Descargar

El aprovechamiento de los espacios naturales en el horizonte tartésico (página 3)


Partes: 1, 2, 3

Igual que hemos visto que ocurría con Fernández Cruz para la etapa anterior, Ruiz & Molinos[105]se lamentan también de lo sesgado de la información arqueológica en estos temas. Así, en Puente Tablas IV (siglo VI a. de C.), donde se han desenterrado varias estructuras de calles, resulta que el conocimiento de las unidades de habitación es deficiente a causa de la superposición de estructuras posteriores, de forma que sólo se conoce superficialmente el carácter cuadrangular de sus construcciones y algunos aspec-tos de la técnica constructiva, como es la utilización, en algunos casos, de la cara interna de la fortificación como paramento posterior de viviendas. En Cerro de la Coronilla, por otra parte, las estructuras adquieren ciertas peculiaridades derivadas de su particular función estratégica ; aquí se observa, en efecto, la utilización de escalones para salvar desniveles y el aprovechamiento de la cara interna de la fortificación para adosar a ellas estructuras de producción y almacenamiento. Este último estaba destinado al consumo interno, y debido al carácter defensivo del asentamiento no hay actividad agrícola complementaria, aunque sí hay indicios de cierta actividad textil.

Durante la siguiente fase, la información sobre estructuras de hábitat es más abundante. Así, en el mencionado de Puente Tablas, mientras que a finales del siglo VI a. de C. y primera mitad del V el esquema de las viviendas corresponde a una compartimentación en tres de ellas consecutivas en sentido longitudinal, a fines del siglo V y principios del IV la estructura se complejiza notablemente en relación con la nueva divi-sión del trabajo en el hábitat ; las dos primeras habitaciones de la etapa anterior se con-vierten en una sola con un pilar en el centro, dando lugar a una cubrición parcial en sentido lateral, mientras que la tercera estancia se divide en dos o tres, dispuestas en sentido longitudinal, que pueden, a su vez, estar compartimentadas transversalmente. La estructura a la que se accede desde la calle presenta pavimento de tierra apisonada, a veces con yeso cubriente, mientras que las del fondo pueden mostrar en algunos casos pavimento de losas de piedra caliza, bien trabadas entre sí ; una de las estancias enlosadas presenta siempre una zona sin pavimentar con alguna estructura de material perecedero (madera, por ejemplo). En Tejada la Vieja la estructura parece seguir un modelo más desordenado que en el caso anterior. En una fase más tardía (siglo II a. de C.) aparecen en la zona las "oppida", unas estructuras en las cuales las estancias con actividades multifuncionales son cada vez más frecuentes ; el ejemplo más paradigmático está constituido por el asentamiento de Cerro de la Cruz (Córdoba), donde se han podido documentar las siguientes estructuras:

  • a) Espacios abiertos de carácter público (calles en terrazas, basureros, etc.)

  • b) Espacios de uso productivo en los que se observa la existencia de un molino asociado a un telar; en algún caso se documenta junto al molino un aljibe.

  • c) Espacios de almacén, con ánforas o pesas de telar.

Según nos informan Ruiz & Molinos[106]las "oppida", precedentes inmediatos de las ciudades, aparecen como una primera solución al problema de la articulación en un mismo espacio de funciones religiosas y políticas: "El "oppidum", cerrado respecto al campo, pero dependiente de él y, por lo tanto, definido en su espacio urbano y residen-cial aristocrático, se convierte no sólo en la tumba del sistema parental –diremos para-fraseando a Engels- sino asimismo en la definición del poder aristocrático". En Anda-lucía esta estructuras aparecen más o menos simultáneamente con la aparición de los primeros productos cerámicos a torno, es decir, entre fines del siglo VIII a. de C. y principios del VII. El asentamiento de este tipo más antiguo de la zona es el de Puente Tablas, donde la fortificación rodea la amplia meseta en tres de sus lados, dejando sin desarrollo la parte que está abierta sobre el río, ya que se hace inaccesible por las mismas características escarpadas de la base caliza. El terreno ha sido nivelado mediante un escalonamiento a pico, de manera que el paramento se ajuste al sistema de escalones. Delante del lienzo de la fortificación se encuentran dispuestas grandes piedras en hilada con el fin de contener un posible deslizamiento de la base de tierra. En un extremo, realzado respecto al resto, aparece un edificio con pórtico columnado y tamaño muy superior a los demás, lo que hace pensar en una posible residencia principesca. En Tejada la Vieja, un asentamiento de fecha posterior, aparece, sobre el panel vertical, un "pie de amiga" como base de sustentación, nivelado en ocasiones con un firme de pequeñas pie-dras, junto a grandes piedras que adaptan la fortificación al cerro. En ninguno de los dos casos que hemos citado se documenta la existencia de una fosa de cimentación.

La industria. Definición de los procesos de trabajo

Según Ruiz & Molinos[107]"… la dinámica de las excavaciones en asentamientos ibéricos apenas ha avanzado en la identificación de los espacios productivos, salvo en términos muy generales", con lo que, a pesar de poderse identificar numerosos procesos de trabajo, resulta imposible hacerlo en lo que se refiere a áreas o lugares de producción. El conocimiento de los procesos técnicos, por ora parte, es aún limitado ; sólo se conocen algunos procesos "industriales", mientras que las actividades de tipo económico, y especialmente las agrícolas, que trataremos en el próximo apartado, sólo pueden ser tratadas de manera indirecta a partir de los procesos complementarios que de ellas se derivan.

La cerámica, según afirman Ruiz & Molinos[108]alcanzaba por esta época en el mundo ibérico un desarrollo tecnológico considerable ; las piezas se elaboraban mayoritariamente a torno, y el registro arqueológico muestra un complejo proceso productivo, "… suma articulada de varios procesos de trabajo recurrentes":

  • a) Obtención de la arcilla: Tras la extracción, ésta debe sufrir un proceso de transformación de carácter mecánico que implica, al menos, una fase de trituración y otra de depuración mediante decantado.

  • b) Torneado: Fase de suma especialización, en la que han de articularse tanto las particularidades de la materia prima como el conjunto de características formales del recipiente objeto del proceso.

  • c) Cocción: Dominio empírico del fuego ; es el momento en que se definen algunas de las características fundamentales del recipiente (oxidación/reducción).

  • d) Decoración: Esta fase puede realizarse también previamente a la cocción, con posterioridad o incluso puede exigir una segunda cocción específica ; al-ta especialización en cuanto a técnicas empleadas.

No ha habido demasiados hallazgos arqueológicos de lugares y áreas de producción cerámica, ni tampoco de restos de aparataje mecánico, ya que es de suponer que los tornos que se utilizaban eran de madera. Sí se han localizado, sin embargo, lugares de cocción, o sea, hornos, observándose una clara evolución hacia una complejidad cada vez mayor, lo que indica un proceso de trabajo cada vez más estandardizado y especializado. Un ejemplo arquetípico es el horno del siglo II a. de C. que se ha excavado en Pa-jar de Artillo (Sevilla) ; presenta forma circular, es de tiro único superior y está constituido por una cámara de cocción cubierta con una cúpula. En Marmolejo (Jaén), por otro lado, se ha encontrado otro horno, fechado en torno a finales del siglo VII a. de C. y principios del VI, bastante más elemental que el anterior, como era de esperar, aunque el complejo está definido por varios lugares de diferentes estructura y funcionalidad que al parecer desarrollaban su labor de manera simultánea. Citemos textualmente a Ruiz & Molinos[109]

  • 1. Estructura circular con basamento de piedra caliza de pequeño tamaño con eje central que la divide en dos espacios simétricos e idénticos. Se interpreta como el zócalo construido de un horno de tipo mediterráneo con bóveda de adobe con único tiro superior. La cámara de combustión se sitúa opuesta al eje central de la cámara. La altura del zócalo de piedra, homogénea, es de 50 cm. El espacio interior creado en la cámara de cocción, desconocido al no contar con el grosor del abovedamiento, no superaría en ningún caso los 500 c.c.

  • 2. Plataforma circular, de piedra de pequeño tamaño, bien trabada entre sí. En uno de los lados aparecen dos grandes losas que pueden indicar el acceso de un apilamiento de platos en cerámica gris, a torno, con carena alta, todos ellos a medio cocer ; hace suponer que se trata de un horno elemental, posi-blemente sin diferenciación de ambas cámaras. Junto a esta estructura se localizan importantes cantidades de cenizas, producto, posiblemente, de su limpieza.

  • 3. Estructura circular realizada con guijarros de pequeño tamaño. La acumulación de arcilla sobre la misma lleva a interpretarla como un posible lugar para almacenar-amasar la arcilla.

  • 4. Dos estructuras rectangulares de 60 ( 70 cm, situadas junto a las anteriores, con funcionalidad desconocida.

  • 5. Conjunto de cuatro estructuras longitudinales y paralelas formadas por mu-retes con zócalo de piedra y levantamiento de adobe. El espacio de separación de estos muretes no supera los 30 cm y los suelos de los distintos espacios creados son siempre diferentes ; todo ello lleva a sus investigadores a considerar que se trata de soportes para la manipulación de la cerámica en distintos momentos del proceso de producción, una vez torneada.

Poco podemos decir de la metalurgia de la época, cuyo proceso de producción nos es bastante desconocido ; como dicen Ruiz & Molinos[110]",,, se ha elaborado más lo referente a fases anteriores de la edad del bronce y en relación con la metalurgia del cobre, bronce y menos de minerales preciosos, particularmente, plata". Además, por lo general escasean los análisis artefactuales que complementen a los puramente tipológicos. Por otro lado, está claro que, lo mismo que en el caso de la cerámica, esta actividad exige el desarrollo de una serie de trabajos concurrentes: extracción del mineral, beneficio del metal u elaboración del producto facturado ; todo ello necesita como mínimo de un cierto nivel de especialización. En lo que respecta a los yacimientos, según Ruiz & Molinos únicamente "… en casos excepcionales conocemos la relación entre los procesos de extracción y los de posterior tratamiento y beneficio del metal". En Río Tinto, por ejemplo, se ha podido reconstruir ese proceso para la etapa preibérica, al menos en varias de sus fases ; el mineral se extraía abriendo unas galerías bajas y mediante picos y martillos de piedra, mientras que la transformación del metal para beneficiar la plata se llevaba a cabo en el ámbito doméstico (la estructura familiar estaba, al parecer, constituida como unidad de producción económica). Algo parecido ocurre en San Bartolomé, aunque, como comentan Ruiz & Molinos, aquí el carácter estacional del asenta-miento pudiera implicar una labor más coordinada. En ambos casos es la copelación la técnica básica utilizada para el beneficio del metal precioso, aunque, por supuesto, realizada con procedimientos artesanales, que se supone continuarían reproduciéndose en épocas posteriores, al menos en determinados ámbitos y para determinados metales. En este sentido destacan los trabajos de Madroñero y Agreda en el Estacar de Robarinas (Jaén), los cuales señalan la remarcable abundancia en la zona de los afloramientos de "almagra", un mineral relativamente rico en hierro, que requiere dos cocciones: una para la escorificación y otra, posterior, para extraer el hierro del producto obtenido en la pri-mera. Seguidamente el metal fundido pasaría a moldes de fundición para dar lugar al producto manufacturado.

Se han encontrado sobre todo aperos relacionados con el transporte, carros con-cretamente, ya sea en su versión militar, ya en la de transporte de mercancías. Al mar-gen de su reproducción, como ya hemos comentado, en múltiples imágenes figuradas, pictóricas o escultóricas, se han encontrado vestigios arqueológicos (sobre todo soportes metálicos para ruedas) en ya cimientos de todo el ámbito ibérico, desde Cataluña hasta Extremadura, con una cronología ubicable entre el siglo V a. de C. y la primera mitad del IV ; para la región que aquí nos ocupa resultan significativas las ruedas de Toya (Jaén), cuya construcción exigió, sin duda, la fundición por separado de numerosas piezas (cubiertas de radios, bielas mayor y menor, bocín, clavos, remaches, etc.) que luego se-rían ensambladas en un proceso de trabajo de gran precisión.

De las fuentes clásicas nos podemos informar acerca de la importancia que el sector textil llegó a revestir en esta etapa del horizonte tartésico ; ellas nos hablan de la gran variedad de materias primas, de origen vegetal o animal, utilizadas en el hilado y posterior confección de tejidos, así como del carácter especializado que en algunos momentos llegó a alcanzar, como en Saitobi, por ejemplo. Por otro lado, en las excavaciones arqueológicas resulta frecuente encontrar elementos comunmente asociados a es-tructuras de telar. La calidad de algunas de las confecciones, así como su tamaño presumible, viene atestiguada por las representaciones figuradas ; la constatación arqueológica, sin embargo, es escasa. Así, disponemos de muy poca información acerca de la estructura de los telares, aunque algunas concentraciones de "pondus", como, por ejemplo, en Almedinilla (Córdoba), parecen indicar un tipo de telar vertical, inclinado sobre estos paramentos. Tampoco es abundante la documentación acerca de los procesos posteriores al tejido (v.gr., industria colorante, procesos de elaboración del vestido, etc.), por lo que debemos conformarnos, nuevamente, con el testimonio que nos aportan las fuentes literarias y las representaciones figuradas.

Jerarquías sociales y políticas

Según Tejera[111]el mito de Habis se refiere al origen divino de la realeza tartésica, así como a la transmutación y legitimación de las relaciones de poder en ese ámbito cultural a través de su intervención. Esta opinión no es constituida por todos los estudiosos, dado que el mismo Tejera reconoce que resulta complicado "… definir los indicado-res a los que les podemos atribuir un valor simbólico para determinar aquel carácter, al que se asocia el origen de la realeza y el poder". Este autor cita tres mitemas que, en su opinión, pueden considerarse alusivos a esta característica[112]

  • La miel

  • La antigüedad legendaria del rey Gárgoris

  • El incesto real.

Tejera añade:

"Es característico en estos mitos de origen de la realeza, tanto en el mundo antiguo, como en las sociedades africanas actuales, la referencia al denominado incesto real que señala el origen de los linajes que controlan el poder. En ellas este acto se entiende no como un derecho, sino como una necesidad para el soberano, ya que asegura una sacralización de toda la vida sexual, así como la fertilidad en el reino. La idea de fertilidad se simboliza en el mito, a través de la fecundación de Gárgoris en su propia hija, por lo que este personaje se manifiesta como símbolo fecundador".

En el sentido indicado, si relacionamos a Gárgoris, partiendo de ese concepto de "fertilidad" asociado a su nombre, con los cereales, con las cosechas y con la agricultura, Habis simbolizará, a su vez, la transformación cualitativa de la sociedad tartésica, dado que en él se une "fertilidad" con "ganado". En cuanto al control de las relaciones de poder a que nos hemos referido más arriba, Tejera lo relaciona, centro del mito, con el nacimiento de un ritual iniciático de un jefe guerrero: el que pretende acceder al puesto de "jefe" "… ha de sufrir una serie de pruebas que se pueden clasificar como "ritos de pa-so" que quedan muy bien expresadas, y quienes las superan entran dentro de una categoría superior de hombres que se distinguen singularmente de sus conciudadanos"[113]. Dicho "rito iniciático" vendría definido en el mito, según Tejera, por los elementos siguientes[114]

  • 1) Las características generales de los "mitos de origen de la realeza" en las cul-turas del Mediterráneo o, generalizando, en la totalidad de las sociedades primitivas

  • 2) El proceso ritual iniciático en sí mismo (las pruebas): v.gr., el momento en que Habis es tirado a los pies de los rebaños de ganado, prueba de la que sale indemne:

  • Abandono de Habis (ritual de desagregación o separación)

  • Incesto real

  • Simbolismo del mar (Bronces de Maquiz ; cerámicas ibéricas)

  • El numen

  • El cazador (simbología y asociación en temas arqueológicos)

  • La cierva (símbolo del rescate de la muerte y superación de ésta ; representación de ciervos y ciervas en arqueología -cerámicas ibéri-cas- ; mito de la cierva de Plutarco)

  • La marca (la poseía Habis, y por ella fue reconocido como nieto de Gár-

goris ; ¿símbolo relacionado con ritos de tránsito?)

  • Adscripción de un nombre

  • Reconocimiento y aceptación en el seno de la Sociedad tras superar las pruebas

  • Representación iconográfica de la realeza (añadidura posterior).

¿Cuál era, en resumidas cuentas, la estructura política de Tartessos? En opinión de Tejera[115]determinarlo no resulta en absoluto sencillo, toda vez que "… los documentos para su conocimiento, la Arqueología y las fuentes literarias no han sido sometidos a nuevas interpretaciones a la luz de otros criterios metodológicos distintos a como lo han sido en el pasado". Este autor recurre por ello nuevamente al mito, donde se puede observar un cambio gradual desde un rey mítico identificado totalmente con las leyes y con las innovaciones sociales, técnicas y económicas, hasta un poder jerarquizado, algo así como una "jefatura centralizada", y no una estructura estatal, como preconiza Caro Baroja. Tejera, se refiere a las pruebas arqueológicas que ha aportado F. Presedo para corroborar su propuesta, por ejemplo, las estelas decoradas, que, según él, "… se corresponden con una fase en la que grupos o castas de guerreros irían transformando sus bases organizativas y su economía". Basándose en esa suposición, Tejera establece un conjunto de temas de estudio acerca del posible modo de explotación del territorio por parte de los tartesios que debería, según él, abordarse de forma prioritaria, de cara a re-encaminar una investigación por ahora muy poco desarrollada sobre el particular[116]

  • a) Averiguar cómo se hallaba vertebrado dicho territorio durante el período

  • Estudio de los asentamientos, formulando hipótesis acerca de las relaciones políticas que pudo haber entre ellos, en base a sus dimensiones y en sus actividades económicas:

  • Situación de los silos y sus características

  • Zonas de explotación ganadera

  • Areas mineras, con los respectivos centros de explotación, transformación y control final del producto

  • Centros de intercambio y asentamientos costeros durante la época orientalizante

  • b) Relación que se pudo producir con otras zonas, así como relaciones de poder que pudieron haberse ejercido sobre otros pueblos

  • Diferencia entre "leyes" y "usos consuetudinarios": contextualización del valor de las leyes en sociedades de jefatura, jerarquizadas y centralizadas

  • c) Transformaciones producidas en el seno de la sociedad tartésica durante la etapa orientalizante como consecuencia del contacto con fenicios y griegos

  • Modo en que estas comunidades influyeron en su organización sociopolítica

  • Si existió en Tartessos una autoridad política centralizada antes de la lle-gada de gentes foráneas o si, por el contrario, aquélla fue el resultado de un proceso de aculturación.

Sobre este último punto plantea Tejera la siguiente hipótesis[117]

"Los fenicios asentados en las costas gaditanas necesitaban para establecer sus relaciones comerciales con los grupos del interior, de una estructura política unificada, que les sirviera de mediadora con aquéllos. Los fenicios necesitaban aprovisionarse de materias primas de origen mineral existentes en sus territorios, ya fuesen los propios de los tartesios o los de otras etnias vecinas. De mayor interés aún debió de ser el poder controlar las rutas del estaño que habrían de comerciar con las gentes de Extremadura y, con toda probabilidad, con el mineral procedente de Gali-cia que las fuentes relacionan con las Islas Casitérides. Esta circunstancia es un buen argumento para creer en la existencia de una Comunidad con poder sobre un territorio amplio que permitiera establecer una buena re-lación entre los comerciantes de la costa y las gentes del interior. Las dis-tintas etnias que ocupaban estos extensos territorios, debieron tener alguna conexión entre sí. Para ello hemos propuesto dos explicaciones posibles: la existencia de una alianza por la vía de pactos, acuerdos o confederaciones entre los distintos grupos que habitaban estos extensos territorios, o también mediante la coerción de unos grupos frente a otros, consiguiendo de facto la misma situación por la vía de Conquista".

Para decidir entre las dos posturas anteriores, Tejera vuelve a recurrir al mito ; así, observa que el personaje de Argantonio (fuese o no un personaje histórico) simboliza un poder centralizado, y en Herodoto (I, 163, 223-224) encuentra la prueba documental de la existencia de una alianza entre tribus. Otras fuentes, en cambio (Avieno, por ejemplo) aluden a una serie de pueblos que habrían sido sometidos de forma más o me-nos violenta al dominio tartésico. Por supuesto, la investigación arqueológica aún se encuentra muy lejos de poder corroborar ninguna de las dos hipótesis. Ruiz & Molinos, por su parte, y desde bases más empíricas (v.gr., la configuración de las viviendas en los asentamientos y los vestigios funerarios) demuestran la existencia en el territorio tartesio de una jerarquización social basada fundamentalmente en la propiedad de la tierra ; estos autores parten, para formular su hipótesis, de la doble articulación que encuentra Marx en la relación que se establece entre el individuo y la tierra[118]

  • a) Como las condiciones objetivas del trabajo, que suponen su apropiación, no son el trabajo mismo, sino que se interpretan como propias de la naturaleza, la relación individuo/tierra se configura como una condición natural de la producción.

  • b) Este proceso no se produce nunca directamente, sino mediatizado por la definición de individuo en un grupo, siendo a la vez el grupo social al que pertenece el individuo un efecto de la forma específica de la propiedad de las condiciones objetivas del trabajo.

Siguiendo este planteamiento, Ruiz & Molinos se decantan por aceptar en blo-que las propuestas presuntamente antagónicas de Rowland/Frankenstein y Bintliff acerca del origen de las jerarquías sociales, que según ellos se complementan. La primera de estas teorías, en efecto, afirma que las susodichas jerarquías se producen en el transcurso de una pugna por el control de los circuitos de cambio y distribución, mientras que para la segunda se asientan sobre la posesión o el control de las tierras agrícolas. Ruiz & Molinos comentan:

"Una vez esbozado este referente teórico, el proceso de conocimientos del mundo ibérico obliga a plantear los términos reales en que se produce la relación del individuo con la tierra y los elementos extraeconómicos que reconducen la producción hacia un grupo restringido de la sociedad y no a la comunidad completa. En consecuencia, una de las claves de este proceso consiste en valorar la naturaleza real de estos diferentes grupos definidos.

Posteriormente, los sistemas de distribución del producto posibilitan la conexión con el colonizador, ya desde el marco del grupo restringido y receptor. Pero esta relación no es secundaria ; de ahí el valor del modelo de Rowlands /Frankenstein, ya que esta articulación es en sí misma productiva ; es decir, forma parte del proceso de producción, por cuanto define qué es lo más atractivo para los circuitos de cambio, que, en consecuencia, se reflejan en el propio sistema de apropiación de la tierra".

Ruiz & Molinos encuentran señas de tales jerarquías sociales y políticas tanto en la configuración de los asentamientos como en el ajuar de las sepulturas. Por otro lado, y volviendo a las relaciones coloniales, afirman, de acuerdo con F. Coarelli, que las mis-mas no se establecen si no se definen claramente tres extremos[119]

  • a) Si los aristócratas se definen en el área indígena, sin duda lo hacen en función de la existencia de un campesinado que en su relación de dependencia con ellos dibuja el sistema de ordenamiento socioeconómico del caso.

  • b) Los términos en que se produce el encuentro entre el "centro" (i.e., los colonizadores) y la "periferia" (i.e., los indígenas) no se dan en función de los intereses de diferentes grupos sociales de uno y otro lado ; no todos los indígenas mantienen con el colonizador el mismo nivel de trato y, a su vez, no todos los colonizadores se relacionan en las mismas condiciones sociales con los indígenas.

  • c) Los términos que definen el contexto del encuentro no son culturalistas, pero tampoco son efecto mecánico de unos modelos mercantiles y, por ende, eco-nómicos.

En consonancia con lo anterior, Ruiz & Molinos se manifiestan de acuerdo con Aubet, para la cual, como hemos visto, exceptuando Gadir, que surge con el claro objeto de controlar los recursos mineros de Tartessos, las colonias fenicias situadas a lo largo de toda la costa meridional andaluza vienen definidas por una estrategia territorial encaminada al control del territorio agrícola. Su configuración en unidades dispersas de explotación (Toscanos, Morro de Mezquinilla, Almuñécar, etc.) describe "… un verdade-ro sistema de colonias con auténticas "chora" dirigidas por una oligarquía mercantil (no debe excluirse) y de terratenientes"[120]. También resulta interesante en este sentido analizar las relaciones que pudieran establecerse entre distintas comunidades coloniza-doras: fenicios y focenses en este caso[121]; se trata de investigar el hecho de que tanto unos como otros intentasen ampliar su presencia colonizadora a otras regiones de la costa peninsular. Un caso sintomático sería la fundación de enclaves fenicios a lo largo de toda la costa levantina, en clara confrontación con sus vecinos griegos, según Ruiz & Molinos, "… debido a la búsqueda de rutas directas con los grandes centros de estaño, posiblemente por la propia crisis de sus relaciones con Tartessos y el cierre de ciertas rutas por el Atlántico". Precisamente por estos momentos (( 630 a. de C.) se inicia un momento de buenas relaciones tartesio-focenses, y un poco más tarde (540) se produce la caída de Tiro, que indirectamente tiene como resultado la crisis tartésica: "… los fenicios cortan bruscamente el envío de materiales hacia el norte, … y restringen su ámbito de acción al avanzado mundo "orientalizante" de Vinalopo. Del mismo modo, la crisis tartésica parece constituir el punto de reajuste de la actividad focense, que no vuelve a enviar hacia Huelva sus productos básicos, restringiendo su ámbito a Cataluña y con posterioridad, desde este punto, hacia el sur, hasta… Murcia-Albacete". Ruiz & Moli-nos concluyen:

"De todos modos, los conflictos intercolonizadores no quedaron zanjados con la definición de áreas de influencia. Recuérdese cómo en sucesivos momentos posteriores se hace referencia a tratados, ajenos al mundo indígena, que intentan dejar bien fijada la influencia de los territorios de los grupos litigantes (con posterioridad romanos y púnico-cartagineses). Sin duda, el tratado del 348 a.n.e. entre Roma, que representa los intereses griegos, y Cartago es uno de los más contundentes en esta necesidad histórica de definición de áreas. En directa relación con el firmado en el 509. El del 348 señala, según Polibio, entre otras cosas que, "Más allá del Kalon Akroteron y de Mastia de Tarsis, los romanos no podrán hacer presos, ni comerciar, ni fundar ciudades …". Estos mismos términos se repiten en el 306 y en el 279, próximo ya el momento de la llegada de la familia bárquida al sur de la Península".

Resumiendo lo dicho hasta aquí, Ruiz & Molinos establecen los siguientes pun-tos[122]

  • Hacia fines del siglo VII a. de C. el área de la Vega del Guadalquivir se ve ocupada por pequeños enclaves rurales, como el de Marmolejo, por ejem- plo ; paralelamente existen por toda la campiña grandes núcleos fortificados desde inicios del siglo VII o fines del VIII a. de C.

  • Debió de ser en las primeras décadas del siglo VI cuando comenzó a cons-truirse un sistema de fortines que, como el de Calzadilla, dibujan una línea que aísla el mundo de la campiña, donde los enclaves rurales de pequeño ta-maño apenas se documentan, de ese mundo de la Vega, que podría articular-se en torno a "oppida", como Los Villares de Andújar.

  • La reacción es inmediata en el tiempo y puede observarse cómo, hacia media dos del siglo VI a. de C., los habitantes de los enclaves rurales los abandonan y se retiran, supuestamente, a los "oppida" más próximos ; algún tiempo des-pués, las torres defensivas y fronterizas son desmontadas.

Dicho proceso, que tuvo lugar, como es sabido, a la sombra de la articulación Tartessos-colonias fenicias, produjo a la larga, según Ruiz & Molinos, "… no sólo un nuevo sistema de casa o una compleja poliorcética en el tratamiento de los poblados, sino que además ha generado un grupo aristocrático que encuentra en estos modelos su forma de expresión política, económica y cultural". Tal nuevo grupo aristocrático gentilicio vendría definido por las siguientes características[123]establecidas por Torelli (ver esquema, pg. 50):

  • 1) Modificación del concepto de gens, que ahora sustenta y adquiere la forma de servidumbre hacia un personaje a partir de la citada institución, pero construyendo un modelo no consanguíneo en el que el siervo se reconoce en el culto a los antepasados del señor y no en los suyos.

  • 2) Este hecho tiene su origen en el punto más débil del sistema comunal: la familia, que por su autonomía es la única institución capaz de generar desigualdad, pero sobre todo la comunidad de la aldea, imponiendo el antepasado propio sobre el del resto de las familias, es decir, asumiendo el poder de la curia, que es la que ordena el sistema militar en el viejo esquema colonial.

  • 3) El nuevo sistema conduce a métodos nuevos de articulación institucional entre los grupos ; aparecen los pactos basados en la mutua fidelidad de aristócratas que aseguran protección y asistencia, y clientes que prometen obediencia ; todo ello sancionado en la fides.

  • 4) El modelo principesco (primeras aristocracias gentilicio-clientélicas) genera, por su control parcial del sistema, una fuerte contradicción con la unidad superior, la comunidad étnica territorial, que desde este momento pasa a ser el objetivo por controlar ; surgen dos modelos de "servidumbre":

  • Servidumbre gentilicia nuclear (disolución de la comunidad étnica)

  • Servidumbre gentilicia territorial (apropiación de la comunidad, o bien

su sustitución por otra).

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

Bibliografía

AMORES CARREDANO, Fernando, 1982, Carta arqueológica de Los Alcores (Sevi-lla), Sevilla, Diputación Provincial

AUBET, Ma Eugenia, 1994, Tiro y las colonias fenicias de Occidente, Barcelona, Críti-ca

BERMEJO BARRERA, José C., 1982, "La función real en la mitología tartésica: Gár-goris, Habis y Aristeo". En Mitología y mitos de la Hispania prerromana, Madrid, Akal

BLASCO, Ma Concepción, 1993, El Bronce Final, Madrid, Síntesis

BLAZQUEZ, J.Ma, 1975, Tartessos y los orígenes de la colonización fenicia en Occi-dente, Salamanca, Universidad

" , " , 1983, Primitivas religiones ibéricas (II: Religiones Prerromanas), Madrid, Cristiandad

BOSCH GIMPERA, Pedro, 1975, Prehistoria de Europa, Madrid, Istmo

DARCQUE, Pascal, 1992, "La historia del mundo micénico", en VARIOS, Las civiliza-ciones egeas del neolítico y de la edad del bronce, Barcelona, Labor

FERNANDEZ CASTRO, Ma Cruz, 1988, Arqueología protohistórica de la Península Ibérica (Siglos X al VIII a.C.), Madrid, Alianza

GORROCHATEGUI, J., 1993, "Las lenguas de los pueblos paleohispánicos", en VA-RIOS, Los celtas: Hispania y Europa, Madrid, Universidad Complutense

GRAVES, Robert, 1992, Los mitos griegos, Madrid, Alianza

LOPEZ PALOMINO, Luis Alberto, 1993, Calcolítico y Edad del Bronce al Sur de Cór-doba. Estratigrafía en Monturque, Córdoba, Caja de Ahorros

MALUQUER DE MOTES, Juan. 1970, Tartessos, Barcelona, Destino

MELIDA, José Ramón, 1892, Artículo "Gerión", en VARIOS, Diccionario Enciclopé-dico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes, Barcelona, Montaner & Si-món

MONTEAGUDO, Luis, 1977, Die Beile auf der Iberischen Halbinsel, München, Beck

PEREA, Alicia, 1991, "L"apparition de la méthalurgie de l"or dans la moitié méridio-nale de la Péninsule Iberique", en VARIOS, Découverte du métal, Paris, Picard

RUIZ, Antonio, y MOLINOS, Manuel, 1993, Los iberos, Análisis arqueológico de un proceso histórico, Barcelona, Crítica

RUIZ MATA, Diego, 1991, "La Ría de Huelva: un foco clave de la protohistoria peninsular, en TERRER0, José, 1944, Armas y objetos de bronce extraídos en los dra-gados del puerto de Huelva, Madrid, Hauser & Menet

SANCHEZ DRAGÓ, Fernando, 1985, Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de Es-paña, Barcelona, Planeta

SAVORY, H.N., 1968, Spain and Portugal: The Prehistory of the Iberian Peninsula, London, Thames & Hudson

SOLÉ SABARÍS, Luis, 1991, "El relieve de la Península Ibérica", en VARIOS, Geo-grafía General de España, Barcelona, Ariel

TEJERA GASPAR, Antonio, 1993, Tartessos. Una civilización protohistórica de la Pe-nínsula Ibérica (Economía, Política y Sociedad), Tenerife, Universidad de La Laguna (fotocopia)

TERRER0, José, 1944, Armas y objetos de bronce extraídos en los dragados del puerto de Huelva, Madrid, Hauser & Menet [facsímil a cargo de la Diputación de Huelva, 1991]

VARIOS, 1982, Mitologías, Barcelona, Planeta

VARIOS, 1991, Découverte du métal, Paris, Picard

VARIOS, 1991, Geografía General de España, Barcelona, Ariel

VARIOS, 1992, Las civilizaciones egeas del neolítico y de la edad del bronce, Barcelo-na, Labor

VARIOS, 1993, Los celtas: Hispania y Europa, Madrid, Universidad Complutense

 

 

 

 

Autor:

Juan Puelles López

[1] SANCHEZ DRAGÓ, Fernando, 1985, Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España, Barcelona, Planeta, pg. 84

[2] Trogo Pompeyo, historiador latino (siglo I d.d.C.), fue el autor de las Historias filípicas, adaptación de una obra helenística, que venía a ser una historia universal centrada sobre la de Macedonia. Sólo se con-serva un compendio de Justino y una colección de sumarios. [Nueva Enciclopedia Larousse]

[3] BERMEJO BARRERA, José C., 1982, "La función real en la mitología tartésica: Gárgoris, Habis y Aristeo". En Mitología y mitos de la Hispania prerromana, Madrid, Akal, pp. 61-62

[4] ibid., pp. 64 ss

[5] MALUQUER DE MOTES, Juan. 1970, Tartessos, Barcelona, Destino, pg. 9

[6] ibid., pp. 37 ss.

[7] Gerión, mítico rey de Chrysaor y Callirhoe (a su vez descendientes de medusa y Océano, respectiva-mente), ser gigantesco y monstruoso, pues tendría tres cabezas o tres cuerpos, y que según la leyenda reinó en Hispania. Gerión poseía una ganadería de vacas que estaba guardada por el perro Ortros y por el pastor Euritión, y dichas vacas le fueron robadas por Hércules, quien, para conseguirlo, dio muerte a Gerión, al perro y al pastor. [MELIDA, José Ramón, 1892, Artículo "Gerión", en VARIOS, Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes, Barcelona, Montaner & Simón]

[8] Deméter era, en la mitología griega, la diosa de los granos y de las cosechas, hija de los titanes Cronos y Rea. Cuando su hija Perséfone fue raptada por Hades, dios del mundo subterráneo, el dolor de Deméter fue tan grande que descuidó la tierra, no crecieron plantas y el hambre devastó el universo. Consternado ante esta situación, Zeus, el regidor del mundo, pidió a su hermano Hades que devolviese Perséfone a su madre. Haces asintió, pero antes de liberar a la muchacha hizo que ésta comiese algunas semillas de gra-nada que la obligarían a volver con él durante cuatro meses al año. Feliz de reunirse de nuevo con su hija, Deméter hizo que la tierra produjese flores primaverales y abundantes frutos y cereales para las cosechas. Sin embargo, su dolor retornaba cada otoño cuando Perséfone tenía que volver al mundo subterráneo. La desolación del invierno y la muerte de la vegetación eran considerados como la manifestación anual del dolor de Deméter cuando le arrebataron a su hija. Deméter y Perséfone eran veneradas en los ritos de los misterios de Eleusis. El culto se extendió de Sicilia a Roma, donde se veneraba a estas diosas como Ceres y Proserpina. [Nueva Enciclopedia Larousse]

[9] BLAZQUEZ, J.Ma, 1983, Primitivas religiones ibéricas (II: Religiones Prerromanas), Madrid., Cris-tiandad, pp. 21-22

[10] Enfurecidos porque Zeus había confinado a sus hermanos, los Titanes, en el Tártaro, ciertos gigantes al-tos y terribles, con cabellos y barbas largas y colas de serpiente en vez de pies, tramaron un ataque al Cie-lo. Eran hijos de la madre Tierra nacidos en la ática Flegras y su número alcanzaba a veinticuatro ; tras di-versas peripecias, fueron vencidos por Hércules, cuya ayuda habían recabado los dioses. Se trata de una fábula posthomérica basada al parecer en el hecho presuntamente histórico de una tentativa de los monta-ñeses macedonios de atacar ciertas fortalezas helenas y su posterior rechazo por parte de los griegos y sus aliados. [GRAVES, Robert, 1992, Los mitos griegos (I), Madrid, Alianza, pp. 161-63]

[11] SANCHEZ DRAGÓ, op. cit., pg. 86

[12] BERMEJO, op. cit., pp. 69 ss.

[13] Aristeo, hijo de Apolo y de la ninfa Cirene, instruido por las musas enseñó a los hombres el cuidado de las abejas y el cultivo de la viña. Causó involuntariamente la muerte de Eurídice, y las ninfas compañeras de ésta la vengaron haciendo perecer a las abejas de Aristeo. Este, por consejo de Proteo, inmoló cuatro toros y cuatro terneras para apaciguar a los manes de Eurídice ; de las entrañas de las víctimas salió un enjambre de abejas. Uno de los episodios de las Geórgicas (Cap. IV) se inspira en esta leyenda. En la Magna Grecia Aristeo fue venerado como divinidad campestre. [Nueva Enciclopedia Larousse]

[14] BERMEJO, op. cit., pg. 84

[15] ibid., pp. 85-86

[16] BLAZQUEZ, op. cit., pp. 21-22

[17] Zeus, observando a Europa, hija de Agenor, mientras se bañaba en la playa, se inflamó de amor por la muchacha. Se transformó en toro de deslumbrante blancura y fue a extenderse a sus pies. Las demás mu-chachas se escaparon, pero Europa no se asustó, sino que se sentó en el lomo del animal ; éste se levantó, y entrando en el mar, echó a nadar. Llegaron así a la isla de Creta, donde tuvieron lugar sus amores ; los plátanos que dieron sombra a la pareja recibieron el privilegio de no perder nunca sus hojas. De Europa y Zeus nacieron tres hijos: Minos, Sarpedón y Radamanto. Luego, el dios dio a Europa en matrimonio al rey de Creta, Asterio, quien adoptó a los niños. Después de su muerte, Europa recibió los honores divinos y fue transformada en constelación. [VARIOS, 1982, Mitologías (I), Barcelona, Planeta]

[18] Versión babilónica del mito del Diluvio, inspirada en una versión anterior de origen sumerio, donde el héroe (el Noé bíblico) se hacía llamar Zi-osudra. [ibid.]

[19] GRAVES, op. cit., II, pp. 177-79

[20] GORROCHATEGUI, J., 1993, "Las lenguas de los pueblos paleohispánicos", en VARIOS, Los celtas: Hispania y Europa, Madrid, Universidad Complutense, pp. 411 ss.

[21] RUIZ, Antonio, y MOLINOS, Manuel, 1993, Los iberos, Análisis arqueológico de un proceso históri-co, Barcelona, Crítica, pp. 251 ss.

[22] TEJERA GASPAR, Antonio, 1993, Tartessos. Una civilización protohistórica de la Península Ibérica (Economía, Política y Sociedad), Tenerife, Universidad de La Laguna (fotocopia), pg. 40

[23] MALUQUER, op. cit., pg. 45

[24] TEJERA GASPAR, op. cit., pp. 52 ss.

[25] ibid., pp. 55-57

[26] ibid., pp. 62-63

[27] ibid., pp. 63 ss.

[28] BLAZQUEZ, op. cit., pp. 30 ss.

[29] SOLÉ SABARÍS, Luis, 1991, "El relieve de la Península Ibérica", en VARIOS, Geografía General de España, Barcelona, Ariel, pp. 105-106

[30] TEJERA GASPAR, op. cit., pg. 9

[31] ibid., pp. 12 ss.

[32] BLAZQUEZ, op. cit., pg. 19

[33] Esta cronología no es compartida por todos los investigadores ; así, Ma Eugenia Aubet dice: "La idea de proponer una navegación precolonial fenicia en Occidente surge de un nuevo intento por establecer una hipótesis-puente entre las fechas históricas de las primeras fundaciones de Occidente en el siglo XII a.C., y la evidencia arqueológica que no constata asentamientos permanentes antes del siglo VIII a.C. Se pretende con ello colmar un vacío incómodo de algo más de 300 años e incorporar un modelo teórico utilizado con éxito para la colonización griega". [AUBET, Ma Eugenia, 1994, Tiro y las colonias fenicias de Occidente, Barcelona, Crítica, pg. 177]

[34] BOSCH GIMPERA, Pedro, 1975, Prehistoria de Europa, Madrid, Istmo, pp. 751-53

[35] Se sospecha que la abundante literatura mitológica en lengua griega ha incorporado cierto número de elementos de origen semítico. Así, en la leyenda de Herakles, la muerte del héroe en la pira del Oeta tras-lada quizá un ritual tirio de regeneración del dios Melqart por el fuego. Por otro lado, Herakles (la gloria de Hera), arquetipo de todos los héroes, no es el nombre de un dios, sino quizá un nombre ritual, tal vez asignado por la tradición sacerdotal a un 'parergo' de las gran diosa de Argos. Tampoco es probable que se trate de una figura histórica heroificada ; más bien parece el resultado de una vasta síntesis mítica en la cual se ha unido leyendas locales, tradiciones sacerdotales y elementos prehelénicos, algunos, quizá, ve-nidos de Siria. [VARIOS, Mitologías, op. cit., pp. 92, 150]

[36] BLAZQUEZ, op. cit., pg. 70

[37] BLAZQUEZ, J.Ma, 1975, Tartessos y los orígenes de la colonización fenicia en Occidente, Sala-manca, Universidad, pg. 12

[38] AUBET, op. cit., pg. 178

[39] V.gr., el 'cilindro-sello de Vélez-Málaga', el 'escarabeo de Lixus', el 'sello de oro de Cádiz', el 'ánfora de Lora del Río', el 'anillo signatario de Puerto de Tierra (Cádiz)', el 'vaso de boca de seta de Torre del Mar (Málaga)', etc. [BLAZQUEZ, Tartessos …¸op. cit., pg. 21 ; AUBET, op. cit., pg. 179]

[40] ibid., pp. 183 ss.

[41] ibid., pp. 180 ss.

[42] BLAZQUEZ, Tartessos …, op. cit., pp. 12 ss.

[43] BOSCH, op. cit., pp. 761 ss.

[44] BLAZQUEZ, Primitivas religiones …, op. cit., pg. 21

[45] BOSCH, op. cit.

[46] TEJERA GASPAR, op. cit., pp. 14-15

[47] ibid., pp. 4 ss.

[48] ibid., pp. 7-8

[49] BLASCO, Ma Concepción, 1993, El Bronce Final, Madrid, Síntesis, pp. 9 ss.

[50] ibid., pp. 13 ss.

[51] ibid., pp. 18 ss.

[52] SAVORY, H.N., 1968, Spain and Portugal: The Prehistory of the Iberian Peninsula, London, Thames & Hudson, pg. 214

[53] BLASCO, op. cit., pg. 125

[54] Dichas relaciones comerciales micénicas con el Mediterráneo Occidental a que Blasco se refiere son corroboradas por Pascal Darcque, quien comenta de esta manera su incremento a partir de finales del siglo XIII: "A partir de finales del siglo XIII, los lazos entre la metalurgia del Egeo y la europea, esporá-dicos hasta entonces, parecen desarrollarse. Algunos tipos de armas se origen egeo se extienden por Europa, para reintroducirse de nuevo en Grecia algo más tarde. También se observa que alfileres y fíbulas toman formas comunes en todo el sudoeste europeo, pero esta adopción de tipos idénticos en regiones relativamente alejadas unas de otras proporciona indicaciones cronológicas más que pruebas de contactos comerciales o étnicos". Darcque cita varios yacimientos italianos como prueba de sus aseveraciones ; no se refiere, sin embargo, en ningún momento a la Península Ibérica. [DARCQUE, Pas-cal, 1992, "La historia del mundo micénico", en VARIOS, Las civilizaciones egeas del neolítico y de la edad del bronce, Barcelona, Labor, pp. 327 ss.]

[55] BLASCO, op. cit., pp. 135 ss.

[56] La metalurgia del oro, como recuerda Alicia Perea, existía en la Península Ibérica ya desde el 3er Mile-nio. En algunos yacimientos (Sâo Pedro de Estoril, Cañada del Carrascal, Cañada Honda de Gandul) se la asocia a la cerámica 'campaniforme' y al desarrollo de la metalurgia del cobre, mientras que en otros (Zambutal, Cerro de la Virgen) dicha técnica aparece de forma autónoma. Según afirma Perea, sólo a par-tir del Calcolítico el oro cesa de ser anecdótico y comienza a cumplir una función de importancia, tanto tecnológica como social. [PEREA, Alicia, 1991, "L'apparition de la méthalurgie de l'or dans la moitié méridionale de la Péninsule Iberique", en VARIOS, Découverte du métal, Paris, Picard, pp. 295-303]

[57] BLASCO, op. cit., pg. 139

[58] TERRER0, José, 1944, Armas y objetos de bronce extraídos en los dragados del puerto de Huelva, Madrid, Hauser & Menet [facsímil a cargo de la Diputación de Huelva, 1991], pp. 5 ss.

[59] RUIZ MATA, Diego, 1991, "La Ría de Huelva: un foco clave de la protohistoria peninsular", en TE-RRERO, op. cit., pp. 57 ss.

[60] AMORES CARREDANO, Fernando, 1982, Carta arqueológica de Los Alcores (Sevilla), Sevilla, Di-putación Provincial, pg. 234

[61] ibid., pp. 329 ss.

[62] LOPEZ PALOMINO, Luis Alberto, 1993, Calcolítico y Edad del Bronce al Sur de Córdoba. Estrati-grafía en Monturque, Córdoba, Caja de Ahorros, pp. 265 ss.

[63] BLASCO, op. cit., pg. 140

[64] ibid., pp. 152 ss.

[65] FERNANDEZ CASTRO, Ma Cruz, 1988, Arqueología protohistórica de la Península Ibérica (Siglos X al VIII a.C.), Madrid, Alianza, pg. 161

[66] ibid., pg. 162

[67] ibid., pg. 31

[68] ibid., pg. 313

[69] ibid., pg. 536

[70] ibid., pg. 537

[71] TEJERA GASPAR, op. cit., pg. 16

[72] No coincide en esta apreciación Blasco, para la cual la mayor parte de los datos a este respecto son meramente indirectos, ya que la arqueología solamente nos muestra algunos molinos barquiformes, algu-nos elementos de hoz en sílex en forma de 'D' presumiblemente utilizados en la producción cerealística, y gran cantidad de hoyos que se supone servirían para almacenamiento de grano. [BLASCO, op. cit., pg. 154]

[73] TEJERA GASPAR, op. cit., pp. 17 ss.

[74] ibid., pp. 24 ss.

[75] BLASCO, op. cit., pg. 164

[76] ibid., pp. 155-57

[77] TEJERA GASPAR, op. cit., pg. 34

[78] BLASCO, op. cit., pp. 160-63

[79] MONTEAGUDO, Luis, 1977, Die Beile auf der Iberischen Halbinsel, München, Beck, pg. 7

[80] FERNANDEZ CASTRO, op. cit., pg. 174

[81] ibid., pp. 322 ss.

[82] ibid., pg. 587

[83] TEJERA GASPAR, op. cit., pp. 36 ss.

[84] SAVORY, op. cit., pg. 236

[85] TEJERA GASPAR, op. cit., pp. 40-41

[86] BLASCO, op. cit., pg. 164

[87] TEJERA GASPAR, op. cit., pp. 42-43

[88] SAVORY, op. cit., pg. 230

[89] AMORES CARREDANO, op. cit., pg. 235

[90] AUBET, op. cit., pg. 173

[91] ibid., pg. 174

[92] ibid., pg. 175

[93] ibid., pg. 177

[94] ibid., pg. 228

[95] ibid., pg. 236

[96] ibid., pp. 239 ss.

[97] ibid., pp. 342 ss.

[98] ibid., pp. 246 ss.

[99] AMORES CARREDANO, op. cit., pp. 239 ss.

[100] ibid.

[101] RUIZ & MOLINOS, op. cit., pp. 113 ss.

[102] ibid., pp. 121-22

[103] ibid., pp. 148 ss.

[104] ibid., pg. 147

[105] ibid., pp. 150 ss.

[106] ibid., pp. 191 ss.

[107] ibid., pp. 169-70

[108] ibid., pp. 171 ss.

[109] ibid., pg. 174

[110] ibid., pp. 175 ss.

[111] TEJERA GASPAR, op. cit., pg. 75

[112] ibid., pp. 76 ss.

[113] ibid., pp. 81-82

[114] ibid., pp. 83-84

[115] ibid., pp. 85-86

[116] ibid., pp. 87 ss.

[117] ibid., pp. 91 ss.

[118] RUIZ & MOLINOS, op. cit., pp. 181 ss.

[119] ibid., pp. 232-33

[120] ibid., pg. 234

[121] ibid., pp. 236-37

[122] ibid., pg. 258

[123] ibid., pp. 263 ss.

Partes: 1, 2, 3
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente