La independencia en Santa Marta – Último bastión realista del caribe colombiano-
Enviado por William Hernández Ospino
- Introducción
- Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
- Actas del cabildo de la ciudad de Santa Marta, 1810, y la desafiante actitud realista de sus miembros
- Sublevación y Juicio contra la Heroína María Lorenza García Munive – Los presos de la cárcel del Morro- El Cacique realista Antonio Núñez
- El cura patriota Alejo María Buzeta y proceso de Pablo Morillo en su contra
- El Prócer y Mártir Miguel José Díaz Granados y Núñez Dávila
- Pierre Labatut en Santa Marta y su polémica con el Obispo Fray Manuel Redondo y Gómez
- La Última Insurrección Realista en Santa Marta Causa penal contra los facciosos realistas Vicente Pujals, Claudio Rodríguez Abello, Francisco de Labarces y otros-
- Bibliografía
- Colofón
Anexo: "Acta del Cabildo Extraordinario de la ciudad de Santa Marta"
(10 de agosto de 1810).
LA INDEPENDENCIA EN SANTA MARTA
-Último Bastión Realista del Caribe Colombiano-
William Hernández Ospino
Primera Edición 1.000 ejemplares.
ISBN 000-000-0000-00-0 Cámara Colombiana del Libro
©William Hernández Ospino
© Gobernación del Magdalena – Edición al cuidado de Conexión Cultural Editores.
Colección Dorada de Autores del Magdalena: Gobernación del Magdalena Fidel Vargas Salcedo – Director. Asesor Literario: Guillermo Henríquez Torres. Cuidado de la Edición: Inés María Gutiérrez y Javier Mejía. Diseño y diagramación: María Fernanda Bonilla. Digitación: Eliane Pimienta. Impresión: Imprenta Nacional de Colombia. Edición: Conexión Cultural Editores – Santa Marta, Colombia. www.conexioncultural.org
Caratula: Anónimo – Prócer Miguel José Díaz Granados
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Queda hecho el Depósito Legal
Impreso en Colombia
2011
Introducción
Antecedentes de la Independencia en el Virreinato de la Nueva Granada
"Nada es más necesario que la verdad y, con relación a ella, todo lo demás no tiene más que un valor de segundo orden."
Friedrich Wilhelm Nietzsche
Esta obra, no es producto de un golpe de azar. Llevo una vida consagrada al estudio minucioso de la historia de la Provincia de Santa Marta, desde todos sus ángulos. Mis pesquisas inagotables oscilan como un péndulo que nunca se detiene, porque he abarcado todos los períodos, desde las culturas primigenias hasta la consolidación de la República.
El tema que he abordado en estas páginas es bastante escabroso, ya que, trato de explicar, ¡por fin!, a las nuevas generaciones de magdalenenses, colombianos e iberoamericanos, las razones que motivaron la lealtad y fidelidad de Santa Marta hacia la figura del Rey, en cabeza de Fernando VII de Borbón, a comienzos del siglo XIX.
El aguijón que más me incitó a escribir esta historia, es la sorpresa patente y descarnada que he vivido y comprobado durante diecisiete años de estancia en esta ciudad: los samarios siguen siendo realistas, y la élite social de Santa Marta añora su procedencia peninsular, y rechaza todo vínculo con la raza aborigen y con la raza africana. Incluso, una persona de color pardo o moreno, alega que su origen es: !España!.
En vista de esta actitud tan perseverante y tan insólita en el curso de cuatrocientos ochenta y seis años, no tuve más remedio que sumergirme en sendas lecturas, en búsquedas desesperadas, en reflexiones permanentes entre la vigilia y el sueño, para encontrar una explicación científica sobre el fenómeno social que ha afectado el desarrollo integral de Santa Marta, pues, sus hijos refutan todo vínculo con esta tierra, y sotto voce, añoran las villas españolas de donde provinieron sus remotísimos abuelos.
Hubo momentos en que quise colgar la lira, como dicen los italianos, porque la mollera se me cerró sin ventajas de revelar la verdad de tan magno enigma. ¿Por qué son todavía realistas los samarios?. Cuando ya estaba a punto de despedirme de la obsesión que me ha quitado el sueño durante muchos días, un cocuyo se alumbró en mi cerebro, y por inspiración de algún numen, até cabos sueltos, y produje el Capítulo VI: La Última Insurrección Realista en Santa Marta – Epistemología sobre la conducta realista de los habitantes de Santa Marta-.
