Breve análisis de la relación entre el consumo y la reafirmación de la llamada: Distinción simbólica
Enviado por ygomez
1. Introducción 2. Breve comentario desde Guttenberg hasta las redes 3. De ciudadano a consumidor 4. Bibliografía
El advenimiento de la última Revolución tecnológica en el mundo, ha implicado, no solamente un rediseño del tipo y volumen de la cantidad de información indispensable para que el ente civilizatorio pueda dilucidarse como una persona alfabeta; sino también del soporte a través del cual se accede a la misma.
Dice Jorge Marín, que "la tecnología se ha impuesto como un medio para acceder a un mundo de rigurosa complejidad (…) tanto en el comercio, la industria o la vida cotidiana se manejan estos aspectos del imaginario colectivo en el que es preciso incursionar…" para evitar verse excluido del espacio que crean los propios símbolos de la cultura globalizada en expansión. La anterior es una condición indispensable, no sólo dentro del contexto desterritorializado o deslocalizado del mundo unipolar, sino también al interior del tejido social local.
Existe entonces, a mi criterio una relación de mutua complementación entre el volumen de información globalizada que sea capaz de procesar el individuo, para convertirla en conocimiento, y las posibilidades materiales, y de representatividad social que le permitan su reafirmación al interior del grupo merecedor de acceso a la llamada Distinción Simbólica, porque estamos experimentando la irrupción en nuestros espacios locales de una nueva manera de percepción en la cual, los modos fundacionales de la misma han cambiado, porque el contenido de dichos modos también lo hizo; su característica principal es la fragmentación.
Nunca antes la sociedad planetaria se ha visto abocada a un proceso tan "caótico de fragmentación perceptiva". La tecnología, con todas sus ramificaciones de interrelación promocional, distributiva y de uso -dentro de los parámetros del consumo-, concreta el estatus de un individuo en específico y de un conglomerado social en general, como dentro o fuera de la civilización, a partir de estar o no aptos para aprender, interiorizar y digerir -siempre para el consumo-, éstos nuevos elementos perceptivos que definen la sociocultura del actual estatus civilizatorio.
Puede decirse que el mundo gira y se controla, desde un capitalismo transnacional; culturalmente la economía de mercado va generando un imaginario colectivo internacional desterritorializado. Estos son, entonces, los dos procesos globales: uno que se asume como estrategia económica y tecnológica para expandir sus macro empresas y corporaciones financieras apropiándose, por lo regular de los recursos de los países pobres, y el otro que proyecta una red de imaginarios, tanto individuales como colectivos, a través de industrias culturales y sus símbolos en constante expansión.
Los dos procesos tratan de conectarse a las redes supranacionales para ampliar su radio de acción. Aquellos que no logran dicha conexión, van desapareciendo lentamente. De ahí la desigualdad en la competencia entre quienes se imponen en el ámbito planetario y a los que les ha sido imposible realizar interconexiones en el mercado transnacional. Este aspecto Fajardo lo resume: "bienes materiales, mensajes culturales y artísticos, viajan ambos en un tren virtual que recorre los cinco continentes y aun cuando no los integre a todos -pues la homogenización no se realiza de forma tal-, sí ubica a los productos simbólicos en distintos escenarios simultáneamente".
2. Breve comentario desde Guttenberg hasta las redes.
Desde el siglo XV en el corazón del proceso renacentista, merced a la prensa de tipos móviles inventada por el alemán Johann Guttenberg, la civilización occidental accedió a un espacio inexistente: la de las letras, que terminó convirtiéndose en una plaza al que la sociedad comenzó a trasladar sus ideas y conocimientos en forma de letras: los libros.
La posibilidad de imprimir muchas copias de libros, de forma rápida y relativamente barata provocó varios fenómenos. En primer lugar, hizo posible que el conocimiento humano existente hasta ese momento y expresado en pocas copias de libros hechas a mano pudiera difundirse de manera impresa a un mayor número de personas. Los lectores crecieron en número, la amplia difusión del conocimiento que posibilitó la imprenta, sirvió de fermento para la generación de nuevos conocimientos que a su vez quedaron plasmados en nuevos libros.
