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Psicoanálisis, Cultura y Poder*

Enviado por Enrique Guinsberg


     

     

    ¿Cómo encarar un tema de esta envergadura y carácter polémico en el corto espacio de veinte minutos de exposición y veinte cuartillas de escritura? Siendo imposible ofrecer, aunque sea breve, una panorámica de las posturas existentes al respecto, una primera opción sería reiterar y resumir tres trabajos anteriores considerados ejes centrales de un planteamiento teórico sobre esta problemática -dos de ellos publicados en esta misma revista organizadora de estas Mesas Redondas [1] -, pero en definitiva se considera más adecuado un brevísimo sumario de sus contenidos para luego ampliarlos con nuevas aportaciones sobre tal problemática.

    En el primero de los indicados se remarca lo indicado desde el mismo título, es decir que la obra de Freud adquiere un nuevo y diferente sentido al ubicarse en la perspectiva que se desarrolla en su obra El malestar en la cultura, marco contextual que no renuncia a ninguna de las aportaciones psicoanalíticas anteriores y posteriores pero incluye -de alguna manera ya estaba antes pero sin la claridad y explicitación aquí planteada- la importancia de la cultura para la psico(pato)logía del sujeto y su proceso de constitución. Se indicaba también que la no inclusión de este aspecto reduce al psicoanalísis a un ámbito familiarista, haciéndolo pasar de la peste que era según Freud al carácter domesticado que hoy tiene en sus diferentes posturas institucionalizadas hegemónicas, esto como consecuencia de no ver (o no querer ver) un fundamental aspecto que inevitablemente cuestiona las formas culturales de un espacio y tiempo concreto. Tal la causa de la no inclusión o desvalorización de tal aporte teórico freudiano en los marcos teóricos de los psicoanálisis dominantes, que han preferido y prefieren la aceptación social al precio que implica el mantenimiento del pensamiento crítico.

    Los otros trabajos indicados son una concretización de lo anterior, entendiendo que dos de las trampas de la aparente aceptación de tal planteo es ver a la "cultura" en un sentido estructural y genérico (caso de múltiples tendencias "lacanistas") sin analizar las características de cada momento histórico y su incidencia en los sujetos, es decir sin aterrizar en nuestro malestar o entendiéndola como un aspecto sólo teórico. De allí la intención de ver las características específicas de nuestro momento genéricamente conocido como "neoliberal" en el segundo de los ensayos, y la concretización de lo propuesto en la práctica clínica en el tercero. 

     

    MAS SOBRE PSICOANALISIS Y CULTURA 

    Por supuesto que mucho es lo que puede incorporarse a lo anteriormente escrito, y lo que sigue no es más que una mínima parte, sólo una muestra representativa de un universo mucho mayor de autores e incluso de lo que los citados escribieron sobre esta problemática.

    Pero antes de hacerlo es importante destacar que otras de las trampas para ocultar lo importante y significativo de la relación estudiada, una de las fundamentales aunque no conciente ni premeditada, es la que se produce a partir de la conocida afirmación psicoanalítica de que su "objeto de estudio es el inconciente". Trampa porque, si bien es una verdad incuestionable, olvida o deja de lado que lo que hace que el ser humano se convierta en tal es un proceso de socialización que no permite el cumplimiento absoluto (a veces sólo mucho menos) de los deseos, sino únicamente de aquellos -o partes de éstos- permitidos por cada una de las múltiples culturas y siempre que sea mediante las formas aceptadas para su realización. En este sentido el título de una de las obras del mismo Freud, Pulsiones y destinos de pulsión (1915), es una clara síntesis del complejo proceso que se desarrolla entre las instancias y estratos psíquicos, donde la represión de las pulsiones es centralmente causada por factores culturales. ¿Acaso es posible mostrar una faceta del ser humano que no esté atravesada por la cultura? Y si es así, como lo es, ¿cómo prescindir o desvalorizar aquello que permite o impide la satisfacción de las pulsiones, y las formas en que lo hace?

    El hombre es cultura, y el análisis del psiquismo no puede prescindir de lo que ella le produce, salvo al precio de la castración que implica tal carencia y con las significaciones y sentidos de tal mutilación. Que por lo indicado no es inocente.

    Por razones fácilmente entendibles quienes más comprenden esa importancia son aquellos que no quedan encerrados en los marcos teóricos psicoanalíticos (estos últimos serían algo así como los "tecnócratas" del inconciente y/o de la clínica, una especie de "analfabetos disciplinarios"), sobre todo quienes se ubican en terrenos filosóficos y sociales como en el caso de Marcuse, preclaro integrante de la Escuela de Frankfurt, quién categóricamente señala que "los problemas psicológicos se convierten en problemas políticos: el desorden privado refleja más directamente que antes el desorden de la totalidad, y la curación del desorden personal depende más directamente que antes de la curación del desorden general" […] "En este nivel, la organización de los instintos llega a ser un problema social, como ocurre en la psicología de Freud […] El conflicto mental entre el ego y el superego, entre el ego y el id, es al mismo tiempo un conflicto entre el individuo y su sociedad" [2].

    La premisa central marcusiana es muy clara: "El concepto del hombre que surge de la teoría freudiana es la acusación más irrefutable contra la civilización occidental -y al mismo tiempo, es la más firme defensa de esta civilización. De acuerdo con Freud, la historia del hombre es la historia de su represión. La cultura restringe no sólo su existencia social, sino también la biológica, no sólo partes del ser humano sino su estructura instintiva en sí misma. Sin embargo, tal restricción es la precondición esencial del progreso. Dejados en libertad para perseguir sus objetivos naturales, los instintos básicos del hombre serían incompatibles con toda asociación y preservación duradera: destruirían inclusive lo que unen… Por tanto, los instintos deben ser desviados de su meta, inhibidos en sus miras. La civilización empieza cuando el objetivo primario -o sea. la satisfacción integral de las necesidades- es efectivamente abandonado". De allí que a partir de tal situación "ni sus deseos ni su alteración de la realidad son de ahí en adelante suyos: ahora están ´organizados´ por su sociedad" [3].

    Esta reubicación de la realidad del planteamiento freudiano es necesaria para comprender la causa de la domesticación del actual psicoanálisis hegemónico: "Como el psicoanálisis ha llegado a ser social y científicamente respetable, se ha liberado a sí mismo de las especulaciones comprometedoras. Comprometedoras eran, en verdad, en más de un sentido: no sólo trascendían el campo de la observación clínica y la utilidad terapéutica, sino que también interpretaban al hombre en términos mucho más ofensivos para los tabúes sociales que el ´pansexualismo´ inicial de Freud -términos que revelaban los fundamentos explosivos de la civilización" [4].

    Mucho más podría mencionarse de un autor tan valioso como negado por el psicoanálisis domesticado -entre ellos su acentuación del señalamiento de Freud acerca de la vinculación entre el progreso y el aumento del sentido de culpa [5] , aspecto importante ante el notorio aumento de las tendencias depresivas en nuestra época-, pero las limitaciones de espacio lo impiden ante la necesidad de ver otras posturas tal vez diferentes en matices pero coincidentes en lo central.

    Ya dentro del campo analítico teórico y clínico, Mendel llega a plantear que la tendencia conservadora negadora en los hechos de la incidencia de la cultura produce "la imposibilidad que encuentran hoy los psicoanalistas para comprender ´en teoría´ las nuevas estructuras psíquicas de los pacientes que tienden sobre el diván, estructuras que se alejan grandemente de las que describió Freud para los sujetos del imperio austrohúngaro". Imposibilidad que surge de comprender "una naturaleza humana por encima de la historia", lo que le hace decir irónicamente que "los factores socioculturales pueden tocar tan fuertemente como quieran a la puerta de la ´naturaleza humana´; ésta pone el letrero de ´localidades agotadas´ y no encuentra lugar para ellos" [6]. Considera por tanto que la teoría freudiana debe ser reestructurada radicalmente en su dimensión antropológica, "o, para decirlo en forma más precisa, en este caso es el psicoanálisis el que, reducido a sí mismo, se encuentra incapacitado para construir por sí solo una antropología, para colocar al ser humano en su dimensión histórica" [7].

    En torno a esta problemática Deleuze y Guattari publican en 1972 un texto de lectura tan difícil como importante que abre caminos lamentablemente poco seguidos, sobre todo en momentos como los actuales tan diferentes al zeitgest de tal período, con planteamientos que es necesario recuperar para repensarlos y elaborarlos. El provocador título de Antiedipo no implica la negación de tal complejo, aceptado y reconocido, sino lo que ponen "en cuestión es la furiosa edipización a la que el psicoanálisis se entrega, práctica y teóricamente". De esta manera el cuestionamiento es radical y a fondo: "En la medida que el psicoanálisis envuelve la locura en un ´complejo parental´ y encuentra la confesión de culpabilidad en las figuras de auto-castigo que resultan de Edipo, el psicoanálisis no innova, sino que concluye lo que había empezado la psiquiatría del siglo XIX: hacer aparecer un discurso familiar y moralizado de la patología mental, vincular la locura ´a la dialéctica semi-real y semi-imaginaria de la Familia´, descifrar en ella ´el atentado incesante contra el padre´, ´el sordo estribo de los instintos contra la solidez de la institución familiar y contra sus símbolos más arcaicos´. Entonces, en vez de participar en una empresa de liberación efectiva, el psicoanálisis se une a la obra de represión burguesa más general, la que consiste en mantener a la humanidad europea bajo el yugo de papá-mamá, lo que impide acabar con aquel problema" [8].

    Consideran por tanto que lo que llaman "imperialismo del Edipo" hace caer al psicoanálisis en una postura familiarista, "enmarcando el inconsciente en Edipo, ligándolo a él de una parte, aplastando la producción deseante, condicionando al paciente a responder papá-mamá, a consumir siempre el papá-mamá". A su vez en su postura que denominan esquizoanálisis la propuesta y el punto de partida son otros: "Edipo siempre y tan sólo es un conjunto de llegada para un conjunto de partida constituído por una formación social. Todo se aplica a él, en el sentido que los agentes y relaciones de la producción social, y las cataxis libidinales que les corresponden, son volcados en las figuras de la reproducción familiar. En el conjunto de partida hay la formación social, o más bien las formaciones sociales […] En el conjunto de llegada no hay más que papá, mamá y yo. De Edipo como de la producción deseante es preciso decir: está al final, no al principio" [9]. Y en el mismo orden de ideas recuperan una conocida aseveración de Reich en el sentido de haber "mostrado cómo la represión dependía de la represión general: la represión general precisamente necesita de la represión para formar sujetos dóciles y asegurar la reproducciòn de la formación social, ello comprendido en sus estructuras represivas. Pero, en vez de que la represión general social deba comprenderse a partir de una represión familiar coextensiva a la civilización, es esta la que debe comprenderse en función de una represión general inherente a una forma de producción social dada […] La familia es el agente delegado de esta represión, en tanto asegura una ´reproducción psicológica de masas del sistema económico de una sociedad´" [10].

    En un trabajo posterior Guattari reitera tal planteamiento básico, lo refuerza y explica el por qué de lo que critica: "Los descubrimientos esenciales del freudismo, como el inconsciente, los métodos del psicoanálisis que habían conducido a dar libremente la palabra, por ejemplo, a la histeria, provocaron un escándalo en su tiempo. Representaban una ruptura importante en la lógica de la época. Pero toda la historia del psicoanálisis ha consistido en operar una clausura sobre sus descubrimientos y ha llevado a un desconocimiento de la lógica específica del deseo. No volveré a recorrer ahora la historia de esta clausura que es, además, la historia del psicoanálisis en su totalidad y cuya prolongación encontramos hoy en las formulaciones estructuralistas" [11].

    En ese contexto, ¿es válido el señalamiento de varios autores de que "Freud no comprende nada en absoluto de dispositivos ni de los movimientos de desterritorialización que los acompañan. No conoce sino el territorio-familia, la familia persona lógica: cualquier otro dispositivo debe ser representativo de la familia"?. Así como pueden discutirse algunas de las afirmaciones anteriores que igualan al "psicoanálisis en su totalidad" sin ver importantes y marcadas diferencias en su seno -aunque sean escasas y minoritarias-, y siendo cierto respecto a Freud lo del desconocimiento de dispositivos, etc. de la conceptualización del esquizoanálisis, no lo es la parte final respecto a que en él todo debe ser representativo de la familia. Y si sobre esto hay que recordar su El malestar en la cultura, también hay que reconocer que lo anterior es válido para la mayor parte del psicoanálisis hegemónico y domesticado. Porque, como ya fuera señalado, en tal reduccionismo se apoya fundamentalmente la pérdida de análisis crítico respecto a las formas culturales, que de tal manera quedan a salvo de cuestionamientos y de responsabilidad sobre la psico(pato)logía de sus sujetos/sujetados.

    Claro que puede decirse que estos últimos autores (igual que Castel que se verá más adelante) fueron parte del movimiento alternativo de las décadas de los ´60 y los ´70, para quienes la incidencia de los factores sociales y políticos siempre fueron muy importantes [12]. Por eso resulta de gran importancia ver algunos planteos de analistas que surgen y se mantienen en una institución tan tradicional y ortodoxa como la Asociación Psicoanalítica Argentina, que resistió sin cambios la postura crítica y posterior salida de quienes -sensibles a las vicisitudes de la época- intentaron incorporar parámetros sociales a su praxis profesional a fines de los ´60 e inicios de los ´70 [13] , pero no pudo evitar que un importante número de psicoanalistas (por supuesto no todos) sintieran las consecuencias que produjo la última dictadura militar en ese país y elaboraran un libro ya comentado anteriormente en la revista Subjetividad y Cultura [14] , organizaran un Grupo de Investigación sobre los Efectos de la Represión Política (que se reunía en la misma APA y de la que sale otro libro) y luego un Congreso Interno y Symposium bajo el anteriormente impensable título de El malestar en nuestra cultura [15].

    El libro claramente es producto de un impacto al que no pueden escapar analistas sensibles y capaces de escapar de negaciones anteriores. Implícita y explícitamente esto es indicado desde los mismos inicios del libro: "Desde Freud mismo el psicoanálisis no sólo se ha ocupado de los condicionamientos inconscientes que provienen del acerbo personal y que perturban la vida de los individuos sino también de los condicionamientos con que el grupo o la masa alteran su realidad social y personal. Ocuparse solamente de las situaciones traumáticas sociales y de los condicionamientos sociales pone en peligro al psicoanalista de perder su objeto de estudio; ocuparse solamente de la situación traumática personal y de los condicionamientos propios de su historia personal lo disocia y lo aleja de la realidad. El equilibrio es muy difícil. En tiempos de bonanza se suele perder la dimensión social y en cambio en las situaciones límite, como la que estamos describiendo, se redescubre el continuum individuo-sociedad" [16]. Y si bien es cierto que en muy pocas ocasiones se hace un cuestionamiento ni explicación de las causas de tal olvido, ocultamiento o negación -con sus significaciones para los llamados tiempos "tiempos de bonanza"-, de cualquier modo tal reconocimiento no deja de ser importante, así como por mostrar la necesidad que muchos tienen de situaciones límite para comprender lo que para otros es obvio.

    El libro en general es un claro exponente de la comprensión señalada y sería muy interesante transcribir muchas partes del mismo, pero ante la imposibilidad de hacerlo veamos sólo algunas también como muestras representativas de un cambio de actitud. En un sentido amplio se reconoce la importancia de los factores históricos: "Los grandes acontecimientos de la humanidad son hechos histórico-sociales y también son hechos histórico-individuales por participación o por identificación. Los acontecimientos históricos de un país o de una región también se convierten en hechos de la historia de todos los que allí habitan" [17]. Pero también se cuestionan fuertemente algunos clisés muy conocidos: "Algunos psicoanalistas piensan que ocuparse de la realidad externa no es psicoanálisis. Esta concepción responde a la adhesión a la ideología del poder de no cuestionar, ver, desenmascarar, es peligroso. Es más fácil refugiarse en la rigidez de la teoría convertida en una teoría inmutable, usada para ser repetida, disfrutando de la ilusión narcisista de saberlo todo, que saberse expuesto como cualquier mortal a los avatares de la realidad externa" [18].

    En los trabajos presentados al Symposium claramente se observa una gran contradicción entre los trabajos que muestran la necesidad de una apertura, y aquellos donde el estudio de la cultura se hace con moldes clásicos y psicologistas. En la presentación de un caso clínico acerca de un desaparecido por efectos de la represión política, las autoras destacan la necesidad de "estar alertas respecto a hechos y acontecimientos nuevos que interceptan el campo de lo psicológico", pero no se quedan en eso y reconocen que "debemos reconocer que es limitante quedarnos con los conceptos clásicos del psicoanálisis que nos son tan familiares: Complejo de Edipo, sexualidad infantil, ansiedad de castración, deseo, etc. Se hace imprescindible la incorporación de nuevos conceptos y la reelaboración de otros" [19]. Otras analistas terminan señalando que su trabajo desea compartir "estos y más interrogantes": "¿Nos incumbe pensar estos problemas (el peligro nuclear y otros) o nuestro ´méthier´ se reduce a los problemas edípicos o preedípicos que un paciente o un grupo nos presenten? (…) ¿Hacia donde seguiremos dirigiendo nuestra fuerza como psicoanalistas? ¿A prescindir lo suficiente en nuestra tarea de hacer consciente lo inconsciente, implícitamente alentando en el paciente un ´como si no pasara nada´? ¿Tendremos que ignorar que el mundo ha cambiado, que los valores de la nueva generación son diferentes de los nuestros y desentendernos de nuestra propia desorientación respecto de estos nuevos valores e ideales?" [20] *.

    Por si lo anterior no fuera claro indicio de lo aquí problematizado, más categóricos aún son los siguientes señalamientos. Luego de reiterar algo frecuente en esa época -el no ver ni analizar la tétrica situación que se vivía, aunque tuvieran que ver con el paciente o gente cercana a este-, el autor señala como "algunos sectores de la sociedad vieron en el diván del psicoanalista el depósito seguro de sus angustias y se estructuró por la presiòn de los acontecimientos un pacto no explicitado pero presente, que consistía en no tocar los temas de la realidad", lo que le hace cuestionar esa práctica para "poder replantearse que es la realidad para el psicoanalista" e "indagar en el analista esa ideología que es necesario ejercitar para forjar juntos, analista y analizado, una comprensión más verdadera". Pero va más allá y destaca que "el psicoanálisis actual, a ejemplo de su creador, traspone el umbral de su quehacer cotidiano, para internarse en la comprensión histórico social de la época en que le toca vivir. Por fortuna para ello le es posible intercambiar ideas con disciplinas como la sociología, antropología, historia de las civilizaciones y de las religiones, lingüistica, filosofía" [21]. Coincidiendo con esto último Carlos Repetto reconoce que "si hay algo faltante en los textos de Freud y muchos de sus seguidores es una teoría del mundo externo, de los ´hechos y cosas´ del mundo que, como el mismo Freud plantea ´…pueda dar cuenta en la formación del superyo, no sólo de las cualidades personales de sus padres, sino también de todo lo que a su vez tuvo alguna influencia determinante sobre ellos, es decir, las inclinaciones y normas del estado social en el cual viven, las disposiciones y tradiciones de la raza de la cual proceden". Señala también que, según quién los aplique, las llamadas "obras sociológicas" de Freud pueden significar "una peligrosa negación de los desarrollos de otras ciencias que han teorizado sólidamente sobre el estatuto de la realidad o mundo externo", y destaca que "el psicoanálisis, con respecto a la realidad externa se reduce o explica demasiado" [22].

     

    SOBRE PSICOANALISIS Y PODER 

    Si es evidente la indicada carencia psicoanalítica respecto a la relación hombre-cultura, muchísimo más existe respecto al problema del poder en las múltiples formas de su estudio (algunas, como por ejemplo las vinculadas al rol del caudillo y del sometimiento algo más analizadas [23] , y otras poco o nada como las formas de internalización del poder en la subjetividad, las características del poder, las razones por la que los sujetos lo buscan, el poder en las instituciones analíticas y sus relaciones políticas, etc).

    Cualquier búsqueda bibliográfica lo demuestra, expresión de lo cual es que en el Indice alfabético de materias del tomo XXIV de Amorrortu sólo aparecen seis referencias sobre poder en la obra de Freud (tres "en las clases gobernantes", una respecto a "pulsiones de", y dos acerca de "poder y derecho"). Las tres primeras y las dos últimas son de la conocida correspondencia Einstein-Freud -dos en realidad porque la primera es de Einstein- donde no aparece nada muy significativo ni nuevo [24] , y la restante es una simple mención de la necesidad de reconocer "la importancia teórica de las pulsiones de autoconservación, de poder y de ser reconocido, cae por tierra (al ser) pulsiones parciales destinadas a asegurar el camino hacia la muerte peculiar del organismo…" [25]. Nada importante para el tema se encuentra en términos afines o cercanos (omnipotencia, ambición, etc).

    En el Indice analítico de un texto clásico aparece "Afán de poder", pero sólo referido a expresiones psicopatológicas (en la actividad sexual, en las distintas neurosis y perversiones, etc.) [26] , forma simplista y única con la que en general se aborda el tema: vinculándolo a la búsqueda de poder por la competencia con los padres, el vínculo edípico, la castración, el narcisismo, etc, lo que puede ser válido para casos individuales pero no para el conocimiento de la problemática del poder (incluso desde una perspectiva psicológica y psicoanalítica) [27]. Consultado sobre el tema Guillermo Delahanty -amigo y amplio conocedor de la bibliografía analítica-, reiteró la escasez o ausencia de material al respecto e indicó la existencia de estudios provenientes de otros marcos teóricos (Alfred Adler, Theodor Adorno y la Escuela de Frankfurt, algo en la obra de Fromm, etc) [28].

    En tal orfandad el planteo de Rozitchner al menos tiene el mérito de abordar explícitamente una parte del problema, aunque sus alcances son limitados y parciales: "Si ya no se puede seguir hablando de la ´toma del poder´ en los mismos términos que antes, el énfasis puesto en la diseminación del poder, en su ´microfísica´, ¿no significa esto al mismo tiempo un retorno de lo colectivo -lo macro- hacia lo individual, es decir, hacia lo que respecto de él resultaría como lo micro, lo corpuscular? Cuando Freud encuentra que la fortaleza con la que el poder nos contiene no está afuera sino sitiándonos desde dentro de nosotros mismos, instalada en el dominio llamado ´interior´, organizando con su aparato de dominación nuestro propio ´aparato psíquico´, ¿no nos está mostrando los caminos para un análisis del problema de la dominación y del poder que necesariamente tiene que involucrar al sujeto como el lugar donde se asienta y también se debate?". Por ello el objetivo de su trabajo es "mostrar como ese ´aparato psíquico´ no es sino el último extremo de la proyección e interiorización de la estructura social en lo subjetivo" [29].

    La matriz de la construcción del poder la encuentra Rozitchner en todo el proceso clásico de constitución del psiquismo (Edipo, superyo), al que les da un sentido histórico: "Las instituciones encuentran su afirmación y su inserción en la subjetividad comenzante del niño. Y será esta matriz incipiente, pero cuya configuración servirá de base a toda estructura despótica, aquella que en el adulto reencontrará, coincidiendo con lo más propio, el imperio de la familia, la escuela, el estado, la religión. Las formas objetivas de dominación encontrarán así su ratificación subjetiva, acuerdo ´inexplicable´ que constituirá su bastión, aparentemente inexpugnable, asiento del poder, como si la esencia misma del hombre solicitara, desde dentro de sí mismo, el ejercicio de la dominación". Y más adelante completa su planteo: "Este Edipo individual se constituye en fundamento de una matriz despótica, y su persistencia ratificada va a servir de asiento a toda dominación posterior. Pero para Freud el Edipo individual no tiene su origen aquí, en la familia actual. La comprensión del Edipo individual, nos dice Freud, sólo resulta acabadamente posible en el Edipo histórico. Freud, hecho que se olvida habitualmente, está estableciendo los fundamentos de una psicología considerada como ciencia histórica. Y si es así tendría que reencontrar todo el campo de la realidad histórica, desde los orígenes del ´hombre´ hasta nuestros días, para dar cuenta de la formación del ´aparato psíquico´ y de la individualidad" [30].

    Otra faceta del problema la aborda Marcuse en su estudio sobre la dominación en la que llama Sociedad Industrial Avanzada, absolutamente válido para nuestros días como fue indicado en uno de los trabajos anteriores, donde considera que el poder, para perpetuarse, se apoya en la satisfacción de los instintos "en un sistema de no libertad", para lo cual crea "necesidades" no verdaderas: "Nos encontramos ante uno de los aspectos más perturbadores de la civilización industrial avanzada: el carácter racional de su irracionalidad. Su productividad y eficiencia, su capacidad de incrementar y difundir las comodidades, de convertir lo superfluo en necesidad y la destrucción en construcción, el grado en que esta civilización transforma el mundo-objeto en extensión de la mente y el cuerpo del hombre hace cuestionable hasta la noción misma de alienación (…) El mecanismo que une al individuo a su sociedad ha cambiado, y el control social se ha incrustado en las mismas necesidades que ha producido" [31].

    Es muy interesante como Marcuse analiza las formas en que esto se produce y se introyecta el poder haciendo crear una "falsa conciencia" de felicidad que los hechos desmienten, por lo que insiste en que una de las funciones del psicoanálisis -en su función de hacer conciente lo inconciente- no debe limitarse a ver lo tradicional sino también lo que socialmente determina al sujeto y que este desconoce o racionaliza [32]. Una forma categórica y clara de rever el problema del poder e incluso una tarea psicoanalítica al respecto, que brinda bases para múltiples desarrollos..

    También sobre esta temática hubo interesantes señalamientos en los textos y simposios argentinos antes citados. Uno de tales autores considera "que la problemática del narcisismo es central a la cuestión del poder", pero luego reconoce que "somos conscientes del difícil salto metodológico en aplicar teorías psicoanalíticas a la comprension de fenómenos sociales, dado que éstos incluyen múltiples motivaciones". Cree que "nuestra disciplina nos da esa posibilidad", y si bien su trabajo no aporta nada novedoso -no escapa a lo tradicional a más de mostrar que poco puede aportarse sobre el tema desde el marco teórico de Kohut- al menos tales planteos van algo más allá que lo ortodoxo al reconocer tales limitaciones [33].

    Otros trabajos del mismo texto son más valiosos, tal vez más en torno al impacto que tuvo la represión sobre la población y también sobre algunos psicoanalistas y el repensar sobre su trabajo que sobre lo teórico. Así uno de ellos se pregunta "cómo seremos los psicoanalistas del siglo XXI" y señala que la respuesta pasa "por el destino que tengan la inclusión y la búsqueda de lo que considero se ubica en el centro de nuestras responsabilidad histórica como psicoanalistas de hoy: […] sumados a la gran cantidad de grupos diversos que trabajan desde distintas orientaciones y disciplinas sobre causas, características y efectos de la Agresión institucionalizada como sistema político, debemos reconocerla y trabajarla en nuestro campo clínico" [34]. Si esto lo entiende no sólo respecto a lo vivido en su país sino en general -incluyendo las formas sutiles señaladas por Marcuse y otros, es decir el control social en general- tal postura implica un aporte sustantivo para el análisis del poder [35] *.

    ¿Cómo terminar esta suscinta y limitada exposición de problemas y aportes sin un especial señalamiento de los planteos sobre el tema de Robert Castel, uno de los más agudos y certeros analizadores del tema en varias de sus facetas? Recordemos que la primera edición de su crítico libro fue publicado (en francés) en 1973 y que su autor, siendo sociólogo, fue uno de los más lúcidos estudiosos del movimiento de alternativas a la psiquiatría de los años anteriores, y que en ese contexto debe ubicarse un estudio que en su momento produjo una muy fuerte polémica con escasas posibilidades de refutación.

    Por lo mencionado es evidente que Castel categóricamente se ubica entre quienes consideran que el psicoanálisis no puede marginarse de su inserción, teórica y práctica, en el campo social, aunque su pertenencia a la equívocamente llamada "antipsiquiatría" en ciertos momentos le hace formular conceptos muy duros producto del calor del debate de tal época. Ejemplo de lo cual es la siguiente: "En mi opinión lo que se puede con justicia reprochar al psicoanálisis no es tanto esta complicidad con las estructuras político-sociales del poder. Sería lo mismo que hacerle reproches a una piedra porque cae. Es más bien su pretensión de haberse liberado de ellas, sus fingimientos de desenvoltura, de autonomía o, lo que es todavía más extraordinario, de subversión. ´El inconsciente social´ del psicoanálisis lo carga con el peso de esta complicidad y por tanto lo coloca ante sus responsabilidades sociales. A medida que se lo explore, se comprenderá mejor la vacuidad de la pretensión del psicoanálisis de reivindicar un derecho de extraterritorialidad social. El inconsciente no es una tierra de nadie. Lo ignorado a que se refiere el psicoanálisis no es solamente lo desconocido del goce y la angustia. El no saber que instaura no depende sólo de la estructura inefable del deseo. Cuando reconozca lo ignorado social que opera dentro de él, tal vez el psicoanálisis supere su enfermedad mental". Aunque de inmediato plantea sus dudas de si quiere hacerlo: "Falta saber si está dispuesto a prestar atención a ello y si no es ya demasiado tarde" [36]. Esto último no es casual ya que responde tanto a las características dominantes del psicoanálisis de ese momento (y actual) como a las críticas que -de una manera incorrectamente global como si existiese sólo ese psicoanálisis- se le formulaba: "El psicoanálisis es al mismo tiempo resultado y uno de los agentes del proceso general de apolitización que domina a las sociedades industriales avanzadas" [37].

    Sus objetivos y planteos centrales los determina desde el mismo comienzo del libro, y vale citarlos pese a su extensión: "Espero mostrar que una teoría correcta de los procesos de difusión, reinterpretación e institucionalización del psicoanálisis en lo ´extraanalítico´, que tome en serio la amplitud y el carácter específico de su inscripción actual en las relaciones sociales de poder, supone una reinterpretación del funcionamiento del mismo aparato ´intranalítico´. Esta reinterpretación deberá hacer comprensible cómo y por qué este aparato es ya en sí mismo -entre otras cosas- un centro de producción de ideología". Llamo psicoanalismo a este efecto específico del psicoanálisis". Aunque poco después destaca que "aclaro desde un comienzo que el psicoanálisis no es el psicoanalismo. El psicoanálisis es la práctica y la teoría de los efectos del inconsciente que pone entre paréntesis la cuestión de sus finalidades sociopolíticas: abstracción que, como veremos, es defendible dentro de ciertos límites bien precisos y muy estrechos. El psicoanalismo es el efecto-psicoanálisis inmediato producido por tal abstracción. Es la implicación sociopolítica directa del desconocimiento de lo político-social , desconocimiento que no es un simple ´olvido´ sino, como lo mostraremos abundantemente, un proceso activo de invalidación" [38].

    Consecuencia obvia de esto es que "se hace más difícil seguir ocultándonos las responsabilidades del psicoanálisis en situaciones características por una relación con el poder, respecto del cual aquél proclama ostensiblemente su neutralidad", por lo que Castel se propone nada menos que "individualizar aquello que en la ´convención´ constitutiva de la existencia del psicoanálisis reitera las estructuras dominantes del poder y lo hace desde un comienzo cómplice del sistema socioeconómico en el cual se inscribe" [39]. Para lo que intenta demostrar tres proposiciones:

    1) "la relación del psicoanálisis con sus usos, incluyendo a los más ´extraviados´, no es nunca una relación de pura exterioridad (crítica de la problemática de la recuperación).

    2) "la relación analítica más depurada tiene inmediatamente efectos sociales específicos que nunca son socialmente neutros (esbozo de una teoría de la convención analítica, considerada como una invalidación necesaria del impacto del poder en las relaciones humanas, o sea, como descalificación del elemento constitutivo del campo sociopolítico, o como neutralización necesaria en la relación analítica de aquello que fuera de esa relación no es nunca neutro).

    3) "la relación consustancial entre el primer punto y el segundo permite comprender desde el interior de su dispositivo el lugar privilegiado que ocupa hoy el psicoanálisis entre las ideologías dominantes y las instituciones de control social (esbozo de una teoría de la situación del psicoanálisis en la coyuntura de las relaciones de clase, y de su aporte decisivo a las técnicas de psicologización y de privatización, principalmente en su interpretación médico-psiquiátrica)". "La articulación rigurosa de los tres puntos expresaría la lógica interna del psicoanalismo entendido como el proceso de ideologización específica que le debemos actualmente al psicoanálisis: aquello que el psicoanálisis nos cuesta, aquello que el psicoanálisis nos oculta" [40].

    Recordemos aquí la diferencia señalada entre psicoanálisis y psicoanalismo, es decir que Castel reconoce que no son lo msmo -aunque a veces no reconoce diferencias- expresión de lo cual es su señalamiento de que "W. Reich ha sido prácticamente el único que planteó claramente el problema de la relación del psicoanálisis con las estructuras del poder, pero el escándalo de Reich ha sido cuidadosamente ignorado durante casi medio siglo. Y la contribución de Lacan a una crítica de las concepciones adaptativas del psicoanálisis ha sido durante largo tiempo silenciada. Por lo demás estaba formulada en términos tan esotéricos que no había peligro de una difusión explosiva" [41].

    En este contexto Castel dedica un muy lúcido capítulo al conocido problema de la neutralidad de la praxis psicoanalítica -que tanto fuera trabajado por quienes en la `década de los ´70 rompieron con las instituciones analíticas [42] – donde señala que "lo que rechaza la arbitrariedad de esta convención no es, arbitrariamente, cualquier cosa, sino que representa esencialmente la neutralización de los datos objetivos que constituyen la problemática político-social del poder". Lo que le lleva a concluir que "el dispositivo analítico implica como su condición de posibilidad y reitera en cada una de sus fases aquello mismo que excluye para existir. A esta subyacencia no analizada de la problemática psicoanalítica del inconsciente la llamo el inconsciente social del psicoanálisis" [43].

    Para terminar el planteo de Castel -que obviamente ofrece material para un desarrollo mucho mayor, el que, como ya es costumbre, ha sido negado o no reconocido por la mayoría del mundo analítico- una importante consideración sobre lo último: "Hablar del ´inconsciente social del psicoanálisis´ no equivale a borrar las distinciones, teóricamente pertinentes y prácticamente verificadas, sin las cuales el psicoanálisis no existiría y el inconsciente sería negado. Tampoco equivale a proyectar el orden inconsciente sobre el plano de las condiciones histórico-sociales buscando ´influencias´, contaminaciones recíprocas o condicionamientos mecánicos. Se trata de comprender cómo lo imaginario en tanto imaginario, lo simbólico en tanto simbólico, son estructurados por otro ´real´ distinto de aquel del deseo y la angustia, el que tejen las contradicciones profundas y veladas de la vida social, en las cuales hallan los hombres asimismo las líneas de fuerza de su destino, y que ellos interiorizan. ¿Qué es lo que pasa de estas condiciones al orden inconsciente? ¿De acuerdo con qué lógica son ellas totalmente reinterpretadas, permaneciendo al mismo tiempo en el principio de la producción de la producción de dos clases diferentes de efectos (que, en todo caso, es necesario distinguir metodológicamente, aunque sea de modo provisional, para no volver a caer en la confusión): los efectos del inconsciente propiamente dicho, si los hay, por un lado, pero también los efectos producidos por la inconsciencia de la presencia de esas condiciones en el inconsciente?". Por lo que concluye, aunque cae en el error de confundir el psicoanálisis hegemónico y domesticado con todo el psicoanálisis, en que "mi finalidad no es el criticar al psicoanálisis por estar así constituído, lo que equivaldría a reprocharle el hecho de ser lo que es. Se le puede reprochar, en cambio, el no tener consciencia de ser lo que es, el hecho de cultivar el desconocimiento para ofrecer la imagen más prestigiosa de sí mismo, en cuanto desembarazada de restricciones prosaicas" [44] *.

     

    PARA TERMINAR Y SEGUIR EL TEMA 

    Todo lo anterior no es más que una brevísima parte de todo lo que puede decirse y citarse, como introducción y para promover el debate, sobre la vinculación del psicoanálisis con la cultura y la problemática del poder. Es evidente y conocido que sobre lo primero hay mucho mayor estudio que sobre lo segundo, acerca de lo que falta infinitamente más que lo escaso que hay. Sobre esto pudo verse que se reconoce la necesidad de abordaje de su análisis, se visualizaron algunas facetas de la interiorización del poder en los sujetos y algunas de sus causas psíquicas (identificaciones, caudillos, etc), se investigó bastante sobre las significaciones y razones del olvido del problema en el psicoanálisis oficial, pero -entre otros aspectos poco conocidos- es muy escaso lo existente sobre las motivaciones profundas de la búsqueda del poder, uno de los temas más importantes de la dialéctica social, con las implicaciones que tiene sobre el sujeto psíquico.

