Los estudios sobre las organizaciones en la teoría social clásica
- Resumen
- Hacia una noción de lo que es la organización
- Los clásicos en las ciencias sociales
- Karl Marx y la organización articulada a partir del proceso de trabajo
- Emile Durkheim y la moralidad como matriz explicativa de la organización
- Max Weber y la organización impulsada por la racionalidad orientada al poder
- Joseph A. Schumpeter y la organización sustentada en la innovación
- Consideraciones finales
- Bibliografía
Ante la crisis y posterior reestructuración de las organizaciones productivas y burocráticas acontecidas a finales del siglo XX es preciso problematizar la transcendencia de éstas formaciones sociales, para lo cual resulta relevante el replantearse las conceptualizaciones formuladas por los pensadores
clásicos en el marco de sus esfuerzos para la teorización de la sociedad como un todo articulado. Se trata pues, de definir a la organización a partir de su naturaleza y funciones en la producción y reproducción de la sociedad, y posteriormente crear categorías sobre algunos autores al rastrear las matrices conceptuales y explicativas que conformaron sus reflexiones sobre el capitalismo de su época. En suma, el autor se propone la elaboración de un Estado del arte para marcar la pauta de futuras formulaciones y reformuluaciones sobre las transformaciones del mundo actual que tienen como principal nicho de interacción a la organización en tensión constante con los intereses y motivaciones de los individuos.
Conceptos clave: Organización, los clásicos en las ciencias sociales, proceso de trabajo, moralidad, racionalidad, poder, innovación.
Las estructuras sociales –la formación y transformación de grupos y las relaciones dinámicas entre esos grupos- jamás han sido el fruto de una sola inteligencia humana, aunque jamás ha habido tampoco un proceso histórico al margen de las decisiones de la inteligencia humana, afortunadas o no, constructivas o destructivas. La historia de los hombres se desliza por cauces que va cavando la dinámica de las estructuras sociales, pero esa dinámica se genera en las reacciones que la inteligencia humana produce al enfrentar problemas. No es la historia la consecuencia de la acción ciega de las estructuras al margen de la voluntad humana, sino el cúmulo de una continua sucesión de decisiones racionales, generadas dentro de ciertos márgenes materiales.
Pero, desde luego, ni todas las decisiones racionales de cada día crean historia,ni las que sí la crean son siempre aquellas que, con nuestro criterio de hoy,consideramos buenas y plausibles
(Sergio Bagú, "La idea de dios en la sociedad de los hombres").
Organizar significa crear reglas generales o duraderas para la actuación dirigida a un fin. Por improvisación se entiende, por el contrario, dar órdenes preliminares o provisionales, y por disposición, las instrucciones específicas válidas para una sola vez que pueden estar completamente desvinculadas o bien hallarse dentro del marco de una reglamentación organizativa duradera.
En sentido sociológico, una organización está tanto más formalizada cuanto más definidas se hallan las actividades dirigidas a un fin que se ejercen en ella mediante reglamentaciones organizativas duraderas y no por la disposición y por la improvisación
(Renate Mayntz, "Sociología de la organización").
Preguntarse y explicarse qué es la sociedad y cómo se genera y reproduce, implica también abordar los ámbitos donde conviven e interactúan los individuos, donde toman decisiones en relaciones de intersubjetividad, donde convergen sus objetivos y donde los realizan; esto es, para reflexionar sobre la constitución y dinámica de la sociedad es preciso desentrañar la naturaleza de las organizaciones.
Como es de suma relevancia teórico/epistemológica el estudiar a las organizaciones, partimos de la idea que concibe a la organización como una formación social indispensable para la producción y reproducción del individuo en sociedad, y para la dinamización articulada de ésta como un todo. Esto es, sin organizaciones y sin los individuos motivados para pertenecer a ellas, sería imposible el rumbo de las sociedades. Nacemos, crecemos, nos desarrollamos, interactuamos y morimos perteneciendo a organizaciones y dependiendo de ellas; en esto radica la importancia de su estudio.
Si nuestro objeto de estudio es la organización y lo que se ha dicho sobre ella en la teoría social clásica, entonces formulamos las siguientes interrogantes: ¿Qué es una organización? ¿cómo se constituye? ¿qué papel juegan los individuos en ella? ¿a partir de qué matrices explicativas es analizada en la teoría social clásica? ¿cuál es la naturaleza de las organizaciones propias de la naciente modernidad europea teorizada por los clásicos? A partir de estas formulaciones nos planteamos como objetivos 1)el esbozar una definición de la organización; 2)el revisar las posiciones de los autores clásicos respecto a ésta formación social, y consecuentemente, 3)identificar las categorías de éstos a partir de alguna matriz que pensaron como adecuada para estudiar a las organizaciones de su tiempo.
Una idea será central en el presente trabajo: la tensión existente entre la organización y el individuo será abordada partiendo de que la primera es resultado de la interacción de los miembros y de las posibilidades de estructuración de sus intereses, motivaciones, actitudes y aptitudes, mientras que el segundo sólo puede recrearse y reproducirse socialmente dentro de las organizaciones e instituciones que las regulan; y contemplar así la redefinición de los actores o la aparición de otros nuevos en su constante contribución a la creación de la historia humana al tiempo que se rehacen y se redefinen en el transcurrir de ella, por lo que nos atrevemos a pensar que esta historia es resultado de la evolución de las estructuras socioeconómicas y culturales, así como de las convergencias y contradicciones entre los intereses y motivaciones de estos actores involucrados (Enríquez Pérez, 2003).
En suma, nos planteamos sólo una revisión del Estado del conocimiento sobre los estudios de la organización, revisión necesaria para futuras investigaciones y posibles seminarios que coloquen en el centro del debate y de la problemática teórica a las organizaciones como articuladoras y dinamizadoras de la sociedad. Será pues, una especie de clasificación y ordenamiento sobre la importancia de los planteamientos y presupuestos clásicos; una especie de rescate sobre su utilidad teórico/epistemológico/histórica.
Hacia una noción de lo que es la organización.
Como la sociedad contemporánea es una totalidad organizada y permeada por una gran multitud de tipos organizativos y multifacéticos derivados de complejas formaciones sociales conformadas racionalmente y con objetivos y metas preestablecidos en el mar de interacciones de los individuos, es necesario constituir una definición sobre lo que son las organizaciones como formaciones sociales y como fenómenos. La organización para una autora como Renate Mayntz (1996), es una formación social orientada a fines u objetivos concretos, es un medio de ordenar a las sociedades altamente diferenciadas y orientadas hacia el rendimiento, además de ser un conjunto de elementos necesarios para la dinámica social.
Una organización es necesaria dentro de las sociedades orientadas hacia fines específicos vía la cooperación continuada de numerosos individuos. El hombre por su misma naturaleza social tiende a reproducirse dentro de las organizaciones, por lo que no puede vivir alejado ni mostrarse indiferente respecto a ellas.
En suma, una organización es una interacción social articulada, dinámica, orientada por decisiones negociadas y con una determinada división técnica del trabajo, que se presenta como un punto para la convergencia de intereses y principios portados por individuos que se a su vez están motivados por incentivos que les permiten contribuir a la consecución de objetivos y metas más allá de sus inquietudes personales, inmediatas y efímeras.
En formaciones sociales así, la continuidad y perpetuidad de las mismas es garantizada por los objetivos y la convergencia que los miembros realizan respecto a estos, y aunque ellos se retiren de la organización, sus funciones siguen siempre y cuando existan otros dispuestos a colaborar. Esta continuidad de la organización se garantiza en tanto exista una compenetración cultural entre los miembros para contribuir a una cohesión de éstos y a una identificación con sus objetivos y con la concepción de que la organización es un nicho del cual depende su vida y viceversa. Una compenetración cultural que incluye el manejo de un mismo lenguaje que propicie la comunicación fluida entre los miembros y la identificación con principios que la rijan.
El objetivo de una organización sólo es preservado si llega a traducirse en decisiones, si las diversas actividades de los miembros se orientan permanentemente hacia el mismo objetivo, y si la organización se autoexamina para determinar si su actuación se corresponde con dicho objetivo (Mayntz, 1996). Regularmente, los objetivos cambian en respuesta a los intereses y motivaciones de los miembros y están en constante adaptación al entorno social en el cual se recrean. Esto último no significa que la organización esté determinada por fenómenos y circunstancias sociales que le son exteriores, sino que la organización dentro de la complejidad social es producto y a su vez es productora de lo social, esto es, la organización en intergénesis con los intereses y motivaciones individuales que la constituyen cuenta con un inmenso potencial para crear y recrear a la sociedad, al tiempo que se define y redefine en el transcurrir y en los vaivenes de esta. Si bien, la organización tiene contenida en sus principios, en su constitución y en su dinámica a la totalidad social, no sostenemos que la sociedad sea sólo la suma de organizaciones ni de individuos actuando intencional y organizadamente. La sociedad es algo más que eso.
El sistema político/económico de las sociedades es un factor estructural que influye en el desarrollo de las organizaciones. Por otro lado, dentro de las condiciones individuales se encuentra la actitud racional, donde el individuo está orientado hacia intereses específicos y trata de realizarlos racionalmente mediante la ponderación de los medios con la idoneidad para alcanzar los objetivos de la organización. Entre ambos niveles, la organización es canalizadora de recursos, de ideas, de símbolos, de proyectos, que impulsan la relación recíproca entre estructura e individuo; esto es, en muchos casos la organización es la reproductora de ese sistema político/económico y lo difunde y promueve en la totalidad de la sociedad, mientras que el individuo a partir de su colaboración y cooperación lo impulsa y lo nutre, al tiempo que es el receptor de las pautas y principios de dicho sistema.
Totalidad articulada, orientación hacia objetivos y racionalidad son componentes internos de la organización que se unen a otros factores que no son propios de ella pero de los cuales depende; factores tales como los mencionados dentro de las condiciones estructurales e individuales. La organización y su entorno social se encuentran en constante interacción e intercambio, redefiniéndose recíprocamente. Como sistema parcial o como subsistema, la organización está ubicada dentro de un sistema social más amplio y omniabarcador, por lo que los factores externos son indispensables para funcionar y perpetuarse.
Para Mayntz, la creación de organizaciones y su integración a la estructura de cada sociedad como elementos esenciales de ella no constituyen fenómenos de carácter necesario y obligado dentro de una cultura dada. Es más bien un proceso que descansa sobre numerosos presupuestos especiales y sólo llega a manifestarse bajo condiciones muy determinadas (1996, p. 13). Sin embargo, desde nuestra posición si nos colocamos en una visión funcionalista, la necesidad de las organizaciones en tanto reproductoras de lo social, predecesoras de comportamientos, y creadoras de perspectivas y expectativas, además de materializadoras de éstas y movilizadoras de los individuos es evidente; sin organizaciones el funcionamiento de la sociedad estará caracterizado por un Estado de naturaleza hobbesiano con rasgos desintegradores, anómicos y anárquicos.
La racionalidad está presente en estas formaciones sociales, y se identifica como una orientación o guía de la dirección a seguir. Recurriendo a la autora anteriormente referida, la característica de la racionalidad se refiere a la manera como una organización persigue su objetivo y no al contenido de éste objetivo, el cual puede ser completamente ‘irracional’ e incluso inmoral o antisocial (Mayntz, 1996, p. 26).
El desarrollo de las organizaciones y de su racionalidad depende de condiciones y factores estructurales, individuales y legales, así como de la vinculación e interacción entre estos. Es necesario el visualizar la tensión entre las estructuras y los actores, el tender puentes entre ellos y contemplar los intereses, motivaciones, actitudes y aptitudes de estos últimos, las cuales no son naturales, sino que son parte de la interacción social; sin concebir a la materialidad técnica como origen de la organización, sino que también incluye a las legislaciones como construcciones sociales.
Las organizaciones no necesitan ser formadas de una manera consciente, sino que surgen a partir de comienzos tímidos e inorgánicos para posteriormente crecer y convertirse en formaciones orientadas hacia fines específicos con una estructura racionalmente configurada (Mayntz, 1996). La formulación de una organización está dada por la disposición y sujeción de los miembros a las reglas. Sólo pueden regularse de manera adecuada, general y duradera para la organización, aquellos procesos que se repiten o que se presentan en un número suficiente de casos; pero si se exige que las actividades se ajusten a circunstancias y no se presenten de manera constante, entonces una regulación puede inhibir y restringir la capacidad de adaptación y el éxito de la organización (Mayntz, 1996, pp. 114 y 115).
Si definimos a la organización como una totalidad articulada, orientada hacia objetivos y dotada de una racionalidad ¿cómo es definida y caracterizada por los pensadores clásicos? ¿qué elementos y factores de la vida social toman como punto de partida para analizar a las organizaciones de su época?
Los clásicos en las ciencias sociales.
De manera breve, antes de entrar a fondo a la concepción que tuvieron los clásicos sobre las organizaciones, es necesario preguntarse y responder ¿qué es un clásico en las ciencias sociales? ¿cómo adquiere ese status? ¿qué importancia tiene para la teoría social contemporánea?
Jeffrey Alexander sostiene que los pensadores clásicos son productos de la investigación a los que se les concede un rango privilegiado frente a las investigaciones contemporáneas del mismo campo (1989, p. 23).
Del corpusteórico de un autor clásico se deriva una tradición compuesta por varias corrientes y variados objetos de estudio en distintas disciplinas, ello como resultado de su amplia influencia epistemológica y ética respecto a la realidad social.
Se piensa al autor clásico como una fuente para la obtención de información empírica, esto es, sus textos serían convertidos en fuentes de datos y/o teorías no contrastadas, dirigiéndolos como vehículos de ulterior acumulación. Se piensa también, que estos textos clásicos pueden ser estudiados como documentos históricos en sí mismos, lo cual implica ocuparse de la interacción entre la teoría y las cuestiones como los orígenes sociales y la posición social de sus seguidores, las transformaciones de la organización social de la sociología, los cambios que sufren las ideas con su difusión, y sus relaciones con la estructura social y cultural del entorno (Alexander, 1989).
Los clásicos de las ciencias sociales se caracterizan porque tienen como objetivo la verdad y el estar sujetos a estipulaciones racionales sobre cómo debe llegarse a la verdad y en qué debe consistir ésta. Para Alexander (1989), en el fondo de la designación de un autor como clásico se encuentra la necesidad de encontrar legitimación en los fundadores de las ciencias sociales. Una obra clásica se convierte en tal cuando se gesta una generalización sobre la estructura o causas de un fenómeno social a partir de la comprensión de los motivos y de la capacidad de empatía, perspicacia e interpretación mostradas. Estas generalizaciones tienen la función de expandir la reflexión sobre el significado de la vida social.
Los clásicos aportan una perspectiva que desentraña la naturaleza y esencia de la sociedad mediante argumentos filosóficos que trascienden al tiempo y que construyen los principios fundacionales de una disciplina. Los autores clásicos cuentan con una gran creatividad intelectual que pone énfasis en el análisis de los movimientos de la historia y en la inserción de los fenómenos a esta.
Mucho del status privilegiado y de la veneración otorgados fomentan la concepción de que un autor clásico y sus presupuestos son sinónimos del mismo conocimiento científico. El discurso sobre las obras clásicas se convierte en una forma de debate científico racional; la investigación de su nuevo significado a su vez, reorienta el trabajo científico (Alexander, 1989, p. 47). Son los mismos científicos sociales en cada época quienes otorgan el status de clásico a cada obra, al tiempo que se otorga a cada planteamiento su significado contemporáneo.
La importancia de un clásico lleva profundamente unidos los intereses teóricos de los científicos sociales del presente con las interpretaciones y ejercicios hermenéuticos de los textos históricos. Más aún, la relevancia de un planteamiento y formulación teórica clásicos, radica en que los científicos sociales contemporáneos desentrañen los principios metodológicos de la obra para identificar al esquema cognitivo y epistemológico al cual pertenecen; esto es: distinguimos entre las pretensiones epistemológicas de un autor positivista sustentado en el argumento de que la realidad es algo externo al sujeto que observa, y que este es el encargado de formular las leyes generales de su explicación; mientras que un enfoque interpretativo o hermenéutico argumenta que tanto el sujeto como el objeto son inseparables, están en constante interacción y que el primero se encargará de encontrar el sentido y motivaciones de la acción y de los fenómenos; finalmente, un enfoque crítico sostiene que además de éste inseparable binomio en la construcción del conocimiento, el sujeto está posibilitado mediante la praxis para transformar la realidad.
En suma, la riqueza teórica y expresiva de los autores clásicos nos arroja luz para la formulación de nuevas proposiciones teóricas que revitalicen la interpretación y explicación de los fenómenos sociales. Esta misma riqueza contempla el cómo construir conocimiento; contempla también una pretensión de abordar la totalidad de la sociedad a partir de un evento sustantivo o de un proceso. Además de colocar los cimientos y elementos fundacionales de las ciencias sociales con los cuales se abren nuevas vetas de investigación y se derivan teorías de menor alcance y con menor pretensión totalizadora y generalizadora, por lo que las obras clásicas son fuente de inspiración y estímulo teórico/metodológico para el abordaje de procesos específicos de la realidad social; pensemos en las teorías del institucionalismo, del desarrollo o de la globalización en que muchos de sus autores están arraigados a alguno(s) enfoque(s) clásico(s).
La teoría y la sociología de las organizaciones por supuesto que también tienen una conexión estrecha y un arraigo profundo con las visiones clásicas; incluso ellas, sin el objetivo de proponérselo de manera explícita crearon los principios fundantes de estos estudios. Los principales planteamientos clásicos sobre la organización los sistematizamos a continuación.
Karl Marx y la organización articulada a partir del proceso de trabajo.
Un autor tan fecundo como Karl Marx en su propuesta sobre los estudios de la organización parte de la posición que tienen los actores en el proceso de trabajo. Son las relaciones capital/trabajo con sus característicos ingredientes de alienación, expropiación y apropiación, así como las manifestaciones de los actores sociales (capitalista y trabajador) contemplados por Marx, lo que gesta la posibilidad de la constitución de una organización. La praxis de ambos actores converge al interior de las organizaciones, y es en ellas donde también adquieren su status y su relevancia social. En el fondo, son estas organizaciones el sustrato donde se realiza la producción capitalista, se extrae la plusvalía y se concretiza en ganancia, además de que también en ellas, el trabajo humano se reproduce y adquiere lo necesario para recuperar sus energías perdidas.
Marx sostiene que la producción de valores de uso implica un conjunto de trabajos útiles y diferenciados que conducen a una división social del trabajo, la cual constituye una condición necesaria para la existencia de la producción de mercancías.
"La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un ‘enorme cúmulo de mercancía’, y la mercancía individual como la forma elemental de esa riqueza" (Marx, 1980, p. 43); ésta mercancía es un objeto exterior, una cosa que merced a sus propiedades satisface necesidades humanas del tipo que fueran. Si la organización del trabajo humano y su división social tienen como objetivo satisfacer las necesidades básicas, entonces la mercancía aparece como el elemento articulador de esa organización. Sólo la mercancía que ha objetivado trabajo humano, deviene en ganancia en la circulación en tanto se expropia la plusvalía en el proceso productivo. Los diferentes momentos de la praxis económica (producción, circulación, intercambio y consumo) son proyectados, impulsados y realizados dentro de la organización o en sus relaciones con otras. En general, producción y consumo son dos niveles complementarios de organización del trabajo dentro de la praxis económica; por un lado, la producción que crea los valores de uso tras objetivar el trabajo humano y por otro, la circulación de las mercancías hasta dirigirlas al consumo donde se abstrae el valor de uso para agilizar el intercambio.
En general, el valor es la cristalización del trabajo humano, de una sustancia social, y por tanto, de relaciones organizacionales. El valor contiene un gasto de la fuerza de trabajo humano. Un valor de uso requiere de un tiempo de trabajo socialmente necesario, por lo que, "en cuanto valores, todas las mercancías son, únicamente, determinada medida de tiempo de trabajo solidificado" (Marx, 1980, p. 49). No sólo basta producir valores de uso, es necesario que estos sean sociales, pues si son inútiles entonces será inútil el trabajo contenido en ellos. Para que sea útil se requiere determinado tipo de actividad productiva que contenga una finalidad, un modo de operar, un objeto, un medio y un resultado, lo cual se hace en las condiciones de una organización.
Los valores de uso son combinaciones de material natural y trabajo; este trabajo no es la fuente única de los valores de uso que produce, es el padre, mientras que la tierra es la madre (Marx, 1980, p. 53). No es que el trabajo sea valor en sí mismo sino que es creador de valor (Marx, 1980, p. 63). "Todo trabajo es, por un lado, gasto de fuerza humana de trabajo en un sentido fisiológico, y es en ésta condición de trabajo humano igual, o de trabajo abstractamente humano, como constituye el valor de la mercancía. Todo trabajo, por otra parte, es gasto de fuerza humana de trabajo en una forma particular y orientada a un fin, y en esta condición de trabajo útil concreto produce valores de uso" (Marx, 1980, p. 57). Este fin es dado por la estructuración de la organización y por la posición en ella de los actores participantes.
Marx sostiene que la organización de la sociedad determina el secreto de la expresión de valor de tal manera que la forma mercancía es la forma que adopta el producto del trabajo. Es en el seno de la organización de la sociedad donde germinan y se reproducen una serie de relaciones de dominación entre poseedores y desposeídos, donde los primeros venden su dinero como mercancía y los segundos, su fuerza de trabajo para lograr los satisfactores necesarios.
La organización pensada por Marx era la incipiente empresa industrial del siglo XIX que expropia la plusvalía del trabajador, que le otorga validez al dinero cuando entra en contacto y en interacción con otras organizaciones.
