- Introducción
- En defensa de las raíces cristianas de Europa laica
- Breve crítica al profetismo judío del Antiguo Testamento
- Breve crítica a la doctrina judaizante de la iglesia
- Conclusión
DE OPTIMO REPUBLIQUE STATU DE INSULA UTOPÍA
PORTADA: Grabado perteneciente a la primera edición de: "De optimo reipublicae statu de que nova insula Utopia" (1516), obra del pensador y político inglés Tomás Moro, prosa satírica de carácter social y político, creó con ella una nueva palabra (utopía: sociedad perfecta que existe solo en proyecto) y un género literario y filosófico. Su invención de una república ideal se enmarca en el humanismo renacentista de su época.
La importancia capital de la crítica a la doctrina judaizante de la Iglesia, radica en que nos aporta los elementos de juicio necesarios para darnos cuenta del fatal error que cometió Pablo en sus epístolas al cercenar la naturaleza humana de Cristo; cegando a la humanidad de la posibilidad de alcanzar la trascendencia humana y la sociedad perfecta practicando el altruismo, el misticismo y el activismo social intensos; y de la urgente necesidad de corregir la doctrina de la Iglesia formulando un nuevo cristianismo que no omita sino que acentué la trascendencia humana de Cristo, que es la enseñanza espiritual más importante para la humanidad, a fin de que el cristianismo afronte con éxito los retos y amenazas del Islam, el judaísmo, las corrientes de la nueva Era y la modernidad. Y en este momento crítico, en el que Europa esta a punto de ser islamizada, nos encontramos ante la disyuntiva de tener que escoger entre la universalización del mensaje de Cristo formulando un cristianismo laico, o reafirmando el exclusivismo de la religión judeo cristiana. Esta problemática, es el objeto de la siguiente crítica a la doctrina judaizante de la Iglesia.
I,1.- IMPERATIVOS QUE JUTIFICAN Y EXIGEN URGENTEMENTE UN NUEVO ENFOQUE DEL CRISTIANISMO, A EFECTO DE ACTUALIZARLO, RENOVARLO Y ENFRENTAR CON EXITO LA CRISIS DE LA MODERNIDAD
Respecto a la actual crisis de la fe, la Iglesia y el cristianismo, puede decirse que el consenso es total. Hay diferencias en cuanto a su interpretación y a su significado, pero no, en cuanto a su realidad. Son muchos los indicios que lo atestiguan: 1: La deserción de grandes multitudes, a causa del nihilismo generalizado de nuestra sociedad. 2: La lucha intestina entre "conservadores -VS- modernistas". 3: El conflicto entre "la Iglesia -VS- el Estado". 4: El conflicto entre "el clero -VS- la sociedad secular y laica". 5: La lucha intestina entre las Iglesias __Entre los imperativos impostergables podemos citar 1: La necesidad de evitar la muerte anunciada de la Iglesia y el cristianismo. 2: La necesidad de anular la creciente judaización del Cristianismo. 3: La necesidad de impedir la creciente islamización de Europa. 4: La necesidad de actualizar el cristianismo enmarcando las enseñanzas de Cristo en el fenómeno espiritual de la transformación humana a fin de resolver la controversia entre "la fe -VS- la razón". 5 La necesidad de enfatizar el carácter universal del mensaje de Cristo, cristianizando las corrientes de la Nueva Era. Entre los imperativos morales se encuentra la necesidad de 1: El derecho a ser educados en la verdad y los valores supremos de la trascendencia humana y la sociedad perfecta que nos desarrollan espiritualmente y nos permiten alcanzar la supra humanidad, y no en los convencionalismos sagrados de Israel que truncan nuestro desarrollo espiritual e impiden alcanzar la sociedad perfecta, aduciendo falazmente que son valores dictados por Dios. Todo lo cual hace patente la necesidad un nuevo enfoque o reformulación del cristianismo, porque la religión tal como la hemos conocido, ha entrado en crisis al no resistir los embates de la modernidad, a causa del progreso científico que pone entredicho las explicaciones fantásticas de la religión, perdiendo su credibilidad. Son varias causas las que hacen crisis. Señalaremos algunas remitiéndonos únicamente a la religión cristiana en Occidente en donde se hace evidente que la doctrina milenaria esta fuera de época y de cultura.
