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Aragua de Maturin, Venezuela (II Parte). Historia (página 3)


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En esta relación, hemos señalado los hechos más importantes de la campaña de oriente y no hemos profundizado en el tema de la Guerra a Muerte, practicada primero por los españoles y luego proclamada en Trujillo por Bolívar en junio del año 1813, tan sangriento para Aragua. Un autor aragüeño, el historiador y profesor Simón Sáez Mérida, en su libro Aragua de Maturín en la Guerra a Muerte[63]desarrolla la tesis del papel que jugó aquel desastre de Zuazola en el desenvolvimiento del Decreto de Guerra a Muerte de Bolívar, que si bien no estuvo motivado en los sucesos específicos de Aragua, fue justificado posteriormente por los patriotas al conocer aquellos horrores.

La guerra de independencia siguió desarrollándose con las altas y las bajas que recoge la historia Patria; batallas iban y venían en los campos venezolanos. En el año 1813, se desarrollaron muchas en las que participaron los deudores de Aragua; como en las de Bocachica (31-3-1814), Sabana de Arao (20-4-1814), Maturín (12-9-1814), Urica (5-12-1814), donde cayó lanceado el terrible Boves, y otra de Maturín (11-12-1814), con la cual quedó destruido el ejército de Venezuela y terminó la Segunda República.

Pero en los años 1815 y 1816 la patria empieza a recuperarse, en una serie de eventos en los cuales también estuvieron presentes los "saguntinos" aragüeños, tales como en la batalla de El Juncal (el 27 de septiembre de 1816), dirigida por Manuel Piar y Gregor Mc Gregor, comandando a 1.500 soldados; con triunfo patriota sobre Tomás Morales, que comandaba 2.500; o como en la de Cuchiveros, el 30 de diciembre de 1816, dirigida por Manuel Piar y Manuel Cedeño, al frente de 1.200 soldados, contra los 1.500 que comandaba el realista Ceruti; o en el sitio de Angostura, el 18 de enero de 1817, comandados por Manuel Piar contra la guarnición española allí acantonada: o en la de San Félix, donde se enfrenta Manuel Piar con 1.700 hombres contra el realista La Torre, que comandaba 1.300, con triunfo patriota, y otras muchas que se libraron en los campos de la República.

El año 1817, ocurre el segundo hecho triste en la historia de Aragua de Maturín: la "captura" (así, con comillas, pues no fue tal) del héroe de San Félix y El Juncal, Manuel Piar.

¿Cómo fue que un héroe, un patriota tan consumado, tan aguerrido, valiente y probo, llegó a ser fusilado bajo acusaciones de traidor, por decisión de un Tribunal Militar a instancias del Libertador?

Los asuntos comenzaron según se cree en el impasse de Guiria. El día 22 de agosto de 1816, Bolívar, quien venía maltrecho desde Ocumare, se reúne en Güiria, con José Francisco Bermúdez, quien veía molesto desde Haití porque no se le había permitido venir en la expedición de Los Cayos. El impasse ocurre cuando Bermúdez amenaza al Libertador, desconociendo su autoridad, embarca a Bolívar y lo obliga a volver a Los Cayos de San Luis. Es en este momento cuando Mariño y Bermúdez se proclaman Primero y Segundo jefes de Oriente, respectivamente, pasando por encima de los rangos de Bolívar y Piar, aunque posteriormente el libertador aceptó tales títulos.

Es entonces cuando Piar toma su actitud de molestia y se desarrollan los acontecimientos que condujeron a su actuación en El Juncal, el 27 de septiembre de 1816. Ocurrió que, estando Piar en Maturín, se entera que el realista Morales avanza con 3.000 hombres sobre Barcelona, que acababa de ocupar Gregor Mac Gregor. Con apenas un puñado de hombres. Piar decide abandonar Maturín y acudir en auxilio del irlandés. Aquella decisión posiblemente estuvo motivada en la molestia que tenía Piar porque Bolívar había nombrado primero y segundo jefe del ejército de Oriente a Santiago Mariño y José Francisco Bermúdez, ignorándolo a él absolutamente.

Como Piar tenía más jerarquía que Mac Gregor, tomó el mando, y con las divisiones de este irlandés, la de Monagas y la de Pedro Elías Freitas, además de la suya, Piar sumó unos 1.300 patriotas para hacerle frente al realista Francisco Tomás Morales, quien venía a atacar a Mac Gregor. Al enterarse Morales de los movimientos de Piar, en vez de seguir a Barcelona a por Mac Gregor, tuerce hacia el sitio de El Juncal, a unas cuatro leguas de Barcelona, donde acampó. Entonces Piar decide atacarlo, y sale de Barcelona en la tarde del día 26 de septiembre.

El 27, a las 8 de la mañana, comenzó en enfrentamiento de ambos ejércitos. A dos horas de encarnizada refriega no había vencedores ni vencidos. Los patriotas pelean con bravura; Mac Gregor con la infantería luchaba con fiereza, mientras Judas Tadeo Monagas atacaba la retaguardia enemiga. Ante el acoso patriota, los españoles se declaran en derrota y huyen en dirección a Clarines. Piar adquiere en esta batalla más renombre del que ya poseía, sus hombres le amaban y respetaban ciegamente. Todo esto produjo malestar en el resto de los oficiales. A lo cual hay que añadir que en medio de la pelea, el carácter arrogante de Piar era irreconocible; de manera que Gregor Mac Gregor, Judas Tadeo Monagas, Pedro Zaraza y Manuel Cedeño manifestaron su descontento, por la arrogancia con que el General Piar llegó a tratarles, haciéndolos sentirse subestimados. El asunto llegó a extremos imprevistos, de manera que Monagas se negó a seguir bajo sus órdenes y Mac Gregor llegó a molestarse tanto con las arrogancias de Piar, que se dice que esa fue la razón por la que decidió retirarse para siempre de Venezuela, para no volver más durante la lucha de la "Independencia".

El general Piar escribe a Bolívar, con quien quiere congraciarse, en los siguientes términos:

"Río Claro, Noviembre 15 del 1.816":

"Excelentísimo señor Jefe Supremo de la Republica de Venezuela, instruido exacta y circunstancialmente por el Coronel Chapia, de los escandalosos atentados ejercidos en Güiria, por José Francisco Bermúdez contra su persona, donde usted, S.E., se vio obligado por la fuerza de ellos a abandonar momentáneamente a Venezuela; y en su ausencia, el General Mariño, se confabuló con Bermúdez, en vez de oponerse al motín, ni siquiera impidió sus efectos; y se ha usurpado inmediatamente después de la salida del Jefe Supremo, títulos que no le pertenecen; y ha protegido y distinguido con títulos, y empleos honrosos a Bermúdez…

Había comenzado la enemistad entre los patriotas. Generales como Anzoátegui, Cedeño, Monagas, Rojas y Zaraza pasan a ser enemigos de Piar, pues ellos estuvieron entre los beneficiados por las acciones de ascensos de Mariño y Bermúdez, que denuncia Piar ante el Libertador. Finalmente todos se le alejan, excepto Manuel Cedeño, quien sigue bajo su comando, quizás con miras a la venganza posterior. Con estos acontecimientos ocurridos en Güiria y los manejos de tropas y el prestigio alcanzado en El Juncal, el General Manuel Carlos Piar, se había hecho sentir como un líder en todo el movimiento libertador de Venezuela, al extremo de que muchas llegaron a pensar y también a alimentar la idea, con miras a la rivalidad, de que su autoridad coligaba con la del Libertador Simón Bolívar.

Siguiendo con su deseo de acabar con la presencia del gobierno español en el Oriente, Piar decide iniciar una campaña libertadora desde Barcelona. Es así como, con un ejército de 800 Infantes, 200 Jinetes, y con dos cañones, salió de Barcelona el día 08 de Octubre de 1.816, rumbo a Guayana.

Con toda tranquilidad, descansado, este pequeño ejército llegó a San Diego de Cabruta el 28 del mismo mes. Aunque había crecido porque se le habían sumado soldados en el camino desde Barcelona, al final quedó disminuido, pues Judas Tadeo Monagas lo abandonó antes de cruzar el Orinoco. No obstante, Piar se dirigió a Caicara donde halló a Manuel Cedeño, quien había ido obteniendo algunos triunfos pequeños contra el dominio realista en la zona; ambos grupos se unen y logran consolidar un buen número de hombres. Cedeño se sujeta a las órdenes de Piar y deciden iniciar la que luego se llamó Campaña de Guayana.

Para esos días, ya Bolívar había vuelto a Venezuela y se hallaba en Margarita, donde gobernaba Juan Bautista Arismendi. La presencia de Bolívar puso en alerta a los subalternos de Piar, pues Bolívar no deseaba ocupar Guayana; pero Piar no prestó atención a esto y siguió con su deseo de ocupar Angostura, toma sus 1.500 hombres, abandona Barcelona y le deja 200 a Bolívar. Piar se fue a Guayana a liberarla.

Con aquellos 300 hombres debió defenderse Bolívar del ataque de Morales, que de no haber sido auxiliado por Mariño y Bermúdez, hubiese acabado con el Libertador y los suyos.

El día 1º de enero de 1817, en el Paso de Maripa, Manuel Carlos Piar, General en Jefe del Ejército patriota, se dirige a sus tropas con una proclama motivadora, después de un triunfo del 30 de diciembre en Cuchiveros, en los términos siguientes:

¡Soldados! Todo cede al impulso de nuestro valor. La jornada del 30 de Diciembre, es la obra primaria de nuestra campaña: El Caura mismo, admira nuestra audacia: Gloria inmortal a los bravos que han sabido dejar su Patria y su familia, para llevar a sus regiones extrañas, sus pensamientos liberales! Soldados. Guayana será libre, con nuestro sólo aspecto y sus habitantes reconocidos, dirán. ¡He aquí los que nos han traído la libertad, la Gloria y la dignidad!

Mientras tanto, Bolívar pretende reunir todos los ejércitos dispersos en una gran fuerza militar, conformada por los patriotas de Nueva Granada que andan por Apure, además de los llaneros de Páez, y los comandados por Cedeño, Monagas, Rojas y Zaraza, incluso las del mismo Piar. Utilizando la influencia y los recursos de Juan Bautista Arismendi como gobernador de Margarita, envió cartas a todos esos jefes patriotas. La carta dirigida a Piar termina con esta frase: "Aún no es tiempo de tomar a Guayana, llegará ese día y con suceso". Pero Piar piensa distinto y continúa con la campaña de Guayana, además de no ceder a la unificación de los ejércitos. Al contrario, le remite a Bolívar una invitación para que vaya a Guayana a la cual ya considera libre.

En efecto, Piar había dejado a los coroneles Teodoro Figueredo y Felipe Martín sitiando a Angostura y se dirigió a las Misiones Capuchinas, de las cuales se apoderó y puso presos a todos los misioneros; el 17 de febrero de 1817 llegó a Upata, tomó el convento de Caruachi, y apresó a 22 capuchinos, despojándolos de sus funciones religiosas y administrativas, con lo cual ganó a la causa independentista a centenares de indígenas que estaban descontentos con los misioneros. Piar organizó el gobierno civil de Guayana con gente de su confianza, lo cual fue genial, pues evitó que los realistas destruyeran el ejército patriota, pues el enemigo también había concebido la idea de rescatar las misiones del Caroní, pero se encontraban ya organizadas y en el poder de Piar; ya que estos centros de producción, eran los únicos almacenes de provisiones que tenía Angostura.

Ya Angostura estaba en poder de los patriotas; y cuando Piar regresó a la ciudad, encontró al Libertador, quien le reclamó las ocupaciones que estaba haciendo en Guayana; pero Piar no hizo caso a los chillidos destemplados de Bolívar, pues ya los triunfos eran innegables.

El día 7 de abril de 1817 sale Bolívar de Guayana con 200 hombres, y cruza el Orinoco, rumbo a Cumaná y Barcelona. Piar sigue siendo el jefe de Guayana, aunque ha puesto el ejército bajo el mando de Bolívar.

Ahora bien, todavía San Félix estaba en poder realista; y a la hora de continuar con sus actuaciones, Piar se enfrentó a los españoles en esta batalla, "totalmente solo", vale decir, al mando de oficiales novatos en su mayoría y, además, desconocidos, esto es porque como ya se dijo, lo habían abandonado después de El Juncal. Por último, Judas Tadeo Monagas, estaba en Guayana, le había retirado todo el apoyo, por orden de Bolívar, quien seguía descontento y en desacuerdo con la campaña emprendida por Piar.

¿Cómo fue la estrategia de Piar para alcanzar la victoria de San Félix?

Dicen los documentos que el realista Miguel de La Torre, tratando de atraer a Piar a su campo de batalla, ordenó a su ejército a ir al hato Ferranero a simular operaciones de ganadería; la idea era que Piar le ordenara a la caballería del ejército patriota que cruzara el Caroní y persiguiera a los realistas, y de esta manera pretendía La Torre cansarlos, para luego salirles por detrás y mientras la caballería estaba lejos, los realistas tomarían los buques y volverían a las misiones, apoderándose de ellas de nuevo.

Creía La Torre que Piar carecía de caballería fresca para presentarle batalla, pero se equivocó, pues astutamente Piar puso su caballería en movimiento apenas vio los movimientos de La Torre; ordenándole a José Félix Blanco que dispusiera 500 caballos escogidos para así poder contener a La Torre apenas se presentara en territorio de las misiones. Así se hizo y aunque La Torre quiso engañar a Piar con unas fogatas, al cruzar el Caroní se encontró con los 700 jinetes provistos por el religioso Blanco, y el mismo Piar con su gente, que había previsto todos los movimientos.

Aproximadamente a las dos de la tarde del 11 de abril de 1817 se avistaron los dos ejércitos, se hallaban cerca de los pueblos de San Miguel y San Félix. Los realistas eran 1.620 hombres, y los patriotas eran 2.200. La batalla transcurrió casi sin un tiro, pues la pelea fue a bayonetazos y lanzazos. Finalmente, el triunfo fue del ejército patriota al encerrar al enemigo, logrando apresar a 75 jefes realistas. Aquel día, Piar logró la independencia de Guayana y el dominio total del río Orinoco.

Piar le agradece la ayuda prestada por el cura Blanco y le escribe así:

San Félix, 12 de Abril de 1.817. Mi querido Padre Blanco, sabe usted ¿cuánto le debe la Patria? Le debe mucho. Le debe, el triunfo de la Batalla de San Félix sin la caballada que usted me mandó; y sin la oportunidad rápida, en que me las mandó, yo nunca hubiera alcanzado al español de la Torre, que ya se había metido en las Misiones. Tengo mucho gusto en avisarlo a usted, por mi mismo, para que sepa cuanto han valido, la oportunidad y ventaja, con que usted ha cumplido mis encargos, pronto tendré el gusto de abrazarlo, su amigo: Piar.

Ni pensaba Piar que la fidelidad de Blanco a Bolívar sobrepasaría la moral mas elemental. Necesario es decir que quien asentó definitivamente a la Patria fue Carlos Manuel Piar con la conquista de Guayana, pues hizo posible la organización de la República, ya que desde allí se engendraron todas las acciones patriotas posteriores.

También elabora Piar un decreto de ascensos a quienes participaron d emanera decisiva en la batalla de San Félix, en estos términos:

De orden del General en Jefe Manuel Piar. Se reconocerá por General de Brigada, a los Coroneles: Pedro León Torres y José Antonio Anzoátegui. Y por Coroneles, a Bartolomé Salom. Y por los Batallones de Barlovento: "Honor y Guayana", a los Tenientes Coroneles: Juan Liendo Bruno Torres, y José María Ponce…

El día 30 de abril de 1817 Piar recibe un oficio de Bolívar donde le avisa que se encuentra en zona cercana; entonces a las 4 de la mañana del 2 de mayo, Piar sale con sus edecanes a reunirse con el Libertador, quien venía con una división de infantería para engrosar el ejército. Bolívar no se había ido a Caracas, como esperaban en Guayana más bien, había vuelto a Guayana. Mariño se había negado a auxiliar a Barcelona (a la cual Bolívar había dejado a cargo del general Freites) y Bolívar andaba muy molesto con la rebeldía y desobediencia de sus oficiales. El 3 de mayo, ambos ejércitos, el de Piar y los 800 hombres de Bolívar se unieron bajo el mando nominal del Libertador.

Bolívar fue recibido por Piar y sus oficiales con júbilo, respeto, estimación y con los honores militares del caso. Poco después de Bolívar, llegaron a El Juncal, el general Arismendi en compañía de los enemigos de Piar: Zaraza, Bermúdez y Soublette.

Piar reconoció a Bolívar como Jefe Supremo, y éste aprobó –ahora sí- todo lo ejecutado por Piar en Guayana, incluso confirmó los ascensos y grados militares otorgados por él para el gobierno y organización de aquella provincia. Todavía no había comenzado la conspiración contra el general Piar, aunque la envidia continuaba haciendo su trabajo en los corazones de sus adversarios, especialmente cuando ahora Bolívar nombra a Piar Segundo Jefe del Ejército de Oriente, a pesar de que con ello no estuvo muy contento el héroe de San Félix, pues aspiraba a una designación mayor.

Entonces, Bolívar –humillándolo–, le ordena encargarse de organizar el gobierno de las misiones y la administración de las haciendas, en compañía de un confidente del Libertador, el presbítero José Félix Blanco, quien se hallaba en el Caroní. Piar, un hombre ingenuo, que creía en la nobleza del corazón, confesó muchas cosas personales, militares y de su vida al presbítero, creyéndolo amigos, cuando en verdad era un agente de Bolívar, el cual fue enterado de todos sus movimientos y pensamientos.

Es por esto que, desahoga su corazón con el cura, y le escribe una carta desde Upata, en estos términos:

"Upata Mayo, 21 de 1.817":

"Mi apreciado Padre Blanco":

De oficio escribo a usted, diciéndole, que necesito de usted, para saber la población del departamento; y particularmente el número de hombres que haya útiles, para las armas. He venido a formar un depósito; y es preciso que entre en él, todo lo que no sea absolutamente necesario para la agricultura y trabajo del estado. Además de esta noticia, tengo que recibir a usted, otras muchas, que reservo pedirle para cuando nos veamos, que espero sea muy pronto. Para entonces o antes, si es posible, me dirá usted, el número positivo de mulas, con que podemos contar en todas las Misiones. Esta noticia vendrá por duplicado, es decir, el número verdadero en carta confidencial; y de oficio, otro número en que se oculten la mitad, o las dos terceras partes de las que hay en efecto. Usted, extrañará mucho esto; pero es preciso, mi amigo, usar de algunos engaños y artificios, para libertarnos de los muchos males que nos causa el otro lado. Usted, sabrá que el General Arismendi, pasó por el pueblito, de 900 a 1.000 mulas, que había en el Departamento de Caicara; y sabrá también que las 100 mulas enjalmadas, que le mande a poner en San Félix, pasaron el Orinoco, junto con otras tantas que tenía allí el General Cedeño […] Pregunte usted ahora. ¿Qué se hicieron esas mulas, que tanto necesitamos? Puesto que ni una sola se ha empleado en servicios del estado: Todas las han vendido, o extraído, por cuenta de particulares ¡Pero hay más! ¡Quiere ahora el General Bolívar, que le manden para Margarita, 1.200 mulas! que es lo mismo que mandar a arrasar con cuantas hay en las Misiones. Usted, sabe que el Ejército, carece de municiones de armas y de vestidos; y sabe de los resultados de las comisiones, que se han confiado a extranjeros, para ir a buscar lo que necesitamos con nuestros intereses; y ninguno ha vuelto…Y el que lo ha hecho, ha sido con las cuentas del gran Capitán.

Esta experiencia tan repetida, me ha hecho muy cauto; y me obliga a reservar cuanto se pueda, nuestros pequeños fondos. Así, creo que usted, será de mi opinión, y hará lo que he dicho, con la última reserva, comunicándolo solamente con: Uzcátegui, para que éste, entendido de ello, pueda dar un número igual al de usted, en caso que se le pida. Me despido: Manuel Piar.

Al recibir esta carta, obviamente, por ser el cura Blanco un agente confidente del Libertador, con quien compartía la hermandad en la masonería, le dio a conocer a Bolívar todo su contenido con las opiniones de Piar, quien desenmascaraba a quienes querían aprovecharse de los bienes de la patria; pues bien, la respuesta de José Félix Blanco no se hizo esperar; y fue esta:

Tapuy, 23 de Mayo de 1.817: Señor General: Manuel Piar:

Mi apreciado General, el portador de esta, a quien despacho hoy mismo, puso en mis manos la de usted, de fecha 21 del presente. Como la oficina de la Comandancia General está corriente con el día, podré mandar a usted oficialmente mañana, la noticia que con el mismo carácter me pide, del número de hombres que tengo aquí para las armas; y que no necesita la agricultura en los trabajos del momento…General: En cuanto a que mande o autorice un dato acomodaticio, que diga una cosa de oficio y otra en privado, ha de permitirme que no le ofrezca hacer lo que no puedo. Ni por la Patria haría yo, un engaño, si tal necesitara esta de mí. No puedo obrar como usted me lo exige en su carta, que contesto cualquiera que sea el motivo que tenga para aquella exigencia.

Y es todavía más grave, y menos aceptable a mis ojos, lo que deduzco, de lo que con medias palabras me ha expresado el oficial portador de su carta, quien parece tener para hacerlo, en cargo especial y reservado de usted. No he querido franquearme en esta materia con aquel, aunque no dudo de su discreción, ni de que merece su confianza: más bien le he disimulado el juicio, que he formado del grado de gravedad del asunto. Nada le he contestado, reservándome para cuando nos veamos, hacerle mis observaciones a usted solamente; pues sobre este punto guardaré la reserva mas absoluta; y entonces le mostraré a usted, cuán perjudicial, me parece que sería para la causa pública, un desacuerdo, que nos llevaría a la anarquía, y a los Godos, al triunfo sobre nosotros. ¡No, mi General! cuando yo serví y ayudé al héroe de San Félix, aún en más y con mejor oportunidad de lo que el me pidió y exigió en momentos supremos, lo hice sirviendo a la Patria, por órgano del General Piar, que dirigía las operaciones en aquella jornada. En esa misma forma, la sirvo ahora, por el órgano del General Bolívar, que ejerce la autoridad Suprema, que todos hemos reconocido. – Siento, verdaderamente que la carta y la Misión, que parece traer el Oficial que la condujo, no pueda dar a usted, otro resultado, que el que me consigno en esta contestación: Pero deseo que usted, no dude; sin embargo, de la sinceridad de la estimación que le profesa su amigo y compatriota. –José Félix Blanco.

Como se puede ver, las acusaciones de Piar a algunos generales que "escamoteaban" mulas para su peculio privado, crearon un enorme descontento, especialmente cuando incluyó al propio Bolívar de querer desviar 1200 mulas para Margarita; de esa forma confió en el cura Blanco para su perdición.

Viendo Piar que todos están fuera de la moral patriota; incluyendo al cura y pensando que al mismo Libertador, se da cuenta de que no puede seguir en medio de aquella corrupción, especialmente porque él ha puesto el pecho a favor del ideal republicano; de manera que da un paso para hacer, a su modo, lo que había hecho Mac Gregor: retirarse de la guerra; y entonces se dirige a Bolívar y le pide la baja con la excusa de descansar. En el acto, Piar es desplazado de su cargo, que ocupa entonces el general José Francisco Bermúdez, enemigo de Piar, pues lo acusa de ser el causante de la muerte de su hermano Bernardo, por desconocerlo en Maturín años atrás.

Para colmo de males, se suma a esta situación el asunto de los capuchinos fusilados, cuando Jacinto Lara entendió mal una orden de Piar, quien pretende enviar a los capuchinos presos, a Turmero, pero le dice a Lara que "los pase para el otro lado" (del Orinoco, se entiende), pero el general Lara lo entendió como metáfora y los fusiló.

Ante aquella campaña que se genera en su contra, Piar prorrumpe en quejas en público, cuestión que llega a los oídos del Libertador. Quien pretende ganarlo a su causa, a sabiendas de que Piar lo ha descubierto ante el cura Blanco con el asunto de las mulas; y así, trata de suavizar las cosas, en una carta enviada al sacerdote el 19 de junio de aquel año 1817:

Si a pesar de todo lo que llevo dicho a usted, y a Piar, no podemos conseguir nada y los males empeoran, en lugar de mejorarse, le aconsejo a usted, como amigo, se separe de su comisión y la deje usted, a disposición de quien la quiera tomar. Pues tener quebraderos de cabezas sin utilidad alguna, es necedad que no debe cometer un hombre de juicio como usted.

Una carta dirigida Briceño Méndez (enemigo de Piar y quien ocupaba su puesto) fechada aquel mismo día 19, muestra cuáles eran los sentimientos autoritarios de Bolívar, al decirle:

Estimado Briceño: Usted sin duda, se estará imaginando que estamos en una situación como la de Cartagena, Güiria, o Carúpano; donde las circunstancias me fueron desfavorables; y donde el espíritu del partido, triunfó de la Justicia y de la Patria.

Si hasta ahora he sido moderado por prudencia, no lo he sido por debilidad. Usted no crea, que las intrigas entre Piar y yo sean tan grandes, que nos puedan destruir, jamás he tenido una situación más feliz, a pesar de quien diga lo que quiera. A mi voz, obedecen tres mil hombres, que harán lo que yo mande, defenderán la inocencia; y no permitirán facciones.[64]

Ahora bien, aquel triángulo de intrigas Blanco-Bolívar-Piar continuó aumentando el enojo del General Piar, empeñado en retirarse del ejército desde entonces, esta vez alegando problemas de salud. Bolívar le niega el retiro, pues en el fondo no deja de reconocer la valía de Piar; así que le escribe esta carta:

Upata, San Félix a 19 de Junio de 1.817:

Señor General Manuel Piar,

Mi querido General: Acabo de recibir la apreciable carta de usted, del 16; y en consecuencia de ella, oficio ahora mismo; y en particular, escribo al Comisionado de las Misiones, llamándolo, pues he resuelto eximirlo del cargo que tenía de orden de usted y mío, con esto queda transigido, todo compromiso con el Padre Blanco, servidor que será útil en cualquier otro puesto. Esto lo hago por complacer a usted, hasta en una equivocación suya; cuando me dice, que ya Blanco no podrá ser amigo suyo. Mayor es la equivocación, creyendo que él, está animado de prevención contra usted. Yo conozco bien al Padre Blanco, lo que no, usted. Es que éste suele ser inflexible hasta conmigo, en las reglas. En cuanto a lo que me dice del General Arismendi, también le diré que está usted equivocado, no lo extraño, porque está y ha estado hasta ahora, a alguna distancia para el examen de sus procederes. Aquellas mulas a que se refiere y por las que le hace usted cargos y que pasaron el pueblito, como las que mandó el General Cedeño; y como otras y otros animales no han sido robados. Por Dios General: ¿Y que dirán entonces, nuestros enemigos y calumniadores?: ¿No sabe usted, que con las mulas, ganado, y otros valores que se han buscado en las Colonias, se han proporcionado aquí mismo, elementos de guerra que no teníamos, subsistencia y abrigo para los cuerpos?.

General Piar: Prefiero un combate a muerte con los españoles, a estos disgustos. ¡Usted, si que está prevenido contra sus compañeros, que debiera saber que son sus amigos, y de quien no debe separarse para el mejor servicio de la causa..! Lo contrario es servir a la de opresión. Sí, si nos dividimos, si nos anarquizamos; si nos destrozamos mutuamente, acabaremos con las Filas Republicanas, haremos fuertes, a la de los Godos, triunfará España; y con razón nos titularán de Vagabundos.

No insista usted, en separarse de su puesto. Si usted estuviera a la cabeza, yo no le abandonaría, como no abandonaré al que lo esté mañana, sea quien sea. Con tal que tenga la legitimidad y lo necesite la Patria, lo necesita hoy, como lo que es; y mañana habrá de necesitarlo, como lo que por sus servicios, llegare a ser.

Amigo General Piar: no dude mi sinceridad, ¡Avíseme, que otra medida conviene dictar en el gobierno de las Misiones, de acuerdo con usted!… Soy su amigo de Corazón, Simón Bolívar.

Pos Data: El Padre Blanco, es amigo de usted, se lo aseguro, porque lo sé.

Así están las cosas entre Bolívar y Piar; pero éste insiste en irse del ejército, de manera que Bolívar le extiende un pasaporte, que dice así textualmente:

Simón Bolívar, Jefe Supremo de la República de Venezuela, y Capitán General del

Ejército de la Nueva Granada, concede, libre y seguro, pasaporte al Excelentísimo:

General en Jefe Manuel Piar, Para que pase al lugar que tenga a bien, en el territorio de la Republica, o para el extranjero y que el Buque que lo acomode, pueda trasladarse a las Colonias extranjeras: Por tanto ordeno y mando a las autoridades sujetas a la República y a los neutrales y amigos, ruego le presten los auxilios que necesite, quedando nosotros obligados con los de su nación. Dado, firmado de mi mano, sellado con el Sello provisional de la República, refrendado por el Secretario de guerra, en el Cuartel General de San Miguel, a los 30 días de Junio de 1.817. Simón Bolívar… J. G. Pérez, Secretario de Guerra

La situación se le presenta favorable a los propósitos de Piar de irse del país o de dedicarse a la agricultura, como al parecer quiso después. Se dirige al Caroní. Pide al coronel José Antonio Mina con un grupo de hombres que le acompañe, pero Mina se desvía a Upata, donde comete unos hurtos contra un comerciante que al parecer le había hecho unos malos gestos a Piar, acto que sin ser responsabilidad de Piar, lo perjudican por estar Mina bajo su mando. El informe de este evento lo conoce Bolívar por escrito que le envía su confidente el cura José Félix Blanco.

Por el mes de julio de 1817 continuaban las intrigas de los enemigos de Piar a través de correspondencias de los jefes patriotas enemigos del admirado héroe de San Félix; entre esas correspondencias están las de los diferentes jefes militares como Manuel Manrique, Manuel Valdez, Pedro León Torres, José Antonio Anzoátegui, Carlos Soublette, quienes constantemente, le hablaban al Libertador en contra de Piar y de sus supuestos proyectos de rebeldía. Todavía no había caído Angostura, lo cual ocurriría el día 17 de julio, bajo el comando de José Francisco Bermúdez, colocado por Bolívar al mando, en lugar de Piar, y en compañía de Manuel Cedeño.

Pero ya Piar está decidido a irse de Guayana con su pasaporte; así que había ido a Upata a buscar a su concubina Mónica Ferreras. El 19, dos días después de la toma de Angostura llega a la ciudad con ella y con sus edecanes José Antonio Mina y pedro Meléan, quienes posiblemente eran deudos de los aragüeños y lo habían acompañado desde la primera batalla de Maturín, como hombres de su entera confianza. La ciudad lo recibe con alegría y júbilo, lo cual mueve a las envidias de sus enemigos.

Pero ya Bolívar le había escrito a Cedeño:

Las instrucciones que tengo el honor de acompañar a usted, modelarán enteramente su conducta en ésta delicada e importante operación. Ella es de tal naturaleza que debe ejecutarse con un tino y pulso que produzcan los resultados que el gobierno se propone.

De hecho, aquella misma noche, Juan Francisco Sánchez, un enemigo acérrimo e intrigante impenitente que incitaba a Cedeño contra Piar, se presentó en el cuartel de Bermúdez con unas cartas acusatorias contra Piar, dirigidas al Libertador. Bermúdez a su vez redacta otra carta que recoge los "informes" (que no son más que rumores contra Piar) y la remite a Bolívar.

He aquí el texto de una de las cartas de Sánchez, fechada el 26 de julio de 1817:

Mí estimado General:

En el instante que llegué a esta ciudad tuve la fortuna de encontrarme con el señor Piar; éste general, después de haberme hecho las más sinceras demostraciones de amistad, me habló de este modo: "Yo he sido elevado a General en Jefe por mi espada y por mi fortuna, pero soy mulato y no debo gobernar a la República no obstante, yo he penetrado al gran misterio de la administración actual y he jurado a mi honor restituirle la libertad a tanto inocente que está derramando sangre por encadenarse más y más en una esclavitud vergonzosa; me voy a Maturín y al fin del mundo, si es necesario, a ponerme a la cabeza de los que no tienen otro apoyo que sus propias fuerzas, estoy seguro en que haciendo resonar por todas partes la justicia de mis sentimientos y la necesidad de que nos ponen de tomar las armas cuatro mantuanos; por la ambición de mandarlo todo y de privarnos de los derechos más santos y naturales, no quedará un solo hombre que no se presente a defender tan digna causa. Mariño, cuyas ideas liberales, son bien conocidas me hará algunas reconvenciones, pero él se unirá de buena fe .por estar de acuerdo con mis sentimientos, Sánchez, ha llegado la época de que seamos libres, manténgase usted como filosofo, siendo indiferente a tanto crimen y guarde usted una fiel correspondencia conmigo por medio de Olivares yo soy su amigo y nuestra triste condición nos liga de tal modo que debemos ser uno en ideas y sacrificios, en fin, ellos o nosotros debemos existir."

De este modo concluye su discurso esta serpiente de la República, mis contestaciones no repugnaron sus principios, con el objeto de sondeos más y más aquel corazón horroroso que quiere ver a su patria en la guerra más espantosa que conoce la historia del mundo.

Mi General, V. E. me conoce y sabe cuanto ha costado siempre a mi corazón hacer acusaciones contra los hombres de la República, pero mi patria es para mi lo más santo, me haría sacrificar a mi propio padre si fuera enemigo de la causa.-

En el que me separé de ese monstruo, me dirigí al General Bermúdez y lo instruí en todo; él enseguida me refirió que sabía sobre el particular y me dijo que había escrito a V. E. y esperaba le contestara para obrar.

El General Cedeño, a quien le manifesté, también está indignado con un hombre tan malo y me ha dicho que ha escrito a V. E., sobre lo mismo; V. E., esté seguro que detesta al General Piar y desea se castiguen tantos crímenes y yo de mi parte recuerdo a V. E., los resultados que hemos tenido siempre si un ambicioso se pone a la cabeza de una inmensidad de hombres que no conocen la moral, ni el respeto que se debe a la justicia y a la sociedad; por desgracia la mayor parte de los que componen los ejércitos de la República han sido educado por los Boves, los Morales, etc., y estos estarían conformes con la civilización que debemos establecer. Mi amado general no se engaña, V. E., ha estudiado bien el corazón del hombre y conoce sus tendencias, también conoce que hay un germen de insurrección regado en toda la República y que si se presenta una mano a darle impulso, la consecuencia será perder la esperanza de la libertad. V. E., siente bien todo lo que le digo.

Eche S. E. una mirada por todos los ejércitos de la República, desde la otra parte del Orinoco hasta la provincia de Casanare y contemple si debe o no el general Piar repasar el Orinoco; examine el sistema de desorganización que quiere establecer y contemple, también, si debe ser castigado con toda la severidad que manda la justicia, la República y las circunstancias. Y creo, mi buen general, que S. E. no puede dejar impune el crimen del general Piar sin hacerse responsable a Dios, a la República y a las generaciones futuras.- En fin V. E. tiene demasiado juicio, luces y justicia en su corazón, para no hacer lo que más convenga al bien general.

En esta ciudad todos somos sus amigos, así por su persona, como por jefe Supremo del Estado. El general Bermúdez y el general Cedeño son demasiado justos en sus corazones y no quieren sino el orden y la justicia, los comandantes y oficiales están animados de los sentimientos de sus generales; en fin aquí todo es bueno.

El Teniente Coronel Olivares ha correspondido bien a la confianza que V. E. ha hecho siempre de él y en esta ocasión ha sido muy importante a la república.

Todo lo que digo como moralmente posible, puede ser un error, pero todo lo deposito en las manos de V. E., como las de un amigo aquí en mi corazón; adiós mi general, hasta que a la vez pueda imponer más a V. E., de mis sentimientos.

Tengo de usted el más bello respeto y consideración y soy de V. E., su eterno amigo,

Coronel Juan Francisco Sánchez

Qué carta tan incoherente. Colocan a Piar como un tonto, vendiendo la supuesta rebelión de castas a dos de sus enemigos; además, José Félix Sánchez se presenta como un ferviente patriota aunque siempre había servido a los realistas.

La otra carta de Juan Francisco Sánchez dice así:

Mi amado General:

Recibí la carta de V. E. de fecha 1ero, del corriente y por ello quedo instruido de sus intenciones, ya que he hablado al General Cedeño de lo imposible que es, por ahora, satisfacer la solicitud que hace de los dos mil caballos y él ha quedado convencido.

Además, V. E., me pide algunos detalles relativos a la conducta de Piar. Le diré, lo que se, con la ingenuidad que me inspira el honor, mi patria y V. E.- El ciudadano Calixto, Capitán del Escuadrón de honor del General Cedeño, llamó al Teniente Coronel José Manuel Torres y le dijo, que lo impusiera de los disgustos que habían entre los generales, pues le habían dicho que separaban del ejército al General Piar por mulato y añadió otras razones análogas a este principio. En el momento Torres tocó la dificultad y desengañó a este oficial. En seguida encontró el mismo Torres al Coronel Hernández y con él le aconteció lo mismo; conociendo Torres por estas dos declaraciones que Piar podía estar tramando una revolución dio parte al general Bermúdez y al general Cedeño, los que al momento tomaron todas las medidas que demandaban las circunstancias; en efecto, el resultado fue descubrir el gran mal.

Piar había hablado a todos los oficiales de caballería y a muchos oficiales subalternos y estos no dejaron de ser sensibles a sus insinuaciones, pero el general Cedeño movió todos los resortes de la amistad, de la confianza y de la justicia con lo que apagaron este incendio que nos amenazaba. El general Bermúdez, obró también con bastante actividad y energía y la conducta liberal que presenta está muy de acuerdo con las circunstancias; Por lo que dejó dicho, conocerá V. E. que los primeros avisos de la conspiración de Piar se deben a Torres y además ha hecho frente a Piar, así en lo relativo al gobierno que quería instalar, como en todo lo demás, el general Bermúdez podrá también informar a vuestra excelencia, respecto a Torres pues él ha sido testigo ocular de su conducta.

La venida de V. E. es muy interesante en este punto y crea V. E. que su opinión es muy superior, de modo que nada pueda hacerla vacilar. Cuando yo tenga el honor y la satisfacción de verle, entonces tocará V. E. más de cerca mi corazón.

Tengo de V. E. el más alto respeto y consideración y soy su más tierno amigo

Cnel. Juan Francisco Sánchez

Nuevamente Juan Francisco Sánchez teje una serie de intrigas, basándose en los testimonios y supuestos de personas que siempre se conocieron como enemigos de Manuel Carlos Piar por diversas razones, muchas veces insignificantes.

Bolívar recibió las cartas, las leyó a Arismendi, quien lo acompaña, y en presencia de éste libra una carta a Cedeño ordenando la captura de Piar. Entonces éste pretende engañarlo (la primera vez) para traerlo al cuartel y arrestarlo. Le dijo a su edecán Ramón Machado que lo traiga al cuartel diciéndole que hay una carta lacrada de Bolívar que le concierne, que la venga a buscar.

Así lo hace Machado, quien encuentra a Piar a caballo por el paseo del río Orinoco, le da el recado y Piar le promete ir al cuartel inmediatamente. Pero estando en eso, aparece José Antonio Mina, quien sí conoce lo que se trama, y una vez que se va Machado convencido de haber hecho su felonía, le advierte a Piar la trampa. Es entonces cuando Piar decide huir de Angostura, dando instrucciones a Pedro Meleán y a Mónica que se vayan a Maturín y lo esperen allá. Así salió Piar librado de aquella primera trampa.

Sin embargo, su huida dio más motivos a Bolívar para procurar su muerte. Así le comunicó a Bermúdez que ésta era indispensable a la seguridad de la República. Piar estaba condenado antes del juicio teatral que se le hizo. La huida también sirvió a Juan Félix Sánchez y a los demás enemigos de Piar motivos para continuar tejiendo in jurias en su contra, como aquella de que pensaba soliviantar a los pardos, negros e indios para destruir a los blancos, lo cual le daría a Bolívar pie para acusarlo de "mulato", a sabiendas de que Piar era tan blanco y rubio que parecía un anglosajón.

Ahora Bolívar asume la acusación de Piar en forma pública y el 5 de agosto de 1817, apenas a unos meses de haberlo puesto en la Gloria, por su triunfo de San Félix, redacta la requisitoria contra él, colocándolo por el suelo. El texto de aquella orden de Bolívar es una vergüenza; da grima leerla y ver cómo un hombre, genial en muchos aspectos, puede dejarse llevar por las intrigas de los envidiosos y por la propia convicción de poder. El texto dice así:

MANIFIESTO DEL JEFE SUPREMO A LOS PUEBLOS DE VENEZUELA

Ciudadanos:

La más grande aflicción que puede sobrevenir al ánimo de un magistrado es aquella que lo obliga a emplear la espada de la justicia contra un ciudadano que fue benemérito de la patria.

Yo denuncio a la faz de la nación el crimen más atroz que ha podido cometer un hombre contra la sociedad, el gobierno y la patria. El General Piar es el autor execrable de este fatal delito. Colmado de los honores supremos de la milicia, de la consideración pública y de la confianza del Gobierno, nada quedaba a este ciudadano a que aspirar sino a la gloria de titularse bienhechor de la República. ¡Con qué horror, pues, no oiréis que este hombre tan favorecido de la fortuna haya pretendido sumergiros en el piélago espantoso de la anarquía! Sí, venezolanos, el General Piar ha formado una conjuración destructora del sistema de igualdad, libertad e independencia. Pero no os admiréis de esta monstruosidad de parte de un hombre cuya vida ha sido un tejido de conspiraciones, crímenes y violencias. Nacido en un país extraño, de una madre que tampoco es venezolana, y de un padre canario, ningún sentimiento de amor ha podido recibir al nacer, menos aún en el curso de su educación.

Erguido el General Piar de pertenecer a una familia noble de Tenerife, negaba desde sus primeros años ¡¡¡qué horrible escándalo!!!, negaba conocer el infeliz seno que había llevado este aborto en sus entrañas. Tan nefando en su desnaturalizada ingratitud, ultrajaba a la misma madre de quien había recibido la vida por sólo el motivo de no ser aquella respetable mujer, del color claro que él había heredado de su padre. Quien no supo amar, respetar y servir a los autores de sus días, no podía someterse al deber de ciudadano y menos aún al más riguroso de todos: al militar.

Llevado por el General Mariño a la costa de Güiria en los años pasados, fue destinado a Maturín bajo las órdenes del Comandante Bernardo Bermúdez, que fue víctima de sus primeros ensayos de conspiración. Apenas había llegado a Maturín cuando sublevándose contra su inmediato jefe, lo prendió e indefenso lo arrojó hacia la parte que ocupaba el enemigo para que fuese indignamente sacrificado por los crueles españoles. El desdichado   Bermúdez marcó con su muerte el primer fratricidio del ambicioso Piar.

La inmortal ciudad de Maturín, que parecía estar destinada por la Providencia para ser la cuna del heroísmo venezolano, tuvo la gloria de vencer por tres veces, en otras tantas batallas, las bandas españolas de La Hoz y Monteverde. Los valerosos maturinenses, conducidos por su indomable espíritu y por un sentimiento irresistible de un patriotismo divino, elevaron su nombre al más alto grado de esplendor, dejando al de su intruso jefe en el seno de la obscuridad. La fama no fue injusta, pues supo distinguir el mérito de los soldados y la ingratitud del caudillo. Ni los rayos de la fortuna consiguieron ilustrar su espíritu en la carrera de la victoria. Maturín sepultó en sus llanuras tres ejércitos españoles, y Maturín quedó siempre expuesta a los mismos peligros que la amenazaban antes de sus triunfos. Tan estúpido era el jefe que la dirigía en sus operaciones militares.

El General Mariño, reconocido por jefe de la expedición de Oriente, fue a Maturín a inspeccionar aquellas valientes tropas. El General Piar, entonces ausente, había tramado antes de separarse un motín contra su jefe, que se habría logrado sin duda si el virtuoso General Rojas no hubiese cumplido con su deber en favor de la justicia y de la subordinación militar. La insurrección de Piar no tuvo efecto por la bella conducta del General Rojas.

En medio de las calamidades de la guerra, el italiano Bianchi se subleva contra las autoridades constituidas y se roba las últimas reliquias de la República. Logramos conducir a la Isla de Margarita a este infame pirata para hacernos justicia y aprovechar los únicos restos de nuestra expirante existencia. La fatalidad, entonces anexa a Venezuela, quiso que se hallase el General Piar en Margarita, donde no tenía mando y a donde había ido por salvar el fruto de sus depredaciones en Barcelona, y más aún por escapar de los peligros de la guerra que él hace sólo por enriquecerse a costa de la sangre de los infelices venezolanos. Una vez que ha hecho su botín, el valor le falta y la constancia le abandona. Díganlo los campos de Angostura y San Félix, donde su presencia fue tan nula como la del último tambor. El General Mariño y yo, jefes de la República, no pudimos desembarcar en Margarita porque el faccioso Piar se había apoderado de la fuerza y nos obligó a ponernos a la merced de un pirata más generoso y más sumiso que él, aunque iguales en la rapacidad. Por entonces la patria sufrió todos los reveses que son notorios por la exclusiva traidora conducta de Piar.

De acuerdo con el General Ribas pensó en defender a Cumaná y aunque aquel General debía mandar por ser de mayor graduación sólo logró dividir la autoridad con Piar. Esta igualad no convenía aún a las miras ambiciosas de Piar, y desde luego conspiró contra su jefe y colega Ribas. Este, por evitar la guerra civil y quizás su propio exterminio, marchó a Maturín, y Cumaná fue la víctima de las pasiones de Piar. Su desdichada población pereció, como la emigración de Caracas y Barcelona, por obedecer a Piar que las forzó a encerrarse en aquella indefensa ciudad. ¡¡Víctimas desdichadas allí sepultadas!!, decid ¿quién os puso bajo la cuchilla de Boves?

Perdido el territorio que inútilmente Piar había pensado defender, se refugió en Güiria, donde mandaba el coronel Videau, quien tenía la autoridad suprema de aquel país por delegación del General Mariño. Aún no había pisado aquella ciudad cuando ya Piar intentaba destituir al jefe que la mandaba. Sus defensores, de acuerdo con Videau, se vieron obligados a expulsar a Piar para no ser envueltos en disensiones domésticas, a tiempo que el enemigo la estrechaba por todas partes. El objeto de Piar en aquel momento no era tanto defender a Güiria cuanto extraer los tesoros que había arrancado al General Ribas y habían sido hasta entonces religiosamente respetados, como vasos sagrados que pertenecían a las iglesias de Caracas. Mas Piar, tan avaro como sacrílego, intentaba convertir en su propio uso objetos consagrados a la Divinidad.

En la tercera época de la República el General Piar, a quien yo había perdonado todos sus atentados, viene conmigo a Carúpano. Allí a la faz de todos los extranjeros y nacionales dio el más escandaloso ejemplo de su venalidad. El descaro en robar los intereses de aquella ciudad ha sido tan público que nada se debe añadir para que sea manifiesto.

La División del General Gregor, después de haber libertado a Barcelona, se somete a sus órdenes porque así lo exigía el orden de la milicia y porque él se jactaba de ser el primer apoyo del Gobierno. La batalla del Juncal, casi perdida por este General, fue un terrible desengaño para aquellos alucinados soldados que creían tener en él un gran Capitán; pero su impericia y su cobardía se manifestaron allí de un modo incontestable. Ganada por el General Gregor y los otros subalternos que obraron arbitrariamente hallándose abandonados de su jefe y sin esperanzas de salvarse, ni aun siquiera se puso a la cabeza del ejército para perseguir los restos fugitivos, y el fruto de aquella victoria fue ninguno, como todas las que la fortuna le ha proporcionado.

La conducta del General Piar en esta provincia ha correspondido al curso de su vida: el más feroz despotismo ha sido su divisa. Mandar pasar por las armas a los jefes y oficiales más estimables; ponerlos en el afrentoso tormento de la soga; destituirlos sin autoridad y sin juicio. En fin, todos los actos del poder absoluto de un tirano.

Ninguna orden del Gobierno ejecutaba jamás: todas las miraba con el más ultrajante desprecio. Él se había abrogado las facultades de la autoridad suprema, y no se había proclamado por soberano de la República porque las fuerzas de su mando eran todavía demasiado débiles y la fortuna no le había sometido las ciudades de Guayana y Angostura.

En circunstancias tan urgentes yo vine al ejército para poner un término a su desenfrenado despotismo. El benemérito General Monagas, el Coronel Parejo, el Teniente Coronel Matos, el Teniente Coronel Infante, Subteniente Santarita, el cirujano Cervellón y el Secretario Melián, sin contar muchos otros que fueron ignominiosamente infamados, pueden deponer si el régimen del General Piar no es el de un sátrapa de Persia. ¡¡Cuántos horrores no hizo sufrir el General Piar a estos ilustres defensores de la República!! A mi presencia ha osado clavar un par de grillos, y sin juicio formal ha condenado a servir de soldado raso al Subteniente Arias. Espantado de tan atroz procedimiento, quise salvar la inocencia, las leyes y los derechos del ciudadano. Además, hice entender al General Piar que debía someterse a la autoridad del Gobierno y no obrar arbitrariamente como lo había hecho siempre. Este General, furioso como un frenético, medita entonces la subversión del Estado y la destrucción de sus hermanos. Para realizar tan negro designio pretexta enfermedad, pide encarecidamente un retiro temporal y toma un pasaporte para las colonias.

Calumniar al Gobierno de pretender cambiar la forma republicana en la tiránica; proclamar los principios odiosos de guerra de colores para destruir así la igualdad que desde el día glorioso de nuestra insurrección hasta este momento ha sido nuestra base fundamental; instigar a la guerra civil; convidar a la anarquía; aconsejar el asesinato, el robo y el desorden, es en substancia lo que ha hecho Piar desde que obtuvo la licencia de retirarse del ejército que con tantas instancias había solicitado porque los medios estuvieran a su alcance.

Pruebas constantes e irrefragables de esta conjuración son las deposiciones de Generales, Comandantes, soldados y paisanos residentes en Angostura.

¿Qué pretende el General Piar en favor de los hombres de color? ¿la igualdad? No: ellos la tienen y la disfrutan en la más grande latitud que pueden desear. El General Piar mismo es una prueba irrevocable de esta igualdad. Su mérito es bien inferior a las recompensas que ha obtenido. Los más de los oficiales de Venezuela han combatido por la República más que Piar, y sin embargo ellos son subalternos, mientras que él está decorado del último grado de la milicia. Podríamos citar otros muchos generales, coroneles, comandantes y jefes de todas clases: pero no es justo mezclar los nombres de tan beneméritos ciudadanos con el de este monstruo.

El General Piar no desea la preponderancia de un color que él aborrece y que siempre ha despreciado como es constante por su conducta y documentos. El General Piar ha tenido como un timbre la genealogía de su padre, y ha llegado su impudencia hasta el punto de pretender no sólo ser noble sino aun descendiente de un Príncipe de Portugal (entre sus papeles existe este documento).

La imparcialidad del Gobierno de Venezuela ha sido siempre tal, desde que se estableció la República, que ningún ciudadano ha llegado a quejarse por injusticia hecha a él por el accidente de su cutis. Por el contrario, ¿cuáles han sido los principios del Congreso? ¿cuáles las leyes que ha publicado? ¿cuál la conducta de todos los magistrados de Venezuela? Antes de la revolución los blancos tenían opción a todos los destinos de la Monarquía, lograban la eminente dignidad de Ministros del Rey, y aun de Grandes de España. Por el talento, los méritos o la fortuna lo alcanzaban todo. Los pardos, degradados hasta la condición más humillante, estaban privados de todo. El estado santo del Sacerdocio les era prohibido: se podría decir que los españoles les habían cerrado hasta las puertas del cielo. La revolución les ha concedido todos los privilegios, todos los fueros, todas las ventajas.

¿Quiénes son los autores de esta revolución? ¿No son los blancos, los ricos, los títulos de Castilla y aun los jefes militares al servicio del Rey? ¿Qué principio han proclamado estos caudillos de la Revolución? Las actas del Gobierno de la República son monumentos eternos de justicia y liberalidad. ¿Qué ha reservado para sí la nobleza, el clero, la milicia? (Nada, nada, nada! Todo lo han renunciado en favor de la humanidad, de la naturaleza y de la justicia, que clamaban por la restauración de los sagrados derechos del hombre. Todo lo inicuo, todo lo bárbaro, todo lo odioso se ha abolido, y en su lugar tenemos la igualdad absoluta hasta en las costumbres domésticas. La libertad hasta de los esclavos, que antes formaban una propiedad de los mismos ciudadanos. La independencia en el más lato sentido de esta palabra substituida a cuantas dependencias antes nos encadenaban.

El General Piar, con su insensata y abominable conspiración, sólo ha pretendido una guerra de hermanos en que crueles asesinos degollasen al inocente niño, a la débil mujer, al trémulo anciano, por la inevitable causa de haber nacido de un color más o menos claro.

Venezolanos: ¿no os horrorizáis del cuadro sanguinario que os ofrece el nefando proyecto de Piar? Calificar de un delito el accidente casual que no se puede borrar ni evitar. El rostro, según Piar, es un delito y lleva consigo el decreto de vida o de muerte. Así ninguno sería inocente, pues que todos tienen un color que no se puede arrancar para substraerse de la mutua persecución.

Si jamás la guerra fratricida como lo desea Piar llegase a tener lugar en Venezuela, esta infeliz región no sería más que un vasto sepulcro donde irían a enterrarse en todas partes la virtud, la inocencia y el valor. El mundo horrorizado cargaría de execraciones a esta sanguinaria nación donde el furor sacrificaba a su saña todo lo que es sagrado aun para los mismos salvajes, la humildad y la naturaleza.

Pero no, venezolanos, vosotros no sufriréis que las últimas gotas de sangre que ha respetado el puñal de los asesinos de España, sean derramadas por vuestras propias manos. Vosotros sois incapaces de servir de instrumento a los furores de Piar. Vosotros lo conocéis, no ignoráis sus execrables designios, y vosotros, pues, lo perseguiréis, no sólo como un enemigo público, sino como un verdugo de su especie, sediento de su propia sangre.

El General Piar ha infringido las leyes, ha conspirado contra el sistema, ha desobedecido al gobierno, ha resistido la fuerza, ha desertado del ejército y ha huido como un cobarde; así, pues, él se ha puesto fuera de la ley: su destrucción es un deber y su destructor un bienhechor.

Cuartel General de Guayana, agosto 5 de 1817. 7º.[65]

Enterado Piar de este Manifiesto terrible, se da cuenta de que las intenciones de Bolívar son acabar con su vida, y se dirige a Maturín, sin equipaje alguno, solo con una pequeña escolta en la cual van sus más fieles seguidores, aquellos con quienes escapó de Angostura, aunque ya no estaba Liborio. Este lo había acompañado en calidad de amigo y sirviente en vez de esclavo, pues su condición era libre, pero fue asesinado en Guayana presuntamente por Pedro Hernández, llamado "El Chingo".

Al llegar, Piar fue recibido por Andrés Rojas, comandante general de la guarnición de Maturín, quien conocía ya el "Manifiesto" en contra del héroe, pero no se atrevió a enfrentarlo, aunque le exigió que desocupara la ciudad, porque no le convenía su permanencia en ella. Aquella tarde había llegado Juan Bautista Arismendi procedente de Angostura, y le advirtió a Piar sobre las intenciones de exterminarlo que tenía Bolívar, asegurándole que iba a advertir también a Mariño.[66]

Piar comprende la incomodidad de Rojas y se dirige hacia Cumaná, encontrándose con Santiago Mariño en Aragua, pues este se dirigía hacia Maturín desde Cariaco, tras sufrir muchas derrotas por parte de Morillo. Piar y Mariño habían vuelto a tener buenas relaciones después del incidente de 1814, en Margarita, cuando Piar había cañoneado el barco donde el oriental iba con Bolívar, habiendo salido tras ellos hacia Carúpano con la supuesta intención de fusilarlos. Al parecer ya habían hecho las paces.

Piar y Mariño conversan en Aragua, seguramente Piar le mostraría los documentos de la baja, no se sabe a ciencia cierta qué cosas hablaron, aunque seguramente le pidió otro pasaporte, pues el suyo lo había dejado en Upata al salir de aquella ciudad apresurado rumbo a Maturín. Sí se sabe que deciden volver a Maturín para intentar solicitar al gobernador Andrés Rojas apoyo logístico. Así lo hacen, pero el gobernador los recibe en la orilla sur del río Guarapiche y les insiste en que no les dejará entrar; de este modo se entera Mariño de la requisitoria que circula contra Piar.: el jefe oriental acepta la respuesta de Rojas, pero pide pertrechos y ayuda para los soldados de Cariaco, lo cual le es otorgado. Regresan ambos a Aragua de Maturín, donde Piar decide seguir hacia Cumanacoa, la cual tras haber sido arrasada por el realista Vicente Bausa había vuelto a manos patriotas, bajo la dirección del Coronel Rafael Guevara y el Teniente Coronel Casimiro Isava, quienes habían rechazado a los esbirros enviados contra la ciudad por Pablo Morillo. Estos dos jefes patriotas, ya conocedores del manifiesto contra Piar, no quisieron sujetársele y aceptarlo como jefe, de manera de éste se vio precisado a regresar a Aragua, con su antiguo ordenanza José Luis Aguilera y en compañía del grupo de hombres que le asigna Mariño, 60 fusileros y 40 hombres de a caballo, comandados por Francisco Carmona. Llegaron al pueblo el 21 de septiembre de 1817, alojándose en la casa que Piar disponía desde hacía tiempo en el pueblo.

Mientras esto ocurría en el territorio de la gobernación de Maturín, Bolívar comisionaba al general Manuel Cedeño para que arrestara a Piar, dándole estrictas instrucciones sobre su apresamiento. Le dice en una carta:

Las instrucciones que tengo el honor de acompañar a usted, modelarán enteramente su conducta en ésta delicada e importante operación. Ella es de tal naturaleza que debe ejecutarse con un tino y pulso que produzcan los resultados que el gobierno se propone.[67]

Cedeño sale de Angostura y el 25 de septiembre llega a Maturín, donde encuentra al gobernador Rojas, el cual ya tenía también las siguientes instrucciones de Bolívar:

Las instrucciones que le he dado al General Cedeño, que deberá mostrar a su señoría, le impondrán de la conducta que deben observar ambos. Están bien detalladas y abrazan todos los casos que puedan presentarse. Su señoría y el General Cedeño ahogarán para siempre la facción que amenaza la tranquilidad de la República. [68]

En Maturín es informado Cedeño del lugar preciso donde se encuentra Piar con Mónica Ferreras y el grupo de 100 fusileros, comandados por Francisco Carmona, que le acompañan.

Tras pernoctar en Maturín, el día 26, el grupo comandado por el guariqueño parte rumbo a Aragua, con la intención de cumplir la misión encomendada por el General en Jefe Supremo, el Libertador Simón Bolívar. Entre los acompañantes del llanero, va el pérfido coronel Juan Francisco Sánchez, el acérrimo enemigo de Piar.

Es de madrugada cuando deciden apresar a Piar. Los acontecimientos se desarrollan apenas clarea el día. Todo está recogido en el expediente a través de los testimonios de algunos testigos; enseguida se recogen tres de estos:

José Peralta, alférez de caballería del piquete de Manuel Cedeño, dice que llegaron a Aragua en la madrugada, el 27 de Septiembre, que destinado con un piquete de carabineros a observar un cuerpo de infantería que estaba acuartelado, que hubo una disputa entre el comandante Carmona y el general Cedeño, dándole éste arresto a aquél, que luego vino la discusión entre Cedeño y Piar, que finalmente Piar fue cercado por Cedeño y sus oficiales y desarmado, que Carmona desfiló con la infantería, se apoyó en la caballería, quedando desde ese momento arrestado el general Piar, dijo no saber firmar y por eso marcó la señal de la cruz…[69]

El detalle de la firma con la señal de la cruz no deja de ser significativo, pues muestra que el declarante no era una persona muy preparada, como fueron muchos de los que fueron llamados a declarar. El otro testimonio sobre el supuesto arresto, dice así:

El testigo Timoteo Díaz, séptimo testigo, levantó la mano derecha y juró decir la verdad, dijo ser cabo primero de la segunda compañía del escuadrón del general Cedeño, que llegaron a Aragua en la madrugada del 27 de septiembre y formó junto con los demás en la plaza, frente a la casa del general Piar, que oyó que ambos generales disputaban, que Cedeño trataba de persuadir a Piar para que lo acompañase a Maturín y luego en viaje hasta el Jefe Supremo que quería conversar con él, que Cedeño se acercó a Carmona que mandaba un cuerpo de infantería, que tuvieron palabras y que Cedeño ordenó su arresto y lo entregó a la caballería, que Cedeño volvió a decirle a Piar que lo acompañara, que Piar dijo que primero se caía una estrella del cielo que acompañarlo a Maturín, que Cedeño quería llevarlo, que Piar mando a Carmona para que se pusiese a la cabeza de la infantería, que Piar desenfundó su espada pero Carmona se ubicó con la caballería de Cedeño, que Piar fue cercado por Cedeño y demás oficiales y que desde ese momento quedó arrestado el general Piar. [70]

El otro testigo que citamos, se expresó de esta manera:

Dice que se llama José Claro Sixto, octavo testigo, cabo primero de la primera compañía del escuadrón de Caicara, dijo que llegaron a Aragua al amanecer, que formó junto con los demás en la plaza y vio que el general Cedeño se fue a hablar con el general Piar, que luego que estaba ya claro, salieron los dos generales, se dirigieron adonde estaba la infantería, que Cedeño lo intimó a acompañarlo a Maturín. eran cosa de las ocho de la mañana, que Piar desenfundó su espada, se unió a la infantería y ordenó a Carmona que se pusiera a la cabeza, que Carmona marchó a ponerse al lado del piquete de caballería de Cedeño, que Piar fue cercado v se le quitó la espada y desde ese momento quedó arrestado.[71]

Según interpretan algunos estos relatos, Francisco Carmona parece haberse puesto del lado del grupo del gobierno comandado por Cedeño, con lo cual Piar habría quedado solo. Sin embargo uno de los testigos afirma que Carmona fue hecho preso. Francisco Herrera Luque, considerando –con razón– que el expediente contra Piar había sido manipulado, relata que Piar no fue arrestado, sino engañado por Manuel Cedeño y llevado así hasta Angostura, donde realmente es hecho preso y con finado en la casa que acondicionaron para ello, y en la cual había estado el Archivo de la República.

Pues bien, el día siguiente, desde Maturín, Cedeño informa al Liberrtador en una carta que dice:

Excmo. Señor, Jefe Supremo de la República: Don Simón Bolívar, Excmo. Señor.

El día 25, a las 8: de la noche, llegué a esta ciudad de Maturín, donde el general Rojas, y el Teniente Coronel, Sánchez, me informaron, que Piar se encontraba en Aragua de Maturín, con 100 Infantes a sus órdenes. Yo salí inmediatamente con mis 40 hombres, y marché volando sobre Aragua, llegando el día 26, a las 10: del día. El día 27 a las 4: de la mañana, sin detenerme en nada, me dirigí a la casa donde se hallaba el general Manuel Piar. Empezamos a hablar evitando toda clase de escándalos, pero nada de mis palabras sirvieron para convencerlo, puesto que estaba decidido a morir antes de entregarse. Y para ello mandó al Comandante Carmona, a que ordenara a los fusileros, que se aprestasen a abatirse.[…] Yo en un acto de valentía, me dirigí a los fusileros, y les hice saber que éramos hermanos, que defendíamos la misma Bandera y causa; y que había que obedecer a un Jefe. A todas estas razones, Carmona persuadió a sus fusileros, de no hacer armas contra nosotros.

A pesar de todo esto, el obstinado Piar, hizo tentativas frente a las tropas, por lo que fue preciso, valerme de mis fuerzas, y someterlo para llevarlo como un reo, y montarlo a caballo, al lomo de una mula. Después de todo esto, tomé a 70 fusileros del partido que comandaba Carmona, y los hice presos. En este pueblo, existen muchos facciosos; en el caso, de que el General Mariño venga a esta ciudad, tampoco se me escapará. Le prometo a V.E., que mientras no expurgue a esta ciudad de los malvados que la inquietan, no me moveré de ella, yo estoy seguro de ello. Y V.E. quede en la confianza, de que vuestra autoridad Suprema, será respetada por estos pueblos, y restablecida en todas sus partes. Dios guarde a V.E. muchos años. Maturín, Septiembre, 28 de 1.817.

Manuel Cedeño.

La mula donde cabalgaba el general Piar –según el testimonio de la historia que asegura que fue arrestado realmente en Aragua–, fue conducida por Juan Félix Sánchez como un arriero, pero el gozo de conducir a Piar a su muerte, debe haberle hecho llevadero aquel trabajo. En el juicio aquel detractor fue ¡el primer testigo! Los testigos que se suceden, todos fueron falsos, a excepción de los tres ignorantes citados antes, ajenos a la trama de intrigas tejidas en torno a Piar. El testigo Timoteo Díaz, alegando no ser suyas las palabras que le leyó Soublette, no solo se negó a firmar la declaración, sino que desertó y se dio a la fuga, temiendo por su vida como lo hizo mucha gente fiel a Piar que se hallaba en Angostura y se percató de la parodia de juicio que se llevó a cabo. El Orinoco fue cruzado por mucha gente que huía de aquella "justicia".

Aunque la noche del 2 de octubre, Piar solicitó una entrevista con el Libertador, esta le fue negada. Bolívar ordena que se le haga juicio inmediatamente, nombrando Fiscal acusador a Carlos Soublette y secretario a José Ignacio Pulido. El Consejo de Guerra estuvo constituido por el Almirante Luis Brión, como presidente; General Carlos Soublette, como Fiscal general; Pedro León Torres, José Antonio Anzoátegui, Coroneles: José Ucrós, y José María Carreño; así como los tenientes Coroneles: Francisco Conde y Judas Tadeo Piñango, como vocales. El Coronel, Fernando Galindo, fue nombrado como el defensor del acusado, por solicitud del mismo Piar.

La historia recoge de manera dramática el desarrollo de aquel montaje teatral, pues Piar estaba condenado a priori.

Piar declaró ante el tribunal, con estas palabras (esto es citando el expediente, posteriormente manipulado):

Si el general Cedeño me mostrara un oficio firmado por el Jefe Supremo, en donde se requería mi presencia para imputarme mis faltas, yo me hubiera entregado voluntariamente, pero a mi solo se me intima mi presencia en esta ciudad, y con nada se me garantiza mi persona, quedando expuesto a todo el furor que respira el Manifiesto referido. Yo temo ser sacrificado, si con algo se hubiera garantizado mi persona, yo no hubiera vacilado ni un instante en venir a esta plaza. […] Mis tropas tenían las armas descargadas, si yo quisiera hacer armas, las mandaría cargar, de manera que mi resistencia solo fue de palabra. […] Jamás mi intención ha sido hacer una guerra civil contra el jefe Supremo, ni en contra de los Mantuanos blancos de Caracas, como tanto se pregona.

Aquel juicio amañado, teatral, inhumano, siguió con la juramentación del defensor Fernando Galindo, antiguo enemigo de Piar, y con la "ratificación" de los testigos: Juan Francisco Sánchez, José Manuel Olivares, Antonio Díaz, Pedro Hernández, Ramón Machado y José Peralta.

Bolívar ya le había escrito a Bermúdez, uno de los enemigos de Piar, estas palabras terribles:

Piar está aquí y su causa sigue con todas las aparentes formalidades posibles hasta que se le de la sentencia, que será de muerte. El morirá y mis deseos serán cumplidos.[72]

Nótese el uso de la palabra "aparentes" y la certeza de la condena. Al "tribunal" llegó un mensajero con una carta de Bolívar diciéndole al Fiscal que se le confiscaran las pertenencias y dinero que tenía el acusado. Cuando cumplen la orden de Bolívar, yendo a la celda del acusado, y al conminarle Carlos Soublette a que entregara cuanto tenía en su poder, Piar le dijo:

Que en poder del oficial guardia saliente Teniente Coronel Pedro Morín existía una onza de su propiedad, que él le dio para que la cambiase, para que gratificase con un peso al soldado que la había sacado de una alcantarilla, en donde se le había caído y que le devolviera el resto […] ¡Si mi hubiesen informado desde el primer día de mi prisión, hubiera entregado las mismas 8 onzas que traía desde Aragua de Maturín!"

Luego se presentó el teniente coronel Morín trayendo los 17 pesos restantes, los cuales entregó al tribunal, todo lo cual, con las 7 restantes, según documento hecho por Soublette iría a la hacienda pública, con el respectivo informe al Jefe Supremo, Simón Bolívar. ¡Aquel "ladrón" de la República solo tenía 8 onzas de oro! ¡Qué vergüenza! Pero aquellos asesinos continuaron adelante con su teatro. A Piar no se le permitió estar presente en ninguna de las audiencias del juicio; los testigos fueron todos manipulados, todos eran sus enemigos… Piar fue condenado por aquel tribunal a morir fusilado sin degradación, el 16 de octubre de 1817, y así lo hicieron en el costado occidental de la catedral de Angostura, donde le dispararon 16 fusileros, tras escuchar las palabras finales de Piar, quien no quiso morir vendado, y abriéndose la esclavina, les dijo: "Apunten bien a mi inocente corazón, que me matan por simplón en nombre del gobierno de Simón Bolívar. ¡Viva la Patria!"

Bajemos con compasión el telón de esta triste historia donde está involucrado el pueblo de Aragua de Maturín, con la defensa magistral del Coronel Galindo, antiguo enemigo de Piar, pero quien llegó a admirarle y a respetarle, es una defensa de corte tan magistral, que merece ser leída y conocida.

DEFENSA DE S.E. EL SEÑOR GENERAL MANUEL PIAR, ACUSADO DE INSUBORDINADO A LA SUPREMA AUTORIDAD, DE CONSPIRADOR CONTRA EL ORDEN Y TRANQUILIDAD PÚBLICA Y, ÚLTIMAMENTE, DE DESERTOR Y SEDICIOSO

Excelentísimo señor Presidente y señores Vocales del Consejo.

Fernando Galindo, de la Orden de Libertadores, teniente coronel de Ejército y ayudante del Estado Mayor General, nombrado defensor por su excelencia el General en Jefe de Ejército Manuel Piar, acusado de los crímenes de insubordinado a la autoridad suprema, de conspirador contra el orden y tranquilidad pública, de sedicioso y, últimamente, de desertor, tiene el honor de exponer en favor de su cliente, lo que sigue:

Señores: El más solemne y delicado empeño en que jamás se ha encontrado la República de Venezuela, es el que hoy se presenta a nuestros ojos. Un hijo primogénito de la victoria, el terror de los españoles, una de las más sólidas columnas de nuestra patria, el general Piar, en fin, aparece ante este respetable Consejo como el más criminal y detestable de nosotros. Él es acusado de delitos que hacen estremecer al más pacífico; él es considerado como el más infame de los que componen el Estado; y él es, hasta ahora, el blanco infeliz donde se dirigen los tiros de sus cohermanos. La naturaleza, la justicia, la razón, la gratitud, las leyes y el honor mismo de la nación, inspiran un debido respeto, una tierna compasión y sentimientos generosos por un ilustre desgraciado; y forzoso es que sea examinada su causa con todo el pulso y acierto que exigen la rectitud y la prudencia. La suerte de los mortales es demasiado importante; y una condenación violenta e injusta es el crimen más horrendo contra la sociedad. Presentaré, pues, mis razones en su obsequio, de buena fe y con candor, y vuestra Excelencia se servirá oírlas con el juicio e imparcialidad que preside los decretos de la Sabiduría.

Más fácil es concebir el exterminio total del país que poderse figurar la insubordinación del general Piar. Comencemos por establecer la diferencia que hay entre insubordinación y temor. Aquélla es un acto escandaloso de desobedecimiento y de resolución; éste es un miedo mezclado de confianza y de respeto mismo a la autoridad, que impele a cometer errores involuntarios, en lo que obra más el carácter personal del individuo, que sus principios o sistema. Tal es el estado en que desgraciadamente se encontraba aquél cuando recibió la intimación del general Bermúdez, comunicada por su edecán Machado, para marchar a presentarse al Supremo Jefe al Cuartel General de Casacoima. Rodeado por muchas partes de enemigos particulares, advertido de que se le perseguía por los mismos que más le habían apreciado; asestado por émulos o enemigos secretos; instruido falsamente por amigos suyos, residentes en el Cuartel General, que se proyectaba su sacrificio; y dotado de un carácter desconfiado, al mismo tiempo que violento y tímido, se creyó perdido, y se vio fuera de sí, cuando se le ordenó la ida a Casacoima. ¿Es pues de extrañar que en tan empeñado lance, él que no tiene una gran serenidad de ánimo, no busque un asilo entre sus mismos hermanos, entre los mismos defensores de este suelo venezolano, ausentándose por algunos días para escaparse de la cólera de la autoridad, haciendo tal vez después sacrificios importantes para acreditar su obediencia y su afección? ¿Quién osará censurar de insubordinado al Supremo Jefe en el curso de su vida anterior? ¿No es esta una serie de acciones fieles y una continuación de acontecimientos los más leales que acreditan una subordinación ejemplar al Primer Jefe de la nación?

Cuando los vencedores del Alacrán se hallaban en una lamentable orfandad por la sensible separación de su caro Jefe Supremo; cuando el triunfador de Morales estaba más protegido de la fortuna y más amado de sus súbditos; y cuando todo parecía someterse a la fuerza de su espada, de su dicha y de su opinión, no se le veía mover los labios sino para proferir las voces de amor, veneración y fidelidad al Supremo Jefe Simón Bolívar. Él logró inspirar este sentimiento universal en su ejército; y más era el dolor que le causaba el que este inmortal jefe no hubiese sido el héroe del Juncal, que la gloria que podía tener de haber ganado la batalla. Sus primeras medidas fueron mandarlo buscar con el señor intendente Zea; no ahorrar ningún trabajo; no excusar ningún medio para conseguirlo; salvar inconvenientes para procurarlo; y hacer surcar los mares para encontrarlo y declarar públicamente que la República no podía existir sin que viniese.

En todo el resto de su campaña, en los Llanos y poblaciones de Barcelona, sobre las márgenes del caudaloso Orinoco, frente a las baterías de esta ciudad; en las abundantes misiones del Caroní y en los victoriosos campos de San Félix, siempre este valeroso y feliz general ha sido el más firme y decidido apoyo de la autoridad. Hablen por él sus proclamas y los papeles públicos, los actos anteriores y las declaraciones terminantes que a la faz de jefes ilustres ha pronunciado y manifestado con calor por el gobierno. Podría extenderme en favor de mi cliente; pero la notoriedad de su conducta pasada, nadie mejor puede justificarla que los mismos jefes que ahora deponen contra él. Con franqueza declaro que es para mí un enigma inconcebible el que un hombre pueda ser fiel y traidor a la vez, subordinado e inobediente, pacífico y conspirador, sumiso a la autoridad constituida y sedicioso. Éste es el contraste que se observa de la causa seguida contra el benemérito general Piar.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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