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La Metodología utilizada en la evangelización de América Latina (página 2)


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Sin embargo, a pesar de los errores y dificultades, puede decirse que la Primera Evangelización que hicieron los misioneros en América Latina fue muy buena porque de verdad llegó hasta los elementos básicos de la cultura, prueba de ellos es la religiosidad popular que ha quedado en nuestro pueblo.

MISIONES JESUÍTICAS

La Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola y confirmada por el Papa en 1540, formó una clase de misioneros tan especial, que pronto se destacó entre todas las órdenes. La rigurosa preparación y disciplina de sus miembros, el orden jerárquico existente entre ellos y los profundos estudios a que se dedicaban, tanto en las ciencias teológicas como en las ciencias exactas y naturales, prepararon a un conjunto de hombres que en pocos años se destacaron en los territorios donde desarrollaban su misión: Asia,  África y América. En el Nuevo Continente extendieron su acción desde Canadá y Alaska hasta el Brasil y la Patagonia.

La Corona española consideró suficiente el número de misioneros que trabajaban en América, por eso retardó la autorización a los jesuitas, que no ingresaron sino hasta la segunda mitad del siglo XVI. Se destacaron, en las ciudades pobladas por españoles, a causa de la fundación de colegios y universidades y, en las zonas selváticas y apartadas, por la evangelización de los indios.

Según los reglamentos de la Compañía de Jesús, el general de la orden nombraba a los provinciales, cuya función era organizar y dirigir las tareas misionales y controlar el desempeño de los miembros de la orden en sus respectivas provincias.

Los jesuitas en el Río de la Plata:

Brasil fue la primera provincia jesuítica de América del Sur; estaba a cargo del padre Nóbrega, a quien algunos pobladores de Asunción pidieron el envío de misioneros, pero el gobernador portugués se opuso.

El problema fue estudiado por el secretario del padre Loyola y por el Consejo de Indias; éste último, en virtud del derecho de Patronato, decidió que el envío de los sacerdotes debía contar con la expresa autorización de la Corona. Para evitar mayores conflictos, Felipe II, que desde 1580 era también rey de Portugal, ordenó la separación de las misiones españolas y portuguesas. Por ese motivo, el general jesuita decretó que la región del Río de la Plata dependiera del Perú.

Los primeros misioneros llegaron al Tucumán en 1585 procedentes del Perú; dos años después arribó un grupo procedente del Brasil. Los dos grupos fueron pedidos por el obispo de Tucumán, Francisco de Vitoria.

Cuando llegó el decreto de separación, el Provincial de Brasil regresó a su jurisdicción y quedaron" en el Tucumán tres sacerdotes que fueron designados para trasladarse a Asunción. Como la provincia jesuita del Perú era demasiado extensa, el Provincial envió a España al Padre Diego de Torres con la propuesta de dividir en dos la región. En 1607 quedó fundada la provincia jesuítica del Paraguay, que abarcaba los actuales territorios de la Argentina, Paraguay, Uruguay, la mayor parte de Chile, el sur de Bolivia y Brasil. Su primer Provincial fue el Padre Torres. En 1625, Chile fue separada.

Los jesuitas dependían de la generosidad de los pobladores españoles para su subsistencia. El Padre Torres recibió del General de la orden la recomendación de no permitir el servicio personal de indios en encomienda. Por su defensa de los indígenas, los misioneros estuvieron expuestos a peligros y sufrieron la enemistad de os encomenderos, quienes ¡es quitaron su ayuda económica. Por esta razón y para asegurar la subsistencia, el Padre Torres fundo una estancia en Córdoba, con cuyas rentas y algunas donaciones, los jesuitas pudieron fundar colegios en casi todas las ciudades importantes.

Hernandarias, primer criollo que ejerció el gobierno del Río de la Plata seis veces (entre 1592 y 1617), proyectó desde Asunción el dominio de la región sudeste hasta llegar al mar y fundar un puerto en Santa Catalina. Se dio cuenta pronto de la importancia que tenía la presencia de los misioneros para cumplir ese objetivo.

Después de inspeccionar las reducciones franciscanas del Padre Bolaños, Hernandarias resolvió, junto con el obispo, pedir al Padre Torres el envío de misioneros a las zonas del Chaco, el Guayrá y el Paraná. Se acordó que cada misionero recibiría medio sueldo de un párroco. Se estableció también que los indígenas reducidos no serían obligados al servicio personal ni pagarían tributo durante los primeros diez años después de su conversión.

