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Resistencias al Copyleft

Enviado por irichc23


Monografía destacada

    1. Wikipedia y el frustrado ocaso de las elites
    2. Wikileft y Copypedia
    3. Llaneros del Copyleft, maquinistas de la moral
    4. Los dos principios de la racionalidad en el intercambio
    5. Reblogución, Copyfight: Alguien no ha leído a Adorno
    6. Haciendo amigos. Carta a David Bravo y su tropa

    1. Wikipedia y el frustrado ocaso de las elites.

    En general todas las mini-revoluciones virtuales en Internet, que es la Sierra Morena del comunismo reciclado y de salón, me parecen ridículas, llenas de ruido y furia, pero faltas de seso. La Wikipedia es un ejemplo más.

    La Wikipedia parte de premisas inconfesables, como que el saber es detentado por una minoría manipuladora que lo utiliza con fines políticos. La solución a ese supuesto vicio pasa, según ellos, por extender la facultad de manipulación a la mayoría a fin de que se autoneutralice.

    Lejos de conseguirlo, convierte sus artículos en tribunas de opinión, en conatos mutilados, en inaccesibles trincheras, en burda propaganda o en plagios insensatos (caso típico: de la versión inglesa a la española); y a sus héroes de cuño soviético -con derecho a condecoración a mano alzada- en "cazadores de vándalos".

    El sueño de la anarquía produce monstruos y -se está demostrando- resulta contrario a la ciencia. Un concurso de voluntades para el conocimiento, condensadas pero inarticuladas, sin estructura jerárquica ni estado definitivo, sólo puede tender al caos. No cabe corregir esas fallas sin transigir con la completa subversión de la esencia del proyecto y, en fin, acceder a equipararlo con los preexistentes. Cambiarlo todo para que nada cambie.

    Una enciclopedia más con la cuestionable novedad de ofrecerse a satisfacer el ego de los lectores dándoles una cuota ilusoria de participación.

    Es posible que Wikipedia funcione gracias a la multitud de individualidades brillantes que la integran, ya que la afluencia de colaboradores es masiva; y puede también que sepa preservar sus mejores aportaciones con una selección ecuánime. Sin embargo, todo ello es gracias a Internet, al providencial sentido común y muy a pesar de la propia Wikipedia, que lo debilita irremediablemente mediante su exacerbación ingenua.

    A veces se pierde el hilo en un mismo artículo porque ha sido modificado por cientos de zanganillos discrepantes. Es como si pusiéramos a trabajar a diez personas en un huerto de cinco metros cuadrados: se acabarán molestando y lo harán peor que si fueran dos o una sola.

    Al final uno invierte más esfuerzo en pelearse para que no le borren o le diluyan algo (pelea que conlleva un chalaneo tácito de criterios, una claudicación meramente política) que en escribir ese algo.

    Y, lo que es más grave, ese proyecto de fusión de saberes, con incontables y novedosos mecanismos en su mano, no ha logrado el trasvase interdisciplinar, manteniendo los moldes tradicionales y las divisiones curriculares. Demasiadas comas burguesas. A la vista de los resultados, puestos a optar por "el pueblo", yo recomiendo de entrada alternativas menos pretenciosas.

    De la simple recopilación de datos de fuentes secundarias no surgirá nunca nada grande. El wikipedista medio no inquiere ni analiza, sólo copia, opina y apelotona. La rapidez e inseguridad del sistema no incentivan a ir más allá.

    Pues ¿qué?. Aunque se parta del conocimiento existente, no hay que olvidar que todo está sujeto a interpretación y reordenación, y que en eso consiste la utilidad del enciclopedismo, que es a la ciencia lo que la cartografía a los navegantes. Dado que, si bien no se investiga "strictu sensu", sí debería hacerse "lato sensu", en una suerte de tarea fundamentadora o estructuradora del saber, pareja a la del epistemólogo.

    Es desalentador ver cómo los nuevos sabios (con una chabacanería y deshonestidad similares a las de los nuevos ricos) llegan muy satisfechos a los mismos resultados que su competencia, aunque no tanto por la vía de la reflexión como por la del ensayo-error. Irracionalidad procedimental y mediocridad estadística.

    Luego ¿qué tiene de sorprendente que la Wikipedia se acerque a los estándares de la Britannica, considerando que los que editan en aquélla pueden acceder a ésta y a tantas otras?. Ni siquiera nos es lícito hablar de retroalimentación; sí de plagio o difusa intertextualidad, ya que no se ofrece nada a cambio a la fuente de la que se hurta.

    En fin, el nivel alcanzado en tan poco tiempo no es en absoluto impresionante. Es un efecto óptico similar al de la selección natural, donde no es el azar, sino la inteligencia de los mejor adaptados la que triunfa e impone el modelo a seguir en lo sucesivo. Así, la mayor parte del contenido de las mejores entradas de Wikipedia lo redactan escasas personas. Se pierde muchísima información baldía y, al final, son las elites intelectuales y cibersociales las que deciden. Con todo, las deficiencias y el plus de arbitraria subjetividad quedan ahí, pírrico pendón del orgullo sobornado.

    * * *

    2. Wikileft y Copypedia.

    Mucho se ha dicho ya al respecto; gran estruendo, grandes palabras. Wikipedia es demasiado ruido para tan pocas nueces. Nada tiene de revolucionario, salvo que al trabajar gratis -tesitura habitual para los leguleyos bisoños- se le llame revolución: entonces sí.

    Basta con pensar en el caso probable de que se comercialice la Wikipedia en versión papel. ¿Quién se lucrará con ello? ¿Los esclavos libres que la están dotando de contenidos? Indudablemente no. No sólo no les pagan ni les pagarán (el conocimiento es poder, pero el poder no es dinero), sino que encima sacan tajada de su tiempo generosamente cedido y, no contentos con ello, piden donaciones para mantener el tinglado. "Yo estoy haciendo esto por los niños de África, que van a utilizar libros de texto y de consulta gratuitos", dice Jimmy Wales, el dadivoso fundador del invento. E imaginamos que también les pagará el ordenador con su sueldo. O con el de Ignacio Escolar, que afirma que "En la era digital, el coste de una copia tiende a cero. La distribución vale cero". ¿Una ONG omnipresente? Un fraude como la copa de un pino.

    La Enciclopedia ilustrada fue un proyecto cultural exitoso con hondo calado político; la Wikipedia "posmo", su hermanastra venida a menos, es un proyecto político utópico con nulo calado cultural. La repetición del drama, pues, es farsa, igual que la repetición del conocimiento es plagio u ostentación pedante.

    ¿Conseguirán estos abnegados héroes anónimos, como ya casi presumen de haberlo logrado, una precisión y una calidad textual mayores que la prestigiosa Britannica? Apuesto el meñique a que no, a no ser que se restrinja el acceso a la edición, con lo que iba a tocar cambiar la palabra "libre" del flamante y demagógico lema del producto. Pero, si se diera el caso, habría que reconocer que, con todas sus miserias y su tortuoso camino de inseguridades y mentiras, se ha aportado un factor de utilidad o mejora al panorama previamente existente. La pregunta que a continuación tendríamos que formularnos es: ¿Hasta cuándo? ¿Con qué coherencia sistemática? ¿Con qué avales para quien consulta en tiempo real y sin revisión garantizada?

    Todo el estudio de Nature, con sus ya de por sí poco verosímiles y apañadas conclusiones, se basa, si no me falla la memoria, en la comparación de 42 muestras que se tomaron al azar de artículos científicos en sus respectivos apartados de la Britannica y la Wikipedia.

    Ahora bien, ¿alguien ha hecho una comparativa del peso específico de las distintas ramas de saber en la Wikipedia? Me refiero, por supuesto, tanto a la cantidad como a la calaña. Seguro que se compadecen mal con los eufóricos resultados que acabamos de citar.

    Por ejemplo, los temas minoritarios y cuya divulgación carece de un mercado editorial robusto, como la filosofía, no encuentran especialistas fácilmente. Y, en general, todos aquellos que no disponen de una autoridad institucionalizada como la de las ciencias naturales, es decir, humanidades y aledaños, pueden sufrir una censura mucho más voraz que los otros, ya que son espacios "opinables", "privados", "ideológicos". Lo real se impone a lo racional. Otra revolución wikipediana.

    ¿No da que pensar que el artículo dedicado al "pastafarismo" en la Wikipedia española sea tanto o más completo (y probablemente más serio) que el de la entrada "Dios"? ¿No es vergonzoso que una teoría de la importancia de la Monadología, crucial para entender los tiempos ilustrados, el idealismo o la inteligencia artificial, permaneciera casi inabordada en trazos incompetentes hasta que un servidor se encargó de ella?

    Pero la Wikipedia es sólo un mojón (dése al término el significado que se quiera entre los tres posibles) en el psicodélico mundo del copyfight y el neoderecho de los amos de la tecnología. Juego de suma cero. "Quid pro quo" y exceso por exceso, como se verá.

    Estoy de acuerdo en que el mercado no debería tener potestad implícita, por razones de interés comercial, para confinar al olvido ninguna obra, y menos si esa obra es relevante, aunque no sea muy conocida y venda poco.

    También concedo que la relativización del derecho de autor es una forma de cribar la cultura basura, no menos excremental por resguardarse en la propaganda pagada. Vale. Pero se cambian los términos para que todo siga inalterado. Ya que, ¿existe acaso alguna diferencia palpable entre dejarse llevar por los altavoces de los grandes almacenes a hacerlo siguiendo la turba enloquecida? ¿Cambia mucho el que la moda impuesta desde arriba se imponga, tal vez con más fuerza y disimulo, desde la víctima misma, desde abajo?

    Como en la Wikipedia, hay en el tema del copyleft quien, ávido de fácil notoriedad, se presta a trabajar gratis: esta vez no son los articulistas voluntarios, sino los publicistas voluntarios, enésimo rol del lacayo inconsciente que llevamos dentro.

    El copyleft es bueno para gente como yo, que sólo quieren ser leídos y no están en la brecha para ir tirando. Pero, en general, se está promoviendo una concepción lúdica del trabajo, contraria al esfuerzo y a la recompensa, igualitarista, despersonalizada. Hasta las clases más humildes han podido comprarse el libro o el CD que les gustaba con sus ahorrillos, y ahora preferirán destinar su dinero a otras cosas. Con un poco de suerte lo donarán a la Wikipedia.

    En fin, bromas aparte, ¿qué especie de mano invisible va a hacer que el lucro cesante para un autor se convierta en beneficio años a venir? Sólo funcionará en unos pocos supuestos. Burdas hipótesis. Ningún patrimonio significativo se ha edificado sobre ellas, salvo los pelotazos y los premiados en las loterías.

    Se objeta que, además, al impulsarse el uso social de una obra en varios medios interactivos, se fomenta también su transformación enriquecedora.

    Mas si el talento fuera una moneda tan común y espontánea, su intercambio estaría falto de interés. ¿Por qué no, entonces, empobrecedora? ¿Por qué no se habla de la saturación de la oferta y del desincentivo anejo? O, más crudamente, ¿por qué se deja de lado el insuperable techo de la mediocridad de las masas? Porque eso sería pecar de elitistas y puede que los pobres niños africanos, persuadidos por Wales, nos escupieran en mitad de nuestra burguesa cara.

    Todo esto está muy bien (es un decir), pero representa sólo y a duras penas una revolución en la superestructura: Pseudomarxismo. ¿Cómo? Evidente. El que se ocupa de esta clase de bienes del ámbito del ocio, o es un creador nato, o es que ya dispone de tiempo bastante para ello, o puede esperar largamente a que su labor se difunda y se popularice, con lo que tiene cubiertas sus necesidades materiales inmediatas. Al utilizar equipo de su propiedad, como ordenadores, grabadoras e impresoras, así como servicios ajenos (webmasters, dibujantes, etc.), es cabal deducir que tales individuos disponen de poder adquisitivo para dotarse de los instrumentos de reproducción de los frutos del intelecto. Aunque, por lo que parece, no lo tienen o no lo quieren emplear para el producto final, tan maquiavélicamente tutelado -dicen, y dicen medio bien- por los derechos de autor. Pero cuelan mosquitos y tragan camellos. Al divulgador y al promotor gratuitos se suma ahora, en alegre coro, el artista de balde. Invita el "socialismo".

    Es hipócrita. Los anti-derechos de copia se defienden con las llamadas vías alternativas de reembolso para el autor. Insisten en que cuanto más se difunda una obra más mercado potencial gana: que si uno piratea un libro y le gusta, puede regalarlo en formato legal; que si se baja música de su agrado, puede ir al concierto de ese grupo, que acabará forrándose por este procedimiento (al margen: ¿gozan los grupos o sus fans del don de la ubicuidad?).

    O sea, que los ciberanarquistas se guardan siempre un as de legalidad y de derecho en la manga. Pero, ¿qué hay del que, aunque hace orbitar el producto en red las 24 horas, no tiene dinero (o ganas) ni para comprarse ese libro ni para regalarlo? ¿O del que no lo tiene (ni ganas) ni para comprar el CD ni para ir al concierto, pese a piratearlo? ¡Socialismo de pega, a la carta del consumidor y para pijos desahogados! ¡Disneylandia! "Cuando el material es libre no existe pirateo". Muerto el perro, sin duda, se acabó la rabia.

    * * *

    3. Llaneros del copyleft, maquinistas de la moral.

    Terminé por ir al seminario del Copyfight, por si me redimen Nacho y su troupe ilusionista. Quizá mañana lo logren, esos yuppies. Ha pasado enfrente de mí la gran vedette, incorporada a última hora, y se ha ido gritando "¡la máquina es imparable!". Poco antes otro gurú, Cervera, había dicho que el software es una cuestión moral. También la siesta. Vaguedades como puños.

    Con todo, he tomado con diligente respeto algunas notas, que para eso se supone que están los seminarios, para que germinen. Aunque me haya sentido como un extraterrestre, incapaz de empatizar pese a mi buena disposición. En total había unas 40-50 personas, contando a los cuatro ponentes, entre los que figuraba una tonta del haba de buen ver y torpe verbo. Ha habido un momento gracioso cuando el conferenciante que oficiaba de maestro de ceremonias, un tal José Luis, se ha referido a la muchacha como alguien que escribe "un blog que no necesita presentación".

    Sin embargo, el público que "in absentia" la ha mentado varias veces lo ha hecho con expresiones tan poco halagüeñas como "la chica aquella de antes". Lo que me dice mucho de la escasa percepción de la realidad y de sus propias posibilidades que tienen estos alucinados.

    El asunto del debate requiere cierta familiaridad con la problemática y la terminología. Sus líneas maestras: la propiedad intelectual y la decadencia del actual modelo de copyright, las grandes paradojas a las que conduce tras la revolución tecnológica de internet (la máquina imparable). Et alia.

