Descargar

Los lenguajes de la economía (página 2)


Partes: 1, 2, 3

Consideraciones adicionales sobre la inconmensurabilidad.

Inconmensurabilidad local, es una traducción e interpretación.

Si dos teorías son inconmensurables deben ser formuladas en lenguajes mutuamente intraducibles. Si esto es así, si no hay ningún modo en que las dos puedan formularse en un único lenguaje, entonces no pueden compararse, y ningún argumento basado en la evidencia puede ser relevante para la elección entre ellas. Hablar de diferencias y comparaciones presupone que se comparten algunos puntos, y esto es lo que los defensores de la inconmensurabilidad, los cuales hablan con frecuencia de comparaciones, parecen negar. Por tanto, su discurso es necesariamente incoherente.

Sin embargo, no está claro a priori que la inconmensurabilidad, en todo o en parte, pueda restringirse a una región local. La distinción entre términos que cambian de significado y aquellos que lo preservan es, en el mejor de los casos, difícil de explicar o aplicar. Los significados son productos históricos, y cambian inevitablemente en el transcurso del tiempo cuando cambian las demandas sobre los términos que los poseen. Es sencillamente poco plausible que algunos términos cambien sus significados cuando se transfieren a una nueva teoría sin infectar los términos transferidos con ellos.

La traducción consiste sólo en palabras y frases que reemplazan no necesariamente una a una- palabras y frases del original. En cambio, la persona que interpreta busca el sentido, se esfuerza por inventar hipótesis que harán inteligible la preferencia o inscripción. Y, aquí la existencia de grupos de términos interrelacionados juega un papel destacado que facilita la interpretación. Pero estos términos interrelacionados, que deben aprenderse a la vez, una vez aprendidos, estructuran una porción del mundo de la experiencia de forma diferente a la que es familiar.

CAPÍTULO 4.-

Las ciencias sociales: intereses y modos de explicación

Introducción

La teoría del conocimiento y de la ciencia se basa en una hipótesis acerca de la relación entre forma y contenido del pensamiento o, para expresarlo de otra manera, entre categorías y contenidos del saber, entre métodos científicos y objetos de la ciencia, una hipótesis que ha sido transmitida como la pura evidencia, sin revisión, de una generación a otra. La hipótesis en cuestión dice que la «forma» del pensamiento humano es eterna e inmutable, por mucho que puedan variar los contenidos.

Las ciencias del espíritu estudia al hombre y le tomaban como él mismo se conoce: como alma, conciencia, espíritu. "La separación es menos una separación de campos, pues estos se entrecruzan en parte, que una separación de estilos de pensamiento y métodos. Las ciencias naturales se fundan en la separación tajante entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido. Las ciencias del espíritu se han propuesto la difícil tarea de hacer también objeto de conocimiento el sujeto en su subjetividad."

El objeto de esas ciencias del espíritu no es lo externo o ajeno al hombre, sino el medio en el que el hombre está inserto. Este hecho hace que el hombre pueda captar su mundo histórico-social como desde dentro. De esa singularidad de relaciones entre el sujeto y el objeto de las ciencias del espíritu, frente a las ciencias naturales, quiere Dilthey deducir una diferente metodología.

Para llevar a cabo experimentos y para aplicar métodos cuantitativo se debe tomar a la posibilidad de adoptar en las ciencias sociales lo que se puede llamar el método de la construcción racional o lógica, o quizá el «método cero». Con esto se quiere significar el método de construir un modelo en base a una suposición de completa racionalidad (y quizá también sobre la suposición de que poseen información completa) por parte de todos los individuos implicados, y luego de estimar la desviación de la conducta real de la gente con respecto a la conducta modelo, usando esta última como una especie de coordenada cero (Popper, 1973).

Criterios de clasificación de las ciencias.

Para Jon Elster, la ciencia tiene dos tareas principales. Una es explicar los rasgos que son comunes a todas las ciencias (o por lo menos a todas las ciencias empíricas), y la otra es dar cuenta de lo que las diferencia unas de otras. Dentro de las ciencias naturales se puede distinguir, además, entre el estudio de la naturaleza inorgánica (física) y el estudio de la naturaleza orgánica (biología).

Dentro de las humanidades tal como se las ha definido tradicionalmente, se ha producido una escisión entre las ciencias sociales (que define en términos muy amplios como para incluir la lingüística, la historia y la psicología) y las disciplinas estéticas o artes. Ahora bien, estas distinciones temáticas no resultan en sí muy interesantes. Si hay algo pertinente, debe surgir de que se las correlacione con otras clasificaciones.

Elster analiza tres de los modos de clasificar a las ciencias: según el método, según el interés subyacente, y según la modalidad de explicación.

.Las ciencias y sus diferentes métodos.

Las ciencias naturales utilizan el método hipotético-deductivo, las artes, el método hermenéutico y las ciencias sociales, el método dialéctico. No siempre resulta claro si se trata de métodos para la construcción de teorías o para su verificación, salvo el caso del método hipotético deductivo que sin duda pertenece al último tipo.

El método hipotético-deductivo es el método de verificación en todas las ciencias empíricas. El método hermenéutico es el método hipotético-deductivo aplicado a fenómenos intencionales, con algunos rasgos peculiares que se deben a la naturaleza de esos fenómenos.

El método dialéctico como procedimiento de verificación supone algún tipo de apelación a la praxis, es decir, a la idea de que las teorías sociales pueden ser al mismo tiempo agentes del cambio y explicaciones del cambio. Sin embargo, esto es ambiguo porque puede significar o bien que las teorías son autosuficientes, o que pueden ser instrumentales cuando se trata de producir el cambio deseado.

"Me parece que la idea que subyace vagamente cuando se utiliza la frase «unidad de teoría y praxis» es que la teoría debe ser a la vez autosuficiente y útil, lo cual, lamentablemente, en la mayor parte de los casos no es posible." El método dialéctico como la mayor herramienta para la formación de teorías sólo puede entenderse de varios modos, entre los cuales el más interesante implica la idea de contradicciones psicológicas y sociales. "Sin embargo, éstas sólo pueden hacerse inteligibles en el lenguaje estándar causal-cum-intencional de las ciencias sociales." (Elster, 1983).

La teoría de los intereses cognoscitivos.

Los intereses cognoscitivos no son relevantes desde el punto de vista de la psicología del conocimiento, ni desde el de la sociología del conocimiento, ni tampoco desde el de la crítica ideológica en sentido estricto; ya que son invariantes. No representan influencia en el proceso del conocimiento que hubieran de eliminarse por mor a la objetividad del conocimiento; antes bien, determinan el aspecto bajo el que puede objetivarse la realidad, y, por tanto, el aspecto bajo el que la realidad puede resultar accesible a la experiencia. Constituyen, para los sujetos capaces de lenguaje y de acción, condiciones necesarias de la posibilidad de toda experiencia que puede ser objetiva.

Aunque las ciencias tienen que mantener su objetividad frente a los intereses particulares, la condición de posibilidad de esa objetividad que buscan mantener incluye intereses cognoscitivos que son fundamentales.

Por un lado, la teoría de los intereses cognitivos trata de dar una solución al problema de las condiciones a priori del conocimiento posible. Pero, por otro lado, no se ocupa de los atributos de una conciencia transcendental, sino de estructuras lógicas que se materializan bajo condiciones empíricas; no es el suyo un yo transcendental, sino un «sujeto generado por la naturaleza y formado socialmente», una «comunidad de investigadores que tratan de realizar comunicativamente su tarea común». "Consideradas desde el punto de vista de la organización de la investigación, las «orientaciones básicas» (o «intereses») que este tipo de análisis saca a la luz «tienen una función transcendental»; pero están enraizadas en «estructuras fácticas de la vida humana», en las condiciones fundamentales específicas de la posible reproducción y auto constitución de la especie humana, es decir, en el trabajo y en la interacción»." (McCarthy, 1978).

Conocimiento e interés.

Se debe conocer los enunciados analíticos y sintéticos, entre contenido descriptivo y emotivo, tienen la peculiar característica de no ser ni arbitrarias ni obligatorias. Se manifiestan como acertadas o equivocadas. Pues, se miden por la necesidad meta lógica de intereses, que nosotros no podemos fijar ni representar, sino con los que nos tenemos que encontrar. Por ello los procesos de conocimiento, que están inextricablemente vinculados a la formación de la sociedad, no pueden funcionar sólo como medio de reproducción de la vida: en la misma medida determinan ellos las definiciones de esta vida (Habermas, 1968).

Modalidades de explicación científica.

La opinión de Jon Elster, esclarece que las diversas modalidades de explicación científica, deben están estrechamente relacionadas con estrategias de formación de teorías. Sólo ciertos tipos de teorías pueden llegar a dar explicaciones satisfactorias en un campo determinado.

Si bien para J. Elster cada una de las ciencias tiende a caracterizarse por un tipo de explicación, de hecho los científicos sociales suelen ofrecer explicaciones pertenecientes a los tres tipos. La medida en que esto es así es una cuestión empírica en la cual no vamos a entrar. Por ejemplo, los economistas han ofrecido, ofrecen y ofrecerán explicaciones causales, funcionales e intencionales, y ello a pesar de que su ámbito «natural» sea el de ese último tipo de explicación.

La explicación causal.

La explicación causal, subsume los acontecimientos bajo leyes causales. En otras palabras, el problema de los epifenómenos es idéntico al problema de distinguir entre la correlación verdadera (o explicativa) y la espuria. Además, puede haber una ley verdadera que asegure que se produce A, dadas ciertas condiciones iniciales, y, sin embargo, lo que verdaderamente produce A en un caso determinado donde se dan esas condiciones puede ser un mecanismo totalmente diferente que, por así decirlo, precede al mecanismo que subyace en esa ley.

Por otra parte, en términos generales, se piensa que la relación causal obedece a los tres principios siguientes: determinismo, localidad y asimetría temporal.

Principios de la relación causal.

Para conocer los principios de la relación se debe tener en cuenta que una causa tiene un efecto distante de ella en tiempo o espacio, suponemos que debe de haber una cadena continua de causa a efectos sin vacíos insuperables en ella.

Pero la causalidad local es un rasgo del mundo, es decir, de la relación causal en la medida en que existe independientemente de nuestra mente, mientras que la idea de mecanismo depende de la mente. La creencia en que el mundo está regido por la causalidad local es precisamente lo que nos obliga a buscar mecanismos mucho más sutiles (Elster, 1983).

Primero, deben distinguirse las explicaciones causales de las declaraciones causales acertadas. No basta citar la causa, también se debe proporcionar el mecanismo causal o al menos se le debe sugerir.

Segundo, las explicaciones causales deben distinguirse de las aseveraciones sobre la correlación. A veces estamos en condiciones de decir que un acontecimiento de cierto tipo es seguido invariable o habitualmente por un acontecimiento de otra clase. Esto no nos permite decir que los acontecimientos del primer tipo causen acontecimientos del segundo porque existe otra posibilidad: los dos pueden ser efectos comunes de un tercer acontecimiento. Éste es, en suma, el problema de los epifenómenos.

Tercero, las explicaciones causales deben distinguirse de las aseveraciones acerca de las condiciones necesarias. Explicar un acontecimiento es dar un relato acerca de por qué sucedió cómo sucedió.

Cuarto, las explicaciones causales deben distinguirse de la narración de historias.

Los tres principios de causalidad son lógicamente independientes. Con determinismo sin causalidad local, apelamos al pasado para explicar el presente y predecir el futuro. El status epistemológico de las tres propiedades de la relación causal es una cuestión problemática.

La explicación funcional

Una explicación funcional solamente puede triunfar si el giro desde la consecuencia hasta el fenómeno que se explica puede ser la muestra de un mecanismo específico de realimentación en cada caso particular. En biología, la teoría de la evolución a través de la selección natural asegura la existencia de cierto mecanismo de realimentación, independientemente del hecho de que podamos demostrarlo en un caso dado. Pero no existe análogo de las ciencias sociales a la teoría de la evolución y, por eso, aquí en cada caso debe de señalarse obligatoriamente cómo funciona la realimentación (Elster, 1983).

La biología se basa en la idea de las consecuencias óptimas, mientras que algunas ciencias sociales en el concepto de consecuencias beneficiosas. La biología apela a la misma consecuencia en todos los casos, la adaptación reproductiva; mientras que en las ciencias sociales los beneficios explicativos difieren de caso por caso. Así, pues, en estas últimas puede resultar difícil distinguir entre generalizaciones legales y accidentales.

La explicación intencional esencialmente comprende una relación tríadica entre acción, deseo y creencia. Un agente intencional elige una acción que cree será el medio para su meta. La explicación intencional incluye mostrar que el actor hizo lo que hizo por una razón.

Generalmente, se presenta intencionalidad y racionalidad de un modo paralelo. Sin embargo, caracterizar una creencia, una acción o un modelo de conducta como racional no debería hacerse salvo que se esté dispuesto a afirmar que la racionalidad explica que lo que se dice es racional. La manera habitual de definir conducta racional es apelando a algún concepto de optimización. Más racionalidad y optimalizad no son sinónimos (Elster, 1983).

Explicación intencional, racionalidad y ciencia.

La racionalidad presupone el uso de razón, condición necesaria pero no suficiente. En este sentido la racionalidad no es una facultad, sino un método, si bien su aplicación presupone ciertas facultades.

La racionalidad se predica de nuestras creencias y opiniones, así como de nuestras decisiones, acciones y conducta. Jesús Mosterín (1987) llama «racionalidad creencia» a la primera y, «racionalidad práctica» a la segunda. Nosotros mantendremos la misma denominación para la primera, pero a la segunda la reconoceremos como «racionalidad de la praxis». Lo común es comenzar exponiendo la primera de ellas, pero nosotros procederemos presentando en primer lugar la segunda, postulando aquellas condiciones o rasgos específicos para su reconocimiento

Racionalidad de la praxis.

En definitiva, de todo ello, diremos que un individuo x es racional (en su praxis) si:

1. x tiene clara conciencia de sus fines.

2. x conoce, en la medida de lo posible, los medios necesarios para conseguir esos fines.

3. en la medida en que puede, x pone en obra los medios adecuados para conseguir los fines perseguidos.

4. en caso de conflicto entre fines de la misma línea y de diverso grado de proximidad, x da preferencia a los fines posteriores.

5. Los fines últimos de x son compatibles entre sí.

Además, la racionalidad de la praxis supone la creencia incluso en la determinación de los fines, y aún más obviamente en la elección de los medios más adecuados para la consecución de nuestras metas, pues es también en función de lo que creemos acerca del mundo que juzgamos de la adecuación de los medios. "La finalidad de obtener un sistema creencial lo más objetivo y verídico posible es una finalidad común a todos los agentes racionales. Y la racionalidad creencia no es sino la estrategia que conduce a esa racionalidad." (Mosterín, 1987).

La racionalidad creencia.

La creencia racional de una idea u opinión es un concepto que se distingue del saber con veracidad de dicha idea u opinión. Indudable del valor veritativo de una idea. Para tener esta determinación acerca de cualquier idea, precisamos:

1. que creamos que f.

2. que sea verdad que f

3. que nuestra creencia de que f esté adecuadamente justificada.

Las dos primeras condiciones del saber son las mismas que definen el acertar. Es decir, cuando sabemos, siempre acertamos. Pero no a la inversa. Podemos acertar sin saber, podemos acertar por casualidad, por suerte o por azar. Es precisamente la tercera condición del saber la que excluye el acertar por casualidad, pues exige que para saber que f nuestra creencia de que f ha de estar adecuadamente justificada o, en otros palabras, nosotros hemos de estar justificados en creer que ?. Sin embargo, el creer que f y el que nuestra creencia de que f esté justificada no bastan tampoco para que podamos decir que sabemos que ?; para ello es además necesario que sea verdad que f (con independencia del contenido que otorguemos al sustantivo verdad).

En definitiva, hemos propuesto, con Mosterín, el siguiente concepto de racionalidad creencia. Si un individuo cree de hecho en todas y sólo las ideas en que le resulta racional creer, o al menos está siempre dispuesto a modificar su sistema de creencias en tal sentido, diremos de él que es racional en sus creencias. Si cree más ideas que las que racionalmente puede creer, diremos que es un dogmático; si cree menos, un escéptico.

Ciencia, crítica y racionalidad creencial.

La ciencia juega un papel destacado en nuestro concepto de racionalidad creencial. Una de nuestras condiciones de la racionalidad creencial está formada por las afirmaciones de la ciencia de nuestro tiempo. Pero, podemos aplicar parte de lo que hemos dicho y considerar a la ciencia y su resultado como un corpus de creencias colectivas sometidas a un constante proceso de revisión, fruto de una estrategia racional de maximización de aciertos y minimización de errores.

Este punto nos lleva a diferenciar dos tipos de racionalidad-creencial: la individual y la colectiva. Ambos están en estrecha relación e interdependencia, y el uno no sería posible sin el otro. Así, en el caso de la ciencia, es necesario que los científicos individualmente sean racionales en sus creencias referentes al objeto de su investigación. Y para que ellos sean racionales en los términos aquí expuestos es necesario que exista un corpus de ideas del cual puedan sacar una gran parte de sus ideas acerca del mundo de sus investigaciones.

Normas y procedimientos.

Muchas veces, lo que hacemos es acogernos algunas normas y reglas ya establecidas. Pero, lo importante, es que estas reglas han de ser siempre revisables, no válidas de una vez por todas.

Precisamos construir un sistema que contenga las condiciones de posibilidad del conocimiento teórico y práctico; un sistema lógico que contenga las condiciones de coherencia en que puede ser encuadrado racionalmente cualquier conocimiento.

Este sistema tiene por misión señalar los distintos niveles lógicos del saber, la constelación de categorías necesaria para comprender cada uno de ellos, el método y criterios de «veracidad» adecuados, y las relaciones lógicas existentes entre los distintos niveles.

Nuestra tarea consiste en ofrecer la razón suficiente de un factum: el factum rationis de la Argumentación. La condición de posibilidad de tal hecho incluye implícitamente los siguientes supuestos:

1. Que quienes argumentan hacen una opción por la «verdad».

2. Que esta opción sólo resulta coherente si quienes optan por la «verdad» postulan prácticamente la existencia de una comunidad ideal de argumentación, en la que la comprensión entre interlocutores será total.

3. Presupone una situación ideal del diálogo, expresión de una forma ideal de vida, en la que se excluye la desfiguración sistemática de la comunicación, se distribuyen simétricamente las oportunidades de elegir y realizar actos de habla y se garantice que los roles de diálogo sean intercambiables.

4. La racionalidad de las decisiones, el no-dogmatismo de la argumentación se alcanza sólo procedimentalmente por medio de un diálogo que culmine en un consenso entre los afectados. Esto exige reconocer al sujeto afectado como interlocutor competente en una argumentación.

5. De este postulado deriva un imperativo: promocionar la realización de la comunidad ideal de argumentación en la comunidad real.

Estos supuestos son necesarios para comprender que los hombres científicos se comprometen de hecho en una comunidad concreta de argumentación

Fundamentación del discurso posible.

La fundamentación no viene referida aquí a la cuestión del origen de los conocimientos, sino a las condiciones de validez intersubjetiva de la argumentación. La fundamentación de argumentos no consiste en decidirse por principios indemostrables, a partir de los cuales el argumento es derivable, sino en descubrir aquellos presupuestos sin los que la argumentación es imposible. El único procedimiento para hallarlos es la autoreflexión.

En definitiva, en tanto científicos somos miembros de una comunidad o comunidades de diálogo, y como tales buenas partes de nuestros quehaceres son actos de habla sometidos a condiciones de validez intersubjetiva. Y, hacer del consenso resultante del diálogo entre agentes lingüísticamente competentes la base del quehacer de la ciencia, lejos de todo decisión, nos permite acordar que no hay una concepción intemporal y universal de la ciencia o del método científico que pueda servir para fines ejemplos.

De no ser así, podríamos caer (caeríamos/seríamos presa de) en un cierto dogmatismo. No es lícito defender o rechazar áreas de conocimiento porque no se ajusten a algún criterio prefabricado de cientificidad. Respecto a las formas en que las teorías pueden ser juzgadas, si "no hay una categoría general de «ciencia», ni tampoco un concepto de «verdad» que esté a la altura del proyecto de describir a la ciencia como una búsqueda de la verdad, toda área de conocimiento ha de ser juzgada por sus propios méritos, investigando sus fines y el grado en que es capaz de cumplirlos." (Chalmers, 1982,).

Nuestras teorías pueden ser juzgadas como el grado en que abordan con éxito algún aspecto del mundo, pero no podemos juzgarlas desde el punto de vista como el grado en que describen el mundo tal como es realmente, simplemente porque no tenemos acceso al mundo independientemente de nuestras teorías de una forma que nos permita valorar la exactitud de tales descripciones. No podemos salir de las teorías, dejar de disponer de alguna teoría -completa o potencial-, para abordar el mundo y para juzgar nuestras propias teorías.

CAPÍTULO 5.

Problemáticas y marcos conceptuales en economía

Introducción

El desarrollo de cada una de las grandes construcciones teóricas ha ido generando una diversidad de categorías analíticas y de conceptos. Estas categorías presentan, dentro de cada bloque, una coherencia y una consistencia lógica que han dado lugar a conjuntos de teorías articuladas entre sí. Estas teorías cubren, con más o menos fortuna, la necesidad de ofrecer explicaciones de los acontecimientos y posibilitar las observaciones pertinentes de los mismos. En este sentido, puede entenderse la labor de los economistas como la de construcción de marcos conceptuales o lenguajes.

En parte porque podemos decir que "en la ciencia económica como en otras disciplinas el progreso científico se alcanza menos por negación que por generalización o englobamientos sucesivos." (Jessua, 1991). La llamada por Keynes Economía clásica respecto a sus propias ideas (Keynes, 1936) y las de éste respecto a los neoclásicos (Rojo, 1984), son muestras de generalización en economía. Aunque, ciertamente no toda la evolución de las doctrinas económicas puede ser contada así. Pues no puede negarse que en ninguna parte exista un conflicto entre ideas de diferentes corrientes. Es más, en ocasiones, este conflicto se encuentra en el seno de una misma corriente; esto es: incoherencia o inconsistencia lógica

La formación de explicaciones en Economía.

En definitiva, se observa algunas posición y otras similares mantenidas por otros autores, lo que realmente se hace es adoptar una metodología defensiva, cuyo principal objetivo parece consistir en proteger a la Economía de las crecientes críticas dirigidas, ahora, contra el irrealismo de sus supuestos, por un lado, y contra las estridentes exigencias de predicciones severamente contrastadas, por otro (Blaug, 1980).

Los economistas que pertenecen a la corriente principal del pensamiento neoclásico predican la importancia de someter las teorías a la contrastación empírica, pero raramente mantienen en la práctica sus normas metodológicas declaradas. La elegancia analítica, la economía de medios teóricos y la mayor ampliación posible de aplicabilidad conseguida por medio de simplificaciones cada vez más heroicas han merecido con frecuencia una mayor prioridad que la capacidad predictiva y la significación respecto a cuestiones de política. Es un falsacionismo inocuo el rasgo de la filosofía de la ciencia imperante en la Economía moderna.

Breves notas sobre la evolución de la metodología en Economía

El método de Marx era una combinación de teoría y hechos, de lógica e historia. No era ni un especulador puro ni un puro empirista. El marginalismo, en todo caso, tendió a favorecer el método ricardiano de la especulación puramente lógica. Esto fue más pronunciado en la tradición walrasiana, y menos en el enfoque marshalliano (Katouzian, 1980).

Los economistas neoclásicos se opusieron a la crítica metodológica de la escuela histórica. Se mantuvieron firmes en su propio enfoque deductivo y a priori y -aun haciendo algunas alabanzas de la utilidad del conocimiento fáctico e histórico en el curso del debate en la práctica no realizaron ni el más mínimo cambio en su metodología básica.

Las teorías científicas son abstractas y generales y precisamente a causa de que las teorías son abstractas y generales, no deben poder tener una aplicación universal. La abstracción permite a una teoría especificar las condiciones en que resulta válida -o, lo que es lo mismo, excluye todas aquellas situaciones, mucho más numerosas, en las que no se puede aplicar. Sin embargo, la teoría resultante es general en el sentido de que explica todos los fenómenos relevantes bajo las circunstancias que se corresponden con esas condiciones específicas.

CAPÍTULO 6.-

Crecimiento, acumulación y tendencias profundas: la economía política

Introducción.

En la Economía existe un período preadamita. Sin embargo, las cuestiones planteadas por el enfoque clásico de la mano de Adam Smith, y la manera de enfocarlas pertenecen a una concepción claramente «moderna». Con él, y también algunos de sus contemporáneos, se inicia una tradición basada en una interpretación analítica de la totalidad del proceso económico. Los economistas clásicos continuaron con algunos de los problemas, como por ejemplo la importancia del excedente económico, pero le dieron otra interpretación. Muchos de los sistemas de ideas económicas y conceptos que se pueden encontrar en la actualidad beben en algún sentido de la tradición clásica o de sus ramificaciones. Por estas razones iniciamos nuestro análisis de los lenguajes económicos con el enfoque clásico.

Adam Smith.

Es el padre de los economistas, vivió en medio de esa etapa de empresa capitalista que se ha conocido con el nombre de «sistema doméstico».

En las ciudades y villas del continente europeo persistía aún el sistema de gremios y la agricultura conservaba la supremacía sobre el resto de las ocupaciones. Smith vivió y escribió en un momento histórico de grandes cambios económicos. Estos cambios se encuentran especialmente en las primeras partes de la Riqueza de las naciones. Eran, en esencia, cambios en la organización de la producción que describió en su fábrica de alfileres.

Smith y el crecimiento económico.

Smith reconoce tres orígenes distintos en la mejora de la maquinaria: en el propio puesto de trabajo y por el propio trabajador; por el fabricante de maquinaria; y por los científicos y técnicos en los laboratorios.

Además de la dimensión del mercado, existen otros factores que influyen en el grado de división del trabajo. Estos son: la estandarización del producto, la estabilidad de la demanda del producto y la certidumbre respecto al comportamiento a medio y largo plazo de la demanda del producto. Cuanto mayor sea la estandarización u homogeneidad de los productos fabricados mayores posibilidades habrá de utilizar maquinaria específica y también de parcelar la producción. De ahí que mayor podrá llegar a ser la división del trabajo.

La estabilidad de la demanda del producto afectará a la división del trabajo por dos vías. Por una parte, cuando la demanda del producto es inestable y presenta fluctuaciones, en la parte baja del ciclo económico, ciertos factores productivos, especialmente el trabajo, dejarán de utilizarse. Esto hará que se reduzcan las ganancias de la división del trabajo. De hecho, la inestabilidad de la demanda puede equipararse con un nivel de demanda estable menor. Así pues, todo lo mayor que sea la inestabilidad de la demanda del producto, menor será la división del trabajo.

edu.red

Cuanto mayor sea el peso de los costes fijos, mayor será la sensibilidad frente a la inestabilidad de la demanda.

La relación entre la incertidumbre y la división del trabajo se sigue de un conjunto muy similar de consideraciones. Incluso, cuando la demanda del producto es inestable a lo largo del tiempo, se pueden estabilizar los programas de producción y obtener las economías de divisibilidad mediante variaciones de las existencias, pero la inversión en existencias será desalentada cuando las fluctuaciones sean impredecibles. No se estará dispuesto a mantener existencias si se desconoce el comportamiento futuro de la demanda. La incertidumbre desalentará, pues, la inversión en factores fijos que parecen acompañar a la división del trabajo.

El análisis del valor y de la distribución.

Smith, en este sentido, distingue entre valor en uso y valor en cambio: "la palabra valor tiene dos distintas inteligencias; porque a veces significa la utilidad de algún objeto particular, y otras aquella aptitud o poder que tiene para cambiarse por otros bienes a voluntad del que posee la cosa" (Smith, 1776).

El análisis del valor de Smith es al mismo tiempo un análisis de la distribución. Si el primero es consustancial a su teoría del crecimiento económico, el segundo no puede quedar marginado. No obstante, habrá como mínimo que esperar hasta David Ricardo para que esto se manifieste con toda su crudeza.

La política económica en Adam Smith.

El conjunto de conceptos e ideas económicas de Adam Smith y sus actitudes hacia la política económica formaban parte de un todo.

Consideraba el crecimiento económico como el fin básico, cuya deseabilidad estaba más allá de todo disputa, Smith era coherente con su sistema analítico. Pero las críticas a los gobiernos no se derivaban directamente de su análisis, pues cuestionaba en ocasiones el que el laissez faire condujera al mejor de los mundos posibles. A veces, los intereses privados no regulados -tanto como los gobiernos- podrían comportarse de modo que suprimieran el progreso.

En su análisis general de las funciones propias del Estado, Smith dejó bien claro que restringiría las actividades del gobierno. De acuerdo con el sistema de la libertad natural, el soberano tiene únicamente tres deberes: primero, el deber de proteger a la sociedad de la violencia y la invasión de sociedades independientes; segundo, el deber de establecer una administración de justicia exacta; y, tercero, el deber de erigir y mantener ciertas instituciones públicas y determinadas obras públicas.

David Ricardo.

La Economía política pierde la inclinación empírica que había sido tan característica del sistema de Adam Smith, y se vuelve más austera y abstracta. La elevada abstracción del análisis de Ricardo puede ser fruto de su excesiva preocupación por el largo plazo y tuvo como consecuencia un cambio en aspectos formales del lenguaje utilizado. Esta preocupación se pone claramente de manifiesto en una carta de éste a Malthus fechada en 1817

La importancia debe buscarse en la estrecha relación que, existen entre distribución, teoría del valor trabajo, acumulación y crecimiento económico. Se trata de conceptos que con Ricardo van a adquirir nuevas relaciones. Este resultado final únicamente puede retrasarse, no evitarse, y son los descubrimientos y nuevos inventos el modo de diferir en el tiempo su llegada.

Teoría del valor en Ricardo.

La teoría del valor ricardiana descansa fundamentalmente en los costes de producción medidos en unidades de trabajo. Ricardo se preocupa exclusivamente de las mercancías que resultan de un proceso de producción; y de estas mercancías lo que le preocupa no es el precio efectivo o de mercado que resulta de desviaciones accidentales y temporales; por contra, el centro de su preocupación es el «precio natural y primario», derivado de las condiciones técnicas de producción. Estas condiciones técnicas remitían a la cantidad de trabajo incorporado en la producción de las distintas mercancías. El valor (natural) relativo entre dos mercancías está en proporción directa a la relación del trabajo incorporado.

Ricardo reconoce una serie de excepciones que discute más abiertamente en su tercera edición de los Principios. Estas excepciones son presentadas en tres grupos: a) proporciones diferentes de capital fijo y circulante; b) duración temporal desigual del capital fijo; y, c) distinta rapidez de retorno del capital circulante

Ricardo y los economistas posteriores.

Para Ricardo, son éstas cuestiones propiamente estáticas. Las cuestiones abordadas por los economistas clásicos, la producción, responden a un contexto dinámico. La producción es el compromiso y la aplicación del ingenio humano a crear y dar forma a los productos que desea. Pero, dado que haciéndolo y experimentando el hombre aprende, está implícito en la naturaleza misma de llevar a cabo una actividad productiva en la que descubrirán nuevos y mejores métodos de producción. Por supuesto que hallar nuevos métodos toma tiempo, y toma tiempo de forma persistente. El economista se enfrenta aquí no ya al problema de la racionalidad, sino a un proceso de aprendizaje.

Cualquier formulación matemática de este problema no puede dejar de ser función del tiempo, dado que el proceso avanza a pasos cortos y puede parecer bastante despreciable en el corto plazo; pero, como se produce incesantemente, está inevitablemente abocado a hacerse más pronunciado cuando más largo es el período considerado

La política económica como base del análisis económico: D. Ricardo.

Ricardo, al oponerse a las Leyes de Cereales, no simplemente estaba luchando a favor de la libertad de comercio y de movimiento de recursos, sino que consideraba que afectaban a las posibilidades de una expansión económica estable.

El mecanismo tenía su base en la interconexión existente, en el marco ricardiano, entre distribución y crecimiento. Las Leyes de Cereales suponían un elevado precio de los mismos, cuyas consecuencias inmediatas eran elevar los salarios y las ganancias de los terratenientes, al poner en cultivo tierras marginales. De este modo se ejercía una presión a la baja sobre los beneficios de los capitalistas; y, se frenaban las condiciones y posibilidades de acumulación de capital. En definitiva, en el caso de Ricardo, al igual que sucediese en el caso de Adam Smith, el crecimiento económico era el vector u objetivo que actuaba como criterio para valorar la oportunidad y repercusiones de distintas actuaciones públicas.

No obstante, esa postura ricardiana, además de propiciar su desarrollo conceptual sobre la acumulación de capital, también contribuyó a la elaboración de su teoría de la ventaja comparativa; esto es, sus argumentos a favor del libre comercio. Formuló éstos de un modo coherente con su enfoque general: comparando las cantidades de trabajo necesario para obtener los bienes en el interior de diferentes países.

Si los costes de los bienes internacionalmente comerciables -expresados desde el punto de vista del factor trabajo difieren entre dos países, cada uno podía beneficiarse especializándose en la producción de aquel bien en el que tuviese ventajas comparativas. De este modo, ambos países se beneficiaban del comercio internacional. Pero, en el trasfondo de estos argumentos no se encuentra simplemente la necesidad de reconocer las ganancias generales de la especialización y del comercio. Era necesario, sobre todo, advertir la importancia de que el comercio británico discurriera por unos cauces que impidieran la erosión de los beneficios de los capitalistas internos.

No obstante, la efectiva realización de los beneficios del comercio internacional exigía un saneado sistema financiero internacional. Las posiciones ricardianas en materia monetaria y financiera estaban dominadas por esta preocupación; La posición de Ricardo, en cuestiones monetarias, era bullonista. Mantuvo que la oferta monetaria interna debería quedar ligada estrictamente con la reserva de oro del país. En este contexto, la emisión de billetes de un país que sufriera una pérdida de oro, a través de un saldo comercial desfavorable, se contraería automáticamente.

John Stuart Mill.

John Mill a diferencia de sus predecesores, dejó su huella no sólo en el campo de la Economía, sino también los de la Filosofía y la Ciencia Política. Sus trabajos en tan amplios campos resultaron de una precoz educación diseñada por su padre, J. Mill.

John Como reconoce el propio en su Autobiografía, antes de los quince años ya había leído y discutido a los clásicos griegos y a los economistas políticos de la época. A esta temprana formación intelectual hay que añadirle un segundo rasgo: la gran apertura y flexibilidad de su pensamiento. J.S. Mill irá incorporando a lo largo de su vida intelectual elementos procedentes de diversas ramas del saber, también realizará un recorrido por posiciones intelectuales claramente enfrentadas: desde el utilitarismo de Bentham al conservadurismo de Coleridge y el positivismo de Comte. De cada uno de ellos tomará una parte y rechazará otras, aunque su proceder sea de un acercamiento inicial y un posterior alejamiento, cuando no de un claro enfrentamiento. Junto a ello, hay que añadir su interés por las cuestiones prácticas.

La producción y la distribución.

Las observaciones preliminares de sus Principios, J.S. Mill destaca como uno de los rasgos del mundo económico en que le tocó vivir el hecho que:

En cuanto a la producción y distribución de la riqueza, han de depender de ciertas causas, como todos los demás fenómenos. Y para explicarlas no basta atribuirlas exclusivamente al grado de conocimiento de las leyes de la naturaleza y de las artes físicas de la vida alcanzado en diferentes épocas y lugares. Cooperan muchas otras causas; y ese mismo progreso y desigual distribución del conocimiento físico son en parte efectos, en parte causas, del estado de la producción y de la distribución de la riqueza." (Mill, 1909).

Las diferencias en la distribución de la riqueza son todavía mayores que en la producción. Existen grandes diferencias en la situación de las clases más pobres de los diferentes países y en el número relativo y la opulencia de las clases que están por encima de los más pobres." (Mill, 1909).

Las leyes de la distribución, a diferencia de las de producción, son en parte otra de las instituciones humanas, ya que la manera según la cual se distribuye la riqueza en una sociedad determinada depende de las leyes o las costumbres de la época. Pero si bien los gobiernos o las naciones disponen del poder para decidir qué instituciones han de existir, no pueden determinar de manera arbitraria cómo funcionarán esas instituciones.

Del estado estacionario.

Son aquellos que se pueden agrupar bajo la denominación de Economía ecológica. Algunos de estos autores se refieren a Mill y a los economistas políticos clásicos a la hora de destacar antecesores.

Sin embargo, las razones explicativas de ese estado estacionario dependen en cada caso de variables muy diferentes. Para nuestros contemporáneos, los límites se encuentran en los recursos materiales y energéticos, también para Jevons (1865) éstos eran un límite.

Para los clásicos, por el contrario, la tendencia al estado estacionario se encontraba su causa en la caída de la tasa de beneficios y en la inexistencia de nuevas posibilidades de acumulación de capital. En este sentido, Mill nos dice: "No puedo, pues, mirar al estado estacionario del capital y la riqueza con el disgusto que por el mismo manifiestan sin embargos los economistas de la vieja escuela." (Mill, 1909). Frente a ésta, la posición de

J.S. Mill y la política económica.

Las posiciones de Mill respecto a la política económica diferían significativamente de las de sus antecesores. Trazó un programa de mayor intervención pública en la economía. Al igual que sus predecesores, otorgaba importancia a la actuación estatal en la educación. Y, como estos, criticó la administración de un subsidio de pobreza porque tenía efectos desafortunados sobre la movilidad de la mano de obra y su asignación a los usos socialmente más eficaces.

La mayor diferencia respecto a sus predecesores se encuentra en el reconocimiento de una importante función estabilizadora de los gobiernos. La llegada del estado estacionario podía anticiparse por movimiento de tipo especulativo.

Marx y la teoría económica.

Marx, recoge distintas personalidades que denomina como «profeta», «sociólogo», «economista» y «maestro». De todas ellas nuestros intereses, naturalmente, se centran en el economista y en su contribución a las ideas económicas y a la elaboración de un nuevo lenguaje económico. En este punto, la opinión de la profesión no puede ser más enfrentada.

Pero carece de sentido tanto una como otra posición, pues la obra económica de

Marx, al igual que las demás grandes obras, no está libre de fallos ni está desprovista de meritos.

Primero: la obra de Marx, desde el punto de vista exclusivo del análisis económico, no puede ser considerada como un éxito absoluto; y segundo: que si se considera desde el punto de vista de las contribuciones teóricas audaces, no puede decirse que sea por completo un fracaso.

Aunque Marx se equivocó frecuentemente, sus críticos estuvieron muy lejos de tener siempre razón. Debe apuntarse también en su favor la contribución que hizo, tanto crítica como positiva, a un gran número de problemas particulares.

Marx y sus antecesores.

Marx supo perfeccionar los instrumentos conceptuales recibidos de Ricardo. Sustituyó, acertadamente en opinión de Schumpeter, la distinción ricardiana entre capital fijo y capital circulante por la de capital constante y capital variable; como también las rudimentarias nociones sobre la duración del proceso productivo, procedentes de Ricardo, por el concepto más riguroso de «estructura orgánica del capital», que depende de la relación entre capital constante y capital variable. Todo este nuevo vocabulario permite el desarrollo analítico desde la teoría del valor a la teoría de la acumulación.

Los nuevos conceptos (marxistas).

Los conceptos clásicos del valor trabajo y del valor de los bienes y con ellos, se equipo para ofrecer una interpretación alternativa de la producción y la distribución en la sociedad capitalistas.

Pero sobre la base de estos conceptos incorporó otros nuevos: la fuerza de trabajo es la capacidad potencial de trabajar en unas condiciones determinadas durante un número de horas determinado. Ésta es la mercancía que vende el trabajador. Pero el capitalista adquiere, en el mercado, el valor de uso de la fuerza de trabajo (disponibilidad del tiempo de trabajo del trabajador, estipulado entre las partes). Existe una diferencia entre el valor de cambio de la fuerza de trabajo (v) y el valor de uso (l) a favor de ésta, la cual es el origen de la plusvalía (s). Y, la relación de esta plusvalía con el valor de la fuerza de trabajo da lugar a la tasa de explotación (e).

edu.red

Además de la tasa de explotación, otras relaciones importantes serán la referida a la «composición orgánica del capital», proporción entre capital fijo y capital variable; y, la tasa de beneficio:

edu.red

Los procesos de producción son los llamados tres circuitos del capital: del capital-mercancía (M-M"), del capital productivo (CP-CP") y del circuito monetario (D-D").

El circuito D-D" es el más importante en la producción mercantil, pues manifiesta la búsqueda del beneficio. Comienza con la compra de mercancías que constituyen el CP y termina con la venta de output (M") y la realización de una suma de dinero (D"). El plus valor o auto expansión del capital tiene lugar en el tramo intermedio en el que los inputs son usados como capital. El cambio D-T, dinero por fuerza de trabajo, constituye la relación social fundamental. Esta relación de intercambio esconde relaciones de clase.

edu.red

  • 1- Circuito del capital monetario.

  • 2- Circuito del capital productivo.

  • 3- Circuito del capital mercancía.

La dinámica en la Economía marxista.

Marx hizo suya dos de las principales conclusiones clásicas sobre el comportamiento de las participaciones distributivas durante un período de cambio dinámico: el salario real gravitaría en torno a un nivel de subsistencia y la tasa de beneficio declinaría. Ahora bien, el análisis clásico y el marxista ofrecían explicaciones bastante diferentes de estos fenómenos. Respecto a los salarios, los clásicos consideraban que los ajustes se efectuarían por el lado de la oferta de fuerza de trabajo en el mercado de trabajo, las mejoras de salarios reales llevarían a un incremento de la fuerza de trabajo, que acabaría presionando a la baja las tasas salariales.

Marx no podía apelar a los costes crecientes de los alimentos como variable explicativa del comportamiento de los beneficios. En su lugar, desarrolló el argumento en torno a las variaciones de tres relaciones fundamentales: tasa plusvalía (s/v), composición orgánica del capital (c/v) y tasa de beneficios (s/c+v).

Una de las conclusiones contradecía una de las piezas vitales del anterior argumento sobre la evolución de los salarios reales. Presumiblemente, el proceso de acumulación de capital aumenta la productividad del trabajo e incrementa la cantidad de producto neto (v + c). Si la proporción de s a v permanece constante, el crecimiento en la cantidad del producto neto implicaría que crecía el total de pagos por salarios (v); y, con bastante probabilidad, a un tipo más rápido que el volumen del empleo. La mecanización, después de todo, era de esperar que redujese la tasa de crecimiento de la demanda de mano de obra. Esta consecuencia, sin embargo, implicaría que la parte de la mano de obra que permaneciera empleada disfrutaría de mejoras en sus ingresos reales.

CAPÍTULO 7

La estática y el equilibrio: la economía marginalista

Introducción.

Los economistas teóricos dirigen su atención al análisis del comportamiento económico, enfocándolo sobre el de las unidades que toman decisiones y sobre la forma en que las elecciones de los agentes económicos se convertían en un proceso ordenado. Con esta concentración sobre el comportamiento de las pequeñas unidades del sistema, la microeconomía pasó al centro de la escena (Barber, 1967).

En la nueva Economía, la teoría de la distribución fue relegada a un simple aspecto de la teoría general del valor. Se recompensa a los factores porque son escasos en relación con los deseos de los consumidores de los bienes que aquellos pueden producir. El proceso de producción y distribución sólo tiene importancia en cuanto modifica la posibilidad de elección de los consumidores. La demanda de factores es una demanda derivada; dada la oferta de factores y dados sus coeficientes técnicos de transformación, los precios de los servicios productivos y de los bienes de consumo vienen determinados por los deseos de los consumidores.

Por lo tanto, no parece que haya lugar para un análisis especial de valor de cada uno de los factores de la producción. Precisamente las mayores críticas de los escritores de este período contra los autores clásicos se basan en que éstos elaboraron una teoría especial de la distribución.

Jevons.

Jevons, a diferencia de muchos de sus antecesores y contemporáneos, no tuvo una formación en ciencias morales, sino en matemáticas, biología, química y metalurgia. Esta formación, con toda seguridad, influyó en su modo de proceder en Economía: el desarrollo de conceptos estadísticos, su amplia aplicación en el análisis económico, el uso de gráficas, y la aplicación de las matemáticas al estudio de la economía.

Jevons murió en 1882 sin saber que Menger había publicado una obra acerca de la teoría de la utilidad, la cual se parecía prodigiosamente a la suya. Por otra parte, el libro de Jevons sigue estrechamente tanto el orden como la sustancia de su breve Notice of a General Mathematical Theory of Political Economy enviado, en 1862, a la sección F de la British Association for the Advancement of Science. El ensayo pasó inadvertido y no fue publicado. Cuatro años más tarde aparecía en el Statistical Journal, donde ocupaba una extensión de casi cinco páginas.

La escuela austriaca: Carl Menger.

Menger, definiría a los bienes como cosas útiles que pueden entrar a formar parte de relaciones causa-efectos, con respecto a la satisfacción de las necesidades humanas. En opinión de Spiegel, la moderna economía no ha adherido a esta idea de Menger y ha preferido una interpretación en forma de relaciones de interdependencia mutua.

En 1871, Carl MENGER llamaba utilidades o cosas útiles a aquéllas que tienen la virtud de poder entrar en relación causal con la satisfacción de las necesidades humanas. En aquellas cosas en que el hombre reconozca esta conexión causal y tenga, al mismo.

las llamó MENGER bienes. Así pues, en su opinión, una cosa alcanza la cualidad de bien si en ella confluyen las cuatro condiciones siguientes, a saber:

  • a) existencia de una necesidad humana

  • b) que la cosa tenga cualidades que la capaciten para mantener una relación o conexión causal con la satisfacción de dicha necesidad;

  • c)  un conocimiento por parte del hombre de esta relación causal;

  • d) un poder de disposición sobre la cosa, de tal modo que pueda ser utilizada de hecho para la satisfacción de la mencionada necesidad.

En definitiva, cuando no confluyen todas y cada una de estas cuatro condiciones una cosa no alcanza o pierde su cualidad de bien (Menger, 1871).

La escuela de Lausana: Léon Walras.

La economía política pura de Walras consiste en la construcción de un modelo matemático que permite definir, en forma precisa, la situación en la que tiende a establecerse una economía basada en el intercambio libre de los productos, en la venta libre de la fuerza de trabajo, en la libre circulación de los capitales y en el arrendamiento libre de la tierra. El conjunto de su Economía teórica se apoya en dos supuestos: por una parte, toda unidad económica tiende a maximizar su utilidad; y, por otra, que la demanda de cada bien debe igualar su oferta.

En la primera edición de su obra, Walras admitía que los coeficientes de fabricación son magnitudes constantes, independientes de los precios de los servicios productivos. Más tarde completó su modelo introduciendo la idea de la variabilidad de los coeficientes de fabricación. Éstos, dice, son unas determinadas funciones de los precios de los factores de producción, puesto que cada empresa emplea una cantidad tal de cada servicio, de forma que su productividad marginal sea igual a su precio. Esto es, la ley por la cual las productividades marginales de los factores de producción deben ser siempre iguales a sus precios. De este modo se determina las cantidades de los distintos servicios empleados en las diferentes empresas, es decir, los coeficientes de fabricación.

Alfred Marshall.

El primero que consagró su vida a la construcción de la Economía como ciencia en sí, asentada en fundamentos propios, y con el mismo alto nivel de precisión científica de la física o la biología. Pero, más aún, resultó imposible que, después de él, la Economía volviera a convertirse en una de tantas materias del bagaje del estudioso de filosofía moral, en una de tantas ciencias morales. Marshall no quedó satisfecho hasta que alcanzó una victoria completa en 1903 con la creación de una facultad y un tipo separado para la Economía y las materias afines de ciencia política.

Asentada en fundamentos propios, y con el mismo alto nivel de precisión científica de la física o la biología. Pero, más aún, resultó imposible que, después de él, la Economía volviera a convertirse en una de tantas materias del bagaje del estudioso de filosofía moral, en una de tantas ciencias morales. Marshall no quedó satisfecho hasta que alcanzó una victoria completa en 1903 con la creación de una facultad y un tipo separado para la Economía y las materias afines de ciencia política.

Los Principios.

Los Principios constituyen un estudio de la teoría estática microeconómica, pero recuerda continuamente al lector que ésta no puede captar las cuestiones vitales de la política económica. Para Marshall era necesaria una «biología económica»: el estudio del sistema económico como un organismo que evoluciona en el tiempo histórico. Por esta razón, esta obra está llena de comparaciones entre el mundo económico, el mundo físico y el mundo biológico.

La contribución de los Principios puede presentarse esquemáticamente en cinco puntos. En primer lugar, cierra una vieja polémica relativa a la determinación del precio y el papel que en ésta jugaban la demanda y el coste de producción. Después del análisis de Marshall, para la mayoría de la profesión, no hubo nada más que decir al respecto.

Con conceptos gemelos de oferta y de demanda, Marshall disponía de los necesarios elementos para explicar la formación del precio. En el punto de intersección de ambas curvas quedaba determinado el precio de equilibrio. Marshall comparó estas dos curvas a las hojas de unas tijeras y observó que sería igual de razonable discutir sobre si es la hoja de arriba o la de abajo la que corta un papel, como si es la utilidad o el coste de producción quien determina el valor.

Marginalidad y sustitución.

La teoría del equilibrio económico se consolidó y se convirtió en un instrumento de pensamiento eficaz gracias a dos poderosos conceptos subsidiarios: de la marginalidad y la de la sustitución.

El concepto de marginalidad se extendió más allá del original campo de la utilidad para describir el punto de equilibrio en condiciones dadas de todo factor económico que pueda ser susceptible de pequeñas variaciones respecto a un valor dado, o en su relación funcional a un valor dado. La noción de sustitución se introdujo para describir el proceso mediante el cual se restablece o alcanza el equilibrio. La idea de sustitución marginal no era aplicable únicamente a las alternativas de consumo, también existían dichas alternativas entre los factores de producción. Este modo de proceder obtuvo resultados extraordinariamente fecundos.

Sustituibilidad, producción y tiempo lógico.

La sustituibilidad conecta con la teoría de la producción marshalliana. Ésta recogía dos cuestiones: el modo en que cada productor combinaría los factores productivos; y, el ajuste que el empresario llevaría a cabo si se alteraran las condiciones del mercado. La primera no generaba ningún problema analítico–conceptual grave: desde un punto de vista técnico, cualquier volumen de producción podría obtenerse con varias combinaciones de factores productivos.

El primer período de tiempo establecido por Marshall era excesivamente corto para que el productor pudiese hacer un cambio en su producción como respuesta a un cambio en los precios. En el segundo tipo, permitía un cierto ajuste en la producción, modificando la intensidad con que se utilizaba la planta. Pero, para expandir la capacidad productiva, se requería del largo plazo.

El tiempo en Marshall es tiempo lógico, ajeno al calendario: el largo plazo es el espacio de tiempo suficiente para llevar a cabo el reajuste en la escala de la planta necesario para producir un nuevo equilibrio de mercado, tras la perturbación del anterior equilibrio.

Economías internas y externas, empresa y elasticidad.

La presencia de economías internas de escala hace incompatible que las empresas operen en régimen de competencia perfecta.

Esta conclusión de que las industrias con costes decrecientes no pueden existir en condiciones de competencia perfecta se basa en la suposición de que las curvas de oferta de las empresas individuales son independientes entre sí.

Economías externas conducen a la interdependencia entre las curvas de la oferta. Las economías externas están presentes dondequiera que un aumento del producto de toda una industria hará aumentar la cantidad que cada empresa individual está dispuesta a ofrecer a cada precio, esto es, si aquél desplaza hacia la derecha la curva de oferta a corto plazo de la empresa

Finalmente, en la provisión de términos al pensamiento económico por parte de

Marshall, es de destacar la explícita introducción de la noción de elasticidad de la demanda. Para Keynes (1972), se trata de un concepto sin cuya ayuda la teoría del valor y de la distribución no podrían avanzar lo mismo que ocurre con la demanda de un persona tiene lugar con la de un mercado. Podemos, pues, decir de un modo general: la elasticidad (o correspondencia) de la demanda en un mercado es grande o pequeña según que la cantidad demandada aumente mucho o poco frente a una reducción de precios dada, o disminuya poco o mucho frente a un alza de precios dada." (Marshall, 1920).

CAPÍTULO 8.

Dinámica y desenvolvimiento: Joseph A. Schumpeter

Introducción

Joseph A. Schumpeter (1883-1950) significó, en la Historia del Pensamiento Económico, la ruptura con la orientación doctrinaria predominante en su época. Aunque discípulo de Böhn-Bawerk, no perteneció, en absoluto, a la escuela austríaca. Tanto su metodología como los problemas considerados relevantes son antagónicos con los expresados por los marginalitas. Presenta, profesionalmente, un verdadero abanico de dedicaciones. Profesor universitario; dirigió un despacho de abogados en El Cairo; Ministro de Finanzas en Austria -en un gobierno socialista.

Para Schumpeter, los dos economistas más importantes del pensamiento económico fueron Marx y Walras, y ello por distintos motivos. Respecto al primero, nos dirá que supo plantearse el interrogante adecuado, aunque su respuesta no fuese la idónea y, también, por el intento de Marx de desarrollar un modelo de desenvolvimiento del capitalismo en un sentido dinámico. Su admiración por Walras se justifica en el uso que hace del estado estacionario walrasiano, como premisa inicial para exponer su propia teoría del desenvolvimiento económico.

Teoría del desenvolvimiento económico.

En definitiva, en una economía en tales circunstancias, no tienen lugar ni inversiones netas ni ahorro, no cambian las técnicas productivas, ni los gustos de los consumidores; no se modifican las cantidades demandadas y ofrecidas de los distintos bienes; ni los precios; la vida económica deviene siempre del mismo modo, es un continuo flujo circular. Merece la pena destacar que en este estado no existe desarrollo económico; pero no quiere ello decir que no se pueda dar un proceso de crecimiento. En el estado estacionario, la economía puede crecer debido a causas exógenas. Pero, "lo que vamos a considerar es aquella clase de transformaciones que surgen del propio sistema económico, que desplazan en tal forma su punto de equilibrio que no puede alcanzarse el nuevo desde el antiguo por alteraciones infinitesimales.".

El motor capaz de hacer pasar el sistema de esta situación estacionaria a una situación de desarrollo, es representado en la figura del empresario innovador, cuya actividad típica -la innovación– tiene el efecto de destruir el equilibrio del estado estacionario del flujo circular. Con esta ruptura de las relaciones económicas existentes, aparece el desarrollo económico. La función del empresario es la de poner en marcha nuevas combinaciones de factores productivos, esto es, innovar. Esta función distingue al empresario del simple administrador que toma únicamente las decisiones de rutina.

Para Schumpeter, una innovación consiste en la utilización productiva de un invento. En este sentido, existen cinco tipos posibles de innovaciones:

1) introducción de nuevos bienes o de bienes de nueva calidad.

2) introducción de un nuevo método productivo, ya existente en un sector, que no deriva de algún descubrimiento científico.

3) apertura de un nuevo mercado.

4) conquista de nuevas fuentes de oferta de materias primas.

5) establecimiento de una nueva organización en una determinada industria.

Schumpeter llama "empresa a la realización de nuevas combinaciones, y empresario a los individuos encargados de dirigir dicha realización". Estos conceptos son más amplios y más restrictivos que los usuales. Más amplios porque "denominamos empresario, no solamente a aquellos hombres de negocios «independientes» de una economía de cambio a quienes se designa así usualmente, sino a todos los que realicen de hecho la función por la cual definimos el concepto, aún si son «dependientes», o empleados de una compañía. Como lo que caracteriza al empresario es precisamente el llevar a cabo nuevas combinaciones no es necesario que tenga conexiones permanentes con una empresa individual.

Por otro lado, es un concepto más limitado que el habitual, por no incluir a todos los gerentes, consejeros o industriales que se limitan a poder explotar negocios establecidos, sino sólo aquellos que en realidad realicen esa función (Schumpeter, 1912). Ante la realización de una innovación, el empresario ha de vencer tres dificultades:

1) la incertidumbre.

2) la psiquis del hombre de negocios debe hacerle capaz de superar la repugnancia de la gente por realizar algo nuevo.

3) el empresario debe vencer la resistencia que el medio social puede manifestar ante sus innovaciones.

El acto empresarial consiste, pues, en la introducción de una innovación y conduce de este modo a la obtención de beneficios. La introducción de innovaciones supone una disminución en los costes de la empresa que la ha llevado a cabo, o bien, un incremento en el precio de los bienes producidos por la empresa. Así pues, la diferencia entre ingresos y gastos de la empresa innovadora se amplia, y es aquí, en este mayor margen, donde surgen los beneficios. Posteriormente, con el paso del tiempo, la innovación va a difundirse a toda la economía, produciéndose una disminución continua de los beneficios, hasta que llega a anularse el componente extraordinario de los mismos. El resultado final de todo este proceso es que se ha producido un aumento de la riqueza. En el caso de que la innovación no se difundiese enteramente por todo el sistema, entonces el beneficio se convertiría en una renta de monopolio.

El empresario, aunque es una figura esencial para la aparición del beneficio, no tiene por qué ser su receptor. Para conocer quién reviste efectivamente la función de empresario en una economía capitalista y, también, para reconocer a los auténticos receptores del beneficio, es necesario estudiar las fases de desarrollo del orden capitalista.

Competencia y monopolio

Es una competencia "creada por las nuevas mercancías, por las nuevas técnicas, por las nuevas fuentes de aprovechamiento, por el nuevo sistema organizativo.

Este tipo de competencia es mucho más eficiente que el otro (que se explica mediante reducciones de precios). [El mismo] opera no únicamente cuanto tiene lugar de modo efectivo, sino también en tanto en cuanto es una permanente amenaza. En muchos casos a la larga resultará un comportamiento similar al cuadro de la competencia perfecta."

Este tipo de competencia tiende a eliminar los eventuales poderes de monopolio gozados por empresas menos eficientes. A largo plazo, se mantendrán aquellas posiciones monopolistas que sean renovadas de forma regular, a través de las innovaciones. Es un tipo de competencia tecnológica y dinámica que se plasma en el proceso de destrucción creadora. Es un proceso de destrucción por la introducción de innovaciones ya que las empresas que no se adaptan a las nuevas condiciones no van a sobrevivir; y es un proceso creador porque va a difundir sus beneficios a toda la economía.

El proceso de desarrollo cíclico

El proceso de desarrollo cíclico, en donde cuya base se encuentra en la actividad de los empresarios innovadores, no acontece de forma uniforme, sino que tiene lugar necesariamente en forma cíclica. Efectivamente, "la alternancia de las situaciones (es decir, el ciclo económico) es la forma que el desarrollo asume en la era del capitalismo… el movimiento del sistema económico no procede de una manera continua y sin obstáculos.

El futuro del capitalismo: los muros se desmoronan.

Schumpeter deduce de ello que la acumulación de capital, en el ámbito de la actividad económica privada, resulta siempre menos importante a los fines de desarrollo del sistema; por lo tanto, la posición del empresario privado resulta cada vez menos importante.

Estos y otros factores hacen inevitable el hundimiento del orden capitalista y el surgimiento de otro -el socialista- en el que el control de los medios de producción y de la misma producción es devuelto a una autoridad central; en este orden socialista, los negocios económicos de la sociedad pertenecen por principio a la escena pública y no a la privada. Este orden socialista schumpeteriano no coincide necesariamente con propuestas de otros autores o con experiencias (históricas) realmente acontecidas.

CAPÍTULO 9.

La importancia de la demanda y del corto plazo económico: John Maynard Keynes

Introducción

La presencia de Keynes en el mundo contemporáneo se manifiesta por doquier. De un modo directo y claramente visible se manifiesta en la configuración y la sustancia de la teoría económica, pese al rechazo que en la actualidad produce para una amplia parte de la profesión. También se manifiesta en las concepciones de política económica y social y en rasgos institucionales de países y organizaciones internacionales. La superior influencia de Keynes en relación con otros autores es debida a una conjunción de circunstancias, científicas y extra científicas, que se da pocas veces en la historia. La influencia de su obra depende tanto de la naturaleza objetiva de ésta como de la naturaleza de la secuencia de circunstancias históricas con las que la obra se va enfrentando, sin olvidar las amplias posibilidades interpretativas que permitía.

La obra de Keynes y la estructura keynesiana, en sus distintas versiones, constituían a la vez una ruptura y una continuidad con el pasado. Una ruptura, al menos, por tres grupos de motivos. En primer lugar, abarca un campo y pone un énfasis que hace diferir de manera importante su punto de vista del de las doctrinas opuestas. En segundo lugar, es nueva porque destruye en parte las viejas teorías. Y, en tercer lugar, es innovadora en la medida en que sustituye el cuerpo de teoría que destruye, con el consiguiente reemplazamiento de conceptos y categorías. "Sustituye el interés convencional por los mercados, y los precios individuales por una mayor atención hacia las magnitudes agregadas.

Sustituye la teoría del interés convencional por la doctrina de la preferencia por la liquidez. Sustituye el supuesto de una tendencia hacia el pleno empleo por el equilibrio de subempleo. Finalmente, sustituye la hacienda pública neutral del pasado por las doctrinas intervencionistas de la moderna teoría fisca.

La Teoría General.

El origen de la Teoría General se encuentra en la resolución de las críticas que desde diferentes orígenes se suscitaron al Treatise. Para Keynes no era más que la evolución natural de sus propias ideas. Las más relevantes de esas críticas se referían al inadecuado tratamiento otorgado a las variaciones a corto plazo de la producción. Las consecuencias de ello eran que, por una parte, no se tenía en cuenta la posibilidad de que el nivel de producción variase como consecuencia directa de cambios en la demanda, sin necesidad de variaciones en los precios; y, por otra, que se ignoraba que las variaciones en el nivel de producto actúan como una fuerza equilibradora de la demanda y la oferta agregada (esto es, de la inversión y el ahorro agregados).

Crítica a la Economía prekeynesiana.

J.M. Keynes parte de la crítica a lo que denomina Economía clásica prekeynesiana, que incluye a nuestros economistas clásicos junto con los marginalistas.

Para Keynes, la teoría clásica solamente es aplicable en un mundo con ocupación plena, un caso especial, en el que no existe el desempleo involuntario. Por consiguiente, es inaplicable en un mundo donde existe este último tipo de desocupación. En ésta, "los hombres se encuentran involuntariamente sin empleo cuando, en el caso de que se produzca una pequeña alza en el precio de los artículos para asalariados, en relación con el salario nominal, tanto la oferta total de mano de obra dispuesta a trabajar por el salario nominal corriente como la demanda total de la misma a dicho salario son mayores que el volumen de ocupación existente.

Este tipo de desempleo no puede existir en la teoría clásica de la ocupación. Esta descansa en dos postulados:

a) el salario es igual al producto marginal del trabajo; y,

b) la utilidad del salario, cuando se usa determinado volumen de trabajo, es igual a la de sutilidad marginal de ese mismo volumen de ocupación. Este último postulado supone que los trabajadores están en posición de fijar por sí mismos su salario real.

El principio de la demanda efectiva.

El valor del producto que los empresarios esperan recibir en el punto de intersección de la función de demanda global con la función de oferta global se denomina la demanda efectiva.

Las proposiciones básicas del sistema keynesiano de la ocupación son las siguientes:

a) el ingreso -monetario y real- depende del volumen de ocupación N.

b) la relación entre el ingreso de la comunidad y lo que se espera se gaste en consumo (D1) depende de la propensión a consumir. Y, por tanto, dada ésta, el consumo del nivel de ocupación al depender del ingreso de éste.

c) el volumen de empleo N que los empresarios deciden emplear depende, por una parte, de cuanto se espera gastará la comunidad (D1) y, por otra, de cuanto se espera que dedicará a nuevas inversiones (D2). La suma de ambas constituye la demanda efectiva.

d) la suma dedicada a nuevas inversiones resulta de la detracción a la oferta global del consumo de la comunidad.

e) en equilibrio el volumen de ocupación depende: de la función de la oferta global; de la propensión a consumir, y del volumen de inversión.

f) el volumen de ocupación no puede exceder de aquel valor que reduce el salario real hasta igualarlo con la de sutilidad marginal de la mano de obra.

Categorías keynesianas (1): expectativas, eficiencia marginal del capital y fluctuaciones.

Para Keynes, estas expectativas de las que dependen las decisiones de negocios son de dos tipos: a corto plazo y relacionadas con el precio que un manufacturero puede esperar obtener de su producción terminada en el momento que se compromete a empezar el proceso que la producirá; y a largo plazo y relacionada con lo que el empresario puede esperar ganar en forma de rendimiento futuro, en el caso que compre producción terminada como adición a su equipo productor.

"El volumen de ocupación que las empresas individuales ofrezcan será consecuencia de todo este conjunto de previsiones." Pero dada, la existencia de fricciones, un cambio en las expectativas -sean a corto o a largo plazo no producirá inmediatos efectos sobre la ocupación.

Keynes define la eficiencia marginal del capital como la relación entre el rendimiento probable que se espera de un bien de capital y su precio de oferta o reposición, es decir, la que hay entre el rendimiento probable de una unidad más de capital y el costo de producirla. Se define en función de la expectativa del redimiendo probable y del precio de oferta corriente del bien de capital. Depende de la tasa de rendimiento que se espera obtener del dinero si se invirtiera en un bien recién producido.

Categorías keynesianas (2): la propensión a consumir y el multiplicador.

La propensión a consumir keynesiana es la relación funcional existente entre un nivel de ingreso dado y el gasto de consumo para dicho nivel de ingreso. Y la suma que la comunidad gasta en consumo depende a) del monto de su ingreso, b) de otras circunstancias objetivas que lo acompañan, c) de las necesidades subjetivas y las inclinaciones psicológicas y hábitos de los individuos y d) de los principios según los cuales se divide el ingreso entre los individuos. Los dos primeros son factores objetivos, los restantes son subjetivos.

Para Keynes, el hecho de que, dada la situación económica general, el gasto en consumo dependa principalmente del volumen de producción y ocupación, justifica que no se consideren los otros factores en la función general, propensión a consumir, porque, mientras los demás pueden variar, el ingreso total es, por regla general, la principal variable de que depende el consumo. En consecuencia, el consumo depende principalmente del volumen de ingreso total, y los cambios en la propensión misma son de importancia secundaria.

Similar relación existe entre los ingresos y la inversión a través del multiplicador.

Señala la relación entre el incremento registrado en el nivel de renta de equilibrio y la variación en la demanda de inversión. Además, bajo ciertas simplificaciones, esta relación también puede establecerse entre la ocupación total y la ocupación directa dedicada a inversiones. "Este nuevo paso es parte integrante de nuestra teoría de la ocupación, ya que, dada la propensión a consumir, establece una relación precisa entre la ocupación y el ingreso totales y la tasa de inversión.

La función de oferta global y la función de ocupación en la

Teoría General: El crecimiento económico.

Teoría General se refiere casi completamente a la demanda y presta muy escasa atención a cuanto fue el objeto de los economistas políticos, esto es la producción y las condiciones en que tiene lugar.

Partes: 1, 2, 3
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente