Cuando guardamos rencor contra alguien, fruto de la falta de perdón, nos encontramos en una fría, húmeda y oscura celda que nos daña y de paso, atamos a quien se convierte en el blanco de nuestro rencor. Perdonar, entonces, es desatarle y de paso, librarnos de una pesada carga.
El Señor Jesús enseñó que tenemos el privilegio y la potestad de atar y desatar. »Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. "(Mateo 18:18, Nueva Versión Internacional)
Nuestras decisiones en el mundo físico, afectan el mundo espiritual. Se producen dos cosas.
1. Nos liberamos de la cárcel del rencor, el odio y el resentimiento.
2. Damos libertad a quien por mucho tiempo teníamos atado con ese sentimiento destructivo.
Las llaves para alcanzar la libertad tienen un solo rótulo: Perdonar.
Es una Ley Universal. Concebida por Dios mismo y que opera en Su Reino. Acatarla nos abre las puertas al éxito. Es esencial.
Tenga presente que perdonar es cancelar una deuda. Si no perdonamos, impedimos el obrar de Dios en nuestra existencia. Las oraciones son estorbadas y levantamos alrededor una tremenda barrera para que opere exitosamente en nuestra existencia.
Libérese del espíritu que destruye
El espíritu de falta de perdón, nos tortura y solo usted y nadie más que usted puede sentar las bases para ser libre. Sólo Dios, cuando se lo pedimos, traerá una transformación en nuestro ser, dándonos un corazón perdonador (Cf. Ezequiel 11:19; 36:26)
Deseo concluir con una nueva ilustración. Real. Ocurrió hace varios años. Una amiga de la familia me pidió que orara por su señora madre. Sufría terribles dolores, estaba hinchada y sentía punzadas en sus huesos.
Apenas orábamos junto con mi esposa por ella, pasaba una buena noche. Conciliaba el sueño rápidamente. Pero de nuevo, antes de morir la tarde, una nueva llamada al celular: "Ore por favor por mi madre".
El ciclo se repitió por varios días hasta que hablamos con detenimiento e instado por el Señor, le pregunté cómo andaba su corazón, si odiaba a alguien. Terminó confesando que sí. "No puedo perdonar a mi yerno", dijo. Sentía que se había robado a su hija y cada vez que lo veía, sus entrañas se revolvían.
Sólo después de llevarla a un proceso de confrontación con su realidad, y a perdonar-con ayuda de Dios–, pudo ser sana.
Igual ocurre con su existencia. Le invito para que simplemente piense en el asunto. Si decide aplicar la Ley del Perdón, que obra poderosamente en el Reino de Dios, todo cambiará en su vida y, desde ahora, dará pasos firmes hacia la victoria y el éxito, en las dimensiones personales y espirituales…
¡Tome la decisión! Con ayuda del Señor Jesucristo podrá lograrlo…, y avanzar en el camino al éxito…
© Fernando Alexis Jiménez
Tercer principio: Renueve su forma de pensar
Nuestros pensamientos determinan nuestras acciones
"Definitivamente nací para el fracaso", me dijo en cierta ocasión quien se desempeña hoy como Jefe de Auditorías en una empresa importante de la ciudad.
En aquél momento atravesaba por un difícil momento. Una semana antes lo habían despedido de una entidad bancaria, después de casi veinte años prestando sus servicios. Tenía problemas en casa, y para adicionar: su edad se había convertido en un aparente impedimento para conseguir nuevamente trabajo.
Su vida cambio, ¿Cómo? Cuando comenzó a aprender los principios maravillosos, que conducen al éxito, y que se encuentran en la Palabra de Dios, la Biblia.
En un comienzo no creía que aplicaran a su existencia. Pero comprobó que estaba equivocado. Las pautas bíblicas no solo encajaban en su existencia sino que, además, le ayudaban a mejorar y experimentar crecimiento en su vida personal y espiritual.
Un pensamiento negativo que se traducía en acciones derrotistas, conducentes inevitablemente hacia el fracaso.
Mauricio, un estudiante de secundaria, se vio enfrentado a una situación similar cuando comenzó a cursar la carrera de Ingeniería Industrial. Venía de emprender otra carrera profesional, una disciplina académica totalmente distinta.
"Las asignaturas de matemáticas me van a partir el alma", musitó en la primera clase. Pero conforme avanzó el tiempo, ahora en su condición de hombre dispuesto a vencer con ayuda de Dios, comprobó que no solo era posible sacar adelante las materias, con muy buenas notas, sino que los números no se podían convertir en un impedimento para salir adelante.
Materializamos… lo que pensamos
Usted y yo somos el fruto de lo que pensamos. No es un principio de la Nueva Era, así es que ni se equivoque, ni se escandalice y menos, se ilusione, por si acaso está inclinado por las doctrinas orientales. "Nuestros pensamientos determinan nuestras acciones", es un principio del Reino de Dios. Tal como pensamos, así actuamos.
El profeta Isaías sin que hubiese cursado profundos estudios acerca de la conducta humana, compartió un principio que ha acogido la sicología moderna, y es que todo aquello que alimenta nuestra mente, una vez procesado, se refleja en acciones de maldad o de benignidad "Que abandone el malvado su *camino, y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar, y de él recibirá misericordia."(Isaías 59:7)
Probablemente me dirá: Soy lo suficientemente responsable para saber lo que hago. De acuerdo. Sin embargo, no siempre es así.
Las personas somos profundamente emocionales. Operamos influenciados por nuestros sentimientos y dejarnos arrastrar por esa corriente emotiva puede llevarnos a buenos resultados o a la derrota, como advierte el libro de Libros, la Biblia: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?"(Jeremías 17.9)
Observe que la mayor inclinación, cuando nos dejamos mover por las "corazonadas", es a cometer errores. ¿Por qué motivo? Porque hasta tanto nos movamos bajo los mismos paradigmas que nos han influenciado y dominado por años, en los que priman pautas de pensamiento de la sociedad que nos rodea, difícilmente se producirán cambios en nuestras acciones.
¿Cómo nos perjudican los pensamientos de maldad?
Es necesario recabar en la profunda influencia que ejerce en nuestro ser el medio que nos rodea.
Un autor de la antigüedad testimonio esta situación cuando escribió: "Los pensamientos humanos son aguas profundas; el que es inteligente los capta fácilmente"(Proverbios 20:5, Nueva Versión Internacional)
Sin Dios morando en nuestro corazón, es apenas natural que nos movamos alrededor de aquello que consideramos que consideramos correcto. Por ejemplo, alguien que ha crecido en medio de una sociedad permeada por la violencia, considerará la venganza como algo natural, apenas previsible. Es más, lo concebirá como algo natural.
Un canal de televisión colombiano transmitió un documental sobre los pandilleros. Lo sorprendente y a la vez preocupante, es que niños y adolescentes ansiaban crecer para ser como uno de los líderes de aquellos grupos delincuenciales. Les profesaban admiración.
Lo que decimos, revela lo que pensamos
¿Le ha ocurrido alguna vez que expresó lo primero que vino a su mente? Lo más probable es que quienes le rodean, le hayan hecho bromas diciéndole: "Lo traicionó el inconciente". Sin duda es así. Cuanto pensamos, temprano o tarde emerge como un volcán en erupción.
El ser más grande de todos los tiempos, el amado Hijo de Dios, Jesucristo, dejó claro este principio cuando enseñó: "¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca."(Mateo 12.34)
Puso de manifiesto que toda persona obedece a lo bueno o lo mayo que haya permitido anidar en su mente. Con frecuencia desestimamos la importancia de ser cuidadosos con la información que procesamos en la parte más profunda de cada quien y que la Biblia llama corazón.
Por esa razón el amado Salvador instruyó que "El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca."(Lucas 6.45)
Es común que expresemos, no aquello que queremos callar, sino lo que sentimos verdaderamente. No olvide que lo que hay dentro nuestro, aflora. El Señor Jesús lo ilustró de la siguiente manera. "Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos"(Mateo 7:16-18)
Es hora del cambiar. Piénselo. Y algo más: es posible renovar sus pensamientos, y reorientar sus acciones. Usted será el primer beneficiario, pero también su amada familia y las personas que le rodean.
Reordene su forma de pensar
Es interesante que al coincidir que si nuestros pensamientos determinan nuestras acciones, entendamos que el primero que tiene conciencia de la importancia de los pensamientos y que sean los mejores, es Dios mismo.
Hace siglos testimonio este principio del Reino cuando dijo a Su pueblo a través del profeta Isaías: "«Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos -afirma el Señor-. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes; ¡más altos que los cielos sobre la tierra!"(Isaías 55.8,9, Nueva Versión Internacional)
Dios tiene los mejores planes para su vida y para la mía. Lo interesante, que no deja llamar poderosamente nuestra atención, es que todo parte de los pensamientos.
Una pregunta que sin duda se estará formulando: ¿Cómo cambiar mis actitudes? Pues bien, de acuerdo con la Ley ineludible del Reino de Dios: "Nuestros pensamientos determinan nuestras acciones", si comienza a renovar sus pensamientos, se producirá una transformación en cuanto hace.
El apóstol Pablo lo dejó bien claro cuando recomendó a los cristianos del primer siglo: "No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta."(Romanos 12:2, Nueva Versión Internacional)
Por supuesto, la sociedad que nos rodea presionará para que obremos en consonancia con lo que consideran "bueno", "aceptable" o "excelente". Usted sabe que un mundo plagado de maldad no se extraña si usted obra con malicia. Lo extraño es que obre conforme debe hacerlo, con justicia. Y aun cuando obrar bien luzca extraño para los demás, y lo convierta en blanco de críticas y burlas, debe seguir haciéndolo.
Cambiar, entonces, parte de modificar nuestros patrones de pensamiento, acogiendo la propia recomendación del apóstol Pablo cuando escribe: "Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio."(Filipenses 4.8, Nueva Versión Internacional)
Sin duda, reemplazar pensamientos de maldad por pensamientos de bien, influirá directa y positivamente en lo que hacemos. Tome hoy la decisión: con ayuda de Dios cambie su forma de pensar y de hecho, cambiará su forma de actuar.
Fernando Alexis Jiménez –
Contacto (0057)317-4913705
Cuarto principio: Afianzar la Paz Interior
¿Cómo alcanzar paz interior y vivir plenamente?
La conocían como Doña Amargura. Tenía cuarenta años, pero parecía de cincuenta, con muchas arrugas surcando su rostro y la tristeza reflejada en el rostro, la misma que le robaba encanto a su sonrisa. Era devota católica y no fallaba a misa de domingo. Incólume, insensible, con el ceño fruncido.
Las personas la miraban con reticencia y en más de una ocasión, los niños le gritaron: "Vieja bruja…" y salían corriendo.
Incluso se llegó a rumorar, que su casa era cuna de espantos. Tal vez porque vivía en esa soledad tan pesada, que se podía palpar con las manos.
Ah, y no me deje olvidar de un detalle que le llamará la atención: no tenía amigos porque con todos reñía. Laura se había convertido en el problema del pueblo. La amargura destilaba por sus poros. Algunos la atribuían al hecho de que su esposo había muerto muy joven, mientras hacía un viaje a la capital. Otros, al hecho de que no tuvo hijos.
Un día alguien, audaz y en cierta medida sin medir el alcance de las consecuencias, se atrevió a abordarla para hablarle del poder transformador de Jesucristo.
—Váyase de mi casa ahora mismo, o le voy a echar agua…–lo amenazó fuera de sí.
Su eventual interlocutor no se inmutó. Le extendió una Biblia ajada y la retó a leerla. Ella le cerró la puerta en las narices. Y aunque tiró a un rincón el ejemplar de las Escrituras, una noche comenzó a leerla y le impactó un pasaje que sería la entrada a una vida renovada: "Yo he venido para que tengan vida, y vida en abundancia" (Juan 10:10 b)
Desde ese momento se arriesgó a creer y su vida comenzó a experimentar cambios. El cambio no se produjo de la noche a la mañana, fue progresivo. Y esa transformación le llevó a algo que jamás imaginó, aunque lo anhelaba: la paz interior.
Hoy ayuda como maestra de Escuela Dominical en la iglesia en la que se congrega. "Ahora sí puedo decir que vivo plenamente", señala Laura con una amplia sonrisa.
¿Desea el éxito? Sin duda que sí. Todos lo deseamos. Está en nuestros genes. Forma parte de nuestro ser y debe ser así, porque Dios nos concibió para ser triunfadores. En ese orden de ideas, la dirección a seguir es aplicar una cuarta Ley del Reino de Dios: Paz Interior.
El gran interrogante es, ¿cómo lograrla? Y para entender el asunto, es necesario que evaluemos lo que roba la paz interior, en su contexto, y cómo superar los obstáculos que se nos presentan.
