Resumen
El panorama científico en el país en estos primeros años del siglo XX, presenta un desarrollo desigual en las diversas ramas de las ciencias, destacándose las ciencias médicas y las ciencias sociales, principalmente la historia. No hay una política estatal de estímulo a las investigaciones y pese al perseverante trabajo de relevantes individualidades, la nación presenta un notable atraso en el desarrollo científico, fundamentalmente en los que pudiera Cuba sustentar su desarrollo: las ciencias agrícolas, principalmente las relacionadas con la caña de azúcar, las ciencias exacta, etc., además existe una notable presencia de investigadores extranjeros en las ciencias naturales, muchos de ellos norteamericanos.
La medicina es la rama científica de mayor desarrollo en Cuba, desde los inicios del siglo XIX, eminentes médicos se habían destacado en el ejercicio de la profesión, algunos con una prestigiosa hoja de servicio en instituciones europeas. En estos momentos la primera preocupación de la medicina en Cuba era mejorar las condiciones higiénicas de la población de la isla y la introducción de avanzados métodos y equipos en los hospitales y clínicas de Cuba.
Existía un duro y vergonzante contraste, mientras había médicos y especialistas muy bien preparados e informados de los avances médicos en el mundo, con consultas y clínicas privadas, se carecía de un sistema de salud pública, la población pobre seguía viviendo en muy malas condiciones sanitarias, con una mortalidad infantil muy alta, muy bajo promedio de vida y continuos ataques de epidemias.
El hecho científico del período es la extraordinaria comprobación y aplicación de las teorías de Carlos Juan Finlay acerca de la transmisión de la fiebre amarilla a través del mosquito Aedes Aeyiti, por lo cual el inglés sir Ronald Ross propuso a Finlay para el Premio Nobel de Medina en 1904.
La República organizó una Secretaría (ministerio) de Salubridad a cuyo frente siempre estuvo, en este período, un eminente médico cubano, comenzando por Finlay, quien desempeñó la cartera en el gobierno de Estrada Palma.
Se lograron notables avances en la organización de la Estadísticas Médicas y el crecimiento de la organización sanitaria de la isla. Creció el número de especialistas de especialistas cubanos investigando, especialmente en epidemiología, empezando por el propio Finlay que realiza con éxito estudios sobre el tétano infantil en recién nacidos (1903), descubriendo que la causa principal era la falta de higiene en la banda umbilical que se le ponía al nacer, recomendando la preparación y distribución gratuita de una cura antiséptica para los ombligos. También se ocupó de hacer estudios de patología, investigaciones sobre la filaria y el cólera, entre otros temas médicos.
Otros especialistas distinguidos fueron: el doctor Juan Santos Fernández, presidente de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, entre 1901 y 1922. Se destacó por su trabajo al frente del Laboratorio Histobacteriológico o Instituto de Vacunación Antirrábica, que alcanzó renombre internacional; el doctor Antonio Díaz Albertini, presidente del Comisión de Enfermedades y director del Hospital de Las Ánimas; los doctores Joaquín L. Jacobsen y Filiberto Rivero, especialistas en tuberculosis y los afamados urólogos Joaquín Albarrán y Enrique Llurias que desarrollaron sus carreras en Europa.
El cirujano José A. Presno Bastiony, introductor de la moderna cirugía en Cuba, aplicó por primera vez en la isla la anestesia intrarraquídea, entre otras novedosas técnicas quirúrgicas. Su libro "Clínica Quirúrgica y Técnica Operativa" (1920), fue texto básico para la formación de los cirujanos en el país.
El Dr. Octavio Montoso, clínico, introdujo en Cuba la metabolimetría (1922) y la electrocardiografía, esta última en colaboración con el cardiólogo, José M. Martínez Caña.
En pediatría sobresale el Dr. Ángel Arturo Aballí, reconocido como fundador de la Pediatría Cubana, crea el servicio pediátrico en el Hospital Calixto García, de La Habana, el Hospital Municipal Infantil, el Hospital Antituberculoso Infantil, a más de desarrollar un amplio trabajo docente en la especialidad en la Universidad de La Habana.
El impulsor de la ortopedia moderna en Cuba lo fue el doctor Alberto Inclán, introductor de novedosas técnicas, como los injertos en la columna vertebral para el Mal de Pott y la creación de técnicas quirúrgicas utilizadas incluso en el extranjero.
El Dr. Francisco Rodríguez Roldán fundó el primer gabinete de Rayos X en La Habana, además desarrolló estudios sobre los Rayos Finsen, Roentgen, Radio Radiología y Electricidad Médica, publicados entre 1906 y 1912.
Juan Santos Fernández es el primer especialista en oftalmología en Cuba, introductor de técnicas operatorias y tratamientos oculares. Otros oftalmólogos destacados fueron Horacio Ferrer y Rodolfo Guiral.
La estomatología alcanza en el período su madurez como especialidad médica, al crearse en 1900 la Escuela Dental anexa a la Escuela de Medicina y Farmacia y en 1917 se reconoce como especialidad médica. Los principales especialistas del período fueron Marcelino A. Weiss y Cirilo Yarini.
Los estudios agronómicos y botánicos se fortalecieron a partir de la creación de la Estación Agronómica de Santiago de las Vegas (1904), sostenida por el estado y en el que se desarrollaron múltiples investigaciones que en su mayoría no pudieron ser aplicadas en Cuba por el atraso del país en estas ramas y los intereses particulares de los grandes latifundistas cubanos.
Era un centro de investigación muy bien equipado, con la más moderna tecnología de la época, un excelente equipo de investigadores tanto cubanos como extranjeros, principalmente estadounidenses. El primer director de la Estación lo fue el botánico norteamericano Franklin Sumner Earle, en tanto Juan Tomás Roig (1877-1970), era uno de los investigadores más importantes.
Juan Tomás Roig es el principal investigador cubano de la estación, en este período dará a conocer sus obras: "Cactáceas en Cuba" (1912), "Plantas nuevas o poco conocidas en Cuba" (1914-1917) y "Marabú o Aroma" (1915).
Otros estudios botánicos fueron publicados por Manuel Gómez de la Maza (1867 – 1916) catedrático de Botánica General y Fitografía de la Universidad de La Habana: "Determinación de plantas cubanas, Fanerógamas (1906-1913), "Elementos de la Flora Cubana" (1908-1910), "Farmacología Cubana" (1910) y "Flora de Cuba" (1914) en colaboración con Juan Tomás Roig.
En esta misma ciencia aparecieron estudios importantes sobre la flora cubana hechos por investigadores extranjeros, como los norteamericanos Albert S. Hichcook, N. L. Briton, J. N. Rose y Charles Fuller Baker, una autoridad en la descripción y clasificación científica de los vegetales; y el alemán H.A. van Herman quien da a conocer su "Flora de Cuba" en 1916.
Los estudios agronómicos son también numerosos, sobresaliendo por su importancia económica para la isla los hechos por el ingeniero Francisco Zayas Jiménez, "Nuevo método de siembra y cultivo de la caña de azúcar" (1904). Incursiona también en los estudios de la caña de azúcar el ingeniero Gastón Alonso Cuadrado, con sus estudios, "La historia de la caña de azúcar" (1912) y "Tecnología de la caña de azúcar" (1916).
También en la rama de la industria azucarera, aparecen estudios acerca de los derivados de la caña de azúcar, uno de ellos se realiza en 1909 por José Vidal Caro para obtener papel y tablas a partir del bagazo y estudios para mecanizar las tareas de corte y tiro de caña. En 1915 en el ingenio azucarero Preston de propiedad norteamericana se inicia la producción de papel kraft, muy utilizado para envolver en el comercio de la época.
La zoología cubana se enriquece con una serie de investigaciones sobre fauna llevada a cabo por científicos cubanos y extranjeros, el Dr. Mario Sánchez Roig, publicó sus resultado sobre "Arácnidos de la isla de Cuba" en una serie de trabajos aparecidos entre 1911 y 1916, en tanto el norteamericano Nathan Banks presenta, "Arácnidos de Cuba" (1909). Las investigaciones sobre insectos interesa a hombres de ciencias, como Carlos Juan Finlay quien da a conocer su estudio, "Mosquitos de Cuba" (1902); y José H. Paso Caballero quien publica un "Catálogo de los Dípteros de la Isla de Cuba" (1903-1914).
Aparecen también importantes monografías de científicos norteamericanos sobre el tema de los insectos en Cuba: "Estudios de insectos" (1909) de James T. Cook; "Catálogo de los Ortópteros de Cuba" (1909) de James A. Rhen y otras investigaciones de los investigadores como Willian W. Dimook, Charles Fuller Baker y P. Cameron.
Los crustáceos son investigados en sendos trabajos de Mario Sánchez Roig, "Crustáceos. Introducción a su estudio" (1916) y Salvador de la Torre, "Contribución al estudio de las langostas" (1916). En 1916 aparece el "Catálogo de los Reptiles y Anfibios de la Isla de Cuba" de Thomas Barbour y Charles T. Ramsdem. Los estudios de mamíferos cubanos presentan como resultados más relevantes, el descubrimiento de una nueva especie de murciélago (1916) por el naturalista norteamericano J. A. Allen, quien junto a Glover M. Allen publica algunas investigaciones sobre el almiquí entre 1908 y 1910.
Los estudios de antropología tiene en Cuba a un especialista de renombre internacional, el Dr. Luis Montané Dardé (1843-1936), fundador de la cátedra de la especialidad en la Universidad de La Habana y el museo anexo al mismo (1903), que hoy lleva su nombre. Otros destacados antropólogos del período fueron los doctores, Carlos de la Torre Huerta y Vidal Morales.
El profesor Carlos de la Torre Huerta (1858-1950), es el principal paleontólogo cubano, en este período publica investigaciones acerca de la presencia del Jurásico en el valle de Viñales, Pinar del Río, "Excursión científica a Viñales" (1907), "Descubrimientos fósiles del género Barretia y de Ammonites del período Cretáceo en Santa Clara" (1907), "Excursión a la Sierra de Jatibonico" (1910) y la "Investigación en la Sierra de Viñales" (1910).
La arqueología cubana tiene Carlos de la Torre al autor de unos de los mejores trabajos sobre los aborígenes de Cuba, "Historia de los indios de Cuba" (1901), comparte del Manual o Guía para los exámenes de los Maestros Cubanos. Otro importante aporte en este campo en la monografía, "Historia de la Arqueología Indocubana" (1922 de Fernando Ortiz, publicada en la Revista Contemporánea.
En 1910 se edita en español la obra, "A través de Cuba" del norteamericano Charles Berchon, en la que aparece la primera referencia a las pictografías de la cueva de Punta del Este, Isla de Pinos. La más importante obra sobre arqueología en Cuba fue publicada por el arqueólogo norteamericano Mark Raymond Harrington, quien dirigió una serie de expediciones en las regiones oriental y occidental de la isla, cuyos resultados publicó en su libro, "Cuba antes de Colón" (1921), que es un clásico de la arqueología cubana.
Mario Sánchez Roig publica en la década del 20 una serie de investigaciones paleontológicas acerca de los períodos jurásico, cretáceo y terciario de Cuba, en tanto la Dra, Marjorie O"Conell del American Museum edita en 1921 un folleto sobre fósiles del jurásico en Viñales, basados en los trabajos de campo del famoso paleontólogo norteamericano Barnum Brown.
Los estudios geológicos en Cuba están representados en este período por las investigaciones de Antonio Fillart, Carlos de la Torre y José Isaac del Corral (1882-1946), este último con un destacado énfasis en los estudios mineralógicos y de recursos forestales de Cuba. En 1915 el ingeniero Antonio Calvache publica su libro, "La minería en Cuba" y el norteamericano James L. Crowley realiza en 1916 estudios de suelo que le permiten hacer en 1916 una primera clasificación de los suelos cubanos.
Independientemente de los esfuerzos de Crowley, el primer intento serio para estudiar los suelos cubanos se efectuó, bajo la presión del incremento de la industria azucarera, cuando en 1928 se contrata a los destacados especialistas norteamericanos H. H. Bennett y R. B. Allison. El resultado de sus trabajos fue un mapa de suelos a escala 1:800 000, con su correspondiente texto explicativo titulado "The soils of Cuba", publicado en el mismo año de 1928 en inglés, no traducido al español hasta 1962.
En 1902 se crean los "Servicios Climatológicos" de Cuba, aunque seguían trabajando el observatorio del Colegio de Belén atendido por los padres belemitas. En 1907 en el propio colegio se creó la primera estación sismológica de Cuba. Serán los padres del Convento de Belén quienes publiquen en este período estudios sobre el clima en la isla, sobresalen las investigaciones del padre Lorenzo Gangoiti entre 1904 y 1907; una "Memoria sobre predicciones barométricas"(1915) del padre Simón Sarasola y "El clima en Cuba" de padre Mariano Gutiérrez lanza, este último también se destaca por sus estudios sobre sismología.
Los estudios de la química introducen en Cuba los métodos norteamericanos de análisis, que reemplaza a los europeos, preponderante durante la etapa colonial. Las principales figura de esta ciencia en el país fueron Carlos Theye, Gerardo Fernández y Francisco Muñoz, todos profesores de la Universidad de La Habana y formado dentro de la escuela europea.
Las matemáticas tiene en el ingeniero José Isaac el más competente profesional, quien publico numerosas obras sobre el tema. Otros destacados matemático cubano fueron, José Ramón Villalón Sánchez, introductor de los métodos norteamericanos en la enseñanza universitaria de álgebra y análisis matemático; y Claudio Mimó, catedrático de la universidad de La Habana quien contribuyó a la difusión de nuevos conceptos sobre trigonometría, geometría analítica y geometría descriptiva.
La cartografía anota como su principal éxito, la publicación del Mapa del Estado Mayor del Ejército, publicado por el gobierno interventor en 72 hojas a escala de 1:62 000. En 1916 se publica el Mapa Geológico de Cuba confeccionado por el ingeniero José Isaac Carral.
Las Ciencias Sociales en este primer período de vida republicana, tiene como figura más sobresaliente al joven abogado Fernando Ortiz Fernández (1881-1969), de formación positivista, realiza sus estudios en Europa y fija su mirada de investigador en el ser humano de la nación cubana y en particular en los componentes africanos de la mezcla sociológica cubana.
En este período publicó diversos trabajos referidos a múltiples temas: "La simpatía de Italia por los mambises cubanos" (1905), "La reconquista de América" (París, 1911), "Base para la organización de la solidaridad de los Estados Unidos ante el delincuente" (1917), "Entre cubanos" (París, 1914), "La filosofía penal de los espiritistas"(1915), "La crisis cubana, su causa y su remedio" (1919), "Cuba en la Paz de Versalles" (1920) y "Catauro de Cubanismos" (1923).
Pero su destaque fundamental está en los estudios afrocubanos, que abarcan tanto la antropología, la criminalística, la sociología, el folklore y las artes. Sobre estos temas su primer trabajo fue, "Los negros brujos" (Madrid, 1905) al que siguieron en este período, "Los negros esclavos" (1916) y "Los cabildos afrocubanos" (1923).
"Los negros brujos", trata de las manifestaciones mágico-religiosas de los negros en Cuba, que Ortiz consideraba parte del "hampa negra en Cuba", idea que después evolucionará hacia un mayor conocimiento de las mismas y a una aceptación cultural dentro de lo cubano. Es el primer libro con un enfoque científico de las culturas de origen africano en Cuba, desde una óptica positivista y criminalística del autor.
"Los negros esclavos", es una profunda reflexión monotemática sobre el esclavo africano en Cuba, sus costumbres y cultura, con abundante información sobre el tema que nos deja entrever al estudioso del folklore cubano.
Los primeros trabajos sobre el folklore en el siglo XX abarcan principalmente aspectos referidos a canciones de cuna, rondas infantiles y romances de origen ibérico. Carolina Poncet escribe "El Romance en Cuba" (1913) referido a las canciones infantiles, en tanto José María Chacón y Calvo escribe, "Romances tradicionales en Cuba (Contribución al estudio del folklore cubano)" (1914)
Los estudios históricos de este período van dirigido a la saga de las guerras por la independencia, en voz de sus protagonistas, que se agrupan alrededor de la Academia de Historia de Cuba, fundad en 1910. Su objetivo fue recopilar documentos históricos, publicarlos y redactar una historia general de Cuba. Pese a sus objetivos la mayoría de sus miembros fueron reacios a la aplicación de los nuevos métodos en la investigación de la ciencia histórica y convirtieron la Academia en un cenáculo elitista y conservador. En este primer período su trabajo más sobresaliente fue en su Comisión de Publicaciones que dio a conocer importantes documentos de la historia patria.
Sobresalen en este trabajo historiográfico figura como, Enrique Collazo (1848-1921), combatiente de la guerra por la independencia y sustentador de la línea patriótica-nacionalista. De este período son sus libros, "Los americanos en Cuba" (1905), "Cuba intervenida" (1910), "Cuba Heroica" (1913), "Cosas de Cuba, cuentas claras" (1913) y "La guerra de Cuba" publicada post mortem.
Emeterio Santovenia (1889-1969), en este primer período se vuelca a los estudios regionales de su patria chica Pinar del Río: "Tranquilino Sandalio de Noda" (1910), "El ferrocarril en los Remates de Guane" (1913), "Los Arroyos de Mantua" (1915) y el "Ensayo Histórico de Pinar del Río" (1919).
Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964), publica sus primero trabajos referidos a las relaciones cubano-norteamericanas, en las que enfatiza su vocación antimperialista: "La Doctrina Monroe" (1921), "El Pacto de la Liga de las Naciones" (1921), "La Enmienda Platt su representación primitiva y sus aplicaciones posteriores hasta 1921" (1922) y "Análisis y consecuencias de la intervención norteamericana en los asuntos interiores de Cuba" (1923).
Otros autores de estudios históricos en esta etapa fueron, Francisco del Valle, con un estudio sobre la Iglesia en Cuba; Manuel Pérez Beato y Eugenio Sánchez Fuentes, ocupados en la epigrafía; Joaquín Llavería y su importante, "Historia de los Archivos de Cuba" (1912) y otros muchos ocupados fundamentalmente en la historia regional o de nacionalismo patriótico.
En los estudios filológicos se publica la, "Bibliografía de la Gramática y la Lexicografía Castellana y de sus estudios afines", en dos tomos (1903 y 1913), de José Antonio Rodríguez García, que desempeñó la Cátedra de Gramática y Literatura en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana.
El profesor José Dihigo Mestre, lingüista y filólogo funda el Laboratorio de Fonética en la Universidad de La Habana y escribió una amplia bibliografía sobre el tema.
Cerramos el ciclo de monografías de la Cultura Cubana en los primeros 25 años de la República, creemos que es un acercamiento que sistematiza el conocimiento sobre esta importante parte de la Historia Cubana y agregamos la bibliografía fundamental que nos ha servido de base.
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Autor:
Ramón Guerra Díaz