la presión fiscal porque, con muchos menos recursos, se hacía innecesario afán recaudatorio alguno.

    No se perdió la identidad propia de cada comunidad, o si se prefiere, el carácter identitario al que ciertas comunidades solían apelar, porque éstas no desaparecieron como tales sino que se reforzaron entre si. A tan importante concepto para algunos, éste del carácter identitario, (sobre todo como vehículo atractivísimo para conseguir el poder, echando las culpas de todos los males al otro y atribuyéndose no pocas dosis de endiosamiento y caudillismo casi), se le dio una vuelta de tuerca incorporándolo todo en un proyecto más ambicioso y con enfoque único en el ciudadano y sus necesidades básicas: Trabajo y salud, que el resto se lo curraba él solo según su buen hacer de padre/madre de familia, incluyendo sus necesidades de pertenencia a su comunidad, región, creencia, ciudad o barrio, según le viniera en gana.

    La primera de las fusiones tuvo lugar ya en la primavera de 20152 mediante la unión administrativa de Castilla-La Mancha, Murcia y Extremadura, consiguiendo, por cierto, que 2 de esas 3 comunidades tuvieran, de nuevo, acceso al mar.

    Esa fusión provocó de inmediato la eliminación del 55% de los políticos y la reducción del tamaño de la administración pública en un 79%, tras un descenso brutal del número de funcionarios, entidades y empresas que no servían absolutamente para nada puesto que no aportaban valor alguno al ciudadano.

    En solo 2 meses este nuevo Ente consiguió superavit financiero; las agencias internacionales mejoraron su rating a niveles del de Japón; Hubo unidad  total de mercado, total empatía con el resto de Europa. Se escribieron tesis acerca de semejante milagro; venían de todas partes políticos, empresarios, investigadores y curiosos para aprender lo que ya se denominaba "el segundo milagro español", (¡qué milagro ni que gaitas!: sentido común) y lo clave: El paro se redujo desde el 30% al que se había llegado tan solo 2 años antes a solo el 8%, y continuaba descendiendo cada semana.

    Se redujeron brutalmente todos los impuestos a las personas y a las empresas; se redujeron a CERO las necesidades de subvencionar nada. Se tuvo acceso privilegiado al crédito aunque su uso no era necesario en absoluto.

    La mala noticia era que el 70% del paro que quedaba en ese recién nacido Ente, estaba constituido por los propios políticos cesados, a los que por su escasa formación, educación mínima, falta de idiomas y de reciclaje profesional, les estaba costando más incorporarse a la vida laboral, como a todo hijo de vecino le había costado también, dicho sea de paso.

    La aplicación del concepto de FUSION acababa además con términos casi fascistoides como los de adoctrinamiento, propaganda, sectarismo, o victimismo reivindicativo, todos ellos elementos típicos de otras épocas, felizmente superadas, que perseguían siempre los mismos objetivos: mantenerse unos pocos, los de siempre, en la casta del poder y hacer que la mayoría siguiera trabajando y pagando impuestos para ellos: los mismos siempre también. Conceptos que no creaban puestos de trabajo, ni daban de comer a nadie porque no aportaban valor alguno al ciudadano.

    Se habían reducido sustancialmente las estructuras del Estado y de las administraciones (todas y a todos los niveles). De hecho Iberia era ya en el otoño de 2017 el país de la comunidad europea con mejores índices de eficiencia y racionalidad administrativa, así como con el menor coste medio de administración pública por habitante y año.

    Al fusionarnos con Portugal, aunque ya fuimos Uno en el pasado3, la renta teórica por habitante descendió, con lo que Iberia, accedió a  más recursos e inversiones  procedentes de la UE. Se convirtió de nuevo en receptora neta de fondos de la Comunidad Europea.

    ¿Y quienes se habían negado, con todas sus fuerzas, y con toda la propaganda, (pagada, por cierto, con nuestros impuestos, ¡cómo si no!, para ponerla a su servicio), ¿quienes se habían opuesto, digo, a dar este paso?: Los políticos, y justo ahí es cuando se les vio el plumero, y todos comenzamos a darnos cuenta del percal.

    Ellos no querían cambios sustanciales, radicales, sino solo un poco de maquillaje, el mínimo necesario para salir del paso y acallar consciencias, por el miedo terrible a perder sus prebendas, fantásticos viajes, puestazos, cochazos, persecución continua pero consentida de los medios (luces y cámaras) como si fueran estrellas de cine. Pero francamente, eso era lo de menos y fue perfectamente asumible el coste de acallarlos y apartarlos de la política.

