Descargar

El aprovechamiento de los espacios naturales en el horizonte tartésico (página 2)


Partes: 1, 2, 3

La raíz etimológica del nombre de "Chryssaor" (mítico padre de Gerión) podría referirse, en opinión de Maluquer, a la proverbial riqueza en mineral aurífero del Bajo Guadalquivir, mientras que las "hoz de oro" que según la leyenda portaba Gerión, equi-valente a la "luna de Deméter"[8]simbolizaría la riqueza agrícola del territorio tartésico. Según J.Ma Blázquez[9]los primeros habitantes del bosque de los tartesios, una vez fina-lizada la lucha de los titanes con los dioses[10]Fueron los curetes, cuyo rey más antiguo sería el citado Gárgoris, a quien se atribuye el arte de aprovechar la miel. Sánchez Dra-gó[11]por su parte, plantea el enigma, al parecer no resuelto aún, de si estos "curetes" eran originarios de Tartessos, o bien procedían de otro lugar (entonces Habis o Habidis deri-varía del verbo hebreo habar, que significa "extrañarse, pasar a otra parte") J.M. Pérez-Prendes, por otro lado, y basándose en lo que postula Lévy-Strauss en las "Mitológi-cas", interpreta el mito tartésico como simbolización del tránsito del estado de naturale-za al estado de cultura, insistiendo en la contraposición entre un rey arbitrario y tiránico (Gárgoris) y un rey legislador (Habidis), basándose en una serie de características de ambos monarcas que, según Bermejo, no aparecen en modo alguno especificadas en el texto de Justino.

Bermejo[12]siguiendo a Schulten, pone de relieve la evidente semejanza que pue-de observarse entre el mito de Gárgoris y Habis y el de Aristeo[13]que narra el origen mítico de la ciudad de Tebas ; lo que es más: al igual que Aristeo, tras la muerte de su hijo Acteón, fundó diversas colonias en ultramar. También Norax, hijo de Gerión, ha-bría fundado la ciudad de Nora, en Cerdeña. Aristeo también se relaciona con la inven-ción de las técnicas agrícolas (fue, según se dice, el inventor del aceite de oliva), de la ganadería e incluso de la apicultura. El equivalente griego de Habis serían otros reyes áticos de la época mítica.: Cécrope, Teseo, etc. La conclusión que saca Bermejo es la siguiente[14]

"El mito tartésico que hemos examinado no expresa, pues, ninguna transi-ción de una economía recolectora o ganadera a otra de tipo agrícola, sino dos ac-tividades que coexisten y se complementan dentro de una misma cultura. Esto en lo que a la economía se refiere. Desde el punto de vista social no hay en él tam-poco huellas de ningún "matriarcado", pues el incesto no se institucionaliza en los sistemas matrilineales, y por otra parte tanto Gárgoris como Habis establecen la filiación y la herencia por vía masculina. Los datos sociológicos que suminis-tra el mito nos muestran dos modelos de cultura, representados por los reyes pa-dre e hijo, que constituyen, como ya hemos indicado, diversos aspectos de una estructura social única".

Bermejo[15]concluye afirmando que, dado que, en primer lugar, este mito no con-tiene referencias que conecten Tartessos con el próximo Oriente y que, aunque encuen-tre su paralelismo en mitos griegos, no existe ninguna de estas narraciones que equival-ga por completo al mismo, debe considerársele como perteneciente al complejo cultural tartésico ; pues, en efecto, los elementos de procedencia griega poseen aquí una articu-lación propia, autóctona, ya que "… este mito describe en primer lugar una serie de ras-gos de la teoría del poder real de la cultura tartésica que poseen unos paralelos exactos en el mito griego, y de un modo secundario algunos aspectos de la expresión mitológica de esta sociedad que también coinciden con algunos otros de la sociedad helénica".

Tales paralelismos están bastante claros ; así, vemos cómo Blázquez[16]menciona el Rapto de Europa[17]y el mito oriental de Gilgamesh en relación con Gárgoris y Habis. También se refiere a Gilgamesh[18]Robert Graves[19](concretamente al viaje que lleva a cabo este héroe a una isla sepulcral a través del mar de los muertos, utilizando sus pro-pias ropas como vela, tal como consta en la 11a tablilla) al analizar la historia del déci-mo trabajo de Hércules, que conecta, como hemos visto, la mitología griega con la tarté-sica, otorgando de esta forma un origen sumerio a este mito. Según él, la leyenda del ro-bo de las vacas de Gerión podría haberse originado en una costumbre helénica patriarcal consistente en que el marido solía comprar a su futura esposa con los procedimientos de un robo de ganado, una costumbre que aún está vigente en ciertas partes de Africa. También está relacionada esta narración con la leyenda de Cuchulain, quien también penetró en el infierno y consiguió volver con tres vacas y una caldera mágica. Según Graves, "… las colonias griegas pre-fenicias instaladas en España, Galia e Italia bajo la protección de Heracles han contribuido al mito ; y en el sentido geográfico las Co-lumnas de Hércules –a las que un grupo de colonos llegó alrededor del año 1100 a. de C.- son Ceuta y Gibraltar". La interpretación del mito por parte de Graves va, sin em-bargo, más lejos:

"No obstante, en un sentí-do místico céltico-ibérico, las Co-lumnas son abstracciones alfabéti-cas. "Marwnad Ercwif", antiguo poema galés …, trata del Heracles celta … y cuenta cómo Ercwif eri-gió … las cuatro columnas de cinco letras cada una que formaban el al-fabeto bárdico de veinte letras lla-mado el Boibel-Loth. Parece que, alrededor del año 400 a. de C., este nuevo alfabeto, cuyos nombres de las letras griegas se referían al via-je celestial de Heracles en la copa del sol, su muerte en el monte Ea y sus poderes como fundador de ciudades y juez, reemplazó al alfabeto de los árboles Beth-Luis-Nion, los nombre de las letras del cual se referían al sacrificio homicida de Crono por las mujeres salvajes. Puesto que las Gorgonas tenían un bosquecillo en Eritia –"Isla Roja", identificada por Ferécides como la isla de Gades- la incursión de Heracles en Eritia, donde mató a Geriones y al perro Ortro –el astro Sirio- se refiere a la sustitu-ción del alfabeto de Crono por el alfabeto de Heracles".

Con referencia al tema lingüístico a que nos estamos refiriendo, J. Gorrochate-gui, analizando topónimos peninsulares que remiten a épocas prerromanas, distingue dos tipos de lenguas en el ámbito de la Península Ibérica[20]

  • a) Netamente no-indoeuropeas (ibéricas): Andalucía Oriental, Levante, Cataluña, Valle del Ebro y Sur de Francia ( topónimos en –briga

  • b) Netamente indoeuropeas (célticas): Resto del territorio peninsular ( topónimos en ilu-/ili-

Untermann (1944), por su parte, según consignan Arturo Ruiz y Manuel Moli-nos[21]observa cómo en la zona que nosotros estamos estudiando, en torno a Córdoba, "… se superponen los hallazgos de escritura ibérica meridional a una serie de topóni-mos vinculados al área tradicionalmente tartésica, como los iniciados en ob- e ip- y los terminados en –uba (-oba) e ippo (-ipo), que alcanzan el área Córdoba-Obulco en su parte más oriental". Estos autores se refieren a una mezcla lingüística entre las dos grandes regiones, y lo mismo ocurre al parecer si se relaciona la zona oriental del Algar-ve portugués con la baja Andalucía. Además, en esta región son particularmente abun-dantes los topónimos en ili-, iler-, ilu- (ver mapa), "… tan presentes en toda el área ibé-rica (Ilerda en Cataluña, Ilercavones en el área castellonense, Iliturgi en el Alto Gua-dalquivir) y desarrolla el topónimo con –brice, que cubre buena parte del otro área pe-ninsular, y, por supuesto, la cuenca del río Guadalquivir y en general el sur portu-gués". Es precisamente aquí, es decir, en Andalucía y todo el Sudoeste de la península (desde el Algarve portugués y Extremadura por el Norte hasta el Bajo Guadalquivir por el Este), donde se han encontrado un total de 74 lápidas escritas en lo que se ha dado en llamar "escritura del SW", fechada en torno a los siglos VII y VI a.d.C. ; Wikander (1966) identifica en sus trazos formas indoeuropeas, pero el sistema aún no ha sido des-cifrado en su totalidad. Gorrochategui concluye:

"No es imposible que en el Sudoeste hispano contemos con una lengua in-doeuropea hacia el siglo VI antes de Cristo ; una vinculación más estrecha con la Península de Anatolia y el Mediterráneo Oriental tampoco es imposible, para la cual tenemos que pensar en el problema planteado por el etrusco en Italia (cuya clasificación como lengua indoeuropea de aspecto anatolio ha difundido última-mente entre nosotros Adrados), la presencia de cerámica micénica en Montoro, Córdoba (Martín de la Cruz, 1992) y el propio topónimo Tartessos, que nos lleva al conjunto de los topónimos y vocablos culturales egeos en –ssos. Pero otra cuestión bien diferente es probar que la lengua de las inscripciones del Sudoeste es indoeuropea, y eso está por el momento lejos de haber sido logrado".