En 1609 se inició la fundación de reducciones jesuíticas. Los intentos realizados en el Chaco entre los guaycurúes fracasaron porque no practicaban la agricultura. En cambio, entre los guaraníes que sí la conocían, los jesuitas pudieron organizar sus poblaciones. La primera fue San Ignacio Guazú, a fines de 1609, a la que siguieron Encarnación de Itapúa, Concepción, San Nicolás, San Javier y Yapeyú. Más al norte, en el Guayrá, se fundaron otros pueblos gracias al esfuerzo del Padre Antonio Ruiz de Montoya, pero fueron atacados por los paulistas, que destruyeron varios y llevaron cautivos a muchos indios. Esta situación obligó a trasladar las reducciones más al sur.

ACCIÓN Y MÉTODO

Si por civilización entendemos el predominio del espíritu sobre la materia, el amor a lo noble y grande sobre las tendencias bajas y viles, la vida tranquila, laboriosa y familiar, la mezcla de placer y abnegación, de sport y de trabajo, de paz interna y de sociabilidad sin envidias, rencores, persecuciones y odios, no cabe la menor duda que pocas veces ha contemplado la historia una civilización tan genuina y duradera como la que desde 1610 hasta 1768 existió en los pueblos de guaraníes.

Sea cual fuere la fuerza que se quiera dar al vocablo "civilización", cierto es que los jesuitas realizaron el portentoso hecho de reunir y conservar sin coacción alguna 100 000 salvajes, y eso durante mas de centuria y media y no obstante las invasiones de los paulistas, las insidias de los españoles, las pestes continuas y la natural indolencia e inconstancia de los indígenas, los "eternos niños" de corta capacidad intelectual, de sensibilidad femenina, de suspicacias profundas y desarraigables.

Más que la organización fue el método lo que dio el triunfo a .los jesuitas en ¡os pueblos guaraníes.

En cuanto a organización, en poco o nada se diferenciaban de los pueblos fundados por franciscanos y capuchinos y otros religiosos, así en California, en Sonora, en Quinto, en el Amazonas, entre los Mojos y entre los Chibdas. Unos y otros pueblos se basa-"ban en la legislación colonial española como recientemente ha demostrado el profesor O. Quelle, de Berlín, y con anterioridad había expuesto extensamente el P. Pablo Hernández.

Los que hablan de "imperio jesuítico" del Paraguay muestran un desconocimiento absoluto de la realidad histórica.

Sobre líneas comunes a otras pueblos y en conformidad con las prescripciones reales organizaron los jesuitas rioplatenses sus pueblos indígenas. Es indiscutible que contaron con un elemento indígena menos reacio, más maleable, que el de otras regiones de América. También pudieron conservar los pueblos más aislados del elemento europeo, generalmente entorpecedor y hasta maleante. En tercer término, los pueblos estaban rodeados de campos aptísimos para la agricultura y ganadería, y tenían en abundancia agua potable y leña, pero todas estas ventajas habrían sido poco menos que inútiles si de parte de los misioneros no hubiera habido un gran talento de adaptación, una norma fija y común en todos los pueblos y al través de los años, una vida intensamente sacerdotal y un espíritu de amplísimo sacrificio.

Notemos que desde sus comienzos fue abiertamente internacional el personal jesuítico que fundó primero y llevó después a todo su esplendor los pueblos misioneros. Jesuitas españoles (Lorenzana, Saloni, Torres, Romero, etc.), criollos (beato González, Ruiz de Montoya), portugueses (Grifi, Ortega, etc.) y británicos (Field) inician aquellos pueblos, y son españoles (peninsulares y criollos), italianos, belgas y sobre todo alemanes los que más habrían de contribuir al engrandecimiento de los mismos. La influencia alemana desde principios del siglo XVIII fue universal y profunda, sobre todo en la mecánica, en la agricultura, y en las artes.

Extraído de Furlong Cardiff, Guillermo S. j.), Misiones Jesuíticas. (En: Historia de la Nación Argentina, Buenos Aires, El Ateneo, 1955, vol. 3, pp. 392-394.1

Organización de las reducciones:

Gobierno:

El trazado de los pueblos era similar entre sí: una plaza en el centro, a un lado la iglesia la casa de los sacerdotes, escuelas, talleres, depósitos, las casas de las viudas y huérfanos y, en los demás lados, las casas de los indígenas, de ladrillo o piedra, con techo de dos aguas que cubría las aceras.

El gobierno de cada reducción estaba a cargo de un corregidor indio, nombrado por el gobernador después de consultar a los misioneros, y un cabildo, formado de la misma manera que los de las ciudades españolas y compuesto también por indígenas. Estas autoridades no podían aplicar castigos sin consultar a los padres jesuitas. Los españoles no tenían ninguna participación en dicho gobierno; se trataba de evitar con esta medida los abusos que frecuentemente se cometían. Les estaba prohibido residir en las reducciones, pero podían ser alojados si estaban de paso. La justicia era ejercida por los misioneros que aplicaban, por lo general, castigos de azotes.

Los dos sacerdotes que estaban al frente de cada pueblo se encargaban del gobierno espiritual y la organización de la vida indígena. Las tareas diarias comenzaban y terminaban con oraciones y cantos. La base de la instrucción fue el catecismo. Las fiestas religiosas eran celebradas con particular entusiasmo y realce.

Economía:

Los jesuitas no cambiaron radicalmente los usos indígenas, sino que los canalizaron para darles un nuevo sentido. Reconocieron la importancia de los caciques, a los que dieron una situación de privilegio entre los suyos. Reunieron varios cacicazgos en un solo pueblo y fomentaron la antigua solidaridad tribal con el nuevo impulso religioso. Dicha solidaridad se manifestó en todos los aspectos de la vida, tanto en la organización interna como en la defensa contra sus enemigos: los encomenderos y los mamelucos paulistas.

La tutela ejercida por los jesuitas sobre sus gobernados tenía como finalidad que los indios aprendieran a hacer correcto uso de su libertad y de sus bienes. En la organización económica, coexistía el sistema mixto de propiedad privada "abambaé". y propiedad común "tupambaé".

Para proveer al sustento de cada familia se le daba en propiedad una parcela de tierra, los instrumentos de labranza, las herramientas para artesanías y las armas para cazar y pescar. La cosecha, de la cual los indios eran totalmente dueños, se guardaba en graneros y les era suministrada periódicamente para evitar que la malgastaran.

La propiedad común, también llamada "propiedad de Dios", era de extensión similar a las propiedades privadas en conjunto. Los indios tenían obligación de trabajarla dos o tres días por semana. Con el producto obtenido pagaban el tributo al rey, compraban las herramientas y materiales necesarios, mantenían a viudas, huérfanos y enfermos, construían iglesias y talleres y atendían a las comunicaciones y la defensa. La ganadería, dirigida por los misioneros, servía para alimento, transporte y vestimenta. La lana era repartida y tejida por las nativas; los bueyes eran prestados a las familias para que los campos fueran arados. Realizaban el comercio por trueque entre los diversos pueblos y con los colegios jesuitas de Asunción, Santa Fe y Buenos Aires; en estos últimos las transacciones eran supervisadas por un procurador.

En 1599 loo jesuitas se establecieron en Córdoba. En esta zona tuvieron tres estancias, destinadas a mantener la Universidad: Jesús Maria, Santa Catalina y Alta Gracia. Esta última "cuyo nombre proviene de un senturio de Extremadura" se caracterizó por la construcción de "El Tajamar", lago artificial cuya agua era utilizada pera los regados. Esta estancia constaba de potreros, talleres de carpintería, herraría, dos horma pera construcción de ladrillos, telares y una fundición, la única que tuvieron estos religiosos

La Cultura:

Los niños aprendían, junto con la doctrina, letras y ciencias. A los hijos de caciques y principales les enseñaban la lengua española y el latín; además, se los preparaba para os puestos dirigentes.

Los padres jesuitas enseñaban música y artes plásticas; los indígenas elegían oficio según sus aptitudes. Fueron hábiles escultores y pintores; hicieron todo tipo de tallas religiosas; muebles y puertas que aún se conservan. Fabricaron instrumentos musicales, aparatos y relojes; trabajaron los metales y el hierro forjado; hicieron adornos y objetos de plata. Su obra más destacada fue la impresión de libros en sus propias imprentas a partir de 1700, mucho antes que en las ciudades españolas del Río de la Plata. El primer libro publicado fue Martirologio romano; también se imprimieron catecismos, tablas astronómicas, calendarios y obras religiosas.

Problemas exteriores; expulsión de los jesuitas

Desde su instalación, las reducciones sufrieron los ataques de los bandeirantes que hacían correrías con el fin de apoderarse de riquezas y capturar indios para vender en los mercados de esclavos de las ciudades brasileñas. Esta situación obligó, desde 1629, al traslado de los pueblos del Guayrá hacia el oeste.

Los ataques no cesaron, por lo que los jesuitas comenzaron a enseñar a los indios el uso de armas de fuego y organizaron la defensa de las misiones; por ese motivo entraron muchas veces en conflicto con las autoridades españolas.

Fue difícil regular las relaciones entre los territorios españoles y portugueses en América mientras las dos Coronas se mantuvieron unidas. A partir de su separación en 1640, fueron las misiones guaraníes las que resguardaron la frontera y alertaron a ¡as autoridades españolas. La firme defensa en la zona del alto Paraná y Uruguay hizo que la expansión portuguesa se dirigiera hacia el noroeste y hacia el sur, atraída a esta última región por la abundancia de ganado cimarrón.

Los jesuitas avisaron al gobierno de Buenos Aires sobre el plan portugués de establecer poblaciones en la Banda Oriental y en el Río de la Plata; este hecho se concretó en 1680 con la fundación de la Colonia del Sacramento. De allí en más, fue continua la presencia de contingentes indígenas de las misiones en todas las peripecias del largo conflicto con los portugueses en el Río de la Plata, que desembocé en la guerra guaranítica entre 1553 y 1556.

Dos razones fundamentales determinaron la expulsión de los jesuitas: la influencia ideológica del despotismo ¡lustrado y la resistencia indígena a abandonar sus pueblos en cumplimiento del Tratado de Permuta de 1750, por el cual pasaba una parte del territorio americano a depender de Portugal. La expulsión se produjo también en Francia y en Portugal. En España, Carlos III, decidido a imponer el regalismo, firmó el decreto respectivo en 1767.

La administración de las misiones pasó a otras órdenes religiosas. Los indígenas no se adecuaron a los cambios, y comenzó una lenta decadencia acentuada por los problemas de frontera. Para la administración de los bienes confiscados a la Compañía de Jesús, se creó una Junta de Temporalidades.

CARTA REVELADORA: EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS DE ESPAÑA

Santísimo Padre: No ignora Vuestra Santidad que la principal obligación de un soberano es vivir velando sobre la conservación y tranquilidad de su Estado, decoro y paz interior de sus vasallos. Para cumplir yo con ello, me he visto en la urgente necesidad de resolver la pronto expulsión de mis reinos y dominios de tos jesuitas que se hallaban establecidos en ellos y enviarlos al Estado de la Iglesia bajo la inmediata, sabia y santa dirección de Vuestra Santidad, dignísimo Padre y maestro de todos los fieles.

Caería en la inconsideración de gravar la Cámara Apostólica, obligándola a consumirse para el mantenimiento de los P.P. Jesuitas que tuvieron la suerte de nacer vasallos míos, si no hubiese dado, conforme lo he hecho, previa disposición para que se dé a cada uno durante su vida la consignación suficiente. En este supuesto ruego a Vuestra Santidad, que mire esta mi resolución sencillamente como una indispensable providencia.

La única, tomada con previo maduro examen y profundísima meditación y que, haciéndome justicia, echará sin duda (como se lo suplico) sobre ella y sobre todas las acciones dirigidas del mismo modo al mayor honor y gloria de Dios, su santa y apostólica bendición. Carlos.

LAS ÓRDENES RELIGIOSAS EN AMÉRICA

Colón en su segundo viaje trajo sacerdotes; entre ellos estaban los mercedarios, que fueron los primeros en llegar a territorio americano porque la Corona de Aragón les había otorgado la prerrogativa de actuar como capellanes en los ejércitos cristianos que lucharan contra los infieles. Esta actividad coincidía con el fin específico de la orden de la Merced: la redención de los cautivos. Su primer convento se instaló en la isla La Española en 1514. Desde allí participaron en la conquista y acompañaron a Cortés y a Pizarro en sus empresas.

Los franciscanos llegaron a las Antillas a partir del año 1500. A medida que avanzaba la conquista militar, organizaron distritos o "provincias", donde se distribuían los misioneros para su acción sacerdotal. Primero se establecieron en 1505 en Antillas y luego en México y Perú.

Los franciscanos arribaron al Río de la Plata con los primeros Adelantados. Se quedaron en el Paraguay y se aventuraron a penetrar en territorios aún no visitados por los españoles. Los más destacados fueron fray Alonso de San Buenaventura y fray Luis Bolaños, llegados con la expedición de Juan Ortiz de Zárate. Predicaron entre los indígenas y fundaron reducciones o pueblos. Las primeras fueron Los Altos, Itá y Yaguarón.

Los dominicos, que llegaron a las islas a partir de 1510, fueron enviados por Carlos I a México junto con los franciscanos. Más tarde se dirigieron al Perú, donde se destacaron en la prédica del Evangelio.

Los agustinos se instalaron, desde 1535, en México, y durante el gobierno del virrey Antonio de Mendoza. en Perú.

Todos estos sacerdotes y frailes procuraron conocer mejor las lenguas y costumbres de los indígenas para poder enseñarles en su propio idioma y asimilarlos a las costumbres europeas. Fueron los primeros defensores de los indios frente a los abusos y a la explotación que de ellos hacían los conquistadores. Reclamaron con insistencia ante la Corona para que tomara medidas y reprimiera los excesos. Finalmente lograron con Carlos I (imagen)  dispusiera la redacción de las leyes Nuevas y otras disposiciones posteriores.

ACCIÓN DE LOS MISIONEROS

En las misiones entre las tribus bárbaras, sobre ¡as fronteras españolas, el clero desplegó su mayor celo y energía. Marchaban audazmente por las selvas y desiertos, estudiaban el lenguaje y las costumbres. de los nativos, sufrían grandes penurias, hambre, mosquitos y enfermedades, y a menudo ganaban ¡a corona del martirio. Ciertamente, la vida de los mártires misioneros constituye una de las más hermosas páginas de la historia de los españoles en América. Si los frailes lograban la reducción de un grupo de indios, los reunían en un pueblo o en una misión, en un esfuerzo por enseñarles los rudimentos de la vida civil y religiosa. A menudo la misión era una especie de escuela agrícola o industrial, porque su esencia era la disciplina: la educación en la doctrina cristiana, pero también en la agricultura y oficios y, a veces, en las artes y ¡as letras. En ocasiones, la misión era transformada en una "doctrina" o parroquia indígena, dirigida por un sacerdote y administrada por un corregidor. Los colonos españoles venían a ocupar las tierras y los misioneros se trasladaban a nuevos campos en que ejercer su ministerio.

La conversión de estos salvajes no resultaba fácil, especialmente entre las tribus más refractarias. Los indios, se nos dice, estaban a veces cinco, seis o siete años en la misión antes de hallarse preparados para el bautismo. Mientras tanto, costaba retenerlos si no gustaban de la vida sedentaria y había con frecuencia repetidos intentos de fugas: […]

En Hispanoamérica, desde California y Texas a Paraguay y Chile, se multiplicaron estas misiones fronterizas "puestos de avanzada del imperio" en las que vivían miles de indios en un estado intermedio entre la barbarie primitiva y la civilización europea. Las exploraciones de los misioneros contribuyeron al conocimiento de la geografía, la zoología y la botánica; en crónicas, gramáticas, diccionarios y demás obras que nos han dejado, hallamos inapreciable información respecto a las lenguas y costumbres de los aborígenes.

A pesar de los obstáculos del clima y del suelo, algunas de las misiones fueron muy productivas. De acuerdo con su ubicación y la naturaleza del suelo, tenían haciendas ganaderas o plantaciones de azúcar, fabricaban géneros de algodón, hamacas o artículos de cuero, desarrollaban la fruticultura, producían tabaco y cacao. Pero a menudo despertaban celos en sus vecinos españoles. Los misioneros fueron acusados de explotar a los indios, privilegio que la población civil hubiera querido reservarse para sí y cuanto más evidente era su prosperidad, mayores eran la envidia y el resentimiento.

