El Profesor Docente Universitario en la Nueva Universidad (página 2)
Enviado por Yuliet Le�n Brizuela
Prioridad en la formación básica, con relación a la especializada:
Ciclo básico (40-50%).
Básicos de la profesión (35-40%).
Ejercicio de la profesión (25-30%).
Tendencia en la introducción de la computación.
Integración de lo tecnológico con lo administrativo y lo social.
El incremento del papel del estudiante en el desarrollo del P.D.E.
La tendencia hacia la organización del P.D.E en temas o unidades.
Vamos a partir de algunas problemáticas que están presentes en la Universidad actual, para entender luego las consideraciones que haremos en relación a la temática referida.
Poca vinculación de la Universidad con el medio social.
La no integración de lo académico, lo laboral y lo investigativo.
La estrechez del perfil del egresado.
La explosión de la matrícula.
El objetivo del presente trabajo es abordar desde una perspectiva teórica las características generales del docente universitario, abordando elementos de la profesionalización de este para enfrentar los retos de la nueva universidad.
Desarrollo
Como la universidad prepara a los especialistas que demanda la sociedad pero no a sus propios docentes, en la actualidad es objeto de discusión por parte de algunos si ser profesor universitario constituye una profesión o no, ya que constituye una contradicción evidente que los encargados de formar a los especialistas universitarios en múltiples ramas del conocimiento no tengan previamente una preparación idónea.
Hay quienes se preguntan qué significa ser profesor universitario (A. Gewerc y L. Montero, 1996), cuya respuesta está relacionada con las características que lo identifican profesionalmente, lo cual está a su vez determinado por las condiciones históricas y los contextos institucionales en que desarrollan su labor. Es decir, que caracterizar al profesor universitario presupone tener en cuenta los momentos históricos actuales de inicios del siglo XXI y las peculiaridades de las instituciones universitarias donde laboran debido a que entre ellas existen grandes diferencias estructurales y funcionales, en dependencia no solo de su nivel de desarrollo, historia y tradiciones sino también de las áreas geográficas donde se encuentran insertadas, así como las condiciones sociales, políticas y culturales de los países a los cuales pertenecen.
Al valorarse la interrogante qué es ser profesional docente, se afirma que la profesión docente constituye el compromiso con una forma de trabajo en los espacios pedagógicos basada en la reflexión, en la investigación, en la innovación en torno a los problemas de la práctica que la mejoren y que vaya dando paso a una nueva cultura profesional construida desde el trabajo en equipo y orientada a un mejor servicio a la sociedad (J. Sarramona y otros, 1998). Se identifican a los profesionales de la educación con tres funciones pedagógicas básicas: de docencia, de apoyo al sistema educativo y de investigación. Y definen al profesor como todo aquel que enseña de una manera organizada, en virtud de la preparación académica adquirida, que acredita a través de algún título, en alguno de los niveles del sistema escolar o estudio reglado. Y proponen como características definitorias de la profesionalidad en la docencia las siguientes:
Delimitación de un ámbito específico de actuación.
Preparación técnica y científica para resolver los problemas propios de su ámbito de actuación.
Compromiso de actualización y perfeccionamiento de los conocimientos y habilidades que le son propios.
Unos ciertos derechos sociales como individuo y como colectivo profesional.
Autonomía de actuación.
Compromiso deontológico (de los deberes y los derechos) con la práctica docente.
Otros autores caracterizan al profesorado universitario con los siguientes rasgos (E. Fuentes y M. González, 1997):
Heterogeneidad: se caracterizan por su relativa juventud, por la gran cantidad de campos disciplinares en que se especializa, ya que prácticamente todas las ramas del saber se encuentran en la institución universitaria, así como por las diferentes biografías personales, trayectorias profesionales y edades cronológicas.
Multiplicidad de libertades: dispone, en comparación con otros niveles del sistema educativo, de un elevado grado de autonomía para el desarrollo de su función docente, lo que puede resultar un estímulo a la innovación.
Diversidad de responsabilidades: el docente universitario no solo enseña y en algunos casos se convierte en investigador, sino que en su inmensa mayoría tiene responsabilidades en relación con la investigación sobre un campo determinado, en ciertas ocasiones con la gestión y en una concepción ampliada de las funciones, también, entre otras, de extensión cultural y de proyección social de los conocimientos. Es considerado un profesional doble porque no solo enseña sino también investiga.
Organización en una estructura departamental: las funciones básicas antes señaladas se desarrollan en el marco de una organización departamental. El departamento es considerado como la principal unidad orgánica de docencia e investigación, además de los aspectos de gestión, administración y relaciones institucionales.
Mª Begoña Rumbo (2000) concibe al profesor universitario como aquel docente e investigador a la vez, que reflexiona sobre y desde su práctica educativa, lo que coadyuva a mejorarla en función de las necesidades contextuales donde se desenvuelve. En esta definición se destacan dos aspectos que son esenciales y que diferencian al profesor universitario del resto de los niveles de enseñanza precedentes: a la vez que imparte clases investiga, precisando que esta función investigativa no está relacionada solo con el contenido de las asignaturas y disciplinas que imparte sino también sobre su labor educativa, a partir de la reflexión que hace de ella desde el punto de vista teórico y práctico.
No todos los profesores universitarios investigan, lo cual es cierto, y de los que cumplen esta función no todos lo hacen sobre su práctica educativa cotidiana, que también es cierto. Pero habría que preguntarse, en primer lugar, ¿por qué no investigan?, y en segundo lugar, ¿al no cumplir esta función se están desarrollando como profesionales? Con respecto a la primera interrogante pudieran no investigar por falta de preparación para hacerlo, lo que manifiesta una carencia significativa en su nivel profesional, que conduce directamente a la segunda interrogante: es evidente que se encuentran poco desarrollados como profesionales de la educación superior, es decir, que les falta profesionalismo.
De modo que el profesionalismo de los profesores universitarios tiene variadas y elevadas exigencias que se erigen como verdaderos retos para los claustros en esta época, lo cual va complejizando más esta profesión. Tienen razón los que afirman que ser profesor universitario en esta época es más difícil que años atrás porque las exigencias han ido aumentando paulatinamente junto con el desarrollo social, lo cual es lógico pues las demandas que la sociedad le plantea a la universidad también se han elevado.
Dentro de estas exigencias está la función investigativa al mismo nivel que la docencia, pero no concebidas de manera separada o paralelas, pues se complementan y se presuponen. Incluso la investigación sobre el contenido de las asignaturas y disciplinas que se imparten y que responden a determinado campo de la ciencia no se puede concebir como contrapuesta al ejercicio docente, pues hay quien afirma (T. R. Neira, 1988-89) que la enseñanza es una actividad de la ciencia misma, ya que una vez constituida puede y debe ser enseñada, es decir, que el conocimiento científico, como resultado de la investigación, una vez obtenido debe ser enseñado como parte del proceso continuo de actualización en la educación superior, lo que algunos autores denominan como un proceso creciente de "pedagogización" de las ciencias.
La pedagogía ha sido, es y será la ciencia de la educación del hombre y por eso el concepto original evoluciona consecuentemente con el desarrollo social del hombre, adoptando nuevas modalidades, haciéndose más compleja y abarcando nuevas esferas en la educación del hombre.
El arte de la educación tiene la particularidad de que a casi todos nos parece algo conocido y comprensible, incluso a algunos les parece fácil y no falta quien considere innecesarios los conocimientos pedagógicos para desarrollar su labor en un Centro de Educación Superior. Y tanto más comprensible y fácil parece, cuanto menos se conoce tanto teórica como prácticamente.
Casi todos reconocen que la educación requiere dedicación, paciencia, algunos piensan que requiere capacidad innata y destreza, pero muy pocos han llegado a la convicción de que además de lo anterior se requieren hábitos y conocimientos específicos en el campo de la didáctica, más que sentir pasión por la educación, hay que sentir obsesión por educar.
