Los últimos cincuenta años de la vida política de Argentina no pueden ser abordados si se soslaya el fenómeno social conocido como peronismo, cuya irrupción en la vida política, en la década del ’40, marca el advenimiento de las masas populares como factor decisivo y una nueva fase en el desarrollo del capitalismo nacional. Por lo mismo, la emergencia del peronismo conforma un fenómeno complejo que obliga a la reconsideración de la categoría "representatividad", en la medida en que su presencia material y simbólica desarticula las postulaciones tradicionales, en vigencia hasta la crisis económica y social que propiciaron factores externos e internos.
En efecto, el carácter problemático que aporta este nuevo sujeto social pone en evidencia el carácter exclusivo de la democracia argentina desde la creación del estado–nación hasta la crisis mundial suscitada por las contradicciones del sistema capitalista global y la afectación de los factores constitutivos de la división internacional del trabajo.
El carácter liberal dependiente de la economía argentina y conservador de su política constituyen factores decisivos para el desarrollo histórico implica-do en la aparición del peronismo como sujeto social, constituido principalmente por el proletariado industrial y rural de la Argentina. De acuerdo con ello, el advenimiento de este sujeto pone en evidencia el colapso de un modelo interpretativo ostentado por la burguesía terrateniente y comercial, alineadas respecto del comercio unilateral con el Imperio Británico.
En la medida en que el peronismo es un sujeto históricamente determinado, en su emergencia cristalizan diversas aspiraciones populares, cuyas luchas jalonan el final del siglo XIX y las cuatro primeras décadas del siglo XX, pero no como una corriente mística, sino como expresión política en tránsito de organización, al margen de la lógica tradicional con la que en ese entonces –y hasta hoy– se procedió a objetivar la cosa.
Si estas apreciaciones se aceptan, la presencia de este sujeto desplaza el significado tradicional de "representación popular" desde la interpretación exclusiva tradicional hacia una nueva dimensión, donde se engloba a la totalidad de la población como sociedad plena de derecho.
La enunciación de esta hipótesis impone, para este trabajo, la aplicación de un modelo deductivo basado en el materialismo histórico, cuyo desarrollo habrá de partir desde la definición operativa de la categoría "representación popular", o simplemente "representación", en tanto y en cuanto la misma es inherente a la praxis democrática occidental, y su aplicación dentro del proceso de formación del peronismo y de la cristalización de su expresión política, el "justicialismo", dentro del periodo 1945 – 1955, exponiendo el proceso dialéctico de su génesis y desarrollo.
Este trabajo aspira a elucidar algunos aspectos del fenómeno en el periodo citado, para posibilitar una compresión más acabada de la representatividad, como elemento constitutivo de las prácticas democráticas.
La representatividad es fenómeno inherente a la práctica democrática, en tanto define la participación de un sujeto social en el concurso de un proceso. Por ello mismo, resulta de naturaleza material y social, y expresa la composición de un conjunto humano en una instancia dada. Esto es, no deriva ex nihilo, sino de una condición específica que define la cualidad de cada individuo respecto de los demás, dentro de una praxis material concreta, como es la inherente a la subsistencia.
De acuerdo con lo manifestado, los grados de desarrollo que alcanza cada individuo, en función de las condiciones objetivas, va dando lugar a una ubicación dentro de un esquema productivo y, de la importancia que adquiere su práctica, se va definiendo el status que ostenta con relación a los demás miembros del grupo.
Tales apreciaciones constituyen una explicación del modelo histórico de referencia de la democracia actual, surgida a partir del advenimiento de la burguesía como factor económico y político dominante: la democracia censitaria ateniense.
Efectivamente, este modelo preveía la "participación popular" en las decisiones políticas, pero, en Grecia, el adjetivo era exclusivo para lo habitantes de la polis, es decir, para los hombres nacidos libres y de hombres libres. Con la revolución francesa y su consigna "libertad, igualdad y fraternidad", la burguesía se asoció coyunturalmente al Tercer Estado para tomar el poder, pero, una vez obtenido el objetivo, esta parte del pueblo fue desafectada del ejercicio efectivo del gobierno de la cosa pública.
Como puede verse, la categoría "representatividad popular" posee un centro problemático en el adjetivo, ya que la noción implicada depende del sujeto que la enuncie y cuál es el sujeto o la formación social a la cual se asigna tal calificación.
En el fondo de la democracia francesa subsiste la censitaria ateniense, ya que, en ambos casos, una masa importante de sujetos queda desplazada en las decisiones que afectan al conjunto, aunque la salvedad francesa viene dada por la aparición del sujeto, como consecuencia de la desaparición del siervo de la gleba, en tanto portador de mercancía-trabajo susceptible de ser enajenada, portador de su "propia industria" y, en virtud de ello, asequible como "persona jurídica".
Representar implica asumir relativamente el conjunto de intereses inherentes a otro sujeto singular o colectivo. Por lo mismo, conlleva una participación contingente de caracteres que se definen de acuerdo a las condiciones objetivas en las que tiene lugar su existencia.
La representación comporta un doble acto: por un lado, el reconocimiento del sujeto por otro individual o colectivo como partícipe directo o asociado de su condición; por el otro, la asunción veraz o ficticia de tales condiciones de existencia y los intereses derivados de ésta por el sujeto individual en el acto representativo.
De lo manifestado se derivan dos aspectos: coparticipación relativa y asunción relativa. La primera comporta grados de proximidad determinados por la ubicación dinámica de los sujetos en un esquema productivo capitalista. De ello se deduce que la asociación estratégica entre miembros de la propia o distinta clase social, como proceso de acumulación de fuerzas, resulta una consecuencia del orden hegemónico determinado por las condiciones históricas en las cuales tiene lugar (vg. La formación social denominada radical, es el resultado de la unión de la pequeña y mediana burguesía urbana, confrontada a otra formación caracterizada como conservadora).
Finalmente, la segunda es función de los objetivos de la asociación implicada en el acto representativo, cuando el representante no constituye miembro de la clase o, cuando siendo parte del sector asociado, asume características del sector confrontado (vg. En el primer caso, Juan Domingo Perón es un oficial del Ejército Argentino, históricamente derivado de las políticas trazadas por la oligarquía terrateniente, adherente a la variante política burguesa conocida como corporativismo; el segundo caso lo constituye la dirigencia sindical, en cuya evolución subjetiva se producen migraciones desde un proletariado original a una condición burguesa final)
Estas explicaciones ubican la representatividad dentro del campo material y social de relaciones determinadas por la dinámica del un entorno productivo dado, en el cual los sujetos se reconocen entre sí, definidos cualitativamente a partir de una localización específica, y reconocen las condiciones que los definen como pares formantes de un contexto, que se relaciona con otros similares dentro de tal entorno. Esta preexistencia relativamente orgánica o en vías de organización es el statu quo que opera en la definición de los sujetos contractuales.
Un contrato social, como fórmula garante de la constitución de un Estado, se articula a partir de la ficción de persona, nombre genérico que surge de la condición de sujeto que, a la vez, deriva de su ubicación dentro de un esquema productivo dado, es decir, de un modo productivo y social cristalizado o en proceso de consolidación, en la que cada una de las partes ya tiene un definición especificada a partir de un rol dentro de tal esquema.
El acto de representar marca la existencia objetiva de un sujeto individual o colectivo en el concurso contractual, expresado en la persona material y jurídica de un individuo singular o corporativo que asume relativamente una coparticipación de los intereses "legítimos" del sujeto-persona contratante. En virtud de ello, la categoría representatividad define un proceso social contingente, una variable determinada por las condiciones objetivas de la praxis histórica y, consecuentemente, articulada en función de los intereses subjetivos implicados en tales condiciones.
La representatividad y el peronismo:
Por la Constitución de 1853, surgida luego del triunfo unitario de la batalla de Caseros (2 de febrero de 1852), se plasman los fundamentos del Estado-nación y en ella adquiere objetivación la hegemonía de una formación social, expresada económicamente por su adhesión al liberalismo económico, con relaciones comerciales exclusivas con el Imperio
Británico, y el modelo político de país republicano, representativo y federal. El problema de la representatividad no se centra en el marco teórico implicado en la Constitución, sino en la práctica, en la medida en que la colusión de intereses entrañados en los fundamentos hacía lugar a una participación determinada por las características de un modelo económico moderno, cuya base es-taba dada por la explotación de recursos naturales renovables, como el ganado vacuno salvaje de las pampas argentinas, en primera instancia, y el ovino y la agricultura posteriormente a la Campaña del Desierto.
Esta conformación económica consolidó un sujeto económico específico, fundado en su capacidad para apropiarse de grandes extensiones territoriales, y, consecuentemente, le otorgó la dominación política inmediata. La inmigración provocó el crecimiento demográfico urbano y facilitó el desa-rollo de una mediana burguesía comercial, a la par que se sumó al incipiente proceso de industrialización de los derivados vacunos, motorizado por los intereses británicos.
Esta doble presencia, la burguesía comercial y el primitivo proletariado industrial, da cuenta del salto cualitativo que experimenta el capitalismo tardío argentino, en tanto y en cuanto su desarrollo va produciendo la emergencia de nuevos sujetos colectivos que, con su concurso en el aparato productivo, van cristalizando formas de organización política a partir de modelos importados con la inmigración. La heterogeneidad social, que comienza a definirse, se inscribe en la lógica del capitalismo dependiente y la articulación contingente de sus componentes pone en evidencia a dos corrientes básicas: el conservadurismo, propio de los sectores tradicionales ligados al comercio británico; y el reformismo, característico de la burguesía comercial urbana que se inclina hacia un capitalismo nacional, aunque no desprendido del comercio mundial.
Como fenómeno colateral necesario se erige la variante revolucio-naria, postulada por anarquistas y algunos socialistas, a tenor de los hechos históricos que afectan al mundo.
El advenimiento del gobierno de Hipólito Irigoyen, primera administración surgida a partir de la Ley Sáenz Peña en 1916, marcó la consagración de la burguesía urbana y del reformismo expresado por la Unión Cívica Radical, inaugurando un gobierno caracterizado por un sesgo populista que cristalizó una representatividad inestable, en la medida en que su génesis burguesa urbana imposibilitó la asimilación del proletariado industrial y rural.
En sus primeros tiempos, el gobierno concentró las expectativas del proletariado y la pequeña burguesía, opositores de la conducción oligárquica. Sin embargo, las condiciones objetivas internacionales y nacionales imposibilitaron el desarrollo de las políticas diseñadas por el gobierno, en la medida en que la oligarquía aún conservaba una cuota importante de poder y el radicalismo no acertaba en canalizar las aspiraciones populares, que ya acumulaban una importante tradición de lucha.
La imposibilidad radical se hizo patente en la serie de conflictos laborales que caracterizaron a su gobierno, y su representatividad quedó circunscrita a la mediana burguesía, integrada por comerciantes, agricultores menores y profesionales, en proceso de constitución como clase media.
Esta sucinta descripción pone de manifiesto los aspectos de coparticipación relativa y asunción relativa, en la medida en que la UCR se constituyó en "representan-te inestable", porque su propia conformación como partido político derivó de un sector social específico y que, por menesteres propios de su confrontación con la oligarquía, remitió su discurso a la inclusión de otros sectores sociales relativamente cercanos en la composición del mecanismo de producción capitalista argentino.
El desvanecimiento de las expectativas populares y el reinicio de las luchas dan cuenta de la efímera representatividad radical del proletariado, y su abandono marca el retorno de los sectores populares a la tradición de la lucha política dentro de las organizaciones desarrolladas por el sindicalismo.
La estructura económica del país había cambiado durante la década del 30, debido a la Gran Depresión, que provocó una reducción importante del comercio internacional.
Esto afectó a la economía argentina, basada en la agroexportación, que hubo de reconvertirse mediante el control del mercado de carnes y granos y una acelerada industrialización basada en la sustitución de importaciones de los productos manufacturados. "Este proceso fue acompañado de un importante flujo migratorio in-terno desde las zonas rurales del interior hacia la periferia de las grandes ciudades (fundamentalmente, Buenos Aires, Rosario y Córdoba)."
Estas nuevas masas populares, empleadas en las nuevas industrias y sin antecedentes de sindicalización, comenzaron un proceso de adaptación en el campo laboral, donde cristalizaron las expectativas históricas de una diversidad de sujetos.
Estructuralmente, desde su formación y orígenes, el peronismo puso en evidencia a los sindicatos, que son su primer núcleo movilizador, y los sectores políticos que se aprestaban a participar en la nueva alianza. Los afluentes que se encuentran en el origen de la experiencia peronista, pertenecían a agrupaciones sindicalizadas, sindicatos enteros y dirigentes individualmente considerados, que en los años anteriores desarrollaron experiencias en la tradición ‘sindicalista’, ‘anarco-sindicalista’ y ‘socialista’ del movimiento obrero.
Estas experiencias sindicales privilegiaban formas de acción reivindicativas muy pragmáticas y acudían a una instancia de negociación, donde intentaban inclinar el poder público a su favor.
De ahí la larga vinculación con los espacios estatales, vistos de un modo arbitral, a fin de incidir en la distribución del ingreso y también por las mejoras básicas que coincidían con un programa en términos generales "antiimperialista" y de rechazo a la hegemonía de las clases tradicionales, favorecidas anteriormente: "la oligarquía terrateniente" y, secundariamente, los grupos empresarios aliados a ella.
Es de señalar las resistencias al carácter específicamente político que tenía la reivindicación obrera en 1945, particularmente durante los acontecimientos de octubre, por parte de los viejos gremios de servicios, como los ferroviarios, forjados en la tradición anarquista.
Acontecimientos posteriores llevan a la creación del Partido Laborista, moldeado bajo el estímulo del partido inglés. Se trataba de un partido reformista obrero, basado en sindicatos, y con un programa políticamente policlasista, neutralista, influido por el reformismo socialista de las etapas anteriores y por un estilo de presión-participación en la esfera estatal, económicamente distribucionista, desarrollado bajo la teoría keynesiana, generador del estado de bienestar, de pleno empleo, protección y aliento al mercado interno, etc.
Mención especial merecen los desprendimientos surgidos de la crisis radical, posterior a la caída de Hipólito Irigoyen: FORJA, la Junta Reorganizadora y el Bloque Radical Yrigoyenista, porque de la primera surgirán los postulados nacionalistas y antiimperialistas, mientras que, de la segunda, el peronismo heredará los fundamentos de concordancia implicados en la categoría movimiento.
La Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) que, escindiéndose de la UCR en 1935, propugnaba el retorno a la línea nacional y popular del federalismo y del yrigoyenismo, siendo sus banderas de pronunciamiento "la soberanía popular, la soberanía nacional y la emancipación del pueblo argentino" (Manifiesto). La FORJA propició la revolución americana y nacional asentada en las masas y un antiimperialismo militante.
Existió en FORJA una línea nacional opuesta a la anglosajona, y a la participación de la burguesía comercial del puerto en favor de los intereses de los países centrales. También tenía claras las etapas (y misiones) que debían cumplir los movimientos populares: "Así la emancipación económica y la justicia social, serán el complemento indispensable de la independencia política", dijo Arturo Jauretche.
No obstante, la falencia de FORJA está dada en que su pensamiento no trasciendía la ideología de la clase media, por lo que no consiguió ligarse al trabajador argentino. El radicalismo dio sus hombres (y lo mejor de su pensamiento) al peronismo, de FORJA pasan al peronismo Héctor Maya, Miguel López Francés, Alejandro Greca, Arturo Jauretche, y Raúl Scalabrini Ortiz. Scalabrini se dedica a mostrar el mecanismo de dominación del Imperio Británico en la Argentina. En tal situación Scalabrini postula insistentemente que "adquirir los ferrocarriles es adquirir soberanía".
Un grupo de dirigentes radicales, decididos a constituir una nueva fuerza política, con las banderas de Yrigoyen y los postulados del 4 de Junio, al margen del Comité Nacional de la UCR. Conducidos por Quijano y Antille, formaron la Junta Reorganizadora de la UCR, más tarde llamada "Renovadora". Por su parte, el 23 de octubre, militantes de origen sindical eligieron el comité provisional del Partido Laborista, cuyo documento fundacional se tituló: Por la emancipación de la clase laboriosa. El Partido Laborista instaló un cartel en la puerta con la leyenda: "Una nueva conciencia en marcha." Los radicales "renovadores" eligieron su junta de gobierno y en acto público y J. Hortensio Quijano exaltó el significado del 17 de Octubre.
El Bloque Radical Yrigoyenista inauguró un salón presidido por un retrato de Juan Perón, y los radicales renovadores realizaron en el Luna Park un acto, donde la leyenda principal decía: "De Yrigoyen a Perón con la revolución triunfante de las masas argentinas."
Socialmente, la alianza inicial que da origen al peronismo, está formada funda-mentalmente por importantes trabajadores –la ‘nueva clase obrera’–, empresarios nacionales surgidos en el proceso de sustitución de importaciones de la década anterior, y sectores ‘nacionalistas’ de las FF.AA. Estructuralmente, la alianza con la que Perón gana las elecciones de febrero del ’46 incluye a los grupos sindicales señalados y a múltiples desprendimientos político-ideológicos de todo el espectro público argentino, entre ellos, además, sectores conservadores de la Provincia de Buenos Aires, núcleos comunistas (intelectuales y sindicalistas), algunos dirigentes del trotskysmo y del nacionalismo católico, del ejército y de la Iglesia.
Triunfante, Perón entiende limitada la formación que lo llevara al poder, el Partido Laborista, en el que se congregaba ese conjunto de fuerzas heterogéneas, y propuso disolverlo a favor de un partido más abarcador que, en principio, se llamaría Partido Único de la Revolución Nacional.
Este período formativo de la institucionalidad del peronismo, es considerado por algunos sindicalistas, como una "perdida de identidad y autonomía" del movimiento obrero, de esta forma viejos dirigentes laboristas pasan gradualmente a la oposición y caerán presos. La mayoría de los sindicalistas apoyó la creación de una forma política capaz de albergar la diversidad de grupos e ideologías que fueron congregados por el proceso peronista en los orígenes.
Ese paso permitió superar el ‘obrerismo’ gracias al surgimiento de un instrumento político cualitativamente diferente: el movimiento. Así es como se impuso la forma movimiento, vinculada a la idea de conducción política con un centro arbitral que da sentido al todo y con ramas, alas y sectores que expresan diversos intereses sociales y estamentales. La idea laborista era la cristalización, en cambio, de una tradición sindical argentina, que provenía de un largo proceso de inserción sindical en la sociedad argentina.
La forma movimiento, readecuaba técnicas de conducción militar a la esfera de acción política: La idea de objetivo general aglutinante, de superación del conflicto por una instancia superior laudadora, el principio de reunión de fuerzas, batalla con objetivos, que debían contar con todas las fuerzas disponibles en el mismo punto del es-pacio político, etc.
La idea laborista, difería en cuanto a que actuaba más "tendencialmente", desde los sindicatos aunque con un amplio espectro de alianzas sociales. El triunfo de la concepción movimientista sobre la concepción laborista, además de implicar la nacionalización conceptual de la clase trabajadora, enmarcada en la lucha por la liberación nacional y antioligárquica, generaba un súper-partido político que dio un nuevo espacio a las relaciones entre políticos y sindicalistas en el peronismo, el Partido Justicialista, donde resolver las diferencias y contradicciones.
Sin embargo, en la medida en que componían el fundamento objetivo de una sociedad articulada en torno a un tipo específico de distribución de los medios de subsistencia, estas contradicciones acompañaron todo el ciclo.
El primer gobierno de Juan Domingo Perón se caracteriza por las condiciones económicas favorables como consecuencia del la acumulación de renta generada por la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial.
En este marco, se lleva a cabo la aplicación del Primer Plan Quinquenal, cuyo eje principal es consolidar el desarrollo la industria nacional y a cuyos efectos se instituye el IAPI (Instituto Argentino para la Pro-moción Industrial), que operaba la redistribución de los ingresos generados por la exportación agropecuaria. Este objetivo tenía su correlato con la expansión del mercado interno, por lo que se debía garantizar pleno empleo y una remuneración acorde. Al mismo tiempo se produce la nacionalización de servicios públicos, entre los que se destaca el ferrocarril, como medida expropiatoria de los capitales ingleses ante la declaración británica de inconvertibilidad de la libra esterlina, con lo que prácticamente se estafó a los acreedores.
Es en este gobierno donde cristalizaron las conquistas proletarias que ya habían comenzado a emerger en los gobiernos de Ramírez y Farrell, desde cuya Secretaría de Trabajo y Previsión Juan Perón había promulgado el Estatuto del Peón Rural y puesto en práctica las leyes desarrolladas por Lisandro de La Torre para el proletariado industrial y rural. En ese marco se produjo el divorcio entre el gobierno nacional y la Iglesia Católica, como corolario de un proceso iniciado en 1945 y que no sólo involucraba a la entidad religiosa, sino también a los grupos económicos ligados a la dependencia económica. Sin embargo, también es el periodo en el que se desarrolló la "estatización" de los sindicatos y se censuró a quienes se oponían manteniendo equidistancia respecto del gobierno, así como la cristalización de una oposición al gobierno.
En su segundo gobierno, hacia fines de 1952, Perón cambió el rumbo de la política económica. El Segundo Plan Quinquenal fijaba prioridades en el desarrollo del ahorro y en la inversión privada. En 1952, se disolvió la Unión Industrial Argentina (UIA) y se organizó la Confederación General Económica (CGE) sobre la base de tres confederaciones: de producción, industria y comercio. En 1953, se promulgó la ley de convenios colectivos de trabajo, homologados por el ministerio de Trabajo.
En 1954 y 1955 se firmaron contratos petroleros con la Standard Oil Company de California, poniendo en crisis los principios de soberanía establecidos en la Constitución Nacional, más exactamente en el artículo 40 sobre recursos naturales. En 1955 los industriales consideraron que la única forma de contar con capital para cambiar los bajos índices de producción era el ingreso de inversiones extranjeras.
La supresión de la enseñanza religiosa en las escuelas y proyectos de ley como el divorcio, la separación de la Iglesia y el Estado, eliminación de las fiestas religiosas y el que permitía que diputados no juraran por los Santos Evangelios, enrarecieron aún más el ambiente político y económico.
El 12 de junio de 1955, la Iglesia organizó una concentración, Perón expulsó del país al nuncio papal, Tato, y al canónigo Novoa. Al mismo tiempo, fueron detenidos varios sacerdotes y las autoridades de la Acción Católica.
El 16 de junio al mediodía, una formación de la aviación naval bombardeó Plaza de Mayo y la Casa Rosada. El intento de matar a Perón fracasó; el saldo fue más de 1.000 muertos y heridos. Ese mismo día, llegaron oleadas de gente para apoyar al presidente.
La Plaza de Mayo soportó otro bombardeo. En la noche del 31 de agosto, se atacaron e incendiaron templos católicos. Desde los balcones de la Casa Rosada, Perón ofreció su renuncia a la muchedumbre congregada por la CGT y anunció la creación de milicias armadas. En las primeras horas del día 21, el presidente se asilaba en la embajada del Paraguay. El golpe militar había concluido.
En la sucinta enunciación del desarrollo histórico del fenómeno analizado se pudo observar cómo la nueva formación social encauzó en principio las aspiraciones de un conjunto heterogéneo de sujetos sociales, de lo que se deriva su condición poli-clasista.
Sin embargo, la presencia de cada uno de ellos obedeció a sus propias pretensiones de clase, las cuales sufrieron sucesivas movilidades y transformaciones dentro del marco del capitalismo dependiente con arreglo a la división internacional del trabajo.
La presencia masiva del proletariado urbano y rural, como elemento básico de la constitución del peronismo, puso de relieve el proceso de emergencia y consolidación de un sujeto particular en el seno de una organización económica dada. Tal proceso, que comenzó a finales de siglo XIX y atravesó el gobierno de Hipólito Irigoyen y la Década Infame, no sólo cristalizó las necesidades de un sujeto social en el periodo que fue desde la presencia de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión hasta la Presidencia de la Nación, sino también lo constituyó como sujeto social insoslayable en la práctica política sucesiva.
Ello no obstante, sus aspiraciones en cuanto sujeto autorrepresentado se vieron subsumidas a la falsa homogeneidad del movimiento, derivada de la concepción corporativa que ostentaba Juan Perón, tal como lo demostraron las continuas desavenencias entre el líder y las agrupaciones sindicales que pretendían el mantenimiento de su independencia respecto del Estado, entendido éste como patrón.
El posterior devenir histórico puso de manifiesto las contradicciones inherentes al movimiento, en la medida en que la falacia referida a la subsumisión de los intereses de clase, a partir de un objetivo general, resultó nada más que una suspensión momentánea de las contradicciones propiciadas por el entorno capitalista dependiente.
Sin embargo, una última consideración debe referirse al reduccionismo que operó en la asimilación del fenómeno social revolucionario a la manifestación jurídica-mente formal del partido, es decir, la asimilación del peronismo al justicialismo.
En efecto, peronismo objetiva a un fenómeno social que se inscribe en un entorno específico: la conformación socio-productiva de Argentina. Como nombre, resulta una contingencia y se deriva del apellido del coronel Juan Perón, pero, como elemento social, define la síntesis de los menesteres de los sectores otrora excluidos de la vida política nacional, el proletariado y la pequeña burguesía urbana y rural que, en su proceso histórico de consolidación, ensayaron diversas variantes orgánicas, en-contrando, en la acción de un tipo específico de política determinada por una coyuntura histórica particular, un cauce y una articulación relativos.
Como tal, el peronismo es una forma de manifestación a través de la cual se expresan las pretensiones dinámicas y contingentes de los sujetos constituyentes de una formación social heterogénea, lo que pudo observarse en los procesos políticos posteriores, en los cuales las contradicciones internas pusieron de relieve su constitución heterogénea y dialéctica (vg. La división de peronismo revolucionario y peronismo ortodoxo, donde se exponen dos líneas de interpretación de la participación del peronismo dentro del proceso de liberación Argentina y Latinoamericana)
El justicialismo constituye la expresión proselitista del movimiento y, como tal, resulta un espacio estratégico donde converge la diversidad de sujetos constitutivos del movimiento. Resulta estratégico porque es la forma jurídica a través de la cual se accede a los espacios de decisión nacional y, en virtud de ello, el sector que alcance hegemonía dentro del campo partidario puede determinar relativamente la tendencia social que asume la política del partido.
En este campo es donde se expresa cabal-mente la dinámica social intrínseca del movimiento, en la medida en que es el instrumento ejecutivo de una política particular. Las variadas opciones sociales que asumió el partido en su desarrollo histórico dan cuenta de la alternancia de sujetos socia-les en su conducción.
Finalmente, el desarrollo histórico del peronismo implica un salto cualitativo en la significación del concepto "representatividad popular", porque supera la interpretación exclusiva tradicional al posibilitar la inclusión activa y efectiva de sujetos sociales antes ignorados, mediante la instrumentación de acciones políticas que asumieron a la totalidad de la población como elemento definidor de una sociedad moderna.
Luna Féliz. Todo es Historia 4. La Argentina próspera. Taurus. Madrid, 2002.
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Vazeilles, José Gabriel. La ideología oligárquica y el terrorismo de estado. CEAL. Buenos Aires, 1985.
Fuentes de Internet
http://www.portalplanetasedna.com.ar
http://es.wikipedia.org
http://comunidad.ciudad.com.ar
http://www.monografias.com
http://www.pjbonaerense.org.ar
Eduardo Daniel