    Solo hubo que apagarles los micrófonos y prohibir que pagaran medios de comunicación con nuestros impuestos (para que les hiceran el paseillo dia sí y otro también), para que sus falsas arengas no llegaran ni a sus vecinos.

    El sistema administrativo vigente hasta Abril de 2015, no ponía el énfasis en el ciudadano. Por tanto no nos valía como sistema organizativo. Así de simple. Había que romper moldes:

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    Estos 9 puntos forman parte de un ejercicio muy conocido para la creación de nuevos contextos. Se trata de unirlos trazando un máximo de 4 líneas rectas sin levantar el lápiz del papel. La clave del rompecabezas está en nuestra capacidad para redefinir el contexto en el que vemos los 9 puntos.

    La cuestión es ésta: si aceptamos el límite exterior que implican los 9 puntos, no resolveremos nunca el problema.

    De igual forma, si aceptamos como dogma de fe que la estructura organizativa actual compuesta por 17 comunidades autónomas no se puede cambiar, jamás resolveremos los problemas de los ciudadanos.

    Necesitábamos crear un concepto nuevo: un nuevo paradigma y, a través de él, encontrar nuevas soluciones.

    La gran noticia detrás de esta simple idea era que no hacía falta reformar la Carta Magna en absoluto. Se trataba de FUSIONES de Comunidades ya instauradas, para crear Entes más competitivos y racionales. Si a ello añadíamos tecnología y capacidades organizativas, de gestión y de control, verdaderamente contrastadas, dejándolo todo en manos de los mejores técnicos, lo habríamos conseguido sin desvirtuar lo más mínimo las necesidades identitarias de unos pocos. ¡Era genial!.

    Sobre todo, se creyó en esta idea, cuando el paro, verdadera caja de pandora, problema único en el que había que poner todos los esfuerzos, génesis de la situación desesperanzada en la que se encontraba la gran mayoría de ambos países, comenzó a descender a pasos de gigante, semana tras semana, con la implantación de este nuevo paradigma.

    Por extensión, llegó inmediatamente como se ha mencionado antes, la reducción de impuestos y tasas a todos los niveles, la más importante de los últimos 50 años. Y también de las cotizaciones sociales de trabajadores y empresas, y un mimetismo casi enfermizo se extendió por el resto de comunidades, e incluso por Europa entera.

    Más aún, e insistiendo en este punto, técnicamente hablando al fusionarse Portugal y España, la renta per capita teórica del conjunto se redujo en unos 3.000 euros, entrando otra vez este nuevo país en el grupo de la UE merecedor de ser receptor neto de recursos, que esta vez sí, fueron invertidos de un modo racional y efectivo, realimentando la rueda del crecimiento, del empleo, del consumo, de las exportaciones, y finalmente mejorando la salud mental del país entero, que comenzó de nuevo a creer en sí mismo, en su pasión por el servicio, en la pura vida, en el respeto absoluto a la diversidad y a lo distinto como verdaderos signos de nuestra identidad y de nuestras profundas raíces ibéricas.

    Y es que los nacionalismos no saciaban el hambre de nuestros hijos, y poco a poco, habían dejado de alimentar también nuestras ansias de libertad porque tampoco suponían la libertad en absoluto sino un simple cambio de cromos, de papeles y de nombres, para que todo siguiera igual: Era, sencillamente, un engaño que suponía  el cambio de unos políticos por otros, (eso sí de nuestra tierra eh!, que ya que me roban, que sean de los míos) para hacer lo mismo y esquilmarnos de igual o mejores maneras, en nombre de nuestra identidad milenaria como pueblo distinto y superior al tuyo.

    La aplicación de las enormes aportaciones que nos permitían las nuevas tecnologías y la contratación de las personas con mejor formación técnica, claves para cuadrar presupuestos complejos y dar respuesta a las necesidades básicas de los ciudadanos, no se conseguirían nunca con el sistema politico y administrativo que teníamos. Por eso había que cambiarlo todo.

    Nacía entonces la República Federal de Iberia: el país más eficiente y enfocado al ciudadano que había existido jamás, superando en calidad de vida y servicio a toda Europa y al mundo entero, con permiso de Singapur. ¡Pero quién demonios quería parecerse a Singapur!, donde estaba prohibido hasta mascar chicle en la vía pública.

    ¿Y qué nos diferenciaba realmente de nuestros amigos los portugueses, dentro de la UE?. ¿No seríamos mucho más eficaces y competitivos juntos de nuevo? Era así de sencillo. Era la apuesta ganadora.

    Las pretendidas diferencias entre comunidades y países habían sido acrecentadas y exageradas artificalmente para crear cotos de poder, no para servir más eficientemente al ciudadado.  Eran una mala copia de los extintos Reinos de Taifas4.

    La búsqueda enfermiza de acólitos a través del control de los medios de comunicación públicos y las escuelas tenía que acabarse. Se persiguieron por ley las arengas o intentos de proselitismo desde foros públicos del odio a lo ajeno, a lo diverso, a los que no piensan como yo, a los que no han nacido, ¡Dios cómo si pudiera elegirse!, en la tierra en la que yo nací y que considero mía y no tuya, oh vil extranjero.

    Si un político, elegido en las urnas, metía la mano en la caja de todos, se le debían cortar ambas manos. El estado le garantizaba, no obstante, la curación de sus heridas y una prestación de invalidez de por vida, con cargo a la seguridad social. Hasta la fecha, solo en una ocasión, no hubo más remedio que hacerlo. Pero, ¡caray, es que no había dudas razonables que lo impidieran!

    Hacer campañas institucionales en medios masivos  no aportaba valor al ciudadano, o le aportaba menos valor que hacer lo mismo vía internet. Fuera del presupuesto entonces. Prohibido gastar dinero en decirme lo bien que lo haces. Si lo haces bien, quizá te vote de nuevo, pero ya lo veré cuando echemos cuentas tú y yo.

    Se acabaron las subvenciones. No vamos a recaudar de más para crear fondos a repartir después según el cumplimiento de no se qué condiciones. ¿Por qué?, porque preferimos que sea el mercado el que se encargue de eso, mediante la reducción real de todos los impuestos. Así evitamos la corrupción agazapada en toda la cadena de pretendido valor de esas subvenciones desde su gestación, hasta su control y seguimiento. Subvenciones que además siempre llegaban a los mismas multinacionales dejando las migajas para pymes y emprendedores. Y algún que otro cacho para los sindicatos.

    Se elevó a Dogma de fe el concepto de que un político es un servidor del estado, y no al revés y se mostró a ese servidor del estado el verdadero valor de ese servicio a la comunidad, que le premiaría si lo hacía bien, otorgándole más poder. He aquí la gracia de la aparente paradoja: Cuanto más y mejor sirves a los demás más poderoso eres pues más poder se te concede.

    Las lenguas no servían realmente para definir entidades separadas como nos habían hecho creer, (en beneficio solo de los pocos que dominaban el poder), sino para comunicarse y enriquecerse mutuamente. La india, por poner un ejemplo, tiene 30 idiomas y más de 2.000 dialectos. En China existen al menos ocho grupos lingüísticos distintos, que suman varios cientos de dialectos y variantes, que en la mayoría de las veces no son comprensibles entre sí. Y no pasa nada. Y a nadie se le ocurre desgajar esos países.

    El idioma que había que potenciar, nos doliera lo que nos doliera, era el inglés, que era el idioma del último imperio conocido; era el idioma de la tecnología, de la ciencia, y el idioma en fín, sin el cual nuestros hijos no encontrarían trabajo cuando les tocara buscarlo.

    Por tanto, y sabido esto, se potenció la libertad absoluta idiomática, y se dejó al ciudadado que decidiera lo mejor para él y los suyos, entre las muchas opciones que encontraría en el mercado porque al final, la libertad de elección es una farsa si no tengo al menos 2 opciones de igual coste donde elegir.

    La TV pública, deficitaria sistémica, no tenía sentido en la era de Internet. Se acabó con todas ellas en un santiamén. ¡Y es que llegaron a ser más de 100!, contando no ya las autonómicas o locales sino las comarcales, que llegaron a tener una audicencia media de ¡12 personas/día!, pero que consumían recursos públicos suficientes como para dar de comer a 200 veces ese número.

    Lo público no esencial debía dejarse en manos privadas. Si la iniciativa privada le sacaba rentabilidad, bendito fuera quien sea, y si no, francamente estaba de más ese pretendido servicio y mucho menos si consumía recursos pagados con nuestros impuestos.

    ¿Embajadas?, las mínimas para dar los servicios básicos. Anquilosadas en el pasado, tenían que evolucionar hacia conceptos casi de Lobby, tan denostados, pero tan necesarios y presentes en el mundo entero, incluso en la UE. Y así estaba siendo.

    Gastos suntuarios o de exaltación nacionalista, como subvenciones de conciertos, oscuras inversiones en actos discutibles, vehículos oficiales, viajes de políticos a vender Dios sabe qué cosas, etc. Eliminado todo de un plumazo, sin que nada pasara sino el cabreo, por otra parte entendible, pero olvidado en unos días, de los políticos de turno.

    ¿Y olvidado por qué?, porque cada euro ahorrado en ello era puesto automáticamente en la caja, a disposición de lo esencial: Generar el caldo de cultivo necesario para permitir la creación, el desarrollo y la consolidación de las empresas y emprendedores, para que se crearan puestos de trabajo masivos. Ese era el problema a resolver. Y así se estaba resolviendo por fin.

    Se acabaron pues, las prebendas, los coches oficiales, las pensiones vitalicias y cualquier otra "dádiva graciosa" de las que no disfrutaran de igual modo los ciudadanos.

    ¿Seguridad Social pública, seguro?. Se estudiaron muchas alternativas para racionalizar laseguridad social como se entendía hasta entonces. Se dejaron de poner parches, de modo distinto además según la comunidad autónoma de turno y se tomó conciencia real de la necesidad de apoyar sistemas privados. Al incentivarse éstos, nacieron nuevas empresas en el sector salud, que al competir entre sí, redujeron los precios a sus asociados, que se incrementaron en número ampliando el sector y sus capacidades de investigación, contratación de mejores medios y profesionales, etc. El pasado mes de enero de este mismo año 2018, la seguridad social había logrado un superavit histórico.

    La Casa Real había aportado mucho valor al ciudadano pero ya no. No bajo este nuevo paradigma. Debía desaparecer de los presupuestos generales totalmente, eso sí, con honores de Estado por el trabajo realizado desde la transición,  y quedar, con todos los respetos, fuera de los sistemas de gobierno reales o aparentes. ¿Y como embajadores dentro del sistema de embajadas que se estaba creando, como algún experto sugirió?, ¡fantástico!, y probablemente más efectivas y comprensibles sus atribuciones y viajes. Era una opción perfectamente plausible. Sus contactos podrían ser muy útiles a Iberia. Sea.

    La universidad pública debía reformarse para ser rentable o desaparecer tal y como estaba planteada. Debía apostarse por su reducción en tamaño y buscar la excelencia a través de la especialización para poder competir con la privada. Incrementar la libre competencia en la privada era vital. Para conseguir atraer alumnos las claves eran sencillas: Un buen claustro de profesores, una buena bolsa de empleo e instalaciones y medios técnicos de calidad.

    La ley de unidad de mercado en el marco de la UE se hizo realidad muy pronto. Ya no tenía sentido legislar cada uno lo que le viniera en gana, saliera el sol por Antequera, sin ningún criterio y solo para dificultar la libre competencia e igualdad de oportunidades de empresas y personas de fuera de mi comunidad. ¡Pero esto qué es!. Se acabó con ello de la noche a la mañana.

    Se potenció el Tribunal de cuentas, con poderes y recursos casi omnímodos, suficientes como para tener acceso a cualquier movimiento bancario o no, donde estuviera implicado un solo céntimo del contribuyente, fiscalizarlo, y tomar en el acto las medidas oportunas, si había sospechas de su legalidad.

    Se fusionaron por absorciones masivas todas las policías locales y autonómicas creándose un solo cuerpo ibérico de policia junto a la Benemérita que seguiría siendo como hasta ahora: incólume. Esa fusión trajo enormes ventajas no solo económicas sino en la gestión de la información, que se pudo por fin compartir siendo el trabajo de la policía mucho más eficaz en beneficio del ciudadano. La UE estaba estudiando en estos momentos nuestro nuevo sistema para sugerir sus bondades en otros países que comenzaban a caer en el mismo error.

    La cultura debía de ser privada o  no ser. El estado debía eliminar su presencia, borrarse de cualquier intento de subvencionar o pagar directamente cualquier iniciativa cultural, ni siquiera con premios. Volvieron los mecenas a escena: particulares y empresas que apostaron por el mecenazgo de museos, por ejemplo, que ya eran gratis total en la mayoría de las ciudades de Iberia, al estilo de otros países y ciudades como Londres.

    En fin, Las universidades, la sanidad y los servicios de empleo debían avanzar en su privatización, no porque fueran insostenibles tal y como estaban ahora, aplicando un poco de buena gestión y control presupuestario, sino porque sería mucho más eficiente, se pongan como se pongan, tender a que la gente pague menos impuestos y se espabile buscándose alternativas privadas, que se incrementarán en cuanto a opciones y precios, mejorarán servicios, y serán más competitivas porque serán rentables y podrán adquirir mejores equipos y profesionales más hábiles.

    El calendario de fiestas de Iberia se racionalizó colocándose todas, sin ningún tipo de excepción, (religiosa, histórica o local) en lunes o en viernes, consiguiéndose con ello, que de cada 5 semanas, los Iberos disfrutáramos de 3 días seguidos libres, (a veces 4!) y mejorando la productividad del país en su conjunto y la imagen de Iberia como pais serio y confiable.

    Los pocos ministerios necesarios (solo por el momento, porque puede que sobren más en el futuro), salieron de la antigua capital, (que ya no era Madrid sino Valladolid, como lo fue en tiempos de Carlos I5), y se repartieron entre las distintas ciudades por tiempo limitado y rotatorio para evitar dar "argumentos al enemigo" sobre posibles amiguismos y yernocracias.

    El Estado, en fin, o más concretamente la administración de la cosa pública, debía entenderse como una organización eficientísima y eficacísima cuyo único objetivo y razón de ser fuera conseguir el máximo de bienestar con el mínimo de recaudación posible. Y el Estado, con el anterior sistema, solo había conseguido la excelencia en la recaudación de impuestos. ¡Para ésto eran los mejores del mundo!

    El sector público, mucho más pequeño, pero también el privado, ha comenzado ya, tras las fusiones de comunidades, a mejorar sus servicios, a eliminar duplicidades, a controlar el gasto y a rendir cuentas de en qué se gastan cada centimo de euro de lo que recaudan, igual que en las familias se hace, exactamente con el mismo criterio, así de sencillo.

    Las sedes parlamentarias se han reducido  a 5, desde las 18 que había. Los edificios públicos reconvierten poco a poco sus actividades o se venden directamente.

    El senado consta ahora solo de 5 miembros, 1 por ente, y se reunen en hoteles de lujo con su equipo de técnicos 1 vez al mes, ahorrando el 90% del coste que suponía antes.

    Al eliminarse la centralidad de un modo tan evidente y plástico, mejoró la calidad de vida en Madrid y se vaciaba de contenido el pretendido centralismo al que apelaban erroneamente los nacionalismos cuando, por cierto, todo el mundo sabía que un nuevo centralismo, la UE, había nacido ya en enero de 1986, mucho más sibilino, exigente y controlador final de los bolsillos de toda Iberia y de toda Europa, rompiendo con el axioma de que se gestionan mejor los recursos cuanto más cerca del ciudadano. Menuda estupidez!!. En realidad se roba más impunemente de esa manera.

    Se prohibieron expresamente las donaciones, anónimas o no, a los partidos políticos y a los sindicatos, los cuales deberían tirar de imaginación, (como hizo la mayoría de los ciudadanos para salir adelante durante los peores años de la crisis), para conseguir los recursos que necesiten. Y como deberán hacer también fundaciones de cualquier signo, político o no, sin excepción alguna.

    El sector de las telecomunciaciones, energías y banca, eran más rentables que sus homologos europeos atrayendo capital e inversiones rapidamente.

    Los precios de la vivienda se mantenían estables o con leves subidas a causa de las políticas recien implantadas como las de derribos selectivos para descremar oferta, la puesta en valor de los alquileres, etc. Colgamos, en fin, un cartel bien grande, donde podía leerse en 100 idiomas, desde todos los lugares: Iberia, recién pintado.

    Cuando por fin desperté de mi sueño, comenzaba a clarear en mi habitación y a través de las persianas medio echadas, los primeros rayos del sol de julio, hacían brillar motas de polvo a modo de finísima niebla, sugiriéndome que ya iba siendo hora de limpiar un poco.

    Se oían voces de niños en el parque. No fui capaz de asomarme a las ventanas como cada mañana al despertar camino de la ducha, no fuera que los viejos de siempre y algunos ejecutivos con corbata aún deambularan como siempre por entre las flores. Todos escucharían tristes la radio: Brasil 1; Iberia 0. Final del partido.

                             Barcelona a 06 de Julio de 2013

     

     

    Autor:

    Carlos Magana