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Gerencia y Ética (página 2)


Partes: 1, 2, 3

2.- Ciudadanía corporativa

Más allá de cuestiones eminentemente terminológicas, existen un conjunto de fundamentos comunes entre todas las definiciones y conceptos precedentes. Así, la Ciudadanía Corporativa, en sentido amplio, puede ser definida como los compromisos, estrategias y prácticas operativas que una compañía desarrolla para la implantación, gestión y evaluación de su Conducta Corporativa, su Ética Corporativa y sus Relaciones Corporativas. La Ciudadanía Corporativa, pues, se sustenta sobre 4 aspectos generales (Tabla 1): (a) El Comportamiento Corporativo; (b) La Ética Corporativa; (c) Las Relaciones Corporativas; y (d) La Política de Ciudadanía Corporativa.

Comportamiento Corporativo

Acción Económica

El impacto económico de la compañía a nivel local, regional, nacional y/o supranacional.

Comportamiento Corporativo

Acción Social

Implicación de la compañía en temas sociales, incluyendo los derechos humanos en el trabajo.

Comportamiento Corporativo

Acción Medioambiental

Implicación de la compañía en temas medioambientales.

Ética Corporativa

Gobierno Corporativo

La gestión ética y transparente en el gobierno de la empresa.

Ética Corporativa

Ética de Negocio

La producción y comercialización ética de los productos y servicios de la compañía.

Relaciones Corporativas

Las vinculaciones establecidas con los diferentes públicos de la compañía.

Política de Ciudadanía Corporativa

Los compromisos, estrategias y prácticas operativas para el desarrollo, evaluación y control de la realización de los 3 aspectos anteriores.

Tabla 1: Componentes de la Ciudadanía Corporativa

De esta manera, la Ciudadanía Corporativa no es una actividad "agregada" a la gestión empresarial o comunicativa de la empresa, sino que es parte integrante de la filosofía de management de la misma, basada en el comportamiento socialmente responsable a la hora de realizar su negocio. La Ciudadanía Corporativa no es un conjunto de actividades planificadas por la organización para "calmar su conciencia", "devolver a la sociedad parte del beneficio", "posicionar a la compañía socialmente", o incluso "ayudar filantrópicamente a la sociedad", sino que es un compromiso ético y filosófico a nivel corporativo de desarrollar su negocio (y ganar dinero, por supuesto) de forma socialmente responsable.

Desde la perspectiva empresarial, la importancia creciente que adquiere la Ciudadanía Corporativa viene marcada por el hecho de ser considerada una actividad legitimadora de la organización frente a la sociedad (Wartick & Cochran, 1985; Neu et al., 1998; Hooghiemstra, 2000; Deegan, 2002). La idea central de la Teoría de la Legitimación es que la supervivencia de la organización es dependiente del entorno en el que opera, dentro de los límites y normas establecidas por la sociedad (Deegan, 2002; Hooghiemstra, 2000). La legitimidad social se sustenta en un "contrato social" entre compañía y sociedad, que le otorga "licencia para operar" en un determinado territorio. La sociedad puede "revocar" el contrato social con una organización, por medio de diversas evidencias: los consumidores pueden dejar de comprar productos de dicha compañía ó la comunidad puede activamente manifestarse en contra de la organización. Así, la supervivencia de la organización se verá amenazada si la sociedad considera que la organización no está cumpliendo con su contrato social. En este sentido, las Relaciones Públicas pueden ser consideradas una práctica legitimante de las organizaciones.

Las responsabilidades empresariales han estado ligadas íntimamente a las Relaciones Públicas. Así, se puede observar una estrecha relación entre la práctica de las Relaciones Públicas y la acción de Responsabilidad Corporativa. Grunig y Hunt señalan que "public or social responsibility" has become a major reason for an organization to have a public relations function" (Grunig & Hunt, 1984: 48). En este sentido, la Responsabilidad Corporativa no sólo estaría estrechamente vinculada a las Relaciones Públicas, sino que sería una acción legitimadora de la propia actividad de Relaciones Públicas en una organización.

