16. La posición de la Religión sobre los embriones sobrantes
Uno de los graves problemas dentro de las TRA, es la FIV/TE y la acumulación de muchos miles de embriones. El destino de estos embriones sobrantes pueden ser tres: la crioconservación, la destrucción o la investigación genética.
Se recurre a la crioconservación de embriones sobrantes con el fin de ser utilizados posteriormente en los mismos padres, o poder ser donados, a veces sin el conocimiento de los padres donantes ni de los receptores. La crioconservación atenta contra la dignidad del ser humano, pues esas personas son tratadas meramente como productos de un laboratorio, descongelados sólo hasta que sean útiles. Además, en el proceso de congelación y descongelación, muchos de ellos se dañan y tienen que ser desechados o mueren. La iglesia Católica comenta: "Pregúntese a una madre si desea que su hijo, recién nacido, sea crioconservado, y se negará inmediatamente. La razón por la que se hace en los embriones es porque no han adquirido forma humana y son considerados como parte de la técnica".
El segundo posible destino de los embriones sobrantes crioconservados es la destrucción. Las legislaciones de algunos países, como las de Inglaterra y España, sólo permiten la crioconservación de embriones hasta por cinco años. Muchos de ellos ya han pasado este tiempo y esto plantea la situación de un alargamiento del periodo permitido. Evidentemente esa no es la solución. Es moralmente ilícito este proceder pues nadie puede disponer de la vida de otro ser humano de esa manera. La destrucción de estos embriones sería realmente un asesinato.
El tercero es, finalmente, el camino más recurrido para los embriones sobrantes, el de la experimentación, pues son estos embriones abastecedores de material biológico útil. En España, por ejemplo, los embriones que pasen más de dos años crioconservados, pasan a ser propiedad del laboratorio. En República Dominicana no existe una regla sobre el particular y mucho menos una ley que lo regule. De hecho, muchos científicos han denunciado que la verdadera causa por la que se practica en tan alto índice la FIV/TRA, es para proveer legalmente de embriones a los laboratorios destinados a la investigación, siendo la infertilidad de los esposos un pretexto. Algunos cuestionan el aspecto ético y religioso de este asunto, a tal grado que algunos países obligan al médico a implantar todos los embriones obtenidos en el útero de la madre, siendo esto una medida reprobable pues se parte de la equivocada licitud del acto mismo de la FIV/TRA, y además, se pone en riesgo a la madre y a los embriones implantados en un probable embarazo múltiple.
Evidentemente, la religión establece que, cualquier destino de los embriones es ilícito, porque en todos se viola la dignidad de la persona y se maneja como objeto de laboratorio utilizándolo según los beneficios de terceros, de los cuales, en todos los casos, la misma persona del embrión queda minimizada.
17. La posición de la religión sobre las TRA y los nacimientos dentro de parejas gay
La Biblia nos dice que el matrimonio fue instituido por Dios tras crear al hombre, para proporcionar a éste el compañerismo y la ayuda necesarios y hacer posible la procreación de hijos (Gén. 1:27,28; 2:18, 21-25). La sociedad humana, llamada a cuidar y administrar la Creación, contaba así con una célula básica sobre la cual asentar su futuro y en la que apoyar su ordenamiento comunitario. La universalidad del matrimonio, de la que dan fe todas las culturas antiguas y modernas, demuestra que éste no es – como pretenden algunos- una invención de la "represiva" moral cristiana o judeocristiana.
"Dios ha creado el hombre a su imagen y semejanza: "varón y hembra los creó" (Gén. 1:26), confiándoles la tarea de "dominar la tierra" (Gén. 1:28). Reciben de la persona y de sus valores morales la dirección de su finalidad y la conciencia de sus límites". Los cambios en la familia contemporánea han traído a la humanidad desde tiempos remotos problemas conductuales profundos, "Lacan decía que, con tantas vidas que el psicoanalista debe escuchar, nadie puede ocupar su lugar sin tratar de comprender la subjetividad de su época. Tenemos que dar cuenta de los cambios de nuestro tiempo. Por eso tenemos que preocuparnos de lo político, de lo económico, lo biológico".
Mientras más universal la cultura, más particular será la elección de grupos que piensan y actúan de forma muy particular en cuanto a la sexualidad y al sexo. ¿Esos particularismos no se generan a partir del contrapunto con sectores de la sociedad que son ampliamente discriminadores? Se dan en cualquier sociedad independientemente si son discriminados o no, ellos buscan su espacio y tratan de desarrollarse como entes sociales, aún conociendo los preceptos religiosos sobre lo biológico, sabedores de que desde el Código de Hamurabi y el Viejo Testamento de la Biblia se establece la relación carnal entre un hombre y una mujer, no entre personas del mismo sexo.
Las religiones cristianas y la católica no están de acuerdo con la utilización de las TRA para que parejas de gay, adopten o se provean de hijos por estas técnicas, ya que las mismas están reservadas para la pareja hombre y mujer que no puedan procrear por métodos naturales.
Pero se sabe de ciudades, como es el caso, entre otras, de París, donde existe un barrio gay y no se puede decir que París sea una ciudad que discrimina a los homosexuales, porque sus leyes protegen la unión de los mismos. Pero aún así, ellos buscaron su barrio que funciona como un nicho de identidad no sólo geográfico, sino de cara a los estilos de vida, los gustos culinarios y hasta la literatura. Se conoce además los cambios en algunas leyes para permitir el matrimonio entre gay, caso España, que siendo un país tan religioso dentro de la iglesia Católica, más que de otras cristianas, la comunidad laica ha permitido, al igual que fervorosos católicos y cristianos, que pasen esas leyes.
Quizá debido a los cambios de generaciones; antes no había el enfrentamiento religioso que hay ahora con la lucha de civilizaciones. Antes, no salían a la luz estos conflictos porque había grandes autoridades hegemónicas, concientes o inconcientes del problema, que reprimían en gran escala en los países (Stalin, Hitler, Hussein) entre otros. En este momento no es que el mundo esté de acuerdo con la represión, pero se debe deliberar más, antes de aprobar leyes que atenten con cambios tan drásticos como el de permitir el matrimonio entre parejas del mismo sexo; "debemos entender que la naturaleza los dio hombre y mujer y que hasta los animales tienen su pareja para procrear y multiplicarse".
