"En 1973 el cambio radicalizado llega, por breves meses, al rectorado de casi todas las universidades nacionales. Rodolfo Puiggrós, rector de la UBA, en diálogo con Enrique Martínez, interventor de la Facultad de Ingeniería dan por sentada la necesidad de que tanto los estudiantes como los profesores deben cambiar su mentalidad y que la universidad debe guiar a sus docentes hacia nuestros objetivos de emancipación nacional y conquista de una sociedad más justa."
Puiggrós y Martínez coincidían en la urgencia de entablar "nuevos programas de estudio que, en línea con la doctrina nacional, impidan la infiltración del liberalismo, del positivismo, del historicismo, del utilitarismo y yo diría hasta del desarrollismo, todas formas con las que se disfraza la penetración ideológica"
La misión de las nuevas autoridades consistía en acercar la Universidad al pueblo. La idea era "sacar a los alumnos de la facultad y volcarlos a la calle para que conozcan los problemas de nuestra sociedad". Según Puiggrós el divorcio entre Perón y la intelectualidad no era responsabilidad del peronismo sino de los intelectuales y de los estudiantes que "estaban en la vereda de enfrente." Para ese entonces, el rector de la UBA ya la había rebautizado como Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires.
En su intento por aplicar la teoría marxista al análisis nacional, Puiggrós construyó "una de las vías de ingreso para reivindicar la experiencia peronista" y procura "entroncarla con un pasado en donde lucirán como fundacionales los errores de la izquierda argentina."
En su obra Historia crítica de los partidos políticos argentinos, Rodolfo Puiggrós elabora una serie de cuestionamientos hacia al comunismo y al socialismo argentino, que en gran medida serán repetidos por la Nueva Izquierda, posteriormente. Específicamente ligado a su participación de la Unión Democrática, subraya el hecho de que hayan coincidido "con la oligarquía y el imperialismo en la lucha contra un gobierno democrático y progresista que contaba con el apoyo de las amplias masas populares".
Dentro de la corriente revisionista del peronismo, se destaca el pensamiento del nacionalista Hernández Arregui. Este autor subscribe a la postura crítica del dogmatismo y del liberalismo, en particular. Ocurre un cambio radical en el paradigma de progreso: la apertura hacia los capitales extranjeros ya no forma parte del patrón de desarrollo sino que se entiende como una etapa de la dependencia nacional.
El pensamiento de Hernández Arregui se sitúa en la misma línea que el de Puiggrós, en relación a la Universidad. Aquel estaba de acuerdo con la apertura del sector estudiantil hacia las causas nacionales y sociales y con la posterior radicalización universitaria. Destacaba como centro de efervescencia revolucionaria la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Desde la perspectiva de Terán, Hernández Arregui adhiere a la teoría de Agosti, aún cuando paradójicamente, éste se inspire en un escritor extranjero, como Gramsci. Ambos estaban convencidos de que la tradición nacionalista sí podía vincularse y entrelazarse con el comunismo.
Por otra parte, la obra de Ramos debe ser entendida como una pieza clave del revisionismo histórico, sobre todo en cuanto a la dicotomía entre la tradición rosista y la rivadaviana. Para él, ésta no era más que "la lucha entre las necesidades de la burguesía comercial porteña controlada por los británicos residentes y la clase ganadera bonaerense." Su producción literaria florece a fines de los años sesenta y da sus frutos en los setenta.
Desde el aspecto marxista de la izquierda nacional, el peronismo constituía un "eslabón del proceso histórico que, con el yrigoyenismo, anunciaba un futuro revolucionario". Mientras que desde la vertiente nacionalista, se alineaba al movimiento dentro de la tradición patriótica y popular, inaugurada por Juan Manuel de Rosas. Esta reinterpretación de la historia argentina, donde se revaloriza el papel de los caudillos nacionales y se cuestiona a la Generación del ´37 (y al liberalismo en general), trae aparejada una retraducción de la dicotomía <<civilización o barbarie>>. Tanto desde la izquierda nacional como desde la Nueva Izquierda se entendía que el PC había quedado preso (junto con los sectores liberales) del concepto de civilización, concepto que había entrado en crisis, junto con la burguesía. Así las cosas, los descamisados eran comprendidos como una continuidad de las montoneras y del pueblo yrigoyenista.
Tanto el discurso de Puiggrós como el de Abelardo Ramos remarcaban la necesidad de revertir "la mentalidad colonial del sector intelectual amansado y educado mediante la infiltración ideológica del imperialismo extranjero". Puntualmente en las esferas universitarias, se preocupaban por el carácter antinacional del estudiantado.
La <<ideología de lo específico>> se convirtió en una de las características fundacionales tanto de la izquierda nacional como de la Nueva Izquierda. Alrededor de estas corrientes ideológicas, resurge (en una versión alivianada) aquella ola de xenofobia hacia el Partido Comunista y el Partido Socialista, que había aparecido en nuestro país en torno al Centenario mediante la reacción nacionalista liderada por Manuel Gálvez.
Lo cierto es que el pensamiento de Hernández Arregui, Ramos y Puiggrós merece el reconocimiento de precursor de la Nueva Izquierda. La masificación del revisionismo histórico alcanzado a través de sus escritos, contribuyó al menos a preparar un escenario diferente e innovador, en lo sucesivo al derrocamiento de Perón. Su aporte fue asimilado, mayoritariamente por aquellos jóvenes intelectuales de izquierda que buscaban romper con los viejos esquemas.