Situaciones que nos afectan
Una encuesta publicada por el diario El País, de amplia circulación en Colombia, referente a cuáles eran los factores externos que incidían negativamente en la salud mental de las personas, reveló que para el 69%, eran los problemas económicos; un 11% opinó que las dificultades intrafamiliares; un 15% expresó que le desencadenaban inquietudes las discusiones con la pareja y un 5% que otros aspectos estrechamente ligados a las relaciones interpersonales. En total se auscultó el criterio de 1.086 hombres y mujeres.
Todos coincidieron en señalar que los obstáculos y las dificultades desencadenaban inestabilidad en sus emociones e incidían negativamente en su forma de ver la vida.
Economía y familia
A este estudio me permito sumar otro de trascendencia. La Secretaría de Salud Municipal en Santiago de Cali informó que en la ciudad anualmente se atiende a 20 mil personas con tensión nerviosa producto de la ansiedad. En su orden, los especialistas identificaron tres factores que influyen en la desestabilización emocional de las personas: los problemas económicos, las crisis familiares y los conflictos de pareja.
Como consecuencia de experimentar la sensación de encontrarse en un callejón sin salida y que sus problemas nunca tendrán fin, tan solo en el 2009 se presentaron 275 intentos fallidos de suicidio protagonizados por 170 mujeres y 96 hombres.
"Las personas que han sufrido estas alteraciones, producto de la problemática, suelen preocuparse demasiado y tienen muchos momentos de ira y estrés", precisó Beatriz Isaza, Coordinadora de Salud Mental en dicha dependencia.
En Colombia y el mundo
La inestabilidad emocional es un problema grave. En Colombia, 25 de cada cien personas la enfrentan, de acuerdo con los registros que maneja el Ministerio de Protección Social. Una situación muy similar a lo que ocurre en el resto del Continente Americano.
Ahora, el panorama mundial también resulta desalentador en este aspecto:
Las estadísticas hablan de 450 millones de hombres y mujeres afectados anualmente por las consecuencias de los problemas que enfrentan cada día.
Para encontrar una salida al caos en que se ha convertido su mundo interior, 1.000.000 de estas personas acuden al suicidio. Y algo más preocupante aún: del conjunto de quienes se encuentran atravesando por estados de crisis, se estima que el 50% no tienen acceso a servicio médico ni consultan por su caso ante un especialista.
Paz interior, la clave
Hace pocos días los diarios del mundo registraron una noticia particular. El deceso de una venerable mujer. No era un deceso más, sino de aquellos que ocurren una vez cada siglo, que convoca a las autoridades de las ciudades y se tornan en comentario nacional.
Había fallecido Margaret Fitzgerald en Moncton, Inglaterra, una de las quince personas con más edad en el mundo. Tenía 113 años, pocos días después de su último cumpleaños.
—Vivió la vida plenamente.-comentó su sobrina Iliana, mientras que su tataranieto Robert, atribuyó el hecho a su fe y a la tranquilidad en su vida–. Amaba a Dios y se llevaba bien con todos. Era una mujer muy tranquila–.
Cuando Margaret nació, la reina Victoria de Inglaterra seguía siendo la monarca del Imperio Británico, y a los siete años vió asombrada, con ojos que captaron para siempre la imagen aparecida en los periódicos, de los hermanos Wright cuando realizaron el primer vuelo en un aeroplano impulsado por un motor.
Sus progenitores murieron a los noventa años de edad, y algo curioso, ella asistió al funeral de su único hijo. Las escenas más memorables de su existencia quedaron plasmadas para la posteridad en flores color sepia que se han ido desgastando con el paso de los años.
La clave, coincidieron en asegurar quienes le conocieron, fue la fe en Dios y la paz interior que gobernaba su ser.
Paz que sobrepasa todo entendimiento
Piénselo. En su vida necesita Paz Interior, una de las leyes universales del Reino de Dios.
El caso de Margaret Fitzgerald no se repite con mucha frecuencia. Los problemas llevan a millones de personas anualmente a morir antes de tiempo, por enfermedades e infartos que reducen sus expectativas de vida.
Con fundamento en la Biblia, el libro más maravilloso de todos los tiempos, me permito compartir con usted algunos principios que le permitirán poner orden en su mundo interior y encontrar la verdadera paz, aquella que tanto necesita para enfrentar exitosamente los problemas que enfrenta cada día.
1. Una buena relación con Dios
El equilibro espiritual es esencial para avanzar en el proceso de afianzar un reordenamiento del mundo interior. En ese orden de ideas un paso esencial que debe dar toda persona, es tener una buena relación con Dios.
Uno de los patriarcas de la antigüedad lo expresó en términos sencillos que encierran un profundo significado: "Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien."(Job 22:21)
Aun cuando se arrepintió de sus años de maldad, Juvencio Mosquera vivió por años escondido en un pueblo remoto de Bolivia tras una vida de maldad en la que dejó familias huérfanas y huellas impregnadas de tristeza y dolor.
Sólo vino a tener paz, el día en que reconoció que esa afanosa búsqueda de refugio, en la que no hallaba sosiego porque aún en el lugar más recóndito sentía que alguien o algo lo perseguían, el día que pidió perdón a Dios.
Luego, tranquila su conciencia, vino un segundo paso que le permitió afianzar la paz interior: a través de un amigo de su país de origen, se dio a la tarea de conseguir las direcciones de las familias en las que había sembrado tanta angustia con robos y crímenes. Y en un espacio de siete meses, envió doscientas veinte cartas pidiendo perdón.
"Ahora puedo vivir tranquilo, porque me perdonaron. Y si alguien aún conserva su odio, se que Dios tocará su vida para que algún día lo hagan", señala con una sonrisa que ilumina su rostro.
La conciencia de pecado nos roba la tranquilidad. En tanto no estemos a cuentas con el Señor, sentiremos la sensación de que algo nos falta. Por esa razón, hay tres pasos recomendables: el primero, arrepentirnos por las fallas cometidas hasta ahora; el segundo, pedir perdón a Dios por nuestros pecados, y el tercero, disponernos para el cambio con Su divino poder.
2. Alimente el hábito de la alegría
Recientemente en Colombia se realizó el Primer Congreso Internacional de la Felicidad. Los expertos coincidieron en señalar que el problema del ser humano es que confunden felicidad con estado de ánimo, y por el hecho de que son variables, lo que hoy llaman estar feliz, en cuestión de horas y minutos puede ser preocupación o amargura. La verdadera felicidad, explicaron los especialistas, parte de un principio de vida, que es de carácter permanente.
