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La independencia en Santa Marta – Último bastión realista del caribe colombiano- (página 3)


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"Todo el mundo está revuelto, tanto que hasta esta ciudad se ha movido ya, y lo peor es que estoy en la danza. Has de saber que Don Esteban Granados fue nombrado Asesor del Cabildo, y no admitió sino bajo la condición de que no se le impidiese su viaje al Valle Dupar, poniendo entretanto un sustituto. Éste fue tu hermano, y no pude excusarme de hacerle tal servicio, porque me comprometió sin recurso. El día 10 de éste se juntaron varios del Pueblo, fueron a casa del Gobernador y le pidieron Junta; él citó a Cabildo, y yo tuve que asistir también. Se propuso la formación de la Junta, y todos los capitulares convinieron con ella. Se comenzó, pues, la votación de vocales por todo el pueblo, y con al mayor quietud quedaron electos los que tuvieron mayor número de votos, instalándose la Junta a las 2 de la mañana, porque el Cabildo comenzó a las 6 de la tarde. Pusieron de presidente al Gobernador, de vicepresidente a Munive, y a mí me dieron 91 votos, es decir que no salí electo, por lo que estaba contentísimo; pero la Junta nombró inmediatamente secretario, recayendo en mí la elección por absoluta conformidad de votos, y en términos tan honoríficos, que no pude menos que aceptar el cargo, y así me tienes sumamente ocupado, mucho más con haberse declarado en el mismo acto del nombramiento, que debía tener voto en la Junta. Ésta se compone de 14 vocales, el presidente, el vicepresidente, un vocal nato que lo es Viana, y el secretario. Todavía está bastante informe, y cuesta infinito trabajo reducirlos a razón. El Gobernador a todo se presta, tiembla de miedo y nada habla en las juntas, que ahora son casi diarias. Está tan mudado, que no se le conoce, y en la noche de la instalación me compadeció mucho. Su deferencia es tal, que a una mera insinuación cedió los derechos que llevaba por las guías y licencias; ofreció también ceder los derechos de actuación, pero no fue admitida tal oferta. La Junta se titula Superior Provincial, con tratamiento de Señoría. Los chapetones, que aquí se llaman ñopos, rabian con ella, pero el Pueblo parece contento. Ayer se recibieron los papeles de oficio de esa capital, y se ofreció la gran cuestión sobre el reconocimiento del Consejo de Regencia. Yo manifesté que éste ningún derecho tenía para mandarnos, y fui de dictamen que debíamos adherirnos a Santa Fe en todo…

Doy gracias a Dios de ver ya libre a una Patria que tanto amo, del yugo con que se le oprimía. Todos aquí han celebrado el modo con que despertó Santa Fe, y ya se notan los felices efectos de su revolución en lo mucho que ha bajado la altanería de los insolentes ñopos… Debemos servir y ayudar siempre a la Patria, y principalmente en un tiempo en que probablemente pone los cimientos a su felicidad. Todo lo que ahora trabajes es para beneficio de Ignacio y Gregorio [Gutiérrez Vergara, hijos de don José Gregorio]: cuánto debe alentarte este pensamiento. Yo quisiera estar contigo para ayudarte y ayudar a mi Padre [don Pantaleón Gutiérrez y Díaz de Quijano], a quien contemplo lleno de afanes y cuidados; pero me consuela el creer que no soy inútil aquí, y que cualquiera punto de América debe serme tan interesante como Santa Fe […]".[31]

El 22 de diciembre de 1810, la rebelión patriota de Santa Marta toma un giro poco prometedor, en vista de las frecuentes intrigas y acechanzas de los realistas. La cizaña crece y algunos de los líderes serán expulsados del seno de la Junta y obligados a abandonar la ciudad. En una carta dirigida al patriota Francisco Aquilino Jácome, comisionado de Ocaña, su ciudad natal, a la Junta de Santa Marta, se percibe entre líneas que en esa provincia no soplan buenos vientos:

"Hemos recibido tus contestaciones y nos hemos complacido de tu recepción y de que goces de salud. Estamos persuadidos del amor e interés que sientes por tu patria; y en el día de mañana se publicarán por bando las decisiones benéficas sobre los puntos que has promovido en nuestro beneficio. Por la carta de Camilo Torres estarás impuesto del concepto que merece en la capital el gobernador que, como español, no puede prescindir del Consejo de regencia. Sabes que el Socorro, Girón, Pamplona, Tunja y todo el Reino con la Junta de Santa Fe lo han negado; y aun Cartagena, como tú mismo lo dices y lo hemos visto por sus pliegos.

La Provincia de Venezuela ha hecho lo mismo y se ha aprobado generalmente, aun por los mismos españoles imparciales. Así es, que nosotros no nos dignamos dar contestación a Santa Marta y te dirigimos originales los pliegos que nos remitió sobre obedecimiento a virreyes, diputados en Cortes para España, cuya época pasó y sobre que delira ese gobierno en la publicación de las últimas noticias de la Península, dadas por cierto individuo de aquella nación. El gobierno de Santa Marta se desentiende de nuestras contestaciones: retuvo las que mandamos por su conducto a Santa fe; ya ves que la cábala fermenta y se decide por la intriga para dejarnos a oscuras. Ya de Cali, con las demás ciudades de la Provincia de Popayán, han mandado a Santa Fe sus diputados para consolidar sus derechos. De Cartagena también se han nombrado, y es preciso se verifique el Congreso capaz solamente de determinar nuestro gobierno y asegurar nuestra felicidad: nos hallamos en un estado violento y es imposible que subsista; los pueblos volverán sobre sí, y sosegadas las turbulencias, se verá el mérito de cada uno de ellos. ?El gobernador de Santa Marta, que tiene oprimido al criollaje; que ha hecho salir de la Junta a su asesor el Dr. Viana y a Esteban, cuyas conductas y luces conocemos bien, y a otros sujetos, no puede durar en el gobierno; la lucha contra todo el Reino y su suerte será como las de los demás tiranos; no puedes contra el torrente, cooperar con sus ideas, ni continuar en una causa en que él solo manda. Así, vente, pues estaremos contentos con tenerte aquí, como para aprovecharnos de tus luces. Tales son los sentimientos de Martín Cortés".[32]

Así, pues, como anotamos, el 22 de diciembre en el interior de la Junta se produce una ruptura entre los representantes de la cusa republicana y los seguidores del rey.

El personaje de mayor relevancia en la Junta es José María Martínez de Aparicio, quien no está dispuesto a cooperar con las ideas republicanas, ya que en carne y hueso se siente unido a sus ancestros españoles. Por esto, aprovecha ese día, y reta a los republicanos Antonio Viana, José Francisco Munive, Agustín Gutiérrez Moreno y Basilio García. Sin embargo, tanto José Francisco Munive como Basilio García son desde el siglo XVII, vástagos legítimos del legado español en la Provincia de Santa Marta, y ambos eran dueños de inmensos caudales y terratenientes de alta envergadura.

En su trabajo de grado para optar al título de Historiadora, Diana Milena Bernal Moreno, del Departamento de Historia de la Pontificia Universidad Javeriana hace una reflexión muy atinada sobre la mentalidad política de los samarios en el momento de gestarse el proceso de Independencia: "La pequeña elite local de Santa Marta, compuesta principalmente por blancos criollos y peninsulares con residencia temporal o permanente, no tenía la fuerza política o económica para erigirse como un grupo con intereses separados de los de la corona. Unido a esto se encuentran los distintos lazos consanguíneos de las elites criollas con funcionarios peninsulares, esto a simple vista no sería un factor de gran relevancia, pero en la provincia de Santa Marta se convirtió en uno de los elementos para que se diera su configuración política e ideológica criolla. El interés era entonces el mantenimiento de las órdenes coloniales, mediante los cuales se le otorgaba una preeminencia social a los sectores blancos terratenientes de la región y que buscaban obtener el control de la mayoría de las instituciones, no con un interés autonomista sino de mantenimiento del statu quo que les otorgaba el poder local".

El caso de la persistente fidelidad de los samarios al Rey y de su arraigado sentimiento de nobleza que aún permanece tan vivo como en el siglo XIX, no obstante la consolidación de la Independencia, y la erección de la República, merece un exhaustivo estudio, en el que se entroncarán todas las ramas del conocimiento dedicadas a esta clase de fenómenos socio-culturales.

El año de 1813 es crucial para el afianzamiento del Rey en esta provincia. El Cabildo no cede ante las presiones de Cartagena de Indias. Como suscribieron en el Acta de 1810 están dispuestos a verter su sangre y ofrendar sus vidas por su "legítimo Señor". El 5 de enero, el Cabildo se reúne con la finalidad de idear estrategias de defensa, y para alcanzar este cometido, delegan a José Francisco de Munive, para que en su calidad de seguidor de las ideas republicanas, concilie con los adversarios cartageneros. Pero, el mensaje del Cabildo de Santa Marta no es halagador para un entendimiento, ya que las condiciones enviadas rezuman una desmedida afección realista: 1) Que Santa Marta seguiría reconociendo a Fernando VII y a las cortes,2) Que continuaría observando la Constitución política de la Monarquía, 3) Que se respetasen las personas y las propiedades, no sólo de los habitantes, sino de los emigrados, 4) Que se corriese un velo sobre lo pasado, especialmente en materia de opiniones…[33]

La cárcel de El Morro estaba colmada de presos en condiciones deplorables. Para el bien de todas estas personas arribó al puerto el Virrey Francisco de Montalvo y Ambulodi, el 2 de junio de 1813. En el acto, pasó revista a las cárceles, y como era un hombre diplomático, quiso ofrecer una imagen piadosa y benigna del rey Fernando VII. Por esto, al cabo de unos meses tomó la decisión de aliviar el sufrimiento de los prisioneros realistas, enviados a dichos lugares por Pierre Labatut.

Decreto del Virrey Francisco de Montalvo y Ambulodi a los prisioneros realistas de Santa Marta

"En la muy noble y leal ciudad de Santa Marta, a los veintidós días del mes de octubre de 1813, el Señor Mariscal de Campo[34]de los Ejércitos nacional Don Francisco de Montalvo y Ambulodi, Capitán General, Jefe superior Político de la Provincia del Nuevo Reino de Granada, dijo a su Señoría: Que deseando contribuir por todos los caminos, y en cuanto está de su parte, el bien y socorro de los beneméritos habitantes de esta Provincia y debiéndose postular en esta capital la Junta Pía Religiosa mandada establecer por las cortes Generales y Extraordinarias en su real decreto de 11 de mayo de 1811, con el fin de aliviar en lo posible, la suerte de nuestros prisioneros, sus familias, viudas y demás personas que hayan padecido en la presente guerra, debía mandar y mando constituir la dicha Junta, compuesta de Su Señoría como Presidente nato por la Ley, del señor Esteban Díaz Granados, que hace de Juez de Letras de esta ciudad, por no haber otro magistrado que pueda suplir su asistencia, del señor Regente de la máxima Audiencia territorial, del señor don Gregorio de la Bastida, Presbítero, dignidad de Chantre de esta Santa Iglesia Catedral, en defecto del Rvdo. Obispo prisionero en la rebelde ciudad de Cartagena…del Secretario del Cabildo Eclesiástico, en la forma y para los fines prevenidos en el citado decreto,….para que reunidos y congregados en el Palacio de su morada, se celebre la primera Junta Piadosa y convengan en ella todas las diligencias que deban practicarse, socorriendo a todas las personas que sufren los más viles y dolorosos tratamientos por parte de los insurgentes de la mencionada ciudad de Cartagena, irritados de no poder vencer su constancia y fidelidad al Rey…".[35]

Francisco de Montalvo

CAPITULO II

Sublevación y Juicio contra la Heroína María Lorenza García Munive – Los presos de la cárcel del Morro- El Cacique realista Antonio Núñez

María Lorenza contrajo matrimonio con Manuel María Dávila, en realidad según los textos originales el apellido era "Peres Dávila", se habían conocido dos años antes en una reunión en la casa de don José Francisco de Munive. Tanto don Manuel como don José estrechaban una amistad sincera, y ambos compartían los mismos ideales. A pesar de las discrepancias entre Cartagena y Santa Marta, había vínculos entre las dos ciudades. Los inmigrantes españoles del siglo XVII permanecían unidos a lo largo y ancho del Caribe Colombiano. Casi todos eran parientes.

El matrimonio se efectuó el 1º de Noviembre de 1804, siendo testigo del muy ilustre don Josef Francisco de

Munive y Mozo, y otras personalidades, la Condesita de Pestagua, doña María Antonia de Madariaga, y toda la parentela de don Manuel, quienes hicieron muestra de sus blasones y méritos en este incierto Nuevo Mundo.

El amor de doña María Lorenza por su esposo don Manuel María estaba ungido por los ideales de la época. El tenía un corazón generoso, henchido de emociones fuertes entre las que descollaba el anhelo de libertad. Era un patriota. Ella, procedente de líderes y de gobernantes preclaros llevaba también en su sangre los genes de mentalidades soñadoras, de seres capaces de ofrecer sus vidas y fortunas por causas nobles como su estirpe. No debemos olvidar que los caballeros y damas del siglo XVIII hacían todavía mención de los valores y tradiciones medievales. Poco había cambiado en el mundo, a pesar de la Revolución Francesa, el europeo preconizaba unas costumbres en las que el espíritu novelesco del Cid Campeador era una divisa.

Manuel María Dávila tuvo que hacer acopio de mucha fuerza para resistir las indirectas de los samarios realistas. Es bien conocido en los anales de la historia de la Independencia la posición de Santa Marta, súbditos del Rey. Mientras Cartagena luchaba con todas las potencias de su alma por un bienestar sin sujeción a la Corona, Santa Marta con todos los medios posibles torpedeaba dicha lucha.

En 1810, la Junta Suprema de Cartagena escribe a los habitantes de su Provincia:

"El escandaloso y tímido paso que ha dado el gobierno de Santa Marta, de cerrar los conductos del tráfico y correspondencia con esta provincia, así como ha obligado a este gobierno a tomar las medidas correspondientes, así también lo pone en la necesidad de manifestar la varia e inconsecuente conducta de sus gobernantes: la incivilidad y doblez y aún la miserable malicia con que se han conducido…"

Con los antecedentes arriba indicados, podemos suponer la difícil situación a la que se vio enfrentado Don Manuel María Dávila con mucha frecuencia en las reuniones y en los bailes de salón, a donde solía ir en compañía de su esposa doña María Lorenza. En una ocasión, en casa de don Josef Francisco de Munive y Mozo, doña María Antonia de Madariaga abordó a su pariente política:

-Creo, María Lorenza que hay rumores en toda la ciudad que no favorecen a tu marido-, dijo la Condesita.

-Esos rumores no son infundados, contestó María Lorenza, "vivimos tiempos de cambio, y el Rey nos presiona cada vez más con tributos que no podemos pagar. Tanto tú como yo somos de origen noble, y nuestras casas han contribuido siempre al engrandecimiento de Su Majestad y de la Santa Iglesia Católica, pero hemos llegado a un límite de resistencia.

La condesita guardó silencio. Al cabo de unos segundos de reflexión añadió: el peligro que encierra la tal separación de España nos causará la pérdida de nuestras fortunas. Un día llegará en que el nombre de los Munive y de los Mozo no aparecerá con el brillo que traen desde el siglo XI, cuando nuestros abuelos guerreaban a favor del Rey. Es un presagio. Perderemos todo por culpa de esta guerra. No sé qué genio malsano se ha apoderado de José. De noche no me deja dormir repitiendo que, "no podemos tolerar más las intransigencias del Concejo de Indias, el Rey no quiere entender que ya somos súbditos maduros, que exponiendo nuestras vidas aceptamos venir al Nuevo Mundo, y que ya es hora de que nos traten con los privilegios a los que tenemos rotundo derecho".-Es cierto. Mi tío tiene plena razón – replicó María Lorenza,

-El asunto empeora – dijo la condesita, "porque se rumora la llegada de un Gobernador autoritario, quien jura de antemano acabar con todo los patriotas. Se refiere a ellos como la canalla de estas tierras, y emplea palabras más grotescas. Siento miedo por nosotros. Además en toda la ciudad tu matrimonio con Manuel María ha ocasionado comentarios que han alterado la paz de nuestras familias. Todo el mundo expresa su descontento, porque tu esposo no pierde ocasión alguna, para expresar sus ideas.

Existe un documento escrito por el Virrey don Francisco de Montalvo, en el cual nos ilustra sobre la tensión entre Cartagena y Santa Marta, acusando a Cartagena de intervenir en los felices destinos de los samarios. El documento reza así:

"No dudando un momento de la incorruptible lealtad de los habitantes de esta provincia…

Ella (España) os ha concedido cuanto podéis desear para promover la industria, las artes y el comercio, y conseguir vuestra felicidad. ¿Quién ha erigido a los mandarines de Cartagena en árbitros de vuestra futura suerte? ¿Cuál es la prosperidad que se prometen los infelices habitantes de aquella provincia de las repetidas expediciones que dirigen contra esta con éxito tan desgraciado?… Cartagena os provoca a la Guerra, aparta vuestros brazos de la agricultura para atender a la defensa de unas incursiones locas… La Madre Patria o la Regencia en su nombre sabedora de tan injusta persecución, y penetrada de vuestros males, me asegura por el Ministerio de la Guerra, que pronto estarán aquí los socorros de tropas que os libertarán de ella (de Cartagena)… Comparad ahora ilustres samarios, cuál de las dos protecciones es más poderosa y real, cuál os promete y asegura sólida fortuna… Cartagena, con la imprudente independencia a que os convida os expone a que sea ocupado vuestro suelo por algún invasor, y a que se os trate entonces como a país recién conquistado".

Santa Marta, 28 de febrero de 1814.

El 10 de agosto de 1810, como de costumbre, Santa Marta ofrecía un ambiente de absoluta tranquilidad. La brisa marina refrescaba los corredores de las viejas casonas coloniales.

Don Josef Francisco de Munive, tío materno de María Lorenza, no había podido conciliar el sueño la noche anterior. Su mujer, doña María Antonia de Madariaga, al verlo con el rostro descompuesto se acercó a él con la gravedad que lo caracterizaba le dijo: "Siento pasos de animal grande. Algo grave está sucediendo en Santafé y es necesario que nos reunamos en casa de Basilio.

A las doce del día, estaba toda la familia reunida. Don Basilio precedía la reunión.

-Parece que han llegado noticias de la capital. Antonio Viana tiene en su poder las noticias que llegaron de Santafé, dijo don Basilio García.

-Sí. El golpe ha sido dado en buena hora, pero no tenemos la exactitud del acontecimiento- anotó don Eugenio García.

-Debemos acudir pronto a donde el Gobernador, tal vez nos proporcione los detalles- dijo don Josef Francisco de Munive.

En el fondo, sentada en un mecedor vienés estaba María Lorenza García. Sus manos temblaban, y sus ojos habían perdido la habitual serenidad. Su corazón latía con vehemencia, mientras su marido don Manuel María Dávila mostraba una cara inusual. Ella sabía que ese día traería cosas nuevas y definitivas para Santa Marta. Pero, su familia involucrada en los quehaceres políticos no se vería bien librada, pues, el Rey impondría sus armas hasta retener el poder y sus colonias. No sería una empresa fácil.

La casa de Don Antonio Viana, teniente de gobernador, estaba repleta de gentes exaltadas. Cuando María Lorenza hizo su entrada acompañada de don Manuel María Dávila, una acalorada discusión giraba en torno a la separación de España y sus inconvenientes.

-¡No estamos preparados!, decía uno de los concurrentes, "si no somos aún capaces de sostener una economía, mucho menos podremos mantener un Estado fuerte y soberano".

-¡Si estamos preparados!, gritó Manuel María Dávila, "además separarnos de España, no significa que vamos a perder nuestra identidad. Nuestras leyes se inspirarán en nuestras costumbres. Siempre España vivirá en nosotros y en los hijos de nuestros hijos. Nuestras raíces aunque se nutran de sangre americana tendrán como soporte la savia del Mediterráneo".

-Los Mozo de la Torre estaos emparentados con la Corona, no obstante es nuestro deber la búsqueda de un gobierno menos inflexible-, dijo don Josef Francisco de Munive y Mozo.

-¡Vayamos al grano!, interpeló don Víctor Salcedo, "en Santafé de Bogotá se ha despojado al Virrey de su investidura y se ha establecido una Junta de Gobierno, por lo tanto es necesario que hagamos lo mismo en Santa Marta.

Después de una severa votación se llegó a un pleno acuerdo. Doña María Lorenza intervino con sus acertados juicios, pero por ser mujer no recibió un puesto en la Junta. Don Víctor Salcedo fue nombrado como Presidente, don José Francisco de Munive, vicepresidente y vocales don Basilio García y el arcediano don Gabriel Díaz Granados.

La iglesia católica se consideraba monárquica. Tal vez por esta razón, el arcediano don Gabriel Díaz Granados nunca estuvo satisfecho de pertenecer a la Junta y se cuenta que dijo: teniendo yo la dicha o desgracia de ser uno de ellos".

La junta de Santa Marta era en el fondo una mezcla de patriotismo con realismo. En el fondo los samarios se sentían más allegados al Rey don Fernando VII que todas las otras provincias. El juramento que hicieron así lo demuestra: "juramos derramar nuestra sangre y sacrificar nuestras vidas en defensa de la religión y del muy amado monarca don Fernando VII".

Recordemos que cuatro años más tarde se celebraría en Santa Marta un TE DEUM en honor a su Majestad, luego del exilio obligado de España.

Sin embargo, los pocos patriotas samarios dieron muestra de carácter en los años siguientes, y muchos de ellos sufrieron un largo encierro en la prisión del Morro, en el Real Seminario y en otros lugares.

Un personaje que pronto cobrará forma es el cacique de Mamatoco, Antonio Núñez. Tanto él como su hijo Juan José apoyaron la causa realista. Los odios dentro de la Junta fueron aumentando, a medida que los dos bandos se perfilaron en sus esteras propias. Don Josef Francisco de Munive y Mozo, don Manuel María Dávila, don Basilio García, su hijo Eugenio García, don Lucas de Munive y Mozo, don Venancio Díaz Granados, el padre Santiago Pérez Mazenet, Ignacia Granados, José Granados, José María Linero, Francisco Mozo, y por supuesto María Lorenza García Munive, esposa de don Manuel María Dávila. Este grupo de personas prestantes de la ciudad, alimentaron en contra de la oposición realista, las ideas patrióticas.

Los Granados tuvieron un papel significativo en la causa emancipadora. No cabe ninguna duda que Ignacia Granados con sus hermanos se opusieron al apego realista de sus compatriotas.

Todo parecía discurrir en calma. Pero, poco a poco se fortalecía la persecución contra los patriotas.

La presencia de don Benito Pérez con título de Virrey en el año 1811 templó el ánimo de los realistas. Este mismo año el Rey Fernando VII nombró al Doctor Manuel Redondo Gómez, obispo de Santa Marta, según real Cédula expedida en Cádiz el 19 de Abril de 1811.

Entre tanto, la Ciudad de Cartagena se declaró enemiga acérrima de Santa Marta por reconocer esta como única autoridad a la Regencia. Tal conflicto ocasionó que Santa Marta atravesara durante la Guerra una situación de miseria absoluta. En una carta de Don Pedro Ruiz de Porras en el año de 1814, se lamenta de este hecho: "Santa Marta empobrecida hasta el último extremo, por haber cesado su poca agricultura, su pequeño comercio. No queda a los habitantes de Santa Marta ni aún la esperanza de mejorar de estado por mucho tiempo".

Vale la pena destacar que de la Habana venían provisiones a Santa Marta. Una carta del Gobernador Tomás de Acosta así lo manifiesta.

"A las once de este día ha fondeado en este puerto procedente de la Habana, la Goleta de Guerra Florida Blanca con 1461 onzas de oro y 40 tercios de tabaco". Tomas de Acosta, Abril 10 de 1812.

Pierre Labatut, Coronel de Ejército, Comandante General, Gobernador de las Armas del Estado de Cartagena, conquistó de las Armas del Estado de Cartagena conquistó la Plaza de Santa Marta a las once de la noche del día 6 de Enero de 1813. Y el diez de Enero hizo su entrada solemne a la ciudad:

"Tengo la satisfacción de decir a V.E. que a las 9 y 30 de esta noche he entrado a la ciudad, encontrándola pacífica, llena de gozo por haber soltado las cadenas que la oprimían y con mucho contento por tenerme dentro de sus muros".

"Sólo podré decir que el Gobernador José de Castillo Calderón de la Barca, oficiales, soldados y demás desafectos se han fugado en los buques de Guerra y transportes que tenían listos, llevándose los intereses y alhajas de la Catedral, de suerte que si los barcos que V. E. me ofreció hubieran estado listos ayer en la Ciénaga, hubieran ingresado al Estado (de Cartagena), dos millones de pesos que se calcula pueden haberse llevado en una y otra especie".

Pierre Labatut, Cuartel General de Santa Marta, Capital de la Provincia enemiga.

Desde Santa Marta dirige Labatut una amonestación a los habitantes de Riohacha:

"Cuando toda esta provincia respira ya su libertad, y con demostraciones las más plausibles reconoce la Soberanía del Estado libre e independiente de Cartagena. Cuando la ciudad de Valle de Upar y su comprensión se exhala a tributar obsequios a los libertadores de su cautiverio. ¿Es posible, Señor Gobernador y naturales del Río de la Hacha que estén tan ciegos, que no hayáis conocido los preciosos atributos de vuestra redención? El derecho primario conque ilustró Dios al hombre desde el instante de su formación concediéndole un libre albedrío en su semejanza, parece estar oculto a vuestros ojos, y que con ellos obrarían las ficciones de los españoles (dueños absolutos de vuestras almas) que estos naturales principios.

Yo, pues, en nombre del Estado Soberano de Cartagena a quien sirvo y bajo cuyas banderas milito, os requiero por segunda vez, ofreciéndoos por medio del Teniente

Coronel, ciudadano Joaquín Palacios, a quien os envío de parlamentario al efecto, nuestra fraternidad, que será inolvidable, la unidad de derechos, la libertad de estos vuestros frutos y demás producciones… pero si a este fraternal y amigable requerimiento os manifestáis indolentes y por contestación no me dais pruebas de haber reconocido la Soberanía del Estado de Cartagena; os juro por él y os empeño mi palabra de honor que en el mismo instante vibrará mi brazo contra vosotros, me conduciré a esa ciudad con mil bayonetas, que tengo prontas y os pasaré a todos a cuchillos sin perdonar la infancia, destruiré vuestras casa, hogares, haciendas y veréis la más horrendo catástrofe en vuestra ruina".

El pueblo de Mamatoco y sus gentes comandadas por el octogenario cacique Antonio Núñez hicieron la contrarrevolución. Se puede afirmar que Mamatoco era el epicentro de acción de los enemigos de la Independencia, y el cacique olvidando el daño causado por los españoles a su pueblo le vendió el alma al diablo y se entregó a la causa realista.

Por esto, cuando Pedro Labatut hizo su entrada a Mamatoco fue recibido por los tiros de los indios que lo odiaban.

El historiador Ernesto Restrepo Tirado dice al respecto: "Los indios de Mamatoco unidos a los de Banda y a algunos samarios que habían abandonado la capital encabezados por el cacique Antonio Núñez y dirigidos por uno de los emigrados de Santa Marta, José María Robles, los pusieron en vergonzosa fuga". [36]

Sorprende una carta del samario Francisco Antonio Linero en la que informa sobre la fuga de Labatut, pero menciona que el Coronel Josef Francisco de Munive y Mozo fue llevado preso por Labatut, ya que este lo consideraba traidor y autor del asalto que le hicieron los indios de Mamatoco. Esto lo encuentro incierto, pues, el Cacique Antonio Núñez demostró en todo momento su adhesión a la Monarquía española, y don Josef Francisco de Munive era un patriota reconocido.

De todas maneras, la carta en cuestión dice así:

"Acaba Santa Marta de echar de su seno al tirano francés Pedro Labatut que con su tropa de Cartagena la oprimía. El se ha retirado en la Fragata del Rey "La Indagadora" embarcando la poca gente que tenía, y al Coronel Don José de Munive a quien atribuyó el asalto que le hicieron los indios del pueblo de Mamatoco el día de hoy… "

Santa Marta 5 de Marzo de 1813, Fco. Antonio Linero.

Disputa de María Lorenza García Munive con el Brigadier Pedro Ruiz de Porras, Gobernador de la Plaza de Santa Marta.

Con la fuga de Pedro Labatut, la ciudad de Santa Marta encendió más su celo por la Corona Española. El arribo de altos funcionarios reales le dio fuerza al proceso, y los patriotas presintieron que había llegado su mala hora. En efecto, no transcurrió mucho tiempo. Al posesionarse Pedro Ruiz de Porras como Gobernador, arremetió contra los subversivos, y elaborando una serie de listas los llevó a prisión.

Una de las prisiones famosas de la época es la de EL MORRO. El sacerdote Antonio Julián en su Historia de la Provincia de Santa Marta se refiere a este sitio en los siguientes términos: "El Morro de Santa Marta, no es como el de la Habana tan famoso, tiene menos fama el de Santa Marta, pero es más apreciable por varias circunstancias. Este es un cerro en medio del agua, redondo y no muy elevado, una pequeña y deliciosa isla, que no deja de tener una legua de circunferencia. Está poblada de algunos verdes montecitos que forman los matorrales, y muchos arbolitos entre los cuales hay alguna caza de aves, y aún de otros animales comestibles… ".

Ya en el año de 1739 el Morro era un fuerte considerable. El gobernador Juan Vera así lo había estipulado. Desde el Morro se disparaba a todo barco de piratas y posteriormente a los barcos de guerra durante la Independencia.

En el fuerte del Morro estuvieron presos los patriotas Santiago Pérez Mazenet, cura de Bonda y Masinga, Manuel María Dávila, Eugenio García, José Francisco de Munive, Joaquín Mozo, Venancio Granados, José Linero.

Pedro Ruiz de Porras poseía una espléndida hoja de vida. Además de ser Mariscal de campo, era caballero de la gran Cruz de San Hermenegildo, y Comendador de Isabel La Católica. Todos estos títulos, ayer y hoy son concedidos por los eficientes servicios que alguien preste a un sistema de gobierno, pero ante todo por contribuir al sostenimiento de ese sistema. Ruiz de Porras no escatimó un solo esfuerzo, para que Su Majestad perviviera en estas tierras tropicales y andinas.

Otro hombre importante que pisó el suelo de Santa Marta en los momentos del suceso de María Lorenza García de Munive, fue el virrey don Francisco de Montalvo Capitán General y Jefe Superior del reino.

Como consignamos Montalvo presenció una ciudad aparentemente tranquila y dispuesta a conciliar por los intereses de la Monarquía.

Las prisiones estaban colmadas de sospechosos. Había gentes de todas las clases. Pero entre ellos sobresalían los nombres de la nobleza criolla, todos descendientes de españoles: Eugenio García, Josef Francisco de Munive y Mozo, Manuel María Dávila, Basilio García, Santiago Pérez Mazenet.

Don Francisco de Montalvo no estaba de acuerdo con el trato que Ruiz de Porras daba a los prisioneros, y así lo informó al concejo. Sobre todo que Ruiz de Porras demoraba el proceso de los sumarios, sin tener en cuenta que muchos de los tildados "rebeldes" eran inocentes. Muchos realistas no escatimaron oportunidad para acusar a sus enemigos ante el Gobernador. De este modo se cobraban viejas deudas. En todas las revoluciones son muchos los que mueren por causas ajenas.

El 1° de Abril se dirige doña María Lorenza García a la casa del Gobernador Don Pedro Ruiz de Porras. Este al verla descender de su coche sonríe con cierta malevolencia. La dama estaba muy nerviosa, pero sin perder su elegancia ni sus modales.

– Señora mía!, dijo Ruíz de Porras," en tiempos de guerra, los asuntos marchan con mucha lentitud".

– Entiendo- respondió María Lorenza, "pero mi esposo sufre de una grave enfermedad nerviosa, y los perjuicios de la prisión pueden empeorarlo".

El Gobernador, con la sutileza que lo caracterizaba, recomendó a María Lorenza que hablara o escribiera al Cacique Núñez de Mamatoco.

El Cacicazgo de Mamatoco

El nombre "Mamatoco" proviene de un gran Cacique, de quien Juan de Castellanos en sus "Elegías de Varones Ilustres de las Indias" se refiere en la Parte II, Canto III, página 275, con ocasión de una de las excursiones realizadas por el gobernador Diego García de Lerma y su sobrino Pedro: "Salieron, pues, y la amistad antigua sustenta Mamatoco quien los ama".[37]

¿En qué sustentaba el Cacique Antonio Núñez su poder?. Me complace aportar luz sobre este asunto ignorado durante ciento noventa y ocho años.

Los cacicazgos estaban reconocidos y legislados por las Leyes de Indias. Así que, el Cacique de Mamatoco, heredero de una pequeña jurisdicción desde tiempos prehispánicos, usufructuaba lo que le pertenecía, y la Monarquía los acreditaba en su poder, en busca de algunas ventajas, como se apreció en la Independencia que, en vez de irse contra la autoridad del Rey, se alistaron en sus filas, defendiéndolo de la sublevación republicana.

Para una cabal sustentación del tema, aporto las leyes que lo amparaban en 1813, y de este modo saber de buena tinta, por qué Antonio Núñez regía con propiedad:

Reconocimiento Jurídico de los Caciques y Cacicazgos en los Reinos Castellanos de Indias por la Monarquía Española.

En este sentido, es oportuno reproducir fragmentos del Libro VI, Título VII "De los Caciques", editado en la "Recopilación de leyes de los Reinos de las Indias":

Ley Primera. Que las Audiencias oigan en justicia a los, indios sobre los Cacicazgos.

"Algunos naturales de las Indias eran en tiempos de su infidelidad, Caciques y Señores de pueblos, y porque después de su conversión a nuestra Santa Fe Católica, es justo que conserven sus derechos, y el haber venido a nuestra obediencia, no los haga de peor condición: Mandamos a nuestras Reales Audiencias que si estos Caciques, o Principales descendientes de los primeros, pretendieren suceder en aquel género de Señorío o Cacicazgo, y sobre esto pidieren Justicia, se la hagan, llamadas y oídas las partes, a quien tocare, con toda brevedad".

Ley Segunda. Que las Audiencias conozcan privativamente de estos derechos y se informen de oficio.

"Las Audiencias han de conocer privativamente del derecho de los Cacicazgos, y si los Caciques o sus descendientes pretendieren suceder en ellos, y en la jurisdicción que antes tenían, y pidieren Justicia, procederán conforme a lo ordenado: Y así mismo se informarán de oficio, sobre lo que en esto pasa, y constándoles que algunos están despojados injustamente de sus Cacicazgos, y jurisdicciones, derechos y rentas, que con ellos les eran debidos, los harán restituir, citadas las partes a quien tocare, y harán lo mismo, si algunos pueblos estuvieren despojados del derecho que hubieren tenido de elegir Caciques".

Ley Tercera. Que se guarde la costumbre en la sucesión de los Cacicazgos.

"Desde el descubrimiento de las Indias se ha estado en posesión y costumbre que en los Cacicazgos sucedan los hijos a sus padres: Mandamos que en esto no se haga novedad, y los Virreyes, Audiencias y Gobernadores, no tengan arbitrio en quitarlos a unos y darlos a otros, dejando la sucesión al antiguo derecho y costumbre".

Ley Cuarta. Que las Justicias ordinarias no priven a los Caciques, y de esto conozcan las Audiencias y Oidores Visitadores.

"Las Justicias Ordinarias no pueden privar a sus Caciques de sus Cacicazgos, por ninguna causa criminal o querella, pena de privación de oficio, y cincuenta mil maravedís para nuestra Cámara, y el conocimiento de esto quede reservado a las Audiencias y Oidores Visitadores del distrito".

El cacique Núñez era, por tanto, un hombre poderoso, y gobernaba bajo la protección emanada del mismo Rey de España.

Los eficientes favores del Cacique se vieron recompensados con las medallas otorgadas por Su Majestad Fernando VII.

El 25 de julio de 1815, don Pablo Morillo se encontraba en Santa Marta, y ese mismo día, con ocasión de la fiesta del apóstol Santiago dictó un decreto, por el cual condecoraba al ilustre cacique. Este luciría una medalla de oro con esta inscripción: "a los fieles y leales al Rey", la cual llevaría prendida al pecho con una cinta roja. Sin embargo, Su Majestad, aceptó no solamente la decisión de Morillo, sino que extendió su bondad, nombrando a Antonio Núñez, Capitán con sueldo, y la Cruz de Isabel La católica, y que su hijo Juan José usara la medalla con la cinta roja.

Ya en su casa, María Lorenza escribió al cacique en estos términos:

"Señor Cacique:

Doña María Lorenza García, vecina de Santa Marta y mujer legítima del Ayudante Mayor de Patriotas por Su Majestad, Don Manuel María Dávila, regidor del muy ilustre Cabildo de la Capital, preso con un par de grillos en este pueblo por disposición del Comandante interino de Armas Don Rafael de Zúñiga, ante Vuestra Señoría digo: que el dicho mi marido viendo conjurados algunos sambas e indios contra los prisioneros de la goleta extranjera que llegó al puerto de Santa Marta el día 27 del próximo pasado, queriéndoles quitar las vidas sin auxilio alguno cristiano, y sin haberse investigado el motivo de su entrada, o si eran reos de tal pena, conmovido su corazón, como los de los buenos católicos, por un hecho tan lastimoso como impío, y que darían los habitantes de Santa Marta un testimonio irreparable de crueldad, a semejanza de los tiranos, trató de tomar los medios que le parecieron conducentes a evitar un hecho tan atroz, pues que los jueces inmunidados, casi lo permitían, estando como estaban irresolutos, y llevando adelante su piadosa intención, se valió del zambo Simeón Granados para que con el imperio que tiene con los demás de su clase pidiese con los de su parcialidad la reforma del Gobierno siempre bajo el reconocimiento de Nuestro Rey Don Fernando VII, y reconocimiento a las Autoridades que en su nombre gobiernan, con el fin de libertar a los presos de dicha goleta mencionada y así prevenir que nuestros enemigos tomaran venganza haciendo lo mismo con los hermanos nuestros que ellos tienen allá en Cartagena y en que se comprenden nuestro Señor Obispo y mi legítimo Padre Don Basilio García… mandando por lo pronto se quiten a mi citado marido los grillos que no puede sobrellevar por padecer una enfermedad nerviosa y estar sentido de una pierna que le pateó una mula, y en consecuencia interponiendo su autoridad a Usted suplico se sirva acceder a mi solicitud".

Mamatoco 3 de abril de 1813.

El cacique accedió a la petición de María Lorenza, autorizando que se le quitaran los grillos a Manuel María Dávila, pero de Santa Marta llegó una contraorden. Ni Porras ni Zúñiga sentían afecto por don Manuel María.

En su compendio de Historia del Departamento del Magdalena, José C. Alarcón confirma la prisión de Josef Francisco de Munive por parte de Labatut, y la remisión de don Basilio García a Cartagena en compañía del Obispo Redondo. Este último se negó a celebrar un Te Deum, cuando Labatut se adueñó de la Plaza.

El ánimo inquebrantable de María Lorenza García no se dejó intimidar ante las negativas de las autoridades competentes. Su tía política la condesita de Pestagua acudió a las oficinas del Comandante de las Armas don Rafael de Zúñiga a quien la unía una buena amistad. De nada sirvió la elocuencia de Doña María Antonia de Madariaga, porque don Rafael adujo miles de motivos, incluso llegó a manifestar que si él defendía la causa de don Manuel María Dávila y de los otros presos, se ganaría la desconfianza de sus superiores.

En vista de que el Comandante de las Armas negó su ayuda, doña María Lorenza aprovechando el regreso de Ruiz de Porras a la ciudad, tomó la pluma y con la seguridad que la caracterizaba envió al Gobernador un mensaje más contundente: "suplico con justificación se sirva pedir la causa que se haya obrado y conforme a ella determinar en justicia para lo cual suplico igualmente se traslade el dicho mi marido al lugar que corresponde según su empleo; y en tales términos, a Vuestra Señoría pido se sirva proveer como solicito en cumplimiento de nuestras leyes y sabia Constitución juro lo necesario".

Como era de esperarse, la respuesta de Ruiz de Porras no satisfizo la petición de María Lorenza. Serios intereses estaban comprometidos, y el Gobernador, ocupado en la búsqueda de dinero, dilataba el sumario de los presos de El Morro.

No había transcurrido el tiempo propuesto por Ruiz de Porras, cuando la heroína, le dirige otra carta, en donde el tono del discurso no amengua, puesto que ella sabe que la ampara la justicia y las leyes españolas, de las que tenía pleno conocimiento.

El 2 de junio, luego de un largo viaje, de una larga navegación, arribó don Francisco de Montalvo a Santa Marta. Traía plenos poderes militares y políticos.

Al día siguiente de su llegada, doña María Lorenza García, sin perder un instante, eleva una petición al virrey Montalvo, explicándole los pormenores del encierro de su marido, y el largo proceso y epistolario ante el Gobernador y su Comandante de Armas. En el texto llama la atención el párrafo siguiente, por la firmeza de las palabras: "Mi marido entre otros presos fue herrado y condenado el 21 de Abril a la fortaleza del Morro, reducido ahí a un calabozo en donde se le hacían mil agravios por algunos soldados y oficiales que le custodiaban sin ser posible que el Señor Gobernador haya querido adelantar su causa ni tomar su declaración como se le ha suplicado en cumplimiento de la Constitución… ".

¿A qué le podía temer María Lorenza García de Munive? Acaso sus antepasados no fueron aquellos hombres de brazo inflexible ante las injusticias? ¿Acaso su tía don Josef Mozo de la Torre, concilió alguna vez con las acciones que atentaran contra la Constitución de su Patria? Ella se formó en un hogar de tradición. Desde la infancia las conversaciones de su casa giraban en torno a las ideas de alto vuelo. Las cartas de sus otros tíos desde las Cortes de Castilla hablaban del cumplimiento cabal de las leyes. Su mentalidad se formó dentro de esos cánones. No podía entender el comportamiento del Gobernador. Su marido era un gentil hombre. Su tío Josef Francisco poseía todos los títulos de sangre al igual que su marido. Pertenecía a la más pura casta, por lo que no podía amilanarse. Si el Gobernador violaba las leyes, ella se lo hacía saber. Si el Gobernador hacía alarde de sus prerrogativas, ella también, sin altanerías, recordaba su estirpe y la de su marido.

Bueno. Según Restrepo Tirado, Montalvo resumía un cúmulo de virtudes. Es posible. La respuesta que da a doña María Lorenza así lo demuestra.

"El capitán general ha oído con sentimiento este reclamo que repugna la humanidad y que es diametralmente opuesto al benéfico espíritu de nuestra Constitución y encarga el más exacto cumplimiento de lo que dispone sobre el particular". Montalvo.

El contenido del párrafo anterior pudo ser inspirado por una conciencia recta, pero también se puede interpretar como una pieza pequeña de fina diplomacia. El Virrey era un hombre de letras, y procedía de buena casa.

Ahora, el temperamento felino de Ruíz de Porras se ve claro en el documento que de su puño y letra escribe al Virrey de Montalvo;

"Lleno este Gobierno de la mayor consideración y sin amor expedito para seguir causas como Vuestra Señoría le consta, no es extraño que la causa contra el anterior no haya progresado. Este individuo se halla preso en el Morro sin prisión alguna como lo están los demás sin sufrir ninguno de ellos vejación de ninguna clase." Ruíz de Porras.

Entre tanto, el Obispo Manuel Redondo y Gómez había regresado de su exilio en Jamaica. En Cartagena se acrecentó más la amistad que lo unía a Don Basilio García y a don Josef Francisco de Munive. Por esto, su primera diligencia fue la de gestionar la libertad de don Manuel María Dávila.

Lo acompañaba la mejor voluntad. Y, a pesar de sus quebrantos de salud, al día siguiente de su llegada a Santa Marta se preparó para acudir al Despacho de don Francisco de Montalvo. De antemano conocía las artimañas de Ruiz de Porras y no valía la pena hablar con él.

El Virrey se puso de pie ante la presencia del prelado.

-Es un honor su visita!, expresó de Montalvo.

-¡Ojalá!, anotó el Obispo con un tono de desconfianza.

Él sabía qué tiempos eran aquellos. La Libertad de don Manuel María Dávila no estaba sujeta a una recomendación. Había de por medio el conflicto de los realistas y de los patriotas. Aunque el prelado se inclinaba por Su Majestad Fernando VII, en el fondo participaba de los nobles sentimientos que habían encendido las mentes de los patriotas. Por su lealtad al Papá, él tenía que ser realista. Sin embargo, pensaba, si aquellos caballeros de rancia estirpe española, de la Vieja Castilla, de Asturias, en fin, de casas solariegas de renombre, se arriesgaban a esta lucha, era porque algo andaba mal.

-Vengo, le dijo a Montalvo, vengo por don Manuel María Dávila. Me han contado sus sufrimientos en El Morro, y en consideración a su rango y los buenos servicios prestados a la Corona, creo que se debe agilizar el proceso, encontrando pruebas. Me han contado que hasta el momento no se han seguido los pasos de rigor, lo cual es un perjuicio para el prestigio de nuestra Constitución.

-Su Señoría, dijo el Virrey, no soy partidario de las injusticias. He comunicado mi parecer al Gobernador, y le he ordenado que agilice el proceso.

Espero que en unos días, hayamos verificado la inocencia del señor Dávila.

-Eso mismo espero yo. Vuestra Señoría sabrá que la Iglesia vela por el cumplimiento de las leyes, y tiene especial cuidado por sus hijos más predilectos.

El Obispo Redondo no salió contento de la visita al Virrey de Montalvo. Durante su ausencia, las cosas habían empeorado.

Uno de los esclavos de propiedad de la familia Dávila García se mostraba inconforme. Es posible que su conducta se debiera al incidente de la goleta, y a los otros zambos del conflicto por el cual se privó de la libertad a don Manuel. El caso es que doña María Lorenza García quiso venderlo, y para tales fines requería de la autorización de su esposo. Apenas pudo envió dicho poder en blanco a la fortaleza del Morro, con la mala suerte de no haber conseguido su propósito, pues, el Oficial de Guardia se negó a pasarlo por órdenes de Ruiz de Porras.

Ella presentó su reclamo al Gobernador, y este como de costumbre le comunicó que, en efecto, el Oficial había cumplido con su deber, ya que él no creía oportuno que don Manuel firmara ese poder. Tal respuesta llenó de ira a María Lorenza, echándole en cara a Ruíz de Porras los graves perjuicios que su determinación causó a su familia. En consecuencia envió un mensaje al Virrey de Montalvo cuyos términos son los siguientes:

"el señor Gobernador don Pedro Ruíz de Porras, no ha tenido a bien permitir que mi marido haya firmado la carta que se menciona y de que se me ha seguido agravio y perjuicio; lo hago presente a Vuestra Señoría a fin de que se sirva providenciar lo que corresponda a la mejor administración de justicia en beneficio de los ciudadanos, y demás derechos tan recomendados por nuestra sabía Constitución".

El Virrey expide un decreto en el que ordena al Gobernador la admisión de la carta, pues, considera que el arresto de don Manuel María Dávila obedecía a otras razones, y que la solicitud de su esposa se ajustaba a las leyes. De modo que el Gobernador permitirá que un escribano acompañado de un Oficial entre a la celda para que "extienda el poder que quiera conferir Dávila a su esposa" de Montalvo, 18 de Junio de 1813.

El 10 de agosto de 1813, en las horas de la mañana, luego de la celebración de la Santa Misa, El Obispo Redondo se dirigió a la celda de Don Eugenio García, hermano de María Lorenza, y a la del padre Santiago Pérez Mazenet.

Los ilustres presos, al percatarse de la visita, hicieron las venias de rigor.

El padre Mazenet tenía una espléndida carrera dentro de la Iglesia, pero su inteligencia lo indujo a luchar por los derechos de estas colonias. El Obispo con el buen trato que lo distinguió desde los tiempos de su vida religiosa trató de indagar un poco, para suavizar la pena de los amigos encarcelados. Él sabía que nada se podía hacer para obtener la libertad. Don Eugenio García había participado en varias revueltas. El mismo comandó en San Juan (Guajira) el juramento de la Constitución de la República, y era vox populi que sus convicciones en cuanto a la emancipación eran rotundas.

El padre Pérez Mazenet,[38] samario de nacimiento había adelantado estudios de Gramática y Teología Moral. Fue ordenado de presbítero el 15 de Julio de 1803. Por sus capacidades fue nombrado como Sacristán Mayor de la Iglesia Catedral, y por oposición se ganó el curato de Bonda y Masinga. Es en estos tiempos en que toma parte en la Revolución. Por supuesto que no participaba del afecto del Cacique Antonio Núñez, quien muchas veces lo alertó sobre el peligro que corría. Pero el padre Pérez Mazenet no se acobardó, y por el contrario hizo ver al Cacique su falta de personalidad por ayudar a los chapetones.

– Usted, Señor Cacique perdió sus raíces. ¿Es que acaso no se acuerda de sus tradiciones? Es que no siente el sufrimiento de sus antepasados?, le dijo lleno de ira el padre Mazenet, en cierta ocasión.

El Obispo quiso intervenir en la causa del padre Mazenet. Todo fue en vano. Así que de su visita al Seminario sólo quedó el tenue sabor de la derrota.

En cambio, doña María Lorenza García siguió en su plan contra las arbitrariedades de Ruíz de Porras.

– Esa mujer me está enloqueciendo, dijo el Gobernador al Virrey de Montalvo.

– Ella está instruida en nuestras leyes, Señor Gobernador, y debemos tener cuidado en no cometer delitos que sean perjudiciales a esta guerra. Estamos librando una dura guerra, en la que se juegan los más caros intereses de Su Majestad. No debemos sobrepasarnos, agregó de Montalvo.

Al poco rato, un Oficial entregaba al Gobernador una epístola de María Lorenza, reclamando el mal trato que se le estaba dando a su esposo y a su hermano Eugenio García, en una celda del Real Seminario.

"Doña María Lorenza García, mujer legítima de don Manuel María Dávila, Ayudante Mayor de leales patriotas… y hermana legítima de don Eugenio García, ambos presos en otra de las piezas del Colegio Seminario de esta ciudad, ante Vuestra Señoría parezco y digo: que siendo dicha pieza de toda seguridad, se les ha reducido con los demás presos a un cepo incómodo hasta no permitirles la primera noche, que pusieran allí cama alguna y por lo que se hubieron de ponerla en el suelo sin cobija; y como sea esta conducta opuesta a lo mandado por el Artículo 297 de nuestra Constitución que prohíbe el maltrato de los presos, a vuestra Señoría debidamente suplico se sirva mandar, que pues el Seminario está dispuesto con seguridad, sean custodiados los dichos mi marido y hermano, sin las molestias que sufre…" Santa Marta.

16 de Agosto de 1813.

Don Manuel María Dávila regresó a la fortaleza de El Morro, sin el cepo que lo afligía, quedándose don Eugenio en la celda del Seminario.

La empecinada labor de nuestro personaje dio sus frutos el 20 de Agosto de 1813, cuando don Francisco de Montalvo ordenó que se librara a don Eugenio García del cepo, y que además se indagaran las razones por las cuales no se le permitía a doña María Lorenza comunicarse con su marido y con su hermano.

El Brigadier Ruiz de Porras dilataba el proceso de don Manuel y de los otros presos, porque otras voces le habían informado que doña María Lorenza estaba dispuesta a la más riesgosa expedición con tal de liberar a su familia de la fortaleza del Morro. Este fue el motivo por el que hizo extraviar las cartas en las que María Lorenza protestaba por el incumplimiento de las leyes.

El informe del Gobernador del 11 de agosto de 1813 transpira lo anterior. No le tenía confianza a María Lorenza.

"Trasladado con los demás presos a la cárcel, se halla sin prisiones y su hermana doña Lorenza tiene permiso para poderle hablar, pero no con su marido por estar en el Morro donde no es conveniente pase esta señora, ni ninguna otra persona a visitar a aquellos presos". Ruiz de Porras.

Se solicitó la asesoría de don Esteban Díaz Granados, Juez de letras de la ciudad, habiendo conceptuado que la decisión del Gobernador era acertada. ¿Por qué Esteban Díaz Granados, hombre de leyes, expresó un concepto de tal magnitud, sabiendo como sabía que Ruíz de Porras no obraba en Justicia? ¿Simple debilidad humana? El caso es que María Lorenza no pudo comunicarse con su esposo. No obstante, su plan cobraba forma. Ya tenía en mente que si no actuaba en contra de la voluntad de las Oficiales Reales, su familia corría el peligro que se cernía sobre todos los amigos de la Independencia: don Pablo Morillo. Su fama comenzaba a extenderse sobre el territorio de la Nueva Granada. Un hombre de corazón y mano de hierro. Venía dispuesto a erradicar la insurgencia. No sentía piedad por nada ni por nadie. El Rey lo escogió para tal empresa, pues, todos los oficiales anteriores habían dado muestra de tolerancia con los enemigos de la Corona. De manera que María Lorenza enterada de la fama de Morillo, emprendió la organización de su plan. No podía fallar. Si Ruíz de Porras se enterara, la llevaría a prisión. Muchas habían sido las pruebas, y muchos los dolores sufridos en el largo cautiverio de su familia, que no confiaba en nadie. Si en tiempos pacíficos no se debe confiar en ningún ser humano, mucho menos en guerra, momentos en los que por unas cuantas monedas, la gente le vende el alma al diablo.

Mientras tanto el Virrey Francisco de Montalvo preparaba una sorpresa a los ciudadanos de Cartagena. Las relaciones con esa ciudad habían empeorado, y valiéndose de los escasos recursos que tenía a la mano, y con la ayuda de Ruíz de Porras alistó la flotilla. Los patriotas fueron sorprendidos y Montalvo alcanzó un triunfo rotundo, alertando al Gobierno de Cartagena que recapacitara y pusiera de nuevo sus ojos en la Majestad de Fernando VII.

Los samarios estaban felices por la derrota sufrida de sus enemigos. El mismo Francisco de Montalvo llegó a decir que, si hubiera requerido el concurso de toda la ciudad, lo habría logrado.

En medio del entusiasmo, doña María Lorenza preparaba su empresa. Con la ausencia del Virrey y de Porras pudo sobornar a algunos oficiales, quienes alertaron a los presos del Morro, El presbítero Santiago Pérez Mazenet al tener conocimiento de la riesgosa operación, en silencio ofreció la Misa de ese día.

Don Manuel María Dávila presentaba muestras de un terrible agotamiento psíquico. Su semblante mostraba huellas de incontables insomnios, y llevaba meses sin hablar con sus compañeros. Aunque desde el Morro divisaba la hermosa silueta de Santa Marta, su espíritu había naufragado En El Morro tuvo tiempo para meditar la leyenda de sus antepasados conquistadores y pobladores de Ávila. ¿Por qué no conoció a María Lorenza en su tierra? El destino es implacable. Cerró los ojos y vinieron a su memoria las palabras de la santa de su ciudad: "El amor es duro e inflexible como el infierno" ¿En qué momento de dolor escribió Teresa de Ávila estas palabras que encierran un mundo? Llegó la noche.

La goleta "Nuestra Señora del Camino" fondeó en las precarias costas del Morro. Doña María Lorenza descendió de la Goleta, y con ligeros pasos salió al encuentro de su esposo y de su hermano.

-No hay tiempo que perder, le dijo a Manuel María, "cuando todo esto acabe tendremos la felicidad que tanto hemos deseado. No te amilanes. Muchas veces en mi soledad he tenido una visión: te he visto rodeado de nietos, disfrutando del hogar y de la serenidad de Santa Marta".

El valiente hombre dejó que gruesas lágrimas rodaran por sus mejillas curtidas por la salinidad. Abrazó a su querida esposa, y con voz segura le dijo: "la posteridad nunca olvidará este momento. Y cuando los samarios instruidos miren hacia este Morro, pensarán en doña María Lorenzo García de Dávila, Libertadora de sus compatriotas".

La ciudad de Cartagena acogió a los fugitivos con la hermandad debida.

La Goleta arribó cargada de armamento y municiones.

Don Felipe Martín se había desempeñado como un excelente capitán. Contó exaltado cómo Doña María Lorenza con la paciencia de la hormiga había urdido la fuga. "Tenía enloquecido a Ruiz de Porras con sus cartas", añadió Martín.

La Goleta "Nuestra Señora del camino" quedó al servicio de la ciudad de Cartagena.

La sorpresa de Ruiz de Porras no tiene comparaciones. Como un León daba vueltas en su despacho.

-Se lo dije al Virrey, pero se dejó seducir por la industriosa habilidad de la dama. Le dije: doña María Lorenza nos dará un dolor de cabeza.

"La conspiradora y libertadora de presos" para citar las palabras del padre Tisnés[39]esperó la revancha del Gobernador. Pero, Ruiz de Porras no quiso hablar con ella. A las puertas de su casa envió su sentencia provisional, dándole la casa por cárcel. El proceso fue un poco demorado, siguiendo el estilo de Ruiz de Porras. En principio ordenó que se le propinaran cien latigazos como castigo. Sin embargo, teniendo en cuenta que sus primos eran funcionarios reales en España, la pena fue conmutada al destierro a Jamaica.

Allí se encontró con su padre Don Basilio García, quien con su amor pudo ayudarla a sobrellevar la separación de su esposo don Manuel María Dávila. La compañía de Don Basilio mitigó el lastre de la espera, hasta que finalmente pudo volver a Santa Marta. Cuando pisó de nuevo el suelo de su Patria, la República tenía una bandera y un escudo nuevos.

CAPÍTULO III

El cura patriota Alejo María Buzeta y proceso de Pablo Morillo en su contra

El otro día, un investigador magdalenense sorprendió a los asistentes de un auditorio, arguyendo el espíritu patriótico de los habitantes de Santa Marta. Nada más infundado. Nunca, ni aún después de la consolidación de la Independencia hubo en esta ciudad afecto hacia la justa rebelión de Simón Bolívar. No obstante, por esas ironías del destino, el genio democrático de América, exhaló su último aliento de vida, aquí, a orillas del mar de los Caribes, y muy cerca del territorio de los Tayros y de los olvidados Guanebucanes.

La prueba de la problemática que estoy planteando en estas líneas se corrobora con una cita de Monseñor Luís García Benítez en su libro "Reseña Histórica de los Obispos que han regentado la Diócesis de Santa Marta", en especial refiriéndose al Obispo de la época que estamos tratando, el Ilustrísimo Doctor Manuel Redondo y Gómez:

"A su regreso del exilio de Jamaica, el Obispo Manuel Redondo y Gómez siguió excitando a los fieles a la defensa de la Monarquía española, y a desarraigar las semillas sembradas por los sediciosos patriotas. Estableció unos tributos ordenados por las leyes de Indias, para dar gracias a Dios por la libertad de Su Majestad y su feliz regreso".

Por las razones anteriores, Santa Marta y Cartagena fueron acérrimas enemigas durante el apogeo de la Independencia, y se enfrentaron varias veces, hecho este corroborado por el historiador Roberto María Tisnés en su libro "La Independencia en la Costa Atlántica". Al respecto ilustra: "Los habitantes de Santa Marta estaban dispuestos a sacrificar bienes y vidas, para sostener la religión y al monarca que consideraban como el fundamento de su patria. Se veían amenazados en el exterior por los enemigos de la nación española, y encerrados entre provincias que todas habían abrazado el régimen republicano".

Y añade: "La enemiga más encarnizada de Santa Marta, desde que se puso al margen de la Monarquía fue su vecina Cartagena. Desde este momento principiaron las hostilidades. Considera a Santa Marta como el lugar de reunión de los enemigos del hombre americano".

A pesar de los enfrentamientos, algunos ciudadanos intentaron apagar el fuego, por el bien de la causa de Simón Bolívar, y no fue en vano, porque dentro de la misma clase aristocrática de Santa Marta, surgieron personas que se adhirieron al movimiento de emancipación.

No me referiré a personajes masculinos. Prefiero hacer un sentido homenaje a las mujeres heroínas. En este sentido he escogido a la más aguerrida de todas, sobre todo por el coraje que no disimuló, sin importarle el peligro que corría su vida.

Proceso de Pablo Morillo en Santa Marta contra el cura revolucionario Alejo María Buzeta, adicto a la Guerra de Independencia

Ciudad de Ocaña Año de 1.816

Sumaria Información contra el Presbítero Don Alejo María Buzeta, hecha por Don Francisco García, del Regimiento Infantería de la Victoria.

Notario Interino: Lino Castelo, Sargento 1º de dicho Regimiento

"El Presbítero Don Luís Álvarez Guedes, Vicario Juez Eclesiástico y particular de Diezmos de esta ciudad y su Jurisdicción

Para dar cumplimiento a la Superior Providencia que se libró por el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Don F. Manuel Redondo y Gómez, Dignísimo Obispo Gobernador de la Provincia, con fecha 20 del inmediato Enero, para instruir y realizar Sumario

Información, sobre la conducta que ha observado el Cura Rector de esta Santa Iglesia Parroquial Don Alejo Ma. Buzeta, en materia relativa a la Independencia, desde el año 12, hasta la entrada de las Tropas Españolas, se harán comparecer en este Juzgado, tres sujetos del Cuerpo Eclesiástico que sean hábiles por derecho a la mejor conducta en fidelidad a (Ilegible por deterioro)

(Que Dios Guarde) e imparcialidad a quienes se les encargará el mayor

Sigilo y se citarán por su orden. Así lo proveyó, mando y firmó. (Ilegible por deterioro)

Ocaña a 14 de Febrero de 1.816 por ante mí el presente Notario, de que doy fe:

Luis Álvarez Guedes

Pedro Ma. (Ilegible) Barriga

Notario Eclesiástico y Público

En dicha ciudad de Ocaña, día mes y año compareció en este Juzgado el Presbítero Don Jorge Quintero Príncipe, Cura doctrinero, a quien impuesto de los motivos a que ha sido llamado, certifica en toda forma de Derecho que aunque es cierto que el presente Cura sector de esta Santa Iglesia Parroquial Don Alejo Ma. Buzeta se hallaba presente en ella, como que estaban celebrando la festividad del Dulcísimo nombre de Jesús, el año de Trece, en cuyo día se introdujo el Comandante Bolívar a exigir del pueblo el juramento de Subordinación al Intruso Gobierno; pero que también es cierto que el citado presente Cura le ha comunicado repetidas veces que con cierto pretexto honesto, se retiró a la puerta de la Iglesia para no asistir al acto de dicho juramento: que de entonces para acá, la conducta que le ha conocido y observado ha sido con cierta indiferencia, inclinándose siempre a la parte que de presente prevalecía, y por lo que hace al cumplimiento de su Pastoral Ministerio, ha cumplido con su deber; sin embargo de que no ha dejado de reconocerle algún genero de morosidad, singularmente en lo que es explicar al pueblo el Evangelio en los domingos y demás días festivos, tan encargados por derecho a excepción de las Cuaresmas en que lo ha verificado por medio de Interpocita persona que estado cuanto sobre el particular pude atestar para no saber otra cosa que no sea de subitancia, y lo firmo con (Ilegible por deterioro) por ante mí el presente Notario de que doy fe.

Luis Alvares Guedes – Jorge Quintero – Pedro Ma. (Ilegible por deterioro) Barriga

Seguidamente compareció en este Juzgado el Presbítero Antonio Claro, a quien (Ilegible) el Señor Vicario le recibió juramento, que hizo In Vervo Sacerdotis Tacto Pectore et corona, e impuesto de la Materia sobre que se la ha recibido dicho juramento dijo: que lo que únicamente le consta es sobre la conducta que ha observado el Cura Rector Don Alejo María Buzeta en el tiempo que se cita en materias de Insurgencias, no sabe otra cosa particular que es, el que a todos de Público voz y forma ya que le notaban de insurgente y que con iguales términos oyó decir que una noche, había salido en compañía de varios Insurgentes con música por las calles de la ciudad, y que había cantado en compañía de ellos, versos en alabanza de Bolívar y en desprecio de nuestro Rey Fernando VII, y que en cuanto al juramento a que obligó Bolívar todo este pueblo a guardar obediencia al Gobierno Insurgente en la Iglesia Parroquial en que se celebró el Dulcísimo nombre de Jesús, el año de trece en que se hallaron presente todos los sacerdotes que no emigraron como el mismo exponente no hace acuerdo, que dicho cura concurrió particularmente a hacerlo en aquel acto pues a todos en general se les exigió por la fuerza, y que en cuanto al cumplimiento de su obligación le consta que no ha sido exacto, principalmente en predicar el Evangelio, e instruir a sus Feligreses en las obligaciones Cristianas, y que esta es la verdad en fuerza del juramento que fecha tiene en el que se afirmó y ratificó; firmando con (Ilegible) por ante mí el presente Notario de que doy fe.

Luis Alvares Guedes – Joseph Antonio (Ilegible)

Pedro María (Ilegible) Barriga

Incontinenti compareció el Presbítero Don Fermín Ramírez a quien (Ilegible) el SR Vicario le recibió Juramento que hizo en Verbo Sacerdotis Facto Pectore et Corona , e inteligenciado del asunto sobre que se le ha recibido dicho juramento dijo: que no solamente a oído de pública voz y fama decir que el Cura Rector Don Alejo María Buzeta ha sido Insurgente y muy adicto al Gobierno Intruso, sino que en iguales términos había sacado versos a favor del Comandante Bolívar y en desprecio del Rey Nuestro Señor.

Aun estando ausente el que declara, huyendo de la persecución que le preocupaba dicho Gobierno; cuyos versos, supo también en su retiro, se habían cantado en las calles con mucha Solemnidad a son de Música, y asistencia del mismo Cura como que iba leyendo los mismos Versos, rematando la función con un refresco en la casa del Pe. Don Cecilio Castro, como Vicario Intruso. Que en cuanto al cumplimiento de sus obligación Pastoral en realidad expone, que dicho Cura ha sido enteramente negligente y descuidado y en orden así juro o no la Independencia no hace reminiscencia del que declara: y sí que asistió dicho Cura al acto como fecha que esta: La verdad en fuerza del juramento que fecha tiene, en la que se ratificó y firmó con ( Ilegible ) por ante mí de que doy fe

Luis Alvarez Guedes – Joset Fermin Ramirez- Pedro Ma (Ilegible) Barriga.

Notario Eclesiástico y Público.

Ocaña, Febrero 16 de 1.818

"El General Bolívar

tiene un Caballo para

atar a su cola al

Rey Fernando".

(Versos del cura Alejo María Buzeta)

Habiéndose concluido la antecedente Sumaria Información de tres Testigos fidedignos se abona en cuento a derecho y remítase original al Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Don F. Manuel Redondo y Gómez, Dignísimo Obispo Gobernador de la Diócesis como lo previene en su Superior Providencia ya citada, y tásense las Costas. Así lo proveyó, mandó y firmó el Señor Vicario, por ante mí el presente Notario, de que doy fe.

Luis Alvarez Guedes – Pedro María (Ilegible) Barriga. Notario Eclesiástico y Público.

edu.red

Reservado:

Pasará (Ilegible) inmediatamente a formar Sumaria información al Presbítero N. Buzeta quien según la voz pública es uno de los adictos y acérrimo partidario de la revolución e Independencia, pasándola a mis manos después de concluida para las ulteriores Providencias.

Dios Guarde a Vuestra Majestad, al General de Ocaña 7 de Marzo de 1.816.

Pablo Murillo.

SR. Capellán del Regimiento de la Victoria

En la ciudad de Ocaña en 27 días del mes de Marzo de 1.816; años, habiendo de nombrar un escribano o Notario que actué en el Sumario en que por el oficio anterior soy encargado, lo hago en Lino Castelo, Sargento Primero de la Cuarta Composición del Regimiento de Infantería de la Victoria, en el que promete y jura guardar fidelidad en el desempeño de este encargo. Y lo firmo de (ilegible)

Lino Castelo – Francisco García

Capellán

Declaración del 1er testigo Don Manuel Antonio Lemus y Trigos

Preguntado:

Inmediatamente compareció a la presencia del SR Comisionado Don Manuel Antonio Lemus, vecino de esta ciudad de Ocaña y emigrado de allá desde el 8 de Enero del año de Trece en que el traidor Simón Bolívar invadió este territorio del Rey comandando las armas del Insurgentes Estado de Cartagena, al que se le recibió juramento que hizo por Dios Nuestro Señor y una Señal de la Cruz, prometiendo decir la verdad en lo que supiere y fuere preguntado y siéndolo: Sobre si conoce al Presbítero Alejo María Buzeta y si le tocaban con él las Generales de la Ley: Dijo: Que lo conoce por Cura Rector de esta Santa Iglesia Parroquial y que no le comprenden las Generales de la Ley.

Si sabe que citado Presbítero Cura es uno de los adictos y acérrimos partidarios de la Revolución Independencia: dijo: que desde el año de Diez en que (Ilegible) por estos territorios la desgraciada época de la Revolución no le ha visto ni oído una acción o expresión que se opusiera a ella, manifestando (Ilegible deterioro) mayor indiferencia, como que cuando el Gobierno de la Capital de Santa Marta invitó a esta ciudad, y los pueblos de su jurisdicción para que se reconocieren obediencia y Subordinación hacia ella por la deposición del Virrey Don Antonio Omar, no quiso nunca concurrir a donde se le citó, no obstante de que su presencia (de buen Pastor) era muy necesaria y a la vez bastante, si se hubiera (Ilegible deterioro) a calmar tantos males que desde entonces se presagiaron. Que cuando el Estado de Santa Fe (que por el año Once o Doce) destinó una expedición contra esta ciudad al mando de Don Antonio Morales, y que llegó parte de ella hasta las Sabanas de Sierra Morena, uno con quien entró en comunicación fue con el dicho Señor Cura, incluyendo una proclama; para que como buen Pastor, y adicto a la causa americana la hiciese entender en toda la Feligresía y demás. Que en las repetidas ocasiones que el que declara,

habló en público arengando a una Compañía de urbanos de quien se le nombró Capitán, por Don Tomas de Acosta, Gobernador que fue de Santa Marta, hacia las obligaciones que comprenden a todo buen Vasallo, y en las que las circunstancias de Celebrar noticias plausibles y agradables en la puerta de la casa de Don Joaquín Riso que a la sazón era alcalde Ordinario: no se le advirtió que se hubiese acercado a la parte sana, ni hubiese demostrado la menor complacencia. Que como desde el 8 de enero del año de Trece emigró el que declara de esta no sabe si juró la Independencia a presencia de Bolívar, pero es muy verosímil que lo haya hecho así por las razones que lleva expuestas, como por que en contrario caso hubiere tenido que sufrir muchos padecimientos y contribuciones de dinero, como ha sucedido a otros, entre ellos el Doctor Aquilino Jácome, a quien le hizo entregar dos mil pesos.

Declaración del II testigo Don Joséf Gregorio Jhanz

Preguntado:

Preguntado:

Sin en las Misas Cantadas, o rezadas que ha dicho en su Parroquia le ha oído la colecta, pro Reyen Nostro Ferdinando, o pro Republica: Dijo: que como desde el año de Trece está ausente no puede decir con verdad lo que haya oído por sí mismo; pero luego que regresó a esta ciudad ha sabido de oídas que en lugar de decir en la Colecta Pro reyen Nostro Ferdinando, decía pro República nostra.

Sobre lo demás de la conducta de dicho Cura dijo: que después que ha llegado a esta ciudad ha oído decir que en las Muchas Ocasiones en que se juntaban los Insurgentes a blasfemar contra el Rey Fernando, y sus dominios de América que una de ellas una noche en que juntos los Presbíteros Don Alejo María Buzeta, Don Cecilio de Castro, y Don Bartolomé Rincón, asociados de Don José Aniceto Márquez que hacía de músico, junto con otros cantaron por las calles (entre obras) la canción siguiente "El General Bolívar tiene un Caballo para atar a su cola al Rey Fernando".

Si había contribuido con dinero, o con su persona y bienes para ayudar la Independencia, o si había hecho algunos esfuerzos para que se sostuviese la injusta causa que ellos defendían dijo: que no sabe nada sobre lo que se le interroga, solo sí que en la contribución General que echó Bolívar en esta ciudad le tocó a él doscientos pesos no más, pero esto lo atribuyen, según se lo dijo al que declara en el Valle Dupar el Cura de Simaña Don Juan Bautista Yopis, a la amistad que tenía con el Padre Castro, y a que era de su facción. Que no tiene que añadir o quitar en esta su declaración, que lo dicho es la verdad bajo el juramento que tiene prestado, en la que se afirmó y ratificó leída que le fue esta su declaración, y dijo ser de edad de cuarenta años, y lo firma con dicho Señor y el presente Notario.

García – Manuel Antonio Lemus – Lino Castelo, Notario.

Seguidamente compareció ante mí, y presente Notario el II testigo en esta Sumaria Don Josef Gregorio Jhanz, a quien habiéndole hecho levantar la mano derecha, y se hizo la seña de la Cruz.

Juráis a Dios y prometéis al Rey decir la verdad a lo que se os interrogare dijo: Si juro y prometo.

Si conoce al Presbítero Don Alejo María Buzeta, si lo comprenden las Generales de la Ley, si sabe haya jurado la Independencia, dijo: que le conocía, que no le comprenden las Generales de la Ley, y que le consta que ha jurado la Independencia, aunque no lo ha visto.

Que sabe de la conducta que ha observado dicho Presbíterio y que exprese cuanto acerca de ella sepa, dijo: que desde el año de diez hasta el de la fecha y en el tiempo que dicho declarante ha estado en esta ciudad siempre le ha observado una conducta alagada contra el Gobierno (Ilegible por deterioro) siempre la Independencia.

Si sabe haya tenido alguna correspondencia con algunos partidarios como son Quintana Cortez y Don Antonio Morales, si sabe haya esparcido algunos papeles o proclamas, dijo: Que no lo ha visto haya tenido correspondencia con los citados Revolucionarios, pero que ha oído decir a varios la correspondencia que siempre ha tenido con ellos, y que le consta que a los principios de esta Revolución había esparcido varias proclamas dirigidas por Antonio Morales, para que las hiciera públicas a los pueblos de su Feligresía, y que por cierto (teniendo así al declarante como a otros adictos a la justa causa que le deciden) los esparció por varios individuos de esta ciudad.

Si le había oído alguna misa cantada y que en la Colecta diciese pro Reyes Nostro Fernando o pro Republica nostra, como así mismo, si había predicado a favor o en contra de la Independencia dijo: que no le ha oído ninguna misa cantada, ni menos predicar, por temor que de ellos tenía a causa que no le atropellasen, que ha oído decir que ha salido por las calles con otros varios y golpes de música instruyendo a los Músicos las canciones que por él fueron sacadas, todas adicta a la Independencia y contrarias a nuestro Augusto Monarca, que no tiene que añadir ni quitar, que lo dicho es la verdad bajo el juramento que tiene firmado en el que se afirmó y ratificó, leída que le fue esta su declaración, y dijo ser de edad de cuarenta años cumplidos y firmo con dicho Señor y presente Notario.

García – Josef Sánchez de la Mata

Lino Castelo Notario

En el mismo día, mes, y año compareció ante mí y presente Notario el tercer testigo en esta Sumaria, Don Josef Trinidad Jácome, a quien haciendo levantar la mano derecha, y hecha la señal de la Cruz.

Juráis a Dios, y prometéis al Rey decir verdad en cuanto se os interrogare, dijo: si juro y prometo.

Declaración del IV testigo Antonio Quintero Peinado

Si conoce al Presbítero Cura Don Alejo María Buzeta, si le comprenden los Generales de la Ley y si sabe haya jurado la Independencia, dijo: que le conoce, que no le comprenden las Generales de la Ley, que ha oído decir que dicho Presbitero asistió al juramento, pero que no lo vio a causa de hallarse fuera de la ciudad.

Partes: 1, 2, 3, 4
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