Sociabilidad virtual, vínculo social y construcción de la identidad. El Caso de la comunidad virtual El Rincón Chileno (página 2)
Enviado por Djamel Toudert
3. Chilenos en el ciberespcio: lugar de encuentro, retóricas de pertenencia y problemas de localización
A partir de la doble retórica de "los chilenos en el mundo" (es decir, la comunidad nacional que se encuentra, ya sea en territorio chileno, ya sea a través del mundo, localizada en alguna coordenada geográfica) y de "los chilenos en Internet" (es decir, los miembros de una comunidad nacional que se localizan o conectan a partir de las coordenadas desterritorializadas del ciberespacio), los creadores del RCH dan cuenta del sentido de su comunidad virtual, a la vez que establecen las referencias que nos han servido para problematizarla como objeto de investigación.
El sentido, en efecto, es el de la comunidad electrónica que permite unir las diferentes distancia y localidades geográficas de sus miembros en un solo lugar de comunicación e interacción común, a saber, "el rincón Chileno, tu comunidad en la Red". Sin embargo, esta comunidad virtual no es como cualquier otra comunidad en el ciberespacio: antes que nada, y como señalan sus propios creadores, se trata de una comunidad virtual de chilenos, concebida por chilenos y para los chilenos en el mundo.
Sus fundadores no sólo establecen, como en el caso de otras comunidades virtuales, los criterios nominales de pertenencia al RCH (llenar una formulario de inscripción, elegir un nickname, escribir una presentación personal, etc.), sino que recurren a la condición de compatriotas de sus integrantes: la comunidad nacional, la identidad nacional. De este modo, lo chileno –como figura temática que acompaña la puesta en escena de las diferentes secciones y espacios interactivos que forman el sitio–, y la distancia –como figura geográfica que separa la localidad de los chilenos expatriados de esa otra localidad que es el territorio nacional–, encuentra su síntesis (y tal vez su "cura") en las tecnologías de lo virtual, es decir, en esta comunidad del ciberespacio que sirve de lugar de encuentro para los chilenos en el mundo (3).
A partir de dicho discurso, no entre el lugar de- aunque sólo fuera retórico- sería difícil establecer un símil encuentro virtual de una comunidad de chilenos y la figura de una diáspora electrónica, en el sentido desarrollado, entre otros, por Arjun Appadurai (2001). Sin embargo, antes de poner a prueba esta hipótesis, hemos debido preguntarnos si la supuesta diáspora electrónica era siquiera electrónica, es decir, si estábamos o no frente a una comunidad virtual en los términos de desterritorialización y sentido de pertenencia antes señalados.
Aquí aparecen las referencias que, a propósito de las retóricas de sus fundadores, nos han servido para problematizar el caso de la comunidad RCH. Aunque para los creadores del RCH los chilenos en el mundo que se reúnen en el ciberespacio son un hecho dado, producto del desarrollo de Internet como tecnología, ya encontramos en dicha formulación los elementos que tensionan la relación entre lo virtual y lo real (lo desterritorializado y lo territorial) en el seno de la comunidad RCH. Los "chilenos en Internet", en efecto, se encuentran en el no-lugar que es el ciberespacio. Pero a su vez, los "chilenos en el mundo" que forman parte de la comunidad, se encuentran en algún lugar geográfico, bien localizados en algún sitio (4).
En ese sentido, la metáfora espacial de un "dentro" y de un "fuera" de la pantalla nos ha servido para delimitar dos espacios de observación.. La vida de una comunidad virtual está, en efecto, compuesta por dos esferas principales de interacción: las relaciones on line y las relaciones off line entre sus miembros. Sin embargo, para determinar las dinámicas de construcción del "estar juntos" en la comunidad RCH, fue necesario determinar la manera en que dichas esferas se relacionan: ¿construcción de la comunidad a partir de las relaciones on line entre sus miembros, independientes de los límites de la geografía y el territorio?, como postulan algunos. O, más bien, ¿construcción de relaciones virtuales a partir de los vínculos territoriales y localizados de la vida off line de sus miembros?.
Para ello, hemos recurrido a dos momentos en la estrategia de nuestra investigación. Por un lado, determinar cómo los miembros del RCH imaginan esta comunidad de chilenos en el ciberespacio. Por el otro, observar los lugares comunitarios en donde esta imaginación es construida y puesta en práctica. En el primer caso, se trata de dar cuenta de las trayectorias biográficas de los miembros con respecto a su relación con la comunidad (los usos de la tecnología Internet). En el segundo, de observar aquello que hemos denominado los "contextos de interacción virtual" de la comunidad, es decir, los espacios hipertextuales (públicos y privados) que permiten que sus miembros, a pesar de la distancia geográfica, puedan coincidir y relacionarse entre ellos.
Nuestra aproximación a los espacios textuales de interacción del RCH (chat, foros, dominios personales) tuvo por objetivo determinar cuáles eran las dinámicas relacionales al interior de la comunidad, y cual era la relación de estás con la esfera de lo territorial y geográfico. Es observando cómo los miembros del RCH ocupan y practican dichos espacios virtuales que hemos podido dar cuenta de las diferencias que existen entre las formulaciones que imaginan una comunidad virtual ideal (vínculos sociales desterritorializados y elegidos, comunidad de intereses compartidos, participación activa de sus miembros en la construcción comunitaria) y las prácticas (no menos imaginativas) de aquellos que con su presencia dan forma y vida a la comunidad virtual.
En efecto, todo colectivo virtual tiene necesidad de un ambiente particular que dé a sus miembros el sentimiento de que se encuentran compartiendo y cooperando a la construcción de un espacio común de sociabilidad. De ahí los esfuerzos de los creadores del RCH por crear y mantener un sentimiento de pertenencia. Dichos esfuerzos se dan tanto en la esfera del discurso (la puesta en escena de la comunidad de chilenos en la red, del lugar de encuentro para los chilenos en el mundo) como en la esfera de los hechos: la implementación de un dispositivo de interacción virtual en el que sus miembros puedan reunirse, comunicarse e intercambiar información a distancia: salas de chat, foros de discusión, dominios personales.
Sin embargo, del análisis detallado de los dispositivos del dispositivo, podemos concluir que tanto el sentido de pertenencia como las prácticas basadas en la supuesta comunidad de intereses compartidos y en la comunicación participativa entre de sus miembros, no pasan de ser, la mayor parte del tiempo, más que una suerte declaración de principios o de intenciones de aquellos que crearon dichos espacios de interacción y no la realidad que observamos a partir de las prácticas de aquellos que efectivamente hacen uso de ellos.
4. Foros de discusión y Salones de Chat: construcción de una sociabilidad virtual y reflujos de lo teritorial
La observación de los Foros de Discusión del RCH obliga a relativizar algunos de los principios antes citados, en especial el que se refiere a la "discusión participativa". En efecto, considerando que se trata de una comunidad virtual de más de 90.000 miembros, la participación "activa" en este espacio de interacción es por decir lo menos pobre, pues no sobrepasa la treintena de socios. (5) En el mejor de los casos, se trata entonces de una participación "pasiva": unos pocos se dedican a escribir mensajes y animar discusiones, mientras que la gran mayoría se contenta de leerlos. En todo caso, lejos de ser un espacio que involucrar a la comunidad como un todo, lo que se desarrolla en los foros corresponde más bien a lo que hemos denominado discusiones periféricas. (6)
A su vez, el análisis de las discusiones que se establecen entre los participantes nos muestra claramente que los foros RCH, como lugares "de discusión, tolerancia y libre expresión", en la expresión de sus creadores, conocen también no pocos momentos de conflicto. En efecto, más allá de la imagen de la comunidad virtual como unidad de "intereses y proyectos comunes", los foros son también el lugar de tensiones, de conflictos y de proyectos antagónicos al interior de la comunidad RCH. A esto, hay que agrega que los mensajes depositados en los foros (es decir, el "hilo" de lo que se discute en su interior) se asemeja a las formas propias de las galimatías, es decir, están más próximos a un conjunto de voces y referencias ininteligibles que a una discusión claramente estructurada o al menos participativa.
Sin embargo, la pobre dinámica comunicativa y la confusión de discursos y textos, pueden obedecer también a una lógica que acerca a las galimatías del palimpsesto, es decir, al hecho de que cada mensaje depositado remite, a su vez, a otros textos que no entran, por decirlo así, en el marco textual de sentido fijado por un foro particular. Pero a su vez, cada referencia hecha en los foros se relaciona con otros contextos, memorias y realidades indispensables para captar su sentido. Es decir, se encuentran como fuera de allí. En este sentido, esta especie de palimpsesto electrónico que son los foros RCH nos pone en contacto con la pluralidad de tiempos y de espacios que "acumula" todo texto.
Ahora bien, estas referencias a lo que se encuentra más allá de espacio de interacción virtual podemos encontrarlas también en el salón de Chat (IRC) de la comunidad (el RincónChat). En efecto, la observación de sus dinámicas nos demuestra hasta qué punto los ámbitos de lo virtual no son tan independientes de los ámbitos de lo territorial o geográfico: lo virtual siempre está refiriéndose a lo que está más allá de las redes de Internet, y, a su vez, aquellas realidades "geográficas" están siempre presentes en los desarrollos de lo virtual.
Si los foros RCH son lugares asincrónicos de comunicación (todo el mudo no está ahí al mismo tiempo), el IRC representan el lugar por excelencia de la relación sincrónica a distancia: la llamada comunicación en tiempo real. En efecto, a partir del IRC del RCH que podemos observar la sociabilidad virtual en el momento en que ésta se "está creando".
En este caso, el IRC funciona como un dispositivo de mediación entre un espacio virtual y una multitud de otros espacios territoriales o geográficos. Por un lado, el espacio virtual (el soporte hiertextual, la pantalla en que se escriben y desfilan los mensajes), espacio en donde lo local (desterritorializado) se encuentra aquí y allá al mismo tiempo, en Suecia o en Chile, en todos lados y en ninguno, y que, como un objeto vínculo o mediador, es compartido y pertenece a todos los que en él participan. De esta forma, el objeto hace funcionar una especie de inmanencia virtual, "situando, alternativa y efímeramente, cada localidad que contacta en la posición de agente central"(Levy, 1995: 164) (7). Por el otro, los espacios territoriales, el lugar de la presencia, de la localidad en la que se desarrolla el cotidiano de cada uno de los que participan del IRC. Espacio en donde las relaciones, esta vez sí, se encuentran sometidas a todas las "limitaciones" que impone la geografía y el territorio.
Como en el caso de otras comunidades de Internet, el IRC del RCH posee dinámicas de sociabilidad que podemos considerar como exclusivamente virtuales. Lo que podríamos denominar un contexto de interacción ligado a un sociabilidad endógena (Latzko-Toth, 2002), en oposición a los contextos ligados a una sociabilidad exógena. Dichas dinámicas se sustentan en las características propias del IRC en cuanto dispositivo de comunicación mediado por el ordenador, sincrónico (en tiempo real) y en modo de texto. En términos generales, dicho espacio de mediación permite la emergencia de relaciones sociales que, de otro modo, no habrían tenido lugar. Por un lado, la posibilidad de establecer relaciones a distancia y, eventualmente, entre desconocidos. Por el otro, la emergencia de modos específicos de relación e intercambio que, gracias al anonimato (producto de la interacción virtual) y a la "ergonomía" necesaria al uso del texto escrito (en oposición a oralidad del cara a cara o de otros sistemas telemáticos) constituyen una nueva forma de sociabilidad, en especial entre desconocidos (8).
Sin embargo, los "materiales" con los que se construyen los intercambios textuales al interior del IRC hacen referencia, en su gran mayoría, a los espacios territoriales fuera de la pantalla. En efecto, las referencias constantes a la VR ("vida real"), es decir, a un sustrato de sociabilidad preexistente, dan cuenta de ellos. Dicha sociabilidad preexistente se refleja también en las referencia más o menos estereotipadas a la identidad nacional (9). Sin embargo, por sobre aquella figura mayor y desterritorializada de "lo chileno", por sobre la identificación que habla de "los chilenos en el mundo" o de la "comunidad de chilenos en Internet", lo que encontramos más bien es una multitud de discursos y retóricas de pertenencia que hablan desde determinados contextos locales (el "aquí y ahora" fuera de la pantalla), desde distintas localidades (10).
Pero no sólo se trata de referencias a un contexto de sociabilidad exógeno o preexistente. Las propias dinámicas de intercambio y comunicación virtuales son determinadas por espacios territoriales bien precisos. Lo que podemos denominar un regreso a la "geografía" lo observamos, por ejemplo, en las "dinámicas de reunión" de quienes participan en el IRC, dinámicas que territorializan el espacio virtual sometiéndolo una vez más a todas las limitaciones de la geografía (11). De este modo, el uso colectivo de un mismo espacio de comunicación en principio inmaterial y desterritorializado conlleva, finalmente, a la formación de grupos locales de usuarios que se constituyen a partir de sus territorios geográficos de pertenencia. De ahí, por ejemplo, las modalidades de elección de entre los interlocutores o las referencias necesaria del lugar de origen o pertenencia. Como lo señala Madeleine Pastinelli (1999), estamos ante la presencia de un "tropismo geográfico" en donde los canales o salones de IRC se fragmentan hasta coincidir con una región o ciudad (12), contradiciendo, de paso, los discursos que predicen que la era de las redes informáticas globales favorecerían la aparición de nuevas formas sociales puramente virtuales y cuyo motor principal sería una comunidad de intereses y de valores no territoriales.