Ahora, si queremos que se produzca el afianzamiento de esa felicidad no producto de las circunstancias sino como un principio de vida, debemos tener paz interior, la misma que parte de una buena relación con Dios. Él es el dador de la felicidad como describió el rey David: "Tú diste alegría a mi corazón mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto. En paz me acostaré, y asimismo dormiré porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado. "(Salmo 4:7, 8; Cf. Salmo 29:11)
La paz interior permite que tengamos tranquilidad y dominio de la situación, cualquiera sea la situación que enfrentemos, adversa o favorable.
3. Asumir sólidos principios bíblicos
Cuando le hablaban de la Biblia, Silvio se enfurecía. "No tengo tiempo para asuntos de religión", repetía con rabia y destellos de fuego en su mirada. Estaba convencido que su mundo, aquél al que estaba acostumbrado y que representaba una realidad distinta de la que vivían los demás, era lo mejor y no quería intromisiones.
—Debes cambiar, hijo-le dijo su madre un día, mientras tomaban el desayuno. Se veía cansada–. Temo que, una vez solo, no sepas manejar tu vida y tengas problemas con todo el mundo–.
—Despreocúpate, mamá-le dijo él–. Creo que el problema no está en mi sino en los demás que no me comprenden–.
Cuando terminaron la conversación, la mujer que arrastraba con pesadez todo el cúmulo de sufrimientos producto de un esposo borracho que falleció en un accidente de tránsito, totalmente embrutecido por el alcohol, y el desaliento por un hijo rebelde, le extendió un ejemplar de la Biblia.
—Descubrirás que es un libro maravilloso-comentó, mientras le extendía el ajado texto.
Él lo guardó en un cajón donde almacenaba aquello que se repetía, iba a botar apenas tuviera tiempo. Y no tomó conciencia de que estaba ahí, sino cuatro meses después de fallecida su madre. Fue entonces que descubrió en la Biblia un infinito tesoro que le ayudó en su proceso de tener paz interior y de llevarse bien con Dios y con quienes le rodeaban.
Para muchas personas, la Biblia es un libro filosófico o de carácter religioso. Sin embargo, cuando profundizamos en su estudio descubrimos principios prácticos y sencillos, que nos ayudan al crecimiento en dos dimensiones, la personal y la espiritual
Asumir esas pautas bíblicos, nos ayudan a alcanzar y conservar la paz interior: "Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo."(Salmo 119:165)
¿Cuál es la razón? Cuando aprendemos, asimilamos y ponemos en práctica los principios bíblicos, se produce una transformación en nuestra forma de pensar y de actuar. Y eso es esencial en la aplicación de esa cuarta e infalible Ley del Reino de Dios: Paz Interior.
4. Reconozca que hay situaciones que se salen de las manos
Con frecuencia nos llenamos de preocupaciones porque queremos resolver todos los problemas. ¡Tremendo error! Es necesario aceptar que hay situaciones que son ajenas a nuestra voluntad y cuya resolución no depende de nosotros; muchos asuntos se salen de nuestras manos.
Asumir este principio de vida, nos ayuda en el proceso de alcanzar y conservar la paz interior, como enseñan las Escrituras: "Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos."(Isaías 26:3, 4)
Si hay problemas que nos parecen verdaderos gigantes, debemos ir a alguien cuyo poder es ilimitado, mucho mayor que cualquier capacidad que usted y yo tenemos: ese alguien es Dios. Confiar en Él. Depositar toda nuestra esperanza en Él, que todo lo puede y nos ayuda a encontrar salida al laberinto.
5. La paz interior, una decisión personal
En el proceso de afianzar esa cuarta Ley del Reino de Dios, tenga presente que Dios no nos concibió para vivir amargados sino "…que a paz nos llamó Dios. "(1 Corintios 7:15 b)
Sobre esta base, cada quien decide si se amarga o por el contrario, con ayuda de Dios, avanza hacia el afianzamiento de la paz interior en su existencia. Nadie nos obliga. Insisto que se trata de una decisión personal.
El apóstol Pedro, por su parte, reafirmó este principio cuando escribió a los cristianos del primer siglo y a nosotros hoy: "Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala. "(1 Pedro 3.10, 11). Cuando optamos por la paz, esa paz gobierna nuestra forma de pensar y de actuar: "Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos."(Colosenses 3:15)
Piénselo por un instante: usted puede optar, con ayuda de Dios, por esa tranquilidad que le permite dar pasos sólidos hacia una vida plena: "Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús."(Filipenses 4.7).
En adelante, recuérdelo siempre: la decisión de amargarse o vivir con alegría, gobernado por la paz interior, es suya y nada más que suya.
6. Jesucristo, la fuente de la paz interior
Si tenemos claro que la paz interior no depende de lo variables que pueden ser los estados de ánimo; que en tanto hayan preocupaciones, estaremos ansiosos y que hay problemas que no está en nuestras manos resolver, es necesario aprender otro principio: una estrecha dependencia del Señor Jesucristo.
El amado Salvador es la fuente de la verdadera paz, como lo dijo a sus discípulos y también a nosotros hoy: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo."(Juan 14:28). Un poco más adelante, dirigiéndose a una multitud, reafirmó que de Él procede la verdadera paz: "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo."(Juan 16.33)
El asunto esta en mantenernos unidos a Él. Permitir que Jesús gobierne nuestro ser: lo que pensamos y hacemos. Esa disposición nos lleva a conservar la paz interior que convierte a hombres y mujeres en auténticos vencedores, por encima de las circunstancias.
Para terminar, una pregunta: ¿Se proclama cristiano? Si es así: ¿Por qué vive asediado por la amargura y la frustración? Recuerde que la paz interior es un principio esencial del reino de Dios, como enseñó el apóstol Pablo: "…porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. "(Romanos 14.17)
El Señor nos creó para vivir plenamente; para optar por la paz interior, que el mundo asocia con felicidad. ¡Hoy es el día para tomar la decisión y avanzar hacia el cambio!
Si tiene alguna inquietud, por favor no deje de escribirme a [email protected] o contactarme en el teléfono (0057) 317-4913705.
© Fernando Alexis Jiménez
Quinto Principio: Pedir y Recibir
Fundamentos para una oración eficaz
Pasó más de seis meses entregando hojas de vida. En ninguna oficina respondían favorablemente. "Tenemos cubiertas todas las vacantes", le decían invariablemente. En algunas dependencia hasta habían colocado sendos letreros que decían: "No recibimos aspirantes a ningún cargo".
La delgada suela de sus zapatos llegó a parecer un papelillo, de tal manera que si hubiese pisado una moneda expuesta al sol, se habría quemado la planta de los pies.
—No puedo conseguir empleo-le dijo a Rosa Eugenia, su esposa, el día que llegó cansado de recorrer muchísimas avenidas y cuadras caminando–. No se qué hacer. Realmente todas las puertas se cierran…–
—No te desanimes-le respondió ella, con esa calma y ternura en los ojos, que semejaban un atardecer plácido en un bosque de pinos en la lejanía de las montañas–. No quiero insistir más, pero la salida es pedirle ayuda a Dios. Hazlo. En oración logramos lo que humanamente no podemos conquistar–.
Él resultaba demasiado "lógico" en su razonamiento, como para perder tiempo en un clamor. Cinco años estudiando Contaduría Pública en la universidad, le habían llevado a explicarlo todo a partir de los números y de las fórmulas matemáticas que solía repetir: "No fallan jamás".
Una noche lo encontró ella sentado en la cama, hablando con Dios en voz alta: "Sólo tú puedes ayudarme", le decía con los ojos cerrados.
Oró no una sino muchas veces, hasta que se abrieron puertas de empleo en una ciudad en la que anualmente las universidades sacaban al mercado muchos profesionales. Un gerente de una productora de papel escogió su hoja de vida en medio de un arrume de solicitudes, e hizo que lo llamaran. ¡Logró emplearse! Dios respondió a sus oraciones.
En otro lugar, distante de allí, Loida volvió su mirada a Dios después que su médico le indicó que tenía sospechas de un cáncer. Le tomaron las placas y una primera biopsia. "Creo que debe prepararse para lo peor", le advirtió un día, en el impecable consultorio de una reconocida clínica en mi amada Santiago de Cali.
La mujer profesaba fe en Jesucristo. Y aun cuando respetó el diagnóstico médico, no se resignó y decidió creer por un milagro de Dios. Esa fue su tarea en adelante: clamar al Señor por su sanidad. La respuesta no se hizo esperar.
—No explico qué ha ocurrido-le dijo el especialista al mirar unas segundas placas radiográficas–. Pero aquí ya no aparecen vestigios de cáncer. No lo entiendo, realmente. Pero en seis meses nos vemos de nuevo, ¿le parece?-.
—Dios obró un milagro-le explicó ella–. Y en su vida también puede hacerlo–.
Él no respondió nada. Se limitó a mirarla por encima de los anteojos, y sonrió.
¿Qué papel juega la oración en el éxito de una persona? Un papel protagónico, diría yo. Esencial. Recuerde que cuando clamamos, estamos ejerciendo influencia desde el mundo físico a la dimensión espiritual, y a su vez, la respuesta se produce con poder de parte de Dios-en la dimensión espiritual-sobre el mundo físico.
Los hombres y mujeres exitosos han descubierto este principio, y lo llevan a la práctica en su cotidianidad. Ese es su gran secreto.
En la Escuela de la Oración
Todos los seres humanos, temprano o tarde, nos hemos visto enfrentados a una situación difícil de resolver, cuya solución escapaba de nuestras manos. Es probable que llegamos a preguntarnos: "¿Qué puedo hacer ahora?". Si le ha ocurrido, comprenderá la angustia que nos embarga, más cuando llegamos a sentir que estamos frente a un callejón sin salida.
Es en ese momento, cuando nada ni nadie nos ofrece respuesta a los interrogantes, es cuando nos matriculamos en la Escuela de la Oración. No es otra cosa que reconocer dos cosas: la primera, que tenemos realmente un problema. Y la segunda, que nuestras capacidades son limitadas y no disponemos de los recursos para sobreponernos a los obstáculos.
Son períodos de desierto en nuestra existencia. Nadie, absolutamente nadie, ha estado ajeno a atravesar esos terrenos áridos, en los que no asoma una luz de esperanza. Gobernados por la angustia, comprobamos que Dios es real. Y además, que tiene un poder ilimitado, a través del cual encontramos respuesta a nuestras oraciones.
Es entonces cuando descubrimos algo maravilloso en torno a lo que meditaremos hoy: que Dios oye nuestras oraciones-así creamos en muchas ocasiones que los cielos se cerraron y nadie escucha nuestro clamor–, y que Él responde maravillosamente, obrando milagros en nuestro ser y en quienes nos rodean.
¿Quiere ser un hombre o una mujer de éxito? Valore en su verdadera dimensión la oración. A través de ella, Dios abre puertas que antes parecían cerradas. Lo imposible se hace posible.
¿Peticiones pequeñas para Dios?
Una angustiada mujer que no tenía para pagar la renta, me escribió desde San José de Costa Rica para decirme que su situación era angustiosa. Al recomendarle que orara, me respondió que "Dios está muy ocupado resolviendo los problemas del mundo, como para ocuparse de una mujer cabeza de familia que no tiene el dinero para cancelar el arriendo".
¡Tremendo error! Sí, nos identificamos con el hecho de que nuestro amado Padre celestial tiene muchos asuntos que resolver, pero también es necesario considerar que en Su presencia, no hay peticiones pequeñas ni grandes. Todas son igualmente importantes en Su presencia, y ocupan un lugar privilegiado en el escritorio de su Despacho celestial.
Nuestro amado Salvador hizo énfasis en este aspecto cuando relató a sus discípulos acerca de alguien que pierde una moneda, que pese a su baja denominación, resultó de mucha estima y valor ante sus ojos: "Jesús les puso otro ejemplo: "¿Qué haría una mujer que con mucho cuidado guardó diez monedas, y de pronto se da cuenta de que ha perdido una de ellas? De inmediato prendería las luces, y se pondría a barrer la casa, buscando en todos los rincones hasta encontrarla. Y cuando la encuentre, invitará a sus amigas y vecinas y les dirá: "¡Vengan a mi casa y alégrense conmigo! ¡Ya encontré la moneda que había perdido!" "De la misma manera, los ángeles de Dios hacen fiesta cuando alguien se vuelve a Dios."(Lucas 15:8-10, Traducción en Lenguaje Sencillo)
Una vez comprendemos que nuestra necesidad es muy pero muy importante para nuestro Hacedor, lo que nos corresponde es simplemente pedir y hacerlo convencimiento, confiando plenamente que Dios responderá con poder.
Sea específico al pedirle a Dios
Jamás olvidaré que tras un largo viaje de varios días, llegamos a Lima (Perú) en un autobús que cubrió la distancia entre Cali y esa hermosa ciudad. Llegamos cansados y con hambre. Y, al momento de tomar los alimentos previo a un merecido descanso, pedimos a una hermana en la fe que orara a Dios en gratitud¡!Tomó muchísimo tiempo repitiendo toda suerte de adjetivos. Muchos, jamás los había oído. Para cuando terminó, muchos estábamos bostezando y con ganas de dormir.
¿Ha escuchado personas que procuran convencer a Dios con un idioma florido? No dudo que así sea. Consideran que por su mucha palabrería lograrán que se produzca el milagro más rápido. ¿Debe ser así? En absoluto. Con Dios hay que ser específicos en nuestras peticiones.
Este principio lo ilustra una escena del Señor Jesús de paso por Jericó: "Cuando Jesús salió de la ciudad de Jericó acompañado de sus discípulos, mucha gente lo siguió. Junto al camino estaban sentados dos ciegos. Cuando oyeron que Jesús iba pasando, comenzaron a gritar: "¡Señor, tú que eres el Mesías, ten compasión de nosotros y ayúdanos!" La gente comenzó a reprender a los ciegos para que se callaran, pero ellos gritaron con más fuerza todavía: "¡Señor, tú que eres el Mesías, ten compasión de nosotros y ayúdanos!" Entonces Jesús se detuvo, llamó a los ciegos y les preguntó: –¿Qué quieren que haga por ustedes? Ellos le respondieron: –Señor, que podamos ver de nuevo. Jesús tuvo compasión de ellos, y les tocó los ojos. En ese mismo instante, los ciegos pudieron ver de nuevo, y siguieron a Jesús."(Mateo 20:29-34, Traducción en Lenguaje Sencillo)
¿Por qué les preguntó el Maestro qué requerían?¿Acaso no era obvio? La respuesta es que se trata de algo relativo, porque si bien era evidente que lo que necesitaban era recuperar la visión, bien pudieron pedir una casa en el mejor lugar de la ciudad, o quizá un camello último modelo o tal vez una capa nueva.
Con nuestro amado Dios debemos ser muy específicos. Pedir las cosas tal como las necesitamos. Imagine que para navidad usted le dice a su hijo qué quiere. "Una bicicleta", responde él. Una vez se la regala, descubre que el niño la quería de un modelo distinto o de un color diferente. ¡Usted sentirá desilusión! Pues bien, el Señor es nuestro Padre celestial y desea que si le pedimos algo, seamos lo más específicos posible.
¿Por qué no hay respuesta a lo que pedimos?
El apóstol Santiago despejó el interrogante respecto a por qué no hay respuesta a nuestras peticiones. Él enseñó: "Son tan envidiosos que quisieran tenerlo todo, y cuando no lo pueden conseguir, son capaces hasta de pelear, matar y promover la guerra. ¡Pero ni así pueden conseguir lo que quisieran! Ustedes no tienen, porque no se lo piden a Dios."(Santiago 4:2, Traducción en Lenguaje Sencillo)
Es evidente entonces que luchamos en nuestras fuerzas, no sabemos pedir, lo hacemos con egoísmo y, no pedimos lo que realmente necesitamos.
Recuerdo a un joven frustrado porque Dios no le daba una motocicleta. Su argumento era que Dios proveía lo mejor y la motocicleta representaba para él una prioridad. Tal vez para él era esencial ese vehículo, pero nuestro amado Padre sabía que no lo requería, o simplemente, dárselo no iba a llevar a que hiciera mal uso del aparato y terminara estrellándose contra un poste del encordado eléctrico.
¿Está caminando hacia el éxito? Ore. Encuentre en la oración apalancamiento para alcanzar sus más caros anhelos. Pero además, hágalo teniendo objetivos muy claros. No olvide que aquél que no sabe para dónde va, cualquier avión le sirve.
Tres fundamentos: creer, confiar y obrar
Es evidente que si sabemos pedir, y lo hacemos en consonancia con la voluntad de Dios, la respuesta vendrá. Pero es imperativo que pidamos. Simplemente eso: elevar nuestras solicitudes al Padre en oración, como lo enseñó el Señor Jesús: "Pidan a Dios, y él les dará. Hablen con Dios, y encontrarán lo que buscan. Llámenlo, y él los atenderá. Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido."(Mateo 7:7, 8, Traducción en Lenguaje Sencillo)
En otras palabras, quien pide recibe. Nuestro Hacedor no deja de escucharnos. Y responde en su tiempo perfecto. Si creemos, simplemente clamaremos y Él nos responderá.
Pasemos ahora a un segundo elemento: Dios quiere darnos lo mejor. Debemos confiar en Él. Nos provee de lo que necesitamos, en el momento oportuno y sus bendiciones no traen tristeza a nuestro corazón, como lo enseñó Jesucristo: "¿Alguno de ustedes le daría a su hijo una piedra, si él le pidiera pan?¿Le daría una serpiente, si le pidiera pescado? "Si ustedes, que son malos, saben dar buenas cosas a sus hijos, con mayor razón Dios, su Padre que está en el cielo, dará buenas cosas a quienes se las pidan."(Mateo 7:9-11, Traducción en Lenguaje Sencillo)
Y un tercer aspecto, que resulta fundamental, es que pidamos al Padre en el nombre del Hijo, tal como Él mismo instruyó: "Hasta ahora ustedes no han pedido nada en mi nombre. Háganlo, y Dios les dará lo que pidan; así serán completamente felices." (Juan 16:24, Traducción en Lenguaje Sencillo)
Como hemos apreciado hasta el momento, si no hemos recibido más es porque no hemos pedido, y si hemos pedido, no lo hemos hecho apropiadamente.
Perseverar y no racionalizarlo todo a partir de la lógica
Al tener un panorama muy amplio acerca de los fundamentos para una oración eficaz, es clave que recordemos dos cimientos en los que usted debe afirmarse: el primero, es la perseverancia. "Quien persevera, alcanza", solemos repetir en Latinoamérica.
En cierta ocasión nuestro amado Salvador enseñó este principio: "Jesús les contó una historia a sus discípulos, para enseñarles que debían orar siempre y sin desanimarse."(Lucas 18:1, Traducción en Lenguaje Sencillo)
Ahora, si hemos pedido algo, no debemos girar alrededor de la lógica: ¿Cómo responderá Dios?¿Será qué sí lo hace?¿Cuándo se producirá el milagro? Racionalizarlo todo es un muro que se levanta para impedirnos avanzar en el proceso de recibir hechos milagrosos en nuestra existencia: "Les aseguro que si alguien no confía en Dios como lo hace un niñito, no podrá ser parte del reino de Dios"."(Marcos 10:15, Traducción en Lenguaje Sencillo)
Cuando usted enciende su aparato de televisión, seguro no se pregunta cómo operan los circuitos o de qué manera una infinidad de pequeños puntos configuran una imagen. Simplemente enciende el receptor y usted confía que verá el programa favorito.
O la luz eléctrica: usted no se pregunta cuál es el proceso para que la energía llegue desde una central hidroeléctrica, viajando en infinitésimas de segundos por muchísimos kilómetros de encordado hasta llegar a su casa. No. Usted simplemente oprime el interruptor y sabe que la lámpara se encenderá.
Usted y yo procuramos el éxito en todo cuanto hacemos: en el desenvolvimiento secular, en la búsqueda de paz interior y en nuestro desenvolvimiento espiritual. Lograr tal plenitud y realización es posible cuando media la oración. A través del clamor, encontramos respuesta a nuestras necesidades, las puertas se abren y lo imposible, se hace posible.
Jamás olvide que el secreto de los triunfadores de los tiempos modernos en la oración.
© Fernando Alexis Jiménez
Conclusión
Un futuro de éxito se construye desde hoy
Nació con todas las condiciones para ser un perdedor: hijo de madre separada y soltera aún, viviendo en una zona marginal de México, enfrentando toda suerte de necesidades, sin posibilidades de recibir formación académica, rodeado de maleantes y con discapacidad motriz.
Pero Antonio Iguarán Santamaría no estaba dispuesto de dejarse vencer. En cuanto se levantaban obstáculos, más énfasis daba a su propósito de sobreponerse. Incluso un domingo, al caer la tarde y cuando no tenían más que café y un taco de frijoles como único alimento del día, al recibir el mensaje desalentador de "Jamás podrás llegar arriba; resígnate a lo que vivimos", de su madre, se fijó la meta de salir adelante.
—No me dejaré vencer por las dificultades–, se repetía cada vez que enfrentaba situaciones complicadas.
Cuando tenía trece años, comenzó a cursar su formación primaria; pese a sus dificultades para caminar, y vendiendo dulces a la salida de los teatros, financió su secundaria y posteriormente, se recibió como profesional. Tenacidad, convicción, fe en un Dios de poder que abre puertas que nadie cierra.
Hoy tiene un bufete de abogados a cargo. Vive en una zona privilegiada de México y coincide en un hecho: el éxito se construye desde hoy. Con ayuda de Dios no hay límites y absolutamente nada resulta imposible…
Planificar la vida para el éxito
"¿Planificar la vida?". La pregunta la hizo un joven en medio de una conferencia que dicté sobre cómo construir desde hoy el mañana, con ayuda de Dios. Sobra decir que el auditorio estaba abarrotado. Sin duda, el tema despertaba interés. Y este muchacho no era la excepción, de ahí su pregunta.
La respuesta enfática: "Sí, la vida debe planificarse. Lo que ocurra en un futuro, depende en un alto porcentaje de las decisiones que adoptemos hoy". Es un proceso. No es producto de un abrir y cerrar de ojos.
La Biblia registra una parábola del Señor Jesús encontramos una excelente ilustración para este tema. "Grandes multitudes seguían a Jesús, y él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. »Supongamos que alguno de ustedes quiere construir una torre. ¿Acaso no se sienta primero a calcular el costo, para ver si tiene suficiente dinero para terminarla? Si echa los cimientos y no puede terminarla, todos los que la vean comenzarán a burlarse de él, y dirán: "Este hombre ya no pudo terminar lo que comenzó a construir."(Lucas 14:25-30, Nueva Versión Internacional)
Es necesario mirarnos en el tiempo. Determinar lo que somos ahora, con fallas y desaciertos, y lo que podemos llegar a ser en los ámbitos personal, espiritual y familiar, con ayuda de Dios.
Sobre esa base, es necesario hacer un inventario juicio de cómo estamos ahora, determinar con honestidad los cambios que se deben aplicar, y avanzar en ese sendero ayudados por el amado Salvador. Nos mantenemos unidos a Él en oración y mediante la meditación y aplicación de Su Palabra, la Biblia. Piénselo: necesitamos planificar hoy, lo que seremos mañana. Es imperativo e ineludible, si queremos dar pasos firmes hacia el éxito.
La dinámica acierto-error
En el largo tránsito hacia la construcción de un futuro de éxito, enfrentaremos generalmente la dinámica de acierto-error. ¿En qué consiste? En que la dura batalla que libra nuestra naturaleza carnal, querrá llevarnos de nuevo al viejo camino, poniendo tropiezos a nuestro cambio y crecimiento en las dimensiones personal y espiritual.
Frente a esta situación, es fundamental: primero, mantenernos asidos de la mano del Señor Jesucristo quien nos fortalece para vencer en momentos en que nos encontramos bajo una poderosa tentación, y segundo, para levantarnos si se produce una caída.
La Biblia relata que una mujer sorprendida en adulterio, fue llevada ante el Señor Jesús. Procuraban lapidarla, con la anuencia del amado Salvador. Es un pasaje maravilloso que manifiesta la misericordia de Dios, y de qué manera, no hay nadie justo porque todos fallamos, de una u otra manera. Como los acusadores de la mujer insistieran "… Jesús se incorporó y les dijo: -Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo. Al oír esto, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta dejar a Jesús solo con la mujer, que aún seguía allí."(Juan 8:6-9, Nueva Versión Internacional)
¿Ha fallado? Sin duda. Yo también. No soy lo súper espiritual que pudiera creer. Al igual que usted, cometo errores. En palabras coloquiales, usted y yo nos identificamos en algo: "Somos cristianos en construcción".
Una nueva oportunidad
Todos tenemos una nueva oportunidad. Es cierto, hemos fallado; sin embargo podemos reemprender el camino, tomados de la mano de Jesucristo. Si hemos errado, Él nos comprende y está dispuesto a ayudarnos en el proceso de levantarnos y seguir adelante en el proceso de crecimiento. Relata el Evangelio que la mujer quedó sola con Jesús. Se fueron aquellos que iban a apedrearla.
La escena fue conmovedora: "Entonces él se incorporó y le preguntó-Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena? -Nadie, Señor. -Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar. "(Juan 8:10, 11, Nueva Versión Internacional)
Una respuesta contundente, pero a la vez, esperanzadora. La instrucción del Señor Jesús fue clara y puntual: "Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar".
Cierta persona que me escribió desde el Paraguay, me consultaba sobre el dilema de perdonar o no a su esposa, en cuyo teléfono celular había descubierto un mensaje de texto que corroboraba su infidelidad. Mi recomendación fue hablar del asunto con ella y, con ayuda de Dios, encontrar una salida.
La mujer reconoció su error y le pidió una nueva oportunidad. Perdonarla no fue fácil, pero su hogar marcha hoy como él lo quiso siempre. Su compromiso fue el de no recabarle en el error, y el de ella, guardarle fidelidad. Piénselo: operó una segunda oportunidad, que es la que Dios nos concede siempre, y nos permite reemprender el camino, construyendo desde hoy nuestro mañana.
El cristianismo: camino al éxito
Hay dos perspectivas para mirar la vida cristiana: la primera, como una existencia aburrida, plagada de "No digas", "No hagas", "No toques". O aquella que descubrí y comparto con usted: un maravilloso camino de aprendizaje en el que no avanzamos solos sino con ayuda de Dios.
Es posible cuando hay disposición personal para el cambio. Una vez reconocemos nuestro error y concluimos que en nuestras fuerzas no es posible cambiar, dejamos que el amado Jesús, nuestro Señor, opere la transformación que anhelamos: "Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo."(Apocalipsis 3:20, Nueva Versión Internacional)
Cuando damos ese paso esencial, se produce una modificación entre el presente y el pasado. Ya no seremos los mismos. Todos los pecados y errores del ayer quedan borrados, y se abren ante nuestros ojos los capítulos el blanco de la nueva vida que está por escribirse como lo describe magistralmente el apóstol Pablo: "Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!"(2 Corintios 5.17, Nueva Versión Internacional)
No podemos permitir que el ayer nos atormente, y doblegarnos bajo el desánimo por lo que hicimos antes. Hay una nueva oportunidad en Dios, y debemos aprovecharla al máximo.
Liderazgo para transformar el mundo
Cuando aprendemos, asimilamos y ponemos en práctica los nuevos parámetros de vida que enseña La Biblia, sentamos las bases para un liderazgo eficaz que transforma el mundo. Ejercemos influencia en los demás. Nuestros pensamientos renovados, se manifiestan con hechos (Cf. Romanos 12:2)
Testimoniamos de una nueva con nuestras acciones, que impactan e influencian entre quienes nos rodean: "Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. Así que por sus frutos los conocerán. »No todo el que me dice: "Señor, Señor" , entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo."(Mateo 7:19-21, Nueva Versión Internacional)
Un liderazgo efectivo, camino al éxito, es aquél que ejerce influencia entre los demás, y sienta bases para el cambio y crecimiento. Cuando alguien me pregunta cómo defino éxito, mi respuesta-tal como se la compartí a un líder del Pacífico colombiano, en el hermoso puerto de Buenaventura, es esta: "Éxito es la plena realización de los dones y talentos de Dios en nuestra vida".
La razón es sencilla. La posición social, el nivel académico o la disponibilidad económica de alguien, no determina que sea exitoso. Conozco personas con mucho dinero, pero con matrimonios desechos; también profesionales con varios títulos de post grado, que protagonizan escándalos y tratan mal a su familia…
El valor de los sueños, metas y proyectos
Recuerdo a un hombre a quien conocí en la tradicional Plaza de Caycedo, en mi amada Santiago de Cali. Una tarde cálida bañada con la brisa proveniente de las montañas. Las palmeras se mecían plácidas y estaba contento disfrutando esos momentos únicos e irrepetibles.
—Este año tengo los planes para salir del desempleo, y hasta de la pobreza…–me abordó.
Acto seguido me hizo una vívida descripción de todas las iniciativas que se disponía a desarrollar. Unas fantasiosas, otras, aterrizadas y viables. Lo escuché de buena gana y antes de despedirme, lo animé a echar adelante con
Meses después lo encontré en el mismo lugar. La misma historia, casi con idénticos detalles. "¿Y qué haz hecho para materializar tus sueños?", le pregunté a lo que me dijo: "Realmente poco, pero pronto voy a poner manos a la obra".
Muy similar a lo que ocurre con millares de personas en todo el mundo. Sueñan mucho, pero ejecutan poco. El cristiano, camino al éxito; aquél que construye desde hoy su mañana, debe ser diligente. Por eso, además de tener claro lo que se va a hacer, es imperativo dejarlo en manos de Dios: "Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará."(Salmo 37:5, Nueva Versión Internacional
Dios no pone los límites, los límites los ponemos usted y yo. Recuerde que el Señor Jesús enseñó: "Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre. Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo. Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré."(Juan 14:12-14, Nueva Versión Internacional)
Observe cuidadosamente que dice "todas las cosas". Siempre y cuando esté en la voluntad de Dios para nuestra realización, no hay impedimentos ni límites. Todo es posible, incluyendo por supuesto su crecimiento personal y espiritual, y los altos niveles de realización que siempre ha soñado.
Tenga presente que debemos darle el valor que se merecen nuestros sueños, metas y proyectos, y someterlos a nuestro amado Padre celestial. Él abrirá puertas que nadie jamás puede cerrar.
Siempre adelante
Aquellos que construyen desde hoy su mañana, con ayuda de Dios, comprenden que el mundo evoluciona y nosotros –como creyentes-debemos evolucionar también, es decir, cambiar y crecer. Al respecto el apóstol Pablo escribió: "No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta. "(Romanos 12.2, Nueva Versión Internacional)
Es necesario estar preparados para los cambios y aprovechar las oportunidades que Dios nos ofrece. En esa línea de pensamiento, hay tres cosas que debemos tener presentes: la primera, que sólo quien sueña en Dios, llega lejos; la segunda, que es importante identificar dónde estamos fallando y cuáles son nuestros debilidades en procura de corregirlas, y la tercera, reconocer cuáles son nuestras fortalezas y potencializarlas.
Sin duda habrá pensado un poco en el curso de su vida. Probablemente ha descubierto que atraviesa un período de desierto o estancamiento. ¡Es hora de hacer una auto evaluación juiciosa! Recuerde que desde hoy estamos construyendo nuestro mañana. Y en Dios es posible llegar muy lejos.
No hay razón para que siga igual, estático, sabiendo que fuera hay un mundo de oportunidades que le esperan y que, en el Señor, su mañana es de victoria. ¡Tome la decisión! Hoy es el día para reemprender el camino de victoria u orientarse hacia él, si no lo había hecho antes.
Puedo asegurarle que, tomado de la mano del Señor Jesucristo, su existencia jamás volverá a ser la misma. Basta que se decida en este momento.
Si tiene alguna inquietud no dude en escribirme ahora mismo a [email protected] o bien, puede comunicarse al teléfono (0057)317-4913705.
© Fernando Alexis Jiménez
Autor:
Ps. Fernando Alexis Jiménez
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