Un motivo de inmensa satisfacción es haber rescatado del olvido a dos figuras brillantes de la Guerra de Independencia en Santa Marta: Miguel José Díaz Granados y Núñez Dávila y Ramón de Zúñiga y Núñez Dávila. El primero, desde Cartagena, en donde será fusilado por Pablo Morillo, dirige sus movimientos hacia Santa Marta, su ciudad natal, con el anhelo de convertirla en favor de la causa republicana, el segundo en el seno del Cabildo y de la Junta provisional, se desplaza con su verbo iluminado, y dueño de sus cabales pronuncia al pueblo, una Proclama que, a mi juicio, debería ser aprendida y recitada en los colegios de secundaria del Departamento del Magdalena, porque el espíritu que la animó favorece las conciencias de las juventudes, para que se desborden en amor y respeto por su terruño.
Ojalá, a partir de este ensayo histórico, las autoridades civiles, impongan acciones, a fin de enaltecer el nombre de los próceres mencionados.
Algunos samarios, de hoy en día, protestan por el renombre de "prócer" concedido a Miguel José Díaz Granados, argumentando que no fue un hombre sincero al movimiento republicano. A ciencia cierta, refuto esta actitud de sus coterráneos, porque el historiador José P. Urueta, en su obra "Los Mártires de Cartagena", escrita en 1886, demuestra con datos tomados de los periódicos y archivos de la época que, por el contrario el jurista Miguel José Díaz Granados, gozaba de plena credibilidad ante la Junta de Cartagena. Si hubiera existido alguna desconfianza NUNCA lo habrían encargado de dirimir el conflicto Cartagena versus Santa Marta.
Así lo transmitió a la posteridad el investigador Urueta: "La Junta de Cartagena nombró Comisionado Director de las Fuerzas Navales y Terrestres de la ribera occidental del Magdalena al doctor Miguel José Díaz Granados, el cual antes de hacer uso de la fuerza, debía entenderse con el comisionado que nombrara el gobierno de Santa Marta, para transigir las diferencias que existían. Pero la conducta pérfida de los mandatarios de Santa Marta, hizo nugatorios los esfuerzos de Miguel Díaz Granados que en vano se empeñó en que el Comisionado samario Pedro Rodríguez aceptara los requerimientos de Cartagena".[1]
En estos momentos, a unos escasos meses de haber celebrado el Bicentenario de la Independencia de España, considero de crucial trascendencia, para el conocimiento público, contar en estas páginas cómo se recibió el cambio del Viejo Régimen en la ciudad de Santa Marta, y sobre todo, revelar a las nuevas generaciones, la participación de los escasos héroes patriotas en esta gesta definitiva para la formación de la República de Colombia.
Mucho se ha dicho en tertulias y conciliábulos secretos, incluso en los tiempos recientes se escribió un artículo titulado "Santa Marta en la independencia: entre el pragmatismo y la insurrección" por Juan Manuel Martínez Fonseca,[2] en el que con esmero y sinceridad procura resarcir "la mala fama"[3] que de realistas empedernidos han tenido los samarios, y digo han tenido, porque después de dos siglos, la mentalidad de la ciudad permanece encerrada en férreas murallas feudales, gobernada por unas escasas familias que se resisten a aceptar que no son peninsulares, rechazando la simbiosis de tres continentes: Europa, África y América, aunque, cualquier erudito europeo me refutaría de inmediato: "!la raza española es un mito"!, ya que los súbditos de España en tiempos de los celebrados Reyes Católicos, eran la confluencia de muchos pueblos del mundo. Ningún pueblo del planeta es el legado de una sola raza, sino que, para honor de todos los que estamos sobre este Orbis terrarum, somos la mezcla de múltiples razas.
Por este pánico al color pardo, a la piel espléndida de África y al "color loro", como definió Cristóbal Colón, a la piel de los nativos de este Continente, la élite criolla de Santa Marta no vio con buenos ojos una revolución que, en un santiamén barrió con todo el pasado de añejas prosapias y relucientes blasones.
Y lo más terrible, imponer la Soberanía del pueblo: ideal sublime de la gesta emancipadora. Esto significaba acabar de plano con todos los privilegios de castas, para la sociedad civil y para la Iglesia Romana.
Por lo tanto, arriesgarse a tapar la luz del sol con las manos, en torno al conflicto de la Independencia en Santa Marta, es muy arriesgado, porque las crónicas están atiborradas de datos que, refutan las reaccionarias intenciones de los samarios en contra de una separación de la suprema Majestad del rey, a quien consideraban "Nuestro Señor".
Primero que todo, revisemos los antecedentes históricos que confluyeron a ese fenómeno volcánico que se denominó: "Guerra de Independencia".