En la prehistoria la religión había dado respuesta a los fenómenos que se dan en cosmos, la naturaleza, el hombre, la vida en el más allá y de todo lo que aparecía como trascendente: origen y sentido de las cosas y del universo, sentido de la historia y del ser humano, fuente del comportamiento moral, explicación de la vida y de la muerte, postulación de una vida eterna, atribuyéndolos a la acción y voluntad divina; así es como se han configurado las religiones teístas. Recurriendo a una supuesta revelación religiosa y al autoritarismo pontificio para imponer como dogmas y ley obligatoria sus explicaciones teológicas inaceptables para el hombre y mujer modernos. Es por ello, que la religión de creencias se había configurado como antropología espiritual, epistemología, cosmología, moral y visión de la historia. Pero estas diferentes configuraciones de la religión de creencias, son precisamente las que han entrado en crisis; por ello las iglesias están vacías. Porque para el hombre y mujer modernos, las explicaciones bíblicas de las mismas resultan increíbles. Y no es, porque al ser humano actual no tenga en gran estima la religión en su especificidad, sino porque la explicación de los fenómenos que se dan en el cosmos, la naturaleza y el hombre, que postula la religión de creencias como palabra de Dios, son fenómenos naturales cuyas explicaciones y aplicaciones para el bienestar de la humanidad, son competencia de la ciencia, y por ello, tienen que ser científicas, no de fe. La manera tradicional de ser y de funcionar de la religión de creencias fue convincente durante siglos e incluso milenios, pero ya no lo es más. La moral judeo cristiana que parecía llamada a permanecer religiosa para siempre, al ser compatible con la revelación y el dogma, ha dejado de serlo para convertirse en competencia filosófica, argumental, procedimental y, por lo tanto, científica; ya que en la modernidad, ninguna moral puede reivindicar ser a priori la correcta, menos aún apoyándose en la autoridad de una revelación. Hoy la moral que necesitamos, tiene que ser coherente con la realidad; es decir debe ser construida a partir de la misma realidad de un mundo globalizado, tan plural y diversa en sí y en sus interpretaciones, que sea aceptada genéricamente, al ser atea, incluyente, laica, secular y sincretista, en sus visiones, retos y opciones (Vg. Los derechos humanos); y todo ello en un proceso de prueba y error, como cualquier otro conocimiento de naturaleza interpretada y aplicada.
La ciencia actual, al derrumbar las concepcioness bíblicas de la cosmología, antropología, concepción de la historia y de la moral, propios de la cultura primitiva hebrea, sobre los cuales la religión en sus contenidos y funciones se montaba y articulaba, e incluso con muchos de los cuales se identificaba; explicaciones e interpretaciones de la doctrina elevados a dogmas, también se cayeron con ellos. Este es el fenómeno al que estamos asistiendo actualmente. Es una crisis en la naturaleza de los contenidos bíblicos, en sus interpretaciones, en su estructura y en su realidad, al no ser aceptables para el hombre moderno; o sea en el fondo, es una crisis de la religión de creencias concebida como revelación y, por lo tanto, aceptada acríticamente; en pocas palabras, es una crisis de la religión como creencias. Por creencia normalmente se entiende la aceptación acrítica de enunciados bíblicos sin comprobar si son ciertos, debido a que supuestamente son mandatos divinos que fueron escritos, inspirados y revelados por Dios. Esta es la religión que ha entrado en crisis al ser desacreditadas las palabras atribuidas a Dios; y es lo llevo a Nietzsche a exclamar ¡¡Dios ha muerto!! lo cual implica directamente un acontecimiento actual, implica la negación de las ideas, las normas, los principios y los fines. En definitiva, la negación de todos los valores. El derrumbamiento del reino de valores, del mundo metafísico, del mundo del hombre moderno. No solo es el progreso de la ciencia lo que ha contribuido a la crisis actual. La transformación de la cultura ha dejado sin el soporte adecuado de credibilidad a la religión.
En la cultura actual en todo lo que son valores, la experiencia es la fuente de acreditación y validación, pero el judeo cristianismo no es presentado como tal. Aquí hay una explicación de la crisis en términos de una transformación cultural, así como de su superación. No hay experiencia de lo religioso sin experiencia del mundo espiritual, hay que redescubrirlo para poder conectar convincentemente la religión con la experiencia espiritual. Atrás queda el mito como forma de pensar, con su empirismo y sus tabúes, y lo que se abre por delante es un pensar consciente, reflexivo y crítico, en categorías de totalidad y de universalidad y, por consiguiente genérico. El producto de este pensar y de la nueva conciencia, conforma de un abanico de enfoques y opciones que pueden ser de naturaleza religiosa, cósmica, metafísica, filosófica, científica o terapéutica, enmarcados en el fenómeno de la transformación humana, donde éstos se estructuran en la doctrina y teoría de la trascendencias humana y la sociedad perfecta. Esto le permite a los nuevos enfoques, liberarse del espacio y apoderarse del tiempo, adquiriendo de esta manera una vocación y una capacidad universales, vinculadas a una conciencia nueva de ser y de situarse en el cosmos, en el mundo y en la historia. Identificados como corrientes de la Nueva Era por su carácter humanista, laico, sincretista y terapéutico, y porque se estructuran y configuran como elementos de la triada preteológica: fenomenología o experiencia, explicación o razonamiento, y aplicación terapéutica.
Por su parte, las religiones deístas, siguieron permaneciendo vinculadas a sus referentes míticos, mágicos y empíricos arraigados en sus viejas tradiciones, cultura e ideología particular, que tienden a olvidarse al paso del tiempo para dar paso a una cultura y civilización universal en un mundo globalizado e intercomunicado por la web. Es decir, también podemos explicar la crisis de la religión como un choque de culturas, entre la cultura primitiva hebrea y la cultura occidental moderna. Cuyo efecto transformador significó una auténtica revolución cultural que marcó un antes y un después, un auténtico parte aguas en las religiones del mundo, al que Jaspers se refiere con la expresión «tiempo-eje» similar al parte aguas, antes y después de Cristo. En pocas palabras, para la religión organizada esta comenzando una nueva transformación vinculada a un nuevo «tiempo-eje» a causa del choque de civilizaciones y culturas que se da en la modernidad. Así, nos damos cuenta que la religión que está en crisis es la religión anquilosada en las tradiciones ancestrales judías y el fundamentalismo radical; y por ello no es susceptible de transformación. Aquí es conveniente señalar, que: El cristianismo puro es susceptible de trasformación debido a que el mensaje de Cristo es universal y eteno; es decir que puede enmarcarse en diferentes contextos, en diferentes culturas, en diferentes modelos, paradigmas, y religiones; de todas maneras permanece inmutable, porque es genérico y universal; por ello, pudo injertarse al judaísmo, crecer junto a la cizaña judía, mantenerse en el oscurantismo judío privado de la luz de la razón, sin asfixiarse, cegarse o morir. Y puede soportar la luz de la razón, y enmarcase en el helenismo, el hinduismo, el budismo, el sufismo. Soportar el cambio de paradigmas, y crecer y desarrollarse en el ateismo, el empirismo, el escepticismo, el desarrollo humano, el racionalismo, el humanismo, el misticismo, la nueva Era, la modernidad, la post modernidad y el sincretismo; el reto para los cristianos es avocarnos a ello separándolo del judaísmo.
Con respecto a la existencia de la crisis se puede decir que el consenso es total entre los estudiosos de lo religioso. Hay diferencias en cuanto a su interpretación y a su significado, pero no en cuanto a su realidad. Muchos fenómenos así lo reflejan. Señalaremos algunos remitiéndonos únicamente a la religión cristiana en Occidente: En una de sus catequesis semanales trasmitidas a través de los medios, el Papa, Juan Pablo II, declaró que el infierno no podía ser interpretado como lugar sino como el estadío mental en el que deviene el ser humano que se condena. La noticia tuvo sin duda un impacto liberador por su efecto de catarsis: ¡por fin!, la máxima autoridad de la Iglesia Católica reconocía públicamente algo que muchos de sus fieles hace años habían cuestionado. Aunque tarde, la noticia tenía un efecto liberador, porque la Iglesia, tuvo que aceptar la conclusión a la que por su cuenta ya había llegado la ciencia moderna; lo cual es evidencia que las Sagradas escrituras y la doctrina de la Iglesia, no son infalibles, sino que pueden ser sometidas al juicio de la razón, a fin de indagar que tan sólidos son los cimientos de la fe. En otras palabras, lo que hizo crisis no fue el contenido dogmático, sino el fideísmo bíblico y la ortodoxia judía; es decir la autoridad escatológica de las Sagradas Escrituras. De ahí la celebración de la noticia. Más arriba hablábamos de paneles enteros de contenidos que se derrumban como naipes.. ¿Se podrá medir el efecto en cadena de una declaración de este tipo? A otras interpretaciones tenidas en su tiempo por verdades de fe y así transmitidas les puede esperar, si no les ha ocurrido ya, la misma suerte. Ya entonces se extrajo una conclusión inmediata: si el infierno no es lugar, el cielo tampoco. Pero sobre todo, ¿se podrá calcular el efecto de pérdida de credibilidad en la misma función de la autoridad religiosa? Porque aquí es donde se manifiesta principalmente la crisis. El que conocimientos queden superados, mueran y desaparezcan, es cosa de todos los días. Las noticias en este sentido cada día, por lo esperadas, lo son menos. Lo que aquí la modernidad cobra es la caída de un conocimiento impuesto y mantenido autoritariamente. Si la autoridad que dogmáticamente se legitima entra en crisis, y del mismo modo toda institución igualmente legitimada, por ejemplo las mismas iglesias, ¿extrañará que suceda lo que está ocurriendo: la crisis en la pertenencia a las mismas, la selección personal de las propias creencias reteniendo unos elementos y rechazando otros, la indiferencia creciente frente a sus mensajes, y una actitud progresiva de increencia? Los mencionados son otros tantos comportamientos normales, predecibles, y todos ellos apuntando al mismo síndrome: un malestar creciente con las verdades religiosas propuestas dogmática, autoritariamente.
Hace crisis lo que no es específico en la religión. Hacen crisis los contenidos de tipo dogmático y hacen crisis todos los contenidos religiosos que sean y se expresen como mágicos y míticos. Porque todos ellos, en la medida en que apelan a la autoridad de las Sagradas Escrituras para que se les otorgue credibilidad, en el fondo están renunciando a su especificidad, a la experiencia como fuente de validación, para ubicar su competencia en el dominio de la ciencia y sin guiarse por los criterios y exigencias de ésta sino recurriendo siempre a la autoridad. Esto es lo que sucede también con los contenidos morales cuando en su pretensión de verdad apelan a referentes únicos y excluyentes, por ejemplo a verdades y normas que serían objetivas y válidas para siempre. Todo ello ante el temor de caer en un relativismo moral. La crisis en la religión no es obra, pues, del positivismo científico o, mejor dicho cientificista. Es obra de su pérdida de especificidad y de su anacronismo. El desarrollo del pensamiento científico lo que cuestiona es el error cometido por la religión: su pretensión frecuente de ser objetiva y empírica, de ser científica, en el mismo nivel de la ciencia. Así, el infierno como lugar no cayó porque ahora la ciencia lo pueda explicar. Ella no lo puede explicar. Cayó precisamente en la medida en que se le pretendió explicar como un lugar, como una realidad física y bajo un modelo físico, aunque fuera de física espiritual. Esto es lo que cayó. En este sentido la función que cumple la ciencia con respecto a la religión es impulsar ésta a que descubra su campo, su dominio y su especificidad, y recordarle que su lenguaje es siempre simbólico, nunca material, por así decirlo. La ciencia más bien está ayudando indirectamente a la religión a redescubrirse a sí misma mostrándole teórica y prácticamente cuáles no son sus competencias.
Hace crisis todo lo que es y funciona como no real, como dogmático, y por lo tanto, como autoritario y excluyente. Así sucede cuando lo que son expresiones propias y legítimas de una tradición religiosa y por lo tanto se proclaman como monopolio de verdades únicas, desconociendo así que todas las grandes tradiciones religiosas tienen, expresadas de diferente manera, las mismas grandes enseñanzas, el mismo camino, donde se transita en actitud de sincero aprendizaje unos de otros, y para ello en continuo diálogo y a partir de un reconocimiento de la igualdad de principio que asiste a todas las grandes tradiciones, los derechos humanos y la igualdad de genero. Valores que constituyen progresiva evidencia para el hombre y mujer modernos, de la extemporalidad de la doctrina y el discurso de la Iglesia. Hace crisis lo mágico en la religión. Hace crisis la oración y el culto entendidos y practicados como un pedir que Dios resuelva nuestros problemas y no como un trabajo sobre nosotros mismos para llegar a ser lo que pedimos. De nuevo, esa oración es mágica; se desacredita a sí misma tan pronto aflora a nuestra mente y a nuestros labios. Pretende convertir en mecánica y en intencional algo que pertenece a otra ontología: una ontología que a decir verdad no tiene ontología porque, sencillamente, es. Quien descubre que la espiritualidad no tiene nada de mágico ni de mecánica, no puede reconocerse en esa idea y práctica de la oración, porque con razón la siente como un bloqueo, un impedimento para implicarse verdaderamente en el camino espiritual. La vida espiritual no es pedir que Dios haga o que mueva a otros para que ellos hagan, es ser y hacer uno.
La religión hace crisis cuando, queriendo dirigirse al hombre y a la mujer de hoy, lo hace en una matriz cultural, en unos valores y en unas categorías, que no son de hoy, que respondieron a otras culturas, a otros seres humanos, a otras evidencias, a otros tiempos. Buena parte de la teología cristiana lo sabe, es consciente de esta crisis, pero no acierta, o no tiene el valor, en enfrentarla a cuerpo limpio: la única manera de hacerlo. De ahí un sentimiento de malestar creciente en el interior de la propia teología, de los propios teólogos. Este malestar trasciende el ya de por sí real ante la falta de libertad institucional para investigar. Nace de los propios compromisos del teólogo o del estudioso de lo religioso con lo que él cree que es la religión. De todas maneras, aún con limitaciones, se están dando en estos años, como era de esperar, interpretaciones de la crisis, interpretaciones que por lo valiosas que son es importante conocer.
Hace crisis la religión como sistema moral. Lo que el hombre y mujer modernos han descubierto es que ellos tienen que construir su moral. Obviamente, siempre teniendo en cuenta la realidad y su realidad como seres humanos, personales y sociales, pero la tienen que construir. No existe una moral ya construida, revelada o equivalente, descubierta y fundada por una filosofía objetiva de una vez para siempre. La realidad lleva en su entraña exigencias morales, por eso es un referente obligado, pero no lleva en sí misma la moral como un modelo simplemente a seguir. No existe una moral «natural» y «perenne». Concebir la realidad como si llevara en sí misma impresa este modelo, es incluir en la realidad, desde la pura concepción de las cosas, esto es, desde el puro comienzo en el proceso de alumbramiento de una moral, algo más que no es la realidad. De esta manera se introduce un factor distorsionante: una aceptación de una normal moral en virtud de algo que no es moral, porque no emana de la realidad como en sí misma es, sino en virtud de la autoridad y de la imposición. Y de nuevo tenemos el rechazo No porque el hombre y mujer modernos no sean morales sino, al contrario, porque al menos en la construcción de su moral no pueden ser inmorales, porque en algo tan real y tan llamado a ser verificado en la realidad como es el correcto actuar, no pueden recurrir a principios no verificados, de autoridad (Nietzsche: Más allá de la moral). Cuando moral y religión coinciden como dos dominios dogmáticos, como que se agigantan sus efectos distorsionan es y el rechazo por parte del ser humano moderno no puede ser mayor, traduciéndose en increencia e indiferencia. Ante lo que percibe como anacronismo y prepotencia dogmática, es quizás la mejor manera que tiene de defenderse; lo cual nos permite explicar la crisis de la religión como un conflicto de intereses entre los que se oponen al cambio y los que luchan por el cambio de enfoque del cristianismo; es decir entre los que defienden la judaización del cristianismo y los que luchan por helenizarlo.
El conflicto de intereses, tiene un mar de fondo; por un lado esta el interés de lo judíos cristianos de preservar sus tradiciones y dar cumplimiento a las directrices ancestrales a fin de hacer de Israel la principal de las naciones; por el otro lado esta el interés del los cristianos no judíos de preservar su cultura y tradiciones grecorromanas, siguiendo a Cristo como hombre ejemplo de lo que es la trascendencia humana y su doctrina como praxis para alcanzarla. Lo importante es vislumbrar el futuro ¿qué tendencia va a triunfar? el judeo cristianismo o el helenismo cristiano, ¿Que religión es la que estructuralmente hablando va a surgir?, ¿la mismas pero reciclada?, o una nueva religión universal; esta es la cuestión: ser parte del cambio, renovándose; o oponerse al cambio y caducar. La decisión es muy importante por que esta en juego la muerte de la Iglesia y el cristianismo. En efecto, la religión que está en crisis es la religión montada sobre los convencionalismos sagrados de Israel; es decir, la religión fundamentada en el escenario fantástico del pacto del Sinaí. Mito constitutivo de Israel a fin de unir y gobernar las doce tribus en un solo pueblo, y sin escrúpulo alguno hacer de Israel la principal de las naciones, por mandato divino. Por el contrario, la que no está en crisis, es la religión fundamentada en el altruismo, el misticismo y activismo social intensos instruidos y ejemplificados por Cristo, en los Evangelios. Es la religión que muchos autores llaman del «conocimiento silencioso» al que se llega ejercitando el altruismo, el misticismo y el altruismo intensos a fin de disolver nuestro ego centrismo que nos impide trascender las imperfecciones que nos mantienen sub desarrollados espiritualmente. ¿Por qué de conocimiento silencioso? Porque este conocimiento no opera mediante conceptos, representaciones ni discursos, sino, al contrario, por una introspección profunda mas allá de nuestros sentidos físicos, contenidos mentales conscientes y sub conscientes y razón, hasta alcanzar la supra conciencia; y para esto se requiere armonizarnos de alma, mente y cuerpo mediante la práctica intensa de las disciplinas místicas a fin de aquietar nuestra mente y alcanzar la paz interna o nirvana antesala de la iluminación que Cristo elevó a bien aventuranza.
Esta experiencia es fruto de un mecanismo psíquico de respuesta a nuestras problemáticas intensas, y puede surgir de diferentes profundidades de nuestro inconsciente individual, colectivo o meta consciente. Por ello puede adoptar las formas más variadas, teístas y no teístas, monoteístas y no monoteístas, religiosas y profanas. Su validez no está en las formas que puede adoptar la vivencia psíquica o espiritual, sino en sus contenidos y los fenómenos psíquicos y espirituales que se dan en el vidente y su entorno en el momento de la experiencia de la que sale o emerge trasformado. Evidencia palpable de la realidad de la experiencia mística; pero la descripción neutra de la vivencia y sus contenidos, su explicación y aplicación terapéutica; así como las transformaciones a que da lugar, deben ser analizadas y criticadas porque revelan su naturaleza y validez aportando los elementos de juicio que nos permiten discernir el bien o el mal, la coherencia o la incoherencia que hay en ella. Consecuentemente no todas las experiencias místicas son buenas ni convenientes, debido a que surgen de diferentes profundidades de nuestra conciencia guiados por las problemáticas intensas o líneas de pensamiento que las indujeron. A causa de lo cual, es posible analizar y criticar la conducta de los videntes, las problemáticas intensas que las indujeron, así como la descripción neutra de las vivencias, su explicación y su aplicación; no solo como fuente de conocimiento, sino para criticar el profetismo judío.
La comprensión de los fenómenos espirituales que se dan en los estados alterados de conciencia, para sanar el alma de sus heridas profundas, y propiciar trasformaciones convenientes para si mismo y la sociedad, mediante prácticas terapéuticas que armonizan el cuerpo, la mente y el espíritu. Son interés primordial del misticismo: budista, cristiano, hinduista, sufí, la filosofía clásica y moderna y la psicología clínica. El conocimiento interior que se obtiene al experimentar los diferentes planos de nuestra existencia, permite que paulatinamente emerjan las potencialidades del espíritu, Por ser infinitas sus posibilidades, es necesario difundir inculcar y promover las técnicas místicas y, las técnicas clínicas y psicoterapeutas requeridas. Es evidente que se necesita una técnica y un adiestramiento remoto para inducir experiencias benéficas para si mismos y los demás; y sino se tienen o ejercitan intensamente esas técnicas, es difícil conseguir las experiencia; excepto en los estados alterados de conciencia, donde no solo se dan inesperada e involuntariamente sino que es difícil contener las tremendas erupciones del inconsciente para impedir el daño que provocan en el sujeto que las experimenta, como en el delirium tremens y la posesión diabólica. En contraste el conocimiento fruto del éxtasis, refleja la armonía, la belleza, la bondad, la paz, la sabiduría y la justicia inherentes al bien en todas sus facetas. Es creativo, edificante, instructivo, ilustrativo, sapiencial, terapéutico y sus posibilidades son infinitas, pues revela los grandes enigmas del universo. Es conocimiento y experiencia puros, gratuitos, totalmente desinteresados, no egocéntricos, no dualistas. Es el conocimiento fruto de la contemplación o camino interior, conocido como iluminación, revelación, sabiduría interna, presente en todas las religiones. A él se hace referencia en éstas cuando se habla del «ojo de la contemplación» (oculus contemplationis) u «ojo del Espíritu» «sabiduría interna», como contrapuesto al «ojo de la carne» (oculus carnis) y al «ojo de la mente» (oculus mentis), haciendo consistir el ejercicio de la religión sobre todo en el primero.
Esta es la religión llamada a emerger de la crisis; religión antigua como vemos, y a la vez profundamente nueva, capaz de resistir, la crisis actual, porque no tiene nada de creencia. Al no ser creíble la religión de creencias, ésta es la única religión coherente con la nueva cultura y la nueva sociedad, que viven del conocimiento. No solamente es posible y ha existido desde siempre sino que, hoy, es la única forma de religión creíble, vista ésta desde la modernidad. Es por ello que la nueva estructura del cristianismo, tiene como condición __para no ser más de lo mismo, una simple repetición de los intentos anteriores para judaizar el cristianismo, iniciados en la Era común cuando en las asambleas todos eran judíos con objeto de que los seguidores de Cristo siguieran siendo Israel. Y que continuó a través del tiempo a medida que los pueblos no judíos fueron admitidos en las asambleas, y perduró aún después de que los judíos desaparecieran de las asambleas, y las asambleas fueran realizadas y presididas por no judíos. Intentó repetido por la Reforma luterana que se hizo en afán de devolver la pureza de la fe a los tiempos de la Iglesia antigua. Y vuelto a reintentar por la Iglesia Conciliar en afán de actualizar el discurso de la Iglesia a los tiempos modernos, pero sin criticar el profetismo judío en aras del ecumenismo y el dialogo inter religioso con el judaísmo__ es que debe enmarcarse en el fenómeno espiritual de la transformación humana a efecto de lograr transformaciones en los creyente buenas para si mimo y la sociedad, y sirva de terapia para sanar los conflictos del alma cristiana, utilizando las enseñanzas de Cristo, las pautas del análisis e interpretación de la psicología, y las técnicas prescritas por misticismo y la psicoterapia.
En efecto: la angustia existencial provocada por los conflictos del alma al no encontrar la salida a los laberintos mentales que ha construido, la hacen presa del miedo, el dolor, el duelo y los automatismos que nos impelen a actuar inconscientemente provocados por la neurosis compulsiva (Paul Sartre: La Nausea). Ciertamente en la incertidumbre anida el miedo que nos hace sufrir en lo profundo del alma, provocando un dolor interior cuya causa parece imposible descifrar y un estado de duelo, de malestar e insatisfacción permanente y continuo. Y como en la caja de Pandora una vez abierto el inconsciente, emerge incontenible el dolor de las heridas profundas trasformadas en traumas psicológicos tras haber sido por largo tiempo reprimidas, pero en el fondo subsiste la esperanza de trascender el dolor, el sufrimiento, los traumas y disfunciones mentales, renaciendo nuevamente como el ave fénix que renace de sus cenizas. Ya que el sufrimiento y duelo profundo, son la génesis de un nuevo y feliz estado de ser o renacimiento, confirmando lo expuesto por Cristo en el sermón del Monte "Bien aventurados los que sufren, por que ellos serán consolados". Pero no lloramos tanto la partida de alguien que necesitamos, amamos y sentimos como parte de nosotros mismos, como la ruptura de nuestro modo de vida, la "partida" de algo que fuimos y nunca más volveremos a ser. Lloramos por el derrumbe de nuestra estructura interna de valores que nos sostenían al movernos el piso o cimiento de nuestra vida. Sufrimos porque estamos en una situación poco agradable, entre algo que se fue y algo que no acaba de emerger ante nosotros; porque ya no podemos ser, ni vivir como antes, pero tampoco de golpe podemos vivir y ser otra cosa nueva, aunque éste es el reto.
Algo así es lo que está sucediendo con la religión. Al menos así lo perciben las propias instituciones religiosas, que generalizan este sentimiento hablando de «crisis de las Iglesias». Aunque, a decir verdad, no solo son las Iglesias, el clero, la fe y valores de los creyentes lo que está en crisis, son los contenidos y sus interpretaciones o dogmas que conforman la estructura de la religión como un todo lo que está en crisis. La crisis actual es de contenidos, no de personas; es de concepción, no de fidelidad. Crisis que repercute en la pérdida grave de credibilidad de que los textos bíblicos sean palabra de Dios, estén escritos o estén inspirados por Dios; haciendo peligrar el mensaje y doctrina de Cristo y el cristianismo. Por lo que refiere a ciertos aspectos se tiene la impresión de estar asistiendo a un verdadero seísmo. Contenidos enteros que tiempos atrás fueron evidentes y aceptados como tales, hoy son rechazados, son letra muerta. La letra muerta no pueden ser preservada en nuestro corazón; al paso del tiempo se descompone y apesta, esto produce mucho dolor y sufrimiento que se expresa en neurosis, psicosis e histerias persistentes. De ahí la sensación real de duelo que experimentan la Iglesias y los creyentes desde hace tiempo. Aquí, como cuando alguien ha visto roto su proyecto de vida, el dolor es porque ya no se puede vivir como antes, con la mismas expectativas y metas, con los mismos valores y experiencias, con las mismas seguridades. Todo esto se colapsó. Ya no se puede vivir bajo de ellos. Se podría decir que se puede vivir sin la compañía de quien partió, lo que no se puede es vivir sobre las seguridades sobre las que se vivía, antes de colapsarse. Las iglesias sufren, porque ya no pueden transmitir su mensaje tan confiadamente como lo hacían antes. Y cuanto más insisten en sus intentos por trascender la crisis, es más fuerte el rechazo, y mayor la frustración de las Iglesia, clérigos y creyentes.
Ante una situación así hay que enfrentar el duelo encausándolo. No hay otra alternativa. Ahora bien, hay maneras diversas de hacerlo. Una manera es ignorándolo. Se toma como un accidente y se intenta vivir como si nada ha pasado, como si todo sigue siendo válido. Falta definitivamente algo o alguien que era parte nuestra, pero se actúa o se intenta actuar como si el antiguo modo de vida, modo de ser permaneciera inalterable. Hubo un accidente que nos cercenó internamente, pero en el fondo nada ha cambiado. Todo sigue igual, con el mismo futuro por delante. Aquí no hay encauzamiento del duelo, lo que hay es un intento por reforzar las seguridades que entraron en crisis fingiendo que no ha pasado nada que todo sigue igual, ignorando la realidad. Otra manera de enfrentar la ruptura es intentando dar cabida a la nueva experiencia pero siempre dentro de la vieja estructura doctrinal ya caduca. Se llora por un tiempo, se siente la ausencia. Como no, se percibe más que antes la propia fragilidad y la del propio proyecto, se someten a terapia las partes más débiles, se descubre y acoge la sensibilidad de otras, se echa mano de ciertos sucedáneos, llámense éstos modernización de: los ritos, la liturgia, los sacramentos y el discurso; sustituyendo: el misterio y la solemnidad, el misticismo, los altares, la iconografía, el incienso, la velas, los cantos gregorianos, los himnos y la música sacra, que acompañaba la representación sacramental de la vida, enseñanzas, pasión y muerte de Cristo, con gesticulaciones espectaculares. Convirtiendo la asamblea de los fieles en una tertulia religiosa, haciendo participar a lo fieles en una coreografía rítmica amenizada por cánticos juveniles; pero, como decíamos, la vieja estructura judeo cristiana sigue siendo la misma. Aquí hay más elaboración de duelo, sin duda; se han reciclado los valores y actitudes que más hacían sufrir, pero no se dejó emerger la Iglesia nueva que podía haber brotado desde hace dos mil años
Hay una tercera manera de encausar el duelo, de enfrentar la ruptura de seguridades y valores pasados, y es la de tocar fondo y dejar que emerja, crezca, desarrolle y de fruto, un cristianismo nuevo, universal, cuyos valores fundamentales son opuestos a los valores sagrados del judaísmo que acríticamente hicimos nuestros en afán de seguir fielmente la tradición judeo cristiana. Son los valores supremos de la trascendencia humana y la sociedad perfecta inherentes a la dignidad humana los que nos dan la oportunidad de renovar el cristianismo explicando científicamente a Cristo y su doctrina, y la oportunidad de vivir algo realmente nuevo. Y para que esto se realice, es mejor derrumbar la caduca doctrina que amenaza con venirse abajo, que evitar que se derrumbe apuntalando la vieja estructura de la doctrina medieval judeo cristiana. Se trata de reiniciar el cristianismo, desde antes de la iglesia primitiva, cuando el movimiento cristiano no era religión sino un movimiento laico, ya que ni Cristo y sus apóstoles eran sacerdotes; y esto se logra formulando un cristianismo sin judaísmo abrogando el Antiguo Testamento de nuestra fe. Esto no significa el final del cristianismo, ni de la Iglesia, ni de los sacerdotes cuya misión específica es resguardar y propagar el mensaje de Cristo; solo significa la renovación del cristianismo a fin de reivindicar las Iglesias de Occidente y Oriente a sus legitimas dueños, los cristianos no judíos herederos de la cultura greco romana; y por ello, es necesario expulsar el judeo cristianismo de las Iglesias y a los emisarios de la Sinagoga, entronizando el helenismo cristiano en la cátedra de Cristo.
Desde luego que los emisarios de la Sinagoga no van a permitirlo sin oponer una resistencia radical e intransigente, debido a que la Sinagoga es la beneficiaria del status quo, y cuentan como aliado la resistencia al cambio que se da en nosotros mismos. El temor a nacer de nuevo, del que hablo Jesús a Nicodemo en el Evangelio (Jn III, 3-7), es muy grande, y muy comprensible. Nadie cambia el paradigma que sustenta su vida por otro, hasta que no esté convencido y hasta necesitado de la eficacia del cambio. El dolor por la pérdida o ruptura, hace temer ante lo nuevo, que todavía no existe, ni ha mostrado la bondad y la seguridad que teníamos en el pasado roto. Cristo nos increpó a no tener miedo ante la tormenta de la vida, asegurándonos que siempre estará con nosotros hasta el final de los tiempos. De ahí lo impropio de la tendencia al parche y al remiendo contra la misma advertencia de Cristo (Mc II, 21-22): no echar remiendos nuevos en vestidos viejos ni el vino nuevo en odres viejos. Y es que si se sigue utilizando el viejo entramado judío que se rompió, y se volverá a romper al no poder resistir a la embestida de la crisis de la modernidad. Las iglesias desoyendo a Cristo, tienden una y otra vez al parche y al remiendo. Esta actitud es explicable, y para reforzar su enseñanza sobre la renovación, Cristo nos ilustro otro ejemplo, la envasar el vino nuevo en odres nuevos, porque los odres viejos no resisten la fuerza de la fermentación del vino nuevo; la de una religión sin religión fincada en un misticismo universal. La religión nueva es un auto descubrimiento y experiencia de nuestra estructura interna, cuyas posibilidades permanecían ignoradas por nosotros y que en la crisis bien elaborada, como en el proceso de duelo, puede emerger. Por ello, algunos autores cristianos ven en este momento de la historia la ocasión providencial para que el cristianismo redescubra su dimensión espiritual experimentándola, nosotros calificaríamos este momento como doblemente providencial: porque es el momento no sólo para que las religiones redescubran su dimensión espiritual y la valoren, lo que vendría a resultar en la segunda manera de elaborar el duelo, sino para que redescubran lo que en sus testigos y maestros son: conocimiento, no creencia; algo profundamente diferente.
Respecto al oscurantismo religioso que impone por la fuerza de la Ley lo que no acepta la razón, ni el sentido común, aduciendo falazmente mandato divino, palabra de Dios, etc. Cristo señaló que nadie enciende una candela para ponerla en un lugar escondido ni debajo de un celemín; sino sobre un candelero para que los que entren vean la luz (Lucas XI,33). Mantener la doctrina de Cristo en el oscurantismo judío cristiano, impidiendo difundir Su mensaje universal a la luz de la razón para que la trascendencia humana refleja en Cristo ilumine a toda la humanidad, no solo es una grave apostasía sino un delito de lesa humanidad. Casus belli contra el oscurantismo, sus pontífices, emisarios y beneficiarios, a causa del grave daño moral a la humanidad al impedirle alcanzar la trascendencia humana y la sociedad perfecta. "Así que no los temáis, porque nada hay encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse". (Mateo X, 26). Es oscurantismo: 1. Negarse a actualizar el cristianismo criticando el profetismo judío aduciendo falazmente que fue revelado por Dios, apostatando la enseñada de Cristo sobre la necesidad del juicio justo revelada al ciego de nacimiento, a fin de disolver las falsas certezas de la fe que nos hacen ciegos a la verdad. 2. Aducir que pontífice de la Iglesia, es representante aquí en la Tierra de Dios o de Cristo, por mandato divino, para entronizar su autoridad y voluntad sobre gobierno y autoridades civiles; la jerarquía y el gobierno de la Iglesia, individual y colegiada; abrogando la lección de Cristo dada a sus seguidores sobre la soberanía de la humildad sobre el poder y la autoridad, lavándole los pies a sus apóstoles, con el propósito de que no avasallaran a sus seguidores. Aducir voluntad divina para: 3. Negar los derechos y prestaciones laborales que otorga la Ley Federal de Trabajo a los empleados y trabajadores de las instituciones y empresas, a fin de esclavizar a sacerdotes y religiosos consagrados o laicos. 4. Violentar los derechos humanos de los sacerdotes, religiosos consagrados y laicos, negándoles el sacramento del matrimonio para imponerles el celibato. 5. Violentar los derechos humanos de las religiosas consagradas, negándoles el derecho a ser sacerdotes, obispos, arzobispos, cardenales y pontífices, de acuerdo a sus conocimientos, espiritualidad, experiencia, inteligencia y sabiduría.
I, 2) LA PATOLOGIA DEL ALMA CRISTIANA EN LA CRISIS DE LA POST MODERNIDAD.
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