Gracias al invento del alemán, en poco tiempo se multiplicaron los conocimientos y se distribuyeron mejor. El gran impacto que resultó de este transcurso fue uno de los factores determinantes en el diseño y levantamiento de una sociedad moderna tal y como la conocemos hoy, provocando un intercambio de ideas nunca antes visto. Estimuló el desarrollo científico, florecieron la literatura y el teatro, las ideas políticas maduraron hasta el punto de provocar la caída de las monarquías para dar paso a los llamados gobiernos democráticos.
La digitalización resulta un proceso comparable con el de la invención de Guttenberg; una revolución en la esfera de la promoción y procesamiento de la información y el conocimiento nunca antes experimentado, que puede trascender al de la imprenta hasta incluso, hacerla desaparecer o convertirla en un recurso de coleccionistas.
Con ella -la digitalización-, la sociedad transmite la información y el conocimiento con un formato digital que es el que manejan las computadoras y los equipos de telecomunicaciones.
Cada uno de los tres siglos anteriores estuvo dominado por una sola tecnología. El siglo XVIII fue el ciclo de los grandes sistemas mecánicos que acompañaron a la Revolución Industrial. El siglo XIX fue la época de la máquina de vapor. Durante el siglo XX la tecnología clave ha sido la recolección, procesamiento y distribución de información. Entre otros desarrollos, hemos asistido a la instalación de redes telefónicas en todo el mundo, a la invención de la radio y la TV, al nacimiento y crecimiento sin precedentes de la industria de los ordenadores (computadoras), así como a la puesta en órbita de los satélites de comunicación.
Si antes había que ir a la biblioteca a consultar un libro hoy puede hacerse esto sin salir de casa ya que varias bibliotecas en el mundo están digitalizando sus libros para que puedan ser consultados por Internet. Uno de los privilegios que ofrece la digitalización, es la posibilidad de buscar datos específicos en volúmenes muy grandes de información -los contenidos de una biblioteca entera-, también permite procesar la información de una base de datos para ofrecer productos acordes con los intereses particulares de los consumidores. Gracias a las telecomunicaciones se accede a ella de manera inmediata.
Dice Habermas, comentando acerca de la diferencia de percepción dentro del tiempo histórico, que el desarrollo y perfeccionamiento de las tecnologías de comunicación y tránsito posee una influencia muy distinta para el cambio a largo plazo, del horizonte de nuestra experiencia cotidiana. Quienes emplearon en 1830 los primeros ferrocarriles, habían contado ya sus nuevas percepciones del espacio y el tiempo; nuestra conciencia del tiempo y el espacio ha sido transformada de otro modo por las nuevas técnicas de transmisión, acumulación y procesamiento de datos e información. Las distancias espacio temporales, ya no se superan, sino que desaparecen sin dejar huellas en la presencia ubicua de realidades virtuales. La comunicación digital supera, al fin a todos los otros medios en alcance y capacidad.
Se asevera que la digitalización supone la transformación de algunos de los elementos básicos de la construcción social y una de sus manifestaciones (sólo una de ellas) es el cambio en los medios de información. Una sociedad de la información no es -como algunos piensan-, una sociedad más y mejor informada, que también deberá serlo. Es una sociedad en la que toda una serie de elementos se convierten en información en el sentido cibernético del término.
Para el marketing es útil conocer las características psicográficas de los consumidores a los que se dirige, como medio de realizar una segmentación por la forma de interpretar los estímulos.
Es con la variante estereotípica dilucidada y posicionada en la mente de un segmento determinado de consumidores, o de individuos pertenecientes al espacio potencial de un grupo social de futuros consumidores, con lo que el proceso de promoción de mercado trabaja. No para variarla o transformarla sino con el objetivo de adaptarla a sus intereses de articulación con el imaginario sociocultural que impone, a través del valor simbólico de esos productos. De ahí el carácter selectivo que debe propiciar en la implementación de la racionalidad consumidora la imposición promocional de tales símbolos, que se conciben, no como unidad a lo Gestalt sino como complementos independientes que conforman un modo de percibir y ser (consumir) para reafirmarse dentro del estatus de distinción simbólica.
Entonces, estamos hablando de un proceso de aplicación y reajuste del aprendizaje, elemento ortodoxo, conformador del proceso de percepción y que juega un papel fundamental dentro del mismo, desde la propia génesis de la especie humana. Dicho aprendizaje, desde una perspectiva epistemológica, se ha complejizado, no sólo en su estrategia e implementación -al interior del tema que nos ocupa en el ensayo-, sino también sus elementos, su contenido a aprehender y su interacción con los sentidos.
