- Introducción: la nueva coyuntura Internacional y sus desafíos
- Marco conceptual
- Determinación del grado de amenaza potencial que presenta la posesión de armas nucleares por parte de Corea del Norte
- Antecedentes Inmediatos
- Desarrollo de la crisis desde 2002/2003 hasta la actualidad
- Complejidad estratégica: actores y escenario regional
- Análisis de las principales opciones para la solución del conflicto: ventajas e inconvenientes
- Anexo. Mapa del Programa Nuclear de Corea del Norte
Introducción: la nueva coyuntura Internacional y sus desafíos
La caída del muro del Berlín y el desmembramiento de la URSS simbolizaron un drástico cambio en la estructura de poder internacional dando fin a la denominada Guerra Fría. No obstante, la conclusión de la misma no resultó ser la panacea para los males del globo. Durante el período inmediato al deshielo occidente, con Estados Unidos como estandarte, exacerbó el triunfalismo capitalista expresado por sectores de la intelectualidad como el fin de la historia e implantó un pensamiento único que no respetó diferencias en las disímiles características de los pueblos a la hora de imponerse.
Con el transcurrir del tiempo se pusieron de manifiesto las contradicciones de un mundo complejo azotado por una multiplicidad de nuevas problemáticas. Surgen a la par de la globalización nuevos actores internacionales como organismos multilaterales, nuevos Estados que emergen tras el proceso de descolonización y el desmembramiento del bloque soviético, corporaciones cuyos intereses y acciones penetran las fronteras interestatales, etc.
Diferentes fenómenos irrumpen con vehemencia en el escenario internacional, cabe destacar entre ellos la pobreza, la reivindicación de los desposeídos y oprimidos, el narcotráfico, la contaminación ambiental, las crisis financieras, el terrorismo y la proliferación nuclear. Todas estas temáticas no sólo se relacionan entre sí sino que su transnacionalización y el aumento de la interdependencia, hacen que afecten a la comunidad internacional en su conjunto. La creación del "Grupo de Alto Nivel sobre las amenazas, los desafíos y el cambio" en el marco de Naciones Unidas pone de manifiesto la toma de conciencia en relación al nuevo sistema internacional. De esta manera la Guerra Fría no sólo imprimió su huella en los conflictos de la actualidad sino que el fin de la misma suscitó nuevas amenazas y desafíos a la comunidad internacional.
Dentro de este escenario se inscribe la problemática nuclear norcoreana, como un indicador que en su seno encierra continuidades y rupturas ligadas a la Guerra Fría y a la post guerra.
La península coreana, ubicada entre China y Japón fue históricamente una presa codiciada por sus vecinos. Japón ocupó militarmente Corea en 1902 y en 1910 la anexó a su imperio.
Concluida la segunda guerra mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética fraccionaron la península coreana en dos zonas de ocupación dividiendo a la población en dos regimenes completamente opuestos e incompatibles. En el año ‘50 tuvo lugar una guerra con vista a una posible reunificación del territorio, pero los intereses de las potencias encontraron en el statu quo la mejor solución. Dividas en Norte y Sur, ambas Coreas, primaron diferentes caminos en pos de su supervivencia y desarrollo. Mientras que Corea del Sur contó con el apoyo económico de Estados Unidos que le permitió un rápido crecimiento, así como también de apoyo militar llevado a cabo a través de alianzas a lo largo del Pacífico con países como Japón (antigua rival). Corea del Norte logró sobrevivir a partir de la ayuda de la Unión Soviética y China, optando por desarrollar sus capacidades militares convencionales así como también no convencionales (llegando a poseer un pequeño arsenal nuclear).
Hacia finales de la Guerra Fría la no proliferación y el control de las armas de destrucción masiva apareció como leit motiv de los encuentros entre las superpotencias, temática que éstas impusieron en la agenda de la comunidad internacional a través de múltiples tratados. El TNP (Tratado de No Proliferación) constituye el punto neurálgico de todos los acuerdos internacionales relacionados con la utilización del potencial nuclear mientras que Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) es el principal organismo creado con la función de asegurar el desarme nuclear y la utilización pacífica de este tipo de energía.
Al concluir la Guerra Fría el enemigo tradicional y ubicuo se diluye, las amenazas toman formas múltiples y muchas de ellas se relacionan a fuerzas transnacionales –como el terrorismo internacional, narcotráfico, y crimen organizado- más que a conflictos interestatales propiamente dichos.
Las nuevas amenazas afectan principalmente a las personas, la población civil, sus valores e instituciones. Ello lleva al replanteo del rol de las fuerzas armadas, los servicios de inteligencia, las alianzas de seguridad colectiva y demás formas de cooperación para el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales.
Para Corea del Norte la culminación de la Guerra Fría significó el fin de la ayuda económica y bélica proveniente de la Unión Soviética y China, lo que provocó un fuerte estrangulamiento económico para aquel país. A partir de la desintegración de la URSS y el proceso de reformas en los países del Este, Corea del Norte sintió agudamente la pérdida de interlocutores, particularmente desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre los países del ex COMECOM y Corea del Sur. Ya que Pyongyang no puede recibir ayuda ni del Banco Mundial ni del Banco Asiático de Desarrollo en pos de obtener recursos recurrió a la venta de armamento convencional y no convencional a Oriente Medio y otras regiones del mundo.
La percepción sobre el avance de los peligros de la proliferación de armamento nuclear y materiales nucleares a través de los cuales se pueden generar atentados catastróficos ha obligado a plantear una profunda revisión de la estrategia respecto de los Estados que puedan facilitar tales armas.
A partir de la óptica norteamericana la seguridad internacional se ve amenazada por la combinación entre radicalismo y tecnología, vulnerabilidad que aumenta por la conjunción entre "Estados canallas" con redes terroristas. "Los Estados calificados como enemigos, distan de tener una identidad significativa en cuanto capacidades militares, económicas y demográficas. Su importancia como amenaza pasa a ser su control de armas de destrucción masiva y su eventual interacción con el terrorismo internacional."
Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 hasta el momento la estrategia de seguridad norteamericana parece detentar poca flexibilidad dado que: se han adoptado posiciones rígidas, se han soslayado y evitado negociaciones, y se ha optado por la guerra preventiva contra el terrorismo y los Estados que alberguen terroristas buscando también la disuasión de aquellos con capacidad convencional y no convencional sospechados de entregar suministros a estas redes.
La reactivación, por parte de Corea del Norte, de su programa nuclear –enriquecimiento de uranio y reactivación del procesamiento de plutonio- y la declaración en abril de 2003 de que posee armas nucleares desencadenó una crisis cada vez más aguda entre este país y los Estados Unidos y subsecuentemente de otras potencias con intereses en el Sudeste de Asia.
La posibilidad de que Corea del Norte se transforme en un Estado con armas nucleares que pueda brindar soporte logístico y estratégico para grupos terroristas podría – y ya tiene – profundos efectos en el sistema internacional. Esto se debe a que las acciones y amenazas a futuro ponen en peligro la integridad del régimen internacional de no proliferación, y aumenta la preocupación en los cinco países más implicados en la seguridad de la península coreana: Estados Unidos, Corea del Sur, China, Japón y Rusia. Si se confirmase las afirmaciones de Kim-Chong-il, dirigente de Corea del Norte, respecto de la posesión de armas nucleares esto generaría un entorno muy difícil al poner en peligro la paz y la estabilidad en Asia Oriental, que puede derivar en una nueva carrera de armamentos y tal vez lanzar a la nuclearización a Japón, Corea del Sur y Taiwán.
Aunque un análisis atento muestra que el peligro o amenaza nuclear directa de Corea del Norte es escasa, dado, como veremos, su poca capacidad misilística, su amenaza indirecta es considerable dada la posible exportación de material nuclear o eventual nuclearización de otros países o grupos terroristas.
Esta amenaza indirecta y el historial como de proliferador de este país hace que se lo perciba como una fuente de amenaza más allá de su potencial real en términos cuantitativos.
Los medios para solucionar la crisis han sido objeto de polémica entre las distintas potencias y demás países involucrados, dados los distintos intereses en juego. Algunos países se inclinan por las negociaciones directas entre Washington y Pyongyang (cuyas condiciones, formato y contenido son también asuntos controvertidos). Otros incluso defienden (o no descartan) una opción militar, de tipo táctico (ataque quirúrgico contra las instalaciones nucleares) y hasta estratégico (invasión o ataque masivo). Mientras aparece también una tercera vía, intermedia, que es la de aceptar la nuclearización como un hecho consumado y propiciar el aislamiento y el estrangulamiento del régimen norcoreano mediante sanciones hasta su eventual colapso.
En el siguiente trabajo analizaremos la cuestión nuclear con Corea del Norte y el peso que ha adquirido su amenaza indirecta en el contexto post Guerra Fría y particularmente post 11 de septiembre.
En un primer apartado definiremos un marco conceptual de análisis; en un segundo apartado ponderaremos el nivel de amenaza nuclear que significa la posesión de armas por parte de Corea del Norte; en el tercer y cuarto apartado haremos un relato de los antecedentes y del desarrollo de la crisis; en el quinto apartado analizaremos la complejidad estratégica, es decir el escenario regional y el juego de intereses y percepciones entre los actores involucrados en la crisis; en el sexto apartado presentaremos las opciones para solución del conflicto y finalmente las conclusiones.
Para comenzar se hace necesario recurrir a herramientas conceptuales que nos ayuden a comprender el escenario internacional que sirve de contexto a la crisis que analizamos.
El sistema internacional contemporáneo post Guerra Fría es bastante más complejo como para ser definido únicamente como unipolar, bipolar o multipolar. Huntington, por ejemplo caracteriza al sistema internacional actual como un híbrido "uni-multipolar", en donde hay un superpoder y varios poderes mayores, y para establecer las pautas del sistema internacional se requiere de la acción del superpoder en combinación con los Estados mayores. En un segundo nivel actúan poderes regionales mayores como Rusia en Eurasia, Japón y China en el Este Asiático, etc.
De acuerdo a la conceptualización que hace Joseph Nye estamos en presencia de un sistema internacional con tres tableros o niveles de poder. El militar donde hay una potencia predominante, momento unipolar (tablero superior), está encarnada por Estados Unidos. El económico (tablero intermedio) donde la característica es la tripolaridad, con tres mercados y/o actores importantes, Estados Unidos, Europa y Japón. Y el tablero donde no hay control real del Estado, "botton chessboard", una zona difusa donde actúan e interactúan nuevos y viejos actores internacionales a través de las fronteras.
Nye suma a este tablero no sólo la sociedad civil internacional, sino también las redes terroristas, mafias, flujos de capitales, paraísos fiscales, venta de armas y tráficos de drogas. Siguiendo con la lectura de Nye, debemos sostener que estos tres escenarios de poder del sistema internacional están interrelacionados verticalmente por lo cual, es en vano actuar en sólo uno de los planos de poder. Como los tableros tienden a influenciarse, si una potencia desea actuar en el tercer plano deberá necesitar de la ayuda activa de todos los países para poder intervenir en él y sin éxito asegurado.
Los temas de seguridad, como el nuclear, se están desplazando al tercer plano o tablero donde están haciendo colusión "Estados villanos" -con armas nucleares o el potencial de poseerlas a futuro- y grupos terroristas. Esto plantea problemas graves y de compleja solución dada las características del sistema internacional.
Esta complejidad deriva de que para estos actores –Estados villanos o grupos terroristas la disuasión nuclear no parece ser una herramienta eficaz para contenerlos. Durante la Guerra Fría el arma nuclear tenía como principal función la de disuadir al contrario sobre la inconveniencia de desarrollar un primer ataque nuclear, ya que la respuesta podría conllevar a su destrucción, con lo cual el enfrentamiento entre ambos se convertiría en absurdo.
Además la disuasión nuclear estaba dirigida contra Estados cuyos gobiernos eran conscientes de la necesidad de proteger a su población y territorio, y se esforzaban por actuar de la manera más racional posible para evitar una destrucción mutua asegurada. Así, sobre un frágil equilibrio del terror se evitaba el enfrentamiento directo entre las superpotencias. Ahora bien, con el final de la Guerra Fría y la disminución progresiva de las tensiones entre Estados Unidos y sus antiguos enemigos, ahora aliados en diversos ámbitos, se han reducido considerablemente los peligros nucleares procedentes de grandes Estados como la Federación Rusa o República Popular China, pero han aumentado los peligros procedentes de "Estados villanos" o de grupos terroristas internacionales. Para estos últimos la disuasión nuclear como la entendíamos no sirve porque el arsenal nuclear estadounidense fue fundamentalmente diseñado para dar respuesta a otros Estados con capacidades nucleares importantes, no para disuadir a Estados que se encuentran en el umbral nuclear o a grupos terroristas que pueden estar en posesión de bombas sucias.
Esta dificultad en la no eficacia de la disuasión nuclear puede comprenderse por la aparición de amenazas no tradicionales o lo que se ha denominado amenaza asimétrica. Es decir una amenaza que: no proviene de un ejército claramente identificable; con motivación variada (esto es que puede obedecer a rivalidades tribales, a revanchismos étnicos o a simples actividades criminales); cuya ejecución proviene de entidades no estatales; a la explotación de factores como la sorpresa, la "invisibilidad", la capacidad de operar a distancia con pocos recursos y causar un gran daño, etc.
La sorpresa, invisibilidad, organización flexible, la movilidad son ahora sopesados como capacidades que grupos terroristas internacionales pueden aprovechar e incluso ser letales si llegan a poseer armamento nuclear para realizar atentados terroristas catastróficos.
Esto ha llevado a las grandes potencias, en especial los Estados Unidos, a la necesidad de obturar posibles vías de suministro. Esta estrategia apunta directamente a los Estados que son percibidos, no tanto por sus recursos materiales, sino por su identidad e historial como potenciales proliferadores. Aquí juega un rol importante la percepción de amenaza por parte de otros estados. En el análisis de la percepción nos parece útil hacer referencia al concepto que S. Walt denomina "balance de amenaza". Este tipo de balance difiere… del "balance de poder" -o de capacidades físicas concretas – en que los actores en el sistema internacional no necesariamente focalizan toda su atención en las capacidades materiales de un Estado competidor o agresivo sino que se ven sometidos a la influencia de sus percepciones sobre las intenciones, naturaleza e historia del actor en cuestión sumado a factores subjetivos que pueden llegar a pesar más que las capacidades a la hora de identificar a rivales o enemigos."
Como explica también la visión constructivista de las relaciones internacionales expresada en análisis como los de Wendt, las interacciones y prácticas de los actores generan estructuras sociales que derivan en relaciones de conflicto o cooperación. Los recursos materiales de los Estados adquieren significado dependiendo de la estructura de conocimiento compartido que subyace a ello. Así, en el caso de Corea del Norte lo que plantea un desafío no son las capacidades materiales en términos geoestratégicos (recursos económicos, población, poderío bélico, etc.) sino las percepciones acerca de las intenciones y el historial de este país en apoyo a grupos terroristas y a la proliferación armamentística (específicamente misiles).
En los términos constructivistas de Alexander Wendt, la relación de Estados Unidos con los Estados pertenecientes al "Eje del Mal" (dentro de los cuales se encuentra Corea del Norte) "no será una relación kantiana de amigos o lockeana de rivales sino que será una relación hobbesiana de enemigos o, aún más aguda, de "hostilidad absoluta" (o sea el no reconocer en el "otro" ningún tipo de legitimidad o capacidad de conciliación)."
Para Fabián Carlos Calles ello deriva en al menos cuatro hechos fundamentales. El primero y más evidente es que Estados Unidos actuará como un estado revisionista bajo el principio "eliminar o ser eliminado". En esta lógica, la diferencia entre seguridad ofensiva y defensiva se diluye ya que, como expresa la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN), "la mejor defensa es el ataque": si lo que se busca es más seguridad los estados pueden anexar territorios o invadir otros estados bajo pretextos defensivos como sucede con Irak. Segundo, la toma de decisiones no tendrá muy en cuenta las perspectivas futuras posibles sino que se orientará siempre al "peor escenario".
Bajo este esquema, poco importa la jugada del otro actor en dirección cooperativa. Tercero, las capacidades materiales relativas serán de suma importancia. Como afirma A. Wendt, la enemistad le otorga a las capacidades un significado particular, el cual no se deriva ni de sus propiedades intrínsecas ni de la anarquía como tal, sino de la estructura del rol, en este caso de enemigos. Hoy, el enemigo puede provocar daños mayúsculos por medio de estrategias "asimétricas" (terrorismo, disrupciones económicas, etc.).
Pero en este nuevo esquema internacional el "único superpoder" no puede actuar inconsultamente en todos los escenarios particularmente en aquellas regiones rodeadas de potencias que aún detentan relevante poder. En el escenario en juego participan los intereses e interrelaciones de otros actores, a saber: China, Rusia, Japón y Corea del Sur. Las experiencias históricas de cada uno de estos países derivará en estructuras de conocimiento compartido diferentes a las que se producen en la lógica conflictiva entre Corea del Norte y Estados Unidos.
A su vez, los intereses y prioridades de estos actores son ordenados de manera distinta a las pautas de Estados Unidos ya que se desprenden de realidades y necesidades heterogéneas. No es igual el riesgo que toman Corea del Sur y Japón en caso de realizarse un ataque preventivo contra el régimen de Pyongyang dada su proximidad geográfica. Es también diferente el riesgo que corren China y Rusia, ambos en la difícil tarea de transformar sus economías y también sus sociedades para adaptarse al mercado, ante una posible desestabilización en sus proximidades. Es por esta razón que las percepciones e intereses de los actores se entrecruzan, convergen y divergen, aunque en definitiva generalmente priman unas sobre otras.
Sumado a las interpretaciones anteriores cualquier análisis sobre un conflicto internacional y sobre las posibles estrategias de solución debe tener en cuenta los límites y contexto de la acción en un ambiente complejo como es el escenario internacional.
Como señala E. Morin "el dominio de la acción es muy aleatorio, muy incierto. Nos impone una conciencia muy aguda de los elementos aleatorios, las derivas, las bifurcaciones, y nos impone la reflexión sobre la complejidad misma. Aquí interviene la noción de ecología de la acción. En el momento en que un individuo emprende una acción, cualesquiera que fuere, ésta comienza a escapar a sus intenciones. Esa acción entra en un universo de interacciones y es finalmente el ambiente el que toma posesión, en un sentido que puede volverse contrario a las intención inicial." En este sentido es indispensable tomar conciencia de la complejidad a la hora de encarar y resolver problemáticas internacionales tan delicadas, ya que una presión que tenga como intención disuadir ciertas acciones de la contraparte puede terminar en una provocación de la agresión no deseada y más difícil de controlar siendo ello contrario a la intención inicial.
Esta complejidad de la acción se hace evidente en el actual sistema internacional donde el poder se está volviendo más multidimensional, las estructuras más complejas y los Estados más permeables. En el análisis de nuestro caso nos resulta interesante utilizar la conceptualización de poder que hace J. Nye. Para este autor hay dos tipos de poder que colaboran complementariamente a este hecho: el poder duro y el poder blando. El poder duro es el tradicional poder militar y económico, el que funciona por la coacción, el que consigue que el adversario haga lo que la potencia que lo ostenta quiere o, que por lo menos logra que no haga lo que quiere hacer y que es molesto para ella. En la política del palo y la zanahoria, es indudablemente el palo. Pero también es, en parte, la zanahoria. Si el palo es la amenaza o la disuasión, la zanahoria es el regalo: las inversiones, los créditos o tratados comerciales en condiciones preferentes, etc. El poder blando, según Nye, corresponde a lo que tradicionalmente se ha llamado "autoridad moral". Un Estado tiene poder blando en el momento en que es una referencia política o cultural. Un Estado que disfruta de poder blando se constituye en referente para otros, tiende a ser imitado y seguido, consigue sin violencia que otros estados hagan lo que él quiere. El mismo emana de, por lo menos, tres fuentes: (i) la cultura e identidad, esto es valores y prácticas; (ii) los principios políticos en vigor y (iii) la política exterior, cuando ella se apoya en la legitimidad, en una actitud generosa y en la propia autoridad moral. Por esta razón es necesario para aquellos Estados que no sólo quieren detentar poder sino establecer una hegemonía real lograr legitimar sus acciones a través de la construcción de un sistema de valores que lleguen a ser compartidos por el resto de la comunidad internacional.
En un sistema internacional cada vez más trasnacionalizado, la difusión y fragmentación del poder plantea graves problemas de coordinación para enfrentar las amenazas asimétricas. Y esta coordinación dependerá de la capacidad y disponibilidad de los Estados para hacer un uso ponderado de poder duro y blando. Este último nos lleva a analizar el concepto de hegemonía donde el poder adquiere una forma consensuada donde se llega a una unidad entre las fuerzas materiales objetivas y las ideas ético-políticas (donde las categorías de pensamiento y sistema de valores se aceptan como criterios de determinación de valores y verdad).
Esta categoría es necesaria para comprender que las respuestas unilaterales frente a las amenazas son una demostración de la carencia de hegemonía por parte de Estados Unidos a pesar de ser el mayor poder militar.
Otro concepto que se utilizará en el análisis es el de "interdependencia", el mismo es formulado por Keohane y Nye en su libro "Poder e Interdependencia". Implica dependencia mutua, se refiere a situaciones caracterizadas por efectos recíprocos entre países o actores en diferentes países. Hoy los desafíos en materia de seguridad tienden a superar la capacidad individual de los Estados y la seguridad de cada Estado depende menos de las capacidades militares individuales. Por ello los es necesario que los Estados asuman formas asociativas y cooperativas en materia de seguridad.
Finalmente, es menester definir qué se entenderá por conflicto a una divergencia de intereses por parte de los actores, donde necesariamente las políticas de uno perjudica las del otro y viceversa. Por otra parte, se entiende por cooperación (como la define Keohane en su libro "Después de la Hegemonía") a la actitud de los actores de adaptar sus conductas a las preferencias presentes de otros por medio de una coordinación de políticas.
En último lugar se entiende por crisis a aquella situación que cumple con los requisitos de: afectar altos intereses de la nación; implica un factor sorpresa para los decidores; y hay poco tiempo para abordarla. Estas definiciones se hacen necesarias dado que consideramos que nuestro estudio de caso representa un conflicto permanente que involucra los intereses de diversos actores, que contiene a su vez puntos críticos de tensión, y que únicamente se resolverá a partir de la cooperación entre los principales actores involucrados.
- Marco conceptual
La primera pregunta que se suscita en el análisis es por qué Estados Unidos y las potencias regionales del Sudeste Asiático perciben como amenazadoras las acciones de Corea del Norte. Como se anticipó anteriormente esta percepción se basa no tanto en una amenaza directa y contundente de poder militar convencional –balance de poder– sino que es el resultado de un balance de amenaza, es decir las percepciones sobre las intenciones, naturaleza e historia de proliferación nuclear del actor en cuestión.
El régimen de la República Popular de Corea comenzó a manifestar interés de desarrollar un programa nuclear propio a mediados de los ´50, concluida la guerra en la península. Las investigaciones para llevar a cabo tal programa prosiguieron incesantemente.
En la década de los 80 en la zona de Yongbyun comenzó la construcción de un centro de investigación nuclear a gran escala. No obstante de los avances de Corea del Norte en el plano nuclear, en el año ´85 –bajo presión de la URSS- firma el Tratado de No Proliferación. Con la debacle de la URSS y sus satélites Corea del Norte no sólo perdió interlocutores políticos sino también fuentes importantes de financiamiento económico. Pyongyang enfrentó y aún enfrenta una deplorable situación económica. Conforme a informes de "Naciones Unidas el país no dispone de medios suficientes para sobrevivir y sus carencias de energía son alarmantes, lo que supuestamente es la motivación principal para reactivar su programa nuclear".
A pesar de su catastrófica situación económica Corea del Norte tiene un potencial militar fuertemente desarrollado. Ello lo convirtió en un importante exportador de armas a Medio Oriente y al Tercer Mundo, algunas de los cuales son nucleares. Para Estados Unidos este historial como proliferador aumentó la percepción de amenaza potencial. Pero la mirada de Estados Unidos no sólo se liga al historial de proliferación sino también a la naturaleza del régimen. El régimen de economía planificado de Pyongyang perteneció a la órbita soviética en el período de la Guerra Fría. Con la caída de la URSS, Estados Unidos y Corea del Norte no construyeron una estructura de identidades e intereses cooperativa sino que primó la desconfianza y la lógica hobbesiana propia de la guerra. Sumado a ello, la retórica de los líderes de ambos países –Bush y Kim Chong-il- retroalimenta las percepciones negativas.
Respecto de la amenaza directa que suponen los programas nucleares de Corea del Norte, la misma no parece ser seria pues "resulta improbable que los programas de desarrollo de misiles balísticos (cuyas pruebas estuvieron paralizadas entre 1999 y principios de 2003) hayan dado lugar a vehículos operativos y precisos".
El misil operativo de mayor alcance No Dong, (con un carga máxima de 700-1.000 kilos y un alcance de 1.000-1.300 kilómetros) ha sido probado sólo una vez (y en 1993). La prueba del Taepo Dong 1 (carga de 1.000 kilos y alcance de 1.500-2.000 kilómetros) que hizo en agosto de 1998 consistió en un lanzamiento de tres fases (Scud, No Dong), que aparentemente fracasó en su tercera fase, pese a sobrevolar territorio japonés y estrellarse en el Pacífico. El Taepo Dong 2 (3.500-5.000 kilómetros y 1.000 kilos), que podría reconvertirse, reduciendo la carga a unos cientos de kilos, en un misil intercontinental (10.000-15.000 kilómetros), no ha sido probado y, por tanto, es muy poco fiable. Además, los misiles norcoreanos no parecen ser un arma sino un instrumento defensivo de disuasión. Para el régimen de Pyongyang el armamento nuclear es la única carta de negociación para conseguir concesiones de otros países como también la única forma para evitar la invasión directa por parte de Estados Unidos.
En cuanto a las armas nucleares, si bien Pyongyang reconoció el 23 de abril de 2003 poseer dispositivos nucleares –bombas- y, pese a que las estimaciones de los servicios de información estadounidenses sitúan su número en al menos dos (y cinco más potenciales, como mínimo, una vez comenzado el reprocesamiento de las barras de combustible, en un plazo inferior a un año), lo cierto es que subsiste mucha incertidumbre al respecto.
Por el contrario, el peligro indirecto parece bastante más importante. Es aquí donde el balance de amenaza se hace más contundente. "No cabe descartar la eventual exportación de armas nucleares y la venta de sus componentes o su tecnología de fabricación a otros Estados.
Tampoco sería del todo inconcebible que Pyongyang hiciese llegar armas nucleares, sus componentes o su know-how a grupos terroristas. Existe el riesgo de que un dispositivo nuclear pueda ser trasladado fuera del país sin ser detectado." "Tras conseguir cinco o seis bombas más a partir de las barras de combustible en Yongbyon, Corea del Norte podría llegar a la conclusión de que dispone de suficientes como para vender algunas a otros Estados Canallas o, mucho peor, a grupos terroristas. Es completamente imposible que se pueda evitar de manera efectiva que se exporten desde Yongbyon unos pocos bultos del tamaño de una pelota de béisbol.
Una pequeña cantidad de Plutonio 239 apto para bombas nucleares, que no sólo tiene un tamaño reducido sino además es poco radioactivo y no emite una señal que pueda ser detectada si se sacase de Corea del Norte hacia un destino en el que grupos terroristas puedan recibirla".
Ese riesgo indirecto obedece al largo historial de proliferación –historial que también fortalece la percepción de este balance de amenaza- de misiles que tiene Pyongyang. La exportación de misiles y de su tecnología ha sido práctica común en los últimos años. Según un informe de la Carnegie Endowment for Internacional Peace (CEIP) , Corea del Norte es el principal exportador de misiles balísticos al mundo en desarrollo y sus exportaciones han continuado a pesar de su moratoria de pruebas. Entre los Estados que han recibido misiles de Corea de Norte figuran Irán, Libia, Pakistán y Siria. Entre otros, Egipto podría haber recibido también algunos sistemas procedentes de Pyongyang. Es importante señalar que se cree que Irán ha recibido ayuda de Corea del Norte para crear su propia capacidad de producción de misiles y que podría intentar entrar en el mercado de exportación de misiles. Se estima que las capacidades en misiles de Irán y Pakistán son muy dependientes de la tecnología y de los equipos norcoreanos. Además, la nuclearización de Corea del Norte no sólo fortalece mucho la capacidad militar de un régimen impredecible (a la vista de otros actores) y, por tanto, peligroso, sino que podría fomentar en la región una carrera de armamentos aún mayor que la actual e incluso, como se manifestó anteriormente propiciar la proliferación nuclear en Corea del Sur, Japón y Taiwán.
Además es menester destacar que la gran emigración de norcoreanos hacia países vecinos particularmente Corea del Sur y Japón facilita el tráfico de materiales nucleares a estos países en los cuales podrán actuar grupos de terroristas.
De acuerdo con Peter Lupsha "actualmente la mayoría de los grupos de crimen organizado transnacional, con células insertadas dentro de naciones-estados… en términos de unión y solidaridad, estas redes de afiliación están enraizadas en familias, clan, etnias, dialecto, cohorte y variables culturales nacionales empíricamente comprensibles y reconocibles".
Conforme lo manifiesta Vicente Garrido, un experto en desarme "tras los atentados en Estados Unidos del 11 de septiembre, la Organización Internacional de la Energía Atómica alertó sobre tres posibles amenazas: un ataque directo contra instalaciones nucleares; robo de material fisionable para fabricar bombas, y la elaboración y detonación de un artefacto de este tipo por parte de terroristas".
Como se puede observar es un conflicto sumamente complejo puesto que implica una concepción clásica de la seguridad si se lo vislumbra desde el punto de vista de la amenaza directa vis à vis otros Estados. Mientras que si se aborda desde el peligro potencial indirecto que reporta entra en el plano de las nuevas amenazas que azotan a los Estados y sus sociedades civiles.
- Determinación del grado de amenaza potencial que presenta la posesión de armas nucleares por parte de Corea del Norte
Corea del Norte aparece como un actor estratégico dentro de una inestable región, como es el Sudeste Asiático, que desafía no sólo a Estados Unidos sino también a organismos internacionales de control o regulación en materia de política nuclear. El régimen reactivó instalaciones clausuradas en el pasado, haciendo hoy alarde de poseer armas de destrucción masiva en febrero del 2005 y el abandono de las negociaciones de forma indefinida.
La crisis nuclear que tuvo lugar en octubre de 2003 fue la segunda y más contundente en menos de un decenio. La primera crisis se produjo en 1993-1994 cuando, ante las sospechas internacionales de que disponía de más plutonio que el declarado, Pyongyang rechazó unas inspecciones propuestas por el OIEA, con el que había firmado un acuerdo de garantías en 1992, y amenazó con abandonar el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) al que se había adherido en 1985, y con continuar con su programa nuclear de reprocesamiento de plutonio. Aquella primera crisis fue resuelta con la firma del acuerdo-marco de 1994 con Estados Unidos.
En virtud de ese acuerdo, Corea del Norte se comprometió a abandonar ese programa nuclear a cambio del levantamiento progresivo de las sanciones económicas estadounidenses así como de la construcción de dos reactores nucleares de agua ligera ("resistentes" a la proliferación) para generar electricidad y de la recepción de medio millón de toneladas de petróleo al año hasta que estuviera terminado el primer reactor. La construcción de los reactores y el envío de petróleo se encomendaron a un consorcio internacional creado en 1995 y denominado KEDO (Korean Peninsula Energy Development Organization), formado por trece países pero financiado fundamentalmente por Washington, Seúl y Tokio.
El acuerdo marco abrió expectativas de acercamientos sin precedentes, particularmente entre las dos Coreas. Los regimenes del Norte y el Sur comenzaron a acercar posiciones, lograron diferentes acuerdos en varias temáticas: se realizaron intercambios culturales, económicos y políticos. Los dirigentes de un pueblo dividido focalizando las raíces históricas conjuntas y comenzaron a través de sus prácticas a alterar una estructura de conocimiento hobbessiana fijada por la lógica bipolar de la Guerra Fría por una de incremento de confianza.
Cabe destacar el rol de China como interlocutor primordial de Pyongyang y fuerte impulsor de las negociaciones.
La estrategia de la administración Clinton se había basado en: (1) solventar la crisis nuclear de 1993-94 con el acuerdo-marco, que paralizaba el programa nuclear norcoreano; (2) apoyar la sunshine policy del presidente surcoreano Kim Dae Jung; (3) comenzar una negociación sobre el programa de misiles de Pyongyang, que, como ya se señaló, no pudo culminarse a finales de 2000 por falta de tiempo antes de las elecciones presidenciales estadounidenses; (4) iniciar discusiones y negociaciones a alto nivel.
Desde finales de 1994 hasta octubre de 2002 todo parecía indicar que Corea del Norte se había atenido a sus compromisos. Entre 1994 y 2000 la atención de la administración Clinton se centró en un segundo problema con Corea del Norte: el desarrollo del programa de misiles y la exportación de ellos y sus componentes o tecnología. El desarrollo de sucesivas generaciones de misiles (Scud-B, Scud-C, No Dong, Taepo Dong 1, Taepo Dong 2) empezó a plantear un serio problema cuando, en agosto de 1998, Corea del Norte probó uno de ellos (un Taepo Dong 1, de tres fases), con un lanzamiento que sobrevoló Japón. Además, era bien conocido que Corea del Norte estaba exportando misiles, sus componentes o su tecnología a diversos países, como Pakistán, Libia, Egipto, Siria, Irán o Yemen . La administración Clinton no tuvo tiempo para cerrar un acuerdo al respecto antes de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2000 pero consiguió en 1999 una moratoria temporal de las pruebas de misiles.
El fallido acuerdo sobre misiles habría consistido en cancelar el desarrollo y la exportación de ellos a cambio de compensaciones económicas y del acceso gratuito de los norcoreanos a servicios extranjeros de lanzamiento de satélites. Desde 2001, y a pesar del escepticismo de la nueva administración republicana en Washington, todo indicaba que el programa nuclear norcoreano estaba paralizado y las perspectivas parecían positivas.
- Antecedentes Inmediatos
Un cambio sustancial en la situación se produjo cuando Washington hizo público, el 16 de octubre de 2002, que Corea del Norte había admitido el 4 de octubre, durante un encuentro en Pyongyang entre James A. Kelly, subsecretario estadounidense para Asuntos de Asia Oriental y el Pacífico, y Kang Sok Chu, viceministro norcoreano de Asuntos Exteriores, que estaba desarrollando un programa nuclear secreto de enriquecimiento de uranio.
Tal programa era una clara contravención del TNP y de varios acuerdos internacionales firmados por Corea del Norte: la Declaración Corea del Sur-Corea del Norte sobre desnuclearización de la península (1991), el acuerdo de garantías con el OIEA (1992), el acuerdo-marco firmado con Estados Unidos en 1994 y la declaración Corea del Norte-Japón de septiembre de 2002. "Kelly aparentemente presentó a Kang pruebas de que Corea del Norte había recibido tecnología nuclear (de centrifugadoras de gas) desde Pakistán a cambio de misiles y que Corea del Norte estaba intentando adquirir tanto aluminio fuerte (que se usa en los equipos destinados a enriquecer uranio para fabricar bombas nucleares) como tecnologías de láser para instalaciones nucleares".
La política de la administración Bush impulsó una retórica de inflexibilidad, particularmente luego de los atentados del 11 de septiembre.
De acuerdo con el analista Pablo Bustelo la nueva política de la administración Bush ha consistido en: a) críticas a la sunshine policy del presidente surcoreano Kim Dae Jung; b) freno a la negociación sobre programas de misiles entablada por la administración Clinton (abril de 2001); revisión de la política respecto de Corea del Norte (junio de 2001): propuesta de discusión "seria" sobre una "agenda amplia" basada en cuatro aspectos: (1) mejor aplicación del acuerdo-marco, esto es, un cumplimiento más rápido del acuerdo de salvaguardias con el OIEA; (2) restricciones "comprobables" a los programas de misiles; (3) prohibición de las exportaciones de misiles; y, como novedad, (4) una posición militar convencional menos "amenazadora"; además, Estados Unidos insiste en una "comprobación estricta" de cualquier acuerdo adicional y, en febrero de 2002, incluyó el tema de los derechos humanos; c) nueva doctrina nuclear (diciembre de 2001): inclusión de Corea del Norte entre los siete países susceptibles de un ataque nuclear preventivo por parte de Estados Unidos; d) discurso sobre el estado de la Unión (enero de 2002): inclusión de Corea del Norte en el "Eje del Mal", junto con Irak e Irán.
Por su parte el gobierno norcoreano declaró que, para cancelar ese programa nuclear, exigía una nueva negociación con Estados Unidos encaminada a: (1) obtener garantías de que no habría ataque preventivo; (2) un reconocimiento formal del régimen por parte de Estados Unidos y de Japón (lo que hubiese abierto la puerta a una importante asistencia económica); y (3) un pacto de no agresión y un tratado de paz con Estados Unidos.
La inflexibilidad de ambos líderes culminó en un incremento de la lógica conflictiva a partir de la percepción de amenaza y desconfianza entre las partes. Sus prácticas retroalimentaron sus misperceptions, puesto que a mediados de noviembre del 2002, Estados Unidos suspendió los envíos de petróleo que se habían realizado desde el acuerdo-marco de 1994, lo que supuso en la práctica la anulación de dicho acuerdo.
Pyongyang reaccionó amenazando con: (1) reactivar la central nuclear de Yongbyon quitando los precintos y las cámaras de vigilancia del OIEA y expulsando a los inspectores de ese organismo y (2) retomar las pruebas de misiles de largo alcance, en moratoria unilateral desde septiembre de 1999, moratoria que se había hecho indefinida en la declaración de Pyongyang (septiembre de 2002) entre Corea del Norte y Japón. Tales amenazas se entendieron entonces no sólo como una respuesta a la suspensión de los envíos de petróleo sino también, como una reacción ante el incidente del buque So San en el Océano Índico (que transportaba misiles Scud con destino a Yemen) y un intento de influir en las elecciones presidenciales surcoreanas del 19 de diciembre y de fomentar el anti-americanismo en el Sur, así como de aprovechar la concentración de los esfuerzos estadounidenses en el conflicto con Irak.
A finales de diciembre, Pyongyang reactivó en efecto la central de Yongbyon, quitando precintos y cámaras. Reinició la construcción de otras dos centrales y expulsó a los inspectores del OIEA al tiempo que desplazaba armamento a las proximidades de la "zona desmilitarizada" del paralelo 38. La "justificación" norcoreana consistió en afirmar que tales medidas eran una respuesta a las "amenazas" de la administración Bush (cuando lo cierto es que el programa secreto se estaba desarrollando desde al menos 1998 y que las "amenazas" habían sido más bien relativas) y una réplica a la ruptura por parte de KEDO y de Estados Unidos, al suspender los envíos de petróleo y del acuerdo-marco de 1994 (cuando la realidad es que la confesión previa del programa secreto era una contravención directa de ese acuerdo).
En enero de 2003, pese a los requerimientos del OIEA, Pyongyang decidió denunciar el TNP, señalando sin embargo que volvería al Tratado si Estados Unidos reanudaba los envíos de petróleo y que abandonaría su programa nuclear si Washington se reafirmaba en la declaración conjunta de octubre de 2000 (emitida durante la visita de Madeleine Albright) que indicaba que Estados Unidos no albergaba "intenciones hostiles" respecto del régimen norcoreano.
En febrero y marzo del 2003 Corea del Norte efectuó dos pruebas de misiles (anunciadas con antelación y con vehículos de corto alcance) en el Mar del Este (24 de febrero y 10 de marzo), terminando así con la moratoria que había declarado indefinida en septiembre. Amenazó con empezar a reprocesar el combustible almacenado antes de 1994, con retirarse del armisticio de 1953 y con desencadenar una guerra si era objeto de sanciones. El 2 de marzo, cuatro Mig norcoreanos interceptaron (aunque sin mayores consecuencias) un avión RC-135 de reconocimiento estadounidense, en espacio aéreo internacional a 240 kilómetros al Este de la costa oriental de Corea del Norte. La respuesta de Washington consistió en desplazar varios bombarderos B-1 y B- 52 a Guam y algunos F-117, junto con un grupo aeronaval (el portaaviones Carl Vinson y su grupo de batalla), a la península.
No obstante, los bombarderos desplazados a Guam fueron trasladados de nuevo a Estados Unidos a finales de mayo. También regresaron a Estados Unidos los F-117 a principios de junio. Las rigideces en las posiciones de ambos actores los lleva a encontrarse en una situación similar al dilema de seguridad, entendido como una estructura social compuesta por el conocimiento intersubjetivo en donde los Estados son tan desconfiados que hacen asunciones sobre el peor de los casos acerca de las intenciones de los demás; como resultado definen sus intereses en términos de autoayuda. Es por esta razón que la injerencia de actores con influencia en la región actúen como mediadores a favor de la estabilidad, se hizo sumamente necesaria.
En abril, después de efectuar una tercera prueba de un misil, Pyongyang aceptó finalmente entablar conversaciones con Estados Unidos, que se celebraron a partir del día 23 de ese mes en Pekín, bajo los auspicios de China. Tales conversaciones no llegaron a buen puerto y fueron interrumpidas antes de lo previsto. Pyongyang admitió, por vez primera, que disponía de armamento nuclear, ofreció renunciar a él y desmantelar sus programas nucleares a cambio de garantías de seguridad, ayuda económica y relaciones diplomáticas con Washington y señaló que interpretaría unas eventuales sanciones como un acto de guerra.
En mayo, los servicios de información surcoreanos y estadounidenses detectaron que se estaba empezando a reprocesar las barras de plutonio y Corea del Norte declaró que consideraba "muerto" el acuerdo de 1991 sobre una península libre de armas nucleares.
En suma, estos acontecimientos demuestran que, en comparación con la crisis de 1993-94, la situación del 2003 fue considerablemente más grave y peligrosa. Actualmente la propia Corea del Norte ha confirmado que dispone de armamento nuclear. Ha desarrollado aparentemente misiles de mayor alcance que los que tenía en 1994. La desavenencia entre Estados Unidos y Corea del Sur sobre cómo manejar esta crisis es importante, dado el nuevo enfoque de política exterior de la administración Bush y el creciente nacionalismo surcoreano.
Washington está además concentrado en la guerra internacional contra el terrorismo y en gestionar la posguerra en Irak. Pero el nuevo triunfo, en las elecciones presidenciales, de Bush brinda respaldo interno a las actitudes desafiantes vis à vis otros países del globo. Dada esta situación los discursos respecto de una posible guerra preventiva contra Corea del Norte cobran mayor vigor en la administración.
En contrapartida el régimen norcoreano también aumentó su apuesta al declarar públicamente la tenencia de armas atómicas y el retiro de las negociaciones por la "actitud hostil de Washington" (febrero de 2005). No obstante, días después abrió la posibilidad de volver a la mesa de negociaciones bajo ciertas condiciones. Para que renuncie a sus ambiciones nucleares, tres series de negociaciones se han realizado ya en Pekín, en presencia de las dos Coreas, Estados Unidos, China, Rusia y Japón, la última en junio de 2004.
Este nuevo cambio se produce días después de una frenética actividad diplomática para relanzar un proceso de paz en punto muerto desde hace ocho meses, "analistas sugirieron que la maniobra podría ser una de las estrategias de negociación del empobrecido Estado comunista, con miras a obtener más beneficios a cambio de renunciar a sus aspiraciones nucleares. De hecho, hasta ahora las negociaciones se han centrado en tratar de detener el programa nuclear norcoreano a cambio de ayudas económicas, energéticas y alimentarias". La nueva apuesta de Pyongyang: el anuncio de nuevas pruebas cerca de Japón.
- Desarrollo de la crisis desde 2002/2003 hasta la actualidad
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