Esta presencia de un tropismo geográfico en las dinámicas virtuales del IRC tiene su continuidad en el importante número de relaciones no virtuales que se establecen entre sus miembros. Si bien existen ciertos usuarios cuyo modo de relación en el IRC del RCH es completamente virtual (es decir, que no establecen contactos físicos o de presencia cara a cara con otros participantes), una buena parte de los que participan en los salones de conversación son, al tiempo que conocidos virtuales, conocidos fuera de la pantalla, al exterior del IRC (13).
Así, a las coordenadas de un espacio virtual y desterritorializado común, se agregan aquellas otras coordenadas del espacio geográfico o territorial. Si el no-lugar de las salas de chat permite que el espacio geográfico se "virtualizado" y que el espacio territorial se "desterritorialice", también ocurre lo contrario: aquello que denominábamos las limitaciones geográficas logra persistir en lo virtual, dentro de la pantalla.
5. Dominios personales: entre la comunidad personalizada y la comunidad emocional
Es a partir de los dominios personales del RCH que podemos ver de mejor forma la estrecha relación entre las dinámicas de lo virtual y las dinámicas de lo geográfico o territorial (14). La inmensa mayoría de los miembros RCH limitan su participación comunitaria a dichos espacios de interacción: miles de ellos dedican tiempo y energía para construir este que es su "rincón" propio dentro de la comunidad. Sin embargo, la construcción de este tipo de espacios virtuales no es cooperativa sino individual, y no corresponde al dispositivo de comunicación virtual "todos con todos" que domina en los espacios como el IRC o los Foros de Discusión, sino al dispositivo de comunicación que permite establecer un contacto "uno a uno" entre los diferentes miembros de la comunidad. Si el IRC y los foros de discusión representan los espacios públicos de la comunidad, los dominios personales representan los espacios privados de ésta (15).
Los dominios personales funcionan como espacios de mediación entre los miembros del RCH, y entre ellos y el resto de los espacios públicos o privados de la comunidad. Los usos de los dominios personales, y las dinámicas de sociabilidad que podemos observar a partir de ellos, representan, en efecto, la mayor parte de los intercambios e interacciones registrados en el seno de la comunidad RCH. En los dominios personales, los miembros del RCH consumen la mayor parte de su tiempo y energía en dos actividades principales: 1) modelar y remodelar sus dominios personales "para dejarse ver" por el resto de los miembros de la comunidad, 2) buscar en los miles de dominios personales a otros miembros de la comunidad para construir una red de relaciones y contactos más o menos estable. A partir de ahí, lo importante es determinar las características del vínculo reticular asociado a este tipo de sociabilidad emergente. Al no responder tanto a las dinámicas de sociabilidad y convivencia de los espacios públicos de interacción (todos con todos), como a las estrategias de contacto personal (uno a uno), los dominios personales de la comunidad RCH representarían un buen ejemplo de lo que Castells denomina las "comunidades personalizadas": redes centradas alrededor del individuo. De este modo, los dominios personales son un buen ejemplo del fenómeno de "privatización de la sociabilidad" en donde la relación individualizada a la sociedad, al grupo o al colectivo vendría siendo el "modo de estructuración específica del vínculo social". De ahí la importancia de Internet en la estructuración general de las relaciones sociales al contribuir, por medio de las comunidades u otro tipo de colectivos virtuales, a una "nueva sociabilidad fundada en el individualismo" (Castells, 2001: 161-164).
Como previene el propio Castells, no es Internet la que crea el individualismo en red sino que "ofrece el soporte material apropiado para su difusión hegemónica":
"El individualismo en red es una estructura social, y no una yuxtaposición de individuos aislados: los individuos tejen sus redes on line y off line a partir de sus centros de intereses, de sus valores y de sus afinidades. Gracias a la flexibilidad y a la potencia de la comunicación de Internet, la interacción social en línea juega un rol creciente en la organización global de la sociedad. Las redes en línea, cuando logran cierta estabilidad, pueden engendrar verdaderas comunidades: comunidades virtuales [que son más bien ] redes de sociabilidad a geometría variable y de composición cambiante" (Castells: 163-164).
En efecto, los miembros la comunidad RCH se repliegan en los espacios privados de la comunidad (libro de saludos, dominios personales, ricónmail) desde donde privilegia las estrategias individuales de comunicación y contacto. Por esto no es extraño que frente a los anhelos que la comunidad suscita, en cuanto construcción cooperativa, gran parte de sus miembros se rehúsen a hablar de "comunidad de intereses" o de "comunidad de relaciones" compartidas. Para sus miembros, la comunidad RCH es más que nada un lugar desde donde pueden establecer contactos específicos e individuales con otros miembros, contactos que no reposan en una especie de espacio comunitario de relaciones "todos con todos" sino en la intimidad que hace posible la relación "uno a uno". Así, podemos encontrar en el seno de la comunidad RCH ya sea grupos de conocidos que se habían constituido anteriormente (grupos preexistentes), ya sea "grupos personalizados" que se construyen en torno al individuo (al modo de un círculo de conocidos), estos últimos de composición y límites cambiantes, y cuyo nivel de reconocimiento e interacción mutua depende de los vínculos personales más de aquellos colectivos.
En cualquier caso, el modelo de interacción de las "comunidades personalizadas" muestra claramente que el vínculo social en la comunidad RCH no es construido alrededor de una organización necesaria o "vinculante" a lo social (en el sentido de la construcción colectiva o cooperativa de un contexto común y virtual de interacción entre ausentes) sino más bien por la elección de relaciones personales y sumamente electivas entre sus miembros en el marco de espacios privados de interacción y comunicación
Ahora bien, ¿cuál es la dinámica generativa de dicha sociabilidad basada en las comunidades personalizadas o en las formas de un individualismo reticular? La mayoría de los autores parece coincidir en que la respuesta se encuentra en una especie de ideal comunitario basado, por una lado, en un cierto número de intereses y valores compartidos entre sus miembros y, por el otro, en la libre elección de pertenencia de éstos a la comunidad virtual. Sin embargo, como hemos mostrado antes, los intercambios y contactos entre los miembros de la comunidad RCH no responden necesariamente, en su gran mayoría, a dichos valores e intereses compartidos o siquiera a la existencia de proyectos comunes (sino que más bien a estrategias individuales de relación uno a uno). Es más, cuando nos encontramos efectivamente con ciertas condiciones comunes al establecimiento de una comunidad (la condición de chilenos o nacidos en Chile de una gran parte de sus miembros, por ejemplo) ya no podemos hablar tampoco de una libre elección en la pertenencia a la comunidad virtual, o al menos de una elección completamente independiente de un cierto número de realidades "geográficas" o "territoriales" (miembros de la comunidad de chilenos en Suecia, nacidos en Chile, hispanohablantes, etc).
Como sugiere Zigmut Bauman si las consideramos como un ejemplo de las- (1993), las comunidades virtuales "deben su existencia a la explosión de la- llamadas tribus posmodernas sociabilidad: la acción común no deriva de intereses compartidos; los crea" (Bauman: 24). En efecto, la necesidad de relacionarse y establecer contactos en la comunidad RCH puede obedecer a muchas razones (soledad, ampliar las amistades, conocer chilenos de otras partes del mundo, buscar una pareja, pasar un buen rato, etc.) y pueden traducirse también de muchas formas (contactos pasajeros, relaciones amorosas, amistades de todo tipo, disputas festivas, etc.). Sin embargo, siempre son mayoritarias aquella razones y formas de la diversión y de lo momentáneo que hacen del RCH, más que una comunidad chilenos o de proyectos compartidos, lo que podríamos llamar un espacio de recreación o de convivialidad saturada.
Este espacio de buena convivencia puesto a disposición de los miembros del RCH gracias a las tecnologías de interacción virtual y del hipertexto informático, este "gran lugar bueno" en donde los creadores del RCH ofrecen a cada chileno en el ciberespacio un lugar para reunirse por "el sencillo placer de la compañía", es uno de los elementos claves del ideal comunitario virtual. En efecto, la noción de convivialidad virtual (o de buena convivencia), remite a la idea de una "conectividad sin objetivos ni propósitos" (Jones, 1997: 7) en donde grupos o colectivos pueden constituirse sin otra meta precisa que el gasto "festivo" de tiempo y el placer de estar juntos. Desde esta perspectiva, las dinámicas de sociabilidad al interior de la comunidad RCH, en cuanto espacio virtual de recreación, pueden ser entendidas a partir de la figura de la "comunidad emocional", en el sentido desarrollado por Michel Maffesoli (2000), y como el objeto de una antropología de lo cotidiano, de lo mundano y de lo banal.
En la categoría de "comunidad emocional" (Gemeinde) desarrollada por Maffesoli a partir de los análisis de M. Weber podemos encontrar, en efecto, ciertos elementos que son propios a la comunidad RCH. De manera general, en cuanto modo de reagrupamiento social, se trata de comunidades de aspecto efímero, de composición cambiante, de fuerte inscripción local y estructuradas a partir de lo cotidiano. El equilibrio entre la permanencia de sus miembros y la inestabilidad de sus recorridos (para referirnos a lo que ocurre en las interacciones on line del RCH), logra articularse en vínculos sociales más o menos sólidos gracias a "la emoción compartida" entre sus miembros y la comunitarización abierta del grupo social. Dicha emoción se comparte, en efecto, en los espacios de interacción virtual de la comunidad (foros, IRC, dominios personales). Así, de manera informal, banal o mundana, y gracias a una sociabilidad dominada por la empatía, los miembros del RCH forman su propia comunidad de afectos.
Si embargo, no nos encontramos, como sugiere Maffesoli, frente a una especie de "decadencia del individualismo" por efectos de la comunitarización virtual. La sociabilidad en el seno de la comunidad virtual RCH no pasa ni se define necesariamente por la multiplicidad del yo y tampoco por una especie de ethos comunitario basado en una subjetividad común o en una pasión compartida. Como ya hemos visto, si bien es cierto que el RCH pone a disposición de sus miembros espacios de interacción virtual que autorizan una convivialidad sin propósito y altamente "emotiva", al modo de una comunidad emocional, no es menos cierto que el RCH es también una "comunidad personalizada" en donde las redes de sociabilidad se construyen gracias a las estrategias individuales de sus miembros y no por medio de la construcción cooperativa del tipo todos con todos. Aquí también la oposición estricta entre las tradicionales comunidades territoriales (fundadas en vínculos familiares, territoriales o profesionales) y las modernas comunidades reticulares (fundadas en la libre elección, los proyectos comunes, la cooperación mutua y los intereses compartidos) es sólo del orden analítico. Como en el caso de la "comunidad emocional" de Weber retomada por Maffesoli, se trata de una categoría ideal-tipo, de "algo que jamás ha existido en cuanto tal, pero que puede servir como revelador de situaciones presentes" (Maffesoli, 2000: 28). Así, la constitución de los grupos sociales que llamamos comunidades virtuales puede tomar la doble forma de la "sociedad" y de la "comunidad", en el sentido desarrollado por Weber, es decir, pueden responder a un doble proceso de "societización" (en donde la motivación de los actores sociales se constituye a partir de vínculos de interés) y de "comunitarización" (en donde el grupo se constituye a partir de un sentimiento de pertenencia de carácter afectivo y tradicional). (16)
En ambos caso, la sociabilidad y el vínculo social se construyen dentro de un contexto común de interacción siempre inestable, y no gracias a conjunto de relaciones establecidas y fijadas, de un modo o de un otro, por un contexto comunitario y virtual bien definido. Así, los requisitos de sociabilidad relativos a los intereses, valores o sentimientos compartidos, por un lado, y a la libre elección en la pertenencia a la comunidad virtual, por el otro, deben ser pensados más bien en términos de aquellos requisitos necesarios para establecer estrategias individuales de interrelación dentro de espacios de convivialidad virtual inestables y no fijados.
6. Trayectorias biográficas y comunidades preexistentes: lo virtual reconocerá a los suyos fuera de la pantalla
Las modalidades dominantes de sociabilidad virtual en la comunidad RCH consisten, pues, en multiplicar las conexiones y encuentros con los otros (a partir de redes y estrategias individuales), otros cuya existencia muchas veces está sujeta a sospechas. Son múltiples, en efecto, las referencias a la precariedad de las relaciones con los otros virtuales y, en consecuencia, a la necesidad de encontrarlos en algún momento cara a cara. La debilidad del vinculo social en su variante estrictamente virtual puede ser formulada en los siguientes términos: ¿porqué creer a seres humanos "materiales" en un mundo virtual? Estos seres (detrás de una pantalla, al otro lado del mundo, escondidos bajo mil identidades) existen, por supuesto, pero tal vez uno no lo sabrá nunca. Si la telepresencia facilita en un primer tiempo los contactos entre unos y otros (la desaparición del rostro del otro y la comunicación a distancia mediada por el ordenador permite interesarse por alguien que se encuentra al otro lado del mundo), la presencia física y el contacto cara a cara terminan siendo la aspiración y el reclamo de buena parte de los miembros de la comunidad RCH.
Por supuesto, no sólo existe una vida "dentro" de la pantalla, sino que también existe otra "fuera" de ella. Las prácticas y usos comunitarios de Internet no se limitan a las interacciones, intercambios o flujos que podemos observar en las redes del ciberespacio. En lo que respecta a las relaciones de sociabilidad al interior de la comunidad RCH, éstas tienden a salir, tarde o temprano, del ámbito de las relaciones meramente virtuales al ámbito de las relaciones presénciales
Sin embargo, si el paso de una relación virtual a una relación presencial deja en evidencia la conexión estrecha que existe entre el vínculo social desterritorializado, propio de la comunidad virtual, y el vínculo social de la copresencia, propio de los contextos territoriales, también ocurre lo contrario, es decir, que las relaciones de sociabilidad en el seno de la comunidad virtual RCH sean también la prolongación de aquellas relaciones de sociabilidad preexistentes fundadas en realidades geográficas o familiares.
A partir de nuestro análisis de las trayectorias biográficas de miembros del RCH residentes en Suecia y Francia, hemos podido constatar hasta qué punto lo virtual no sólo no es independiente de los contextos del "mundo de vida" en que se insertan cada uno de sus miembros, sino que es este mismo mundo (el de la familia, el de los amigos del barrio) el que determina en gran parte la "libre elección" de la comunidad RCH, y las prácticas y relaciones que se establecen entre sus miembros.
Si bien es cierto que los miembros establecen relaciones virtuales con "otros" desconocidos, el papel fundamental que juega la "comunidad preexistente" (en el caso de la comunidad de chilenos en Suecia) y los "contextos familiares" (en el caso de los miembros residentes en Francia) en la constitución de espacios de sociabilidad tanto dentro como fuera de lo virtual, cuestiona seriamente los discursos fundadores y elogiosos sobre este nuevo modo de relación desterritorializada que serían las comunidades virtuales. En estos dos casos, las relaciones de sociabilidad de la comunidad RCH se constituyen, tanto dentro como fuera de la pantalla, como una prolongación de las relaciones preexistentes entre sus miembros, incluso como la prolongación de una determinada comunidad de vida fuera de la pantalla.
La importancia de la red no virtual de amistades, conocidos o familiares en la constitución de una comunidad en el ciberespacio resulta fundamental. Si podemos hablar de un sentido de pertenencia a la comunidad RCH, éste es, paradójicamente, anterior a la misma comunidad virtual, es decir, se funda a partir de la pertenencia a una comunidad preexistente: a un grupo de amigos, a una familia, a los que habitan un mismo barrio. Por lo tanto, no estaríamos en presencia de la substitución de las comunidades territoriales por las redes virtuales. A lo sumo, vemos cómo Internet (por medio de la comunidad RCH) mediatiza y refuerza, en la mayoría de los casos, espacios y contextos de sociabilidad preexistentes.
Del mismo modo, cuando no estamos en presencia de dichos contextos de sociabilidad preexistentes (como en el caso de las relaciones entre desconocidos), la necesidad de prolongar el contacto, hasta ese momento estrictamente virtual, hacía contextos presénciales implica el fin de la relación virtual. En efecto, al salir fuera de la pantalla para encontrar a los (des)conocidos virtuales, y una vez establecido el primer contacto presencial o cara a cara, la necesidad de retomar la antigua relación virtual ya no existe: la irrupción de la "comunidad de vida", implica no pocas veces la muerte de la comunidad virtual, al menos la de tipo personalizada. De este modo, cuando la comunidad RCH no se constituye a partir de contextos de sociabilidad preexistentes, lo hace a partir de estrategias personalizadas e individuales en las que cada miembro establece lo que percibe como los primeros contactos dentro de la pantalla (sociabilidad débil) con el objeto de preparar los futuros encuentros fuera de ella (sociabilidad fuerte). Del mismo modo en que funcionan los llamados sitios dedicados a los contactos mundanos y la búsqueda de pajera, la comunidad RCH lo hace como una herramienta de comunicación, búsqueda y observación de los otros virtuales que, en algún momento, serán o podrán ser los otros reales: una interfase o espacio de mediación virtual entre individuos que, ubicados en una geográfica bien precisa, intentan establecer contactos (los unos con los otros, los unos sin los otros) a la distancia.
Lo propuesto por ciertos investigadores en el sentido de considerar las comunidades virtuales como comunidades emergentes "de tercer tipo", es decir, comunidades a la vez mediadas técnicamente por el ordenador y constituidas en función de la posibilidad de interacciones cara a cara, encuentra en el caso de la comunidad RCH los matices propios de una doble filiación (virtual y territorial) problemática. Si bien los diversos tipos de comunicación mediada por ordenador (IRC, Foros de Discusión, correo electrónico) y el arquetipo de comunicación inmediata cara a cara convergen en el seno de las comunidades virtuales bajo la forma de una comunicación y sociabilidad plurimodal (inmediata-sincrónica, mediatizada-sincrónica, mediatizada-diacrónica) no es menos cierto que las modalidades de dicha doble pertenencia (a territorios geográficos, por un lado, y a territorios electrónicos, por el otro) están claramente marcadas por una fuerte asimetría entre las esferas de los virtual y de lo territorial.
El problema vuelve una vez más sobre las formas de la articulación entre los intercambios electrónicos y la interacción física (sociabilidad, vínculo social, sentido de pertenencia) de los miembros de una comunidad virtual. Sostenemos, a partir de nuestro estudio de la comunidad RCH, que dicha articulación es de carácter territorial. Así, los modos de la sociabilidad virtual (todos con todos) están determinados geográficamente o son la prolongación de modos preexistentes de sociabilidad territorial. El vínculo social desterritorializado, más que hacer referencia a la construcción de un colectivo virtual desligado de las limitaciones de la geografía, se refiere a estrategias personalizadas de comunicación (uno a uno) propias al uso privado de las redes de comunicación a distancia. El sentido de pertenencia, por último, no sólo tiene poco que ver con interese y valores compartidos entre los miembros, sino que esta siempre haciendo referencia ya sea a las realidades locales y territoriales de cada uno, ya sea a las posibilidades festivas del anonimato y de la telepresencia.
Por supuesto, podemos, como en el caso del IRC, basadas en el uso del texto en- observar sociabilidades virtuales emergentes tiempo real, en el anonimato, en la recreación de lo banal y en el uso altamente que no existirían de no- ritualizado de dichos espacios de interacción común mediar la tecnología de Internet. Podemos observar también cómo, por medio del correo electrónico, individuos separados por la distancia geográfica pueden comunicar y establecer un contacto que- bajo el modelo de una red personalizada- de otro modo sería imposible. Sin embargo, como fue también el caso con otras no son las- la imprenta, el teléfono, el correo- tecnologías de mediación posibilidades supuestamente ilimitadas de lo virtual las que articulan la sociabilidad o la formación de un vínculo social a distancia, sino más bien las limitaciones del "tropismo geográfico" (17) las que les dan contenido a dichas interacciones, formateándolas en algunos casos, o haciéndolas simplemente posibles, en otros, pero siempre determinando la articulación en que lo virtual deviene territorial y lo territorial deviene virtual.
De hecho, lo que entendemos por vínculo social desterritorializado no es otra cosa que un vínculo social mediado, en nuestro caso por un comunidad virtual de Internet, a la distancia. Por lo demás, el propio vínculo de la presencia (cara a cara) no escapa tampoco a este tipo de mediaciones. Los miembros de la comunidad RCH utilizan este espacio de comunicación e interacción de la misma forma en que utilizan Internet en general, a saber, de manera son más bien utilitaria y estrechamente ligada a los círculos sociales de familia y de la vida cotidiana. Lo que ellos mismos denominan "la vida real", y a la que nosotros hemos aludido utilizando las figuras de lo territorial y de lo geográfico, domina en efecto la interacción electrónica.
Si los "intercambios electrónicos no parecen tener en general ningún efecto directo sobre la estructuración de la vida cotidiana" (Castells, 2001:151), es justamente porqué la sociabilidad virtual es un prolongación mediada de relaciones sociales preexistentes. Es por eso que los usos al interior de la comunidad RCH sirven a sus miembros sobre todo para mantener de manera eficaz vínculos sociales débiles (en el sentido de relaciones transitorias y poco durables). Dichos vínculos desaparecerían de otro modo (ya sea porque lo que aporta la comunicación virtual no amerita necesariamente el esfuerzo de la comunicación física, ya sea porque las modalidades de la comunicación virtual, la discreción o el anonimato, no son posibles en contextos presénciales) o simplemente no serían posibles (porque no existiría un espacio de encuentro con aquellos miles de otros anónimos a la distancia). Dichos vínculos débiles e inestables, propios de la interacción virtual, son lo que Mafessoli denomina los "hilos invisibles" que unen a los miembros de la comunidad emocional. Sin embargo, no pasa lo mismo cuando los miembros de la comunidad RCH tratan de mantener vínculos fuertes a distancia. Ya sea porque la telepresencia no corresponde a una distancia a superar sino que a estrategias que se fundan desde la proximidad de grupos territoriales preexistentes. Ya sea porque, siendo la distancia una barrera a superar, la manutención efectiva de los vínculos fuertes (en especial los familiares) requieren de interfases más conviviales (como el teléfono) para manifestar una presencia a distancia, y no de los medios virtuales (como el correo electrónico) incapaces de permitir una comunicación interactiva y en profundidad.
En definitiva, la reconfiguración de la comunidades virtuales, como espacios de sociabilidad desterritorializados, con respecto a las comunidades presénciales o geográficas, no estaría tanto en determinados intercambios electrónicos, en la constitución de redes personales de comunicación, o incluso en las sociabilidades festivas y efímeras que observamos en determinados espacios virtuales. Como sugiere Castells, de manera acertada, si bien es cierto que en el seno de los colectivos virtuales y de las redes de Internet las conexiones son transitorias y cambiantes, los flujos, en cambio, son permanentes. Es esta exterioridad e inmanencia de las redes del ciberespacio, que autores como Pierre Levy identifican con el hipertexto en cuanto objeto-mediador, que merecería ser estudiada en otro momento con mayor atención. Ya no se trataría tan sólo de determinar formas de sociabilidad virtual (todos con todos) o relaciones individuales en red (uno a uno) sino también (en una suerte de antropología de los objetos) de cómo los sujetos se relacionan con este objeto técnico que es Internet.
7. A modo de conclusión: la comunidad RCH como diáspora electrónica
Para finalizar, podemos retomar la hipótesis de la comunidad El Rincón Chileno como ejemplo de diáspora electrónica. Según señala Arjun Appadurai, las nuevas comunidades electrónicas de Internet permitirían "establecer un debate, un diálogo y relaciones entre individuos separados territorialmente, pero que forman, pese a todo, comunidades de imaginación y de interés en el seno de una diáspora" (Appadurai, 2001: 268). Dichas comunidades de imaginación no están lejos, de hecho, de aquellas otras "comunidades imaginadas" propuestas por Benedict Anderson (1991) como una forma de superar la dicotomía virtualidad / presencia en la constitución identitaria de grupos humanos (o de individuos) que no han estado en contacto directo. En dichas comunidades imaginadas, los medios de comunicación (en especial la prensa escrita) contribuyeron a crear y a mantener un sentimiento de identificación y pertenencia nacional o comunitario, no solo en el marco del Estado Nación sino también en el caso de las diásporas o de las minorías socioculturales. Por supuesto, dicho proceso no es contradictorio con el hecho de que los individuos de un grupo vinculados imaginativamente sigan manteniendo un contacto presencial directo. En los hechos, cualquier comunidad más grande que un pueblo (e incluso probablemente en este tipo de comunidad), donde se supone que los contactos tienen lugar primordialmente cara a cara, es una comunidad imaginada.
Lo novedoso, en la actualidad, es que gracias a Internet los flujos desterritorializado de las comunicaciones electrónicas, "comienzan a crear vecindades virtuales que ya no están limitadas por el territorio, los pasaportes, los impuestos y las elecciones" (18) (Appadurai: 268). ¿Es éste el caso de la comunidad RCH? ¿Estamos frente a una especie de vecindad virtual donde la diáspora de chilenos en el mundo deviene diáspora electrónica gracias a la mediación de Internet?
Como hemos visto, la comunidad RCH está lejos de constituir una vecindad virtual si consideramos el bajo espesor de las relaciones todos con todos que se establecen entre sus miembros y la no independencia de estas últimas con respecto a los contextos territoriales. Aunque existiera una diáspora preexistente de chilenos que se conecta a Internet (como en el caso de la comunidad de chilenos en Suecia), esto no sería lo mismo que afirma que es gracias al contexto desterritorializado de la comunidad virtual que ésta puede generar nuevas formas de sociabilidad o, en su defecto, ampliar las dinámicas ya existentes.
Sin embargo, no por ello la idea una diáspora de chilenos en el mundo deja de ser una figura interesante para una aproximación al fenómeno de las comunidades virtuales. En efecto, a partir de su definición canónica (la diáspora como el conjunto de miembros de un pueblo disperso a través del mundo, pero que se mantienen en relación), la figura de la diáspora da cuenta de aquel proceso identitario en que se construye o se imagina una comunidad dispersa y en movimiento (nacional, religiosa, étnica o mercantil) a partir de la relación con una comunidad de origen, estable y delimitada (pero no por ello menos imaginada o construida). Desde un comienzo, pues, la diáspora virtualiza las relaciones de pertenencia (somos de esta tierra pero también de la otra, estamos aquí pero también allá): es decir, la propia diáspora, sin necesidad de ser electrónica, es en buena medida virtual.
En ese sentido, si aceptamos otorgar al conjunto de grupos, familias o individuos que forman la comunidad RCH el apelativo de diáspora, aunque sea de manera restringida, no nos referiremos ya a una diáspora que se constituye por medio de una supuesta sociabilidad y convivencia en línea entre sus miembros. Como lo muestra, por ejemplo, el caso de las familias franco-chilenas de nuestro estudio, la figura del Chile distante es efectivamente puesta a discusión a partir de la comunidad RCH. Sin embargo, el trabajo de la diáspora (las relaciones con lo suyos en Chile, las discusiones sobre volver o no a Chile, o el estatuto mismo de los hijos nacidos en el extranjero) se desarrolla fuera del ámbito virtual: en el seno de la propia familia, o de la comunidad de chilenos en Francia, de aquella vecindad que corresponde al mundo vivido o, que siendo vecindad virtual, es siempre imaginada y producida a partir de una coordenada geográfica y de un contexto histórico, social, político y material.
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Notas
[1] – En efecto, estamos frente a una masificación de los usos de Internet: cerca de 1000 millones de usuarios conectados en el mundo, y otros tantos millones que participan en algún tipo de colectivo virtual (comunidades virtuales, foros de discusión, chats, etc.). Sin embargo, hablar de la expansión o del acceso generalizado a la Red no es lo mismo que hablar de libre acceso o igualdad de acceso a Internet. Más bien, lo que intentamos subrayar es el hecho de que la práctica de Internet ha conocido una verdadera explosión en los últimos años: a fines de 1995, primer año de su uso a gran escala, había a nivel mundial alrededor de 16 millones de usuarios de Internet. A comienzos del 2002, su número era aproximadamente de 590 millones. Fuente: Idate, European Information Technology Observatory (EITO, 2003).
[2] – Ambos enfoques sobre las comunidades virtuales –el reticente y el entusiasta–, en apariencia opuestos, sacan sus conclusiones a partir de un mismo diagnóstico: en nuestra época, cualquier persona, con su modem conectado a Internet, puede sentirse más vinculada a otras que viven a miles de kilómetros de distancia que con aquellos que forman su vecindad. Por un lado, el temor a la pérdida de la localidad y del lugar a causa de los procesos de desterritorialización, es decir, de aquellos espacios con límites definidos destinados a proporcionar los marcos presenciales de la interacción social. Por el otro, la promesa de nuevos espacios y referentes para la interacción a distancia más allá de los limites de la geografía, del territorio y de la localidad, gracias a esta misma desterritorialización. En ambos casos, la red global de comunicaciones provocaría el colapso de las viejas barreras espaciales: todos los lugares, todos los espacios son accesibles, ahora, casi instantáneamente. Esta especie de devaluación espacial tendría su expresión más radical en la tesis propuesta por Paul Virilio (1984), según la cual –producto de los nuevos regímenes de temporalidad y de percepción hechos posibles por la tecnología– el espacio ha dejado de contar y ha pasado a convertirse en algo irrelevante, completamente supeditado al tiempo de la inmediatez electrónica: "el lugar geográfico deja de ser el asiento de la experiencia humana para convertirse en polo a alcanzar en el ejercicio del ir y del venir" (Virilio, 1984:94).
[3] – La comunidad virtual El Rincón Chileno fue creada el 1 de enero del 2000 por un grupo de jóvenes chilenos nacidos en Chile y residentes en Estocolmo, Suecia. En un principio, la comunidad contaba con menos de 200 miembros, esencialmente pertenecientes a la comunidad de chilenos en Suecia. En la actualidad, el número sobrepasa los 90 mil, de todas partes del mundo.
[4] – La mayor parte de los socios inscritos en RCH son chilenos con residencia en Chile (40%), seguido por las comunidades chilenas en Suecia (30%) y Canadá (10%). Porcentajes aproximados a partir de la base de datos del Staff Rincón Chileno
[5] – En efecto, considerando la totalidad de canales temáticos que componen el sistema, los foros cuentan con no más de 250 mensajes registrados en la "memoria del sistema". Para una comunidad que contabiliza la circulación diaria de más de 3500 mensajes producidos por sus socios (entre e-mail y saludos en los libros de visita), una cifra como la anterior da las primeras pistas de lo que podríamos calificar como una baja, sino marginal, participación de los socios en el sistema de foros de la comunidad.
[6] – Si los foros son un ejemplo de intercambios textuales minoritarias entre un puñado de socios activos o de discusiones periféricas con respectos a otros espacios "centrales" de interacción comunitaria (dominios personales, chat, sistema interno de e-mail), queda no obstante la pregunta sobre la "participación pasiva" de aquellos miembros que se limitan a leer los mensajes y a seguir las discusiones. En términos absolutos, resulta imposible saber el número, incluso aproximado, de socios que leen o siguen lo que se desarrolla en los Foros RCH. Sin embargo, no extraño que estas discusiones periféricas sean seguidas por un número importante de socios y puedan, de hecho, bajo la forma de la referencia o de la cita, alcanzar los "centros" de la comunidad.
[7] – Según Pierre Levy (p.116), el objeto-vínculo o mediador, objeto que hace del ciberespacio un contexto común para la interacción a distancia, "debe ser el mismo para todos, pero al mismo tiempo diferente para cada cual, en el sentido en que cada uno está, con respecto a sí mismo, en una posición diferente. El objeto marca o traza las relaciones mantenidas por los individuos, los unos con respecto a los otros. Circula, física y metafóricamente, entre los miembros de un grupo. Se encuentra, simultánea o alternativamente, en las manos de todos. Por esto, cada uno puede inscribir en él su acción, su contribución, su impulso, su energía. El objeto no sólo permite llevar el todo frente al individuo, sino que también implica al individuo en el todo. Sin embargo, el objeto, contenido y dominado por los grupos que constituye, continua siendo exterior, "objetivo" ya que no pertenece al grupo como otro sujeto".
[8] – Nos referimos, por ejemplo, a la "desenvoltura" comunicativa que, gracias al anonimato, permite que perfectos desconocidos puedan desarrollar con una relativa inhibición intercambios textuales de tipo sexual, lúdico y trivial, y crear lo que hemos llamado las disputas festivas (la teatralización de intercambios más o menos agresivos por medio del texto escrito). O también, a la ergonomía necesaria al uso del texto escrito que, dependiendo de su cadencia, de su ubicación en una secuencia textual determinada o de su rapidez de inscripción en la pantalla, determinan en buena medida las continuidades y discontinuidades, las saturaciones y vacíos, de los intercambios textuales entre los participantes
[9] – Lo local (o más bien lo translocal) se expresa a través de las múltiples referencias a la "chilenidad" hechas por los participantes a lo largo de sus intercambios textuales. Ya sea en lo que respecta al uso del argot chileno por quienes participan (el «guevón» y su infinidad de acepciones, expresiones como «la puñalada con ajo», «cachai», etc.), ya sea por las referencias a la cultura popular y del mundo televisivo (el programa «del muñeco Pin-Pon», el humorista «Eduardo Vilches», el «circo Timoteo», etc.).
[10] – De este modo, lo que en un momento sirve como eje unificador (y homogenizador) de "lo chileno a la distancia" (el argot chileno, las referencias locales de todo tipo) se vuelve en otro elemento de diferenciación (e incluso de tensión) entre, por ejemplo, el grupo de "los chilenos" y de "los suecos": esta vez es el argot (o cualquier otro tipo de identificación) en la distancia el que prima. Distancia que ya no hace referencia a una identidad o historia compartida (a una especie de localidad virtual y transnacional), sino que remite a las realidades sociales y a los "mundos de vida" en donde este tipo de identificación se localiza y desde donde, en consecuencia, hablan los que participan en el IRC.
[11] – Producto de la geografía y de los husos horarios, entre los grupos que participan en el IRC existe una suerte de división según el lugar de residencia de sus miembros. A grosso modo, podemos destacar dos grandes grupos. Por un lado, tenemos al grupo de "los Suecos" (a quienes se asocian también aquellos miembros que residen en Europa) y por el otro al grupo de "los Chilenos" (a quienes se agregan los miembros que residen en el continente Americano) Así, podemos observar el momento de "llegada" y de "retirada" de las distintas comunidades de chilenos según la diferencias horarias. En efecto, no es difícil distinguir aquellos momentos (en la noche de los unos, en la madrugada de los otros) en que el IRC es ocupado en su mayoría ya sea por la "comunidad sueca", ya sea por la "comunidad chilena".
[12] – Y que se traduce, a una escala mayor, por lo que Hinner (2000) describe como "el desarrollo de redes de IRC regionales, como en el caso de BrasNet para los usuarios brasileros, y la regionalización creciente de las redes globales".
[13] – Ya sea porque se conocían antes de entrar al Rincón chileno (lo que podríamos llamar un "grupo preexistente") ya sea porque, de haberse encontrado por primera vez en el chat, han llegado a establecer contactos fuera de él. Así, por ejemplo, buena parte de sus conversaciones en el salón general hace referencia, justamente, a las actividades que desarrollan fuera de la pantalla, en la "vida real".
[14] – El dominio o cuenta personal es el espacio virtual propio ("Mi Rincón") asignado a cada socio dentro de la comunidad RCH con el objeto de que éste pueda presentarse al resto de los miembros de la comunidad y "acceder e intercambiar información dentro del sistema RincónChileno". De manera más específica, estos espacios de construcción personal se constituyen a partir de la presentación hecha por cada socio al momento de ingresar en la comunidad. Dicha presentación contiene los datos generales del miembro (país de origen y residencia, edad, sexo, profesión), una fotografía del mismo (en algunos casos), información interactiva (nickname del socio, su «estado» on line u off line, el número de visitas a la comunidad, fecha de la última visita, dirección de e-mail, etc.) y la presentación propiamente tal, es decir, la información escrita por el socio para darse a conocer al resto de la comunidad.
[15] – Los dominios personales pueden ser visitados por cualquier miembro del RCH, ya sea para entrar en contacto con su "propietario", ya sea simplemente para leer la presentación de este último o para observar el diseño o la arquitectura virtual del dominio en cuestión. Sin embargo, las dinámicas de interacción mediadas por los dominios personales (mensajes personales entre un miembro y otro) no pueden ser observadas por un tercero.
[16] – Como señala Dominique Schnapper (1998), la oposición entre los dos procesos es del orden ideal ya que en la realidad concreta "la gran mayoría de las relaciones sociales tienen en parte el carácter de una comunitarización, en parte aquel de la societización".
[17] – Aquí no se trata de proponer una inversión del determinismo tecnológico, del tipo causa y efecto entre innovación tecnológica y contextos territoriales. Simplemente, de señalar que el colapso relativo de las viejas barreras espaciales no sólo no representa la aniquilación del espacio por el tiempo, la velocidad y la simultaneidad, sino que convierte a esta nueva espacialidad desterritorializada en una de las claves fundamentales para explicar, por ejemplo, el desarrollo económico capitalista. Como señala Harvey (1998: 78), "cuanta menor importancia adquieren las barreras espaciales, mayor es la sensibilidad del capital a las variaciones de los lugares en el espacio y mayores los incentivos para la diferenciación de los lugares con vista a atraer el capital".
[18] – Según Appadurai las vecindades virtuales parecen representar la ausencia de vínculos cara a cara y de la continuidad espacial propias a la vecindades espaciales. En realidad, como él mismo señala, no se trata tanto de una oposición como de la emergencia de una relación compleja entre ambas espacialidades en lo que respecta a la producción de la localidad. La construcción de la localidad ya no es puramente una cuestión de contextos territoriales sino más bien de estructuras de sentido: los mundos imaginados. Dichos mundos (en su variedad de ethnoscapes, mediascapes,technoscapes, ideoscapes) imaginados no son producidos sólo en referencia a localidad del territorio sino también a la translocalidad representada por los flujos globales desterritorializados de información, noticias, imágenes y conocimientos, por un lado, y los flujos de personas y de los grupos en movimiento, por el otro.
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"Este artículo es obra original de Francisco Aguilera Valpuesta y su publicación inicial procede del II Congreso Online del Observatorio para la CiberSociedad: http://www.cibersociedad.net/congres2004/index_es.html"
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