En varias oportunidades, Ramos va a expresar su disconformidad sobre la caracterización de "Nueva" para una Izquierda que ya existía y que no era nada más ni nada menos que la izquierda nacional. Acerca de la denominación de neoizquierda por parte del Partido Comunista, Ramos se lamentaba:
"…explayan sus asombros ante la existencia de una izquierda que se les antoja nueva y no lo es […] Porque si hay alguna tendencia ideológica argentina que desde 1945 ha formulado un análisis incontrovertible de la naturaleza de clase del peronismo, de su mecánica interna, del carácter de su régimen bonapartista, […] es precisamente esta llamada izquierda nacional."
La caracterización del peronismo como bonapartismo que será propia del grupo intelectual Pasado y Presente, había sido anticipada por Jorge Abelardo Ramos en Revolución y contrarrevolución en la Argentina (1957) ; ejemplo que justifica su reclamo.
Ahora bien, una vez realizada una descripción general de la contribución teórica de la izquierda nacional, me ocuparé directamente del surgimiento de la Nueva Izquierda. Para un análisis exhaustivo de esta corriente ideológica, este trabajo se remonta a las fragmentaciones intra liberalismo, de la década del cincuenta. No es posible comprender el proceso de transformación de los sectores de izquierda que desembocan en el peronismo revolucionario, sin reparar detalladamente en las conflictos internos de la intelectualidad.
Aquellos sectores liberales que se expresaban a través de las publicaciones Centro, Verbum y/o Sur, se enfrentan en 1955, con la disyuntiva de qué hacer, una vez derrotado el peronismo. Si bien, en los años anteriores, mantenían una ferviente oposición al caudillo y su movimiento, la cuestión no resulta tan sencilla una vez consumada la Revolución Libertadora. Durante los primeros años, la sensación que prima es la desilusión; desilusión provocada por la actitud inquebrantable de los militares, que de ninguna manera parecían estar defendiendo valores liberales.
"Semejante satanización del peronismo hasta convertirlo en un "hecho maldito" y la terquedad de esa identificación entre las clases populares restaron legitimidad a la gestión de la Revolución Libertadora ante los ojos de la intelectualidad crítica y conectaron esta evidencia con la pronta descalificación del liberalismo que aquella decía sustentar."
De manera que desde la intelectualidad liberal se inicia un replanteamiento profundo que acaba en la revisión de sus propios componentes. Por ese entonces, el liberalismo ya aparecía desprestigiado.
Como bien explica Terán, en primer lugar, aparece cierta <<reivindicación americanista>> donde coinciden expresiones provenientes de la cultura peronista, del liberalismo, de la izquierda y también de la franja denuncialista (cultura crítica que alrededor de 1950 se desarrolla entorno al Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras [CEFYL] de la UBA). Posteriormente, dentro de la temática americana, se da otra ruptura, en este caso entre Norte y Sur. El americanismo liberal no le es suficiente a la izquierda crítica, que se empeña en presentar a una América fragmentada "entre un Norte dominador y un subcontinente expoliado a los que la historia, la economía y la cultura no habrían sino desagregado."
El realineamiento post guerra fría da luz a distintas corrientes intelectuales antiimperialistas y puntualmente, antinorteamericanistas. Pero no son sólo estas características las que definen a la izquierda crítica. De hecho, la franja denuncialista se destaca, principalmente por la defensa de una literatura comprometida, como parte esencial de la Realpolitik. Este pensamiento contestatario argentino, estaba íntimamente ligado al existencialismo sartreano, cuyo mayor exponente era Juan José Sebreli.
Mientras Jean-Paul Sartre introducía la noción de que cada palabra del escritor influye en su época, así como cada silencio también; Sebreli escribía en Sur:
"Toda lucha, toda revolución exige indefectiblemente el sacrificio de una generación o de una colectividad […] La revolución no se hace con palabras elevadas […] se hace con suciedad, con sangre, con sudor, con vidas humanas"
La aparición de la violencia como un hecho inevitable dentro de esa literatura comprometida es un punto clave para comprender la próxima ruptura interna en la intelectualidad de izquierda. La literatura como función social tenía sus límites y el dilema ya no pasaba por comprometerse políticamente sino por cómo hacerlo. En palabras de Claudia Gilman la disyuntiva estaba <<entre la pluma y el fusil>>.
Este trabajo, por razones de tiempo y espacio, no puede ocuparse específicamente de describir aquel proceso que llevó a un número importante de intelectuales a convertirse en revolucionarios. Pero sí, nos ocuparemos de algunos casos puntuales (como el del poeta Paco Urondo, militante de las FAR) que no sólo se decidieron por las armas sino que lo hicieron en defensa del peronismo.
Antes que nada, para comprender este acercamiento entre la izquierda y el peronismo, es preciso detenernos en algunos aspectos representativos de la época.
"Los sixties comenzaron bastante puntualmente en Argentina. Acaso el año 1962, fecha de aparición del seminario Primera Plana, pueda servir como hito inicial de la ola modernizadora del campo cultural…"
Si algo se puede aseverar en lo relativo a los años sesenta, es que marcaron época, a nivel mundial. Al margen de las innovaciones culturales, de la irrupción del pacifismo y demás expresiones de aquella generación posterior a la segunda guerra mundial, vamos a concentrarnos en la experiencia argentina, donde el frenesí por la modernidad y el inconformismo eran las cartas más jugadas.
Aquellos jóvenes sin maestros que Ismael Viñas describía como angry young men o rebels without a cause representaban la necesidad de ruptura e innovación. La primera diferencia que van a entablar con los partidos tradicionales de izquierda (especialmente con el Partido Comunista) será la explosión de la necesidad de acción (el culto a la práctica).
En cuanto a la noción de ruptura con el pasado, se debe entender desde la creciente expectativa de cambios radicales íntimamente ligados a concepciones revolucionarias, por ejemplo en términos de H. Arendt, a la idea de un RENACER. El concepto de hombre nuevo de Guevara se entiende en esta misma línea.
Para Carlos Altamirano, la revolución cubana trae aparejado un florecimiento del juvenilismo; además, son los jóvenes de la Nueva Izquierda los que protagonizan el quiebre con antiguas estructuras y lideran lo que él clasifica como "ruptura generacional".
En la Argentina de los años sesenta se hacía difícil escapar a la sensación colectiva de que se estaba liderando un momento histórico. La polis se había tornado más atractiva y resultaba imposible no sentir la responsabilidad de participar de aquello que estaba sucediendo. Una generación entera se sentía protagonista de una época que, para empezar, ya marcaba tendencia.
La disconformidad con la realidad, la necesidad de acción con fines radicales, el espíritu revolucionario y sobretodo la temática generacional y de época, son valores que la Nueva Izquierda compartía con los Comandos Revolucionarios Peronistas de la Zona Sur:
"¡Actúe Patriota! En esta hora heroica de la nacionalidad, tenga el honor y la gloria de haber sido un guerrillero de la Gran Liberación Nacional […]
Viva la Patria Libre, Vive el Presidente Constitucional General Juan Perón. Mueran los tiranos asesinos y vende patrias […]
PERONISMO O MUERTE Enero de 1957 "
Sin embargo, a diferencia de la generación anterior (la izquierda nacional), el grupo Contorno sí creyó en el Frondizismo como posible heredero del movimiento de liberación nacional. Por una lado, Puiggrós confiaba en que "la fuerza política independiente del proletariado se desarrollaría <<dentro del gran movimiento de liberación nacional>>, esto es dentro del peronismo…". Por otro, Osiris Troiani, Ismael Viñas, Noé Jitrik y Ramón Alcalde participaron "en órganos oficiales de la campaña que mucho debió a la filiación yrigoyenista de los Viñas, [ y ] se tradujo luego en cargos gubernamentales [ del gobierno de Arturo Frondizi ] …". Antes de que ocurriera lo que se llamó la traición Frondizi, un grupo importante de intelectuales de izquierda se vio tentado a trazar un paralelo entre la UCRI y el peronismo, así como se entendía a la UCRP como heredera de la Revolución Libertadora.
En septiembre de 1955, en la revista Contorno, Ramón Alcalde publica el siguiente artículo titulado <<Imperialismo, cultura y literatura Nacional>>:
"Así la europeización del estilo de vida de nuestra oligarquía parodiado por nuestra clase media es un resultado de su situación de consumidores puros(…) Consolidar nuestra conciencia nacional no es un problema de la literatura, ni en último término del pensamiento, sino de la acción. Acción que fundamentalmente ha de ser educacional y política"
Son varios los temas que se desprenden del apartado anterior. Más allá de la búsqueda constante de realización mediante la acción política, hay que prestar especial atención al tópico nacional. Lo primero que se lee es un innovador rechazo a la cultura europea que había acompañado a la intelectualidad desde el comienzo. Así es como entra en escena el fervor nacionalista, que, como se ha explicado en repetidas ocasiones, representa aquel poderoso mito, fuerza motriz de la irracional insurrección.
Según Carlos Altamirano, la nueva importancia que adquirió la cuestión nacional en los círculos de izquierda, fue el principal canal de encuentro entre éstos y el peronismo. Esta generación de jóvenes que rompe con las tradiciones y plantea una revisión crucial del paradigma socialista en la Argentina, se vincula al peronismo especialmente en lo que se refiere al imperialismo, pues aquel enemigo declarado de Perón, ahora es el gran enemigo de la neoizquierda. Al margen del inconformismo que le adjudicaban desde los partidos tradicionales, la Nueva Izquierda desconfiaba del paradigma europeo, declaraba un firme anticolonialismo y sobre todo enfatizaba la cuestión nacional. Así las cosas, tiene lugar una revisión total del paradigma típico e histórico del proletariado.
Se critica aquel elaborado por las organizaciones de izquierda tradicionales que mantuvieron la visión europea y por eso confundieron al peronismo con el fascismo. Al aplicar el concepto de socialismo internacional en la Argentina se perdieron de vista los factores nacionales, decisivos para interpretar a un peronismo, que después de todo, nucleaba a la clase obrera. En palabras de Terán, las izquierdas "acostumbradas a tomar como modelo a la aristocracia obrera europea, confundieron al cabecita negra con el Lumpenproletariat".
Carlos Olmedo (líder de FAR) subscribe a esta crítica o autocrítica (el mismo había pertenecido al PC):
"Uno de los saldos más penosos […] fue el que llevó a caracterizar como fascista al peronismo por el hecho de que el general Perón (como algunos de los hombres que lo acompañaban en la formación de la doctrina y de la puesta en marcha de la experiencia que luego lo condujo a su condición de gobernante popular) tomó prestado, incorporó, hizo suyas expresiones, formas y actitudes que evocan un <<estilo>> fascista, de alguna manera vigente en la coyuntura mundial. Si se hubiera hecho el análisis integral de la formación histórica argentina, del carácter de las contradicciones que aquejaban a esa formación, se hubiera apreciado hasta que punto las características perdurables y sustantivas del proceso argentino lo diferenciaban de una manera total de la experiencia fascista."
El énfasis en la experiencia nacional no sólo aporta un instrumento ideal para la conjunción entre el pensamiento de izquierda y el movimiento peronista, sino que también es uno de los detonantes principales de la ruptura que protagoniza la Nueva Izquierda con el Partido Comunista, especialmente. Como dijimos anteriormente se cuestiona el exceso de dogmatismo, que inevitablemente le resta importancia a los detalles de cada país. En palabras de Olmedo:
"Un socialismo que sería mucha más difícil saber como construir sin el aporte de Marx y Lenin, pero que no se construye con el mero aporte de Marx y Lenin, sino con el nuestro, con el de la experiencia de nuestro pueblo…[…]
…el marxismo ha pretendido ser convertido por algunos grupos en bandera política universal y ha sido contrapuesto absurdamente a la experiencia política de pueblos enteros. Lo único que se ha logrado con eso es ser infiel con los pueblos que hacían esa experiencia y ser infieles con el marxismo…"
En esta misma línea se entiende el siguiente artículo de León Rozitchner:
"Esta falta de solidaridad de clase tiene muchas explicaciones. Es por lo pronto, otro triunfo de la burguesía, de nuestros intelectuales, de nuestros políticos izquierdistas que nunca se atrevieron a decir y hacer la verdad hasta el fin, de un comunismo demasiado pendiente de la defensa de la URSS."
Son muchos los errores que la Nueva Izquierda le atribuye al PC, pero el más trascendental recae en su accionar histórico frente al peronismo, especialmente en su participación en 1946 en la Unión democrática (junto con las clases propietarias, las fuerzas conservadoras y el imperialismo yanqui).
Carlos Olmedo, en particular lamentaba que el Partido Comunista, entre otros, haya sostenido prolongadamente una política de hostilidad hacia el pueblo y el proletariado y de alineamiento con la oligarquía.
En esta misma línea de recriminaciones a la izquierda tradicional, se examina ahora el siguiente artículo de Juan Carlos Portantiero titulado "Un análisis marxista de la Argentina" que salió publicado en la sección Crítica de PASADO Y PRESENTE (abril-septiembre de 1964). Éste cuestiona seriamente un libro de Benito Marianetti que representaba la interpretación que hace el grupo dirigente del PC Argentino sobre el pasado y el presente de nuestra sociedad. Portantiero, no muy conforme con la producción literaria escribe:
"El análisis del pasado y del presente se entrecruza con la mera voluntad de justificar esas tesis (…)La historiografía comunista local ubica a nuestro siglo XIX en el marco de las revoluciones burguesas clásicas y de él saca las categorías para el análisis cuando lo correcto es ubicarlo en el marco de la historia de la expansión colonial de los países centrales (…) El fracaso más estrepitoso de la historia del grupo dirigente del PCA el que se expresa en el momento de la Unión Democrática, cuyas repercusiones se siguen viviendo.(…)La <<cuestión colonial>> representa un problema teórico y político fundamental dentro del debate abierto en el movimiento comunista internacional."
Volviendo sobre el factum peronista, vale la pena citar un artículo de la Revista Contorno (septiembre, 1956), en cuya tapa se leía "Peronismo …¿y lo otro?":
"Aquello que los intelectuales les fue vedado por la dictadura nunca tuvo un carácter fatalmente problemático (…) el conjunto de la realidad nos pasaba tan inadvertido (…) La ineficacia y la falta de carnalidad eran más bien impotencia que el peronismo excusaba cómodamente"
En este último apartado se vislumbra una vez más la disconformidad hacia la izquierda tradicional por mantenerse en el terreno de la inacción. Recordemos que en los años sesenta se produjo el estallido de la necesidad de actuar, aún cuándo no se tenía muy claro a fin de qué, lo importante era hacer algo. Además, la percepción general de la sociedad se orientaba hacia el permanente cuestionamiento de la capacidad de los partidos políticos para promover y alcanzar cambios reales y profundos.
En lo que concierne a la reinterpretación del peronismo por parte de la Nueva Izquierda, cabe detenerse en el trabajo de Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, que viene a cuestionar el análisis antes elaborado por Gino Germani. Estudios sobre los orígenes del peronismo se encargó de resaltar el rol de los <<trabajadores>> por sobre el movimiento. Restándole importancia a las diferencias entre la <<nueva>> y la <<vieja>> clase obrera, los autores insistían en que Perón solo había representado la oportunidad efectiva de plasmar reivindicaciones sociales de larga data. En dicha coyuntura de surgimiento del justicialismo, Murmis y Portantiero destacan la previa existencia de una estructura y organización del proletariado, que luego fue peronista (apuntando este segundo rasgo como de menor relevancia).
"El peronismo había sido un proceso contradictorio y ellos se habían <<propuesto enfrentar el riesgo de decir: esto del peronismo, sí; esto del peronismo, no>>El peronismo había tenido aspectos que ellos también abominaban (sus rasgos policiales, su prepotencia), pero bajo él se había despertado igualmente la <<conciencia de los oprimidos>>"
La palabra oprimidos forma parte de un esquema que se repite permanentemente y varía según las tradiciones ideológicas. En el paradigma histórico del peronismo la dicotomía es entre descamisados y oligarcas, sobretodo en el lenguaje de Evita. Desde el discurso católico, la lucha es entre desamparados, desposeídos (pobres creyentes) contra poderosos opresores del pueblo cristiano. Y para los nacionalistas el mundo está dividido entre naciones oprimidas proletarias y el resto que las explota. Este panorama es propicio para el marxismo nacional. Lo cierto es que en los diversos lenguajes hay un esquema en común, que comparten su denominación dentro del peronismo revolucionario.
El sistema represivo instalado por los gobiernos militares desde 1955 indudablemente provocó efectos de los más diversos en la población argentina. Entre ellos, es la sensación de violencia ejercida para con el pueblo la que prima. Esta forma de gobernar de los militares no hace más que despertar el impulso de romper con el status quo. Carlos Olmedo (FAR) afirma que si no se elige responder a la feroz represión "con la violencia del pueblo, es porque directamente se elige no responder". Es así como la necesidad de modificaciones abruptas y estructurales le cede el paso a los ideales revolucionarios. Para Olmedo, la revolución se había convertido en el "…único modo, o el modo más eficaz en que esto puede hacerse en esta etapa de la historia de nuestra patria…"
Sigal contrapone el período peronista, caracterizado como <<tiempo lento>> al florecimiento intelectual y ebullición de publicaciones, como análisis de la cultura y sobretodo a comienzos de los ´60, puede ser explicado por <<la disidencia o el alzamiento explícito contra la ortodoxia comunista que iban desde la reivindicación de la óptica sartreana hasta las posiciones frente a la URSS.>>
Irónicamente, la revalorización del peronismo vive su esplendor a través de la reapertura intelectual de fines del cincuenta, cuando el peronismo ya no era gobierno y estaba proscripto.
Entonces, como bien explica Altamirano, una vez ocurrida la Revolución Libertadora, el hecho peronista adquirió un papel central en el escenario político argentino y lo hizo desde el lugar de la proscripción. El campo político de entonces estaba dirimido por el clivaje peronismo – antiperonismo.
Por otra parte, las políticas en materia económica impulsadas desde el ministerio de Adalbert Krieger Vasena contribuyeron a polarizar aún más el escenario socioeconómico, privilegiando al capital de primer orden en detrimento del pequeño y mediano empresario. De esa manera, la clase media se aproxima a aquellas propuestas de corte social, que habían estado siempre rotuladas como políticas peronistas. Aún más, la decadencia en líneas generales de la burguesía contribuye a revalorizar teorías de la Revolución Social y al proletariado, provocando, entre otras cosas, un creciente <<obrerismo>> (hasta los mismos universitarios decidían cambiar las aulas por las fábricas para poder experimentar en carne propia la vida del obrero, trabajando a la par del mismo).
En palabras de Claudia Hilb:
"Uno de los aspectos que hay que considerar es el impacto que tuvo el régimen militar del ´66 sobre los sectores medios urbanos, dado que será de éstos de donde provendrán gran parte de los integrantes de la NI. El congelamiento oficial de toda actividad política, la represión contra la Universidad, la censura, cerrarán los canales de expresión de los sectores medios urbanos, que se habían desarrollado sin mayores dificultades durante los gobiernos civiles pos-peronistas"
Además la autora asegura que el proceso de la Nueva Izquierda argentina no es discernible de la situación global (revolución cubana, maoísmo, trotzkismo, etc)
Ahora bien, acerca del impacto de la revolución cubana en el suelo nacional, vale la pena recorrer el artículo de Alexis Abel Latendorf publicado en la Revista Che del 17 de febrero de 1961 (año 1, página 11). Titulado Cuba plebiscitada en Buenos Aires, la nota explica la reacción de la prensa argentina tras la caída de Batista.
" Crítica hizo aullar las sirenas y Correo de la Tarde despistado, inventó una conversación telefónica con el Che Guevara, en la cual éste enviaba saludos a Aramburu. Guevara, semanas después, desmintió dichas declaraciones ante el periodista argentino Jorge Masetti, actual director de Prensa Latina.
_Desconozco qué acciones en beneficio de Latinoamérica ha realizado el general Aramburu _ afirmó el Che.
(…) Las elecciones del 5 de febrero se fueron colocando alrededor del eje de la cuestión cubana. Los dirigentes de los partidos tradicionales se apresuraron a manifestar su anti-cuba . Alguno que otro quiso escabullir el bulto diciendo que se trataba de un problema extranjero. El socialismo Argentino mantuvo imperturbable su apoyo total, sin fisura, a la revolución cubana. Tal posición significó que el Partido Comunista, el movimiento popular Argentino y grupos de estudiantes manifestaran públicamente su decisión de votar por Alfredo Palacios"
Pero la ambigüedad con respecto a la revolución cubana no sólo se dio en el ámbito de la izquierda argentina. Como explica Gillespie , fueron los antiperonistas convencidos los primeros en celebrar la victoria rebelde, pues la entendieron como una versión caribeña del derrocamiento de Perón. El Almirante Rojas había aclamado el éxito de Castro como <<un triunfo que traerá la alegría no sólo Argentina, sino también a toda América y a todo el mundo libre>>. Por otro lado, la hostilidad peronista hacia la revolución se manifiesta en el rechazo del líder obrero Andrés Framini en los años sesenta.
Como se evocó, la repercusión de la revolución cubana en el territorio latinoamericano no es para nada insignificante. En el terreno cordobés, específicamente, un grupo de intelectuales, por entonces, aún ligados al Partido Comunista publicaban la revista PASADO Y PRESENTE.
En el ejemplar de enero-marzo de 1964, José Aricó escribe una nota titulada Examen de conciencia :
"La revolución cubana, esa revolución "intrusa" ese hecho inesperado, desconcertante, que venía a derrumbar los perfectos y aburridos esquemas transformistas de quienes ya habían decidido postergar las revoluciones para las "calendas griegas", nos conmovió profundamente. Frente a la opinión "oficiosa" del grupo dirigente del Partido, desconfiado como siempre de todo lo nuevo, Cuba se nos aparecía más que como una excepción (…) como la apertura de un nuevo curso revolucionario. (…) Ghioldi nos critica porque en nuestra presentación no hemos citado a Lenin ni una sola vez. Agosti nos recrimina que hayamos extendido al leninismo su partido de defunción reemplazándolo con las maneras más untuosas…"
Si bien para el momento en que se escribió el artículo ya se había producido un quiebre entre el pensamiento de José Aricó y Héctor Pablo Agosti, originalmente había sido éste el mentor del pensamiento gramsciano de Pasado y Presente. La primera difusión latinoamericana de Gramsci comienza con Agosti, quien editó las cartas del comunista italiano en 1950 y los Cuadernos de la cárcel entre 1958 y 1962. Las traducciones del pensamiento gramsciano aparecen en nuestro país antes que en Francia o los Estados Unidos. Lo cierto es que Agosti había sido el <<padrino>> intelectual de Juan Carlos Portantiero. Aricó, que vivía en Córdoba, se incorporó más adelante al grupo y ambos son incentivados por Agosti a escribir en Cuadernos de Cultura. Luego sobrevino la ruptura con el stalinismo y finalmente se produce su expulsión del PC. Es en ese punto donde el <<maestro>> no acompaña a sus discípulos, que reivindicaban a Gramsci con el título de la revista.