Las órdenes más especialmente dedicadas a la labor misional eran la franciscana y la jesuita, aunque los capuchinos y mercedarios también se mostraban activos. Los franciscanos trabajaban sobre todo en las ciudades y en tas parroquias indígenas, hasta el establecimiento de sus colegios misionales, el primero de los cuales se fundó en Querétaro, Nueva España, en 1683, y en el transcurso del siglo posterior fue seguido por una larga serie en toda América.

Harrng, Clarence, El imperio hispánico en América, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1972, p.p. 202-203.

La virgen con el niño en brazos era un tema frecuente de las tallas y pinturas de los maestros españoles, esas obras servían también de inspiración a los artistas locales de las colonias. Del mismo modo, las llamadas "imágenes de vestir" tuvieron gran arraigo, especialmente en nuestro país. Además de la indumentaria con que se las cubría, estaban adornadas con otros elementos llamativos: cabellos natu­rales, ojos de vidrio, pestañas postizas, joyas, etc.

LOS FRANCISCANOS LLEGARON PRIMERO AL PARAGUAY

La expedición de Juan Ortiz de Zárate, que zarpó de Sanlúcar de Barrameda el 17 de octubre de 1 572, trajo buen acopio de misioneros franciscanos; entre ellos, a los dos apóstoles del Paraguay, fray Alonso de San Buenaventura y fray Luis Bolaños. […]

Llegaron los frailes a la Asunción el 6 de febrero de 1575. Por "entonces "certificaba el Arcediano de la catedral don Felipe Franco en la Información jurídica" no había convento" en la Asunción. Sin sede fija, pues, "los vió ir a los pueblos de los indios que estaban cercanos a esta dicha ciudad, de distancia dos y tres leguas, a los adoctrinar, predicar, y catequizar, y bautizar, y administrar los sacramentos".

Según testimonio de nuestro Arcediano, estuvieron los frailes "ocupados en las dichas doctrinas muchos años, yendo de pueblo en pueblo", buscando y catequizando indios, hasta tenerlos "doctrinados y puestos en policía".

a) Los Altos. Efectuados los primeros ensayos, la obra de más largo alcance comenzó en las márgenes del Guarambaré, por un incidente que así refiere el mismo padre Franco:

"Sabiendo que los indios de la provincia del río arriba se habían rebelado y estaban en sus ritos y ceremonias, cuarenta leguas desde dicha ciudad, los dichos dos padres solos y sin compañía ni escolta de españoles fueron y se metieron entre los dichos indios, y con sus predicaciones y buena doctrina ¡os aseguraron y atrajeron a sí."

Quitaron supersticiones y pecados públicos, singularmente el de la poligamia, e imitando las estancias españolas, formaron los frailes "de un partido delios una reducción en la parte… que llaman de Los Altos, donde juntaron. trescientos o cuatrocientos indios con mucho trabajo".

La reducción de. Los Altos fue el primer establecimiento misionero del Paraguay. Surgió por los años de 1580, a seis leguas al norte de la Asunción, como centro de irradiación franciscana: "de allí acudían [los frailes] a los demás pueblos que quedaban cercanos a la ciudad", hasta verlos "ya con policía y bien impuestos". Asegurada la vida de este primer esbozo de población, echáronse los dos apóstoles a misionar por la provincia del río Jejuy, donde dieron con siete u ocho pueblos de indios "que nunca habían tenido doctrina ni visto frailes".

Iban nuestros misioneros "catequizando, y bautizando, y quitando las supersticiones y abusos". Llegaron por el norte "hasta los últimos indios del distrito" de la Asunción, "que están distante della como sesenta leguas, siendo bien recibidos" de todos, y conquistando para la fe dos pueblos ya existentes, que llamaron San Francisco de Atirá y San Pedro de Ypané.

Años después, el Arcediano testigo, visitando la región, supo de "la mucha obra que hicieron" los frailes, y de cómo los indios "los tienen en memoria y se acuerdan dellos".

La catequización de la región del Jejuy debió de realizarse por el año de 1582. Se informaron después nuestros misioneros de que las dilatadas tierras del Guayrá, hoy territorio brasileño, estaban sin sacerdotes, y allá se fueron con el hato a cuestas.

EL LAICADO DOMINICANO EN LA AMÉRICA COLONIAL

Aquellos Frailes, tomando la Isla La Española como base de operaciones, fueron haciéndose presentes en el Caribe (p.e. Cuba en 1515; Puerto Rico hacia 1514; costa norte de Venezuela en 1514), en Centroamérica (Panamá en 1520; Guatemala en 1529; Nicaragua en 1532; El Salvador en 1549) y México en 1526.  Desde la región centroamericana fueron descendiendo a la andina (Perú en 1524; Colombia en 1529; Ecuador en 1534) así como a la boliviana en 1535, chilena en 1540 y argentina en 1549.

Es importante tener en cuenta estas fechas pues en tomo a ellos se fueron configurando núcleos de laicos que iban a su modo participando de la Vida Dominicana, creando en sí mismos, y con su testimonio en su entorno, hábitos y creencias.  Sin olvidar lo que señala el Vaticano II cuando decía que una de las causas del ateísmo de nuestros contemporáneos es el antitestimonio de los autodenominados «creyentes» que «Velan más bien que revelan el genuino rostro de Dios y de la religión» (Gaudiwn et Spes, N' 19).  Siglos antes, el Superior de los primeros Dominicos, Pedro de Córdoba, en una carta que escribió hacia fines de 1518 a Bartolomé de las Casas, le dice que en ocasiones los misioneros «ningún fruto podían hacer ni sacar de sus trabajos pues de todo lo que predicaban a los indios, veían los indios hacer a los que se llamaban cristianos todo lo contrario».

Un aspecto poco estudiado de la acción de estos frailes a lo largo de todo el período colonia¡ fue su utilización del método civilizador-cristianizador basado en las Reducciones, Misiones o Pueblos de indios, en los que los denominados «fiscales», indígenas en muchas ocasiones, tenían diversas responsabilidades y entre ellas, varias relacionadas directamente con las actividades evangelizadoras.

La participación de los laicos en la Vida Dominicana generalmente fue a través de devociones, cofradías, espiritualidad, Tercera Orden, etc., que si bien nunca sustituyeron al Evangelio, fueron entendidas en aquella época – como también ocurría en Europa, aunque en algunos casos puede detectarse su «latinoamericanización»como medios e instrumentos idóneos para fortalecer la vida del cristiano.

No es históricamente exacto afirmar la exclusividad dominicana de ciertas devociones, sin embargo sí que hubo una vinculación con los Frailes cuando estaban presentes en aquel lugar.  Ellos fueron grandes impulsores del rezo del Santo Rosario, de la devoción a la Virgen del Rosario, a Santo Domingo de Guzmán -a partir de la segunda mitad del XVII en muchas ocasiones como «Santo Domingo de Soriano»-'y a otros santos dominicos.

Otro elemento fueron Cofradías tales como la del Rosario o la del Santísimo Nombre de Jesús, vinculadas desde casi sus orígenes con la Orden.  Estas instituciones eminentemente laicales -unas de blancos, otras de esclavos, otras de indios, etc. según lo habitual en aquella época- no tuvieron sólo una función piadosa y devocional, sino además una importante dimensión asistencias benéfica tanto para sus miembros como para personas ajenas también necesitadas.  Sin olvidar la acción evangelizadora de sus miembros gracias al testimonio de vida.

Si bien fundacionalmente estaban relacionadas con otras familias religiosas, algunos Dominicos se responsabilizaron a fines del período colonial con la «Congregación y Escuela de Cristo».  Según una carta de uno de ellos, fechada en 1807, todas la noches -hombres y mujeres- se reunían para rezar las oraciones cotidianas.  A ello se añadía «el Rosario a María Santísima y después un punto de lección espiritual del Venerable Padre Maestro Fray Luis de Granada.  Luego explico el punto leído y procuro siempre atraerlo a alguna moralidad, de suerte que puedo decir -si mi amor propio no me engaña- que hago y predico todas las noches pláticas morales.  Después sigue un cuarto de hora de oración mental; luego la estación al Santísimo Sacramento, luego las preces y oraciones a Nuestro Amo, a la Santísima Virgen, al Santo patrón de la paz».

Por otra parte, aunque en aquella América hispana se constata la carencia de grandes maestros de espiritualidad dominicana, sin embargo se observa la gran influencia de las obras de Santa Catalina de Siena y del ya mencionado Fray Luis de Granada, sin olvidar la figura de la seglar Santa Rosa de Lima (+ 1617), de un importante maestro espiritual en el Perú de su tiempo.

Tampoco hay que olvidar la existencia de los propiamente Tercianos.  Si bien es exacto que en aquella sociedad era de «buen tono», estaba muy bien visto, pertenecer formalmente a alguna de las Terceras Ordenes existentes, ello no debe llegar a negar la fe sincera y buena voluntad de muchos de sus miembros.  Su organización y actividades internas así como su práctica de obras de caridad, son clara expresión de su realidad eclesial evangelizada y evangelizadora.

Por su cierta peculiaridad cabe citarse el caso de Brasil, en el que la Tercera Orden fue establecida en 1723 por el P. Gabriel Batista en el Monasterio de San Benito, de la ciudad de Bahía, donde funcionó unos años, pasando después a la Iglesia de los Agustinos Descalzos de Palma.  Lo curioso de las sedes indicadas, se debe al hecho de que la presencia institucional -no meramente individual- de los Dominicos en Brasil sólo se dará a partir de 1878, o más exactamente de 1881.

Quizás pueda parecer que los laicos tuvieron un escaso lugar en aquella Iglesia colonial y sin embargo hubo importantes agentes de la Evangelización colonial, aunque desafortunadamente no fueron la mayoría.  Recuérdense a: los indios catequistas de sus hermanos de raza, el testimonio de la vida cotidiana, las obras de beneficencia y caridad (con pobres, enfermos, presos, etc.), inclusive las denuncias y críticas a los malos evangelizadores que algunos de ellos suscribieron.  Sin olvidar, que la Jerarquía tuvo cierta actitud de desconfianza en relación con ellos ante el permanente temor de que hicieran interpretaciones erróneas de las Sagradas Escrituras e inclusive cayeran en la herejía.

En pocas palabras, no es que los laicos estuvieran al margen de la acción eclesial, sino que a dicha acción le dió poca relevancia aquella Iglesia -bastante hierocrática y clericalizada- así como la gran mayoría de sus historiadores, incluso los actuales.

Los Mercedarios en el descubrimiento de América (Capítulo Primero)

La Orden de la Merced es la primera congregación religiosa católica que acompañó a los descubridores y conquistadores en la formación de "pueblos de indios" y en la fundación de innumerables ciudades de Chile. Entre esas ciudades, se encuentra Ranca

La Orden de la Merced se fundó en el año 1218, como una Orden Militar bajo el alero del Vaticano, lucharon sus integrantes contra los musulmanes o moros en plena Edad Media. El escenario de lucha fueron las "Cruzadas" junto a Templarios, Rosacruces y otras ordenes religiosas católicas.

En el año 1317 su institución se transformó de militar a sacerdotal, ocupándose de la "redención de los cautivos" que no conocían a los dos "Señores", el Señor Dios y el Señor Rey. En esos años el representante de Dios en la tierra era el Papa (sacerdote y militar). Más allá del horizonte (lugar en el cual se besa el cielo con el mar), conceptualmente en el siglo XV se pensaba que existía el "finis terrae", un acantilado en el cual se caía a un vacío desconocido. Al océano se le llamaba "el mar tenebrosum".

Pero con los viajes de Cristóbal Colón se descubre América y los conceptos cambian. Se realizaron innumerables viajes de descubrimiento, conquista y comerciales a América, a través del Estrecho del extremo sur de Chile. Magallanes en 1519, Alcazaba en 1514, Rivera en 1539, Loaiza en 1525, Mendoza en 1532, etc. Recorrieron las costas de América del sur, central y norte. Cruzaron el pacífico a través de un tráfico europeo con y sin base americana llegando incluso al Asia.

El Rvmo. Valenzuela, señala respecto al "Descubrimiento de América": "este acontecimiento afectó a todo el universo y modificó profundamente las ideas, tendencias y riquezas del viejo mundo, tuvo gran influencia en la Historia y suerte de la Merced. La Orden, se ocupó, además de la Redención de cautivos, en la predicación del Evangelio y demás ministerios sagrados en América, donde no había cautivos que rescatar y sí innumerables infieles que convertir y pueblos salvajes que civilizar, se consagró totalmente al ministerio sacerdotal en todas las formas y a las misiones entre infieles…."(Valenzuela, Ramón. Las Constituciones de la Merced. Roma, 1825).

 

 

 

 

Autor:

Vladirmir Raskalnikovs

Paraguay

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