Hoy la familia contemporánea va pareja con los cambios que se están generando en conexiones entre la globalización y el Holocausto. Desde el siglo XVII se vienen desarrollando figuras como los Derechos Humanos, organismos internacionales sobre el estudio y la investigación sobre las TRA y el genoma, movimiento cada vez más global de la mercancía y del ideal democrático, donde se establece que todo debe pasar por la estructura del mercado, incluso los seres humanos. También se conoce sobre el intercambio de órganos para hacer los transplantes, que van de un país a otro, de las cirugías para cambiar de sexo, así como la comercialización de la tecnología a través de la globalización. Lacan, el psicoanalista de este tiempo, permite pensar que de este modo, a través del nacionalismo o la religión, se desarrolla como un intento de velar por los mecanismos de funcionamiento de la economía de mercado. La religión y el nacionalismo son formas de proponer sentido donde la lógica de mercado manifiesta claramente que no lo hay. El mercado, que es la destrucción del sentido, y la religión, que es la creación de sentido, se complementan, aunque, por suerte, tienen contradicciones. Mientras el mercado va a lo más particular y fragmentado, la religión Católica intenta generalizarlo todo. Pone a la gente a pensar en la fe y a establecer el sacrificio. Aunque se opone a este tipo de pensamiento global sobre las nuevas estructuras familiares, es bien cierto que se dan casos, dentro de la iglesia Católica, de homosexualidad y de sacerdotes que adoptan niños.
Se necesita un replanteo de los conceptos morales de la religión Católica, pues mientras enarbola la lucha contra las TRA, permite otras del mercado global, relacionadas con el hombre y su creación.
18. La religión y la dignidad del no nacido
El Papa Juan Pablo II constató en la mañana del 3 de abril del 2001, que el embrión se ha convertido en uno de los blancos más expuestos a los beneficios y peligros de la extraordinaria evolución de la ciencia biogenética al recibir a los participantes en el XVI Congreso Internacional organizado por el Instituto de Ginecología y Obstetricia de la Universidad de "La Sapienza" de Roma.
La intervención del Papa tomó pie del significativo título del Congreso: "El feto como paciente". Al reflexionar sobre este tema, constató que estos científicos y médicos están considerando "el feto en su plena dignidad humana, una dignidad que posee el niño que todavía no ha nacido desde el instante de su concepción". Se trata de un valor fundamental de la moral cristiana, que la Iglesia ha tenido que proclamar con mayor fuerza en las últimas décadas, caracterizadas, según él mismo constató, por la afirmación de visiones "reductoras o distorsionadas" sobre el sentido de la humanidad del embrión, y la promulgación de leyes que "introducen sin ningún fundamento científico estadios cualitativos en el desarrollo de la vida concebida".
Por otra parte, el Santo Padre denunció con claridad las técnicas de reproducción artificial, que "aparentemente están al servicio de la vida, pero que abren de hecho la puerta a nuevos ataques contra la vida". Como ya dejó claro en la "Evangelium Vital" estos métodos son "moralmente inaceptables", pues separan la procreación del contexto plenamente humano del acto de amor conyugal. Ahora bien, estas técnicas son aún más graves cuando utilizan procedimientos de "reducción embrional", es decir, "la eliminación de algunos fetos en el caso de que tengan lugar varias concepciones al mismo tiempo. Este procedimiento es gravemente ilícito". Se trata de un recurso que, en el fondo, no hace más que aplicar una selección artificial a través del aborto de varios niños concebidos.
La vida del embrión, para el Papa, supera todo tipo de conjetura. Independientemente de que los embriones hayan sido fruto de la procreación natural o artificial, "el niño concebido tiene que ser totalmente respetado. La vida del feto tiene que ser protegida, defendida y cuidada en el seno de la madre a causa de su dignidad, una dignidad que pertenece al embrión y que no es algo concedido o garantizado por otros, ya sean los padres genéticos, el personal médico o el Estado".
Cuando se toca el tema de la vida o de la muerte, no podemos bajar a compromisos, dice el Papa: la vida tiene que ser tutelada como un valor absoluto, pues es "un don incomparable del amor creativo de Dios". Por ello invitó a los médicos ginecólogos y obstetras a defender con su trabajo la salud de toda nueva vida, inspirándose siempre en una comprensión clara de la dignidad que le corresponde a todo ser humano.
19. Cardenal Rouco: las leyes contra la vida llevan a la decadencia
"En numerosas ocasiones los obispos españoles han ofrecido criterios de discernimiento en las Iglesias y a la sociedad ante las amenazas que se ciernen sobre la familia y sobre la vida humana. Por ejemplo, en el momento en el que se introdujo en la legislación civil la posibilidad del divorcio, cuando paradójicamente se despenalizó el crimen del aborto o en las ocasiones en las que se pretendió ampliar aún más la despenalización; cuando se legisló acerca de ciertas técnicas de reproducción artificial de un modo poco respetuoso de la familia y de la vida humana; al plantearse la cuestión de las uniones de personas del mismo sexo o ante las campañas a favor de la legalización de la eutanasia". Con estas palabras, el cardenal de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco, se dirigió a los obispos presentes en la inauguración de los trabajos de la LXXIV Asamblea Plenaria del Episcopado español.
Para el purpurado, el momento actual parece el idóneo para "hacer una revisión más a fondo de la situación y de ofrecer unas orientaciones más abarcantes y sistemáticas sobre estos temas tan delicados y de tan decisiva importancia". Tanto es así, que "se puede hablar casi de una nueva situación cultural", donde los errores y las vacilaciones "no son escasos ni poco preocupantes y no tardan en reflejarse en disposiciones legales o jurisdiccionales, algunas de más alto nivel, que alarman, con toda razón, a las personas preocupadas por el destino de nuestra sociedad y de cada ser humano cercano a nosotros".
Parafraseando a Juan Pablo II, el cardenal Rouco afirmó que "existen hechos que demuestran con creciente claridad cómo las políticas y las legislaciones contrarias a la vida están llevando a las sociedades a la decadencia, no sólo moral, sino también demográfica y económica". Por ello, continuó el arzobispo de Madrid, "la Iglesia ha de seguir ofreciendo, con humildad y decisión, su mensaje sobre la vida y el amor humano".
20. La reproducción artificial y la enseñanza de la Iglesia Católica sobre ella
El comienzo de la existencia del ser humano, comienza desde su concepción, es decir, desde el instante en que el espermatozoide humano penetra el óvulo humano y lo fecunda, momento en que comienza el conjunto de fenónemos biológicos que conducen a la singamia (unión de los pronúcleos masculino y femenino) donde queda definitivamente organizado el genoma propio de cada ser humano, que es inalterable. En la unión del óvulo con el espermatozoide queda establecida la naturaleza humana del nuevo ser y en ese mismo momento se establece, también, el sexo genético.
Juan Pablo II ha dicho que "desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla a sí mismo. Por lo demás, está en juego algo tan importante que, desde el punto de vista de la obligación moral, bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona para justificar la más rotunda prohibición de cualquier intervención destinada a eliminar un embrión humano… El ser humano debe ser respetado y tratado como una persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida".
Vale recordar que, en República Dominicana, en el Art. 8 de nuestra Constitución se consagra el derecho a la vida, "persona es todo ser humano" y lo mismo declara el Pacto de San José de Costa Rica de carácter internacional.
Las técnicas que actúan sobre la reproducción humana implican una manipulación indebida de la vida humana naciente. La persona del hijo es tratada como un mero producto o resultado de una técnica, a ella se aplican términos como "sobrante", "congelada", "transferida", y se le somete a controles de calidad. Se toma a la persona como un objeto de producción o experimentación, un medio para alcanzar un objetivo, un objeto de manipulación meramente instrumental y no como un sujeto personal. La fecundación artificial no es un modo digno de nacer de la persona humana, ya que se subordina "la llegada al mundo de un niño a las condiciones de eficiencia técnica mensurables según parámetros de control y de dominio".
En algunos casos, los gametos utilizados no son propios del matrimonio que accede a las técnicas, sino que "pertenecen" a un tercero extraño a los cónyuges. En este supuesto, se lesiona el derecho del niño a nacer de un padre y una madre conocidos de él y ligados entre sí al matrimonio.
Se quebranta su derecho a llegar a ser padre y madre exclusivamente el uno a través del otro. Es moralmente injustificable además, la fecundación artificial de una mujer no casada, soltera o viuda, sea quien sea el donador.
Admitir la fecundación extracorpórea implica autorizar no sólo que las personas concebidas por este procedimiento sean objetos de manipulación, sino que, en la mayoría de los casos, se produzcan abortos que, aunque no fueran directamente queridos, son directos y previsibles y por tanto moralmente ilícitos.
La técnica es "eficaz" si logra un embarazo exitoso. Ahora bien, planteado este objetivo, la técnica está exigiendo para su "eficacia" que se conciban, por ejemplo, tres embriones (así lo sostienen diversos proyectos de ley). En tanto nadie recurre a estas técnicas pensando tener un embarazo múltiple, es claro que se espera que dos de los embriones mueran antes del nacimiento. Estamos, por tanto, ante procedimientos que preveen que el 67% de las personas que traen a la vida, muera en forma "espontánea" y sólo un 33% pueda llegar a nacer.
No se asimilan al aborto espontáneo. Estos abortos provocados por la fecundación in vitro (FIVET) son injustificables, ya que no son, como se pretende, equiparables ni al aborto que se produce naturalmente de modo indirecto, ni al aborto espontáneo. En el caso de los abortos producidos por la FIVET, éstos no son queridos como fin, pero sí como medio: el medio empleado para alcanzar la implantación de un embrión es la utilización de un número mayor de embriones, sabiendo con certeza que algunos de ellos morirán. Incluso si fuera implantado un solo embrión, estaríamos ante una técnica médica que presenta riesgos muy grandes, que son previsibles en términos estadísticos, y que posiblemente lo induce a causa, al menos en parte, sin que exista para ello una necesidad proporcionada, dado que no se da el caso de una vida ya amenazada de muerte, sino de la satisfacción del deseo de paternidad y maternidad. Este deseo no puede justificar el peligro para la vida de un tercero.
También se debe tener en cuenta que la fecundación extracorpórea, al generar una vida fuera de su lugar natural, acarrea el problema que se agrava hasta límites insospechados en caso que la madre que recurrió a la técnica muera o se niegue a recibir a su hijo en su seno. Es este un problema sin solución. ¿Por qué autorizar entonces la concepción extracorpórea de un ser humano?
Con el fin de aumentar las posibilidades del embarazo, quienes aplican estas técnicas aumentan la cantidad de óvulos que son fertilizados. De esta forma, son concebidos fuera del cuerpo de la madre numerosos embriones planteándose el siguiente dilema: si todos son "transferidos" en una misma oportunidad, se corre el riesgo de un embarazo múltiple, mientras que si se trasfieren "algunos" de ésos (seleccionados por el médico), surge la interrogante de qué hacer con los "sobrantes". Estos embriones son hoy "congelados", para disponer así de un "lote de reserva" para proceder a nuevos intentos de transferencia si el primero fracasa.
¿Por qué debe haber embriones "sobrantes"? ¿Se justifica que en la búsqueda de una "mayor eficacia" se fertilicen tantos óvulos, sabiendo que algunos de los embriones así concebidos deberán ser congelados?
Es un grave atentado contra la dignidad de una persona someterla a congelamiento o cualquier otro proceso que detenga su normal desarrollo.
¿Cuál será la razón que impida que el día de mañana esta posibilidad de congelar a una persona prevista en algunos proyectos de ley no se extienda a los recién nacidos o a cualquier otra persona que "la reglamentación" determine?
El tema de la adopción de los embriones congelados es, en estos momentos, objeto de debate por parte de moralistas católicos fieles al Magisterio de la Iglesia, quienes esperan de éste un pronunciamiento sobre el tema, el cual implica complejidades técnicas que van más allá de los objetivos de transferencia.
El matrimonio no confiere a los cónyuges el derecho a tener un hijo, sino solamente el derecho a realizar los actos naturales que de suyo se ordenan a la procreación. "El hijo no es algo de propiedad: es más bien un don, el más grande" y el más gratuito del matrimonio, es el testimonio vivo de la donación recíproca de sus padres.
La fecundación artificial no es una técnica para el tratamiento de la esterilidad. La misma existe y subsiste. La procreación asistida no puede enjuiciarse como un remedio terapéutico más, porque no cura, sino suplanta, sustituye el acto que naturalmente da origen a la vida por un acto técnico; al final del proceso, el matrimonio seguirá siendo estéril. El camino correcto debería ser, entonces, el desarrollo de auténticos medios de curación de la esterilidad, como la cirugía reparadora, etc.
Estas técnicas (inseminación artificial, fecundación intra o extracorpórea), aún en el caso que se practiquen con gametos propios del matrimonio, privan a la procreación de su perfección propia, desde el punto de vista moral, en tanto no es querida como el fruto del acto conyugal, es decir, del gesto específico de la unión de los esposos. Son, por tanto, moralmente inaceptables desde el momento en que se separan la procreación del contexto integralmente humano del acto conyugal. La persona no puede ser querida ni concebida como el producto de una intervención de técnicas médicas y biológicas: esto equivaldría a reducirla a ser objeto de una tecnología científica.
También se plantean reparos morales cuando, para la obtención de los gametos, se recurre a actos intrínsecamente inmorales, como por ejemplo, la masturbación.