    Problemáticas todas de sustancial importancia, que requieren urgentes respuestas para la construcción de un psicoanálisis no domesticado y congruente con un planteo crítico en el sentido más riguroso de este término*. 

     

    Enrique Guinsberg

    Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco,México. Co-dirección de la revista Subjetividad y Cultura.

    Revista Carta Psicoanalítica – ISSN: 1665 – 7845 – Número 3. Septiembre de 2003

     

    * Trabajo presentado a la primera de las Mesas Redondas El psicoanálisis a fines del milenio. Evaluación, crítica, perspectivas, realizadas del 26 al 28 de septiembre de 1996 y organizadas por la revista Subjetividad y Cultura y el Departamento Educación y Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Versión corregida y aumentada en su publicación en el Nº 8 de esa revista, México, 1997, y algunos agregados marcados con * en esta edición de Carta Psicoanalítica.

    [1] GUINSBERG, Enrique , "La relación hombre-cultura: eje del psicoanálisis", y "El psicoanálisis y el malestar en la cultura neoliberal", en los No. 1 y 3, 1991 y 1994 (reproducidos en Normalidad, conflicto psíquico, control social, Plaza y Valdés, México , 1996). El tercero es "Desde la lectura de El malestar en la cultura: los psicoanálisis ¿entre la peste y la domesticación?", revista Imágen Psicoanalítica, Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica, México, Nº 9, 1997. 

    [2] MARCUSE, Herbert, Eros y civilización. Una investigación filosófica sobre Freud, Joaquín Mortiz, México, 10ª ed., 1986, p.15 y 205. Se utiliza instintos y no pulsiones porque así aparece en el texto del autor. 

    [3] Idem, p. 27 y 30, cursivas mías.

    [4] Idem, p.22, cursivas mías. Por esto el objetivo de Marcuse de "aplicar esas percepciones consideradas tabús del psicoanálisis (inclusive dentro del mismo psicoanálisis) para una interpretación de las tendencias básicas de la civilización". Y si bien señala que esa negación la hacen los "neofreudianos" (p.22 y 23), esta afirmación sería válida de incluir entre estos a los sectores hoy hegemónicos del psicoanálisis en general.

    [5] Idem, p.91.

    [6] MENDEL, Gérard, El psicoanálisis revisitado, Siglo XXI, México, 1990, p. 14, 60 y 66. Es por eso que, también irónicamente, escribe que los psicoanalistas de nuestros días hablan lengua "babelo-psicoanalíticas" (p. 91) y "apuntan tan lejos, que su tiro se pierde, por así decirlo, en el infinito" (p. 86).

    [7] Idem, p.68.

     

    [8] DELEUZE, Gilles, y GUATTARI, Felix, El Antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia, Barral Editores, Barcelona, 2ª ed, 1974. Las citas entrecomilladas los autores las toman de FOUCAULT, Michel, Histoire de la folie à l´age classique (edición española en Fondo de Cultura Económica, México). 

    [9] Idem, p.107.

    [10] Idem, p. 123-4. 

    [11] GUATTARI, Felix, "Psicoanálisis y política", en DELEUZE y GUATTARI, Política y psicoanálisis, Terra Nova, México, 1980, p. 23. Es interesante la lectura, en este mismo libro, del polémico texto de Deleuze "Cuatro proposiciones sobre el psicoanálisis". 

    [12] En el caso de Guattari puede verse claramente en su libro Psicoanálisis y transversalidad, Siglo XXI, Buenos Aires, 1976. 

    [13] Fundamental parte de esas posturas pueden verse en los dos tomos compilados por LANGER, Marie, Cuestionamos I y II, Buenos Aires, Granica, 1971 y 1973. El contexto de ese movimiento también en mi artículo "El trabajo argentino en salud mental: la práctica entre la teoría y la política", en el Apéndice de la 1ª edición del libro Normalidad, conflicto psíquico, control social, Plaza y Valdes/UAM-Xochimilco, México, 1990. 

    [14] GUINSBERG, Enrique, "Reaparición y continuación de una problemática central", comentario del libro de PUGET, Janine y KAËS, Rene, Violencia de Estado y psicoanálisis, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1991; en revista Subjetividad y Cultura, México, Nº 2, 1992. 

    [15] El libro de muchos autores es Argentina-Psicoanálisis-Represión-Política, Ediciones Kargieman, Buenos Aires, 1986. El XVº Congreso Interno y XXVº Symposium se realizó en 1986, con trabajos publicados por la Asociación Psicoanalítica Argentina en dos tomos en mimeo. 

    [16] ARAGONES, Raúl Jorge, "Presentación", en Argentina… ob.cit. p. 13. Subrayado mío. 

    [17] GALLI, Vicente, "Agresión-Psicoanálisis -Historia actual", en Idem, p. 31.

    [18] CECHHI DE IANOVSKI, Velleda, y SAKALIK DE MONTAGNA, Nélida, "Efectos que producen en las personas la represión política", en Idem, p.87.

    [19] ALARCON DE SOLER, Myriam, y SAKALIK DE MONTAGNA, N., "Secuelas de la realidad socio política en un caso clínico (acerca de un marido desaparecido)", en El malestar en nuestra cultura, tomo I, Asociación Psicoanalítica Argentina, Buenos Aires, 1986, mimeo. 

    [20] DORFMAN LERNER, Beatríz, y DORFMAN, Estela, "Guerra nuclear y pulsión de vida", Idem, p.213.

    * En realidad la inclusión de temas acuciantes del momento concreto ya fue planteado previamente por la muy conocida analista kleiniana Anna Segall en un artículo publicado en International Revue of Psicho-Analysis, t. 14, 1987 con referencia al peligro nuclear. Un resumen de tal trabajo, con señalamiento de que lo planteado no puede ni debe limitarse a tal problema, en revista Subjetividad y Cultura, México, Nº 17, 2001. 

    [21] KOMAROVSKY, Samuel, "El malestar en nuestra cultura", Idem, tomo II, p.301-2. Subrayado mío. 

    [22] REPETTO, Carlos, "Más allá del principio de realidad", Idem, tomo II, p. 434-5.

    [23] Por supuesto sobre esto es imprescindible el clásico estudio de Freud Psicología de las masas y análisis del yo (en el tomo XVIII de la edición de Amorrortu, y en el III de Biblioteca Nueva). Con tal base un importante estudio es el de MOSCOVICI, Serge, La era de las multitudes. Un tratado histórico de psicología de las masas, Fondo de Cultura Económica, México, 1985. 

    [24] FREUD, S., "¿Por qué la guerra?", Tomo XXII, p. 188-91 y 196. 

    [25] FREUD, S., "Más allá del principio del placer", Tomo XVIII, p. 39. 

    [26] FENICHEL, Otto, Teoría psicoanalítica de las neurosis, Paidós, Buenos Aires, 5ª ed, 1973. 

    [27] Un claro ejemplo al respecto la brinda uno de los analistas argentinos clásicos: "Las tramas alienantes de nuestra cultura hablan de una falla en la función paterna, que la hace incapaz de desligar situaciones anestesiantes, pseudo-verdades paralizantes, debe sujetar a un grupo humano de relaciones narcisísticas mortíferas […] Forzando las comparaciones (dada la necesidad de ser sintético) diría que el padre totémico de la horda primitivo fue sustituído por el Poder. Búsqueda de un poder que daría solución a las angustias primarias: desamparo, soledad, muerte cuando en realidad es quién las ha inscripto en el sujeto de esta cultura de un modo tendencioso y distorsionado que propone como causa de la emegencia del Poder y sus dueños lo que es en realidad con su consecuencia (ABADI, Mauricio, "En torno a la creación y la cultura", en El malestar en nuestra cultura, ob.cit., tomo I, p. 2-3). 

    [28] En Fromm el tema puede verse en Etica y psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica, México, 17ª ed, 1994; El miedo a la libertad, Paidós, Buenos Aires, México, 1983; Anatomía de la destructividad humana, Siglo XXI, México, 8ª ed, 1983. 

    [29] ROZITCHNER, León, Freud y el problema del poder, Folios Ediciones, México, 1982, p.14

    [30] Idem, p. 33-34 y 40.

    [31] MARCUSE, Herbert, El hombre unidimensional, Planeta-Agostini, México, 1985, p. 39.

    [32] Sobre esto véase mi trabajo Desde la lectura de El malestar en la cultura…, ob.cit.

    [33] D´ALVIA, Rodolfo, "Psicoanálisis y poder", en Argentina-Psicoanálisis…ob.cit., p. 219.

    [34] GALLI, Vicente, ob.cit., p. 38.

    [35] Otro autor del libro parece entenderlo así al escribir que "desde el poder se logra incorporar a la subjetividad la organización de domesticación y la manera de sostener la dominación en el interior del sujeto" (DUNAYEVICH, Mariano, Algunas consideraciones sobre la agresión del Estado y sus consecuenciales sociales y mentales, en ob.cit., p. 47).

    * El problema del control social fue estudiado posteriormente a este escrito en el artículo de GUINSBERG, Enrique, MATRAJT, Miguel, y CAMPUZANO, Mario, "Aubjetividad y control social: un tema central de hoy y siempre", revista Subjetividad y Cultura, México, Nº 16, 2001. 

    [36] CASTEL, Robert, El psicoanalismo, el orden psicoanalítico y el poder, Siglo XXI, México, 1980, p. 75, subrayados míos.

    [37] Idem, p. 242.

    [38] Idem, p. 8. 

    [39] Idem, p. 11.

    [40] Idem, p. 15.

    [41] Sobre Reich véase mi trabajo ¿Una recuperación crítica de Wilhelm Reich?, presentado en el Seminario "Democracia, Autoritarismo, Intelectuales. Reflexiones para la política al fin del milenio", 1996, publicado posteriormente en revista Imagen Psicoanalítica, México, Nº 12, 2001. Respecto a la obra de Lacan, recuérdese que Castel escribe su libro en 1973, antes de que se produjera el auge del "lacanismo" (para usar un término derivado de Castel y con significaciones similares, sobre el que hay referencias an mis artículos antes citados). Incluso sobre esto Castel escribe también que "hay que cuestionar esta oposición de lo intra y extraanalítico, aun a riesgo de chocar frontalmente con esos dos monumentos de legitimidad cultural en los que se han convertido el marxismo en su forma althusseriana y el psicoanálisis en su forma lacaniana. No es por azar que son cómplices" (p. 33, subrayado mío).

    [42] Sobre esto véanse los dos tomos de Cuestionamos, ob.cit. Respecto al problema de la neutralidad es interesante señalar que no debe confundirse su crítica con la transmisión de posturas del analista a los analizados, como incluso lo destacan y aclaran terapeutas que trabajaron con reprimidos y torturados, con quienes tenían una solidaridad ideológico-política que posibilitaba una alianza terapéutica: ver sobre esto BOZZOLO, Raquel, y LAGOS, Darío, "Abordaje clínico en familiares de desaparecidos", en KORDON, Diana, y EDELMAN, Lucía, Efectos psicológicos de la represión, Sudamericana-Planeta, Buenos Aires, 1986

    [43] Idem, p. 57.

    [44] Idem, p. 63, último subrayado mío. 

    * Una discusión actual sobre este libro de Castel se hace en la sección "Libro Polémico" del Nº 17 de la revista Subjetividad y Cultura, con aportaciones de Gregorio Baremblitt, Juan Vives y Enrique Guinsberg.

     * En trabajos posteriores algo de lo planteado en este artículo se desarrolla con mayor amplitud: la incidencia del modelo neoliberal sobre la psico(pato)logía actual en e libro La salud mental en el neoliberalismo, Plaza y Valdés, México, 2001; y las tendencias teórico-práctica dominantes en el campo psicológico y psicoanalítico en el artículo "Lo light, lo domesticado y lo bizantino en nuestro mundo psi", revista Subjetividad y Cultura, México, Nº 14, 2000 (reproducido en el libro citado en primer lugar en esta nota.