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Enfoques religiosos sobre la reproducción humana asistida (página 3)


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5. Visión católica de la regulación de la fertilidad

La verdadera práctica del amor conyugal y toda la estructura de la vida familiar que de él nace, sin posponer los otros fines del matrimonio, tienden a que los cónyuges, con fortaleza de ánimo, estén dispuestos a cooperar con el amor del Creador y del Salvador, que a través de ellos continuamente dilata y enriquece su familia.

Cuando de la unión conyugal de los dos nace un nuevo hombre, éste trae consigo al mundo una particular imagen y semejanza de Dios mismo: en la biología de la generación está inscrita la genealogía de la persona

La paternidad responsable se ejercita, ya sea con la deliberación ponderada y generosa de hacer crecer una familia numerosa, ya sea con la decisión tomada por motivos graves y en el respeto de la ley moral de evitar temporalmente, o aun por tiempo indeterminado, una nueva concepción. En este segundo caso se ubica el problema de la regulación de la fertilidad.

En la evaluación de los comportamientos en orden a esta regulación, el juicio moral no depende sólo de la sincera intención y de la evaluación de los motivos, sino que va determinado por criterios objetivos, que tienen su fundamento en la dignidad misma de la persona humana y de sus actos. Se trata de la dignidad del hombre y de la mujer y de su más íntima relación.

El acto conyugal expresa la "conexión indivisible entre los dos significados del acto: el significado unitivo y el significado procreativo. Los actos, en efecto, con los cuales los cónyuges se realizan plenamente e intensifican su unión, son los mismos que generan la vida y viceversa.

El amor que asume el "lenguaje del cuerpo" en su expresión, es al mismo tiempo unitivo y procreativo: "comporta claramente "significados esponsales" y paternales conjuntamente". Esta conexión es intrínseca al acto conyugal: "el hombre no la puede romper por su propia iniciativa", sin desmentir la dignidad propia de la persona y "la verdad interior del amor conyugal".

Por tanto, mientras es lícito, por motivos graves, valerse del conocimiento de la fertilidad de la mujer, renunciando a las relaciones sexuales en los períodos de fecundidad, resulta ilícito el recurso de los medios contraceptivos.

Los métodos naturales implican un acto conyugal que, de una parte no dan lugar a una nueva vida y, de la otra, permanece todavía en sí mismo destinado a la vida. Precisamente este respeto legítimo, al servicio de la responsabilidad en la procreación, el recurso a los métodos naturales de regulación de la fertilidad: éstos han sido precisados cada vez mejor desde el punto de vista científico y ofrecen posibilidades concretas para adoptar decisiones en armonía con los valores morales.

Los medios artificiales contradicen "la naturaleza del hombre y de la mujer y la de su más íntima relación". Aquí la unión sexual queda separada de la procreación: el acto se ve privado de su natural apertura a la vida. "Así se deforma y falsifica el contenido originario de la sexualidad humana, y los dos significados, unitivo y procreativo, innatos a la naturaleza misma del acto conyugal, son separados artificialmente. De este modo, se traiciona la unión, y la fecundidad se somete al arbitrio del hombre y la mujer".

Esto sucede con "cada acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su cumplimiento, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como finalidad o como medio, hacer imposible la procreación". Surge así "la diferencia antropológica y al mismo tiempo moral que existe entre la contracepción y el recurso de los ritmos temporales".

No se trata de una distinción a nivel simplemente de técnicas o de métodos, en los cuales el elemento decisivo estaría constituido por el carácter artificial o natural del procedimiento. Es una diferencia que involucra dos concepciones de la persona y de la sexualidad humana irreducibles entre sí.

Es necesario ahora reconocer y motivar la "diferencia": "la razón última de cada método natural no es simplemente su eficacia o importancia biológica, sino su coherencia con la visión cristiana de la sexualidad expresiva del amor conyugal".

Se afirma con frecuencia que la anticoncepción, segura y asequible a todos, es el remedio más eficaz contra el aborto. La objeción, mirándolo bien, se revela en realidad falaz… De hecho, la cultura abortista está particularmente desarrollada justo en los ambientes que rechazan la enseñanza de la Iglesia sobre la anticoncepción.

Más que como instrucciones de uso, los métodos naturales responden al significado atribuido al amor conyugal, que dirige y determina la vivencia de la pareja: La elección de los ritmos naturales comporta la aceptación del tiempo de la persona, es decir, el de la mujer, y recíproco, la responsabilidad común, el dominio de sí. En este contexto, la comunión conyugal viene enriquecida con los valores de ternura y de afectividad, los cuales constituyen el alma profunda de la sexualidad humana, aun en su dimensión física.

Los agentes de la salud pueden contribuir, según su propia oportunidad, a favorecer esta concepción humana y cristiana de la sexualidad, haciendo accesible a los cónyuges, y primero aun a los jóvenes, el conocimiento necesario para un comportamiento responsable y respetuoso de la dignidad peculiar de la sexualidad humana. Esto explica por qué la Iglesia apela también a la "responsabilidad" de los agentes de salud para "ayudar con efectividad a los cónyuges a vivir su amor en el respeto a la estructura y la finalidad del acto conyugal que lo expresa".

6. Algunas otras consideraciones religiosas

El Dr. Marsich habla de dos criterios fundamentales para la valoración religiosa y ética de todo tema relacionado con la reproducción humana. Parte de que la vida es inviolable, pues es sagrada y la licitud de la transmisión de la vida, reservada sólo en el matrimonio y de manera natural, sin nada que intervenga para obstaculizar, antinaturalmente, la procreación, como lo establece la Biblia.

Si cualquier método de reproducción asistida sustituye el acto sexual, entonces es totalmente ilícito. Con técnicas, como la transferencia intratubárica de gametos y la de ovocitos a la trompa de Falopio, en donde sólo se ayuda al espermatozoide a llegar hasta al óvulo, no hay impedimento religioso-ético.

El debate religioso con la ciencia y su carácter ético surge al considerar el estatuto del embrión, es decir, la discusión que surge en torno a la definición de si el embrión es o no humano, es decir, a partir de qué momento se es humano. Decimos, desde una antropología y una ética personalista, que desde el momento de la fecundación hay otro ser distinto a las células progenitoras, y es ya una persona. El hecho de que no se valga por sí misma, su diminuto tamaño y la forma indefinida, no son argumentos para decir que el embrión no es persona. Fundamentados en la metafísica, si ese pequeño ser, el embrión, puede llegar a ser un humano como lo entendemos todos, es que en su ser posee la potencialidad de ser hombre. Por tanto, si ese aglomerado de células es potencialmente humano y posee las condiciones necesarias para serlo, entonces recibe la dignidad humana y es persona.

7. Diferencias entre los científicos cristianos

Es evidente que hay diferencias entre los mismos científicos cristianos al tratar de definir la licitud o ilicitud de los medios de reproducción asistida. Algunos califican de moralmente lícita la inseminación artificial homóloga. El fundamento del que se parte es el siguiente: se entiende el acto conyugal en una doble vertiente, como acto de la persona y como acto de la naturaleza. El acto de la persona consiste en la unión sexual de los esposos como encuentro afectivo, mientras que el acto de la naturaleza es el proceso natural, físico, de la unión sexual (entiéndase eyaculación, ovulación, fecundación, etc.).

Si el acto conyugal, sostiene el Dr. Marsich, es un verdadero acto de la persona, pero hay una falla en la naturaleza que impide que todo se desarrolle como debe ser, ¿por qué no ayudar a la naturaleza a funcionar perfectamente? Moralmente es más grave que una pareja, sin razones, tenga actividad sexual y obstaculice la concepción, que el que una pareja que se ama inmensamente recurra a la técnica para solucionar un desperfecto de la naturaleza. Este conflicto se empieza a resolver en las sociedades cultural y políticamente más avanzadas, mediante el reconocimiento de los gobiernos al derecho de cada persona a decidir sobre su vida.

Por otro lado, se necesita con urgencia anticipada a los problemas que plantean las TRA, la necesidad de establecer reglas claras de convivencia y nuevas obligaciones morales. Este reconocimiento lleva a estructurar nuevas obligaciones éticas para los médicos que se dediquen a realizarlas, que tomen en consideración a los derechos humanos, y que impliquen cambios acordes con una aspiración común, la de traer al mundo niños y niñas sanas que ayuden a sus padres a conformar una familia cristiana.