En opinión del profesor Tejera Gaspar[22]el nacimiento del mito de Gárgoris y Habis "… se asocia con el surgimiento de una estructura política centralizada y jerar-quizada". En ese sentido, este autor acepta dicha leyenda, lo mismo que Bermejo y otros, como un hecho cultural propio de la civilización tartésica. Discrepa. Sin embargo, con lo apuntado por Maluquer[23]según el cual el Argantonio citado por Herodoto sería el primer monarca histórico conocido de Tartessos ;Tejera piensa que tras el aparente relato histórico en cuestión subyace un personaje de indudable carácter legendario, em-parentado posiblemente con el mito de Habis[24]Probablemente se trate –ya que Silio Italico lo categoriza como "rey guerrero"- de un fenómeno de heroización y sublimación de la figura de algún jefe real ; se supone que, como ocurre con todos los relatos mitoló-gicos, éste concretamente serviría originalmente a los turdetanos (habitantes de la re-gión en época romana, y que se consideraban a sí mismos como descendientes de los "tartesios") para revivir acontecimientos de carácter comunitario, narraciones "… en las que todos los componentes del grupo social participan y se sienten identificados", sien-do de esta forma transmitido de generación en generación hasta que por fin, hacia el si-glo III a.C., llegó a conocimiento de los historiadores clásicos[25]Intentando contextua-lizar el mito de Habis, Tejera fija su atención en una serie de hallazgos arqueológicos que le parecen significativos[26]

  • 1) Los objetos de época ibérica (jarros, jarras, cerámicas, esculturas y relieves) en que aparecen ciervos/ciervas

  • 2) Los repertorios míticos de la Pàtera de Tivissa, la Pàtera de Santisteban del Puerto y del Santuario-Palacio de pozo Moro (Albacete)

  • 3) La representación/exaltación de un hombre arando con bueyes en diversas piezas de cerámica.

  • 4) Los elementos iconográficos, sobre todo representando bóvidos y cérvidos, presentes en la cerámica orientalizante.

  • 5) La exaltación del toro en el arte ibérico (toros sobre columnas).

  • 6) La simbolización del mar en los bronces de Maquiz (Jaén).

  • 7) La asociación arqueológica de los santuarios con estructuras de jefatura teo-crática.

Según consigna Tejera[27]los "ciervos" son asociables, dentro del mundo ibéri-co, a procesos de heroización ; es lo mismo que afirma Boyce refiriéndose a Zarathus-tra, el cual asume sucesivamente los papeles de Sacerdote, Guerrero y pastor de hom-bres. En cuanto a las "relaciones familiares" que aparecen reflejadas en el mito, con el incesto y el abandono de Habis, así como el hecho de que Gárgoris no reconociera al principio su paternidad, denotarían "… la existencia de un sistema de parentesco basado en la des-cendencia matrilineal", aunque carecemos de evidencia arqueológica sobre el particular. Según Tejera, de este mito (Habis como legislador e introductor de avances tecnológicos y económicos) y de los hallazgos arqueológicos se deriva que la sociedad tartésica tuvo que alcanzar una gran complejidad político-social ; así, parece ser que el territorio estaba dividido en 7 ciudades y se diferenciaba claramente entre el pueblo (al que estaban prohibidos los oficios serviles ; se trata, pues, de un estamento aristocrático privilegiado) y el resto de la población (la "plebe"), compuesta por sacerdotes, guerre-ros, comerciantes, artesanos y agricultores, y también se habla de los esclavos. Las fuentes etnohistoóricas, por otro lado, se refieren a una serie de pueblos prerromanos que habitaban la zona y que posiblemente se encontraban subordinados a los turdeta-nos[28]hiberos, cibicenos, cinetes, libiofénicos (¿fenicios?), mastenios, bástulos (o "basbetanos"), guimetes, maesenes, elmaneios, ileatas, campsios, etc.

La fabulosa Tarshish (¿Tartessos?)

La Depresión del Guadalquivir, una amplia llanura en forma triangular de unos 150 m de altitud media y aproximadamente 330 km de longitud por 200 km de anchura, ampliamente abierta hacia el Atlántico, se sitúa, como describe Luis Solé Sabarís[29]en-tre los bordes escarpados de la Meseta y las serranías béticas. Se trata de una zona hun-dida por consecuencia de los paroxismos alpinos y rellenada posteriormente por sedi-mentos terciarios (oligocénicos y nio-pleistocénicos) relativamente modernos y de espe-sor considerable. Dicho relleno es casi exclusivamente marino, y dominan los relieves en colinas y tomas suavemente onduladas, modeladas a expensas de dichos materiales ; el contacto con el océano tiene lugar a través de una ancha zona anfibia de marismas, heredadas del antiguo Lago Lagustino que citan las fuentes griegas y latinas, y una an-cha franja de dunas, las Arenas Gordas. El río es navegable en gran parte de su curso inferior.

Como especifica Tejera[30]aún no se ha determinado bien qué porción de la De-presión del Guadalquivir ocupaba en su momento el territorio tartésico, teniendo para ello que partir tanto de los datos arqueológicos como de las fuentes escritas ; sin embar-go, podemos enmarcarlo en un área geocultural que abarca el Bajo Guadalquivir y su "hinterland", pero expandiéndose también por el Norte hasta Extremadura, y por el Este hacia la desembocadura del río Segura. Es, no obstante, evidente que en ese espacio geográfico, y especialmente en su área nuclear (i.e., Bajo Guadalquivir+Córdoba+Huel-va) el río debió desempeñar un papel primordial como factor ecobiológico, regulando como una arteria todo el área geocultural en cuestión: cultivos, aprovechamiento gana-dero, áreas de caza y recolección, áreas mineras y rutas comerciales. Ahora bien, hay que tener muy en cuenta, como recuerda Tejera[31]sobre todo a la hora de formular al-guna hipótesis acerca de posibles ubicaciones de lugares mencionados en las fuentes do-cumentales, que la zona en cuestión ha estado inevitablemente sometida a lo largo de los siglos a una serie de transformaciones en su paisaje por vía tanto natural como antró-pica (v.gr., tala de bosques cercanos al cauce del río, que han facilitado el arrastre de tie-rras en la cuenca fluvial, con el consiguiente depósito sedimentario en su desembocadu-ra, etc.) que han terminado por ocultar a nuestros ojos actuales su antigua morfología. Habrá, en consecuencia, que añadir al estudio de los textos clásicos las aportaciones de otras disciplinas suplementarias: toponimia, estudios polínicos, etc.

Según consigna Blázquez[32]hacia el final del 2o Milenio a.d.C. se recibió por primera vez en la Península Ibérica la visita de los fenicios[33]quienes establecieron una serie de factorías mercantiles en la costa meridional, circunstancia que a la larga motivaría una profunda semitización de los pueblos situados al Sur del río Tajo, y sobre todo en amplias zonas de la costa peninsular. Probablemente hacia finales del siglo VII a.d.C. se les añadieron, según Pedro Bosch Gimpera[34]visitantes griegos, los cuales se enterarían de la existencia de los países del Extremo Occidente gracias a la difusión por todo el Mediterráneo de los mitos fenicios acerca de la extraordinaria riqueza de aquellos lugares ; prueba de ello es que los helenos comenzaron a ligar los dioses feni-cios con su propia mitología (v.gr., Herakles-Melqart[35]Para Bosch, las expediciones griegas a que nos referimos vinieron motivadas por dos acontecimientos fundamentales:

  • a) El viajes de Colaios de Samos a Tartessos el año 630 a.d.C., que constituye el primer intento conocido por parte de navegantes griegos de explorar la fuente del metal en el lejano Occidente.

  • b) La circunnavegación de Africa por parte de navegantes fenicios (609-553).

La noticia de ambas empresas debió llegar a la colonia focea de Naucratis, en el Delta del Nilo, animando a sus habitantes a emprender nuevas exploraciones por Ligu-ria, Oberia y Tartessos con fines comerciales, lo que daría lugar a lo que se conoce co-mo Thalassocracia Focea. La colonia de Massalia (Marsella) fue fundada el año 600, y desde allí partieron expediciones hacia la Península Ibérica, aunque los foceos llegaron probablemente a la misma desde el Golfo de Nápoles aprovechando el puente de las is-las mediterráneas.: Terranova, Menorca, Mallorca, Ibiza, Formentera, Peñón de Ifach y Denia ; allí se fundó la colonia de Artemision, para seguir costeando hasta Tartessos. Las fuentes clásicas hablan de la colonia de Mainake sita probablemente en la desembo-cadura del río Vélez, cuyos restos arqueológicos no han sido localizados todavía ; según Schulten, se trata del asentamiento de Torre del Mar, aunque hasta el momento no se han hallado allí más que restos fenicios. Poco después del año 500, otros navegantes fo-censes, esta vez partiendo de Marsella, fundaron en tierras ibéricas la ciudad de Ampu-rias.

Como asegura Blázquez[36]ni fenicios ni griegos intentaron conquistar el terri-torio peninsular, y se limitaron a instalar factorías comerciales en la costa ; fue a través del comercio como ejercieron su influencia sobre las poblaciones del interior. El llama-do "período orientalizante" terminó hacia finales del siglo VI a.d.C., iniciándose enton-ces la etapa "turdetano-ibérica". Más tarde, a partir del año 237 a.d.C., los cartagineses, bajo el dominio de la dinastía bárquida, conquistaron amplias zonas de la Península, y a partir del 206 a.d.C. toda la región a que nos estamos refiriendo cayó en poder de Roma. Según Blázquez[37]"Tartessos centra la Historia del Mediterráneo Occidental duran-te la primera mitad del primer Milenio antes de Cristo y está presente económicamente en todo el Mediterráneo Oriental". En opinión de Aubet[38]por otro lado, es posible que hubiese una "pre-colonización" fenicia en Italia y en la Península Ibérica, centrada en el comercio de objetos de lujo y basada en el trueque simple, "… que apenas dejaría vestigios arqueológicos y que precede directamente a los asentamientos coloniales pro-piamente dichos". Es ta etapa precolonial estaría situada entre finales del siglo X a.d.C. y principios del VIII, y no en el siglo XII, como afirman Bosch y otros.

El principal argumento supuestamente de peso que han esgrimido los defensores de una colonización cananea temprana es, aparte del algunas estatuillas y piezas de cerá-mica[39]y de la Estela de Nora (hallada en Cerdeña, en la ciudad que, como hemos vis-to, supuestamente fundó Nórax, el hijo de Gerión)[40], es el vocablo Tarshish que aparece en diferentes fuentes bíblicas[41]y que se suele asociar con un toponímico. Así, en el "Salmo 72" (650 a.d.C.) y en el "Libro de los Reyes" (586 a.d.C.) se nombran las famo-sas "naves de Tarshish", que parten de Eziongeber rumbo a Ophir en busca de oro, pla-ta, marfil, monos y pavos (I Re 9:26-28, 22-49) ; en este caso, las susodichas naves co-merciales fenicias difícilmente podían dirigirse hacia el Mediterráneo Occidental, y mu-cho menos hacia puertos del Atlántico, ya que, como recuerda Aubet, por aquella época "… el horizonte geográfico de los hebreos era considerablemente limitado y no alcanzó más de Chipre y el Egeo". También se mencionan las "naves de Tarshish" en "Isaías 216" (739 a.d.C.), esta vez como sinónimo de la riqueza, lujo y soberbia que mostraba la ciudad de Tiro. Unicamente a partir del siglo VI-V a.d.C. (Jeremías, Jonás y Génesis 10:4) se refiere este vocablo a un topónimo del Mediterráneo, designando un lugar no necesariamente ibérico desde donde llegaban a Tiro plata, hierro, estaño y plomo ; estos textos, junto con la inscripción asiria de Asarhadon (671 a.d.C.), que afirma que las con-quistas de este rey hacia el oeste habían llegado hasta un cierto "Tar-si-si" (que no podía de ningún modo estar en España, puesto que los asirios, como se sabe, nunca tuvieron un imperio mediterráneo) son las principales pruebas aducidas por los partidarios de identificar Tarshish –que para las fuentes clásicas no era otra que Tarsos, en Cilicia- con la hispánica Tartessos.

Sí que resultan inequívocas, en cambio, las fuentes griegas contemporáneas a los asentamientos coloniales a que antes nos hemos referido[42]Alrededor del año 600 a.C., Estesicoro, en un poema titulado "Gerioneis" que nos ha transmitido Estrabón, cita espe-cíficamente la existencia de un río rico en mineral de plata denominado "Tartessos", y Esteban de Bizancio menciona una ciudad con el mismo nombre que aquel río, que, se-gún él, también transporta estaño, al cual Escimio añade oro y cobre ; tales afirmaciones vienen corroboradas por textos de Eustrato y Aristófanes (en "Las ranas"). El escritor griego de ese período, sin embargo, que más información aporta acerca de la presunta ubicación geográfica de la misteriosa ciudad de Tartessos ha sido Avieno, quien afirma lo siguiente:

  • Tartessos se encuentra en una isla del golfo de su mismo nombre, donde de-semboca un rio, llamado igualmente Tartessos, que baña sus murallas des-pués de pasar por la Laguna Ligustina.

  • La desembocadura del río Tartessos forma varias bocas (tres a Oriente y cua-tro a Mediodía) ; cerca de las mismas se halla el Monte de los Turdetanos, lleno de bosques, y el Monte Argentario, sobre la Laguna Ligustina, en cuyas laderas brilla el estaño.

  • La ciudad de Tartessos está a cuatro días de camino de la región del Tajo, y a cinco de Mainake, donde los ricos tartesios poseen una isla consagrada por sus habitantes a Noctiluca.

  • El límite oriental del dominio de los tartesios estuvo, en tiempos, en la región de Murcia, y el occidental en la de Huelva.

Por otro lado, el Periplo Massaliota, que narra un recorrido por las costas hispá-nicas realizado por griegos de Massalia, suministra algunos datos geográficos más ; se trata de topónimos, varios de los cuales han sido identificados[43]

  • 1) La marisma Erebea, con la ciudad de Herbi (Huelva)

  • 2) El Ibero, que separa a los "cibicenos" de los tartesios

  • 3) La isla Cartere (Saltés), patria de los "campsos" (celtas)

  • 4) El monte Cassio (Cerro del Asperillo)

  • 5) El "fasi promines" y el castillo de Geronte

  • 6) El golfo Tartesio

  • 7) La ciudad de Tartessos, ubicada en una isla entre las bocas del río (posible-mente la Eritia).

Intentando emular lo conseguido por Schliemann en Troya, Schulten intentó en-contrar la susodicha capital del reino tartesio, inspirándose para ello en textos de Posi-donio de Apamea, quien en la época de la Guerra Sertoriana visitó Cádiz con objeto de estudiar el fenómeno de las mareas, y Asclepiades de Milea, que enseñó Gramática en Turdetania durante la dominación romana y escribió una descripción de sus pueblos[44]Excavó en el Coto de Doñana y no encontró ningún asentamiento lo suficientemente grande como para considerarlo una ciudad importante ; verificó, eso sí, a partir de estu-dios topográficos que el río Guadalquivir (¿el Tartessos?) había tenido efectivamente varias bocas. Schulten localizó igualmente la isla de Tartessos, pero "… a pesar de la retórica de Avieno, es seguro que en tal isla no hubo ninguna ciudad". La opinión al respecto de Bosch Gimpera[45]es que no sólo no existió nunca una ciudad llamada Tar-tessos en la desembocadura del Guadalquivir, sino que es probable que dicha ciudad no existiese en absoluto:

"O los foceos para comerciar con los tartesios remontaban uno de los brazos del río y llegaban a la verdadera capital [tal vez Carmona o Carambolo], o en la isla habría solamente un "mercado", …, un lugar abierto, … sin construcción algu-na".

Más recientemente, A. Cruz Arenas, basándose en un informe sobre la paleo-morfología de la desembocadura del Guadalquivir, supone que dicha boca no se encon-traría en época tantésica, o sea entre finales del 2o Milenio y mediados del 1o, en el mis-mo lugar en el que hoy está, sino unos cuantos kilómetros más arriba. En base a eso su hipótesis sobre el particular es que la tan buscada ciudad de Tartessos "… debió encon-trarse en la zona comprendida entre Aznalcázar y Casanieves, en la provincia de Sevi-lla, al borde Oeste del Aljarafe que linda con el río Guadalquivir"[46].

Estado de la cuestión

Como afirma Antonio Tejera[47]"… no existe acuerdo entre los investigadores en torno a lo que las fuentes grecolatinas conocieron en la antigüedad como Tartes-sos". De hecho, los autores ni siquiera se ponen de acuerdo sobre si se trataba de un te-rritorio, una ciudad o una etnia. Tejera atribuye ese hecho a la tendencia generalizada a explicar este fenómeno histórico a partir de los primeros asentamientos fenicios, al ini-cio de lo que se ha dado en llamar "etapa orientalizante", fechable desde inicios del siglo VIII hasta finales del siglo VI a.d.C. El período anterior (entre los siglos XII-XI hasta comienzos del VIII) se ha entendido por lo general como una "etapa de formación", en el curso de la cual se ha supuesto que las poblaciones de la zona fueron asimilando lentamente las aportaciones culturales recibidas a través del Mediterráneo. Tejera consi-dera, en definitiva, dos posibles tendencias dentro de este campo de investigación:

  • a) Aquellos para los cuales sólo es posible hablar de "cultura tartesia" a partir de la presencia de fenicios y griegos, es decir, desde los inicios del siglo VIII a.d.C. en adelante.

  • b) Los que, como Tejera, piensan que dicha cultura habría que retrotraerla al Bronce Final, como mínimo a su última etapa (siglos X al VIII a.d.C., defi-niendo a tal efecto las características propias de Tartessos a partir de las tra-diciones culturales del Bronce andaluz, diferenciándolas claramente de aque-llas aportaciones provenientes de las relaciones comerciales con pueblos fo-ráneos (proceso de aculturación).

Para abordar tales definiciones, Tejera[48]se basa en el concepto de "civiliza-ción" tomado de Colin Renfrew. Según dicho autor, el hombre civilizado "… ha creado para sí un nuevo entorno, que le aísla (o aísla al menos a aquellos bien situados en la jerarquía social) del contacto inmediato con el mundo de la naturaleza o de las necesi-dades obsesivas del cazador o del agricultor, forzado a la autosuficiencia" ; en resu-men, una "civilización" es una sociedad compleja donde confluyen los siguientes rasgos:

  • Una estratificación claramente definida

  • con sus príncipes y sus sacerdotes, con sus artesanos que son profesionales de plena dedicación

  • producen toda una gama de objetos refinados

  • con una organización centralizada permanente

  • a menudo dotada de escritura

  • a la sombra del palacio del príncipe, o del templo del pontífice

  • o apoyada en una colectividad urbana establecida en una ciudad.

En este trabajo nos proponemos analizar el horizonte de Tartessos desde el punto de vista del aprovechamiento de los espacios naturales por parte de dicha cultura. A tal fin seguiremos el enfoque propugnado por Tejera y otros de intentar establecer los ele-mentos característicos autóctonos de la misma a partir de las tradiciones del Bronce Fi-nal Andaluz, para posteriormente diferenciarlos de los aspectos foráneos provenientes del Mediterráneo Oriental, propios del llamado "periodo orientalizante". Nuestro estudio constará, pues, de dos apartados, uno dedicado a cada una de las etapas en cuestión. En las conclusiones finales intentaremos determinar en qué consiste la diferencia entre am-bas épocas, utilizando todas las fuentes bibliográficas que estén a nuestro alcance y refi-riéndonos como corroboración empírica a las referencias que podamos hallar acerca de los correspondientes vestigios arqueológicos del período estudiado.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

El bronce final en la zona sudoccidental de la Península Ibérica

Preliminares

Hacia el 3000-2500 a.C., coincidiendo con el comienzo de la Edad de los meta-les, tienen lugar en toda Europa los últimos momentos del clima sub-boreal; el cambio climático que está teniendo lugar conlleva un aumento generalizado de las temperaturas y de la consiguiente aridez, que alcanzan su máximo hacia el año 1100. La deforestación resultante de este proceso deriva en un notable incremento de la producción cerealística en Europa Central[49]Por otro lado, y tras una larga etapa de experimentación, se alcanza una cierta madurez en cuanto a técnicas metalúrgicas: se consigue elaborar bronces con un contenido de estaño lo suficientemente significativo como para conseguir una aleación más sólida[50]Se incrementa asimismo el volumen de las transacciones comerciales ; ello trae consigo una mayor difusión de los productos metálicos, cambiando de esta manera de forma paulatina las necesidades cotidianas de la población, tanto bélicas como agrícola-ganaderas, industriales o suntuarias; se empobrecen los trabajos en piedra tallada y la industria ósea, y aunque en agricultura continúan utilizándose las herramientas de piedra durante largo tiempo, la introducción de hachas y hoces de bronce produce un gran avance tecnológico ; la cerámica, en cambio, se mantiene fiel a tradiciones previas. En lo referente a manifestaciones funerarias, se puede decir que durante el Bronce Medio se siguen manteniendo los tipos de inhumación practicados a lo largo del Bronce Antiguo, o sea, los enterramientos individuales, concentrados en necrópolis más o menos extensas en las que las tumbas se señalizan intencionadamente mediante túmulos[51]Los asentamientos, por otra parte, presentan una gran variedad de hábitats, aunque la cultura material resulta ser bastante homogénea; ello es índice, según Blasco, de que la sociedad de la época, y muy particularmente sus élites dirigentes, mantiene ya un importante nivel de intercambios, bien sea por vía del comercio, bien a través de regalos por amistad o por alianzas políticas.

Lo mismo que el resto de los territorios europeos, la Península Ibérica experi-menta, como consigna Savory[52]y corrobora Blasco[53]un importante proceso de cambio durante el Bronce Final, "… favorecido por el desarrollo que sufren las relaciones entre los diferentes ámbitos culturales a consecuencia del singular despegue comercial originado por la enorme producción de los talleres metalúrgicos atlánticos y por la actividad mercantil desarrollada en el Mediterráneo centro-occidental, potenciados desde oriente sobre todo a partir de las relaciones establecidas por Micenas en el entorno de la Península Itálica[54]La posición geoestratégica de la Península Ibérica es causa del importante papel que sus gentes juegan en estos momentos, particularmente a partir del siglo X, momento en que los talleres atlánticos alcanzan su clímax y sus producciones son adquiridas o imitadas en el ámbito mediterráneo, cuyo comercio se encuentra ya reorganizado tras la caída de Micenas".

Andalucía Occidental

Generalidades

Blasco considera dos etapas en lo que se refiere al desarrollo de la economía dentro del Bronce Final en esta región[55]

  • a) Siglos XIII-XI a. de C.: Se produce en la zona un vacío demográfico (que Blasco insinúa podría no se real, y tratarse más bien de un vacío de investí-gación). La economía es fundamentalmente agro-pastoril, y la sociedad no se encuentra demasiado jerarquizada, ya que ni la ordenación urbana ni la dis-posición de los enterramientos reflejan la existencia de un grupo dominante que indudablemente tuvo que comenzar a formarse por esas fechas. No se re-gistran conflictos políticos importantes, ya que los asentamientos excavados no presentan obras defensivas; además, se encuentran ubicados por lo gene-ral en lugares totalmente abiertos y sin demasiado control visual del entorno. Existe un floreciente comercio basado en la producción metalúrgica.

  • b) Primer cuarto del 1er Milenio: Cristalización de un proceso de cambio gestado en centurias previas; se incrementa el volumen de los intercambios comerciales, y todo el Sudoeste se incorpora a las actividades relacionadas con la metalurgia, para acabar convirtiéndose en el más dinámico de los focos metalúrgicos peninsulares. En la Baja Andalucía la población se establece en asentamientos con arquitectura más sólida, ya sea reformando lugares pre-viamente ocupados, como Setefilla, El Berrueco, Colina de los Quemados o Asta Regia, ya creándolos "ex novo", como es el caso de Cabezo de San Pe-dro, Cerro Macareno o El Carambolo. El poblamiento avanza gradualmente de Norte a Sur y de Oeste a Este; los poblados se sitúan generalmente en elevaciones de escasa altura, con cabañas de tendencia circular u oblonga y con muros a base de entramado vegetal y barro. La actividad económica básica depende de la ubicación de los poblados: minería en las sierras occidentales, explotación agropecuaria en la campiña del Guadalquivir, caza, pesca y transacciones comerciales.

En cuanto a la actividad metalúrgica, Blasco establece tres períodos:

  • BRONCE FINAL I (( 1200-1500 a. de C.): Inspiración en modelos centro-

europeos

  • BRONCE FINAL II (( 1050-900 a. de C.): Intensificación de la producción ;

depósitos más frecuentes con es-padas, puntas de lanza, hachas, cascos, etc. ; algunos objetos de oro[56]inspirados en modelos del Atlántico Norte.

  • BRONCE FINAL III (( 900-750 a. de C.): Máximo esplendor, tanto en lo

referente a la fabricación como en cuanto a la actividad comercial.

A esta última etapa, que según Blasco[57]es "… el momento en el que la incipiente presencia del hierro está ejerciendo una fuerte presión sobre los broncistas que tratan de consolidar su posición en un mercado que pronto perderán definitivamente", pertenecen los hallazgos submarinos efectuados en la Ría de Huelva, consistentes básicamente en espadas, y puntas de lanza de factura atlántica, fíbulas de codo de inspiración chipriota, un casco y un amplio surtido de puñales, regatones o conteras, botones, broches de cinturón, flechas, agujas, anillas, etc., según consigna José Terrero[58]En opinión de Obermaier y Bosch Gimpera, este hallazgo demuestra fehacientemente la existencia de relaciones comerciales estables entre el mar Egeo y el Oeste de Europa en torno a los años 1200-1000 a. de C. ; para Terrero confirma en todo caso la antigüedad de la metalurgia onubense, y hace el siguiente comentario en relación con esto:

"El examen de los diferentes objetos permite deducir una civilización muy adelantada, y acusa detalles muy notables en la técnica metalúrgica, en las formas o tipos empleados y en la justa relación de metales para lograr una mayor du reza, revelando el análisis químico un 89,38% de cobre, 10,54% de estaño y 0,05% de antimonio".

Diego Ruiz Mata[59]por su lado, en su estudio del asentamiento de Cabezo de San Pedro, encuentra, confirmando la estimación anterior, un primitivo núcleo de ocupación del siglo IX cuya distribución es similar a la del poblado metalúrgico de San Bartolomé, cerca de Almonte: un conjunto de cabañas, circulares y oblongas en planta, de estructura vegetal, constando las viviendas de varios elementos (v.gr., cocina, dormitorio, talleres y almacenes) agrupados, y una cerámica consistente en cazuelas de bordes carenados, decorados con frecuencia en su interior con diseños geométricos bruñidos, vasos cerrados y fuentes. Ruiz Mata se pregunta si esta cultura es indígena, con raíces en la Edad del Cobre, o bien foránea (algún pueblo de economía metalurgia procedente de Centroeuropa, el Mediterráneo o el Atlántico). La adscribe finalmente al Bronce Fi-nal Andaluz (siglos XII-XI a- de C.), con una fase orientalizante en torno al 800-750 a. de C., caracterizada por el aumento de la población y los cambios socio-económicos, como denotan el urbanismo de tipo oriental, el uso de la escritura y diversos avances tecnológicos tanto en metalurgia como en cerámica (torno de alfarero). A este propósito comenta el investigador Fernando Amores Carredano[60]

"Realmente, el origen de la cultura del Bronce Final Meridional, que llena toda Andalucía Occidental con ramificaciones a Andalucía Oriental, Portugal y Extremadura, la llamada área tartésica, no está claro. El hecho es que existió una nueva estructuración del poblamiento con una densidad semejante a la que existió en el Eneolítico y que es la propia de estas regiones. Toda la nueva situación, en tanto que la vemos confirmado por el Período Orientalizante posterior, pare-ce que lo anuncia de alguna manera y está en función de él ; en efecto, aunque la cultura sea indígena, tenemos sobre toda la región el fantasma de la colonización semita que, según los textos, comenzaría con la fundación de Cádiz en el 1100 a.C.".

Formas de hábitat

Amores Carredano propone el siguiente esquema de poblamiento para Andalucía Occidental durante del 2o Milenio[61]

  • 2000-1700 a. de C.: Eneolítico campaniforme. Desarrollo y difusión de ele-

mentos metálicos. Núcleos desgajados y otros núcleos.

  • 1750-1500 a. de C.: Retroceso del poblamiento desde fines de la etapa ante-

rior. Ausencia de El Argar, que denota una falta de interés por parte de este grupo por el área del Guadalquivir. El final de la etapa es "de subsistencia", continuándose con la tradición eneolítica; final del campaniforme.

  • 1500-1000 a. de C.: Medio indígena de tradición eneolítica ; complejo mate-

rial pobre con algunos rasgos argáricos y portugueses. Conexión con la fase expansiva de la Meseta hacia el Sur. Nueva estructuración del poblamiento hasta el Bronce Final, con grupos residuales de tradición eneolítica.

L.A. Lopez Palomino, centrándose en el asentamiento de Monturque, sito en la provincia de Córdoba, con una cronología situada entre el 3er Milenio y mediados del 1o, se refiere a otros similares de toda Andalucía Occidental pertenecientes a la misma época[62]Así, en la provincia de Huelva tenemos los poblados de El Rincón, adscribible a un Calcolítico y presentando material lítico y cerámica globular de labio vertical, y Papa Uva, un asentamiento al aire libre correspondiente a la evolución desde el Neolítico Final hacia el Calcolítico. En Cádiz se observa, según él, una fuerte implantación humana tanto en el Calcolítico como en el Bronce ; continúa el hábitat troglodítico, con yacimientos como Parralejo y La Dehesilla, y en cuanto a poblados, tenemos el de Mesas de Asta, del Calcolítico Final, con vestigios de vasos campaniformes, Arcos de la Frontera, del Cobre, con platos cerámicos de borde engrosado, y El Berrueco. Las estribaciones montañosas de la zona nororiental de la provincia de Sevilla, a partir de Car-mona, forman, según López Palomino, un conjunto geográfico y geológico homogéneo con el sector cordobés; allí se encuentran, en ambas vertientes, cuevas con hábitat calcolítico, como es el caso del Cueva Chica, junto a Cazalla de la Sierra. En las Marismas del Guadalquivir, en cambio, es el urbanismo lo más habitual, con un gran número de asentamientos: Cerro de las Vacas, Caño de Trebujena, Quincena, Castillo de Lebrija, Mesa del Castaño, Cerro de San Benito, Veta de la Arena, La Sepultura, Merlina y Cabezas de San Juan. A lo largo del curso del río Guadalquivir, por el contrario, el pobla-miento es aún preurbano, como es el caso de Santiponce, Valenciana, Fuente del Arzo-bispo, Sevilla, Santa Eufemia, Cerro de San Juan, Torre de los Herberos, Estacada de Alfaro y Guadajoz, y algo similar ocurre más hacia el Oeste, en la comarca del río Cor-bones (Los Alcores, Vega de Carmona y Vega del Genil). En Cantillana nos encontramos con un poblado que desarrolla ampliamente la secuencia del Calcolítico inicial y pleno en fase precampaniforme, y en Cueva del Portal, por fin, presenciamos la evolución desde un hábitat neolítico hacia cronologías de la Edad de los Metales. Blasco re-sume como sigue las características de los lugares de hábitat de la zona que analizamos al principio del período en cuestión[63]

  • a) Cuevas y abrigos naturales, cada vez menos frecuentados ; habitación estacional

  • b) Laderas de cerros a las que se adosan las viviendas

  • c) Lugares altos con perfecto dominio del entorno y buen control de las vías de comunicación, a veces coincidiendo con ocupaciones anteriores

  • d) En llano, en lugares abiertos (llanuras fluviales), en zonas fértiles y de fácil roturación, bien irrigadas, con pastos verdes a lo largo de todo el año.

En el Sudoeste (Bajo Guadalquivir y costa onubense), entre el siglo X y media-dos del VIII a. de C., se verifica un cambio que acabará cristalizando más tarde bajo los impulsos de la colonización fenicia[64]Los poblados –de tamaño reducido por lo general- se establecen a partir de ahora en pequeñas elevaciones, o bien en alturas importantes, con fácil defensa natural, aunque sin construcciones defensivas. Un ejemplo arquetípico sería el asentamiento de San Bartolomé, cerca de Almonte (Huelva), que ocupa cuatro altozanos, repartidos por una superficie total de unas 40 ha en torno al arroyo del mismo nombre. Hay cabañas de diferentes tamaños, teniendo las mayores un diámetro de 5 m, que incluye almacenes, silos, encerraderas para animales, lugares de trabajo, etc. ; no hay grandes construcciones que puedan asociarse con edificios de carácter público, y los talleres se encuentran distribuidos por grupos con actividades económica-mente distintas (v.gr., agropecuarias, metalúrgicas, comerciales, etc.)

Según Ma Cruz Fernández Castro[65]los arqueólogos tropiezan con dos grandes dificultades a la hora de analizar las formas de habitación de Andalucía durante el siglo X a. de C. En primer lugar, el hecho de que el conocimiento de las estructuras de habitación en este período proceda exclusivamente de cortes estratigráficos orientados más que nada a obtener resultados desde un punto de vista cronológico, en vez de interesarse por las construcciones arquitectónicas en sí ; en segundo lugar, cuando los materiales muebles se adscriben efectivamente a restos de construcción no es posible concretar a partir de la estratigrafía a cuál de las distintas subfases de la misma (v.gr., edificación, o bien renovación de la vivienda) pueden atribuirse con seguridad. A pesar de estos inconvenientes han podido detectarse en Andalucía Occidental construcciones de ramaje y barro cocido sobre zócalos de cantos rodados en Colina de Los Quemados (Córdoba), Setefilla (Sevilla) y Huerto Pimentel (Sevilla), aunque no se puede asegurar cuál era la planta de tales edificaciones. Se supone que esta forma de construcción pervivió durante toda la centuria[66]Con respecto a la centuria siguiente (siglo IX a. de C.) dice Fernández Castro lo que sigue[67]

"Desde el final del siglo X a.C. hasta el advenimiento del contingente de población semita, al rondar el 700 a.C., quedan dos siglos de Bronce Final en Andalucía cuya separación sólo se sustenta en el progresivo sucederse de los es-tratos previos a la aparición de la cerámica "a torno". El margen entre el siglo IX a.C. y el siglo VIII a.C. se encuentra, por consiguiente, muy difuminado".

Los vestigios arqueológicos de esa etapa, por otro lado, adolecen de los mismos defectos que hemos mencionado para el siglo anterior. Fernández Castro testifica el hallazgo, en los estratos inferiores de la ladera occidental de Cabezo de San Pedro (Huelva), de los restos de un hogar en un espacio identificado como "fondo de cabaña", y en la Colina de los Quemados (Córdoba) se ha desenterrado una casa de planta circular o elíptica, de unos cuatro metros de diámetro[68]A lo largo del siglo VIII a. de C., aun-que, como hemos dicho, permanecen en lo esencial las características fundamentales de la centuria anterior, se incrementa, sin embargo, paulatinamente el volumen global de materiales cerámicos que preceden a la "técnica de torno". Continúa la cabaña oval o circular de parámetros de cañizo y adobe con huellas de postes, hogares y estucado en el interior, tanto en el Bajo Guadalquivir como en la Andalucía Oriental[69]Tenemos, por ejemplo, el ya citado poblado metalúrgico de San Bartolomé (Huelva), El Carambolo, (Sevilla) o los estratos 14 y 15 del Cerro de los Quemados (Córdoba)[70].

Agricultura y ganadería

Según Antonio Tejera[71]tanto las fuentes clásicas como las arqueológicas atestiguan la práctica de la agricultura en la zona tartésica desde muy antiguo[72]Tejera, sin embargo, opina que lo que ocurre es que "… no contamos aún con un buen análisis para conocer la potencialidad agrícola del territorio, ni sus posibilidades de explotación, ni el rendimiento que obtuvieron de él estas comunidades durante la primera mitad del primer Milenio". Tejera[73]se apoya en los estudios geológicos del J. Gavala, que define la región como una de gran feracidad y delicioso clima, abundancia de manantiales y de mantos freáticos poco profundos; los textos clásicos (Avieno, Estrabón, etc.) tam-bién insisten en ese punto. Tejera supone que en los cultivos se haría probablemente uso de un arado dotado de una reja de madera capaz de romper la tierra, auxiliado por animales de tiro de gran fuerza como el buey, cuya utilización por el Bronce Andaluz des-de el 2o Milenio, según él, ha documentado sobradamente la arqueología: "De este modo, el mitema que alude al uso de los bueyes y al arado en el mito de Habis, tomaría una dimensión bien diferente a la que conocemos, y explicaría asimismo el por qué este avance tecnológico se enfatiza tanto en la mitología de la comunidad". También aluden las fuentes literarias a la práctica del regadío, tanto natural como artificial; Tejera afirma que se han encontrado vestigios de tales sistemas correspondientes al Bronce Final en el yacimiento de Cerro de la Virgen, en la provincia de Granada.

En opinión de Tejera[74]el ganado debió de haber desempeñado un papel fundamental en la sociedad tartésica, especialmente durante el Bronce Final. Según él, existen a este respecto algunos datos, tanto directos, a partir de la arqueología y del análisis osteológico, como indirectos, a través de la frecuente representación de animales en grandes esculturas zoomorfas y otros repertorios iconográficos: relieves, cerámicas, marfiles, etc., la gran mayoría de los cuales pertenecen a la etapa orientalizante. Piensa Tejera que los rituales iniciáticos relacionados con el ganado debieron de tener una importancia primordial en aquella sociedad por lo que se desprende de las referencias que se hacen del ganado en su mitología. Además, por tratarse de una sociedad dinámica en pleno proceso de cambio, supone Tejera que su ganadería sería sumamente especializa-da, tanto en lo que respecta al tipo de animales como a la función a la que los mismos iban destinados. Dicha riqueza ganadera habría que asociarla, según él, con la produc-ción de leche y carne, pero también, como apuntábamos más arriba, con las faenas agrícolas, así como su uso como animales de tiro para el transporte de carros y carretas, ya que la existencia de tales vehículos ha sido sobradamente documentada por los hallazgos arqueológicos, sobre todo en el repertorio iconográfico de las estelas. Blasco[75]por su parte, apunta a la posibilidad, enunciada antes por Ruiz-Gálvez y Galán, de que la función de esas "estelas del Sudoeste" no fuese únicamente religiosa, sino que sirvieran a la vez como hitos relacionados con vías ganaderas y rutas comerciales. En la dieta alimenticia de los tartesios –que a la luz de los estudios, según Blasco[76]refleja problemas de malnutrición por falta de proteínas en muchos casos- intervenían, por supuesto, también en gran medida la caza y la pesca; la primera, cuya aportación en carne supo-nía entre un 30 y un 40%, comprendía el ciervo, el jabalí, el lobo, el corzo, el conejo, la liebre, el lirón, el careto y la rata de agua. En cuanto a la pesca, no está documentada ar-queológicamente la presencia de espinas de pescado, pero sí, y abundantemente, la de moluscos, por la gran cantidad de valvas que se han encontrado.

Metalurgia

Tejera dice[77]"Si algún artículo asociado a Tartessos resulta esencialmente ilustrativo, ese podría ser el de la riqueza minera de su territorio, que durante mucho tiempo daría pie a la génesis de las referencias míticas y legendarias (el Jardín de las Hespérides, las manzanas de oro, la espada de oro de Crisaor), antes de transformarse posteriormente en una evidencia manifiesta, cuando a la llegada de los fenicios y griegos se experimenta un desarrollo cuantitativo destacado". Blasco[78]atestigua un adelanto importante en la metalurgia del bronce, al pasarse de la "aleación binaria" cobre/ estaño a la aleación ternaria cobre/estaño/plomo. La recogida de minerales se realizaba tanto según los métodos tradicionales, o sea, en filones a cielo abierto, o bien recogiendo pepitas aluviales, como por nuevos procedimientos tecnológicos, a saber, la apertura de pozos para explotar las vetas subterráneas. Se sabe poco acerca del instrumental utilizado ; únicamente se han encontrado mazas y martillos de cuarcita, picos de asta y hueso, así como hachas y cinceles de metal. Se hacía uso de la torrefacción para despedir el mineral de la roca, en dos esferas de producción: la doméstica, para satisfacer necesida-des inmediatas, y la industrial, con fines comerciales. Las piezas metálicas eran realiza-das en los propios poblados, donde se han hallado afiladores y moldes, aunque se desconoce el sistema que se utilizaba para calentar el mineral. Entre los útiles encontrados los hay que se podrían vincular a épocas anteriores, como moldes bivalvos de arenisca o ar-cilla, ya sean simples, dobles o múltiples. También se realizaban algunos productos (v.gr., armas y objetos de uso cotidiano, como atestigua Luis Monteagudo[79]comentando: "Las hachas de cobre o bronce forman parte de los objetos de uso cotidiano más frecuentes que se han encontrado, sea para ser utilizadas como herramientas, o bien como armamento, y durante el Bronce Final también como ofrenda o moneda de true-que") en centros especializados).

Fernández Castro, con las consabidas reservas que ya hemos visto en relación con la cronología de hallazgos de esa centuria, menciona el de algunas hachas de aleta de tipo mediterráneo, de hoja ancha, presumiblemente del siglo X a. de C., en Campotejar (Granada), con evidente semejanza con las halladas en diversos yacimientos europeos y hasta asiáticos, y comenta al respecto[80]"De ser cierta la correspondencia formal y cronológica, habría que preguntarse cuál es el significado de los paralelismos que se presentan para el hacha "tipo Campotejar" (Aidirlinskii, Ural ; Gezar, Palestina ; Valle de Kur-ram, Pakistan) en la panorámica del comienzo del Bronce Final en Andalucía. No creemos que sea posible, a partir tan sólo de esta insegura indicación, aventurar ninguna hipótesis que hiciera llegar por vía mediterránea, o terrestre, contactos con el exterior no entrevistos de otra forma. Si es que existieron relaciones comerciales con el Oriente en Andalucía durante los siglos XI y X a.C., éstas no han dejado huellas probatorias de su existencia entre los materiales arqueológicos que con garantía permiten juzgar el período". En cuanto a los vestigios metalúrgicos del siglo IX a. de C., Fernández Castro[81]reconoce que son relativamente pocos, incluso si incluimos aquellos hallazgos que suelen pasar inadvertidos, como la anilla de bronce de Cerro de Cabezuelo (Jaén), la varilla de cobre de Cerro del Real (Granada), la fíbula de codo de brazos con gallones de Pinos Puente (Granada), la fíbula de codo de Cerro de Alcalá (Jaén), etc. Por otro lado, los estudiosos vacilan a la hora de adjudicar una cronología a los hallaz-gos de la Ría de Huelva a que nos hemos referido más arriba, y la tendencia es a ubicar-los alrededor del año 700 a. de C., en fecha orientalizante por tanto ; E. Macwhite, sin embargo, insiste en que las espadas en lengua de carpa fueron introducidas en Inglaterra antes del año 850 a. de C., lo cual colocaría a los ejemplares de Huelva en una cronología no muy posterior al 800 a. de C., en el llamado Bronce IV, que se había iniciado ha-cia el 900-850 a. de C. Por otro lado, según Fernández Castro se ha recuperado una es-pada "tipo Huelva" en Italia junto con una fíbula de doble bucle lateral y arco serpenteante del horizonte "Allumiere" (1000-900 a. de C.), lo cual retrasa sensiblemente la cronología. En el sector sudoriental de la Península se encuentran más objetos de parecida tipología, adscribibles ya a las postrimerías del siglo VIII a. de C.[82].

Comercio

Según Tejera[83]esta actividad constituyó probablemente uno de los factores más importantes en la transformación económica, política, social y religiosa de Tartessos. Dicho intercambio de productos está ligado al asentamiento en el territorio de fenicios y griegos ; no se sabe con seguridad, sin embargo, si eran aquéllos quienes lo controlaban, o si en realidad los tartesios se limitaron a actuar como intermediarios entre éstos y las tribus del "hinterland", posibilidad que también apunta Savory[84]Lo que sí está claro, como ya hemos apuntado, es la importancia que sin duda tuvo el río Guadal-quivir como vía de transporte y el papel que pudo haber jugado la evanescente ciudad de Tartessos como centro redistribuidor de mercancías: "Al centro urbano se le puede caracterizar como núcleo redistribuidor en que figura el poder, reside el centro económico, político y, desde luego, religioso, para servir de aglutinador de los otros facto-res". Tejera se basa, para sustentar sus aseveraciones, que en este caso, como es sabido, no se ven corroboradas por los correspondientes vestigios arqueológicos, en el siguiente texto de U. Martínez Veiga[85]

"El paso de reciprocidad a redistribución implica la concentración de ex-cedentes en pocas manos y también en pocos lugares ; en este sentido se puede afirmar que este paso es fundamental para la aparición del urbanismo. Pero a nosotros nos interesa sobre todo este proceso de la concentración en pocos lugares o manos, que en última instancia es la acumulación primitiva de Marx o lo que los arqueólogos y geógrafos actuales llaman la centralidad. Tomando la centralidad como criterio, o la existencia de un lugar central en donde los bienes se recogen y redistribuyen, podemos decir con C. Renfrew que "El intercambio de mercado puede ser considerado como un fenómeno de redistribución con disociación de la autoridad central de la transacción material", en cuanto que "el intercambio de mercado, visto en términos espaciales, no se diferencia de la redistribución"".

Blasco[86]por su parte, habla de la presunta existencia de un comercio a gran escala, preferentemente de productos de prestigio y de lujo, realizado a través de con-tactos marítimos, pero también por vía fluvial o incluso terrestre, como atestiguan las ya mencionadas representaciones de carros en las "estelas del Sudoeste" y en la "pintura rupestre esquemática". Tejera cita, además, las muestras arqueológicas de almacenamiento de granos que se han encontrado por todo el Guadalquivir en algunos yacimientos del Calcolítico, o en otros más recientes de otros lugares de la Península. Los hallazgos de este tipo en la zona que aquí nos ocupa, no obstante, no han sido hasta el momento demasiado abundantes ; el único ejemplo de este tipo de silos es, en efecto, el de Puebla del Río (Sevilla), un conjunto de alrededor de 500 depósitos (unos 200 han sido excava-dos) probablemente pertenecientes al Calcolítico, aunque es posible que se reutilizaran en épocas posteriores[87]

Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

La etapa orientalizante del horizonte tartésico

 

La presencia fenicia en la Península Ibérica

Savory dice los siguiente[88]

"A lo largo de la segunda mitad del siglo VIII a.C. la cultura ibérica me-ridional, sobre todo aquella manifestación de la misma que se ha asociado con la semihistórica Tartessos (Tarshish), en la desembocadura del Guadalquivir, pasó a estar bajo la influencia de las civilizaciones avanzadas del Mediterráneo Orien-tal, y especialmente de la de los fenicios, al principio a través de transacciones comerciales, y más tarde por la fundación de auténticas colonias, y el uso del hierro se extendió por la zona junto con formas exóticas de metalurgia y cerámi-ca. Esta cultura avanzada del Sur que conocemos como "tartésica" o "ibérica" ejercía una influencia dominante sobre la Península, tanto como para impedir el desarrollo de una cultura del Hierro tipo Hallstatt o La Tène Inicial, ni siquiera en el Norte de la misma, a pesar de los fuertes movimientos demográficos proce-dentes de más allá de los Pirineos que indudablemente se produjeron en esta fase y que llevaron al establecimiento de lenguas célticas en amplios territorios".

Amores Carredano, por su parte, coincide con Savory y afirma[89]"La colonización semítica, en principio tímida, tuvo que influir en el modelo humano indígena y provocar una serie de reacciones de las que vemos parte de sus resultados antes de que la "invasión" de productos y elementos metamorfice a la cultura tartésica". Según Ma Eugenia Aubet[90]sin embargo, los investigadores de esta temática no se ponen de acuer-do acerca de los orígenes y la cronología de las fundaciones fenicias en Occidente, y ge-neralmente se basan para sus deducciones en el análisis de las fuentes clásicas, de por sí bastante contradictorias en este punto ; en su opinión, lo que ocurre en realidad es que "… en el fondo del problema subyace una cuestión metodológica que incide, necesaria-mente, en una lectura más o menos subjetiva de los datos histórico-arqueológicos". Co-mo afirma Aubet[91]la mayor parte de los mitos, tradiciones y leyendas sobre este parti-cular son de época helenística, es decir, de 500 años después de ocurridos los hechos, y esta circunstancia disminuye automáticamente su fiabilidad como fuentes históricas. Así, está el famoso texto de Veleyo Patérculo, que afirma, inspirándose posiblemente en Timeo de Tauromenio, del siglo IV a. de C., que la ciudad de Cádiz fue fundada 80 años después de la Guerra de Troya (( 1104-1103 a. de C.). Aubet comenta al respecto[92]

"La asimilación de Cádiz a los fenicios, a la guerra de Troya y a Heracles constituye un típico arreglo helenístico. Significativamente, esta leyenda surge en una época (siglos II-I a.C.) en la que en el pensamiento helenístico ejercían enorme influencia la grandeza y la prosperidad de Cádiz y el prestigio del santua rio del Heracles gaditano, visitado por figuras ilustres de la vida política e inte-lectual del momento, como Aníbal, Polibio, Fabio Máximo y Julio César. Todo ello contribuyó sin duda a forjar una leyenda en la que Heracles-Hércules (Melqart) acabaron confundiéndose con la fundación fenicia de Cádiz".

El mito del paso de Heracles por Iberia surgió, por lo visto, en la Atenas del si-glo IV a. de C., una época en la cual "… ya se sabía que el templo de Heracles de Gadir era "muy antiguo" (Diodoro 5:20, 1-4), por lo que Heracles-Melqart pasaba a confundirse, automáticamente, con unos viajes remotos a Occidente y vinculados, pues, a Ga-dir, es decir, a los fenicios, sus fundadores. Heracles pasaba así a constituirse en padre de los fenicios". Eso será probablemente, según Aubet, lo que habrá justificado a algu-nos autores la datación del siglo XII para la fundación de Cádiz y la llegada de los fenicios a la península; sin embargo, resulta que hasta el momento, y como recuerda Au-bet[93]la investigación arqueológica no ha revelado ningún asentamiento fenicio en tierras hispanas anterior al siglo VIII a. de C. La conclusión de Aubet a este respecto, después de considerar lo que aporta el texto de Diodoro Sículo acerca de la participación directa de Melqart (es decir, del templo de ese dios ubicado en Tiro) en el acontecimiento, es la siguiente[94]

"Ignoramos en qué momento decidió Melqart organizar esa empresa comercial. En todo caso no pudo tener lugar en el siglo XII a.C., dado que en Feni-cia y en Tiro el culto a Melqart no es anterior a los siglos X-IX a.C. En última instancia es la evidencia arqueológica del territorio inmediato a Cádiz la que tienen la última palabra. Los poblados indígenas tartésicos de la bahía gaditana, algunos de ellos habitados desde el II Milenio a.C., no reciben las primeras importaciones fenicias antes de los años 760-750. Este dato nos parece hoy un argumento decisivo para zanjar una discusión interminable sobre el valor histórico de las fuentes clásicas en la cuestión de los orígenes de Cádiz".

Como muestran los vestigios arqueológicos, toda la campiña del antiguo estuario del Guadalquivir se encontraba densamente poblada, en las fechas correspondientes a la llegada de los primeros comerciantes fenicios, por comunidades tartésicas del Bronce Final[95]y se sabe que el asentamiento de Castillo de Doña Blanca, cerca del actual Puerto de Santa María, estableció un primer contacto con Gadir hacia los años 760-750 a. de C., como atestiguan los hallazgos en dicho lugar de numerosas piezas cerámicas de tipología fenicia, y algo parecido ocurre más hacia el interior, en sitios, como Berrueco,

Carambolo o Carmona. El principal instrumento para controlar esta actividad comercial cananea fue el ya citado templo de Herakles-Melqart de Gadir, cuyos sacerdotes, ade-más, jugaron un importantísimo papel para establecer un sólido nexo religioso, político y económico entre la colonia y la metrópoli[96]El principal interés de los fenicios para establecer esta factoría radicaba en la proverbial riqueza argentífera del territorio tartésico, como queda reflejado en las fuentes literarias: Estesicoro, Herodoto, Diodoro, etc. Aubet resalta a este respecto la frecuente presencia de la sílaba arg- en topónimos y nombres de reyes del lugar (v.gr., Mons Argentarius, Argantonio, etc.)

En época fenicia la principal zona minera fue lo que actualmente compone la provincia de Huelva, donde se encontraban las mejores piritas argentíferas, y el área occidental de la de Sevilla, con focos secundarios en Sierra Morena y Portugal[97]Así, se sabe que por los registros arqueológicos (v.gr., lámparas de arcilla, herramientas de minero, fuelles y crisoles) que durante el siglo VII a. de C. el poblado de Cerro Salo-món, en la zona de Riotinto, se dedicó exclusivamente a la extracción de plata, oro y co-bre ; se utilizó mano de obra indígena y se aplicaron fundentes de sílice con añadidura de plomo como colector de la plata, una tecnología basada en la fusión y en la copelación del mineral de "gossam", de alto contenido en oro, plata y plomo, sin precedentes en el horizonte tartésico y que, como comenta Aubet, "… habría incrementado el rendimiento de la minería y metalurgia locales, que en el siglo VII llegó a alcanzar proporciones industriales". El metal era transportado río abajo en forma de lingotes o de mine-ral en bruto hasta Huelva, un asentamiento tartésico que experimentaría un gran desarrollo a lo largo de esa centuria hasta convertirse en un importante centro portuario ; se han encontrado hornos de fundición de plata de ese período en el mismo centro de la ciudad. Un segundo foco metalúrgico de obtención de plata, orientado ésta hacia el puerto de Cádiz, se encontraba en Tejada la Vieja (Sevilla, cerca de las minas de Aznal-cóllar), y también está documentada dicha actividad en los asentamientos de San Bartolomé y Peñalosa, que al parecer estaban especializados en la preparación del mineral para su ulterior transporte hacia la costa en forma de barras o lingotes. La evidencia arqueológica revela una organización productiva, tanto fenicia como indígena, sumamente eficaz centrada en Huelva, como hemos dicho, por lo menos hasta finales del siglo VII a. de C. Ahora bien, aunque los principales beneficiarios de todo el proceso eran, por supuesto, los comerciantes de Tiro, es innegable que un cierto sector de la población tartésica de Huelva (v.gr., los jefes y régulos locales) también sabría sacar provecho de la situación. Lo atestigua la extrema riqueza que se observa en sus sepulturas, como es el caso de la necrópolis de La Joya, por ejemplo ; esas tumbas demuestran, según Aubet[98]el progresivo incremento de la diferenciación social en el seno de las susodichas comunidades.

Por otro lado, los fenicios no se limitaron a la producción minera ; también se in-teresaron por el fabuloso potencial agrícola del Valle del Guadalquivir. La información de que disponemos sobre este aspecto sigue siendo bastante escasa ; no obstante, a partir de la distribución y la forma de las ánforas fenicias que se han hallado en todo el "hinterland" tartésico se puede colegir que, como lo pone Aubet, "… las estrellas del comer-cio fenicio fueron habitualmente el grano, los metales, la sal, las pieles y probablemente también, los esclavos". A cambio de todo esto los indígenas recibían aceite y vino de calidad, amén de todo tipo de artículos suntuarios fenicios de importación, tales como piezas decoradas en marfil, joyas de oro y plata, etc., así como también collares, cuentas de vidrio y otras baratijas ; un intercambio desigual de tipo colonial al que se añadían objetos de lujo y de prestigio destinados a las élites tartésicas, contribuyendo de esta manera a consolidar la ya referida diferenciación social en el seno de las comunidades indígenas, que, como hemos apuntado, comenzó a ser una realidad por esta época. Amores Carredano[99]habla a este respecto de una "… cultura de "potpourri", de rasgos indígenas mezclados con infinidad de elementos exóticos de distinta procedencia", y comenta lo siguiente:

"Culturalmente, el área tartésica actúa como un catalizador de influencias que ya se dejan notar en el primer momento con la presencia de cerámicas de bo-quique (intercambio con el área meseteña), como continuación de las corrientes que comenzaron en el Bronce Tardío, y completado por el material en exceso, y se continuará con elementos atlánticos (estelas funerarias) junto con elementos viejos de raíz oriental, mas matices célticos".

Las comunidades indígenas durante la etapa orientalizante

Tipos de hábitat

En Los Alcores (Sevilla) distingue Amores Carredano tres tipos básicos de poblado[100]

  • a) Carmona y Mesa de Gandul: Establecimientos paralelos, estratégicos por excelencia, en lugares altos, dominantes, bien protegidos mediante el escarpe del alcor, cerrándose la parte trasera, llana, mediante una muralla.

  • b) Entremalo y La Tablada: Emplazamiento dominante, pero no perfectamente estratégico; no presenta muralla. Se supone que tales asentamientos indican una expansión demográfica como resultado de la actividad comercial.

  • c) El Acebuchal y Alcahuete: Poblados en ladera, sin motivación estratégica. Pertenecen probablemente a la etapa depresiva del período.

Arturo Ruiz y Miguel Molinos, en su pormenorizado análisis del mundo ibérico[101]ven en el hábitat de esta época una paulatina consolidación del modelo nuclear. Los asentamientos se ubican perfectamente en las proximidades de los grandes ríos, con tres niveles de tamaño: un inferior a la hectárea (Castellones de Ceal), otro entre 3 y 6 ha (Puente del Obispo) y otro más grande, superior a las 16 ha (Giriballe). La distinción de estos tipos es más o menos alternada a lo largo del siglo VI a. de C., y a partir del Ibérico II van desapareciendo los núcleos más pequeños, aumentando de esta manera la distancia media entre los asentamientos, que tienden a concentrarse longitudinalmente. Ya en el siglo IV a. de C. habrá cuatro tipos básicos de asentamiento:

  • 1) Asentamiento en meseta, bien fortificado, dotado de amplia visibilidad con escasa distancia a los vecinos más próximos, que domina preferentemente tierras de potencialidad agrícola media y media-alta.

  • 2) Asentamiento en meseta, bien fortificado, con visibilidad unidireccional (suele apoyarse contra un cerro de superior tamaño), semejante distancia a sus vecinos más próximos y tierras de potencialidad agraria media, media-alta o alta en uno de sus lados, en tanto que en el otro la tierra es de baja o nula potencialidad.

  • 3) Asentamiento en meseta, fortificado, con escasa o nula visibilidad y mayor distancia a sus vecinos más próximos ; articula tierras de alta y baja productividad, pero suele excluir las de media y media-alta.

  • 4) Asentamiento en terraza, fortificado, con escasa visibilidad y gran distancia a sus vecinos más próximos ; articula unas pocas tierras de alta productividad, en tanto que el resto es absolutamente inutilizable para la práctica agrícola.

Estos autores[102]fijan también su atención en los asentamientos de la provincia de Huelva, en cuya zona occidental la actividad minera generó, al parecer, un modelo de poblamiento lineal con anterioridad al año 500 a. de C. (cerro de Salomón), mientras que, por el contrario, el asentamiento de Tejada la Vieja, en la zona minera de Aznalcó-llar, constituye un gran centro amesetado y fortificado. Estos asentamientos metalúrgi-cos se diferencian, según ellos, claramente de los de economía predominantemente agraria, como el caso de Huerta Turjena, por ejemplo. En relación con la representación espacial de los procesos productivos que se verifican en estos asentamientos, Ruiz & Molinos distinguen entre "lugares de actividad" (procesos de trabajo o consumo con una única actividad), "áreas de actividad" (relaciones más amplias desarrolladas articulada-mente) e incluso unidades aún mayores ; ambos autores se adscriben al modelo propues-to por Ruiz Rodríguez en 1986 (ver ilustración), introduciendo los siguientes matices[103]

  • 1. El nivel de los lugares y áreas de producción se articula al concepto y clasificación de los diferentes procesos de trabajo, al objeto de determinar las diferentes unidades de producción.

  • 2. Para la definición de los lugares y áreas de consumo será básica la delimitación de las unidades dedicadas preferentemente al consumo subsistencial, distinguiéndolas claramente de las públicas y de las que están enfocadas ha-cia la reproducción político-ideológica o bien a la reproducción de la fuerza de trabajo.

  • 3. A pesar de la dificultad inherente a la localización de las áreas de intercambio, será posible analizarlas entre unidades de consumo subsistencial, interasentamientos o interestatal.

  • 4. Habrá que definir una serie de lugares, referidos a los tres niveles, articula-dos entre sí, cuya función reside en su capacidad de almacenar para conservar, para consumir o para desechar.

En espacios construidos, el módulo cuadrangular es, con mucho, el más común durante este período en todo el ámbito ibérico, aunque varían de un lugar a otro los ni-veles de complejidad constructiva y estructural[104]La adopción de este modelo, frente a la circularidad que hemos visto en la etapa anterior, es, según Ruiz & Molinos, consecuencia del desarrollo económico y social que en el ínterin han experimentado estas comunidades, ya que en este marco se dispone de mucho mayor espacio útil, lo que permite diversificar las actividades que pueden desempeñarse de manera simultánea en el mismo lugar. Por otro lado, este cambio de estructura constructiva no implica, ni mucho menos, la adopción por sus moradores de una concepción espacial diferente, sino que la nueva conceptualización se basa en otros aspectos. Así, San Bartolomé, especializado en la extracción del "gossam", se caracteriza en todos los estratos (desde el siglo IX a. de C. y primera mitad del VIII hasta el siglo VII e inicios del VI) por la dispersión nuclear a partir de cabañas con fondo excavado, sin zócalo construido y cubierta vegetal muy endeble sostenida por postes no muy resistentes ; la ocupación del asentamiento tuvo lugar en períodos cortos pero continuados. Cerro Salomón, por el contrario, con un núcleo de hábitat especializado en extraer plata a partir de la "jarosita", está integrado por habitáculos de estructura cuadrangular, construidos a partir de un zócalo de piedra, de dos a tres hiladas de mampuestos grandes y bastos unidos en seco, sin cimiento ni pare-des careadas, de altura escasa y cubiertos por materiales ligeros ; los pavimentos siguen el principio de barro apisonado, y posteriormente son confeccionados a base de lajas de pizarra. Aquí las viviendas constituyen auténticos lugares de producción en los que se completa la primera fase del trabajo metalúrgico. Como puede comprobarse, ambos asentamientos son bastante similares en lo que respecta a los procesos técnicos de la producción: "Las diferencias deben explicarse a partir del carácter más permanente del Cerro Salomón, que se traduce en una necesaria, aunque elemental, urbanización".

Partes: 1, 2, 3
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente