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El conflicto entre el Tíbet y la República Popular China

Enviado por Sergio Arenas


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Los hechos objetivos
  3. La posición oficial de la República Popular China
  4. La posición del exilio tibetano
  5. Una explicación alternativa
  6. Comentario
  7. Ideas finales
  8. Bibliografía

Introducción

El conflicto en el cual nos vamos a dedicar es un choque quizás no muy difundido entre nosotros, pero que tiene importantes repercusiones a nivel internacional, no tanto por su efecto mediático, sino por las interpretaciones que de él se puedan sacar. Nos referimos al conflicto del Tíbet, región de la China que sostiene desde hace muchos años una lucha para lograr su autodeterminación.

Las distintas visiones que existen de este conflicto contienen en sí mucho de preciso, mucho de plausible, pero también mucho de debatible y mucho de contradictorio. En especial, este conflicto enfrenta el problema del "deber ser" que lo vincula a una visión generalizante promovida principalmente por Occidente (sabiendo que Tíbet es de Oriente) y, en especial, a la lógica del parangón con procesos similares, siendo su "modelo" el ya trillado conflicto Israel-Palestina, donde huelga decir quién es el "Israel" y quién es la "Palestina" en la situación a comentar. Aunque, en cierta medida, el carácter generalizador tiende, por razones de conocimiento, a considerarlo más bien una situación interna y exclusiva de la República Popular, por cuanto chinos y tibetanos serían pueblos "hermanos", según la creencia extendida.

Pero las limitaciones de visión no sólo se encuentran entre quienes usualmente observan desde afuera. Como iremos viendo, el sesgo también es evidente cuando se trata de alegar las razones en uno y otro bando. Asimismo, no deben olvidarse otros actores que, si bien no se enfrentan en esta disputa Tíbet-China, influyen y tienen intereses en cuanto a la resolución de esta controversia.

En este análisis quizás, lejos de responder a la duda de quién tiene o no razón, terminemos creando más preguntas sin respuesta, ampliando el desconcierto o la ambigüedad. Sin embargo, es menester no dejar de recabar las razones de los debatientes, además de no dar preferencia a ninguna opinión en especial. Simplemente, hay que mostrar el  conflicto y las razones que lo crearon. 

Los hechos objetivos

  • Territorio

El Tíbet es una vasta región ubicada en el suroeste de China. Limita al norte con la región autónoma china de Sinkiang, al sur con India, Nepal, Bhután y Birmania, al este con las provincias chinas de Sichuan y Yunan, y al oeste con Cachemira (disputada entre Pakistán e India). Se extiende por 1.220.000 km2 y su altitud media es de 5.000 m. sobre el nivel del mar. La capital del Tíbet es Lhasa.

En general, el Tíbet es semejante al altiplano boliviano, aunque hacia el este se suceden valles profundos. Hacia el sur, se encuentran varias cadenas montañosas de gran altura, entre las cuales destaca el Himalaya, donde está el monte más alto del mundo, el Everest (8.848 m.). Otras cadenas son el Karakorum y el Pamir hacia el oeste, y las montañas Kunlun al norte. Es importante destacar que es desde el Tíbet, y principalmente desde las cordilleras que circundan su territorio, donde salen los ríos más importantes de China y de la India. En el primer caso, los ríos Amarillo, Mekong y Yangtsé; en el segundo, los ríos Indo, Brahmaputra y Ganges. Hacia el norte encontramos lagos de agua salada.

El clima en general es semiárido y frío. La temperatura promedio es de 1ºC y es común la baja brusca de temperaturas al caer la tarde. Los valles fluviales son un tanto más regulares y hacia el sureste llovizna de vez en cuando.

En cuanto a la flora, el Tíbet mayormente está cubierto de bofedales, arbustos y otras hierbas, aunque hacia el norte hay ciertas áreas de bosques. En los valles fluviales hay mayor concentración de vegetación, sobresaliendo árboles como el ciprés, roble, chopo y arce, además de especies trasplantadas como perales y manzanos. Con respecto a la fauna, abundan ovejas, cabras y burros salvajes, así como alces almizcleros, antílopes, zorros, osos, macacos, patos, gansos, gaviotas, faisanes y un largo etcétera. Entre los animales domésticos destacan el camello, el yak (vaca hirsuta) y el caballo.

El Tíbet posee una gran reserva de metales y minerales que no ha sido explotada debido a lo inaccesible que a veces se torna el territorio tibetano. Se sabe de la existencia de oro en muchas partes y grandes reservas de hierro, carbón, sal, bórax, esquistos bituminosos, manganeso, cinc, plomo, cuarzo, grafito, etc. Hay también lapislázuli, jade, entre otras joyas preciosas y semipreciosas.

 2. Población

En Tíbet vivían 2.600.000 habitantes para el año 2000. La densidad demográfica es de 1,9 hbtes/km2, la más baja de toda China. Esta población es apenas un quinto de la que había hace casi mil años. Su composición étnica es mayoritariamente tibetana, aunque el gobierno central ha estimulado la emigración china, principalmente de la etnia Han. Otros grupos existentes son indios, nepalíes, pashtos, kazajos, kirguizes, entre otros.

Religiosamente, la mayor parte de los habitantes del Tíbet son budistas lamaístas, religión que ha tenido su centro en Lhasa, capital tibetana. Asimismo, hay grupos hinduistas, budistas no lamaístas, cristianos ortodoxos, cristianos armenios, musulmanes, judíos y chamanistas.

Importante es destacar que, en la cultura tibetana, se destacan los Mandalas o retratos esotéricos, los Sutras Mahayanas o relatos de la historia y tradición tibetanas, y la xilografía como forma de pintura y escritura. El lamaísmo promueve además variadas festividades religiosas y ferias tradicionales.

 La historia antigua y moderna

En el siglo VII, distintas tribus de la etnia tibetana se agruparon en torno a un monarca, Gnamrisrongbrtsan, naciendo así un atisbo de reino tibetano. Este estado en forma creció hasta formar un imperio en el siglo VIII, el cual amenazó a la China de los Tang. Es por esta época que entra el budismo a Tíbet a partir de la labor del monje Padma Sambhava, religión que fue declarada oficial por el rey Khrisrongldebrtsan. En el siglo X se produjo una división consecutiva que acabó en el siglo XIII con la dominación mongola de Kublai Kan, nieto de Gengis. En el siglo XVI los mongoles nombran virrey al monje líder de la secta Gelugpa ("del gorro amarillo"), el cual recibe el título de Dalai Lama o monje líder del Tíbet.

Después de la dominación mongola, el Tíbet estuvo continuamente saliendo y entrando en el Imperio Chino, hasta que en el siglo XVIII se afianzó la dominación china con los Ping. En 1856, es traspasado a Nepal como estado vasallo, lo cual dura hasta 1904, cuando el Tíbet es invadido por los ingleses, quienes acuerdan devolverlo a China (Tratado de Beijing, 1906). En 1913, tras una corta revuelta, se declara la independencia nominal del Tíbet, la cual dura hasta 1914, cuando ingleses, chinos y tibetanos acuerdan poner al país bajo la "protección" de China, pero manteniéndose la soberanía tibetana.

 4. Cronología de la ocupación

Desde 1931, Tíbet se enfrenta tanto a chinos nacionalistas como a comunistas. Estos enfrentamientos irregulares se interrumpen durante la Segunda Guerra Mundial y hasta 1949, cuando los comunistas ganan la guerra civil china y los nacionalistas se refugian en Taiwán. Mao entonces convoca a conquistar el Tíbet como objetivo básico de la Revolución. Al año siguiente, se da inicio al proceso de anexión. En una primera etapa, se establece el Protectorado chino sobre la zona, poniéndose al Dalai Lama como gobernador y administrador. Así, durante la década del cincuenta se inician labores para transformar la sociedad y la economía tibetana. La India reconoce la anexión del Tíbet, al tiempo que el Dalai Lama es elegido vicepresidente de la Asamblea Nacional China.

En 1956, se producen enfrentamientos armados entre tibetanos y fuerzas adherentes al régimen de Pekín. Para 1958, la revuelta es general, y al año siguiente se produce el motín de Lhasa. El Dalai Lama huye del Tíbet y acaece la represión masiva, la cual provoca el exilio forzado de miles de tibetanos, hecho condenado por Naciones Unidas. En 1965, la anexión queda concluida con la creación de la Región Autónoma de Xizang (nombre chino del Tíbet), mientras el Dalai Lama forma un gobierno en el exilio en Dharamsala, India.

La posición oficial de la República Popular China

1.      Necesidad de modernización

En su informe "Desarrollo de la  Modernización del Tíbet" se explican las razones por las cuales China decidió ocupar esta región. Aduce razones de orden histórico y socioeconómico para justificar esta intervención. China alega que, en cuanto protectora del Tíbet, tiene la misión de procurar el bienestar de sus protegidos, aún pasando por encima de su pretendida soberanía. Las razones que alega son las siguientes:

            a. Régimen feudal: La sociedad tibetana era una sociedad estamentada, donde el gobierno era ejercido por una clase terrateniente muy minoritaria, compuesta más que nada por monjes, los cuales tenían el dominio absoluto sobre las tierras tibetanas. Frente a ello, había una clase agricultora muy disminuida, totalmente dependiente de la nobleza a niveles prácticamente de esclavitud y con un trato cruel y explotador.

            b. Yugo religioso: Como buen régimen teocrático, religión y estado eran uno solo. En rigor, la religión era el estado. El mantenimiento de lamasterios y monjes absorbía la mayor parte de los poquísimos fondos públicos y de las exiguas contribuciones que recibían de los campesinos (para quienes, obviamente, no eran insignificantes).

            c. Producción irrisoria: La producción económica en Tíbet era escasa y no daba réditos al país. Todo se reducía a una mísera agricultura y ganadería de subsistencia. Al mismo tiempo, no había medios de trasporte o comunicación. La realidad social era deplorable, con abundancia de mendigos en las ciudades tibetanas.

            d. Invasión imperialista: Las aspiraciones imperialistas sobre la zona agravaron la situación que se describe en los puntos anteriores. Se temía que la desigualdad social se acentuara aún más con la introducción de prácticas occidentales.

            Para la época de Mao, era evidente que el Tíbet estaba "listo para la foto", por lo que se necesitaba una acción firme y transformadora para salvar a los tibetanos. La invasión, entonces, no se entiende como una "anexión", sino como una "liberación" del pueblo tibetano, entendiéndose como parte inseparable de la China, y que nunca debió estar aparte.

            Así, en 1950 se inició el proceso histórico que en 1951 tuvo su primera gran victoria cuando chinos y tibetanos firman el Acuerdo de Diecisiete Puntos, en el cual ambos pueblos aúnan esfuerzos para lograr el ansiado desarrollo económico y social del Tíbet. Los objetivos de este Acuerdo son: anulación del feudalismo, democratización de la sociedad tibetana, autonomía cultural y logro del progreso tecnológico y económico del territorio.

            Este proceso se ha ido consolidando con el paso del tiempo, especialmente a partir de la década del "80 con la apertura a la economía social de mercado, que ha permitido el fortalecimiento de las distintas áreas de la economía tibetana.

En síntesis, la Liberación del Tíbet ha sido "una marcha desde las tinieblas a la luz". Antes de entrar a detallar los números que apoyan a la causa china, hay que mencionar que la economía tibetana, objetivamente, ha dado un salto gigantesco desde el aislamiento latifundista hacia la economía de mercado con cariz socialista.

2. Muestras de un éxito

Todo este éxito se puede demostrar con datos. A modo de ejemplo: entre 1994 y 2000 el Producto Interno Bruto tibetano creció 1,3 veces, a tasas de 12,4 % anual. Para el 2000, este PIB equivalía a 11.476 millones de yuanes (US$ 1.434.500.000), el doble de 1995, el cuádruple de 1990 y treinta veces el de 1949. Comparativamente hablando, un salto fenomenal.

(Nota: Yuan: moneda oficial de la República Popular China. Un yuan equivale a 75 pesos chilenos. Un dólar de EE.UU. vale cerca de 8 yuanes)

a.       Industria Moderna

Prácticamente se creó desde la nada, pues hasta 1951 no había industrias de ningún tipo en Tíbet. Hoy, la industria se dedica a veinte temas distintos, donde participan 482 empresas y cuyo valor agregado en el 2000 fue de 2.721 millones de yuanes (US$ 340.125.000).

b.      Servicios

Es el sector más desarrollado y el más importante del Tíbet. En este sentido, ha habido una notable expansión sobre todo del turismo, además de un buen desempeño de la comunicación, la informática, servicios culturales, restoranes, entre otros. En el 2000, generaron 5.393 millones de yuanes (US$ 674.125.000). En el caso específico de las telecomunicaciones, su producción fue de 384 millones de yuanes, 179 veces la producción de 1978, y sus ingresos fueron de 123 millones de yuanes, 1.086 veces lo de 1978.

c. Infraestructura

Ha tenido un crecimiento vigoroso en las últimas décadas.

i) Partamos por la electricidad, que hoy en el Tíbet cumple una función primordial para sí y para el resto del país, habiendo 401 centrales productoras que usan distintas fuentes (hidroeléctricas, termoeléctricas, etc.) y producen 661 millones de kw/h al año (1.810.960 kw/h al día). Para comparar, diremos que en 1949 había en Tíbet sólo una central de energía, que apenas producía 125 kw/h al año.

ii) Pasando a otro tema, veremos que hoy la vialidad verdaderamente existe, con 22.500 km de carreteras hacia Tíbet y en especial hacia Lhasa, la capital. Hay 15 carreteras troncales y 375 caminos secundarios pavimentados. Hasta la ocupación prácticamente no había caminos.

iii) También, con motivo de mejorar el transporte entre Tíbet y el resto de China, se han construido dos aeropuertos en Lhasa y Qamdo, los cuales también tienen destinos internacionales dado el auge del turismo.

d. Agricultura y ganadería

Como la base principal del sustento diario del tibetano común, ha habido gran preocupación por mejorar su desempeño y proveerle de métodos modernos para su mayor rendimiento. Hoy se ha fomentado la gran agricultura sobre todo en la zona del Valle Central de los Tres Ríos (Jarlunçanpo, Lhasa y Njancko). En el 2000, la producción del sector primario ascendió a 3.362 millones de yuanes (US$ 420.250.000). La producción cerealera fue de 962 mil toneladas y el ganado contuvo cerca de 22.600.000 cabezas de todo tipo, lo que permite al Tíbet el autoabastecimiento de harina, aceite, leche y otros productos.

e. Urbanización

Hoy, el Tíbet puede decir que tiene pueblos y ciudades urbanizados, lo que no ocurría en la era teocrática. Se ha establecido un fuerte apoyo a la fundación de ciudades y pueblos. Al mismo tiempo, se ha fomentado el desarrollo de áreas como alcantarillado, educación, salud, etc.

 f. Cultura

La República Popular China, nación multicultural, fomenta los motivos típicos de cada pueblo integrante. El Tíbet no puede ser la excepción, y hoy se busca el desarrollo de las costumbres folclóricas y culturales de la zona. En especial, el Tíbet se ha visto reconocido por parte de la UNESCO al declararse como Patrimonios de la Humanidad el Palacio de Potala y el Lamasterio de Jokhang. Asimismo, el estado chino ha ido en busca del rescate de textos históricos y literarios en lengua tibetana. De la misma forma, hoy hay gran promoción del canto, la danza y los carnavales tibetanos, así como de la Ópera Tibetana que ha sido reconocida a nivel internacional.

g. Política

Se propicia la más amplia participación popular tibetana en las elecciones y asambleas del estado. El voto es universal para todos los mayores de 18 años, sin distinción de raza, sexo, condición o estirpe. El Tíbet tiene 19 escaños en la Asamblea Nacional Popular, y poseen su propia Asamblea Regional.

h. Desafíos

Hoy, el principal problema radica en las dificultades climáticas que dificultan algunos aspectos de la producción, como la agricultura o el trasporte. Asimismo, falta por terminar el proceso educativo para que la sociedad tibetana pueda abrirse definitivamente al avance revolucionario de la modernización.

3. La modernización inminente

Hoy se ha acabado con tres grandes lacras que afectaban al Tíbet: el latifundismo de los lamas, el estancamiento social y la opresión y discriminación étnica. Estos tres elementos fueron los que llevaron a la crisis social que motivó la ocupación.

La modernización es una necesidad histórica del pueblo tibetano, así como de cualquier otro pueblo. En el pasado la modernización puso a los países desarrollados contra los subdesarrollados. Hoy día, éstos han de beneficiarse de lo moderno para lograr menor dependencia de otros.

El caso del Tíbet es típico. En 1949, todavía se estaba en una especie de "Edad Media" que se vio acentuada por las prácticas imperialistas de potencias como Inglaterra (establecida en India) o Rusia (país limítrofe). Entonces, era una imperiosa necesidad salvar al Tíbet de un colapso inminente y de las ambiciones colonialistas que amenazaban a la Revolución. Hoy, se puede decir que el progreso del Tíbet es el progreso de China, y viceversa. Porque ambos son uno solo, y lo que le suceda a uno le sucederá al otro.

En el siglo XIX, la existencia de relaciones feudales y autárquicas perjudicó la unidad nacional en China y provocó la intervención extranjera, como fue el establecimiento de colonias como Hong Kong (Gran Bretaña) y Macao (Portugal), o la tributariedad que sufrió el Tíbet por parte de Nepal. China, que es multiétnica, ha logrado unirse durante el siglo XX y realizar una labor unificada. Como es necesario integrar no sólo territorialmente, sino que cultural y socialmente al país, es que se ha fomentado la movilidad de muchos otros chinos hacia el Tíbet, con el objeto de contribuir al desarrollo de la zona. Los resultados son elocuentes, y muestran lo significativa que ha resultado esta idea.

Hoy, la principal amenaza que afecta a esta recuperación es la actividad que desde el exterior han venido realizando los ex detentadores del poder tibetano. En especial, la figura del Dalai Lama es la que más promueve la destrucción del "despertar tibetano" al fomentar la idea de la separación del Tíbet de la República Popular China.

La verdad, no es como la han pintado los señores lamas, al declarar que el Tíbet ha sido ocupado ilegalmente y que debe ser independiente de China bajo la forma de un gobierno democrático. En realidad, lo que pretenden los exiliados es que el Tíbet sea devuelto a los mismos déspotas que lo gobernaron con mano de hierro durante siglos, para reeditar las mismas formas y mismos errores que llevaron a la intervención popular. Obviamente, han sido apoyados por aquellos que se declaran enemigos de la revolución y de la autodeterminación de los trabajadores. Para ello, han tergiversado todos aquellos logros mencionados, con los cuales el pueblo tibetano ha visto mejorar su modo de vida, y los han presentado como obras faraónicas donde los trabajadores son tratados como si fueran esclavos.

La historia será la que dicte quién es quién en este conflicto. Por ahora, la República Popular China puede estar tranquila de que ha hecho lo correcto, que es salvar y levantar al Tíbet. 

La posición del exilio tibetano

1.      El relato personal de Su Santidad el Dalai Lama.

Una visión muy distinta es la que alega quienes representan al Tíbet en este conflicto, es decir, el gobierno tibetano en el exilio. Partiremos con la declaración que Tenzing Gyatso, quien ocupa el cargo de Dalai Lama desde 1935, hace acerca de su experiencia de gobierno y exilio.

El Dalai Lama parte alegando que tibetanos y chinos son pueblos distintos, que por lo tanto cada uno debe hacer su vida independiente y que no hay razón legítima ni lógica para la invasión del Tíbet. De hecho, para el Dalai Lama la sola frase "Tíbet, parte de China", refleja que uno es cosa separada de otro.

El líder tibetano se queja de no tener la atención suficiente para denunciar los males que hoy aquejan al Tíbet y a su población. Como muestra de ello, declara que la máquina comunicativa china logró desviar la atención hacia su versión, haciendo aparecer los reclamos de los tibetanos como mera propaganda y quitándoles la validez que merecían.

Pasando a otro tema, el Dalai Lama explica que el interés por la zona del Tíbet no es inocente, puesto que posee una gran carga estratégica y comercial al ser el punto de inicio de los ríos más importantes de India y China. Además, limita con un buen número de países de Asia Central, del continente indio y del sureste asiático, por lo que es una buena cabeza de playa para la dominación asiática. Como ejemplo, estuvo en la mira de la URSS como plataforma de expansión de la revolución hacia India, Pakistán o Birmania.

China ha consolidado su dominación sobre el Tíbet gracias a sus contactos con Estados Unidos, los cuales le permitieron la expulsión de Taiwán de la ONU y su incorporación como miembro permanente del Consejo de Seguridad de dicho organismo. Desde ahí, es muy poco probable, por no decir imposible, que la situación del Tíbet sea considerada. Antes, en 1959, la Asamblea General de la ONU votó una condena que condenaba a China Popular por los excesos que se cometían en el Tíbet. Pero no sirvió de nada porque la China Popular no era miembro de la ONU en ese entonces.

Según el Dalai Lama, el Acuerdo de los Diecisiete Puntos, que China alega como documento válido para probar la unificación con Tíbet, no tiene trascendencia alguna debido a que no hubo voluntad libre para el Tíbet, quien lo firmó ante la amenaza de un ataque militar masivo. Este tratado, que según la letra convertía al Tíbet en una "región autónoma", era en verdad un sometimiento ciego del país tibetano al gobierno central chino.

En 1959, la dominación china provocó un alzamiento generalizado que terminó con la intervención armada por parte del ejército popular. En esas circunstancias, y ante el riesgo de un magnicidio, el Dalai Lama debió huir de Tíbet y refugiarse en Dharamsala, en la India. A la larga, eso permitió lo que justamente China quiso evitar: que en Occidente hubiera interés por conocer al Tíbet y su historia. Conocer detalles de su cultura y de su forma de vivir.

En este sentido, puede resultar divertido o ridículo que al jefe de Estado del Tíbet (el Dalai Lama) sea elegido mediante la búsqueda de señales astrológicas o sobrenaturales, pero eso es parte inmanente de la cultura tibetana. Invoca que la ONU reconoce como principio fundamental del derecho de los pueblos a gobernarse libremente, y el Tíbet no puede ser una excepción.

Termina el Dalai Lama diciendo que la situación que hoy vive el Tíbet y su gente no hace más que confirmar la necesidad de independencia que se viene aclamando desde el momento mismo de la ocupación. Señala que la República Popular China no ha logrado apaciguar los ánimos en la zona porque no han podido promocionarse líderes comunistas regionales, con lo que los cargos son llenados por gente de otras partes de China, lo que enerva a la población local.

 2.      La historia según el exilio

Los tibetanos establecidos en la diáspora han reconstruido su versión acerca de la ocupación que el Tíbet vive desde prácticamente el triunfo de los comunistas sobre los nacionalistas en 1949.

Por esa época, Mao Tse-Tung, líder del Partido Comunista Chino y de la Revolución, proclama la "necesidad" de que el Tíbet sea conquistado por la China, como un "deber" que los revolucionarios tenían para con los "hermanos tibetanos". Así, en 1950, se inicia una guerra que es claramente favorable para el poderoso Ejército de Liberación Popular. De esta forma, en 1951 las tropas chinas entran en gran número a Lhasa (más de tres mil soldados) y el Dalai Lama debe refugiarse en Yatung, cerca de la frontera con India. Poco a poco la presencia militar en la zona se hizo más patente, llegando a haber 220 mil efectivos del Ejército de Liberación Popular en la región. A su vez, el vasto plan de modernización que impulsaba China se tradujo en una explotación excesiva de los suelos agrícolas del país, lo cual no impidió que se produjera una gran hambruna generalizada.

En 1956, se crea un Comité Representativo para la Región Autónoma del Tíbet, el cual estaba "dirigido" por el Dalai Lama, que en verdad no era más que una armatoste creada como mero repetidor de las órdenes y demandas del gobierno central. En pocas palabras: un títere sin cabeza.

En medio de esta época, también destacan el aporte de un grupo pro-independencia, que utilizaba medios pacíficos para intentar lograr su objetivo: era el "Minang Tzongdu". En una época de disputas internas en el Partido Comunista Chino, había mayor interés en negociar que en someter, por lo que la reacción fue al principio suave.

En 1956, ante la cada vez más dolorosa intervención del gobierno chino en los asuntos tibetanos, se suscita un levantamiento popular de campesinos y trabajadores tibetanos, lo que da origen a una gran persecución y a una segunda guerra entre chinos y tibetanos.

En 1959, el Dalai Lama es invitado a una reunión con altos jefes militares chinos. Debido a las exigencias de ir solo y sin armas, se sospecha que podría haber una emboscada en contra del jefe tibetano, por lo que debe escapar del país y refugiarse en la India, donde hace público su rechazo al Acuerdo de Diecisiete Puntos y declara como doctrina la independencia del Tíbet.

 3. El Tíbet hoy

La realidad general en la zona es que, a casi sesenta años de la conquista del Tíbet por parte de China, hay un sentimiento general de rechazo a esta dominación por parte de los tibetanos, quienes sienten que la solución es la libertad soberana. Ante esto, la República Popular ha realizado acciones propagandísticas denostando al gobierno en el exilio acusándolo de "tirano" y "fascista".

La acción de la ONU ha sido nula, dicen, desde que China Popular reemplazó a Taiwán en el Consejo de Seguridad de esta organización. Antes de que eso ocurriera, la Asamblea General había votado tres resoluciones condenatorias, dos en 1959 y una en 1965, pero como China Popular no era miembro, no fueron más que meras declaraciones simbólicas.

Resumiendo esta historia de ocupaciones, se puede decir que desde 1949 hasta 1951 hubo una mera ocupación. De ahí hasta 1959, se dio una suerte de "autonomía pactada", la cual sólo era para engañar a la comunidad internacional. Tras el triunfo comunista en la segunda guerra contra Tíbet y la huida del Dalai Lama, devino una etapa de asimilación y destrucción que subsiste hasta hoy.

La destrucción cultural es la que más duele porque con ello se está forzando a la mimetización del pueblo tibetano en una sociedad que no le corresponde. Signo de ello ha sido destrucción de más de seis mil templos y lamasterios. Desde 1979, eso sí, ha habido un tibio proceso de recuperación de esta cultura por parte de las autoridades chinas.

Los pocos intentos de diálogos que ha habido desde la salida del Dalai Lama han sido infructuosos desde todo punto de vista. En 1979 y 1984 la discusión se centró sólo en el posible regreso del Dalai Lama a Tíbet, algo que fue considerado inaceptable en las circunstancias existentes. En 1993, la República Popular declara que no discutirá nada respecto de la situación de la región, y rechaza toda iniciativa que provenga del líder tibetano.

Uno de los estragos más notorios de la ocupación china ha sido la enorme afluencia de población china, especialmente de la etnia han. Estos grupos han migrado de forma masiva al Tíbet, habiendo casos donde incluso llegan sin autorización para establecerse allí. En algunas partes del Tíbet son mayoría y han desplazado a los tibetanos. Incluso, en ciertos sectores hay tres chinos han por cada tibetano. Esto, a la corta o a la larga, afectará a la India, la cual siempre consideró al Tíbet como un país "amortiguador" ante una posible invasión china.

Pasando a otro tema, el Dalai Lama no se ha quedado sólo en el clamor por la independencia, y ha diseñado un Plan de Cinco Puntos en los cuales refleja su ideal de estado para la nación tibetana. Sus principales metas son:

a. Establecimiento del Ahimsa: El Tíbet ha de transformarse de una "área de Ahimsa", que quiere decir área de no violencia. El Tíbet, pues, será un estado en el cual no se recurrirá a la fuerza para resolver los asuntos.

b. Fin de la inmigración masiva de chinos: El Tíbet requiere "tibetanizarse", y para ello debe volver a primar el grupo tibetano en la zona. Además, la sobrepoblación agotará los ya pocos recursos que dispone el Tíbet para su subsistencia.

c. Respeto de los Derechos Humanos: Fin de los abusos que se cometen con el pueblo tibetano. Fin de los asentamientos chinos en el Tíbet. Fin de las detenciones arbitrarias y juicios injustos. Respeto por la cultura y religión local.

d. Restauración ambiental: La explotación masiva de los recursos naturales del Tíbet debe acabar lo más pronto posible. Necesidad de crear extensas zonas de reserva natural para preservar lo poco que quedó en pie. Iniciar procesos de recuperación de las áreas de explotación agrícola intensiva. Prohibición del uso de sustancias nucleares o radioactivas en Tíbet.

e. Negociación para el futuro status tibetano: Elaboración de un marco de negociaciones para instaurar una verdadera autonomía del Tíbet en la República Popular China, con gobierno libre y democrático.

Estas ideas, aunque muy buenas, no fueron consideradas ni en parte por China, quien hasta el día de hoy mantiene estas y otras irregularidades. La represión iniciada por China no tiene legitimidad alguna por cuanto no ha habido la más mínima provocación. Esta ocupación ha desatado el rechazo de la comunidad internacional, lo que sin embargo ha sido amortiguado por las prácticas chinas.

En el Acuerdo de Diecisiete Puntos se establece una "región autónoma" tibetana. Sin embargo, en la práctica, China se adueñó de la situación tibetana, estableciendo organismos títeres. No es admisible la idea de un "Tíbet autónomo", si los chinos monopolizan los principales cargos políticos, desplazando a la población local.

El costo humano ha sido enorme. En 1959, el número final de tibetanos muertos durante la guerra chino-tibetana fue de 430 mil. Esto contrasta con las cifras entregadas por China, que sólo las sitúa en 87 mil. Luego, ha habido 260 mil muertos en campos de concentración instaurados en Tíbet entre 1950 y 1984. Hoy, se estima que entran cada año a cárceles tibetanas entre 6000 y 7000 presos, siendo el promedio de las penas algo así como 7 años. Asimismo, el exilio denuncia la práctica de torturas desde el año 1987, siendo el caso más dramático el de un monje que fue torturado sistemáticamente durante ¡30 años seguidos!

China rechaza la presencia de inspectores internacionales en los juicios por causas criminales que se celebran en el Tíbet. Las sentencias están dictadas desde antes del inicio de los procesos, por lo que éstos son sólo una farsa.

En cuanto a la educación, denuncian que no se está enseñando el idioma tibetano. La lengua oficial es el chino mandarín, el cual complementan con el inglés. Esto obliga a dejar de lado otra lengua. En cuanto a la asignatura de Historia, se omite la existencia del Tíbet independiente.

La constitución china manifiesta la libertad religiosa. Sin embargo, lo ambiguo del texto dificulta, por no decir anula, el cumplimiento de esta garantía. Se han destruido seis mil lamasterios y hoy hay una férrea limitación al ingreso de nuevos jóvenes a las órdenes monásticas.

En cuanto a lo económico, el exilio denuncia que se quiere hacer un desarrollo a la fuerza, impulsando aun crecimiento de 10% anual, lo cual implicará beneficio sólo a los chinos y no a los tibetanos. Esto provocará mayor migración china al Tíbet. Los signos más visibles de este aprovechamiento excesivo son el reemplazo de los cultivos tradicionales, impuestos más bajos sólo para chinos, construcción de ferrocarriles y otras obras de vialidad, etcétera. Esto afecta de sobremanera al medio ambiente tibetano. Un ejemplo es la sobreexplotación maderera, donde de un bosque sale cada hora un grupo de sesenta camiones de gran tonelaje.

Finalmente, el exilio tibetano denuncia que China utiliza el Tíbet como plataforma de defensa y de influencia contra los países del sur asiático. Esta disuasión va dirigida especialmente contra la India. Ha instalado misiles nucleares y trescientos mil soldados del Ejército Popular en el Tíbet.

Una explicación alternativa

No todos han decidido ponerse de uno u otro lado de la contienda. Una de las posiciones más controvertidas es la del escritor Mike Ely, autor del libro "La verdad sobre la revolución maoísta del Tíbet", en la cual explica lo que serían los verdaderos hechos que rodean la integración del estado tibetano en la República Popular de China.

Según Ely, las causas que llevaron a la intervención china son las mismas que hoy alegan los chinos: un régimen teocrático feudal, con grados de servidumbre y esclavitud a niveles ridículos, una amplia desigualdad económica y con un clero que manejaba todos los hilos del poder. Según el autor, las "Tres Carencias" (de combustible, comunicación y gente) respondían a "Tres Abundancias" (de pobreza, opresión y miedo a lo sobrenatural). Ante esta situación, y considerando que Tíbet históricamente ha sido una parte inseparable de China, la revolución maoísta se abocó a la liberación y modernización de la región.

La conquista fue un éxito, y la tarea renovadora produjo una revolución no sólo física sino que espiritual en la sociedad tibetana. Por primera vez se daba un trato justo a los trabajadores tibetanos, se les pagaba buen salario, recibían atención médica de primera calidad y se mejoraba el bienestar de las familias. Los pocos movimientos reaccionarios fracasaron estrepitosamente, llevando al exilio a los líderes opresores del pasado.

Sin embargo, y tal como se dio en toda China, empezó una lucha soterrada entre dos facciones al interior del Partido Comunista Chino: una, dirigida por Mao Tse-Tung, partidaria de entregar mayores beneficios a la población y cumplir al pie de la letra el ideario marxista, y otra, dirigida por Deng Xiaoping, Lin Piao y Liu Shaoqi, partidaria de crear un estado que combinara la dictadura con la apertura al mercado y el establecimiento de una casta superior que gobernara con apoyo del ejército, al estilo de las dictaduras sudamericanas.

Así, la historia cuenta que fue esta posición la que se impuso tras la muerte de Mao, en 1976. Deng Xiaoping se transformó en el hombre fuerte de China, y se empezó a imponer la lógica del libre mercado. En el Tíbet, esto significó el retorno a la sociedad de castas, ahora que con nuevos jefes. En este caso, el gobierno central de China, como una nueva casta dominante (algo así como la nomenklatura que hubo en la URSS) es el que explota a los trabajadores tibetanos en el nuevo modelo "social de mercado", tan criticado por los puristas del marxismo.

Pero Mike Ely no busca con esto defender al gobierno en el exilio. Por el contrario, ha querido demostrar que esta especie de régimen desterrado ha construido un discurso falaz con el objeto de atraerse el apoyo de la comunidad internacional. Especialmente, fue su relación con la CIA la que marcó la primera época del exilio, en el ámbito de lo que era la Guerra Fría. Sin embargo, cuando el escenario internacional cambió y China empezó a virar hacia la economía de mercado, el organismo de inteligencia norteamericano consideró que no valía la pena valerse del Tíbet para conseguir los propósitos capitalistas de EE.UU. Así que literalmente dejó botados a los tibetanos.

Una de las cosas que Ely critica al actual Dalai Lama es que siga manejando a la población exiliada en los mismos términos en que se manejaban en el Tíbet independiente, amén de una conveniente concomitancia con la India. Así, la población tibetana fue reubicada en territorio indio según su status social: mientras más pobre, más al sur. El clima cálido y húmedo del sur de la India provocó estragos entre los tibetanos reasentados. Por otra parte, muchos tibetanos fueron llevados a fábricas donde se les trataba igual como eran tratados los campesinos en las épocas pasadas. El Dalai Lama se ha convertido en un próspero empresario, instalando fábricas y utilizando mano de obra tibetana e india, siendo ésta última la más sobreexplotada por otros empresarios tibetanos.

Encima de todo, Ely sostiene que toda la faramalla que el Dalai Lama arma para promover la autonomía de su pueblo es mera propaganda destinada a reunir fondos para mantener a la elite exiliada. Esto acentúa la inequidad entre gobernantes y gobernados exiliados. En este sentido, se ha venido ocultando los aspectos desagradables del antiguo régimen, para presentarlo como se ha mostrado "oficialmente": como un lugar donde no había conflictos y donde la paz reinaba en todo momento. En pocas palabras, como el famoso Shangri-la del cual tanto se habla. Así, es muy conveniente mantener indefinidamente el carácter de "refugiados" para enaltecer el nombre y la figura del jefe tibetano. Sin embargo, la clase dominante establecida en la India ha abandonado poco a poco las ancestrales costumbres y se ha adaptado al modo de vivir indio-occidental de las principales ciudades de ese país.

Sin embargo, lo más espeluznante, lo más chocante para el escritor, es el hecho de que el Dalai Lama haya intentado negociar con Deng Xiaoping. Esto es, según Ely, a lo errática que ha sido la política del exilio tibetano. Más que nada, lo que pretenden los lamas y nobles desterrados es recuperar el sitial que tenían antes de 1951 y, en definitiva, restaurar el estado feudal que se erigía en la región. Como en la década del cincuenta estaba en su apogeo la Guerra Fría, se buscó y logró el apoyo de la CIA. Pero tras la muerte de Mao y el ascenso de los social-mercantistas, y tras la retirada de los estadounidenses, el exilio pensó que Deng y su camarilla serían más abiertos que Mao para conversar una posible solución a la situación del Tíbet. Fue así que en 1977 se realizaron negociaciones secretas entre el gobierno chino y altos representantes del gobierno tibetano en el exilio. Sin embargo, la relación no llegó a buen término.

Lo que sucede después, tras la consolidación de la doctrina social de mercado y su apertura a Occidente, es que Estados Unidos se da cuenta del peligro que representa China para la economía mundial. Para ello, es necesario utilizar una amenaza certera contra este país para que no provoque un descalabro económico. ¿Cuál es esa amenaza? El Tíbet. Por ello, ha fomentado la imagen del Dalai Lama (Premio Nobel de la Paz en 1989). El Dalai Lama ha tenido gran popularidad entre los extranjeros, pero entre sus propios compatriotas está perdiendo fuerza, máxime cuando en su discurso ha renunciado a la idea de independencia total, proponiendo sólo la autonomía dentro de la República Popular China, idea rechazada por el Congreso de la Juventud Tibetana, que aboga por la independencia total.

Resumiendo, y parafraseando a otros autores: es hora de pensar que el Dalai Lama es más un monarca derrocado que quiere recobrar sus fueros y su corona, que el "Arafat pacifista" que aplaudimos en nuestra juventud.

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