8. El espacio laico y la religión

El espacio laico en el que la religión ha dejado de ser un factor conflictivo ha tenido lugar, en el Occidente moderno, dentro de un más amplio, y menos reconocido, espacio religioso de origen cristiano, o judeocristiano, o bíblico. Podemos expresarlo de muchas maneras: por ejemplo, con el reconocimiento de que la secularización que caracteriza a la modernidad (al igual que la racionalización capitalista, vinculada por Weber a la ética protestante y al monoteísmo bíblico) es un fenómeno típico del mundo cristiano. O asumiendo que, también paradójicamente, la idea misma del pluralismo de las culturas existe, y tuvo su desarrollo, en el interior de una cultura específica, la de Occidente (…) La tesis que se pretende sostener es que, por un lado, hay en la actualidad signos evidentes de que en muchas comunidades cristianas (en las diversas Iglesias) se extiende la tentación de oponer, al universalismo comprometido con el eurocentrismo del pensamiento y de la política occidental moderna, formas de cerrazón que van de los diversos tipos de comunitarismo (con la vuelta de un cierto apartheid de la cultura) al verdadero y propio fundamentalismo no claramente opuesto a ramificaciones violentas; por otro lado, al creer que puede ser ajeno a los resultados perversos del racionalismo moderno, de la secularización, etc., el cristianismo, en realidad, renuncia a su misión de civilización, que sólo podría recuperar reencontrando, bajo formas, por supuesto, ya ni evolucionistas ni imperialistas, su propia y profunda solidaridad con el destino de la modernización. Es como si la alternativa ante la cual se halla hoy el cristianismo como un término genérico: ¿con él se entiende la Iglesia católica? ¿Las Iglesias cristianas? ¿El pensamiento de los creyentes?… fuese: o cargar a cuestas con el destino de la modernidad (y de su crisis, de su paso a lo postmoderno) o, por el contrario, reivindicar su propia otredad. Pero si eligiese esta segunda vía –y hay signos, que orientan a que las sociedades se incorporan al modernismo ya sea porque llegan con la transcultura de un país desarrollado a uno menos desarrollado, de que existe tal tentación– renunciaría a ser una civilización y un mundo para volver a convertirse en lo que quizás era en el origen: una secta entre otras muchas y un elemento objetivo de disgregación social. En este momento que entra la globalización y el Internet se hace dueño de los medios de comunicación, los seres humanos conocen las últimas técnicas que se desarrollan y en ocasiones en el momento que éstas se están produciendo, por lo que ya, las parejas con problemas de infertilidad cada día conocen más los procedimientos y en ocasiones podrían contarlos con lujos de detalles a su médico tratante.

Esta es una gran verdad que orienta al mundo a llevar limites dentro de la libertad, a entender que es necesario reflexionar sobre lo que establece Pico della Mirandola: "La única esencia del hombre es la de no tener una esencia, y de elegirla libremente. No hay límites a nuestra libertad de hacer las leyes sino en el respeto de la igual libertad del otro. Y donde el otro, como en el caso del embrión, no puede ser consultado, no es difícil dirigirse a sus tutores "naturales", que le son más cercanos: la madre, sobre todo, cuando se trata de un aborto; y, también en los casos, ciertamente más complicados, de la fecundación asistida; o, al otro extremo, cuando se habla de eutanasia –también aquí, como antes de nacer, dependemos "naturalmente" de otros, en quienes por lo demás podemos confiar voluntariamente con un "testamento biológico". Incluso el problema de la clonación humana, dado que se mueve en un terreno científicamente todavía incierto, sobre todo en lo que respecta a la seguridad y al no perjuicio de los procedimientos– se puede dejar la decisión a la libre, y obviamente informada, elección democrática. O debemos pensar en el verdadero y puro carácter de las leyes que prohíben la investigación sobre células embrionarias (investigación que podría acelerar el descubrimiento de curas para muchas enfermedades, de la diabetes al cáncer o al sida) se muestra la urgencia de abandonar el fantasma de la ley "natural", que últimamente ha hecho prosélitos también en el pensamiento de filósofos seguramente democráticos y liberales.

Parece difícil luchar entre la religión y la ciencia. Hasta fechas muy recientes, los matrimonios infértiles se veían obligados a tener que aceptar su suerte o recurrir a la adopción. La ciencia y la técnica no ofrecían solución alguna a sus deseos de descendencia cuando la naturaleza se revelaba hostil. Sólo quedaban los remedios populares en las diversas culturas: religiosos, mágicos, etc. En la actualidad, los avances científicos y técnicos han permitido reactivar la esperanza a estos matrimonios, sin conseguir siempre satisfacer sus aspiraciones.

Por reproducción asistida se entiende todo proceso tecnocientífico en el que, no de manera natural y en relación directa con el uso de la ciencia y la tecnología, se logran obtener resultados de reproducción de seres vivos de manera artificial.

Como hemos visto la religión que más se opone a la reproducción asistida en humanos, TRA, es la católica. Esta religión desde hace varios siglos cuenta con hombres de ciencia que dentro de la población han trabajado para el conocimiento de la misma, sabedores de que la ciencia, y con mucha más ventaja en cuanto a años y desarrollo tecnológico, ha logrado este tipo de resultados reproductivos en animales.

9. La Religión y ¿matrimonio o cohabitación?

Las Iglesias cristianas explican a sus seguidores sobre las TRA, para evitar la confusión sobre el valor o la necesidad del matrimonio, como lo Expresa el Revdo. Juan Sánchez Araujo: "Para poder recibir ayuda a través de las TRA, están llegando a nuestras iglesias, hoy día, hermanos que se preguntan qué mal hay en convivir como pareja, sin estar casados, y querer procrear los hijos teniendo problemas por lo que se necesita acudir a las TRA, si se está unida a una persona a la que se quiere. ¿No puede considerarse a esa relación como un matrimonio?

El matrimonio es una institución universal a pesar de sus diferentes matices culturales. Desde siempre la sociedad humana ha reconocido, apoyado y defendido la unión entre un hombre y una mujer que hace de ellos una nueva entidad social cuyo propósito es el apoyo mutuo, la procreación y la crianza y la educación de los hijos. El respeto por el matrimonio beneficia a la sociedad misma; de ahí que todas las razas y culturas lo hayan reconocido y protegido.

La Biblia establece en el Antiguo Testamento, que el matrimonio fue instituido por Dios nada más tras crear al hombre, para proporcionar a éste el compañerismo y la ayuda necesarios y hacer posible la procreación de hijos (Gén. 1:27, 28; 2:18, 21-25). Sin embargo, es cierto que Jesús despojó al matrimonio de aditamentos que se le habían ido pegando a lo largo de la historia – como la poligamia o el divorcio– y reafirmó el propósito inicial del mismo como una unión de por vida entre un hombre y una mujer; y esto lo hizo remontándose, precisamente, al relato bíblico de la Creación que tenemos en el libro del Génesis (Gén. 2:24).

Estas aclaraciones son las que llevan a la sociedad a buscar ayuda en las legislaciones terrenales, para evitar que las TRA se realicen sin un control claro. Tanto la poligamia como el divorcio han sido practicados y se practican todavía en diferentes culturas; e incluso se toleraron en el pueblo de Israel en los tiempos del Antiguo Testamento (Gén. 35:22-26; Deut. 24:1-4). Pero, si empleamos las palabras de Jesús, "al principio no fue así", entendemos que esas prácticas no formaban parte del plan inicial de Dios para la pareja humana. En Mateo 19:4-6, Cristo, deslegitimando el divorcio – salvo en el caso de infidelidad de uno de los cónyuges (v. 9)- , dejó claro el carácter permanente de la unión entre un hombre y una mujer: "Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre" (v. 6).

Esta parte de la religión cristiana arroja abundante luz sobre la forma de cómo reglamentar las TRA, en las parejas que las necesitan, para formar una familia estable y de amor, bajo la bendición de Dios su creador.

Por otro lado las iglesias cristianas aportan sobre el sentido del matrimonio, entre un hombre y una mujer, como lo estableció Dios. La Biblia distingue, por tanto, entre "matrimonio" y "fornicación": lo uno es un estado honroso, mientras que lo otro merece el juicio de Dios (Heb. 13:4). "Fornicación" (en griego porneia, de donde procede la palabra "pornografía") significa en su sentido más amplio "inmoralidad sexual"; pero de un modo más específico se aplica a las relaciones sexuales entre hombre y mujer fuera del matrimonio. Están de acuerdo con la inseminación homóloga y heteróloga. Bajo los parámetros establecidos de inseminación no acto conyugal.

¿Y cuál es la diferencia entre lo uno y lo otro? El matrimonio es un pacto de por vida (de ahí la incongruencia del divorcio), entre un hombre y una mujer (lo cual deja fuera a las relaciones homosexuales), excluyente de terceros en cuanto a las relaciones sexuales (de otro modo sería adulterio), independientemente del respeto de las familias del esposo y la esposa – "Dejará el hombre a su padre y a su madre…" (Gén. 2:24)- , y cuyo propósito es satisfacer la necesidad de compañerismo, intimidad y asistencia mutua entre los cónyuges – "y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne" (Gén. 2:18, 24)- y, si Dios lo concede, traer hijos al mundo (Gén. 1:28). La fornicación no cumple estas condiciones, y en algunos casos no es más que una búsqueda egoísta e incluso perversa del placer sexual sin ningún tipo de compromiso subyacente.

En todas las culturas, aun en aquellas que no han tenido acceso a la revelación bíblica, se le reconoce una importancia especial al pacto matrimonial y se defiende el mismo contra las amenazas internas y externas. ¡En todas las culturas menos en la sociedad occidental moderna! En esta última el matrimonio está cada vez más desprotegido y despojado de su dignidad, al tiempo que se promueven todo tipo de sucedáneos, cuando menos mucho más pobres y frágiles, y en el peor de los casos sumamente nocivos.

¿Qué mal hay – se preguntan algunos- en que el matrimonio no dure para toda la vida? ¿O por qué ha de ser solamente entre un hombre y una mujer? ¿O qué perjuicio puede haber en las relaciones sexuales fuera del matrimonio si la pareja se siente atraída o se quiere? Los males son muchos, y de muy distintas índoles. Las relaciones sexuales sin un pacto de por vida son egoístas – "placer sí, responsabilidad no"- y carecen por lo tanto de ese factor que puede llevarlas a su madurez y plenitud. ¡Hay mucha gente vacía y destrozada por ahí de tanto picar aquí y allá; de tanto hacerse "una sola carne" con éste y con aquél! (1 Cor. 6:16).

Por otra parte, cuando dos personas del mismo sexo contraen matrimonio, como ocurre en diferentes países occidentales, se establece una confusión en la sociedad sobre el carácter complementario de los dos sexos biológicos y el derecho a la procreación, que se da en la relación entre hombre y mujer. Este derecho, en estos momentos, puede traer grandes consecuencias para la humanidad y conduce a la larga a la extinción de la especie humana (por faltar la capacidad reproductora). Estos "matrimonios" por ley y derecho en esos países, llevan aparejado además el derecho a la adopción de hijos, que mañana no tendrán en el hogar un modelo de referencia masculino y femenino, tendrán un aprendizaje de la relación entre un mismo sexo.

En los homosexuales, en cuanto a la cohabitación, ésta significa empezar la casa por el tejado: el acto sexual, que es el sello de un pacto de por vida, se trivializa y acaba siendo contraproducente, ya que en vez de disfrutarlo la pareja en el saludable clima de una relación estable, se halla constantemente acosado por la duda que rodea al futuro de la relación. Cuando las pruebas o una supuesta "incompatibilidad" sexual o de carácter se presentan, la relación termina, no sin perjuicios para la pareja – y para los hijos si los hubiere- . La relación sexual es como un potente adhesivo que, una vez que ha unido a dos personas, éstas no se pueden separar sin sufrir terribles daños emocionales, morales y espirituales.

Por otro lado, pensando en la unión libre de una pareja de diferente sexo, cierto es que algunas cohabitaciones pueden estar sustentadas por un pacto tácito que las convierte en matrimonios de hecho – aunque no existan papeles civiles o religiosos que den fe de ello- , pero eso sólo lo sabe Dios, que conoce los corazones, y no puede pedirse, por ejemplo, a la iglesia que admita tales matrimonios; y cierto es, también, que muchos de los matrimonios que han pasado por la oficialía civil, teniendo todos sus documentos en orden, no son matrimonios en absoluto, porque no existe compromiso de por vida ni de fidelidad mutua entre los cónyuges.

Las parejas que van a recibir las TRA, sin regularizar la esencia del matrimonio en su relación, que no son casados, cuyo compromiso no es más que una unión ente los dos, deben presentar datos de personas que conozcan a la pareja como lo establece el Revdo, Juan Sánchez Arahujo . "Una pareja no puede someterse a las TRA, si antes no se conoce su filiación con la pareja que lleva a la consulta".

La sabiduría de la Palabra de Dios resulta evidente para todo el que esté dispuesto a reconocerla; como también la insensatez de los sucedáneos modernos del matrimonio, vistas las consecuencias que están produciendo. La inestabilidad en las relaciones, los celos y la violencia doméstica, muchos hijos sin un hogar estable o desgarrados entre el amor y la lealtad al padre o a la madre, el sida y otras enfermedades de transmisión sexual, etcétera, dan testimonio del fracaso de los nuevos modelos sexuales.

La norma bíblica del matrimonio como un pacto de fidelidad mutua y de por vida entre un hombre y una mujer, hecho público según las normas vigentes de la comunidad a la que se pertenece, y coronado por la unión sexual, sigue siendo el modelo más efectivo para la felicidad de la pareja, el bien de los hijos y el bienestar de la sociedad. ¡No es lo mismo matrimonio que cohabitación!

En lo relacionado a la cohabitación, se han tejido varias teorías, bajo el planteamiento de los gay, pero éstas significan empezar las cosas al revés: el acto sexual, no es el que daría como resultado la reproducción humana, se trivializa y acaba siendo contraproducente, ya que en vez de procrear adoptan, con perjuicios para la pareja y para los hijos que forman ese núcleo aberrante. Las TRA, no se deben utilizar para dar a estas parejas de gay hijos, debido a que las técnicas creadas por el hombre, independientemente de la forma natural, están destinadas a poner en contacto los elementos ontogenéticos del hombre y la mujer, el espermatozoide con el óvulo, con el pretendido resultado de una fecundación. Estos elementos no están presentes en la unión gay, el binomio hombre–mujer es el que da como resultado la reproducción.

Las TRA, no deben ser consideradas como una solución terapéutica "ni como un medio alternativo de procreación latu-sensu para parejas infértiles hombre–mujer sin constituir pareja, como sujetos individualizados que pretendieran beneficiarse de las ventajas del procedimiento"

El hecho, por otra parte, de que dos personas del mismo sexo puedan contraer matrimonio inyecta aún más confusión en la sociedad sobre el carácter complementario de los dos sexos biológicos y la bondad de la relación entre hombre y mujer, y conduce a la larga a la extinción de la especie humana (por faltar la capacidad reproductora). Si dicho "matrimonio" lleva aparejado además el derecho a la adopción de hijos, en el mejor de los casos, priva a los niños de la posibilidad de crecer en un hogar con modelos de referencia masculino y femenino, así como del aprendizaje – por el ejemplo- de la interacción entre ambos sexos.

10. La condición actual del ser humano y las religiones

El Antiguo Testamento, aceptado por todas las religiones, establece que el ser humano ya no es el mismo que cuando Dios lo creó en un principio. La desobediencia del primer hombre y la primera mujer al mandamiento de su Creador, que nos relata el capítulo 3 del libro del Génesis, trajo consigo la desgracia de la muerte y de la corrupción a toda la humanidad y al resto del mundo creado (Rom. 5:12; Gén. 3:17-19; Rom. 8:20). Con lo que se conoce como la caída de Adán se distorsionó la imagen de Dios en el ser humano, convirtiéndose éste de un cuidador de la vida y la naturaleza en el mayor depredador de sus semejantes y de toda la creación, y necesitándose sólo de los avances científicos y tecnológicos que hoy en día tenemos a nuestro alcance para darle a la vida en el planeta el golpe de gracia.

Esta naturaleza humana caída la hereda hoy en día todo hombre y toda mujer que viene al mundo, y es lo que se conoce en términos teológicos como el "pecado original". Nacemos con la imagen del hombre caído en nosotros: la imagen del Creador distorsionada por el pecado de Adán, la cual sólo Cristo puede restaurar (Gén. 5:3; Col. 1:15; 3:10; 1 Cor. 15:49). Aun así, la Biblia sigue considerándonos portadores de la imagen divina y acreedores a una gran dignidad. Pero el ser humano ha convertido el mundo creado por Dios, y declarado "bueno en gran manera" por él (Gén. 1:31), en un campo de batalla donde pugnan los intereses egoístas. Estos escritos llevan a una reflexión sobre la ciencia y la tecnología, donde el fuerte se aprovecha del débil y donde hay guerras, crímenes, o – como dice Santiago- "perturbación y toda obra perversa" (Stgo. 3:15).

¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?- sigue diciendo Santiago- ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis… (Stgo. 4:1, 2).

El primer hecho sangriento del que tenemos noticia después de la Caída fue el fratricidio de Caín en la persona de su hermano Abel. Y la Biblia explica que la situación del mundo no ha cambiado desde entonces; es más, el apóstol Pablo anuncia un empeoramiento del carácter humano en los últimos tiempos (2 Tim. 3:1-5). La Iglesia Reformada Episcopal conocedora de estos problemas, se une a otros sectores de las iglesias cristianas que reclaman la protección de la vida humana desde el momento de su concepción; ya que si en el pasado había dudas en cuanto a cuándo comienza la vida en el interior de la madre, o en las técnicas de Reproducción Asistida, TRA, ahora está claro que ese momento es el de la fecundación del óvulo por el espermatozoide, (otras consideraciones son más bien de carácter especulativo).

Por esa misma causa, la Iglesia se opone a la producción de embriones por técnicas de reproducción asistida que no sea con la finalidad de llevar a término su gestación sin que haya excedentes que tengan luego que congelarse o destruirse. Tampoco el uso o la manipulación de dichos embriones con fines terapéuticos u otros que no tengan por objeto el beneficio del propio embrión, se pueden considerar más que un atentado contra la dignidad o la vida de seres humanos inocentes. Las iglesias cristianas y la Iglesia Reformada Episcopal no están en contra de las TRA, lo que quieren es una claridad sobre los hechos relacionados con los embriones sobrantes.

11. Inseminación artificial con semen del marido

La Religión Católica y Romana establece que no es permitida la inseminación artificial usando semen del marido AIH (Artificial Insemination by Husband) aunque se utilice cuando el marido puede producir semen, pero su semen no sea completamente adecuado para lograr la fertilización. Lo inadecuado del semen puede ser atribuido a un bajo numero de espermatozoides activos o a la incapacidad de los espermas de nadar lo suficientemente deprisa hasta el óvulo. La AIH también puede ser utilizada cuando el marido está padeciendo de eyaculación precoz.

En la AIH, el esperma se obtiene del marido mediante su masturbación, siendo entonces concentrado y mejorado en el laboratorio. Este semen luego es introducido dentro del cuello del útero de la mujer, mediante una inyección, en sus días más fértiles. Dependiendo de las regulaciones de cada instituto, no de cada país, la inyección puede ser aplicada por un médico, una enfermera o por la misma pareja.

Por lo que respecta al Islam, religión musulmana, no hay problema en la AIH cuando se realiza entre una pareja casada legalmente ya que la masturbación, aunque está prohibida en general, es permitida en los casos en que es la esposa la que se la practica. Por lo tanto, en el caso de la AIH, la mujer puede masturbar al marido para obtener el semen. En cambio: "La Iglesia Católica Romana solo permite la inseminación artificial si el semen del marido que es usado es el producto del coito con su mujer, no de la masturbación, pero esto supone normalmente el coito en la consulta de un médico", y eso, entre otras cosas, es poco espontáneo y menos romántico.

12. Inseminación artificial con semen de un donante

La AID (Artificial Insemination by Donor) es bastante similar a la AIH. Sin embargo, la AID es usada en casos donde el semen del marido es definitivamente inadecuado en cantidad o calidad. En la sociedad occidental, algunas mujeres solteras que desean permanecer sin marido pero desean tener un niño, usan este método para conseguir un embarazo. En Inglaterra, anualmente dos de cada cuatrocientos nacimientos son atribuidos a la AID.

Por lo que al Islam se refiere, la Inseminación Artificial con semen de un donante está absolutamente prohibida, porque se realiza con el semen de un donante y no con el del marido de la mujer. Pero para esta religión como no implica ninguna relación sexual entre el donante y la mujer, no puede ser calificado como adulterio – El Corán dice claramente: "Di a las creyentes que bajen la vista con recato y que custodien sus partes pudendas." (Corán, 24:30).

El mandato divino de custodiar las partes privadas es incondicional; no dice solamente que se guarden de las relaciones sexuales ilícitas, dice que se guarden de todos excepto de su esposo. Alláh describe a los creyentes como aquellos "que custodian sus partes pudendas salvo de sus esposas… mientras quienes desean más allá de eso, ésos son los que violan la ley." (Corán, 23:5-7). Por tanto, hasta la inyección del esperma de otro hombre constituye una trasgresión y una violación del mandato de Alláh.

La Iglesia católica acepta la práctica de la inseminación homóloga, aunque condicionada, pero considera a la heteróloga como una abominación y un desorden moral condenable. Pío XII se pronunció en el IV Congreso Internacional de Médicos Católicos de 29 de septiembre de 1949, en el sentido de considerar la fecundación artificial fuera de matrimonio, pura y simplemente como inmoral. La procreación de una nueva vida no puede ser fruto sino del matrimonio. La fecundación artificial en el matrimonio producida por un tercero es igualmente inmoral y, como tal, debe reprobarse.

La instrucción vaticana ha manifestado: "Obtener gametos de una tercera persona para disponer de esperma o de óvulos constituye una violación del compromiso recíproco de los esposos y de una falta grave contra aquella propiedad esencial del matrimonio que es la unidad."

La Religión Católica defiende en esta técnica el status del niño concebido por la AID, lo califica como fuera del matrimonio ya que no es del esposo, en cambio la Religión del Islam establece: Alláh prohíbe a una mujer concebir un niño mediante la AID, el niño así concebido no podrá ser considerado un niño ilegítimo, ya que no ha sido concebido mediante adulterio, lo cual implica relaciones sexuales ilícitas. La relación niño-madre es clara en tales casos; en cuanto a la relación niño-padre, la mayoría de nuestros actuales 'ulama' declaran claramente que él será considerado el hijo del donante –el niño le heredará, siendo mahram a su mujer e hijos.

En cambio, para otras religiones, como las protestantes, la inseminación artificial no produce ningún cuestionamiento.

La decisión de los muytahids está basada en un hadiz que proporciona un ejemplo muy similar al caso de un niño concebido por la AID. Este hadiz ha sido narrado por varias fuentes del Imam Hasan, el Imam Muhammad al-Bâqir y el Imam Ya'far as-Sâdiq (la paz sea con todos ellos). Se les presentó a los Imames el caso de una mujer que había hecho el amor con su marido, e inmediatamente después ella fue con su esclava y tuvo relaciones sexuales con ella, en las cuales el semen de su marido pasó desde ella hasta la vagina de su esclava, quedando esta embarazada. ¿Qué sucede en este caso? Los Imames, después de detallar el castigo impuesto a las dos mujeres, dijeron que el niño nacido de la esclava estaría emparentado, y sería dado en custodia, al dueño del semen. (Este es un buen ejemplo de cómo nuestros 'ulamá' solucionan problemas en los días modernos, utilizando las mismas fuentes antiguas del Islam).

13. OTRAS POSIBILIDADES DE REPRODUCCIÓN HUMANA DISCUTIDAS POR LOS 'ULAMÁ'.

Es interesante saber que los muytahids se mantienen por delante de la tecnología científica a la hora de decidir sobre temas religiosos o éticos de la reproducción humana. Mientras tratan de la inseminación artificial, ellos también hablan de las siguientes posibilidades:

  1. Es permisible inventar un óvulo artificial, fertilizado con esperma de un hombre y permitir que el niño se desarrolle en un útero artificial. En este caso, el niño estará completamente emparentado con su padre. Como mucho, él o ella serán niños sin una madre biológica.
  2. Es permisible inventar un esperma artificial e inseminarlo dentro del útero de una mujer. Tal niño estará emparentado completamente a la madre. Como mucho, él o ella serán niños sin un padre biológico.
  3. Es permisible coger un óvulo artificial y un esperma artificial, fertilizarlo y desarrollarlos en un útero artificial. Tal niño no estará emparentado a nadie.
  4. Si nacen niños gemelos mediante los anteriores procedimientos, entonces en el primer caso ellos serán hermanos normales –por ejemplo, no podrán casarse entre sí- pero en el tercer caso, no podrán ser considerados, ni siquiera hermanos ya que no tienen padres.

14. FERTILIZACIÓN IN VITRO

Los primeros dos métodos eran para casos en que al esperma del marido le faltaba calidad o cantidad. La IVF (In Vitro Fertilization) es una técnica usada mayoritariamente en mujeres cuyos oviductos se encuentran bloqueados y no puede ser remediado mediante operación quirúrgica. También para aquellas que fracasan en la concepción, a pesar de tener los oviductos normales y cuando todas las posibles causas de infertilidad han sido excluidas. 'In vitro' significa en un tubo de ensayo.

En la IVF, uno o más óvulos son tomados de la madre mediante una pequeña jeringuilla y son colocados en una placa de petri de ensayo. Entonces el esperma del marido es usado para fertilizar el óvulo. Después de la fertilización, se induce el desarrollo en la placa de ensayo, hasta el estado de cuatro u ocho células. Después se implanta dentro del útero de la madre.

La IVF puede también ser usada cuando el semen del marido contiene pocos espermatozoides y tiene dificultad para fertilizar a un óvulo en la trompa de Falopio. Mediante la IVF, el esperma de tal persona es usado para fertilizar el óvulo en una placa de ensayo.

Por lo que respecta a la shar'iah, la fertilización in vitro está permitida siempre que se realice entre una pareja casada.

Para la Religión Católica esta prohibida porque no es natural; lo normal es la fertilización entre la pareja a través del coito.

15. MATERNIDAD SUPLENTE

La maternidad suplente es un sub-producto de la inseminación artificial. Su práctica creó gran controversia en los círculos legales y éticos del mundo, especialmente después del caso del bebé 'M' de 1987.

La maternidad suplente significa que una mujer permite que un óvulo fertilizado de otra pareja sea inyectado dentro de su útero. Entonces, ella lleva al niño hasta el término de su embarazo para la otra pareja. Esto se puede hacer libremente o a cambio de algún dinero como fue en el caso del nacimiento del bebe 'M'. Este procedimiento de reproducción humana es adoptado cuando una mujer tiene problemas de llevar a su niño hasta su completo término.

Desde el punto de vista de la shar'iah, la maternidad suplente como se describió anteriormente no está permitida porque implica la introducción de esperma de otra persona dentro del útero de la mujer. Esto va en contra de la aleya del Corán que dice que las creyentes deben guardar sus partes privadas excepto de sus maridos.

Hay, sin embargo, ciertos procedimientos en el sistema islámico del matrimonio que podrían permitir alguna forma de la maternidad suplente. Por ejemplo, si una mujer está teniendo problemas en llevar el bebe de su marido hasta su término completo, entonces el marido puede tomar a otra mujer (con base temporal o permanente) y entonces un óvulo de la primera mujer fertilizado con el esperma del marido puede ser inyectado dentro del útero de la segunda mujer con su aprobación.

¿A cuál de las dos mujeres pertenece el niño? ¿Pertenece a la madre genética (la primera esposa) o a la madre biológica (la segunda esposa)? De acuerdo con el Ayatolláh al Jomeiní esto depende de la edad del feto. Si fue inseminado en el útero de la segunda mujer después de cuatro meses, entonces pertenece a la primera mujer –la segunda sería como un receptáculo. Si fue inseminada antes de su cuarto mes, entonces será difícil considerar que el niño pertenece a la primera mujer.

Sin embargo, hay otro modo de mirar esta relación, sobre las definiciones 'urfi y sar¡'. En el presente caso, la gente común tiene una percepción sobre la relación niño-madre. La 'urfí diría que la mujer que da a luz es la madre. Así, basado en esta percepción, 'urfí, diría que el niño pertenece a la madre biológica, la segunda madre, con independencia de la edad en el momento de la inseminación. El niño será mahram para sus otros hijos y también la heredará.

Por lo que se refiere a la relación entre el niño y la primera mujer, diría que aunque ella no es su madre biológica, su status como madre genética la sitúa por encima de una madre rizá'i (Una madre rizá'i es una mujer que no dio a luz al niño, pero lo amamantó). Basado sobre esta relación, el niño será mahram para todos los hijos de la primera mujer, incluso si ellos son de diferentes padres; sin embargo, él o ella no heredarán de ella porque el derecho a la herencia está basado en relaciones uterinas.

La Religión Católica Romana, no permite la maternidad suplente.

Partes: 1, 2, 3, 4
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