Además, el trabajo se presenta como el eje articulador de la organización en tanto se objetiva en el valor de las mercancías; al representar un gasto de vida humana es en la misma organización donde esta se repone y se reproduce. En la organización productiva se producen las mercancías al transformarse la naturaleza, en ella se determina el trabajo invertido, y en ella también los individuos se relacionan intersubjetiva y existencialmente.
En la relación entre cosas nada tienen que ver la forma mercancía y la relación de valor entre los productos del trabajo con la naturaleza física de las mismas, entonces se adquiere una forma fantasmagórica de una relación entre cosas que van más allá de los alcances de sus productores. De esta forma, y de manera religiosa, el fetichismo se caracteriza porque los productos de la mente humana parecen figuras autónomas, dotadas de vida propia, en relación unas con otras y con los hombres (Marx, 1980, p. 89). Este carácter fetichista de las mercancías se origina en la peculiar índole social del trabajo que produce mercancías. Este carácter fetichista es adquirido dentro de la organización al momento en que se privilegia la ganancia por la ganancia haciendo caso omiso de la trascendencia del trabajo humano objetivado, es decir, los objetivos de la organización se ponen por encima de la esencia de la mercancía. De igual manera ocurre que la organización como creación humana adquiere dimensiones sobrenaturales y vida propia al subsumir al individuo, al reducirlo tan sólo a un apéndice y al no reivindicarse como ente determinante y constitutivo de la misma, esto es, los objetivos de la organización construidos por los miembros con capacidad de decisión se absolutizan, se imponen y suprimen la voluntad de los individuos.
Existe un trabajo socialmente útil de los trabajos privados y que adquiere forma dentro de la organización y en sus vinculaciones con otras, además de que expresa el hecho de que el producto del trabajo es útil para otros.
Una organización funciona como el Robinsón de la economía política extrapolado a dimensiones sociales: tienen que satisfacer diversas necesidades, por lo que ejecutan trabajos útiles de diversa índole, las cuales son distintas formas de actuación, diferentes modos del trabajo humano que exigen distribuir el tiempo; se lleva un inventario de lo consumido, de los objetos útiles, de las operaciones requeridas y del tiempo de trabajo empleado.
En la organización, el trabajo humano adquiere relevancia y es conectado a la totalidad del modo de producción, y a la reproducción misma de la sociedad.
Emile Durkheim y la moralidad como matriz explicativa de la organización.
Persiste un estado de anomia derivado del mundo económico y que se traduce en conflictos y desordenes de toda clase. Estas fuerzas al no estar limitadas ni obligadas a respetar, se desenvuelven sin limitación y chocan unas con otras para rechazarse y reducirse mutuamente. Estas pasiones humanas solo se contienen ante un poder moral que respetan, una autoridad que dé paso a la constitución de organizaciones, ya que sólo estas limitaran la imposición de la ley del más fuerte y la generalización del Estado de naturaleza hobbesiano. La reglamentación derivada de este tipo organizativo genera una expresión de la libertad, por lo que se otorga el poder a la organización que detenta la autoridad para que restrinja esta libertad. Esto es, la moralidad plasmada en el derecho hace converger a los individuos, y hace que sus objetivos particulares se orienten hacia la conciencia colectiva sustentada en una diferenciación de las funciones que fomenta una división del trabajo. Esto es, la unión que sobrepasa al individuo, la subordinación de los intereses particulares al interés general, son la fuente misma de toda actividad moral. Este sentimiento se precisa y se determina en un código de reglas morales. Los individuos que tienen intereses comunes se asocian, pero no lo hacen sólo por defender esos intereses, sino por asociarse, por no sentirse más perdidos en medio de sus adversarios, por tener el placer de comunicarse, de construir una unidad con la variedad, y por llevar juntos una misma vida moral.
Émile Durkheim sostiene que la división del trabajo no produce por necesidad la dispersión o la incoherencia, sino que las funciones al estar en contacto las unas con las otras, tienden a equilibrarse y a reglamentarse; esta adaptación y contacto sólo se convierte en regla de conducta cuando un grupo la consagre con su autoridad (Durkheim, 1995, p. 5). Una regla no sólo es una manera de obrar habitual, es una manera de obrar obligatoria, sustraída al libre arbitrio individual. Sólo una sociedad constituida (es decir, organizada) goza de la supremacía moral y material indispensable para crear la ley que rija las relaciones entre los individuos, sólo ella tiene la continuidad y permanencia necesaria para mantener la regla por encima de las relaciones efímeras. Una reglamentación moral o jurídica expresa necesidades sociales que sólo la sociedad puede conocer; descansa sobre un estado de opinión y toda opinión es cosa colectiva, y para que la anomia termine es preciso la existencia de la formación de un grupo en el cual pueda constituirse el sistema de reglas faltante (Durkheim, 1995, p. 6).
Cada organización o grupo profesional como lo explícita Durkheim reglamenta sus propios ámbitos de actuación, ya que los individuos que pertenecen a una misma profesión se hayan en relación debido a sus ocupaciones similares; son relaciones con carácter individual y dependen del azar de los encuentros. Existen organizaciones profesionales más o menos permanentes; esta organización común hace perder la individualidad, fija un reglamento y se impone con la misma autoridad. Se requiere además de un carácter definido, de una unidad y de la conversión a institución pública en el caso de las agrupaciones profesionales.
Las organizaciones responden a ciertas necesidades y para satisfacerlas, buscan transformarse con arreglo al medio (Durkheim, 1995, p. 9).
Hablando de la corporación, Durkheim sostiene que su papel no sólo consiste en establecer reglas y aplicarlas, ya que dondequiera que se forma un grupo, se forma también una disciplina moral, mientras que la institucionalización de ésta es una de tantas maneras de manifestación de la actividad colectiva. El grupo también es una fuente de vida sui generis, se desprende de él un calor que alienta y reanima a los corazones, que les abre a la simpatía. Esta actividad corporativa puede ejercerse en las diferentes esferas de la vida social. Comienza produciéndose fuera del sistema social y cada vez más se inserta en él a medida que avanza la vida económica. Se piensa como el ámbito esencial de la vida pública y de las estructuras sociales. La ausencia de toda institución corporativa crea un vacío en la organización de un pueblo. Su ausencia puede provocar una enfermedad en el organismo social. Esto no significa que la corporación sea una panacea que sirva para todo. Así como lo fue la familia, la corporación asegura la continuidad de la vida económica, y sólo sus profesionales se dedican útilmente a las tareas de esta.
Durkheim busca en su obra comprender ¿cómo es posible que, al mismo tiempo que se hace más autónomo, dependa el individuo más estrechamente de la sociedad? ¿cómo puede ser a la vez más personal y más solidario? Esto puede explicarse a partir de la transformación de la solidaridad social, debida al desenvolvimiento de la división del trabajo (Durkheim, 1995, pp. 45 y 46). Esto no es algo nuevo en los hechos, pero sí en el darse cuenta de ello por parte del individuo moderno. En la época de Durkheim, la industria moderna se inclina a la extrema división del trabajo. Diría el autor, "no solamente en el interior de la fábricas se han separado y especializado las ocupaciones hasta el infinito, sino que cada industria es ella misma una especialidad que supone otras especialidades" (Durkheim, 1995, p. 47). Se ve en ella la ley superior de las sociedades humanas y la condición del progreso. Se observa en todas las esferas de la vida social, lo mismo ocurre con las ciencias y la filosofía, pues el círculo de investigaciones de un estudioso se restringe a un orden determinado de problemas o a un solo problema. La ley de la división del trabajo se aplica a los organismos y a las sociedades (Durkheim, 1995, p. 49). Se dice que un organismo ocupa un lugar elevado en la escala animal en la medida que son más elevadas sus funciones. Esta división del trabajo se remonta al origen de la vida en el mundo y se buscan sus condiciones en las propiedades esenciales de la materia organizada, entonces las sociedades humanas se unen a esta inercia. Esto afecta la constitución moral. Es una ley de la naturaleza y una base fundamental del orden social.
El surgimiento de las organizaciones se entiende a partir de la mayor diferenciación social que entraña la división del trabajo; a su vez ésta supone el ejercicio de funciones por parte de un especialista, el cual depende de una organización que le brinde una capacitación para integrarse al mundo de la división del trabajo. Dentro de la organizaciones se delimitan las funciones de los individuos o del total de la colectividad respecto de la sociedad; en ella se jerarquiza la división del trabajo, los cargos de los miembros, y en gran medida, son los objetivos generales los que mantendrán cohesionados a los individuos.
En la división del trabajo se busca lo que nos hace falta y nos unimos para sentirnos menos incompletos. Pero los servicios económicos que se producen valen poca cosa al lado del efecto moral que produce, y su verdadera función es crear entre dos o más personas un sentimiento de solidaridad (Durkheim, 1995, p. 65). Existe una diferenciación de funciones hasta en las relaciones sexuales y la familia. Los efectos de la división del trabajo no es el aumento del rendimiento de las funciones divididas, sino que las hace más solidarias. Se trata de establecer un orden social y moral muy sui generis. "Los individuos están ligados unos a otros, y si no fuera por eso serían independientes; en lugar de desenvolverse separadamente, conciertan sus esfuerzos; son solidarios, y de una solidaridad que no actúa solamente en los cortos instantes en que se cambian los servicios, sino que se extiende más allá" (Durkheim, 1995, p. 71). Supone el que dos seres dependan mutuamente uno de otro, porque uno y otro son incompletos, y no hace más que traducir al exterior esta dependencia mutua. El ser complementario deviene parte integrante de nuestro ser y conciencia, mientras que la unión de dos imágenes iguales deriva en una aglutinación. En la división del trabajo, las partes se hallan fuera una de la otra y están ligadas sólo porque son distintas (Durkheim, 1995).
Para nuestro autor, la solidaridad social es un hecho completamente moral, pone a los hombres en contacto, los inclina unos a los otros. Entre más solidarios son los miembros de la sociedad, más relaciones diversas sostienen ya sea entre ellos o con el grupo. El número de estas relaciones es proporcional al de las reglas jurídicas que las determinan. "La vida social, allí donde existe de una manera permanente, tiende invariablemente a tomar una forma definida y a organizarse, y el derecho no es otra cosa que esa organización, incluso en lo que tiene de más estable y preciso. La vida general de la sociedad no puede extenderse sobre un punto determinado sin que la vida jurídica se extienda al mismo tiempo y en la misma relación" (Durkheim, 1995, p. 75).
A la solidaridad social le proporcionan sus caracteres específicos la naturaleza del grupo cuya unidad asegura, por lo que varía según los tipos sociales. Cada forma de solidaridad tiene su naturaleza propia. Es un hecho social pero depende del organismo individual (física y psíquica). Depende de condiciones sociales que la explican. Durkheim distingue entre una solidaridad mecánica y una solidaridad orgánica: la solidaridad mecánica liga menos fuertemente a los hombres que la solidaridad orgánica, además, a medida que se avanza en la evolución social, se relaja cada vez más.
Para el sociólogo francés, la sociedad total resulta de una serie de encajes sucesivos donde un grupo está enlazado a otros agregados más extensos. La organización de las sociedades primitivas era de naturaleza familiar con profundo contenido religioso. La unidad del todo es exclusiva de la individualidad de las partes. Si la división del trabajo no tiene por efecto suavizar la solidaridad social, es a causa de las condiciones particulares en que se efectúa. El órgano eminente de toda sociedad participa de la naturaleza del ser colectivo que representa. La solidaridad mecánica sigue siendo tal mientras la división del trabajo no se encuentre desenvuelta; este tipo de solidaridad se caracteriza por constituir un sistema de segmentos homogéneos y semejantes entre sí.
Las sociedades en que existe la solidaridad orgánica están constituidas no por una repetición de segmentos similares y homogéneos, sino por un sistema de órganos diferentes, cada uno con su función especial y formados de partes diferenciadas. Sus elementos se hallan coordinados y subordinados unos a otros, alrededor de un mismo órgano central que ejerce sobre el resto del organismo una acción moderatriz. Este órgano está en constante interdependencia, otros dependen de él, y él depende a su vez de ellos. Los individuos se agrupan no por las relaciones de descendencia, sino con arreglo a la naturaleza particular de la actividad social a la cual se consagran; entonces, el medio natural y necesario no es el medio natal sino el medio profesional o la actividad que desempeña (Durkheim, 1995).
Es la organización basada en objetivos y en la interdependencia y complementariedad de los individuos lo que distingue a ambos tipos de solidaridad. En ella la vida social se deriva de las semejanzas de las conciencias y de la división del trabajo social. El individuo es socializado pues sin su individualidad propia se confunde en el seno de la vida colectiva, y aunque tenga una personalidad propia se distingue de los demás pero necesita de ellos en la medida en que se distingue.
Las reglas jurídicas emanan de la semejanza de conciencias, mientras que también la misma división del trabajo las impulsa para que determinen la naturaleza y las relaciones de las funciones divididas. Estas reglas jurídicas, conjuntamente con las reglas morales, obligan al individuo a obrar en vista de fines que no le son propios, a hacer concesiones, a consentir compromisos, a tener en cuenta intereses superiores a los suyos (Durkheim, 1995, p. 268). Las funciones que cada vez más se hacen dependientes conforman un sistema solidario, y cuando la dependencia va en aumento en ello influye el Estado, pues con él se tienen puntos de contacto que cada vez más se multiplican. El individuo recibe de la sociedad lo que necesita, al tiempo que es para ella para quien trabaja; esta sociedad ve a sus miembros como cooperadores indispensables y frente a los que tiene deberes. Si pensamos en estos términos expuestos por Durkheim, la sociedad es un entretejido de organizaciones articuladas y cada vez más especializadas e interdependientes que entrañan la solidaridad entre sus miembros y la diferenciación entre sus funciones.
Max Weber y la organización impulsada por la racionalidad orientada al poder.
Max Weber concibe a la racionalidad orientada a la construcción del poder como aquella matriz articuladora de la organización. Es también la organización una base para la construcción del poder, pensemos tan sólo en la burocracia de principios del siglo XX profundamente teorizada por el pensador alemán. La burocracia requiere de cierta disciplina para contener a los individuos y encauzarlos hacia objetivos específicos.
Un tipo ideal de la burocracia moderna en la época de Max Weber entraña los siguientes elementos: I.- existe el principio de sectores jurisdiccionales estables y oficiales organizados en generales normativamente, es decir, mediante leyes u ordenamientos administrativos (Weber, 2001, p. 21). Esto es, las actividades normales exigidas por los objetivos de la organización son repartidas de manera estable como deberes oficiales, mientras que la autoridad que reparte estas mismas ordenes está también repartida de manera estable, y el cumplimiento normal de esos deberes es asegurado por un sistema de normas. Estos elementos constituyen la "autoridad burocrática" y en la empresa privada constituyen la administración burocrática. II.- Los principios de jerarquía de cargos y de diversos niveles de autoridad implican un sistema de sobre y subordinación férreamente organizado, donde los funcionarios superiores controlan a los funcionarios inferiores (Weber, 2001, p. 22), estos últimos se encargan de los asuntos de los primeros, por lo que una vez creado el cargo se perpetúa y es ocupado por otros titulares. III.- La administración del cargo moderno se funda en documentos escritos (‘archivos’) que se conservan en forma original o como proyectos (Weber, 2001, p. 23), además, esta organización moderna separa la repartición del domicilio privado del funcionario y se considera a la actividad oficial como un ámbito independiente de la vida privada, es decir, los fondos y equipos públicos están separados de la propiedad privada del funcionario tanto gubernamental como empresarial. "IV.- Administrar un cargo, y administrarlo de manera especializada, implica, por lo general, una preparación cabal y experta […] V.- Si el cargo está en pleno desarrollo, la actividad del funcionario requiere toda su capacidad laboral, aparte del hecho de que su jornada obligatoria en el despacho está estrictamente fijada […] VI.- La administración del cargo se ajusta a normas generales, más o menos estables, más o menos precisas, y que pueden aprenderse. El conocimiento de estas normas es un saber técnico particular que posee el funcionario" (Weber, 2001, p. 24).
El trabajo en la burocracia es uno especializado que también se construye al interior de otras organizaciones como las educativas. Entraña un deber y también la posesión de cierta fidelidad a la organización, lo cual en sí mismo contiene a la disciplina. En este mismo tenor, "la superioridad puramente técnica de la organización burocrática ha sido siempre la razón decisiva de su progreso respecto de toda otra forma de organización […] Precisión, velocidad, certidumbre, conocimiento de los archivos, continuidad, discreción, subordinación estricta, reducción de desacuerdos y de costos materiales y personales son cualidades que, en la administración burocrática pura, y fundamentalmente en su forma monocrática, alcanzan su nivel óptimo" (Weber, 2001, p. 55). Otras formas de organización son más lentas, menos formales y menos vinculadas a esquemas, menos centralizadas, más imprecisas y costosas. Estas características de la organización burocrática en términos administrativos son exigidas por la economía capitalista de mercado, por lo que, "las grandes empresas capitalistas modernas constituyen, en general, por su organización interna, modelos inigualados de organización burocrática rigurosa. Toda la administración de un negocio se funda en una progresiva precisión, estabilidad y, fundamentalmente, rapidez en las operaciones" (Weber, 2001, pp. 56 y 57). La burocratización implica la posibilidad óptima de poner en práctica el principio de la especialización de funciones administrativas conforme a regulaciones estrictamente objetivas, lo cual presupone una resolución conforme a normas calculadas y sin tomar en cuenta a las personas. Esta calculabilidad de los resultados es exigida por la técnica y la economía modernas.
La burocracia como instrumento técnico organizativo fue necesario para la consolidación de un Estado moderno que ha impulsado la expansión del capitalismo como modo de producción y como proceso civilizatorio. La burocracia funciona como una organización altamente especializada que centraliza la información y las decisiones propias de los Estados y empresas nacientes, por lo que es imprescindible para agilizar la expansión del capitalismo. Sin una organización burocrática en el sentido weberiano no se explicaría el surgimiento del capitalismo, modo de producción que requiere de una enorme gama de recursos articulados y sujetos a objetivos bajo un régimen de disciplina que rija a los individuos y que haga que sus intereses sean convergentes con los de la organización. Pero, ¿para qué sirve esta estructura burocrática? ¿qué relación tiene con la construcción del poder?
Weber pensó que la estructura burocrática ha llegado al poder, en general, en virtud de una nivelación de diferencias económicas y sociales, lo cual ha influido en el reparto de las funciones administrativas. La burocracia va unida de manera necesaria a la moderna burocracia de masas, lo cual proviene de la regulación abstracta de la práctica de la autoridad. La burocratización y la democratización estatal acrecientan los gastos en efectivo del erario público; sin embargo, este demos no gobierna las estructuras superiores, es gobernado y su existencia sólo altera el modo de selección de los dirigentes ejecutivos; a lo más, existe una equiparación de los gobernados con los gobernantes. De esto último rescatamos que ya desde la época de este autor clásico se expresaban las contradicciones de la democracia liberal.
Para el fundador de la sociología interpretativa, la burocracia es el medio de transformar la ‘acción comunitaria’ en una ‘acción societal’ organizada racionalmente. Por esto, la burocracia, como instrumento de ‘societalización’ de las relaciones de poder, ha sido y es un instrumento de poder de gran importancia para quien controle el aparato burocrático (Weber, 2001, p. 83). Es la burocratización de la administración lo que la hace inamovible. Mientras que el burócrata individual no puede zafarse del aparato al que se encuentra unido, está encadenado a su actividad a través de toda su existencia material y espiritual, es un simple engranaje de un mecanismo siempre en marcha que le ordena a ir en un sentido fijo. Este mecanismo es manejado desde arriba, por lo que realiza tareas especializadas que no logran detenerlo. El interés del burócrata individual es que el mecanismo siga funcionando y se mantenga la autoridad ejercida societariamente. Mientras que los gobernados no pueden prescindir del aparato burocrático de autoridad, o reemplazarlo, puesto que se funda en una preparación especializada, una división funcional del trabajo y en actitudes metódicamente integradas. Si el funcionario deja de trabajar sobreviene el caos y es difícil encontrar entre los gobernados al reemplazante. La dependencia de las masas de este tipo de organización hacen casi imposible su eliminación. El aparato burocrático cuenta con la capacidad para hacer imposible la "revolución" como creación forzada de formas de poder totalmente nuevas, sobre todo cuando el aparato tiene bajo control a los medios de comunicación, y su estructura está racionalmente organizada (Weber, 2001, pp. 85 y 86). Es la burocracia un instrumento de precisión que está al servicio de los intereses de dominación diversificados, al tiempo que busca doblegar los poderes que se le resisten en los ámbitos que desea ocupar.
El Estado moderno está sometido a la burocratización. Pero el hecho de que la burocracia sea técnicamente el medio de poder más efectivo al servicio del hombre que la controla, no determina la gravitación que ésta organización puede tener dentro de una organización social específica. El poder de la burocracia en plena expansión es grande, pues el "patrón político" (como el pueblo, el presidencialismo, etc.) está en situación de aficionado ante el experto funcionario que se posiciona en la administración. Además, "toda burocracia intenta acrecentar la superioridad de los profesionalmente informados conservando en secreto sus conocimientos y propósitos" (Weber, 2001, p. 92), es decir, cuenta con la propensión a ser una administración de "sesiones secretas" a medida que prevalecen aspectos técnicos, pues se muestra a la opinión pública lo que no perjudica los propósitos de su poder.
La burocracia como forma de organización desde que Max Weber la teorizó ha sido un tipo organizativo que ha modificado las relaciones y estructuras sociales en su totalidad, partiendo de su carácter racional hasta la importancia que adopta para la canalización del poder dentro de las sociedades. Sin la burocracia, la organización requerida por el modo de producción capitalista sería difícil de concebirse, partiendo desde el manejo de conocimiento especializado hasta el control, centralización y secreteo de la información confidencial. Tanto en la empresa privada como en las instituciones públicas, la burocracia jugó un papel fundamental para la construcción y expansión del poder en las sociedades; sin un trabajo sistematizado, especializado, preciso y eficiente, sería difícil pensar en un control de los recursos humanos tanto a nivel de la producción como a nivel de las decisiones estatales.
Siguiendo con su concepción de la organización vinculada a la racionalidad edificadora del poder, Weber sostiene que: una organización que genera una fe y creencia en la existencia efectiva de poder está impulsada por el prestigio, por lo que sus miembros se entregan sistemáticamente al desarrollo de ese sentimiento de prestigio (Weber, 1977, p. 12).
Las organizaciones de la rutina cotidiana como la burocrática y la patriarcal se caracterizan por la permanencia. Mientras la primera entraña la racionalidad para satisfacer necesidades calculables y periódicas mediante la rutina, la segunda tiene su campo de acción en la economía y busca satisfacer necesidades también mediante una rutina normal. Pero la satisfacción de necesidades más allá de la rutina cotidiana corresponde al poder carismático que implica una ausencia de conocimiento técnico y de una remuneración, y que en condiciones de conflicto, estos dirigentes naturales han sido dotados de atributos sobrenaturales a los ojos de sus seguidores e inaccesibles para ellos.
"Por dominación ‘política’ hay que entender un poder que supera la autoridad doméstica y que, básicamente, difiere de ésta" (Weber, 1977, p. 82). Cuando una comunidad institucionaliza de manera estable el carisma, se abren paso los poderes tradicionales y la socialización racional, lo cual implica una disminución de la importancia de la acción individual, entonces la disciplina racional se hace invencible. Es la expresión de la organización racional la que termina por derrocar el fundamento divino de las cosas y restringe al individuo miembro de ella, sea dirigente o sea subordinado. La disciplina tiene el poder de suprimir el carisma personal, además de consistir en la ejecución sólidamente racionalizada, sistemáticamente enseñada y exacta de la orden recibida, con prescindencia de toda crítica personal y con la disposición, de parte del ejecutor, a poner en práctica la orden, de modo exclusivo y resuelto (Weber, 1977, pp. 84 y 85).
Esta conducta en ordenes es uniforme, en ello radica lo decisivo de la disciplina, es decir, dentro de la organización la obediencia de una multitud de personas es necesario que sea racionalmente uniforme, y en ello, los objetivos generales de la formación social y los intereses particulares de los miembros respecto a ella son el punto de convergencia. Es el código disciplinario lo que marcará y garantizará la obediencia incondicionada. Esta disciplina es impersonal, siempre neutral y al servicio de cualquier poder que la requiera y sepa cómo promoverla; reemplaza el rapto de heroicidad o la devoción por un caudillo personal, el culto del honor, o el ejercicio de la habilidad personal como arte, por la habituación a una práctica rutinizada; presupone también, un sentido del deber y una conciencia.
Ante la satisfacción racionalizada de las necesidades económicas y políticas se produce el avance de la progresiva coerción disciplinaria, lo cual limita la importancia del carisma y del comportamiento personal singularizado. Este carácter carismático como poder creativo decrece ante una dominación organizada en instituciones duraderas y sólo prevalece en periodos de emociones masivas, de efectos imprevisibles (Weber, 1977, pp. 98 y 99).
La disciplina es parte constitutiva de las organizaciones modernas que limitan la acción personal carismática; a lo más, el líder dentro de este tipo organizativo es restringido en su acción por los objetivos generales y racionales que pueden llegar a limitar su creatividad, aunque en muchos casos, este líder puede cambiar el sentido de la organización en cierta coyuntura. Es el carácter fetichista de la organización lo que termina por subsumir a la acción individual y limitar los liderazgos a la racionalidad de la misma. También lo es el poder. Para Weber, esto significa que dentro de la dinámica del poder y de su reparto, existe la ley ante la posibilidad de mantener un orden mediante un conjunto específico de hombres que aplicarán la coacción física o psíquica con el objeto de lograr una aceptación del orden o de sancionar su transgresión (Weber, 1977, p. 45). Mientras que el poder es la posibilidad de que una o varias personas realicen su propia voluntad en una acción en común, aún contra la oposición de otros participantes en la acción. La lucha por el poder no siempre tiene como meta el enriquecimiento económico, ya que el poder puede ser valorado por sí mismo, y se busca por el mero "honor social".
Joseph A. Schumpeter y la organización sustentada en la innovación.
Innovación y organización, además de los elementos estructurales proporcionan lo indispensable para el desenvolvimiento, el rejuvenecimiento y las transformaciones del sistema capitalista. El capitalismo requiere para su realización de una voluntad política, de realizaciones culturales y de una legislación social; esto implica la interrelación de organizaciones donde germinen estos elementos reproductores.
Joseph A. Schumpeter sostiene que el capitalismo es un proceso evolutivo; es una forma o método de transformación económica, por lo que nunca puede permanecer estacionario. Este carácter evolutivo no se debe al hecho de que la vida económica transcurre en un medio social y natural que cambia constantemente y que como consecuencia altera la acción económica, ni se debe al crecimiento automático de la población y del capital; sino que "el impulso fundamental que pone y mantiene en movimiento a la máquina capitalista procede de los nuevos bienes de consumo, de los nuevos métodos de producción y transporte, de los nuevos mercados, de las nuevas formas de organización industrial que crea la empresa capitalista" (Schumpeter, 1963, p. 120). Este proceso de mutación industrial revoluciona incesantemente la estructura económica desde dentro, "destruyendo ininterrumpidamente lo antiguo y creando continuamente elementos nuevos. Este proceso de destrucción creadora constituye el dato de hecho esencial del capitalismo" (Schumpeter, 1963, p. 121). Estas revoluciones no son incesantes, son discontinuas, separadas unas de otras por lapsos de tranquilidad; pero el proceso actúa en su conjunto ya sea porque siempre hay una revolución o una asimilación de sus resultados, formando ambas a los ciclos económicos. En este proceso de destrucción creadora desaparecen muchas empresas que no soportan este vendaval.
Para el economista, la misma evolución económica que mina la posición de la burguesía, disminuyendo la importancia de las funciones de los empresarios y capitalistas, dislocando las instituciones y creando una atmósfera de hostilidad, destruye también desde dentro las fuerzas motrices del capitalismo. El orden capitalista descansa sobre pilares hechos de material extracapitalista, extrae su energía de normas de conducta extracapitalistas, las cuales al mismo tiempo trata de destruir. "Hay en el sistema capitalista una tendencia inherente hacia la autodestrucción, que, en sus primeras etapas, puede tomar la forma de una tendencia hacia el retardo del progreso" (Schumpeter, 1963, p. 217).
La organización es en sí misma un ente ligado a la incertidumbre y necesitado de innovación para hacerle frente; es en la organización donde se genera este proceso de destrucción creadora que dinamiza y actualiza al capitalismo; es la organización el nicho necesario para el desarrollo de la creatividad individual y para la convergencia de esta. Sin la organización el innovador no logrará materializar sus ideas, al tiempo que la organización no estará provista de dinamismo y capacidad de adaptación sin los aportes de la innovación.
Más que la competencia sobre los métodos de producción y las formas de organización industrial, la que cuenta es la que entraña la aparición de nuevos artículos, de una técnica nueva, de fuentes de abastecimiento nuevas, de un tipo nuevo de organización, es decir, "la competencia que da lugar a una superioridad decisiva en el costo o en la calidad y que ataca no ya a los márgenes de los beneficios y de la producción de las empresas existentes, sino a sus cimientos y a su misma existencia" (Schumpeter, 1963, p. 122), en ello radica la importancia de la innovación. Esta innovación reduce el efecto a largo plazo y la importancia de las prácticas que tienen por objeto conservar las posiciones adquiridas y elevar al máximo los beneficios procedentes de ellas mediante la restricción de la producción.
Cuando la empresa capitalista despliega sus posibilidades, la capacidad y la ambición fortalecieron a los negocios. El éxito del empresario fascinaba incluso a los estratos superiores de la sociedad feudal, lo cual en gran medida dio un impulso a la máquina racionalista. "El capitalismo –y no meramente la actividad económica en general- ha constituido, en definitiva, la fuerza propulsora de la racionalización del comportamiento humano" (Schumpeter, 1963, p. 173). Por lo que no sólo la fábrica mecanizada, el volumen de producción que fluye en ella, la técnica y la organización económica modernas, sino también los rasgos y conquistas de la civilización moderna son producto directo o indirecto del proceso capitalista. Pero más que la actividad de lucro, es la forma de organización que permite el capitalismo, es el dinamismo e impulso que se imprime a la información y a la innovación; no sólo el capitalismo aporta los medios materiales y la voluntad creadora, sino que su racionalidad crea los hábitos mentales que permiten sostener a la organización. El arte, la medicina, la educación, la vestimenta, la "democracia individualista", el Estado de bienestar y las reformas institucionales a favor de las masas, la misma "libertad de pensamiento" están permeados por la esencia capitalista que se expande como una racionalidad generalizadora que a la vez requiere de estas expresiones para reproducirse.
Dentro de la teoría social clásica se desarrollaron matrices explicativas que han brindado los elementos fundacionales para futuros estudios sistemáticos de las organizaciones (Crozier, 1969; Merton, 1984; Mayntz, 1996; Salaman y Thompson, 1984). Si bien, los autores clásicos no trataron de esbozar una sociología o una teoría de las organizaciones de manera explícita, sí contemplaron abiertamente a la organización como un punto de partida para la interpretación y explicación de la sociedad como un todo articulado. Pensemos tan sólo en la obra de Max Weber, quien tuvo entre otros objetivos el estudio del poder y la orientación de la racionalidad que lo nutre; en sus textos, la organización fue un punto fundamental para articular ambos niveles de análisis, y conjuntamente con su enfoque interpretativo logró focalizar a la acción social y a las motivaciones que incitan a los individuos a ejecutarla. Pero no dejemos de lado a un Karl Marx que vio a la organización como el nicho propicio para el desarrollo del proceso productivo, y para la articulación de las relaciones de subordinación y subsunción al interior de la misma.
La riqueza de los planteamientos clásicos y en especial de los abordajes sobre la organización dentro de ellos, es necesaria para analizar los nuevos rumbos de esta formación social: desde reinvención del gobierno y la reestructuración de la administración pública tras la quiebra y esclerosis de la organización burocrática tradicional autoritaria y centralizadora del poder y las decisiones hasta la organización flexible de las empresas que en las últimas tres décadas ha dado pie a una renovada expansión global del capitalismo (Enríquez Pérez, 2003), los pensadores clásicos aportan elementos para el análisis histórico al rastrear la dinámica de las organizaciones en el tiempo en que ellos vivieron y al compararla con las actuales tendencias, y para la utilización de principios teórico/epistemológicos que nos permitan construir conocimiento sobre la intergénesis de la organización con el todo social. Por supuesto, es un desafío que requiere de una gran dosis de imaginación creadora respondernos ¿qué conceptos y categorías elaborados por los clásicos nos resultan útiles por su transcendencia histórica, ontológica y epistemológica? y ¿qué es lo específico que caracteriza a la naturaleza de las organizaciones contemporáneas?
Sin los clásicos no se puede gestar una ciencia social seria en términos históricos y teórico/epistemológicos, y con ellos, las posibilidades de articular a éstas disciplinas posibilita no sólo la ubicación histórica de los fenómenos contemporáneos sino también, la posibilidad de rescatar el desafío de concebir a la sociedad como un todo articulado, diferenciado y dinámico. Partir del estudio de la organización como proceso sustantivo de la realidad social nos acerca a esta posibilidad tan necesaria en momentos en que el dogmatismo, el empirismo, el inmediatismo y el cortoplacismo en el análisis se aceleran con intensidad.
*Alexander, Jeffrey C., "La centralidad de los clásicos" en Anthony Giddens y Jonathan Turner y otros, La teoría social hoy, España, Alianza Universidad, Primera Edición, 1989, pp. 22-80.
*Bagú, Sergio (1989), La idea de dios en la sociedad de los hombres, México, Siglo Veintiuno Editores, Primera Edición, 173 pp.
*Crozier, Michel (1969), El fenómeno burocrático. Ensayo sobre las tendencias burocráticas de los sistemas de organización modernos y sus relaciones con el sistema social y cultural, Tomo II, Buenos Aires, Amorrortu Editores, Primera Edición en Español (Primera Edición en Francés: 1962), 245 pp.
*Durkheim, Émile (1995), La división del trabajo social, Madrid, Ediciones Akal, Tercera Edición en Español (Primera Edición en Francés: 1893).
*Enríquez Pérez, Isaac (2003), "Incursiones en torno a la teorización sobre la transformación del empresariado y la toma de decisiones en la era de la globalización", en la Revista Magíster en antropología y desarrollo (Mad), Santiago de Chile, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, no. 8, mayo, 40 pp., http://csociales.uchile.cl/publicaciones/mad/08/index.html
*Marx, Karl (1980), El capital. Crítica de la economía política, Volumen Primero del Tomo I, México, Siglo XXI Editores, Sexta Edición en Español (Primera Edición en Alemán: 1867), 378 pp.
*Mayntz, Renate (1996), Sociología de la organización, España, Alianza Editorial, Primera Edición, (Primera Edición en Alemán: 1963), 188 pp.
*Merton, Robert K. (1984), Teoría y estructura sociales, México, Fondo de Cultura Económica, Primera Reimpresión de la Segunda Edición en Español (Primera Edición en Inglés: 1949), 741 pp.
* Schumpeter, Joseph A. (1963), Capitalismo, socialismo y democracia, Madrid-México-Buenos Aires, Editorial Aguilar, Tercera Edición en Español (Primera Edición en Inglés: 1942), 512 pp.
*Weber, Max (1977), Estructuras de poder, Argentina, Editorial Pleyade, Primera Edición en Español (Primera Edición en Alemán: 1922), 103 pp.
*___________ (2001), ¿Qué es la burocracia?, México, Ediciones Coyoacán, Primera Edición en Español (Primera Edición en Alemán: 1922), 112 pp.
Ciudad Universitaria, México, D. F., octubre del 2002.
Isaac Enríquez Pérez
El autor es Sociólogo egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, en la cual es Profesor-adjunto en los cursos de Economía política internacional y de Integraciones económicas; becario dentro del proyecto "Territorios en reserva: El Plan Puebla-Panamá y las nuevas estrategias de desarrollo económico regional" en el Instituto de Investigaciones Económicas de la misma Universidad, así como docente del curso de Desarrollo económico de México en la Escuela Preparatoria Particular Incorporada "Jerécuaro". Ponemos a disposición de los lectores la siguiente dirección electrónica para sostener un intercambio de ideas sobre el tema: