Descargar

Las particularidades del proceso de formación nacional cubano


  1. Introducción
  2. Particularidades del proceso de formación nacional cubano
  3. Génesis y desarrollo de la formación de la nacionalidad cubana
  4. La estrecha vinculación entre nación e identidad
  5. Conclusión
  6. Bibliografía

Introducción

La comprensión del Proceso de Formación Nacional Cubano y su incidencia dentro del proceso histórico por la consecución y mantenimiento de la soberanía requieren un análisis integral en el marco de las concepciones sobre el EstadoNación desde sus propios orígenes. De esa manera, el examen acerca de la evolución histórica, los conflictos y las particularidades de dicha entidad en Cuba (precisamente en momentos de inacabada y tergiversada construcción) puede hallar un sustento científico y contextualizado en la teoría que realmente lo explica.

La pregunta acerca de qué es una nación todavía hoy no encuentra una respuesta definitiva entre los teóricos, si bien se han sentado ciertas pautas. En general, las definiciones existentes sobre ese término se enmarcan dentro de sociedades específicas y son analizadas desde visiones ideológicas diversas. El propio Benedict Anderson reconoce las dificultades e inconvenientes a la hora de conceptualizar la nación, la nacionalidad y el nacionalismo.

Sin embargo, la mayoría de los estudiosos de la Nación Moderna coinciden en el origen europeo de la misma, lo que explicaría el predominio de los enfoques eurocéntricos. Asimismo, existen puntos comunes cuando califican a la Nación como un producto expreso del nacionalismo. Al respecto, ha predominado el principio de que el nacionalismo precede a la nación y nunca a la inversa, expresada por Ernest Gellner, e igualmente compartida por muchos, entre los que sobresale el propio historiador inglés Eric Hobsbawm, el cual entiende que "las naciones no construyen estados y nacionalismos, sino que ocurre justamente al revés". El presente trabajo pretende enfocar los orígenes y particularidades del proceso de formación nacional a pesar de los disímiles y polisémicos criterios de los historiadores e investigadores del tema que nos ocupa.

Particularidades del proceso de formación nacional cubano

El caso de la formación nacional en Cuba tiene sus diversas particularidades por lo que es necesario un acercamiento a este difícil y entramado proceso. A la luz de las acciones históricas de los propios cubanos y la contribución de los que no lo son, es que se puede estudiar el decursar del proceso de formación de la nación y la nacionalidad cubana. Para dicho estudio de este proceso también hay que tener en cuenta las diferentes identidades, las regionales y las locales, pues desde un inicio todo este largo proceso tuvo sus rasgos novedosos sin que estos fueran definitorios.

El proceso de formación de la nación cubana no puede comenzar a estudiarse desde una definición conceptual, ni los elementos de superficie que presenta la historia. Pero una nación adquiere sus perfiles propios solo a partir del pueblo que la compone. Es, por ende, a través de la comprensión de sus distintos momentos que puede entenderse este proceso.

En Cuba, varias explicaciones oportunas del proceso de formación nacional han sido asumidas por analistas del talante de Ramiro Guerra, Jorge Mañach, Emilio Roig, Fernando Ortiz, Julio Le Riverand, Jorge Ibarra, Sergio Aguirre, el ya mencionado Eduardo Torres-Cuevas, entre otros muchos, bajo la problemática (casi) común de no contar con una teoría general de referencia en torno a los Problemas Nacionales. Ese ha sido su principal mérito, especialmente en los casos donde el tratamiento obedece a un enfoque dialéctico, pues un aparato teórico más consensuado globalmente les hubiera apoyado sobremanera. Valga mencionar, sobre esto último, que la conformación del Estado-Nación es algo que se encuentra siempre en continuo movimiento, experimentando determinados avances y retrocesos en cada momento histórico. La gestación y desarrollo del Estado-Nación cubano se produjo, en un primer momento, dentro del marco político-jurídico colonial, y por tanto presentó características particulares respecto a similares procesos en otras regiones del planeta.

Se han establecido estudios y análisis que arrojan que la propia colonización española tuvo factores que incidieron en la formación nacional de nuestro país. En primer lugar las condiciones geográficas de Cuba: Cuba es un archipiélago, con una isla enorme, lo que favorecía a la unidad territorial, aunque por falta de comunicaciones surgió un cierto localismo.

Otro aspecto importante es la existencia de un idioma común, el español, impuesto por los colonizadores, y que prevaleció sobre la lengua indígena, y muchos dialectos de los esclavos. Al principio hubo cierta inestabilidad, al desaparecer el oro y ser tomada la isla como puente para la conquista del continente, pero a fines del siglo XVI e inicios del XVII se va formando una comunidad estable que se irá diferenciando cada vez más de la metrópoli. Sus miembros fueron teniendo sus intereses, carácter, costumbres e incluso algún que otro rasgo físico diferente al español, y comenzaron a chocar con los peninsulares, de quienes rechazaban su arrogancia y desprecio a los criollos, sus propios descendientes.

Se debe tener en cuenta que nuestra integración parte de la concurrencia y lucha de diversas culturas que vienen de distintas formaciones económico- sociales y áreas geográficas alejadas entre sí, en la que alternan momentos de coexistencia, fusión, absorción, rechazo, sin que esto impidiera una síntesis en su proceso histórico, dado las características esenciales del pueblo cubano. Sin embargo, había factores adversos, como lo fue la casi total desaparición de la población aborigen local, y la existencia de relaciones de la más perversa producción esclavista, las cuales exacerbaban el racismo y la discriminación.

El proceso inicial de la conformación de nuestra nacionalidad, duró siglos, en los que fueron madurando los factores económicos, políticos, sociales y culturales de la identidad y en el que influyeron, también a su tiempo, los acontecimientos que se fueron dando a escala internacional, como las revoluciones burguesas en el Norte de América y Europa, y las gestas por la independencia, comenzadas en Haití, y en América Latina. El proceso inicial de la conformación de nuestra nacionalidad se desarrolló a partir de un violento choque entre culturas con características diversas y diferentes, y se extendió dentro de la crisis del marco general de la dominación colonial, que no resultó en la anhelada emancipación nacional y menos social. Para hablar de la formación de la nacionalidad cubana hay que analizar el proceso de acriollamiento que sufrió la población.

En el siglo XVI comienza un lento proceso de diferenciación entre viejos elementos españoles, africanos, descendientes de ambos, y sus mezclas. Germen de la nacionalidad cubana, son una psicología social distinta a la española y los intereses económicos opuestos. Se le llamaba peninsular al español que llegaba desde Europa y criollo al nacido aquí, bozal al africano, y criollo al negro nacido en la Isla. Los criollos (palabra que significa «pollo criado en casa») comienzan a constituir un pueblo nuevo, de un origen multicultural, que elabora, transculturando, es decir, mezclando, seleccionando, abandonando elementos de las diversas raíces originarias y creando otros, una cultura nueva, tanto material como espiritual.

Unido al criollo nació el concepto de «patria». El concepto de «patria» no solo designa la región o localidad donde se nace (pertenencia territorial) sino, también, los intereses y destino común de los hombres que la habitan. Más antiguo que el concepto de nación, el de patria o «tierra de los padres» tiene un sentido más emocional y estable, y adquiere toda su dimensión en los llamados rellollos o hijos de criollos. Por entonces, el concepto se aplicó al lugar o región donde se nacía. No existe, debido a la fragmentación regional, un concepto nacional de patria ni una explicación racional de este sentimiento del criollo. Las patrias locales (La Habana, Santiago de Cuba, Bayamo, etc.) constituyen, al final del período, comunidades estables con una alta definición de sus criollos y de sus culturas.

Este sentimiento de amor a la patria como localidad se evidencia en la defensa de La Habana que sostuvieron un grupo de criollos encabezados por Pepe Antonio ante el ataque de los ingleses en 1762. A fines del siglo XVIII, hasta mediados del XIX, sucesos internacionales e internos hacen madurar a nuestro criollo, que buscaba alternativas políticas, artísticas, sociológicas. Asoman corrientes políticas que irán matizando el panorama del siglo XIX. Entre estas corrientes se encuentra el reformismo mediante el cual se le pedían reformas a España, y coinciden en sus tres etapas el pedido para la Isla de la asimilación o autonomía que no constituía la solución para la creación de la nación cubana.

Otras de las corrientes que se manifiestan en el siglo XIX en Cuba fue precisamente el anexionismo. El anexionismo fue la expresión de los sectores más reaccionarios de la sociedad cubana y de las tempranas manifestaciones de los círculos de poder de los Estados Unidos por apoderarse de Cuba. No fue una opción para los cubanos y de hecho aceptarla implicaba la negación de la nación en formación, por ello la actitud de José Antonio Saco contra la política anexionista en defensa de la nacionalidad cubana en su trabajo titulado «Contra la anexión». La anexión planteaba la separación de España para anexarse a los Estados Unidos algo que constituía un negocio redondo para la burguesía cubana de la época.

Surge como única opción para la solución del problema nacional cubano el independentismo. Esta corriente tenía como objetivo el propósito de separar a Cuba de España y conformar una república como única medida capaz de remediar todos los males económicos, políticos y sociales de Cuba. Aquí se destaca la figura de Félix Varela que plantea su ideal independentista entre 1824 y 1825, a través de las páginas de El Habanero un periódico realizado en Philadelphia, ciudad a la que tuvo que escapar por la persecución de las autoridades españolas. Estas ideas toman auge debido a las luchas independentistas que se desarrollaban en América Latina por lo que se realizaron diferentes conspiraciones, entre ellas la conspiración de los Rayos y Soles de Bolívar así como la conspiración del Águila Negra.

Varela enseñaba que los cubanos debían estudiar lo más importante de la producción de las ideas en el mundo pero que, para tener una capacidad propia de interpretación tenían que tener como referencia a la realidad inmediata. Varela estimaba que tenían que estudiar su sociedad y su mundo seleccionado, eligiendo lo que de verdad le permitiría conocer en realidad.

Necesariamente esta actitud implicaba el desarrollo de una conciencia cubana, no porque existiese la nación sino la aspiración de crearla. Dentro de la perspectiva histórica de Cuba y en medio del despliegue de las diferentes corrientes del siglo XIX, el independentismo fue la única tendencia política positiva que reunió a los cubanos que tenían el propósito de separar a Cuba de España y establecer a la larga una República como única medida capaz de remediar todos los males económicos, políticos y sociales de Cuba.

Génesis y desarrollo de la formación de la nacionalidad cubana

Con el inicio de las luchas por nuestra independencia el 10 de octubre de 1868 comienza el nacimiento de la nación cubana. La guerra de los Diez Años fue crisol y partera de la nación y nacionalidad cubanas. En ella pelearon juntos ricos y pobres, blancos y negros, antiguos dueños y esclavos, en pos de dos objetivos: la independencia y la abolición de la esclavitud. Es una revolución que comienza liderada por el ala más radical de los terratenientes criollos de Oriente, poseedores de pocos esclavos y trato familiar hacia los mismos. Por lo que en el caso cubano también es la burguesía la iniciadora de las luchas por la independencia de Cuba.

Para Ramiro Guerra los cubanos durante la Guerra de los Diez Años crean su propio patrimonio: «La Guerra de los Diez Años tuvo otro e inclusive mayor propósito en la Historia de Cuba, y en el proceso de la creación definitiva y consolidación de la nación de la nacionalidad cubana.»Guerra también afirmaba: «Una patria es en su esencia histórica, una entidad moral con un pasado y un futuro. Tiene necesidad de poseer un patrimonio espiritual de gloria y heroísmo, de épica y leyenda. No existe un pueblo fuerte o una nacionalidad robusta que no lo posea. Antes de 1868, a Cuba, en gran medida, le faltaba ese patrimonio y, entonces, la Guerra de los Diez Años lo creó de una forma magnífica. Después del Zanjón y a pesar de la derrota, Cuba poseía una rica tradición patriótica para venerar y acariciar»[1]

El nacimiento del Estado-Nación cubano, al menos en teoría, coincide con el inicio de la Guerra de los Diez Años, y de manera específica con la celebración de la Asamblea Constituyente de Guáimaro. El historiador Sergio Aguirre ratifica ese planteamiento cuando afirma que "la nación cubana surge en la década 1868-1878",[2] mientras que otros investigadores, entre los que destaca Eduardo Torres-Cuevas, manifiestan que "lo que nace en la Asamblea Constituyente de Guáimaro en 1869 es el proyecto de Estado Nacional".[3] En cualquier caso, la problemática en torno al mismo encuentra sus orígenes concretos en este período.

Desde los inicios de la lucha, la instauración de una estructura jurídica, política y administrativa propia mediante la cual se ejerciera el poder y la soberanía, aún en beligerancia, constituyó una de las aspiraciones primeras de las principales figuras del mambisado. De esa forma se creó la República de Cuba en Armas, y la idea de la independencia comenzó a materializarse (también) jurídicamente. El modelo de Estado-Nación que inspiró a los revolucionarios de la gesta del ´68 respondía a los intereses de la burguesía nativa de las regiones centro-oriental de la Isla (donde el sistema económico impuesto por las autoridades coloniales resultaba un verdadero fracaso), y estuvo en concordancia con el patrón de nación adoptado por los Estados Unidos. Siendo el liberalismo la corriente predominante a escala universal, los cubanos de avanzada (un sinnúmero de ellos en el campo insurrecto) tuvieron de referente fundamental al "liberalismo conservador norteamericano por considerarse (…) más consecuente con las esencias del liberalismo".[4]

En efecto, la mayoría de los miembros de la burguesía criolla consideraban a los Estados Unidos como el máximo representante del "progreso" (económico, político y social), y deseaban que Cuba alcanzara un status similar, lo cual, bajo el dominio de España, resultaba imposible. De esa manera, la separación de la metrópoli española, ya fuera mediante la independencia o por la vía de la anexión, constituyó la máxima aspiración de la mayoría en la clase pudiente nativa. Mientras tanto, los reformistas, más contraídos a la idea de separarse totalmente de la metrópoli y ver a la Isla bajo su propia suerte (o la de los Estados Unidos), solicitaban a la Corona, ya sin mucha esperanza, la instauración de un régimen autonómico, intentando transformar el recio control que mantenía Madrid sobre la Mayor de las Antillas. El propio José Antonio Saco, partidario confeso de las reformas y antianexionista por excelencia, afirmaba su deseo de que "Cuba no sólo fuese rica, ilustrada, y moral y poderosa, sino que fuese Cuba cubana y no anglo-americana".[5]

Sin embargo, el camino hacia la consolidación nacional, que hallaba ahora su colofón en las Guerras de independencia, se auxilió, desde comienzos de la centuria decimonónica, de instrumentos proporcionados por el reformismo y el anexionismo. De esa manera, el establecimiento de la Nación Cubana, bajo los cánones del Estado-Nación Moderno, recibió aportes de las diferentes corrientes ideológicas predominantes en el período. En esencia, "gústenos o no, el sentimiento de nuestra nacionalidad viajó hacia su consolidación en los dos primeros tercios del siglo XIX apoyado en todo lo que se opusiera a la dominación ibérica en alguna medida".[6]

Pero la evolución del pensamiento de los criollos de las clases medias y altas respecto a la conformación de una nación, antes de las grandes gestas iniciadas en 1868, transitó por un camino independiente al de sus pares del resto de las colonias hispanas del Nuevo Mundo: Mientras en esos territorios ardía el fuego de la revolución libertaria, en la mayor de las Antillas se aletargaba este proceso, al tiempo que se cuajaban mejor sus resortes. Justo cuando Francisco de Arango y Parreño manifestaba que Cuba era su patria, pero identificaba a España como su nación, Félix Varela definía su pertenencia absoluta a esta última bajo un patriotismo considerado como amor a la tierra donde se había nacido y como sentimiento de responsabilidad por el destino de todos los cubanos, y criticando a los terratenientes que solo defendían los intereses económicos particulares.[7]

Boris Santana señala en sus escritos sobre el Estado-Nación que "el concepto de Patria, antes que el de Nación, se reafirmará sucesivamente a lo largo de la historia nacional como el concepto central del pensamiento político y social cubano en su línea emancipadora".[8] Esta idea explica por qué José Antonio Saco defendió en esta etapa la idea de que Cuba no constituía una nación, ni parte de ella, entendiéndola solo como una colonia esclava sometida por la fuerza.[9] Bajo estos postulados se incluye la existencia de los elementos definidores de la nación, a pesar de que Cuba no pueda considerarse un Estado.[10]

La marginación del negro y de las clases desposeídas por parte de la clase dominante dificultaba la construcción de la nación y su respectiva autoconciencia. Sin embargo, el ideal independentista se gestó entre los grupos ilustrados y con determinado poder económico (terratenientes nativos en su mayoría), quienes consideraban al sistema colonial español un obstáculo en la realización de sus aspiraciones como clase. El agravamiento de estas contradicciones (colonia-metrópoli) durante la década del sesenta del siglo XIX dejó listo el camino para la insurrección armada que determinó la nación.

En opinión del investigador Oscar Zanetti, para el independentismo, "la creación del Estado nacional constituía la clave de todo progreso. Al proclamar la independencia, los iniciadores de la revolución de 1868 estaban convencidos de que solo la separación de España posibilitaría a los cubanos el disfrute de los derechos ciudadanos, liberaría la economía de las trabas del fisco colonial y, sobre todo, daría fin a la horrenda institución de la esclavitud".[11]

La incorporación del negro, libre o esclavo, a la construcción del Estado-Nación cubano (Estado-Nación pensado por las clases rectoras de la Revolución) resultó una exigencia más que necesaria, pues el sistema esclavista en esos momentos era incompatible con los intereses de la burguesía. Asimismo, la lucha por la independencia requería de la participación de todas las fuerzas sociales al margen de España, sin importar el origen o el color de la piel. Aún así, con el inicio de la Guerra Grande, el negro esclavo aparece en medio de un conflicto por el establecimiento de una nación que considera extraña, pero que promete la emancipación de los hombres. De esa manera, para lograr el fin de la explotación a la que era sometido, el esclavo apuesta por el proyecto independentista. Según Enrique López Mesa, entonces, "¿qué nación podía surgir? En la base, una gran masa de esclavos africanos no integrada a la nacionalidad. En la cúspide, una burguesía a medias. Era necesario que desapareciera esa anomalía para que pudiera surgir la nación plena".[12]

A pesar de esa y otras limitaciones, la nación comenzó a tomar forma a partir del alzamiento del 10 de octubre de 1868. Carlos Manuel de Céspedes dejó libres a sus esclavos y de esa manera buscó el apoyo de los países que marchaban a la vanguardia por la senda del "Progreso". El Manifiesto de la Junta Revolucionaria revelaba que con el triunfo de los insurrectos se instauraría una nación donde existirían plenos derechos y libertades de reunión, palabra, prensa y propiedad para todos. Además, se mantendrían relaciones de libre comercio con otros países, y los cubanos podrían elegir a sus gobernantes.

La Asamblea de Guáimaro constituyó un paso firme hacia esas aspiraciones. Con el establecimiento de la República de Cuba en Armas y la redacción de una Constitución, se presentaba un proyecto de nación, estructurado y posible. El reconocimiento de la beligerancia de los revolucionarios por parte de la comunidad internacional y el apoyo material y espiritual de gobiernos vecinos fueron algunos de los objetivos que persiguieron las máximas autoridades mambisas en un primer momento.

Los encargados de "pensar" y "materializar" la República de Cuba en Armas pertenecían a los grupos acomodados de la aristocracia criolla, quienes en Guáimaro concretaron un proyecto de nación que respondía a los intereses propios de su clase, si bien mostraban notables diferencias de criterio.[13] Aún así, la Constitución de Guáimaro impuso un orden elemental a la lucha armada en el plano organizativo, si bien se evidenciaron las contradicciones sobre la centralización del poder. Se consideró, en el Artículo 24, que todos los habitantes de la República eran enteramente libres.[14]

El espíritu democrático, influenciado por los modelos europeos y estadounidense, primó durante las sesiones de la Asamblea, y prueba de ello fue la instauración de una Cámara de Representantes con una elevada capacidad de decisión, pese a los problemas que ello entrañó en tiempos de guerra. De esa forma, surge un proyecto de Estado-Nación apegado a los cánones de la Nación Moderna, establecidos por las revoluciones norteamericana y francesa.[15]

Durante los tres años siguientes a la promulgación de la Constitución de Guáimaro, los asambleístas insurrectos sentaron las bases de una legislación cubana, opuesta por completo a la española. En ese entonces se establecieron leyes relacionadas con el matrimonio civil, la instrucción pública, el comercio libre, los cargos públicos y la organización militar y administrativa, entre otras. En esencia, "el interés por establecer adecuadamente el estado nacional con leyes autóctonas fue, sin discusión, un enorme mérito histórico de la Cámara de Representantes".[16]

A pesar de esto, tanto la falta de experiencia y unidad real como los errores en torno al poder ejecutivo, entre otros elementos, hicieron que el Ejército Libertador, como fuerza armada de la nueva nación, experimentara siempre dificultades en su estructuración, lo que incidió negativamente en el desarrollo de determinadas acciones militares y en el surgimiento de posturas que atentaron, a la larga, contra el proceso revolucionario. La firma del Zanjón constituyó una triste pausa en largo camino por alcanzar la independencia y consolidar el Estado-Nación. No obstante, "los cubanos, equipados con su tradición heroica, fueron nación en lo adelante, aunque tuviesen que admitir temporalmente la desaparición de la estructura jurídica, republicana, creada en la Asamblea de Guáimaro".[17]

El rechazo a la campaña pacificadora de Martínez Campos por parte de Antonio Maceo en Baraguá y la redacción de una Constitución a raíz de esos acontecimientos, evidencian que la doctrina revolucionaria permanecía viva y que el proyecto de nación aún respiraba. En los seis artículos de esta nueva Constitución se dejó claro que la única opción posible para los insurrectos era la independencia, y se estableció un gobierno provisional compuesto por cuatro personas. De esa forma se mantuvo, por escaso tiempo, el cuerpo jurídico de la República de Cuba en Armas.

Entre los años 1868 y 1878, la mayoría de los grupos sociales que componían las filas mambisas alcanzaron un nivel de compenetración increíble. Si en un principio la clase dirigente del proceso revolucionario estaba formada, fundamentalmente, por terratenientes y hacendados, al final de la contienda los representantes de la gesta procedían de los distintos estratos de la población. Luego, la Guerra Grande significó el primer paso en la conquista de la soberanía, y "sentó las bases para la formación del pueblo nación cubano".[18]

La estrecha vinculación entre nación e identidad

La problemática de la identidad es antiquísima, y ya en los griegos se encuentran las primeras indagaciones y confrontaciones con las dificultades que de ella emana; desde los griegos, y a lo largo de toda la historia de la filosofía, la cuestión de la identidad se ha presentado como terreno de imprecisión y ambigüedad, producto en parte de la propia naturaleza del objeto de estudio.

En el mundo contemporáneo el tema de la identidad en su dimensión de memoria colectiva y de identidad sociocultural ha cobrado un significativo auge, sin que ese interés haya logrado superar esas ambigüedades. En el debate cubano uno de los defectos en que se ha incurrido es en ese cierto apresuramiento por llegar a conclusiones y certezas. Pero no cabe dudas de que el tema "Identidad", como término abarcador, tiene sentido histórico, que para hablar de nación habría que establecer una relación entre "Identidad y Nación".

Desde el surgimiento de la humanidad aparece la identidad en el individuo y también en los grupos sociales. La nación, analizado desde el punto de vista sociológico es una forma moderna de manifestarse las identidades o ciertas identidades. No es menos cierto que en la medida en que se van conformando esas identidades, en un proceso que no se acaba, emerge esta categoría histórica. Para muchos historiadores cubanos de los años 60 y sobre todo desde los 70, se han planteado con verdad absoluta de que la nación cubana la formaban las luchas populares en el siglo XIX. Se está de acuerdo con el criterio de que exista una estrecha relación de identidad entre la formación y el desarrollo de la nacionalidad en el siglo XIX unido a las luchas populares y si a su vez se plantea la idea de que la Guerra de los 10 años fue el crisol de la formación de la nacionalidad, tampoco se debe ignorar, como hace buena parte de la historiografía marxista cubana después de los años 70, que este no es un proceso que arranca en el siglo XIX, sino en el siglo XVI.

El historiador Pedro Pablo Rodríguez afirma que en el caso cubano, los sectores de la oligarquía cubana tienen un papel decisivo en la formación de la nación cubana[19]primero por su aporte al propio reconocimiento de una identidad nacional y aunque a partir del final de la Guerra de los 10 años y sobre todo en el siglo XX la burguesía azucarera cubana tendiera a jugar un papel antinacional, su huella quedó impresa en la nacionalidad cubana, y ésta se permeó de rasgos de los elementos populares.

La Dra. Graciela Pogolotti ha planteado en sus debates que muchas veces se absolutiza la idea de nación produciendo cierta sensación de inmovilidad y permanencia, pero que la identidad empieza a manifestarse en el momento que nos percatamos de una diferencia.[20] Desde el momento en que el habitante de Cuba empezó a ser visto como criollo, cualquiera que fuere su origen, ya se estaba estableciendo y reconociendo una diferencia. Tal es el caso en el plano de la literatura el primer documento que así lo revela y es el célebre poema Espejo de Paciencia, en fecha tan temprana cuenta una aventura en la cual aparecen ciertos rasgos de la naturaleza del país, rasgos concretos, geográficos y físicos, que particularizan y una conducta equivalente que también indica una particularidad.

Para Retamar la identidad es un término que no solo reconoce algo que existe en sí, sino como lo sentimos y lo asumimos colectivamente.[21] La identidad tiene también diferentes estadíos y niveles. Desde el personal, pasando por el familiar, el colectivo, el regional, en fin, el género, hasta el nacional, latinoamericano, y que la identidad recoge el saberse uno un ser humano, que todos estos niveles, en sus diferentes visiones, son una manifestación cultural. Por tanto el término de identidad cultural engloba todo y finalmente la identidad nacional no es más que un nivel de esa identidad cultural del hombre.

Algunos psicólogos no están de acuerdo en que la identidad cultural engloba todas las demás, creen que la identidad nacional es un proceso complejo, que integra otros e involucra una serie de elementos aportadores y creadores, o sea, que no es una identidad producida sino producente en sí misma y que produce al otro, en tanto se define en sí misma.

Desde el punto de vista de la psicología estos niveles serían somáticos y se compara con el individuo, en ese proceso que empieza desde antes de nacer como es su nombre, todo lo que sus padres, familia y su país quiere que sea. Mientras que algunos investigadores si creen que la identidad cultural es una síntesis de todo lo demás, partiendo de lo que se entiende por cultura; que dicho término va más allá de la cultura artístico-literaria. En el amplio sentido de la palabra la identidad cultural tiene ese valor de síntesis en la medida en que nos estemos moviendo, en el terreno de la conciencia y dentro de ello algo importante: la memoria.

Otros politólogos confirman la idea de que la identidad es anterior a la nación, y que se trata de una categoría más amplia, que emerge primero, frente a la identidad del otro, tanto en términos históricos como sociopsicológicos. Se refieren a la fórmula negro de nación hablando de los oriundos de África, ahí está la nación, otra nación. Pero otra nación que no entra por aquí por donde mismo entran los españoles, y que no es la nación a la que corresponde el criollo.

El negro, el de nación, que se convierte en cubano, se cubaniza, se asimila a una sociedad a la que ha ido incorporándose progresivamente. Pero sobre todo, en el cambio del siglo XVIII al siglo XIX, irrumpe y llega a ser, en un momento determinado, una cantidad demasiado grande de población para el sentir de los criollos, de los patriarcas.

A partir del siglo XVIII hay en Cuba un gran crecimiento africano por el boom azucarero, ya que nada de esto puede verse de espaldas a nuestro desarrollo socioeconómico. Este se produce a finales del siglo XVIII con casi medio millón de esclavos, que empiezan a readaptarse y a convertirse en negros cubanos, muchos obtuvieron su libertad y empiezan a conformar la nacionalidad cubana. Es muy difícil decir que tenemos una sangre española. Los negros que tanto aportaron a la cultura cubana, son parte de nuestra cultura cubana, en una forma nueva. Somos una síntesis de distintas vertientes, sin dejar fuera a los chinos, ni a los judíos, ni a los americanos que se establecieron en el siglo XVIII aquí en las fincas de recreo. Todo eso ha formado parte de nuestra cultura y de nuestra nación. Entonces es visible el estrecho vínculo entre identidad y nacionalidad desde muchos ángulos y vertientes de los estudios realizados por varios investigadores y análisis del autor.

Conclusión

El modelo democrático-representativo puesto en práctica con la ascensión presidencial de Tomás Estrada Palma no respondía, en esencia, a los anhelos e ideales de los hombres y mujeres que pelearon por la independencia nacional durante la segunda mitad del siglo XIX, y en su contexto se anidaron un grupo de complejidades concretas que particularizaban el problema nacional a gran escala.

En Cuba, varias explicaciones oportunas del proceso de formación nacional han sido asumidas por analistas del talante de Ramiro Guerra, Jorge Mañach, Emilio Roig, Fernando Ortiz, Julio Le Riverand, Jorge Ibarra, Sergio Aguirre, el ya mencionado Eduardo Torres-Cuevas, entre otros muchos, bajo la problemática (casi) común de no contar con una teoría general de referencia en torno a los Problemas Nacionales. Ese ha sido su principal mérito, especialmente en los casos donde el tratamiento obedece a un enfoque dialéctico, pues un aparato teórico más consensuado globalmente les hubiera apoyado sobremanera.

Valga mencionar, sobre esto último, que la conformación del Estado-Nación es algo que se encuentra siempre en continuo movimiento, experimentando determinados avances y retrocesos en cada momento histórico. La gestación y desarrollo del Estado-Nación cubano se produjo, en un primer momento, dentro del marco político-jurídico colonial, y por tanto presentó características particulares respecto a similares procesos en otras regiones del planeta.

Bibliografía

? Guerra Sánchez, Ramiro: Guerra de los Diez Años, 2 vols., La Habana, 1986, t.2, pp. 341-342.

? Hastings, Adrian: La Construcción de las Nacionalidades, Cambridge University Press, Barcelona, 2000. p. 11.

? Hobsbawm, Eric: Entrevista sobre el Siglo XXI. Tecnos, Madrid, 2000.

? Hobsbawm, Eric y Terence Ranger: La invención de la tradición, Editorial Crítica, Barcelona, España, 2002, pp. 308-318.

? Hobsbawm, Eric: Naciones y nacionalismo desde 1780, Editorial Grijalbo Mondadori, Barcelona, España, 1998.

? Lenin, Vladimir IIich: «Discurso sobre el Problema Nacional» en Obras Escogidas, Tomo 2. Progreso, Moscú, 1980.

? _______________: «Las Tareas del Proletariado en Nuestra Revolución» en Obras Escogidas, Tomo 2. Progreso, Moscú, 1980.

? Lombana Rodríguez, Raúl Manuel: «Hacia una Contextualización Teórica sobre la Nación Moderna en Tiempos de Globalización» en Colectivo de Autores: Los Pueblos y sus Élites ante la Crisis Contemporánea del Estado-Nación, Cuadernos de Historia Contemporánea, Biblioteca de la Universidad de Oviedo, España, 2008.

? _______________: La polémica teórica sobre el nacionalismo y la formación de la nación cubana en el siglo XIX, Informe de Investigación, Editorial Feijoo, UCLV, Santa Clara, 2002.

? López Civeira, Francisca: Cuba: Seis décadas de historia entre 1899 y 1959, Editorial Félix Varela, La Habana, 2009.

? Mañach, Jorge: «La nación y la formación histórica» en Ensayos, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2001, pp. 87-130.

? Martín, Marianela y Perera, Alina: «Echando anclas en la tempestad» (I) en Juventud Rebelde ,12 de julio de 2009, pp. 4-5.

? Martínez Heredia, Fernando: Andando la historia, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, La Habana, 2009, p.119

 

Enviado por:

Alexander Ruiz Beltrán.

Categoría: Historia

[1] R. Guerra Sánchez. Guerra de los Diez Años, 2 vols., La Habana, 1986, t.2, pp. 341-342.

[2] S. Aguirre: Eco de caminos. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1974, p. 408.

[3] E. Torres-Cueva. En busca de la cubanidad. Tomo II. , La Habana. Editorial de Ciencias Sociales, 2006, p. 303

[4] Ídem, p. 295

[5] H. Pichardo. Documentos para la Historia de Cuba tomo I. La Habana. Editorial de Ciencias Sociales, 1977, p. 348

[6] S. Aguirre. Eco de caminos. La Habana. Editorial de Ciencias Sociales, , 1974, p. 412

[7] Ese estado de indiferencia de los terratenientes hacia la idea de la independencia a inicios del XVIII la explica Eduardo Torres-Cuevas cuando expresa que “la Nación es una clara expresión de la estructuración burguesa. En Cuba, esa estructuración no estaba dada (…) y la clase económicamente dominante sólo expresaba un espíritu corporativo, el cual negaba las mismas bases de la Nación moderna”. Ver, del autor citado, Félix Varela: Los Orígenes de la Ciencia y Conciencia Cubanas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2002, p. 245.

[8] Santana, Boris. El Estado-nación: la polémica filosófica y socio política en torno a su viabilidad y perspectivas en el contexto de la globalización. Tesis de Doctorado, Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Facultad de Ciencias Sociales, Santa Clara, 2007

[9] Aquí, indudablemente, se produce una “superación del concepto de patria chica o patria región para adoptar el de patria-nación; esto es, la existencia de una única patria cubana. De ahí que sea de los primeros en utilizar con sistematicidad y conceptualmente el nombre de cubano”. Eduardo Torres-Cuevas: Ob. Cit., p. 138

[10] Puede decirse que existe un patriotismo más republicano y separatista en hombres como Varela y Heredia, y uno aún reformista y monárquico en otros como Saco y Del Monte, el cual se afirma como “alteridad local dentro del territorio cultural hispánico, blanco y católico”. Luego, “el término nacionalidad, que llega a utilizar Saco, no rebasa los límites de una representación intelectual, favorable a la hegemonía de las élites agrarias criollas”. Ver, sobre este particular, Rojas, Rafael: Motivos de Anteo. Patria y nación en la historia intelectual de Cuba. pp.6-7

[11] O. Zanetti Lecuona La República: notas sobre economía y sociedad. La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 2006, p. 19

[12] E. López Mesa. La historiografía y el proceso de formación nacional en Cuba. pp. 482-483

[13] Como en todos los casos de procesos fundacionales que superan al Viejo Régimen, existen discrepancias entre las personas que intervienen en la conformación de la nación, aunque pertenezcan a la misma clase social, pues, “los sujetos sociales inmersos en la constitución de una nación, ya fueran individuales o colectivos, participan del proceso integrador nacional con muy diferentes expectativas finales”. Loyola, Oscar. Construyendo la nación, en Perfiles de la nación. Pensar en Cuba. La Habana. Editorial de Ciencias Sociales, 2004, p 194.

[14] Ministerio de Justicia de la República de Cuba: Constituciones de la República de Cuba. La Habana. Editora Política, 1978.

[15] Entiéndase, al respecto, un “estado territorial sobre el cual el pueblo que lo habita (ahora en correspondencia con la nación), posee una cierta soberanía política. No se trata de una definición del estado étnica o lingüística, sino política, la cual supone que es el pueblo quién elige su propio gobierno y decide dotarse de una constitución y unas determinadas leyes. Se trata, pues, del estado-nación revolucionario”. Ver en: Santana, Boris. Ob. Cit. p 12

[16] E. Buznego, Oscar Loyola y Gustavo Pedroso. La Revolución del 68. Ascenso militar y contradicciones políticas. Las luchas por la independencia nacional y las transformaciones estructurales 1868-1898. Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2002, p. 58

[17] S. Aguirre. Eco de caminos. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1974, p. 410.

[18] J. Ibarra. Los nacionalismos hispano-antillanos del siglo XIX. Madrid, Biblioteca Nueva, 1997, pp. 151-162

[19] Revista Temas. No.1. Nación e Identidad. La Habana. Centro de Estudios Martianos. 1995, p.96.

[20] Ídem, p. 97.

[21] Ídem, p.99.