Las causas las podemos resumir en los siguientes puntos:
1) El descontento de la población americana, en los criollos, que querían la independencia para cambiar un sistema colonial que consideraban injusto al estar excluidos de las máximas decisiones políticas y económicas, y en las castas, al tratarse de grupos explotados. Los criollos querían dirigir el poder político y desarrollar libremente sus actividades comerciales (libre mercado), que estaba frenada por el monopolio que se ejercía desde la metrópoli al comercio, gabelas y trabas. Insistían en tomar el control de los cabildos y la administración de las colonias.
2) La idea de que la Corona española era patrimonio de la Familia Real provocó que cuando Fernando VII, junto con su padre Carlos IV, fueron retenidos en Francia las provincias americanas no reconocieron a las cortes de Cádiz ni a la Junta Suprema Central, sino que formaron Juntas de Gobierno en cada país, cuyo objetivo fue primero gobernar y posteriormente sustituir al estado español.
3) Los criollos no estaban de acuerdo con algunos aspectos fundamentales de la constitución española de 1812, como el reparto de la tierra o la igualdad política entre ellos y los indígenas.
4) Los criollos descendientes de españoles habían conformado en el siglo XIX una aristocracia poderosa, latifundista, dueña de inmensas riquezas, pero no obstante este poderío, no se consideraban amos absolutos de estas tierras, puesto que los nacidos en la Península se arrogaban todos los privilegios, y los miraban por encima del hombro. A esto se suma que, la Monarquía española era un hambriento murciélago que se bebía la sangre aurífera de los indios de las colonias, pues, hay que subrayarlo: no creo que la mentalidad de los españoles hubiera cambiado después de tres siglos: América seguía siendo para ellos: los reinos castellanos de las Indias, y sus habitantes, los súbditos indios, con toda la carga peyorativa que siempre encerró y encierra el gentilicio de "indios".
La abdicación de Fernando VII de Borbón, llamado "El Deseado" o "el rey Felón", en favor de su padre Carlos IV, y luego, la traición del Emperador Napoleón Bonaparte, tomando como prisionero a Fernando, y colocando en el trono a su hermano José I, famoso por el motete de "Pepe Botella", produjo una reacción negativa en los criollos, pero al mismo tiempo, la estimaron como una oportunidad caída del cielo, para sacudirse del Rey, y entablar un gobierno independiente, en el que ellos, los colonos se convirtieran en amos absolutos de este inmenso territorio.
En un principio, no había coherencia, no obstante la iluminación prestada por el sabio José Celestino Mutis, quien en el Observatorio Astronómico de Bogotá, instruyó a los jóvenes criollos de la época o intelectuales en ciernes, sobre los sucesos que se habían dado cita en Paris, con la aparición del movimiento filosófico y pedagógico conocido como Enciclopedismo o Ilustración. Con estas disertaciones que, con seguridad no tenían malas intenciones, les abrió un nuevo horizonte, para que conocieran los nuevos vientos que soplaban en la ciudad luz, en donde un filósofo, medio alucinado, había tejido una serie de libros, en los que estampó un cúmulo de frases lapidarias que, metían la mano en la llaga de los aristócratas y terratenientes del Viejo Mundo: "El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado»; «El hombre es bueno por naturaleza, pero el Estado lo corrompe"; Renunciar a la libertad es renunciar a la cualidad de hombres, a los derechos de humanidad e incluso a los deberes".[4]
En sus obras borró del mapa político a la clase dominante que había imperado durante miles de años, predicando un nuevo gobierno, el del pueblo, amo soberano. En sus estudios políticos y sociales Rousseau desarrolló un esquema social en el cual el poder recae sobre el pueblo, argumentando que es posible vivir y sobrevivir como conjunto sin necesidad de un último líder que fuese la autoridad. Es una propuesta que se fundamenta en la libertad natural con la cual, Rousseau explica, ha nacido el hombre. En El Contrato Social, Rousseau argumenta que el poder que rige a la sociedad es la voluntad general que mira por el bien común de todos los ciudadanos. Este poder sólo toma vigencia cuando cada uno de los miembros de una sociedad se une mediante asociación bajo la condición, según expone Rousseau, de que "Cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general; y cada miembro es considerado como parte indivisible del todo." En fin, Rousseau plantea que la asociación asumida por los ciudadanos debe ser "capaz de defender y proteger, con toda la fuerza común, la persona y los bienes de cada uno de los asociados, pero de modo tal que cada uno de éstos, en unión con todos, sólo obedezca a sí mismo, y quede tan libre como antes."
En Santa Fé, sólo apenas unos privilegiados tenían acceso a los libros que la ilustración[5]producía en Paris. En este escenario surge Antonio Nariño, la figura sobresaliente de la revolución social criolla, al que siempre debemos recordar con el merecido título de Precursor, dado que en virtud a su fuerza moral, ética, y a un acendrado humanismo, se consolidó la Independencia. Las grandes ideas nacieron de Nariño, y por esto Simón Bolívar, en diversas oportunidades lo apreció como un líder, como un maestro del movimiento político que transformó los destinos de América Indígena.
El General Francisco de Paula Santander, rival de Simón Bolívar y de Antonio Nariño, en tiempos de su querella contra el segundo, en las páginas de sus periódicos El Conductor y El Patriota, se mofaba de los dos prohombres en estos términos "los sabios de Nariño y Bolívar".
Así que, retomando el hilo conductor del discurso, argüimos que el sabio Mutis[6]es el pionero de la Ilustración Granadina. Sin su intervención, no se habría fortalecido el movimiento separatista. Es en el pensamiento en donde se hornean los cambios.
Las ideas son la esencia primigenia de los seres y de las cosas. Según Platón, todas las cosas del mundo material han sido creadas a partir de unas formas, moldes, arquetipos o paradigmas que denomina Ideas. No hay que confundir las ideas en nuestro sentido ordinario ?algo así como los pensamientos o conceptos que tenemos sobre las cosas? con las Ideas en el sentido platónico. Las Ideas son entidades independientes de la mente humana ?aunque el hombre no exista, ellas existen? y constituyen la auténtica realidad. Son a-espaciales, atemporales y eternas. Las cosas temporales y mutables son un pálido reflejo de ellas. En un sentido amplio, podemos definir las Ideas como las esencias independientes: la Idea de Belleza es la esencia de la belleza, la Idea de Virtud la esencia de todas las acciones virtuosas, la Idea de Cuadrado la esencia de las figuras cuadradas… pero las Ideas o esencias no están en las cosas como una de sus partes físicas ?no están en el mundo físico? sino fuera de ellas (eso es lo que quiere decir "independientes"), en el Mundo Inteligible.
En el tema que nos concierne, el sabio Mutis, con su paciencia de naturalista, sopló el aliento de vida de la Independencia, prendió la chispa que ardería en llamas justo en el instante predestinado en que Simón Bolívar, surgiría en la cima de los Andes, al lado del Cóndor, emblema de la Libertad.
Sin lugar a discrepancias, se afirma que Mutis fue un destacado representante del movimiento ilustrado en la Nueva Granada. La Expedición Botánica respondía a los postulados de las políticas ilustradas y en su seno se formaron en la ciencia varios jóvenes que actuaron como líderes del movimiento de emancipación. La Expedición como tal no fue un abrigo de los rebeldes. Las ideas de emancipación se manejaron más en las tertulias literarias y en los colegios mayores. El Observatorio Astronómico de Santafé, dependencia de la Expedición, si se utilizó como sitio de reunión de los líderes republicanos, pero tiempo después de la muerte de Mutis, ocurrida el 11 de septiembre de 1808.
Un hecho que marcó el futuro de las colonias españolas se produjo en Paris. La Asamblea Nacional Constituyente en Paris tomó la decisión de elaborar un documento en el que se compendiaran todas las ideas de Juan Jacobo Rousseau. En este sentido, el 26 de agosto de 1789, se dio a conocer lo que hoy conocemos como "Declaración de los Derechos del Hombre", instrumento fundamental de la Revolución Francesa. Es apenas un documento precursor y restaurador del ius naturalis, es decir, del estado natural en el que, de acuerdo con San Agustín y Cicerón, nace toda criatura humana. Más tarde en el siglo XVI, estos presupuestos jurídico-teológicos son defendidos por fray Bartolomé de las Casas y Francisco de Vitoria, al enfrentarse a la barbarie de la Conquista española y esclavitud y exterminio de los indígenas.
A raíz de los sucesos acecidos en la Asamblea Nacional Constituyente, el evento más relevante del preámbulo de la Independencia fue propiciado por el letrado Antonio Nariño.[7] El domingo 15 de diciembre de 1793 publicó en forma clandestina, en su Imprenta Patriótica, una traducción de los Derechos del Hombre. Por causa de esta osadía intelectual, fue procesado, junto con Francisco Antonio Zea, criollo ilustrado, subdirector de la Expedición Botánica y crítico acerbo de los tomistas y de los directivos de los colegios mayores de Santafé. Ambos fueron enviados a Cádiz en calidad de prisioneros. Ese mismo año, con el auspicio de los jesuitas, los estudiantes del Colegio de San Bartolomé iniciaron un movimiento encubierto que buscaba cambiar la dominación española por un sistema político inspirado en las fuentes de la Revolución Francesa.
En esta misma época, en agosto se produjo la llamada revuelta de los pasquines en la cual se vieron involucrados varios estudiantes del Colegio Mayor del Rosario algunos de los cuales participaban en las tertulias literarias. Tras ser detenidos y procesados por sedición, varios fueron deportados a Cádiz donde pagaron prisión hasta 1799. Entre ellos figuraba Sinforoso Mutis, sobrino del Director de la Expedición Botánica y agregado de ésta. En 1802 Sinforoso regresó a Santafé y se reintegró a la empresa científica. Luego se vería comprometido en el movimiento del 20 de julio. Durante su permanencia en Cádiz los detenidos mantuvieron vínculos con las logias masónicas locales y con las de París y Londres.
En el año de 1793, el médico francés Luis de Rieux había fundado en asocio con Antonio Nariño unas tertulias literarias que, en el fondo eran reuniones de espíritu masónico, y según el etnólogo y erudito Luis Duque Gómez en su artículo "Nariño y la Masonería", dicha sociedad secreta recibió el nombre de "Arcano Sublime de la Filantropía", y en el seno de estos encuentros, se urdió la idea de divulgar los "Derechos del Hombre".
En el ínterin en Europa surgieron diferentes acontecimientos que influyeron en la transformación política de la Nueva Granada. En 1803 Napoleón se apoderó de Portugal. Carlos IV fue incapaz de controlar la situación y el favorito de la Reina, Manuel Godoy, permitió el ingreso a la Península de las tropas francesas.
El futuro Fernando VII intrigó en contra de su propio padre hasta forzarlo a abdicar en su favor. Napoleón aprovechó esto para organizar la entrevista de Bayona, tras la cual y en una burda tramoya, Fernando VII devolvió la corona a su padre, para que este abdicara a favor de Napoleón. Como consecuencia de ello se produjeron los levantamientos del 2 de mayo, se formaron guerrillas y surgieron desórdenes en toda España. Como medio de gobierno se organizaron "juntas" en todas las provincias. A partir de 1809, en todas las ciudades y villas del Nuevo Reino de Granada se comenzó a vivir una agitación sorda provocada por la crisis de la monarquía española y por el deseo de que las provincias americanas contaran con sus propias "Juntas de Gobierno", al igual que ocurría en España.
El 10 de agosto de 1809 se produjo la insurrección de Quito, que dio lugar a la constitución de una "Junta Suprema de Gobierno" que juró obediencia a Fernando VII, y de paso invitó a las demás colonias americanas a seguir su ejemplo. Enterado de tales sucesos, el virrey Amar destinó tres destacamentos para enviar armas y pertrechos a Quito.
En nuestra época, que yo título "el siglo de los afortunados", porque, casi todo lo que antes había sido prohibido por el poder establecido, nos ha sido develado por la intrepidez de las ciencias, se ha comprobado que, el Virrey José de Ezpeleta, puso en manos del criollo Antonio Nariño, el texto de la Declaración de los Derechos del Hombre, en virtud a la empatía espiritual que los unía: ambos eran masones y a pesar de los intereses de la Monarquía, en el fuero interior del Virrey se formaba la crisálida de la Libertad.
El texto original de la "Declaración de los Derechos del Hombre" traducido por Antonio Nariño, y la chispa que prendió la llamarada de la Independencia es el siguiente, en Castellano de ese entonces:
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
"Los Representantes del Pueblo Francés constituidos en Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido, o el desprecio de los Derechos del hombre son las
únicas causas de las desgracias públicas, y de la corrupción de los Gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne, los Derechos naturales, inajenables, y sagrados del hombre, a fin de que esta declaración constantemente presente a todos los miembros del Cuerpo Social, les recuerde sin cesar sus derechos, y sus deberes, y que los actos del Poder legislativo, y del Poder ejecutivo, puedan ser a cada instante comparados con el objeto de toda institución política, y sean más respetados; y a fin de que las reclamaciones de los Ciudadanos fundadas en adelante sobre principios simples e incontestables, se dirijan siempre al mantenimiento de la Constitución, y a la felicidad de todos.
En consecuencia, la Asamblea Nacional reconoce y declara en presencia y bajo los auspicios del Ser Supremo, los derechos siguientes del Hombre y del Ciudadano.
1) Los hombres nacen y permanecen libres, e iguales en derechos. Las distinciones sociales no pueden formarse sino sobre la utilidad común.
2) El objeto de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad, y la resistencia a la opresión.*
3) El principio de toda Soberanía reside esencialmente en la nación. Ningún cuerpo, ningún individuo puede ejercer autoridad que no emane expresamente de ella.
4) La libertad consiste en poder hacer todo lo que no dañe a otro; así el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene más límites que los que aseguran a los otros miembros de la sociedad el goce de estos mismos derechos. Estos límites no se pueden determinar sino por la Ley.
5) La Ley no puede prohibir sino las acciones dañosas a la sociedad. Todo lo que no es prohibido por la Ley no puede ser impedido, y nadie puede ser obligado a hacer lo que ella no manda.
6) La Ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen derecho de concurrir personalmente, o por sus Representantes a su formación. Ella debe ser la misma para todos, sea que proteja, ó que castigue. Todos los Ciudadanos siendo iguales a sus ojos, son igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos, sin otra distinción que la de sus talentos y virtudes.
7) Ningún hombre puede ser acusado, detenido, ni arrestado sino en los casos determinados por la ley, y según las fórmulas que ella ha prescrito. Los que solicitan, expiden, ejecutan o hace ejecutar órdenes arbitrarias, deben ser castigados; pero todo Ciudadano llamado, o cogido en virtud de la ley, debe obedecer al instante: él se hace culpable por la resistencia.
8) La ley no debe establecer sino penas estricta y evidentemente necesarias, y ninguno puede ser castigado sino en virtud de una ley establecida y promulgada anteriormente al delito, y legalmente aplicada.
9) Todo hombre es presumido inocente, hasta que se haya declarado culpable, si se juzga indispensable su arresto, cualquier rigor que no sea sumamente necesario para asegurar su persona, debe ser severamente reprimido por la ley.
10) Ninguno debe ser inquietado por sus opiniones, aunque sean religiosas, con tal de que su manifestación no turbe el orden público establecido por la ley.1
11) La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones, es uno de los derechos más preciosos del hombre: todo Ciudadano en su consecuencia puede hablar, escribir, imprimir libremente; debiendo sí responder de los abusos de esta libertad en los casos determinados por la ley.
12) La garantía de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, necesita una fuerza pública: esta fuerza, pues, se instituye para la ventaja de todos, y no para la utilidad particular de aquellos a quienes se confía.
13) Para la mantención de la fuerza pública, y los gastos de administración, es indispensable una contribución común: ella debe repartirse igualmente entre todos los ciudadanos en razón de sus facultades.
14) Todos los Ciudadanos tienen derecho de hacerse constar, o pedir razón por sí mismos, ó por sus Representantes, de la necesidad de la contribución pública, de consentirla libremente, de saber su empleo, y de determinar la cuota, el lugar, el cobro y la duración.
15) La Sociedad tiene derecho de pedir cuenta a todo Agente público de su administración.
16) Toda Sociedad en la cual la garantía de los Derechos no está asegurada, ni la separación de los poderes determinada, no tiene Constitución.
17) Siendo las propiedades un derecho inviolable y sagrado, ninguno puede ser privado, sino es cuando la necesidad pública, legalmente hecha constar, lo exige evidentemente, y bajo la condición de una preliminar y justa indemnización.
1. Es decir: que si la ley no admite más culto que el verdadero, la manifestación de las opiniones contra la Religión no podrán tener efecto sin quebrantar la ley, y por consiguiente, no son permitidas por este artículo en donde no se permita más que una religión. La Francia en tiempo de los Reyes Cristianísimos era católica; pero todos sus súbditos no lo eran: había Judíos y Protestantes, y por eso fue preciso este artículo. (Nota de Antonio Nariño).
En Santa Marta, la traducción de los "Derechos del Hombre y del Ciudadano" no tuvo resonancia en las élites privilegiadas. De otra parte, el analfabetismo era muy alto en la ciudad, incluyendo al clero, y de esto habla Monseñor Luis García Benítez en su obra "Reseña de los Obispos que han regentado la Diócesis de Santa Marta", refiriéndose al gobierno eclesiástico del obispo Miguel Sánchez Cerrudo en el año de 1809: "Nada que le impresionara tanto a su llegada como la ignorancia del clero y la consecuencia natural de la corrupción de las costumbres….Como no había estudios de gramática y eran muy escasos los de las primeras letras, pidió permiso a Su Majestad para fundar nuevas cátedras".[8]
De manera tal que, a ciencia cierta nada se sabía ni de la Ilustración ni de la Revolución Francesa, ya que la ciudad vivía en un eterno letargo histórico. Pero, la adhesión de la clase criolla y del pueblo raso al Rey era inconfundible e inalterable.
Después de la feliz victoria de Bailén, nos dice Restrepo Tirado "obtenida por las armas españolas contra las aguerridas tropas de Napoleón Bonaparte, las Juntas de Gobierno establecidas en la metrópoli, enviaron representantes a Madrid, con los que se constituyó la Junta Central". Mientras tanto, en Santa Marta, un alcázar del Rey, se hicieron celebraciones pomposas. Hubo largos repiques de campanas, y los miembros de los dos Cabildos, el civil y el Eclesiástico, de rodillas en la Catedral renovaron sus votos de fidelidad y sumisión delante del pueblo frenético que no cesaba de aclamar al Monarca: ¡Viva Fernando VII!, ¡Viva Fernando VII!.[9]
Fernando VII de Borbón
Al día siguiente del juramento, se comenzó un novenario, sacando a la Virgen Inmaculada en procesión para pedir el triunfo de las armas españolas. Como si esto no bastara, el obispo Sánchez Cerrudo vendió muchas de las alhajas de la Catedral hasta reunir 6000 (seis mil) reales que debían enviarse a España para sostener la guerra y la estabilidad de la Monarquía.[10]
No conforme con estas muestras de fidelidad, el obispo, el 30 de mayo de 1810, colocó en las puertas del Real Seminario San Juan Nepomuceno las armas del Rey, con ocasión de la fiesta de San Fernando III "El Santo".
Con los datos anteriores voy tratando de dibujar la atmósfera en que se encontraba Santa Marta, ad portas del 20 de julio. ¿Era factible una mínima protesta contra el Rey Nuestro Señor, en una ciudad que en todos sus poros respiraban el perfume de la nobleza española?.!Imposible!. Defender una tesis contraria a la realidad de lo que estoy narrando basado en las fuentes, es una tremenda utopía. En esta minúscula ciudad no había cabida para ninguna revolución, y hablar de "Derechos Humanos" era una grave ofensa al "Rey por derecho divino". Es por estos antecedentes que, aún los vástagos descendientes de las familias asentadas desde el siglo XVII, añoran sus eslabones perdidos de la Península, y con afán buscan la Madre Patria arrebatada por el moreno rebelde, fundador de repúblicas, el Cid Campeador de América. Aquí, aunque no me crean nada ha cambiado. Y, si el Rey, por un golpe de azar apareciera en un barco extraviado, los samarios se arrojarían al mar de sus sueños, y en canoas, saldrían al encuentro del Monarca, y al igual que en el año de 1810, jurarían de nuevo fidelidad y lealtad.
Volvamos a la capital del moribundo Virreinato de la Nueva Granada, en donde los criollos tenían planeado el golpe definitivo, para derrocar al Rey Fernando VII en la figura del Virrey Antonio José Amar y Borbón.
El suceso del 20 julio de 1810 fue una excusa preparada con antelación, para propiciar la ruptura, y buscar la forma de adueñarse del poder. Pero, no debe olvidarse que la Independencia fue un proceso mucho más amplio y complejo, que comenzó a finales de la colonia y se extendió hasta después de la Batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819. ¿Qué buscaban los criollos con el aparente conflicto conocido como el "florero de Llorente"?. En primera instancia, alterar los ánimos del pueblo reunido en la plaza mayor, hoy Plaza de Bolívar, y difundir que los "chapetones", o sea los españoles ofendían con improperios a los americanos. Cuando los criollos lograron su objetivo, presionar al Virrey, para que se conformara una Junta de gobierno al estilo de las de España, para representar, los intereses del Rey Fernando VII, reitero otra vez, prisionero de Napoleón Bonaparte.
Las juntas eran la manera como las personas se organizaron para ejercer el poder y definir cómo se querían gobernar en ausencia del rey.
Virrey Antonio amar y Borbón
En España se formó una Junta Central en Sevilla que se transformó en una plataforma para convocar a unas Cortes Constitucionales: en España el término "cortes" se refería, desde la Edad Media, a algo muy similar a un parlamento o cuerpo legislativo. Sin embargo, en este caso, lo que se convocó fue el equivalente a una Asamblea Constituyente. Dichas cortes finalmente se reunieron en la ciudad de Cádiz entre 1810 y 1814 (por lo que se conocieron como "Cortes de Cádiz"), con el objetivo de redactar una constitución para regir España. Las Cortes de Cádiz contaron con delegados no sólo de los reinos situados en España, sino también, con representantes de los dominios de ultramar, tanto de Asia como de América. Aunque para este punto una parte de las provincias de la Nueva Granada habían declarado o asumido una independencia de España, otras aún se mantenían fieles a la corona y, por ende, dicha constitución tuvo un efecto en esas provincias durante el periodo que va desde 1810 hasta 1814, cuando se restableció la monarquía española.
Antes del evento del 20 de Julio de 1810, hay en la historia de la República de Colombia, un antecedente que canalizó el descontento de los criollos, ansiosos de un gobierno autónomo. Se trata del escrito "Representación del muy ilustre Cabildo de Santafé a la Suprema Junta Central de España y fue elaborado el 20 de noviembre de 1809, pero difundido más tarde como el "Memorial de Agravios". Como su nombre lo indica, es una queja de los súbditos americanos al Rey, en el que pretenden reclamar sus derechos no reconocidos por las autoridades españolas, alegando su autor Camilo Torres, que los americanos eran tan españoles como los de ultramar. Me ciño a transcribir sólo los apartes más beligerantes de la protesta:
"No, no es ya un punto cuestionable si las Américas deben tener parte en la representación nacional; y esta duda sería tan injuriosa para ellas, como lo reputarían las provincias de España aún las de menor condición, si se versase acerca de ellas. ¿Qué imperio tiene la industriosa Cataluña sobre la Galicia; ni cuál pueden ostentar ésta y otras populosas provincias sobre la Navarra? ¿El centro mismo de la monarquía, y la residencia de sus primeras autoridades, qué derecho tiene, por sola esta razón, para dar leyes con exclusión de las demás? Desaparezca, pues, toda desigualdad y superioridad de unas respecto de otras. Todas son partes constituyentes de un cuerpo político que recibe de ellas el vigor, la vida.
Camilo Torres
Las Américas, señor, no están compuestas de extranjeros a la nación española. Somos hijos, somos descendientes de los que han derramado su sangre por adquirir estos nuevos dominios a la Corona de España; de los que han extendido sus límites y le han dado en la balanza política de la Europa una representación que por sí sola no podía tener. Los naturales conquistados y sujetos hoy al dominio español, son muy pocos, o son nada, en comparación de los hijos de europeos que hoy pueblan estas ricas posesiones. La continua emigración de España en tres siglos que han pasado desde el descubrimiento de América; la provisión de casi todos sus oficios y empleo en españoles europeos, que han venido a establecerse sucesivamente y que han dejado en ellas sus hijos y su posteridad; las ventajas del comercio y de los ricos dones que aquí ofrece la naturaleza, han sido otras tantas fuentes perpetuas y el origen de nuestra población. Tan españoles somos como los descendientes de don Pelayo, y tan acreedores por esta razón a las distinciones, privilegios y prerrogativas del resto de la nación, como los que, salidos de las montañas, expelieron a los moros y poblaron sucesivamente la Península; con esta diferencia, si hay alguna: que nuestros padres, como se ha dicho, por medio de indecibles trabajos y fatigas descubrieron, conquistaron y poblaron para España este Nuevo Mundo.
En cuanto a la ilustración, la América no tiene la vanidad de creerse superior ni aún igual a las provincias de España. Gracias a un gobierno despótico, enemigo de las luces, ella no podía esperar hacer rápidos progresos en los conocimientos humanos, cuando no se trataba de otra cosa que de poner trabas al entendimiento. La imprenta, el vehículo de las luces y el conductor más seguro que las puede difundir, ha estado más severamente prohibido en América que en ninguna otra parte. Nuestros estudios de filosofía se han reducido a una jerga metafísica, por los autores más oscuros v más despreciables que se conocen. De aquí nuestra vergonzosa ignorancia en las ricas preciosidades que nos rodean, y en su aplicación a los usos más comunes de la vida. No ha muchos años que ha visto este reino, con asombro de la razón, suprimirse las cátedras de derecho natural y de gentes, porque su estudio se creyó perjudicial. Perjudicial el estudio de las primeras reglas de la moral que grabó Dios en el corazón del hombre! Perjudicial el estudio que le enseña sus obligaciones para con aquella primera causa como autor de su ser, para consigo mismo, para con su patria y para con sus semejantes! Bárbara crueldad del despotismo, enemigo de Dios y de los hombres, y que sólo aspira a tener a éstos como manada de siervos viles, destinados a satisfacer su orgullo, sus caprichos, su ambición y sus pasiones!".
Bueno. ¿Qué pasó, pues, en Bogotá, el 20 de Julio de 1810?. Uno de los dirigentes del complot José Acevedo y Gómez, aprovechando la confusión y el altercado suscitado, tomó la palabra y con ahínco arengó al pueblo reunido:
"Si perdéis estos momentos de efervescencia y calor, si dejáis escapar esta ocasión única y feliz, antes de doce horas seréis tratados como insurgentes. Ved los calabozos, los grillos y las cadenas que os esperan".
Acto seguido, se procedió a redactar y firmar el Acta de Independencia:
20 DE JULIO
"ACTA DE LA INDEPENDENCIA"
CABILDO EXTRAORDINARIO DE SANTAFE DE BOGOTA
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