Para este grupo de jóvenes intelectuales la premisa era romper con las barreras del dogmatismo y las jerarquías, promoviendo la libertad de discusión y el marxismo heterodoxo. El esquema teórico de Gramsci acompañaba armónicamente a los sucesos mundiales como la revolución cubana o la ruptura chino-soviética. El comunismo italiano aprovecharía la apertura del PCUS para romper el monolitismo soviético y afirmar el poli centrismo. De esta manera, a través del módulo nacional popular se hacía posible la relectura del peronismo. Además "el voluntarismo gramsciano resultaba congruente con el deseo de revolución mediante el cual el grupo Pasado y Presente compartía el aroma espiritual del humanismo."
El primer ejemplar de PASADO Y PRESENTE (abril-junio 1963) comienza con una cita del mismo Gramsci; en su primera página, Aricó escribe sobre "cómo y por qué el presente es una crítica del pasado…":
"Si el marxismo en cuanto historicismo absoluto puede ayudar a la Izquierda a comprender la dinámica generacional, el permanente replanteo de la cuestión de los <<viejos>> y los <<jóvenes>> es siempre a condición del esfuerzo por renovarse, por modernizarse, por superar lo envejecido, que debe estar en la base de la dinámica de toda organización revolucionaria…"
Algunos fuentes aseguran que José Aricó y Portantiero efectivamente se vincularon con el Ejército Guerrillero del Pueblo de Masetti y posteriormente con la organización Montoneros y especialmente con las FAR, originalmente de tendencia Gramsciana.
Sin embargo, en entrevista con Gabriel Rot estos datos son cuestionados por completo:
"Yo te diría que no [que las FAR no son gramscianas] puede haber una influencia de Gramsci, sí…eran marxistas muy clásicos, muy clásicos, eso vos lo ves en las lecturas que podés hacer de los debates con [Carlos] Olmedo; puede haber alguna cosa gramsciana o alguna interpretación gramsciana porque ellos como marxistas decían que había que estar con el movimiento obrero, ser orgánicos con el movimiento obrero, que era peronista, quizás en esa búsqueda de la organicidad, del ser orgánicos con el movimiento obrero desde el marxismo…"
Cuando se le comenta a Rot la interpretación de Olmedo sobre el peronismo y el rechazo al dogmatismo de las FAR, asiente:
"Exacto, por ese lado quizás les podés ver alguna cosa gramsciana, pero que ellos sean marxistas gramscianos, creo que no"
Acerca de la relación entre Portantiero y las FAR, Gabriel Rot asegura:
"Portantiero no tenía que ver con eso [FAR]. Portantiero viene del PC, rompe con el PC, forma lo que acá se llamó VR, Vanguardia Revolucionaria, que era el grupo afín al de Aricó, Pasado y Presente, en Córdoba, que ellos sí eran gramscianos, o que introducen a Gramsci, pero Portantiero con la R , creo que no tuvo absolutamente nada que ver"
Según María Matilde Ollier , las Fuerzas Armadas Revolucionarias surgen desde la Neo Izquierda y desde esa postura reinterpretan al peronismo como LA expresión política de la clase obrera y del pueblo. Acentuando el carácter clasista, para ellos intrínseco en la doctrina justicialista, concluyen que es mediante ese movimiento que se alcanza el nivel más alto de conciencia social en la historia argentina. Una vez insertada dentro del peronismo revolucionario, FAR subscribe más a la experiencia épica que a la sumisión al líder. En lo referente a la lealtad hacia Perón, mantiene diferencias sustanciales con Montoneros. Sin embargo, FAR no deja de identificarse con otros hitos del peronismo, que han sabido convertirse en mito:
"…las matanzas atroces de Plaza de Mayo, en junio de 1955, los fusilamientos absurdos de Valle y sus compañeros, la muerte de Vallese y tantos otros mártires…"
A la interpretación del peronismo por parte del ERP (como movimiento que estimula la conciliación de sectores y "obstaculiza la profundización de la lucha de clases") FAR le responde entrelazando la cuestión social con la nacional. Para esta agrupación, el nacionalismo adquiere una forma revolucionaria en países económicamente dependientes pues se transforma en la amalgama conceptual de los grupos que se ven perjudicados por el imperialismo. En palabras de Carlos Olmedo:
"En la Argentina, el nacionalismo revolucionario implica la valoración positiva de una experiencia fundamental de nuestro pueblo, que es la experiencia peronista…"
Previamente, el líder de las FAR describía el camino que su organización, originalmente marxista, transitó hacia el nacionalismo:
"Y el Cordobazo termina por nacionalizarnos, constituye un peldaño de nacionalización de enorme valor para nosotros. Con ese conjunto de pequeños grupos del que formábamos parte, decidimos asumir la respuesta de nuestro pueblo a la presencia de Rockefeller y procedimos a incendiar una cadena de supermercados de su capital."
El 26 de junio de 1969, a las tres de la madrugada, trece supermercados Minimax se incendiaron tras el estallido de bombas caseras (paquetes de mercadería con nafta y pelotitas de ping pong con ácido). El gobernador de Nueva York, Nelson Rockefeller, quien estaba de visita en el país, era inversionista de dicha cadena de supermercados. La operación no fue firmada pero más adelante se supo que había estado organizada por Carlos Olmedo y María Angélica Sabelli entre otros.
En declaraciones posteriores, Carlos Olmedo explicaría las causas que llevaron a las FAR a no firmar la voladura de los Minimax:
"Nosotros sentíamos que, de algún modo, habíamos expresado una necesidad popular procediendo a la destrucción de esos supermercados, pero al mismo tiempo comprendíamos que no estábamos en condiciones de responder a la expectativa de continuidad que esa operación había hecho crecer en vastos sectores populares."
Carlos Olmedo se había casado unos años antes con Isabel Goldenberg. Los hermanos de ésta, Carlitos (futuro militante de FAR y Montoneros), Liliana y su prima Mercedes Depino asistían a las clases sobre Historia del Arte que Carlos Olmedo gentilmente les ofrecía. Los Goldenberg habían estudiado en el Nacional Buenos Aires, donde Olmedo era celador. Olmedo era el hijo de un exiliado paraguayo, de familia humilde y tuvo que empezar a trabajar ni bien terminó el Nacional, mientras estudiaba Filosofía.
Todas las fuentes coinciden en que Carlos era brillante. Carlos había militado en el Partido Comunista pero para 1966 había roto con ellos, sin embargo, era un militante carismático y en la universidad tenía un pequeño grupo que respondía a él. A Carlos, y a Roberto Quieto (joven abogado que había sido un activo militante comunista en la facultad) acudió Antonio Caparrós para hacerles una interesante oferta. Antonio Caparrós, que se había alejado del PC en 1963 junto con Juan Carlos Portantiero y Juan Gelman, creía en la posibilidad de una guerrilla en la Argentina. En 1964 había hecho un trabajo sobre <<Los incentivos morales y materiales en la producción>> y se lo había mandado a su ex compañero de la Facultad de Medicina, Ernesto Guevara de la Serna. A éste le interesó pero para cuando Caparrós pudo viajar a Cuba, Guevara ya no estaba allí. Por eso, en febrero de 1966, el contacto lo hicieron directamente con Fidel Castro, quien le dio al argentino algunos papeles, dinero y la promesa de instrucción militar. El proyecto consistía en la creación de guerrillas rurales argentinas como apéndice de la que el Che empezaba a preparar en Bolivia.
Nacido gracias al ENL boliviano, el grupo que luego se llamaría Fuerzas Armadas Revolucionarias se alimentó especialmente de disidentes del PC y del trotskismo.
Según Gasparini, a las FAR se suman también ex militantes de las FAL (antes de que ésta se fusionara con el Ejército Revolucionario del Pueblo). En sus orígenes las FAR y las FAL compartían el mismo campo ideológico. Las FAL, marxistas leninistas (procedían del PCR) y las FAR, marxistas guevaristas. Sin embargo, en 1970, las Fuerzas Armadas Revolucionarias deciden alinearse con el peronismo. Más adelante, los restos de las FAL, se incorporan al ERP –PRT.
La muerte del Che en octubre de 1967 significó más que un cambio de planes para los militantes de las FAR. Olmedo que había recibido entrenamiento militar en Cuba especializado en guerrilla rural, ahora debía replantearse por completo la estrategia revolucionaria en la Argentina. En el seno de la organización, la idea de un modelo rural en Tucumán quedó descartada y comenzaron los planes para las operaciones en la ciudad. Olmedo consiguió reclutar a Carlitos Goldenberg, apodado Andresito para las FAR (luego en Montoneros, sería rebautizado como Tomás), y a su vez, su cuñado incorporó a su amigo Sergio Paz Berlín ("Oaki" o Dante). María Angélica Sabelli ("la petisa") era la responsable del grupo donde habían empezado a militar aquellos, los más jóvenes, junto con Adelaida "Mini" Viñas y Claudia Urondo, hijas de los escritores David Viñas y Paco Urondo (quien luego se sumaría a la militancia en las FAR). Este grupo de los cuatro más jóvenes (Goldenberg, Berlín, Viñas y Urondo) fueron colaboradores en el operativo Minimax.
Para mediados del ´69, la organización liderada por Olmedo y Quieto todavía no tenía nombre. Si bien estaban de acuerdo en cuanto a la concepción del foco guerrillero urbano, discrepaban a menudo con respecto al peronismo. Olmedo (cuyo nombre de guerra era "Germán" o "José") era de la partida de acercarse al movimiento popular pues de ello dependía el éxito de ser aceptados por la sociedad. Creía que habían sido justamente los campesinos los que le habían jugado una mala pasada al Che en Bolivia, pues éste no había conseguido que las clases populares lo reconocieran como defensor de sus propios intereses.
Finalmente, el 30 de julio de 1970 las Fuerzas Armadas Revolucionarias se dieron a conocer mediante el operativo "Gabriela", la toma de la localidad de Garín en menos de 45 minutos. Primero coparon la central telefónica, dejando incomunicado a un pueblo en unas pocas maniobras. Continuaron tomando el destacamento policial y expropiando sus armas. En las paredes de la comisaría ya se veían pintadas que decían "Fuerzas Armadas Revolucionarias, libres o muertos, jamás esclavos". Al mismo tiempo, otros militantes se encargaban de reducir al dueño de una ferretería que según las averiguaciones previas resultaba ser el único radioaficionado del pueblo. También intentaban vaciar la caja fuerte de una sucursal del Banco Provincia pero no pudieron conseguir las llaves y finalmente tuvieron que evacuar, no pudiendo evitar corridas y tiroteos con la policía. Un par de horas después, en todas las radios del país se hablaba de un nuevo grupo guerrillero que estaba tan bien entrenado que había llevado a cabo a la perfección un operativo de gran complejidad.
El día siguiente, el diario Clarín publicó un comunicado de las FAR, que habían ocultado detrás del espejo del baño de hombres, en un bar en Caseros y Montes de Oca:
"Después de algunos años de acción anónima, asumimos hoy en Garín nuestra identidad política y, como Fuerzas Armadas Revolucionarias, proclamamos:
1)Que la lucha armada nos es impuesta como única salida por largos años de violencia oligárquica. Esta violencia, que nuestro pueblo está hastiado de soportar, tiene formas feroces y descaradas. Nadie olvida la sangre que corrió en Plaza de Mayo en junio de 1955, los fusilamientos de Valle y sus compañeros en junio de 1956, los tanques en la calle burlando una vez más la voluntad popular en marzo de 1962, las torturas y los asesinatos de Vallese, Pampillón, Jáuregui, Balde, Maza y tantos otros héroes y mártires del pueblo.
2)Que por lo tanto asumiremos esta forma de lucha hasta lograr la expulsión del poder de la oligarquía servil, de los militares y policías que custodian sus privilegios y del poder extranjero que les manda cumplir el triste papel de vendepatrias opresores de nuestro pueblo.
Porque en la Argentina, los derechos fundamentales no se conceden, se conquistan. Lo que se nos ha quitado por la fuerza, sólo por la fuerza podrá ser reconquistado, defendido y desarrollado.
3)Que marchamos al combate sin vacilaciones, impulsados por la necesidad de coronar con la victoria total el camino que inició nuestro pueblo el 17 de octubre de 1945.
"Nos guía en este empeño el limpio ejemplo revolucionario de ese gran argentino y latinoamericano caído en Bolivia y convertido por su lucha en un San Martín del siglo XX: el comandante Che Guevara.
(…) Libre o muertos, jamás esclavos. ¡Hasta la victoria siempre!
Fuerzas Armadas Revolucionarias"
En el operativo "Gabriela" participaron alrededor de cuarenta militantes de las FAR. Además de los militantes ya nombrados, se contaban entre sus filas también a Jorge y Arturo Lewinger, Carlos Alberto Astudillo, Alberto Camps, María Antonia Berger, Juan Gelman, Marcos Osatinsky, Alfredo Kohon.
Cinco meses después de la toma de Garín, el líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, frente a un reportero del medio cubano, Granma, desarrolla los principios fundacionales de su organización, así como su postura frente a los puntos más relevantes:
"No es preciso esperar que todas las condiciones se den, es posible contribuir a crearlas mediante el ejercicio de la acción […] no es posible esperar que se den todas las condiciones, estas no se darán jamás todas juntas si no se comienza con una acción revolucionaria [esto es] extraer del enemigo los recursos necesarios para crecer organizativamente. Oponer la violencia popular a la violencia del régimen.."
Con respecto a los operativos, Olmedo asevera que "los ancestros de FAR" llevaron a cabo otras operaciones entre Minimax y Garín:
"…fundamentalmente expropiaciones de banco. Puedo referirme a una de ellas por exitosa y por provechosa económicamente: el banco de Don Torcuato, abril del 70. Entre ambas hubo otras."
Más adelante, Olmedo expresa su opinión sobre los resultados del operativo "Gabriela". En un juego de palabras con la conocida frase del Che sobre "crear dos, tres, muchos Vietnam", Olmedo sentencia: "Y muchos Garín sobrevendrán en esta guerra."
Para fines de 1970, FAR ya se consideraba una organización peronista.
CONCLUSIONES
Según el esquema de Gabriel Rot, la coyuntura global es un factor determinante en la emergencia de grupos como las FAR, oriundos del comunismo o guevarismo, en este caso particular y cuyo destino será compartido por otras disímiles tradiciones que confluyen en el peronismo:
"Básicamente, lo que hay es una confluencia de varios elementos: vos tenés una situación internacional, marcada por movimientos del Tercer Mundo, en donde sale particularmente Argelia; Revolución Cubana; estamos en la guerra de post- guerra de Corea (sic) y guerra fría. Una situación internacional concreta. Tenés una situación internacional teórica, de crisis de lo que sería la izquierda, rupturas… chino-soviética, donde la expresión más importante de todo esto va a ser los debates en Francia, Sartre. Todo esto estalla en Movimientos guerrilleros en todos lados, esto hace que se forme la famosa Nueva Izquierda. La Nueva Izquierda va a ser una Nueva Izquierda Armada y una Nueva Izquierda no armada. Se va a llamar Nueva Izquierda a todo lo que rompe con PC y PS. Dentro de la Nueva Izquierda no armada vas a encontrar fundamentalmente a los grupos maoístas. El trotskismo ya viene con una tradición previa como para decirle Nueva Izquierda. En la izquierda armada están todos los movimientos. Acá sí, podrías hablar dentro del peronismo, de las FAR"
*
A pesar de haber elegido a las Fuerzas Armadas Revolucionarias como organización paradigmática de la incorporación de sectores de izquierda al peronismo revolucionario, vale la pena aclarar que la contribución de militantes marxistas excede a dicha agrupación. En rigor, la idea de un peronismo revolucionario implica en sí misma la combinación de valores peronistas y socialitas. En este caso, el pensamiento de izquierda podría entenderse como el origen y el destino, simultáneamente. No fueron pocos los cuadros de las OAP que dieron sus primeros pasos en la militancia socialista o comunista, pero lo cierto es prácticamente todos acabaron por proclamar "la patria socialista" como objetivo final.
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Guadalupe Rojo
Este trabajo forma parte de la tesis presentada para la Universidad Di Tella "¿La Patria Socialista? Un estudio sobre la izquierda armada peronista".
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