Las respuestas al neo-liberalismo. Los intentos de reformulación de la filosofía política "radical"
Enviado por Rubén Dri
"Un estudio de lo político desde las perspectivas de Carl Schmitt y Ernesto Laclau"*
El objetivo de este trabajo es intentar analizar las perspectivas teóricas de Carl Schmitt y Ernesto Laclau. Las dos secciones que le siguen a esta introducción, estarán dedicadas a presentar los postulados esenciales de cada construcción teórica. El cuarto parágrafo será una comparación conceptual de estas dos posturas a partir de la noción de decisión. En el quinto apartado nos proponemos analizar las diferencias entre ambos a partir de los conceptos de liberalismo y democracia. En último lugar y a modo de conclusión, elaboraremos nuestras propias reflexiones sobre los autores teniendo como referente constante las sociedades contemporáneas.
…Desde el supremo punto de vista biológico, a las situaciones de derecho no les es lícito ser nunca más que situaciones de excepción, que constituyen restricciones parciales de la auténtica voluntad de vida, la cual tiende hacia el poder y que están subordinadas a la finalidad global de aquella voluntad como medios… para crear unidades mayores de poder. Un orden de derecho pensado como algo soberano y general, pensado no como medio en la lucha de complejos de poder sino como medio contra toda lucha en general…sería un principio hostil, un orden destructor y disgregador del hombre, un atentado al porvenir del hombre, un signo de cansancio, un camino tortuoso hacia la nada… F. Nietzsche. La genealogía de la moral
Reflexionar sobre el pensamiento político de Carl Schmitt, supone adentrarse en una infinidad de cuestiones que son fundamentales para la teorización política contemporánea. Un primer acercamiento a su estudio puede ser realizado a través de lo que distintos autores, especialmente J. Herf, denominan como modernismo reaccionario. Si rescatamos esta particular interpretación del pensamiento schmittiano, es porque este autor enfatiza sobre los elementos antiliberales y antirracionalistas de este grupo heterogéneo de pensadores de la Alemania del 1920. El modernismo reaccionario es una corriente importante dentro de la ideología conservadora que presenta fuertes rasgos de irracionalismo. Pretende desterrar de los asuntos políticos y sociales el papel que la razón jugaba en ellos. Si bien Max Weber no debe ser confundido con esta corriente, es importante la influencia que su pensamiento ejerce sobre ellos. El "desencantamiento del mundo" no hacía más que señalar el avance irrefrenable de la racionalización y la imposibilidad de pensar los asuntos políticos sin la existencia de la burocracia. Es por eso que él acentúa la importancia del fenómeno carismático, fenómeno auténticamente político en tanto capaz de inyectar valores en la máquina inerte de la burocracia estatal. En esto radica el romanticismo alemán (1) el cual intenta anteponer la pasión a la razón sin alma. La crítica severa a los ideales que la Ilustración había traído a Occidente, se enfrentó a una paradoja. Si para la ideología conservadora lo importante era hacer de Alemania una potencia después de la derrota de la primera guerra mundial, había un elemento de la razón que no podían dejar de lado: la tecnología. Esta paradoja los lleva a tener que conjugar la tecnología con el discurso irracionalista que proponían frente al liberalismo anglosajón. Tanto Jünger, Heidegger, Spengler, Freyer como Schmitt pueden ser analizados en este aspecto paradojal de su pensamiento. La solución era hacer un uso irracional de la Technik; esto es "En el país de la contrarrevolución romántica contra la Ilustración lograron incorporar la tecnología dentro del simbolismo y el lenguaje de la Kultur–comunidad, sangre, voluntad, yo, forma, productividad y finalmente la raza- sacándola del campo de la zivilisation: la razón, el intelecto, el internacionalismo, el materialismo y las finanzas." (2)
Producto de una recuperación del pensamiento hobbesiano, Schmitt centra su estudio de lo político en el concepto de soberanía. Antes de hacer alusión a este concepto nos parece necesario analizar la relación entre lo político y lo estatal: "El concepto del Estado presupone el de lo político". (3) El intento por definir un criterio eminentemente político que pueda ser diferenciado de criterios morales, estéticos o económicos lo lleva a encontrar en la distinción amigo-enemigo una diferenciación política específica a la que puedan reconducirse todas las acciones y motivos políticos. Es importante recalcar que esta distinción no brinda un contenido o un ámbito de la realidad ni una definición, sino solamente un criterio que permite determinar el concepto de lo político. Este criterio es identificable en virtud de la intensidad que puede asumir un conflicto independientemente del ámbito en que se origine. Este conflicto no puede ser abordado desde una perspectiva teórica o desde aproximaciones abstractas sino que sólo puede ser percibido por los propios involucrados en el mismo. En este sentido, Schmitt se refiere al carácter existencial que este conflicto debe asumir para ser considerado político. Un enemigo es tal sólo si su existencia afecta mi forma esencial de vida. Este es uno de los aspectos que ligan a Carl Schmitt con lo que anteriormente denomináramos modernismo reaccionario. Esta corriente fue influída por lo que en Alemania se acostrumbraba a llamar Fronterlebnis (4) , es decir, la experiencia en el frente. Sólo esta experiencia podía evidenciar el carácter existencial que la relación amigo-enemigo asumía para Schmitt, el enemigo como lo otro, niega en su alteridad mi propio modo de existencia. Lo que se constituye como extraño es siempre un enemigo público, es hostis y no inimicus el cual siempre hace referencia a una confrontación privada. La intensidad que implica este criterio se vincula a la posibilidad real del enfrentamiento armado. La guerra por lo tanto es sólo un horizonte que debe estar presente en la enemistad. Pero la guerra en sí es el momento técnico (5) que deriva de la decisión que tiende a definir el hostis: "Lo decisivo es pues siempre y sólo la posibilidad de este caso decisivo, el de la lucha real, así como la decisión de si se da o no se da ese caso" (6) . Ahora bien, ¿quién decide? (7) La que marca la pauta es la unidad política, y esta es tal sólo si decide quién es el enemigo. Es decir, el soberano se constituye en el acto decisivo, es el que posee el ius belli capaz de requerir de los miembros del pueblo la disponibilidad de matar y ser muertos en el enfrentamiento violento (8) . De esta manera es posible entender por qué el concepto de Estado presupone el de lo político; el soberano, la unidad política, el Estado (9) son términos que devienen intercambiables con respecto al papel que juega la decisión sobre lo que amenaza una particular forma de vida.
Pero quizás el análisis más exhaustivo y a la vez interesante del concepto de soberanía es el que se desprende de la Teología política. "Soberano es aquel que decide sobre el caso de excepción" (10) . En este sentido, la decisión presenta un carácter revelador en tanto que descubre las bases sobre las cuales descansa el orden. El orden jurídico presenta dos elementos: el de la decisión y el de las normas; el estado de excepción, por la anterior, no es caos ni desorden sino la suspensión momentánea de la normalidad que hace posible que las normas sean aplicadas. Lo que desaparece es el ámbito del derecho, el ámbito de la normatividad, pero en el estado de excepción subsite el orden jurídico que como todo orden descansa en una decisión. El papel del soberano en esta situación extraordinaria es la de crear normalidad decidiendo la contienda. Es por eso que esta situación todo lo prueba, ya que devela la esencia de la autoridad del Estado.
…Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo; que quien me comprenda acaba por reconocer que carecen de sentido, siempre que el que comprenda haya salido a través de ellas fuera de ellas. (Debe, pues, por así decirlo, tirar la escalera después de haber subido).L. Wittgenstein. Tractatus Logico-Philosphicus
La comprensión de lo social es analizada por Ernesto Laclau desde una nueva óptica. Su punto de partida es lo que se ha denominado una teoría de la práctica hegemónica frente al materialismo histórico que es tomado como referente inmediato. La construcción teórica en Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestros tiempos comienza a partir de la contraposición de dos conceptos que formarán parte de una construcción mayor: contradicción y antagonismo. La contradicción supone una imposibilidad lógica dentro de un esquema teórico, en tanto un antagonismo representa un enfrentamiento de fuerzas entre polos identificados. Los conceptos no se implican mutuamente: es posible un antagonismo sin contradicción y una contradicción sin antagonismo. Laclau intenta desglosar conceptos utilizados en la teoría marxista para mostrar implicaciones lógicas que se presuponen pero que no se derivan si se sigue un análisis pormenorizado. Esta es una de las críticas más fuertes al marxismo en su búsqueda del motor de la historia. Laclau encuentra una contradicción entre la Contribución a la crítica de la economía política y el Manifiesto Comunista. Para la explicación de la historia se parte de la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción y de la lucha de clases. La crítica esta dirigida a la relación entre estos factores y a una reconceptualización del antagonismo como constitutivo de lo social y como la revelación de su imposibilidad. Laclau no niega la existencia de conflicto en la contradicción planteada por el marxismo sino que el antagonismo – la lucha de clases – no debe ser entendido como una derivación lógica de la contradicción. Por otra parte, el antagonismo en si mismo no puede ser reducido a contradicción lo que explicita su no reducción a la internalidad de un esquema teórico. El conflicto que deviene en antagonismo, según Laclau, surge entre las relaciones de producción y la identidad de los sujetos involucrados cuya constitución parte de un exterior. Así, si la lucha de clases no es una derivación necesaria de la contradicción del sistema capitalista y si es irreductible a una contradicción, la lucha de clases como antagonismo escapa a una implicación necesaria de la lógica del esquema teórico marxista. Ahora bien, si la articulación no es necesaria, debe ser por su parte necesariamente contingente. La contingencia no es sinónimo de azar, de casualidad sino de aquello que no puede ser definido de antemano. El antagonismo no puede ser definido a partir de una lógica interna y es por lo tanto, dependiente de la historia factual. La historia no se construye a partir de una lógica estructurada, es abandonada la visión marxista que reducía la dinámica social a la lógica de la necesidad histórica. Se contrapone a esta lógica una práctica hegemónica.
Si la referencia a un exterior es indispensable para la construcción de identidades como polos que componen todo antagonismo, la conceptualización del exterior a partir de la subjetividad de los participantes comporta un camino hacia una racionalidad lógica de sus relaciones. Sin embargo, el camino hacia la conceptualización de una racionalidad humana desprovista de referente generando una objetividad, la subjetividad como valor constante, está signado por el fracaso. El antagonismo como conflicto entre las relaciones de producción e identidades no es en si mismo susceptible de objetivación.
El antagonismo presupone una confrontación entre "objetividades": una determinada "objetividad social" frente a una "objetividad de identidad" de los sujetos. Laclau propone priorizar el momento de la negación como negatividad constitutiva en contraposición al momento de la superación. Este enfoque teórico supone ciertas conclusiones. Se redefine el exterior: de un exterior excluido a un exterior constitutivo; el momento de la negación no es reconocido al interior del esquema sino que la negación proviene del exterior; no es un proceso de transformación que supone la identidad de los sujetos sino un proceso que imposibilita la constitución misma de las identidades y por lo tanto de lo social como objetividad. La conclusión mayor es el rechazo a concebir lo social como una estructura cerrada; es propugnar la imposibilidad de su constitución como orden objetivo, es mostrarlo como una estructuración dislocada. Ahora bien, una estructura cerrada contiene entidades que promueven su necesariedad, se definen unas a otras dentro de sus límites, las condiciones de existencia están dadas por su misma esencia. Por el contrario, una estructura dislocada muestra ser inacabada, sus elementos buscan un exterior de referencia que conforma sus condiciones de existencia, son por tanto contingentes.
El antagonismo es entonces el límite de la existencia de objetividad de identidades como también aquello que las define. Este mismo análisis puede ser trasladado a la relación entre lo necesario y lo contingente. La construcción de Laclau no promueve el reino de lo contingente como aquello que es como puede no ser, no se abandona la necesariedad sino que se la subvierte. Para negar lo necesario de una identidad se debe presuponer su existencia. Es importante volver a insistir sobre el concepto de contingencia utilizado por Laclau: lo contingente es aquello que no se define a si mismo como lógica interna en tanto predecible, es lo que es definido externamente, en consecuencia indeterminable. Pero lo indeterminable es su articulación en el proceso, no su existencia. Así, no se comprende la dinámica social como esferas o identidades constituidas que interaccionan, se condicionan o se determinan mutuamente, sino como un mundo de relaciones entre identidades inacabadas que demuestran en sus mismas relaciones la imposibilidad de constituirse autónomamente. Esta dinámica se esconde en el proyecto de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe en Hegemonía y estrategia socialista. En ambos libros la dinámica de lo social tiene su primera fuente en el antagonismo. El origen de la relación ha sido la Revolución Francesa. Pero no hay correspondencia posible entre lo que se dio en llamar el imaginario jacobino y la realidad social contemporánea. El intento de recuperación del imaginario francés ha sido intentado por el marxismo a través de la universalización del antagonismo. La continuidad de este proyecto político lo representa en un único espacio político de despliegue y lo delimita en puntos y agentes tanto privilegiados como universales. Frente a esta estrategia ambos autores contraponen el proyecto de una democracia radicalizada.
Es necesario volver al concepto de exterior constitutivo para comprender como se conjuga el proyecto de una democracia radicalizada y la estructuración dislocada de lo social como proyecto antagónico al maxista. Laclau y Mouffe definen dos tipos de relaciones entre los hombres. Las relaciones de subordinación son aquellas en la cuales un agente está sometido a las decisiones de otro. Es por lo tanto agente y no sujeto. Las relaciones de opresión representan la transformación de subordinación en antagonismo. Aquello que posibilita el traspaso de un tipo de relación a otra está dado por un exterior discursivo que constituye lo social. Las relaciones de subordinación no son antagónicas en tanto instituyen el momento de la positividad de las identidades de los distintos agentes. El cuestionamiento y por tanto la amenaza a dichas identidades que las convierten en antagónicas es el momento por excelencia de la negatividad como subversión de la positividad. Es imprescindible volver sobre el carácter discursivo del exterior constitutivo para introducir un concepto clave en la teorización de los autores. Las identidades asignadas en el momento de la positividad, en las denominadas relaciones de subordinación, representan significantes a los que se les adjudica un significado en una práctica hegemónica determinada. El momento de la negatividad expresa la amenaza al significado asignado, el instante en el que la relación se torna opresiva, a partir de una latente resignificación por parte de una nueva práctica que disputa la hegemonía. Así, las identidades se convierten en significantes flotantes. El exterior discursivo es el que otorga las bases para la constitución de las identidades de lo social. Sin embargo, los significantes son siempre vacíos, las identidades nunca son plenas, los antagonismos son irreconciliables. Esto explica quizás el carácter dual del concepto de antagonismo explicitado al comienzo de este trabajo. Los antagonismos permiten resignificar, por tanto definir la identidades sociales al mismo tiempo que impiden su significación definitiva. Del mismo modo tampoco la estructura puede cerrarse. La paradoja entra nuevamente en escena. Porque existen antagonismos la estructura no puede cerrarse, a la vez que porque no existen estructuras cerradas existen antagonismos.
Una estructura cerrada y una estructura abierta se mueven obviamente a partir de lógicas distintas. Tanto la lógica de la diferencia plena como la de equivalencia plena constituyen los extremos que son partes de una estructura cerrada: la equiparación de dos conceptos supone también diferenciarlos. La construcción de identidades a partir de estas dos lógicas constituye lo social sobre la base de una diferenciación en dos campos irreductibles. Para Laclau, si bien es imposible la positividad u objetividad de lo social, esta imposibilidad es referida a una concepción de lo social como estructura cerrada predeterminante de la realidad. De esta concepción se desprende la crítica a la teoría marxista que pretende la reducción de la realidad social a lógicas plenas. Ciertos acontecimientos que pueden escapar a la lógica interna del esquema teórico son inmediatamente subsumidos a los campos predeterminados por la teoría.
Por su parte lógicas que implican la no plenitud de lo social están escondidas en toda práctica hegemónica. Dicha práctica no es más que una articulación particular que establece relaciones entre identidades de elementos definidos a partir de la práctica. La articulación es cierta totalidad estructurada entendida como discurso. Ahora bien, todo discurso necesita de una fijación aunque sea parcial de sentido. La parcialidad es primordial en tanto toda fijación total cierra la estructura. La referencia a la subversión de la positividad es indispensable. Lo contingente no niega la existencia de sentido, lo hace indeterminable. El significado que llena el vacío del significante no será eterno, mientras un discurso se constituya como posible hegemonizador del espacio discursivo. Sin embargo, las prácticas devenidas en discursos, en la lucha por la hegemonía tratan de constituir un centro, de determinar lo indeterminable. Esta búsqueda se realiza a partir de puntos nodales de fijación parcial como puntos discursivos privilegiados.
Así, un exterior discursivo democrático que constituya identidades nunca determinables pero sí hegemónicas es la base del proyecto de una democracia radicalizada, que pretende la no reducción de la pluralidad sino una nueva valoración de la indeterminación de un centro.
Llegado a este punto nos proponemos establecer ciertas líneas interpretativas comunes entre ambos autores. Nuestra intención es realizar una comparación conceptual a través de la teorización de términos como la decisión y sus características, el sujeto, el antagonismo y puntos nodales o conceptos polémicos.
En Schmitt, la soberanía es un concepto límite que debe ser definido en relación al estado de excepción: "La decisión sobre lo excepcional es la decisión por antonomasia" (11) . Lo excepcional no puede ser delimitado de manera rigurosa, es lo que no se puede subsumir y escapa a toda determinación general. Es lo que pone de manifiesto el elemento oculto de todo orden jurídico: la decisión. Por medio de ella es el soberano el que define si una situación es o no excepcional y qué conviene hacer para dominarla. Es aquí cuando el derecho se suspende mientras que el Estado subsiste en cuanto orden jurídico; por lo tanto, el estado de excepción se diferencia del caos y del desorden, la decisión es libre de trabas normativas y absoluta. Al ser la situación excepcional anómala y al requerir la norma un medio homogéneo para su vigencia, es necesario que el orden (normalidad – normatividad) sea restablecido. Este punto deviene fundamental para la interpretación del pensamiento político de Carl Schmitt ya que si bien es cierto que la Entsheidung presenta caracteres arbitrarios, ésta posee una finalidad específica que es la de la re-creación de la normalidad que se pierde en el estado de excepción "… la aportación de un Estado normal consiste sobre todo en producir dentro del Estado y su territorio una pacificación completa, esto es, en procurar la ‘paz, seguridad y orden’ y crear así la situación normal que constituye el presupuesto necesario para que las normas jurídicas puedan tener vigencia en general, ya que toda norma presupone una situación normal y ninguna norma puede tener vigencia en una situación totalmente anómala por referencia a ella". (12)
En la elaboración deconstructivista de Laclau, la decisión también recobra vital importancia. La estructura dislocada muestra la contingencia de lo social; la estructura cerrada su necesariedad. La diferencia entre lo contingente y lo necesario está atravesada por la idea de indeterminación. Lo contingente como aquello que no puede ser definido previamente refleja que la indecidibilidad es estructural. Por lo tanto, la decisión es factible a partir de la no suturación de la estructura, no es totalmente externa pero tampoco es determinada por ella. La decisión en su intento de llenar el vacío estructural que la indeterminación deja, se transforma en pura irrupción creativa. El acto hegemónico es en si mismo una creación que no parte de una fundamentación racional o metafísica sino que en virtud de esta infundamentación deviene acto de poder. Las prácticas articulatorias que pugnan por la significación de puntos nodales, mantienen entre ellas relaciones de fuerza que se tornan antagónicas.
De esta manera, nos parece adecuado establecer un analogía con el concepto schmittiano de Entscheidung. El estado de excepción es en Schmitt lo que el vacío estructural es en Laclau: la decisión se convierte en la revelación de lo eminentemente político. La decisión en Schmitt devela, por un lado, que lo normativo no puede regir por si solo sino que hace falta un soberano que genere las condiciones para la vigencia del derecho; por el otro, y como consecuencia de lo primero, la no soberanía de la norma, en tanto que su fundamento reside siempre en una decisión. Por su parte en Laclau, este concepto evidencia la contingencia de lo social y la necesidad de prácticas hegemónicas, que por medio de actos de poder, resignifiquen puntos nodales haciendo posible la vigencia de lo social como discurso (13). En este punto nos parece conveniente establecer una diferenciación. En Schmitt, el acto decisivo se contituye como un decidirse por: "Esta decisión no afecta simplemente a los objetos de los que la Existencia está rodeada, sino a la propia Existencia, o a algo que la afecta tan fundamentalmente que es una y la misma realidad con ella (…) Al decidirse, empero, elige lo que va a ser." (14) Así, el soberano al definir quién es el enemigo, define al interior de la unidad política, la esencia de su existencia. En cambio para Laclau siempre es decidirse entre; es decir, la idea de decisión esta más ligada al concepto liberal de elección en donde: "…si la decisión tiene lugar entre indecidibles estructurales, el tomarla sólo puede significar la represión de las decisiones alternativas que no se realizan". (15)
Nuestro segundo paso en esta elucidación, será abordar las características que asume la decisión para ambos autores. Schmitt vincula la noción de estado pre-moderno con reminiscencias cristianas con el rasgo característico de la secularización: la ausencia de fundamento trascendente. En este sentido, Schmitt se enfrenta en la tradición jurídica positivista a pensadores como Kelsen que sostenían que el estado de derecho se autofundamentaba en su construcción piramidal. Su cúspide era la norma primera, en cambio para Schmitt lo que sustenta el orden jurídico es la decisión. Esta se halla en una paradójica situación: es sustento de un orden siendo ella misma infundamentada. La decisión no asume características racionales. Los argumentos racionales se pueden discutir pero no decidir, cuando la decisión se toma los argumentos no entran en consideración. Este hecho acerca Schmitt al Hobbes que afirmaba "Auctoritas -non veritas- facit legem" (16) . Esto demuestra que "para crear derecho no se necesita tener derecho" (17) . Es por esto que no es soberano aquel que tiene razón, sino que porque es soberano está en lo cierto. Siguiendo la argumentación se podría afirmar que la acclamatio schmittiana no viene sino a ratificar el mando supremo del soberano que es reconocido por el pueblo.
En Schmitt la decisión es arbitraria y como consecuencia irracional. Esto puede explicarse a través de la influencia weberiana que, frente al avance irrefrenable de la racionalidad burocrática, veía la necesidad de introducir aspectos irracionales (valores, fenómeno carismático) en la maquinaria estatal que pudieran contrarrestar la inercia institucional. En contraposición a este esquema, el concepto de racionalidad y su contrario en Laclau, se mueven en una lógica discursiva distinta. La arbitrariedad de la decisión está relacionada con la falta de fundamentación racional, en tanto necesariedad lógica que deriva en un desenvolvimiento autónomo de la regla. En Laclau la decisión no se opone a la razón, por lo tanto, no debe ser definida como irracional: "Que una decisión sea en última instancia arbitraria sólo significa, por lo tanto, que el que la toma no puede ligarla de un modo necesario a un motivo racional; pero esto no significa que la decisión no sea razonable -es decir, que un conjunto acumulado de motivos, ninguno de los cuales tiene el valor de un fundamento apodíctico, no la hagan preferible a otras decisiones" (18) Más allá de las diferencias, en ambos autores, la decisión se convierte en suplemento de las carencias de la razón (racionalidad burocrática, indecidibilidad estructural).
Otro punto que deviene fundamental para el análisis del pensamiento político de estos autores es el del sujeto de la decisión. De lo analizado con respecto a la racionalidad, se desprende que la oposición ratio-voluntas es constitutiva de la visión schmittiana de lo político. En virtud de ella, es posible entender que ninguna forma de deducción lógica y analítica nos permite identificar el soberano, éste solamente puede ser identificado ex post facto. Es el decidir lo que lo convierte en tal. Sin embargo, Schmitt explicita que desde el punto de vista político existen sólo dos sujetos que pueden personificar la voluntas soberana: el monarca o el pueblo. (19) Desde Laclau, la categoría de sujeto es también indefinible a priori. Sólo después de que la decisión es tomada, el sujeto es reconocible: "Es por ello que el analista político ha de ser historiador, porque sólo puede hablar de los sujetos a posteriori, como efectos de la acción y la decisión". (20) Este hecho se observa claramente como una respuesta a la concepción de la clase obrera como actor privilegiado de la lucha contra la opresión, y a la vez al sujeto cartesiano. El sujeto de Laclau sigue la suerte de la estructura (21) , de manera tal que, no es un sujeto acabado sino que puede ser constituido parcialmente a partir de articulaciones hegemónicas: "El carácter fallado de toda estructura pone el destino político en el lugar del sujeto." (22) El sujeto laclauiano se autonomiza de manera parcial de la estructura sin convertirse en algo exterior a ella, en tanto deviene el locus de la decisión: "…el sujeto no es otra cosa que esta distancia entre la estructura indecidible y la decisión". (23) O lo que en palabras de Slavoj Zizek: "…el sujeto es el correlato de su propio límite, el elemento que no puede ser subjetivizado; él es el nombre del vacío que no puede ser llenado por la subjetivización: el sujeto es el punto de fracaso de la subjetivización (es por eso que su signo lacaniano es $)." (24)
Un cuarto aspecto a comparar es el papel que el antagonismo juega en la constitución de identidades. El enfrentamiento entre dos polos opuestos contribuye a la formación de las identidades de ambos, a la vez que impide la creación de identidades plenas, como momento de positividad. En Laclau, las identidades representan significantes vacíos cuyos significados son el resultado de los diferentes antagonismos entre prácticas hegemónicas, que si bien son particulares, son presentadas como universalidad. En este sentido: "…la presencia del ‘otro’ me impide ser totalmente yo mismo. ( …) En la medida en que hay antagonismo yo no puedo ser una presencia plena para mi mismo…su ser objetivo es un símbolo de mi no ser y, de este modo, es desbordado por una pluralidad de sentidos que impide fijarlo como positividad plena". (25) A partir de este análisis, la relación amigo-enemigo en Schmitt podría comprenderse desde una perspectiva similar. Si bien el enemigo amenaza la existencia de su contrincante, el definir continuamente quién es el hostis (26) configura la propia identidad. Cercano al modernismo reaccionario, Schmitt ve en la construcción de identidades la posibilidad de recuperar la Kultur que se había perdido en la Zivilisation de la Ilustración. Pero entre ambas posturas existe una diferencia que por el momento nos limitaremos a mencionar ya que será abordada con mayor profundidad en otro punto del presente estudio. Si para Schmitt existe un "antagonismo" como motor en esta construcción, Laclau parte de una distinción: "Podríamos llamar posición popular de sujeto a la que se constituye sobre la base de dividir el espacio político en dos campos antagónicos, y posición democrática de sujeto a la que es sede de un antagonismo localizado que no divide a la sociedad en la forma indicada". (27) De esta manera, la democracia radicalizada es caracterizada por múltiples movimientos sociales que no pueden ser "reducidos" a una relación amigo-enemigo.
Una cuestión que se relaciona con lo anterior es la referente a la pugna por la significación de puntos nodales. Los puntos discursivos privilegiados instituyen significados parciales que a través de la lógica equivalencial influyen en futuras subversiones del sentido: "Lacan ha insistido en las fijaciones parciales a través de su concepto de points de capito, es decir, de ciertos significantes privilegiados que fijan el sentido de la cadena significante." (28) En una significación parcial, las diversas prácticas hegemónicas buscan determinar lo indeterminable, a la vez que la lucha por la resignificación como antagonismo refleja esta imposibilidad. En el caso de Schmitt, se puede rastrear un análisis similar cuando hace hincapié en el carácter polémico de los conceptos. Ellos dejan traslucir una relación concreta entre amigo y enemigo. La discusión que se da en torno a la significación de determinados términos demuestra que lo político subyace en toda definición: "Palabras como estado, república, sociedad, clase, o también soberanía, estado de derecho, absolutismo, dictadura, plan, estado neutral, estado total, etc., resultan incomprensibles si no se sabe a quién en concreto se trata en cada caso de afectar, de combatir, negar y refutar con tales términos." (29)
Hasta el momento hemos analizado ambos autores y tratado de establecer parámetros comparativos entre ellos. Esto justifica la arbitraria elección sobre la que hemos basado nuestro trabajo. Ahora intentaremos elucidar las diferencias a partir de las posiciones que estos autores asumen frente al liberalismo y la democracia.
Dentro de la tradición liberal podemos hallar una corriente que puede ser denominada como liberalismo político. Esta supone un individuo atomizado que se convierte en el centro frente al cual la sociedad es solamente un marco de garantía. El arco que se extiende desde Locke hasta Nozick intenta establecer lo político como una instancia meramente defensora de los derechos y libertades naturales: "El Estado mínimo es el Estado más extenso que se puede justificar. Cualquier Estado más extenso viola los derechos de las personas". (30) El contractualismo lockeano parte de la existencia de derechos inalienables que deben ser resguardados a través de la constitución de la sociedad civil. Este es el origen de lo que comúnmente se denomina como "Estado neutral". El Estado deviene imparcial, por tanto, no está vinculado a ninguna concepción propia del bien. Sólo imparte las normas necesarias para que cada individuo pueda realizar en forma particular su concepción de lo bueno. Si bien la neutralidad puede partir de la ausencia de una concepción propia, ella puede justamente esconder una cosmovisión particular. Esta es la postura de Ronald Dworkin y la de John Rawls al establecer una concepción política y no metafísica de la justicia como imparcialidad. La neutralidad implica una concepción de igualdad que debe ser llevada a cabo por el Estado. El tomar partido frente a la multiplicidad de cosmovisiones particulares es privilegiar una sobre otras y es, en última instancia, otorgar un trato desigual.
Según Chantal Mouffe en La política y los límites del liberalismo (31) , la neutralidad del Estado esconde una postura particular frente a la innegable irrupción del pluralismo en las sociedades contemporáneas. Si el Estado es la no interferencia en las diferentes concepciones sustantivas de los individuos, el pluralismo es la tolerancia a esa irreductible multiplicidad. Tanto Mouffe como Laclau no comparten la idea de pluralidad como tolerancia frente a una realidad inamovible, sino que la pluralidad en si misma es la virtud de las nuevas sociedades. La revalorización de lo plural y de la indeterminación es la base de una democracia radicalizada.
El Estado neutral es impensable para Carl Schmitt, por cuanto el concepto de Estado presupone el de lo político. Si la distinción entre amigo y enemigo desaparece, lo hace también la vida política. Para Schmitt, el liberalismo no es una teoría política ya que "…tan sólo ha procurado vincular lo político a una ética y someterlo a lo económico; ha creado una doctrina de la división y equilibrio de los poderes, esto es, un sistema de trabas y controles del Estado que no es posible de calificar de teoría del Estado o de principio de construcción política." (32) El liberalismo es la sistematización de una doctrina que trata de "vencer" al poder estatal aportando diversos recursos para la protección de la libertad individual y la propiedad privada. La idea de derechos inalienables niega la de ius belli y por lo tanto anula el de la soberanía. El pensamiento liberal se mueve entre dos esferas heterogéneas: la de la ética y la de la economía. De esta manera, la lucha, el antagonismo amigo-enemigo deviene desde el punto de vista económico en competencia y desde el punto de vista "espiritual" en discusión. Así, "Todas estas transformaciones se orientan del modo más certero hacia el objetivo de someter el Estado y la política en parte a una moral individualista, y por eso mismo iusprivatista, y en parte a categorías económicas, despojándolos de su sentido específico". (33) .
Schmitt ataca a la tradición liberal positivista en general, y a Kelsen en particular, por haber separado los elementos sociológicos de los jurídicos. El producto de esta operación se transforma en un "…sistema puro de imputaciones normativas que culmina en una última norma fundamental unitaria." (34) De esta manera, el Estado deviene orden jurídico considerado como unidad en donde él es el punto final de aquellas imputaciones. Lo problemático de la concepción kelseniana es declarar que dicha unidad es "un acto libre de conocimiento". Así, el concepto de soberanía no sólo es anulado de la tematización jurídica sino también negado en virtud al mandato impersonal de las leyes. La oposición entre Schmitt y el liberalismo se debate entre dos corrientes irreconciliables. La primera estaría signada por esto que antes describíamos como "forma jurídica unitaria". Tanto Kelsen como Krabbe veían al Estado como analogía de la Constitución o el orden jurídico. La segunda podría ser identificada como aquella que adhiere al mandato personal. En esta corriente encontramos a pensadores como Hobbes, Donoso Cortés, Bonald, De Maistre que enfatizan el papel que la auctoritas juega en los asuntos políticos. Schmitt critica al liberalismo por afirmar sus bases teóricas sobre la primera tradición que, como antes mencionábamos, se inicia con Locke y ve al Estado como un garante del derecho y por esto declara: "The Law gives autority" (35) . Schmitt, en cambio, ve el mandato personal como la única forma capaz de resolver el problema de la competencia. La pregunta ¿quién decide? no puede ser respondida por la propia Constitución. La soberanía es un concepto que no puede ni debe ser eliminado. (36) El "milagro" de la decisión no puede ser abandonado a los impulsos racionalistas de la doctrina liberal. Ésta ha transformado al Estado en un objeto de racionalidad formal, un mecanismo. El deísmo liberal impide la irrupción milagrosa del soberano en el orden jurídico vigente y cubre por lo tanto con un "velo tupido" el momento político que sustenta todo orden.
Desde una perspectiva diferente, Laclau ve en la crisis de la razón el espacio desde el cual pueden surgir proyectos de liberación. Reconocer los límites de la razón no impide la formulación de una política radicalizada que considere la negatividad como constitutiva de la identidad. Como se ha demostrado en este trabajo, antagonismo y contradicción son términos no asimilables. El liberalismo ha intentado reducir el aspecto antagónico de las relaciones sociales al subsumirlo a la idea formal-igualitaria de contrato. Pero el intento marxista no ha mejorado esta situación. Ya no es la forma jurídica la que erradica de escena el antagonismo sino que es el concepto hegeliano de contradicción el que intenta subsumir el momento antagónico de las luchas de clases al desenvolvimiento de la regla. "En el caso del antagonismo la negación no procede del interior de la propia identidad sino que viene, en su sentido más radical, del exterior; en tal sentido es pura facticidad que no puede ser reconducida a ninguna racionalidad subyacente." (37) Así, el antagonismo posee una función revelatoria en tanto que muestra el carácter contingente de toda objetividad. Sólo así es posible entender por qué para los dos autores el intento (liberal y marxista) de subsumir estos momentos políticos a algo que los anule es desterrar del ámbito de las relaciones humanas aquello que les da sentido.
Si bien es cierto que para Schmitt la lucha de clases es un conflicto económico que es pasible de convertirse en político, el marxismo y el liberalismo no difieren de sobremanera: "Schmitt compartía la concepción derechista común de que el marxismo era la extensión de materialismo burgués y liberal. El marxismo negaba la primacía de la política, destacaba la centralidad del conflicto económico, y compartía lo que en opinión de Schmitt era la fe ingenua del liberalismo en el progreso cultural y tecnológico." (38)
Para la comprensión de cualquier teoría política es necesario recurrir a un análisis de la concepción antropológica de la que parte. Schmitt presenta en el Concepto de lo político una particular óptica con respecto a este punto. La comprensión de la antropología no debe pasar por una distinción de carácter moral; no interesa si el hombre es bueno o malo por naturaleza, sino por si una teoría política en particular lo toma como presupuesto problemático o no. Esta cuestión es fundamental para la crítica al liberalismo. "Para los liberales (en cambio) la bondad del hombre no es otra cosa que un argumento con cuya ayuda se pone al Estado al servicio de la sociedad, y no quiere decir sino que la sociedad posee un propio orden en si misma y que el Estado le está subordinado; ella lo controla con más desconfianza que otra cosa, y lo sujeta a límites estrictos". (39) Así, toda teoría que se denomine política debe partir por considerar que el hombre es malo. En este sentido, es interesante el Maquiavelo de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, donde la problematización del hombre es tomada explícitamente como presupuesto. "Me parece que la cuestión de la normalidad o anormalidad de la situación concreta tiene un significado fundamental, quien parte de la presencia de una situación anormal, solucionará los problemas de la Política, la Moral y el Derecho, de modo distinto a quien esté convencido de la existencia de un estado de normalidad aunque surjan pequeños trastornos (…) De la aceptación de la situación anormal surjen consecuencias decisionistas, el reconocimiento de intervenciones extraordinarias, la justificación de rupturas, incluso la dictadura…, y conceptos como soberanía y absolutismo." (40) Por su parte Ernesto Laclau, al referirse a la teoría democrática, considera que ésta parte de una concepción positiva y unificada de la naturaleza humana. Sin embargo, en contraposición a Schmitt, el interés en la antropología como presupuesto radica en refutar el carácter unificado de la naturaleza del hombre. Las consecuencias políticas de la unicidad se ven reflejadas en la constitución de un único espacio donde lo político tiene lugar. (41) Su refutación se basa en la concepción de una "naturaleza plural". Las identidades son constituidas a través de relaciones donde es necesaria la vinculación con el otro en cada relación específica. Así, no existen para Laclau derechos individuales sino sólo derechos construidos en contextos de relaciones sociales. Si el carácter del sujeto es indeterminado y polisémico deben emerger nuevos espacios para la constitución de lo político.
Schmitt intenta esclarecer la confusión contemporánea entre liberalismo y democracia. La democracia debe ser definida en tanto eliminación de la heterogeneidad. "El poder político de la democracia estriba en saber eliminar o alejar lo extraño y desigual, lo que amenaza la homogeneidad." (42) De esta manera, la democracia se basa en la identidad de gobernantes y gobernados. Es la igualdad la que impera en ella, rasgo que remite a la concepción toquevilleana del estado social democrático. Ahora bien, una universalización de la igualdad humana no sólo anularía el concepto de igualdad política al devenir indiferente, sino que anularía la política misma. Esto "…no es propio de la democracia sino de un determinado tipo de liberalismo; no es una forma de Estado sino una moral y una concepción del mundo individualista-humanitaria." (43)
La articulación del liberalismo y la democracia es presentada por Laclau, en principio, como un intento del Estado de Bienestar keynesiano. Así, la ofensiva neoliberal que busca desmantelar el Estado intervencionista no hace más que poner en tela de juicio dicha articulación y privilegiar su momento liberal.
Laclau establece relaciones de continuidad y discontinuidad entre la lucha de clases y los nuevos movimientos sociales. La continuidad estaría dada por el imaginario igualitario, mientras que la discontinuidad estaría signada por la expansión de las relaciones de producción capitalistas y la progresiva intervención del Estado, dando lugar a la aparición de nuevas formas de subordinación. La continuación del imaginario igualitario es, en Laclau, la transformación de la ideología liberal-democrática en "sentido común". Según este autor, la ampliación de los derechos ha transformado el discurso liberal en su articulación con la idea democrática. El imaginario igualitario se ha transformado en el siglo XX en imaginario democrático a partir de la transformación del discurso liberal-democrático. El exterior discursivo es un exterior liberal- democrático. El imaginario democrático está compuesto por dos conceptos fundamentales: igualdad y libertad. Si el primero ha caracterizado a las luchas tradicionales, el segundo está representado en las reivindicaciones de autonomía de los nuevos movimientos sociales. Este cambio tiene una directa repercusión en la concepción del sujeto. Para Laclau, el sujeto ya no tiene una posición única y determinada sino que la proliferación de los nuevos movimientos sociales, y por lo tanto de los antagonismos, supone múltiples posiciones de sujeto. Desde este punto el pluralismo es radical. Por otro lado, la autoconstitución de los antagonismos no es más que el desplazamiento del imaginario igualitario. Desde aquí el pluralismo es democrático. De esta manera, Laclau propone una alternativa "de izquierda" que antagonice con el neoliberalismo como práctica hegemónica consolidada. Si este último busca unificar distintas posiciones a partir de la defensa de la libertad individual, la propuesta de la izquierda debe ser la de una democracia radicalizada: "…es evidente que no se trata de romper con la ideología liberal-democrática sino al contrario, de profundizar el momento democrático de la misma, al punto de hacer romper al liberalismo su articulación con el liberalismo posesivo. La tarea de la izquierda no puede por tanto consistir en renegar de la ideología liberal- democrática, sino al contrario, en profundizarla, y expandirla en la dirección de una democracia radicalizada y plural." (44)
En el apartado anterior hemos tratado de diferenciar las posturas de ambos autores con respecto al liberalismo y a la democracia. A estas subyacen concepciones disímiles sobre lo político y es lo que ahora intentaremos elucidar.
Para encarar el estudio de los problemas políticos contemporáneos hay que asumir, junto con autores como Tocqueville o Lefort, que la tematización de la democracia como forma de gobierno es ineludible.
Schmitt ha definido a la democracia siguiendo una correcta interpretación de Tocqueville. El estado social democrático se caracteriza fundamentalmente por la igualdad de condiciones que se ha impuesto como un hecho providencial, universal y duradero que escapa a la potestas humana. Así, la democracia es igualdad. La libertad es entendida en Tocqueville como un impulso que no necesariamente se desprende de la igualdad democrática. Esta podría conducir de la misma manera a la servidumbre: "…se encuentra también en el corazón humano un gusto depravado por la igualdad, que inclina a los débiles a querer atraer a los fuertes a su nivel, y que conduce a los hombres a preferir la igualdad en la servidumbre a la igualdad en la libertad." (45)
Schmitt ha entendido que sólo hay dos sujetos que pueden ser soberanos: el monarca o el pueblo. Ningún régimen político puede fundamentarse ya en un principio trascendente, lo que impide que la legitimidad monárquica funcione como sustento de un orden político; pensar lo político en las sociedades contemporáneas obliga reflexionar sobre la legitimidad democrática. (46) Si para Schmitt la democracia es igualdad, aquella sólo puede desenvolverse en un medio homogéneo. Es por esta razón que dictadura y democracia no son términos antitéticos. Para Schmitt la dictadura es el reverso del parlamentarismo. Si la primera es sinónimo de concentración de poder, el segundo se construye sobre la base de la división de poderes. Por su parte la democracia no requiere, en términos schmittianos, de división de poderes; la legitimidad democrática no es más que la soberanía del pueblo y la soberanía es por definición indivisible. "Schmitt se manifiesta a favor de la identidad democrática sustancial, capaz de decretar el extrañamiento del desigual, del que amenaza la homogeneidad, con ello quedaría abierta a una voluntad dictatorial, en cuanto distinga entre amigos y enemigos, el contenido de la igualdad democrática. La teoría schmittiana de la identidad-homogeneidad permite legitimar como democrática la dictadura sin trabas." (47)
Antes de proseguir nuestro análisis deberíamos hacer una distinción. La homogeneidad en Schmitt debe ser entendida al interior de la unidad política, mientras que el mundo político sólo puede ser comprendido como un pluriverso. Esto significa que la pluralidad sólo es tolerada en el ámbito internacional como relaciones entre unidades políticas soberanas. (48) Por otro lado, la homogeneidad debe distinguirse de la homogeneización total como la imposibilidad de diferenciar la sociedad civil del ámbito puramente estatal. El Estado total viene a borrar cualquier tipo de distinción entre lo público y lo privado, entre lo político y lo que es extraño a él.
De lo dicho hasta el momento se desprende la relación intrínseca entre los conceptos de homogeneidad, decisión, soberanía y lo político. Lo político se expresa en la decisión del soberano a partir de un medio homogéneo. El momento político estaría signado por la milagrosa irrupción que el soberano realiza al decidir quién es el enemigo, y al imponer de esa manera una pacificación al interior de la unidad política que permita visualizar al pueblo como uno. "Lo político se situaría entre el conflicto y la norma, y el elemento aglutinador, que partiendo del conflicto, lo supera, generando un orden o restaurándolo, es la decisión, forma formarum de lo político, vínculo entre la excepción y lo general y base de la historia del Estado moderno (Maquiavelo, Bodino, Hobbes…) en cuanto instrumento o artificio de orden, reino de la pax apparens y no, (utilizando una expresión de Tomás de Aquino) de la vera pax." (49)
La cuestión de la democracia en Laclau debe ser analizada en vistas a lo dicho en el apartado anterior. En las sociedades contemporáneas se ha operado un desplazamiento del imaginario igualitario (que caracterizó los enfrentamientos tradicionales) al imaginario democrático. (50) Este último está compuesto por dos términos fundamentales: libertad e igualdad. Como dijimos antes el desplazamiento del imaginario hizo que el exterior discursivo democrático fuera atravesado por su contracara: un exterior liberal. La constitución del exterior liberal-democrático desdibuja el concepto schmittiano de democracia. Laclau parte de la compatibilidad entre estos dos momentos que se evidencia en la multiplicación de espacios donde lo político puede ser constituido: "Este principio de la multiplicación de espacios es la base de la demanda de libertad. Es en él donde reside el principio del pluralismo y donde el proyecto de una democracia plural puede enlazarse con la lógica del liberalismo. No es el liberalismo en cuanto tal el que debe ser puesto en cuestión, ya que en tanto que principio ético que defiende la libertad del individuo para realizar sus capacidades humanas, está hoy día más vigente que nunca." (51)
Al convivir la lógica de la equivalencia con la lógica de la autonomía se impide la constitución de un medio social homogéneo. La radicalización de la democracia se realiza a través de prácticas hegemónicas que se mueven en un reino signado por la heterogeneidad: "…la dimensión de universalidad -resultante del carácter incompleto de las identidades diferenciales- no puede ser eliminada, en la medida en que la comunidad no es enteramente homogénea (si fuera homogénea, lo que desaparecería sería no sólo la universalidad sino también la misma distinción universalidad-particularidad)." (52) De esta manera, las relaciones intrínsecas entre los conceptos schmittianos de homogeneidad, decisión, soberanía, antagonismo y lo político pueden ser homologadas a las establecidas por Laclau entre decisión, heterogeneidad, hegemonía, la pluralidad, antagonismo y lo político. Sin embargo, al interior de las mismas existen diferencias irreconciliables. Lo político para Laclau, no es decidirse por sino decidirse entre. El espacio que brinda la indecidibilidad estructural está surcado por una pluralidad de decisiones frente a las cuales lo político se constituye como elección-represión de alternativas. A diferencia de Schmitt, también los antagonismos son plurales. La hegemonía como práctica política tiende a fijar parcialmente significados que modifican las relaciones de subordinación a la vez que instituyen el sentido con el que los hombres deben guiar sus prácticas: "…la política en tanto que creación, reproducción, y transformación de las relaciones sociales, no puede ser localizada a un nivel determinado de lo social, ya que el problema de lo político es el problema de la institución de lo social, es decir, de la definición y articulación de las relaciones sociales en un campo surcado por antagonismos." (53)
Ahora bien, si liberalismo y democracia son términos que enfrentan a ambos autores, el concepto de soberanía los distanciará de manera definitiva. La relación entre soberanía y legitimidad se tornará a estos fines problemática, sobre todo si se tiene en cuenta el carácter ineludible de la tematización de la democracia. (54) La soberanía supone un sujeto homogéneo que se confirma en el mismo actuar del soberano; la legitimidad se constituye en un trasfondo de heterogeneidad en donde la pluralidad de los particulares le dan sentido. En las sociedades contemporáneas, el pueblo es soberano y constructor de legitimidad; es un sujeto homogéneo y heterogéneo a la vez. La soberanía es pura creación; la legitimidad se constituye a partir del consentimiento a algo que ya existe. Si para Schmitt la soberanía es el concepto que mejor devela el origen político de todo orden, para Laclau el soberano hace imposible la emergencia de lo político. (55) Si para Laclau lo político constituye lo social y evidencia su imposibilidad, Schmitt le contestaría que su concepto de lo político no impide la construcción de un orden social sino que elimina de los asuntos políticos el concepto de soberanía.
Si para uno, la heterogeneidad conduce a la individuación, a la atomización y por lo tanto a la destrucción de la soberanía; para el otro, la heterogeneidad permite que la misma fragmentación autonomice las reivindicaciones de los distintos movimientos que hacen posible la negociación del proceso. Es ella misma la que posibilita la articulación que se construye a partir de un control democrático. Si lo político es la transformación de lo social en tanto relaciones sociales, una articulación determinada se explicita en múltiples espacios donde su construcción tiene lugar. Ahora bien, es este mismo paso el que se nos presenta como problemático. ¿Cómo una relación de subordinación particular es pasible de convertirse en política? Si lo político mira lo universal ¿cómo puede entonces una reivindicación particular influenciar otros movimientos que son tan particulares como ella? Laclau respondería esta cuestión aludiendo al concepto lacaniano de points de capito. Es a través de una cadena que significantes menores se relacionan mutuamente a partir de un punto nodal: "…el cúmulo de significantes flotantes, de elementos protoideológicos, se estructura en un campo unificado mediante la intervención de un determinado punto nodal que los acolcha, detiene su deslizamiento y fija su significado." (56) Pero para nosotras esta respuesta no es satisfactoria. Lo político no puede ser definido solamente en virtud de sus efectos. Si para la definición de un concepto debemos siempre recurrir a la noción de límite que marca la exterioridad que lo niega, lo político pareciera en Laclau no tener límite. La definición de lo político como transformación de lo social desdibuja la universalidad de lo político. El resultado de esta operación es la dispersión sin un referente, la pluralidad de antagonismos que no logran constituirse en discurso.
- Ferrater Mora, J., Diccionario de filosofía, Ed. Sudamericana.
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*UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES, FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES, CARRERA DE CIENCIA POLÍTICA. Titular: Eduardo Grüner; ayudantes: Norberto Sessano y Andrés Jiménez .
- Habría que tener en cuenta que Schmitt dirige sus críticas también hacia ese movimiento, que lo califica como oportunista.
- Herf, J. El modernismo reaccionario, FCE , México, 1986, p. 48. Cabe aclarar que no todos los autores mencionados llegan a la misma conclusión.
- Schmitt, C. El concepto de lo político, Alianza Editorial, Madrid, 1987, p.49.
- Herf se refiere a esta experiencia a partir de la obra de Benjamin sobre Jünger.
- Schmitt refuta la afirmación de Clausewitz, ya que la guerra posee sus propias reglas y racionalidad estratégica que difiere de sobremanera de la concepción política presentada por el autor estudiado.
- Schmitt, El concepto de lo político, op. cit., p. 65.
- Este punto será luego analizado. Ver apartado IV del presente trabajo.
- Desde una línea argumentativa sustancialmente diferente Rosanvallon retoma el mismo concepto de ius belli para explicar su noción de patriotismo cívico. Ver Rosanvallon, P. La nueva cuestión social, Manantial, Bs. As. 1995.
- Uno de los puntos que consideramos más importantes de nuestro trabajo es poder diferenciar Estado y Estado de derecho. Si bien el Estado es el soberano esto merece algunas consideraciones que intentaremos realizar a lo largo del trabajo. Aunque vale aclarar que esta intercambialidad de conceptos es propia de la modernidad.
- Schmitt, C., Teología política, Editorial Struhart & Cía, Bs. As., 1990, p. 35.
- Ibídem, p. 36.
- Schmitt, C., El concepto de lo político, op. cit., p. 75.
- En palabras de Laclau: "A la totalidad estructurada resultante de la práctica articulatoria la llamaremos discurso" Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, Siglo XXI, Madrid, 1987, p. 119.
- Ferrater Mora, J. Diccionario de filosofía, Ed. Sudamericana, Bs. As., 1975, TI, p. 407.
- Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, op. cit., p. 47.
- Hobbes, T., Leviatan., FCE, Bs. As., 1992, p. 536.
- Schmitt, C., Teología política, op. cit., p. 57.
- Laclau, E., Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, Ediciones Nueva Visión, Bs. As., 1990, p. 47.
- Para Schmitt sólo hay dos legitimidades posibles: la monárquica o la democrática. La primera se caracteriza por un principio trascendente que combina, en una organización verticalista, el principio teísta con el principio dinástico. La segunda legitimidad impone en cambio una cierta homogeneidad que será tematizada en el apartado V del presente trabajo.
- Schuster, F. Ernesto Laclau, teórico de la contingencia y la política, en El ojo mocho. Bs. As. Otoño 1997, p. 19.
- Sería interesante pensar si esta "suerte" no corre de manera inversa. Esto es, si es la estructura la que corre la suerte del sujeto. Esto podría ser pensado en relación a la influencia del psicoanálisis en el pensamiento estructuralista.
- Schuster, F. Ernesto Laclau, teórico de la contingencia y la política, op. cit., p.19.
- Laclau, E., Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, op. cit., p. 47.
- Zizek, S. Más allá del análisis del discurso en ibidem, p.262.
- Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, op. cit., p. 145.
- Ver para una explicación más exhaustiva del término el apartado II de este trabajo.
- Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, op. cit., p. 152.
- Ibídem, p. 129.
- Schmitt, C., El concepto de lo político, op. cit., p. 60.
- Nozick, R. Anarquía, Estado y Utopía, FCE. Bs. As. 1991, p. 153.
- Revista Agora. El liberalismo y sus críticos. N° 1. Invierno 1994.
- Schmitt, C., El concepto de lo político, op. cit., p. 90.
- Ibídem, p. 100.
- Schmitt, C., Teología política, op. cit., p. 61.
- Transcripción de Schmitt de una cita original de Locke en Ibídem, p. 84.
- Es interesante rastrear en la obra de Carl Schmitt dos posibles lecturas. Una podría ser denominada como realismo político y otra por la cual el autor más que describir direcciona la interpretación de los fenómenos políticos.
- Laclau, E., Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo, p. 34.
- Herf, J., El modernismo reaccionario, op. cit., p. 253.
- Schmitt, C., El concepto de lo político, op. cit., p. 89.
- Gomez Ofanel, G., Excepción y normalidad en el pensamiento de Carl Schmitt, Centro de estudios constitucionales, Madrid, 1986, p. 38.
- En este sentido, Laclau indica la perniciosa consideración unificada del hombre que supone el concepto de ciudadanía y que lleva a sobredimensionar la importancia del espacio público como único lugar de emergencia de lo político.
- Schmitt, C. Sobre el parlamentarismo, Tecnos, Madrid, 1990, p. 13.
- Ibídem, p. 17.
- Laclau, E. y Mouffe, Ch., Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, op. cit., p. 199.
- Tocqueville, A., La democracia en América, FCE , México, 1992, p. 72. Hace falta aclarar que Schmitt no retoma todos los postulados de Tocqueville sino solamente el estudiado en el presente trabajo.
- La distinción entre los conceptos de soberanía y legitimidad será luego explicitada.
- Gomez Orfanel, G., Excepción y normalidad en el pensamiento de Carl Schmitt, op. cit., p. 268.
- Esta idea se contrapone con la concepción iusnaturalista y liberal-individualista que considera el mundo político como universo a través del concepto de humanidad.La imposibilidad de pensar el término de humanidad sería confirmada por Laclau, ya que toda definición de un concepto remite a la idea de límite, es decir, todo lo que se define debe ser contrastado con algo que es externo a esos límites. Al no existir un exterior al concepto de universo, éste se torna indefinible.
- Gomez Orfanel, G., Excepción y normalidad en el pensamiento de Carl Schmitt, op. cit., p. 42.
- Laclau retoma para estos fines el concepto de Lefort sobre la democracia como lugar vacío. Si bien la democracia ha desimbricado las esferas del saber, el poder y el derecho, ha instaurado también un lugar que legitima el debate sobre lo legítimo y lo ilegítimo. Este último punto es obviado por Laclau, lo que resulta paradójico dada su intención de radicalizar la democracia.
- Laclau, E., y Mouffe, Ch. Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, op. cit., p. 207.
- Laclau, E. Emancipación y diferencia, Ariel, Bs. As., 1996, p. 102.
- Laclau, E., y Mouffe, Ch. Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, op. cit., p. 171.
- Esta relación conflictiva ya existía en el Rousseau que trataba de compatibilizar voluntad general con voluntades particulares.
- Aquello que mejor evidencia el desacuerdo sobre el papel de la soberanía es la interpretación que cada uno de los autores hace del Leviatan de Hobbes. Ver Schmitt, C., La teoría del Estado en el Leviatan de Thomas Hobbes,Ed. Struhart & Cía, Bs.As., 1995; y Laclau, E., Nuevas reflexiones….,op. cit., y Laclau, E., Emancipación y diferencia, op. cit..
- Zizek, S., El sublime objeto de la ideología, Siglo XXI, Madrid, 1992, p. 125.
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María del Pilar Márquez // Natalia Torres