La autoridad política tiene el deber de defender la vida desde la concepción, prohibiendo el empleo de las técnicas de procreación artificial, por ser atentatorias contra la dignidad de la persona por nacer, y por poner en grave riesgo su vida.
El legislador debe tener en cuenta que, como sostiene Juan Pablo II, no es posible construir el bien común sin reconocer y tutelar el derecho a la vida, sobre el que se fundamentan y desarrollan todos los demás derechos inalienables del ser humano. No puede haber verdadera democracia, si no se reconoce la dignidad de cada persona y no se respetan sus derechos.
El aborto y la fecundación in vitro han abierto la puerta a la manipulación y destrucción de embriones. Ello demuestra, una vez más, cómo el espiral de muerte que comenzó con el aborto, alimentado por la mentalidad anticoncepcionista, no termina, a menos que nosotros lo detengamos.
El tema de la manipulación y destrucción de embriones humanos está muy ligado también al tema de la clonación –de la cual se ha escuchado mucho en los últimos años. A su vez, el tema de la clonación está también vinculado al de las células estaminales o células madre. Ello se debe a que los promotores de la mal llamada clonación "terapéutica" intentan justificar esta aberración, diciendo que con la clonación se podrían obtener este tipo de células para curar enfermedades hasta ahora incurables, como la demencia de Alzheimer, el Parkinson, la parálisis de médula espinal, infartos de miocardio, diabetes mellitus, entre otras. Prominentes figuras políticas, actores famosos y corporaciones farmacéuticas han iniciado una campaña de presión para la aprobación de leyes que permitan y promuevan este tipo de investigaciones, buscando al mismo tiempo que sean financiadas con fondos gubernamentales (especialmente en Estados Unidos), a fin de darles mayor importancia y garantizar una mayor eficacia.
La extracción de células estaminales, sin embargo, origina la muerte inmediata y la destrucción del embrión humano. El hecho de engendrar embriones para este fin, por tanto, constituye un grave atentado contra la dignidad de la persona humana.
Como es sabido, en el proceso de concepción o fecundación, el ovocito o célula materna se une al espermatozoide en las trompas de Falopio de la mujer, constituyendo un nuevo ser humano llamado, en este estadio, cigoto. En esta etapa, el cigoto tiene ya toda la información genética necesaria para que el nuevo ser se desarrolle y crezca, tanto en los siguientes nueve meses dentro del útero materno, como durante el resto de su vida. En las horas que siguen a la fecundación, el cigoto empieza a dividirse para formar el embrión. En las primeras 30 horas se divide en cuatro células "totipotentes", llamadas así porque, de separarse las mismas, cada una de ellas podría originar un nuevo ser. Éste es uno de los principales puntos de debate en relación con la clonación, ya que el uso de células "totipotentes" es una de las dos posibles técnicas que, de aprobarse, se usaría para clonar seres humanos como potenciales fuentes de células estaminales para la experimentación.
Luego de cuatro días, el nuevo ser humano tiene doce células y se le conoce como mórula. La mórula se dirige de la trompa de Falopio (donde se dio la fecundación) al útero de la madre, donde se implanta, y recibe el nombre de blastocisto. Ahí permanecerá por los próximos nueve meses, hasta su nacimiento. El blastocisto genera dos capas de células: la capa interna o embrioblasto, que forma el embrión humano; y la capa externa o trofoblasto, que forma la placenta. A este nivel tenemos que el embrioblasto está formado por un grupo de células denominadas "estaminales" (stem cells), que son células "pluripotenciales" o células "madre". Esto significa que, si bien cada una independientemente no puede generar un individuo completo –como las células "totipotenciales" anteriormente mencionadas– sí tienen dos características fundamentales y únicas que otras células del cuerpo no poseen: 1) la capacidad de reproducirse constantemente, y 2) la capacidad de "diferenciarse", es decir de transformarse en una célula especializada del cuerpo humano. Las células estaminales tienen la capacidad de generar los 220 tejidos y órganos que componen el cuerpo humano.
La investigación en células estaminales de animales se ha venido dando desde hace muchos años con algunos éxitos. Se ha logrado, por ejemplo, que estas células se reproduzcan en el laboratorio y generen otras células más especializadas. Por citar un caso, se ha conseguido producir tejido cardíaco.
La actual controversia surgió cuando se logró aislar las primeras células estaminales de embriones humanos. Algunos grupos privados de científicos se sumaron a dichas iniciativas y comenzaron a experimentar con células extraídas de embriones producidos específicamente para este fin mediante la fertilización in vitro. Estos grupos ya han logrado hacerlas crecer en el laboratorio y en algunas ocasiones han conseguido también que se multipliquen. Una técnica usual utilizada en dichos ensayos consiste en extraer las células estaminales del embrión y colocarlas en "cultivos celulares" con fibroblastos (células del tejido conectivo) de ratón, donde las células estaminales se reproducen constantemente, convirtiéndose así en una fuente de recursos para la experimentación.
El proceso es aún imperfecto, por lo que se requiere constantes pruebas con nuevos embriones. Muchos de los "cultivos celulares" no llegan a tener éxito o son destruidos por factores externos, como por ejemplo la contaminación bacteriana. Por otro lado, es preciso subrayar que al extraerse las células estaminales del embrión humano, éste muere inmediata e inevitablemente, pues en esta etapa de su vida está formado solamente de células estaminales en su capa interna y de las células que formarán la placenta en su capa externa. Es preciso subrayar también que el embrión humano clonado o producto de la fecundación in vitro o de cualquier otra técnica es un ser humano sujeto de todos los derechos al igual que los demás, a pesar de que el método por el cual vino al mundo es gravemente inmoral.
21. La Iglesia Católica ante el problema de la investigación en células estaminales
El 22 de febrero de 1987 el Papa Juan Pablo II aprobó la Instrucción Donum vitae, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, mucho tiempo antes de que los debates actuales tomaran curso. Junto con esta instrucción, hay que mencionar otros documentos, de primera importancia, del Magisterio Pontificio ordinario como la Humanae vitae (1968) del Papa Pablo VI y la Evangelium vitae (1995) de Juan Pablo II. Ellos establecen claramente la posición de la Iglesia alentando una cultura de vida donde se respeten la dignidad y los derechos del ser humano, en especial del no nacido. En la mencionada instrucción se tocan algunos puntos concretos que merecen resaltarse.
En primer lugar, la Instrucción establece claramente la responsabilidad del ser humano, con la ciencia como herramienta, para la recta administración de la creación. La investigación y la técnica tienen que estar al servicio de la persona humana: "La investigación científica, fundamental y aplicada, constituye una expresión significativa del señorío del hombre sobre la creación. Preciosos recursos del hombre cuando se ponen a su servicio y promueven su desarrollo integral en beneficio de todos, la ciencia y la técnica no pueden indicar por sí solas el sentido de la existencia y del progreso humano. Por estar ordenadas al hombre, en el que tienen su origen y su incremento, reciben de la persona y de sus valores morales la dirección de su finalidad y la conciencia de sus límites".