Por otra parte, la importancia de la Ciudadanía Corporativa para los diferentes públicos de la organización (consumidores, inversores, empleados, comunidad) ha quedado demostrada en los diversos estudios realizados sobre la valoración que aquellos realizan sobre el comportamiento de las empresas en relación con su CC. Un estudio realizado por IPSOS (2004) sobre los consumidores europeos pone de manifiesto la importancia de la ética corporativa en los negocios. En otro estudio realizado por PriceWaterhouseCoopers (2005) en España señala la creciente sensibilidad de los consumidores hacia las prácticas de RSE, existiendo casi un 75% de consumidores que ya han penalizado o que están dispuestos a penalizar a las empresas que no son responsables. Otro estudio, realizado por MORI (2004) para el Institute of Public Relations en el Reino Unido, señala que más del 75% de los consumidores a la hora de valorar una compra consideran importante el grado de responsabilidad social de las empresas; casi el 90% de los empleados considera que su empresa debería ser responsable socialmente; casi el 40% de los analistas e inversores consideran importante al evaluar a las empresas que una compañía sea responsable; y más del 50% de los periodistas y editores consideran importante la responsabilidad social a la hora de juzgar a las empresas.

Por último, la Ciudadanía Corporativa tiene un impacto importante sobre la Reputación Corporativa de las empresas, y fundamentalmente sobre la estructuración de los atributos que conforman dicha reputación. La Reputación Corporativa puede ser definida como una evaluación global que los públicos tienen de una compañía a lo largo del tiempo (Gotsi y Wilson, 2001; Fombrun, 1996 y 2001; Villafañe, 2004). Los públicos realizan esta evaluación global por medio de diferentes atributos que son asociados a las compañías (Fombrun et al., 2000) y que conforman la reputación corporativa. Estos atributos pueden ser integrados en 2 grandes grupos: atributos sobre la Capacidad Corporativa y atributos sobre la Responsabilidad Social Corporativa. Así, podemos vincular dichas tipologías de atributos con las tipologías de responsabilidades empresarias: económico-legales y ético-sociales. Por una parte, están las asociaciones ligadas al Rol Económico (Capacidad Corporativa), en relación con sus responsabilidades económico-legales (realizar buenos productos y servicios, cumplir la ley y obtener beneficios crecientes), y por otra parte, están las asociaciones vinculadas al Rol Social (Responsabilidad Social Corporativa), relacionadas con sus responsabilidades sociales (respeto a los derechos humanos, cuidado del medioambiente y contribución económica y social a la comunidad). El ejercicio de estos 2 roles, y la forma en que tales roles sean comunicados a los públicos, puede llegar a influir en la composición de la Reputación Corporativa de las compañías que tengan dichos públicos, influyendo en los atributos asociados con la Capacidad Corporativa y la Responsabilidad Social Corporativa de las empresas (Brown, 1998; Brown and Dacin, 1997; Brown and Cox, 1997; Berens and Van Riel, 2004). La política y las acciones de Cuidadanía Corporativa contribuyen a reforzar los atributos de Responsabilidad Social Corporativa, lo cual permitirá expandir y reforzar la Reputación Corporativa de las empresas.

3.- Responsabilidad social corporativa

Responsabilidad Social Corporativa (RSC), también llamada Responsabilidad Social Empresarial (RSE), es la contribución activa y voluntaria de las empresas al mejoramiento social, económico y ambiental con el objetivo de mejorar su situación competitiva y su valor añadido.

La Responsabilidad Social Corporativa, va más allá del cumplimiento de las leyes y las normas, dando por supuesto su respeto y estricto cumplimiento. En este sentido, la legislación laboral y las normativas relacionadas con el medioambiente son el punto de partida.

El cumplimiento de estas normativas básicas no se corresponde con la Responsabilidad Social, sino con las obligaciones que cualquier empresa debe cumplir simplemente por el hecho de realizar su actividad. Sería difícilmente comprensible que una empresa alegara actividades de RSE si no ha cumplido o no cumple con la legislación de referencia para su actividad.

Bajo este concepto de administración y de gerencia se engloban un conjunto de prácticas, estrategias y sistemas de gestión empresariales que persiguen un nuevo equilibrio entre las dimensiones económica, social y ambiental.

Como parte de la RSC destaca el interés por la sostenibilidad. Además, caben en ella las prácticas relacionadas con el buen gobierno de las compañías, como son: la democracia corporativa (las relaciones de poder al interior de la empresa); el espíritu de cooperación de la empresa con sus clientes, proveedores, competidores, gobiernos; los compromisos de transparencia que adquieren las empresas con la sociedad y que se hacen efectivos a través de la rendición de cuentas en forma, normalmente, de informes o memorias anuales verificables por organismos externos; la ciudadanía corporativa entendida como los derechos y obligaciones de la empresa dentro de la comunidad a la que pertenece.

Los antecedentes de la RSE se remontan al siglo XIX en el marco del Cooperativismo y el Asociacionismo que buscaban conciliar eficacia empresarial con principios sociales de democracia, autoayuda, apoyo a la comunidad y justicia distributiva. Sus máximos exponentes en la actualidad son las empresas de Economía social, por definición Empresas Socialmente Responsables.

La RSC puede enfocarse a mejorar: a. La calidad de vida laboral; b. El medio ambiente; c. La comunidad donde está instalada la empresa; d. El marketing para desarrollar una comercialización responsable; e. La ética empresarial.

En los últimos años han surgido diferentes iniciativas mundiales que han impulsado la incorporación de la Responsabilidad Social en la estrategia empresarial. Diferentes instituciones y organizaciones, formadas por multitud de Estados, han desarrollado iniciativas para promover y fomentar el comportamiento socialmente responsable de las empresas mundialmente. Generalmente todas estas iniciativas o proyectos incluyen una serie de normas o recomendaciones que, si bien no son de obligado cumplimento, sí incorporan un compromiso por parte de los Estados adheridos para fomentar su desempeño en el entramado empresarial de sus respectivos países. Conviene asimismo señalar que, mediante estos proyectos mundiales, lo que también se busca es uniformidad de principios, actuaciones y medidores de la RSC de forma que la labor de las empresas en este ámbito pueda ser reconocida no sólo en el entorno más cercano de la empresa sino también en el ámbito internacional. Las iniciativas mundiales en el ámbito de la Responsabilidad Social de la Empresa más destacables son:

Pacto Mundial: iniciativa lanzada por la Organización de las Naciones Unidas con el objetivo de promover la conciliación de los intereses empresariales con los valores y demandas sociales.

Libro Verde: Fomentar un marco europeo para la responsabilidad social de las empresas: Mediante el presente documento la Comisión Europea creó un foro de debate para conocer cómo la Unión Europea podría fomentar el desarrollo de la responsabilidad social en las empresas europeas así como también en las internacionales, aumentar la transparencia y la calidad informativas de las sociedades y mejorar la contribución de las mismas al desarrollo sostenible.

Líneas directrices de la OCDE para empresas multinacionales: Se encuadran dentro de la "Declaración sobre Inversión Internacional y Empresas Multinacionales" que la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE) publicó durante el año 2000. La finalidad de las directrices es promover la cooperación de las multinacionales al desarrollo sostenible, así como fomentar las actuaciones responsables de estas empresas en las comunidades en las que operan.

Global Reporting Iniative: Iniciativa creada en 1997 por la organización no gubernamental CERES (Coalition for Environmentally Responsible Economies) junto con PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), con el apoyo de numerosas instituciones privadas, empresas, sindicatos, ONGs y otras organizaciones «con el objetivo de fomentar la calidad, el rigor y la utilidad de las Memorias de Sostenibilidad».

4. Instrumentos para la Gestión Ética

El Pacto Global (Global Compact) es un instrumento de las Naciones Unidas (ONU) que fue anunciado por el secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan en el Foro Económico Mundial (Foro de Davos) en su reunión anual de 1999.

Su fin es promover el diálogo social para la creación de una ciudadanía corporativa global, que permita conciliar los intereses de las empresas, con los valores y demandas de la sociedad civil, los proyectos de la ONU, sindicatos y Organizaciones no gubernamentales (ONGs), sobre la base de 10 principios en áreas relacionadas con los derechos humanos, el trabajo, el medio ambiente y la corrupción.

El Pacto Global se inserta en la lista de iniciativas orientadas a prestar atención a la dimensión social de la globalización. Al presentarlo Kofi Annan manifestó que la intención del Pacto Global es "dar una cara humana al mercado global".

El Pacto Mundial de las Naciones Unidas ha tenido una gran acogida entre empresas, sindicatos, entidades educativas y ONGs, pero también ha sido criticada por no tener carácter obligatorio.

La Oficina del Pacto Global está conformada por seis agencias de las Naciones Unidas: el Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACDH), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), y la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI).

El Pacto Global es un instrumento de libre adhesión para las empresas, sindicatos y organizaciones de la sociedad civil, para aplicar los Diez Principios que lo integran en sus estrategias y operaciones. La entidad que adhiere al Pacto Global asume voluntariamente el compromiso de ir implantando los diez Principios en sus actividades cotidianas y rendir cuentas a la sociedad, con publicidad y transparencia, de los progresos que realiza en ese proceso de implantación, mediante la elaboración de Informes de Progreso.

Los Diez Principios

Derechos Humanos

  • Principio Nº 1. Apoyar y respetar la protección de los derechos humanos.
  • Principio Nº 2. No ser cómplice de abusos de los derechos.

Ámbito laboral

  • Principio Nº 3. Apoyar los principios de la libertad de asociación y sindical y el derecho a la negociación colectiva.
  • Principio Nº 4. Eliminar el trabajo forzoso y obligatorio.
  • Principio Nº 5. Abolir cualquier forma de trabajo infantil.
  • Principio Nº 6. Eliminar la discriminación en materia de empleo y ocupación.

Medio Ambiente

  • Principio Nº 7. Apoyar el enfoque preventivo frente a los retos medioambientales.
  • Principio Nº 8. Promover mayor responsabilidad medioambiental.
  • Principio Nº 9. Alentar el desarrollo y la difusión de tecnologías respetuosas del medio ambiente.

Anti – Corrupción

  • Principio Nº 10. Las empresas deberán trabajar contra la corrupción en todas sus formas, incluidas extorsión y criminalidad.

5. Racionalidad económica y trasformación moral.

La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente.

La "radicalización" del paradigma de la producción que, para superar sus inconsistencias, propone György Márkus, significa partir de los problemas teóricos y las exigencias prácticas del presente para reconstruir las "intenciones originales" de Marx: el significado objetivo de su "ruptura" con tradiciones teóricas anteriores.

También significa que la precondición de la posibilidad de la teoría crítica es la realidad empírica "vivida" de necesidades radicales que trascienden, en su contenido, el presente, apuntan hacia una nueva organización social, y condicionan el contenido conceptual de la teoría, puesto que la distinción entre "condiciones materiales" (fuerzas productivas) y "relaciones sociales" sólo se puede trazar en función de dichas necesidades. Las primeras son los elementos sociales que en relación con las necesidades representan una precondición necesaria de la vida humana, una objetividad indiscutible (no valorativa); mientras las segundas (que regulan la reproducción de dichos elementos) pueden ser cambiadas y por ello tiene sentido cuestionarlas. La teoría crítica puede volver imaginable un futuro alternativo, dando así voz a la miseria muda del presente y transformándola en aspiraciones radicales concientes, sostiene GM. La teoría crítica como atalaya del historicismo radical de la finitud humana, dice GM, al analizar el presente desde el punto de vista de una alternativa de futuro basada en necesidades radicales definidas, ha de probar su carácter universal: su capacidad de conducir la unificación práctica del género humano. Pero en vez de la unicidad del sujeto radical acepta su pluralidad inevitable.

Si la pluralidad de valores se plantea como valiosa en si misma, entonces la unidad del género humano ya no se puede pensar ni bajo la categoría de un agente único de transformación radical ni bajo la noción de un consenso alcanzado; se tendría que entender como diálogo ininterrumpido, basado en la solidaridad práctica y la tolerancia creativa, entre diferentes culturas y formas de vida.

GM concluye su obra con reflexiones magistrales sobre la filosofía y sus conceptos básicos: La filosofía sólo puede sobrevivir si se asume como actividad que nos recuerda algo que ya conocemos en la práctica de la vida -el entretejimiento indisoluble de los 'hechos' y las 'reglas' como fundamento incuestionable de la racionalidad humana. El paradigma de la producción sostiene la unidad indisoluble de hechos y reglas en la constitución del mundo vital como realidad material humana. GM aclara que la distinción que tiene sentido hacer no es entre hechos desnudos y reglas desencarnadas derivadas de convenciones, sino entre dos elementos, dos constituyentes de la realidad, ambos constituidos mediante reglas, pero de distinto tipo: reglas 'técnicas' y reglas en sentido estricto sociales, distinción que es siempre relativa al momento histórico, a la situación vital de los sujetos sociales que la trazan. Continúa así: la acción racional sólo es posible si uno puede distinguir, por un lado, entre sus condiciones y los medios disponibles que se han de tomar en cuenta y utilizar, y por el otro, los objetivos y fines que han de elegirse y tratar de alcanzar. Cuando la actividad social deja de ser dirigida por la tradición, cuando su carácter poético (creativo) se vuelve un problema conciente, surge entonces la tarea de establecer esta distinción de manera sistemática, general y justificada.

Ruth Levitas (RL) distingue la función heurística y axiológica de la utopía de su función sistemática que busca diseñar maquetas detalladas de una sociedad futura y coincide con E.P. Thompson (EPT) en que la importancia de Noticias de ninguna parte radica en que corporiza valores alternativos en un modo de vida alternativo, pero cuya función central no es ofrecer un modelo de sociedad sino subvertir el presente. RL cita la idea de Abensour que da título al capítulo: "en una aventura así, el sentido común de la sociedad burguesa cae en desorden y entramos al espacio propio y novedoso de la utopía: la educación del deseose trata de enseñarle al deseo a desear, a desear mejor, a desear más y sobre todo a desear de manera distinta" y la complementa: Noticias de ninguna parte "nos invita a experimentar lo que significaría estar en plena posesión de nuestra humanidad" RL narra las conclusiones a las que llega EPT: 1) el marxismo tardío apagó la imaginación utópica y recayó en el utilitarismo del crecimiento económico; 2) reivindicar a Morris reivindica al utopismo mismo para que recorra el mundo de nuevo sin vergüenza; 3) el marxismo, reino del conocimiento, y la utopía, reino del deseo, son complementarios, lo que coincide -añade RL- con la idea de Bloch de la corriente caliente (pasión) y la fría (análisis) del marxismo.

La función de la utopía conlleva la postulación de una escala de valores radicalmente distinta que permite un "salto fuera del reino de la necesidad hacia un reino de libertad imaginado en el cual el deseo puede realmente indicar elecciones o imponerse como necesidad", dice EPT citado por RL, quien añade brillantemente que si "la función de la utopía es la educación del deseo, la función de la educación del deseo es la realización de la utopía". RL cita la distinción de Raymond Williams entre utopía (transformación deliberada) y ciencia ficción (transformación surgida de un cambio tecnológico o de las circunstancias). Lo que le parece valioso a Williams en la utopía de Morris es, señala, el "reconocimiento del largo proceso de desarrollo de nuevas necesidades, condiciones y relaciones sociales". Destaca la conciencia de Morris: "Es imposible construir un esquema para la sociedad del futuro pues nadie puede de verdad sustraerse mentalmente de su propio tiempo". Las obras de EPT y Bloch han debilitado el tradicional rechazo marxista a la utopía. Las funciones educativa y transformadora de soñar, transformación cuyo objetivo es superar la alienación, el papel del arte tanto en prefigurar dicha experiencia (Bloch) como en su realización (Morris) son todas pretensiones de la utopía que si no estuvieran contenidas en el marxismo son al menos compatibles con él y son su complemento indispensable, concluye RL. Levitas y Márkus (la utopía y la teoría crítica) buscan por caminos cercanos el mismo propósito: el florecimiento humano.

6. Cuestiones éticas en la gerencia.

Desde el momento en que se produjo el derrumbe del mito según el cual, el crecimiento económico conducía de modo necesario al desarrollo social y coincidentemente con la convergencia de resultados de líneas de pensamiento, que han sido críticas del colonialismo y la miseria en las regiones pobres del mundo, se ha venido fortaleciendo una visión ética de los problemas del desarrollo (Ferrer, 2004). Según Velásquez (2006), el crecimiento económico y desarrollo humano en Venezuela muestra que el crecimiento apoya el proceso de desarrollo y éste último, a su vez, le imprime fluidez y eficiencia al primero. Por tal motivo, la estrategia de desarrollo nacional debe estimular la recuperación del crecimiento económico sostenido como instrumento necesario, aunque no suficiente, para mejorar el desarrollo humano y disminuir la tasa de pobreza.

En este mismo orden de ideas, el desarrollo humano es un enfoque alternativo que trata de orientar las estrategias y las políticas de desarrollo, enfatizando que el fin del desarrollo es la gente.  Las oportunidades que valoran los seres humanos son infinitas y cambian a través del tiempo. Sin embargo, independientemente del nivel de desarrollo que tenga un país, las tres oportunidades esenciales para la gente son: a) disfrutar de una vida prolongada y saludable; b) adquirir conocimientos y c) tener acceso a recursos e ingresos suficientes para mantener un nivel de vida decente. Así el objetivo básico del desarrollo humano es el de generar un ambiente adecuado para que los seres humanos disfruten de una vida prolongada, saludable y creativa. Los aportes recientes de Sen (2002) destacan el papel de las libertades en el proceso de desarrollo, éste se concibe como: "…. un proceso de expansión de las libertades reales de que disfrutan los individuos. En este enfoque se considera que la expansión de la libertad es 1) el fin primordial y 2) medio principal de desarrollo… Desde este punto de vista el desarrollo es el proceso de expansión de las libertades humanas y su evaluación ha de inspirarse en esta consideración". Según Velásquez (2006) puede ocurrir que el crecimiento económico no genere oportunamente suficientes empleos bien remunerados, no promueva mayor equidad en la distribución del ingreso y la reducción de la pobreza, no aumente la participación y la democracia, promueva la pérdida de identidad y la discriminación cultural, promueva la destrucción de los recursos y el deterioro del ambiente, poniendo en peligro el desarrollo humano de generaciones futuras. Esto lleva a anticipar que un país con rápido crecimiento económico y lento desarrollo humano no logrará mantener su nivel de actividad económica y acelerar su desarrollo humano, de manera que el diseño de política económica debe ocurrir en un contexto de consistencia temporal y sostenibilidad. Según Sen (1998), cabe preguntar si el hecho de reconocer la importancia del "capital humano" ayudará a comprender la relevancia de los seres humanos en el proceso de desarrollo. Si en última instancia se considerara el desarrollo como la ampliación de la capacidad de la población para realizar actividades elegidas (libremente) y valoradas, sería del todo inapropiado ensalzar los seres humanos como "instrumentos" del desarrollo económico. En consecuencia, la ampliación de la capacidad del ser humano reviste a la vez una importancia directa e indirecta para la consecución del desarrollo. Indirectamente, tal ampliación permitiría estimular la productividad, elevar el crecimiento económico, ampliar las prioridades del desarrollo y contribuiría razonablemente a controlar el cambio demográfico; directamente, afectaría el ámbito de las libertades humanas, el bienestar social y la calidad de vida tanto por sus valores intrínsecos como por su condición de elemento constitutivo de las mismas. La interpretación tradicional del concepto de "capital humano" tiende a concentrarse en la segunda función que desempeña la ampliación de las capacidades del ser humano, es decir, la de generar ingresos. Y aunque este aspecto no deja de ser importante para los ingresos, se habrá de añadir los beneficios y ventajas de tipo "directo" o primario. Dicha ampliación es de naturaleza adicional y acumulativa en vez de una alternativa a la actual noción de "capital humano". El proceso de desarrollo no es independiente de la ampliación de las capacidades del ser humano, dada la importancia de ésta última al nivel instrumental. Entre los autores que sustentan la actual concepción de una Ética del Desarrollo o Ética para el Desarrollo se encuentran Goulet (1995), Crocker (2001) y sobre todo Sen (2002), citados por Ferrer (2004), quienes han permitido llegar en la época actual a caracterizar la Ética del Desarrollo como una reflexión sobre los fines y medios que acompañan los cambios socioeconómicos en los países por la búsqueda de calidad de vida. Después de los antecedentes de esta línea, que fueron forjándose en contextos reales de pobreza y que se remontan a la década de los años sesenta, se ha producido un desplazamiento de las discusiones hacia la centralidad del desarrollo como asunto ético (Sen, 2002), problemática en la cual está involucrada no solamente la prosperidad material, sino también las posibilidades de cohesión social y de participación política.

Ahora bien, la complejidad de la problemática del desarrollo no puede ser abordada desde visiones interesadamente simplificadoras o reduccionismos sociales, o de reduccionismo ideológico que transforman la realidad en un esquema (Iglesias, 2001). Se hace necesario plantear con nuevo vigor en esta perspectiva, los problemas de una sociedad, a veces, sin horizonte social, temporal, ni ecológico o del Estado y su papel compensador en una sociedad desigual.

Nace la formación crítica de agentes de desarrollo y la promoción de actividades de colaboración entre colectivos comprometidos en tareas que permitan llegar a una propuesta de reflexión ética que, al tiempo que desmitifique el enfoque reduccionista, fomente un modelo de desarrollo que apunte a la sensatez por programas sociales y planes de reformas estructurales, por el cambio de actitud moral del ciudadano.

Refiere Martínez (2000) como el esfuerzo no se limita a la formación de programas y planes sociales, requiere discutir cómo se entiende el desarrollo. Tampoco se ciñe a la mera propuesta de un código ético, para ser aplicado de modo inmediato por los agentes sociales, sino que busca ofrecer una reflexión sobre el trasfondo ético que debe ser aclarado antes de la elaboración de códigos éticos concretos. Por ello, después de ubicar la Ética para el desarrollo en el campo de las éticas aplicadas y de resaltar la importancia de conceptos claves sobre necesidades básicas, es necesario concentrarse en metas formuladas en términos de valores y normas necesarias para la ejecución de tareas coherentes. Así, la compleja interdependencia entre valores, instituciones y normas de comportamiento del ciudadano, así como entre la respectiva búsqueda de equidad en la distribución y para visualizar la interdependencia entre equidad y eficiencia, entre valores e instituciones.

Por tanto, la falta de equidad en una esfera puede conducir a una pérdida de eficiencia y desigualdades en otras (Sen, 2002). Por ello, al promover una reflexión sobre los desafíos éticos del desarrollo, en especial los que plantea el nuevo orden económico que prevalece en nuestros días, se procura despertar la conciencia sobre un aspecto bastante olvidado en el debate contemporáneo: la dimensión moral que lo acontece (Sen, 2002). Esto significa que cuando se habla de los desafíos éticos, que plantea el proceso de desarrollo que está viviendo la humanidad en el orden político, económico y social, debe abocarse a examinar sobre la búsqueda de valores universales, desde una ética social. Tal y como lo establece Elegido (1996), por lo general la gente piensa en la ética en relación con las acciones individuales, pero existen dos razones de importancia en la vida cotidiana. En primer lugar, la postura ética de un individuo se ve afectada por la postura de sus grupos de referencia. En segundo lugar, los valores éticos institucionales influyen en modo considerable en su capacidad de desempeñarse de manera congruente. La raíz de la cuestión es cómo ciertas responsabilidades individuales derivan de la pertenencia de un individuo a cierta comunidad, y esas responsabilidades no existirían si tal individuo no perteneciera a ella. Tanto la familia, como las instituciones y organizaciones sociales viven en un reto permanente por sobrevivir. En las postrimerías de un milenio, todavía se tienen que discutir cuestiones esencialmente básicas para la convivencia social humana. La necesidad de un ejercicio ético se debate en los foros profesionales, empresariales y políticos. Muchos argumentos se levantan para justificar actitudes y comportamientos que dejan mucho que desear en los campos privado y público.   De todos modos, la responsabilidad por el rescate de los valores y principios legítimos que pueden dar continuidad y prosperidad a nuestra civilización sigue siendo de cada individuo.  Por eso no apelamos ya a la institucionalización de códigos de conducta moral desde los estamentos de poder, ni desde  las oficinas ejecutivas de las grandes corporaciones. La ética debe ser parte de la educación del individuo desde su infancia, reforzada especialmente por la educación familiar y formal. El desarrollo no se puede simular. Hay leyes que lo  determinan. Una de esas leyes es la llamada "ley de la cosecha". Sea que resulte claro o no, usted cosecha lo que siembra.  Por eso hay que reconocer que si queremos una gerencia más íntegra, éticamente efectiva hay que comenzar desde ahora a educar en los principios éticos a las próximas generaciones de gerentes.

7. Cuestiones éticas en Las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC).

Las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) están invadiendo todos los aspectos de la existencia humana y están planteando serios desafíos a valores sociales que se consideraban firmemente establecidos. Es cierto que las tecnologías de la computación, Internet y la World Wide Web han creado posibilidades a nivel global que no estaban antes disponibles ni para los individuos ni para las organizaciones. Pero también es cierto que han surgido nuevas cuestiones éticas porque los cambios están afectando las relaciones humanas, las instituciones sociales y principios morales básicos que se espera tengan vigencia en las distintas sociedades y culturas.

La nueva sociedad basada en las tecnologías de la información y de la computación debería constituirse en un instrumento para la integración social, para formar una sociedad coherente e inclusiva. Debería tender a reducir las desigualdades existentes y asegurar el acceso general a la información y a los servicios. Es indudable que esta sociedad presenta un enorme potencial y habrá de ofrecer muchas oportunidades que es necesario identificar y para las cuales es indispensable formarse. Su desarrollo no puede constituir sólo una expansión de la infraestructura de la información y de la comunicación. Deberá tratarse de una sociedad informada y participativa que transcienda de la noción tecnocéntrica para adquirir una dimensión humana en la cual el conocimiento compartido constituya la base de la cohesión social.

El mundo está sujeto a un cambio casi permanente originado en las nuevas tecnologías. Muchos de esos cambios pueden ser considerados como positivos. Y, sin duda, para algunos lo han sido y lo serán en el futuro. Otros han sido perdedores a lo largo del proceso. Esto ha llevado a plantear una suerte de dicotomías vinculadas con estos procesos. Así se mencionan los que tienen y los que no, los ricos en información y los pobres en información, los viejos y los jóvenes, los desarrollados y los en desarrollo, los online y los offline, los usuarios y los desarrolladores, los alfabetos en computación y los iliteratos en computación, los locales y los globales. El mundo de las TIC parece haberse segmentado en muchas partes.

Sin embargo, también es cierto que los nuevos problemas éticos que ya se han presentado y que siguen surgiendo a una velocidad que en muchos casos parece superar la propuesta de soluciones, requiere un análisis particularizado que podría centrarse en las cuestiones referidas a privacidad, control de trabajadores, propiedad, seguridad, acceso y poder, globalización, responsabilidad moral y profesional.

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