Los daños causados por la crisis ya abarcan "tres generaciones" (Parte I)
Enviado por Ricardo Lomoro
- Introducción: En el nombre del nieto
- Pensiones: un pasado sin futuro (anticipando el adiós)
- Avasallamiento social extremo: inseguridad, paro y pobreza
- Quiz show (el dilema): mentiras con importancia
- Jodidos por jodidos? ¿por qué no patear el tablero?
- La desigualdad y los niños (las víctimas inocentes de la pobreza)
- El regreso a la Edad Media: una (catastrófica) combinación de arrogancia e ignorancia (abuso de posición dominante, o la desmesura de los poderosos)
- Post Scriptum: (27/1/15) Parece más 1933 que 2015 (la era de los impostores)
Europa (en vías de subdesarrollo): entre Latinoamérica y el África ("blanca", por ahora)
La exclusión social ha pasado de ser riesgo a realidad en Europa (y en Estados Unidos)
Introducción: En el nombre del nieto
Este Paper lo comencé a "imaginar" durante las Navidades del 2014, aunque si lo permiten los hackers (y otros censores habituales) será publicado en diciembre del 2015.
En esas entrañales fiestas, me encontraba rodeado de mis cuatro nietos (entonces de 7, 4, 3 años y el último de 7 meses), que motivaron mi análisis, crítica y arrepentimiento.
En medio de la nebulosa (¿penitencial o piadosa?) que provocan mis 70 años, presentía una pregunta de alguno de ellos (o de todos a coro): abuelo ¿por qué nosotros tendremos un futuro peor que el de nuestros padres, que a su vez lo han tenido peor que tú?
Pregunta de difícil respuesta. Ninguna buena. Ninguna justa. Ninguna razonable.
En los países avanzados (y hasta en algunos de los países en vías de desarrollo, ahora "emergentes") estábamos generacionalmente "programados" para lo contrario. Y así, fuimos criados. Cada generación, casi con seguridad, sería mejor que la anterior (al menos educacionalmente), y tendría mayores oportunidades y provecho. Ley de vida.
Ese devenir "existencial": los hijos tendrán un futuro mejor que sus padres, se ha roto. Hoy los abuelos tienen que ayudar a sus hijos, que no pueden mantener a sus nietos. Una escalera social descendente. Una fórmula de involución permanente.
En los países ¿avanzados?, entre la globalización y la crisis, han enviado al subdesarrollo a tres generaciones (padres, hijos y "espíritus" santos). Y sin embargo la brecha (de la crisis) sigue creciendo.
Detrás de las frías estadísticas, las vidas se arruinan, los sueños se desvanecen y las familias se desintegran (o no se forman), a la par que el estancamiento -que llega a la depresión en muchos lugares- se arrastra año tras año.
Lo que la crisis nos legó: inseguridad, paro y pobreza (el itinerario siniestro).
Las consecuencias de una desigualdad salvaje: tres generaciones (y lo que queda por venir) avasalladas, atropelladas, conculcadas, descompensadas anonadadas.
Los efectos ¿colaterales? de la depresión: una miseria estructural, un avasallamiento social extremo, el exterminio del Contrato Social, la perpetuación de una tendencia devastadora.
Del total del daño que inflige la desigualdad en nuestras economías, sociedades y ámbitos políticos, el daño que causa a los niños debería ser el más preocupante.
Hace años que vengo reflexionando sobre nuestro gran problema como seres humanos y como sociedad en los países desarrollados. La incapacidad para pedir perdón. Y de ahí deriva automáticamente la hipocresía.
Siento deseos de pedir perdón a los hijos y a los nietos, en general, por no haber sido consciente de la tamaña injusticia e hipocresía que como sociedad estábamos acometiendo defendiendo un sistema económico que desprotegía precisamente a aquellos que no tenían capacidad de elegir. Pido perdón por no haber denunciado con la suficiente energía a los políticos a los que no les importara dejar enormes deudas pagaderas por aquellos que nunca tuvieron oportunidad de votarlos. Pido perdón porque hipócritamente, les he y les hemos fallado a nuestros jóvenes.
La esperanzadora conclusión que resulta, es que no podemos volver a decepcionarles Tenemos que reparar el daño causado, y dicha reparación se conseguirá cuando volvamos a orientar la economía social a su génesis. Proteger al más débil de verdad.
Palabra más, palabra menos, este era el "discurso" de apertura que tenía preparado para la Introducción (en el nombre del nieto), cuando, como tantas otras veces, se cruzó ante mí un testimonio que vale más que mil palabras, y que en una frase supera toda mi letra.
Cuando el papa Francisco realizó su viaje a Filipinas (18/1/15), una niña de la calle de doce años provocó, con sus lágrimas y preguntas, que Francisco, visiblemente conmovido, dejara de lado todo el discurso que tenía preparado.
En la misa celebrada en el parque Rizal de Manila se congregaron entre 6 y 7 millones de personas, a pesar de la lluvia incesante que cayó durante todo el día. Se puede considerar que la ceremonia ha sido el evento más numeroso de la historia de los viajes de los papas. Los devotos filipinos habrían batido de esta forma la asistencia a la misa ofrecida por el papa Juan Pablo II en Manila en 1995, a la que acudieron unos 5 millones de personas.
La última jornada de actos del viaje del papa a Manila, que comenzó el pasado 15 de enero, tras dos días pasados en Sri Lanka, empezó con un emocionante encuentro con los jóvenes en la Universidad de Santo Tomas. En este viaje papal lleno de improvisaciones, como las visitas a sorpresa del pontífice, y de imprevistos, como el rápido regreso desde Tacloban debido a la tormenta tropical que se iba a abatir sobre la zona, una niña también cambió el discurso del papa. Glyzelle Palomar, filipina, de 12 años, fue una niña de la calle y sus lágrimas y preguntas al papa Francisco hicieron que el pontífice dejara de lado el discurso que tenía preparado. "Hay muchos niños abandonados por sus propios padres, muchas víctimas de muchas cosas terribles como las drogas o las prostitución. ¿Por qué Dios permite estas cosas, aunque no es culpa de los niños? y ¿Por qué tan poca gente nos viene a ayudar?", preguntó la niña entre lágrimas.
El santo padre, visiblemente conmovido, respondió consolando y abrazando a Palomar. "Ella hoy ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta y no le alcanzaron las palabras y tuvo que decirlas con lágrimas", dijo el papa. Y después, instó a los cerca de 30.000 fieles que se reunieron en el campus a "no tener miedo a llorar". "Al mundo de hoy le falta llorar, lloran los marginados, lloran los que son dejados de lado, lloran los despreciados, pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar", agregó.
En la misa en Manila, el papa Francisco ha afirmado que "la pobreza y la corrupción han desfigurado el mundo", ha denunciado que el hombre ha destruido "la unidad y la belleza de la familia humana con estructuras sociales que perpetúan la pobreza, la falta de educación y la corrupción", y ha dicho que "tenemos que cuidar a nuestros jóvenes, no permitiendo que les roben la esperanza y queden condenados a vivir en la calle", según Europa Press.
Gracias Glyzelle, por poner a la sociedad ante el espejo público Gracias papa Francisco, por señalar los pecados de la democracia de mercado Gracias a ambos, por dar "testimonio de vida" a esta ("cristiana") Introducción: En el nombre del nieto.
"Los hechos no dejan de existir por el hecho de ser ignorados" (Aldous Huxley)
En el Ensayo: El adiós europeo al Estado del Bienestar: la "sociedad participativa", el "gasto social privado", la "gran sociedad", y demás experimentos de laboratorio (¿otra vez el triunfo de la ideología sobre la razón?), publicado en octubre de 2014, decía:
Recordando a Pablo Neruda podría decirles que: "puedo escribir los versos más tristes esta noche".
Si algo "envidiaba" de Europa, hace, tal vez, cuarenta años (cuando aún vivía en la lejana, remota, falaz y fugaz Argentina, era su "socialdemocracia", su "estado del bienestar", su justa y razonable "distribución de las riquezas", su "equilibrio social", su "igualdad de oportunidades", su "paz social"
Si algo me "inspiró a emigrar" a Europa (exilio voluntario), hace ya veinticinco años, fue ese modelo de socialdemocracia, comunitario, responsable, participativo, amplio, generoso, solidario, equilibrado, incluyente, redistributivo, ético, justo donde deseaba ver crecer a mis hijas y ver nacer a mis nietos, en un espacio de unión económica con un desarrollo armónico, previsible y sostenible
Creía haber visto el futuro, y que funcionaba. Estaba en el corazón de la vieja Europa.
Que equívoco más grande. Hoy (octubre 2013) el sueño europeo se ha transformado en una pesadilla (desastre económico) y el despertar, en un infierno (catástrofe social). El sufrimiento humano derivado de la crisis es tanto o mayor que en los Estados Unidos, donde nunca existió (ni se le espera) un estado del bienestar equivalente. Hoy al riesgo de colapso, podemos agregar un desastre impecable. Más que un proyecto acabado de Unión, podemos decir (con gran dolor), que estamos presenciando el final anunciado de un proyecto comunitario.
Todo eso ha quedado barrido por el tsunami de la mayor crisis económico-financiera vivida por EEUU, con réplica en Europa, desde los años 30. Ahora (seis años después del inicio de la depresión) estamos viviendo la post guerra de una guerra librada con armas financieras de destrucción masiva, disparadas desde frentes instalados en lujosos despachos de bancos, agencias bursátiles, fondos de inversión, fondos de cobertura, por audaces aventureros especulativos, que han utilizado el capital de los ahorristas desprevenidos e incautos, para abatirlos con su propio fuego.
La Real Academia define el término "recuperación" como la acción y efecto de recuperar o recuperarse. Obvio. Pero precisa en una segunda entrada que algo se recupera cuando vuelve a tomar o adquirir "lo que antes tenía". Sería absurdo pensar que la recuperación de la economía europea va a devolver a los países miembros a los niveles previos a la crisis.
En el mejor de los casos, Europa saneará su economía, ajustará sus grandes desequilibrios y volverá al crecimiento, incluso de una manera robusta. Hasta la devastada Europa de 1945 salió de la tragedia. Pero los países que salgan de esta crisis serán muy distintos. Muy parecido a lo que Ulrich Beck denominó -ya en 1986- la sociedad del riesgo. Y todavía el muro no había caído.
¿Y qué es la sociedad del riesgo? Pues aquella en la que lo relevante ya no es la distribución de la riqueza, sino la producción de bienes y servicios de forma suficiente para financiar un determinado nivel de vida. Algo que, en última instancia, dependerá de su capacidad de adaptación en una economía globalizada.
Lo que se ha roto son las certezas y el mundo previsible. El mundo de la seguridad, del que hablaba Stefan Zweig. Hasta hace bien poco, se pensaba que los avances técnicos -y su corolario en términos de productividad– serían suficientes para lograr el progreso social. Hoy ya no es así.
Mientras que en la sociedad industrial o de clases la cuestión social giraba en torno a cómo repartir la riqueza producida de forma colectiva (y la historia del siglo XX refleja hasta qué punto la lucha entre los diferentes agentes económicos fue encarnizada), en la nueva sociedad del riesgo se seguirá produciendo de una manera desigual, pero su volumen ya no estará garantizado. Y es aquí cuando surge lo que ha venido a definirse como los "nuevos pobres". O la nueva pobreza, como se prefiera. Un fenómeno en el que se ven envueltos nuevos colectivos que antes se consideraban protegidos contra las inclemencias económicas: profesionales, empleados públicos, pensionistas, parados de larga duración o estudiantes con dificultades para su inserción laboral.
Antes el trabajador era necesario para que algunos ganaran, ahora hay gente que gana sin necesidad de que nadie trabaje para ellos. El resultado de esta situación es una profunda desigualdad. Que no solo alcanza a los parados, sino también a una gran parte de los trabajadores asalariados.
"Aparentemente, cuando el banco de inversión estadounidense Lehman Brothers colapsó en 2008 y detonó la peor crisis financiera desde la Gran Depresión, se formó un amplio consenso sobre la causa de la crisis. Un sistema financiero inflado y disfuncional había asignado incorrectamente el capital y, en vez de gestionar el riesgo, lo creó. La desregulación financiera -junto con el dinero barato- contribuyó a una excesiva toma de riesgos.
Cinco años más tarde, mientras algunos se felicitan a sí mismos por evitar otra depresión, nadie en Europa o Estados Unidos puede afirmar que la prosperidad ha regresado. La Unión Europea recién está emergiendo de la recaída en la recesión (y, en algunos casos, de una doble recaída), mientras que algunos estados miembros están en depresión. En muchos países de la UE, el PBI se mantiene por debajo, o insignificantemente por encima, de los niveles previos a la recesión. Casi 27 millones de europeos están desempleados.
Algo similar ocurre en Estados Unidos: 22 millones de personas que desean un empleo a tiempo completo no logran encontrarlo. La tasa de actividad en la fuerza de trabajo estadounidense ha caído a niveles que no se veían desde que las mujeres comenzaron a ingresar al mercado laboral en forma masiva. El ingreso y la riqueza de la mayoría de los estadounidenses se encuentran por debajo de niveles que habían registrado mucho antes de la crisis. De hecho, el ingreso típico de un trabajador masculino a tiempo completo es menor que hace más de cuatro décadas
Otros problemas continúan sin ser tratados y algunos han empeorado. El mercado hipotecario estadounidense aún sigue conectado a un respirador: el gobierno ahora asegura más del 90% de las hipotecas y la administración del presidente Barack Obama ni siquiera ha propuesto un nuevo sistema que garantizaría préstamos responsables con términos competitivos. El sistema financiero se ha concentrado aún más, algo que exacerbó el problema de los bancos que no solo son demasiado grandes y están demasiado interconectados y correlacionados para caer, sino que también son demasiado grandes para ser gestionados y responsabilizados. A pesar de un escándalo tras otro, desde lavado de dinero y manipulación del mercado hasta discriminación racial en los créditos y ejecuciones ilegales de hipotecas, ningún funcionario de alto nivel ha sido responsabilizado; cuando se impusieron sanciones financieras, fueron mucho menores de lo necesario, no fuera a ser que las instituciones sistémicamente importantes pudieran verse en peligro.
Las agencias de calificación de crédito han sido declaradas responsables en dos juicios privados. Pero también en este caso lo que pagaron fue una fracción de las pérdidas que causaron sus acciones. Algo más importante aún, el problema subyacente -un sistema de incentivos perversos en el que reciben dinero de las empresas a las que califican- aún debe cambiar.
Los banqueros presumen de haber pagado totalmente los fondos de rescate del gobierno que recibieron cuando comenzó la crisis. Pero nunca parecen mencionar que cualquiera que hubiera recibido enormes créditos gubernamentales a tasas de interés cercanas a cero podría haber ganado miles de millones con el mero hecho de prestar nuevamente ese dinero al gobierno. Tampoco mencionan los costos impuestos al resto de la economía -una pérdida acumulada del producto en Europa y EEUU que supera largamente los $ 5 billones.
Mientras tanto, resultó que quienes sostuvieron que la política monetaria no sería suficiente estaban en lo cierto. Sí, todos fuimos keynesianas, pero por demasiado poco tiempo. El estímulo fiscal fue reemplazado por la austeridad, con efectos adversos predecibles -y predichos- sobre el desempeño de la economía.
Hay en Europa quienes están contentos porque la economía puede haber tocado fondo. Con el regreso del crecimiento del producto, la recesión -definida como dos trimestres consecutivos de contracción económica- oficialmente ha terminado. Pero, sin importar cómo se la mire en busca de resultados significativos, una economía en la cual los ingresos de la mayoría de la gente se encuentran por debajo de sus niveles previos a 2008, aún está en recesión. Y una economía en la cual el 25 % de los trabajadores (y el 50 % de los jóvenes) están desempleados -como ocurre en Grecia y España– continúa deprimida. La austeridad ha fracasado y no hay perspectivas de un pronto regreso al pleno empleo (no sorprende que las perspectivas para Estados Unidos, con su versión más limitada de la austeridad, sean mejores).
El sistema financiero puede ser más estable que hace cinco años, pero eso implica un bajo listón: en ese momento, se tambaleaba al borde del precipicio. Quienes se felicitan a sí mismos en el gobierno y el sector financiero por el regreso de los bancos a la rentabilidad y las tibias -aunque difíciles de conseguir- mejoras regulatorias, deben centrarse en lo que todavía resta por hacer. Solo un cuarto del vaso está, como mucho, lleno; para la mayor parte de la gente, las tres cuartas partes están vacías". Cinco años en el limbo (Joseph E. Stiglitz – Project Syndicate – 8/10/13)
En nombre de una austeridad unilateral (aplicada sobre los sectores más débiles de la sociedad), proclamada y no practicada por la casta política (amoral y corrupta), las grandes corporaciones (subvencionadas y protegidas por el estado), los bancos quebrados (rescatados con dinero público) y sectores ricos de la sociedad (que han salido beneficiados con la crisis), han "denunciado" el contrato social, con total frialdad, indiferencia, arrogancia, ignominia, imprudencia, insensibilidad y osadía.
El pago de la deuda soberana se ha garantizado con la expropiación de los fondos necesarios para atender la deuda social, bajo la bendición de los acreedores, previamente rescatados de la quiebra con dinero de los contribuyentes, que vuelven a ser expoliados (reiterativamente), para "salvar" la crisis de la deuda.
Para preservar el "cielo" de la deuda han condenado al "infierno" a los grupos más vulnerables de la sociedad. Se ha asegurado la "tranquilidad" de los mercados, con la "paz" de los cementerios (donde ha sido enterrado el Estado del Bienestar). Sin haber celebrado su funeral, siquiera. Eso es lo que sucede cuando se desprecia el pensamiento. Eso es hacer un pan como unas hostias.
Europa (y ya no digamos los EEUU) ha dejado de ser una "comunidad" autogobernada y responsable frente a los deseos de sus ciudadanos, para transformarse en un imperio incontrolable dominado por banqueros y corporaciones, y los políticos que les pertenecen. Los ciudadanos (contribuyentes) están siendo tratados como meros siervos de la gleba y los gobiernos se han convertido en simples sirvientes del poder económico.
La deuda excesiva de los gobiernos ha sido causada por el rescate de los bancos quebrados (pretendidamente sistémicos), y no por políticas de gasto público para sostener un sistema de bienestar social exagerado o demagógico. Y ahora se quiere resolver (garantizar) su pago (sin juzgar y condenar, al menos, a los culpables de la quiebra privada y pública, ni crear los mecanismos necesarios para evitar la repetición de la crisis), desarmando un estado de bienestar (justo y necesario) que ha costado más de medio siglo de luchas sociales y sacrificios a los trabajadores.
De la "socialización" (estatatización) de las perdidas privadas (bancos y otros especuladores financieros quebrados), pasamos a la "mutualización" de la amortización de la deuda pública (devenida del rescate) por la vía del "expolio" de los sistemas de pensiones, salud y educación pública.
A los líderes políticos que "padecemos" podría llamarles inmorales, deshonestos, corruptos, arrogantes, irresponsables, vanidosos, frívolos, sectarios pero vamos a dejarlo en "imprudentes" (porque son incapaces de intentar -al menos- salvar su propia supervivencia de casta). Están tratando a los ciudadanos como súbditos, y eso es muy grave, y puede tener consecuencias catastróficas imprevisibles (animosidad en aumento, conflictividad social y rebelión cívica). Sin descartar el paso previo (y merecido) de una rebelión fiscal en toda regla, que vaciaría las arcas del estado plutocrático, prebendario y venal. Fin del juego.
Por ahora, ya llevan cosechado el fruto más perverso de una democracia: la fractura social. Y me extraña que tenga que ser un "invitado" extranjero (con 25 años de residencia en Europa) quien les tenga que recordar los peligros de dividir a la sociedad. Se está jugando con la familia, con la seguridad, con el futuro, y eso es peligrosísimo, porque esos sentimientos son muy sensibles al radicalismo.
No hay otra salida para Europa que volver a establecer un consenso en torno al cumplimiento de los Derechos Humanos contenidos en el Preámbulo y los 30 artículos de la solemne Declaración de 1948 y demás documentos que los desarrollan. Esa opción exige hacer de los planteamientos económicos puros conceptos instrumentales sometidos al desarrollo de la gran opción descrita.
Ni que decir tiene que la lógica de los mercados supuestamente independientes debe dejar paso a la centralidad de la política como impulso y evaluación de los procesos puestos en marcha para el fin acordado. La democracia, entendida como convenio entre seres libres e iguales para seguir conviniendo sobre el estado de su contrato social, exige de por sí el control sobre la macroeconomía dejando en todo caso partes de la microeconomía al juego de la oferta y la demanda.
A los que no miran más allá del PIB, el déficit fiscal, la sostenibilidad de la deuda o la competitividad de las empresas, les propongo (humildemente) que sustituyan alguna (o tal vez, todas) de esas grandes magnitudes que son usadas para calibrar la eficacia económica por el Índice de Desarrollo Humano, aunque ello les implique un inmenso dolor y esfuerzo de parto que, sin duda, será mucho menor que el de la agonía del actual sistema que como decía Schumpeter se muere de éxito.
Cuando el pragmatismo se convierte en cinismo
De ser cierta la propuesta de la "sociedad participativa" (a la holandesa), o de la "big society" (al british style), o de la "reinvención del Estado del bienestar" (según el modelo sueco), para "acostumbrar" a la gente a no ver al Estado como una "maquinita de la felicidad", en un alarde de pragmatismo, tal vez, sería bueno empezar por limitar la "hipocresía" de esas propuestas o similares, dejando de cobrar tan altos impuestos y cargas sociales al contribuyente para financiar unos servicios menguantes y dejar "que cada santo aguante su vela" (empezando por la administración del estado y todos los que "maman" del presupuesto).
Fuera máscaras, basta de cinismo, y si vamos a imponer el "darwinismo social", que sea en toda regla, y se apliquen la misma receta los miembros de la casta política, sus patrocinadores y beneficiarios, dejando de disparar con pólvora del contribuyente. Podrían hacer suyo aquello de "La bien pagá": na te debo na te pido Aunque me sospecho que esas "economías" no llegarán al río
Mientras "la gente quiere cuidar por sí misma, organizar su vida y cuidar unos de otros" (sic – Koning Willem Alexander), el Fondo Monetario Internacional "cuida de los acreedores, y organiza el pago de la deuda" (un regreso a la Edad Media).
El contribuyente europeo (cautivo y desvalido) trabaja más de la mitad del año para mantener el "leviatán gubernamental", recibiendo poco o nada a cambio. Los políticos han duplicado el déficit público (en muchos casos) y aumentado la deuda pública en un 50% (en muchos casos), en los últimos dos o tres años (hipotecando a varias generaciones) para rescatar a los bancos quebrados, y no conformes con incrementar la presión fiscal hasta límites insoportables, disminuyen la prestación de los servicios públicos y sociales hasta niveles tercermundistas. No satisfechos con tamaño expolio fiscal e incumplimiento del contrato social, ahora viene el FMI y "propone" una exacción adicional del 10% del patrimonio de los agotados impositores. Lo dicho, un regreso a la Edad Media, en toda regla.
¿Un juicio exagerado?…
En definitiva el Fondo Monetario Internacional (FMI) no esconde una nueva vuelta de tuerca a los bolsillos de los contribuyentes europeos. El organismo que preside Christine Lagarde plantea, en su informe Fiscal Monitor de octubre, una eventual quita a la riqueza de las familias europeas para que la deuda pública de 15 estados europeos recupere sus niveles de 2007. En el citado informe, la institución económica llega a concretar una cifra: el 10% de los ahorros familiares.
Se define como capital levy o impuesto sobre el capital. Y sería un one-off. Es decir, la posible reducción se efectuaría de una sola vez. "Sería una medida excepcional para restaurar la sostenibilidad de la deuda pública", explica el FMI en su informe. Para justificar esta posible decisión, el FMI cita que es una medida defendida por destacados e históricos economistas como Pigou, Ricardo, Schumpeter o Keynes.
En el conjunto de países de la OCDE, la deuda pública media se situará el año próximo en un 113,1% sobre el PIB, cuando en 2007 el promedio apenas superaba el 74%. El mayor nivel de deuda pública bruta corresponderá a Japón, con una cifra del 233,1% sobre el PIB en 2014. Además de España, otros nueve países de la OCDE estarán por encima del 100%. Grecia registrará un 189,2%, figurando a continuación Portugal e Italia con niveles superiores al 140%. Irlanda (126,4%), Islandia (124,4%) y Francia (116,3%) también se situarán por encima del promedio de la OCDE. El Reino Unido alcanzará un 113%, mientras que los Estados Unidos llegarán al 110,4% y Bélgica al 104,5%. Austria, los Países Bajos y Alemania superarán el 85%, mientras que Finlandia rozará un 70%.
Entre los países de la OCDE que pertenecen a la Unión Europea destacan los niveles relativamente bajos de endeudamiento de Dinamarca (58,4%), Suecia (52,7%) y, sobre todo, Luxemburgo (32%). Estas tres naciones son la excepción en el conjunto de países de la OCDE, donde la deuda pública media se situará el año próximo en un 113,1% sobre el PIB, cuando en 2007 el promedio apenas superaba el 74%.
Estos "illuminatis" no solo nos "laminan" las prestaciones sociales hasta la extenuación, sino que nos "expropian" de un plumazo, un 10% adicional de nuestro menguado patrimonio. Me queda una sola duda: ¿para cuándo el "derecho de pernada"? (no sé si le apetecerá a Ms. Lagarde, pero estoy seguro que a Mr. Strauss Kahn le hubiera gustado "muchísimo". A verlas venir… entonces.
Lo auténticamente "insostenible" es el círculo vicioso entre estados y bancos
No se entiende el peso excesivo del sector financiero en el PIB. Nunca antes fue tan elevado. Las finanzas se han divorciado del comercio y la economía real, su razón de ser primigenia.
Es necesario volver a encarrilar el sistema financiero. Rediseñarlo introduciendo mecanismos que impidan tropelías como las que todavía seguimos padeciendo. Prohibiendo los instrumentos financieros absurdos que exacerban el riesgo a cambio de nada, cuya letra pequeña nadie entiende, empezando por aquellos que los adquieren y contratan.
Es necesario reducir abruptamente la concentración financiera promovida como consecuencia de la crisis financiera en vigor. Poniendo al mando de las entidades resultantes a gente decente y honrada. Reconvirtiendo el contubernio manipulado en que se ha convertido el sistema financiero mundial obligándolo a retornar a sus esencias mercantiles y comerciales.
La banca nació con el fin de servir como simple intermediario entre comprador y vendedor. Se dedicaba a facilitar las transacciones económicas. Apadrinaba de manera rápida, segura y fiable nuevas aventuras mercantiles otorgando crédito de manera sensata.
Desgraciadamente, las finanzas han dejado de ser un medio capaz de propulsar el bienestar y el comercio para convertirse en un fin en sí mismo. En un lastre y en una bomba de relojería recurrente generadora de burbujas diversas destinadas a explotar cada cierto tiempo una vez los gurús han vuelto a hacer caja con sus prédicas absurdas. Cambio conceptual que tomó carta de naturaleza desacerbada durante los años 80 del siglo pasado.
La economía financiera, el simple intermediario de antaño, se ha convertido en protagonista absoluto del presente económico, pervirtiendo el sistema y empobreciendo a la mayoría de la población.
El crédito sigue sin fluir hacia particulares y empresas, su razón de ser primigenia. Su único destino actual es financiar a reyes metafóricos y tiranos. La burbuja de deuda pública se incrementa, aquí o acullá, hasta que acabe por reventar. Los sistemas financieros, por el contrario, han dejado de funcionar con aquello para lo cual fueron creados. Se vuelve al trueque, se llamen "bitcoins" u otras iniciativas que están surgiendo fuera del sistema. Brutal paradoja.
En vez de analizar con profundidad los hechos y actuar con sensatez, desde que comenzó la crisis se han reforzado los mecanismos financieros que nos han llevado al desastre. La banca mundial se concentra cada vez en menos actores alejándola del objetivo tradicional: la mera intermediación que promueva el crédito, proporcionar facilidades a los empresarios y agilizar el comercio. El crédito ya apenas se otorga a particulares y empresas más que para especular. Su objetivo primigenio raramente se cumple ya.
El motor económico no podrá arrancar mientras no vuelva a haber un entramado financiero diverso y disperso con objetivos claros, con activos más reducidos respaldados con algo más que aire. Con entidades sanas y profesionales. El poder financiero debe dejar de seguir concentrado en manos de unos pocos desalmados.
"Las cenizas de Ángela"
Es un libro de memorias escrito por el autor irlandés estadounidense Frank McCourt. Fue publicado en 1996 y obtuvo el Premio Pulitzer.
La vida en Irlanda, y especialmente en Limerick, no era fácil en aquella época (años 30 y 40), y el libro la recoge con crudeza. La familia McCourt vive en una casucha minúscula en una callejuela sucia, con una sola bombilla y conviviendo con las pulgas y los chinches, y comparten una única letrina con sus demás vecinos. El padre, vago y alcohólico, apenas logra mantener ningún trabajo, y cuando lo hace es sólo para poder comprar más bebida. Así, la familia se ve obligada a vivir de la caridad, subsistiendo principalmente a base de té y pan
Cuando leo que los "illuminatis" europeos (y no digamos los "partys" americanos), sostienen que hay que pasar de la "solidaridad indirecta" (estado del bienestar) a la "solidaridad directa" (caridad privada), porque al estar todo cubierto ha subido el estándar de vida y la sensación de felicidad, generando a su vez individualismo, y erosionando en papel de los ciudadanos en la sociedad, mientras que la solidaridad directa, la del apoyo mutuo, tiene un fuerte componente emocional, no puedo dejar de pensar en la "emoción" que sentían Ángela y sus hijos cuando mendigaban caridad, dormían todos en la misma cama, o lamían el papel de diario en el que había sido envuelto el misericordioso alimento. Una "gozada", vamos
Enero 2015: Si no fuera por justicia, al menos por egoísmo (seguridad) los ricos y poderosos deberían reaccionar. Realmente ¿creen ustedes que vuestros hijos (por más dinero que hereden), estarán a salvo en los barrios privados, custodiados por ejércitos particulares y "jugando en el bosque mientras el lobo no está"? ¿A qué están apostando? ¿Cuánto tardarán los lobos en comerse a las Caperucitas "ricas y famosas"?
Por favor, piensen. Si no es por piedad (equidad, misericordia), al menos háganlo, por preservar vuestra especie (interés, codicia). El volcán social puede iniciar su erupción en cualquier momento. ¿Creen ustedes que estarán muy lejos de Pompeya o Herculano? No contribuyan con su desprecio, acción y arrogancia, a excitar más la ira de los justos.
Reitero la pregunta (anterior): ¿un juicio exagerado?…
Veamos lo que dice un premio Nobel de economía (Joseph E. Stiglitz), al respecto:
– La desigualdad y los niños estadounidenses (Project Syndicate – 11/12/14)
Nueva York.- Desde hace ya mucho tiempo se reconoce que los niños conforman un grupo especial. Ellos no eligen a sus padres, y mucho menos las condiciones generales en las que nacen. No tienen las mismas capacidades que los adultos para protegerse o cuidar de sí mismos. Es por ello que la Sociedad de Naciones aprobó la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño en 1924, y la razón por la que la comunidad internacional adoptó la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño y de la Niña en 1989.
Lamentablemente, Estados Unidos no está cumpliendo con sus obligaciones. De hecho, ni siquiera ha ratificado la Convención sobre los Derechos del Niño y de la Niña. EEUU, con su altamente valorada imagen de tierra de oportunidades, debería ser un ejemplo a seguir en cuanto al tratamiento justo e ilustrado de los niños. En cambio, emana la luz del fracaso – un fracaso que contribuye al aletargamiento global de los derechos del niño en el ámbito internacional.
Si bien puede que una infancia estadounidense promedio no sea la peor del mundo, la disparidad entre la riqueza del país y la condición en la que sus niños se encuentran no tiene parangón. Cerca de 14,5% de la población estadounidense en general es pobre, pero el 19,9% de los niños -es decir, aproximadamente unos 15 millones de niños- viven en condiciones de pobreza. Entre los países desarrollados, únicamente Rumania tiene una tasa de pobreza superior. La tasa de EEUU es dos tercios más alta que la del Reino Unido, y hasta cuatro veces la tasa de los países nórdicos. Para algunos grupos, la situación es mucho peor: más del 38% de los niños negros, y del 30% de los niños hispanos, son pobres.
Nada de esto ocurre porque los estadounidenses no se preocupan por sus hijos. Esto ocurre porque Estados Unidos durante las últimas décadas ha adoptado un programa de políticas que ha causado que su economía se torne en salvajemente desigual, dejando a los segmentos más vulnerables de la sociedad cada vez más y más atrás. La creciente concentración de la riqueza -y una reducción significativa de los impuestos sobre dicha riqueza- se tradujo en que se tiene menos dinero para gastar en inversiones destinadas al bien público, como por ejemplo en educación y protección para los niños.
Como resultado, la situación de los niños en Estados Unidos empeora. Su destino es un doloroso ejemplo de la forma como la desigualdad no solamente socava el crecimiento económico y la estabilidad -tal como al fin lo reconocen economistas y organizaciones, como ser el Fondo Monetario Internacional- sino que también viola nuestras más preciadas nociones sobre cómo debería ser una sociedad justa.
La desigualdad de ingresos se correlaciona con desigualdades en los ámbitos de salud, acceso a la educación, y exposición a riesgos ambientales; todas estas desigualdades agobian más a los niños en comparación con el resto de segmentos de la población. De hecho, se diagnostica con asma casi a uno de cada cinco niños estadounidenses pobres, esta es una tasa superior en un 60% a la de los niños que no son pobres. Los problemas de aprendizaje son casi dos veces más frecuentes entre los niños de las familias que ganan menos de $ 35,000 al año en comparación a lo que ocurre en los hogares que ganan más de $ 100,000. Y algunos en el Congreso de Estados Unidos quieren eliminar los cupones de alimentos -a pesar de que 23 millones de hogares estadounidenses dependen de ellos- amenazando así con llevar al hambre a los niños más pobres.
Dichas desigualdades en resultados están estrechamente ligadas a desigualdades en oportunidades. Inevitablemente, en los países en los que los niños tienen una alimentación inadecuada, un acceso insuficiente a los servicios de salud y educación, y una mayor exposición a los riesgos ambientales, los hijos de los pobres tendrán perspectivas de vida muy distintas que los hijos de quienes son ricos. Y, en parte debido a que las perspectivas de la vida de un niño estadounidense dependen más de los ingresos y educación de sus padres en comparación con lo que ocurre en otros países avanzados, EEUU tiene la menor igualdad de oportunidades entre todos los países avanzados. Por ejemplo, en las universidades estadounidenses de más alta categoría sólo aproximadamente un 9% de los estudiantes proviene de la población con ingresos que se ubican en la mitad inferior de la distribución de ingresos, mientras que el 74% provienen de la población con ingresos ubicados en el cuarto superior.
La mayoría de las sociedades reconocen la obligación moral de ayudar a garantizar que los jóvenes puedan alcanzar su potencial. Algunos países incluso imponen un mandato constitucional de la igualdad de oportunidades educativas.
Sin embargo, en Estados Unidos se gasta más en la educación de los estudiantes ricos que en la educación de los pobres. Como resultado, EEUU están perdiendo algunos de sus activos más valiosos, y algunos jóvenes -al verse desprovistos de habilidades- se dedican a actividades disfuncionales. Los Estados en EEUU, como por ejemplo California, gastan casi tanto en prisiones como en educación superior – y algunas veces gastan más.
Si no se toman medidas compensatorias -incluyendo educación preescolar que idealmente comience a una edad muy temprana- la desigualdad de oportunidades se traduce en resultados desiguales durante toda la vida en el momento que los niños llegan a la edad de cinco años. Esto debería incentivar a que se realicen acciones para implementar políticas.
En los hechos, si bien los efectos nocivos de la desigualdad son de amplio alcance, e imponen costos enormes a nuestras economías y sociedades, son también evitables en su gran mayoría. Los extremos de desigualdad observados en algunos países no son el resultado inexorable de las fuerzas económicas y de las leyes. Las políticas adecuadas -como ser redes de protección social más fuertes, aplicación de impuestos progresivos, y una mejor regulación (especialmente del sector financiero), para nombrar sólo unas pocas políticas- pueden revertir estas tendencias devastadoras.
Con el propósito de generar la voluntad política que tales reformas requieren, debemos confrontar la inercia y falta de acción de los formuladores de políticas mostrando los sombríos datos fácticos relativos a la desigualdad y sus efectos devastadores en nuestros niños. Podemos reducir las privaciones que se sufren durante la infancia y podemos aumentar la igualdad de oportunidades, con lo que sentaríamos las bases para un futuro más justo y próspero – un futuro que refleje los valores que nosotros mismos profesamos. Entonces, ¿por qué no lo hacemos?
Del total del daño que inflige la desigualdad en nuestras economías, sociedades y ámbitos políticos, el daño que causa a los niños debería ser el más preocupante. Cualquiera que sea la responsabilidad que pudiesen tener los adultos pobres por su destino en la vida -puede ser que no trabajaron lo suficientemente fuerte, no ahorraron lo necesario o no tomaron buenas decisiones- las circunstancias particulares de los niños recaen bajo su responsabilidad, sin que ellos tengan ningún tipo de opción al respecto. Los niños, más que cualquier otra persona, necesitan recibir la protección que les brindan sus derechos – y EEUU debería proveer al mundo con un brillante ejemplo de lo que esto significa.
(Joseph E. Stiglitz, a Nobel laureate in economics and University Professor at Columbia University, was Chairman of President Bill Clinton"s Council of Economic Advisers and served as Senior Vice President and Chief Economist of the World Bank )
En las próximas páginas abordaré el tema de las desigualdades y miserias del presente, desde la óptica de los pensionistas (abuelo), los trabajadores (padre) y la niñez (nieto).
Pensiones: un pasado sin futuro (anticipando el adiós)
En Agosto, de 2012, publiqué el Paper titulado: "Tiempos modernos" ("realidades cercanas" de un capitalismo sin control)
En el Apartado – Jubilándose como pordioseros (el "invierno" del miedo)
Decía:
Introducción a la "matemática actuarial" para pensionistas (los trucos de la memoria)
Sistema de reparto y de capitalización de las pensiones
Reparto
1. El individuo no cotiza para su propia pensión.
2. Las cotizaciones-prestaciones no están ligadas por un fondo de capital, ya que las pensiones actuales se financian con lo que se recauda de cotizaciones de los activos.
3. Permite pagar pensiones de jubilación desde el momento en que se crea el sistema.
4. Las cantidades aportadas por los activos determinan las pensiones actuales.
5. El sistema de reparto tiene una rentabilidad implícita derivada del crecimiento de la base de cotización: (crecimiento económico (productividad) y crecimiento demográfico (número de cotizantes).
6. El sistema de reparto protege a las pensiones frente a la inflación, ya que los salarios reales se mantienen constantes por lo que las contribuciones de los activos están indiciadas por la inflación.
7. En un sistema de reparto hay tres tipos de generaciones implicadas. La inicial (no contribuye y recibe pensión), la intermedia (contribuye y recibe pensión) y la terminal (contribuye y no recibe pensión).
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