Según Fernando Correa, "en la época en que se crearon las pinturas rupestres nació una nueva forma de vida. Se fueron produciendo cambios en casi todos los campos del entendimiento humano. Muchas de las pinturas de estas cavernas son figuras distorsionadas sobre protuberancias y depresiones naturales en la piedra caliza, a fin de que las representaciones tuvieran una apariencia tridimensional al ser vistas bajo una luz y un ángulo adecuados. Otras imágenes fueron talladas en la pared, de modo que sólo se vieran cuando se movía una luz que incidía en ellas desde un ángulo apropiado. Todo esto se podría deber a la intención de crear un estado de conciencia alterado para favorecer la impresión de información en la mente de nuestros ancestros, se llevaba a cabo el aprendizaje".
A partir de estrategias sensoriales primitivas -en este caso el sentido de la visión-, manipuladas por el propio individuo, con el objetivo de proyectarlo desde su experiencia cognoscitiva y perceptual del mundo, creaba la génesis de la complejización del conocimiento con intereses de sobrevivencia y promoción de los valores, símbolos y rol que cada uno de los miembros de la comunidad debía desempeñar, a nivel de estructura social.
He ahí el papel que desde siempre ha jugado la promoción e implementación del aprendizaje de roles y símbolos, problematizado hasta la sofisticación en las estructuras sociales modernas.
Confirma el autor, que el tema subyacente es la continuidad, que el presente es el resultado de la elaboración creciente y de escala mayor, de fuerzas liberadas ayer durante el paleolítico superior. La tarea de procesar y analizar la información, -seguimos la saga de Correa- es aún decisiva, y así es la tarea de la comunicación: crear una simbología más compacta, una estructura de imágenes más sofisticadas a partir de pantallas del tipo televisivo, monitores de PC; pues la sobrevivencia sigue dependiendo de la utilización de todos los recursos, del arte y la ceremonia, incluyendo a la tecnología con vistas a construir estructuras sociales seguras y estables, configuradas a partir de un monto creciente de individuos ariscos e impredecibles, que necesitan ser disciplinados.
De ahí que no exista nada nuevo o liberador en el concepto histórico de percepción y el proceso de aprendizaje sino en la técnica que se emplea para manejar dicho concepto.
Más adelante el propio Correa resume al respecto: "La percepción se configura a través de la mirada y de los lenguajes de los otros".
A partir, entonces, de la implementación de las actuales formas de aprendizaje perceptual, por parte de la racionalidad consumidora, podemos aseverar que, como ya han comentado no pocos analistas, el consumo sirve para pensar. Ya no es posible dilucidar los vínculos entre emisores de mensajes y receptores sólo como una manera de relación de dominación. La interrelación -comunicación-, entre los mismos no es eficaz si excluye interacciones de colaboración transactiva entre ambos.
A pesar de que no coincido con la totalidad de sus reflexiones, acudo a Josefa Erreguerena y su acercamiento conceptual a los símbolos al interior de la centralidad globalizadora, porque de alguna manera dilucida la forma en que dichos símbolos adquieren su génesis y evolución expansiva.
"El símbolo no tiene necesariamente un referente directo; lo tiene cuando se refiere a un objeto, pero no cuando se trata de una idea, emoción o sentimiento. Cada sociedad construye su propio simbolismo, aunque a partir de lo natural, histórico y racional (…) El simbolismo supone la capacidad de establecer entre dos términos un vínculo permanente, de modo que uno de éstos "represente" al otro. Sólo en las etapas avanzadas del pensamiento racional, el significante, el significado y su vínculo sui géneris pueden continuar simultáneamente unidos y distintos, en una relación firme y reflexible (…) En el proceso de comunicación del hombre, el símbolo es entendido como unidad cultural y universal (…) encontrar la interrelación de los significantes y de los símbolos rebasa la repetición o comprensión del mundo; es la capacidad creativa e individual para encontrar nuevas relaciones y significados de los símbolos como unidades culturales."
Esa capacidad o aptitud creativa e individual para encontrar nuevas relaciones y significados de los símbolos como unidades culturales, las asumen los símbolos de la cultura norteamericana globalizada en expansión, subordinando al sujeto en tal sentido.
Con relación a lo anterior habría que apuntar: que en la percepción han entrado a determinar de manera definitoria, nuevos condicionantes, a tono con los mismos del imaginario sociocultural.
La deslocalización o desterritorialización determina la implementación de un modo diferente, estandarizado de la percepción en el acto de consumir porque unifica transcursos psicológicos de la percepción referente a las necesidades de las personas. Ya no se promueven los bienes materiales como tales, sino imaginarios socioculturales; no es el objeto, sino el imaginario sociocultural que implica. El proceso de percepción instaurado a partir de tal hegemonía sociocultural, es un medio y al mismo tiempo un modo de representar el fenómeno.
Desde finales de la Segunda Guerra Mundial y como consecuencia del estatus de dependencia que los estados europeos occidentales adquirieron con respecto al capital norteamericano -a partir de la aplicación del Plan Marshall- fue necesario recurrir a la variante del llamado "estado del bienestar", fundado a partir de leyes y reglamentos que mantuvieron en euroccidente estables niveles de vida y seguridad para contrarrestar la creciente influencia del campo socialista.
A partir de estos eventos y en mi opinión, desde la conservación de las relaciones económicas basadas en los principios del capitalismo liberal, estimo que la configuración del imaginario sociocultural que dilucidaría, desde el aumento de la expansión e inversiones del capital transnacional yanqui, al nuevo individuo consumidor globalizado, se gestó ya desde aquella época.
El consumo, como espacio de diferenciación y distinción entre las clases y los grupos, ha llevado a reparar en los aspectos simbólicos y estéticos de la racionalidad consumidora, que según el propio Canclini rige la lógica en la construcción de los signos de estatus y la manera de comunicarlos. El imaginario sociocultural y de masas, se erige a partir del impuesto por la globalización que funda el espacio de reafirmación simbólica.
El objetivo principal del consumo es potenciar y reafirmar la diferenciación. Dice García Canclini: …"el consumo es el conjunto de procesos socioculturales en que se realizan la apropiación y los usos de los productos. Esta caracterización ayuda a ver los actos a través de los cuales consumimos como algo más que ejercicios de gustos y antojos, compras irreflexivas…" lo cual reafirma la singularidad de los cambios acaecidos en los procesos de consumo, para llevar la determinación de la interrelación social y cultural al interior de donde se articulan las transacciones entre proveedores y consumidores (dejando atrás la ya desactualizada hegemonía del consumismo por compulsión) a la imperante reafirmación de la distinción simbólica.
Para aclarar esta denominación de la autoría del propio Canclini, debo reiterar a su tenor, que el acto de consumo como espacio de diferenciación y distinción entre grupos y clases ha llevado el punto clímax de atención a los aspectos simbólicos y estéticos de la racionalidad consumidora, que rige una lógica y a su vez es intermediario entre los nuevos procesos de percepción, y la coherencia para habilitar aptitudes indispensables, que consoliden la posición sociocultural del individuo dentro del ambicionado y en boga imaginario cultural globalizado, es sinónimo de pertenencia al estatus de distinción simbólica requerido.
Desde Pierre Bourdie, Appadurai entre otros, Canclini comenta que: …"en las sociedades contemporáneas buena parte de la racionalidad de las relaciones sociales se construye, más que en la lucha por los medios de producción y la satisfacción de necesidades materiales, en la que se efectúa para apropiarse de los medios de distinción simbólica. Hay una coherencia oculta entre los lugares donde los miembros de una clase y hasta de una fracción de clase comen, estudian, habitan, vacacionan, en lo que leen y disfrutan, en cómo se informan y lo que transmiten a otros… La lógica que rige la apropiación de los bienes en tanto objetos de distinción no es la de la satisfacción de las necesidades, sino la de la escasez de esos bienes y la imposibilidad de que otros los tengan".
Haciendo un breve aparte, tras la saga de Habermas, y partiendo de la época de la Revolución Industrial inglesa del siglo XVIII, la modernización de la economía ha seguido la misma secuencia. La población trabajadora que desde siglos laboraba en el campo, se desplazó primero, al sector secundario: la producción de bienes materiales, después al sector terciario: comercio, transporte y servicios. A la altura de las sociedades postindustriales se despliega un nuevo sector, el del conocimiento: innumerables actividades y sectores tales como las industrias high-tech, bancos, o la administración pública que depende de la afluencia de nuevas informaciones, y en el último tiempo de investigaciones y avances en los sistemas de la informática.
Los miembros virtuales o no de grupos con aptitudes para la reafirmación de la distinción simbólica, de una forma u otra son "cribados", seleccionados y distinguidos por los filtros para este cuarto sector.
Pero para la activación de tal planificación blanda a la carta, es requerida una uniformidad consumista vitalizada con las culturas que la globalización ha ido tragándose por el camino de su expansión, devolviéndolas en señales de satisfacción gástrica que suenan y saben a productos simbólicos: giros latinos y reggae de Los Ángeles, diversidad de hamburguesas que continúan ostentando el sello Mac aunque estén confeccionadas con restos de carne de cordero, o se proyecten en la figura de un gato Tom hablando francés o búlgaro. A final de cuenta todos estos símbolos no son sino epígonos de la cultura USA, "deliciosos” virus inoculados en la mente y los sentidos de las naciones para dilucidar el modo de presentar el menú globalizado y estándar que sirve de contenido a la articulación de la racionalidad consumidora.
Este imaginario es una Futuridad compuesta por fuerzas económicas, tecnológicas y ecológicas que exigen integración uniforme que organice a todos los espacios del mundo en expandido espectro identificado por las tecnologías de la información, los intercambios comerciales y la industria del espectáculo con un único tema mundial que circula al interior de las redes. Lejanías desérticas, resistencia por parte de religiones integristas y tribalismos, se ven no solamente superadas, sino engullidas por la porción de los sentidos y actitud perceptual inconsciente que utilizan para escuchar "la Star Televisión, la cadena de Rupert Murdosh por satélite que retransmite, por enésima vez los episodios de Dynastie".
Todos estos símbolos van conformando una nueva cultura con tendencia transnacionalizada: CNN, BBC, MTV, FMI, OPEP, Microsoft, Yahoo, GMC, BMW, CocaCola, PepsiCola, ALCATEL, TELECOM, WordlCom, VisaCard, MasterCard, Giorgio Armani, Dona Karen, NBC, ABC, LYCOS, Yamaha, AOL; convirtiendo en impotentes a los estados para controlar y guiar sus propias economías o movimiento de capitales.
Sin necesidad de apelar a legislaciones, esos espacios transnacionalizados del mercado imponen una moneda, una lengua (inglés), comportamientos comunes, modo de vida urbana y cosmopolita. Los profesionales todos vinculados a sus círculos de funcionamiento y articulación: pilotos aéreos, programadores informáticos, cineastas, gerentes bancarios y turoperadores, personajes de la farándula, ecologistas, economistas, abogados, sportsman, conforman una nueva especie multigenérica, para los que la religión, la cultura, y la pertenencia étnica, son elementos marginales. Sus estatus identitarios son por encima de cualquier otra cosa: profesional, lo que les garantiza la primera condición indispensable para agenciarse un espacio, por derecho propio dentro del estatus de distinción simbólica, pues se sobreentiende que ostentan las aptitudes de solvencia cultural, perceptual y monetaria que legitime su articulación con la racionalidad consumidora y privacidad selectiva.
Los productos de esta nueva cultura son imágenes y/o formas materiales; resultan lo mismo una estética o una diversidad de productos. Es la implementación de un imaginario cultural limitado a la condición de mercancía donde la apariencia define y los hábitos reafirman al individuo en el "ser” y su ideología. Los espacios sacros de esa nueva ideología son: galerías comerciales, las plazas públicas comerciales privatizadas, y los barrios lujosos sin vecinos y privatizados de los suburbios comerciales. "Los nuevos productos son más imágenes que bienes que contribuyen a crear una sensibilidad planetaria transmitida por los logotipos, las estrellas, canciones, marcas y jingles".
El mismo Barber redondea esa última idea enunciando que la ideología se muta en una especie de "videología" soportada por sonidos que se expresan en bits y video-clips. Esa videología resulta más confusa que la ideología política tradicional, convirtiéndola en algo más eficaz para imponer los valores que requieren los mercados mundiales. Todos estos valores se transfunden como productos pseudo- culturales, filmes o anuncios publicitarios de los que se derivan un complejo de bienes materiales, de accesorios de moda y de entretenimiento, cada uno de los cuales, de por sí, son también símbolos que se articulan con la nueva forma de percepción u observación valorativa perceptual que condiciona y "racionaliza” los conceptos, las actitudes y modos de vida del individuo ocupado en la reafirmación de su estatus de distinción simbólica, y evitar quedarse fuera del juego.
Sagas como "Jurasic Park", "Star War”, "Lion King” o "Titanic” no devienen sólo en resultados de la industria del entretenimiento, sino además, reales mecanismos que producen símbolos para comercializar comida, música, ropas y juguetes, cuando ya las necesidades vitales (se sobreentiende) han sido satisfechas en un mundo donde el concepto de carencia queda casi arqueologizado.
El grado de seducción de estos símbolos resulta irresistible. En los espacios de mayor resistencia a tal imposición, las papas y el pollo fritos desplazan a las opciones locales de comidas rápidas, aún al costo de inversiones que pudieran destinarse a otros sectores prioritarios de la sociedad, se da una impresión "suave" y light entre los más jóvenes cuando intercambian códigos de adolescencia donde insertan términos y modismos en inglés; se revitalizan tradiciones culturales y representaciones lumínicas de promoción comercial acordes con el panorama y el mercadeo de la racionalidad consumista conque ofrecer una impresión de civilidad energizada desde los cánones de la aldea global. Sea bienvenido el Halloween a los calendarios festivos de grupos sociales y culturas que desconocen absolutamente, incluso la etimología del término, para insuflar un aliento "cool" a los eventos de fin de año. No es sólo una imitación mimética, sino también condición y necesidad de autorreconocimiento al interior de la virtualidad deslocalizada.
En un ejemplar especial del semanario "El País" se enuncia:
"La moda no sólo utiliza referencias eróticas en sus creaciones. La publicidad y las portadas también apelan al recurso que más vende: convertir al consumidor en un mirón (…) Un par de sandalias de la nueva colección Yves Saint Laurent cuestan 460 euros. Vienen forradas en terciopelo rojo, con suela de cuero dorado y un tacón de metacrilato transparente por el que asoman brillantes lentejuelas. Serían perfectas para una starlet de Las Vegas, pero en realidad son para usted porque:
a) el tacón es demasiado pesado para el escenario, b) las revistas de moda las recomiendan y c) vienen respaldadas por una campaña publicitaria tan decadente como pulidas. Efectivamente, son el objeto del deseo para esta temporada. Pero si usted decidiera comprarlas, ¿sabe por qué lo haría? En el anuncio, dos modelos adoptan poses que no corresponden a las de una mujer normal en una situación normal. Sus poses son, más bien, incómodas. No se están besando ni están desnudas, pero la imagen exuda un distintivo aura de lesbianismo. Sin embargo, no estamos viendo a dos lesbianas en acción, sino otra representación del personaje favorito de la moda: la mujer objeto. Cuando usted la descubra, su cerebro hará click: el tabú supremo está a la venta. Y cuesta sólo 460 euros."
"La globalización en la esfera ideológico cultural es consecuencia del sometimiento de los ciudadanos a impulsos de homogenización promovidos… por la cultura-ideología del consumismo. La apropiación del producto del consumo es siempre en última instancia individual, local y localizada… si la ciudadanía debe definirse en términos de participación, pero si la participación no puede hoy definirse fuera del marco de la ideología consumista, entonces ciudadanía y consumo de bienes ya materiales o fantasmáticos están vinculadas".
Este enunciado de Moreiras, apuntala el criterio de que la racionalidad consumidora no es sólo una aptitud opcional, sino concepción definidora de las aptitudes indispensables para la inserción del individuo (ciudadano) en el supuestamente único estatus de civilidad posible.
Es ideología llevada a términos de dilucidación de la manera de vivir al interior de la acción de un consumo individualizado en la cultura que se implementa en la misma apropiación del producto-símbolo.
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Autor:
Yelina Gómez Martínez
Máster en Mk y Gestión Empresarial, actualmente soy aspirante al grado de Doctor en Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, este trabajo es un ensayo previo a la aceptación de mi candidatura.