Por otro lado, la Instrucción reflexiona específicamente sobre la protección del embrión humano, ya que, como hemos afirmado anteriormente, es una persona con una dignidad única, universal e irrenunciable, y sujeto de todos los derechos existentes: "La investigación médica debe renunciar a intervenir sobre embriones vivos, a no ser que exista la certeza moral de que no se causará daño alguno a su vida y a su integridad ni a la de la madre, y sólo en el caso de que los padres hayan otorgado su consentimiento, libre e informado, a la intervención sobre el embrión. Se desprende de esto que toda investigación, aunque se limite a la simple observación del embrión, será ilícita cuando, a causa de los métodos empleados o de los efectos inducidos, implicase un riesgo para la integridad física o la vida del embrión".
La Instrucción repite asimismo claramente las reservas de la Iglesia frente a la fertilización in vitro (FIV). Es necesario no olvidar que cuando hablamos de embriones humanos obtenidos in vitro nos estamos refiriendo a personas y, por tanto, dignas y sujetos de derechos. Por ello su dignidad y su derecho a la vida deben ser respetados desde el primer momento de su existencia. Es inmoral producir embriones humanos destinados a ser explotados como "material biológico" disponible. Ante ello la instrucción señala: "La Iglesia, del mismo modo en que condena el aborto provocado, prohíbe también atentar contra la vida de estos seres humanos. Resulta obligado denunciar la particular gravedad de la destrucción voluntaria de los embriones humanos obtenidos in vitro con el solo objeto de investigar, ya se obtengan mediante la fecundación artificial…". Añade, más adelante, una observación que se refiere claramente al papel de los médicos y científicos en estas prácticas: "Comportándose de tal modo, el investigador usurpa el lugar de Dios y, aunque no sea consciente de ello, se hace señor del destino ajeno, ya que determina arbitrariamente a quién permitirá vivir y a quién mandará a la muerte, eliminando seres humanos indefensos".
22. La Iglesia Católica y la aprobación de la Ley de Reproducción Humana en España
El cardenal arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, afirmó en fecha Feb 16, 2006, que "hay algunas cosas que desde la conciencia cristiana no se pueden aceptar", en referencia a la próxima aprobación en el Congreso de los Diputados de la Ley de Técnicas de Reproducción Humana Asistida. Sin embargo, añadió que la Conferencia Episcopal "no impone nada".
En declaraciones a Europa Press, tras una homilía celebrada en la Facultad de Ingenieros de Sevilla con motivo de la Pastoral de Choque, organizada por Educación y Gestión de Andalucía y Fere- centros católicos de Andalucía, el cardenal indicó que "después de que el comité ejecutivo de la Conferencia Episcopal estudiara el proyecto, simplemente ha recordado lo que debe ser la coherencia de un cristiano con sus principios morales".
La Conferencia Episcopal española mostró su "honda preocupación" ante esta ley, este año, en el que se cumple el X aniversario de su fundación; la Academia Pontificia para la vida ha dedicado las tareas de su asamblea general a un tema de gran actualidad y de fuerte impacto social, que queda bien expresado en el título de la reunión:
"La dignidad de la procreación humana y las tecnologías reproductivas. Aspectos antropológicos y éticos".
Se refirió al nacimiento de la primera niña originada por un procedimiento de fecundación in vitro. Se calcula que, tras ella y hasta hoy, han nacido en todo el mundo más de un millón de niños obtenidos mediante ese mismo proceder.
Durante estos años, el recurso de las técnicas de reproducción asistida ha conocido una progresiva difusión por muchos países, impulsando a los gobiernos de muchas naciones a elaborar normas legislativas específicas que regulen las complejas técnicas vinculadas al empleo de estos procedimientos.
Aunque ciertamente la investigación científica en este sector ha atraído crecientes recursos humanos y económicos con el propósito de hacer más "eficaces" las técnicas de reproducción artificial (ART), no ha conseguido, sin embargo, un incremento sustancial de la tasa de niños nacidos por ciclo de tratamiento.
Esa tasa sigue siendo tan baja que, si se diera en otros tratamientos médicos, sería interpretada como señal clara de una eficiencia técnica muy pobre. A menudo tiene como triste consecuencia mucho sufrimiento y desilusión por parte de las parejas que ven frustradas sus esperanzas de llegar a ser padres. Y, por desgracia, este dato estadístico negativo está trágicamente vinculado a una enorme pérdida de embriones humanos, dado que las mayores dificultades operativas que siguen presentándose en las TRA, se refieren precisamente al proceso de nidación y al desarrollo ulterior del embrión.
Hay que señalar que la intervención de la medicina en el ámbito de la procreación se emprendió bajo la égida de una benéfica "curación de la esterilidad", dirigida a muchas parejas afectadas por esa condición y movidas por un sincero deseo de ser padres.
Por otra parte, existe una realidad, los datos hoy disponibles demuestran que aumenta el porcentaje de parejas estériles, sobre todo en la sociedad occidental, lo que traslada a la ciencia el arduo deber de identificar las causas de la esterilidad y de buscarle remedio.
Esa finalidad original ha ido cambiando con el paso del tiempo. Por un lado, ese cambio se manifiesta en un planteamiento por decirlo así autocomplaciente que, ante el elevado número de casos de esterilidad de causa indeterminada y sin preocuparse de agotar las investigaciones diagnósticas y clínicas, establece el apresurado recurso a las TRA como única forma de tratamiento útil.
Por otro lado, se vislumbra en el horizonte un fenómeno todavía más inquietante: nos referimos a la instalación progresiva de una nueva mentalidad, según la cual el recurso a las TRA podría representar, con respecto a la vía "natural", el proceder directo y preferencial de traer al mundo un hijo, pues por medio de esas técnicas es posible ejercer un "control" más eficaz de la calidad del concebido para ajustarla a los deseos de quien lo encarga.
Todo ello contribuye a considerar al hijo obtenido mediante las TRA como si fuera un "producto", cuyo valor depende en realidad de su "buena calidad", sometida a exigentes controles y cuidadosamente seleccionada.
La consecuencia dramática de esta nueva actitud es la eliminación sistemática de aquellos embriones humanos que resultan carentes de la calidad considerada suficiente de acuerdo con parámetros y criterios inevitablemente cuestionables.