    Lo primero que me escama de este zafarrancho, y que debería haber hecho saltar las alarmas en todas partes, es que los supuestos revolucionarios utópicos y los liberales más acérrimos estén de acuerdo en casi cada uno de los puntos. Arrojo varias ideas al aire:

    1) Cuando desde estas instancias se dice que la propiedad intelectual es libre, en realidad se la está subyugando a la propiedad material de bienes de terceros capaces de adquirirla, reproducirla e incluso manipularla sin pasar por caja. La libertad tiene aquí sólo el sentido liberal de libertad de circulación, entendida ésta como imperativo frente a la libertad de disposición. La industria de los productos de lujo (y la cultura es una de ellas, posiblemente la más lucrativa) sirve, entonces, al cometido de evitar que la propiedad se estanque en la calma chicha de ahorros y especulaciones.

    2) Hasta ahora no se había ordenado nunca: ¡Compra o te expropiamos! Pero hoy ya empieza a escucharse: ¡Regala o te expropiamos!. Al mismo tiempo adquiere forma el entramado de incentivos, virtuales como la red que los parió, destinados a disimular el mandato subyacente y a hacerlo amable. Tal regalar es un malvender, un arriesgar a fondo perdido. Es la contrapartida del impulso ciego del consumidor: la producción ciega y ya sin ganancia, la producción por la producción que mantiene vivo al monstruo. La máquina imparable de Escolar.

    3) Al margen de las discrepancias profundas, observo ya fisuras en la presentación misma del asunto en lo que respecta a su vertiente estratégica. Porque, si se afirma que no se está en contra del copyright, sino de su exclusividad asfixiante frente al más abierto copyleft, modalizable y de naturaleza contractual, que representaría su alternativa simultánea, ¿por qué se justifica la piratería con coartadas como el derecho a la cultura, esto es, el derecho a consumirla pero no a producirla con garantías de rentabilidad?

    4) Ningún derecho es ilimitado. Luego, si incluso el copyright tiene límites temporales para no arruinar el uso social, aunque sean claramente insuficientes, ¿no debería tenerlos también el llamado derecho a la cultura, léase a su difusión gratuita y universal?

    Entonces me pregunto: ¿Son revocables las licencias en copyleft? Es decir, ¿puedo adquirir de nuevo los derechos a los que he renunciado? Si no lo son, el sistema no resulta menos draconiano que el copyright en la actualidad, salvando el detalle de que al otrora vilmente timado se le llama hoy alma generosa. Y si lo fueran, como no es el caso, ¿no habría que considerarlo un copyright para pobres, recomendable en el intervalo necesario para venir a mejor fortuna? ¿Qué cambia y a quién quieren engañar?5) Contra el socialismo de mentirijillas que practican los copyleftistas anarcoides y que aplauden los liberales, objeto: Toda propiedad privada es un pequeño monopolio y es siempre, por definición, antisocial. Dado que, si sólo puedo hacer lo que los demás me dejan hacer, no se me concede un derecho, sino que se constata aquí y ahora un estado de hecho que mañana quizá cambie independientemente de lo que yo desee o acuerde. Sostener que las ideas no pueden ser propiedad privada cuando la propiedad privada en sí, su concepto, es una idea que goza de mil protecciones resulta de un cinismo aterrador. Pero yo lo he visto y lo he escuchado. Con mis ojos, con mis oídos. Esta misma tarde.

    6) El conflicto, en consecuencia, es el siguiente: Crean los menos, reproducen los más. ¿Pueden éstos imponer a aquéllos su voluntad "de facto", privándoles de todo derecho o reduciéndolo a lo simbólico sólo porque están en minoría? En otras palabras: ¿Puede el derecho de reproducción sobreponerse al de creación? Y éste no es sólo la libertad de crear, ya que se incluye también la de vivir de lo creado, la de invertir un tiempo de forma seria para que determinada obra reúna características competitivas, dignas y perdurables.

    7) En mi opinión, el copyleft parte de un error de base y es el protegerse de las ansias de lucro ajeno, entendido como explotación directa, y dejar desguarnecido, en cambio, el flanco de la explotación indirecta y negativa que supone el uso gratuito indefinido.

    8) Se argumenta también que mientras que el copyright regulaba la escasez cuando la había, ahora, en tiempos de abundancia y vacas gordas tecnológicas, lo que quiere es, mediante restricciones artificiosas, generar las carencias necesaria para mantener los privilegios de los que viven de rentas. O sea, antes había escasez de medios para difundir las ideas y ahora no la hay, debido a que el alcance de internet es potencialmente mundial e inmediato.

    Pero cuidado: que las ideas puedan transmitirse con suma facilidad no significa que suceda otro tanto a la hora de generarlas. Si las ideas no fueran escasas en su génesis, si reservamos esa cualidad sólo a los bienes materiales, no convertibles en bytes, estamos privilegiando la posición en el mercado de los que detentan los recursos tangibles en detrimento de los que, en base a su competencia personal e intelectual, sólo conservan expectativas de derecho. Y todo para resguardar al consumidor, "id est", al empresario (y su férula contractual). Porque no hay uno sin el otro, Cervera dixit.

    9) Estamos de acuerdo en que lo que no es tradición es plagio, pero éste no es el tema. Que lo que escribo o lo que compongo sea original o no es lo de menos. No tiene por qué serlo y es suficiente con que resulte novedoso en algún grado significativo, que aporte utilidad con respecto a lo que le precede, que le añada valor. Es creación, por cierto, lo que no es natural, lo que tiene fines humanos y una determinada plasmación en un lenguaje. Mas, insisto, no es el tema.

    Aquí lo que está en juego es si consideramos a la inteligencia como un capital o como un servicio. Para mí es un capital sin duda. Un capital es el conjunto de bienes en cuya naturaleza está el generar rendimientos con carácter regular para el que lo ostenta en el todo o en la parte; mientras que un servicio los genera normalmente de una sola vez al que lo presta; entiéndase: al que se deshace de él o de sus condiciones de posibilidad (tiempo, recursos, etc.). Pero nadie se deshace de su inteligencia. Ésta es, pues, por naturaleza, un capital, pero por convención del más fuerte, o sea, de aquellos en disposición de hacerlo rendible, recibe el tratamiento de servicio, cobrándose con plusvalía y manteniendo al creador en precario.

    10) Hoy se ha escuchado: "La industria cultural no quiere venderte sus productos, sino alquilártelos". Respondo: la función del capital no es venderse ni alquilarse, sino rendir sin consumirse. Repárese en que cuando nos venden un producto nos están vendiendo sólo su hechura material, lo que consumimos de él, no su forma o concepción. Lo último depende de la inteligencia, que es capital. Y no puede pretenderse la plena disposición, ni tampoco la fragmentaria, sobre un capital ajeno que no nos ha sido transmitido.

    11) Escuché, además: "Necesitamos filtros", filtros para cribar la sobreabundancia de información. Y luego: "Deberíamos pagar a esos filtros en lugar de perseguirlos". Pero, digo yo, ¿no son tales "filtros" los mediadores de los que se quería prescindir para hacer el producto más barato? ¡Y ahora hay que pagarles! Se entrevé la nueva burocracia, los nuevos intereses creados.

    12) El único progreso tolerable, bajo mi punto de vista, sería lograr el reconocimiento de la inteligencia como capital mediante su redefinición vinculante en una ley del Estado. ¿En qué casos? Cuando esa inteligencia, como creatividad, constituyera parte esencial del producto final vendido, verbigracia, en toda obra o exhibición artística.

    13) Finalmente, aclarar qur no soy partidario de una aplicación extensiva del copyright. Basta con que quien usa una vez de algo de mi creación lo pague una vez, siempre que no se lucre con ello en ulteriores ocasiones. El copyright actual es abusivo porque no se pone límites claros y, cómo no, desemboca en un absurdo. ¡Qué digo! En dos absurdos: el copyright (este copyright) y el copyleft.

    Como conclusión, quisiera comentar la frase siguiente, que se ha esgrimido como un fetiche y no es más que una perogrullada: "La cultura no existe sin espectador". Estoy de acuerdo, pero luego se añade la paparrucha: "La cultura no es unilateral", como dando a entender que el espectador también es artista en un mismo e indisoluble proceso.

    A esta falacia se la contesta así: Si todos somos artistas, no hay cultura, puesto que se ha convenido que para que ésta se dé se requiere un espectador. Y si todos somos espectadores, evidentemente tampoco la hay, porque no hay nada que ver. Ahora bien, si somos ambas cosas, es una obviedad postular que la cultura necesita al espectador, ya que es imposible sustraerse a él.

    Copyfight, Elástico, saltimbanquis, melenudos, rojeras todos. Y yo a dos velas, pero encendidas todavía, huyendo de la toxicidad discursiva que reinaba en el ambiente. Otra broncínea máxima: "la cultura es un verbo, no un sustantivo". Cultura verbosa e insustancial, he pensado.

    * * *

    4. Los dos principios de la racionalidad en el intercambio.

    David Bravo, un colega, argumenta así en su blog para justificar la piratería:

    "¿Qué harías si no fuera tan fácil conseguir agua? Probablemente comprartela mineral en botella y desde el punto de vista de Fontvella para ellos es como si les robaras cada vez que abres el grifo.

    ¿Qué harías si no pudieras grabar la película que echan hoy en Telecinco en tu viejo video casero? La verdad, no lo se. Igual la compro. Igual no. Pero no creo que haya que argumentar imaginando mundos que no son en los que vivimos. Hoy en día se puede grabar, la técnica lo ha hecho posible y el negocio de la música se revoluciona con ello.

    Cuando apareció el magnetófono los dueños de los teatros donde se exhibía la música en directo podían decir "pero ¿qué harías si el magnetofono no existiera? Probablemente vendrías a escuchar la música a mi teatro en lugar de escucharla desde tu casa". No lo sabemos y lo mejor es olvidarse de las estadísticas de cuantos irían al teatro y cuantos no. Lo que si sabemos con certeza es que el magnetófono existe y sobre esa realidad hay que discutir".

    Esto es quedarse con el personal y, aunque sea propio de abogados en su práctica diaria, deontológicamente no es correcto. No puede compararse un intercambio de bienes y/o servicios con una mera apropiación, aunque no se cause un menoscabo real en el patrimonio de algún tercero. Pues en un caso se está canjeando una propiedad o utilidad por otra (el agua corriente, el vídeo y el magnetófono por dinero), que es la función del comercio entendido como cooperación social. Con lo que, si se deja de comprar un producto para pasarse a su equivalente, tal función se mantiene.

    Ahora bien, en el supuesto de la adquisición sin contrapartidas, uno -el consumidor- se aprovecha y los que han posibilitado de manera imprescindible que este artefacto esté en el tráfico se van, por decirlo así, de vacío. Cabe agregar que aunque sean muchos los beneficiados y sólo unos pocos los explotados por la gorronería, el principio cooperativo se rompe, se niega de raíz. Por la misma razón, aunque todos fuéramos ladrones, seríamos todos antisociales.

    Imaginemos por un momento que, por arte de birlibirloque, nos fuese dado prescindir universalmente del principio de la escasez. La posibilidad de copiar, pongamos por caso, coches y de enajenar la copia sin desprendernos del que ya tenemos hundiría irremediablemente la industria del automóvil. También la haría superflua, se dirá. Pero, ¿qué hay del futuro? Al final todos los coches mantendrían los mismos modelos que hace cincuenta años; no se iba a permitir el progreso tecnológico ni, por ende, la mejora de la calidad de vida del consumidor.

    A propósito de todo esto, piénsese que las meras ideas, sin soporte material o virtual, no pueden venderse como producto, ya que no son consumibles y no respetan el principio de la escasez. Sí pueden, en cambio, capitalizarse, como ya se ha explicado.

    Pero el copyleft rechaza "a priori" todas las posibilidades: tanto la venta de la idea transformada en artículo como su capitalización previa, alegando que es un bien no capitalizable, social, de todos (luego, cuando estoy refutando a David Bravo, ¿se refuta David Bravo a sí mismo, ya que compartimos el bien social que acabo de generar en forma de letras?). En resumen: el copyleft propone el invierno de las ideas.

    * * *

    5. Reblogución, copyfight: Alguien no ha leído a Adorno.

    ¿Qué es la industria cultural para nuestros rebeldes? La industria lucrativa, regida por los imperativos del mercado. La industria de los empleadores y mediadores parasitando la industriosidad de los proletarios. Los nuevos subversivos no quieren tratos con esta cosa.

    Ellos lideran la nueva oleada tecnológica que posibilitará que los profesionales independientes decidan cómo rentabilizar su trabajo. La tecnología -dicen- con su enorme radio de difusión, nos hará más cultos, mientras que la cultura, exenta ya de trabas físicas, comerciales y políticas, aumentará nuestro nivel de ahorro al tiempo que multiplicará nuestra capacidad de lucro, con lo que, en definitiva, nos convertirá en más ricos. ¿Fin de la historia? En este punto el lector percibe que se le ha hurtado algo en el razonamiento. Veamos de qué se trata.

    Internet rompe el monopolio del negocio editorial y discográfico de productoras y distribuidoras. No las elimina, sino que se suma a ellas en competencia. Permanece el predominio. Se opera, pues, una reconversión industrial propiciada por una diversificación de la oferta. Sin embargo, el esfuerzo del individuo sigue sujeto al gravamen conjunto de la abundancia (el número casi ilimitado de competidores) y de la escasez (los destinatarios, forzosamente reducidos).

    Hasta aquí todo se mantiene igual tras la revolución de los pijamas. Por otro lado, el mismo auge consolida el monopolio de las telecomunicaciones, beneficiando básicamente a los 'mass media' junto con los sectores empresariales que los rodean.

    Con la interactividad cibernáutica la pescadilla de la información se muerde la cola y el consumidor de la crónica pasa a ser también su difusor subsidiario, su efecto onda, su repetidor estadísticamente inofensivo. A pesar de todo, los creadores capaces de llegar a la multitud continúan siendo los menos. Mejor todavía: proporcionalmente han sido menguados a la mínima expresión al inflacionarse artificialmente su censo y mezclárselos con los opinadores, mandatarios tácitos de cadenas televisivas y periódicos. Así, las tradicionales correas transmisoras de la cultura (entendida como "visión del mundo") se ven parcialmente relegadas, pero es sólo la apariencia falaz de su hondo fortalecimiento. Las fuentes del disenso quedan definitivamente absorbidas por los imperios de la comunicación, que dictan sus "memes" a los siempre dispuestos memos escribientes, en abrumadora mayoría.

    La profusión insensible del detalle de la que hablaba Adorno. Luego no está tan claro que el renovado panorama nos hará más cultos, ni más libres, y apunta más bien hacia lo contrario. En la sociedad de la información, la informática no es más que un régimen de disciplina.

    Ignacio Escolar se atreve a hablar en términos peyorativos de la industria cultural oponiéndola a lo que él hace en la red. El gacetillero es consciente de que su esparcimiento bloguístico no es más que la reducción a consignas de su trabajo intoxicador en Telecinco, éste todavía sometido a ciertas reglas de prudencia profesional. Aquí Nacho refleja las noticias; allí éstas lo reflejan a él, con la preciada imparcialidad como excusa para la radicalización del sesgo. Ha extendido su trabajo al ocio y ha canalizado el ocio de los demás, sus lectores y partidarios, en una estrategia de retroalimentación que aumenta exponencialmente su popularidad y sus rentas por propaganda. Pero, con todo, asegura que no forma parte de la industria cultural, que nada tiene que ver con ella.

    El problema del copyleft es que no se plantea, como sostiene, a modo de opción personalísima, sino bajo la forma de un verdadero movimiento organizado con consecuencias a escala global. No es más que una mascarada del consumismo de nueva generación que pretende devorar justamente lo que dice defender: el sujeto.

    El copyleft es un engendro liberal, la última vuelta de tuerca al sentido ordinario de las palabras. Si la izquierda adolescente lo ha integrado en su discurso es por su pobreza de ideas congénita, que la obliga a prostituirse y a travestirse con asiduidad, esta vez con tintes mesiánicos y totalizantes. En la nueva dimensión "libre" de los bits el trabajador ha adquirido a la postre una condición política que el capitalismo primerizo le negaba: ser la marioneta de un ideal, vender valores, erigirse en pseudoempresario, agente del pan y el circo del pueblo. "Expande, obrero, tu trabajo; tu trabajo eres tú. Hazte uno con tu labor: lucha, carga, faena, por la dignidad". Por pequeño que sea su margen de ganancia, el inútil socializado se lo debe todo al sistema en su conjunto, que se dirige a él autoritaria y despreciativamente.

    ¿Y qué sucede con el lucro? Como la energía, no desaparece. Ni siquiera cambia de manos. Pero, por virtud del subterfugio de la gratuidad, sí se blanquea en las conciencias de muchos. Rotativos que se regalan como "20 minutos" convierten al periodista en una nueva clase de agente mediador entre el comercial y el gran público.

    La realidad descrita en forma de noticia adquiere la categoría de producto anónimo, configurado por la reducción de costes -menos personal- y el aumento del beneficio ?más anuncios, dinámica diabólica que llena los impresos de inevitables rótulos espónsor.

    La información es por lo pronto más escueta y telegráfica, deviene ella misma un artículo de consumo para el ajetreado viandante, a quien el régimen de continua excepción política que es la democracia liberal obliga a estar al día permanentemente. La noticia se muestra al cabo como envoltorio superfluo y pasajero de la propaganda partidista, fusionada con la mercantil, y como plasmación sintética del deber del ciudadano, cuya libertad desregulada es cada vez más un cheque en blanco para los deseos en suspenso del poder ejecutivo.

    * * *

    6. Haciendo amigos. Carta a David Bravo y su tropa.

    Estimados copyfighters,

    Ya he visto el debate en Canal Sur, perdonad que estuviera un poco torpe y no lo haya encontrado antes. Aunque creo que ambas partes lo han hecho bien, la liderada por David Bravo me ha parecido la más convincente. Eso no significa que tenga razón, sólo que supo ocultar sus puntos débiles y exagerar los fuertes, al tiempo que señalaba alguna que otra conocida miseria de la SGAE. Pero he percibido demagogia. Demagogia a raudales. Veamos varios ejemplos.

    En primer lugar, no podéis pedir una reconversión industrial del sector si no permitís que entren ingresos para que el empresario la lleve a cabo. Les estáis diciendo a él y a sus contratados: "Arruinaos y dejadnos paso, cuidándoos mucho de llamarnos piratas a los que os ponemos en la calle con nuestra tacañería selectiva". Realmente es para enfadarse.

    En segundo lugar, habéis afirmado que la propaganda, venga de donde venga, beneficia al creador. ¿Por qué no estáis a favor entonces de legalizar el "top manta"?

    Eso también es propaganda y de la buena. ¿Que hay ánimo de lucro? Y qué. Que se cambie la ley y se adapte a la realidad, con independencia de que se persigan los fines delictivos a los que se dirigen muchas veces esos fondos. Porque, veamos, sed un poco inteligentes (David Bravo, tú el primero): Si la ley considera punible el ánimo de lucro en detrimento de la propiedad intelectual, y no así el uso privado, ¿a qué se debe si no es a que el que se lucra en este mundillo lo hace por regla general a media o a gran escala (nadie tira adelante un negocio con dos o tres clientes), causando un grave perjuicio o lucro cesante al autor parasitado, mientras que el que comparte de forma altruista ha venido siendo tradicionalmente alguien ceñido al ámbito familiar? Pero eso cambia con internet y la distribución masiva de escaso coste. ¿No debería entonces cambiar la ley y endurecerse, en lugar de volverse más laxa como vosotros estáis pidiendo? Y, en fin, ¿por qué defendéis al usuario con ADSL y tarifa plana y no al negrito que sale corriendo cuando vienen los guardias?

    Sin entrar ya en que lo que alegáis sea justo o no, ¿no se supone que vosotros representáis las izquierdas sin representación? No sólo no sois generosos al barrer para casa, sino que ni siquiera resultáis coherentes.

    En tercer lugar, el comercio no se reduce al dinero. Farré (buen abogado, pero retórico deficiente) lo ha establecido para que no quepan dudas: el intercambio de canciones en ficheros mp3, que son bienes en especie, es una forma de trueque: "do ut des". Luego, si en las redes de pares se comercia, hay una suerte de lucro. Ergo, dado que la copia privada no reporta utilidad mercantil en sí, sino cuando se usa como pago en especie de otra, en este último caso hay verdadero lucro, mas no en el primero.

    En cuarto lugar, el libre comercio se basa en la legalidad. El resto es mafia y venta de camisetas. Mafia es lo que predicáis, no la SGAE.

    En quinto lugar, y esto seguro que los señoritos liberales como Enrique Dans lo tienen bien aprendido, las empresas están en perfecta disposición de embolsarse el dinero que el consumidor considere oportuno pagar por lo que ofrecen. Al fin y al cabo ni hay régimen de monopolio ni hablamos de productos de primera necesidad.

    Ahora bien, que el precio sea muy elevado tendrá sus causas: en parte será por la piratería incontrolada (no incontrolable); en parte -no me duele admitirlo- por los intermediarios abusivos. Pero lo que no se puede hacer es cuestionar la raíz misma del derecho a cobrar por tu trabajo, o disolverla en "formas alternativas de reembolso", que está por ver que sean eficientes.

    Para Ignacio Escolar, al menos, no lo son. Pues, aunque le guste presentarse como músico y tenga una promoción digital envidiable, come de Telecinco, intermediario cultural éste -igual que la SGAE- que por ahora no regala nada… salvo basura a cambio de tu tiempo y capacidad para tragar anuncios. Quizá sea el modelo a seguir.

    En sexto lugar, comento a raíz de la polémica de las definiciones de "lucro": una cosa es la actividad personal y comprometida sin ánimo de lucro, el voluntariado por ejemplo, y otra diametralmente distinta una entidad sin ánimo de lucro, como las fundaciones, en las que no obstante sus miembros sí que cobran un salario, por más que no repartan dividendos. Yo no caigo ahora en si esa distinción es de primero o de cuarto de carrera, pero un abogado que se dice experto en algo y debate en público debería tenerla más que memorizada.

    En séptimo lugar, la cultura y el arte que hacen los hombres habitan este mundo material y fungible, no el etéreo y olímpico de las ideas platónicas. Obviando, claro está, que dichas producciones sean de dominio público, que es lo que estáis intentando con todas vuestras fuerzas. Y el único modo de lograrlo es que el autor renuncie a sus derechos. Porque -mucha atención a este punto- si realmente hubiera un derecho natural del consumidor a apropiarse del trabajo ajeno sin pagar nada, esa renuncia sería innecesaria. Gran descubrimiento.

    El copyleft confiesa con esta manera de proceder (insisto, la única que tiene) el derecho natural del autor a difundir su trabajo en mayor o menor medida y, en consecuencia, en tanto que nadie más se añada a la cadena de producción agregándole utilidad, su derecho a explotarlo en exclusiva y en el grado que desee, dentro de los límites que le señale la sociedad según una política de equilibrio de intereses.

    En octavo lugar, a diferencia de las salchichas, que sí pueden revenderse sin dar ocasión a delito, la propiedad intelectual no protege sólo el continente, el plástico famoso, cederrónico y obsoleto, sino también y principalmente el contenido, la creación en abstracto. Éste y no otro es el fundamento de que su difusión lucrativa aparezca contemplada en el Código Penal. En plata: la ley fija que las ideas tienen un precio que debe percibir siempre (y subrayo: siempre), salvo renuncia, el autor de las mismas.

    En noveno lugar, transijo con que el derecho del autor tiene un límite, pero no con que se reduzca a una mención honorífica de rentabilidad hipotética y a una facultad de veto sobre el lucro de los demás (Creative Commons). Es como afirmar que la sociedad tiene derecho a que yo le regale mi trabajo, sin perjuicio de que un servidor luego reciba por vías misteriosas la oferta de su vida. Demasiado cínico. Ni el estalinismo planteó eso, excepto para los reos de trabajos forzosos.

    En décimo y postrer lugar, todo derecho natural -derecho que el copyleft reconoce implícitamente a los autores, como se ha demostrado- guarda una proporción con aquello que se hace para meritarlo. Pues bien, yo no veo proporción alguna entre pasarme cinco años de mi vida escribiendo una novela y que, casi a modo de favor (así lo pide Escolar para sus cancioncitas), mi nombre aparezca en ella a través de sus reproducciones piratas, suponiendo que sea exitosa, sin obtener compensación segura por el tiempo empleado a la hora de crearla. Claro que, si me he estado diez minutos con ella, mi talento es más bien penoso y además con la satisfacción del ego ya tiro, de acuerdo. Pero eso es acabar con la cultura profesional y desterrar las elites intelectuales para favorecer las mediáticas y comerciales. Que es, al cabo, lo que esperan y ardientemente desean -contando con vuestra inestimable colaboración- la Wikipedia y demás proyectos fraudulentos.

    Id con Dios.

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    Debates aparecidos en:

    ÁREA: DERECHO / PROPIEDAD INTELECTUAL.

     

     

     

    Autor:

    DANIEL VICENTE

    PERFIL: ABOGADO, 26, BARCELONA. FECHA: 2006.