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Construcción del nuevo sujeto popular (página 2)

Enviado por Belén Scalesa


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Por eso se puede afirmar que en el modelo aplicado en los noventa existió una dominación claramente hegemónica. La voluntad general fue avasallada por el abuso desmedido del poder que ejerció la clase dirigente de esa época en pos de sus propios intereses y muy especialmente en pos de sus intereses económicos. Y de hecho la sociedad argentina, agobiada empobrecida y sin perspectivas de mejoramiento, puso freno utilizando el voto como herramienta democrática de cambio, poniendo así punto final a la llamada "década infame". Inaugurando esperanzada la etapa delarruísta que terminó en represión policial, Estado de sitio y en la renuncia del primer mandatario.

En ese mismo momento surgen nuevos protagonistas. Sujetos sociales y políticos aún en formación que, a raíz de las medidas neoliberales aplicadas por el gobierno de Menem ya mencionadas y del fracaso de la alianza UCR-Frepaso, se organizan y se activan en comités vecinales, asambleas barriales, a través de piquetes y se apropian de los espacios públicos -violenta o pacíficamente- interpelando directamente al Estado. Dicha interpelación tiene en sí misma una capacidad generalizadora que la lleva al terreno de la política nacional como campo de acción y de definición de la política de los subalternos que es motivada por la necesidad manifiesta de resolver las desigualdades sociales.

Pero es importante destacar que, existe un proceso constitutivo de nuevas legitimidades que tiene como principal protagonista al nuevo sujeto popular en construcción que por su iniciativa, se ha convertido en portador de una gran responsabilidad social y política.

Los valores a tener en cuenta

Los valores fundantes sostienen las definiciones políticas y culturales, éstos son esenciales para el diseño de las fórmulas económicas y tecnológicas que acompañan los distintos modelos de sociedad y Estado (Argumedo 1996: 330). En lo que respecta a América Latina, es necesario que esos valores estén explícitos de alguna manera, para poder así orientar nuestros modelos de sociedad ante los nuevos tiempos. Explicitar los valores significa que es preciso la toma de posiciones de todas las corrientes ideológicas y también de las políticas, y lo principal: que ello suceda sin hipocresías. Negar el pasado y la historia, no es positivo, pero mucho menos lo es el silencio. El silencio fue el manto que cubrió a toda Latinoamérica bajo regímenes dictatoriales (desde principios de los 70 hasta mediados de los 80), signados bajo consignas de miedo y terror, que derivaron en la despolitización y en el retiro de la sociedad de los asuntos públicos y un vuelco hacia lo privado. Durante ese tiempo, las clases populares de los países latinoamericanos, como en Argentina desde 1976 hasta la actualidad, han tenido que pagar los más altos costos debido a la crítica agudización de la calidad educativa, salarial y del sistema de salud. Y por ese mismo motivo es que las fuerzas populares como nuevo sujeto en construcción expresan en sus diseños de sociedad y Estado, valores que son netamente disímiles a los modelos que abogan por la concentración de riquezas, el individualismo, el lucro, la competencia, el desprecio y el racismo entre otros. Por lo mencionado anteriormente, en la Argentina, ese comportamiento se reflejó en el voto bronca o castigo, pero a su vez las estructuras dominantes engañan a través de costosas y majestuosas campañas en medios de comunicación, propagandas oficiales, y fórmulas políticas populistas, que encarnan en sí mismo la idea de cambiar algo para que en realidad no cambie nada.

La dicotomía social en América Latina es muy clara. Por un lado, existen las élites dominantes que hoy representan lo que antiguamente fueron las tradiciones oligárquico-señoriales y por otro lado, las mayorías populares. En referencia a esta dicotomía que se da en América Latina, A. Argumedo dice:

Antes y hoy por hoy, las principales cuestiones giraron alrededor del diseño de modelos de sociedad y Estado restrictivos, excluyentes de las capas subordinadas, con una fuerte concentración de las riquezas, vertebrados por clases dominantes gerenciales con vocación dependiente y de sumisión neocolonial; frente a modelos de alta integración económico-social, de recuperación y potenciación de las energías colectivas y la creatividad popular, en un intento de revertir el poder de los grupos oligárquicos y las potencias externas (Argumedo 1996: 303).

Dos caminos alternativos:

1.- Modernización excluyente y subordinada

En el modelo de "modernización excluyente y subordinada", sólo una parte muy bien seleccionada de la sociedad puede ser protagonista de los avances y de las mejoras que trae consigo la modernidad (Argumedo 1996: 304). Y no solamente las clases más bajas quedan afuera, sino que dicha selección va a afectar a todas las clases, en el sentido que también lleva a cabo una discriminación de los grupos que -por más que sean empresas reconocidas- no son obsecuentes al sistema y a las pautas que éste les impone.

Con los trabajadores pasa algo similar: los avances en materia de tecnología, por ejemplo, hacen que la mano de obra requerida sea calificada, y como si esto fuera poco, es la misma tecnología la que viene a suplantar al propio trabajador, ya que esto reduce los costos: es más barato mantener una máquina que a un trabajador que necesita cubrir sus necesidades básicas y la de su grupo familiar. En nuestro país se puede observar el aumento incontrolable de planes sociales para desocupados, que se han llamado "Plan trabajar", "Plan Jefes y Jefas de Hogar", que no estimulan el crecimiento de un empleo mercantil compatible al modelo fordista o, mejor dicho, que apunte a la solidificación del crecimiento del empleo digno, sino que es dirigida a paliar una situación coyuntural, marcada por una decadencia educativa y de proyecto de país que parece no tener fin. Además, las reformas laborales que se han suscitado en Latinoamérica, como por ejemplo en Argentina, han traído consigo la precarización del trabajo, también contratos denominados "basura" (de dos a tres meses); el pago en "negro", que significa que el empleado no goza de ningún beneficio, como seguro social, de riesgo laboral, aporte jubilatorio, vacaciones, régimen de licencias, derechos laborales, etc. Es así como la gran clase trabajadora de un país latinoamericano termina por quebrarse en tres fracciones: A) aristocracia laboral –20 a 25% de los asalariados-[2], B) los trabajadores anacrónicos –los de la transición-[3] y por último, C) los marginales estructurales –población excedente absoluta-[4].

Otro factor importante típico del neoliberalismo y los lineamientos del "Consenso de Washington" sobre la reconversión productiva, es la "flexibilización" del trabajo y los salarios con el objetivo de atacar el problema del desempleo. Se trata de disminuir los salarios y las prestaciones sociales con el argumento de que los aumentos salariales producen inflación, crisis, bajas en las ganancias empresariales, etc.

2.- Las opciones populares

En cuanto a la segunda alternativa de modelo para América Latina, se puede manifestar que, contrariamente a los principios del anterior, este modelo está basado en las opciones populares. Los artífices son las amplias mayorías que a lo largo del tiempo fueron desplazadas, discriminadas por el sistema. Son los que tratan de reivindicar su propia dignidad y sobre todo, los valores políticos y culturales (Argumedo 1996, 312).

Los desocupados "piqueteros" se constituyen en sujeto político popular en nuestro país dentro de este segundo modelo. En lucha -sin tregua- por su sobrevivencia y sus derechos -al trabajo, a la salud, a la educación, a la vivienda o a la tierra-, los desocupados -mayormente pobladores de los barrios pobres- se constituyeron en actores sociales reconocidos, disputaron y disputan por un lugar en la sociedad, salen a las calles y reclaman. En su manifestación más fuerte, de mayor impacto social, han recurrido a los "piquetes" -cortes de rutas, calles o puentes- como su forma de lucha fundamental, de ahí que se los identifique como piqueteros.

El modelo intenta crear fórmulas económicas y tecnológicas que permitan la inclusión de los proyectos populares, ya que éstos tienen como finalidad la democratización de los espacios, ya sea en el ámbito político, en la educación, en la salud, en cuanto a la propiedad y los recursos. Estas fórmulas propuestas, van debilitando a las anteriores, me refiero a las fórmulas de represión tradicionales. El eje vertebrador, también se modifica, ahora prima la idea del protagonismo de lo social contextuado en valores como la autonomía y la equidad. La clave del nuevo proyecto social es poder construir un modelo con las características antes mencionadas, donde realmente se democraticen los diversos ámbitos de la sociedad para poder lograr una participación mucho más amplia, sobre todo en los niveles de decisión y fundamentalmente en las universidades. Es justamente en ellas donde se puede generar un debate con sentido crítico y enriquecido por la creatividad y, a la vez, donde se pueda llevar a cabo una verdadera transformación en cuanto a la manera de investigar y de formar a los nuevos profesionales. Hoy debemos reconocer que el antecedente inmediato de ciertas manifestaciones populares, pueden rastrearse en las asambleas de estudiantes de universidades ocupadas.

El nuevo modelo es sinónimo de diversidad. La composición social muestra intereses heterogéneos, diferentes grados de compromiso y organización. En esta diversidad a la que hago referencia, es preciso resaltar la multiplicidad de los antagonismos puestos en juego. Estudiantes junto a desocupados y pobres; empleados estatales junto a comerciantes; piqueteros junto a amas de casa de la clase media. Es una mayoría que responde a una comunidad y no a una sola identidad.[5]

Hacia la hegemonía

La sociedad capitalista con su propia contradicción interior ha cambiado a partir de la tercera revolución tecnológica. La implantación del neoliberalismo obliga a hacer un replanteo dialéctico (Dri 1997: 2). El capitalismo ahora no incluye a todos los trabajadores. De este modo, las nuevas formas de lucha se desarrollan pasando por el costado las instituciones tradicionales. Las múltiples y novedosas formas de organización se proyectan, empujadas por el nuevo sujeto social: multiplicidad de sujetos que se auto organizan en función de las necesidades de la acción desechando toda modalidad preestablecida. Así, cada enfrentamiento recoge la realidad concreta local que muestra no sólo la gran diversidad de intereses, culturas, necesidades, identidades, sino también las autonomías presentes.

Por lo antes manifestado, se vuelve fundamental materializar esas expectativas y fuerza más que en violencia, a través de relaciones que le reproduzcan su poder, que cristalicen sus fines con la construcción de un poder tal que los sostenga.

De no ser así, es muy probable que se produzca una fragmentación, porque son los mismos grupos los que deben dar solución a sus problemas, entonces su tarea se vuelve social y, si bien lo social y lo político no están escindidos, estaría faltando la acción política que ponga a la organización a construir poder -por medio de relaciones sociales- para lograr por fin la hegemonía.

Retomando la línea de Rubén Dri y para finalizar, éstos nuevos sujetos populares, se proponen construir el poder desde abajo –lo que sería en términos de Foucault "microfísico"- por el consenso y horizontalmente. Dice Dri:

Esto plantea la imperiosa necesidad de que lo social vaya adquiriendo cada vez más, no digo significación política, pues de por sí la tiene, sino organización política que se proponga expresamente la conquista de hegemonía y construcción de poder (Dri 1997: 4).

PALABRAS FINALES

Para Alcira Argumedo, es importante que una sociedad tenga en cuenta los valores sobre los cuales se funda. Una sociedad que tiene como protagonista al nuevo sujeto político, nacido en un contexto de dificultad social, debe estar fundada en valores como la solidaridad, el respeto por la diversidad, la inclusión, la autonomía y la equidad entre otros.

Existen dos modelos de sociedad alternativos que pueden llevar a las sociedades latinoamericanas por dos caminos muy diferentes. Por un lado, la modernización excluyente y subordinada que la autora menciona como el modelo que selecciona una parte de la sociedad que será la protagonista de los avances y de las mejoras que trae consigo la modernidad y que por ende discrimina a grandes sectores sociales. Dentro de esos sectores, se encuentra la clase trabajadora que ha terminado por quebrarse en tres: la aristocracia laboral, los trabajadores anacrónicos y los marginales estructurales. Y por otro lado, el camino de las opciones populares que es el de la inclusión de las amplias mayorías que han sido desplazadas por las políticas del modelo neoliberal y que dieron lugar para que el nuevo sujeto político tenga un espacio en la sociedad. Justamente la finalidad de este modelo es la de democratizar los espacios de participación en donde el nuevo sujeto, a través de la lucha por sus derechos y sobrevivencia, es reconocido como actor social.

El nuevo sujeto popular surge a partir de demandas insatisfechas por el sistema institucional. Tienen la necesidad de manifestarse públicamente y de constituir nuevas relaciones sociales.

Rubén Dri manifiesta que el capitalismo ya no incluye a todos los trabajadores y que por este motivo surgen múltiples y novedosas formas de organización empujadas por el nuevo sujeto social. Pero que este nuevo sujeto político tiene una asignatura pendiente: la acción política para la construcción de nuevas relaciones sociales.

Por un lado, resulta prioritario que entre las naciones se acuerde la unidad necesaria para el logro de los proyectos comunes, es decir, que los pueblos Latinoamericanos deben evaluar la posibilidad de luchar y trabajar en forma conjunta por los intereses comunes. Ya sean éstos de índole económica, cultural, científico-tecnológicos, sociales, de comunicación, etc.

Por otro lado, los Estados responsables de la conducción nacional deben estrechar los vínculos con las organizaciones intermedias, llámese sindicatos, universidades, centros de investigación, movimientos juveniles, femeninos, instituciones, grupos culturales, etc. Toda esa base popular que, desde la sociedad civil, contienen a los seres idóneos para la articulación entre las naciones.

La tarea de reconstrucción y reivindicación nacional debe ser conjunta, entre naciones Latinoamericanas y entre sus Estados y su nuevo sujeto popular político que desde hace tiempo y a pesar de la humillación que ha recibido permanentemente a lo largo de su existencia, ha permanecido con los brazos en alto porque la lucha diaria los dignificó y fortaleció su autonomía.

Esta unión, debe estar fundada en valores como la solidaridad, el respeto por la diversidad y por la autonomía de cada nación, que reconozca la dignidad propia y la de los otros. Esto les permitirá lograr la identidad, una nueva identidad que no niegue las particularidades de sus tradiciones y culturas.

 

BIBLIOGRAFÍA

  • Argumedo, Alcira. 1.996. Los silencios y las voces en América Latina. Notas sobre el pensamiento nacional y popular. Buenos Aires. Editorial Colihue.

  • Dri, Rubén. 1997. Crisis y reconstrucción del sujeto popular. Mimeo.

  • Gunder Frank, André y Fuentes, Marta. 1988. "Nueve tesis acerca de los movimientos sociales". Revista David y Goliat. 53: 47-48

 

 

 

Autor:

María Belén Scalesa.

Cátedra: Sociología Política.

Docentes: Osvaldo Alonso – Vanda Ianowski.

Carrera: Licenciatura en Ciencia Política.

Centro Universitario Regional Zona Atlántica

Universidad Nacional del Comahue

Lugar y fecha: Viedma, 25 de Julio de 2007.

[1] Básicamente el neoliberalismo es un modo de dominación a escala mundial y nacional surgido de la reestructuración global y la expansión mundial de las relaciones capitalistas inaugurada a mitad de los años 70, después de la derrota de EEUU en Vietnam.

[2] A) Conformada por una minoría de antiguos o nuevos trabajadores recalificados para la operación automatizada. Son también los seleccionados por las empresas estatales privatizadas. (Argumedo 1996: 305)

[3] B) Son los obreros o empleados de la administración pública, las empresas estatales, las industrias obsoletas. Son los de la transición entre lo viejo y lo nuevo. (Argumedo 1996: 305)

[4] C) Aquí se encuentra la masa creciente de desocupados, los trabajadores precarios, los de más bajos ingresos, los jóvenes que no lograron entrar en el sistema. (Argumedo 1996: 305)

[5] A diferencia de la identidad uniforme que presentaba el sujeto social y político que fue protagonista de las movilizaciones de los 70, la del obrero de la fábrica fordista.

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