No faltan, por desgracia, iniciativas científicas y legislativas que contemplan la producción, mediante las TRA, de embriones humanos para ser "utilizados" exclusivamente con fines de experimentación -lo que equivale a su destrucción-, transformándolos así en objetos de laboratorio, víctimas sacrificiales predestinadas a ser inmoladas en aras de un progreso científico que ha de perseguirse "a toda costa".
A la luz de todo ello, la Academia pontificia para la vida, de acuerdo con su finalidad institucional, siente el deseo y, a la vez, la responsabilidad de ofrecer a la comunidad eclesial y a la sociedad civil su contribución de reflexión, a fin de presentar a la atención de todas las personas de buena voluntad cuán alta es la dignidad de la procreación humana y de sus significados intrínsecos.
La venida a la existencia de cada nuevo ser humano, considerada en sí misma, es siempre un don y una bendición:"Pues don del Señor son los hijos, su gracia es el fruto del seno" (Sal. 126, 3).
Por consiguiente, todo hombre, desde el primer momento de su vida, es signo tangible del amor fiel de Dios a la humanidad, es la imagen viviente del "sí" del Creador a la historia de los hombres, una historia de salvación que se cumplirá en la plena comunión con él, en la alegría de la vida eterna. Cada ser humano es, desde su concepción, una unidad de cuerpo y alma, posee en sí mismo el principio vital que lo llevará a desarrollar todas sus potencialidades, no sólo biológicas, sino también antropológicas.
Por ello, la dignidad -que es dignidad de persona humana- de un hijo, de todo hijo, independientemente de las circunstancias concretas en las que se inicia su vida, sigue siendo un bien intangible e inmutable, que exige ser reconocido y tutelado, tanto por los individuos cuanto por la sociedad en su conjunto.
Entre todos los derechos fundamentales que todo ser humano posee desde el momento de su concepción, el derecho a la vida representa ciertamente el derecho primario, por cuanto constituye la condición de posibilidad para la subsistencia de todos los otros derechos. Sobre esa base, todo ser humano, sobre todo si es débil y no autosuficiente, debe recibir una adecuada tutela social frente a toda forma de ofensa o violación sustanciales de su integridad físico-psíquica.
Precisamente esta dignidad inalienable de persona, que pertenece a todo ser humano desde el primer momento de su existencia, exige que su origen sea consecuencia directa de un gesto humano y personal adecuado: solamente el recíproco don de amor esponsal de un varón y una mujer, expresado y realizado en el acto conyugal, en el respeto de la unidad inseparable de sus significados unitivo y procreador, representa el contexto digno para el surgir de una nueva vida humana.
Esta verdad, desde siempre enseñada por la Iglesia, encuentra su plena correspondencia en el corazón de todo hombre, estas son las palabras de Juan Pablo II:"Emerge cada vez más el vínculo imprescindible de la procreación de una nueva criatura con la unión esponsal, por la cual el esposo se convierte en padre a través de la unión conyugal con la esposa y la esposa se convierte en madre a través de la unión conyugal con el esposo. Este plan del Creador está inscrito en la misma naturaleza física y espiritual del hombre y de la mujer y, como tal, tiene valor universal".
Además, conviene subrayar que la realización y la mejora de las TRA, cuya tasa de eficacia es objetivamente muy baja, exigen la inversión de importantes recursos sanitarios y económicos, que han de sustraerse a las necesidades de atención de otras enfermedades mucho más graves y difundidas, de las que frecuentemente depende la supervivencia misma de enteros grupos humanos.
Por otra parte, en el caso de la modalidad "heteróloga" de las TRA (es decir, en los casos en que se recurre a la donación de gametos procedentes de sujetos ajenos a la pareja), estamos en presencia de un ulterior elemento que agrava el juicio ético ya negativo. De hecho, la unidad conyugal de la pareja es ofendida y violada por la presencia de una tercera persona (en ocasiones también de una cuarta), que será en realidad el verdadero progenitor biológico del hijo encargado.
Con ello se viola el derecho del neoconcebido a tener por padres a un varón y a una mujer, de los que ha de originarse su propia estructura biológica y que han de tomar a su cargo de modo estable el cuidado de su desarrollo y su educación.
Consideramos, en cambio, moralmente lícita la aplicación, siempre que sean necesarias y eficaces, de las intervenciones técnicas que puedan facilitar, sin reemplazarlo, el acto conyugal realizado naturalmente o que puedan ayudarlo a alcanzar sus objetivos naturales (cf. ib., 6). Estas siguen siendo las clásicas palabras de los seguidores del catolicismo.
Para una pareja de esposos que desean encontrar "en el hijo una confirmación y una realización plena de su donación recíproca", (ib.), la esterilidad puede constituir indudablemente un motivo real de mucho sufrimiento y fuente de ulteriores problemas.
No cabe duda de que tal deseo es, en sí mismo, totalmente legítimo y signo afirmativo de un amor conyugal que quiere crecer y ser completo en todas sus expresiones. Sin embargo, conviene que el comprensible y lícito "deseo de un hijo" no se transforme en un pretendido "derecho al hijo", incluso "a toda costa". Pero si será necesario ayudar a esa pareja; aunque, el hijo no puede considerarse un "objeto del deseo" que ha de conseguirse a toda costa, sino un regalo muy valioso que, llegue cuando llegue, ha de acogerse con amor.
Los esposos están llamados a crear todas las condiciones necesarias, a través de su recíproco don de amor conyugal, para que pueda iniciarse una nueva vida, pero no pueden lícitamente determinar ese inicio mediante el encargo de "producirla" bajo elementos no posibles. Dios ha puesto en las manos del hombre el instrumento idóneo siempre y cuando se lleve bajo reglas de técnicos que puedan ayudar la pareja misma.
Nos parece, más bien, que deben acogerse con gran interés y apoyarse todos los esfuerzos que la medicina moderna pueda poner en marcha para intentar la curación de las diversas formas de esterilidad conyugal, como el mismo Pontífice ha recordado:"Deseo estimular las investigaciones científicas destinadas a la superación natural de la esterilidad de los cónyuges, y quiero exhortar a los especialistas a poner a punto las intervenciones que puedan resultar útiles para este fin.
Lo que se desea es que, en el camino de la verdadera prevención y de la auténtica terapia, la comunidad científica -esta llamada se dirige en particular a los científicos creyentes- obtenga progresos esperanzadores" (Discurso a los participantes en la X asamblea general de la Academia pontificia para la vida, 21 de febrero de 2004, n. 3). Como confirmación de la sinceridad de estos deseos, queremos recordar que, durante esta asamblea general de la Academia pontificia para la vida, se han presentado algunos programas concretos, de notable interés científico, para el tratamiento de algunas formas de esterilidad de la pareja.
De todas formas, el don de la fecundidad conyugal debe concebirse de modo mucho más amplio que su mera dimensión de fertilidad biológica.
El amor esponsal, como manifestación concreta del amor de Dios a la humanidad, está llamado siempre a amar, servir, defender y promover la vida humana (cf. Evangelium vitae, 29) en todas sus dimensiones, también cuando de hecho no pueda generarla biológicamente.
Por ello, sintiéndonos profundamente cercanos a las parejas de esposos que todavía no han conseguido encontrar en la medicina una solución a su esterilidad, los animamos fraternalmente a expresar y realizar su fecundidad conyugal, poniéndose con generosidad al servicio de las numerosas situaciones humanas necesitadas de amor y de coparticipación.
Entre ellas merecen una mención particular los institutos sociales para la adopción y el apoyo familiar, para los cuales deseamos normativas jurídicas cada vez más adecuadas para asegurar las debidas garantías y, al mismo tiempo, la conveniente celeridad de las gestiones burocráticas.
La Academia pontificia para la vida trató de invitar una vez más a todos los hombres de buena voluntad a considerar la altísima y singular dignidad de la procreación humana, en la que se expresa a su nivel más alto el amor creador de Dios y se realiza del modo más pleno la comunión interpersonal de los esposos. Que el ingenio humano y la capacidad técnico-científica se pongan a su servicio, para el bien de los esposos y de sus hijos, sin pretender jamás sustituir o suplantar esa dignidad.
23. Congelación de embriones
Otro sub-producto de la nueva tecnología es el llamado banco de semen, donde los espermatozoides y los óvulos fertilizados son preservados en estado de congelación. Hay cuatro cuestiones que deben ser estudiadas aquí.
Primera: ¿le está permitido al hombre preservar su esperma en estado de congelación? Similarmente, ¿les está permitido a una pareja casada preservar sus óvulos fertilizados para un uso futuro? Puedo pensar que no hay base en la shar'iah para prohibir tal acto.
En la shar'iah esto no es diferente del acto de una persona que dona su sangre. En la Religión Católica, en cambio, es un pecado. Por lo que no está permitido.
Segunda: ¿es permisible vender los espermatozoides o el óvulo fertilizado? Uno no puede vender su esperma para ser inyectado dentro del útero de otra mujer; puede venderlo solamente a una institución científica para investigación médica. Similarmente, una pareja no puede vender sus óvulos fecundados para ser implantados en el útero de otra mujer. Las dos religiones prohíben dicha acción.
Tercera: ¿puede una mujer utilizar el óvulo fertilizado preservado o el esperma de su marido después de que este ha muerto? Aparentemente, no hay nada que le impida hacerlo en la shar'iah, en la Religión Católica, sí.
En la shar'iah El óvulo congelado (fertilizado con el esperma de su marido) es de su propiedad y por tanto ella puede usarlo. El niño será, por supuesto, legítimo. Sin embargo, esto debería ser permitido solamente si la mujer no se ha casado con otro hombre después de la muerte de su marido. Puesto que el Islam no permite a la mujer tener más de un marido al mismo tiempo, el segundo marido tomará el lugar del primero, en obediencia de la aleya del Corán que dice, al describir a los creyentes, "que custodian sus partes pudendas, salvo de sus esposas" (Corán, 23: 5-6).
Cuarta: ¿puede una mujer utilizar el óvulo fecundado después de que ella se ha divorciado de su marido? Esto solamente se permite si ella no se ha casado con otro hombre. Tan pronto como se case con otro hombre, ella no podrá usar el óvulo fertilizado o el esperma de su marido anterior. La base de esta opinión es la misma que la mencionada en el caso anterior.
La Religión Católica establece, sobre la base de un análisis biológico completo, que el embrión humano vivo es, a partir de la fusión de los gametos, un sujeto humano con una identidad bien definida, el cual comienza desde ese momento su propio desarrollo, coordinado, continuo y gradual, de tal modo que en ningún estadio sucesivo puede ser considerado como una simple masa de células.
24. Lo que el Catecismo enseña
El derecho inalienable de todo individuo humano inocente a la vida constituye un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación: "Los derechos inalienables de la persona deben ser reconocidos y respetados por parte de la sociedad civil y de la autoridad política. Estos derechos del hombre no están subordinados ni a los individuos ni a los padres, y tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana y son inherentes a la persona en virtud del acto creador que la ha originado. Entre esos derechos fundamentales es preciso recordar a este propósito el derecho de todo ser humano a la vida y a la integridad física desde la concepción hasta la muerte". "Cuando una ley positiva priva a una categoría de seres humanos de la protección que el ordenamiento civil les debe, el Estado niega la igualdad de todos ante la ley. Cuando el Estado no pone su poder al servicio de los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quien es más débil, se quebrantan los fundamentos mismos del Estado de derecho… El respeto y la protección que se han de garantizar, desde su misma concepción, a quien debe nacer, exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para toda deliberada violación de sus derechos". Debe ser tratado como una persona desde la concepción; el embrión deberá ser defendido en su integridad, cuidado y atendido médicamente en la medida de lo posible, como todo otro ser humano. El diagnóstico prenatal es moralmente lícito, "si respeta la vida e integridad del embrión y del feto humano, y si se orienta hacia su protección o hacia su curación… Pero se opondrá gravemente a la ley moral cuando contempla la posibilidad, en dependencia de sus resultados, de provocar un aborto: un diagnóstico que atestigua la existencia de una malformación o de una enfermedad hereditaria no debe equivaler a una sentencia de muerte".
24. En resumen
La Iglesia ha mostrado siempre una actitud de cautela frente a los avances tecnológicos, más aun tratándose de investigaciones y trabajos científicos que inciden en la acción directa sobre la procreación del ser humano y de su experimentación. Sin embargo, en lo que se refiere a la temática de la procreación asistida, las tomas de posturas de la Iglesia Católica son numerosas.
En este sentido, el documento religioso de mayor relevancia que ha tratado sobre el tema es La Instrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, que nos indica, en concordancia con el tema materia de este trabajo que:
"…los intentos de obtener un ser humano sin conexión alguna con la sexualidad mediante fisión gemelar, clonación o partogénesis, deben ser considerados contrarios a la moral en cuanto están en contraste con la dignidad tanto de la procreación humana como de la unión conyugal".
En razón de ello vemos que la Iglesia no sólo ha ido estrechando el camino a efectos de permitir aquellos experimentos, sino que los prohíbe explícitamente al ser contrarios a la moral y dignidad humana. Así, las recientes investigaciones de clonación generaron un gran revuelo en la actividad religiosa, dejando claramente sentada su posición respecto a que la protección al ser humano viviente debe darse no sólo desde el momento mismo de la concepción, sino que debe mostrarse especial interés en las formas como es que se realiza la misma. Muestra de ello la tenemos en un comentario en primera plana titulado "Una elección perversa", en el que el diario oficial El Vaticano L'Osservatore Romano tacha al experimento de clonación realizado por Hall y Stillman en la Universidad de George Washington de 'intrínsecamente perverso'.
Asimismo, el Papa Juan Pablo II, el 31 de noviembre de 1993, en la Plaza de San Pedro, criticó los experimentos científicos que están orientados a manipular la vida humana, mostrándose profundamente preocupado sobre las investigaciones ilícitas e inquietantes que violan las normas éticas y menosprecian la dignidad humana alegando que, "muchas cosas cambian en el hombre y su entorno, pero su naturaleza no puede ser alterada".
No obstante ello, el Papa ha exhortado a los científicos a que protejan al embrión humano de los experimentos genéticos o de lo contrario correrán el riesgo de "poner a la humanidad en peligro", increpando a los gobiernos para que se pongan en guardia frente al incremento del conocimiento de la información genética.
Por su parte el 2 de febrero de 1994, el Papa Juan Pablo II dio en Roma la denominada Carta a las Familias de la que podemos tomar dos principios referidos al tema en estudio:
– El orígen del hombre no se debe sólo a las leyes de la biología, sino directamente a la voluntad creadora de Dios.
– Cuando el cuerpo humano, considerado independientemente del espíritu y del pensamiento, es utilizado como material, al igual que el de los animales, se encamina inevitablemente hacia una terrible derrota ética. Esto sucede en el caso de las manipulaciones genéticas.
Asimismo, el 30 de marzo de 1995 el Papa presentó la Encíclica Evangelio de la vida que, como bien refieren, es más que un documento pontificio porque expresa la voluntad y el pensamiento de la Iglesia universal. Esta nueva encíclica tiene un capítulo introductorio, cuya idea primaria es el valor incomparable de la persona humana, donde se reconoce la importancia de la vida desde su inicio hasta su fin. Se hace referencia a que los atentados más comunes contra el concebido no nacido y contra la dignidad del hombre son las manipulaciones genéticas.
Conclusiones
El avance de la ciencia médica, en materia de reproducción humana asistida, es rápido e indetenible. En diferentes países existen equipos de investigadores independientes apoyados por recursos económicos ilimitados dedicados, de manera exclusiva, a procurar la perfección de las técnicas para mejorar los resultados obtenidos.
El apoyo que en los últimos años han brindado a la gineco-obstetricia la ingeniería genética y la biología molecular ha abierto un abanico de posibilidades infinitas, que no sólo se limita a la reproducción asistida en sí, sino que trasciende mucho más tras descubrirse las potencialidades de las células estaminales, con cuyo uso pueden encontrarse solución a enfermedades metabólicas y degenerativas tan severas como la diabetes mellitus, el infarto del miocardio, la leucemia y la demencia de Alzheimer, para solo mencionar las que, en la actualidad, constituyen un grave problema de salud pública a nivel mundial. Todo ello nos permite prever que en poco tiempo cederá la actual resistencia y limitaciones de carácter, básicamente, ético y religioso, vencida por la presión de miles de enfermos en todo el mundo que podrían ver solucionados del todo sus problemas de salud, y otros tantos, que desean ver ya convertido en realidad el incremento de la esperanza de vida hasta los 150 años, lo que podría lograrse si se permite hacer uso de todos los recursos y posibilidades ofrecidas por la reproducción humana asistida.
La creación de leyes suele ser un proceso engorroso y lento, sobre todo en países como el nuestro, donde se mediatiza la voluntad de los legisladores por la fuerza de los intereses políticos, económicos y sociales del momento. Ello explica cómo en la actualidad, de manera inconcebible, se muestra una indiferencia absoluta a situaciones que, como la práctica de los procedimientos de reproducción humana asistida, constituyen una realidad harto conocida en nuestro medio.
Desde hace más de 15 años existen en nuestro país instituciones médicas en las que se practican diariamente procedimientos de reproducción humana asistida, regulados tan solo por los principios éticos y religiosos de quienes las dirigen, ya que nuestros legisladores no han creado una sola ley que normatice su práctica, imponiendo sanciones para los especialistas y centros de fertilidad que violen dichas normativas.
Pero aún si existiera un interés real en producir leyes en este sentido y mantenerlas actualizadas, conforme a las variaciones circunstanciales determinadas por los progresos en la materia, sería imposible la generación de leyes a la misma velocidad de los avances de la ciencia médica en el campo de la reproducción humana asistida, cosa que ha quedado demostrado en países desarrollados como Estados Unidos de Norteamérica y algunos europeos, en donde la investigación médica se mantiene a la vanguardia. Aún en estos lugares, los avances científicos dejan a la zaga a la legislación vigente en un momento dado, y son los acontecimientos, las presiones sociales y las experiencias las que obligan a legislar para enfrentar las nuevas situaciones creadas. Esta realidad, sin embargo, no justifica en lo absoluto, que en nuestro medio no se haya creado una legislación propia sobre el particular ni tampoco se haya adoptado alguna de las existentes en numerosos países.
Creemos que dejar al azar o la buena voluntad de los partícipes en los procedimientos la conducta a seguir no es correcto. En esta disciplina médica existen muchos intereses tanto económicos como científicos y puede darse el caso de que médicos o técnicos temerarios procuren incursionar más allá de lo éticamente razonable, en busca de éxitos rimbombantes o logros llamativos que les generen un aumento sustancial de la clientela y la demanda de los procedimientos.
Conscientes de esta carencia en nuestra legislación y conocedores, como somos, de los procedimientos de reproducción humana asistida, en los que hemos trabajado por más de una década, consideramos que deben crearse leyes regulatorias de estos procedimientos, pero que al hacerlo deben escucharse a los líderes religiosos del país, a fin de que las mismas, en lo posible, estén a tono con las creencias religiosas que profesa la mayoría de nuestra población.
Concluimos, que el progreso, el beneficio del hombre y la protección a los principios religiosos y éticos, pueden aunarse si se logra una conciencia pública a través de un instrumento idóneo diseñado por las instancias nacionales para regular la práctica en nuestro medio de los procedimientos de reproducción humana asistida. Es necesario, además, dada nuestra actual realidad globalizante, hacer hincapié en la necesidad de una cooperación internacional en este campo, para extender los beneficios de los avances logrados en países más desarrollados al nuestro y a la humanidad en su conjunto.
Autor:
Domingo Peña Nina
Dra. Claridania Rodriguez Berroa
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