- La individualidad moderna
- Los juegos de construcción de la realidad
- Tarjetas de Identidad
- Niñez de un líder
- Construcciones personales de la realidad
- El dinero es la leche materna de la política
- Postulados de la posmodernidad
- La ficción "pueblo"
- Devolución desde el nacionalismo
- Nacimiento del ser
- Tendencias formadoras de la identidad moderna
- Necesidad de una identidad personal y un contexto social
- Fuente
Walter Truett Anderson (1933- ), politólogo, psicólogo social y escritor estadounidense. Su libro REALITY, Isn"t What It Used To Be, traducida al español como: La Realidad Emergente. Ya nada es como era, cuenta con el mayor número de ediciones y fue galardonado como "Uno de los 100 libros más importantes sobre el futuro".
La individualidad moderna
Las mismas fuerzas modernizadoras que han creado la identidad individual tal como la conocemos han creado la opinión pública.
La opinión pública es una expresión colectiva de las opiniones de los individuos. Esta afirmación suena como tautología, pero no lo es. Para obtener la opinión pública que conocemos, deben existir individuos, y más aún, individuos que piensan que son, o deben ser, alguien y no simples portadores de roles sociales sin rostro. Sin la individualidad y el nuevo apetito de significado social que ésta trae consigo, queda poco espacio para las peculiaridades personales y la opinión no tiene connotaciones de elección o cambio. La individualidad moderna es lo que dio origen a la preocupación marxista por la falsa conciencia. Esa clase de individualismo es la que incita a las personas a inclinarse por ideas que expresen sus propios caracteres, o lo que simulen son sus caracteres, en la búsqueda de identidad, y posición social.
Los juegos de construcción de la realidad
Cuando los gobiernos se tornan más democráticos, en especial cuando se convierten en democracias de masas, los grupos que buscan adquirir poder tienen gran interés en manipular la opinión y el proceso de construcción de realidades se vuelve público. Los expertos en relaciones públicas no piensan que la opinión pública sea un objeto sólido y brillante que espera ser descubierto, como la voluntad general de Rousseau, sino que piensan que debe ser creada. Los grandes juegos de la política moderna son los productos derivados de la democracia, que con frecuencia amenazan destruir todo aquello que se supone moldea la opinión: como propaganda, lavado de cerebro, programación y desprogramación, publicidad y relaciones públicas.
El termino propaganda comenzó a tener un uso amplio durante el siglo veinte, de manera coincidente con el surgimiento del totalitarismo.
Tarjetas de Identidad
En la década de los 50, el novelista británico Nigel Dennis escribió un extraño y gracioso libro titulado, Tarjetas de identidad, (Identity Cards), que representó tanto una obra narrativa cómica como otra muestra del movimiento en el camino hacia la posmodernidad.
La novela estaba ambientada en un pueblo inglés, reconocible de inmediato para cualquier lector. Allí un extraño trío, conformado en apariencia por un acaudalado caballero de mediana edad, su atractiva segunda esposa y el hijo del caballero, llevaba a cabo una suerte de secuestro psicológico, cuyas víctimas eran unos melancólicos hermanos que vivían en las cercanías.
Primero el hermano y luego la hermana, quienes habían venido a buscar al trío, son bienvenidos en la casa. Ambos son incluidos en conversaciones que los confunden y luego se les da a entender que no son quienes creen ser. El dócil par comienza a olvidar quiénes son y a responder con entusiasmo a las nuevas identidades, creadas con gran habilidad por sus captores mediante palabras y gestos. El hermano se convierte así en el mayordomo, Jellicoe, un hombre trabajador pero con un pasado ruín. La hermana pasa a ser la fiel y bienamada ama de llaves, Florrie.
Mientras que las antiguas identidades de los hermanos parecían pequeñas y poco satisfactorias, las nuevas están llenas de sentido y les dan apoyo emocional. Ambos poseen ahora personalidades ricas, casi como los personajes de una novela de Dickens. El trío se preocupa por ellos. A medida que se desarrolla la historia, el misterioso trío procede a atraer a más pobladores alienados hacia la casa, y nos enteramos de que son miembros de una organización de nominada el Club de la Identidad, cuyo propósito es compensar la incertidumbre psicológica de la vida moderna, creando estructuras de la realidad totalmente nuevas. Actúan como fabricantes y empresarios de realidades. En un pasaje del libro, Tarjetas de identidad, un manifiesto satiriza en general a marxistas, freudianos, cristianos y otros buscadores de conversos, hacia las construcciones sociales de la realidad prevalecientes en el momento. Uno de los líderes del club dice:
Nosotros somos… la idea que se oculta detrás de la idea, la teoría que yace en la raíz de la teoría. Y lo que apreciamos en nosotros es la manera directa en la cual realizamos nuestro trabajo.
Otros clubes niegan con empeño que intentan proveer de nuevas identidades a sus pacientes. Insisten en que sólo revelan la identidad que está escondida. Gracias a Dios, caballeros, nunca seremos como ellos. Estamos orgullosos de saber que estamos encaramados al tren del desarrollo moderno, que podemos transformar cualquier ser desconocido en un ser fijo, y que no necesitamos recostarnos en la hipocresía de simular que somos simples descubridores.
Niñez de un líder
Poco antes, Jean- Paul Sartre había escrito un cuento titulado, Niñez de un líder, (Childhood of a leader), donde jugaba con el tema de la identidad de manera algo más convencional y más explícitamente política. El héroe del cuento es un estudiante parisino, Lucien, quien lleva una vida de adolescente típica: su actividad principal es un romance deshonesto y no consumado con una joven de clase baja. Se siente desgraciado con esta pequeña existencia, triste e indefinida, que es la suya.
Cree que, en realidad, debería ser como otro estudiante que conoce, Lemordant, quien le resulta muy impresionante, ya que parece un, hombre con convicciones, y odia a los judíos. De manera gradual, Lucien también decide tomar una posición anti-semita, no porque le interesen los judíos de una u otra forma, sino porque es obvio que el rol social del antisemitismo tiene alguna influencia.
Luego de varias empresas tentativas en esa dirección, es reconocido como alguien que odia con violencia a los judíos. Sus padres y amigos parecen respetarle por esta nueva fuerza de carácter. Su novia acepta tener relaciones sexuales con él. A la luz de estas experiencias, se produce en él una especie de epifanía política en la que toma conciencia de su sitio en el sistema. Se da cuenta de que su vida es, un enorme bouquet de responsabilidades y derecho, que incluyen una posición social, que pondrá trabajadores a su mando, y una vida matrimonial con una joven de su misma clase social. Se ha convertido en un hombre, un líder, y al final de la historia, decide dejarse crecer el bigote.
Construcciones personales de la realidad
En estos relatos humorísticos, la luz de la inteligencia humana vacila en los rincones oscuros del tema de las construcciones personales de la realidad, tema que, aunque central en nuestra existencia como animales políticos, nos resulta poco grato a la mayoría, ya que no queremos pensar en él y no sabemos cómo pensar en él. Sin embargo, es el tema regente, la teoría detrás de la teoría, que se entreteje con los otros temas tales como el lavado de cerebros, los cultos, el terrorismo y la propaganda que caracterizan la vida política del siglo veinte.
El dinero es la leche materna de la política
Un político de California dijo alguna vez que el dinero es la leche materna de la política. Su frase se repite con frecuencia, ya que expresa una noción bastante popular en Estados Unidos, es una construcción social de la realidad bidimensional que nos hace pensar que entendemos más de lo que en realidad podemos, pero está equivocado. La fuente real del poder político, el origen de toda lealtad e independencia, es el proceso de creación de la realidad mediante el cual decidimos quiénes somos y que creemos que está sucediendo.
Analizaremos los temas mellizos de la realidad personal y la política. Algunas observaciones básicas acerca de la vida social en el mundo posmoderno. Investigaremos el problema que debemos enfrentar en este mundo: El problema de gobernar de manera responsable en una sociedad en la cual las realidades se crean de manera irresponsable.
Postulados de la posmodernidad
He aquí algunos de los postulados de la vida en la primera parte de la posmodernidad:
1. La sociedad misma es una construcción social de la realidad. Todo lo que identifica y define a un pueblo: límites, cultura, instituciones políticas, es con frecuencia una objetivación, producto de invenciones anteriores.
2. La identidad individual es también una construcción social de la realidad y el concepto de un, sí mismo, es diferente en diferentes sociedades y en diferentes momentos históricos.
3. Consideramos a las creencias colectivas de los individuos, más que a la mente de Dios o a las leyes de la Historia, como el recipiente último de la realidad social. Lo verdadero está definido por lo que todos creemos, y sabemos que las creencias pueden modificarse.
4. En consecuencia, todos los sectores de la sociedad están muy interesados en encontrar cuáles son las creencias de las personas, u opinión pública, y en modificar tales creencias: publicidad, propaganda, lavado de cerebro, relaciones públicas, etcétera.
5. En una sociedad posmoderna, percibimos la vida como si fuera una obra de teatro y nuestros principales temas incluyen la definición de los roles personales y la fabricación de historias que den sentido y forma a la existencia social.
6. Los acontecimientos públicos poseen la calidad de escenas creadas o puestas para el consumo público. Son lo que Daniel Boorstin denomina pseudo-acontecimientos.
La ficción "pueblo"
Una de las ficciones fundamentales de la política es la del pueblo, una suma de seres humanos imposible de distinguir de otras sumas similares y, por lo tanto, capaz de organizarse en una unidad política. Un nosotros, que puede ser identificado como algo separado de un ellos.
A menos que se haya creado esta ficción, no es posible continuar con otras actividades, tales como definir límites, hacer guerras, y cantar sobre la superioridad inherente de nuestra gente, que forman una parte tan importante de la política tal como la conocemos y la amamos.
Pero siempre resulta muy difícil mantener tales ficciones en funcionamiento. Las sociedades, al igual que otras categorías tienen bordes borrosos, mientras que la ficción necesita una definición clara.
Freud observó una conducta que denominó, el narcisismo de las diferencias menores, en la cual la gente que vivía cerca de las fronteras de un territorio hacía grandes esfuerzos por distinguirse de los que vivían apenas cruzando esa frontera.
Sócrates tuvo que inventar una mentira noble para dar a los guardianes de su república ideal un fuerte sentido de identidad como ciudadanos de esa república. Sólo en ocasiones y con impresionantes excepciones, los pueblos, están de verdad ligados por los lazos de sangre que la ficción suele honrar. Un antiguo dicho europeo describe a una nación como: un grupo de personas unidas por un error común acerca de sus ancestros y un desagrado común por sus vecinos.
Devolución desde el nacionalismo
Entre los intelectuales liberales, es definitivo que el nacionalismo no está de moda. Lo que está de moda es la devolución. La idea de que el mundo está, o debiera estar devolviéndose, quitándose de encima a las naciones-estado y descentralizándose en unidades políticas más pequeñas de estonianos, vascos o tamiles. Estos grupos son identificados por los defensores de la devolución como pueblos o naciones naturales.
Bernard Nietschemnn, en un artículo escrito para, Cultural Survivel Quarterly, define una nación de esta manera:
Las naciones son territorios limitados por factores geográficos compuestas por un pueblo común. Una nación se forma mediante comunidades de personas que se ven como un solo pueblo en base a los ancestros, la historia, las instituciones, la ideología, el lenguaje, el territorio y, a menudo, la religión comunes. Las personas de una nación se distinguen a sí mismas y distinguen a sus países, con claridad, de otras personas y países, ya sean estos adyacentes o lejanos. La existencia de las naciones es muy antigua. Hoy existen entre tres mil y cinco mil naciones en el mundo.
Esta definición, más bien generosa, incluye a grupos grandes tales como los oromos en África del Este, con más de 20 millones de personas, los irlandeses, los catalanes, las tribus indias de Estados Unidos, los kurdos y muchos otros.
La ideología de la devolución se basa en la creencia de la naturalidad de estos grupos como opuesta a la no naturalidad de las naciones-estado.
Thomas S. Martin escribe en el progressive Review: la nación-estado de Sri-Lanka, fundada como muchas otras en accidentes históricos y geográficos, más que en la propia identidad de la gente, está suprimiendo en forma brutal al movimiento separatista que amenaza su existencia y el poder de la élite gobernante.
En otro párrafo del mismo artículo, dice: Cuando las personas dejan de ser sujetos pasivos y comienzan a participar en el gobierno, rechazan de manera invariable los límites políticos artificiales y buscan reagruparse en dominios étnicos, lingüísticos, religiosos y culturales más naturales.
En cierta forma el nacionalismo, en referencia a las naciones- estado, está en mejor forma que el devolucionismo. Al menos los forjadores de naciones saben que están construyendo una realidad. A los devolucionistas, cuyo pensamiento no difiere en su núcleo, del de los fundamentalistas que quieren que la biblia nos diga como gobernarnos, están buscando que un simple principio se encargue de todos los problemas espinosos de quién es quién, dónde están los límites y quién tiene derecho a hacer qué.
Las tribus o nacionalidades parecen ser pueblos naturales, cuya identidad no ha sido creada por accidentes históricos geográficos, sino que ni siquiera ha sido creada. Esto requiere dejar de lado mucha historia, incluida la historia de cómo surgieron en primer lugar los pueblos naturales, sus culturas y sus tradiciones.
Asimismo, requiere dejar de lado el creciente aumento demográfico, la movilidad social, la urbanización y el cambio cultural que se está produciendo en nuestro tiempo, factores que hacen que las tradiciones sean tan efímeras y los límites tan indefinidos. Vivimos en un mundo de muchas culturas, y en un mundo así toda identidad, incluida la de los pueblos naturales, implica elección y creación. Existen muchas elecciones posibles, pero todas son elecciones. Y tal vez sea la elección más difícil de aprender para los protectores de los pueblos indígenas, pero no se puede elegir ser natural. No se puede elegir ser premoderno. Si uno elige, al menos es moderno. Si uno sabe que está eligiendo, es posmoderno.
Es obvio que quienes desean ayudar a los pueblos indígenas a preservar sus culturas, hacen el esfuerzo con meritoria buena voluntad, pero en su reverencia por esas culturas, demuestran una falta de sensibilidad sorprendente hacia la diferencia que existe entre: vivir en una tradición e intentar vivir en una tradición. Hace poco tiempo leí acerca de un hombre que llegó hasta Arizona para enseñar a niños navajos sobre su herencia, para ayudarles a ganar en autoestima. Dentro de sus actividades, incluyó la emisión de grabaciones de programas de televisión en los cuales Bill Moyers entrevistaba a Joseph Campbell sobre el tema de los mitos.
Estoy seguro de que, cualquiera que haya sido la conciencia de los antiguos navajos, no era la misma que se puede obtener mirando a dos intelectuales anglos discutir sobre los mitos del mundo. Es bien probable que se pueda aprender algo, acerca de las propias tradiciones de tales experiencias, pero no está claro qué. Es algo inventado sobre ideas del pasado, de la misma manera que los escoceses inventaron su antigua herencia de las tierras altas.
Lo que queda claro es que se torna necesario persuadir a la gente para que elija identidades y culturas naturales, de la misma manera que es necesario persuadirle para que elija identidades nacionales o artificiales. Todas son creaciones sociales de la realidad.
Nacimiento del ser
La era moderna creó el ser moderno, que se convirtió en un campo de batalla ideológico para la política moderna y posmoderna, la tela sobre la cual los nacionalistas y tradicionalistas pintan sus visones de la sociedad.
La identidad personal tal como la conocemos es una invención social bastante reciente. Los cristianos medievales consideraron la vida terrenal del individuo como un pálido reflejo de la lucha cósmica entre el bien y el mal.
Las nobles nociones modernas como la singularidad de los individuos y la creencia de que cada persona tiene un destino especial que desentrañar durante su vida son casi imposibles de rastrear en los registros de la cultura medieval. Hasta donde una persona poseía una identidad, ésta era inseparable de su ocupación, clase social y otros designios que la mayoría de las personas no podían elegir ni cambiar. Pero aún entonces se estaba formando una nueva conciencia.
El pensamiento cristiano comenzó a poner más énfasis en los pecados individuales y en las posibilidades individuales de redención para ingresar al Cielo. El mundo occidental avanzó con lentitud hacia una era en la cual las personas empezaban a sospechar que eran algo especial, pero no estaban muy seguros de qué era eso.
Tendencias formadoras de la identidad moderna
La identidad moderna se forjó a partir de varias tendencias convergentes:
1. Un nuevo concepto de un ser interior u oculto, simbolizado por la creciente preocupación por disimular el contraste de lo que la gente parecía y lo que era. Podemos ver esta clase de disimulo expuesto en los consejos de Maquiavelo y en personajes de Shakespeare como yago.
2. Un sentido de individualidad expresado en la escritura de biografías y autobiografías como la de Benvenuto Cellini, en la declinación gradual de la justicia de la vendetta, todos los miembros de una familia podían pagar por las ofensas cometidas por uno de ellos, a favor de un sentido creciente de culpa y retribución personal.
3. Un gusto mayor por la privacidad, reflejado en el cambio de estilos arquitectónicos: pasillos, cuartos separado, salones y comedores diseñados para recibir invitados, y en un principio de separación entre los terrenos privados y públicos de la vida. En el proceso de civilización, Norbert Elías dice que la visión de personas desnudas era poco significativa en Alemania y otros sitios hasta el siglo dieciséis.
4. Un énfasis cultural mayor en la importancia de la muerte como delineador de la vida personal.
5. Un cambio básico en la formación de la familia marcado por un aumento de la práctica de elegir pareja de manera personal.
6. El descubrimiento de la niñez, en el cual se crearon nuevas instituciones y costumbres para criar niños, como respuesta a la necesidad de preparar a los jóvenes para responsabilidades y elecciones personales de la adultez.
Pero el florecimiento del individualismo no terminó con la dependencia humana de la realidad creada por la sociedad. Esa fue la gran ilusión de la edad moderna. El naciente individuo moderno, aún interiorizaba valores y creencias, objetivaba, estructuraba el mundo dentro del lenguaje y los mitos de la civilización, y dependía de otros para saber quién era en realidad. Los lánguidos fantasmas tan fácilmente seducidos a llevar nuevas vidas en, Tarjetas de identidad, eran producto de siglos de tendencias individualizadoras.
Necesidad de una identidad personal y un contexto social
Sin embargo, algo cambió con claridad. La personalidad individual nacida del derrumbe del monolito medieval debe ahora elegir y seguir eligiendo, lo sepa o no, lo desee o no. Debe determinar quién es, en qué creer, cómo vivir. El individuo en busca de su propia identidad se convierte en un consumidor de realidades. Algunos de nosotros lo tomamos muy en serio: compramos en tiendas elegantes, modelamos nuestros roles e imágenes personales como si fueran obras de arte. La mayoría, por supuesto, se inclina por aquello listo para usar. Están involucradas muchas ironías y paradojas, en especial en Estados Unidos, donde el individualismo es una regla social y la más convencional de las personas es el individualista más severo. Hace falta encontrar un estadounidense muy poco convencional que se considere parte inseparable de la sociedad y que sepa que su cultura es una parte interiorizada de su psique personal.
Las instituciones políticas pueden ayudar a crearnos y contribuir a la recreación de nuestras sociedades, o pueden explotar nuestros impulsos hacia la creación de nosotros mismos. La necesidad del individuo de tener una identidad personal y un contexto social que le apoye es la base sobre lo cual construyen las ideologías de derecha e izquierda, causas a la vez nobles y despreciables, es la sustancia de la cual están hechos los dictadores y los patriotas, los mártires y los asesinos, los presidentes y los hombres de relaciones públicas.
Fuente
La Realidad Emergente de Walter Truett Anderson
Autor:
Rafael Bolívar Grimaldos