Antiguamente, el profesor de la Educación Superior se caracteriza por el dominio de la materia que impartía, pero sucede que han aparecido en la sociedad tantas personas que por el dominio que tienen de una rama específica del saber se igualan e incluso superan a los docentes universitarios, que el dominio del contenido es una condición que se impone ante el docente de la Educación Superior, pero que no lo caracteriza. Lo que caracteriza al docente de la Educación Superior Contemporánea es que sabe enseñar y educar, sabe cumplir las tareas pedagógicas, sabe cuáles son las vías que conducen más rápido y económicamente al cumplimiento de los objetivos trazados.
El docente de la Educación Superior Contemporánea, debe caracterizarse, entre otros por los siguientes aspectos:
1. Ser ejemplo ante sus estudiantes dentro y fuera de la escuela.
2. Dominar a profundidad el contenido de su disciplina.
3. Dominar la didáctica especial de su disciplina, es decir, la metodología para impartirla con calidad.
4. Dominar el campo de acción y las esferas de actuación del profesional que está formando y poner su asignatura o disciplina en función de ello.
5. Dominar las leyes de la didáctica de la Educación Superior y aplicarlos consecuentemente.
6. Dominar los niveles de sistematicidad del contenido, ¿cuál es la célula básica del proceso docente – educativo?, ¿cuál es la unidad organizativa del desarrollo del proceso docente, dominar la tipología de la clase y sus características?
7. Dominar las características psicológicas de los estudiantes universitarios.
8. Lograr la integración de los contenidos para motivar a los estudiantes.
Una de las tendencias actuales de la Educación Superior es eliminar el escolasticismo, la dispersión y la fragmentación de los contenidos, la práctica obliga a integrar los conocimientos, a integrar a asignaturas y disciplinas en nuevas disciplinas, integrar donde sea posible, sin seguir recetas, sin dogmatismo. Integrar todos los componentes del Proceso Docente y esto desde los primeros años. (Académico, Laboral, Investigativo, Extensión Universitaria).
9. Debe conocer a sus estudiantes, el medio en que se desenvuelven. Los intereses no se producen por generación espontánea, hay que orientarlos, dirigirlos, conocer quienes son sus estudiantes, como visten, qué gustos y preferencias manifiestan, ayudarlos a buscar el incentivo apropiado para el trabajo diario.
10. Debe lograr un Proceso Docente – Educativo de calidad, que se caracterice por ser: Problémico, productivo, científico, democrático, comprometidos, afectivo y feliz.
11. Poseer maestría pedagógica.
La condición fundamental del trabajo productivo del profesor en un CES es la maestría pedagógica, la cual es síntesis de las cualidades personales del profesor, de sus conocimientos, hábitos y habilidades.
El profesor es el responsable fundamental en el desarrollo del PDE y está obligado a:
Dominar los conocimientos científicos – técnicos de su disciplina.
Dominar las habilidades profesionales generales.
Enseñar dichos contenidos a los estudiantes de acuerdo con los objetivos de la actividad docente y haciendo uso del sistema de leyes didácticas.
El concepto de maestría pedagógica no se refiere a una habilidad aislada, aunque sea perfecta, sino a un conjunto de habilidades que pueden ser formadas en distintos niveles.
En la Educación Superior, el docente debe llegar a dominar los fundamentos de la maestría pedagógica mediante.
Su educación teórica.
La actualización constante de su disciplina.
Actualización constante en didáctica.
Adecuado espíritu crítico ante su propia experiencia.
Constante disposición al trabajo.
La maestría pedagógica se resume en 9 componentes:
1. Sólida formación político – ideológica.
2. Sólida formación científica.
3. Sólida formación pedagógica.
4. Superación constante en el campo investigativo de su ciencia y en la didáctica especial
5. Autoridad pedagógica.
6. Tacto pedagógico.
7. Capacidad didáctica: ¿qué saben, qué no saben, qué han olvidado?: los estudiantes.
8. Dominio del lenguaje.
9. Aspecto externo.
La maestría pedagógica no es propiedad de las personas de talento exclusivamente, este es una especialidad que debe enseñarse al igual que se enseña cualquier otra. Va creciendo a medidas que se acumula experiencia y se amplían los conocimientos pedagógicos.
Las relaciones de conflicto en el colectivo de profesores constituyen un freno para alcanzar el dominio de la maestría.
La maestría pedagógica debe manifestarse en todas las acciones del docente, dentro y fuera del aula.
Al realizar trabajo educativo.
Al resolver un problema.
Al tratar un aspecto determinado ajeno a la docencia.
Al participar en debates científicos – técnicos y culturales.
Al responder a las dudas de los estudiantes.
Si el profesor pierde la maestría y lo reconoce, debe esforzarse por recuperarla y perfeccionarla, aunque no siempre se tiene la valentía de reconocer sus propios errores y generalmente no se busca la causa del fracaso en si mismo, sino en los estudiantes.
La maestría pedagógica engloba al tacto pedagógico que es un sentido específico de medida, de racionalidad pedagógica, de todo lo que hace el profesor. Sus palabras, conducta y trato a los educandos. Pero el tacto pedagógico debe estar relacionado no sólo con el trato a los estudiantes, sino a los colegas, a los dirigentes, al resto de los trabajadores.
Un profesor feroz, burlón, coceaste o empalagosamente amable, o el que hace caso omiso al amor propio y la dignidad del estudiante causa un daño irreparable en los mismos.
El tacto pedagógico le insinúa al docente el momento y lugar oportuno para conversar con los estudiantes, le permite cumplir el principio didáctico de "la atención individual al estudiante sobre la base del trabajo en colectivo".
La autoridad pedagógica ha de entenderse como una fuerza específica de la influencia educativa de la personalidad del docente en la personalidad del estudiante.
Un docente de autoridad goza de gran confianza entre sus educandos, sus palabras, conducta, gestos, e incluso mímica son percibidos por los estudiantes como estímulos que impulsan o frenan la realización de ciertas acciones.
Vale señalar que la autoridad pedagógica de un docente puede decaer a consecuencia de cualquier situación conflictiva, de una decisión errónea que no se ajuste a la opinión del colectivo, a causa de la pérdida del dominio de si mismo, en situaciones donde se requiere un máximo esfuerzo de la voluntad y dominio propio.
En ocasiones la autoridad no se recupera una vez perdida y abundan en la vida práctica los ejemplos de profesores que han tenido que dejar el aula por haber perdido su autoridad frente a los estudiantes.
Muchas veces oímos decir que un docente tiene alta calificación, esto es sencillamente que ese docente tiene:
Conocimientos seguros y precisos.
Mano de oro
Ausencia completa de frases rimbombantes
Constante disposición al trabajo y esto es lo que en mayor medida atrae a los jóvenes.
El docente de la Educación Superior debe cuidar mucho el lenguaje, debe dominar perfectamente la lengua materna e influir en los estudiantes.
Si consideramos que en el lenguaje existen dos normas:
La norma técnica o culta
La norma popular.
En el aula y en las relaciones con los estudiantes hay que emplear siempre la norma culta, cuidar el léxico al hablar, la ortografía (al hablar y al escribir) no emplear en ningún momento en las relaciones/estudiantes la norma popular.
Por último queremos recordar que la maestría se logra por etapas. Diferenciando:
1ra etapa: Asimilación de los conocimientos por parte del docente.
2da etapa: Formación de habilidades y hábitos/profesor.
3ra etapa: Adquisición de maestría propiamente dicha.
4ta etapa: Creatividad pedagógica. Perfeccionamiento de la maestría a través del trabajo científico metodológico, la búsqueda de nuevos métodos y procedimientos pedagógicos, el perfeccionamiento del sistema de evaluación en correspondencia con el encargo social.
El ejercicio docente es una práctica cotidiana que necesita de la investigación sistemática no solo para enriquecer y actualizar los contenidos (conocimientos y habilidades) que se trasmiten a los alumnos, sino también para valorar, a través del filtro de los métodos científicos y las reflexiones teóricas la propia práctica diaria y enriquecerla, lo que promueve un perfeccionamiento del proceso educativo y por tanto, una elevación en la labor formativa de los futuros profesionales que demanda la sociedad moderna y el perfeccionamiento de la propia institución universitaria.
El proceso de profesionalización del docente universitario
La profesionalización como proceso es una exigencia que deviene del desarrollo social y que como tendencia es deseable porque garantiza mayor calidad en el desempeño profesional.
Un profesor universitario necesita de un tiempo relativamente largo de preparación, llegar a ser un profesional de la educación superior requiere de un proceso de profesionalización de carácter mediato, supone un transcurrir por diferentes etapas, cada una de las cuales constituye un salto cualitativo con respecto a la anterior, en las que se van obteniendo diferentes niveles de desarrollo y de competencias profesionales y que no tiene una última etapa porque no termina sino con la jubilación definitiva, debido a las demandas cambiantes de la sociedad a la educación superior. Proceso que de ninguna manera es espontáneo ni totalmente autodirigido, ya que requiere de la existencia de estrategias institucionales que estimulen y guíen dicho proceso, además del interés individual de cada profesor implicado.
Este proceso de profesionalización hay que entenderlo como una mejora continua y sistemática de su calificación académica, lo cual presupone un cambio en todos los órdenes, tanto en la labor profesional como mental, pues como afirmó Federico Mayor, ex director de la UNESCO: El cambio es el medio por el cual el futuro invade nuestras vidas (citado por J. Manso, 1999).
Han existido diferentes modelos de preparación de los profesores (E. Martín, V. González y M. González, 1998):
Los modelos centrados en la búsqueda y formación de la competencia docentes por la vía de la identificación de rasgos de personalidad, conocimientos, habilidades y valores del profesor (Paradigma proceso-producto). Basado en ideas conductistas, mecanicistas y positivistas.
Los modelos mediadores, que centran la actividad del profesor como el factor más importante y relevante para alcanzar resultados más exitosos, no solo mediante sus cualidades personales sino también en cómo promueve la actividad del estudiante y su influencia sobre este. El profesor como agente de cambio.
Los modelos ecológicos, hermenéuticos que subrayan la singularidad del hecho educativo, de modo que niegan un modelo ideal del profesor. Su competencia está determinada por la capacidad de solucionar problemas situacionales en función de la diversidad educativa.
Es evidente que los dos últimos modelos son muy oportunos por tener gran influencia e impacto actual en la sociedad.
El profesor universitario deber ser un educador, lo que significa trascender las funciones de ser un simple instructor, expositor o dictador de lecciones asequibles en los textos, por lo que necesita de conocimientos psicopedagógicos y conocer a sus alumnos (M. Rodríguez, 1999).
El docente universitario debe ser competente desde una concepción humanista de la educación, lo que significa no solo ser un conocedor de la ciencia que explica, sino también de los contenidos teóricos y metodológicos de la Psicología y la Pedagogía contemporáneas, que lo capacite para diseñar en sus disciplinas un proceso de enseñanza-aprendizaje potenciador del desarrollo de la personalidad del estudiante (E. Martín: V. González y M. González, 2002)
Es decir, que el profesor en la universidad debe ser un sujeto que orienta su actuación con independencia y creatividad sobre la base de una sólida motivación profesional, así como valores profesionales firmemente arraigados, es decir, con un profesionalismo ético (J. Ibáñez-Martín (2001).
Por tanto, se debe trascender la mera adquisición de conocimientos y habilidades profesionales del docente para que su profesionalización implique también un cambio en su personalidad, para que sea más competente.
Actualmente existen muchas publicaciones que abordan el término competencia, por lo que resulta novedoso y acuñado hace relativamente poco tiempo en la educación (Y. Argudín, 2000), refleja un afán integrador porque resulta un conjunto holístico que emerge de la práctica (L. Álvarez, 2000) y no es privativo de la educación, pues fue objeto de atención primero en la gestión de recursos humanos como respuesta a la formación laboral y a la selección de personal (M. Gallego, 2000).
La Educación es de hecho un proceso orientado a la formación y desarrollo de competencias generales y específicas (L. Castro, 2000). Las competencias presuponen un nivel de desempeño dentro de una educación terminal, por lo que se proyectan para un período relativamente largo de formación (O. Orellana, 2000).
Las competencias profesionales pueden ser definidas como aquellas cualidades de la personalidad que permiten la autorregulación de la conducta del sujeto a partir de la integración de los conocimientos científicos, las habilidades y las capacidades vinculadas con el ejercicio de su profesión, así como de los motivos, sentimientos, necesidades y valores asociados a ella que permiten, facilitan y promueven un desempeño profesional eficaz y eficiente dentro de un contexto social determinado. Expresan un enfoque holístico de la personalidad en la unidad de lo cognitivo, afectivo y conductual (E. Ortiz, 2001)
El término competencia constituye también un concepto integrador porque unifica en un solo término los elementos ejecutivos e inductivos de la autorregulación de la personalidad (S .L. Rubinstein, 1979) dentro del proceso docente-educativo.
Las competencias de los profesores universitarios
J. Ibáñez-Martín (1990) divide las competencias de los profesores universitarios en docentes e investigativas. Sobre las primeras plantea varias dimensiones:
Preparación para la docencia: la preparación curricular, la preparación actitudinal y una formación pedagógica esencial.
Comunicación de los conocimientos: la presentación del discurso del profesor con claridad y rigor, la preparación que existe por implicar al alumno en la captación del discurso, la consideración que se presta a las características de la enseñanza realizada en grupo, qué iniciativas especiales se ponen en práctica para que el discurso captado adquiera raíces en los alumnos
Comprobación de lo captado por el alumno: la adecuación a las finalidades de la evaluación, las formas de conducir el proceso de evaluación y los medios para dar una proyección educativa a la evaluación.
Con respecto a la competencia investigativa este mismo autor plantea:
Criterios externos: la evaluación de los congresos, editoriales y revistas en que participa y publica.
Criterios intrínsecos: los resultados investigativos que aporta a través de su relevancia en patentes, innovaciones, libros, monografías, etc.
Esta propuesta es muy interesante, pero demasiado analítica al separar las competencias docentes e investigadoras como independientes, lo cual traiciona el enfoque holístico que subyace en la comprensión antes planteada sobre las competencias profesionales del docente universitario. Se deben buscar competencias de un carácter más integrador que expresen mejor el nivel de desarrollo profesional alcanzado y a la vez faciliten el desarrollo de diferentes vías para su continua y creciente profesionalización.
Una propuesta más integradora debe considerar a las competencias profesionales del docente universitario como expresión de las diferentes aristas y esferas de su actuación en el ámbito universitario y conformado por subcompetencias o competencias específicas, como son:
Competencia Didáctica: caracteriza la facilidad de trasladar de manera asequible (y no facilista) a los estudiantes los contenidos de las ciencias que imparte por difíciles que parezcan sin distorsionarlos ni vulgarizarlos. No basta con el dominio de dichos contenidos, es esencial que el profesor sea capaz de "pedagogizarlos", pues la lógica de la ciencia no coincide siempre con la lógica de su impartición.
Competencia Académica: expresa el dominio de las ciencias que aportan a su labor docente en las diferentes asignaturas y disciplinas que imparte, así como de la Psicología y la Pedagogía, como ciencias que explican y fundamentan su actuar cotidiano en la enseñanza y en la investigación acerca de su práctica educativa.
Competencia Investigativa: el saber hacer investigativo despierta una actitud más crítica y reflexiva sobre su labor pedagógica, obliga a hacer coincidir la teoría con su práctica, incrementa su sensibilidad para detectar aquellos problemas que requieren de investigaciones científicas para su solución, exige de una mejor planificación y organización de su trabajo y a un mejor uso de él, un incremento sustancial de su espíritu crítico y autocrítico, es más objetivo en sus juicios y más flexible para aceptar los cambios provocados por los procesos renovadores e innovadores, un mayor tiempo dedicado al estudio individual y a la lectura sobre temas de interés profesional y una reafirmación de sus motivaciones profesionales como docente y como investigador.
Competencia Ética: refleja su autonomía moral como modelo a imitar por sus alumnos y colegas en cuanto a los valores profesionales que lo caracterizan como persona, como profesor universitario y a la vez como especialista en una rama del saber científico.
Competencia Comunicativa: posee tres componentes: el uso eficiente de su lengua materna, tanto oral como por escrito; el dominio de una lengua extranjera, preferentemente el idioma inglés, al menos para extraer información de la literatura científica actualizada y el desarrollo de habilidades para ser un comunicador profesional por su oratoria, por la brillantez y exactitud de su discurso, así como por la calidad de sus escritos debido a la esencia educativa de su labor.
Competencia Cultural: debe poseer una cultura general e integral especialmente de carácter humanística, que le permita estar actualizado sobre los acontecimientos científicos, políticos, económicos, históricos, sociales, ideológicos, artísticos más acuciantes de su tiempo, tanto en el ámbito universal, como regional y nacional.
Competencia Tecnológica: el gran desarrollo de la ciencia y la tecnología contemporáneas, cuya manifestación más evidente y acelerada es el creciente proceso de informatización de la sociedad, debe reflejarse en el docente universitario en su explotación pertinente a través del uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, en función de su labor docente e investigativa como herramientas insustituibles.
Estas subcompetencias o competencias específicas no son más que abstracciones de la competencia profesional general que va apareciendo y desarrollándose en el profesor universitario. Ellas constituyen parte de la gran configuración psicológica que es la personalidad como un sistema, en la que nada permanece aislado e inconexo dentro de ella, sino que se integran dentro de síntesis autorreguladoras cada vez más complejas. Una manifestación concreta de esta afirmación es que si la labor profesional del docente universitario se fragmenta en funciones paralelas y aisladas sin vínculo alguno se desprofesionaliza paulatinamente. El desarrollo incoherente o aislado de dichas competencias provoca la aparición de desniveles en la calidad de la ejecución de sus funciones, como un reflejo de un desarrollo no profesional de su personalidad, y por tanto, una ejecutoria improvisada, intermitente e inefectiva.
Las competencias antes mencionadas se presuponen y se complementan al irse conformando personalmente con un enfoque holístico. Por ejemplo, la adquisición de las competencias didáctica y académica contribuye al desarrollo de la competencia cultural, exige de las competencias informática y comunicativa a la vez y deben estar impregnadas de una competencia ética.
Papel del profesor en las sedes universitarias
En Cuba, como parte de ese proceso que pretende llevar la Educación Superior a todos y dentro de la Batalla de Ideas que ha emprendido nuestro pueblo, ha comenzado el desarrollo de la Municipalización de la Universidad. Este nuevo concepto consiste en la extensión paulatina de todos los procesos sustantivos realizados en los Centros de Educación Superior hasta todos los rincones del país donde halla necesidades y posibilidades. El objetivo final de este proceso será llegar a la Universidad Popular, similar a la soñada por Mella, donde cada cubano que lo desee pueda cursar estudios superiores.
El programa de la Universalización revoluciona desde sus cimientos a toda la educación cubana, es también el principio martiano del estudio y el trabajo, es donde se aprende como un gran taller en la vida, y está acorde con las nuevas necesidades y condiciones del país, y con la idea revolucionaria de que a nuevos tiempos corresponden nuevas universidades. Por lo tanto, está en manos del profesor universitario llevar a cabo con calidad el programa de la universalización, exigiéndose con más rigor la preparación científico-técnica de estos, la sistematicidad y tratamiento diferenciado de los educandos, la vinculación de los estudiantes a la práctica laboral, la preparación metodológica vista desde la didáctica de la educación superior, y todas las acertadas alternativas que permitan materializar un proceso docente con calidad, de acuerdo con las necesidades políticas y sociales, de lograr profesionales integrales.
Consideramos es de suma importancia analizar los particulares relacionados con el papel que juega el profesor en la sedes universitarias municipales, pues, la generalización de estos aspectos nos impide conocer a fondo cómo accionar ante determinadas problemáticas y trabajar con eficiencia en la nueva universidad.
El docente en las sedes universitarias es meramente un facilitador del conocimiento, director, organizador, fuente de información, investigador (investiga sobre las características, las necesidades de los alumnos, y sobre la dinámica del grupo); es creador, orientador, promotor, controlador y autoridad en la clase.
El modelo pedagógico que se implementa en las sedes universitarias es muy diferente al modelo de la universidad tradicional, entre otros aspectos, por las propias exigencias de la clase contemporánea (la clase encuentro), la educación a distancia, las características de los educandos y el papel del profesor a tiempo parcial.
En primer lugar, el docente de la sede universitaria es un profesor que se dedica parcialmente a esa tarea, el modelo pedagógico contiene una tipología de clase semipresencial, en la que el profesor es solo un gestor y facilitador del conocimiento, por lo que se requiere esté bien preparado en la materia que imparte, ya que debe ubicar al estudiante en la forma más acertada de apoderarse de los conocimientos, cómo investigar y resolver las problemáticas que se presentan en la práctica y desarrollar habilidades en ellos.
Es muy ventajoso el hecho de que el profesor sea un ente directamente vinculado a la práctica, y que se desempeñe en la propia materia que imparte, pues, esto permite, que lleguen a los educandos sus experiencias y puedan prepararse, desde la universidad, para resolver las situaciones problémicas que se le presenten una vez graduados. Además, materializan las habilidades y conocimientos adquiridos, durante la propia vinculación laboral, como manera efectiva de lograr profesionales con calidad.
La clase contemporánea exige la autonomización de los alumnos, para que puedan "aprender a aprender", por lo tanto el profesor debe crear habilidades y valores, que les permitan autoprepararse, lograr independencia cognoscitiva y desarrollar la actividad creativa, lo que requiere una caracterización individual de los educandos, con el objetivo de darles tratamiento diferenciado de acuerdo a sus necesidades.
Se requiere en la nueva universidad, profesionales de experiencia y con un alto nivel científico pedagógico, pues, debemos llevar a nuestros educandos informaciones actualizadas y novedosas relacionadas con la materia, así como inculcar en ellos la creatividad e independencia para investigar, apropiarse de los conocimientos de manera autónoma y desarrollar acciones que potencien y multipliquen el desarrollo local. La ciencia en las universidades estará siempre al servicio del pueblo.
Problemas relacionados con el desempeño del profesor en las sedes universitarias:
Falta de preparación pedagógica y metodológica.
Programas de las asignaturas que incluyen contenidos que no se ajustan a las horas establecidas para su estudio.
Carencia de Materiales Bibliográficos.
La no realización de investigaciones científicas.
Factor tiempo
El talón de Aquiles del profesor en la sede universitaria, a nuestro juicio, está en la evaluación, es necesario exigirle al estudiante y evaluar con rigor los contenidos anteriores, porque de lo contrario los educandos no sentirán la obligación y necesidad de prepararse, de hecho no lo harán si el profesor no se toma en serio el control de los mismos, de ahí se deriva el tratamiento individualizado que debe darle a los que presenten mayores dificultades académicas.
Conclusiones
1. La profesionalización de los claustros en las universidades no constituye una campaña sino una estrategia por su papel protagónico en el desarrollo de las instituciones de educación superior a inicios del siglo XXI.
2. Los retos que impone el proceso de creciente globalización al nivel mundial y la elevación paulatina de las demandas sociales a las universidades, como los centros culturales más importantes con que cuentan los países, suponen que los profesores en dichos centros tengan que estar a la vanguardia de los cambios, los cuales no solo se deben operar en los órdenes material y organizativo sino también mental debido a las transformaciones que deben ocurrir en las concepciones imperantes hasta ahora y en la riqueza de sus conocimientos y actitudes.
3. El desarrollo de las competencias profesionales de los docentes universitarios deberá ser el objetivo del proceso de profesionalización con un enfoque integrador, que soslaye cualquier concepción atomista de priorizar unas en detrimento de otras.
4. Existen variadas vías y formas de profesionalizar a los profesores, las cuales exigen de una caracterización previa de sus necesidades de aprendizaje, de acuerdo con la experiencia profesional previa y sus motivaciones profesionales. La incorporación consciente, entusiasta y organizada de los claustros en este empeño resulta decisiva para el éxito de cualquier estrategia que se adopte.
5. Los profesores universitarios devienen en actores fundamentales para la elevación de la calidad en este nivel de enseñanza, pues sin ellos cualquier intento de perfeccionamiento devendría en vano e infructuoso.
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Autor:
Lic. Yuliet León Brizuela
Lic. Ingrid de la Paz Montenegro
Lic. Diana Iglesias Aguilar
Sede Universitaria Municipal Bayamo, prolongación General García s/n, Bayamo, Granma, Cuba
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