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El concepto de la mujer y las histéricas


Partes: 1, 2

  1. La aparente ideología de Freud
  2. Los precedentes
  3. Teorías sobre la histeria victoriana
  4. Freud y el sexo como fuerza primaria de la vida humana
  5. Freud y sus contemporáneos
  6. Conclusión
  7. Bibliografía

Trabajo a partir de la lectura de Inhibición, síntoma y angustia, de Sigmund Freud

Actualmente está de moda criticar al padre del psicoanálisis, resulta muy fácil debido a la gran cantidad de errores que cometió, aunque nosotros no creemos que algo sea blanco o negro. Por eso en este artículo nos proponemos criticar a Freud a su manera, es decir, buscando el porqué y las causas, para al fin llegar a entenderlo. El tema que hemos escogido es el concepto que tenía Freud de la mujer. Para ello partiremos de la lectura de Inhibición, síntoma y angustia, dónde hemos encontrado algunas características que parecen indicar que Freud valoraba muy poco al sexo femenino: no solo creía que era un ser diferente, pasivo y propenso a la histeria, sino que directamente lo discrimina. De ahí volveremos hacia atrás para repasar los precedentes en los que pudo basarse pasando por su época para analizar otros escritos, tanto de Freud como de sus contemporáneos, seguidores y críticos, y finalmente volveremos al presente para concluir qué pudo hacerle pensar así y si realmente merece todas las críticas que ha recibido, o si como sospechamos, puede que estás se deban a la simple envidia, a la ignorancia o a la soberbia del que las realiza.

Palabras clave: Freud, psicoanálisis, histeria, mujer, sexo, femenino

Nowadays, it has become fashionable to criticize the psychoanalysis" father, it is really easy because of the many mistakes he made, but we do not believe that something is white or black. So in this article we propose to criticize Freud in his own way: seeking the reasons and causes to finally come to understand him. The subject we have chosen is the concept which Freud had about women. We start with the analysis of Inhibitions, Symptoms and Anxiety, where we found some features that seem to indicate that Freud didn"t value the female: not only thought it was a different being, passive and prone to hysteria, but directly as discriminate. From there, we go back to review the precedents on which he was able to build through his time to analyze other writings, both Freud and his contemporaries, followers and critics, and finally back to the present to conclude which might make he think so and if he really deserves all the criticism he has received, or if as we suspect, this should be because the envy, ignorance or arrogance who does.

Key words: Freud, psychoanalysis, hysteria, female, woman, sex

La aparente ideología de Freud

A partir de la lectura de Inhibición, síntoma y angustia se pueden desprender algunas de las ideas que Freud sostiene sobre la mujer, o según él, el sexo femenino. Aunque el texto no trata sobre las mujeres, nos han llamado la atención algunos detalles directamente relacionados con este tema. De hecho, a lo largo del artículo se aprecian varias diferenciaciones entre la mujer y el hombre que Freud va colocando sigilosamente, a veces sin darle importancia, como si fuera una aserción que no necesitara ningún tipo de prueba o estuviera totalmente clara.

La primera afirmación que nos puede chocar se encuentra en el primer capítulo, cuando habla de las funciones que pueden verse afectadas a causa de las distintas afecciones neuróticas, concretamente cuando trata de la función sexual. Freud diferencia las posibles afecciones según si se es hombre o mujer. Cuando habla del hombre hace una enumeración de problemas que pueden surgirle durante, mientras o después del acto sexual, mientras que en el caso de la mujer únicamente la nombra de pasada y solamente destaca dos posibles afecciones, el miedo al acto sexual o la repugnancia debida a un "acto sexual pasivamente soportado".[1] Estos dos síntomas no forman parte de los que según Freud puede sufrir el hombre, de la misma forma que otros que puede sufrir el hombre no ocurren en la mujer. Más adelante habla de procedimientos para perturbar la función sexual de manera generalizada, sin excluir a la mujer, aunque tampoco queda claro que ésta entre dentro de esa enumeración.

El segundo elemento que llama la atención se vislumbra en el cuarto capítulo, dónde a partir de casos clínicos nos habla de la teoría del complejo de Edipo y el instinto asesino que provoca en el niño hacia su padre, y aún más extraño, del miedo del niño a la castración. Aún no dice nada de la niña, pero al final del capítulo sexto se pregunta si este miedo a la castración es "el único motor de la represión (o de la defensa)" teniendo en cuenta las neurosis femeninas.[2] Lo pone en duda, ya que "aunque en las mujeres se comprueba la existencia del complejo de castración, no puede hablarse de una angustia a la castración en los casos que ésta ya ha tenido lugar". Otra vez se limita a dejar esta incógnita en el aire y sin más aclaraciones sigue con otros aspectos.[3]

Más adelante, en el capítulo séptimo equipara el nacimiento del niño a la castración de la madre, cómo si el niño representará el pene de ésta. Tampoco en este caso da más explicación pero ya queda claro que el falo tiene para él una importancia máxima, ya que cree que la madre es capaz de equiparar a su hijo, lo cual acostumbra a ser para la mayoría de madres lo mejor de su vida, su creación, a un simple pene, mitificando este órgano y casi dándole vida al comprarlo con un bebé que aunque no esté desarrollado al fin y al cabo es un ser humano.

Pero el dato más impactante que se deriva de todo esto es que según Freud "el desarrollo de la niña, es orientado, por el complejo de castración", el cual no ha detallado en ningún momento en el caso femenino, "hacia la carga amorosa de objeto". Con esto quiere decir que la niña no desea poseer el objeto de su deseo o necesidad como el niño, sino que desea su amor. Por eso afirma que la histeria "presenta una mayor afinidad con la femineidad". Aunque aquí no discrimina a la mujer, solo la hace diferente, ya que por otro lado relaciona una mayor afinidad de la neurosis obsesiva con la "virilidad", con lo que cada sexo es más propenso a una enfermedad. Por último equipara la perdida del amor del objeto (en el caso de las mujeres y la histeria) con la amenaza de la castración (en el caso de los hombres y la neurosis obsesiva) como condición de angustia.

Por último, podemos destacar que al final del capítulo octavo Freud afirma que "el sexo femenino" es más propenso a la neurosis "que los hombres". Véase que no dice hombres y mujeres, ni masculino y femenino, sino hombres y sexo femenino, ahora resulta que no solo no somos seres humanos sino que no llegamos ni al rango de mujeres. Si cogemos literalmente las palabras de Freud, el pene resulta un ser superior a la mujer, en tanto que ese es equiparable a un bebé pero nosotras solo somos un "sexo". Por otro lado, la palabra hombres la utiliza tanto cuando se refiere a la generalización, es decir al ser humano, ya sea hombre o mujer, como cuando se refiere al género masculino, lo que, además de ir en contra de los principios de igualdad por no utilizar la palabra mujer salvo en casos contados, crea una ambigüedad con la palabra hombre que dificulta la lectura.

En conclusión, y dejando de lado el anecdótico machismo o no de Freud, podemos decir que todo esto nos plantea dos grandes dudas. La primera está relacionada con el concepto que Freud tenía de la mujer. Según el texto parece que la describe como un ser diferente, que siente diferente, evoluciona diferente y por lo cual es propensa a unas afecciones y patologías distintas a las del hombre. La segunda cuestión, va ligada a ésta primera y se relaciona con el tema sexual. Nos ha parecido que Freud profundizaba mucho más en aspectos sexuales del sexo masculino que del femenino y atorgaba al hombre alteraciones de la función sexual, que no relacionaba con la mujer. Eso nos ha chocado y queremos indagar si Freud estudio realmente ese aspecto, ya que seria muy extraño que alguien que basa la mayoría de sus teorías en el sexo, por no decir todas, no tenga un concepto claro del sexo también en la mujer, o al menos lo haya intentado investigar.

En este trabajo pues nos proponemos básicamente analizar la visión de la mujer des del punto de vista freudiano, abarcando tanto el tema sexual como el hecho que ésta por sus características sea más propensa a la histeria y ver si Freud fue objetivo o no en su análisis, qué influencias pudo tener y ver algunas de los seguidores o críticos que tuvo respecto a este tema. Pero para ello empezaremos señalando algunos precedentes.

Los precedentes

Aunque Freud haya sido duramente criticado por muchos filósofos y pensadores, e incluso haya sido visto como un "machista insensible", ya que no solo describió a las mujeres de manera distinta a los hombres sino que utilizó a su propia hija como objeto de estudio, la cual exhibió delante de otros especialistas, hay que tener en cuenta el marco histórico en el que desarrolló sus teorías y cuales fueron sus precedentes.

De hecho, no hace falta remontarse hacía atrás, si nos fijamos en la actualidad se puede observar que el campo de la salud sexual femenina lleva un retraso considerable respecto al del hombre. Eso hace que nos pregunteos por qué no se le ha prestado tanta atención al sexo femenino como al masculino.

Para entender el presente pues, deberemos tener en cuenta el pasado. Pero explicar la historia completa de la sexualidad femenina no entra en el ámbito de este ensayo, por lo que haremos un breve repaso centrándonos en aquellos datos que nos parecen más remarcables tanto de Europa como de América.

No se tiene demasiada seguridad sobre el comportamiento sexual en la época antigua, y es discutible la relevancia que las prácticas sexuales de los pueblos de Mesopotamia tienen para nosotros, pero es conveniente mencionar algunos aspectos. Desde la época de la primera historia documentada, alrededor del 3000 a.C., las mujeres se consideraban una propiedad valiosa para la reproducción. Debido a eso el adulterio no era un pecado moral, sino un delito de uso de la propiedad ajena, la del esposo. Parece que miles de años después, hemos avanzado mucho tecnológicamente, pero podría discutirse el hecho que en muchas mentes demasiado antiguas aún persistiera esa idea, y no nos referimos a pueblos no avanzados, sino en el centro mismo de nuestra cultura.

En la antigua Grecia, donde una mujer no tenía más derechos políticos o legales que un esclavo, se la llamaba sencillamente gyne, que significaba portadora de hijos. Su vientre la definía.

Por lo que respecta a la histeria, su historia escrita también se remonta a Grecia. Pero como resalta Ilza Veith, este es un tema que ha concernido a los hombres des de mucho tiempo atrás. De hecho, algunas de las descripciones griegas ya se encontraban recogidas en papiros egipcios[4]

In the Egyptian papyri the disturbances resulting from the movement of the womb were described, but had not yet been given a specific appellation. This step was taken in the Hippocratic writings were the connection of the uterus (hysteria) with the desease resulting from its disturbance is first expressed by the term "histerya". It appears in the thirty- fifth aphorism, which reads: "When a woman suffers from hysteria…[5]

Un mito de la antigua Grecia relata que el útero deambula por el cuerpo de la mujer, causando enfermedades a la víctima cuando llega al pecho. Esta teoría da cuenta al origen del nombre, pues la raíz proviene de la palabra griega para útero: hystera.

Platón fue uno de los primeros filósofos que han pasado a la historia que describió la histeria. Decretó que el útero inactivo era la causa de la esta enfermedad femenina que provocaba nerviosismo, desmayos e insomnio. En el diálogo que dedicó a Timeo dice que el útero es una "criatura moradora deseosa de alumbrar" que si se deja "estéril durante demasiado tiempo después de la pubertad" empieza a vagar por el cuerpo, a cortar la respiración y a provocar en su sufridora "angustia extrema".

Otra figura que se encargó de hablar de éste fenómeno fue el médico Hipócrates, que escribió varios tratados ginecológicos: Sobre las enfermedades de las mujeres; Sobre las mujeres estériles; Sobre las enfermedades de las vírgenes; Sobre la superfetación; Sobre la escisión del feto; y Sobre la naturaleza de la mujer.

En el siglo II dC., el conocido médico Galeno describió la histeria como una enfermedad uterina provocada por la privación sexual en las mujeres y recomendaba el coito o la masturbación como soluciones. En realidad, la enfermedad presentaba los síntomas clásicos de excitación sexual crónica: ansiedad, irritabilidad, fantasías eróticas y sensación de pesadez en el abdomen. También destacó que las mujeres que fueran particularmente apasionadas corrían un mayor riesgo de contraer la enfermedad.

A partir de ese momento la histeria se diagnosticó frecuentemente en vírgenes, monjas, viudas y en ocasiones mujeres casadas. La receta en la medicina medieval y renacentista era el coito si estaba casada, el matrimonio si estaba soltera y el masaje de una comadrona como último recurso.[6]

Mientras los griegos concebían a la mujer como una pertenencia, los romanos consideraban la infertilidad como motivo de divorcio. Pero la Iglesia católica, que ocupó el vacío político tras la caída de Roma, fue todavía más lejos. Los padres de la Iglesia consideraron el sexo algo sucio y a las mujeres como una amenaza para la salvación masculina.

Uno de los pensadores más influyentes de la Iglesia fue San Agustín, que había vivido con una amante y había tenido problemas para controlar su propia lujuria. Después de unirse a la Iglesia, se sintió acuciado por la culpa y asqueado ante su deseo sexual, por lo que renunció al él, adoptó una vida de celibato e impuso sus ideas a los demás. También escribió que no conocía nada que "hiciera descender la mente masculina de las alturas más que las caricias femeninas y la unión de los cuerpos".[7] La procreación con tales "tentadoras" debía realizarse mediante un acto sexual carente de pasión y con un único objetivo. En una época de analfabetismo generalizado, cuando leer y escribir eran del dominio exclusivo de la Iglesia, sus conclusiones se aceptaron, se propagaron por transmisión oral y, con el tiempo, se convirtieron en incuestionables.

Aunque las actitudes en el mundo asiático eran mucho más abiertas (el Kama Sutra de la India, compilado entre los siglos III-V, es un manual detallado sobre el sexo que glorifica el placer sexual tanto masculino como femenino), las tradiciones cristianas iniciales marcaron la pauta de los siglos siguientes en Occidente. Así encontramos medidas como el cinturón de castidad de la Edad Media, un mecanismo de tortura construido sobre un marco metálico que se extendía entre las piernas de la mujer de delante hacia atrás. Contaba con dos pequeñas aberturas para orinar y defecar pero impedía la penetración. Además, lo importante es que otorgaba a los esposos el poder de cerrar bajo llave a sus esposas (su propiedad sexual), al igual que podían hacer con el dinero.

El resurgir de las artes y el humanismo durante el Renacimiento liberó ciertas actitudes sexuales, al igual que la reforma protestante del siglo XVI liderada por Lutero y Calvino. En su rebelión contra el Papa, los reformistas llegaron a la conclusión de que el sexo dentro del matrimonio era permisible no sólo para la procreación, sino también "para aligerar y aliviar las preocupaciones y tristezas de los asuntos domésticos o para mostrar cariño el uno por el otro", lo que después de lo ocurrido se asemejaba a una especie de revolución.[8]

Los puritanos que emigraron de Inglaterra a América llevaron consigo las actitudes de la reforma protestante, por lo que otorgaron una importancia nueva al sexo dentro del matrimonio. Pero se mostraban extremistas con la transgresión sexual fuera del matrimonio.

El clero puritano predicaba que el ser humano (pero especialmente las mujeres) estaba lleno de pecado. La comunidad debía ocuparse de los débiles de fe, que potencialmente era cualquiera. Quienes cedían al adulterio, si eran descubiertos, eran azotados, colocados en el cepo y obligados a realizar confesiones públicas.

Como es de esperar, a los hombres se los consideraba más racionales y capaces de controlar sus pasiones que a las mujeres, a quienes los pastores reprendían por vestir de forma indebida y tentar a los hombres. Y aunque los crímenes sexuales los cometían dos personas, normalmente un hombre y una mujer, era más habitual que procesaran y castigaran a la mujer.

Teorías sobre la histeria victoriana

Se ha dicho que uno de los temas mayores del siglo XIX fue el conflicto entre el sexo como reproducción y como satisfacción. Aunque el icono que da nombre al periodo, la Reina Victoria, tuvo una familia numerosa, la tasa de fecundidad decayó con el transcurso del siglo. A medida que disminuían, la función reproductora del sexo perdió algo de su preponderancia.

Los escritos médicos y maritales de la época elogiaban a la mujer desapasionada y la apuntaban como modelo. La mujer "ideal" sólo tendría sexo para reproducirse pues no le reportaría ningún otro beneficio. Este "ideal" influyó en la estructura social de muchas formas, proporcionando una base para los argumentos contra los anticonceptivos. Sin embargo, al mismo tiempo resultó en la insatisfacción sexual de muchas mujeres, lo que impulsó la demanda creciente de tratamientos contra la histeria.

Un médico de 1859 aseguró que una de cada cuatro mujeres estaba aquejada de histeria. Esto resultaba razonable, teniendo en cuenta que se reunieron 75 páginas de posibles síntomas en una lista que según el doctor no estaba completa. De hecho, casi cualquier dolencia leve podía servir para diagnosticar histeria. Los médicos pensaban que la tensión de la vida moderna hacía a las mujeres más susceptibles a desórdenes nerviosos.

Rachel P. Maines, autora de "The Technology of Orgasm: Hysteria, the Vibrator, and Women's Sexual Satisfaction," ha observado que estos casos eran muy ventajosos para los médicos, dado que no había ningún riesgo de que la paciente muriese pero necesitaba tratamiento constante. El único problema era que los médicos no disfrutaban con la tediosa tarea del masaje. En realidad la técnica era difícil de dominar para un médico y podía tomar horas llegar al "paroxismo histérico" o fin del tratamiento. Existía la práctica habitual de derivarlas a las comadronas, pero eso no les aportaba ningún beneficio económico. Una solución fue la invención de los aparatos para proporcionar masajes. A finales del siglo XVIII en Bath (Inglaterra) ya se vendían dispositivos de hidroterapia y a mediados del siglo XIX eran un accesorio popular en los complejos de balnearios de lujo de Europa y los Estados Unidos.

Desde 1870 los médicos dispusieron del primer vibrador mecánico y en 1873 se empleo el primer vibrador electromecánico en un asilo de Francia.

Aunque los médicos de la época reconocían que el desorden provenía de la insatisfacción sexual, parecían reticentes a admitir el propósito sexual de los dispositivos empleados para tratarlo. De hecho, la introducción del espéculo[9]fue mucho más controvertida que la del vibrador, seguramente debido a su naturaleza más fálica.

A finales del siglo XIX la difusión de la electricidad en el hogar facilitó la llegada del vibrador al mercado de consumo. El atractivo de un tratamiento más barato en la intimidad del propio hogar hizo que el vibrador alcanzase una cierta popularidad. De hecho, el vibrador eléctrico llegó a las masas mucho antes que otros dispositivos esenciales (nueve años antes del aspirador y diez años antes de la plancha eléctrica). Una página del catálogo de la compañía internacional Sears, Roebuck and Company de electrodomésticos de 1918 incluye un anuncio para un vibrador portátil con accesorios, descrito como "muy útil y satisfactorio para el uso casero".

Aunque se buscó una solución a la supuesta histeria, la cual parecía provenir básicamente de la falta de orgasmos, no se hizo nada para rectificar aquello que era realmente culpable: el modelo androcéntrico de sexualidad.

The androcentric definition of sex as an activity recognizes three essential steps: preparation for penetration ("foreplay"), penetration and male orgasm. (…) The female is expected to reach orgasm during coitus, but if she does not, the legitimacy of the actas "real sex" is not thereby diminished. [10]

Parece que el citado paradigma de sexualidad no es muy productivo en términos de disfrute femenino. Maines también destaca que seguramente más de la mitad de las mujeres, posiblemente más del 70% no llegaban al orgasmo. Estos datos han llegado gracias a investigaciones hechas por Alfred Kinsey y Shere Hite, aunque ese conjunto de mujeres insatisfechas ya era obvio para el resto hacia siglos.

This majory of woman have traditionally been defined as abnormal or "frigid", somohow derelict in their duty to reinforce the androcentric model of satisfactory sex.[11]

Estas mujeres probablemente constituyen la mayoría de las histerias de la historia, cuyo número hizo plausible Thomas Sydenham en el siglo XVII al afirmar que la histeria era la enfermedad más común excepto la fiebre. Eso explicaría pues, que en el siglo XIX los médicos se preocuparan de que esta pudiera ser una pandemia.

Freud y el sexo como fuerza primaria de la vida humana

A lo largo de los primeros años del siglo XX el número de diagnósticos de histeria femenina decayó. Hay muchas razones que explican este declive: muchos escritores del ámbito médico aseguran que se debe a que el pueblo empezó a entender mejor la psicología de los trastornos de conversión.[12]

En este cambio tuvo un papel importante la consideración de los médicos. Con tantos síntomas posibles la histeria era un diagnóstico donde caía cualquier estado que no se podía identificar fácilmente. En este sentido podríamos equiparar la histeria a constipado de la actualidad, pues la mayoría de veces que uno va al médico sintiéndose mal este le receta unas pastillas que sirven para cualquier mal sin ni siquiera observarlo, pues antes cuando una mujer presentaba extrañas características en vez de observarla caía en el saco de la histeria. Por suerte, las técnicas de diagnóstico mejoraron, por lo que el número de casos decreció hasta que no quedó ninguno.

Uno de los grandes contribuidores dentro de este campo fue Sigmund Freud, neurólogo vienés y fundador del psicoanálisis que cuestionó casi todos los aspectos del sexo tal y como se había entendido hasta el momento. De hecho, muchos casos que se asignaron a la histeria fueron reclasificados por Freud como neurosis. Aquí se ve pues una prueba de que a pesar de que Freud afirmaba que las mujeres eran más propensas a la histeria, no cayó en la tentación de incluir cualquier patología dentro de esta clasificación e incluso ayudó a solucionar este caos.

Freud causó un gran impacto en su momento por sus ideas un tanto radicales si tenemos en cuenta los precedentes mencionados. Por ejemplo, en 1896 negó el hecho que masturbarse causará ningún tipo de problema[13]Es más, llegó a la conclusión que el sexo era una fuerza primaria de la vida humana. Por eso tiene sentido que el sexo forme parte central do base de todas sus teorías o la gran mayoría.

Las revolucionarias ideas de Freud tuvieron una gran repercusión en las actitudes, pues fomentaron la satisfacción más que la supresión del deseo sexual que se había estado imponiendo durante tantos años por la religión.

Entre sus teorías destaca la del desarrollo psicosexual, que explica la evolución del niño des del nacimiento hasta la madurez mediante tres etapas, en las cuales el sexo o el deseo es un elemento principal que va cambiando de objetivo según el estadio en el que se encuentre el individuo. En su supuesto más famoso, el complejo de Edipo, Freud afirmó que el niño se siente inevitablemente atraído sexualmente por su madre, pero también sufre la angustia de la castración o el temor inconsciente de que su padre lo castigue cortándole el pene. Por este tipo de teorías, en décadas más recientes, Freud ha recibido el ataque de las feministas y otros críticos por su falocentrismo, ya que le da una importancia excesiva al pene y olvida otros aspectos.

También se ha criticado su concepción errónea de la sexualidad femenina. Y es que Freud creía que las niñas sufren tanto de envidia del pene como del complejo de Electra, o un deseo de poseer sexualmente a su padre y sustituir a su madre, a quien culpan de la deficiencia de su cuerpo, es decir, de la falta de pene.

En 1890 Freud también consideró el clítoris como un tipo de pene inferior, que las niñas descubrirían, y declaró que la mayor parte de ellas le atribuía al sexo una importancia limitada en su vida de casadas, tal como predicaban los reformistas de la pureza. Aunque a medida que la niña crecía, dijo Freud, abandonaría su interés infantil por el clítoris y se centraría en la vagina, el órgano receptivo del pene.

Freud fue más allá cuando, en la década de los años treinta, destacó que la mujer tenía dos tipos de orgasmo y que solo el segundo, el vaginal, era el plenamente maduro y sano. Y decretó que los orgasmos clitoridianos eran infantiles y que los vaginales eran los "auténticos".[14]

Por lo tanto, nuestra pregunta inicial sobre Freud respecto al conocimiento del sexo femenino queda resuelta, ya que se ve claramente que Freud fue uno de los que más indagó y expuso ideas acerca del sexo en la mujer, otra cosa es que acertará o errara en sus conclusiones.

Freud y sus contemporáneos

En la historia del freudismo, la cuestión de la sexualidad femenina dividió el movimiento psicoanalítico desde 1920, mientras las mujeres iban ocupando en él un lugar central.

A fines del siglo XIX, como lo demuestran los historiales publicados por Sigmund Freud, Josef Breuer, Pierre Janet o Théodore Flournoy, así como las experiencias de hipnosis de Jean Martin Charcot en la Salpêtrière, las mujeres eran presentadas en el discurso de la psicopatología en carácter de enfermas, histéricas o locas y fueran cuales fueren sus orígenes sociales éstas eran consideradas meros objetos destinados a la observación para el progreso del saber médico.

Después, con el gran movimiento de emancipación del período de entreguerras, que comenzó a liberar a las mujeres de la alienación religiosa, social y sexual que pesaba sobre ellas, fueron ocupando en la institución freudiana un lugar legítimamente suyo, convirtiéndose en médicas o psicoanalistas, y sobre todo psicoanalistas de niños. Participaron entonces en la refundición de la teoría freudiana clásica acerca de la sexualidad, la diferencia de los sexos y la libido.

A partir de 1905, con la publicación de sus Tres ensayos de teoría sexual, Sigmund Freud repensó la cuestión de la sexualidad humana. Tomando sus modelos de la biología darwiniana, sostuvo la tesis de un monismo sexual y de una esencia "masculina" de la libido humana. Esta tesis, basada en la observación clínica de las teorías sexuales infantiles, no tenía el propósito de describir la diferencia de los sexos a partir de la anatomía, ni resolver la cuestión de la condición femenina en la sociedad moderna. Desde la perspectiva de la libido única, Freud sostenía que en el estadio infantil la niña ignora la existencia de la vagina y le atribuye al clítoris el papel de un homólogo del pene. En consecuencia, tiene la impresión de poseer un ridículo órgano castrado.

Para Freud, no debe hablarse de hombre o mujer, sino de femenino o masculino, ya que en un principio podemos ser cualquier cosa, pero luego nos decantamos hacia uno u otro lado. Freud explica como se organiza el complejo de castración según el sexo. Los destinos o objetivos en uno y otro caso son distintos, no sólo por la anatomía, sino también en razón de las representaciones ligadas a ella. En la pubertad, la existencia de la vagina se pone de manifiesto para los dos sexos: el varón ve en la penetración un objetivo de su sexualidad, mientras que la niña reprime su sexualidad clitorídea. Pero antes, cuando el varón advierte que la niña es distinta, interpreta la ausencia del pene como una amenaza de castración para él mismo. En el momento del complejo de Edipo, se desprende de la madre para elegir un objeto del mismo sexo que ella.

En el caso de la niña, según Freud, su sexualidad se organiza en torno al falicismo: ella quiere ser un varón. En el momento del Edipo, desea un hijo del padre, y este nuevo objeto está investido de valor fálico. Contrariamente al varón, la niña debe desprenderse de un objeto de su mismo sexo, la madre, para elegir un objeto de sexo diferente. En ambos sexos, el apego a la madre es el primer elemento.

Se advierte por lo tanto que al defender el monismo sexual, Freud consideraba errónea la afirmación de la naturaleza instintiva de la sexualidad: a sus ojos no existían el instinto materno en el sentido estricto, ni la raza femenina. Es por eso que el hecho que se le llame machista es extraño, pues según él todos somos iguales en esencia, solo que nuestra anatomía y evolución en los estadios determina que luego nos decantemos hacia lo femenino o lo masculino, por lo que podría formarse una personalidad contraria al cuerpo. El problema es que lo que lo determina es el pene o la falta de él y eso abre las críticas porqué parece machista, pero a simple vista es lo más fácilmente apreciable de distinguir puesto que la vagina es menos vistosa. Si a eso le añadimos la manera en que éste se expresa, quizás influenciado simplemente por el habla común, dónde normalmente se utiliza la palabra hombre para generalizar, tiene sentido la indignación, pero no hace falta ser muy inteligente para ver que no se trata de ningún tipo de discriminación, sino una reducción a los elementos más básicos para crear una teoría, que aunque no válida, tiene su razonamiento. Además, no creemos que Freud hubiese tenido ningún problema es plantear la misma teoría si el cuerpo humano fuera al revés y fuese la mujer la que poseyera el pene. Supongo que en ese caso saltarían quejas hacía su supuesto feminismo y elevación de la mujer.

Desde la perspectiva freudiana, la existencia de una libido única no excluye la bisexualidad. Para Freud los sujetos no tienen una especificidad masculina o femenina, en el inconsciente hay un monismo sexual, es decir, la diferencia entre sexos no existe, por lo que la atracción de un sexo sobre el otro no deriva de una complementariedad. La bisexualidad, que disuelva la idea misma de una organización de ese tipo, puede ser femenina cuando la niña queda "soldada" a la madre al punto de escoger un partenaire del mismo sexo, o masculina cuando el varón realiza una elección semejante por negar la castración materna.

A través de este monismo, Freud se inspiraba a la vez en Galeno (el modelo del sexo único) y en la biología del siglo XIX, preocupada por establecer una diferencia radical entre los sexos a partir de la anatomía.

Esta tesis freudiana de la escuela llamada vienesa fue respaldada por mujeres, en particular Marie Bonaparte y Helene Deutsch, Jeanne Lampl-De Groot y Ruth Mack-Brunswick. No obstante, a partir de la década de 1920, la impugnaron otras mujeres, de la llamada escuela inglesa: Melanie Klein, Josine Müller (1884-1930). En 1927, en el Congreso de la International Psychoanalytical Association (IPA) en Innsbruck, donde se desarrolló el gran debate sobre el tema. Ernest Jones les aportó su respaldo en una exposición titulada "La fase precoz del desarrollo de la sexualidad femenina". Allí criticó la extravagante hipótesis freudiana de una ausencia de sensación de la vagina en la niña. También opuso un dualismo a la noción de libido única.

Con esta escuela inglesa se relaciona la posición de Karen Horney, quien en 1926 sostuvo que la supuesta ignorancia de la vagina era fruto de una represión, y que el apego al clítoris tenía fines defensivos. De este modo la escuela inglesa asumió el riesgo de fortalecer la idea de una naturaleza femenina, es decir, de un diferencialismo anatómico, mientras que Freud la había en parte evacuado, corrigiendo el biologismo del siglo XIX mediante el recurso al modelo del sexo único. De hecho, preconizaba la no-diferenciación inconsciente de los dos sexos, bajo la categoría de un único principio masculino y de una organización edípica en términos asimétricos.

La teoría de las etapas de Freud también fue modificada, tanto por Anna Freud, quien profundizó en la función del yo, como por los teóricos de las relaciones objetales como Heinz Kohut, Margaret Mahler y la ya mencionada Melanie Klein, quienes de concentraron en la relación entre el niño y la madre.[15]

Heinz Kohut (1913-1981) puso el acento en la formación del sí mismo nuclear, al que describió como "el cimiento para convertirse en una persona independiente, capaz de tomar la iniciativa y de integrar ambiciones e ideales". Según su visión el yo nuclear se desarrolla a partir de las relaciones entre el niño y los llamados "objetos" del yo en el ambiente. Estos objetos son las personas que desempeñan en nuestra vida una función tan vital que los infantes creen que forman parte de ellos mismos.

Por lo general la madre es el principal objeto del yo para el infante. Kohut propuso que su función es gratificar no sólo las necesidades físicas del niño, sino también sus necesidades psicológicas. Para lograrlo "la madre debe actuar como un espejo para el niño, reflejando a su hijo un sentido de unicidad, importancia y grandeza". Al hacerlo, la madre confirma el sentido de orgullo del pequeño, lo cual se vuelve parte del yo nuclear. Si la madre rechaza a su hijo reflejando un sentido de insignificancia, entonces el niño puede desarrollar culpa o vergüenza. De esta forma, todos los aspectos del yo adulto, tanto los positivos como los negativos, se forman a partir de las relaciones iniciales del niño con los objetos primarios del yo.

En los estudios de Melanie Klein (1882-1960) hay que relacionar su propia experiencia. Ella fue una hija no deseada que sintió el rechazo de sus padres y sufría episodios periódicos de depresión. Además, se distanció de su hija, también analista, quien la acusó de interferir en su vida y aseguraba que su hermano, muerto mientras escalaba una montaña, en realidad se había suicidado por su mala relación con la madre. En consecuencia Klein experimento dificultades como hija y como madre, lo que la llevo en vez de a la desesperación a la formulación de un sistema de desarrollo de la personalidad que se concentró en la intensa relación emocional entre el niño y la madre. Pero a diferencia del énfasis que Freud ponía en los cinco primeros años, ella concedía mayor importancia a los cinco o seis meses de la vida de un niño.

Klein suponía que los bebes nacen con una vida de fantasía activa que albergaba las representaciones mentales (imágenes) de los instintos freudianos del ello, instintos que podían encontrar satisfacción temporal en la imágenes, es decir, imaginando el objeto del deseo.

Esas fantasías en la infancia a los que Klein llamó objetos internos, son reales y vividas porque los infantes no tienen capacidad para distinguir entre el mundo real y el de la fantasía. Como resultado, los infantes llegan a creer que cada frustración, cada oposición a un instinto, es un ataque personal inflingido por un mundo hostil.

Al principio los infantes se relacionan sólo con partes de objetos, de modo que para los bebés el primer objeto parcial es el pecho materno. El pecho gratifica o deja de gratificar el instinto del ello, por lo que el niño llega a juzgarlo como bueno o malo. El mundo del bebé, representado por ese objeto parcial, es visto entonces como satisfactorio u hostil. De manera gradual, conforme se expande su mundo, los infantes se relacionan con objetos enteros más que con parciales, por ejemplo con la madre como persona y no únicamente como un pecho.

El infante deriva placer de esta persona como un todo (la madre) y esto incrementa su confianza en sí mismo y la capacidad para percibir y relacionarse con otra persona. De esta forma todas las otras relaciones se desarrollan sobre la relación objetal básica que empezó con el pecho materno. Esas experiencias en la infancia dejan otras imágenes mentales que son almacenadas y conservan su influencia. La personalidad adulta, en consecuencia, se basa en la relación formada en los primeros meses de vida.

La pediatra Margaret Mahler (1897-1985) observó la relación que se desarrollaba entre el infante y su madre y se convirtió en psicoanalista para saber más al respeto. Ella creía que los recién nacidos no son capaces de distinguir entre ellos y el resto de objetos que no forman parte de ellos, por lo que perciben a la madre como parte de si mismos.

Para Mahler el desarrollo del niño de un sentido separado de sí mismo, o identidad psicológica, procede a lo largo de tres etapas: autismo normal, simbiosis normal y separación-individualización. La primera etapa caracteriza al primer mes de vida. En este tiempo la madre o el cuidador se ocupan del niño, suponiendo que están atentos a sus necesidades. El bebé no tiene que ejercer esfuerzo alguno para satisfacer sus necesidades o ser sensible a los estímulos externos. Esta etapa normal de autismo es de narcisismo o ensimismamiento completo.

En la segunda etapa del desarrollo propuesta por Mahler, la simbiosis normal, que dura hasta los cuatro o cinco meses de edad, el bebé adquiere consciencia de los objetos que satisfacen las necesidades, entre los cuales el más importante es la madre. Cada vez más, el niño debe enviarles señales o claves al sentir hambre o sed, incomodidad o placer, de modo que la madre pueda responder de manera apropiada. El niño reconoce el rostro de la madre y empieza a hacer distinciones entre él y su madre, entre el yo y los otros objetos de su entorno

La tercera etapa, separación-individualización, dura aproximadamente hasta los tres años y se explica por sí misma. Ésta incluye el desarrollo de un pleno sentido del yo o sí mismo. El niño empieza a separarse psicológicamente de la madre y a formar una identidad personal. Este yo separado se convierte en la base para el establecimiento de relaciones saludables con otras personas en la adultez.

Una semejanza entre las etapas del desarrollo formuladas y las etapas psicosexuales propuestas por Freud es que ambas suponen que el grado de éxito con que se avance de una etapa a la siguiente habrá de influir en el desarrollo futuro de la personalidad. La diferencia principal es que las etapas freudianas implican energía y metas sexuales, mientras que las de Mahler suponen la inversión de energía psíquica en las relaciones impersonales u objetales.

Es importante recordar que sin importar cuánto se hayan desviado de la posición de Freud, los teóricos de las relaciones objetales en su reconocimiento de las influencias sociales y ambientales, siguiendo siendo freudianos en su aproximación básica. Su meta era extender la teoría freudiana, no reemplazarla. De hecho, en la mayoría de textos partían de las idea de Freud para expresar las suyas.

To clarify my argument, some reference to my views on the early ego seems necessary. I believe that it exists from the beginning of post-natal life, though in a rudimentary form and largely lacking coherence. Already at the earliest stage it performs a Lumber of important functions. It might well that this early approximates to the unconscious part f the ego postulated by Freud. Though he did not assume that an ego exists from the beginning, he attributed to the organism a function which, as I see it, can only be performed by the ego. The threat of annihilation by the death instinct within is, in my view. Which differs from Freud"s on this point- the primordial.[16]

Pero contrariamente a las tres concepciones tratadas, y a otras muchas en las que no podemos entrar, en su organización edípica de la sexualidad femenina, Freud (y éste fue su principal error según algunos de sus críticos) pasó por alto todo el ámbito de las relaciones arcaicas con la madre.

Partes: 1, 2
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